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Antes que nada, nos es necesario mencionar dos cosas. Primero, la Identidad es un término
bastante nebuloso, es decir, no existe un consenso general para su uso entre quienes lo emplean:
periodistas, funcionarios de organizaciones no gubernamentales, movimientos sociales y
académicos entre los más frecuentes. Este disenso en la manera de entender y asumir las
identidades ha conllevado a lo que muchos han denominado la hiperinflación en el uso y abuso
de la identidad como concepto analítico en las ciencias sociales y particularmente el campo de la
historia, por lo tanto, dejamos en claro que entendemos por identidad las relaciones construidas
no solo, con base a lo similar, sino, sobre todo en las relaciones a través de la diferencia, cosa que
podremos ver con más detalle en la formación de la identidad, en particular, de los habitantes
del barrio Quindío en relación a su llegada a los terrenos en el que actualmente están construidos
sus hogares, así como en las prácticas de resistencia que tuvieron que librar contra los múltiples
desalojos por parte de los cuerpos represivos del estado y su vinculación, en muchos casos con
entidades, que de cierta manera contribuyeron, tanto en la formación del barrio como de una
entidad en común.
Segundo, ya con definición de identidad limitada en el uso que haremos de ella, solo agregaremos
los ejes, por decirlo así, en los que nosotros, en nuestra labor como interrogadores al pasado,
identificamos la formación y consolidación de una identidad en común en la comunidad, estos
ejes son: La condición de marginados, producto del desplazamiento violento de sus lugares
natales por la guerra bipartidista, principalmente, las formas de cooperación y lucha empleadas
antes las diferentes adversidades por las que tuvieron que atravesar, por último, las creencias en
común, en especial el deseo de cambio y mejoras y su inseparable tradición campesina.
La meta ahora es la capital, un buen anden y tal vez una aguadepanela para despojarnos del frío
bogotano
La contrapropuesta realizada por CENAPROV era tomar la parte alta de un pequeño barrio, el cual
estaba siendo habitado ya desde 1964 por un par de familias en compañía de la central, quien
para ese momento les ayudo en la obtención de sus terrenos, eso sí, por vía legal.
Los integrantes de estas 40 familias recibieron la propuesta con todo entusiasmo e iniciaron la
migración a estos terrenos, ya para el 13 de diciembre el 1972 cómo lo narra doña Blanca Suarez,
participante en esta primera etapa de invasión en una entrevista realizada a ella y a más
miembros de la comunidad.