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Apuntes Civil II Contratos

Derecho Civil II: Obligaciones y contratos (UNED)

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TEMA 19º EL CONTRATO.

1.- EL CONCEPTO DE CONTRATO.


El art. 1.254 CC establece que “el contrato existe desde que una o varias personas
consienten en obligarse, respecto una de otras, a dar alguna cosa o prestar algún servicio”.
El contrato es, por tanto, un mecanismo de generación de derechos y obligaciones; no
cabe duda en cuanto a su carácter de fuente de las obligaciones, como bien establece el art.
1.089 CC.
El contrato es un medio de intercambio de bienes y servicios. Es evidente que nadie es
autosuficiente y que cualquier persona ha de contar con los demás. Esta satisfacción de las
necesidades individuales en un mundo en el que todas las riquezas están ya ocupadas y nadie
realiza actividad alguna sin la oportuna contraprestación se consigue a través de una cadena
sucesiva de intercambios económicos.
Por supuesto, cabe matizar que no todos los intercambios no pueden ser considerados
como contratos, v. gr. el pago de tasas académicas, cuando se acude al médico de la SS.
De igual manera, un contrato es fundamentalmente la “veste (vestimenta) jurídica” de
una operación económica consistente en un intercambio de bienes o de servicios. Es por ello,
que determinados acuerdos de voluntades sin un carácter patrimonial no tengan el carácter de
contrato, v. gr. el matrimonio.
Todo contrato debe tener por objeto prestaciones susceptibles de valoración económica,
ya sean tales prestaciones en bienes (o cosas) o servicios.

2.- AUTONOMÍA PRIVADA Y FUERZA VINCULANTE DE LOS CONTRATOS.


Tradicionalmente, el contrato ha sido considerado como un instrumento dejado a la
voluntad de los particulares y que, de dicha realidad, la doctrina jurídica ha deducido el
principio de autonomía privada.
Ahora bien, la relevancia de que la voluntad de las partes asume en el ámbito
contractual requiere de inmediato algunas observaciones que enmarquen el alcance efectivo
de la autonomía privada y de la libertad contractual:
a) En primer lugar la autonomía privada no puede ser contemplada al margen del
ordenamiento jurídico, como si fuese una salvaje libertad que permitiese incluso atentar contra
él. Aunque las normas legales referentes a los contratos tienen carácter dispositivo y, por
consiguiente, con disponibles y sustituibles por las partes, también contiene normas de
derecho imperativo que tienen primacía sobre la autonomía privada.
b) De otra parte, en términos teóricos no debe llegarse a una hipervaloración conceptual
de la voluntad de las partes que concluya en afirmar que el contrato es un acuerdo de
voluntades.
La consagración normativa de la autonomía privada está en el art. 1.255 CC: “los
contratantes pueden establecer los pactos, cláusulas y condiciones que tengan por
conveniente, siempre que no sean contrarios a las leyes, a la moral, ni al orden público”. Esto
es, respetando los límites institucionales de la autonomía privada, el contenido de los contratos
depende en exclusiva de la propia voluntad de las partes.
Cabe señalar igualmente la fuerza vinculante de los contratos, como bien establece el
art. 1.091 CC “las obligaciones que nacen de los contratos tiene fuerza de ley entre las partes
contratantes y deben cumplirse al tenor de los mismos”.

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3.- LAS CLASIFICACIONES DE LOS CONTRATOS: CONSENSUALES, REALES Y FORMALES;


GRATUITOS Y ONEROSOS; TÍPICOS Y ATÍPICOS; INSTANTÁNEOS Y DE EJECUCIÓN PERIÓDICA;
CONTRATOS BILATERALES Y UNILATERALES.
3.1 Contratos consensuales, reales y formales. Atendiendo a la primacía del mero
consentimiento como elemento genético de los contratos, la mayor parte de los contratos
tiene carácter consensual. Al hablar de contratos consensuales significa que el contrato se
perfecciona por el mero consentimiento contractual.
Con la denominación de contratos reales, se está haciendo referencia a una limitada
relación de contratos para cuya perfección, además del mero consentimiento, requiere de la
entrega de la cosa.
Los contratos formales son aquellos que la forma asume carácter de elemento esencial o
estructural del propio contrato a efectos de determinación de la validez del mismo.

3.2 Contratos gratuitos y onerosos. Se habla de contrato gratuito cuando una de las partes
contratantes se enriquece u obtiene un beneficio a consecuencia del contrato, sin asumir carga
o contraprestación alguna.
Por el contrario, en los contratos onerosos la prestación de una parte encuentra su razón
de ser en la contraprestación de la otra.

3.3 Contratos típicos y atípicos. Esta clasificación no tiene vital importancia. Típicos son
aquellos que están legalmente contemplados; los atípicos son aquellos que careciendo de
regulación positiva, reúnen los requisitos de la genérica figura contractual.

3.4 Contratos instantáneos, duraderos y de ejecución periódica. Esta distinción atiende al


período temporal propio del contrato. Los instantáneos se realizan en un acto temporal único,
mientras que los duraderos conllevan cierta continuidad temporal. Los de ejecución periódica
requieren de cierta regularidad temporal.

3.5 Contratos bilaterales y unilaterales. Es evidente que para la celebración de un contrato


se necesitan, al menos, dos personas. Si bien son contratos bilaterales los que generan
obligaciones para ambas partes; mientras que los contratos unilaterales solo generan
obligaciones para una de ellas.

TEMA 20º LOS ELEMENTOS DEL CONTRATO

1. ELEMENTOS ESENCIALES, ACCIDENTALES Y NATURALES DEL CONTRATO.


El mínimo de elementos que acredita la existencia de un contrato válido viene
representado por el consentimiento de las partes, el objeto y la causa. Pero, dado el
reconocimiento de la autonomía privada, es obvio que las partes pueden introducir previsiones
complementarias en el contrato. Esto obliga a distinguir entre los denominados elementos
esenciales y accidentales.
Los elementos esenciales deben estar presentes en todo contrato para que, válidamente,
se pueda hablar de tal. Estos se establecen en el art. 1.261 CC que establece: “ no hay contrato
sino cuando concurren los requisitos siguientes:
a) Consentimiento de los contratantes.

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b) Objeto cierto que sea materia del contrato.


c) Causa de la obligación que se establezca.”
Los elementos accidentales pueden estar presentes por voluntad de las partes, pero su
presencia no es esencial, ni determinante, para que pueda hablarse de contrato válido. Los
elementos accidentales son, fundamentalmente, la condición y el término.
Junto a estos elementos, los civilistas clásicos traían a colación una tercera serie de
componentes: los elementos naturales. Los cuales son ciertas notas características de algunos
contratos que la regulación legal de los mismos considera implícitas en los correspondientes
acuerdos contractuales si las partes no disponen nada en contrario. Por tanto, son ciertas
consecuencias que, en principio, se derivan de la propia naturaleza del contrato.

2. CAPACIDAD PARA CONTRATAR.


El contrato es definido como un acuerdo de voluntades. La manifestación del
consentimiento de cada una de las partes puede darse de formas muy diversas, pero requiere,
en todo caso, que el consentimiento se haya formado libre y conscientemente y, además por
persona que tenga capacidad de obrar o capacidad contractual.
El art. 1.263 CC establece: “no pueden prestar consentimiento:
1) Los menores no emancipados.
2) Los incapacitados.”
El apartado segundo fue establecido por la aprobación de la ley orgánica 1/1.996 de
Protección Jurídica del Menor. Si bien, el autor apunta esta reforma como discutible,
considerando que las normas generales sobre incapacitación deben primar sobre este artículo.
Por tanto, carecen de capacidad para contratar o generaran contratos inválidos aquellas
personas que no tengan capacidad de obrar o bien tengan limitada su capacidad natural.
De igual manera, en determinados y concretos supuestos, las leyes prohíben a algunas
personas la celebración de ciertos contratos, pese a gozar de capacidad de obrar. P. ej. un
profesor de Universidad con dedicación a tiempo completo tiene vetado dar clases fuera del
Departamento al que está adscrito.
Por otro lado, también está prohibido el auto contrato, así como la prohibición de
celebrar actos jurídicos por los representantes cuando dicha celebración suponga un conflicto
de intereses con sus respectivos representados.

3. LA LIBRE FORMACIÓN DEL CONSENTIMIENTO Y LOS VICIOS DE LA VOLUNTAD.


El ordenamiento jurídico vela en todo caso porque el consentimiento contractual se
preste por los contratantes de forma libre y consciente. Por ello, cuando el consentimiento ha
sido fruto del error, de la coacción o del engaño, declara viciado el contrato y permite que sea
anulado por el contratante que ha sufrido tales interferencias en la formación del
consentimiento.
En tal sentido, dispone el art. 1.265 CC “será nulo el consentimiento prestado por error,
violencia, intimidación o dolo”. A tales anomalías se le conoce, técnicamente, como vicios de la
voluntad.

 El error. El CC no establece una definición de error en cuanto a vicio del


consentimiento, y el error no puede ser ampliamente considerado, ya que cualquier vicio, por

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mínimo que sea, produciría la anulación de un contrato. Por ello en el art. 1.266 CC si se
establecen los requisitos o circunstancias fundamentales para que el error sea relevante.
Art. 1.266: “Para que el error invalide el consentimiento, deberá recaer sobre la sustancia
de la cosa que fuere objeto del contrato, o sobre aquellas condiciones de la misma que
principalmente hubiesen dado motivo a celebrarlo.
El error sobre la persona solo invalidará el contrato cuando la consideración a ella
hubiere sido la causa principal del mismo.
El simple error de cuenta solo dará lugar a su corrección.”
Por tanto, se pueden distinguir los siguientes tipos de error:
a) El denominado error esencial o sustancial, que conllevará a la anulabilidad del
contrato, el cual debe recaer sobre la cosa objeto del contrato, o sobre las condiciones de la
misma que lo hubiesen motivado.
b) El error sobre la persona, que en la práctica tiene un limitado campo de aplicación.
c) El tercer párrafo establece, como norma general, que un simple error dará lugar a la
corrección.

 La violencia. El art. 1.267.1 CC establece “que hay violencia cuando para arrancar el
consentimiento se emplea una fuerza irresistible”. La violencia queda claramente acreditada en
aquellos casos donde la voluntad del contratante es sustituida por la voluntad del violentador.
Si bien, cabe pensar que ocurre en los casos de hipnosis o sugestión; pues en estos casos, no es
que haya violencia, sencillamente, no hay consentimiento.

 La intimidación. Establece el art. 1.267.2 CC “hay intimidación cuando se inspira a uno


de los contratantes el temor racional y fundado de sufrir un mal inminente y grave en su
persona o bienes, o en la persona o bienes de su cónyuge, descendientes u ascendientes ”. De
este precepto se extraen el alcance y significado de la intimidación:
- La amenaza debe ser de tal naturaleza que inspire un temor racional y fundado.
- Debe estribar en el anuncio de un mal inminente y grave, así como recaer sobre las
personas establecidas o los bienes de éstas.
- Y aunque el CC no lo explicite, la amenaza debe ser injusta y contraria a Derecho.
El art. 1.267.3 CC establece que “para calificar la intimidación debe atenderse a la edad
y a la condición de la persona”. De lo que se evidencia que la intimidación es algo graduable.
El art. 1.267.4 CC contempla el denominado temor reverencial: “el temor de desagradar
a las personas a quienes se debe sumisión y respeto no anulará el contrato”.

En el art. 1.268 CC se establece el régimen común de la violencia y la intimidación. “ La


violencia o intimidación anularán la obligación, aunque se hayan empleado por un tercero que
no intervenga en el contrato”.

 El dolo. según el art. 1.269 CC “hay dolo cuando, con palabras o maquinaciones
insidiosas de parte de uno de los contratantes, es inducido el otro a celebrar un contrato que,
sin ellas, no hubiera hecho”. Por tanto, el dolo consiste en inducir a otro a celebrar un contrato
que finalmente celebra y que, sin esa inducción no habría celebrado.
El art. 1.270 CC dice “para que el dolo produzca la nulidad de los contratos, deberá ser
grave y no haber sido empleado por las dos partes contratantes. El dolo incidental solo obliga

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al que lo empleó a indemnizar daños y perjuicios”. Por tanto, para que el dolo sea causa de
anulabilidad se requiere:
- Que el dolo sea grave, llevado a cabo con la intención consciente y deliberada de
engañar a la otra parte. El denominado dolo bueno, consistente en promocionar las
excelencias del bien o servicio, no se considera como dolo.
- El dolo ha de inducir a la otra parte a celebrar el contrato, es decir, debe tratarse de
un dolo determinante o dolo causante. El dolo incidental no anula el contrato, solo obliga
a indemnizar daños y perjuicios.
- El dolo no debe haber sido empleado por las dos partes contratantes, ya que la
actuación malévola de ambos excluye la protección a la buena fe.

Por lo general, el dolo se manifiesta de forma activa; pero ¿puede realizarse el modo de
forma omisiva? En tal sentido, el CC no establece prohibición alguna del dolo omisivo, además
el TS ha establecido de forma reiterada que cabe la existencia del dolo omisivo.

En cuanto a la existencia del dolo de un tercero. El art. 1.269 CC parece requerir que el
dolo se produzca por una de las partes contratantes. Si bien, dicha expresión no excluye que
exista dolo cuando la tercera persona actúa a consecuencia de la maquinación de una de las
partes (p. ej. induzco a un perito para que certifique que la cosa objeto del contrato está en
mejores condiciones que como están realmente).

4. EL OBJETO DEL CONTRATO: REQUISITOS.


Uno de los elementos esenciales del contrato lo constituye el objeto cierto que sea
materia del contrato. El CC entiende por objeto los bienes o servicios que, materialmente
hablando, son contemplados en el intercambio que subyace en todo contrato.
Los requisitos del objeto del contrato son tres: licitud, posibilidad y determinación.
a) La licitud: se deduce del artículo 1.271 CC que establece que “pueden ser objeto de
contrato las cosas que no están fuera del comercio de los hombres, aún las futuras ”. En cuanto
a los servicios pueden ser objeto de contrato los “que no sean contrarios a las leyes o a las
buenas costumbres”.
b) La posibilidad: el art. 1.272 CC establece que “no podrán ser objeto de contrato las
cosas o servicios imposibles”.
c) La determinación o determinabilidad. El art. 1.273 CC establece “el objeto de todo
contrato debe ser una cosa determinada en cuanto a su especie. La indeterminación en la
cantidad no será obstáculo para la existencia del contrato, siempre que sea posible
determinarla sin necesidad de nuevo convenio entre los contratantes”. De igual manera, si se
tratase de un servicio, éste deberá quedar determinado en el título constitutivo del contrato.

5. LA CAUSA DEL CONTRATO: CONTRATOS CONSENSUALES Y ABSTRACTOS.


El art. 1.274 CC dice “en los contratos onerosos se entiende por causa, para cada parte
contratante, la prestación o promesa de una cosa o servicio por la otra parte; en los
remuneratorios, el servicio o beneficio que se remunera, y en los de pura beneficencia, la mera
liberalidad del bienhechor”. En este precepto se establece la objetivación de la causa
contractual o causa en sentido objetivo, que establece, dejando al margen los remuneratorios,
como causa en los contratos gratuitos es la causa del bienhechor o beneficiario; en los

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contratos onerosos, por el contrario, la descripción legal no es suficiente, por lo que ha de


realizarse una visión global del contrato que se trate: es por ello que la doctrina establece que
la causa del contrato oneroso se identifica con la función socioeconómica que desempeña el
tipo contractual.

Esto conlleva a la dificultad de determinar la causa atípica, esto es, la causa propia de los
contratos atípicos.

De otro lado, el art. 1.275 CC dispone “los contratos sin causa, o con causa ilícita, no
producen efecto alguno. Es ilícita la causa cuando se opone a las leyes o a la moral ”. En este
sentido, a la causa del contrato en sentido práctico hay que añadirle un plus, hay que realizar la
valoración del fin práctico perseguido por las partes, por tanto hay que valorar los aspectos
subjetivos de los contratantes, negando el contrato cuando son ilícitos. P. ej. la venta de un
riñón, en principio cumple con la causa objetiva, ya que se trata de una función
socioeconómica, si bien, ¿es lícito dicho contrato? A tal efecto, el ordenamiento admite la
donación de órganos, pero no su venta, por lo que en el contrato no concurre la causa
subjetiva, debido a la ilicitud del mismo.

El art. 1.276 CC establece que “la expresión de una causa falsa en los contratos dará
lugar a la nulidad, si no se probase que estaban fundados en otra verdadera y lícita”. El art.
1.277 CC dice que “aunque la causa no se exprese en el contrato, se presume que existe y que
es lícita mientras el deudor no pruebe lo contrario”. En estos preceptos se evidencia el marcado
carácter causal de los contratos en nuestro Derecho, no dejando cabida a la celebración de
contratos abstractos.

6. EL CONSENTIMIENTO CONTRACTUAL Y LA FORMA DEL CONTRATO.


La codificación del Derecho privado se caracterizó por abandonar formalismos y
formulismos que, originariamente, suponían un elemento fundamental de los acuerdos de
voluntades. Cabe recordar que la asunción del principio de forma parte del ordenamiento de
Alcalá (1.340).

En los Códigos se sienta lo que la doctrina ha denominado el principio espiritualista en la


celebración del contrato: lo que importa es que, realmente, dos o más personas se pongan de
acuerdo en realizar un negocio y no la forma en que se plasme dicho acuerdo. El momento
determinante del contrato radica en el acuerdo de voluntades o en la coincidencia del
consentimiento de las partes. En tal sentido, cabe destacar el art. 1.254 CC “el contrato existe
desde que una o varias personas consienten en obligarse”.

No obstante, que la forma no suponga un elemento esencial del contrato, no significa


que los contratos puedan realizarse de forma interiorizada, sin transmitir a alguna otra persona
la voluntad contractual. Evidentemente la relación contractual requiere de cierta
exteriorización y, es más, en determinados asuntos de relevada importancia, es necesario que
el contrato se realice por escrito.

7. EL PRINCIPIO DE LIBERTAD Y DE FORMA.

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7.1 Contratos verbales y contratos escritos. De forma general, un contrato puede


celebrarse de cualquier manera, ya que rige el principio de libertad de forma. De igual forma se
puede arrendar un piso mediante un contrato por escrito o de forma verbal, en ambos casos la
obligación es la misma. Si bien en términos prácticos la cosa varía, ya que en el supuesto de
incumplimiento, resulta difícil acreditar a un Juez la existencia de un contrato verbal, ya que lo
que afirme una parte será negado por la otra.
Por tanto, a efectos probatorios, es total y absolutamente desaconsejable la celebración
de contratos verbales cuando el contenido patrimonial tenga una relativa entidad económica.

7.2 Documentos públicos y documentos privados. La forma escrita puede realizarse de


dos maneras: mediante documento privado o bien documento público.
El documento privado, aún siendo legalmente reconocido, carece de eficacia para
acreditar su fecha frente a terceros que pudieran verse perjudicados por la existencia del
contrato. Por lo que, respecto a terceros, la fecha del documento privado solo se contará
desde:
- El día en que se hubiese incorporado a un registro público o se entregue a un
funcionario público,
- O bien desde la muerte de uno de los firmantes.
El documento público es extendido o autorizado por empleados o funcionarios públicos
dentro del ámbito de sus competencias. Éstos tienen mejor fuerza probatoria, ya que “hacen
prueba, aun contra tercero, del hecho que motiva su otorgamiento y de la fecha de éste” (art.
1.218 CC). Entre los documentos públicos el que más relevancia tiene en la práctica son los
notariales.

8. LA FORMA COMPLEMENTARIA O AD PROBATIONEM.


8.1 La constancia en documento público requerida por el art. 1.280.1 CC. El principio de
libertad de forma parece verse contradicho por lo dispuesto en el art. 1.280.1 CC, precepto
que contiene una enumeración de supuestos que, según indica en su encabezamiento,
deberán constar en documento público:
- Transmisión de bienes inmuebles y derechos reales inmobiliarios: por tanto, ¿no
sería valido un contrato privado para transmitir la propiedad de una finca?, la respuesta es
negativa, el CC pretende únicamente señalar que, por razones probatorias frente a terceros o
por el hecho de que se exija su ingreso en un Registro a través de documento público, las
partes quedan obligadas a confeccionar el correspondiente documento público.
- Arrendamientos de bienes inmuebles: en tal sentido, según el art. 1549 CC “con
relación a terceros, no surtirán efecto los arrendamientos de bienes raíces que no se hallen
debidamente inscritos en el Registro de la Propiedad”.
- Las capitulaciones matrimoniales y sus modificaciones: es decir, los convenios
celebrados por los cónyuges con la finalidad de organizar el régimen económico de su
matrimonio, las cuales si pueden considerarse un negocio formal, sujeto a escritura pública, en
virtud del art. 1.327 CC.
- La cesión de derechos: en este caso, al igual que los anteriores, se deberá estar a lo
dispuesto en otras normas, para establecer la necesidad de escritura pública, como puede ser
el caso de la repudiación de herencia por el art. 1.008 CC.

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- Los poderes: el matrimonio por poder debe de configurarse mediante escritura


pública, si bien el resto de poderes enunciados en el punto 5 del art. 1.280 CC requieren la
escritura pública por razones de orden técnico.

8.2 La forma escrita del art. 1.280.2 CC. El segundo párrafo del art. 1.280 CC dice “también
deberán hacerse constar por escrito, aunque sea privado, los demás contratos en que la
cuantía de las prestaciones de uno o de los dos contratantes exceda de 1.500 pesetas ”. Cabe
matizar que en el momento de la confección del CC dicha cantidad representaba una cifra
dineraria importante; hoy en día, transcurrido más de un siglo, la cantidad es intrascendente. Si
bien, el fondo de la cuestión sigue siendo el mismo: que aún estableciéndose la libertad de
forma, el legislador pretendía advertir a los ciudadanos la dificultad probatoria de todas
aquellas formas contractuales que no constasen por escrito.
No obstante, ello no quiere decir que todo contrato verbal que supere las 1.500 ptas. (o
90 € actuales) sea nulo, ya que la jurisprudencia ha relativizado la importancia del precepto
frente a pretensiones en semejante sentido.

8.3 El significado del art. 1.279 CC. El cual dice: “si la ley exigiere el otorgamiento de
escritura u otra forma especial para hacer efectivas las obligaciones propias de un contrato, los
contratante podrán compelerse recíprocamente a llenar aquella forma desde que hubiese
intervenido el consentimiento y demás requisitos necesarios para su validez”. Este precepto
parece en contradicción con el art. 1.278 CC que estable que los contratos son obligatorios
independientemente de la forma en que sean celebrados, para ello la jurisprudencia ha puesto
de manifiesto las siguientes conclusiones:
- El art. 1.280 CC no modifica, ni deroga, el contenido del art. 1.278 CC, sino que solo
implica el derecho de las partes a poder compeler a llenar esa forma escrita, para ejercitar
acción con objeto de obtener eficacia la obligación contraída.
- En términos generales los contratos son válidos, aún les falte el requisito de
escritura pública, ya que el contrato celebrado en documento privado es válido, siempre que
concurran los requisitos esenciales para su validez.
- El art. 1.279 CC solo establece un poder para compeler que puede ejercer o no.

En resumen, cuando se habla de la forma documental pública impuesta por el art. 1.280
CC, suele hablarse de forma ad probationem o de forma complementaria, reafirmándose el
principio de libertad de forma, al tiempo que se potencia la consecución del documento
público cuando éste interese o convenga a cualquiera de las partes interesadas.

9. LA PRIMACÍA DEL CONSENTIMIENTO.


9.1 La forma solemne o sustancial como excepción: excepcionalmente en algunos casos el
principio de libertad de forma queda roto y contradicho, por atribuir a la forma documental
pública una relevancia que va más allá de la puramente probatoria o complementaria. Entre
estos, están los siguientes:
- El contrato constitutivo de derecho real de hipoteca.
- La constitución de una sociedad a la que se aporten bienes inmuebles o derechos
reales inmobiliarios.
- La donación de bienes inmuebles.

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9.2 La categoría de los contratos formales: al utilizar la expresión de contratos formales se


hace alusión a una tipología de contratos donde la forma asume carácter de elemento esencial

9.3 Los contratos consensuales como regla y el papel marginal de los contratos reales: el
hecho de que los contratos formales sean excepcionales, arroja la consecuencia de que la
mayor parte de los contratos tiene carácter consensual. Por tanto, los contratos consensuales
son aquellos que se perfeccionan con el mero consentimiento contractual. Tienen carácter de
contrato consensual todos aquellos que no sean calificables como formales o reales.
Los contratos reales son aquellos que para su perfeccionamiento requieren, además del
consentimiento, la entrega de la cosa. Estos son los préstamos (mutuo y comodato), depósito y
prenda. Actualmente la doctrina moderna critica esta categoría, aunque es verdaderamente
cierto que la entrega de la cosa es requisito para la constitución del contrato.

10. LA DOCUMENTACIÓN DEL CONTRATO.


Ocurre que en ocasiones un contrato celebrado de forma verbal o bien en documento
privado, posteriormente se plasma en escritura pública. Esto puede dar lugar a dos supuestos:
- Que el contenido del contrato privado y el de la escritura pública sean coincidentes
- O que el otorgamiento en escritura pública modifique o varíe el contrato base.
En el primer supuesto no existe problema alguno, así como simples modificaciones
parciales o secundarias, no deben ser consideradas como una novación del contrato.
En el supuesto de que la escritura pública varíe las condiciones primarias, esto conlleva a
que se produzca una novación del contrato, dando validez a las estipulaciones establecidas en
el documento público, si bien este hecho no puede desembocar a la calificación de documento
constitutivo, como mantienen algunos autores.

TEMA 21º LA FORMACIÓN Y EL CONTENIDO DEL CONTRATO.

1. LA IGUALDAD DE LAS PARTES CONTRATANTES.


Es evidente que los contratantes son iguales para contratar y tienen la misma capacidad
económica para llevar a cabo la negociación patrimonial ínsita en todo contrato, aunque esto
no se disponga expresamente en el CC.
La formación del contrato es para el CC un asunto entre particulares que son iguales ante
la ley.
Sin embargo, el hecho de que el ciudadano se vea obligado a contratar ciertos bienes y
servicios en condiciones que le son impuestas por los agentes económicos más poderosos
(compañías eléctricas, de gas, bancos…), ha conllevado a una intervención estatal alterando el
principio de autonomía privada.
De igual manera, los particulares se han asociado en grupos constituidos para la defensa
de sus intereses como usuarios. En dicha línea se pronuncia el art. 51 CE que establece que los
poderes públicos garantizaran la defensa de los consumidores y usuarios.

2. LAS FASES DE FORMACIÓN DEL CONTRATO: LA GÉNESIS PARADIGMÁTICA CLÁSICA.

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2.1 La oferta contractual. Para el CC el paradigma del contrato viene dado por el contrato
personalizado, en el que ambas partes, tras las correspondientes negociaciones, llegan a
concordar la celebración del contrato. En tal sentido, se pronuncia el art. 1.262 CC “el
consentimiento se manifiesta por el concurso de la oferta y la aceptación…”: la propuesta se
realizar por una persona (oferente), y al ser aceptada por la otra (aceptante) conlleva a la
celebración del contrato o su perfección.
En términos generales, la oferta contractual es una declaración de voluntad emitida con
la intención de celebrar un contrato que ha de tener todos los elementos necesarios para que
con la mera aceptación de la otra parte se pueda decir que el contrato se ha perfeccionado.
La oferta contractual se caracteriza por ser un acto unilateral y generalmente revocable.
No obstante, por disposición legal, por la propia declaración del oferente u otras circunstancias
pueden ser irrevocables.

2.2 La aceptación: el valor del silencio. La aceptación es una declaración de voluntad por
naturaleza recepticia, esto es, debe ser dirigida precisamente al oferente y se plenamente
concordante con la oferta, con independencia de que pueda realizarse de forma expresa como
tácita, o a través de hechos concluyentes que no dejen lugar a dudas sobre la admisión de las
condiciones contractuales ofrecidas.
La estricta concordancia de la aceptación respecto de la oferta, aparte de lógica, ha sido
resaltada por la Jurisprudencia de forma reiterada, estableciéndose que la introducción de
nuevas estipulaciones o cláusulas por parte del eventual aceptante, no supone la aceptación,
sino una simple proposición que deja el convenio en estado de proyecto.
En cuanto a la aceptación de forma tácita ¿es posible manifestar la aceptación a través
del silencio? De forma general, y así lo establece de forma reiterada el TS, hay que responder
negativamente, ya que el silencio o falta de actuación de quien recibe la oferta no puede
entenderse como una manifestación positiva de voluntad que lo vincule contractualmente.
Sin embargo, el TS también ha establecido reiteradamente, que ello no obsta a que,
cuando entre las partes existan relaciones previas que impondrían al eventual aceptante la
adopción de medidas de carácter positivo (como el rechazo de la oferta o una nueva
renegociación), cabe considerar el silencio como una declaración de voluntad

2.3 La perfección del contrato entre ausentes: la redacción originaria de los Código Civil y
de Comercio. Cuando los contratantes celebran el contrato de forma directa y personal, el
juego de la oferta y aceptación no ofrecerá problemas de importancia. En cambio cuando los
contratantes están llevando a cabo las negociaciones en la distancia pueden quedar dudas en
torno a cuándo ha de entenderse celebrado el contrato.
La doctrina y los distintos sistemas jurídicos han ofrecido respuesta las siguientes teorías:
- Teoría de la emisión: dada la concurrencia del consentimiento, debe considerarse
perfecto el contrato desde el mismo momento en que el aceptante emite la declaración de
voluntad.
- Teoría de la expedición o remisión: bastaría que el aceptante remitiese al oferente la
declaración de voluntad para que este último quede vinculado contractualmente.
- Teoría de la recepción: ante las dificultades ofrecidas por las tesis anteriores, ésta
exige que la aceptación llegue al círculo propio de actividad del oferente, aunque la recepción
no suponga efectivo conocimiento de la aceptación por parte de éste.

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2.4 La Ley 34/2.002: contratación automática, telemática y electrónica. Los medios


técnicos contemporáneos de comunicación y comercio, junto con la aceptación por nuestro
ordenamiento jurídico del principio de protección del consumidor (art. 51 CE) han exigido
revisar los criterios de resolución de conflictos en la denominada “contratación entre
ausentes”. Dicha revisión ha sido llevada a cabo, fundamentalmente, por la Ley 34/2.002 de
servicios de la sociedad de la información y de comercio electrónico, cuya principal novedad en
la materia es la reforma el art. 1.262 CC y el art. 54 del Código de Comercio, estableciéndose la
denominada teoría de la recepción.

2.5 Contratación entre ausentes y ventas a distancia.

2.6 Los tratos preliminares: la responsabilidad precontractual.

3. EL PRECONTRATO Y EL CONTRATO DE OPCIÓN.


3.1 El precontrato o promesa de contrato. La idea genérica de precontrato no aparece en
el CC, si bien sí aparecen dos supuestos concretos en los arts. 1.451 y 1.862 CC.
Por precontrato se hace referencia a los acuerdos contractuales cuyo contenido radica
precisamente en la celebración de un futuro contrato: las partes se obligan a celebrar un futuro
contrato, bien por la prestación de un nuevo consentimiento (promesa bilateral), o bien por la
manifestación de una sola de las partes, por entender que la otra ya se encuentra vinculada
(promesa unilateral).
La promesa unilateral no plantea dudas, ni existen razones en contra de su admisibilidad.
Como se ha visto, una de las partes del precontrato cuenta a su favor con la opción de vender o
de comprar, resolviéndose el precontrato como un verdadero contrato de opción.
Mayores problemas plantea la viabilidad y utilidad de la figura del precontrato cuando se
trata de una promesa bilateral, pues ninguna de las explicaciones doctrinales o
jurisprudenciales han llegado a establecer de forma indiscutible cuáles puedan ser las razones
de distinción entre el precontrato y el contrato definitivo, sobre todo si se toman en cuenta las
siguientes premisas:
1.- Que todos los elementos y estipulaciones del contrato definitivo deben encontrarse
presentes en el propio precontrato para que, en rigor, pueda hablarse de tal.
2.- Que la puesta en ejecución del contrato definitivo no requiere la emisión de (nuevo)
consentimiento por las partes.
Estas premisas suponen el abandono definitivo de la configuración del precontrato como
un acto preparatorio del contrato definitivo. Ya que, como establece el Profesor F. de Castro, en
la promesa de contrato se encuentran presentes la manifestación del consentimiento, así como
los elementos básicos del contrato definitivo e incluso la facultad de exigir el cumplimiento del
contrato definitivo.

3.2 El contrato de opción. El contrato de opción se caracteriza por incorporar una promesa
unilateral, en cuya virtud el optante tiene la facultad de realizar un determinado acto jurídico,
cuyo contenido vincula al promitente por la mera declaración de voluntad de aquél, siempre y
cuando la opción sea ejercitada en las condiciones establecidas en el contrato.

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En términos teóricos, el contrato de opción puede tener un amplio campo de aplicación,


sin embargo, en la práctica, su operatividad se encuentra reducida a la opción de compra y,
raramente, a la opción de venta.
En la opción de compra el concedente del derecho de opción (el dueño) otorga un
derecho de preferencia en la adquisición al optante o futuro comprador a cambio de un precio
que, en la práctica, suele conocerse como prima o señal de opción. P. ej. a una constructora le
interesa un terreno pero no está dispuesta a comprarlo hasta comprobar su volumetría; sin
embargo le interesa reservarlo y, a cambio, el dueño el terreno exige una compensación
económica, ya que limita sus posibilidades de venta.
La opción de compra es, pues, un contrato en virtud del cual una persona se obliga a
vender a otra una cosa bajo ciertas condiciones contractualmente previstas, entre las que
destaca de forma particular el plazo temporal cedido al optante. Siendo así que el concedente
del derecho de opción está obligado a vender, y es el optante quien decide si compra o no.
La opción de venta, mucho menos frecuente, se produce cuando el eventual adquirente
está obligado a comprar y es el propietario quien puede optar entre vender o no vender.
La opción de compra, ya sea gratuita u onerosa, es perfectamente lícita y posible,
vinculando al promitente durante el plazo temporal prefijado. Y en caso de incumplimiento por
parte del promitente, el optante podrá, justa y fundadamente, reclamar daños y perjuicios.

4. LA CRISIS DEL ESQUEMA CODIFICADO.


El intercambio de bienes y servicios que se produce en nuestra sociedad contemporánea
caracterizado por un “tráfico en serie”, mediante actos en masa, realizados en forma repetitiva
y sucesiva, engarza mal con la visión tan reposada e individualizada del contrato del CC. La
desindividualización sufrida por el contrato es paralela a la producción en masa, y permite a los
suministradores “dictar” sus propias condiciones contractuales, lo que deja en una posición
sometida al consumidor.
Ante ello, los ordenamientos jurídicos se han visto obligados a reaccionar tratando de
mitigar su posición dominante y velar por los intereses de los económicamente débiles.

5. LAS CONDICIONES GENERALES DE LA CONTRATACIÓN Y LOS CONTRATOS DE


ADHESIÓN; CONDICIONES ESPECIALES Y CLÁUSULAS ABUSIVAS, ACCIONES
COLECTIVAS.
5.1 Noción de Condiciones Generales. Las condiciones generales de contratación son
aquellas cláusulas, estipulaciones o contenido contractual seguidos en los actos en masa, p. ej.
las condiciones de contratación de una tarjeta de crédito.
El contrato de adhesión es el que realiza el consumidor o contratante sujeto a
condiciones generales de contratación, digamos que la única salida que tiene, si quiere contar
con el servicio ofrecido, es aceptar el contenido contractual.
Por tanto, condiciones generales de contratación y contrato de adhesión son dos caras
de una misma moneda.

5.2 La eficacia obligatoria de los contratos de adhesión. El problema fundamental que


plantean los contratos de adhesión no viene representado por su eficacia obligatoria, sino por
la posibilidad de someter a las condiciones generales de contratación a una criba que permita
reducir la prepotencia y supremacía económica de quien las ha impuesto unilateralmente.

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En cuanto a sí generan vínculo jurídico, es innegable la evidencia, si bien la cuestión no


es dilucidar la obligatoriedad del contrato, sino la de evitar abusos por parte del predisponente
de las condiciones generales de la contratación, mediante la inclusión de cláusulas que
contradigan los más elementales principios de justicia contractual o de equivalencia de las
prestaciones.

5.3 Las condiciones generales de la contratación en derecho español bajo la regulación


del CC. En la jurisprudencia española ha sido tradicional el recurrir al art. 1.288 CC, que dice:
“la interpretación de las cláusulas oscuras de un contrato no deberá favorecer a la parte que
hubiese ocasionado la oscuridad”, con vistas a proteger a los ciudadanos frente a los poderes
económicos que redactan y preparan las cláusulas generales de contratación.

5.4 Las acciones colectivas. Estas son:


a) La acción de cesación: se encuentra dirigida a obtener una sentencia que condene al
demandado a cesar en la conducta y a prohibir su reiteración futura. Asimismo, la acción podrá
ejercerse para prohibir la realización de una conducta cuando ésta haya finalizado al tiempo de
ejercitar la acción, si existen indicios suficientes que hagan temer su reiteración de modo
inmediato.
b) La acción de retractación: que tiene por objeto obtener una sentencia que declare e
imponga al demandado, sea o no el predisponente, el deber de retractarse de la
recomendación que haya efectuado de utilizar las cláusulas de condiciones generales que se
consideren nulas y de abstenerse de seguir recomendándolas en el futuro.
c) La acción declaratoria: se dirigirá a obtener una sentencia que reconozca una cláusula
como condición general de la contratación y ordene su inscripción, cuando ésta proceda.

6. LOS CONTRATOS NORMATIVOS: CONTRATOS FORZOSOS Y NORMADOS.


6.1 Contratos forzosos. Son aquellos supuestos en que la ley, atendiendo a razones de
interés general, limita la autonomía privada de una de las partes, obligándola necesariamente a
contratar. Entre tales supuestos cabe destacar:
a) La obligación de contratar que pesa sobre los concesionarios de servicios públicos en
situación oligopolista (concentración de la oferta en pocas empresas) o monopolista.
b) El alquiler obligatorio de viviendas que, susceptibles de ser ocupadas, no lo fueran por
nadie estando vacías.
c) En general, los supuestos de subrogación y sucesión en la posición arrendaticia que
prevén tanto la Ley de Arrendamientos Urbanos cuanto Rústicos.

6.2 Los Contratos normados o contratos tipos. Se produce cuando el conjunto de


derechos y obligaciones de las partes se encuentra legal o reglamentariamente determinado
por los poderes públicos.
A diferencia del contrato forzado, las partes tienen la total libertad para contratar o no,
siempre y cuando acepten el contenido propio del contrato normado.

7. EL CONTENIDO DEL CONTRATO; LA AUTONOMÍA PRIVADA Y LAS REGLAS


CONTRACTUALES.

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7.1 El contenido y el objeto del contrato. Se considera que por “contenido del contrato”
se refiere al conjunto de derechos y obligaciones generados por el contrato en cuestión. En tal
sentido, el contenido del contrato es una referencia de carácter objetivo que, referida a cada
contrato, exigirá determinar cuál es, de una parte, el cuadro de facultades, prerrogativas y
derechos y, de otra parte, el conjunto de cargas, deberes y obligaciones que competen a cada
una de las partes.
Siendo esto así, la diferencia entre contenido y objeto es obvia, dada la mayor amplitud
del primero de tales conceptos.

7.2 La autonomía privada y las reglas contractuales. El contenido contractual depende, en


cada caso y en gran medida, de la reglamentación de las partes contratantes, quienes- como
establece el art. 1.255 CC- “pueden establecer los pactos, cláusulas o condiciones que tengan
por conveniente, siempre que no sean contrarios a las leyes, a la moral, ni al orden público”.
El principio de autonomía privada no puede desvincularse del conjunto del
ordenamiento jurídico. Por consiguiente, las primeras reglas contractuales a tener en cuenta
son ciertamente las posibles normas imperativas existentes, ya sean generales o específicas.
Una vez respetadas las normas imperativas (por cierto, bastantes escasas), las partes
pueden establecer el contenido contractual que les parezca más acorde con sus intereses y
pretensiones, de acuerdo a lo establecido en el art. 1.255 CC. De este precepto cabe deducir
dos consecuencias fundamentales:
a) En primer lugar, resulta claro que, respecto de los contratos regulados específicamente
por el ordenamiento, los particulares pueden introducir las modificaciones que consideren
adecuadas a su designio contractual.
b) En segundo lugar, parece obvio, que los particulares son libres para celebrar pactos que
no contraríen las normas imperativas, aunque tales acuerdos no estén contemplados
expresamente por la ley de contratos.
Finalmente, cabe matizar, que las partes pueden “derogar” las normas de carácter
dispositivo por normas o reglas de carácter autónomo. En caso contrario, estas reglas de
carácter dispositivo pasan a formar parte del contenido contractual.

8. LA CONDICIÓN.
8.1 Noción general y requisitos. No es extraño que en la práctica que la celebración de un
contrato quede fijada bajo determinadas condiciones que afectan directamente a la eficacia
del mismo, p. ej. te compro el vehículo si supera la ITV.
Tales condicionamientos son perfectamente admisibles conforme al principio de
autonomía privada y, por tanto, pueden incorporarse a cualquier contrato por voluntad de las
partes. En tal sentido, se habla de elemento accidental y no esencial del contrato.
Ahora bien, una vez conformes las partes en someter el contrato a condición, ésta deja
de ser un mero accidente para convertirse en el elemento esencial para determinar la eficacia
del contrato, siguiendo el ejemplo si el vehículo no supera la ITV, la compraventa no es
vinculante.
Por tanto, la eficacia del contrato depende de un suceso futuro o incierto, que debe
reunir las siguientes características:
a) El suceso contemplado como condición tiene que ser posible.
b) La condición no puede ser contraria a las leyes ni a las buenas costumbres.

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c) El acaecimiento (o falta de él) del suceso contemplado como condición no puede


depender de la voluntad de los contratantes. Dice el art. 1.256 CC “la validez y el cumplimiento
del contrato no puede dejarse al arbitrio de uno de los contratantes”. Esto es, las personas son
libres para contratar o no, pero no pueden entender como contrato los que le venga en gana y,
sobre todo, han de respetar el principio de que los contratos, una vez celebrados y perfectos,
obligan a las partes.

8.2 Condición suspensiva y condición resolutoria. Se habla de condición suspensiva


cuando la eficacia del contrato depende del acaecimiento de la condición, ya que, hasta que se
produzca el suceso, los efectos propios del contrato están “en suspenso” (p. ej. el citado
anteriormente del vehículo que precisa pasar la ITV para ser adquirido).
Por el contrario, cuando el contrato apenas celebrado genera los efectos propios, como
si no existiera condición, pero el acaecimiento de ésta supone la ineficacia del contrato, se
habla de condición resolutoria (p. ej. el comprador adquiere el vehículo y posteriormente lo
lleva a la ITV y no supera la misma).
Así pues, el acaecimiento de la condición voluntariamente aceptada por las partes puede
traer consigo:
a) La eficacia del contrato, en el supuesto de condición suspensiva.
b) O la ineficacia del mismo, en el caso de que sea resolutoria. Aunque para ambos tipos
se establece la regla de que la condición opera con efecto retroactivo (art. 1.120 CC).
Esta confrontación entre condición suspensiva y resolutoria, muy clara en términos
teóricos, origina no pocos problemas en la práctica; ya que una misma fórmula literaria en un
contrato puede entenderse en ambos sentidos, como ejemplo el citado del vehículo. Por tanto,
deberá pronunciarse por el que resulte más acorde a la voluntad de las partes.

8.3 La conditio iuris o condición legal. Con este término se hace referencia a aquellos
supuestos en los que la ley subordina la eficacia de un contrato u otro negocio al acaecimiento
de un suceso futuro o incierto y, en todo caso, no dependiente de la voluntad de las partes.

9. EL TÉRMINO O PLAZO.
9.1 Planteamiento. El término es un elemento accidental del contrato, que se configura
como el momento temporal en que:
a) Comienzan o terminan los efectos de un contrato, o bien,
b) Ha de llevarse a cabo el cumplimiento de una obligación determinada.
En el primer caso, el término opera como elemento accidental del contrato, afectando a
su eficacia. En el segundo, presupuesta la eficacia del contrato, el término o plazo está referido
sólo a su ejecución o al cumplimiento de las obligaciones de las partes.
El CC regula con detalle las obligaciones a plazo (arts. 1.125 y ss.)

9.2 El término como elemento accidental: término inicial y final. El art. 1.125.2 CC
establece “entiéndase por día cierto aquel que necesariamente ha de venir, aunque se ignore
cuándo”. Esto es, el término puede consistir tanto en la fijación de una fecha concreta futura (el
1 de mayo de 2.013), como en un período temporal determinado (dentro de 20 días).
Es necesario que, al contrario que la condición, para que pueda hablarse de término que
no haya incertidumbre sobre la llegada del mismo. El término puede ser:

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a) Término inicial: día cierto a partir del cual un contrato genera los efectos que le son
propios (celebro un contrato de traspaso de un negocio, pero no se producirá efectos hasta
final de mes); de forma parecida a cuanto ocurre en el caso de la condición suspensiva.
b) Término final: consideración de un día cierto en el que los efectos propios del contrato
se darán por concluidos; de forma paralela a cuanto ocurría en el supuesto de condición
resolutoria.

9.3 El término de cumplimiento: término esencial. Desde la perspectiva del cumplimiento


de la obligación el que asume extraordinaria relevancia es el denominado término esencial.
Con dicha expresión no se pretende afirmar que el término sea un elemento esencial del
contrato, sino que excluye que el cumplimiento de ciertas obligaciones se puedan llevar a cabo
con posterioridad a la fecha o el día señalado (p. ej. actuación de un músico en una fiesta). Por
tanto, el cumplimiento extemporáneo equivale a un verdadero incumplimiento.

10. EL MODO.
10.1 Noción y ámbito. El tercero de los elementos accidentales del contrato es el modo, el
cual consiste en una carga o en gravamen añadido en algunas ocasiones a los “actos de
liberalidad”, como la donación y el testamento, pues según afirmación clásica e indiscutible, el
modo no puede incorporarse a los negocios onerosos. Recalcar que el CC y las compilaciones
forales, solo admiten la incorporación del modo a las donaciones y a la institución de heredero
o legatario.

10.2 Régimen básico. El modo consiste en una obligación accesoria impuesta al


beneficiario de una determinada liberalidad por el disponente de ésta que, inicialmente, no
afecta ni suspende la atribución patrimonial realizada con carácter gratuito, ni la convierte en
onerosa (p. ej. quien regala una finca a su sobrina y le impone la carga de regalar una cesta de
navidad a cada uno de los empleados).
La relación entre liberalidad y modo es de subordinación: el modo es accesorio respecto
a la liberalidad. Por ello, en caso de que el modo impuesto consista en una carga de carácter
ilícito o imposible, se tendrá por no puesto o ineficaz, mientras que la validez de la liberalidad
se mantendrá.
La carga modal, no puede entenderse como un simple ruego, es obligatoria para el
beneficiario de la liberalidad, quién habrá de cumplirla, ya que, en caso contrario, la liberalidad
podrá ser revocada.

11. CONTRATOS TÍPICOS Y ATÍPICOS.


11.1 Los contratos típicos. Se denominan así a los contratos que están legalmente
contemplados y a los que el Derecho objetivo proporciona una regulación de carácter general,
en gran medida de carácter dispositivo. Así pues, los diversos tipos de contratos que aparecen
en el CC (compraventa, arrendamiento…) o en cualquier otra disposición legal, serán
considerados como típicos.

11.2 Los contratos atípicos. Por tanto, serán atípicos los contratos que, aun careciendo de
reconocimiento legal y de regulación positiva, reúnen los requisitos esenciales de la genérica

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forma contractual. Cabe decir que, aunque los contratos atípicos puedan ser generados para
burlar posibles prohibiciones legales, es necesario la existencia de una causa lícita.

TEMA 22º. LA INTERPRETACIÓN E INTEGRACIÓN DEL CONTRATO.

1. INTERPRETACIÓN, CALIFICACIÓN E INTEGRACIÓN DEL CONTRATO.


La ejecución del contrato (es decir, llevar a la práctica el conjunto de derechos y
obligaciones de las partes) no es siempre pacífica, sino que frecuentemente se plantean
problemas de carácter interpretativo sobre la significación de las cláusulas del mismo.
Interpretar equivale a desentrañar o averiguar el significado exacto, el alcance concreto
o el preciso sentido de algo, ya sea una norma o un contrato.
Excepcionalmente, los contratos son redactados con una cuidadísima técnica, por lo que
la interpretación será suficiente para determinar el objeto y naturaliza del contrato
(calificación). Pero, por lo general, la interpretación no suele ser suficiente para determinar la
voluntad de las partes, como consecuencia de la propia insuficiencia del contrato; y por ello
hay que dar un paso más, la integración del contrato para poder fijar su naturaleza, es decir la
calificación del contrato.

2. LA INTERPRETACIÓN DEL CONTRATO.


2.1 Ubicación legal y carácter normativo de los criterios interpretativos. El CC regula la
interpretación de los contratos en los art. 1.281 al 1.289, ambos inclusive. Aunque
anteriormente la doctrina se mostraba partidaria a reconocer las reglas de interpretación como
simples máximas o axiomas, hoy en día, la mayor parte de la doctrina no duda sobre su
carácter normativo y, por tanto, vinculantes para el intérprete.

2.2 Interpretación de los contratos y casación. Como establece la jurisprudencia del TS, la
infracción a las reglas de interpretación de los contratos puede dar origen al recurso de
casación, afirmándose así el carácter normativo de dichos preceptos.

3. LOS CRITERIOS INTERPRETATIVOS DEL CARÁCTER SUBJETIVO.


Conforme al articulado del CC, inicialmente la interpretación debe dirigirse a desentrañar
la “intención de los contratantes”, generándose así la denominada interpretación subjetiva: la
que trata de indagar tanto la voluntad de cualquiera de las partes, cuanto la intención común
de ambas.
La fundamental es, por supuesto, esta última: la interpretación admisible es la que
atiende a la común intención de los contratantes, la que está basada en la voluntad bilateral de
ambos, quedando excluida la mera voluntad interna de los contratantes, la cual puede servir,
no obstante, para determinar la voluntad común.
El CC establece los siguientes criterios:
a) Según el art. 1.281 CC, la intención de los contratantes asume primacía, como bien
establece el segundo párrafo del citado precepto: “si las palabras parecieren contrarias a la
intención evidente de los contratantes, prevalecerá ésta sobre aquellas”
b) No obstante, cuando los términos en que esté redactado el contrato sean claros y
evidentes, habrá de mantenerse la interpretación literal, como bien recoge el primer párrafo

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del art. 1.281 CC: “si los términos de un contrato son claros y no dejan duda sobre la intención
de los contratantes se estará al sentido literal de sus cláusulas”, así como también adoctrina la
continua jurisprudencia del TS.
c) En cuanto a los extremos de carácter complementario o de detalle, la intención de las
partes debe prevalecer sobre los términos contractuales, cualquiera que se la generalidad de
éstos, como bien establece el art. 1.283 CC: “cualquiera que sea la generalidad de los términos
de un contrato, no deberán entenderse comprendidos en él cosas distintas y casos diferentes de
aquellos sobre que los interesados se propusieron contratar”.
d) Como bien establece el art. 1.282 CC: “para juzgar la intención de los contratantes
deberá atenderse principalmente a los actos de éstos, coetáneos y posteriores al contrato”. No
obstante, y así lo establece la jurisprudencia del TS, los actos precontractuales deben ser
tenidos en cuenta y juegan un papel fundamental en este sentido.

4. LOS CRITERIOS INTERPRETATIVOS DE CARÁCTER OBJETIVO.


Además de los criterios de interpretación subjetiva, el CC establece otros criterios
denominados de carácter objetivo que operan un ámbito diverso a la intención de los
contratantes. Tales reglas serían, fundamentalmente, las siguientes:

4.1 La interpretación sistemática. Regulada en el art. 1.285 CC que dice: “las cláusulas de
los contratos deberán interpretarse las unas por las otras, atribuyendo a las dudosas el sentido
que resulte del conjunto de todas”. Por tanto, se establece la regla de la necesidad de atender a
una interpretación sistemática del conjunto contractual.

4.2 La exclusión de la anfibología y el principio de conservación del contrato. En segundo


lugar hay que considerar las normas que tienen por objeto la exclusión de la anfibología, es
decir el doble sentido, sin sentido o pluralidad de acepciones de una fórmula o término. En tal
sentido el CC recoge dos preceptos:
 Uno dirigido a evitar querellas lingüísticas sobre los términos utilizados en el contrato.
Art. 1.286 CC: “las palabras que pueden tener distintas acepciones serán entendidas en
aquellas que sea más conforme a la naturaleza y objeto del contrato”.
 El otro tiene mayor importancia práctica y teórica. Art. 1.284 CC “si alguna cláusula de
los contratos admitiere diversos sentidos, deberá entenderse en el más adecuado para que
produzca efectos”.

Cabe señalar que la importancia de estos preceptos consiste no tanto en su eficacia en


sede interpretativa, sino en la pacífica afirmación que produce del principio de conservación
del contrato.

4.3 Los usos interpretativos. El art. 1.287 CC establece: “el uso o la costumbre del país se
tendrá en cuenta para interpretar las ambigüedades de los contratos, supliendo en éstos la
omisión de cláusulas que de ordinario suele establecerse”.

4.4 La interpretación contra stipulatorem. El art. 1.288 CC dice: “la interpretación de las
cláusulas oscuras de un contrato no deberá favorecer a la parte que hubiere ocasionado la
oscuridad”. Se suele afirmar que dicho precepto es una derivación del principio de buena fe

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que debe presidir en el ejercicio de los derechos subjetivos, siendo aplicable a todo supuesto
contractual.

5. EL ART. 1.289 CC: CIRCUNSTANCIAS ACCIDENTALES DEL CONTRATO; EL OBJETO


PRINCIPAL DEL CONTRATO.
El art. 1.289 CC establece unas reglas de carácter subsidiario, que requiere de situaciones
contractuales particularmente dudosas; además, en la práctica, su aplicación es poco
frecuente. Dice el art. 1.289 CC “cuando absolutamente fuere imposible resolver las dudas por
las reglas establecidas en los arts. Precedentes, si aquéllas recaen sobre circunstancias
accidentales del contrato, y éste fuere gratuito, se resolverán a favor de la menor transmisión
de derechos e intereses. Si el contrato fuere oneroso, la duda se resolverá a favor de la mayor
reciprocidad de intereses.
Si las dudas de cuya resolución se trata en este artículo recayesen sobre el objeto
principal del contrato, de suerte no puede venirse en conocimiento de cuál fue la intención o
voluntad de los contratantes, el contrato será nulo”.
Por tanto cabe diferenciar dos supuestos, según las dudas recaigan en las circunstancias
accidentales del contrato o sobre el objeto principal del mismo.

5.1 Circunstancias accidentales del contrato. En primer lugar hay que aclarar cuáles son
las circunstancias accidentales del contrato; entendiendo a los mismos como a los extremos o
detalles que no afecten propiamente a su general eficacia (como el lugar de entrega de la cosa,
el color del coche, que no se precisó, etc.).
En este caso, se distingue si el contrato es gratuito u oneroso.
Si el contrato es gratuito habrá de optar por la menor transmisión de derechos e
intereses, conclusión que se haya anclada en el principio favor debitoris.
Si el contrato es oneroso, la duda se resolverá a favor de la mayor reciprocidad de
intereses, es decir, procurando que el resultado de la interpretación garantice la equivalencia
de las prestaciones existentes a cargo de cada una de las partes.

5.2 El objeto principal del contrato. Éste establece: si las dudas recayesen sobre el objeto
principal del contrato… el contrato será nulo. Los efectos quedan claros, si bien, la duda está en
determinar que se entiende por objeto principal del contrato.
A tal efecto, el profesor Lasarte establece que no debe entenderse solo al objeto del
contrato, sino algo más, que puede estar referido a los elementos esenciales del contrato, o a
cualesquiera otras circunstancias (no accidentales) que puedan desempeñar un papel
determinante en el contenido del contrato.
Continúa el profesor que el principio de conservación del contrato no debería prevalecer
sobre la sanción de nulidad de este artículo.

6. LA CALIFICACIÓN DEL CONTRATO.


Es frecuente que los contratantes se equivoquen a la hora establecer el contrato, bien
confundiendo su nombre (p. ej. depósito por comodato) o previendo cláusulas que entienden
erróneamente como legalmente imperativas. Ello origina que deba calificarse el contrato, es
decir, identificar el tipo o esquema contractual celebrado para determinar, entre otras, el
régimen legal imperativo o supletorio.

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7. LA INTEGRACIÓN DEL CONTRATO: EL ART. 1.258 CC; MEDIOS DE INTEGRACIÓN.


7.1 Alcance y significado del art. 1.258 CC. Generalmente, la interpretación y calificación
son operaciones lógicas que determinan la precisa determinación de derechos y obligaciones
de las partes; si bien, en ocasiones, es necesario además extraer consecuencias
complementarias. A esto se le conoce como integración del contrato y se recoge en el art.
1.258 CC.
Dice el citado precepto: “los contratos se perfeccionan por el mero consentimiento, y
desde entonces obligan, no solo al cumplimiento de lo expresamente pactado, sino también a
todas las consecuencias que, según su naturaleza, sean conformes a la buena fe, al uso y a la
ley”.

7.2 Medios de Integración. El art. 1.258 CC establece como medios de integración la buena
fe, el uso y la ley. Sin embargo el escalonamiento jerárquico de tales medios de integración
debería ser al contrario: en primer lugar debería integrarse la ley imperativa y, en su defecto,
dispositiva; a continuación los usos normativos y, finalmente, la buena fe.
a) La ley: la norma imperativa aplicable a un supuesto contractual determinado primaría
incluso sobre el acuerdo o clausulado. Las normas dispositivas, en cuanto son disponibles por
las partes, solo integrarán el contrato cuando contemplen un elemento natural del mismo que
no haya sido contemplado o regulado de forma diversa a la legalmente prevista.
b) Los usos normativos: estos integran el acuerdo contractual en cuanto costumbre, si
bien, en caso de ser conocidos y no queridos por las partes pueden ser excluidos del acuerdo
contractual
c) La buena fe: para entenderla como medio de integración, en virtud del art. 1.258 CC no
debe ser entendida en sentido subjetivo, sino como un criterio ordenador de las relaciones
contractuales.

TEMA 23º. LA EFICACIA DEL CONTRATO.

1. LOS EFECTOS PROPIOS DEL CONTRATO: EL PRINCIPIO DE LA RELATIVIDAD, LA POSIBLE


EFICACIA DEL CONTRATO EN RELACIÓN CON TERCERAS PERSONAS.
El designio práctico de la celebración de cualquier contrato radica en crear un entramado
de derechos y obligaciones entre las partes, cuyo alcance depende de la naturaleza y tipo
contractual elegido, así como de las estipulaciones concretas.
El contrato se configura como un asunto de interés exclusivo de las partes, las cuales
establecerán la reglamentación contractual que estiman más oportuna para sus intereses,
respetando los escasos preceptos legales de naturaleza imperativa.

1.1 Los efectos inter partes: el principio de la relatividad del contrato. Dice el art. 1.257.1
CC “los contratos solo producen efectos entre las partes que los otorgan y sus herederos…”,
deduciéndose claramente que los contratos, por principio, despliegan eficacia exclusivamente
en relación con los contratantes y, en su caso, con los herederos.
De otra parte, el art. 1.091 CC establece el denominado principio de relatividad del
contrato, disponiendo: “las obligaciones que nacen de los contratos tienen fuerza de ley entre

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las partes contratantes y deben cumplirse al tenor de los mismos”. Dicho principio, trata de
poner de manifiesto que la eficacia del contrato no tiene alcance general, sino un alcance
limitado a las partes contratantes.

1.2 La posible eficacia del contrato en relación con terceras personas. La regla general de
la relatividad del contrato conoce excepciones, sobre todo en relación a los contratos a favor
de tercero.

2. LOS CONTRATOS EN FAVOR DE TERCERO Y EN DAÑO DE TERCERO.


2.1 Los contratos a favor de tercero. La existencia de contratos generadores de derechos
en favor de tercero se encuentra consagrado en el segundo párrafo del art. 1.257 CC: “ si el
contrato contuviera alguna estipulación en favor de un tercero, éste podrá exigir su
cumplimiento, siempre que hubiese hecho saber su aceptación al obligado antes de que haya
sido aquélla revocada”. Un ejemplo de este tipo contractual con favor a un tercero podría ser
cuando una persona contrata un seguro de vida en favor de su (futuro) cónyuge viudo.
Partes contratantes y beneficiario. La existencia de un contrato en favor de un tercero
presupone que éste, pese a no haber sido parte contratante, es titular de un determinado
derecho de crédito que puede exigir directamente a la parte obligada.
La doctrina del TS establece que el beneficiario es titular de un derecho de crédito y no
un mero receptor de la prestación.
El beneficiario, al no ser parte contractual, no tiene porque tener capacidad de obrar, o
incluso no tiene porque ser persona, ya que puede establecerse como beneficiario al
nasciturus o incluso al concepturus.
Generalmente en la práctica, la concreta y expresa designación del beneficiario se
realizará en el propio contrato, aunque también cabe la posibilidad que se designe a posteriori.
La aceptación por el beneficiario en relación con la revocación de la estipulación. El
beneficiario podrá exigir el cumplimiento de la obligación, siempre que hubiese hecho saber al
obligado su aceptación antes de que la estipulación haya sido revocada. Por tanto, a partir de la
aceptación del beneficiario, la eventual revocación será ineficaz, y las partes quedarán
obligadas con el beneficiario.
En cuanto al momento en que se establece el nacimiento del derecho de crédito a
favor del tercero, la doctrina mayoritaria establece que se produce desde el mismo momento
en que se perfecciona el contrato, y, por tanto, la aceptación no debe ser entendida como una
condición para obtener el derecho de crédito sino como un límite a la revocación.
Si bien, no debe menospreciarse la aceptación del beneficiario, ya que como bien
establece la jurisprudencia del TS, interpretando el art. 1.257.2 CC, la aceptación es un
presupuesto de la posibilidad de exigir el cumplimiento de la obligación, y, por tanto, debe
entenderse como un presupuesto de la consolidación del derecho de crédito del beneficiario.
Cabe añadir que la aceptación puede realizarse de forma expresa o tácita, por palabras o
por hechos.

2.2 Los contratos en daño a tercero. Quizás por simetría a los contratos a favor de tercero,
algunos autores se han planteado la existencia de contratos en daño a tercero, como p. ej.
Aquellos establecidos para burlar acreedores. Para el profesor Lasarte, este grupo de contratos
son una agrupación conceptual de carácter descriptivo, los cuales, una vez identificado el

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resultado dañoso, son susceptibles de impugnación, ya que no existe marco normativo alguno
para defenderlos.

3. LOS CONTRATOS CON PERSONA A DETERMINAR.


Desde muy antiguo es conocida la práctica contractual de que una de las partes
contratantes se reserve la posibilidad de señalar como contratante definitivo a una tercera
persona que, en el momento de la celebración del contrato, puede ser desconocida para
ambas partes. La característica principal de esta categoría contractual viene representada por
la vinculación que uno de los contratantes asume, incluso sabiendo que la otra parte puede
desentenderse designando a un tercero, que pasará a ser parte contractual con eficacia
retroactiva.
Generalmente esta práctica queda reservada a los contratos de compraventa o de opción
de compra, así como a la adquisición en subasta pública de los bienes ofrecidos, y encuentran
su razón de ser en el hecho de evitar el devengo de un doble impuesto de trasmisiones.

4. LA PROMESA DEL HECHO AJENO.


Frecuentemente se dan supuestos contractuales en los que la obligación a cargo de una
de las partes (promitente) consiste precisamente en conseguir que un tercero celebre un
contrato con la otra parte o se avenga a cumplir las obligaciones del contrato base celebrado
entre promitente y promisario. En la mayor parte de los casos, la promesa del hecho ajeno se
encuentra en el seno de la intermediación.
La promesa del hecho ajeno no se encuentra contemplada expresamente por norma
alguna del CC, si bien se caracteriza por:
1º El promitente debe actuar por sí mismo, en su propio nombre y por su cuenta y
riesgo.
2º Generalmente, la prestación debe configurarse como una obligación de resultado y
no de medios.
3º Por lo común se trata de contratos de carácter onerosos.

5. LA CESIÓN DEL CONTRATO.


5.1 Concepto y función de la cesión del contrato. Además del crédito (o deuda) puede ser
objeto de transmisión la íntegra posición contractual que una persona ocupe en un
determinado contrato. Ésta práctica es frecuente en la práctica comercial, y aunque el CC no
establece norma alguna al respecto, debe entenderse como un negocio atípico, sobre cuya
admisibilidad no cabe duda alguna, atendiendo a la jurisprudencia y el principio general del art.
1.255 CC.

5.2 Presupuestos. Conforme a la jurisprudencia del TS para que pueda darse la cesión del
contrato se requiere fundamentalmente:
a) Que la otra parte contratante (contratante cedido) acceda o consienta la cesión. Ello
conlleva a una relación triangular donde se requiere el acuerdo unánime de contratante
cedente, cesionario y contratante cedido.
b) Que se trate de contratos bilaterales, cuyas recíprocas prestaciones no hayan sido total
y completamente ejecutadas.

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5.3 Efectos de la cesión. Como regla general, conlleva la liberación del contratante cedente
que no mantendrá obligación con respecto al contratante cedido. No obstante, cabe pacto en
contrario, y no es extraño, en la práctica, que el cedente quede obligado durante un
determinado tiempo con el cedido, sí el cesionario no cumple con las obligaciones que el
incumben.

6. EL SUBCONTRATO.
En la actualidad es frecuente hablar de subcontrato y de subcontratación, con la finalidad
de resaltar una finalidad económica innegable: en muchos casos la ejecución material de las
prestaciones contractualmente asumidas no es llevada a cabo por la parte contratante, sino
que ésta a su vez contrata a terceras personas para la realización de tales prestaciones.
Naturalmente, la subcontratación tiene como presupuesto necesario que se trate de
obligaciones no personalísimas.

6.1 La subordinación funcional de los subcontratos. Los subcontratos se encuentran


subordinados funcionalmente al contrato principal, si bien el subcontratante no podrá argüir
frente a la exigencia de cumplimiento de sus obligaciones, los posibles incumplimientos de los
subcontratados. Por su parte, los subcontratados no cuentan con un cauce eficaz para reclamar
al contratante el cumplimiento de las obligaciones asumidas por el subcontratante.

6.2 Algunos supuestos específicos de acción directa. Lo afirmado anteriormente válido en


términos generales, no obsta a que, en determinados supuestos, mediante la acción directa, el
subcontratado podrá reclamar al contratante. Ocurre así en el caso de los trabajadores o
suministradores de materiales en un contrato de obra quienes pueden dirigirse directamente
contra el dueño de la obra.
En sentido contrario, cabe la acción directa del contratante acreedor del subcontratante, al
menos, en los siguientes casos:
 El mandante puede dirigirse contra el sustituto del mandatario.
 Por la Ley de Arrendamientos Urbanos, el arrendador podrá dirigirse contra el
subarrendatario.

6.3 La subcontratación en el sector de la construcción: la Ley 32/2.006.

TEMA 24º. LA INEFICACIA DEL CONTRATO.

1. LA INEFICACIA DEL CONTRATO.


Con la expresión ineficacia del contrato se hace referencia a todos aquellos supuestos en
que el contrato no llega a producir los efectos a que esta tendencialmente dirigido o deja de
producirlos en un momento dado.
Por tanto, dado que los contratos son para cumplirlos y que la autonomía privada no es
reconocida por el ordenamiento jurídico para que se juegue con ella celebrando contratos
ineficaces, resulta claro que los supuestos de ineficacia representan para el Derecho supuestos
patológicos (enfermizos, anómalos).

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Lo que ocurre es que las causas de tales supuestos pueden ser tan diversas que resulta
difícil sistematizarlas de forma aceptable, además dicha tarea tiene poco interés práctico. Si
bien, hay que indicar que los supuestos de ineficacia contractual se pueden dividir en dos
grandes grupos:
a) Invalidez: motivada por la existencia de circunstancias intrínsecas a cualquiera de los
elementos esenciales que no resultan admisibles para el ordenamiento jurídico. En ella resulta
necesario distinguir entre:
a. Nulidad o supuestos de contratos nulos.
b. Anulabilidad o supuestos de contratos anulables.
b) Ineficacia en sentido estricto: en la que deberían incluirse aquellos casos en que ciertos
defectos o carencias extrínsecos al contrato en sí mismo considerado, como acuerdo de
voluntades, conlleva su falta de efectos. Entre tales casos estarán: mutuo disenso,
desistimiento unilateral, rescisión, revocación…

2. LA NULIDAD DEL CONTRATO (En examen las causas y acción).


2.1 Idea general. La nulidad representa el supuesto más grave de ineficacia, y en tal línea
el TS lo establece como “… la expresión del nada jurídico” (STS de 13 de febrero de 1.985).
Los contratos nulos, pues, no merecen para el Derecho más que rechazo, no puede
reconocer el ordenamiento jurídico ningún efecto del contrato nulo, si siquiera su admisibilidad
como tal contrato.

2.2 Causas de nulidad. Las razones o causas que predeterminan la nulidad absoluta de los
contratos son de extraordinaria gravedad. En tal sentido el TS establece que “la nulidad
propiamente dicha tiene lugar cuando el acto es contrario a las normas imperativas o cuando
no tiene existencia por carecer de alguno de sus elementos esenciales” (STS de 13 de febrero de
1.985).
Es por ello que resulta recordar el art. 1.261 CC, precepto de carácter imperativo, donde
se establecen como elementos esenciales del contrato el consentimiento, el objeto y la causa.
Son causas de nulidad radical del contrato:
a) La carencia absoluta o inexistencia de cualquiera de los elementos del contrato, en
cuyo caso no habría contrato. La celebración del contrato con falsa representación supone la
falta de consentimiento y produce nulidad según el TS.
b) El incumplimiento de cualquiera de los requisitos del objeto del contrato: licitud,
posibilidad y determinación.
c) La ilicitud de la causa.
d) El incumplimiento de la forma sustancial.
e) La contrariedad a las normas imperativas, a la moral y al orden público, en cuyo caso
habrá que hablar de contrato ilegal.
f) En particular, los actos a título gratuito sobre bienes comunes realizados por un
cónyuge sin el consentimiento del otro.

2.3 La acción de nulidad. Por muy nulo que sea un contrato, en caso de celebrarse,
aparentemente seguirá produciendo efectos como si fuera válido. Para evitar esta “apariencia
contractual”, está la acción de nulidad, que se podría conceptuar como el vehículo procesal
tendente a lograr que el Juez decrete la nulidad del contrato.

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La acción de nulidad cuenta con los siguientes caracteres:


a) Es imprescriptible, es decir, puede ser ejercitada en cualquier momento.
b) Puede ejercitarla cualquier persona interesada en deshacer el contrato nulo, no
excluyéndose, por tanto, a terceras personas ajenas al contrato.

2.4 Consecuencias de nulidad. En general, produce la restitución, es decir como el


contrato nulo no produce efectos, la declaración de nulidad tiende a dejar las cosas en el statu
quo inmediatamente anterior a la celebración del contrato. En tal sentido, se pronuncia el art.
1.303 CC: “declarada la nulidad de una obligación, los contratantes deben restituirse
recíprocamente las cosas que hubiesen sido materia del contrato…”.
La restitución debe hacerse, en principio, en forma específica o in natura. Si no fuese
posible se realizará en equivalente en dinero.
No obstante, en el caso específico de supuestos de ilicitud, habrá que estar a lo
dispuesto en los arts. 1.305 y 1.306 CC.
El art. 1.305 CC establece que cuando la nulidad provenga de un ilícito penal común a
ambos contratantes, carecerá de toda acción entre sí y se procederá contra ellos, y la cosa
objeto del contrato se le aplicará lo previsto en el CP. Esta disposición es aplicable cuando el
delito o falta parte de uno de los contratantes; pero él no culpado podrá reclamar lo dado y no
estará obligado a cumplir lo prometido.
El art. 1.306 CC establece que si el hecho se comete por causa torpe que no constituya
delito ni falta, se observarán las reglas siguientes:
 Cuando la culpa esté de parte de ambos contratantes, ninguno de ellos podrá repetir lo
que hubiera dado, ni reclamar el cumplimiento de lo ofrecido por el otro.
 Cuando esté de parte de uno solo, éste no podrá repetir ni reclamar, pero el otro sí.

2.5 La nulidad parcial del contrato. Se habla de nulidad parcial cuando el contrato tiene
una o varias cláusulas ilegales, pese a la validez y adecuación al ordenamiento jurídico del
contrato. Es decir, el objeto, la causa y, en su caso, la forma, son intachables, pero algunos
aspectos son contrarios a una norma imperativa.
El CC no regula de forma general esta problemática, si bien, atendiendo a normas
concretas, se deduce el principio general que las cláusulas nulas deberán tenerse por no
puestas, como inexistentes; al tiempo que debe preconizar (ponderar) la eficacia del contrato.
No obstante, hay que matizar que habrá que observar cada caso en concreto. Y la
doctrina jurisprudencial española mantiene la regla utile per inutile non vitiatur (la parte útil no
debe verse viciada por la abusiva o nula), que propugna con el principio antes mencionado.

3. LA ANULABILIDAD DEL CONTRATO (En examen las causas).


3.1 Idea general. La anulabilidad es un supuesto de invalidez de mucha menor gravedad
que la nulidad y su régimen jurídico se separa notoriamente del de la nulidad.

3.2 Causas de anulabilidad. Las razones o causas de anulabilidad pueden ser:


a) Todos los vicios del consentimiento: error, violencia (no absoluta), intimidación y dolo,
que no vuelvan a ser considerados.
b) Inexistencia de plena capacidad de obrar de alguno de los contratantes, tales como: los
menores no emancipados y las personas sometidas a tutela o curatela.

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c) La inexistencia de consentimiento marital respecto de los contratos onerosos


realizados por el otro cónyuge, cuando legalmente se requiera el consentimiento de ambos.

3.3 La acción de anulabilidad. La acción de anulabilidad tiene un efecto más limitado que
la nulidad, debiéndose de considerar los aspectos siguientes:
a) Conforme al art. 1.301 CC solo durará cuatro años, siendo este plazo de caducidad,
comenzando a contar desde que se produce la perfección del contrato o el cese del motivo de
anulabilidad.
b) Según el art. 1.302 CC: “puede ejercitar la acción de nulidad de los contratos los
obligados principal o subsidiariamente en virtud de ellos…”. Podría decirse que lo están las
personas legitimadas para interponer la acción de anulabilidad queda limitado a aquéllas que
hayan sufrido el vicio del consentimiento o fueren incapaces para realizar el contrato, así como
los que asumen obligaciones a causa de dicho contrato.

3.4 Efectos de la anulabilidad. Las diferencias entre nulidad y anulabilidad se acaban con
lo dicho, pues los efectos de la anulabilidad son sustancialmente los mismos: la restitución.
No obstante, habrá que tener en cuenta la excepción del art. 1.304 CC que establece que
“…no está obligado el incapaz a restituir sino en cuanto se enriqueció con la cosa o precio que
recibiera”.
Cabe reseñar que las normas de los arts. 1.305 y 1.306 CC quedan excluidas del ámbito
de la anulabilidad, pues son supuestos de nulidad absoluta.

4. LA PERVIVENCIA DE LOS CONTRATOS INVÁLIDOS: CONFIRMACIÓN DEL CONTRATO


ANULABLE, CONVERSIÓN DEL CONTRATO NULO.
4.1 Observaciones generales: las causas de invalidez y su posible sanación. La diferencia
entre nulidad y anulabilidad no debe valorarse en base a los efectos positivos del ejercicio de la
correspondiente acción, sino resaltando las consecuencias de la falta de ejercicio de la acción.
a) Aunque no se ejercita la acción de nulidad, el contrato será nulo para el Derecho, de
ahí su imprescriptibilidad. Por tanto, será una mera apariencia de contrato el cual nunca podrá
ver subsanados sus vicios de raíz.
b) Por el contrario, la falta de ejercicio de la acción de anulabilidad, conlleva que la
pervivencia del contrato se asume por el ordenamiento jurídico, que lo convalida por
considerar que las causas de anulabilidad no atentan al orden público, sino contra los intereses
de un particular.

En definitiva, las causas de anulabilidad son disponibles para las partes y, por tanto,
sanables. Y las causas de nulidad, por el contrario, son de derecho necesario y de carácter
absolutamente indisponibles, por atentar contra el orden público.

4.2 La confirmación del contrato anulable. Se conoce como confirmación o ratificación del
contrato el cauce establecido para sanar el contrato anulable antes de que la acción de
anulabilidad prescriba.
Según el art. 1.310 CC “solo son confirmables los contratos que reúnan los requisitos
expresados en el art. 1.261”, esto es, que reúnan los requisitos esenciales del contrato:
consentimiento, objeto y causa.

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La confirmación purifica el contrato de los vicios de que adoleciera desde el momento de


su celebración (art. 1.313 CC), es decir, tiene eficacia retroactiva y, por consiguiente, extingue la
acción de nulidad.
Para que se válida, se requiere que sea llevada a cabo por persona competente para
ejercitar la acción de anulabilidad, que ésta sea consciente en la trascendencia de la misma.
Por ello, el CC exige que el confirmante tenga conocimiento de la causa de anulabilidad y que el
vicio no le siga afectando (art. 1.311 CC).
La confirmación puede realizarse de forma expresa o tácita.

4.3 La denominada conversión del contrato nulo. Esta denominación por algunos juristas,
el profesor Lasarte la estima como una tarea ardua, ya que la confirmación solo es posible en
los contratos anulables.

5. EL MUTUO DISENSO.
Por mutuo disenso se conoce a la celebración de un nuevo contrato encaminado a privar
los efectos de un contrato anterior, y por tanto, poner fin a la relación obligatoria preexistente.
Los contratantes están de acuerdo en disentir, donde antes habían consentido.
Por tratarse de un nuevo contrato debe de reunir los requisitos generales establecidos y
además deberá de reunir los requisitos adicionales exigidos para la relación contractual inicial
(p. ej. de forma).
Puede ocurrir que el mutuo disenso no se plasme en un contrato cuya finalidad única
realmente sea extinguir una relación preexistente, sino que vaya implícito en un nuevo
contrato entre las partes que establezca una nueva relación.
Son susceptibles de extinción por mutuo disenso cualesquiera relaciones obligatorias, ya
sean instantáneas o duraderas, se hayan empezado a cumplir o no. Si bien, en el caso de las
obligaciones duraderas se plantea la problemática si tendrá eficacia retroactiva y, en su caso, si
nace la obligación de restitución.

6. EL DESISTIMIENTO UNILATERAL.
6.1 La categoría del libre desistimiento. Perfeccionado un contrato, los contratantes
quedan vinculados por el mismo si concurren los requisitos para que surta eficacia. El
compromiso adquirido no puede quedar al capricho de una de las partes, como bien dispone el
art. 1.256 CC “la validez y el cumplimiento de los contratos no pueden dejarse al arbitrio de uno
de los contratantes”.
Esta regla, sin embargo, parece ser ignorada o flexibilizada por el legislador en una serie
concreta de supuestos, que se caracterizan porque en determinados contratos se reconoce a
una o a cada una de las partes contratantes la posibilidad de extinguir la relación contractual
por su libre decisión.

6.2 Principales supuestos. Los principales supuestos en los cuales el legislador consiente
que una o cada una de las partes, por su sola decisión unilateral y sin necesidad de causa que
lo justifique, ponga fin a una relación contractual son difícilmente reconducibles a una
categoría general, por lo que es preferible verlas de forma aislada. Estos son:
 La voluntad del dueño de la obra o comitente para que cese la construcción, debiendo de
indemnizarle, según el art. 1.594 CC.

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 Cualquiera de los socios de la sociedad civil que por su voluntad renuncia a la sociedad
(art. 1.700.4º CC).
 El mandante que libremente y por su decisión revoca el contrato de mandato (art. 1.733
CC).
 El mandatario puede renunciar al mandato, pero debe indemnizar al mandante (art.
1.736 CC).
 El comodante puede reclamar la devolución de la cosa prestada a su libre voluntad (art.
1.750 CC).
 El depositante, se haya pactado o no el tiempo, podrá reclamar la devolución de la cosa
depositada en cualquier momento y dependiendo de su libre decisión (art. 1.775 CC).

6.3 El desistimiento a favor de consumidores y usuarios.

6.4 Presupuestos de libre desistimiento. Son presupuestos para que entre en juego el
desistimiento unilateral los siguientes:
a) Que exista una relación de tracto sucesivo o continuado, que desarrolle su eficacia en
un período de tiempo de mayor o menor duración.
b) Además, pero alternativamente, deben darse algunas de las situaciones siguientes:
a.Que la duración de esa relación se indeterminada, creándose entonces el riesgo
de que se genere una vinculación vitalicia, lo que va en contra del principio contrario a las
vinculaciones de por vida.
b.Que la economía interna de la relación contractual en cuestión, asigne roles no
equilibrados a las partes, siendo predominante el interés de una de ellas.

6.5 Efectos. El libre desistimiento conlleva la extinción de la relación obligatoria, pero sin
efecto retroactivo.
En cuanto si el libre desistimiento tiene un precio, se podría decir que con carácter
general no es así, aunque existen supuestos donde se establece una “indemnización”, como p.
ej. en el contrato de obra (art. 1.594 CC).

6.6 Desistimiento unilateral convencional. Resulta difícil admitir lisa y llanamente la


introducción convencional del desistimiento unilateral, pues contraviene al principio de
inadmisibilidad de condiciones potestativas del art. 1.256 CC. No obstante, existen cauces
arbitrados que podrían equipararse al libre desistimiento, como puede ser la multa penitencial
o las arras.

7. LA RESOLUCIÓN DEL CONTRATO POR INCUMPLIMIENTO.


7.1 El art. 1.124 CC: la facultad resolutoria. Establece el primer párrafo del mencionado
precepto: “la facultad de resolver las obligaciones se entiende implícita en las recíprocas, para
el caso de que uno de los obligados no cumpliere lo que le incumbe”. La razón de este precepto
es clara: si uno de los contratantes no quiere o no puede cumplir, más vale aceptar tal realidad
y permitir al otro que dé por resuelto el contrato. Se reconoce una facultad resolutoria del
contrato por el incumplimiento de la otra parte.

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7.2 Facultad resolutoria, cláusula resolutoria expresa y condición resolutoria:


precisiones. Razones de orden histórico han traído consigo que la facultad resolutoria del art.
1.124 CC se presente como una condición resolutoria tácita. De igual forma, la práctica, muy
común por cierto, de establecer cláusulas resolutorias por incumplimiento en los contratos,
conlleva a que se hable de cláusulas resolutorias expresas. Sin embargo cabe realizar las
siguientes aclaraciones:
a) La facultad resolutoria del art. 1.124 CC no es una condición; sencillamente porque el
evento futuro no es ajeno a las partes.
b) El hecho de que se establezca una cláusula resolutoria expresa, deberá hacerse con
sometimiento a las circunstancias jurisprudenciales requeridas, que a continuación se
expresan.

7.3 Requisitos de ejercicio de la facultad resolutoria. Conforme a la jurisprudencia del TS,


el ejercicio de la facultada resolutoria presupone:
a) Que el reclamante haya cumplido su obligación o que acredite que no se encuentra en
condiciones de hacerlo.
b) Obviamente, que la otra parte no cumpla o no haya cumplido cuanto le incumbe. Este
incumplimiento puede ser total o parcial, si bien éste debe tener entidad suficiente para
impedir la satisfacción económica de las partes.
c) Que se encuentren ligadas las partes por un contrato bilateral.
d) Que la obligación cuyo incumplimiento fundamenta el ejercicio de la facultad
resolutoria sea exigible.
e) Que la frustración del contrato dimanante del incumplimiento sea patente o, al menos,
acreditable.

7.4 Ejercicio de la acción resolutoria. De acuerdo con lo establecido en el segundo párrafo


del art. 1.124 CC: “el perjudicado puede optar por exigir el cumplimiento (lógicamente, en caso
que sea posible) o la resolución del contrato.”
Es más, como recoge el TS, puede optar por la resolución del contrato tras haber
intentado lograr el cumplimiento.
Cualquiera de las opciones va acompañada, en principio, por la indemnización de daños
y perjuicios, aunque no de forma necesaria, porque no cabrá reclamarla cuando el
incumplimiento se deba a circunstancias no imputables al demandado.
Es más, el Juez no tiene por qué sentenciar de forma automática la resolución por la que
opte el demandante, ya que el CC lo autoriza para que, en caso de haber causas justificadas,
conceda al deudor un plazo para que cumpla.
Al no prever el CC un plazo de ejercicio de la acción, se entiende el plazo general de
prescripción de las acciones personales: 15 años.

7.5 Efectos de la resolución. La resolución del contrato tiene efecto retroactivo y eficacia
restitutoria, por lo que ambas partes deberán reintegrarse recíprocamente el objeto del
contrato que hubieren recibido. Se estaría ante un supuesto de ejecución específica o in natura
que, conforme a las reglas generales, en caso de resultar imposible, se verá sustituida por la
reparación pecuniaria.

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8. LA ALTERACIÓN DE LAS CIRCUNSTANCIAS CONTRACTUALES: LA CLÁUSULA REBUS SIC


STANTIBUS.
8.1 La alteración de las circunstancias contractuales y la cláusula rebuc sic stantibus.
Existen supuestos en los que, como consecuencia de la extraordinaria alteración de las
circunstancias atinentes al contrato, no previstas por las partes, se producen efectos que
atentan gravemente contra la equivalencia de las prestaciones establecidas originariamente. P.
ej. tras un desastre natural que merma la cosecha de trigo en una región, el comprador exige a
los agricultores que cumplan con los acuerdos, en cuanto a precio, redactados con
anterioridad.
Ante semejante eventualidad, la doctrina y jurisprudencia española ha hablado
tradicionalmente de la llamada cláusula rebuc sic stantibus como remedio al desequilibrio
patrimonial que la alteración de las circunstancias contractuales comporta, en el sentido de
entender implícito en el contrato un pacto, en virtud del cual el cumplimiento se entiende
necesario siempre y cuando las cosas sigan manteniéndose tal y como se encontraban en el
momento de la perfección del contrato.
Si bien, la admisibilidad de este mecanismo se hace de manera restrictiva por afectar al
principio general pacta sunt servanda (los pactos deben ser cumplidos) y a la seguridad
jurídica.

8.2 La cláusula rebuc sic stantibus como supuesto de integración contractual. La


confrontación entre el principio de seguridad contractual (pacta sunt servanda) y el
mantenimiento de la equivalencia de las prestaciones (rebuc sic stantibus) se ha pretendido
superar, a favor de esta última, argumentando que dicha cláusula se encuentra insita en todo
contrato por voluntad presunta de las partes.
Dicho planteamiento es erróneo y, además, confuso. La virtualidad de la cláusula rebuc
sic stantibus no se deriva de un pacto, ni de la voluntad de las partes; se trata sencillamente de
una aplicación concreta de las reglas de integración contractual imperativamente establecidas
en el art. 1.258 CC que, por principio, son indisponibles por las partes.

8.3 Requisitos y efectos de la aplicación de la cláusula rebuc sic stantibus. La


reiteradísima jurisprudencia sobre el particular exige que se den los requisitos siguientes para
que quepa la aplicación de la cláusula mencionada:
a) Que entre las circunstancias existentes en el momento de celebración del contrato y las
concurrentes en el momento de su cumplimiento o ejecución se haya producido una alteración
extraordinaria.
b) Que, a consecuencia de dicha alteración, resulte una desproporción exorbitante y fuera
de todo cálculo entre las prestaciones convenidas.
c) Que no exista otro medio para remediar el desequilibrio sobrevenido.
d) Que las nuevas circunstancias fueran imprevisibles para las partes en el momento de la
celebración.
e) Que quién alegue la cláusula rebuc sic stantibus tenga buena fe y carezca de culpa.

En cuanto a los efectos, el TS se inclina más por revisar o modificar la originaria


equivalencia de las prestaciones que por declarar la ineficacia del contrato, atendiendo al
principio de conservación del contrato.

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9. LAS RESCISIÓN DEL CONTRATO (En examen la acción rescisoria).


9.1 Idea general. La rescisión es una forma particular de ineficacia del contrato que
procede de un momento posterior a la celebración del mismo, el cual nace plenamente válido,
pero posteriormente se declara ineficaz por sus efectos lesivos o perjudiciales para una de las
partes o un tercero.
La rescisión se distingue fácilmente de la nulidad y anulabilidad: la rescisión presupone
un contrato inicialmente válido, mientras las otras instituciones implican la invalidez inicial. En
el CC se reconoce fácilmente esta distinción al establecerse en el art. 1.290 “los contratos
válidamente celebrados pueden rescindirse en los casos establecidos por la ley”.

9.2 Las causas de rescisión en el CC. Atendiendo al articulado del CC, se pueden clasificar
en tres grupos las causas de la rescisión:
a) Rescisión por lesión: es decir por el perjuicio patrimonial para una de las partes, en tal
sentido el CC declara rescindibles:
a.Todos los contratos que puedan llevar a cabo los tutores sin la debida o
pertinente autorización judicial, siempre que sufra lesión en más de la cuarta parte del
valor de la cosa.
b. Los celebrados en representación de ausente, siempre que éste haya sufrido
lesión anteriormente mencionada y no se haya celebrado con autorización judicial.
c. La partición de la herencia, siempre que la lesión sea en más de la cuarta
parte, atendiendo al valor de las cosas cuando fueran adjudicadas.
b) Rescisión por fraude: la celebración de un contrato por intención fraudulenta, es decir,
con ánimo de engañarlos perjudicando sus intereses, en los supuestos siguientes:
a. Los contratos celebrados en fraude de acreedores, cuando éstos no puedan
cobrar de otro modo lo que se les deba.
b. Los contratos que se refieran a cosas litigiosas, cuando hubiesen sido
celebrados por el demandado sin conocimiento y aprobación de las partes litigantes o de
la autoridad judicial competente.
c. Los pagos hechos en estado de insolvencia por cuente de obligaciones a cuyo
cumplimiento no podía ser compelido el deudor al tiempo de hacerlos.
c) Rescisión por otros motivos: el art. 1.291.5º deja la puerta abierta a otros motivos que
la ley determine.

9.3 La acción rescisoria. El CC exige tres requisitos para que sea posible el ejercicio de la
acción rescisoria o, mejor, el efecto propio de la rescisión (la recuperación del statu quo
anterior a la celebración del contrato, mediante la devolución de las cosas objeto del contrato
con sus frutos y del precio con sus intereses):
a) Que el perjudicado carezca de otro recurso legal para obtener la reparación del
perjuicio; se trata, por tanto, de una acción subsidiaria.
b) Que el perjudicado pueda devolver aquello a que estuviera obligado.
c) Que las cosas objeto del contrato no se encuentren legalmente en poder de terceras
personas que hubiesen procedido de buena fe, ya que, en tal caso, la reclamación del
perjudicado se limitará a la indemnización por daños y perjuicios.

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El plazo para pedir la acción rescisoria es de cuatro años (art. 1.299 CC).

El cómputo del plazo comenzará en el momento que cesa la incapacidad de los


sometidos a tutela, o se conozca el domicilio si se trata de ausentes. En los demás casos el
plazo comienza a correr cuando se celebra el contrato.

9.4 Eficacia restitutoria e indemnización de la rescisión. El efecto fundamental de la


rescisión es obtener la devolución de todo aquello que haya sido entregado por virtud del
contrato rescindible. Pero, en caso de que la cosa haya desaparecido, siendo imposible su
devolución, o bien haya ido a parar a manos de terceros de buena fe, la restitución se
convertirá en indemnización.
La indemnización puede alcanzar al adquiriente de mala fe, debiendo éste indemnizar si
no pudiese restituir la cosa, según lo previsto en el art. 1.298 CC.

TEMA 25º LA DONACIÓN.

1. LA DONACIÓN.
La donación es la transmisión voluntaria de una cosa o un conjunto de ellos que hace
una persona (donante) a favor de otra (donatario), sin recibir nada como contraprestación. El
art. 618 CC lo define como: “la donación es un acto de liberalidad por el cual una persona
dispone gratuitamente de una cosa en favor de otra, que la acepta”.
Aunque el CC no lo califica como un contrato, sino como un acto, y lo regula con ocasión
de los “modos de adquirir la propiedad”, el carácter contractual le viene dado por la exigencia
de la aceptación por parte del donatario, lo que supone el acuerdo entre contratantes, y pro la
sujeción a las disposiciones generales de los contratos y obligaciones (art. 621 CC).
La donación es un contrato en virtud del cual se adquiere directamente el dominio.

2. MODALIDADES DE LA DONACIÓN.
Existen supuestos de liberalidades donde se pone en duda si verdaderamente existe
donación o no.

2.1 Donaciones remuneratorias. Según el art. 619 CC “es también donación la que se hace
a una persona por sus méritos o por los servicios prestados al donante, siempre que no
constituyan deudas exigibles…”.
El problema fundamental de las donaciones remuneratorias surge porque esta idea de
donación remuneratoria dada por el art. 619 CC parece verse contradicho por el art. 622 CC,
que dice “las donaciones con causa onerosa se regirán por las reglas de los contratos, y las
remuneratorias por las disposiciones del presente título en la parte que excedan del valor del
gravamen impuesto”.
Esta antinomia, parece haber sido resuelta por la doctrina estableciendo que, pese a los
términos literales, el art. 622 CC no se refiere a las donaciones remuneratorias propiamente
dichas, sino a las donaciones modales u onerosas.

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2.2 Donaciones modales u onerosas. Son aquellas que incorporan una carga modal. El art.
619 CC afirma que “es también donación… aquella en la que se impone al donatario un
gravamen inferior al valor de lo donado”. La donación modal puede implicar la asignación de
una parte de lo donado a un tercero (p. ej. te regalo el cortijo, pero anualmente debe entregar
un diezmo de la cosecha a determinada ONG), o un gravamen independiente del propio objeto
de donación (te entrego mi coche, pero debes regalar tu bicicleta a mi primo). El único
requisito es que el gravamen sea inferior al valor de lo donado, imposición que es lógica y
natural del ánimo de liberalidad que debe presidir en la donación.

2.3 Donaciones mortis causa. En principio, la donación es un acto inter vivos. Sin embargo
el art. 620 CC establece “las donaciones que hayan de producir sus efectos por muerte del
donante participan de la naturaleza de las disposiciones de última voluntad, y se regirán por las
reglas establecidas en el capítulo de la sucesión testamentaria”. La interpretación de tal
precepto conlleva a que se asimilen a los legados hechos en el testamento. Éstas tienen
carácter revocable y quedan sin efecto hasta el fallecimiento del donante.

2.4 Donación con reserva de la facultad de disponer. El art. 639 CC contempla un


supuesto excepcional en relación con la irrevocabilidad de la donación: “podrá reservarse el
donante la facultad de disponer de algunos de los bienes donados, o de alguna cantidad con
cargo a ellos; pero, si muere sin haber hecho uso de este derecho, pertenecerán al donatario los
bienes o la cantidad que se hubiese reservado”.

2.5 Donación con cláusula de reversión. Según el art. 641 CC, el donante cuenta con
facultades para establecer una reversión convencional o un derecho de retorno en su favor o
en el de un tercero.
Dicho precepto establece que en caso de que la reversión quede establecida en favor del
donante, se entenderá válida para cualquier caso y circunstancia.
En el supuesto de que la reversión se establezca en favor de “otras personas”, solo
resultará admisible si se realiza en los mismos casos y con iguales limitaciones que determina el
CC para las sucesiones testamentarias.

2.6 Liberalidades de uso. Bajo tal denominación se comprenden aquellos actos de


liberalidad realizados en virtud de cánones de conducta socialmente seguidos por la
generalidad de las personas, como p. ej. los regalos de cumpleaños.
Aunque parte de la doctrina niega su carácter de donación, parece más segura la opinión
que propugna su naturaleza de donación.

3. PRESUPUESTOS Y ELEMENTOS DE LA DONACIÓN: CAPACIDAD DE LAS PARTES; OBJETO


Y LÍMITES; PERFECCIÓN DE LA DONACIÓN: LA ACEPTACIÓN; REQUISITOS DE FORMA.
Son elementos esenciales de la donación: el empobrecimiento del donante, el
enriquecimiento del donatario y la intención de hacer una liberalidad (animus donandi).

3.1 Capacidad de las partes. La donación implica para el donante una disminución
patrimonial provocada por un acto de enajenación, de transmisión a otro de algo que

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previamente le pertenecía. Para el donatario, en cambio, la donación supone un acto de


enriquecimiento que difícilmente puede comportar consecuencias desfavorables.
a) Capacidad para donar: según el art. 624 CC “podrán hacer donaciones todos los que
puedan contratar y disponer de sus bienes”. Por tanto el donante deberá tener capacidad
contractual y, además, libre disposición de los bienes.
b) Capacidad para aceptar donaciones: la amplitud con que cabe considerar dicha
capacidad se manifiesta en que incluso el nasciturus puede ser donatario (art. 627 CC).

3.2 Objeto y límites. La donación puede recaer sobre cualquier bien o derecho que sea
autónomo e independiente y, por tanto, individualizable del patrimonio del donante.
El empobrecimiento del donante puede ser perjudicial para el propio donante, para sus
familiares o sus proveedores. Por ello el CC impone ciertos límites:
a) La donación no podrá comprender los bienes futuros (art. 635 CC).
b) El donante deberá reservar en plena propiedad o en usufructo lo necesario para vivir
en un estado correspondiente a sus circunstancias (art. 634 CC).
c) La protección de los derechos de sus legitimarios, lleva a que en el art. 636 CC se
establezca que nadie podrá donar más de lo que pueda dar en vía de testamentos. Por ello el
art. 654 CC otorga a los herederos la potestad para solicitar la reducción del excedente de las
declaradas “donaciones inoficiosas”. Para saber si la donación es inoficiosa, habrá que estar al
momento de la muerte del donante, valorando el valor de los bienes dejados en herencia y de
los donados.
d) Como la donación es una enajenación de bienes a título gratuito, si con ella se
defraudan los derechos de los acreedores, se presume fraudulenta, por ello, se faculta a los
proveedores anteriores a la donación a solicitar su rescisión.

3.3 Perfección de la donación: la aceptación. La donación, bajo pena de nulidad, está


sujeta a la aceptación del donatario, que según el art. 630 CC lo puede hacer por sí mismo o
por medio de persona autorizada. Este requisito es uno de los extremos fundamentales para
defender el carácter contractual de la donación, al equipara la aceptación con el acuerdo de
voluntades.
El CC regula la perfección de la donación en dos artículos cuya combinación resulta
problemática para la doctrina:
a) El art. 629 CC establece “la donación no obliga al donante, ni produce efecto, sino
desde la aceptación”.
b) De otra, el art. 623 CC dice “la donación se perfecciona desde que el donante conoce la
aceptación del donatario”.
Sin embargo, es coherente la doctrina que establece que entre ambos preceptos no
existe contradicción, sino que regulan aspectos diferentes: la aceptación del donatario provoca
la inmediata eficacia de la donación (art. 629 CC) salvo que, antes de tener conocimiento de
ella, la revoque el donante (art. 623 CC).

3.4 Forma. Para el CC, la donación es un contrato formal, si bien los requisitos de formas
son distintos según recaiga aquella sobre bienes muebles o inmuebles:
a) La donación para cosa mueble puede hacerse verbalmente o por escrito.

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b) La donación de bienes inmuebles debe hacerse en escritura pública, así como la


aceptación podrá hacerse en la misma escritura de donación o en otra separada, pero no
surtirá efecto si no se hace en vida del donante (art. 633 CC).

4. LA REVOCACIÓN DE LAS DONACIONES.


La donación es irrevocable, en el sentido de que no puede quedar sin efecto por la sola
voluntad del donante, una vez que ha aceptado el donatario. Sin embargo, el CC, teniendo en
cuenta su carácter de atribución patrimonial sin contraprestación, faculta al donante para
recuperar lo donado en ciertos supuestos.
Las causas de revocación se encuentran legalmente predeterminadas o tasadas y son de
interpretación estricta, quedando limitadas a las siguientes: supervivencia de hijos,
incumplimiento de cargas, ingratitud del donatario.

4.1 Supervivencia o supervenencia de hijos. El art. 644 CC dice “toda donación entre
vivos, hecha por persona que no tenga hijos ni descendientes, será revocable por el mero hecho
de ocurrir cualquiera de los casos siguientes:
a) Que el donante tenga, después de la donación, hijos, aunque sean póstumos.
b) Que resulte vivo el hijo del donante que éste reputaba muerto cuando hizo la
donación”.
En el primer caso se habla de supervenencia para expresar la circunstancia sobrevenida,
mientras que el segundo se trata de resaltar la existencia del hijo superviviente. En cualquier
caso, el donante podrá ejercitar la acción de revocación en el plazo de 5 años, contados desde
que se tuvo noticia del nacimiento del último hijo o de la existencia del que se creía muerto.
Dicho plazo es de caducidad, y, en caso de fallecimiento del donante, este derecho de
revocación pasará a sus hijos y descendientes.

4.2 Incumplimiento de cargas. Según el art. 647.1 CC “la donación será revocada a
instancia del donante cuando el donatario haya dejado de cumplir alguna de las condiciones
que aquél le impuso”. Por lo que, este tipo de revocación solo entrará en juego en las
donaciones modales u onerosas.
El CC no establece plazo de prescripción o caducidad, ni si es transmisible a los
herederos. Jurisprudencialmente se establece que es susceptible de transmisión hereditaria y,
en cuanto a la prescripción o caducidad, se establece analógicamente el plazo de 4 años de las
acciones rescisorias.

4.3 Ingratitud del donatario. Se producirá en los supuestos en que el donatario cometiera
algún delito contra la persona, el honor o los bienes del donante, se le impute algún delito de
los que da lugar a procedimiento de oficio o acusación pública, o le niegue indebidamente
alimentos (art. 648 CC).
En este caso, la acción de revocación tiene un plazo de prescripción de un año contado
desde que el donante tuvo conocimiento del hecho y posibilidad de ejercitar la acción. Además
esta modalidad de revocación no es transmisible a los herederos.
4.4 Efectos de la revocación. Con carácter general, la revocación comporta la restitución al
donante de los bienes donados, o del valor que éstos tenían a tiempo de la donación si
hubiesen sido enajenados, quedando a salvo los derechos del adquiriente de buena fe.

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5. LA REVERSIÓN.
Es un supuesto particular de ineficacia de la donación. Según el primer párrafo del art.
641 CC “podrá establecerse válidamente la reversión a favor de sólo el donador para cualquier
caso y circunstancia, pero no a favor de otras personas sino en los mismos casos y con iguales
limitaciones que determina este Código para las sustituciones testamentarias”.

6. LA REDUCCIÓN DE LAS DONACIONES INOFICIOSAS.


Se consideran donaciones inoficiosas las que superen el valor de lo que el donante (o
donatario) pueda dar (o recibir) por testamento. Estas son perjudiciales para los legitimarios o
herederos del donante. Por consiguiente, para determinar el carácter inoficioso de cualquier
donación es preciso que se abra la sucesión del donante a causa de su fallecimiento.

TEMA 26º EL CONTRATO DE COMPRAVENTA.

1. LA COMPRAVENTA: NOCIÓN Y CARACTERES.


1.1 Noción y caracteres. La compraventa es el contrato más frecuente en la vida diaria, por
lo que tradicionalmente se le ha considerado el “contrato tipo” por antonomasia, y parte de
sus preceptos se aplican (con las precisas adaptaciones) a los demás contratos en que existen
prestaciones recíprocas.
La aparición del dinero y su aceptación como medio de pago da lugar a la compraventa,
al facilitar la equivalencia económica de las prestaciones de comprador y vendedor.
Conforme al art. 1.445 CC “por el contrato de compra y venta uno de los contratantes se
obliga a entregar una cosa determinada y el otro a pagar por ella un precio cierto, en dinero o
signo que lo represente”. Por tanto cuenta con las siguientes características:
 Es un contrato consensual, que se perfecciona con el mero consentimiento. La entrega
de la cosa y el pago del precio corresponden a la fase de ejecución del contrato, son las
obligaciones primordiales.
 Es también un contrato bilateral por producir obligaciones recíprocas.
 Es un contrato oneroso, por suponer una equivalencia de las prestaciones de ambas
partes, esto es, sacrificios recíprocos para comprador y vendedor. Si bien, cabe matizar que
esta equivalencia basta con que sea subjetiva.
 Por lo general, es un contrato conmutativo al estar determinado el intercambio de
prestaciones desde el momento de su perfección; pero puede ser aleatorio en ciertos casos,
como la entrega de cosas futuras.
 Es un contrato traslativo de dominio, en el sentido que sirve como título para la
transmisión de la propiedad. No obstante, este carácter traslativo del contrato no está reñido
con el llamado pacto de reserva de dominio.

1.2 Capacidad para celebrar el contrato de compraventa: las prohibiciones. La


compraventa exige, como todos los contratos, que las partes tengan la capacidad suficiente
para contratar y obligarse. El art. 1.457 CC establece “podrán celebrar el contrato de compra y
venta todas las personas a quienes este Código autoriza para obligarse, salvo las
modificaciones contenidas en los artículos siguientes”. De este modo, se establece una remisión
a la normativa en materia de capacidad de obrar, destacando los siguientes aspectos:

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a) El art. 1.458 CC dice “los cónyuges podrán venderse bienes recíprocamente”, por lo que
se termina con la restricción que solo permitía las compraventas entre cónyuges cuyo régimen
matrimonial fuese el de separación de bienes.
b) El art. 1.459 CC, para evitar posibles fraudes o perjuicios en supuestos en que hay
intereses encontrados, establece: “no podrán adquirir por compra, aunque sea en subasta
pública o judicial, por sí ni por persona alguna intermedia”, enumerando a continuación los
siguientes supuestos:
 Prohíbe a los tutores adquirir los bienes de sus pupilos, siendo extensible a todo
cargo tutelar.
 En cuanto a mandatarios y albaceas, así como cualquier otro tipo de
administrador o representante voluntario, la doctrina realiza una interpretación restrictiva,
no siéndoles aplicable tal limitación de adquisición cuando el mandato o albaceazgo haya
concluido o posea una autorización especial del mandante o quien corresponda según la
institución.
 Igualmente afecta tal prohibición a los funcionarios públicos en la demarcación
territorial y con respecto de los bienes de cuya administración estuviesen encargados.
 Además a los miembros de la Administración de Justicia (incluyéndose Abogados y
Procuradores) de los bienes y derechos que estuviesen en litigo ante el Tribunal, en cuya
jurisdicción o territorio ejercieran sus funciones. De esta prohibición se exceptúan las
acciones hereditarias entre coherederos, o de cesión en pago de créditos, o de garantía de
los bienes que posean.

La contravención de algunas de las prohibiciones del art. 1.459 CC llevará aparejada la


nulidad radical y absoluta del contrato así celebrado, de acuerdo a lo establecido en el art. 6.3
CC “los actos contrarios a las normas imperativas y a las prohibitivas son nulos de pleno
derecho, salvo que en ellas se establezca un efecto distinto para el caso de contravención”. La
concurrencia de la prohibición del mandatario y albacea es objeto de anulabilidad, al poder
recaer con posterioridad el consentimiento del mandante o sucesores.

2. EL OBJETO DE COMPRAVENTA: LAS COSAS Y EL PRECIO.


La compraventa supone la obligación por parte del vendedor de entregar una cosa
determinada a cambio de un precio cierto en dinero o signo que lo represente, que deberá ser
satisfecho por el comprador. Por ello, el objeto de la compraventa es doble: la cosa a entregar y
el precio a pagar (aunque cierta parte de la doctrina considera que el objeto de la compraventa
es solamente la cosa a entregar).

2.1 Las cosas.


a) En general: por lo que se refiere a las cosas, pueden ser corporales o incorporales o
derechos; muebles e inmuebles; presentes o futuras; pero, en cualquier caso, han de reunir
una triple condición:
1. Que sea de comercio lícito, conforme a la exigencia genérica del art. 1.271 CC:
“pueden ser objeto de contrato todas las cosas que no están fuera del comercio de los
hombres, aun las futuras…”.
2. Que tengan existencia real o posible. A tal efecto, el art. 1.460 CC prevé “si al tiempo
de celebrarse la venta se hubiese perdido en su totalidad la cosa objeto del mismo quedará sin

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efecto el contrato”. Si la pérdida es parcial, el mismo precepto continúa diciendo que el


comprador podrá desistir el contrato o reclamar la parte existente, abonando su precio en
proporción al total convenido. Se deriva de esto la vital importancia que tiene el momento de
la perfección, pues a partir de ésta, el cargo de la pérdida de la cosa recae sobre el comprador.
A efectos de responsabilidad la doctrina suele distinguir de que existiera o no
conocimiento y, en su caso, por quién, del perecimiento anterior de la cosa.
Si la cosa no tiene existencia real al contratar, pero previsiblemente la llegará a tener, la
compraventa puede ser de dos modalidades, según la voluntad de las partes:
 Compraventa de cosa esperada: es conmutativa 1 y condicional, en cuanto las partes
subordinan la eficacia del contrato a la existencia de la cosa. P. ej: se contrata la venta de
una cosecha que cierta finca producirá el año próximo, en tanto el comprador no pagará el
precio hasta que se produzca la cosecha.
 Compraventa de esperanza: este es un contrato aleatorio, el comprador paga el precio
aunque la cosa objeto del contrato no llegue a existir. En el ejemplo anterior el vendedor
se limitará a hacer todo lo posible para la existencia de la cosa y el comprador se verá
obligado a pagar lo pactado aunque la cosecha se pierda.
3. Que la cosa haya sido objeto de determinación o sea susceptible de ellos.

b) La venta de cosa ajena: por otra parte, no es necesario que el bien objeto de la
compraventa forme parte del patrimonio del vendedor en el momento de la compraventa,
pues la finalidad traslativa del dominio no se alcanza sino con la ejecución del contrato.
Por tanto, se puede afirmar que es posible y perfectamente lícita la venta de cosa ajena.

2.2El precio en la compraventa.


a) Requisitos: el precio es el otro elemento objetivo característico de la compraventa y
consiste en una cantidad de dinero que el comprador se obliga a entregar al vendedor a
cambio de la cosa entregada. Ha de reunir los siguientes requisitos:
 Precio verdadero o real: el pago del precio constituye la prestación del comprador, de tal
caso, si no existiese estaríamos ante un contrato simulado de compraventa, el cual, si
cumple los requisitos de la donación se consideraría como tal; o bien, al constituir el precio
para el vendedor la verdadera causa del contrato, su ausencia o ilicitud provocaría la
declaración de inexistencia contractual.
 Precio cierto o determinado: esto no supone que sea necesario precisarlo
cuantitativamente en el momento de celebración del contrato, sino que basta con que
pueda determinarse sin necesidad de un nuevo convenio.
 Precio consistente en dinero o signo que lo represente: por principio, el precio debe
consistir en dinero, en cuanto medio legal de pago, pues si consiste en otra cosa debe
entenderse que estaremos ante una permuta. Si bien el art. 1.446 CC permite la posibilidad
del pago, parte en dinero y la otra parte en otra cosa, dejando la calificación del contrato
(compraventa o permuta) a la intención de las partes o, subsidiariamente, a la
proporcionalidad entre el dinero y el valor de la cosa.

1
Contrato conmutativo.
Contrato bilateral en que las prestaciones recíprocas son determinadas y en este sentido se
contrapone al contrato aleatorio.

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En relación al inciso cualquier otro signo que lo represente debe tenerse en cuenta la
asimilación del dinero con los pagarés, cheques, letras…; no obstante, estos documentos
mercantiles solo producirán efectos del pago cuando hubiesen sido realizados, o por culpa
del acreedor se hubiesen perjudicados.
 ¿Precio justo?: para el CC la compraventa no supone una estricta equivalencia objetiva
entre el valor de la cosa y el precio pactado, circunstancia por la que no existe la exigencia
de que el precio sea justo. Si bien el precio irrisorio se equipara al precio simulado.
Una cuestión de especial relevancia es el precio fijado por disposiciones
administrativas o precio legal, de tal modo, que si el precio excede a éste, el contrato será
nulo parcialmente: el exceso se tendrá por no puesto y el contrato seguirá surtiendo
efectos.

b) El pacto de arras: es frecuente en la celebración del contrato de compraventa realizar


un pacto de arras (art. 1.454 CC).

3. DERECHOS Y OBLIGACIONES DEL VENDEDOR: LA ENTREGA DE LA COSA; LA


OBLIGACIÓN DE SANEAMIENTO; GARANTÍAS DE PAGO DEL PRECIO A FAVOR DEL
VENDEDOR.
Como puede deducirse de lo hasta ahora visto, las obligaciones principales del vendedor
consisten en:
 Entregar la cosa vendida y conservarla “con la diligencia propia de un buen padre de
familia” hasta que se entregue (art. 1.094 CC).
 Prestar la garantía del saneamiento en los casos de evicción y vicios ocultos.

Si bien, además de dichas obligaciones principales, asumen relevancia todas aquellas de


carácter accesorio y secundario de carácter general.

3.1 La entrega de la cosa.


a) Objeto y circunstancias de la entrega de la cosa : si la función primordial del contrato de
compraventa es la de transmitir el dominio de la cosa al comprador; es lógico que la obligación
primera y fundamental del vendedor sea la de llevar a cabo la entrega del objeto.
La entrega de la cosa no solo afecta a ésta, sino a sus accesorios y los frutos producidos
desde el día en que se perfeccionó el contrato. Además, el vendedor deberá facilitar al
comprador los títulos de pertenencia y los informes necesarios para hacer valer lo transmitido.
No contiene el CC reglas especiales en cuanto al tiempo y lugar de la entrega, por lo que
deben entenderse las reglas generales. Según el art. 1.171 CC la entrega de la cosa se hará en
el lugar donde existía la cosa en el momento de constituirse la obligación.
No obstante, en la práctica lo normal es que existan previsiones convencionales sobre las
circunstancias de tiempo y lugar de la entrega.

b) Formas de entrega, la tradición : en los arts. 1.462 a 1.464 CC se regula las diversas
formas de entrega o tradición. Éstas son:
 Tradición real: material o simbólica. El art. 1.462.1 CC dispone que “se entenderá
entregada la cosa vendida cuando se ponga en poder y posesión del comprador”. Esta
puesta en posesión puede ser dos maneras:

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o Materialmente, cuando hay una entrega manual y efectiva (me llevo puesto el
jersey comprado) o cuando el adquiriente, de facto y de forma inmediata,
ejercita los poderes del propietario (me quedo a dormir en el apartamento
amueblado que acabo de comprar).
o De forma simbólica: sin llegar a producirse una transmisión material de la cosa,
el vendedor manifiesta de forma inequívoca e irreversible su intención de
transferir la posesión al adquiriente (entrega las llaves del piso)
 Constitutum possessorium y traditio brevi manu: el primer supuesto, constitutum
possessorium, suple a la tradición material, y se da en aquellos supuestos en los que le
vendedor continúa poseyendo la cosa, pero en virtud de otro título diferente, p. ej. el
vendedor sigue viviendo en el apartamento que vendió, pero como arrendatario.
La denominada traditio brevi manu es el caso opuesto: el comprador tenía ya, con
anterioridad a la compra, la posesión de la cosa y ahora pasa a ser propietario, p. ej. el
arrendatario que adquiere el inmueble donde vive.
 La tradición instrumental: con esta denominación se conoce al supuesto del art.
1.462.2 CC “cuando se haga la venta mediante escritura pública, el otorgamiento de
ésta equivaldrá a la entrega de la cosa objeto del contrato…”

c) Reglas especiales en materia de bienes inmuebles : estos pueden ser adquiridos bien
atendiendo a la medida a razón de un precio por unidad de medida (1.000 € el mt2), bien por
precio alzado (150.000 €). Ello motiva una duplicidad de régimen normativo: en el segundo
caso se está comprando un cuerpo cierto, mientras en el segundo el precio debe ser
proporcional al conjunto de unidades.
Por consiguiente, conviene distinguir los siguientes supuestos:
 Venta de inmueble por unidad de medida con cabida inferior a la señalada en el
contrato. En este supuesto el art. 1.469.2 CC establece que “el comprador se encuentra
obligado a entregar al comprador, si éste lo exige, todo cuanto se haya expresado en el
contrato; pero si esto no fuera posible, podrá el comprador optar entre una rebaja
proporcional o la rescisión del contrato…”.
 Venta de inmueble por unidad de medida con cabida superior a la señalada en el
contrato. En este el art. 1.470 CC dice que el comprador tendrá la obligación de pagar el
exceso de precio si la mayor cabida o número no pasa de la vigésima parte; pero, si excede
de tal cantidad el comprador podrá optar entre el pago o rescindir el contrato.
 Venta de unidades y problemas de calidad. La falta de correspondencia no solo se
puede deber a criterios cuantitativos, sino también a criterios cualitativos, por lo que
supondrá que será posible impugnar el contrato por error.
 Venta de inmueble hecha por precio alzado. Según dispone el art. 1.471.1 CC “… no
tendrá lugar el aumento o disminución del mismo, aunque resulte mayor o menor cabida o
número de los expresados en el contrato”.
 Plazo de ejercicio de las acciones: aunque el CC habla de un plazo de prescripción de 6
meses, la jurisprudencia determina que este plazo es de caducidad.

d) La facultad de suspender la entrega : en el contrato de compraventa resulta de


aplicación la regla general del art. 1.124 CC (exceptio non adimpleti contractus) donde en las
obligaciones recíprocas una parte puede suspender su obligación por falta de cumplimiento de

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la prestación del otro. Además el vendedor puede suspender la entrega en los siguientes
supuestos:
 Compraventa con precio de presente. Según el art. 1.466 CC, “el vendedor no estará
obligado a entregar la cosa vendida si el comprador no le ha pagado el precio o no se ha
señalado en el contrato un plazo para el pago.
 Compraventa con precio aplazado. En este caso, el vendedor tampoco estará obligado
a entregar la cosa si después de la venta descubre que el comprador es insolvente.

3.2 La obligación de saneamiento. Otra obligación del vendedor es la de saneamiento, en


virtud de la cual responderá al comprador:
 De la posesión legal y pacífica de la cosa vendida.
 De los vicios o defectos ocultos que la cosa tuviera, es decir, su posesión útil.

3.3 El saneamiento por evicción.


a) Noción y requisitos: la evicción2 es un acto de iniciativa extraña al comprador y
vendedor que acarrea la pérdida de la cosa objeto del contrato, por pasar a un tercero, a
consecuencia de una sentencia judicial firme en virtud de un derecho anterior a la
compraventa.
Para que surja la obligación de saneamiento a cargo del vendedor es necesario que la
demanda de evicción le haya sido notificada a instancia del comprador, pues según el art. 1.481
CC “faltando la notificación, el vendedor no estará obligado al saneamiento”. Esta exigencia se
justifica en la posibilidad de que el vendedor aporte defensas y pruebas contra la reclamación
del tercero, actuando, de ese modo, en ayuda del comprador.

b) Pactos sobre el saneamiento por evicción: se admite la celebración de pactos acerca


del saneamiento por evicción por las partes. Sin embargo, el CC recela de la cláusula por la que
el comprador renuncia al saneamiento y la restringe en un doble sentido:
1. Declarando nulo todo pacto que exima al vendedor de responder por evicción siempre
que hubiere mala fe.
2. Estableciendo que, para la renuncia al saneamiento exima de todas las obligaciones
propias del mismo, siendo preciso que el comprador la haga con conocimiento de los
riesgos de la evicción y sometiéndose a sus consecuencias.

También es posible, mediante pacto, aumentar o agravar las consecuencias de la


evicción.
No obstante, cabe mencionar, que en la práctica, los pactos convencionales en esta
materia son virtualmente desconocidos.

c) Efectos de la evicción: producida la evicción, si ésta es total y no había renunciado el


comprador al saneamiento, éste tendrá derecho a exigir del vendedor todos los conceptos
indemnizatorios que recoge el art. 1.478 CC:
1. “La restitución del precio que tuviere la cosa vendida al tiempo de la evicción, ya sea
mayor o menor que el de la venta”.
2
Evicción.
Pérdida de un derecho por sentencia firme y en virtud de derecho anterior ajeno.

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2. “Los frutos o rendimientos, si se le hubiere condenado a entregarlos al que le haya


vencido en juicio”.
3. “Las costas del pleito que haya motivado la evicción, y, en su caso, las del seguido con
el vendedor para el saneamiento”.
4. “Los gastos del contrato, si los hubiese pagado el comprador”.
5. “Los daños e intereses y los gastos voluntarios o de puro recreo u ornato, si se vendió
de mala fe”.

d) Los supuestos de evicción parcial: en este caso, según el art. 1.479 CC , si la pérdida
parcial de la cosa vendida (o de una si fuesen varias) es de tal importancia con relación al todo,
el comprador podrá exigir la rescisión del contrato, pero habrá de devolver la cosa sin más
gravámenes de los que tuviera al adquirirla.

e) Evicción de cargas o gravámenes ocultos: en el art. 1.483 CC se establece que si la finca


estuviese gravada, sin mencionarse en escritura, con alguna carga o servidumbre no aparente,
de tal naturaleza que deba presumirse que conociéndola no se hubiese adquirido, el
comprador podrá rescindir el contrato, a no ser que prefiera la indemnización.
Cabe matizar que se trata de un supuesto aplicable solo a bienes inmuebles.

3.4 El saneamiento por vicios ocultos. Según el art. 1.484 CC “el vendedor estará obligado
al saneamiento por los defectos ocultos que tuviere la cosa vendida, si la hacen impropia para
el uso a que se la destina, o si disminuyen de tal modo este uso que, de haberlos conocido el
comprador, no la habría adquirido o habría dado menos precio por ella; pero no será
responsable de los defectos manifiestos o que estuvieren a la vista, ni tampoco de los que no lo
estén, si el comprador es un perito que, por razón de su oficio o profesión, debía fácilmente
conocerlos”.
El vendedor responde del saneamiento por vicios ocultos, aunque los desconozca, a
menos que estipule lo contrario y, en tal caso, el vendedor los ignorase (art. 1.485 CC).
Como consecuencia, el comprador podrá optar entre resolver el contrato (la llamada
acción redhibitoria), con restitución de los gastos que pagó, o rebajar una cantidad
proporcional del precio. Si el vendedor actuó de mala fe además deberá indemnizar por daños
y perjuicios (art. 1.486 CC).
Si la cosa se pierde como consecuencia de los vicios ocultos, los efectos dependerán de
la mala fe o no del vendedor. Si obró de buena fe deberá abonar el precio y los gastos, y si lo
hizo de mala fe, además deberá indemnizar por daños y perjuicios (art. 1.487 CC).
En el caso de ventas judiciales no cabrá la responsabilidad por daños y perjuicios (art.
1.489 CC).
Para que pueda haber saneamiento por vicios ocultos, la acción deberá ejecutarse en el
plazo de 6 meses contados desde la entrega de la cosa.

3.5 La contaminación acústica en los inmuebles como vicio oculto: la Ley 37/2.003 y el
RD 314/2.006. La inclusión en la Ley 37/2.003 o “Ley del Ruido” de incluir un sistema de
verificación acústica de las edificaciones, complementa la afirmación expresa de que el
incumplimiento de objetivos de calidad acústica en los espacios interiores podrá dar lugar a la
obligación del vendedor de responder por vicios ocultos del inmueble vendido.

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3.6 El saneamiento por vicios ocultos en la venta de animales. El CC contiene reglas


especiales para estos casos. El comprador habrá de ejercitar la correspondiente acción en el
plazo de 40 días y solo procederá el saneamiento si se dan los siguientes requisitos:
1. ha de tratarse de un vicio oculto.
2. El vicio o defecto ha de estar determinado por la ley o usos locales.
3. No ha de tratarse de ventas hechas en ferias o pública subasta, ni de caballería
enajenadas como de desecho.
Si un animal muriese a los tres días de comprado, será responsable el vendedor, siempre
que la enfermedad que ocasionó la muerte existiera antes del contrato.

3.7 Garantías de pago del precio a favor del vendedor. Como hemos visto, en
determinados supuestos, el vendedor se encuentra facultado para suspender la entrega de la
cosa cuando el pago en tiempo y preciso del precio pactado se prevé de difícil materialización.
Estos casos se complementan con otras garantías del vendedor, recogidas en los arts.
1.503 a 1.505 CC, como supuestos de resolución del contrato de compraventa que se
presentan como especialidades o aplicaciones particulares de la resolución general por
incumplimiento regulada en el art. 1.124 CC. Estos son:

a) El supuesto del art. 1.503: en el cual se establece que “si el vendedor tuviere fundado
motivo para temer la pérdida de la cosa inmueble vendida y el precio, podrá promover
inmediatamente la resolución de la venta. Si no existiere este motivo, se observará lo dispuesto
en el art. 1.124”. En el art. 1.124 CC se establece la facultad de resolver el contrato por
incumplimiento, mientras en el art. 1.503 CC se le otorga al vendedor la facultad de instar a la
resolución del contrato por “temor a que se produzca el incumplimiento”.

b) El pacto expreso de resolución en las ventas inmobiliarias (el pacto comisorio): se


establece en el art. 1.504 CC “en la venta de bienes inmuebles, aun cuando se hubiera
estipulado que por falta de pago del precio en el tiempo convenido tendrá lugar de pleno
derecho la resolución del contrato, el comprador podrá pagar, aun después de expirado el
término, ínterin no haya sido requerido judicialmente o por acta notarial. Hecho el
requerimiento, el Juez no podrá concederle nuevo término”.

c) La resolución de la venta de bienes muebles: el art. 1.505 CC establece “respecto de los


bienes muebles, la resolución de la venta tendrá lugar de pleno derecho, en interés del
vendedor, cuando el comprador, antes de vencer el término fijado para la entrega de la cosa,
no se haya presentado a recibirla, o, presentándose, no haya ofrecido al mismo tiempo el
precio, salvo que para el pago de éste se hubiese pactado mayor dilación”.

4. DERECHOS OBLIGACIONES DEL COMPRADOR.


4.1 El pago del precio. El carácter sinalagmático3 de la compraventa supone el nacimiento
de obligaciones para las dos partes. Es obvio que la obligación principal del comprador es el
pago del precio convenido.
3
Der. contrato bilateral.
Der. El que hace nacer obligaciones recíprocas entre las partes.

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Así lo dispone el art. 1.500.1 CC: “el comprador está obligado a pagar el precio de la
cosa vendida en el tiempo y lugar fijados por el contrato”. El segundo párrafo del art. 1.500 CC
establece, como regla supletoria, “si no se hubieren fijado, deberá hacerse el pago en el tiempo
y lugar en que se haga la entrega de la cosa vendida”.
Ambos preceptos coinciden con las normas del pago de las obligaciones establecidas en
el art. 1.171 CC.
Como regla, el pago del precio alzado no genera per se intereses, aunque en la práctica
es muy frecuente lo contrario, el pacto convencional de intereses que, por supuesto, es lícito.
El art. 1.501 CC establece las siguientes reglas: “el comprador deberá intereses por el tiempo
que medie entre la entrega de la cosa y el pago del precio, en los tres casos siguientes:
1. Si así se hubiere convenido.
2. Si la cosa vendida y entregada produce fruto o renta.
3. Si se hubiere constituido en mora, con arreglo al art. 1.100”.

4.2 La facultad de suspender el pago. El art. 1.502 CC establece “si el comprador fuere
perturbado en la posesión o dominio de la cosa adquirida, o tuviere fundado temor de serlo por
una acción reivindicatoria o hipotecaria, podrá suspender el pago del precio hasta que el
vendedor haya hecho cesar la perturbación o el peligro, a no ser que afiance la devolución del
precio en su caso, o se haya estipulado que, no obstante cualquiera contingencia de aquella
clase, el comprador estará obligado a verificar el pago”.
Se trata de una norma preventiva que trata de proteger al comprador en caso de que
éste tema fundadamente perder tanto la cosa como el precio abonado o lo que reste por
abonar. Sin embargo, en la práctica, esta facultad es bastante relativa, pues la jurisprudencia
establece que dicho precepto debe ser interpretado de forma restrictiva.

4.3 El pago de los gastos complementarios. Además del pago y, en su caso, los intereses,
el comprador deberá abonar los gastos necesarios y útiles hechos en la cosa vendida desde la
perfección hasta la consumación del contrato, salvo existencia de pacto en contrario.

5. LA DOBLE VENTA.
Existen distintas fases en la compraventa: perfección (fase donde surgen las
obligaciones) y la consumación o ejecución (fase en la que se lleva a cabo la entrega y el pago).
Esto conlleva a que pueda ser posible que se produzca la venta de una misma cosa a distintos
compradores.
La doble venta o, como dice el TS, la “pluralidad de ventas sobre una misma cosa” es
muy frecuente en la práctica. Y en estos casos el CC se preocupa de establecer única y
exclusivamente cuál de los compradores será el propietario, según las reglas del art. 1.473 CC:
A. Si fuese una cosa mueble, la propiedad se transmite a quien primero haya tomado
posesión de ella con buena fe.
B. Si fuese inmueble, la propiedad pertenece a quien antes la haya inscrito antes en el
Registro. Si no hay inscripción, pertenecerá la propiedad a quien de buena fe sea primero en la
posesión; y, faltando ésta, a quien presente título de fecha más antigua, siempre que haya
buena fe.
Como se ve, el CC solo se encarga de dirimir la propiedad, sin considerar qué ocurre con
el comprador que haya sido defraudado, el cual podrá solicitar la correspondiente

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indemnización de conformidad con las reglas generales o, en su caso, acudir a la vía penal
(querella por estafa).
El art. 1.473 CC se fundamenta en el principio de buena fe y en las reglas de atribución
de la propiedad de los bienes muebles e inmuebles. La buena fe es un requisito que establece
la jurisprudencia del TS como indispensable, el cual debe entenderse por la ignorancia o
desconocimiento por parte del comprador de que la cosa comprada haya sido objeto de venta
anterior.

6. LOS RIESGOS DE LA COMPRAVENTA: EL ART. 1.452 CC.


La perfección y la consumación de la compraventa no tiene porqué ser coincidentes en el
tiempo, de tal manera que puede transcurrir un lapsus temporal entre ambas fases, lo que
ocasiona que el bien objeto de compra siga estando en posesión del vendedor. Es obvio que
durante ese plazo el bien sufre riesgos de ser destruido, deteriorado, daños…, o, por el
contrario, experimentar beneficios o producir frutos.
Por tanto ¿a quién habrá de imputarse los perjuicios o beneficios que experimente la cosa
vendida, al comprador o al vendedor?
En relación con los beneficios o incrementos, parece claro que han de ser imputados el
comprador, en virtud del art. 1.095: “el acreedor tiene derecho a los frutos de la cosa desde
que nace la obligación de entregarla. Sin embargo, no adquirirá derecho real sobre ella hasta
que le haya sido entregada”.
Respecto de los daños o pérdidas, la cuestión planteada dista de ser sencilla. A tal efecto
el art. 1.452 CC dice:
“El daño o provecho de la cosa vendida, después de perfeccionado el contrato, se regulará
por lo dispuesto en los artículos 1.096 y 1.182.
Esta regla se aplicará a la venta de cosas fungibles hecha aisladamente y por un solo
precio, o sin consideración a su peso, número o medida.
Si las cosas fungibles se vendieren por un precio fijado con relación al peso, número o
medida, no se imputará el riesgo al comprador hasta que se hayan pesado, contado o medido,
a no ser que éste se haya constituido en mora”.
La remisión al art. 1.096 CC determina que el vendedor asume los riesgos, incluso cuando
la pérdida obedezca a caso fortuito, en los dos casos siguientes:
 Cuando haya incurrido en mora, o
 Cuando haya realizado una doble venta.

De otro lado, el art. 1.182 CC establece que, con carácter general, el vendedor queda
exonerado de la entrega salvo que no pueda acreditar que la pérdida de la cosa fue debida a
una circunstancia que acredite que actuó con la diligencia debida.

Ahora bien, en el caso de que el vendedor quede exonerado de la obligación de entrega


¿quedará exonerado el comprador del pago del precio?
La doctrina mayoritaria y la escasa jurisprudencia al respecto establecen que deberá
abonar el pago y, por tanto, los riesgos de la pérdida recaen sobre el comprador.

7. LAS COMPRAVENTAS ESPECIALES.


7.1 El retracto convencional.

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a) Concepto y función histórica: el art. 1.507 CC denomina retracto4 convencional a lo que


más que un retracto propiamente dicho es una venta con pacto de retro o venta en garantía. El
retracto convencional es una modalidad especial de compraventa, que conlleva un pacto
complementario en cuya virtud el vendedor puede recomprar, dentro de un plazo determinado
y pagando lo establecido, la propia cosa vendida.
En la actualidad esta figura carece de sentido, si bien fue ampliamente utilizada en la
antigüedad, siendo utilizada como tapadera para realizar operaciones usurarias, las cuales
estaban prohibidas.

b) Régimen jurídico básico: esta figura se regula en los arts. 1.507 a 1.520 CC.

7.2 Compraventa a prueba y compraventa ad gustum. Según dispone el art. 1.453 CC “la
venta hecha a calidad de ensayo o prueba de la cosa vendida y la venta de cosas que es
costumbre gustar o probar antes de recibirlas se presumirán siempre hechas bajo condición
suspensiva”. Se observa dos categorías de venta, dependiendo una (la venta a prueba) de la
comprobación por el comprador de las características propias de la cosa; mientras que en la
otra parece depender en exclusiva del propio gusto o agrado encontrado por el comprador en
relación con la cosa objeto de venta (compraventa ad gustum).

7.3 El denominado pacto in diem addictio. Este es un pacto existente desde los tiempos
romanos, en cuya virtud el vendedor se reserva la facultad de considerar ineficaz un contrato
de compraventa, válido y perfecto, si dentro de un determinado plazo (in diem) encontrara
otro comprador que ofreciera mayor precio o condiciones de pago más ventajosas. En tal caso,
el vendedor podrá llevar a cabo la adjudicación (addictio) de la cosa en favor del segundo o
posterior comprador.

7.4 Compraventa de bienes muebles a plazos. La venta a plazos o mediante


fraccionamiento del precio, ha dado lugar a una legislación especial que actualmente se
encuentra regulada por la Ley 28/1.998, de 13 de julio, que deroga la anterior Ley 50/1.965.

7.5 Nuevas modalidades de venta al público. Con la Ley 7/1.996, de 15 de enero, de


Ordenación del Comercio Minorista, se establecen las siguientes modalidades de venta: en
rebajas, de promoción, de saldos, en liquidación, con obsequios, las ofertas de venta directa,
las ventas a distancia, la venta automática, la ambulante y la realizada en pública subasta.
Si bien, ha sufrido modificaciones de importancia en relación con dos aspectos que
conviene retener:
 Respecto de los pagos a acreedores la Ley 3/2.004 establece medidas de lucha contra
la morosidad en las operaciones comerciales.
 En materia de contratos a distancia y para adaptación a Directivas Europeas se
aprueban la Ley 47/2.002 y la Ley 1/2.010, relativas a los servicios en mercado interior.

8. EL CONTRATO DE PERMUTA.
4
Retracto.
Der. Derecho que compete a ciertas personas para quedarse, por el tanto de su precio, con la cosa
vendida a otro.

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8.1 Concepto y caracteres. La permuta es el intercambio de cosa por cosa, como la


compraventa lo es de cosa por dinero. El art. 1.538 CC la define como “la permuta es el
contrato por el cual cada uno de los contratantes se obliga a dar una cosa para recibir otra”.
De lo dicho se establecen las siguientes características:
a) Es un contrato consensual, pues se entiende celebrado desde el momento en que las
partes se han obligado a transmitirse ambas cosas.
b) Es un contrato bilateral, en cuanto genera obligaciones para ambas partes.
c) Es un contrato oneroso, dado que la prestación de cada una de las partes es causa de la
correspondiente contraprestación.
d) Al igual que la compraventa, la permuta es un contrato traslativo de dominio.

8.2 La remisión a las reglas de la compraventa. la regulación de la permuta en el CC es


muy escasa, si bien el art. 1.541 CC dice “… la permuta se regirá por las disposiciones
concernientes a la compraventa”.
Esta remisión debe ser precisada, pues, naturalmente todas las disposiciones de la
compraventa relativas al precio no tienen cabida en la permuta, así como aquellas donde
comprador o vendedor parten de la base de una diferente posición. Si serán aplicables las
reglas relativas a la capacidad de las partes y las disposiciones sobre los requisitos de las cosas
objeto del contrato.

8.3 La permuta de cosa ajena. Al igual que en la compraventa, es posible la permuta de


cosa ajena. En tal caso, el art. 1.539 CC dice “si uno de los contratantes hubiese recibido la cosa
que se le prometió en permuta, y acreditase que no era propia del que la dio, no podrá ser
obligado a entregar la que él ofreció a cambio, y cumplirá con devolver la que recibió”.

8.4 La evicción en la permuta. el art. 1.540 CC establece “el que pierda por evicción la cosa
recibida en permuta podrá optar entre recuperar la que dio a cambio o reclamar la
indemnización de daños y perjuicios; pero solo podrá usar el derecho de recuperar la cosa que
él entregó mientras ésta subsista en poder del otro permutante, y sin perjuicio de los derechos
adquiridos entre sobre ella con buena fe por un tercero”.

8.5 La permuta de solar por inmueble a construir. En la actualidad es frecuente que el


dueño de un solar transmita su propiedad a un constructor para que éste le entregue en el
futuro la propiedad de una determinada superficie construida.
En general, este contrato puede ser calificado como permuta, aunque la jurisprudencia
duda entre éste o un contrato atípico.

TEMA 27º LOS ARRENDAMIENTOS.

1. EL ARRENDAMIENTO: LA REGULACIÓN DEL ARRENDAMIENTO DE COSAS POR EL CC.


El arrendamiento es un contrato que tiene por objeto el disfrute de una cosa, o el
servicio prestado por una persona, a título oneroso.

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1.1 Observaciones generales. El CC, tras dictar unas normas de comunes a todos los
arrendamientos (de cosas, de servicios o de obras), parece ocuparse solo del arrendamiento de
fincas rústicas y urbanas, sin regular los arrendamientos de los demás bienes.
No obstante, dada los términos amplios con los que define el arrendamiento y teniendo
en cuenta que solo se excluyen del arrendamiento “los bienes fungibles que se consumen con
el uso” (art. 1.545 CC) está claro que el resto de bienes muebles no fungibles y los semovientes
podrán ser objeto de arrendamiento. La incorporación de estos bienes al contrato de
arrendamiento debe realizarse con las correspondientes adaptaciones, lo cual en la práctica no
genera demasiados problemas.
El art. 1.453 CC dice “en el arrendamiento de cosas, una de las partes se obliga a dar a la
otra el goce o uso de una cosa por tiempo determinado y precio cierto”. En vista de ello, son
elementos esenciales de este contrato: la cesión del uso o goce de la cosa, el precio cierto y su
duración temporal.
Por lo que, como el arrendamiento es un acto de administración, para ser arrendador solo
se requiere la capacidad general de contratar, no exigiéndose ser dueño de la cosa. Este
principio tiene una excepción: los arrendamientos inscribibles en el Registro de la Propiedad.

1.2 Características generales del arrendamiento. El arrendamiento presenta las siguientes


características:
 No cede el dominio de la cosa, sino su utilidad, entregándose solo la posesión.
 Es un contrato consensual, se perfecciona con el consentimiento de las partes.
 Es un contrato bilateral y oneroso.
 Es un contrato conmutativo, pues el valor de las prestaciones aparece prefijado.
 Se trata de un contrato temporal, de duración más o menos extensa, pero
determinada.

2. CONTENIDO DEL CONTRATO: OBLIGACIONES DEL ARRENDADOR Y ARRENDATARIO.


2.1 Obligaciones del arrendador. Todas las obligaciones impuestas al arrendador se
derivan del principio básico que está obligado a procurar al arrendatario el goce de la cosa
arrendada por todo el tiempo que dure el arrendamiento.
El arrendador está obligado a:
a) Entregar al arrendatario la cosa u objeto del contrato.
b) Conservar la cosa en estado de servir para el uso que la destine y, en consecuencia, a
hacer en ella durante el arrendamiento las reparaciones necesarias.
c) Mantener al arrendatario en el goce pacífico del arrendamiento, no pudiendo variar la
forma de la cosa y respondiendo ante el arrendatario por vicios y defectos que impidan el
normal uso y disfrute de la misma.
d) Abonar al arrendatario los gastos necesarios que éste haya hecho con la cosa.

2.2 Obligaciones del arrendatario. El arrendatario está obligado a:


a) Pagar el precio del arrendamiento en los términos convenidos.
b) Usar la cosa arrendada conforme al uso pactado, y, en defecto de pacto, del que se
deduzca de su naturaleza, tolerando las reparaciones urgentes.
c) Poner en conocimiento del arrendador toda usurpación o daño y la necesidad de
reparaciones.

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d) Responder del deterioro de la cosa, a no ser que pruebe que fue ocasionado sin culpa.
e) Devolver la cosa, al concluir el arrendamiento, tal como la recibió, presuponiéndose
que la recibió en buen estado.

3. EXTINCIÓN DEL ARRENDAMIENTO.


3.1 Causas de extinción. Son causas de extinción:
a) El cumplimiento del tiempo previsto para el contrato, sin necesidad de requerimiento.
Ahora bien, si al terminar el período concertado continua disfrutando de la cosa durante 15
días, se entiende tácita reconducción -es decir, nuevo contrato de arrendamiento por el
tiempo expresado con respecto a las fincas rústicas (art. 1.577 CC) o respecto a las fincas
urbanas (art. 1.581 CC), salvo que haya requerimiento previo.
b) La pérdida de la cosa arrendada.
c) El incumplimiento de una de las partes (art. 1.556 CC).
d) Extinción del derecho del arrendador.

3.2 El desahucio.
Es la facultad que tiene el arrendador, como consecuencia de algunas causas de
extinción del contrato de arrendamiento de bienes inmuebles, para proceder judicialmente
contra el arrendatario a fin de expulsarlo de la finca. Estas causas son:
a) Haber expirado el término de duración del arrendamiento.
b) Falta de pago del precio convenido.
c) Infracción a cualquiera de las condiciones estipuladas en el contrato.
d) Destinar la cosa arrendada a usos o servicios no pactados que la hagan desmerecer.
4. DISPOSICIONES DEL CC RELATIVAS AL ARRENDAMIENTO DE FINCAS RÚSTICAS Y
URBANAS.
4.1 Fincas rústicas. El arrendatario solo tendrá derecho a la rebaja de la renta en caso de
pérdida de más de la mitad de los frutos por caso fortuito, extraordinario e imprevisto (p. ej.
incendio, guerra, terremoto, inundación), no dando lugar a dicha rebaja la esterilidad de la
tierra el caso fortuito ordinario (arts. 1.575 y 1.576 CC).
Si no se fija la duración, se entiende celebrado el contrato por el tiempo necesario para
la recolección de todos los frutos del año o los que pueda dar de una vez, aunque sean en
plazos superiores (art. 1.577 CC).
El arrendatario saliente debe permitir al entrante que se lleve a cabo lo necesario a fin
de que pueda realizar las labores preparatorias del año siguiente, y el arrendatario entrante
permitirá al saliente la recolección y aprovechamiento de los frutos (art. 1.578 CC).

4.2 Fincas urbanas. Si no se ha pactado nada al respecto, se estará a la costumbre del lugar
en relación con las reparaciones que han de ser de cuenta del propietario (art. 1.580 CC).
Si no se estipuló plazo, se entiende hecho el arrendamiento por años, meses o días, según
la forma en que se haya fijado el alquiler (o renta), ya sea éste anual, o mensual o diario (art.
1.581 CC).
Si se arriendan la casa, el almacén o la industria, junto con los muebles, el arrendamiento
de éstos se entiende por el tiempo que dure el arrendamiento de la finca arrendada (art. 1.582
CC).

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5. EL SUBARRIENDO Y LA CESIÓN DEL ARRENDAMIENTO.


El arrendatario puede trasmitir el goce de la cosa, ya sea a través del subarriendo o
mediante la cesión.
El subarriendo supone un nuevo contrato de arrendamiento, y que no altera el
contenido del contrato anterior. El arrendatario podrá subarrendar todo o parte de la cosa
arrendada, salvo que el contrato de arrendamiento se prohíba expresamente (art. 1.550 CC).
Aunque no existe una relación entre arrendador y el subarrendatario, en los arts. 1.551 y
1.552 CC se establece una acción directa a favor del arrendador contra el subarrendatario para
reclamarle:
 De una parte, que el uso y conservación se lleve a efecto por el subarrendatario en la
forma pactada entre arrendador y arrendatario
 Y de otra parte, lo que el arrendatario le debe por razón de la renta del subarriendo.
En la cesión del arrendamiento hay una sucesión en la titularidad del contrato: el
cesionario se subroga en la posición del arrendatario asumiendo hacia el arrendador las
obligaciones del cedente. En este caso, es necesario el consentimiento del arrendador.

6. EL ARRENDAMIENTO O CONTRATO DE SERVICIOS: CONCEPTO Y CARACTERES; LA


REGULACIÓN LEGAL; LA PRESTACIÓN DE SERVICIOS CORRESPONDIENTES A LAS
PROFESIONES LIBERALES.
6.1 Concepto y caracteres. Según el art. 1.544 “en el arrendamiento de obras o servicios,
una de las partes se obliga a ejecutar una obra o a prestar a la otra un servicio por precio
cierto”. Este tipo contractual tiene las siguientes notas características:
a) Es un contrato consensual, se perfecciona con la prestación del consentimiento de las
partes.
b) Es un contrato bilateral y oneroso.
c) Es un contrato temporal, aunque su duración pueda ser indefinida. Si bien, el art. 1.583
CC dice que “el arrendamiento hecho por toda la vida es nulo”.

6.2 La regulación legal. Excluido el artículo citado anteriormente, la regulación del contrato
de prestación de servicios es inexistente en el CC.

6.3 La prestación de servicios correspondientes a las profesiones liberales. El campo


propio de acción del contrato de prestación de servicios corresponde al desempeño de las
prestaciones propias de los llamados “profesiones liberales” (médicos, economistas, abogados,
etc.). En estos casos el contrato se regirá por las normas de Dº Civil cuando el servicio no se
preste a las condiciones de harían de él un contrato laboral.

TEMA 28º. LOS ARRENDAMIENTOS RÚSTICOS. (NO ENTRA)


1. LA LEY DE ARRENDAMIENTOS RÚSTICOS: ÁMBITO DE APLICACIÓN Y PRINCIPIOS BÁSICOS DE LA LEY; REGLAS SOBRE
CAPACIDAD DE LAS PARTES.
La Ley 49/2.003, de 26 de noviembre, de Arrendamientos Rústicos se aplica “en todo el territorio nacional, sin perjuicio de
la normativa de aplicación preferente que dicten las CCAA con competencia en materia de derecho civil, foral o especial” (DF 2ª).
En el art. 1.1 de la Ley se establece el denominado ámbito objetivo, estableciendo que “se considerarán arrendamientos
rústicos aquellos contratos mediante los cuales se ceden temporalmente una o varias fincas, o parte de ellas, para su
aprovechamiento agrícola, ganadero o forestal a cambio de un precio o renta”.
En los arts. 5, 6 y 7 se establecen los arrendamientos que quedan exceptuados de la aplicación de la Ley.

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2. RÉGIMEN JURÍDICO DE LOS ARRENDAMIENTOS RÚSTICOS.


2.1 La renta o precio del arrendamiento. Se regula en el capítulo V (arts. 13 al 16) Ley 49/2.003, exigiendo la contemplación
de los siguientes apartados:
a) Reglas generales.
En principio, la renta será la que estipulen libremente las partes y deberá fijarse en dinero. Si se fija en especie, cualquiera
de las partes podrá pedir que se convierta en dinero a tenor del índice de precios de productos agrícolas establecido por el
Ministerio de Agricultura. La renta se pagará por años o con arreglo a las costumbres del lugar.
Queda prohibido el pago anticipado de rentas por más de un año, pudiendo reclamar el arrendatario el duplo de las
cantidades indebidamente anticipadas si demostrase que el arrendador obró de mala fe.
El lugar del pago será en la morada o casa del arrendatario.
b) Actualización.
Las partes podrán actualizar la renta para cada anualidad por referencia al último índice anual de precios agrícolas.
c) Revisión.
Transcurrido el primer año de vigencia de contrato, cualquiera de las partes podrá pedir la revisión de la renta.
d) Reducción.
Procederá la reducción o incluso la exoneración de la renta cuando por caso fortuito o fuerza mayor, y tratándose de
riesgos no asegurables, se perdiere antes de terminar las operaciones de recolección más de la mitad de los productos que
ordinariamente produzca la finca.
2.2 Gastos y mejoras. Al arrendador le corresponde las mejoras o inversiones que hayan de realizarse para conservar la
finca; si no las hiciese, el arrendatario podrá exigirlo judicialmente, reducir la renta en proporción a la reducción de la finca o
realizarlas por su cuenta pudiendo reintegrarse mediante compensación. Si bien, el arrendador no estará obligado a realizar los
gastos necesarios cuando por fuerza mayor sufra daños cuya reparación supere a una anualidad de renta.
2.3 Duración del contrato. Según el art. 12 Ley 49/2.003 tendrán una duración mínima de 5 años, considerándose nulos los
contratos con duración menor.
2.4 Modificación subjetiva del contrato.
2.5 Tanteos y retractos.
2.6 Extinción del contrato.

3. LOS ARRENDAMIENTOS RÚSTICOS HISTÓRICOS.

4. LA APARCERÍA AGRARIA.
TEMA 29º LOS ARRENDAMIENTOS URBANOS. (SOLO LEY 1.994)

1. EL TEXTO REFUNDIDO DE LA LEY DE ARRENDAMIENTOS URBANOS APROBADO EN


1.964: RÉGIMEN JURÍDICO. (Derogada)

2. NOTAS FUNDAMENTALES DE LA LEY DE ARRENDAMIENTOS URBANOS DE 1.994:


DIVERSIDAD DE RÉGIMEN JURÍDICO: ARRENDAMIENTO DE VIVIENDA Y PARA USO
DISTINTO DEL DE VIVIENDA; DELIMITACIÓN.
2.1 Diversidad de régimen jurídico: arrendamiento de vivienda y para uso distinto del de
vivienda.
2.2 Delimitación del arrendamiento de vivienda.
3. LOS ARRENDAMIENTOS DE VIVIENDA: DURACIÓN DEL CONTRATO; RENTA;
CONTENIDO DEL CONTRATO; TERMINACIÓN DEL CONTRATO.
3.1 La duración del contrato.
3.2 La Renta.
3.3 Contenido del contrato: derechos y obligaciones de las partes.
3.4 La terminación del contrato.
4. LOS RESTANTES ARRENDAMIENTOS URBANOS.
5. REFERENCIA A LAS DISPOSICIONES TRANSITORIAS.

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TEMA 30º EL CONTRATO DE OBRA.

1. CONCEPTO Y CARACTERES: EL CONTRATO DE OBRA EN EL CC; LA LEY DE ORDENACIÓN


DE LA EDIFICACIÓN.
1.1 El contrato de obra en el CC. El contrato de obra se regula en los arts. 1.588 a 1.600
CC. Según el CC se trata de una subespecie de arrendamiento, si bien la doctrina trata de evitar
esta calificación denominándolo contrato de obra, contrato de empresa…
El contrato de obra de puede definir como aquel en cuya virtud una persona, contratista,
se obliga a ejecutar una obra en beneficio de otra, comitente, que habrá de pagar por ella un
precio cierto.
La nota característica básica o principal de este contrato es que la obligación del deudor
no consiste en el trabajo o el servicio en sí mismo considerado, sino en el resultado del trabajo:
la obra. Por tanto, el contratista queda sometido a una obligación de resultado. Otras
características son que se trata de un contrato consensual, oneroso, sinalagmático 5, de carácter
conmutativo y de forma libre.

1.2 La Ley de Ordenación en la Edificación. Tras la aprobación de la Ley 38/1.999 de


Ordenación en la Edificación (LOE, en adelante), el contrato de servicios sigue regulado por el
CC, mientras los contratos de obra inmobiliaria que se acometan con posterioridad a su
entrada en vigor se regirán por lo dispuesto en ella.

2. EL OBJETO DEL CONTRATO: LA OBRA Y EL PRECIO.


2.1 La obra. En general, la obra objeto del contrato debe reunir los requisitos propios de
cualquier prestación: posible, lícita y determinada. En relación con este último requisito, la
obra ha de determinarse de algún modo, bien con relación al plano o diseño, o bien con
indicación de las circunstancias que la especifiquen, aunque la determinación quede
postergada a un momento posterior.
La ejecución de la obra puede contratarse solo con el trabajo o su industria, o también
con el suministro de materiales, como se establece en el art. 1.588 CC.

2.2 El precio. Dice el art. 1.544 CC el contratista “se obliga a ejecutar una obra… por precio
cierto”. Así pues, para el contratista el objeto fundamental del contrato es la obtención de un
precio. De igual forma, el art. 1.592 CC establece que “el que se obliga a hacer una obra por
piezas o por medidas puede exigir del dueño que la reciba por partes y que la pague en
proporción”. Por tanto el precio puede ser:
a) Un precio o ajusta alzado por la ejecución completa de la obra. El precio por unidades
se regirá según lo dispuesto en las reglas generales sobre las obligaciones divisibles.
b) Un precio por unidades o por “certificaciones de obra”, que suele ser muy frecuente,
estableciéndose pagos parciales. Su regulación se establece en el art. 1.593 CC, y como nota
característica, el contratista no puede pedir aumento del precio, salvo que se produzca una
modificación en el plano que produzca aumento de la obra, siempre que lo autorice el

5
Sinalagmático.
Bilateral, doble.

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propietario. Por tanto, cualquier encarecimiento de los materiales o la mano de obra deberán
ser soportados por el contratista (salvo la cláusula rebus sic stantibus).
Cabe mencionar que, obviamente, estas son normas generales, que pueden quedar sin
efecto por la aplicación de pactos convencionales entre las partes.

3. POSICIÓN DEL CONTRATISTA Y DEL COMITENTE.


3.1 La ejecución de la obra. La principal obligación del contratista consiste en la ejecución
de la obra de acuerdo con los usos de su actividad o profesión (lex artis), en el tiempo y las
condiciones pactadas. Como norma general, el encargo de obras suele realizarse conforme a un
plano; en tales casos, la obra debe realizarse conforme a él, si bien el comitente puede
reservarse en el contrato la facultad de modificarlo dentro de ciertos límites.
3.2 La acción directa de trabajadores y suministradores. El hecho de que el contratista
pueda subcontratar a terceras personas, hace que el art. 1.597 CC prevea una acción directa:
“los que ponen su trabajo y materiales en una obra ajustada alzadamente por el contratista no
tienen acción directa contra el dueño de ella sino hasta la cantidad que éste adeude a aquél
cuando se hace la reclamación”.
Por tanto, se establece como límite en la acción directa la cantidad que el comitente
adeude al contratista, pues si éste ha pagado no da lugar a la acción directa. Igualmente
reseñar que la acción directa solo tiene cabida para las obras a precio alzado.
3.3 El derecho de retención. El art. 1.600 CC dice que “el que ha ejecutado una obra en
cosa mueble tiene el derecho a retenerla en prenda hasta que se le pague”.
3.4 El carácter preferente del crédito del contratista. Remisión a las reglas de prelación de
créditos.
3.5 La responsabilidad del contratista. En términos generales, la obra se realiza a riesgo
del contratista, pues es el que debe responder por la pérdida de la cosa, al tiempo que el
comitente no tiene que pagarle el precio convenido. No obstante, cabe diferenciar, en este
sentido, entre el contrato de obra simple y el contrato de obra con suministro de materiales:
a)En el último supuesto, según el art. 1.589 CC, el contratista debe sufrir la pérdida de la
cosa, salvo si hubiese morosidad en recibirla por parte del comitente.
b)En el caso de contrato de obra simple, el art. 1.590 CC dispone que el contratista no
puede reclamar ningún estipendio si se destruye la obra antes de haber sido entregada, a no
ser que haya sufrido morosidad para recibirla o que la destrucción haya provenido de la mala
calidad de los materiales, con tal que antes hubiera sido advertido esta circunstancia al
comitente.
De igual forma cabe mencionar el art. 1.596 CC que establece que “el contratista es
responsable del trabajo ejecutado por las personas que ocupare en la obra”.
3.6 Posición del comitente. La principal obligación del comitente consiste naturalmente en
el pago del precio convenido. A tal efecto, dispone el art. 1.599 CC que “si no hubiere pacto o
costumbre en contrario, el precio de la obra deberá pagarse al hacerse la entrega”.
El comitente tiene la obligación de recibir la obra una vez que ésta haya sido
completamente ejecutada y, en los términos convenidos. Si bien, esto no significa que el
comitente deje de realizar las oportunas averiguaciones y comprobaciones de conformidad.

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Por ello, en ocasiones, se establece convencionalmente la existencia de una recepción


provisional, seguida de la recepción definitiva.

4. LA RESPONSABILIDAD POR RUINA: EL ART. 1.591 CC.


Entregada y recepcionada la obra, el contratista ha cumplido con su obligación, cesando
generalmente su responsabilidad. Pero cuando se trata de construcción de edificios, es preciso
proteger al comitente de aquellos vicios que se manifiestan a largo plazo producidos por la
impericia de contratista.
El arquitecto y el contratista de un edificio responden de los daños y perjuicios causados
por su ruina, si ésta tuviese lugar en el plazo de diez años, por vicios debidos a su respectiva
actividad o profesión. En el caso del contratista, se alargaría esta responsabilidad a los quince
años, si la ruina se debe a no haber cumplido las condiciones del contrato.
El art. 1.591 CC es el reflejo de la multitud de problemas que han existido en la materia, y
de las posiciones doctrinales y sentencias habidas al respecto.
4.1 Concepto de ruina: ruina propia y ruina funcional. Afirma el art. 1.591 CC que el
contratista y arquitecto responden cuando un edificio “se arruinase” por vicios en la
construcción y vicio del suelo o de la dirección técnica.
Propiamente hablado la ruina es la destrucción, desplome o desmoronamiento del
edificio. Sin embargo el TS, con buen criterio, incorpora la denominada “ruina funcional”, que
permite la exigencia de responsabilidad en todos aquellos supuestos en que los defectos de
construcción supongan que la edificación sea parcialmente inservible, inadecuada o
inhabitable.
4.2 Las personas responsables. El art. 1.591 CC declara responsables solamente al
contratista y al arquitecto. Sin embargo, la jurisprudencia realiza una interpretación más
extensiva del precepto, y así, además de éstos, pueden resultar igualmente responsables los
aparejadores o arquitectos técnicos, ingenieros y los promotores inmobiliarios.
4.3 El carácter solidario de la responsabilidad. El art. 1.591 CC es claro, el contratista
responde por los vicios de la construcción y el arquitecto de los vicios del suelo y de la
dirección. Esta cuestión, en principio muy clara, en la práctica es más complicada debido a que
muy raramente puede determinarse una responsabilidad individualizada de los distintos
participantes en la actividad inmobiliaria. Por tanto, la continua jurisprudencia suele
pronunciarse estableciendo una responsabilidad de carácter solidario.
4.4 Plazos de ejercicio. Los plazos que establece el art. 1.591 CC, diez y quince años, no
deben entenderse como plazos de prescripción, ni caducidad, sino como plazos de garantía.

5. LAS RESPONSABILIDADES EN LA CONSTRUCCIÓN EN LA LEY DE ORDENACIÓN DE LA


EDIFICACIÓN.
La LOE replantea, en gran medida, el tema de la responsabilidad por ruina en los
edificios. Esta ley, aún cuando en su exposición de motivos se establezca que se alinea en el
movimiento de defensa y protección de los consumidores, lo cierto es que, surge tras la
presión que ejercen los profesionales de la construcción por la aplicación de la interpretación
jurisprudencial extensiva de la “ruina funcional” y los amplios márgenes de los plazos de
prescripción.

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5.1 La diversificación de los vicios constructivos. El art. 17.1 LOE diversifica los posibles
vicios o defectos en tres categorías:
a) Vicios estructurales: serían los más graves, por afectar a elementos estructurales del
edificio y, en consecuencia, comprometer su propia estabilidad.
b) Vicios constructivos: originados por deficiencias graves que, sin afectar a la seguridad y
estabilidad del edificio, atentan a elementos constructivos relativos a la propia habitabilidad
del mismo. En tal sentido, los vicios constructivos serían determinantes de una profunda
insatisfacción por parte de los adquirientes del edificio.
c) Vicios de acabado: estos son defectos relativos a los elementos de terminación o
acabado, de fácil detección por personas que no sean expertas en la construcción.
5.2 Los plazos de garantía y prescripción. En correspondencia con la naturaleza y carácter
de los vicios o defectos antes mencionados, la LOE determina los siguientes plazos dentro de
los cuales ha de manifestarse o producirse los daños:
a) Vicios estructurales: diez años.
b) Vicios constructivos: tres años.
c) Vicios o defectos de acabado: un año.
Tales plazos, en principio, deben considerarse como plazos de garantía, conforme a lo
establecido en el art. 1.591 CC.
El art. 18.1 LOE establece que la acciones para exigir la responsabilidad prevista en el
artículo anterior prescribirán a los dos años a contar desde que se produzcan los daños, no
desde que los daños aparezcan o sean conocidos o identificables.
No obstante, se establece que estas normas regirán sin perjuicio de las posibles
responsabilidades contractuales, por lo que habrá de entender que sigue rigiendo el plazo
general de prescripción quindenial establecido en el art. 1.964 CC.
5.3 Otros aspectos. Hay que reseñar que la LOE establece la instauración de un sistema de
seguros, a celebrar por los constructores que, al menos, han de garantizar durante el
correspondiente los vicios estructurales (art. 19).

6. EXTINCIÓN DEL CONTRATO DE OBRA.


A las causas generales de extinción de las obligaciones, el CC añade las siguientes para
este tipo de contrato.
6.1 El desistimiento unilateral del comitente. Según el art. 1.594 CC “el dueño puede
desistir, por su sola voluntad, de la construcción de la obra aunque se haya empezado,
indemnizando al contratista de todos sus gastos, trabajo y utilidad que pudiera obtener de
ella”.
El comitente puede desistir el contrato de forma unilateral, sin alegar causa alguna, por
su simple voluntad, aunque, en aplicación del art. 1.256 CC la jurisprudencia resalta la
necesidad de aplicar restrictivamente el art. 1.594 CC.
En cuanto a la indemnización, la inclusión de la “utilidad que pudiera obtener de ella”,
según la jurisprudencia, se refiere al beneficio industrial que podría obtener el contratista
sobre el total de la obra realizada, el cual, salvo pacto en contrario, será el 15% de la totalidad
de la obra contratada.

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6.2 La muerte del contratista. Es natural que la muerte del contratista determine la
extinción del contrato si la obligación de hacer tenía carácter personalísimo. En esto términos
se expresa el art. 1.595 CC: “cuando se ha encargado cierta obra a una persona por razón de
sus cualidades personales, el contrato se rescinde por la muerte de esta persona”.
6.3 La imposibilidad sobrevenida de la ejecución. El último párrafo del art. 1.595 CC
establece que se produce la extinción del contrato si el contratista no puede concluir la obra
“por alguna causa independiente de su voluntad”. Existe poca jurisprudencia, principalmente
por su imprecisión; no obstante, debe de tratarse de causas fortuitas que resulten insuperables
por el contratista, pese haber observado la diligencia exigible en el cumplimiento de la
obligación que pesaba sobre él.
En estos casos el contratista habrá de ser indemnizado.

TEMA 31º EL CONTRATO DE SOCIEDAD.

1. CONCEPTO Y NOTAS ESENCIALES DE LA SOCIEDAD.


1.1 Concepto. En un sentido amplio, la sociedad comprende toda agrupación humana,
voluntaria o necesaria, de interés público o de utilidad privada, de tendencia altruista o de fin
lucrativo. En un ámbito más restringido, que es el que interesa al contrato de sociedad, se
identifica con el pacto que crea una entidad formada por los interesados y que, mediante el
desempeño de una actividad de carácter económico, persigue un fin con ánimo de lucro. Según
el art. 1.665 CC “la sociedad es un contrato por el cual dos o más personas se obligan a poner
en común dinero, bienes o industria, con ánimo de partir entre sí las ganancias”.
1.2 Notas esenciales. Del art. 1.665 CC pueden deducirse las siguientes notas
características de la sociedad:
a) La construcción de un fondo común con las aportaciones de los socios. La aportación
puede consistir en cosas materiales o trabajo del socio.
b) El fin de obtener un lucro repartible entre todos los socios.

2. CARACTERES DEL CONTRATO DE SOCIEDAD.


Al contrato de sociedad se le atribuyen los siguientes caracteres:
a) Es un contrato consensual, en cuanto se perfecciona con el mero consentimiento.
b) Es un contrato bilateral o plurilateral, que da origen a derechos y obligaciones
recíprocos. En el contrato de sociedad no nos encontramos dos partes contrapuestas, sino dos
o más partes con intereses afines.
c) Es un contrato oneroso y conmutativo, pues todas las partes han de aportar algo.
d) Es un contrato preparatorio, en el sentido que tiene por objeto crear una entidad
destinada a celebrar otros contratos.

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e) Es un contrato de tracto y ejecución sucesiva, porque no se agota ni consume por el


cumplimiento, sino que está destinado a desplegar efectos reiterados.
f) Es un contrato de confianza, por lo que el art. 1.696 CC establece que cada socio puede
asociarse un tercero en su parte, pero el asociado no ingresará en la sociedad sin el
consentimiento unánime de los socios.

3. LA PERSONALIDAD JURÍDICA DE LAS SOCIEDADES CIVILES.


El art. 35 CC otorga personalidad jurídica a las sociedades civiles. Si bien, el art. 1.669 CC
establece que “no tendrán personalidad jurídica las sociedades cuyos pactos se mantengan
secretos entre los socios, y en que cada uno de éstos contrate en su propio nombre con los
terceros…”.

4. CLASES DE SOCIEDADES.
4.1 Sociedades civiles y sociedades de comercio. La diferencia entre ambas radica, según
el art. 1.670 CC, en el objeto a que se consagren. Así si la finalidad de la sociedad es la
industria, el comercio, será sociedad mercantil y se le aplicará las reglas del Código de
Comercio. Si el fin de la sociedad no consiste en actos de comercio, sino de otra índole, será
sociedad civil.
Además de esta diferenciación básica existe un gran compendio legislativo en la materia,
y diferentes tipos de sociedades. No obstante, debe quedar claro que en las sociedades civiles
los socios responden ilimitadamente, con todo su patrimonio, aunque de forma
mancomunada, de acuerdo con el art. 1.698 CC.
4.2 Sociedades civiles universales y sociedades civiles particulares. En atención a las
aportaciones de los socios, las sociedades civiles pueden ser universales o particulares. Según
el art. 1.672 CC las sociedades civiles universales pueden ser de todos los bienes presentes o
de todas las ganancias; es decir los socios ponen en común todos los bienes y las ganancias que
adquieran con ellos. Por otro lado, la sociedad civil particular es la que únicamente tiene por
objeto cosas determinadas, su uso o sus frutos (art. 1.678 CC).

5. CONTENIDO DEL CONTRATO DE SOCIEDAD: RELACIONES JURÍDICAS INTERNAS; ADMINISTRACIÓN DE LA


SOCIEDAD; RELACIONES JURÍDICAS EXTERNAS. (NO ENTRA)

5.1 Relaciones jurídicas internas. Los derechos y obligaciones que nacen entre los socios y la sociedad son:
a) Aportaciones de los socios: cada socio es deudor de la sociedad de lo que ha prometido aportar a ella.
b) La distribución de ganancias y pérdidas: estas se repartirán conforme a lo pactado, siendo válido confiar a
un tercero tal distribución. A falta de pacto, tal reparto ser realizará de forma proporcional a lo que cada socio haya
aportado, y el socio que fuere solo de industria tendrá una parte igual a la del socio que menos haya aportado.
c) Resarcimiento de gastos e indemnización de perjuicios: la sociedad responde a todo socio de lo que haya
desembolsado por ella, así como de las obligaciones que con buena fe haya contraído. Los socios responden a la
sociedad de los daños y perjuicios que ésta haya sufrido por culpa de los mismos.

5.2 La administración de la sociedad. Los propios socios pueden pactar quién ha de llevar la administración.
En tal caso:
a) Si en el contrato social se nombra administrador a un socio, éste puede ejercer todos los poderes
administrativos, incluso con la oposición de los demás socios, su poder es irrevocable sin causa legítima.
b) Si el poder se otorga posteriormente al contrato social, puede ser revocado en cualquier momento.
c) Si se nombra a dos o más socios sin concretar las funciones de cada uno, estos pueden ejercer los actos
administrativos separadamente, pero cualquiera de ellos puede oponerse a las operaciones de los demás.

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d) Si se nombra a varios estipulando que todos han de funcionar mancomunadamente, solo podría actuar sin
el concurso de todos cuando exista peligro inminente de un daño grave o irreparable a la sociedad.
Cuando no se haya estipulado nada, todos los socios se considerarán apoderados, rigiéndose la
administración del mismo modo que el punto c).

5.3 Relaciones jurídicas externas. Estas suscitan un doble problema:


a) La responsabilidad de la sociedad por las deudas sociales. En tal caso, para que la sociedad quede obligada
frente a terceros por los actos de uno de los socios se requiere:
a. Que el socio haya obrado con carácter de tal.
b. Que tenga poder para obligarla.
c. Que obre dentro de los límites que le señala el poder o mandato.
b) La responsabilidad de los socios por las deudas sociales. Declara el socio que los socios no quedan
obligados solidariamente por las deudas sociales, por lo que hay que entender que su responsabilidad es
mancomunada y en relación a su cuota o participación en la sociedad.
Esta responsabilidad es ilimitada pues, salvo pacto en contrario, deberán responder con todo su patrimonio.
Por tanto, se trata de una responsabilidad subsidiaria, ilimitada y mancomunada.

6. DISOLUCIÓN Y LIQUIDACIÓN DE LA SOCIEDAD. (NO ENTRA)


6.1 Causas de extinción o disolución de la sociedad. La sociedad habrá de resolverse o se extinguirá por las
siguientes causas:
a) Causas dependientes de la voluntad de los socios:
a. Cuando expire el plazo por el que fueron constituidas.
b. Cuando se termina el negocio o asunto que sirve de objeto social.
c. Por la voluntad o renuncia de los socios.
b) Causas independientes de la voluntad de los socios:
a. Por pérdida de la cosa que sirve de objeto a la sociedad.
b. Por imposibilidad de que un socio realice la aportación debida.
c. Por muerte de cualquiera de los socios.

6.2 La liquidación y división del haber social. La extinción conlleva la necesidad de liquidación de la sociedad,
no extinguiendo su personalidad hasta que no se concluya la liquidación. El CC remite a las reglas de la herencia para
establecer la división del haber social.

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TEMA 32º EL MANDATO.

1. EL CONTRATO DE MANDATO: CONCEPTO Y CARACTERES.


1.1 Concepto. Según establece el art. 1.709 CC “por el contrato de mandato se obliga una
persona (mandatario) a prestar algún servicio o a hacer alguna cosa por cuenta o encargo de
otra (mandante)”.
Esta definición es insuficiente pues el contrato de arrendamiento puede encajar en él.
Bajo el sistema romano, la nota esencial de este contrato era la gratuidad; sin embargo, con el
CC en la mano este criterio es también insuficiente pues el mandato puede ser remunerado.
Actualmente, la división entre arrendamiento y mandato está en la naturaleza de las
prestaciones:
- En el arrendamiento de obra y servicios, el arrendador se obliga a ejecutar por sí
mismo una determinada actividad material en beneficio del arrendador.
- El mandatario, en cambio, se obliga a gestionar los intereses del mandante, a través
de la realización de determinados actos jurídicos cuyo contenido acabará recayendo en la
esfera jurídica del mandante.
1.2 Caracteres. Sus caracteres fundamentales son:
a) Es un contrato consensual.
b) Impera el principio de libertad de forma. Puede ser expreso o tácito.
c) El mandado es un contrato naturalmente gratuito. Como bien establece el art.
1.711.1 CC “a falta de pacto en contrario, el mandato se supone gratuito”. Por consiguiente, en
caso de pacto, el mandato puede ser retribuido y convertirse en oneroso.
d) Es un contrato basado en la confianza que el mandante otorga al mandatario.

2. CLASES DE MANDATO.

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Las clasificaciones más relevantes de esta institución son:


2.1 Mandato simple y mandato representativo. En el mandato simple, el mandatario
puede actúa en su propio nombre, aunque lo haga por cuenta de los intereses del mandante;
por tanto, no existe vinculación entre mandante y terceros, los cuales tendrían que acciones
exclusivamente contra el mandatario, sin perjuicio de las que puedan derivar de la propia
relación entre mandante y mandatario.
En el mandato representativo, por el contrario, el mandatario actúa en nombre del
mandante; por lo que es el mandante el que adquiere los derechos y asume las obligaciones de
los actos que el mandatario realiza dentro de los límites del mandato.
No obstante, hay que entender que las figuras del mandato y poder de representación
no coinciden, pues puede existir mandato sin que exista poder de representación (mandato
simple), así como el poder de representación no tiene porqué implicar una relación de
mandato.
2.2 Tipos de mandato conforme a la extensión de las facultades conferidas. La gestión de
los intereses o asuntos encomendados al mandatario dependen de las instrucciones del
mandante, quien puede otorgar al mandato un alcance muy distinto según su situación
personal o patrimonial y la confianza que deposite en el mandatario. En el CC se contemplan
diversos tipos de mandato:
a) Mandato general o especial. El mandato puede ser general o especial. El mandato
general comprende todos los negocios del mandante; mientras en el mandato especial solo
podrá gestionar uno o más negocios determinados (art. 1.712 CC).
b) Mandato concebido en términos generales y mandato expreso. En mandato expresado
en términos generales (no confundir con el mandato general) no comprende más que los actos
de administración. Mientras que para transigir, enajenar, hipotecar o ejecutar cualquier acto de
riguroso dominio se necesita un mandato expreso (art. 1.713 CC).

3. RÉGIMEN BÁSICO DEL CONTRATO DE MANDATO: OBLIGACIONES DEL MANDANTE;


DERECHOS Y OBLIGACIONES DEL MANDATARIO.
3.1 Obligaciones del mandante. El mandante asume la iniciativa del contrato y, en
consecuencia, establecerá las bases y fijará al mandatario cuantas instrucciones y reglas
considere oportunas para la buena gestión de sus asuntos. Sus obligaciones son reducidas,
limitándose a las siguientes:
a) El mandante debe anticipar las cantidades necesarias para la ejecución del mandato, si
el mandatario las pidiere. Si el mandatario las hubiere anticipado, las reembolsará, aunque el
negocio no haya salido bien, con tal de que esté exento de culpa el mandatario (art. 1.728 CC).
b) El mandante está obligado a indemnizar los daños y perjuicios ocasionados al
mandatario por incumplimiento del mandato, siempre que el mandatario no hay incurrido en
culpa o imprudencia en su gestión (art. 1.729 CC).
c) El mandante deberá pagar al mandatario la retribución procedente si así se pacto.
d) En caso de pluralidad de mandantes estarán obligados de forma solidaria frente al
mandatario (art. 1.731 CC).
e) Cuando se trata de un mandato con poder de representación, el mandante debe
cumplir todas las obligaciones que el mandatario haya contraído dentro de los límites del

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mandato; en lo que se exceda el mandatario no quedará obligado el mandante, salvo que lo


hay ratificado expresa o tácitamente (art. 1.727 CC).
3.2 Derechos y obligaciones del mandatario.
- Obligaciones. Las obligaciones fundamentales del mandatario son:
a) Debe ejecutar el mandato de acuerdo con las instrucciones del mandante, teniéndole
informado de su gestión. En ausencia de instrucciones, deberá actuar con la diligencia de un
buen padre de familia (art. 1.719 CC).
b) Está obligado a rendir cuentas al mandante y abonarle cuanto haya recibido en virtud
del mandato (art. 1.720 CC).
c) El mandatario debe de resarcir los daños y perjuicios que, por su gestión o por la falta
de ella, se hayan causado el mandante, ya sea por actuación (u omisión) dolosa o culposa;
siendo está evaluable en los tribunales con mayor o menor rigor, según haya sido el mandato
retribuido o no (art. 1.726 CC).
d) Si un mandante ha nombrado dos o más mandatarios se excluye la responsabilidad
solidaria, si no se ha expresado así (art. 1.723 CC).
e) Cuando el mandatario obra en su propio nombre, queda obligado directamente en
favor de la persona que lo contrató, como si el asunto fuera personal suyo, sin perjuicio de las
acciones entre mandante y mandatario (art. 1.717 CC).
- Derechos y facultades.
a) El mandatario podrá ejercitar el derecho de retención sobre las cosas que son objeto
del mandato, hasta que el mandante le reembolse lo anticipado y proceda la indemnización de
daños y perjuicios, en el caso que proceda (art. 1.730 CC).
b) El mandatario cuenta con la facultad de nombrar sustituto, desligándose de la relación
con el mandante, si éste autorizó la sustitución. La sustitución del mandatario se regula en el
art. 1.721 CC, precepto del cual se pueden extraer las siguientes conclusiones:
a. El mandatario no queda exento de responsabilidad cuando nombre sustituto, si
el mandante no lo autorizó ni lo prohibió.
b. Lo realizado por el sustituto nombrado contra la prohibición del mandante será
nulo. Aunque el mandante tiene la potestad de ratificar dichos actos.
c. Cuando el mandante haya autorizado la sustitución genérica, el mandatario
solo responderá de la actuación del sustituto por él elegido cuando sea
“notoriamente incapaz o insolvente”.

4. EXTINCIÓN DEL MANDATO.


Además de las causas generales que determinan la extinción de las obligaciones
(finalización del tiempo por el que se constituyó, celebración del negocio propuesto,
imposibilidad de realizarlo…) el art. 1.732 CC establece que el mandato se acaba:
a) Por su revocación. Al ser el mandato un contrato basado en la confianza, se explica la
posibilidad de la revocación unilateral por parte del mandante, produciendo efectos desde que
el mandatario la conozca. Los problemas surgen cuando el mandatario realiza negocios con
terceros que ignoran esta revocación, que si conoce el mandatario; en tales casos la revocación
no puede perjudicar a éstas, según el art. 1.734 CC.
b) Por la renuncia del mandatario. La renuncia es una facultad del mandatario, si bien ha
de ponerla en conocimiento del mandante y ha de continuar la gestión hasta que el mandante

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haya podido tomar las medidas necesarias para evitar la interrupción de los asuntos
gestionados.
c) Por muerte del mandante o mandatario. No obstante, lo realizado por el mandatario
ignorando la muerte el mandante, es válido y surtirá efectos.
d) Por incapacitación sobrevenida del mandante.
e) Por concurso o insolvencia de las partes. A la que habrá que añadirse la situación de
ausencia legal.

5. LA MEDIACIÓN O CORRETAJE.
El corretaje es un contrato que tiene por objeto vincular al mediador o corredor en la
realización de los actos necesarios para la conclusión o celebración de un determinado
contrato (compraventa, alquiler…).
La aproximación de esta institución con el mandato es obvia, e incluso anteriormente el
TS consideraba similares a ambas figuras contractuales. Hoy en día, se acentúan los perfiles
propios de la mediación o corretaje:
- No hay coincidencia entre mandato y corretaje. El mando supone la celebración del
contrato entre el tercero y el mandatario que actúa en nombre del mandante o en el suyo
propio gestionando los intereses del mandante. En cambio, en el corretaje, el corredor se limita
a poner en contacto a su principal o cliente con el tercero.
- Tampoco hay que asimilar el corretaje con el contrato de servicios, pues el corredor
asume una obligación de resultado, siendo pacífico que no se lleve retribución alguna si no se
celebra el contrato entre el principal y el tercero.
- El hecho de que el corredor asuma una obligación de resultado, no supone una
semejanza con el contrato de obra, pues no se obliga en sentido estricto a la conclusión del
contrato, ni garantiza su eventual perfección.

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TEMA 33º EL PRÉSTAMO Y EL DEPÓSITO.

1. LOS CONTRATOS DE PRÉSTAMO.


Según el art. 1.740 CC “por el contrato de préstamo, una de las partes entrega a la otra,
o alguna cosa no fungible 6 para que use de ella por cierto tiempo y se la devuelva, en cuyo caso
se llama comodato, o dinero u otra cosa fungible, con condición de devolver otro tanto de la
misma especie y calidad, en cuyo caso conserve simplemente el nombre de préstamo”. Esta
segunda figura recibe también el nombre la denominación de mutuo.
En cuanto a categoría genérica, el préstamo o mutuo es un contrato real, ya que se
perfecciona con la entrega de la cosa, y unilateral, ya que genera efectos obligatorios solo para
una de las partes, el prestatario o quien recibe la cosa del prestamista.
Por tanto, el contrato de préstamo puede ser: comodato o préstamo de uso, o bien
mutuo o préstamo de consumo.

2. EL COMODATO O PRÉSTAMO DE USO.


2.1 Noción general. es el contrato por el cual una persona (comodante) entrega
gratuitamente a otra (comodatario) una cosa no fungible para que ella la use durante cierto
tiempo, con la obligación de devolver la misma cosa recibida.
La nota de la gratuidad es esencial en el comodato, pues si interviniere precio alguno se
estaría ante un contrato de arrendamiento.

6
Artículo 337 CC.
Los bienes muebles son fungibles o no fungibles.
A la primera especie pertenecen aquellos de que no puede hacerse el uso adecuado a su naturaleza sin
que se consuman; a la segunda especie corresponden los demás.

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2.2 Derechos y obligaciones del comodatario. El comodatario adquiere únicamente el


simple uso de la cosa, por lo que el comodante conserva la propiedad. Esto conlleva a que se
sustente la duda cuando la cosa sea fructífera; en tal sentido el art. 1.741 CC dice que “ el
comodatario adquiere el uso de la cosa, pero no los frutos”. Según el Sr. Lasarte, una
interpretación correcta sería que el comodatario no adquiere la propiedad de los frutos, si bien
si puede usarlos al igual que la cosa matriz.
a) La obligación de restitución. El comodatario debe devolver la cosa al concluir el uso
para el que se le prestó o una vez terminado el plazo pactado, si bien en caso de urgente
necesidad de ella, el comodante puede reclamarla y el comodatario debe restituirla. En relación
a esta obligación, el comodatario deberá:
I. Satisfacer los gastos ordinarios que sean necesarios para el uso y conservación
de la cosa prestada.
II. Deberá utilizar la cosa de conformidad a su naturaleza y uso.
III. Deberá conservar la cosa con la diligencia de un buen padre de familia.
IV. Deberá restituir la cosa en tiempo, sin que quepa derecho de retención alguno,
debido a la gratuidad del contrato.
b) Deterioro y pérdida de la cosa. En principio, según el art. 1.746 CC “el comodatario no
responde de los deterioros que sobrevengan a la cosa prestada por el solo efecto del uso sin
culpa suya”. Con mayor razón, tampoco responderá el comodatario en los casos en que el
deterioro o pérdida de la cosa tenga lugar a consecuencia del acaecimiento de algún caso
fortuito, salvo en los siguientes:
I. Que destine la cosa a un uso distinto al que se le prestó, o al que deba ser
destinado según la naturaleza o uso de la cosa.
II. Que conserve la cosa más tiempo en su poder que el convenido.
III. Que la cosa hubiese sido tasada a su entrega, salvo que expresamente se
hubiese eximido al comodatario de responsabilidad.
2.3 La posición del comodante. El comodante, como norma general, una vez entregada la
cosa para su uso gratuito, no queda obligado a nada. Indicar que, según el art. 1.751 CC, los
gastos extraordinarios de conservación serán del comodante siempre que el comodatario los
ponga en su conocimiento antes de hacerlos, salvo que sean urgentes. Igualmente, el art. 1.752
CC, establece que el comodante responderá por aquellos daños que sufra el comodatario por
aquellos vicios que sufra la cosa prestada y no se le hubieran comunicado.
2.4 La duración del contrato. Como norma general, será el comodante quien establezca el
plazo, si bien puede ocurrir que este quede indeterminado. En tales casos, el art. 1.750 CC,
establece que “si no se pactó la duración del comodato ni el uso a que había destinarse la cosa
prestada, y éste no resulta determinado por la costumbre de la tierra, puede el comodante
reclamarla a su voluntad”.
2.5 Causas de extinción. El comodato se extingue por las siguientes causas:
a) Por la pérdida de la cosa.
b) Por la reclamación del comodante a la restitución de la cosa.
c) Por transcurso del plazo determinado

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Cabe reseñar que, según el art. 1.742 CC, las obligaciones y derecho del comodato pasan
a los herederos de ambos contrayentes, por tanto, la muerte o declaración de fallecimiento no
extingue el contrato.

3. EL MUTUO O SIMPLE PRÉSTAMO.


3.1 Concepto y características. Según dispone el art. 1.753 CC, se denomina mutuo o
préstamo al contrato por virtud del cual una persona (prestamista o mutuante) entrega a otra
(prestatario o mutuatario) dinero u otra cosa fungible, para que se sirva de ella y devuelva
después otro tanto de la misma especie y calidad.
El contrato de mutuo puede ser gratuito o retribuido, esto es, con pacto de pagar
interés. Como norma general, según el art. 1.755 CC “no se deberán intereses sino cuando
expresamente se hubiesen pactado”.
3.2 Reglas particulares sobre capacidad. Con carácter general, basta que mutuante y
mutuatario, tengan capacidad para contratar. Sin embargo, para los préstamos de dinero, habrá
que estar a las limitaciones que el CC establece para los menores no emancipados.
3.3 La obligación de restitución. En el mutuo, a diferencia del comodato, se transfiere la
propiedad de la cosa prestada, estando el mutuatario obligado únicamente a devolver el
género en la misma cantidad y calidad.
3.4 El préstamo con interés: reglas especiales. El art. 1.756 CC dice que “el prestatario que
ha pagado interés sin estar estipulados, no puede reclamarlos ni imputarlos al capital”. Esto
puede ser explicado por la presunción de un pacto tácito entre las partes.
Cabe destacar en este punto la conocida como Ley Azcárate o Ley de Usura, que prohíbe
los intereses abusivos, considerando nulos los contratos usurarios.
3.5 La duración del contrato. No establece el CC reglas acerca de la duración del mutuo. En
consecuencia, habrá de aplicarse las normas relativas a las obligaciones a plazo (art. 1.125 y ss.
CC). En general, si no se ha fijado plazo, se estará a la voluntad del deudor.

4. EL DEPÓSITO VOLUNTARIO: CONCEPTO, PRESUPUESTOS Y CARACTERÍSTICAS DEL


CONTRATO.
4.1 Concepto y presupuestos. El CC no realiza una definición del depósito voluntario, sino
que se limita a destacar el carácter convencional del mismo en el art. 1.763 CC: “ depósito
voluntario es aquel en que se hace la entrega por la voluntad del depositante”. No obstante, en
el CC se extraen las siguientes notas características en relación a esta figura:
a) La finalidad principal y autónoma del contrato es la obligación de guarda y custodia, lo
que lo diferencia de otros contratos donde la custodia tiene un carácter instrumental o
subordinado a la finalidad económica perseguida (arrendamiento, la prenda…). Esta obligación
de custodia es provisional, debiendo ser restituida la cosa cuando sea pedida o reclamada por
el depositante.
b) El objeto debe ser una cosa ajena, en el sentido de que no debe pertenecer al
depositario. Aunque existen excepciones donde puede existir depósito propio, como en el caso
del depósito judicial.
c) El objeto del depósito debe recaer sobre un bien mueble, corporal, que pueda ser
objeto de aprehensión. Respecto de los bienes inmuebles, la doctrina ha optado por negar su

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admisión como objeto del depósito, aunque el denominado depósito judicial se puede realizar
sobre estos.
Por lo que, en base a todo lo anterior, se puede decir que el depósito es un contrato en
virtud del cual una persona (depositante o deponente) entrega una cosa mueble a otra
(depositario), para que ésta la guarde y se la restituya cuando aquélla se la reclame.
4.2 Características del contrato. Son características fundamentales del depósito:
a) Gratuidad y unilateralidad del contrato. Salvo pacto en contrario, el depósito es un
contrato gratuito y, por tanto unilateral. En el caso de que se establezca una contraprestación o
retribución se devendrá bilateral. No obstante, tradicionalmente la retribución en el depósito
suponía la calificación en otro tipo de contrato, como arrendamiento o préstamo.
b) El carácter real. El contrato de depósito se perfecciona con la entrega de la cosa. Sin
embargo, la doctrina contemporánea suele poner de relieve el carácter consensual del contrato
al destacar que no se puede dejar sin validez a un contrato establecido por voluntad de las
partes aún cuando no se halla realizado la entrega.

5. LOS SUJETOS DEL CONTRATO.


5.1 La capacidad de las partes contratantes. Para poder realizar el contrato de depósito es
necesario que las partes tengan capacidad general para contratar.
a) Falta de capacidad del depositante.
a.Si la incapacidad existía en el momento de la celebración del depósito, la otra
parte queda obligada, quedando la facultad de anular el contrato a los representantes
legales del depositante incapaz.
b.En el caso de que la incapacidad sea sobrevenida tras hacer el depósito el
contrato será válido y eficaz, si bien el problema se dará a la hora de recibir la
devolución, que según el art. 1.764 CC se hará a los que tengan la capacidad para
administrar los bienes y derechos del depositante.
b) Falta de capacidad del depositario.
a. Según el art. 1.765 CC, si el depositario es incapaz en el momento de la
celebración del contrato, se le da al depositante la acción para reclamar la cosa objeto
del depósito, o en su defecto la cantidad en que se hubiere enriquecido el depositario
con la cosa o el precio.
b. La incapacidad sobrevenida no se encuentra regulada en el CC, lo que no le
impide del deber de conservación de la cosa a los representantes legales.

5.2 Pluralidad de los sujetos. El CC si regula la pluralidad de deponentes, por el contrario,


guarda absoluto silencio acerca la pluralidad de depositarios.
a) Constitución conjunta del depósito (pluralidad de depositantes). Según el art. 1.772
CC, se establecen dos conclusiones básicas:
i. La aplicación de las normas de solidaridad en los depósitos indivisibles.
ii. La equiparación entre mancomunidad y divisibilidad.
b) Pluralidad de depositarios. Como se ha dicho anteriormente, nada dice el CC
sobre este asunto, por lo que se estará a lo estipulado convencionalmente.

6. CONTENIDO Y EXTINCIÓN DEL CONTRATO DE DEPÓSITO.

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El carácter unilateral del depósito implica que las obligaciones del depositario tengan
mayor trascendencia que las del depositante.
6.1 Obligaciones del depositario.
a) La obligación de guarda y custodia: es esta la principal obligación y la que caracteriza
este contrato.
b) La obligación de restitución: la cosa depositada debe ser restituida al depositante con
todos sus frutos, productos y accesiones. Cuando se realiza un depósito de dinero se estará a
las obligaciones del mandatario, es decir será también deudor de los intereses, salvo pacto en
contrario. Esta obligación se transmite a los herederos.
c) Momento temporal de la restitución: según el art. 1.775 CC será cuando la reclame el
depositante.
d) El lugar de la restitución: en primera instancia en el lugar pactado y de forma
subsidiaria donde estuviere depositada la cosa. Los gastos de transporte corren a cargo del
depositante, salvo mala fe del depositario.
e) Pérdida de la cosa y subrogación legal: según el art. 1.777 CC el depositario que por
fuerza mayor hubiese perdido la cosa entrega y recibida otra en su lugar, estará obligado a
entregar ésta el depositante.
6.2 Obligaciones a cargo del depositante. Dada la gratuidad de este contrato, es obvio que
el CC no se preocupe de resaltar en precepto alguno la obligación del depositante de satisfacer
al depositario la retribución convenida. La retribución será libremente convenida entre las
partes.
La única obligación que recoge el CC para el depositante es la de sufragar los gastos
realizados por el depositario y, en su caso indemnizarle por los daños o perjuicios sufridos.
6.3 Extinción del contrato. El modo ordinario de extinción del depósito es la entrega o
restitución de la cosa depositada.

7. EL DEPÓSITO IRREGULAR.
Tradicionalmente se ha calificado al depósito irregular como el contrato cuyo objeto
consiste en una determinada cantidad de cosas fungibles, principalmente dinero, que pueden
ser no solo utilizadas, sino incluso consumidas por el depositario.
La nota esencial o característica de este tipo de depósito consiste en la fungibilidad de la
cosa objeto del depósito, lo que permite que el depositario adquiera la propiedad de la misma,
y que la obligación de restitución se convierta en la obligación de entregar al depositante una
misma cantidad de cosas fungibles, su equivalente exacto.
El depósito irregular tipo es el realizado con dinero, lo cual no quiere decir que todo
depósito de dinero sea irregular, sino solo cuando este dinero pierde su individualidad.
Es discutible la admisibilidad del depósito irregular en el CC, pues éste prohíbe al
depositario el uso de la cosa depositada sin permiso del depositante, remitiendo a otras figuras
contractuales (préstamo o comodato) cuanto esto se produce. No obstante, la doctrina
establece que deberá atenderse a la verdadera voluntad de las partes para definir la tipología
contractual. En tal sentido, la jurisprudencia del TS, establece a los “depósitos” a plazo fijo
realizados a entidades bancarias, como figuras contractuales más cercanas al préstamo que al
depósito, debido a la indisponibilidad que tiene el depositante para acceder a la cosa

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depositada. De igual forma, se establece a los ingresos en cuentas bancarias como contratos
autónomos e independientes.

8. EL DEPÓSITO NECESARIO.
Se trata de una modalidad de depósito caracterizada por la existencia de una obligación
de custodia a causa de una situación de hecho sobrevenida y, por consiguiente, nacida con
independencia de la voluntad de las partes.
8.1 Los supuestos clásicos de depósito necesario. Se distinguen tres tipos:
a) Cuando el depósito se hace en cumplimiento de una obligación legal. En tal caso se
regirá por las disposiciones legales de la ley que lo establezca y, en su defecto por el CC.
b) Con ocasión de una calamidad (incendio, ruina, naufragio…), conocido como
“depósito miserable” (arts. 1.781 y 1.782 CC)
c) El que tiene lugar respecto de “los efectos introducidos por los viajeros en las fondas
y mesones”; en este caso el hotelero es el que tiene legalmente la responsabilidad de depositar
la cosa (arts. 1.783 y 1.784 CC).
8.2 El contrato de ingreso en centros asistenciales. Según dispone la doctrina, lo dispuesto
para los hoteleros debe regir para los casos de ingreso de personas en centros asistenciales.

9. EL SECUESTRO CONVENCIONAL Y JUDICIAL.


El denominado secuestro no tiene por finalidad en si misma considerada la custodia o
guarda de la cosa depositada, sino que dicha guarda es sencillamente un medio para evitar la
sustracción o distracción del objeto mientras no se resuelva el litigio existente; por ello la
restitución no se realiza al deponente, sino al vencedor del litigio. Por tanto, a diferencia del
contrato de depósito, el secuestro puede recaer tanto a bienes muebles como a inmuebles
(art. 1.786 CC).
9.1 El secuestro convencional. Según el art. 1.763 CC, dos o más personas, que se crean
con derecho sobre ella, pueden acordar el depósito de una cosa a un tercero, el cual se la
entregará a quien le corresponda.
9.2 El depósito judicial. Según el art. 1.785 CC, es el que tiene lugar cuando se decreta el
embargo o aseguramiento de bienes litigiosos.

10. EL APARCAMIENTO DE VEHÍCULOS.


Tradicionalmente, el contrato de garaje era uno de los supuestos antonomásicos de los
contratos atípicos, debatiéndose si se asemejaba más a un contrato de arrendamiento o bien a
uno de depósito. Si bien, a partir de la aprobación de la Ley 40/2.002, reguladora del contrato
de aparcamiento, se establece como contrato típico.
Ante esto, según el profesor Lasarte, esta figura contractual está más próxima a la de
depósito, debido a la obligación de guarda y custodia.

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TEMA 34º LOS CONTRATOS ALEATORIOS.

1. LA CATEGORÍA GENERAL DE LOS CONTRATOS ALEATORIOS.


En el CC se establece la clasificación de contratos aleatorios, regulando tres modalidades:
el contrato de alimentos, el juego y la apuesta, y la renta vitalicia. No obstante, no son éstos los
únicos contratos aleatorios posibles.
El art. 1.790 CC define al contrato aleatorio al que una de las partes, o ambas
recíprocamente, se obliga a dar o hacer alguna cosa en equivalencia de lo que la otra parte ha
de dar o hacer para el caso de un acontecimiento incierto, o que ha de ocurrir en tiempo
indeterminado.
Tres son los elementos básicos que identifican al contrato aleatorio:
a) La indeterminación inicial del resultado.
b) La independencia definitiva del mismo de circunstancias que lo hacen incierto.
c) La voluntariedad de los interesados en asumir el riesgo.
De igual manera, los contratos aleatorios cuentan con los siguientes rasgos comunes:
a) Es un contrato bilateral, aunque puede devenir en unilateral.
b) Es un contrato oneroso.
c) Es de carácter consensual.

2. EL JUEGO Y LA APUESTA. (NO ENTRA)


2.1 Consideraciones generales. Se trata del supuesto más antiguo de contrato aleatorio, donde el azar decide
no tanto la equivalencia, sino algo más: quién será el deudor y quién el acreedor. Cabe aclarar que lo aplicable para
el juego lo es para la apuesta (art. 1.799 CC). Si bien aclarar que la apuesta no puede ser unilateral.

2.2 Los juegos y apuestas prohibidos. Según el art. 1.798 CC “la ley no concede acción para reclamar lo que se
gana en un juego de suerte, envite o azar; pero el que pierde no puede repetir lo que haya pagado voluntariamente,
a no ser que hubiese mediado dolo, o que fuera menor, o estuviera inhabilitado para administrar sus bienes”

2.3 Los juegos y apuestas no prohibidos. El art. 1.800 CC establece que “no se consideran prohibidos los
juegos que contribuyen al ejercicio del cuerpo, como son los que tienen por objeto adiestrarse en el manejo de las

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armas, las carreras a pie o a caballo, las de carros, el juego de pelota y otros de análoga naturaleza”. El artículo
siguiente establece “el que pierde en un juego o apuesta de los no prohibidos queda obligado civilmente”.

2.4 La Sentencia de la Sala 1º del TS 878/2.008. Esta sentencia declara la ilicitud del juego autorizado en
casinos cuando la propia empresa, incumpliendo la normativa vigente, presta dinero a los jugadores que agotan su
activo líquido disponible.

2.5 La Ley 13/2.011, de regulación del juego. Simple referencia.

3. EL CONTRATO DE RENTA VITALICIA.


3.1 Introducción. Arts. 1.802 a 1.808 CC. El art. 1.802 CC dice “el contrato aleatorio de
renta vitalicia obliga al deudor a pagar una pensión o rédito anual durante la vida de una o
más personas determinadas por un capital en bienes inmuebles o inmuebles, cuyo dominio se
le trasfiere desde luego con cargo a la pensión”.
La finalidad económica de esta figura reside, entre otras de menor importancia, en
proporcionar al perceptor un ingreso fijo periódico a los efectos de subsistencia, aunque
también puede perseguir favorecer a una determinada persona.
3.2 El alea en la renta vitalicia. El componente aleatorio, esencial en esta categoría
contractual, reside en la incertidumbre de la duración de la vida, y por lo tanto la imposibilidad
de conocer apriorísticamente si existirá o no equivalencia entre el capital que se entrega y la
renta que se percibe periódicamente.
Según el art. 1.803 CC, esta “vida contemplada” puede ser la de cualquier persona, si
bien no puede recaer sobre una persona jurídica. Igualmente debe existir “equivalencia del
riesgo”, es decir, en el momento de la constitución ambas partes deben tener igualdad de
posibilidad de pérdida o ganancia; pues podrá declararse nula la renta declarada sobre una
persona muerta o que padezca una enfermedad que llegue a causar su muerte dentro de los
veinte días siguientes (art. 1.804 CC).
3.3 Sujetos. Deben concurrir al menos dos sujetos (art. 1.802 CC).
3.4 Contenido del contrato de renta vitalicia.
a) La entrega del capital. Consistente en la entrega, ya sea en bienes muebles o
inmuebles, material o inmaterial, cuyo domino se transmite al deudor con la carga de la
pensión (art. 1.802 CC).
El acreedor de la renta vitalicia está obligado no solo a la entrega, sino a responder por
evicción y saneamiento.
b) El derecho a la pensión o renta.
I. La pensión: el art. 1.802 CC habla de pensión o rédito, pero no establece que deba
consistir necesariamente en dinero, por lo que puede reputarse en la entrega de cualquier
otro tipo de bienes muebles, o incluso de forma mixta (parte en dinero y parte en bien
mueble). En cualquier caso es imprescindible que sea fija y determinada.
II. La periodicidad de la renta: aunque el art. 1.802 CC hable de renta anual, las partes
tienen total libertad para estipular plazos distintos, incluso el art. 1.806 CC prevé que se
establezcan pagos anticipados. En cualquier caso, debe distinguirse los plazos de
prescripción de los plazos (cinco años) al de la renta (quince años).
III. Satisfacción de la renta: según el art. 1.806 CC, la renta correspondiente al año en
que muere el que al disfruta se pagará en proporción a los días que hubiese vivido. El art.

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1.808 CC dispone que no podrá reclamarse la renta sin justificar la existencia del
beneficiario.
IV. Incumplimiento y aseguramiento de la renta: según el art. 1.805 CC la falta de pago
de la renta vencidas no autoriza al perceptor a exigir el reembolso del capital, solo tendrá
derecho a reclamara judicialmente el pago de las rentas atrasadas y el aseguramiento de
las futuras.

3.5 Nulidad del contrato de renta vitalicia. Además de las causas generales de nulidad, el
art. 1.804 CC contempla un supuesto específico de nulidad: la muerte o enfermedad del
causante.
3.6 La renta vitalicia a título gratuito. Según el art. 1.807 CC “el que constituye a título
gratuito una renta sobre sus bienes puede disponer, al tiempo del otorgamiento, que no estará
sujeta dicha renta a embargo por obligaciones del pensionista”.

4. EL CONTRATO DE ALIMENTOS O VITALICIO.


Según el art. 1.791 CC “por el contrato de alimentos una de las partes se obliga a
proporcionar vivienda, manutención y asistencia de todo tipo a una persona durante su vida, a
cambio de la transmisión de un capital en cualquier clase de bienes y derechos”.
4.1 El nacimiento del vitalicio. SSTS año 1.992 que lo separan de la renta vitalicia y lo
configuraban como un contrato autónomo, innominado y atípico.
4.2 La Ley 41/2.003: caracterización legal del contrato de alimentos.
4.3 Contenido básico del contrato de alimentos.

5. REFERENCIA AL CONTRATO DE SEGURO. (NO ENTRA)


5.1 Los sujetos del contrato de seguro.
5.2 Contenido básico del contrato.
5.3 Documentación y conclusión del contrato.
5.4 Duración del contrato y prescripción.

TEMA 35º LA TRANSACCIÓN Y EL CONVENIO ARBITRAL.

1. CONCEPTO, NATURALEZA Y CARACTERÍSTICAS DE LA TRANSACCIÓN.


1.1 Introducción. Según el art. 1.809 CC, “la transacción es un contrato por el cual las
partes, dando, prometiendo o reteniendo cada una alguna cosa, evitan la provocación de un
pleito o ponen término al que habían comenzado”. En tal sentido, la transacción es un arreglo o
acuerdo que pretende erradicar la intervención judicial.
1.2 Presupuestos de la transacción. La jurisprudencia del TS ha tenido ocasión de resaltar
los presupuesto propios de esta figura contractual:
a) Existencia de controversia entre las partes.
b) Voluntad de las partes de poner fin a la situación de incertidumbre.
c) Reciprocidad de las concesiones acordadas. Es decir que exista un sacrificio para
ambas partes, aunque estos sean dispares.

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1.3 Características de la transacción. Los caracteres son:


a) Es un contrato consensual.
b) Es un contrato bilateral, sinalagmático y, simultáneamente recíproco, en cuanto las
cesiones de una parte encuentran correspondencia en la otra.
c) No exige forma solemne alguna, en virtud del principio de libertad de forma.

2. LA CAPACIDAD EN LA TRANSACCIÓN.
A esto se dedica los arts. 1.810, 1.811 y 1.812 CC. De los que en concurrencia con otros
preceptos del CC, se extraen las siguientes conclusiones:
- La transacción de bienes y derechos de menores de edad o personas sometidas a tutela
requiere autorización judicial.
- Las corporaciones que tengan personalidad jurídica podrán transigir en la forma y con los
requisitos que puedan enajenar sus bienes.
- La transacción realizada por el mandatario necesitará de un mandato expreso.

3. OBJETO DE LA TRANSACCIÓN.
Se excluye de la transacción las materias que afectan al orden público y al interés
general. Igualmente se requiere que la el objeto sea posible, lícito y determinado. Las
renuncias de derechos se entienden solo con los que tienen relación con la disputa sobre la
que ha recaído la transacción.
El art. 1.814 CC establece que no se puede transigir sobre el estado civil de las personas,
ni sobre las cuestiones matrimoniales, si sobre alimentos futuros.

4. NATURALEZA JURÍDICA DE LA TRANSACCIÓN.


Existen dos tesis. Una que declara la transacción como una situación jurídica preexistente
(tesis declarativa), y otra que la presupone como una transmisión de derechos (tesis traslativa).

5. EFECTOS DE LA TRANSACCIÓN.
La naturaleza contractual de la transacción implica la necesidad de distinguir un doble
orden de efectos: los efectos inter partes, y los posibles efectos de la transacción para con los
terceros. En relación a los efectos entre las partes contratantes queda claro en cuanto se
aplican las disposiciones generales de los contratos y particularmente el art. 1.257 CC. En
cambio, cualquier acuerdo transaccional es res inter alios acta7 para con los terceros, salvo que
éstos sean causahabientes de una de las partes o se encuentren unidos con el transigente por
lazos de solidaridad o por el carácter indivisible de la prestación.
5.1 La excepción de cosa juzgada. Dice el art. 1.816 CC que “la transacción tiene para las
partes la autoridad de la cosa juzgada; pero no procederá la vía de apremio sino tratándose del
cumplimiento de la transacción judicial”.
Esto quiere decir que las partes dan por resuelta definitivamente la cuestión, quedando
obligados, y no podrán volver a plantear la cuestión de nuevo. En caso de que una de las partes
acuda a los tribunales buscando un pronunciamiento más favorable, le podrá ser opuesta la

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Res inter alios acta.
Asunto que concierne exclusivamente a las partes implicadas.

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denominada exceptio rei per transactionem finitae, siempre que concurran los requisitos de
identidad y no proceda la impugnación de la transacción.
La jurisprudencia se mantiene en dicho sentido, la celebración de la transacción implica
el absoluto respeto a la nueva situación. Obviamente, esto no significa que no se pueda acudir
a los Tribunales para instar el cumplimiento de lo pactado transaccionalmente, o para solicitar
la ineficacia de ésta.
5.2 Retroactividad de la transacción. Aunque el CC no se exprese al respecto, debe
defenderse que, la transacción tiene efectos retroactivos respecto de los derechos y
obligaciones de los transigentes. No obstante, lo más conveniente sería pronunciarse
expresamente por los transigentes al respecto. Es indiscutible que la eventual retroactividad no
afectaría a terceros.
5.3 La aplicabilidad del art. 1.124. La doctrina ha debatido sobre la posibilidad de instar
judicialmente la resolución del contrato de transacción en caso de incumplimiento de una de
las partes.
La tesis afirmativa se sustenta en la generalidad del art. 1.124 CC, que faculta al eventual
acreedor a instar judicialmente a que el deudor cumpla con su obligación o bien la
indemnización por daños y perjuicios.
En cambio, existe parte de la doctrina que interpreta el art. 1.816 CC como una negación
a recurrir a la vía judicial.
Según el profesor Lasarte, se estima más seguro la aplicabilidad del art. 1.124 CC.

6. LA TRANSACCIÓN JUDICIAL.
El art. 1.816 CC es el único precepto que se refiere a la llamada transacción judicial,
estableciendo que “… no procederá la vía de apremio sino tratándose del cumplimiento de la
transacción judicial”.
6.1 La transacción judicial bajo el imperio de la LEC de 1.881. Careciéndose de definición
legal, la doctrina y jurisprudencia mayoritaria establece que la transacción es siempre
extrajudicial, pero se denomina “judicial” cuando se incorpora o aporta al proceso judicial al
que pone fin. Si bien, esto no supone que el Juez entre a formar parte de la transacción, pues
en tal caso, dejaría de serlo.
6.2 La transacción judicial en la vigente LEC. La publicación de la LEC 1/2.000 no ha
variado nada al respecto.

7. CAUSAS DE INEFICACIA DEL CONTRATO DE TRANSACCIÓN: EL ERROR Y EL DOLO.


La transacción queda sujeta a las reglas generales en materia contractual. Por tanto, será
nula sino se cumplen los requisitos del art. 1.261 CC (consentimiento de los contratantes,
objeto cierto y causa de la obligación). Según el art. 1.817 CC “la transacción en la que
intervenga error, dolo, violencia o falsedad de documentos estará sujeta a lo dispuesto en el
art. 1.265 CC…”, es decir proclama su nulidad.
7.1 El error en la transacción. Según lo vistos anteriormente el error provoca la nulidad, si
bien el art. 1.817 CC continúa “… sin embargo, no podrá una de las partes oponer el error de
hecho a la otra siempre que ésta se haya apartado por la transacción de un pleito comenzado”.

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7.2 El dolo en la transacción. además de lo establecido en el art. 1.817 CC, se pueden


resaltar otros preceptos donde la existencia de dolo puede determinar la nulidad:
- El art. 1.818 CC prevé que el descubrimiento de nuevos documentos solo determinará
la nulidad si hubo mala fe.
- El art. 1.819 CC se refiere a la reticencia dolosa: la ocultación o falta de información al
otro transigente respecto a la existencia de una sentencia firme.

8. CARÁCTER CONTRACTUAL Y TRASCENDENCIA DEL ARBITRAJE.


8.1 Regulación normativa. La regulación del arbitraje, tras quedar sin contenido los arts.
1.820 y 1.821 CC, se establece en la Ley 60/2.003, de 23 de diciembre, de Arbitraje.
8.2 El carácter contractual del arbitraje. Tradicionalmente, se ha considerado que en todo
arbitraje subyace un acuerdo de naturaleza contractual, y en tal sentido se ha pronunciado la
jurisprudencia del TS y del TC, que consideran el arbitraje como un sometimiento enteramente
libre y voluntario consentido por las partes del contrato.
8.3 La importancia del arbitraje.

9. EL CONVENIO ARBITRAL: CONCEPTO; TIPOS DE ARBITRAJE; FORMA DE CELEBRARLO;


CONTENIDO.
9.1 Concepto. Aunque la Ley evita hablar de “contrato de arbitraje”, resulta innegable el
carácter contractual del convenio arbitral. El convenio arbitral constituye un acuerdo de
voluntades de naturaleza contractual cuyo objeto radica en someter cuestiones litigiosas a la
decisión de uno o varios árbitros.
9.2 Tipos de arbitraje. El arbitraje puede ser:
a) A elección de las partes.
b) De Derecho: que ha de ser resuelto y fundamentado atendiendo al conjunto de normas
jurídicas. En tal caso, es natural que los árbitros sean especialistas en Derecho, pues la decisión
arbitral ha de ser motivada.
c) En equidad: en tal caso, los árbitros actuarán “según su saber y entender”. No
obstante, la ley dispone que en el arbitraje de Derecho los árbitros resolverán en equidad.
9.3 Forma de celebración. El art. 9 Ley Arbitraje establece poco rigidez al respecto, pues
basta con la forma escrita o de cualquier soporte que deje constancia del acuerdo.
9.4 Contenido. El contenido mínimo que debe reunir el convenio arbitral para ser
considerado válido y vinculante para las partes es:
a) Voluntad de las partes de someterse al Arbitraje.
b) Determinación de la “relación jurídica” de la que, en su caso, resulten las controversias
o cuestiones litigiosas.
Existiendo tales elementos, las partes han de entenderse sujetas al arbitraje, aunque no
existan en el convenio normas expresas para la designación de árbitros o reglas relativas al
procedimiento arbitral. Por lo que, en caso de pacto convencional al respecto, se estará a lo
establecido en las normas generales de la Ley de Arbitraje, de las que cabe destacar:
- El art. 15 que establece la regulación del nombramiento de árbitros.
- Los arts. 24 y ss. que regulan el procedimiento arbitral.

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10. OBJETO DEL ARBITRAJE.


10.1 La resolución de controversias o cuestiones litigiosas. El objeto propio del arbitraje
consiste en el sometimiento a la decisión de los árbitros de las controversias o cuestiones
litigiosas, surgidas o pueden surgir. Por tanto, resulta indiferente la existencia presente o futura
de la controversia, pues el convenio arbitral surte efectos en ambos casos.
10.2 Ámbito material del arbitraje. Según el art. 2 Ley de Arbitraje, son susceptibles de
arbitraje las controversias sobre materias de libre disposición conforme a derecho.

11. LOS ÁRBITROS.


Estos han de ser personas naturales que se hallen en el pleno ejercicio de sus derechos
civiles, siempre que no se lo impida la legislación a la que puedan estar sometidos en el
ejercicio de su profesión. En caso de ser Arbitraje de Derecho, estos deberán ser juristas.
Normalmente el colegio arbitral está compuesto por tres personas, si bien la única
exigencia legal que hay en cuanto al número de árbitros es que sea impar.
Al margen de la designación directa por los litigantes, la Ley de Arbitraje establece que
las partes podrán encomendar la designación de árbitros a:
a) Corporaciones de Derecho público que puedan desempeñar funciones arbitrales.
b) Asociaciones y entidades sin ánimo de lucro cuyos estatutos prevean el arbitraje.
Los árbitros cuentan con amplias facultades y están únicamente sometidos a cumplir su
encargo, incurriendo en caso contrario en responsabilidad, por lo que deben de contratar un
seguro de responsabilidad civil. Cabe reseñar que, salvo determinados casos, el arbitraje es
retribuido.
12. EFECTOS DEL ARBITRAJE: EL LAUDO.
Una vez terminado el procedimiento arbitral, los árbitros ponen fin a la controversia
mediante el laudo. El laudo es, por tanto, una resolución acordada por los árbitros que, una vez
firme, tiene el mismo valor y eficacia que una sentencia y produce los efectos de cosa juzgada.
El laudo debe reunir los siguientes requisitos:
a) Debe dictarse por escrito, expresando las circunstancias personales de los árbitros, las
partes, la fecha y el lugar donde se dicta.
b) Deberá hacerse constar la cuestión sometida a arbitraje, la relación de pruebas
realizadas, las alegaciones de las partes y, finalmente, la decisión arbitral.
c) El laudo debe ser motivado, salvo que se dicte en términos convenidos por las partes.
d) El laudo debe pronunciarse sobre las costas del arbitraje.
e) El laudo debe ser notificado a las partes.

12.1 La impugnación del laudo. Aunque la ley 60/2.003 de Arbitraje no los contemple
como recursos, el laudo puede ser objeto de anulación o revisión.
a) Acción de anulación del laudo: contra un laudo definitivo se podrá interponer la acción
de nulidad cuando la parte que solicita la anulación alegue y pruebe alguno de los siguientes:
a. Que el convenio arbitral no existe o no es válido.
b. Que no haya sido debidamente notificada de la designación de un árbitro o de las
actuaciones arbitrales o no ha podido, por cualquier otra razón, hacer valer sus derechos
c. Que los árbitros no han resuelto sobre cuestiones no sometidas a su decisión.

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d. Que la designación de árbitros o el procedimiento arbitral no se han ajustado al


acuerdo entre las partes, salvo que dicho acuerdo fuera contrario a una norma
imperativa, o, a falta de acuerdo, que no se han ajustado a la ley.
e. Que los árbitros han resuelto sobre cuestiones no susceptibles de arbitraje.
f. Que el laudo es contrario al orden público.
b) La revisión del laudo: debido a la identidad de cosa juzgada, el art. 43 Ley 60/2.003,
otorga a las partes la posibilidad de entablar recurso de revisión conforme a lo establecido en
la ley procesal para las sentencias judiciales.
12.2 La ejecución del laudo. Una vez dictado el fallo contenido en el laudo puede ser
ejecutado por las partes de forma voluntaria y sin intervención de autoridad jurisdiccional
alguna. En caso de discrepancia o resistencia al cumplimiento, las partes podrán solicitar la
ejecución forzosa ante el Juez de Primera Instancia del lugar donde el laudo hubiese sido
dictado.

13. LA GENERALIZACIÓN DEL ARBITRAJE EN LA LEGISLACIÓN CONTEMPORÁNEA.


En la actualidad, el nuevo clima político y cultural (y, sobre todo, el colapso del sistema
judicial) ha determinado la proliferación de la institución arbitral en numerosas disposiciones
legislativas.

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TEMA 36º LA FIANZA.

1. EL CONTRATO DE FIANZA.
1.1 Ideas generales: fianza subsidiaria y fianza solidaria. La fianza consiste en una garantía
de carácter personal, tendente a asegurar la satisfacción del acreedor de un derecho de
crédito, previniendo el riesgo de insolvencia, total o parcial, del deudor; es decir, de que éste
no pueda cumplir la obligación que le incumbe.
El art. 1.822 CC establece “por la fianza se obliga uno a pagar o cumplir por un tercero,
en el caso de no hacerlo éste”. Se deduce con claridad que para el CC la fianza tiene carácter
subsidiario: el fiador solo habrá de afrontar el pago en caso de que el deudor no lo realice.
Sin embargo, el CC no desconoce la posibilidad de que el deudor principal y fiador
queden obligados en un mismo plano, de forma solidaria. En tal caso, el acreedor, llegado el
momento del pago, podrá reclamarla a cualquiera de ellos o al fiador directamente. En tal
sentido, se expresa el segundo párrafo del art. 1.822 CC “si el fiador se obligare solidariamente
con el deudor principal…”
1.2 Relación de fianza y contrato de fianza. El contrato de fianza es el acuerdo contractual
celebrado entre fiador y acreedor, en cuya virtud aquél asume la obligación de asegurar el
cumplimiento de la obligación del llamado deudor principal, cuyo conocimiento es necesario
para la validez del acuerdo entre fiador y acreedor.
El contrato de fianza no está sometido a regla especial alguna, tan solo se requiere la
capacidad general para obligarse, según se extrae del art. 1.828 CC.
El contrato de fianza debe realizarse sobre una obligación que sea válida, si bien,
también podrán ser objeto del contrato de fianza deudas u obligaciones anulables que no
hayan sido objeto de impugnación.
No obstante, debido a que el contrato de fianza, en si mismo considerado, solo vincula a
acreedor y fiador, la doctrina prefiere hablar de relación de fianza o de fianza a secas, para
referirse al conjunto de relaciones existente entre deudor principal, fiador y acreedor.
1.3 Características del contrato de fianza. La relación de fianza cuenta con los siguientes
caracteres:

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a) Es un contrato de carácter accesorio, en cuanto se celebra en función de una obligación


principal válida cuyo cumplimiento garantiza. Consecuencia de ello es que el límite máximo de
la responsabilidad del fiador viene marcado por la obligación del deudor principal.
b) Es consensual, pues se perfecciona con el mero consentimiento.
c) Puede ser gratuita u onerosa, aunque en la práctica habitual es de carácter gratuita.
Sería onerosa cuando el fiador exija una contraprestación a cambio de la fianza.
d) En caso de fianza gratuita se estaría ante un contrato unilateral, ya que solo genera
obligaciones para el fiador. Sería bilateral si la fianza fuera onerosa. Aunque esto hay que
considerarlo sin perjuicio de la acción de reembolso y de subrogación que el fiador tiene
cuando haya pagad por el deudor.
e) Se suele considerar en abstracto y no causal, al ser la causa del pago independiente de
las relaciones existentes entre los sujetos partícipes.

2. CLASES DE FIANZA.
2.1 Fianza convencional, legal y judicial. El art. 1.823.1 CC establece de forma literal “la
fianza puede ser convencional, legal y judicial”
Es convencional cuando surge de un contrato de fianza convenido espontáneamente
entre fiador y acreedor.
Es legal o judicial cuando, por disposición de la ley o del Juez, una persona ha de
garantizar el cumplimiento de una determinada obligación mediante la intervención de un
fiador.
2.2 Fianza simple y subfianza. Atendiendo al carácter y naturaleza de la obligación
garantizada, se distingue entre fianza simple o doble, en cuyo caso se habla de subfianza. La
primera garantiza la obligación principal, la segunda garantiza una fianza anterior, es decir, la
obligación del fiador.
La existencia de subfianza supone que existe un fiador del fiador. Hay que decir que en la
práctica esta práctica es muy inusual, pues normalmente el acreedor preferirá imponer el
esquema de la fianza solidaria antes que el esquema de la subfianza.
2.3 Fianza indefinida o ilimitada y fianza definida o limitada. Por la extensión con que el
fiador garantiza la obligación principal, la fianza podrá ser indefinida o ilimitada si comprende
la obligación principal más las accesorias; mientras que si la fianza se circunscribe a la
obligación principal o parte de la misma correctamente señalada en pacto o contrato, se estará
ante una fianza definida o limitada.

3. CONTENIDO DEL CONTRATO.


4. LAS RELACIONES ENTRE ACREEDOR Y FIADOR: LOS BENEFICIOS DE EXCUSIÓN Y
DIVISIÓN.
Es la que propiamente se deriva del contrato de fianza. La obligación principal del fiador
consiste en pagar la deuda, en el caso de no hacerlo el deudor y con la extensión que se haya
pactado. La regla general viene marcada por la fianza simple e indefinida.
4.1 El beneficio de excusión en la fianza subsidiaria. En el esquema de la simple fianza, la
obligación del fiador no nace de forma automática, sino que es subsidiaria. En tal sentido el art.

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1.830 CC establece que “el fiador no puede ser compelido a pagar al acreedor sin hacerse antes
excusión de todos los bienes del deudor”.
Con el término excusión se hace alusión a que se debe investigar, explorar o sacar a la luz
todos los bienes del deudor antes de dirigirse contra el fiador. Es decir, el fiador tiene derecho a
eludir el pago mientras no se demuestre la insolvencia del deudor.
No obstante, lo estipulado en el art. 1.830 CC parece confrontar con el art. 1.832 CC que
establece que el fiador debe oponerlo al acreedor cuando éste le requiera el pago, señalándole
bienes del deudor.
4.2 La exclusión del beneficio de excusión. La subsidiariedad que caracteriza la posición
del fiador desaparece en todos aquellos casos que no entra en juego el beneficio de excusión,
pues en tales casos el acreedor puede dirigirse directamente contra el fiador.
Según el art. 1.831 CC no procede la excusión en los siguientes casos:
a) Que el fiador haya renunciado expresamente a ella.
b) Cuando se haya obligado solidariamente a ella (fianza solidaria).
c) En caso de quiebra o concurso del deudor.
d) Cuando el deudor no pueda ser demandado judicialmente en España.
La razón de la eliminación de tal beneficio es fácil de explicar:
- La renuncia del fiador o la constitución de fianza solidaria arroja la misma
consecuencia, puesto que en tal caso la deuda es exigible simultánea, previa o sucesivamente
respecto a la obligación principal.
- Encontrándose el deudor declarado en concurso por imposibilidad de atender sus
obligaciones, es natural que el beneficio de excusión decaiga.
- Razones de orden procesal avalan el punto d).
4.3 El beneficio de división en caso de cofianza. Paralelo al beneficio de excusión el CC
regula el beneficio de división. Según el art. 1.837 CC “siendo varios los fiadores de un mismo
deudor y por una misma deuda, la obligación de responder de ellas se divide entre todos ”. Por
tanto, se establece una obligación mancomunada de los cofiadores, donde el acreedor no
podrá reclamar a cada fiador sino la parte que le corresponda satisfacer, a menos que se haya
estipulado la solidaridad de forma expresa.
El beneficio de división cesa en los mismos casos y por las mismas causas que el de
excusión. En tal caso de exclusión del beneficio de división, cualquier fiador ha de ser
considerado fiador solidario por el íntegro montante de la deuda.

5. LAS RELACIONES ENTRE DEUDOR Y FIADOR.


5.1 La llamada relevación de la fianza. Aun antes de haber pagado, en determinados
supuestos, el fiador puede proceder contra el deudor principal a fin de que éste le releve de la
fianza o le garantice el reembolso. Según el art. 1.843 CC esto supuestos son:
a) Cuando el fiador se ve demandado judicialmente para el pago.
b) En caso de quiebra, concurso o insolvencia del deudor.
c) Cuando el deudor se ha obligado a relevarle de la fianza en un plazo determinado y
éste ha vencido.
d) Cuando la deuda es exigible.

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e) Cuando hubieran transcurrido diez años desde la constitución de la fianza y la


obligación principal no tiene término fijo para su vencimiento, a menos que sea de tal
naturaleza que no pueda extinguirse sino en un plazo mayor del citado.
No obstante, el deudor principal no podrá relevar al fiador por sí mismo, sin contar con
la voluntad concorde del acreedor. Por tanto, estas previsiones del art. 1.843 CC tratan
únicamente de lograr una contragarantía.
5.2 La posición del fiador solvens. Si efectivamente llega a pagar, el fiador tiene derecho a
reclamar al deudor el reintegro de lo efectivamente pagado. A tal efecto, el CC establece dos
vías diversas:
a) La acción de reintegro o reembolso: dispuesta en el art. 1.838 CC “el fiador que paga
por el deudor debe ser indemnizado por éste”. Esta indemnización comprende:
- La cantidad total de la deuda.
- Los intereses legales desde que se ha hecho saber el pago al deudor.
- Los gastos ocasionados al fiador después de poner en conocimiento del deudor el pago.
- Los daños y perjuicios que procedan.
b) La subrogación legal: en virtud de ella, conforme a las reglas generales, el fiador se
convierte en acreedor del deudor, facultad que se establece en el art. 1.839 CC. Si bien, en este
caso, el fiador no puede pedir al deudor más de lo que realmente haya pagado.
5.3 El resarcimiento del fiador solvens. La coexistencia de dos acciones plantea la
incógnita de saber cuál es la que se considera preferente. El CC, ni la jurisprudencia ha tenido
ocasión de pronunciarse al respecto, pues lo que supone que el fiado cuenta con ambas
acciones y que él mismo podrá decidir cuál de ellas ejercita, en función de sus intereses. En
todo caso, procesalmente conviene plantear el ejercicio de una como pretensión principal y la
otra como subsidiaria.
Sea cual sea la vía elegida, conviene tener en cuenta una serie de reglas establecidas por
el legislador con la pretensión de fortalecer los legítimos derechos del deudor:
a) Sobre el fiador pesa un deber de comunicación al deudor principal de su intención de
realizar el pago.
b) En caso de que no se proceda la comunicación y se produzca un doble pago. El fiador
pierde sus derechos con el deudor no pudiendo reclamar contra él, pero sí contra el acreedor.
c) Si la deuda era a plazo y el fiador la pagó antes de su vencimiento, no podrá exigir
reembolso hasta que el plazo venza.

6. LAS RELACIONES DE LOS COFIADORES ENTRE SÍ.


Cuando son dos o más los fiadores de un mismo deudor y de una misma deuda juega
respecto de ellos el llamado beneficio de división. Por tanto, cada uno de ellos responderá de
la parte que le corresponda satisfacer.
Sin embargo, cabe excluir el juego de dicho beneficio y, de otra parte, cabe que aún
siendo una obligación mancomunada, uno de los cofiadores page la deuda en su importe
íntegro. Para tales casos, el art. 1.844 CC establece que el que haya pagado podrá reclamar a
cada uno de los otros la parte que proporcionalmente le corresponda satisfacer.
Si alguno de los cofiadores fuera insolvente, la parte de éste recaerá sobre todos en la
misma proporción, es decir, lo que proporcionalmente corresponda a cada uno.

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7. LA FIANZA SOLIDARIA: RÉGIMEN JURÍDICO.


La fianza solidaria de caracteriza principalmente por la inexistencia de beneficio de
excusión alguno a favor del fiador. Por tanto, el acreedor puede reclamar el cumplimiento de la
obligación tanto al deudor principal como al fiador.
El art. 1.822 CC realiza una remisión a la sección dedicada a las obligaciones
mancomunadas y solidarias, cuando se establece una fianza solidaria.

8. EXTINCIÓN DEL CONTRATO DE FIANZA.


Según el art. 1.847 CC la obligación del fiador se extingue al mismo tiempo que la del
deudor y por las mismas causas que las demás obligaciones.
Así, además del pago, conviene hacer referencia a la dación en pago hecha por el
deudor, la confusión en la persona del deudor y en la del fiador.
De otra parte, en el CC se establecen otros supuestos particulares de extinción de la
fianza que se basan en una agravación de la situación del fiador:
a) La prórroga concedida al deudor por el acreedor sin consentimiento del fiador extingue
la fianza, pues se podría producir insolvencia en ese tiempo.
b) Los fiadores, aunque sean solidarios, quedan libres de su obligación siempre que, por
algún hecho del acreedor, no queden subrogados en los derechos.

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