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Contexto del escrito: en el momento de publicación del artículo, Juan Carlos Jaramillo Estrada
era un psicólogo con una maestría en Psicología, y Diego Alveiro Restrepo Ochoa un psicólogo
con un PhD en Salud Pública; ambos eran Docentes Investigadores de la Universidad CES
Descripción del texto: el concepto de normalidad tiene, como mínimo, cuatro (4) perspectivas
evidencia una dicotomía, con unos intereses particulares y unos efectos en la realidad bastante
diferentes.
El objetivo del artículo es discutir la relación entre las categorías de normalidad y salud mental
a partir de estas cuatro perspectivas, señalando unas implicaciones teóricas y prácticas que
Varias entidades han intentado definir la salud mental, entre ellas la OMS, el Ministerio de
Jaramillo y Restrepo (2015) dirán que las anteriores definiciones tienen tres problemas de
base: “el eclecticismo conceptual, la dificultad operacional y la brecha entre los conceptos y la
comportamental), para no entrar en conflictos teóricos. Pero si bien esto parece una posición
intervenir, sobre todo para un Estado, el bienestar o las capacidades de una persona, aspectos
tan subjetivos del ser humano. Lo que demuestra que, si bien suena muy bonito lo que
escriben sobre el papel, a la hora de aplicar lo que dice se quedan cortos. El tercer problema
surge de la anterior dificultad, ya que pone en evidencia la brecha teórica que existe entre la
noción de salud mental y las prácticas en el campo de la salud mental. Finalmente, dirán
Jaramillo y Restrepo de cierta manera, que el término “salud mental” pasó a ser un velo
ocupan de la enfermedad mental, como si solo fuera posible abordar la salud a través de la
enfermedad.
Acto seguido, los autores realizan un esbozo histórico de lo que ha significado la salud mental
en diferentes momentos, no sin antes aclarar que todas las definiciones de lo sano y lo
Por ejemplo, muchas comunidades aborígenes, según sus relatos e historias, comprendían
muchos eventos a través de rituales que hoy no serían calificados de ‘sanos’ (como la magia o
la posesión). Así, lo que para las personas de esas comunidades sería normal, para nosotros
no; en la Edad Media lo normal giraba alrededor de la religión, en especial del cristianismo. Por
lo tanto, todo lo enfermo era asociado con el pecado; y en las culturas predominantemente
una desviación.
estadística y la subjetiva.
especialmente con el orden institucional. Como dirán en la pág. 40: “se considera “adaptado”
socialmente, aquello que no entra en conflicto con los órdenes del colectivo. Un aspecto a
destacar es que bajo este enfoque no se específica ´la intervención profesional que tendrían
objetiva, sea física o mental (pues resultaría siendo lo mismo), lo que hace posible
Desde la perspectiva estadística, todo sujeto que esté por fuera del promedio y la desviación
estándar es considerado un defecto en la salud mental, ya sea por exceso o por defecto de
este atributo. Contrario a lo que se pensaría, y como afirman Jaramillo y Restrepo: “lo “sano”
se define por concordancia con los comportamientos de la mayoría de la población […], lo que
se considera como anormal es aquello que se desvía del promedio estadístico del
comportamiento o las características generales de un grupo” (p.42). Así, por raro que suene, la
estadística cree implícitamente en la polivalencia de lo sano/enfermo, de acuerdo a la
sociedad o la cultura.
que realiza el sujeto de sí mismo y de su vida, ya sea a través del placer/displacer, o desde la
integridad personal. La intervención bajo este enfoque es muy clínico en el sentido en que “las
intervenciones no pueden ser estandarizadas, sino que deben ser formuladas de manera
emergente, según la evaluación que se haga de cada caso” (Castullo y Castro, 2000, citados por
Por último, los autores reúnen las cuatro perspectivas en una tabla donde las relacionan. Así se
hermenéutico que tiene como objetivo hacer que el sujeto recupere su sentido existencial.
Reflexión: cuando terminé de analizar el artículo, recordé que, de cierta manera, es posible
aplicar los cuatro criterios al mismo tiempo para confirmar la existencia de una psicopatología.
Torres et al. (2015), afirman que: “Todos estos criterios son necesarios, pero ninguno es
suficiente por sí mismo para dar explicación de la diferencia entre la normalidad y anormalidad
Así, supongo que se podrá descartar el reduccionismo del mundo interior del conductismo,
pero conservar los estilos de vida como factor importante en la salud; del biomédico la
determinante objetivación refutada ya por el modelo social e incluso estadístico, pero dejar la
BIBLIOGRAFÍA
Jaramillo E., Juan C. y Restrepo O., Diego A. (2015). Normalidad y Salud Mental: análisis de una
2018 de http://www.ces.edu.co/index.php/contactospsicologia
Torres P., Beatriz, Barrantes O., María A. y Tajima P., Kazuhiro. (2015). Manual APIR
content/uploads/2015/11/Psicopatologia1aEdicion.pdf