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A los pies del maestro

Aconteció que, yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada
Marta le recibió en su casa. Esta tenía una hermana que se llamaba María, la
cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. Lucas 10:38-39

Excluidas de la enseñanza

En los tiempos de Jesús. Las mujeres viven una situación de exclusión de toda
vida pública, y sobre todo en la educación. Su formación se limitaba al
aprendizaje de los trabajos domésticos, coser y tejer particularmente;
cuidaban también a los hermanos y hermanas pequeños, atender a su padre
cuando era viejo. En cuanto a la formación intelectual se consideraba a la
mujer como incapaces de recibir instrucción y no estaba sometida a la
obligación de estudiar la Tora. El rabí Eliezer (hacia el 90 d. C) se le atribuye
las siguientes frases:

“Quien enseña a su hija la Tora, le enseña necedades”

“Mejor fuera que desapareciera en las llamas la Tora antes de que fuera
entregada a las mujeres”

La escuela era exclusiva para los varones y durante la liturgia judía en la


sinagoga, solo los jóvenes varones participaban de las lecciones de los
escribas y de esta manera ser aceptados como alumnos. Si llegaba a dominar
toda la materia tradicional y métodos; cumpliendo la edad establecida podría
convertirse en Rabí. A los jóvenes estudiantes del Tora se les prohibía
saludar a las mujeres en la calle porque se le consideraba un ser
esencialmente sexual, que actúa seductoramente sobre el hombre. De esta
forma no se podría esperar que una mujer sea instruida por un Rabí y mucho
menos llegar a serlo.

Es en este contexto, donde aparece un rabí singular, que acepta a mujeres


como discípulas y no le incomoda su presencia cuando enseñaban.

Las mujeres formaron parte del grupo que seguía a Jesús desde el
principio. Probablemente algunas lo hicieron acompañando a sus
esposos. Otras eran mujeres solas, sin compañía de ningún varón.
Nunca se dice que Jesús las llamara individualmente, como, al
parecer, lo hizo con algunos de los Doce, no con todos.
Probablemente se acercaron ellas mismas, atraídas por su persona,
pero nunca se hubieran atrevido a seguir con él si Jesús no las
hubiera invitado a quedarse. En ningún momento las excluye o
aparta en razón de su sexo o por motivos de impureza. Son
«hermanas» que pertenecen a la nueva familia que va creando
Jesús, y son tenidas en cuenta lo mismo que los «hermanos» El
profeta del reino solo admite un discipulado de iguales. (1)

A los pies del maestro

Es María quien se sienta a los pies del maestro, no está en la puerta de la


estancia de al lado para escuchar lo que se habla durante la comida, sino que
está a los pies del huésped porque su única preocupación es escucharle, atenta
a su voz y su mensaje liberador. Ella se siente discípula sobre todo al notar
que su presencia no incomoda a tan ilustre maestro. Su actuar es contraria a
las costumbres establecidas, si para sus contemporáneos enseñar a una mujer
es necedad, pero para él es todo lo contrario, es algo de ser elogiado. En este
sentido Suzanne Tunc afirma que:

Explícitamente, Jesús reconoce que una mujer puede ser discípulo,


cosa bien contraria a las costumbres establecidas. María estaba,
en efecto, en la misma actitud que Pablo a los pies del gran rabino
Gamaliel (Hch 22,3). La tradicional función de ama de casa no es la
única posible para una mujer. Jesús declara que es una función
secundaria. Pone fin, no a la familia, sino a la rigidez de las
tradiciones y de las atribuciones estereotipadas de papeles. (2)

Su hermana Marta en cambio se mantiene en la actitud de ofrecer


hospitalidad que nada de malo tiene, pero comienza a agitarse por tantas
ocupaciones y preocupaciones que le lleva a criticar la indiferencia de Jesús
y pide ayuda. Mas el maestro con una actitud tranquila, le muestra su
situación atreves de sus palabras y de esta manera mostrarle que hay algo
mejor y urgente, que es necesario dedicarle también tiempo y no solo
ocuparse en los quehaceres del hogar. Dedicarle tiempo a escuchar su Palabra
y Alimentarse de su Evangelio:

La mujer no ha de quedar reducida a las tareas del hogar. Tiene


derecho a sentarse, como los varones, a escuchar la palabra de
Dios. Lo que está haciendo María responde a la voluntad del Padre.
Jesús no quiere ver a las mujeres solo trabajando. Las quiere ver
sentadas. Por eso las acoge en su grupo como discípulas, en el mismo
plano y con los mismos derechos que los varones. Es mucho lo que
nos falta en la iglesia y en la sociedad para mirar y tratar a las
mujeres como lo hacía Jesús. Considerarlas como trabajadoras al
servicio del varón no responde a las exigencias de ese reino de Dios
que Jesús entendía como un espacio sin dominación masculina. (3)

Una iglesia que empodere a las mujeres

Aun en muchas iglesias evangélicas de nuestras localidades, se sigue


apartando a las mujeres de una educación teológica adecuada, por ejemplo,
cuando realizan la celebración de los aniversarios en las iglesias locales por la
zona donde vivo, se le encarga al ministerio de damas a preparar y servir los
alimentos en estas celebraciones, pero ellas pierden la oportunidad de
participar en las enseñanzas que se realizan estos días.

Aun muchos del liderazgo masculino en las iglesias locales consideran que las
mujeres tienen poca inclinación al estudio y a la predicación, argumentado que
el varón tiene una capacidad intelectual superior que las mujeres.

Aun en muchas iglesias no se escucha predicar a mujeres, por ejemplo, en el


culto dominica o principal durante un día festivo, solo se le ha dado espacios
dentro del ministerio de mujeres y niños.

Aún queda pendiente el trabajo de brindar espacios de igual oportunidades


de preparación y desenvolvimiento de la mujer evangélica en muchas
congregaciones. Quisiéramos ver a más mujeres Teólogas, pastoras,
predicadoras, en cualquier espacio de liderazgo dentro de la iglesia y que a
partir de una perspectiva diferente a la que estamos acostumbrados pueda
ser un punto de referencia para ser una iglesia que refleje el reino de Dios,
como anhela Jesús.

Notas

(1) José Antonio Pagola, Jesús aproximación histórica, PPC, Págs. 239-240

(2) Suzanne Tunc, También las mujeres seguían a Jesús, Sal Terrea, Pag. 43.

(3) José Antonio Pagola, El camino Abierto por Jesús- Lucas, PPC, pag.182-
183.

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