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3.2 Contratos gratuitos y onerosos. Se habla de contrato gratuito cuando una de las partes
contratantes se enriquece u obtiene un beneficio a consecuencia del contrato, sin asumir carga
o contraprestación alguna.
Por el contrario, en los contratos onerosos la prestación de una parte encuentra su razón
de ser en la contraprestación de la otra.
3.3 Contratos típicos y atípicos. Esta clasificación no tiene vital importancia. Típicos son
aquellos que están legalmente contemplados; los atípicos son aquellos que careciendo de
regulación positiva, reúnen los requisitos de la genérica figura contractual.
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mínimo que sea, produciría la anulación de un contrato. Por ello en el art. 1.266 CC si se
establecen los requisitos o circunstancias fundamentales para que el error sea relevante.
Art. 1.266: “Para que el error invalide el consentimiento, deberá recaer sobre la sustancia
de la cosa que fuere objeto del contrato, o sobre aquellas condiciones de la misma que
principalmente hubiesen dado motivo a celebrarlo.
El error sobre la persona solo invalidará el contrato cuando la consideración a ella
hubiere sido la causa principal del mismo.
El simple error de cuenta solo dará lugar a su corrección.”
Por tanto, se pueden distinguir los siguientes tipos de error:
a) El denominado error esencial o sustancial, que conllevará a la anulabilidad del
contrato, el cual debe recaer sobre la cosa objeto del contrato, o sobre las condiciones de la
misma que lo hubiesen motivado.
b) El error sobre la persona, que en la práctica tiene un limitado campo de aplicación.
c) El tercer párrafo establece, como norma general, que un simple error dará lugar a la
corrección.
La violencia. El art. 1.267.1 CC establece “que hay violencia cuando para arrancar el
consentimiento se emplea una fuerza irresistible”. La violencia queda claramente acreditada en
aquellos casos donde la voluntad del contratante es sustituida por la voluntad del violentador.
Si bien, cabe pensar que ocurre en los casos de hipnosis o sugestión; pues en estos casos, no es
que haya violencia, sencillamente, no hay consentimiento.
El dolo. según el art. 1.269 CC “hay dolo cuando, con palabras o maquinaciones
insidiosas de parte de uno de los contratantes, es inducido el otro a celebrar un contrato que,
sin ellas, no hubiera hecho”. Por tanto, el dolo consiste en inducir a otro a celebrar un contrato
que finalmente celebra y que, sin esa inducción no habría celebrado.
El art. 1.270 CC dice “para que el dolo produzca la nulidad de los contratos, deberá ser
grave y no haber sido empleado por las dos partes contratantes. El dolo incidental solo obliga
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al que lo empleó a indemnizar daños y perjuicios”. Por tanto, para que el dolo sea causa de
anulabilidad se requiere:
- Que el dolo sea grave, llevado a cabo con la intención consciente y deliberada de
engañar a la otra parte. El denominado dolo bueno, consistente en promocionar las
excelencias del bien o servicio, no se considera como dolo.
- El dolo ha de inducir a la otra parte a celebrar el contrato, es decir, debe tratarse de
un dolo determinante o dolo causante. El dolo incidental no anula el contrato, solo obliga
a indemnizar daños y perjuicios.
- El dolo no debe haber sido empleado por las dos partes contratantes, ya que la
actuación malévola de ambos excluye la protección a la buena fe.
Por lo general, el dolo se manifiesta de forma activa; pero ¿puede realizarse el modo de
forma omisiva? En tal sentido, el CC no establece prohibición alguna del dolo omisivo, además
el TS ha establecido de forma reiterada que cabe la existencia del dolo omisivo.
En cuanto a la existencia del dolo de un tercero. El art. 1.269 CC parece requerir que el
dolo se produzca por una de las partes contratantes. Si bien, dicha expresión no excluye que
exista dolo cuando la tercera persona actúa a consecuencia de la maquinación de una de las
partes (p. ej. induzco a un perito para que certifique que la cosa objeto del contrato está en
mejores condiciones que como están realmente).
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Esto conlleva a la dificultad de determinar la causa atípica, esto es, la causa propia de los
contratos atípicos.
De otro lado, el art. 1.275 CC dispone “los contratos sin causa, o con causa ilícita, no
producen efecto alguno. Es ilícita la causa cuando se opone a las leyes o a la moral ”. En este
sentido, a la causa del contrato en sentido práctico hay que añadirle un plus, hay que realizar la
valoración del fin práctico perseguido por las partes, por tanto hay que valorar los aspectos
subjetivos de los contratantes, negando el contrato cuando son ilícitos. P. ej. la venta de un
riñón, en principio cumple con la causa objetiva, ya que se trata de una función
socioeconómica, si bien, ¿es lícito dicho contrato? A tal efecto, el ordenamiento admite la
donación de órganos, pero no su venta, por lo que en el contrato no concurre la causa
subjetiva, debido a la ilicitud del mismo.
El art. 1.276 CC establece que “la expresión de una causa falsa en los contratos dará
lugar a la nulidad, si no se probase que estaban fundados en otra verdadera y lícita”. El art.
1.277 CC dice que “aunque la causa no se exprese en el contrato, se presume que existe y que
es lícita mientras el deudor no pruebe lo contrario”. En estos preceptos se evidencia el marcado
carácter causal de los contratos en nuestro Derecho, no dejando cabida a la celebración de
contratos abstractos.
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8.2 La forma escrita del art. 1.280.2 CC. El segundo párrafo del art. 1.280 CC dice “también
deberán hacerse constar por escrito, aunque sea privado, los demás contratos en que la
cuantía de las prestaciones de uno o de los dos contratantes exceda de 1.500 pesetas ”. Cabe
matizar que en el momento de la confección del CC dicha cantidad representaba una cifra
dineraria importante; hoy en día, transcurrido más de un siglo, la cantidad es intrascendente. Si
bien, el fondo de la cuestión sigue siendo el mismo: que aún estableciéndose la libertad de
forma, el legislador pretendía advertir a los ciudadanos la dificultad probatoria de todas
aquellas formas contractuales que no constasen por escrito.
No obstante, ello no quiere decir que todo contrato verbal que supere las 1.500 ptas. (o
90 € actuales) sea nulo, ya que la jurisprudencia ha relativizado la importancia del precepto
frente a pretensiones en semejante sentido.
8.3 El significado del art. 1.279 CC. El cual dice: “si la ley exigiere el otorgamiento de
escritura u otra forma especial para hacer efectivas las obligaciones propias de un contrato, los
contratante podrán compelerse recíprocamente a llenar aquella forma desde que hubiese
intervenido el consentimiento y demás requisitos necesarios para su validez”. Este precepto
parece en contradicción con el art. 1.278 CC que estable que los contratos son obligatorios
independientemente de la forma en que sean celebrados, para ello la jurisprudencia ha puesto
de manifiesto las siguientes conclusiones:
- El art. 1.280 CC no modifica, ni deroga, el contenido del art. 1.278 CC, sino que solo
implica el derecho de las partes a poder compeler a llenar esa forma escrita, para ejercitar
acción con objeto de obtener eficacia la obligación contraída.
- En términos generales los contratos son válidos, aún les falte el requisito de
escritura pública, ya que el contrato celebrado en documento privado es válido, siempre que
concurran los requisitos esenciales para su validez.
- El art. 1.279 CC solo establece un poder para compeler que puede ejercer o no.
En resumen, cuando se habla de la forma documental pública impuesta por el art. 1.280
CC, suele hablarse de forma ad probationem o de forma complementaria, reafirmándose el
principio de libertad de forma, al tiempo que se potencia la consecución del documento
público cuando éste interese o convenga a cualquiera de las partes interesadas.
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9.3 Los contratos consensuales como regla y el papel marginal de los contratos reales: el
hecho de que los contratos formales sean excepcionales, arroja la consecuencia de que la
mayor parte de los contratos tiene carácter consensual. Por tanto, los contratos consensuales
son aquellos que se perfeccionan con el mero consentimiento contractual. Tienen carácter de
contrato consensual todos aquellos que no sean calificables como formales o reales.
Los contratos reales son aquellos que para su perfeccionamiento requieren, además del
consentimiento, la entrega de la cosa. Estos son los préstamos (mutuo y comodato), depósito y
prenda. Actualmente la doctrina moderna critica esta categoría, aunque es verdaderamente
cierto que la entrega de la cosa es requisito para la constitución del contrato.
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2.1 La oferta contractual. Para el CC el paradigma del contrato viene dado por el contrato
personalizado, en el que ambas partes, tras las correspondientes negociaciones, llegan a
concordar la celebración del contrato. En tal sentido, se pronuncia el art. 1.262 CC “el
consentimiento se manifiesta por el concurso de la oferta y la aceptación…”: la propuesta se
realizar por una persona (oferente), y al ser aceptada por la otra (aceptante) conlleva a la
celebración del contrato o su perfección.
En términos generales, la oferta contractual es una declaración de voluntad emitida con
la intención de celebrar un contrato que ha de tener todos los elementos necesarios para que
con la mera aceptación de la otra parte se pueda decir que el contrato se ha perfeccionado.
La oferta contractual se caracteriza por ser un acto unilateral y generalmente revocable.
No obstante, por disposición legal, por la propia declaración del oferente u otras circunstancias
pueden ser irrevocables.
2.2 La aceptación: el valor del silencio. La aceptación es una declaración de voluntad por
naturaleza recepticia, esto es, debe ser dirigida precisamente al oferente y se plenamente
concordante con la oferta, con independencia de que pueda realizarse de forma expresa como
tácita, o a través de hechos concluyentes que no dejen lugar a dudas sobre la admisión de las
condiciones contractuales ofrecidas.
La estricta concordancia de la aceptación respecto de la oferta, aparte de lógica, ha sido
resaltada por la Jurisprudencia de forma reiterada, estableciéndose que la introducción de
nuevas estipulaciones o cláusulas por parte del eventual aceptante, no supone la aceptación,
sino una simple proposición que deja el convenio en estado de proyecto.
En cuanto a la aceptación de forma tácita ¿es posible manifestar la aceptación a través
del silencio? De forma general, y así lo establece de forma reiterada el TS, hay que responder
negativamente, ya que el silencio o falta de actuación de quien recibe la oferta no puede
entenderse como una manifestación positiva de voluntad que lo vincule contractualmente.
Sin embargo, el TS también ha establecido reiteradamente, que ello no obsta a que,
cuando entre las partes existan relaciones previas que impondrían al eventual aceptante la
adopción de medidas de carácter positivo (como el rechazo de la oferta o una nueva
renegociación), cabe considerar el silencio como una declaración de voluntad
2.3 La perfección del contrato entre ausentes: la redacción originaria de los Código Civil y
de Comercio. Cuando los contratantes celebran el contrato de forma directa y personal, el
juego de la oferta y aceptación no ofrecerá problemas de importancia. En cambio cuando los
contratantes están llevando a cabo las negociaciones en la distancia pueden quedar dudas en
torno a cuándo ha de entenderse celebrado el contrato.
La doctrina y los distintos sistemas jurídicos han ofrecido respuesta las siguientes teorías:
- Teoría de la emisión: dada la concurrencia del consentimiento, debe considerarse
perfecto el contrato desde el mismo momento en que el aceptante emite la declaración de
voluntad.
- Teoría de la expedición o remisión: bastaría que el aceptante remitiese al oferente la
declaración de voluntad para que este último quede vinculado contractualmente.
- Teoría de la recepción: ante las dificultades ofrecidas por las tesis anteriores, ésta
exige que la aceptación llegue al círculo propio de actividad del oferente, aunque la recepción
no suponga efectivo conocimiento de la aceptación por parte de éste.
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3.2 El contrato de opción. El contrato de opción se caracteriza por incorporar una promesa
unilateral, en cuya virtud el optante tiene la facultad de realizar un determinado acto jurídico,
cuyo contenido vincula al promitente por la mera declaración de voluntad de aquél, siempre y
cuando la opción sea ejercitada en las condiciones establecidas en el contrato.
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7.1 El contenido y el objeto del contrato. Se considera que por “contenido del contrato”
se refiere al conjunto de derechos y obligaciones generados por el contrato en cuestión. En tal
sentido, el contenido del contrato es una referencia de carácter objetivo que, referida a cada
contrato, exigirá determinar cuál es, de una parte, el cuadro de facultades, prerrogativas y
derechos y, de otra parte, el conjunto de cargas, deberes y obligaciones que competen a cada
una de las partes.
Siendo esto así, la diferencia entre contenido y objeto es obvia, dada la mayor amplitud
del primero de tales conceptos.
8. LA CONDICIÓN.
8.1 Noción general y requisitos. No es extraño que en la práctica que la celebración de un
contrato quede fijada bajo determinadas condiciones que afectan directamente a la eficacia
del mismo, p. ej. te compro el vehículo si supera la ITV.
Tales condicionamientos son perfectamente admisibles conforme al principio de
autonomía privada y, por tanto, pueden incorporarse a cualquier contrato por voluntad de las
partes. En tal sentido, se habla de elemento accidental y no esencial del contrato.
Ahora bien, una vez conformes las partes en someter el contrato a condición, ésta deja
de ser un mero accidente para convertirse en el elemento esencial para determinar la eficacia
del contrato, siguiendo el ejemplo si el vehículo no supera la ITV, la compraventa no es
vinculante.
Por tanto, la eficacia del contrato depende de un suceso futuro o incierto, que debe
reunir las siguientes características:
a) El suceso contemplado como condición tiene que ser posible.
b) La condición no puede ser contraria a las leyes ni a las buenas costumbres.
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8.3 La conditio iuris o condición legal. Con este término se hace referencia a aquellos
supuestos en los que la ley subordina la eficacia de un contrato u otro negocio al acaecimiento
de un suceso futuro o incierto y, en todo caso, no dependiente de la voluntad de las partes.
9. EL TÉRMINO O PLAZO.
9.1 Planteamiento. El término es un elemento accidental del contrato, que se configura
como el momento temporal en que:
a) Comienzan o terminan los efectos de un contrato, o bien,
b) Ha de llevarse a cabo el cumplimiento de una obligación determinada.
En el primer caso, el término opera como elemento accidental del contrato, afectando a
su eficacia. En el segundo, presupuesta la eficacia del contrato, el término o plazo está referido
sólo a su ejecución o al cumplimiento de las obligaciones de las partes.
El CC regula con detalle las obligaciones a plazo (arts. 1.125 y ss.)
9.2 El término como elemento accidental: término inicial y final. El art. 1.125.2 CC
establece “entiéndase por día cierto aquel que necesariamente ha de venir, aunque se ignore
cuándo”. Esto es, el término puede consistir tanto en la fijación de una fecha concreta futura (el
1 de mayo de 2.013), como en un período temporal determinado (dentro de 20 días).
Es necesario que, al contrario que la condición, para que pueda hablarse de término que
no haya incertidumbre sobre la llegada del mismo. El término puede ser:
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a) Término inicial: día cierto a partir del cual un contrato genera los efectos que le son
propios (celebro un contrato de traspaso de un negocio, pero no se producirá efectos hasta
final de mes); de forma parecida a cuanto ocurre en el caso de la condición suspensiva.
b) Término final: consideración de un día cierto en el que los efectos propios del contrato
se darán por concluidos; de forma paralela a cuanto ocurría en el supuesto de condición
resolutoria.
10. EL MODO.
10.1 Noción y ámbito. El tercero de los elementos accidentales del contrato es el modo, el
cual consiste en una carga o en gravamen añadido en algunas ocasiones a los “actos de
liberalidad”, como la donación y el testamento, pues según afirmación clásica e indiscutible, el
modo no puede incorporarse a los negocios onerosos. Recalcar que el CC y las compilaciones
forales, solo admiten la incorporación del modo a las donaciones y a la institución de heredero
o legatario.
11.2 Los contratos atípicos. Por tanto, serán atípicos los contratos que, aun careciendo de
reconocimiento legal y de regulación positiva, reúnen los requisitos esenciales de la genérica
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forma contractual. Cabe decir que, aunque los contratos atípicos puedan ser generados para
burlar posibles prohibiciones legales, es necesario la existencia de una causa lícita.
2.2 Interpretación de los contratos y casación. Como establece la jurisprudencia del TS, la
infracción a las reglas de interpretación de los contratos puede dar origen al recurso de
casación, afirmándose así el carácter normativo de dichos preceptos.
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del art. 1.281 CC: “si los términos de un contrato son claros y no dejan duda sobre la intención
de los contratantes se estará al sentido literal de sus cláusulas”, así como también adoctrina la
continua jurisprudencia del TS.
c) En cuanto a los extremos de carácter complementario o de detalle, la intención de las
partes debe prevalecer sobre los términos contractuales, cualquiera que se la generalidad de
éstos, como bien establece el art. 1.283 CC: “cualquiera que sea la generalidad de los términos
de un contrato, no deberán entenderse comprendidos en él cosas distintas y casos diferentes de
aquellos sobre que los interesados se propusieron contratar”.
d) Como bien establece el art. 1.282 CC: “para juzgar la intención de los contratantes
deberá atenderse principalmente a los actos de éstos, coetáneos y posteriores al contrato”. No
obstante, y así lo establece la jurisprudencia del TS, los actos precontractuales deben ser
tenidos en cuenta y juegan un papel fundamental en este sentido.
4.1 La interpretación sistemática. Regulada en el art. 1.285 CC que dice: “las cláusulas de
los contratos deberán interpretarse las unas por las otras, atribuyendo a las dudosas el sentido
que resulte del conjunto de todas”. Por tanto, se establece la regla de la necesidad de atender a
una interpretación sistemática del conjunto contractual.
4.3 Los usos interpretativos. El art. 1.287 CC establece: “el uso o la costumbre del país se
tendrá en cuenta para interpretar las ambigüedades de los contratos, supliendo en éstos la
omisión de cláusulas que de ordinario suele establecerse”.
4.4 La interpretación contra stipulatorem. El art. 1.288 CC dice: “la interpretación de las
cláusulas oscuras de un contrato no deberá favorecer a la parte que hubiere ocasionado la
oscuridad”. Se suele afirmar que dicho precepto es una derivación del principio de buena fe
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que debe presidir en el ejercicio de los derechos subjetivos, siendo aplicable a todo supuesto
contractual.
5.1 Circunstancias accidentales del contrato. En primer lugar hay que aclarar cuáles son
las circunstancias accidentales del contrato; entendiendo a los mismos como a los extremos o
detalles que no afecten propiamente a su general eficacia (como el lugar de entrega de la cosa,
el color del coche, que no se precisó, etc.).
En este caso, se distingue si el contrato es gratuito u oneroso.
Si el contrato es gratuito habrá de optar por la menor transmisión de derechos e
intereses, conclusión que se haya anclada en el principio favor debitoris.
Si el contrato es oneroso, la duda se resolverá a favor de la mayor reciprocidad de
intereses, es decir, procurando que el resultado de la interpretación garantice la equivalencia
de las prestaciones existentes a cargo de cada una de las partes.
5.2 El objeto principal del contrato. Éste establece: si las dudas recayesen sobre el objeto
principal del contrato… el contrato será nulo. Los efectos quedan claros, si bien, la duda está en
determinar que se entiende por objeto principal del contrato.
A tal efecto, el profesor Lasarte establece que no debe entenderse solo al objeto del
contrato, sino algo más, que puede estar referido a los elementos esenciales del contrato, o a
cualesquiera otras circunstancias (no accidentales) que puedan desempeñar un papel
determinante en el contenido del contrato.
Continúa el profesor que el principio de conservación del contrato no debería prevalecer
sobre la sanción de nulidad de este artículo.
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7.2 Medios de Integración. El art. 1.258 CC establece como medios de integración la buena
fe, el uso y la ley. Sin embargo el escalonamiento jerárquico de tales medios de integración
debería ser al contrario: en primer lugar debería integrarse la ley imperativa y, en su defecto,
dispositiva; a continuación los usos normativos y, finalmente, la buena fe.
a) La ley: la norma imperativa aplicable a un supuesto contractual determinado primaría
incluso sobre el acuerdo o clausulado. Las normas dispositivas, en cuanto son disponibles por
las partes, solo integrarán el contrato cuando contemplen un elemento natural del mismo que
no haya sido contemplado o regulado de forma diversa a la legalmente prevista.
b) Los usos normativos: estos integran el acuerdo contractual en cuanto costumbre, si
bien, en caso de ser conocidos y no queridos por las partes pueden ser excluidos del acuerdo
contractual
c) La buena fe: para entenderla como medio de integración, en virtud del art. 1.258 CC no
debe ser entendida en sentido subjetivo, sino como un criterio ordenador de las relaciones
contractuales.
1.1 Los efectos inter partes: el principio de la relatividad del contrato. Dice el art. 1.257.1
CC “los contratos solo producen efectos entre las partes que los otorgan y sus herederos…”,
deduciéndose claramente que los contratos, por principio, despliegan eficacia exclusivamente
en relación con los contratantes y, en su caso, con los herederos.
De otra parte, el art. 1.091 CC establece el denominado principio de relatividad del
contrato, disponiendo: “las obligaciones que nacen de los contratos tienen fuerza de ley entre
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las partes contratantes y deben cumplirse al tenor de los mismos”. Dicho principio, trata de
poner de manifiesto que la eficacia del contrato no tiene alcance general, sino un alcance
limitado a las partes contratantes.
1.2 La posible eficacia del contrato en relación con terceras personas. La regla general de
la relatividad del contrato conoce excepciones, sobre todo en relación a los contratos a favor
de tercero.
2.2 Los contratos en daño a tercero. Quizás por simetría a los contratos a favor de tercero,
algunos autores se han planteado la existencia de contratos en daño a tercero, como p. ej.
Aquellos establecidos para burlar acreedores. Para el profesor Lasarte, este grupo de contratos
son una agrupación conceptual de carácter descriptivo, los cuales, una vez identificado el
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resultado dañoso, son susceptibles de impugnación, ya que no existe marco normativo alguno
para defenderlos.
5.2 Presupuestos. Conforme a la jurisprudencia del TS para que pueda darse la cesión del
contrato se requiere fundamentalmente:
a) Que la otra parte contratante (contratante cedido) acceda o consienta la cesión. Ello
conlleva a una relación triangular donde se requiere el acuerdo unánime de contratante
cedente, cesionario y contratante cedido.
b) Que se trate de contratos bilaterales, cuyas recíprocas prestaciones no hayan sido total
y completamente ejecutadas.
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5.3 Efectos de la cesión. Como regla general, conlleva la liberación del contratante cedente
que no mantendrá obligación con respecto al contratante cedido. No obstante, cabe pacto en
contrario, y no es extraño, en la práctica, que el cedente quede obligado durante un
determinado tiempo con el cedido, sí el cesionario no cumple con las obligaciones que el
incumben.
6. EL SUBCONTRATO.
En la actualidad es frecuente hablar de subcontrato y de subcontratación, con la finalidad
de resaltar una finalidad económica innegable: en muchos casos la ejecución material de las
prestaciones contractualmente asumidas no es llevada a cabo por la parte contratante, sino
que ésta a su vez contrata a terceras personas para la realización de tales prestaciones.
Naturalmente, la subcontratación tiene como presupuesto necesario que se trate de
obligaciones no personalísimas.
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Lo que ocurre es que las causas de tales supuestos pueden ser tan diversas que resulta
difícil sistematizarlas de forma aceptable, además dicha tarea tiene poco interés práctico. Si
bien, hay que indicar que los supuestos de ineficacia contractual se pueden dividir en dos
grandes grupos:
a) Invalidez: motivada por la existencia de circunstancias intrínsecas a cualquiera de los
elementos esenciales que no resultan admisibles para el ordenamiento jurídico. En ella resulta
necesario distinguir entre:
a. Nulidad o supuestos de contratos nulos.
b. Anulabilidad o supuestos de contratos anulables.
b) Ineficacia en sentido estricto: en la que deberían incluirse aquellos casos en que ciertos
defectos o carencias extrínsecos al contrato en sí mismo considerado, como acuerdo de
voluntades, conlleva su falta de efectos. Entre tales casos estarán: mutuo disenso,
desistimiento unilateral, rescisión, revocación…
2.2 Causas de nulidad. Las razones o causas que predeterminan la nulidad absoluta de los
contratos son de extraordinaria gravedad. En tal sentido el TS establece que “la nulidad
propiamente dicha tiene lugar cuando el acto es contrario a las normas imperativas o cuando
no tiene existencia por carecer de alguno de sus elementos esenciales” (STS de 13 de febrero de
1.985).
Es por ello que resulta recordar el art. 1.261 CC, precepto de carácter imperativo, donde
se establecen como elementos esenciales del contrato el consentimiento, el objeto y la causa.
Son causas de nulidad radical del contrato:
a) La carencia absoluta o inexistencia de cualquiera de los elementos del contrato, en
cuyo caso no habría contrato. La celebración del contrato con falsa representación supone la
falta de consentimiento y produce nulidad según el TS.
b) El incumplimiento de cualquiera de los requisitos del objeto del contrato: licitud,
posibilidad y determinación.
c) La ilicitud de la causa.
d) El incumplimiento de la forma sustancial.
e) La contrariedad a las normas imperativas, a la moral y al orden público, en cuyo caso
habrá que hablar de contrato ilegal.
f) En particular, los actos a título gratuito sobre bienes comunes realizados por un
cónyuge sin el consentimiento del otro.
2.3 La acción de nulidad. Por muy nulo que sea un contrato, en caso de celebrarse,
aparentemente seguirá produciendo efectos como si fuera válido. Para evitar esta “apariencia
contractual”, está la acción de nulidad, que se podría conceptuar como el vehículo procesal
tendente a lograr que el Juez decrete la nulidad del contrato.
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2.5 La nulidad parcial del contrato. Se habla de nulidad parcial cuando el contrato tiene
una o varias cláusulas ilegales, pese a la validez y adecuación al ordenamiento jurídico del
contrato. Es decir, el objeto, la causa y, en su caso, la forma, son intachables, pero algunos
aspectos son contrarios a una norma imperativa.
El CC no regula de forma general esta problemática, si bien, atendiendo a normas
concretas, se deduce el principio general que las cláusulas nulas deberán tenerse por no
puestas, como inexistentes; al tiempo que debe preconizar (ponderar) la eficacia del contrato.
No obstante, hay que matizar que habrá que observar cada caso en concreto. Y la
doctrina jurisprudencial española mantiene la regla utile per inutile non vitiatur (la parte útil no
debe verse viciada por la abusiva o nula), que propugna con el principio antes mencionado.
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3.3 La acción de anulabilidad. La acción de anulabilidad tiene un efecto más limitado que
la nulidad, debiéndose de considerar los aspectos siguientes:
a) Conforme al art. 1.301 CC solo durará cuatro años, siendo este plazo de caducidad,
comenzando a contar desde que se produce la perfección del contrato o el cese del motivo de
anulabilidad.
b) Según el art. 1.302 CC: “puede ejercitar la acción de nulidad de los contratos los
obligados principal o subsidiariamente en virtud de ellos…”. Podría decirse que lo están las
personas legitimadas para interponer la acción de anulabilidad queda limitado a aquéllas que
hayan sufrido el vicio del consentimiento o fueren incapaces para realizar el contrato, así como
los que asumen obligaciones a causa de dicho contrato.
3.4 Efectos de la anulabilidad. Las diferencias entre nulidad y anulabilidad se acaban con
lo dicho, pues los efectos de la anulabilidad son sustancialmente los mismos: la restitución.
No obstante, habrá que tener en cuenta la excepción del art. 1.304 CC que establece que
“…no está obligado el incapaz a restituir sino en cuanto se enriqueció con la cosa o precio que
recibiera”.
Cabe reseñar que las normas de los arts. 1.305 y 1.306 CC quedan excluidas del ámbito
de la anulabilidad, pues son supuestos de nulidad absoluta.
En definitiva, las causas de anulabilidad son disponibles para las partes y, por tanto,
sanables. Y las causas de nulidad, por el contrario, son de derecho necesario y de carácter
absolutamente indisponibles, por atentar contra el orden público.
4.2 La confirmación del contrato anulable. Se conoce como confirmación o ratificación del
contrato el cauce establecido para sanar el contrato anulable antes de que la acción de
anulabilidad prescriba.
Según el art. 1.310 CC “solo son confirmables los contratos que reúnan los requisitos
expresados en el art. 1.261”, esto es, que reúnan los requisitos esenciales del contrato:
consentimiento, objeto y causa.
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4.3 La denominada conversión del contrato nulo. Esta denominación por algunos juristas,
el profesor Lasarte la estima como una tarea ardua, ya que la confirmación solo es posible en
los contratos anulables.
5. EL MUTUO DISENSO.
Por mutuo disenso se conoce a la celebración de un nuevo contrato encaminado a privar
los efectos de un contrato anterior, y por tanto, poner fin a la relación obligatoria preexistente.
Los contratantes están de acuerdo en disentir, donde antes habían consentido.
Por tratarse de un nuevo contrato debe de reunir los requisitos generales establecidos y
además deberá de reunir los requisitos adicionales exigidos para la relación contractual inicial
(p. ej. de forma).
Puede ocurrir que el mutuo disenso no se plasme en un contrato cuya finalidad única
realmente sea extinguir una relación preexistente, sino que vaya implícito en un nuevo
contrato entre las partes que establezca una nueva relación.
Son susceptibles de extinción por mutuo disenso cualesquiera relaciones obligatorias, ya
sean instantáneas o duraderas, se hayan empezado a cumplir o no. Si bien, en el caso de las
obligaciones duraderas se plantea la problemática si tendrá eficacia retroactiva y, en su caso, si
nace la obligación de restitución.
6. EL DESISTIMIENTO UNILATERAL.
6.1 La categoría del libre desistimiento. Perfeccionado un contrato, los contratantes
quedan vinculados por el mismo si concurren los requisitos para que surta eficacia. El
compromiso adquirido no puede quedar al capricho de una de las partes, como bien dispone el
art. 1.256 CC “la validez y el cumplimiento de los contratos no pueden dejarse al arbitrio de uno
de los contratantes”.
Esta regla, sin embargo, parece ser ignorada o flexibilizada por el legislador en una serie
concreta de supuestos, que se caracterizan porque en determinados contratos se reconoce a
una o a cada una de las partes contratantes la posibilidad de extinguir la relación contractual
por su libre decisión.
6.2 Principales supuestos. Los principales supuestos en los cuales el legislador consiente
que una o cada una de las partes, por su sola decisión unilateral y sin necesidad de causa que
lo justifique, ponga fin a una relación contractual son difícilmente reconducibles a una
categoría general, por lo que es preferible verlas de forma aislada. Estos son:
La voluntad del dueño de la obra o comitente para que cese la construcción, debiendo de
indemnizarle, según el art. 1.594 CC.
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Cualquiera de los socios de la sociedad civil que por su voluntad renuncia a la sociedad
(art. 1.700.4º CC).
El mandante que libremente y por su decisión revoca el contrato de mandato (art. 1.733
CC).
El mandatario puede renunciar al mandato, pero debe indemnizar al mandante (art.
1.736 CC).
El comodante puede reclamar la devolución de la cosa prestada a su libre voluntad (art.
1.750 CC).
El depositante, se haya pactado o no el tiempo, podrá reclamar la devolución de la cosa
depositada en cualquier momento y dependiendo de su libre decisión (art. 1.775 CC).
6.4 Presupuestos de libre desistimiento. Son presupuestos para que entre en juego el
desistimiento unilateral los siguientes:
a) Que exista una relación de tracto sucesivo o continuado, que desarrolle su eficacia en
un período de tiempo de mayor o menor duración.
b) Además, pero alternativamente, deben darse algunas de las situaciones siguientes:
a.Que la duración de esa relación se indeterminada, creándose entonces el riesgo
de que se genere una vinculación vitalicia, lo que va en contra del principio contrario a las
vinculaciones de por vida.
b.Que la economía interna de la relación contractual en cuestión, asigne roles no
equilibrados a las partes, siendo predominante el interés de una de ellas.
6.5 Efectos. El libre desistimiento conlleva la extinción de la relación obligatoria, pero sin
efecto retroactivo.
En cuanto si el libre desistimiento tiene un precio, se podría decir que con carácter
general no es así, aunque existen supuestos donde se establece una “indemnización”, como p.
ej. en el contrato de obra (art. 1.594 CC).
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7.5 Efectos de la resolución. La resolución del contrato tiene efecto retroactivo y eficacia
restitutoria, por lo que ambas partes deberán reintegrarse recíprocamente el objeto del
contrato que hubieren recibido. Se estaría ante un supuesto de ejecución específica o in natura
que, conforme a las reglas generales, en caso de resultar imposible, se verá sustituida por la
reparación pecuniaria.
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9.2 Las causas de rescisión en el CC. Atendiendo al articulado del CC, se pueden clasificar
en tres grupos las causas de la rescisión:
a) Rescisión por lesión: es decir por el perjuicio patrimonial para una de las partes, en tal
sentido el CC declara rescindibles:
a.Todos los contratos que puedan llevar a cabo los tutores sin la debida o
pertinente autorización judicial, siempre que sufra lesión en más de la cuarta parte del
valor de la cosa.
b. Los celebrados en representación de ausente, siempre que éste haya sufrido
lesión anteriormente mencionada y no se haya celebrado con autorización judicial.
c. La partición de la herencia, siempre que la lesión sea en más de la cuarta
parte, atendiendo al valor de las cosas cuando fueran adjudicadas.
b) Rescisión por fraude: la celebración de un contrato por intención fraudulenta, es decir,
con ánimo de engañarlos perjudicando sus intereses, en los supuestos siguientes:
a. Los contratos celebrados en fraude de acreedores, cuando éstos no puedan
cobrar de otro modo lo que se les deba.
b. Los contratos que se refieran a cosas litigiosas, cuando hubiesen sido
celebrados por el demandado sin conocimiento y aprobación de las partes litigantes o de
la autoridad judicial competente.
c. Los pagos hechos en estado de insolvencia por cuente de obligaciones a cuyo
cumplimiento no podía ser compelido el deudor al tiempo de hacerlos.
c) Rescisión por otros motivos: el art. 1.291.5º deja la puerta abierta a otros motivos que
la ley determine.
9.3 La acción rescisoria. El CC exige tres requisitos para que sea posible el ejercicio de la
acción rescisoria o, mejor, el efecto propio de la rescisión (la recuperación del statu quo
anterior a la celebración del contrato, mediante la devolución de las cosas objeto del contrato
con sus frutos y del precio con sus intereses):
a) Que el perjudicado carezca de otro recurso legal para obtener la reparación del
perjuicio; se trata, por tanto, de una acción subsidiaria.
b) Que el perjudicado pueda devolver aquello a que estuviera obligado.
c) Que las cosas objeto del contrato no se encuentren legalmente en poder de terceras
personas que hubiesen procedido de buena fe, ya que, en tal caso, la reclamación del
perjudicado se limitará a la indemnización por daños y perjuicios.
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El plazo para pedir la acción rescisoria es de cuatro años (art. 1.299 CC).
1. LA DONACIÓN.
La donación es la transmisión voluntaria de una cosa o un conjunto de ellos que hace
una persona (donante) a favor de otra (donatario), sin recibir nada como contraprestación. El
art. 618 CC lo define como: “la donación es un acto de liberalidad por el cual una persona
dispone gratuitamente de una cosa en favor de otra, que la acepta”.
Aunque el CC no lo califica como un contrato, sino como un acto, y lo regula con ocasión
de los “modos de adquirir la propiedad”, el carácter contractual le viene dado por la exigencia
de la aceptación por parte del donatario, lo que supone el acuerdo entre contratantes, y pro la
sujeción a las disposiciones generales de los contratos y obligaciones (art. 621 CC).
La donación es un contrato en virtud del cual se adquiere directamente el dominio.
2. MODALIDADES DE LA DONACIÓN.
Existen supuestos de liberalidades donde se pone en duda si verdaderamente existe
donación o no.
2.1 Donaciones remuneratorias. Según el art. 619 CC “es también donación la que se hace
a una persona por sus méritos o por los servicios prestados al donante, siempre que no
constituyan deudas exigibles…”.
El problema fundamental de las donaciones remuneratorias surge porque esta idea de
donación remuneratoria dada por el art. 619 CC parece verse contradicho por el art. 622 CC,
que dice “las donaciones con causa onerosa se regirán por las reglas de los contratos, y las
remuneratorias por las disposiciones del presente título en la parte que excedan del valor del
gravamen impuesto”.
Esta antinomia, parece haber sido resuelta por la doctrina estableciendo que, pese a los
términos literales, el art. 622 CC no se refiere a las donaciones remuneratorias propiamente
dichas, sino a las donaciones modales u onerosas.
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2.2 Donaciones modales u onerosas. Son aquellas que incorporan una carga modal. El art.
619 CC afirma que “es también donación… aquella en la que se impone al donatario un
gravamen inferior al valor de lo donado”. La donación modal puede implicar la asignación de
una parte de lo donado a un tercero (p. ej. te regalo el cortijo, pero anualmente debe entregar
un diezmo de la cosecha a determinada ONG), o un gravamen independiente del propio objeto
de donación (te entrego mi coche, pero debes regalar tu bicicleta a mi primo). El único
requisito es que el gravamen sea inferior al valor de lo donado, imposición que es lógica y
natural del ánimo de liberalidad que debe presidir en la donación.
2.3 Donaciones mortis causa. En principio, la donación es un acto inter vivos. Sin embargo
el art. 620 CC establece “las donaciones que hayan de producir sus efectos por muerte del
donante participan de la naturaleza de las disposiciones de última voluntad, y se regirán por las
reglas establecidas en el capítulo de la sucesión testamentaria”. La interpretación de tal
precepto conlleva a que se asimilen a los legados hechos en el testamento. Éstas tienen
carácter revocable y quedan sin efecto hasta el fallecimiento del donante.
2.5 Donación con cláusula de reversión. Según el art. 641 CC, el donante cuenta con
facultades para establecer una reversión convencional o un derecho de retorno en su favor o
en el de un tercero.
Dicho precepto establece que en caso de que la reversión quede establecida en favor del
donante, se entenderá válida para cualquier caso y circunstancia.
En el supuesto de que la reversión se establezca en favor de “otras personas”, solo
resultará admisible si se realiza en los mismos casos y con iguales limitaciones que determina el
CC para las sucesiones testamentarias.
3.1 Capacidad de las partes. La donación implica para el donante una disminución
patrimonial provocada por un acto de enajenación, de transmisión a otro de algo que
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3.2 Objeto y límites. La donación puede recaer sobre cualquier bien o derecho que sea
autónomo e independiente y, por tanto, individualizable del patrimonio del donante.
El empobrecimiento del donante puede ser perjudicial para el propio donante, para sus
familiares o sus proveedores. Por ello el CC impone ciertos límites:
a) La donación no podrá comprender los bienes futuros (art. 635 CC).
b) El donante deberá reservar en plena propiedad o en usufructo lo necesario para vivir
en un estado correspondiente a sus circunstancias (art. 634 CC).
c) La protección de los derechos de sus legitimarios, lleva a que en el art. 636 CC se
establezca que nadie podrá donar más de lo que pueda dar en vía de testamentos. Por ello el
art. 654 CC otorga a los herederos la potestad para solicitar la reducción del excedente de las
declaradas “donaciones inoficiosas”. Para saber si la donación es inoficiosa, habrá que estar al
momento de la muerte del donante, valorando el valor de los bienes dejados en herencia y de
los donados.
d) Como la donación es una enajenación de bienes a título gratuito, si con ella se
defraudan los derechos de los acreedores, se presume fraudulenta, por ello, se faculta a los
proveedores anteriores a la donación a solicitar su rescisión.
3.4 Forma. Para el CC, la donación es un contrato formal, si bien los requisitos de formas
son distintos según recaiga aquella sobre bienes muebles o inmuebles:
a) La donación para cosa mueble puede hacerse verbalmente o por escrito.
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4.1 Supervivencia o supervenencia de hijos. El art. 644 CC dice “toda donación entre
vivos, hecha por persona que no tenga hijos ni descendientes, será revocable por el mero hecho
de ocurrir cualquiera de los casos siguientes:
a) Que el donante tenga, después de la donación, hijos, aunque sean póstumos.
b) Que resulte vivo el hijo del donante que éste reputaba muerto cuando hizo la
donación”.
En el primer caso se habla de supervenencia para expresar la circunstancia sobrevenida,
mientras que el segundo se trata de resaltar la existencia del hijo superviviente. En cualquier
caso, el donante podrá ejercitar la acción de revocación en el plazo de 5 años, contados desde
que se tuvo noticia del nacimiento del último hijo o de la existencia del que se creía muerto.
Dicho plazo es de caducidad, y, en caso de fallecimiento del donante, este derecho de
revocación pasará a sus hijos y descendientes.
4.2 Incumplimiento de cargas. Según el art. 647.1 CC “la donación será revocada a
instancia del donante cuando el donatario haya dejado de cumplir alguna de las condiciones
que aquél le impuso”. Por lo que, este tipo de revocación solo entrará en juego en las
donaciones modales u onerosas.
El CC no establece plazo de prescripción o caducidad, ni si es transmisible a los
herederos. Jurisprudencialmente se establece que es susceptible de transmisión hereditaria y,
en cuanto a la prescripción o caducidad, se establece analógicamente el plazo de 4 años de las
acciones rescisorias.
4.3 Ingratitud del donatario. Se producirá en los supuestos en que el donatario cometiera
algún delito contra la persona, el honor o los bienes del donante, se le impute algún delito de
los que da lugar a procedimiento de oficio o acusación pública, o le niegue indebidamente
alimentos (art. 648 CC).
En este caso, la acción de revocación tiene un plazo de prescripción de un año contado
desde que el donante tuvo conocimiento del hecho y posibilidad de ejercitar la acción. Además
esta modalidad de revocación no es transmisible a los herederos.
4.4 Efectos de la revocación. Con carácter general, la revocación comporta la restitución al
donante de los bienes donados, o del valor que éstos tenían a tiempo de la donación si
hubiesen sido enajenados, quedando a salvo los derechos del adquiriente de buena fe.
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5. LA REVERSIÓN.
Es un supuesto particular de ineficacia de la donación. Según el primer párrafo del art.
641 CC “podrá establecerse válidamente la reversión a favor de sólo el donador para cualquier
caso y circunstancia, pero no a favor de otras personas sino en los mismos casos y con iguales
limitaciones que determina este Código para las sustituciones testamentarias”.
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a) El art. 1.458 CC dice “los cónyuges podrán venderse bienes recíprocamente”, por lo que
se termina con la restricción que solo permitía las compraventas entre cónyuges cuyo régimen
matrimonial fuese el de separación de bienes.
b) El art. 1.459 CC, para evitar posibles fraudes o perjuicios en supuestos en que hay
intereses encontrados, establece: “no podrán adquirir por compra, aunque sea en subasta
pública o judicial, por sí ni por persona alguna intermedia”, enumerando a continuación los
siguientes supuestos:
Prohíbe a los tutores adquirir los bienes de sus pupilos, siendo extensible a todo
cargo tutelar.
En cuanto a mandatarios y albaceas, así como cualquier otro tipo de
administrador o representante voluntario, la doctrina realiza una interpretación restrictiva,
no siéndoles aplicable tal limitación de adquisición cuando el mandato o albaceazgo haya
concluido o posea una autorización especial del mandante o quien corresponda según la
institución.
Igualmente afecta tal prohibición a los funcionarios públicos en la demarcación
territorial y con respecto de los bienes de cuya administración estuviesen encargados.
Además a los miembros de la Administración de Justicia (incluyéndose Abogados y
Procuradores) de los bienes y derechos que estuviesen en litigo ante el Tribunal, en cuya
jurisdicción o territorio ejercieran sus funciones. De esta prohibición se exceptúan las
acciones hereditarias entre coherederos, o de cesión en pago de créditos, o de garantía de
los bienes que posean.
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b) La venta de cosa ajena: por otra parte, no es necesario que el bien objeto de la
compraventa forme parte del patrimonio del vendedor en el momento de la compraventa,
pues la finalidad traslativa del dominio no se alcanza sino con la ejecución del contrato.
Por tanto, se puede afirmar que es posible y perfectamente lícita la venta de cosa ajena.
1
Contrato conmutativo.
Contrato bilateral en que las prestaciones recíprocas son determinadas y en este sentido se
contrapone al contrato aleatorio.
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En relación al inciso cualquier otro signo que lo represente debe tenerse en cuenta la
asimilación del dinero con los pagarés, cheques, letras…; no obstante, estos documentos
mercantiles solo producirán efectos del pago cuando hubiesen sido realizados, o por culpa
del acreedor se hubiesen perjudicados.
¿Precio justo?: para el CC la compraventa no supone una estricta equivalencia objetiva
entre el valor de la cosa y el precio pactado, circunstancia por la que no existe la exigencia
de que el precio sea justo. Si bien el precio irrisorio se equipara al precio simulado.
Una cuestión de especial relevancia es el precio fijado por disposiciones
administrativas o precio legal, de tal modo, que si el precio excede a éste, el contrato será
nulo parcialmente: el exceso se tendrá por no puesto y el contrato seguirá surtiendo
efectos.
b) Formas de entrega, la tradición : en los arts. 1.462 a 1.464 CC se regula las diversas
formas de entrega o tradición. Éstas son:
Tradición real: material o simbólica. El art. 1.462.1 CC dispone que “se entenderá
entregada la cosa vendida cuando se ponga en poder y posesión del comprador”. Esta
puesta en posesión puede ser dos maneras:
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o Materialmente, cuando hay una entrega manual y efectiva (me llevo puesto el
jersey comprado) o cuando el adquiriente, de facto y de forma inmediata,
ejercita los poderes del propietario (me quedo a dormir en el apartamento
amueblado que acabo de comprar).
o De forma simbólica: sin llegar a producirse una transmisión material de la cosa,
el vendedor manifiesta de forma inequívoca e irreversible su intención de
transferir la posesión al adquiriente (entrega las llaves del piso)
Constitutum possessorium y traditio brevi manu: el primer supuesto, constitutum
possessorium, suple a la tradición material, y se da en aquellos supuestos en los que le
vendedor continúa poseyendo la cosa, pero en virtud de otro título diferente, p. ej. el
vendedor sigue viviendo en el apartamento que vendió, pero como arrendatario.
La denominada traditio brevi manu es el caso opuesto: el comprador tenía ya, con
anterioridad a la compra, la posesión de la cosa y ahora pasa a ser propietario, p. ej. el
arrendatario que adquiere el inmueble donde vive.
La tradición instrumental: con esta denominación se conoce al supuesto del art.
1.462.2 CC “cuando se haga la venta mediante escritura pública, el otorgamiento de
ésta equivaldrá a la entrega de la cosa objeto del contrato…”
c) Reglas especiales en materia de bienes inmuebles : estos pueden ser adquiridos bien
atendiendo a la medida a razón de un precio por unidad de medida (1.000 € el mt2), bien por
precio alzado (150.000 €). Ello motiva una duplicidad de régimen normativo: en el segundo
caso se está comprando un cuerpo cierto, mientras en el segundo el precio debe ser
proporcional al conjunto de unidades.
Por consiguiente, conviene distinguir los siguientes supuestos:
Venta de inmueble por unidad de medida con cabida inferior a la señalada en el
contrato. En este supuesto el art. 1.469.2 CC establece que “el comprador se encuentra
obligado a entregar al comprador, si éste lo exige, todo cuanto se haya expresado en el
contrato; pero si esto no fuera posible, podrá el comprador optar entre una rebaja
proporcional o la rescisión del contrato…”.
Venta de inmueble por unidad de medida con cabida superior a la señalada en el
contrato. En este el art. 1.470 CC dice que el comprador tendrá la obligación de pagar el
exceso de precio si la mayor cabida o número no pasa de la vigésima parte; pero, si excede
de tal cantidad el comprador podrá optar entre el pago o rescindir el contrato.
Venta de unidades y problemas de calidad. La falta de correspondencia no solo se
puede deber a criterios cuantitativos, sino también a criterios cualitativos, por lo que
supondrá que será posible impugnar el contrato por error.
Venta de inmueble hecha por precio alzado. Según dispone el art. 1.471.1 CC “… no
tendrá lugar el aumento o disminución del mismo, aunque resulte mayor o menor cabida o
número de los expresados en el contrato”.
Plazo de ejercicio de las acciones: aunque el CC habla de un plazo de prescripción de 6
meses, la jurisprudencia determina que este plazo es de caducidad.
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la prestación del otro. Además el vendedor puede suspender la entrega en los siguientes
supuestos:
Compraventa con precio de presente. Según el art. 1.466 CC, “el vendedor no estará
obligado a entregar la cosa vendida si el comprador no le ha pagado el precio o no se ha
señalado en el contrato un plazo para el pago.
Compraventa con precio aplazado. En este caso, el vendedor tampoco estará obligado
a entregar la cosa si después de la venta descubre que el comprador es insolvente.
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d) Los supuestos de evicción parcial: en este caso, según el art. 1.479 CC , si la pérdida
parcial de la cosa vendida (o de una si fuesen varias) es de tal importancia con relación al todo,
el comprador podrá exigir la rescisión del contrato, pero habrá de devolver la cosa sin más
gravámenes de los que tuviera al adquirirla.
3.4 El saneamiento por vicios ocultos. Según el art. 1.484 CC “el vendedor estará obligado
al saneamiento por los defectos ocultos que tuviere la cosa vendida, si la hacen impropia para
el uso a que se la destina, o si disminuyen de tal modo este uso que, de haberlos conocido el
comprador, no la habría adquirido o habría dado menos precio por ella; pero no será
responsable de los defectos manifiestos o que estuvieren a la vista, ni tampoco de los que no lo
estén, si el comprador es un perito que, por razón de su oficio o profesión, debía fácilmente
conocerlos”.
El vendedor responde del saneamiento por vicios ocultos, aunque los desconozca, a
menos que estipule lo contrario y, en tal caso, el vendedor los ignorase (art. 1.485 CC).
Como consecuencia, el comprador podrá optar entre resolver el contrato (la llamada
acción redhibitoria), con restitución de los gastos que pagó, o rebajar una cantidad
proporcional del precio. Si el vendedor actuó de mala fe además deberá indemnizar por daños
y perjuicios (art. 1.486 CC).
Si la cosa se pierde como consecuencia de los vicios ocultos, los efectos dependerán de
la mala fe o no del vendedor. Si obró de buena fe deberá abonar el precio y los gastos, y si lo
hizo de mala fe, además deberá indemnizar por daños y perjuicios (art. 1.487 CC).
En el caso de ventas judiciales no cabrá la responsabilidad por daños y perjuicios (art.
1.489 CC).
Para que pueda haber saneamiento por vicios ocultos, la acción deberá ejecutarse en el
plazo de 6 meses contados desde la entrega de la cosa.
3.5 La contaminación acústica en los inmuebles como vicio oculto: la Ley 37/2.003 y el
RD 314/2.006. La inclusión en la Ley 37/2.003 o “Ley del Ruido” de incluir un sistema de
verificación acústica de las edificaciones, complementa la afirmación expresa de que el
incumplimiento de objetivos de calidad acústica en los espacios interiores podrá dar lugar a la
obligación del vendedor de responder por vicios ocultos del inmueble vendido.
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3.7 Garantías de pago del precio a favor del vendedor. Como hemos visto, en
determinados supuestos, el vendedor se encuentra facultado para suspender la entrega de la
cosa cuando el pago en tiempo y preciso del precio pactado se prevé de difícil materialización.
Estos casos se complementan con otras garantías del vendedor, recogidas en los arts.
1.503 a 1.505 CC, como supuestos de resolución del contrato de compraventa que se
presentan como especialidades o aplicaciones particulares de la resolución general por
incumplimiento regulada en el art. 1.124 CC. Estos son:
a) El supuesto del art. 1.503: en el cual se establece que “si el vendedor tuviere fundado
motivo para temer la pérdida de la cosa inmueble vendida y el precio, podrá promover
inmediatamente la resolución de la venta. Si no existiere este motivo, se observará lo dispuesto
en el art. 1.124”. En el art. 1.124 CC se establece la facultad de resolver el contrato por
incumplimiento, mientras en el art. 1.503 CC se le otorga al vendedor la facultad de instar a la
resolución del contrato por “temor a que se produzca el incumplimiento”.
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Así lo dispone el art. 1.500.1 CC: “el comprador está obligado a pagar el precio de la
cosa vendida en el tiempo y lugar fijados por el contrato”. El segundo párrafo del art. 1.500 CC
establece, como regla supletoria, “si no se hubieren fijado, deberá hacerse el pago en el tiempo
y lugar en que se haga la entrega de la cosa vendida”.
Ambos preceptos coinciden con las normas del pago de las obligaciones establecidas en
el art. 1.171 CC.
Como regla, el pago del precio alzado no genera per se intereses, aunque en la práctica
es muy frecuente lo contrario, el pacto convencional de intereses que, por supuesto, es lícito.
El art. 1.501 CC establece las siguientes reglas: “el comprador deberá intereses por el tiempo
que medie entre la entrega de la cosa y el pago del precio, en los tres casos siguientes:
1. Si así se hubiere convenido.
2. Si la cosa vendida y entregada produce fruto o renta.
3. Si se hubiere constituido en mora, con arreglo al art. 1.100”.
4.2 La facultad de suspender el pago. El art. 1.502 CC establece “si el comprador fuere
perturbado en la posesión o dominio de la cosa adquirida, o tuviere fundado temor de serlo por
una acción reivindicatoria o hipotecaria, podrá suspender el pago del precio hasta que el
vendedor haya hecho cesar la perturbación o el peligro, a no ser que afiance la devolución del
precio en su caso, o se haya estipulado que, no obstante cualquiera contingencia de aquella
clase, el comprador estará obligado a verificar el pago”.
Se trata de una norma preventiva que trata de proteger al comprador en caso de que
éste tema fundadamente perder tanto la cosa como el precio abonado o lo que reste por
abonar. Sin embargo, en la práctica, esta facultad es bastante relativa, pues la jurisprudencia
establece que dicho precepto debe ser interpretado de forma restrictiva.
4.3 El pago de los gastos complementarios. Además del pago y, en su caso, los intereses,
el comprador deberá abonar los gastos necesarios y útiles hechos en la cosa vendida desde la
perfección hasta la consumación del contrato, salvo existencia de pacto en contrario.
5. LA DOBLE VENTA.
Existen distintas fases en la compraventa: perfección (fase donde surgen las
obligaciones) y la consumación o ejecución (fase en la que se lleva a cabo la entrega y el pago).
Esto conlleva a que pueda ser posible que se produzca la venta de una misma cosa a distintos
compradores.
La doble venta o, como dice el TS, la “pluralidad de ventas sobre una misma cosa” es
muy frecuente en la práctica. Y en estos casos el CC se preocupa de establecer única y
exclusivamente cuál de los compradores será el propietario, según las reglas del art. 1.473 CC:
A. Si fuese una cosa mueble, la propiedad se transmite a quien primero haya tomado
posesión de ella con buena fe.
B. Si fuese inmueble, la propiedad pertenece a quien antes la haya inscrito antes en el
Registro. Si no hay inscripción, pertenecerá la propiedad a quien de buena fe sea primero en la
posesión; y, faltando ésta, a quien presente título de fecha más antigua, siempre que haya
buena fe.
Como se ve, el CC solo se encarga de dirimir la propiedad, sin considerar qué ocurre con
el comprador que haya sido defraudado, el cual podrá solicitar la correspondiente
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indemnización de conformidad con las reglas generales o, en su caso, acudir a la vía penal
(querella por estafa).
El art. 1.473 CC se fundamenta en el principio de buena fe y en las reglas de atribución
de la propiedad de los bienes muebles e inmuebles. La buena fe es un requisito que establece
la jurisprudencia del TS como indispensable, el cual debe entenderse por la ignorancia o
desconocimiento por parte del comprador de que la cosa comprada haya sido objeto de venta
anterior.
De otro lado, el art. 1.182 CC establece que, con carácter general, el vendedor queda
exonerado de la entrega salvo que no pueda acreditar que la pérdida de la cosa fue debida a
una circunstancia que acredite que actuó con la diligencia debida.
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b) Régimen jurídico básico: esta figura se regula en los arts. 1.507 a 1.520 CC.
7.2 Compraventa a prueba y compraventa ad gustum. Según dispone el art. 1.453 CC “la
venta hecha a calidad de ensayo o prueba de la cosa vendida y la venta de cosas que es
costumbre gustar o probar antes de recibirlas se presumirán siempre hechas bajo condición
suspensiva”. Se observa dos categorías de venta, dependiendo una (la venta a prueba) de la
comprobación por el comprador de las características propias de la cosa; mientras que en la
otra parece depender en exclusiva del propio gusto o agrado encontrado por el comprador en
relación con la cosa objeto de venta (compraventa ad gustum).
7.3 El denominado pacto in diem addictio. Este es un pacto existente desde los tiempos
romanos, en cuya virtud el vendedor se reserva la facultad de considerar ineficaz un contrato
de compraventa, válido y perfecto, si dentro de un determinado plazo (in diem) encontrara
otro comprador que ofreciera mayor precio o condiciones de pago más ventajosas. En tal caso,
el vendedor podrá llevar a cabo la adjudicación (addictio) de la cosa en favor del segundo o
posterior comprador.
8. EL CONTRATO DE PERMUTA.
4
Retracto.
Der. Derecho que compete a ciertas personas para quedarse, por el tanto de su precio, con la cosa
vendida a otro.
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8.4 La evicción en la permuta. el art. 1.540 CC establece “el que pierda por evicción la cosa
recibida en permuta podrá optar entre recuperar la que dio a cambio o reclamar la
indemnización de daños y perjuicios; pero solo podrá usar el derecho de recuperar la cosa que
él entregó mientras ésta subsista en poder del otro permutante, y sin perjuicio de los derechos
adquiridos entre sobre ella con buena fe por un tercero”.
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1.1 Observaciones generales. El CC, tras dictar unas normas de comunes a todos los
arrendamientos (de cosas, de servicios o de obras), parece ocuparse solo del arrendamiento de
fincas rústicas y urbanas, sin regular los arrendamientos de los demás bienes.
No obstante, dada los términos amplios con los que define el arrendamiento y teniendo
en cuenta que solo se excluyen del arrendamiento “los bienes fungibles que se consumen con
el uso” (art. 1.545 CC) está claro que el resto de bienes muebles no fungibles y los semovientes
podrán ser objeto de arrendamiento. La incorporación de estos bienes al contrato de
arrendamiento debe realizarse con las correspondientes adaptaciones, lo cual en la práctica no
genera demasiados problemas.
El art. 1.453 CC dice “en el arrendamiento de cosas, una de las partes se obliga a dar a la
otra el goce o uso de una cosa por tiempo determinado y precio cierto”. En vista de ello, son
elementos esenciales de este contrato: la cesión del uso o goce de la cosa, el precio cierto y su
duración temporal.
Por lo que, como el arrendamiento es un acto de administración, para ser arrendador solo
se requiere la capacidad general de contratar, no exigiéndose ser dueño de la cosa. Este
principio tiene una excepción: los arrendamientos inscribibles en el Registro de la Propiedad.
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d) Responder del deterioro de la cosa, a no ser que pruebe que fue ocasionado sin culpa.
e) Devolver la cosa, al concluir el arrendamiento, tal como la recibió, presuponiéndose
que la recibió en buen estado.
3.2 El desahucio.
Es la facultad que tiene el arrendador, como consecuencia de algunas causas de
extinción del contrato de arrendamiento de bienes inmuebles, para proceder judicialmente
contra el arrendatario a fin de expulsarlo de la finca. Estas causas son:
a) Haber expirado el término de duración del arrendamiento.
b) Falta de pago del precio convenido.
c) Infracción a cualquiera de las condiciones estipuladas en el contrato.
d) Destinar la cosa arrendada a usos o servicios no pactados que la hagan desmerecer.
4. DISPOSICIONES DEL CC RELATIVAS AL ARRENDAMIENTO DE FINCAS RÚSTICAS Y
URBANAS.
4.1 Fincas rústicas. El arrendatario solo tendrá derecho a la rebaja de la renta en caso de
pérdida de más de la mitad de los frutos por caso fortuito, extraordinario e imprevisto (p. ej.
incendio, guerra, terremoto, inundación), no dando lugar a dicha rebaja la esterilidad de la
tierra el caso fortuito ordinario (arts. 1.575 y 1.576 CC).
Si no se fija la duración, se entiende celebrado el contrato por el tiempo necesario para
la recolección de todos los frutos del año o los que pueda dar de una vez, aunque sean en
plazos superiores (art. 1.577 CC).
El arrendatario saliente debe permitir al entrante que se lleve a cabo lo necesario a fin
de que pueda realizar las labores preparatorias del año siguiente, y el arrendatario entrante
permitirá al saliente la recolección y aprovechamiento de los frutos (art. 1.578 CC).
4.2 Fincas urbanas. Si no se ha pactado nada al respecto, se estará a la costumbre del lugar
en relación con las reparaciones que han de ser de cuenta del propietario (art. 1.580 CC).
Si no se estipuló plazo, se entiende hecho el arrendamiento por años, meses o días, según
la forma en que se haya fijado el alquiler (o renta), ya sea éste anual, o mensual o diario (art.
1.581 CC).
Si se arriendan la casa, el almacén o la industria, junto con los muebles, el arrendamiento
de éstos se entiende por el tiempo que dure el arrendamiento de la finca arrendada (art. 1.582
CC).
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6.2 La regulación legal. Excluido el artículo citado anteriormente, la regulación del contrato
de prestación de servicios es inexistente en el CC.
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4. LA APARCERÍA AGRARIA.
TEMA 29º LOS ARRENDAMIENTOS URBANOS. (SOLO LEY 1.994)
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2.2 El precio. Dice el art. 1.544 CC el contratista “se obliga a ejecutar una obra… por precio
cierto”. Así pues, para el contratista el objeto fundamental del contrato es la obtención de un
precio. De igual forma, el art. 1.592 CC establece que “el que se obliga a hacer una obra por
piezas o por medidas puede exigir del dueño que la reciba por partes y que la pague en
proporción”. Por tanto el precio puede ser:
a) Un precio o ajusta alzado por la ejecución completa de la obra. El precio por unidades
se regirá según lo dispuesto en las reglas generales sobre las obligaciones divisibles.
b) Un precio por unidades o por “certificaciones de obra”, que suele ser muy frecuente,
estableciéndose pagos parciales. Su regulación se establece en el art. 1.593 CC, y como nota
característica, el contratista no puede pedir aumento del precio, salvo que se produzca una
modificación en el plano que produzca aumento de la obra, siempre que lo autorice el
5
Sinalagmático.
Bilateral, doble.
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propietario. Por tanto, cualquier encarecimiento de los materiales o la mano de obra deberán
ser soportados por el contratista (salvo la cláusula rebus sic stantibus).
Cabe mencionar que, obviamente, estas son normas generales, que pueden quedar sin
efecto por la aplicación de pactos convencionales entre las partes.
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5.1 La diversificación de los vicios constructivos. El art. 17.1 LOE diversifica los posibles
vicios o defectos en tres categorías:
a) Vicios estructurales: serían los más graves, por afectar a elementos estructurales del
edificio y, en consecuencia, comprometer su propia estabilidad.
b) Vicios constructivos: originados por deficiencias graves que, sin afectar a la seguridad y
estabilidad del edificio, atentan a elementos constructivos relativos a la propia habitabilidad
del mismo. En tal sentido, los vicios constructivos serían determinantes de una profunda
insatisfacción por parte de los adquirientes del edificio.
c) Vicios de acabado: estos son defectos relativos a los elementos de terminación o
acabado, de fácil detección por personas que no sean expertas en la construcción.
5.2 Los plazos de garantía y prescripción. En correspondencia con la naturaleza y carácter
de los vicios o defectos antes mencionados, la LOE determina los siguientes plazos dentro de
los cuales ha de manifestarse o producirse los daños:
a) Vicios estructurales: diez años.
b) Vicios constructivos: tres años.
c) Vicios o defectos de acabado: un año.
Tales plazos, en principio, deben considerarse como plazos de garantía, conforme a lo
establecido en el art. 1.591 CC.
El art. 18.1 LOE establece que la acciones para exigir la responsabilidad prevista en el
artículo anterior prescribirán a los dos años a contar desde que se produzcan los daños, no
desde que los daños aparezcan o sean conocidos o identificables.
No obstante, se establece que estas normas regirán sin perjuicio de las posibles
responsabilidades contractuales, por lo que habrá de entender que sigue rigiendo el plazo
general de prescripción quindenial establecido en el art. 1.964 CC.
5.3 Otros aspectos. Hay que reseñar que la LOE establece la instauración de un sistema de
seguros, a celebrar por los constructores que, al menos, han de garantizar durante el
correspondiente los vicios estructurales (art. 19).
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6.2 La muerte del contratista. Es natural que la muerte del contratista determine la
extinción del contrato si la obligación de hacer tenía carácter personalísimo. En esto términos
se expresa el art. 1.595 CC: “cuando se ha encargado cierta obra a una persona por razón de
sus cualidades personales, el contrato se rescinde por la muerte de esta persona”.
6.3 La imposibilidad sobrevenida de la ejecución. El último párrafo del art. 1.595 CC
establece que se produce la extinción del contrato si el contratista no puede concluir la obra
“por alguna causa independiente de su voluntad”. Existe poca jurisprudencia, principalmente
por su imprecisión; no obstante, debe de tratarse de causas fortuitas que resulten insuperables
por el contratista, pese haber observado la diligencia exigible en el cumplimiento de la
obligación que pesaba sobre él.
En estos casos el contratista habrá de ser indemnizado.
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4. CLASES DE SOCIEDADES.
4.1 Sociedades civiles y sociedades de comercio. La diferencia entre ambas radica, según
el art. 1.670 CC, en el objeto a que se consagren. Así si la finalidad de la sociedad es la
industria, el comercio, será sociedad mercantil y se le aplicará las reglas del Código de
Comercio. Si el fin de la sociedad no consiste en actos de comercio, sino de otra índole, será
sociedad civil.
Además de esta diferenciación básica existe un gran compendio legislativo en la materia,
y diferentes tipos de sociedades. No obstante, debe quedar claro que en las sociedades civiles
los socios responden ilimitadamente, con todo su patrimonio, aunque de forma
mancomunada, de acuerdo con el art. 1.698 CC.
4.2 Sociedades civiles universales y sociedades civiles particulares. En atención a las
aportaciones de los socios, las sociedades civiles pueden ser universales o particulares. Según
el art. 1.672 CC las sociedades civiles universales pueden ser de todos los bienes presentes o
de todas las ganancias; es decir los socios ponen en común todos los bienes y las ganancias que
adquieran con ellos. Por otro lado, la sociedad civil particular es la que únicamente tiene por
objeto cosas determinadas, su uso o sus frutos (art. 1.678 CC).
5.1 Relaciones jurídicas internas. Los derechos y obligaciones que nacen entre los socios y la sociedad son:
a) Aportaciones de los socios: cada socio es deudor de la sociedad de lo que ha prometido aportar a ella.
b) La distribución de ganancias y pérdidas: estas se repartirán conforme a lo pactado, siendo válido confiar a
un tercero tal distribución. A falta de pacto, tal reparto ser realizará de forma proporcional a lo que cada socio haya
aportado, y el socio que fuere solo de industria tendrá una parte igual a la del socio que menos haya aportado.
c) Resarcimiento de gastos e indemnización de perjuicios: la sociedad responde a todo socio de lo que haya
desembolsado por ella, así como de las obligaciones que con buena fe haya contraído. Los socios responden a la
sociedad de los daños y perjuicios que ésta haya sufrido por culpa de los mismos.
5.2 La administración de la sociedad. Los propios socios pueden pactar quién ha de llevar la administración.
En tal caso:
a) Si en el contrato social se nombra administrador a un socio, éste puede ejercer todos los poderes
administrativos, incluso con la oposición de los demás socios, su poder es irrevocable sin causa legítima.
b) Si el poder se otorga posteriormente al contrato social, puede ser revocado en cualquier momento.
c) Si se nombra a dos o más socios sin concretar las funciones de cada uno, estos pueden ejercer los actos
administrativos separadamente, pero cualquiera de ellos puede oponerse a las operaciones de los demás.
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d) Si se nombra a varios estipulando que todos han de funcionar mancomunadamente, solo podría actuar sin
el concurso de todos cuando exista peligro inminente de un daño grave o irreparable a la sociedad.
Cuando no se haya estipulado nada, todos los socios se considerarán apoderados, rigiéndose la
administración del mismo modo que el punto c).
6.2 La liquidación y división del haber social. La extinción conlleva la necesidad de liquidación de la sociedad,
no extinguiendo su personalidad hasta que no se concluya la liquidación. El CC remite a las reglas de la herencia para
establecer la división del haber social.
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2. CLASES DE MANDATO.
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haya podido tomar las medidas necesarias para evitar la interrupción de los asuntos
gestionados.
c) Por muerte del mandante o mandatario. No obstante, lo realizado por el mandatario
ignorando la muerte el mandante, es válido y surtirá efectos.
d) Por incapacitación sobrevenida del mandante.
e) Por concurso o insolvencia de las partes. A la que habrá que añadirse la situación de
ausencia legal.
5. LA MEDIACIÓN O CORRETAJE.
El corretaje es un contrato que tiene por objeto vincular al mediador o corredor en la
realización de los actos necesarios para la conclusión o celebración de un determinado
contrato (compraventa, alquiler…).
La aproximación de esta institución con el mandato es obvia, e incluso anteriormente el
TS consideraba similares a ambas figuras contractuales. Hoy en día, se acentúan los perfiles
propios de la mediación o corretaje:
- No hay coincidencia entre mandato y corretaje. El mando supone la celebración del
contrato entre el tercero y el mandatario que actúa en nombre del mandante o en el suyo
propio gestionando los intereses del mandante. En cambio, en el corretaje, el corredor se limita
a poner en contacto a su principal o cliente con el tercero.
- Tampoco hay que asimilar el corretaje con el contrato de servicios, pues el corredor
asume una obligación de resultado, siendo pacífico que no se lleve retribución alguna si no se
celebra el contrato entre el principal y el tercero.
- El hecho de que el corredor asuma una obligación de resultado, no supone una
semejanza con el contrato de obra, pues no se obliga en sentido estricto a la conclusión del
contrato, ni garantiza su eventual perfección.
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6
Artículo 337 CC.
Los bienes muebles son fungibles o no fungibles.
A la primera especie pertenecen aquellos de que no puede hacerse el uso adecuado a su naturaleza sin
que se consuman; a la segunda especie corresponden los demás.
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Cabe reseñar que, según el art. 1.742 CC, las obligaciones y derecho del comodato pasan
a los herederos de ambos contrayentes, por tanto, la muerte o declaración de fallecimiento no
extingue el contrato.
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admisión como objeto del depósito, aunque el denominado depósito judicial se puede realizar
sobre estos.
Por lo que, en base a todo lo anterior, se puede decir que el depósito es un contrato en
virtud del cual una persona (depositante o deponente) entrega una cosa mueble a otra
(depositario), para que ésta la guarde y se la restituya cuando aquélla se la reclame.
4.2 Características del contrato. Son características fundamentales del depósito:
a) Gratuidad y unilateralidad del contrato. Salvo pacto en contrario, el depósito es un
contrato gratuito y, por tanto unilateral. En el caso de que se establezca una contraprestación o
retribución se devendrá bilateral. No obstante, tradicionalmente la retribución en el depósito
suponía la calificación en otro tipo de contrato, como arrendamiento o préstamo.
b) El carácter real. El contrato de depósito se perfecciona con la entrega de la cosa. Sin
embargo, la doctrina contemporánea suele poner de relieve el carácter consensual del contrato
al destacar que no se puede dejar sin validez a un contrato establecido por voluntad de las
partes aún cuando no se halla realizado la entrega.
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El carácter unilateral del depósito implica que las obligaciones del depositario tengan
mayor trascendencia que las del depositante.
6.1 Obligaciones del depositario.
a) La obligación de guarda y custodia: es esta la principal obligación y la que caracteriza
este contrato.
b) La obligación de restitución: la cosa depositada debe ser restituida al depositante con
todos sus frutos, productos y accesiones. Cuando se realiza un depósito de dinero se estará a
las obligaciones del mandatario, es decir será también deudor de los intereses, salvo pacto en
contrario. Esta obligación se transmite a los herederos.
c) Momento temporal de la restitución: según el art. 1.775 CC será cuando la reclame el
depositante.
d) El lugar de la restitución: en primera instancia en el lugar pactado y de forma
subsidiaria donde estuviere depositada la cosa. Los gastos de transporte corren a cargo del
depositante, salvo mala fe del depositario.
e) Pérdida de la cosa y subrogación legal: según el art. 1.777 CC el depositario que por
fuerza mayor hubiese perdido la cosa entrega y recibida otra en su lugar, estará obligado a
entregar ésta el depositante.
6.2 Obligaciones a cargo del depositante. Dada la gratuidad de este contrato, es obvio que
el CC no se preocupe de resaltar en precepto alguno la obligación del depositante de satisfacer
al depositario la retribución convenida. La retribución será libremente convenida entre las
partes.
La única obligación que recoge el CC para el depositante es la de sufragar los gastos
realizados por el depositario y, en su caso indemnizarle por los daños o perjuicios sufridos.
6.3 Extinción del contrato. El modo ordinario de extinción del depósito es la entrega o
restitución de la cosa depositada.
7. EL DEPÓSITO IRREGULAR.
Tradicionalmente se ha calificado al depósito irregular como el contrato cuyo objeto
consiste en una determinada cantidad de cosas fungibles, principalmente dinero, que pueden
ser no solo utilizadas, sino incluso consumidas por el depositario.
La nota esencial o característica de este tipo de depósito consiste en la fungibilidad de la
cosa objeto del depósito, lo que permite que el depositario adquiera la propiedad de la misma,
y que la obligación de restitución se convierta en la obligación de entregar al depositante una
misma cantidad de cosas fungibles, su equivalente exacto.
El depósito irregular tipo es el realizado con dinero, lo cual no quiere decir que todo
depósito de dinero sea irregular, sino solo cuando este dinero pierde su individualidad.
Es discutible la admisibilidad del depósito irregular en el CC, pues éste prohíbe al
depositario el uso de la cosa depositada sin permiso del depositante, remitiendo a otras figuras
contractuales (préstamo o comodato) cuanto esto se produce. No obstante, la doctrina
establece que deberá atenderse a la verdadera voluntad de las partes para definir la tipología
contractual. En tal sentido, la jurisprudencia del TS, establece a los “depósitos” a plazo fijo
realizados a entidades bancarias, como figuras contractuales más cercanas al préstamo que al
depósito, debido a la indisponibilidad que tiene el depositante para acceder a la cosa
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depositada. De igual forma, se establece a los ingresos en cuentas bancarias como contratos
autónomos e independientes.
8. EL DEPÓSITO NECESARIO.
Se trata de una modalidad de depósito caracterizada por la existencia de una obligación
de custodia a causa de una situación de hecho sobrevenida y, por consiguiente, nacida con
independencia de la voluntad de las partes.
8.1 Los supuestos clásicos de depósito necesario. Se distinguen tres tipos:
a) Cuando el depósito se hace en cumplimiento de una obligación legal. En tal caso se
regirá por las disposiciones legales de la ley que lo establezca y, en su defecto por el CC.
b) Con ocasión de una calamidad (incendio, ruina, naufragio…), conocido como
“depósito miserable” (arts. 1.781 y 1.782 CC)
c) El que tiene lugar respecto de “los efectos introducidos por los viajeros en las fondas
y mesones”; en este caso el hotelero es el que tiene legalmente la responsabilidad de depositar
la cosa (arts. 1.783 y 1.784 CC).
8.2 El contrato de ingreso en centros asistenciales. Según dispone la doctrina, lo dispuesto
para los hoteleros debe regir para los casos de ingreso de personas en centros asistenciales.
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2.2 Los juegos y apuestas prohibidos. Según el art. 1.798 CC “la ley no concede acción para reclamar lo que se
gana en un juego de suerte, envite o azar; pero el que pierde no puede repetir lo que haya pagado voluntariamente,
a no ser que hubiese mediado dolo, o que fuera menor, o estuviera inhabilitado para administrar sus bienes”
2.3 Los juegos y apuestas no prohibidos. El art. 1.800 CC establece que “no se consideran prohibidos los
juegos que contribuyen al ejercicio del cuerpo, como son los que tienen por objeto adiestrarse en el manejo de las
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armas, las carreras a pie o a caballo, las de carros, el juego de pelota y otros de análoga naturaleza”. El artículo
siguiente establece “el que pierde en un juego o apuesta de los no prohibidos queda obligado civilmente”.
2.4 La Sentencia de la Sala 1º del TS 878/2.008. Esta sentencia declara la ilicitud del juego autorizado en
casinos cuando la propia empresa, incumpliendo la normativa vigente, presta dinero a los jugadores que agotan su
activo líquido disponible.
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1.808 CC dispone que no podrá reclamarse la renta sin justificar la existencia del
beneficiario.
IV. Incumplimiento y aseguramiento de la renta: según el art. 1.805 CC la falta de pago
de la renta vencidas no autoriza al perceptor a exigir el reembolso del capital, solo tendrá
derecho a reclamara judicialmente el pago de las rentas atrasadas y el aseguramiento de
las futuras.
3.5 Nulidad del contrato de renta vitalicia. Además de las causas generales de nulidad, el
art. 1.804 CC contempla un supuesto específico de nulidad: la muerte o enfermedad del
causante.
3.6 La renta vitalicia a título gratuito. Según el art. 1.807 CC “el que constituye a título
gratuito una renta sobre sus bienes puede disponer, al tiempo del otorgamiento, que no estará
sujeta dicha renta a embargo por obligaciones del pensionista”.
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2. LA CAPACIDAD EN LA TRANSACCIÓN.
A esto se dedica los arts. 1.810, 1.811 y 1.812 CC. De los que en concurrencia con otros
preceptos del CC, se extraen las siguientes conclusiones:
- La transacción de bienes y derechos de menores de edad o personas sometidas a tutela
requiere autorización judicial.
- Las corporaciones que tengan personalidad jurídica podrán transigir en la forma y con los
requisitos que puedan enajenar sus bienes.
- La transacción realizada por el mandatario necesitará de un mandato expreso.
3. OBJETO DE LA TRANSACCIÓN.
Se excluye de la transacción las materias que afectan al orden público y al interés
general. Igualmente se requiere que la el objeto sea posible, lícito y determinado. Las
renuncias de derechos se entienden solo con los que tienen relación con la disputa sobre la
que ha recaído la transacción.
El art. 1.814 CC establece que no se puede transigir sobre el estado civil de las personas,
ni sobre las cuestiones matrimoniales, si sobre alimentos futuros.
5. EFECTOS DE LA TRANSACCIÓN.
La naturaleza contractual de la transacción implica la necesidad de distinguir un doble
orden de efectos: los efectos inter partes, y los posibles efectos de la transacción para con los
terceros. En relación a los efectos entre las partes contratantes queda claro en cuanto se
aplican las disposiciones generales de los contratos y particularmente el art. 1.257 CC. En
cambio, cualquier acuerdo transaccional es res inter alios acta7 para con los terceros, salvo que
éstos sean causahabientes de una de las partes o se encuentren unidos con el transigente por
lazos de solidaridad o por el carácter indivisible de la prestación.
5.1 La excepción de cosa juzgada. Dice el art. 1.816 CC que “la transacción tiene para las
partes la autoridad de la cosa juzgada; pero no procederá la vía de apremio sino tratándose del
cumplimiento de la transacción judicial”.
Esto quiere decir que las partes dan por resuelta definitivamente la cuestión, quedando
obligados, y no podrán volver a plantear la cuestión de nuevo. En caso de que una de las partes
acuda a los tribunales buscando un pronunciamiento más favorable, le podrá ser opuesta la
7
Res inter alios acta.
Asunto que concierne exclusivamente a las partes implicadas.
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denominada exceptio rei per transactionem finitae, siempre que concurran los requisitos de
identidad y no proceda la impugnación de la transacción.
La jurisprudencia se mantiene en dicho sentido, la celebración de la transacción implica
el absoluto respeto a la nueva situación. Obviamente, esto no significa que no se pueda acudir
a los Tribunales para instar el cumplimiento de lo pactado transaccionalmente, o para solicitar
la ineficacia de ésta.
5.2 Retroactividad de la transacción. Aunque el CC no se exprese al respecto, debe
defenderse que, la transacción tiene efectos retroactivos respecto de los derechos y
obligaciones de los transigentes. No obstante, lo más conveniente sería pronunciarse
expresamente por los transigentes al respecto. Es indiscutible que la eventual retroactividad no
afectaría a terceros.
5.3 La aplicabilidad del art. 1.124. La doctrina ha debatido sobre la posibilidad de instar
judicialmente la resolución del contrato de transacción en caso de incumplimiento de una de
las partes.
La tesis afirmativa se sustenta en la generalidad del art. 1.124 CC, que faculta al eventual
acreedor a instar judicialmente a que el deudor cumpla con su obligación o bien la
indemnización por daños y perjuicios.
En cambio, existe parte de la doctrina que interpreta el art. 1.816 CC como una negación
a recurrir a la vía judicial.
Según el profesor Lasarte, se estima más seguro la aplicabilidad del art. 1.124 CC.
6. LA TRANSACCIÓN JUDICIAL.
El art. 1.816 CC es el único precepto que se refiere a la llamada transacción judicial,
estableciendo que “… no procederá la vía de apremio sino tratándose del cumplimiento de la
transacción judicial”.
6.1 La transacción judicial bajo el imperio de la LEC de 1.881. Careciéndose de definición
legal, la doctrina y jurisprudencia mayoritaria establece que la transacción es siempre
extrajudicial, pero se denomina “judicial” cuando se incorpora o aporta al proceso judicial al
que pone fin. Si bien, esto no supone que el Juez entre a formar parte de la transacción, pues
en tal caso, dejaría de serlo.
6.2 La transacción judicial en la vigente LEC. La publicación de la LEC 1/2.000 no ha
variado nada al respecto.
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12.1 La impugnación del laudo. Aunque la ley 60/2.003 de Arbitraje no los contemple
como recursos, el laudo puede ser objeto de anulación o revisión.
a) Acción de anulación del laudo: contra un laudo definitivo se podrá interponer la acción
de nulidad cuando la parte que solicita la anulación alegue y pruebe alguno de los siguientes:
a. Que el convenio arbitral no existe o no es válido.
b. Que no haya sido debidamente notificada de la designación de un árbitro o de las
actuaciones arbitrales o no ha podido, por cualquier otra razón, hacer valer sus derechos
c. Que los árbitros no han resuelto sobre cuestiones no sometidas a su decisión.
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1. EL CONTRATO DE FIANZA.
1.1 Ideas generales: fianza subsidiaria y fianza solidaria. La fianza consiste en una garantía
de carácter personal, tendente a asegurar la satisfacción del acreedor de un derecho de
crédito, previniendo el riesgo de insolvencia, total o parcial, del deudor; es decir, de que éste
no pueda cumplir la obligación que le incumbe.
El art. 1.822 CC establece “por la fianza se obliga uno a pagar o cumplir por un tercero,
en el caso de no hacerlo éste”. Se deduce con claridad que para el CC la fianza tiene carácter
subsidiario: el fiador solo habrá de afrontar el pago en caso de que el deudor no lo realice.
Sin embargo, el CC no desconoce la posibilidad de que el deudor principal y fiador
queden obligados en un mismo plano, de forma solidaria. En tal caso, el acreedor, llegado el
momento del pago, podrá reclamarla a cualquiera de ellos o al fiador directamente. En tal
sentido, se expresa el segundo párrafo del art. 1.822 CC “si el fiador se obligare solidariamente
con el deudor principal…”
1.2 Relación de fianza y contrato de fianza. El contrato de fianza es el acuerdo contractual
celebrado entre fiador y acreedor, en cuya virtud aquél asume la obligación de asegurar el
cumplimiento de la obligación del llamado deudor principal, cuyo conocimiento es necesario
para la validez del acuerdo entre fiador y acreedor.
El contrato de fianza no está sometido a regla especial alguna, tan solo se requiere la
capacidad general para obligarse, según se extrae del art. 1.828 CC.
El contrato de fianza debe realizarse sobre una obligación que sea válida, si bien,
también podrán ser objeto del contrato de fianza deudas u obligaciones anulables que no
hayan sido objeto de impugnación.
No obstante, debido a que el contrato de fianza, en si mismo considerado, solo vincula a
acreedor y fiador, la doctrina prefiere hablar de relación de fianza o de fianza a secas, para
referirse al conjunto de relaciones existente entre deudor principal, fiador y acreedor.
1.3 Características del contrato de fianza. La relación de fianza cuenta con los siguientes
caracteres:
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2. CLASES DE FIANZA.
2.1 Fianza convencional, legal y judicial. El art. 1.823.1 CC establece de forma literal “la
fianza puede ser convencional, legal y judicial”
Es convencional cuando surge de un contrato de fianza convenido espontáneamente
entre fiador y acreedor.
Es legal o judicial cuando, por disposición de la ley o del Juez, una persona ha de
garantizar el cumplimiento de una determinada obligación mediante la intervención de un
fiador.
2.2 Fianza simple y subfianza. Atendiendo al carácter y naturaleza de la obligación
garantizada, se distingue entre fianza simple o doble, en cuyo caso se habla de subfianza. La
primera garantiza la obligación principal, la segunda garantiza una fianza anterior, es decir, la
obligación del fiador.
La existencia de subfianza supone que existe un fiador del fiador. Hay que decir que en la
práctica esta práctica es muy inusual, pues normalmente el acreedor preferirá imponer el
esquema de la fianza solidaria antes que el esquema de la subfianza.
2.3 Fianza indefinida o ilimitada y fianza definida o limitada. Por la extensión con que el
fiador garantiza la obligación principal, la fianza podrá ser indefinida o ilimitada si comprende
la obligación principal más las accesorias; mientras que si la fianza se circunscribe a la
obligación principal o parte de la misma correctamente señalada en pacto o contrato, se estará
ante una fianza definida o limitada.
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1.830 CC establece que “el fiador no puede ser compelido a pagar al acreedor sin hacerse antes
excusión de todos los bienes del deudor”.
Con el término excusión se hace alusión a que se debe investigar, explorar o sacar a la luz
todos los bienes del deudor antes de dirigirse contra el fiador. Es decir, el fiador tiene derecho a
eludir el pago mientras no se demuestre la insolvencia del deudor.
No obstante, lo estipulado en el art. 1.830 CC parece confrontar con el art. 1.832 CC que
establece que el fiador debe oponerlo al acreedor cuando éste le requiera el pago, señalándole
bienes del deudor.
4.2 La exclusión del beneficio de excusión. La subsidiariedad que caracteriza la posición
del fiador desaparece en todos aquellos casos que no entra en juego el beneficio de excusión,
pues en tales casos el acreedor puede dirigirse directamente contra el fiador.
Según el art. 1.831 CC no procede la excusión en los siguientes casos:
a) Que el fiador haya renunciado expresamente a ella.
b) Cuando se haya obligado solidariamente a ella (fianza solidaria).
c) En caso de quiebra o concurso del deudor.
d) Cuando el deudor no pueda ser demandado judicialmente en España.
La razón de la eliminación de tal beneficio es fácil de explicar:
- La renuncia del fiador o la constitución de fianza solidaria arroja la misma
consecuencia, puesto que en tal caso la deuda es exigible simultánea, previa o sucesivamente
respecto a la obligación principal.
- Encontrándose el deudor declarado en concurso por imposibilidad de atender sus
obligaciones, es natural que el beneficio de excusión decaiga.
- Razones de orden procesal avalan el punto d).
4.3 El beneficio de división en caso de cofianza. Paralelo al beneficio de excusión el CC
regula el beneficio de división. Según el art. 1.837 CC “siendo varios los fiadores de un mismo
deudor y por una misma deuda, la obligación de responder de ellas se divide entre todos ”. Por
tanto, se establece una obligación mancomunada de los cofiadores, donde el acreedor no
podrá reclamar a cada fiador sino la parte que le corresponda satisfacer, a menos que se haya
estipulado la solidaridad de forma expresa.
El beneficio de división cesa en los mismos casos y por las mismas causas que el de
excusión. En tal caso de exclusión del beneficio de división, cualquier fiador ha de ser
considerado fiador solidario por el íntegro montante de la deuda.
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