Escolar Documentos
Profissional Documentos
Cultura Documentos
Acto administrativo
Por el alcance respecto de las personas
Reglamento
Competencia
Objeto
Causa
Elementos
Motivación
Finalidad
Forma
I – Hechos administrativos
No todos los actos de la administración son actos administrativos, también hay hechos
administrativos, que son aquellos acontecimientos que producen efectos en el plano jurídico
administrativo. Dromi se encuentra en contra de esta distinción.
Los hechos administrativos son una especie de hechos jurídicos, es decir, acontecimientos
susceptibles de producir alguna adquisición, modificación, transferencia o extinción de los derechos
u obligaciones. Como tales, los hechos administrativos pueden ser humanos, los más comunes, o
naturales, como una inundación que puede ser causa de una ocupación temporánea.
La distinción radica en que, mientras que el hecho administrativo humano es un mero
comportamiento material o una operación que implica el ejercicio de una actividad física por parte de
los órganos administrativos, el acto administrativo supone un acto intelectual de formación de una
declaración. Normalmente el hecho administrativo está precedido de un acto administrativo que lo
legitima, aunque puede que haya hecho administrativo que no esté antecedido por un acto
administrativo, como es el caso de la detención in fraganti delito.
Esta diferenciación entre acto y hecho administrativo no es meramente académica, sino que tiene
importancia práctica: en Santa Fe existe un sistema revisor del acto administrativo por vía
contencioso-administrativa a través de las Cámaras de lo Contencioso Administrativo, que sólo es
aplicable a los actos administrativos. No sucede lo mismo con los hechos administrativos, que no son
impugnables por esa vía, salvo que se los convierta en actos, como cuando ante el reclamo media
denegación de la administración. Los hechos administrativos en sí mismos son impugnables por otras
vías, distintas a la contencioso-administrativa, como la vía de amparo.
A – Vías de hecho
Son comportamientos materiales de la administración groseramente inconstitucionales, como
sería el caso de expropiación o apertura de una calle en terreno privado sin autorización.
La Ley Nacional de Procedimiento Administrativo N° 19.549 establece que “La administración
se abstendrá:
1. De comportamientos materiales que importen vías de hecho administrativas lesivas de un
derecho o garantía constitucionales.
2. De poner en ejecución un acto estando pendiente algún recurso administrativo de los que en
virtud de norma expresa impliquen la suspensión de los efectos ejecutorios de aquél, o que,
habiéndose resuelto, no hubiere sido notificado”.
I-3
La LNPA admite la impugnación judicial de las vías de hecho en su art. 25 inc. d.
Así, se entiende por vías de hecho en general a toda acción material que prescinde de las vías
legales para imponer un estado de cosas o una situación determinada en relación a personas o cosas.
Se configura cuando concurren los siguientes elementos:
1. Acto material de la administración.
2. Que la actuación no se ajuste a derecho, debido a que:
Carece de un acto administrativo o de una norma de carácter general que avale su
proceder.
Toma como base un acto irregular, tal como sucede en el art. 9 inc. b ya citado.
Lesiona un derecho o garantía constitucionalmente reconocido.
B – Actos de la administración
El acto de la administración es una declaración de voluntad que se circunscribe a la esfera
interna de la administración, no teniendo efectos jurídicos directos respecto de los administrados,
como una propuesta, el informe del jefe o un dictamen jurídico. Son los actos internos que producen
efectos intrínsecos.
Respecto al dictamen jurídico, no es vinculante salvo cuando hay derechos subjetivos de los
administrados en juego; es dirigido al funcionario, en tanto que el acto administrativo se dicta en su
consecuencia, y sí va dirigido a terceros. El art. 80 del decreto reglamentario 1883/91 de la LNPA
fija que “”Las medidas preparatorias de decisiones administrativas, inclusive informes y dictámenes,
aunque sean de requerimiento obligatorio y vinculante para la Administración, no son recurribles”.
El dictamen va a informar al acto administrativo, con lo cual si éste se basa en aquél, el
administrado deberá impugnar al acto que lo receptó.
Por otro lado, el informe es un mero relato objetivo que se hace en base a datos de la realidad o
de registros, quedando fuera de la enumeración relevante.
Los actos de la administración tienen base constitucional, ya que el art. 85, 2° párrafo dice que
“El examen y la opinión del Poder Legislativo sobre el desempeño y situación general de la
Administración Pública estarán sustentados en los dictámenes de la Auditoría general de la Nación”;
y el art. 99 inc. 4, 2° párrafo establece que el Presidente “Nombra a los demás jueces de los
tribunales inferiores en base a una propuesta vinculante en terna del Consejo de la Magistratura, con
acuerdo del Senado...”.
I-4
II – Actos administrativos
Existen dos teorías acerca del acto administrativo, una amplia y otra restringida, siendo la
restringida la mayoritaria. Estas son sus diferencias respecto a la concepción del acto administrativo:
En cambio, dentro de la postura restringida, seguida por la cátedra, Dromi dice que el acto
administrativo es una declaración unilateral efectuada en el ejercicio de la función administrativa que
produce efectos jurídicos individuales en forma directa. Acentúa el origen del acto administrativo,
entendiendo que la función administrativa solamente comprende los actos emanados del Poder
Ejecutivo.
VII – Por la naturaleza al acto: con fin público y con fin privado
Una antigua clasificación distingue entre aquellos actos que revelan directa e inmediatamente el
cumplimiento de un fin público, y los actos privados de la administración, como la locación de un
inmueble o la compra de bolígrafos. En realidad, los actos privados de la administración también son
actos administrativos a los que se le aplican los principios de derecho privado.
I-7
I – Competencia
La competencia es la aptitud legal de un órgano para emitir un acto. Dromi la define como el
conjunto de atribuciones, facultades y deberes que ejercen en forma obligatoria los órganos estatales
y que son otorgados por la Constitución Nacional, por las constituciones provinciales, por los
tratados, por las leyes o por los reglamentos.
Capacidad civil Competencia administrativa
Atributo de la personalidad. No existe persona No se encuentra ligada necesariamente a una
Carácter
física o jurídica sin capacidad. persona, sino a un órgano.
Ámbito Derecho privado. Derecho público.
Se presume la capacidad. No existe la Se presume la incompetencia. La competencia
Regla
incapacidad absoluta de derecho. debe ser expresa y legal.
I-9
Quien debe controlar la competencia es el órgano que lo emitió, y en caso de conflicto deben
ponerse de acuerdo, el administrado lo acepta o lo dirime el juez.
Se discute si el funcionario competente debe ser capaz, a lo que la doctrina dice que si el acto es
reglado y cumple con las reglas, el mismo se independiza del sujeto siendo válido; en cambio, si el
acto es discrecional, se puede anular.
Tiene las siguientes características:
1. Improrrogable: por excepción se dan las facultades delegables o la “avocación”, donde un
superior asume una actividad del inferior, siendo recurrible.
2. Expresa: debe surgir expresamente de una norma.
3. De orden público: responde a un interés estatal.
4. Pertenece al órgano: corresponde al órgano como tal, y no a la persona física.
A – Clasificación de la competencia
1. Por razón de la materia: alude al contenido u objeto del acto, a las tareas que el órgano
puede ejercer. Así, el presidente será incompetente, por ejemplo, al dictar leyes generales, que
corresponden al Poder Legislativo, o sentencia, que le tocan al Judicial. Se trata de una
incompetencia absoluta, siendo relativa cuando se trata de funciones de otros órganos
administrativos.
2. Por razón del territorio: puede ser nacional, provincial o municipal, debido a la
organización política del país.
3. Por razón del tiempo: la asignación de la competencia tiene el carácter de permanente, como
regla general, aunque hay algunas transitorias, como el art. 99 inc. 3º para elevar decretos de
necesidad y urgencia a la Comisión Bicameral, o la posibilidad del Poder Ejecutivo de declarar
el estado de sitio por ataque exterior cuando el Congreso está en receso. Otras son accidentales,
como es el caso de órganos colegiados reunidos como cuerpo, para un caso de flagrante delito.
4. Por razón del grado: alude a si la competencia fue asignada por el superior o fue distribuida
entre los distintos órganos. Puede darse:
Centralización: competencia asignada al superior.
Descentralización: asignación de competencia a otro órgano nuevo con personería
jurídica propia.
Desconcentración: no es un nuevo ente ni tiene personería jurídica propia. Se trata de
nuevas oficinas, como los distritos.
I - 10
II – Causa
La causa se refiere a la serie de antecedentes o razones de hecho y derecho que justifican la
emisión del acto administrativo. Son los “vistos” y “considerandos”.
Las razones de hecho son también llamadas causas materiales o fácticas, y alude a los
antecedentes que motivaron al acto administrativo, como es el caso de la infracción de un empleado
público mediante el robo de una máquina. En cambio, las razones de derecho son las causas
jurídicas, que refiere a las normas de derechos que sustentan el acto administrativo, como es el caso
de la norma que prohíbe el robo y contempla la sanción correspondiente.
El acto administrativo es causado cuando existe causa fáctica y causa jurídica y, en
consecuencia, no está viciado.
III – Objeto
El objeto es la parte resolutiva. Consiste en lo que el acto decide, valora, certifica, registra u
opina, a través de la declaración pertinente. No puede ser neutro o ambiguo
El objeto debe ser lícito, cierto, física y jurídicamente posible, determinado o determinable, y
debe decidir todas las peticiones formuladas. Puede involucrar otras cuestiones no propuestas, previa
audiencia del interesado y siempre que ello no afecte derechos adquiridos.
Se distinguen los distintos tipos de contenido:
1. Esencial: lo que indefectiblemente debe contener el acto.
2. Natural: el cual se considera implícito, como el control estatal al servicio público
concesionado.
3. Accidental: cuando el acto está sujeto a plazo, condición o cargo.
IV – Motivación
La motivación es la explicitación de la causa, es decir, la declaración de cuáles son las razones y
las circunstancias de hecho y de derecho que han llevado a dictar el acto, hallándose dentro de los
“considerandos”. Puede haber causa y no motivación o una motivación distinta, como sucede cuando
se explica mal o no se explica.
La motivación es indispensable para poder apreciar si se ha satisfecho la finalidad prevista en la
norma que otorga facultades al órgano para emitir el acto. Este requisito tiene una mayor importancia
en los actos realizados en ejercicio de facultades discrecionales, pues solamente la motivación de
estos actos permite al juez determinar si son o no razonables. Cassagne entiende que en la
motivación no sólo debe expresarse la causa, sino también la finalidad que consiste en el objetivo
que se persigue con el acto administrativo.
I - 11
V – Finalidad
Es el bien jurídico protegido con el dictado del acto, el resultado previsto legalmente como el
correspondiente al tipo de acto dictado. Así, por ejemplo, la finalidad del acto que disuelve una
manifestación tumultuosa es proteger al orden y la paz públicos.
La finalidad se integra por la proporcionalidad, que implica que las medidas dispuestas por el
acto deben ser adecuadas a los fines de la norma.
El acto debe cumplir la finalidad que surge de las normas que otorgan competencia al órgano
para emitir el acto. Cuando no se persigue un interés público, se da el vicio de desviación de poder.
Si con el tiempo cambia la finalidad del acto, será menester revocarlo.
VI – Forma
El art. 8 de la LNPA establece que “El acto administrativo se manifestará expresamente y por
escrito; indicará el lugar y fecha en que se lo dicta y contendrá la firma de la autoridad que lo emite;
sólo por excepción y si las circunstancias lo permitieren podrá utilizarse una forma distinta”.
Así, podemos decir que se llama forma al modo o manera de producirse la exteriorización del
acto. Constituye un elemento de certeza del acto y una garantía para los particulares.
La forma no sólo se exige al momento de la emisión del acto sino que, además, comprende al
procedimiento previo. Comadira y Cassagne, en minoría, incluyen dentro de la forma a los aspectos a
cumplirse luego de la emisión del acto, como la notificación y la publicación.
5) Atributos o caracteres
I – Presunción de legitimidad
El art. 12 dice que “El acto administrativo goza de presunción de legitimidad...”, lo cual se debe
al procedimiento que lo precede. Ello no sucede con toda la actividad administrativa, pues por
ejemplo la vía de hecho administrativa no se presume legítima al igual que el hecho material.
Como puede verse, para que el acto goce de esta presunción, la administración debe valerse de
ese procedimiento para dictar el acto para probar la legitimidad. No significa liberar la carga de la
prueba a la administración, sino que el procedimiento previo es la forma para probar esa legitimidad.
Esta presunción es iuris tantum, siendo su finalidad el no entorpecer la marcha de la
administración. Hutchinson dice que este principio es necesario, puesto que de no existir, toda la
actividad administrativa sería cuestionable ab initio. Invierte la carga de la prueba.
Esta presunción se da por una cuestión práctica para que pueda funcionar la administración. Al
ser individual el acto administrativo se aplica inmediatamente.
I - 12
Respecto a los actos manifiestamente ilegítimos, Barra entiende que continúa la presunción de
legitimidad, en tanto que Comadira dice que no. En la práctica, se debe demandar por amparo
judicial con medida cautelar para suspender la ejecución del acto, y si es concedido, llevar el oficio a
la administración (no debe irse por la vía administrativa porque no se suspende la ejecución del acto).
Para Comadira, esta presunción de legitimidad trae aparejadas las siguientes consecuencias:
1. Las nulidades administrativas no pueden ser declaradas de oficio por los jueces.
2. Quien alegue que el acto administrativo es ilegítimo debe probarlo.
3. Las particularidades deben obedecer al acto administrativo, salvo impugnación suspensiva.
4. Entre dos interpretaciones posibles, debe estarse por la validez del acto administrativo.
Dromi aclara que esta presunción de legitimidad juega respecto a los actos válidos y a los actos
anulables por nulidad relativa y subsanable, es decir respecto a los actos regulares. No se da respecto
a los actos inexistentes y a los actos nulos de nulidad absoluta e insanable,
II – Ejecutoriedad
La ejecutoriedad es una consecuencia de la presunción de legitimidad, y apunta a que el acto
administrativo, a partir de su notificación, es obligatorio, ejecutable y exigible, sin necesidad de que
el órgano judicial reconozca el derecho a la administración y la habilite a tales fines, a diferencia de
lo que sucede con los actos jurídicos privados, en donde ante el incumplimiento de una parte, la otra
debe acudir a la justicia.
El art. 12 continúa diciendo que “...Su fuerza ejecutoria faculta a la Administración a ponerlo en
práctica por sus propios medios, a menos que la ley o la naturaleza del acto exigieren la intervención
judicial, e impide que los recursos que interpongan los administrados suspendan su ejecución y
efectos, salvo que una norma expresa establezca lo contrario”.
Así, existen dos tipos de ejecutoriedad:
1. Ejecutoriedad administrativa o directa: es la regla, tal como sucede en:
Materia contravencional: la administración, por las leyes de policía y por los códigos de
faltas, puede aplicar por sus propios medios sanciones administrativas.
Materia contractual: la administración, por las leyes de contratación pública de obras y
servicios, puede incautar bienes y maquinarias destinados a la prestación pública.
2. Ejecutoriedad judicial o indirecta:, que es la excepción, donde la administración promueve
acción para que el órgano judicial haga cumplir el acto administrativo. Se da en estos casos:
Acción ejecutiva de apremio: para el cobro de multas, impuestos, tasas y contribuciones
Acción sumaria de expropiación: para la expropiación forzosa.
Acción de desalojo: para la recuperación de los bienes del dominio privado del Estado
dados en locación o en comodato.
I - 13
La ejecutoriedad llega hasta donde están los derechos de los ciudadanos, los cuales no pueden
ser afectados. Así, Cassagne establece ciertos límites, diciendo que cuando esté en juego la propiedad
privada, el domicilio, o la libertad, como regla la administración debe recurrir al órgano
jurisdiccional para ejecutar el acto. Para Barra puede haber una afectación de derechos siempre que
sea momentánea y por causa de interés público. Esta regla tiene como excepción los casos donde esté
comprendido un interés público en forma grave o inminente, pudiéndose en tales supuestos ejecutar
el acto sin recurrir a la justicia: es la “excepción a la excepción”.
A – Medios de ejecutoriedad
La administración puede apelar a diversas medidas de coerción para asegurar el cumplimiento de
los actos administrativos que emite. Estas medidas de coerción pueden dar lugar a una ejecución
espontánea o forzosa del acto administrativo:
1. Espontáneas: tienden a que el administrado cumpla o ejecute el acto, como sucede cuando se
amenaza con la aplicación de una multa ante el estacionamiento prohibido de un vehículo.
2. Forzosas: cuando la administración cumple o ejecuta el acto por sí misma si no lo hace el
administrado, tal como sucede cuando el auto mal estacionado es llevado al corralón.
Dromi dice que estas medidas de coerción son la ocupación, la ejecución sobre bienes, la
ejecución de oficio, la coerción directa y la coerción indirecta.
Estas medidas de coerción deben ajustarse a un aspecto procesal y a otro sustancial. El aspecto
procesal tiene que ver con el proceso administrativo previo y reglado. El aspecto sustancial se refiere
al principio de legalidad, por el cual la administración no puede aplicar otras medidas de coerción
que las expresamente autorizadas por el ordenamiento jurídico en el caso concreto.
La cátedra habla también de la “autotutela declarativa” como la posibilidad de la administración
de declarar que determinado sistema se resuelva de determinada manera.
III – Estabilidad
La estabilidad consiste en la imposibilidad de revocar los actos que la propia administración
dicte por la presunción de legitimidad. Es la contracara de la revocabilidad, que es el acto
administrativo por el cual la administración deja sin efecto un acto administrativo anterior.
Apunta a que el acto administrativo regular que crea, reconoce o declara un derecho subjetivo en
favor de los administrados, una vez que fue notificado al interesado, no puede ser revocado en sede
administrativa por razones de ilegitimidad, salvo que exista una ley que lo autorice expresamente.
La administración no puede revocar en contra del administrado, pero sí en favor suyo, al igual
que por razones de oportunidad, mérito o conveniencia.
I - 14
Por ejemplo, si la licitación de una obra pública sufrió un vicio leve, con la notificación de la
adjudicación el acto adquiere estabilidad, en tanto que si el vicio es grave, la estabilidad se alcanza
con el comienzo de la ejecución de la obra, siendo mayor el período temporal de revocación.
La acción de lesividad, exclusiva del sistema nacional, es una acción procesal administrativa
que habilita a la administración para impugnar, ante el órgano judicial competente, un acto
administrativo que es irrevocable, ilegal y lesivo a sus intereses, a los fines de obtener su anulación.
Debe interponerse ante la Cámara Federal de Apelaciones.
Ante la revocación por parte de la administración de un acto administrativo que goza de
estabilidad, el afectado podrá interponer una acción de amparo.
De este modo, la estabilidad exige los siguientes requisitos:
1. Que el acto administrativo cree, reconozca o declare un derecho subjetivo a los administrados
2. Que el acto administrativo haya sido notificado.
3. Que el acto administrativo sea regular, o si es irregular que esos derechos subjetivos estén en
vías de cumplimiento.
4. Que no exista ley que autorice la revocación.
I - 15
IV – Impugnabilidad
Este elemento no es reconocido por la cátedra, aunque Dromi lo incluye. La impugnabilidad
implica que todo acto administrativo puede ser impugnado por los administrados, en ejercicio del
derecho de defensa constitucionalmente reconocido. Puede ser en sede administrativa o judicial:
1. Sede administrativa: procede por cuestiones de legitimidad, o por razones de oportunidad,
mérito o conveniencia. Puede efectuarse a través de recursos, reclamaciones y denuncias, en
virtud del procedimiento administrativo que regula tales medios de defensa de los administrados.
2. Sede judicial: sólo procede por razones de legitimidad, y puede efectuarse a través de las
acciones y de los recursos propios del proceso administrativo.
8) Sistema de invalidez
El vicio posterior al dictado del acto administrativo no afecta su validez sino su presunción de
legitimidad y su ejecutoriedad, que son caracteres del acto administrativo.
II – Anulación y revocación
Para Llambías, la nulidad consiste en una sanción legal que priva al acto de sus efectos
jurídicos, en virtud de un vicio originario, existente en el momento de la celebración.
Dromi destaca las principales diferencias entre las nulidades civiles y administrativas:
NULIDAD CIVIL NULIDAD ADMINISTRATIVA
Fuente Ley. CNA, ley, reglamentos.
Pueden pedirla quienes tengan interés en hacerlo, Quienes tengan un derecho subjetivo o un interés
Sujeto pasivo el Ministerio Público y aquellos en cuyo legítimo
beneficio se establecieron.
Pueden declararse sin una investigación previa de No pueden declararse sin una investigación
Requisitos hecho, salvo para los actos anulables. previa de hecho, salvo para los actos inexistentes
o nulos de nulidad absoluta (legitimidad).
La acción para impugnar los actos nulos Rigen los mismos plazos mientras la legislación
Prescripción prescribe a los 10 años, y para los actos anulables no disponga otros.
a los 2 años.
Barra sostiene que, en materia administrativa, el juez no puede declarar ningún tipo de nulidad
de oficio, ya sea absoluta o relativa, por la presunción de legitimidad de los actos de la
administración, distinto de lo que ocurre en materia civil, donde sí puede hacerlo. En oposición,
Comadira afirma que si la nulidad es grave y manifiesta no rige la presunción de legitimidad,
pudiendo el juez declararla de oficio.
En la administración, los vicios del acto administrativo los puede declarar ella misma, en primer
lugar, y la persona en segunda instancia.
El vicio se ataca mediante recursos, por vía administrativa, salvo que se trate de un caso de
urgencia que amerite el recurso de amparo judicial. El principio general es que el recurso en contra
del acto, la impugnación del mismo, no lo suspende, y que todo acto administrativo es impugnable.
9) Saneamiento o modificación
El art. 19 de la ley 19.549 establece que el acto administrativo anulable, y de nulidad relativa y
subsanable, puede ser saneado o modificado mediante ratificación y mediante confirmación.
El saneamiento o la modificación del acto consiste en la posibilidad que tiene la administración
de paliar los vicios de un acto anulable, y de nulidad relativa y subsanable, con efectos retroactivos a
la fecha en que se dictó el acto ratificado o confirmado.
I – Ratificación
Es el acto por el cual la autoridad competente reconoce como propios los actos realizados por
otra autoridad que era incompetente para dictarlos por razón de grado.
El acto administrativo viciado de incompetencia en razón del grado puede ser modificado por el
órgano superior, siempre que sea admisible su avocación o delegación.
II – Confirmación
La confirmación se da cuando el mismo órgano que dictó el acto administrativo subsana el vicio
que lo afecta. Sus efectos son retroactivos a la fecha de emisión del mismo.
III – Conversión
El art. 20 de la ley 19.549 establece que la conversión es aplicable al acto administrativo nulo y
de nulidad absoluta e insanable. La conversión consiste en el dictado de un nuevo acto con efectos
ultra-activos, es decir, con efectos a partir del momento en que se perfecciona el nuevo acto.
Este modo de modificación consiste en el dictado de un nuevo acto administrativo por medio del
cual se declara la voluntad de aprovechar los elementos válidos que contenía el acto viciado,
integrándolo en otro acto distinto y extinguiendo los elementos y cláusulas afectados de invalidez. La
conversión tendrá efecto a partir del momento en que se perfecciona el nuevo acto (irretroactivo).
Requiere siempre el consentimiento del administrado.
La extinción es la cesación total o parcial de sus efectos jurídicos del acto administrativo. Las
causales pueden ser concomitantes o sobreviniente.
I - 22
Según Cassagne, las causales de extinción son las siguientes:
1. Vencimiento del plazo: el acto se extingue cuando se vence el plazo al cual se sujetó.
Objetivas
2. Cumplimiento del objeto: el acto se extingue cuando su objeto se cumple o desaparece.
1) Introducción
Según el art. 1137 del Código Civil recepta la definición del contrato civil, diciendo que “Hay
contrato cuando varias personas se ponen de acuerdo sobre una declaración de voluntad común
destinada a reglar sus derechos”, siendo perfectamente aplicable al contrato administrativo. Sin
embargo, este último tiene elementos, caracteres y efectos específicos que lo diferencian del contrato
del derecho privado.
El contrato del derecho civil y el del derecho administrativo se diferencian en:
II – Naturaleza jurídica
A – Teorías negativas
Algunos la niegan, diciendo que el contrato administrativo no es una categoría autónomo, como
en el derecho alemán. Se fundamenta en los siguientes puntos:
1. No existen actos bilaterales en el derecho público (derecho alemán).
2. No hay igualdad de partes (derecho alemán).
3. No son contratos por estar fuera del comercio (Zanobini).
4. Falta de autonomía de la voluntad.
5. Las competencias administrativas no son enajenables.
B – Teorías positivas
Dentro de las teorías que reconocen al contrato administrativo como autónomo, hay quienes
entienden que pueden ser de dos tipos: administrativos propiamente dichos o privados de la
administración, dando los siguientes criterios de distinción:
1. Sujeto: es administrativo cuando aparezca la administración. No vale pues siempre aparece.
2. Carácter de la relación: es administrativo cuando implica un acto de autoridad o de imperio,
estando la administración en superioridad respecto al contratista. En cambio, es privado de la
administración cuando se trata de un acto de gestión, donde la administración está en un plano
de igualdad con el contratista.
3. Por la calificación jurídica o legal: es contrato administrativo cuando la ley lo dice- es un
criterio útil, pero no ayuda a distinguir, aportando realmente poco.
4. Jurisdicción: cuando le corresponde entender a la jurisdicción contencioso-administrativa.
Es consecuencia de haberlo calificado como tal, con lo cual no vale.
II - 3
5. Servicio público: contrato administrativo es aquel que tiene por objeto un servicio público,
en tanto que la función administrativa es mayor a lo estricto del servicio público.
6. Marienhoff: presenta dos criterios para distinguir al contrato administrativo:
Por contener cláusulas exorbitantes expresas: es la esencia del contrato administrativo,
que de estar incluido en un contrato privado lo convertiría en ilícito o inmoral.
Por el objeto: distingue entre los contratos de atribución y los de colaboración: en los de
atribución la obligación principal está en cabeza del Estado (concesión de uso del
dominio público), en tanto que en los de colaboración en cabeza del particular
(concesión de obra). Así, se trata de un contrato administrativo cuando en los contratos
de colaboración la pretensión principal se relaciona de manera directa e inmediata con
funciones del Estado; y cuando en los contratos de atribución la pretensión se relaciona
con bienes que no pueden ser objeto de un contrato entre privados.
Marienhoff agrega que en los contratos de colaboración hay también cláusulas
exorbitantes implícitas, es decir, que están aunque no se incluyan en el contrato.
De este modo, los contratos privados de la administración son aquellos en los cuales la actividad
del contratante no se relaciona de manera directa e inmediata con funciones esenciales o específicas
del Estado, como cuando se alquila un inmueble para funciones comerciales. Algunos de sus
aspectos se rigen por el derecho público, como sucede con la licitación o cuestiones de competencia.
Dromi, en posición compartida con la cátedra, no comparte la distinción entre contrato
administrativo y contrato privado de la administración, ya que el Estado tiene una sola personalidad,
que es pública, y no una doble personalidad que le permita celebrar ambos. De este modo, entienden
que el criterio para diferenciar los contratos administrativos es el sujeto, siendo administrativos todos
los contratos en los que la administración es parte, sin importar si tienen cláusulas exorbitantes o no.
7. Competencia
Sin embargo, la doctrina que desarrollaremos a continuación para explicar los elementos los
trata de otra forma y en otro orden, aunque, a fin de cuentas, los elementos terminan siendo los
mismos. Son los mismos que presenta cualquier contrato
A – Sujetos
Son las dos partes del contrato, por un lado el contratista que necesita capacidad, y por el otro la
Administración, que requiere competencia. Cuando ambas parte son entes públicos no encontramos
ante un contrato interadministrativo.
1) Capacidad
El contratista debe ser una persona física o jurídica que se encuentre en plena posesión de su
capacidad de hecho y de derecho. A nivel nacional debe estar inscripto en la Oficina Nacional de
Contrataciones, y a nivel provincial en el Registro de Proveedores del Estado.
Esta capacidad se rige por el derecho privado y por el reglamento de las contrataciones del
Estado Nacional (decreto 1023/01):
1. Incapaces absolutos, y los relativos cuando les es prohibido expresamente.
Código Civil
2. Religiosos profesos.
3. Suspendidos o inhabilitados.
4. Agentes y funcionarios del Estado Nacional y las empresas en que los mismos participen.
5. Fallidos, interdictos y concursados. Los concursados puede si presentan autorización judicial
y en contratos en los que la capacidad económica del oferente resulte intrascendente.
Reglamento 6. Condenados por delitos dolosos.
7. Procesados por delitos contra la propiedad, contra la administración pública nacional o contra
la fe pública. Tampoco por delitos contra la Convención Interamericana contra la Corrupción.
8. Quienes no cumplieron con obligaciones impositivas previsionales.
9. Quienes recibieron subsidios y no cumplieron con la obligación de rendir cuentas en tiempo.
II - 5
2) Competencia
La competencia del órgano estatal o del ente que ejerce la función administrativa se rige por el
derecho público. En los entes estatales rige preferentemente la ley de ministerios, la ley de
administración financiera y la ley nacional de procedimientos administrativos. En las entidades
autárquicas y las empresas del estado rige principalmente sus normas estatutarias.
B – Objeto
El objeto es la materia o el contenido del contrato administrativo, es decir, las obligaciones que
nacen del mismo y que tienen consiste en una prestación de dar, de hacer o de no hacer tendiente a
satisfacer un interés público, como es el caso de una obra pública o de un servicio público.
Los contratos administrativos, a diferencia de los civiles, pueden tener por objeto cosas que no
estén en el comercio, como la concesión de uso especial de un bien del dominio público.
El objeto se rige por el art. 953 del Código Civil, con lo que debe ser lícito, cierto, posible física
y jurídicamente y determinado o determinable. El contrato ilícito por razón del objeto comprende al
contrato contrario a las normas, al orden público, o a las buenas costumbres.
La administración, durante la vigencia del contrato, puede variar unilateralmente el objeto,
enmarcándose dentro de ciertos límites y fundándose en razones de interés público.
C – Forma
El contrato administrativo es una declaración bilateral de voluntad, y la forma es el modo en que
se exterioriza la voluntad de las mismas.
Generalmente se exige la forma escrita, lo cual se da, por ejemplo, en la ley 13.064 que hace
obligatoria esta forma para el contrato de obra pública.
Además, el contrato administrativo exige una serie de formalidades o recaudos que deben
observarse antes, durante y luego del consentimiento. La observancia de la forma se fundamenta en
la transparencia, en la gestión de la cosa pública.
D – Causa
La causa es la fuente del contrato administrativo, que se traduce en una causa fáctica o de hecho,
que alude a los antecedentes que motivaron su celebración, y en una causa jurídica o de derecho, que
refiere a las normas que lo sustentan.
E – Finalidad
La finalidad del contrato administrativo consiste en la satisfacción directa o indirecta de un
interés público. Este interés público no es genérico, sino que varía de uno a otro contrato según el fin
particular al que responde cada uno conforme a la ley.
II - 6
V – Caracteres
A – Formalismo
La regla del formalismo se debe a la transparencia que debe existir en la utilización de fondos
públicos y a la publicidad que deben recibir los actos de gobierno en un sistema republicano.
El formalismo del contrato administrativo apunta a que:
1. El consentimiento debe ser expreso en todos los casos.
2. La forma, generalmente, debe ser escrita.
3. Las formalidades anteriores, concomitantes y posteriores al consentimiento deben respetarse.
B – Prerrogativas de la administración
Mientras en el contrato de derecho privado rigen los principios de autonomía de la voluntad e
igualdad jurídica de las partes, en el contrato administrativo las partes contratantes están en un plano
de desigualdad jurídica, en el sentido que la administración se encuentra por encima del contratista,
debido a la desigualdad de propósitos perseguidos por las mismas. Así, al fin económico privado
perseguido por el contratista se opone y se antepone el fin público perseguido por la administración.
Esta desigualdad jurídica se traduce fundamentalmente en la posibilidad que tiene la
administración para insertar cláusulas exorbitantes en los contratos administrativos. Estas cláusulas
pueden ser las siguientes:
1. Ejecutoriedad propia de la administración: lo que la administración decide puede hacerse
valer por sí y ante sí. Se vincula también con la posibilidad de ejecución forzada ante la mora del
contratista, pudiéndose ejercer en cualquier momento y su costa.
2. Posibilidad de modificar unilateralmente el contrato: se trata de un ius variandi más
fuerte que el derecho privado, pudiendo variar, dentro de ciertos límites, las obligaciones del
contratista, con el fin de adaptarlo a las necesidades públicas.
3. Potestad de dirección y control: la administración le puede exigir al contratista
determinadas formas de ejecutar el contrato y controlarlo. Incluso puede rescindir
unilateralmente el contrato, sin perjuicio de la responsabilidad ulterior.
4. Conferir al contratista ciertos poderes respecto de terceros: tales como expropiar,
constituir servidumbres, e incluso sancionar (la vieja ley de concesión vial permitía detener a los
conductores fuera de regla).
II - 7
IX – Marco legal
Conforme al art. 7 de la Ley de Procedimiento Administrativo N° 19.549, se dice que a los
contratos administrativos se les aplica de manera directa la misma, por lo que son válidos todos esos
requisitos:
1. Competencia.
2. Causa.
3. Objeto.
4. Forma.
5. Motivación.
6. Finalidad.
La etapa de formación o preparación del contrato es aquella que se despliega con anterioridad al
consentimiento a los fines de preparar la voluntad contractual y de seleccionar al contratista.
Por un lado, la Administración ejecuta actos administrativos (pliegos), hechos administrativos
(publicaciones), simples actos de la administración (pre-adjudicación) y reglamentos administrativos
(condiciones generales). Por el otro, el contratista, siempre y cuando sea una persona privada, ejecuta
actos y hechos jurídicos, como la compra del pliego de bases y condiciones o la propuesta.
Durante esta etapa puede generarse responsabilidad precontractual, como cuando la
administración revoque un llamado a licitación por razones de oportunidad, mérito o conveniencia,
luego de que el oferente efectuó los gastos necesarios para la presentación de la oferta. El contratista
puede responder precontractualmente cuando retire su oferta intempestiva e injustificadamente.
Se discute cuál es el principio general en materia de contratación del Estado: algunos creen que
es la licitación pública, mientras que otros entienden que es la libertad de contratación, salvo que una
norma expresa prevea lo contrario. Gordillo, en una posición intermedia, sostiene que siempre debe
haber un mínimo de procedimiento de contratación pública.
En rigor de verdad, son las disposiciones legales las que determinan los procedimientos de
selección del contratista a los que puede apelar la administración. Ello sucede, por ejemplo, con la
ley 13.064 de obras públicas, que establece como procedimiento a la licitación.
A continuación nombraremos los procedimientos de selección del contratista:
I – Licitación pública
La licitación pública es el procedimiento de selección del contratista en virtud del cual la
administración invita a una cantidad indeterminada de posibles interesados a que, sujetándose a las
bases fijadas en los pliegos de bases y condiciones, formulen propuestas de las cuales se seleccionará
y aceptará la más ventajosa o conveniente para celebrar el contrato.
En este procedimiento licenciatario rigen los siguientes principios jurídicos:
1. Libre concurrencia: apunta a que la administración busca que se presenten en la licitación la
mayor cantidad de oferentes. Es posible imponer condiciones relativas a la capacidad genérica,
como no permitir a los incapaces, exigir honor profesional, o cierta capacidad económica.
2. Igualdad entre oferentes: el Estado no puede hacer discriminaciones arbitrarias entre
quienes se presentan. Todos deben contar con las mismas posibilidades.
3. Publicidad: el Estado busca transparentar el procedimiento licitatorio, debiéndolo dar a
conocer a la mayor cantidad de interesados posible, y desarrollándolo de forma pública. Este
principio tiene tres consecuencias: la transparencia, la equidad y la eficiencia.
II - 10
La licitación por regla no es una oferta, sino que es una invitación a que los particulares efectúen
su oferta. Esta forma de selección del contratista es viable en los contratos de obra pública, como lo
establece el art. 9 de la ley 13.064, que también fija que excepcionalmente puede apelarse
indistintamente a la licitación privada o a la contratación directa en estos casos:
1. Cuando el costo de la obra no exceda del monto que establezca el Poder Ejecutivo.
2. Trabajos indispensables en una obra en curso de ejecución no previstos en el proyecto ni
incluidos en el contrato. No podrán superar el tope antedicho
3. Trabajos de urgencia reconocida o circunstancias imprevistas.
4. Por seguridad del Estado, requiriendo garantía especial o gran reserva.
5. Cuando para la adjudicación resulte determinante la capacidad artística, técnico-científica, la
habilidad o la experiencia del ejecutor, o cuando el mismo posea la patente o un privilegio.
6. Cuando a la licitación pública no se presentan propuestas o no se efectúan ofertas admisibles.
A – Prefactibilidad técnica
Un organismo del Estado va a realizar un estudio destinado a evaluar si el servicio o la
realización de la obra que se quiere prestar es técnicamente posible.
Generalmente se le encarga a un organismo propio de la administración.
B – Habilitación presupuestaria
La celebración de un contrato administrativo debe contar con autorización legislativa para gastar
o contar con un crédito legal suficiente, es decir, que el gasto debe estar legalmente autorizado por la
ley de presupuesto o por una ley especial.
Lo ideal es que el crédito legal suficiente exista al momento del llamado a licitación, aunque por
excepción puede ser solicitado después cuando medien razones de urgencia, en cuyo caso el silencio
del Congreso de la Nación debe ser interpretado como afirmativo.
D – Llamado a licitación
El licitante, por medio de sus órganos competentes, inicia de oficio el procedimiento de
selección del contratista a través del llamado a licitación, que es un acto administrativo de alcance
general no normativo, y se traduce en una convocatoria que implica un pedido de ofertas.
La publicación del llamado a licitación es fundamental, pudiendo ser realizada a través de
diversos medios de prensa y publicidad, buscando darlo a conocer para motivar la concurrencia. Los
medios de publicación se encuentran establecidos por las normas de la contratación específica, como
sucede con la ley de obras públicas, que exige obligatoriamente la publicación en el Boletín Oficial,
y facultativamente en otros medios de comunicación útiles como la radio, televisión, carteles, etc.
Algo similar ocurre con el contenido de la publicación, que para la misma ley debe contener:
1. Licitante.
2. Obra que se licita.
3. Sitio en que se ejecutará la obra.
4. Lugar donde pueden consultarse o retirarse las bases de la licitación pública.
5. Condiciones a las que debe ajustarse la propuesta.
6. Funcionario al que deben dirigirse o entregarse las propuestas.
7. Lugar, día y hora en que va a celebrarse la licitación pública.
8. Importe de la garantía que el proponente debe constituir para intervenir en la misma.
1) Garantía precontractual
Esta garantía precontractual, o también llamada de mantenimiento, debe ser constituida por
todos los licitadores y tiene por finalidad asegurar la celebración del contrato, es decir, el
mantenimiento de la oferta durante el plazo estipulado en los pliegos o en la normativa.
Debe diferenciarse de la garantía contractual, que es aquella que constituye sólo el licitador
adjudicatario y apunta al cumplimiento del contrato, utilizándose por la administración como importe
mínimo del daño frente al incumplimiento.
Los licitadores no adjudicatarios deben recibir de regreso su garantía precontractual, en tanto
que el adjudicatario tiene dos opciones: o bien le regresan su garantía precontractual y constituye la
contractual, o aumenta aquélla hasta llegar al monto necesario para ésta.
II - 13
El monto de la garantía precontractual está porcentualmente predeterminado por las normas
positivas de la contratación específicas. La ley de obra pública establece que debe ser el 1% del
presupuesto oficial de la obra que se licita. La resolución 834/2000 establece que la garantía de
mantenimiento de las ofertas debe ser el 5% y la garantía de cumplimiento contractual el 10%.
En cuanto a la forma de la garantía precontractual, la misma debe estar determinada en las
normas de contratación y en el pliego, aunque las más comunes son las siguientes:
1. Entrega de pagarés a la vista, cheques certificados o títulos públicos.
2. Depósito en banco oficial a la orden de la entidad licitante.
3. Aval bancario, fianza personal o seguro de caución.
4. Hipoteca o prenda con registro.
G – Recepción
Es el acto por el cual la administración recibe la oferte, es decir, admite la documentación que
contiene la propuesta.
H – Aclaraciones
Antes de la apertura de las ofertas, los oferentes pueden solicitar por escrito a la administración,
aclaraciones y formular observaciones respecto del acto que se va a realizar o del procedimiento.
Las aclaraciones las realiza la administración por medio de circulares aclaratorias, las cuales
deben ser notificadas por escrito al resto de los oferentes por aplicación del principio de igualdad.
J – Admisión o rechazo
El licitante debe pronunciarse admitiendo o rechazando las ofertas presentadas por los
licitadores, según se ajusten o no a los requisitos exigidos por la normativa y por los pliegos.
En caso de que las propuestas más convenientes sean dos en igualdad de condiciones, debe
apelarse a una mejora de oferta o precio para efectuar un desempate. Como regla general, los
licitadores reconsideran las ofertas presentadas y se selecciona y acepta la más ventajosa o
conveniente. Excepcionalmente, los licitadores no reconsideran las ofertas presentadas y se efectúa
un sorteo público entre las mismas como medio de selección y aceptación.
L – Pre-adjudicación
La pre-adjudicación es el simple acto de la administración en virtud del cual los organismos
técnicos y consultivos especializados, cuando la ley o el pliego establecen su intervención, declaran
cuál es la oferta más conveniente o más ventajosa.
El dictamen de la comisión de estudios es obligatorio pero no vinculante. Su naturaleza es la de
un acto interno de la administración, algo similar a un dictamen. Algunos autores entienden que no
es recurrible, en tanto que otros sí lo son, como cualquier acto administrativo.
II - 15
M – Adjudicación
La adjudicación es el último acto pre-contractual, pero no necesariamente el primero del
contrato, pues en algunos casos requiere que sea notificado. Es el acto administrativo en virtud del
cual el licitante acepta la propuesta más conveniente, poniendo fin a la fase de formación o
preparación del contrato y habilitando su futura formalización o perfeccionamiento.
Se trata de una “discrecionalidad”, como concepto jurídico indeterminado, por lo que se discute
su alcance, pues si las diferencias son notorias, la elección deja de ser discrecional.
La oferta aceptada y el pliego de bases y condiciones no pueden ser modificados con
posterioridad a la adjudicación, puesto que de otro modo se atentaría contra el principio de igualdad
entre los oferentes. La ley de obras públicas establece una excepción: pueden admitirse cuando no
alteren sustancialmente la propuesta original o el pliego, y siempre que no atenten contra el principio
de igualdad, estableciendo así un criterio de razonabilidad.
II – Concurso público
El concurso público es el procedimiento de selección del contratista en virtud del cual la
administración invita a una cantidad indeterminada de posibles interesados, a los fines de seleccionar
al más idóneo, por los antecedentes o por una prueba de oposición, teniéndose en cuenta las
condiciones personales, técnicas, científicas, económico-financieras, culturales o artísticas de los
presentantes o intervinientes. Se aplica cuando el monto supera los $300.000.
Concuerda con el requisito de idoneidad exigido por el art. 16 de la Constitución y se utiliza, por
ejemplo, para proveer un cargo de profesor universitario o realizar la maqueta de un monumento.
Se asemeja a la licitación pública en que ninguna de las dos configura una oferta contractual por
parte de la administración, sino que son pedidos de ofertas por parte de la administración de oferta,
operando como una autolimitación de la discrecionalidad de la administración en el procedimiento de
selección del contratista. Se diferencian en el criterio de selección, pues en la licitación pública se
basan en factores económicos, en tanto que en el concurso público a cuestiones no económicas.
El concurso público es viable en los contratos de obra pública, de suministro, de concesión de
servicio público y de empleo público. La ley de obras públicas establece que puede utilizarse para
seleccionar a quien elabore el proyecto previo de la obra pública, cuya ejecución se confiará luego a
un tercero seleccionado por el procedimiento que corresponda.
Es obligatorio en los supuestos en los cuales el ordenamiento jurídico así lo requiera
expresamente, como sucede a nivel nacional para la selección de aspirantes a integrar los tribunales
inferiores del Poder Judicial por parte del Consejo de la Magistratura (art. 114, inc. 1° CNA).
Es facultativo cuando el ordenamiento jurídico no lo requiere expresamente, siendo posible la
simple designación. Dromi sostiene que, por sus garantías y ventajas, debería ser utilizado siempre.
II - 16
IV – Concurso privado
El concurso privado es el procedimiento de selección del contratista en virtud del cual la
administración invita a una cantidad determinada de posibles interesados, a los fines de seleccionar al
más idóneo, en términos similares a lo que sucede con el concurso público. Procede sólo cuando el
monto estimado para la contratación no excede de $300.000.
Se asemeja al concurso público en que el criterio de selección responde fundamentalmente a
factores no económicos, y se parece a la licitación privada en que solamente se invita a intervenir
como oferentes a un número determinado de personas o de empresas.
La administración está obligada a invitar a cinco posibles oferentes como mínimo, y a considerar
las ofertas presentadas por quienes no fueron convocados.
V – Contratación directa
La contratación o adjudicación directa es el procedimiento de selección del contratista en virtud
del cual la administración lo elige directamente, sin concurrencia, puja u oposición de oferentes. Es
utilizado para montos menores, siendo en la Nación hasta $75.000, y en la provincia hasta $5.500.
La doctrina entiende que es facultativo para la administración, con lo que puede recurrir a otro
método si así lo desea, así como también aceptar o rechazar a discreción. Se deben solicitar al menos
tres ofertas y rige el criterio de la conveniencia. Se da los siguientes casos:
1. Bienes perecederos.
2. Trabajos complementarios.
3. Cuando la licitación pública fue desierta dos veces.
4. Emergencia.
5. Bienes y servicios de venta exclusiva.
6. Reparaciones de maquinaria urgentes.
7. Contrataciones secretas por cuestiones de seguridad nacional.
II - 17
VI – Otros procedimientos
1. Remate público: también denominado “subasta pública”, es un procedimiento de selección
del contratista en el que la adjudicación se efectúa en el mismo acto y en público, previa
publicidad del llamado, ante una concurrencia indiscriminada, con base estimada o sin ella, y al
mejor postor. El Estado puede comprar o vender en remate público: si vende, siempre sujeto a la
autorización por parte del órgano competente.
2. Concurso de proyectos integrales: es un procedimiento de selección del contratista
mediante el cual, por iniciativa de la administración o de los contratistas, se presentan propuestas
integrales, que deben detallar los antecedentes del oferente y todas las condiciones contractuales,
técnicas y económicas, incluyendo la estructura económico-financiera y los proyectos
constructivos, siempre y cuando sea necesario, pues en este procedimiento no hay pliego.
3. Venta de acciones o de cuotas en bolsas y mercados: es un procedimiento de selección del
contratista al cual puede apelar el Estado nacional, provincial o municipal que sea accionista de
una sociedad comercial. Es uno de los procedimientos que se estableció en las privatizaciones de
empresas, sociedades, establecimientos o haciendas productivas reguladas por la ley 23.699.
4. Compra informatizada: es el procedimiento de selección del contratista en virtud del cual se
presentan ofertas en un medio magnético estándar a los fines de adquirir determinados bienes,
las cuales son procesadas por un sistema informático para elaborar un cuadro comparativo, y se
selecciona y acepta la oferta más ventajosa o conveniente.
1. De etapa única: cuando la comparación de las ofertas económicas y de las calidades de los
oferentes se realizan en un mismo acto.
2. De etapa múltiple: cuando se realizan en dos o más actos, a través de la presentación
II simultánea de dos o más sobres cerrados. Admite dos variantes:
Se selecciona y acepta al contratista que obtenga el mayor puntaje final entre los sobres.
Se abren los sobres que versan sobre las calidades de los oferentes y se realiza una
preselección, de manera que los sobres de quienes fueron preseleccionados son abiertos
a fin de seleccionar y aceptar la mejor oferta, y los de los demás son devuelto sin abrir.
I – Continuidad
Por regla general, el contrato debe continuar. El principio de continuidad apunta a que la
extinción del contrato y la interrupción o suspensión de su ejecución son absolutamente
excepcionales, con lo que toda cuestión vinculada a la ejecución contractual debe ser interpretada en
favor del cumplimiento del contrato administrativo.
Este principio se funda en la finalidad propia del contrato administrativo, que es la satisfacción
del interés público, en la relación de subordinación jurídica del contratista particular, y en la técnica
de colaboración del administrado para con la administración.
Las excepciones al principio de continuidad son:
1. Caso fortuito o fuerza mayor.
2. Hechos de la administración.
3. Hechos del príncipe.
4. Muerte del contratista.
5. Quiebra del contratista.
II – Mutabilidad
El principio de mutabilidad, flexibilidad o maleabilidad apunta a que la administración, durante
la ejecución del contrato administrativo, puede modificar unilateralmente sus términos para variar las
prestaciones debidas por el contratista. Surge de la potestas variandi de la administración.
La CSJN en el fallo Guida admite la modificación de un contrato de empleo público con
reducción en caso de emergencia.
Implica una cláusula exorbitante implícita del contrato administrativo, que existe pese a que no
esté incluida expresamente, aunque las partes pueden estipular en cada contrato el modo y la forma
de su ejecución y los efectos que puede producir en la relación contractual y en su subsistencia.
El principio de mutabilidad reconoce dos límites:
1. Las modificaciones deben respetar la sustancia del contrato y la esencia de su objeto, es decir,
deben ser razonables. Caso contrario, el contratista tiene derecho a la rescisión y a la
indemnización de los daños y perjuicios ocasionados, salvo que medie renegociación del mismo.
2. Las modificaciones deben mantener la ecuación económico-financiera, es decir, el equilibrio
entre las partes. De no ser así, el contratista tiene derecho a la rescisión y a la indemnización,
salvo que la administración restablezca las condiciones modificadas.
En caso de que se violen estos principios, el ejecutante podrá modificar el contrato (subir o bajar
el precio, nunca variando más del 20% en las obras públicas), o suspender el contrato y pedir
indemnización por daños y perjuicios.
Debe existir una razonabilidad, es decir, una adecuación entre los medios y los fines
propuestos. El art. 7 de la ley 19.549 en su inciso f nos dice que “...Las medidas que el acto involucre
deben ser proporcionalmente adecuadas a aquella finalidad”. Otros lo ven como un criterio para
balancear los intereses generales con los particulares.
La proporcionalidad se relacione con ello, proveniente del derecho europeo, y desglosada en
tres sub-principios:
1. Adecuación: consiste en que la medida sea adecuada al fin que se persigue.
2. Necesidad: si hay varios caminos para llegar a una misma solución, debe seguirse el que
menos restrinja los derechos del particular.
3. Proporcionalidad stricto sensu: debe respetarse la igualdad entre las partes.
Este tema se relaciona con la revisión del contrato, que consiste en un procedimiento en virtud
del cual se reequilibran los elementos del contrato administrativo, a los fines de poder alcanzar el
objetivo o el fin perseguido originalmente, que se vio frustrado por circunstancias sobrevinientes no
previstas en el contrato al tiempo de su celebración. Comprende dos formas de hacerlo:
1. Renegociación: se equilibran los elementos del contrato, sin variar su sustancia.
2. Reconversión: se modifican los elementos esenciales del contrato, como los sujetos.
II - 20
I – Derechos de la administración
A – Dirección y control
La administración puede ejercer un control legal, técnico-financiero y material del cumplimiento
que tiene de sus obligaciones el contratista del Estado.
Se fundamenta en la responsabilidad de origen constitucional de la administración sobre la
marcha de los negocios públicos. Resulta novedosa la creación de entes nacionales reguladores con
el fin de controlar el cumplimiento de los contratos de concesión de la explotación de servicios
públicos. Además, se ha estipulado un procedimiento de audiencias públicas que permite un amplio
análisis de los intereses afectados y, sobre todo, de los derechos de los usuarios.
La facultad de dirección y control es una cláusula exorbitante implícita del contrato
administrativo, que existe aunque no esté incluida expresamente. Comprende estos aspectos:
1. Aspecto material: verifica si el contratista efectúa debidamente las prestaciones a su cargo.
2. Aspecto técnico: apunta a si el contratista ejecuta el contrato ajustándose a las reglas del arte
y a los requisitos técnicos contenidos en los planos aprobados y en el pliego.
3. Aspecto legal: busca controlar si el contratista cumple con las condiciones jurídicas
impuestas por el contrato y ejerce los poderes otorgados o delegados por la administración.
4. Aspecto financiero: apunta a si el contratista realiza las inversiones correspondientes, y fija y
percibe las tarifas necesarias.
C – Rescisión
La administración puede rescindir unilateralmente el contrato administrativo, sin intervención
previa del órgano judicial, por incumplimiento grave del contratista o por razones de oportunidad,
mérito o conveniencia.
La facultad de rescisión por razones de oportunidad, mérito o conveniencia es una cláusula
exorbitante implícita del contrato administrativo que existe aunque no esté incluida expresamente. En
este caso, la administración debe indemnizar los daños y perjuicios ocasionados al contratista, tal
como sostuvo la CSJN en el caso “Sánchez Granel” de 1984.
Cuando esta rescisión se produce en el contrato de concesión de servicios públicos, adquiere la
denominación de “rescate”. El acto debe estar motivado, pues si no sería una desviación de poder.
D – Sanción contractual
La administración puede aplicar sanciones al contratista que incumple las obligaciones
contractuales o las órdenes impartidas, siempre que estuvieran previstas en el contrato o en el
ordenamiento jurídico. Se trata de una cláusula exorbitante implícita.
Es una consecuencia necesaria de la facultad de dirección y control, y no deben ser confundidas
con las sanciones administrativas que aplica la administración en ejercicio de las facultades
administrativa.
La facultad de sanción contractual reconoce tres límites:
1. Sólo pueden imponerse cuando estén previstas y sean razonables.
2. Antes de aplicar la sanción, debe constituirse en mora al contratista, salvo que la misma haya
sido dispensada en el contrato o que las circunstancias del caso la tornen innecesaria.
3. Debe respetarse el derecho de defensa del contratista. Así, tras haber agotado la vía
administrativa, puede impugnar las sanciones impuestas por la administración en sede judicial, e
incluso reclamar por una eventual indemnización de daños y perjuicios.
II – Obligaciones de la administración
En primer lugar tiene la obligación de pagar el precio, el cual es intangible, inalterado. En la
concesión de obra se cobra, por ejemplo, un peaje, y con eso se paga la obra; igual pasa con la
contribución por mejoras.
En segundo lugar tenemos la obligación de colaboración, que se cumple, por ejemplo,
entregando el terreno donde se realizará la obra pública.
En caso de incumplimiento de las obligaciones, si el mismo es grave, se puede suspender la
realización de la obra, u oponerse una excepción de incumplimiento contractual, que en general es
admitida.
El precio debe ser pagado en el lugar, en el tiempo, en la forma y en las condiciones establecidas
en el contrato o en las disposiciones legales aplicables. Rige el principio de intangibilidad sustancial,
que apunta a que el precio es intangible pero flexible: es intangible en el sentido que no puede ser
alterado unilateralmente por la administración, y es flexible puesto que puede ser modificado por
acuerdo de partes o porque así lo exige el mantenimiento de la ecuación económico-financiera; así,
por ejemplo, puede aumentarse el boleto del transporte urbano ante el aumento del combustible.
II - 23
1) Hecho de la administración
Se trata de una causa imputable a la administración. El contratista tiene derecho a la rescisión y a
la indemnización de los daños y perjuicios ocasionados, salvo que la administración restablezca las
condiciones modificadas irrazonable o ilegítimamente. Se trata de una responsabilidad contractual.
El hecho de la administración es un acto de alcance individual que proviene de la autoridad
pública que celebró el contrato y que se vincula con un contrato determinado, tal como sucede
cuando la administración no suministra al contratista los materiales que debía suministrar.
3) Teoría de la imprevisión
La teoría de la imprevisión se aplica cuando la ecuación económico-financiera se ve alterada por
una causa no imputable a la administración ni al Estado.
Si bien tiene una estrecha relación con la imprevisión del derecho privado del art. 1198 del
Código Civil, existe una gran diferencia: en el derecho civil puede ser invocada por ambas partes, en
tanto que en el derecho administrativo, sólo puede ser aprovechada por el contratista, quien puede
solicitar la rescisión o el reajuste del contrato, sin perjuicio de que, cuando solicita la rescisión, la
administración puede ofrecer el reajuste. En contra, Balbín sostiene que ambas partes pueden invocar
la imprevisión, con la particularidad que el Estado puede hacerlo por sí y ante sí, sin intervención
judicial.
II - 25
Con la imprevisión se busca compensar la excesiva onerosidad sobreviniente de las prestaciones
de una de las partes, debiendo presentarse los siguientes requisitos:
1. Circunstancias extraordinarias e imprevisibles posteriores a la celebración del contrato.
2. Hecho ajeno a la voluntad de las partes, similar al necesario en el caso fortuito.
3. Desequilibrio económico transitorio.
4. Hecho no imputable al Estado.
5. El contratista del Estado no tiene que haber suspendido las prestaciones.
Se diferencia con el hecho del príncipe en que en la imprevisión hay una ayuda o resarcimiento
parcial para que el particular pueda continuar con el cumplimiento del contrato. Se distingue de la
fuerza mayor en que aquí se imposibilita que el particular pueda cumplir con el contrato, en tanto que
en la imprevisión lo que se busca es justamente lo contrario.
I – Naturaleza jurídica
1. Derecho privado: durante el siglo XIX, por el principio de doble personalidad del Estado.
2. Acto unilateral del poder público: es un acto de poder, revocable en cualquier momento por
el Estado, sin indemnización y prescindiendo de la voluntad del concesionario.
3. Acto mixto: se trata de un acto que comparte la naturaleza del reglamente y del contrato: la
parte reglamentaria tiene por objeto regular el servicio, siendo modificable por el Estado, y la
contractual se refiere al contenido económico de la concesión.
4. Contrato administrativo stricto sensu: regulado por el derecho público. Es la mayoritaria.
II – Partes
Las partes en el contrato de concesión de servicio público son tres, y las veremos a continuación.
El concedente es la administración, la cual delega facultades en el concesionario, que sustituye
o reemplaza en la gestión de las prestaciones a la administración que, sin embargo, conserva las
facultades de regulación, fiscalización y sanción. Debe ser una persona pública estatal y se encuentra
obligada a permitir que el concesionario perciba de los usuarios un precio.
El concesionario es quien recibe la concesión actuando por su propia cuenta y riesgo. Puede ser
una persona privada, física o jurídica, o una persona pública, estatal o no estatal. Está obligado a
prestar el servicio y, eventualmente, a entregarla al Estado un porcentaje.
Los usuarios son las personas directamente beneficiadas con la prestación del servicio público.
Si bien no son partes del contrato, se ven alcanzados por sus efectos.
Entre estas partes y con terceros, pueden darse las siguientes relaciones:
1. Concesionario y concedente: se vinculan por una relación contractual, que se rige por el
derecho administrativo. Sus conflictos se plantean ante la justicia contencioso-administrativa.
2. Concesionario y usuario: cuando el servicio público es obligatorio, su relación es
reglamentara o estatutaria, rigiéndose por el derecho público. Si es facultativo, se encuentran
vinculados por una relación contractual, que se rige por el derecho privado. Dromi entiende que
sus conflictos deben resolverse ante la justicia común, pero cuando se cuestionan cláusulas del
mismo contrato de concesión, deben resolverse ante la justicia contencioso-administrativa.
3. Concesionario y personal: se vinculan por una relación laboral del derecho privado.
4. Concesionario y terceros: puede vincularse con terceros no usuarios mediante relaciones
contractuales y extracontractuales. Sus conflictos se resuelven ante la justicia común.
5. Concedente y usuarios o terceros: se rigen por el derecho público y los conflictos deben
resolverse ante la justicia contencioso-administrativa.
VI – Extinción
A – Modo normal
El vencimiento del plazo es la forma normal, regular y prevista de extinción del contrato, donde
el concesionario queda relevado de su obligación de mantener y asegurar la prestación del servicio,
la cual pasa a la administración.
La concesión puede ser renovada o prorrogada, incluso de manera tácita ante la inacción,
tolerancia o aun complacencia de la administración. Se trata de un cuasicontrato y el servicio debe
continuarse en las mis mas condiciones en que se lo prestaba mientras el plazo estaba vigente, con la
salvedad de que el concedente puede dar por finalizada en cualquier momento.
B – Modos anormales
1. Rescisión bilateral (renuncia): se trata de una renuncia, pero como está en juego el interés
público, sólo extingue el contrato cuando es aceptada por el concedente, por lo cual es bilateral.
2. Rescisión unilateral: puede extinguirse el contrato por la decisión unilateral de una de las
partes, basada en el incumplimiento del concedente, en el incumplimiento del concesionario
(caducidad) o en el caso fortuito o fuerza mayor. La administración puede hacerlo valer por sí y
ante sí, en tanto que el cesionario siempre debe recurrir a la justicia.
3. Caducidad: cuando el concesionario no cumple debidamente sus obligaciones. Es una
sanción administrativa, y debe estar precedida de una notificación o intimación para que en un
plazo razonable las cumpla. Es una causal implícita e irrenunciable, que puede o no expresarse.
4. Revocación (rescate): es administrativa, y puede darse por cuestiones de ilegitimidad o por
razones de oportunidad, mérito o conveniencia, último supuesto conocido como “rescate”. El
rescate es una decisión unilateral debidamente fundada, por la que el concedente pone fin a la
concesión del servicio público por razones de interés público, antes de la fecha fijada para su
expiración, sin que el concesionario haya incurrido en una falta que lo motive. Debe indemnizar.
5. Anulación: ocurre en sede judicial, diferenciándose de la revocación que es administrativa.
6. Muerte, quiebra o desaparición del concesionario: por el carácter intuito personae. La
quiebra no extingue per se la concesión, sino que debe intervenir la administración y revocar.
Dromi define a la obra pública como un bien, mueble o inmueble, o un objeto inmaterial que
pertenece a una entidad pública, estatal o no estatal, y que tiene por finalidad satisfacer un interés
colectivo o general.
La obra pública puede ser realizada a través de dos procedimientos: el directo, cuando lo hace
la propia administración, y el indirecto, cuando se ejecuta por administrado mediante un contrato de
obra pública o por concesión de obra pública. El último supuesto es el que nos interesa.
El contrato de obra pública y la obra pública no van necesariamente de la mano, puesto que, por
un lado, puede haber contrato de obra pública y no haber obra pública, es decir, que el contrato no
tenga por finalidad satisfacer un interés colectivo o general; y por otro lado, puede haber obra pública
y no haber contrato de obra pública, en el sentido que puede realizarse una obra pública en forma
directa por la administración o en forma indirecta por la concesión de obra pública.
El contrato de obra pública se encuentra regulado por la ley 13.064, que la define como toda
construcción, trabajo o servicio de industria, que se ejecuta con fondos del Tesoro de la Nación, con
excepción de los ejecutados con subsidios y de las construcciones militares, que se encuentran
regidos por leyes especiales. Este concepto ha merecido numerosas críticas de la doctrina, entre ellos
Marienhoff, quien sostiene que existen obras públicas construidas con fondos que no son de
propiedad de la Nación, sino de los particulares. En definitiva, la obra pública es el resultado de un
trabajo público, el cual es definido como el procedimiento técnico y jurídico destinado a la obtención
de una obra pública.
El contrato de obra pública reúne los siguientes caracteres:
1. Bilateral: el particular debe realizar la obra y la administración pagar el precio pactado.
2. Oneroso: al tiempo de la formación del contrato asumen sacrificios y ventajas recíprocas.
3. Conmutativo: al tiempo de la formación del contrato las partes conocen sus obligaciones.
4. Formal: debe realizarse por escrito.
5. Intuito personae: el contratista debe ejecutarlo personal y directamente.
I – Elementos
Dromi establece que el contrato de obra pública tiene cuatro elementos fundamentales, que son
el subjetivo, el objetivo, el material y el finalista, y dos elementos secundarios: el plazo y el precio.
1. Elemento subjetivo: por un lado tenemos al locatario o comitente, que puede ser un órgano
estatal o un ente público no estatal que ejercer la función administrativa por delegación estatal
expresa. Por el otro tenemos al locador o contratista, que debe ser un particular, ya sea persona
física o jurídica.
III - 8
2. Elemento objetivo: su objeto puede ser una cosa mueble o inmueble, o un objeto inmaterial.
Consiste en la realización de un trabajo público.
3. Elemento material: se relaciona con los fondos con que se ejecuta la obra, los cuales deben
pertenecer al Tesoro de la Nación. Dromi entiende que el contrato de obra pública existe aunque
la obra no se ejecute con los mismos.
4. Elemento finalista: es el destino de la obra. Dromi sostiene que puede o no tener la finalidad
de satisfacer un interés colectivo o general, como sería el caso una obra pública destinada al
dominio privado del Estado o a un fin de defensa. Marienhoff dice que, si bien la finalidad no es
la que define el carácter de obra pública, este tipo de contrato debe tener una finalidad clara y
expresamente definida por la ley que habilita la partida presupuestaria, con un fin específico para
su realización, del cual la administración no puede apartarse.
5. Plazo: comienza desde que se labra el acta de entrega de los terrenos necesarios para la
realización de las obras, lo cual generalmente es posterior al momento del perfeccionamiento.
6. Precio: es importante para determinar la diferenciarlo del contrato de concesión de obra
pública: el contrato de obra pública es pagado por la administración, en tanto que el de
concesión de obra pública por los usuarios mediante el pago de peaje o de la contribución de
mejoras. La instrumentación de los pagos mediante certificaciones ha dado lugar a la creación de
un instrumento de ágil manejo en la actividad tendiente a financiar las obras públicas.
II – Sistemas de contratación
La ley 13.604 establece que las obras públicas pueden ser contratadas por otros sistemas que,
generalmente, consisten en combinaciones de los que a continuación detallaremos.
Esta contratación, sin importar el sistema que se siga, puede hacerse con o sin provisión de
materiales por parte del Estado.
B – Ajuste alzado
Es el sistema menos aplicado, en el cual se conviene un precio global, total, previo e invariable
para la realización total de la obra. Permite certificaciones y pagos parciales y periódicos. Pero no
permite la flexibilidad en el precio, por lo cual no es muy popular.
Consiste en la fijación de un precio global, previo e invariable para toda la prestación. La
Cámara Nacional en lo Contencioso-Administrativo ha admitido que éste es un sistema idóneo para
pequeñas obras cuyos plazos de construcción sean breves, pero que es inadecuado para enfrentar
tareas mayores, en donde no es posible adecuar el precio en función de largos plazos de ejecución.
A – Derechos de la administración
Los principales derechos que tiene la administración en el contrato de obra pública son:
1. Exigir que el contratista ejecute el contrato personal y directamente.
2. Exigir que el contratista inicie los trabajos el contrato y dadas las condiciones.
3. Exigir que el contratista preste la garantía contractual o de adjudicación.
4. Exigir que el contratista presente el plan de trabajo y la propuesta para verlos y aprobarlos.
5. Exigir que el contratista presente el detalle del equipo que ejecutará la obra, pudiendo exigir
que los mantenga en condiciones hasta la conclusión de la obra.
6. Exigir que el contratista acopie los materiales cuando no sean provistos por el Estado.
7. Exigir que el contratista ejecute la obra conforme al contrato y demás documentos.
8. Designar un inspector para el control, dirección, inspección o tasación de la obra. Asimismo,
exigir al contratista que nombre un representante técnico que se comunicará con el inspector.
Mediante un juego de libros foliados y rubricados. El inspector dirigirá al contratista por medio
de órdenes de servicio, y el responsable técnico se dirigirá al comitente mediante por notas.
9. Recibir provisionalmente la obra hasta que se subsanen las deficiencias.
10. Ejecución directa de la obra, en caso de suspensión o paralización del trabajo,
incumplimiento, subcontratación o cesión sin autorización.
11. Practicar las retenciones de los certificados en concepto de fondo de reparo.
12. Ejercer el ius variandi, siempre respetando la ecuación económico-financiera, y puede
introducir modificaciones unilaterales a la forma de ejecución de la obra, siempre que tales
modificaciones no aumenten o reduzcan el valor total de una obra en un 20%.
13. Aplicar sanciones pecuniarias, como multas por demora o incumplimientos del contratista.
14. Rescindir el contrato.
15. Continuar la obra con los herederos del contratista o el síndico de su concurso o quiebra.
B – Obligaciones de la administración
1) Recepción de la obra
La administración debe recibir la obra terminada. Puede ser hecha de varias forma, según la
combinación de las siguientes disyuntivas:
1. Parcial: cuando recae sobre partes de la obra terminada. Da al contratista el derecho al
reintegro de la parte proporcional de la garantía y del fondo de reparo.
I
2. Total: cuando recae sobre toda la obra terminada. El contratista tiene derecho al reintegro de
la garantía y del fondo de reparo.
III - 11
1. Provisional: es la que se efectúa durante el plazo de prueba o de garantía que expira cuando
la obra se recibe definitivamente (normalmente 1 año). Se formaliza a través de un acta que
establece las deficiencias de la obra, que deben ser subsanadas por el contratista: si las subsana,
la administración recibe definitivamente la obra, en tanto que si no, la administración puede
hacerlo directamente, con cargo al contratista y sin perjuicio de las sanciones que le puedan
corresponder. A partir de allí el contratista no responde por vicios aparentes.
II 2. Definitiva: es la que se efectúa después de expirado el plazo de prueba o de garantía y
después de subsanadas las deficiencias plasmadas en el acta de recepción provisional. Se
formaliza a través de un acta que puede o no contener observaciones: si las contiene, se le da un
plazo al contratista para que subsane las diferencias, mientras que si no, se da por recibida
definitivamente la obra. Esta recepción pone fin al negocio y, en consecuencia, a las
obligaciones y a la responsabilidad del contratista, salvo en los casos de ruina de inmueble, que
subsiste por el plazo de 10 años según el Código Civil. Termina la garantía por vicios ocultos.
La amenaza de ruina es suficiente para generar la responsabilidad del contratista, aun después de
la recepción definitiva, pudiendo obedecer a vicios de construcción, a vicios del suelo o del plano, o
a la mala calidad de los materiales. La responsabilidad del contratista siempre debe ser probada
1) Causales
1. Fraude o culpa grave: cuando el contratista incurra en fraude, grave negligencia, o
contravenga las obligaciones contractuales.
2. Ejecución extemporánea: cuando el contratista ejecute la obra con lentitud, sin corresponder
al tiempo previsto en los planos de trabajo y siempre que a juicio de la administración no pueda
terminarse en los plazos estipulados. La administración debe intimar previamente al contratista
para que acelere el nivel contractual de ejecución en el plazo previsto.
3. Inejecución: cuando el contratista no inicia la ejecución de la obra dentro del plazo fijado,
salvo que acredite que la demora se produjo por causas inevitables y ofrezca cumplir su
compromiso, en cuyo caso la administración puede prorrogar el plazo fijado para la ejecución.
Cuando la prórroga no se otorga, el contrato queda rescindido con pérdida de la fianza. Si la
prórroga se otorga y se cumple, el contrato se mantiene vigente, en tanto que si no se cumple, el
contrato queda rescindido con pérdida de la fianza.
4. Trasferencia o subcontratación: cuando el contratista cede o transfiere, total o parcialmente
el contrato, se asocia con un tercero o lo subcontrata, sin autorización de la administración.
5. Abandono o interrupción: cuando el contratista haga abandono o interrupción de la obra en
forma continuada por el término de 1 mes o en tres ocasiones por un plazo mayor de 8 días.
2) Efectos
La ley 13.604 establece que la rescisión del contrato por parte de la administración, salvo cuando
se funde en la falta de iniciación de la ejecución de la obra, produce los siguientes efectos:
1. El contratista debe responder por los daños y perjuicios que sufra la administración por el
nuevo contrato que deba celebrar para la continuación de la obra o por su ejecución directa.
2. La administración puede tomar los equipos y materiales necesarios para la continuación de la
obra, siempre que lo crea conveniente y previa valuación convencional.
3. Los créditos en favor del contratista quedan retenidos en espera de la liquidación final.
4. El contratista no participa en el eventual beneficio que obtenga la administración en relación
con la anterior contratación.
5. El contratista que incurre en fraude o culpa grave, pierde la garantía contractual.
6. La administración puede variar el proyecto originario y, en tal caso, la rescisión determina
únicamente la pérdida de la fianza, debiendo liquidarse los trabajos realizados hasta la fecha de
cesación de los mismos. Dromi entiende que es la solución adecuada, puesto que si la
administración varía el proyecto, ya no se trata de continuación de obras, sino de obras distintas.
III - 15
La CSJN en el caso “Ruiz Orrico” determinó que la indemnización del contrato de obra pública
incluye el lucro cesante si la rescisión ha sido por razones de oportunidad, mérito o conveniencia, y
no ha existido culpa del contratista. Puede aplicarse el art. 1683 del Código Civil que contempla la
posibilidad de reducir equitativamente la indemnización según las circunstancias del caso. En el fallo
“Frigorífico Cacik” sostuvo que si la rescisión es por caso fortuito o fuerza mayor solicitado por el
contratista, no corresponde la indemnización del lucro cesante por la parte no cumplida.
1) Causales
1. Alteración de la ecuación económico-financiera: cuando las modificaciones introducidas a
la forma de ejecución de la obra aumenten o reduzcan el valor total en un 20% como mínimo.
2. Errores en el presupuesto o en el contrato: cuando alteren el valor en un 20% al menos.
3. Suspensión de la ejecución: cuando la administración suspenda la obra por más de 3 meses.
4. Falta de entrega de materiales: cuando el contratista se vea obligado a suspender las obras
por más de 3 meses, o a reducir el ritmo previsto en más de un 50% durante el mismo período,
como consecuencia de la falta de, de la entrega de elementos o materiales, por parte de la
administración.
5. Falta de entrega de los terrenos: cuando la administración no entrega los terrenos o no
realiza el replanteo de la obra dentro del plazo fijado en los pliegos especiales más una
tolerancia de 30 días. A partir del replanteo, comienza el plazo de ejecución de la obra.
6. Caso fortuito o fuerza mayor: que imposibilite el cumplimiento del contrato.
2) Efectos
1. El contratista puede reclamar la indemnización del daño emergente, integrado por:
Equipos, herramientas, instalaciones, útiles, y demás cosas necesarias para la obra.
Materiales acopiados y materiales contratados, en viaje o en elaboración.
Gastos improductivos que pruebe haber tenido, salvo caso fortuito o fuerza mayor.
2. El contratista no puede reclamar la indemnización del lucro cesante, con lo que no tiene
reparación alguna por el beneficio que hubiera podido obtener sobre las obras no ejecutadas.
3. Los contratos celebrados por el contratista para la ejecución de la obra se transfieren a la
administración.
4. La administración debe recibir provisionalmente los trabajos ejecutados en forma inmediata y
debe recibir definitivamente los ejecutados una vez vencido el plazo de prueba o garantía.
III - 16
I – Clasificación
La concesión de obra pública, puede ser sometida a diversos criterios clasificatorios:
1. Según el carácter de la obra: puede ser nueva o continuada. La nueva se da cuando el
concesionario debe construir una obra pública, en cuyo caso estamos en presencia de la forma
clásica del contrato de concesión. Es continuada cuando debe realizar una inversión previo o
inicial sobre una obra pública ya construida, por la administración o por otro contratista, en cuyo
caso la administración debe destinar los fondos obtenidos a cubrir los gastos de la inversión
inicial en la obra ya construida o en la construcción de una obra nueva.
2. Según los fondos: puede ser a título gratuito, a título oneroso, cuando se impone al
concesionario una contribución en dinero o en una participación en sus ganancias a favor del
Estado, o estar subvencionada por el Estado, en un pago único o en varias entregas.
3. Según la forma en que se otorgue: puede otorgarse a iniciativa de la administración, en
cuyo caso se puede optar por la licitación pública o por la contratación directa si se trata de
entres públicos o sociedades de capital estatal; o bien puede otorgarse a iniciativa privada, en
cuyo caso se puede optar por la licitación pública o por el concurso de proyectos integrales.
II – Ejecución y explotación
La ejecución de la obra nueva en el contrato de concesión de obra pública se rige por el mismo
procedimiento que la ejecución en el contrato de obra pública, puesto que, en esta fase, el
concesionario es constructor de la obra.
Una vez que la administración recibió definitivamente la obra nueva o, en su caso, una vez que
la administración adjudicó al concesionario la obra ya construida, debe efectuarse la entrega formal
al concesionario para su explotación por le plazo determinado para que pueda cobrarse el costo de la
construcción o de la inversión más una ganancia razonable.
III – Retribución
El concesionario tiene derecho a exigirle a los administrados el pago de:
1. Tasa tarifa o peaje: es el precio que el concesionario puede cobrar al administrado que usa
directa o indirectamente una obra determinada y que tiende a costear, según el caso, su
construcción y mantenimiento, o sólo su mantenimiento. El importe y la forma de pago pueden
ser establecidos al tiempo de formalizarse la concesión o pueden ser fijados posteriormente por
la administración, por ser una facultad que le corresponde solamente a ella.
2. Contribución de mejoras: es aquella que debe pagar al concesionario el administrado cuya
propiedad próxima a la obra adquiere un mayor valor por la construcción de la misma. Tiene
lugar, por ejemplo, en los casos de pavimentación de una calle.
III - 18
V – Derechos de la administración
1. Exigir al concesionario que construya la obra nueva o que realice la inversión sobre la obra ya
construida, es decir, que ejecute, repare, amplíe o mantenga la obra.
2. Controlar el desarrollo de la ejecución de la concesión por parte del concesionario.
3. Eventualmente, proceder al rescate de la concesión.
4) Contrato de suministro
I – Proveedores
Como regla general, pueden ser proveedores todas las personas físicas o jurídicas con capacidad
de obligarse. Excepcionalmente, no pueden ser proveedores:
1. Suspendidos e inhabilitados.
2. Agentes y funcionarios del Estado Nacional y las empresas en que los mismos tengan una
participación que sea suficiente para formar la voluntad social.
3. Interdictos, fallidos y concursados, salvo que estos últimos presenten autorización judicial y
sean contratados en situaciones donde la capacidad económica del oferente sea intrascendente.
4. Condenados por delitos dolosos.
5. Procesados por delitos contra la propiedad, contra la administración pública nacional, o
contra la fe pública, y los procesados por delitos comprendidos en la Convención Interamericana
contra la Corrupción.
6. Quienes no cumplieron con obligaciones impositivas o previsionales.
7. Quienes recibieron subsidios y no cumplieron con la obligación de rendir cuentas en tiempo.
II – Extinción
El contrato de suministro, al igual que cualquier otro contrato, puede extinguirse por causas
normales o anormales. Remitimos a lo dicho en la parte general.
III - 20
I – Naturaleza jurídica
Una primera teoría considera al empréstito como un acto de soberanía que origina una
obligación unilateral de derecho público. El Estado es quien establece las condiciones generales de
los valores, sin intervención de los futuros compradores o tenedores de esos títulos, quienes se
limitan a aceptarlos en el momento de adquirirlos. Conforme a esta tesis, el título tiene existencia
jurídica antes de ser lanzado a la venta, antes de encontrarse las voluntades de la administración y de
quienes suministran el dinero. Marienhoff aclara que no producen efectos mientras no hayan sido
aceptados por los particulares.
Otra postura considera que el empréstito tiene naturaleza contractual. Para alguno se trata de
un contrato de derecho privado, puesto que el Estado, al celebrarlo, abdica su soberanía, quedando en
el mismo plano que los particulares. En cambio, para otros, es de derecho público, ya que es
celebrado con una finalidad de interés público, siendo posible la existencia de cláusulas exorbitantes.
Marienhoff distingue entre el empréstito voluntario y el forzoso, afirmando que sólo el
empréstito voluntario tiene naturaleza contractual.
La postura ecléctica considera al empréstito como un conjunto complejo de derechos objetivos
y subjetivos, una situación intermedia entre ambos extremos.
III - 21
IV – Implicancias constitucionales
Este contrato es referido en numerosas oportunidades a los largo de la Constitución Nacional
Argentina. Pasaremos ahora a su análisis:
Art. 4: incluye entre los recursos del Tesoro Nacional a los empréstitos y operaciones de
crédito, para urgencias de la Nación o empresas de utilidad pública.
Art. 75 inc. 7°: establece como atribución del Congreso contraer empréstitos.
Art. 75 inc. 7°: fija que corresponde al Congreso arreglar el pago de la deuda interior y
exterior.
La obligación relativa al pago de la deuda se tornó de cumplimiento imposible por la magnitud
que adquirió, por lo cual el Congreso la delegó al Poder Ejecutivo, en virtud del art. 76 que permite
la delegación en caso de emergencia pública siempre que se cumplan con los requisitos de fijación de
plazo, monto e intereses. En la aprobación de la ley de presupuesto nacional, deben incluirse las
partidas pertinentes al pago de la deuda, lo cual hace que el congreso mantenga cierto control sobre
la atribución delegada.
III - 22
6) Jurisdicción
No debe confundirse el empleo público con el servicio público, pues no se trata de un vínculo
necesario. No toda persona que presta una función pública brinda un servicio público, es más, eso
excepcionalmente se da.
Tampoco debe confundirse con la carga pública, que es una actividad que los administrados
deben desplegar en favor del Estado, como presidir una mesa laboral o deponer como testigo. Así,
mientras la carga pública, es obligatoria y gratuita, la función pública es facultativa y remunerada.
Las cargas públicas comparten seis caracteres fundamentales: igualdad, legalidad, temporalidad,
gratuidad, indelegabilidad y determinación.
Marienhoff sostiene que lo que caracteriza al empleo público es la prestación y el cumplimiento
de actividades esenciales y propias de la administración. Otros entienden que debe aparecer el Estado
como empleador y la prestación de funciones que hacen al interés público.
Cualquier particular está en una relación de sujeción general con el Estado, en tanto que algunos
tienen una relación de sujeción especial: son los administrados especiales, como los empleados
públicos, estudiantes de escuelas públicas, enfermos de hospitales públicos, etc. Por la situación en
que se encuentran están en una relación particular.
II – Concepto
El agente estatal es un individuo que cumple una función estatal, en un ente de esta misma
índole, a la que ingresa voluntariamente en virtud de algún medio de designación. Siempre hay que
hablar de personas físicas, porque las personas jurídicas no pueden ser agentes públicos.
El ente estatal donde se desempeña el agente, no sólo puede ser la administración (sentido
restringido), sino también en el Poder Legislativo y Judicial (sentido amplio). En cambio, los
trabajadores de los concesionarios de servicios públicos privatizados son empleados privados.
El ingreso es voluntario y oneroso, lo cual lo diferencia de la carga pública, la cual es obligatoria
y gratuita, sin perjuicio de la compensación correspondiente.
IV - 3
Los funcionarios públicos pueden ser regulares o irregulares. Los empleados regulares pueden
ingresar a la administración de forma forzosa o voluntaria: la forzosa se da mediante las cargas
públicas, en tanto que los voluntarios pueden ser subdivididos en:
1. De iure: Marienhoff incluye los siguientes medios para hacerlo:
Nombramiento: es un acto unilateral de la administración que, generalmente, se realiza
por decreto y los puestos permanentes. Hay una designación que debe ser aceptada.
Elección popular: se utiliza, por ejemplo, para el presidente de la Nación, y
legisladores. Puede ser directa o indirecta, y quien resultó electo debe aceptar el cargo.
Sorteo: se lo utiliza, por ejemplo, para la designación de peritos.
Accesión: una persona asume un cargo y éste trae como consecuencia otro cargo, como
el presidente que es comandante en jefe de las Fuerzas Armadas.
Contratación: la administración contrata los servicios de personas para funciones que no
están previstas ni en el cuadro de la administración ni en el presupuesto, sin horarios,
sin oficinas, sin jerarquía y sin sueldo. Siempre es por tiempo determinado.
2. De facto: proviene de la doctrina italiana, y es aquel que no tiene título, pero que tiene
apariencia de tal, aquel que tiene título para una función, pero ejerce otra distinta, o quien cesó
en la función pero continúa ejerciéndola. Los actos de estos funcionarios son válidos en la
medida en que haya afectado derechos de terceros de buena fe.
Sus acciones responsabilizan al Estado, por la apariencia externa del acto, e incluso pueden
reclamar sus salarios impagos. Marienhoff niega esto último, porque no tienen título jurídico,
pudiendo sí reclamar al Estado el enriquecimiento ilícito.
Respecto a los decretos-ley dictados por los gobiernos de facto, la CSJN tuvo tres etapas:
1930-1947: no perduran a menos que sean expresamente ratificados.
1947-1976: perduran a menos que sean expresamente derogados.
1976-...: cada decreto-ley debe ser expresamente derogado o ratificado.
Por su parte, el usurpador es aquel que posee y ejerce el cargo sin tener título a tales fines, ni la
apariencia de legitimidad que tiene el funcionario de facto. Se inmiscuye en el cargo vacante y
excluye a la persona a quien le incumbe el cargo. Es un delito reprimido por el Código Penal, y es
contemplado por la CNA cuando se lleva a cabo mediante actos de fuerza contra el orden
institucional y el sistema democrático, sancionando con la “Pena de los infames traidores a la patria”,
(reclusión o prisión perpetua), con inhabilitación, sin posibilidad de indulto ni conmutación de penas.
Algunas formas han caído en desuetudo, como por ejemplo la herencia. El art. 130 de la ley
1.286 establecía que los hijos del funcionario municipal pueden ingresar a trabajar en la misma.
IV - 6
La relación de empleo público es contractual, naciendo con el acuerdo de voluntades. Los
derechos y obligaciones son exigibles con la toma de posesión del cargo, cuando el particular
comienza a ejercer las funciones.
Por último, debemos decir que no debe confundirse el empleo honorario o el ad honorem. El
honorario es una especie de condecoración, un reconocimiento, en tanto que el ad honorem busca
que la persona brinde una prestación a favor del Estado, sin que reciba una remuneración a cambio.
Existen libertades que son preferidas y cualquier discriminación que se haga en estas categorías
sospechosas como la nacionalidad, el Estado debe explicar por qué requiere ese requisito y que tiene
un interés estatal urgente. Esta idea de las libertades preferidas surgió en Estados Unidos para
combatir ciertas discriminaciones raciales, y fue utilizada por la Corte para atacar actos del Estado.
II – Concurso público
El ingreso del personal a la función pública, cuando la designación opera por nombramiento, se
hace generalmente por medio de un concurso, en el cual el interesado debe acreditar su idoneidad. El
concurso es el procedimiento más corriente que se utiliza para determinar, entre varios aspirantes que
reúnen los requisitos exigidos para ocupar el cargo, cuáles son los más idóneos para el mimo.
Así, a administración fija las bases y llama a concurso, los aspirantes se presentan, se realizan las
pruebas, el tribunal concursal se pronuncia, y la administración aprueba a decisión nombrando al
funcionario.
IV - 7
IV – Nombramiento a prueba
El nombramiento a prueba es aquel que se realiza por un período de tiempo, durante el cual el
funcionario tiene un estatus jurídico precario, pero similar al de los que tienen nombramiento
definitivo, puesto que tiene todos los deberes correspondientes al cargo que ocupa.
Si el funcionario llena todos los requisitos legales, una vez vencido el período de prueba, el
nombramiento se transforma en definitivo, en tanto que si no los llena, se revoca, siendo separado,
sin derecho a indemnización alguna.
V – Juicio político
Son susceptibles de juicio político el presidente, vicepresidente, jefe de gabinete, ministros y los
ministros de la CSJN. Son causales el mal desempeño, el delito en ejercicio de sus funciones y los
crímenes comunes.
La Cámara de Diputados acusa y la Cámara de Senadores declara culpable, ambos con los 2/3 de
los miembros presentes. Es presidido por el presidente de la CSJN cuando se acusa al presidente.
El fallo condenatorio destituye al acusado, lo incapacita para ocupar empleos de honor, de
confianza o a sueldo en la Nación. Además, luego tendrá que vérselas con la justicia ordinaria.
IV - 8
I – Derecho a la estabilidad
La estabilidad implica el derecho a permanecer en el cargo y a no ser separado del mismo sin
justa causa. La estabilidad asegura la independencia y la imparcialidad de los agentes, garantiza un
mejor desenvolvimiento y una mejor organización del servicio al permitir que el mismo sea prestado
por funcionarios más experimentados y capacitados. Para adquirir estabilidad hay tres requisitos:
1. Ingreso mediante mecanismos descriptos por las normas.
2. Que sea un cargo de carrera (permanente).
3. Que la retribución esté solventada por el presupuesto.
La ley nacional 25.164 establece que se adquiere cuando el funcionario llena los requisitos
legales durante el período de prueba, obtiene el certificado definitivo de aptitud psicofísica para el
cargo y es ratificado expresa o tácitamente. Es tácita cuando la administración no dicta el acto
pertinente dentro de los 30 días siguientes al vencimiento del período de prueba.
La estabilidad puede ser clasificada de la siguiente manera:
1. Estabilidad propia: el trabajador ilegítimamente desplazado tiene derecho a ser
reincorporado y cobrar, si la ley lo prevé, los salarios caídos.
2. Estabilidad impropia: el derecho del trabajador se limita a reclamar una indemnización.
IV - 9
El tema de la estabilidad propia e impropia es muy discutido en la doctrina. Por un lado,
Marienhoff sostiene que no existen derechos absolutos, con lo que la estabilidad es impropia. Por el
otro, Comadira entiende que es propia, pues de lo contrario la Constitución en su art. 14 no podría
proteger la “estabilidad del empleado público” y la “protección contra el despido arbitrario”; el fin de
la estabilidad del empleo público es evitar situaciones que se daban con el “sistema de despojos”,
donde un nuevo gobierno desplazaba a los empleados nombrados por el anterior.
En cuanto a la CSJN, en un principio sostuvo la teoría de la estabilidad impropia, aunque hoy en
día entiende que es propia. En “Madorrán y Ruiz” dice que es propia, lo cual implica la conservación
del empleo, la situación escalafonaria, la retribución mientras no se configuren las causales de cese
previstas en la norma; el caso trata de dos empleados del Estado Nacional a los cuales se los pasa a la
regulación de la Ley de Contrato de Trabajo y se los hace renunciar a la estabilidad, 30 años después
se los despide y reclaman su estabilidad propia.
La estabilidad propia no significa que sea absoluta, sino que implica que si el empleado público
es despedido sin causa no corresponde la indemnización, sino la restitución al puesto de trabajo. Para
despedir al empleado público es necesario un sumario administrativo que acredite que cometió un
hecho que da lugar a exoneración, teniendo el derecho a defenderse y apelar ante sede judicial.
También puede ocurrir una reestructuración administrativa que genere la supresión de
organismos o de cargos, siendo imposible la reubicación, quedando el agente en situación de
disponibilidad, de 6, 9 ó 12 meses, de acuerdo a su antigüedad (<15,15-30 y >30), durante el cual
sigue cobrando la retribución y debe ser reubicado en un cargo vacante. Cuando vence el período de
disponibilidad sin que la administración reubique al agente o sin que el agente acepte las
reubicaciones, se produce la baja con derecho a indemnización.
Los organismos o dependencias suprimidos no pueden ser creados nuevamente por 2 años.
No hay que identificar estabilidad con inamovilidad. En la estabilidad se lo puede trasladar a
otro puesto mientras que se le respete el escalafón, la retribución y persista como agente público.
Diez dice que estabilidad puede implicar la inamovilidad, que puede ser absoluta o relativa, según el
funcionario tenga derecho a desempeñar su cargo en determinado lugar, o no.
II – Derecho a la carrera
Es también llamado “derecho a la igualdad de oportunidades” y se manifiesta fundamentalmente
con el derecho a mantener el escalafón alcanzado y el derecho al ascenso.
La administración tiene facultades discrecionales en materia de ascensos, aunque limitadas por
el derecho positivo, que establece los criterios a los cuales debe apelar la administración para
efectuar los ascensos, como es el caso de la antigüedad en el servicio o de la elección.
IV - 10
La ley 25.164 establece que la promoción o el avance del agente en la carrera administrativa se
debe efectuar a través de procedimientos que incorporen los principios de transparencia y publicidad,
obedeciendo a sistemas de selección de antecedentes, méritos y aptitudes, que evalúen la eficiencia,
la eficacia, el rendimiento laboral y la capacitación acorde con las necesidades de las tareas o
funciones a desarrollar, y que permitan la participación y el control de las asociaciones sindicales.
Se comprende aquí el derecho al correcto encasillamiento, que cumpla las tareas que le
corresponda de acuerdo al escalafón que ocupe, pues puede pasar que una persona cumpla tareas de
un rango superior o de uno inferior, siendo perjudicial para el agente.
IV – Derecho a huelga
Según el sector mayoritario de la doctrina, dentro de los cuales se incluye Marienhoff, el agente
público no tiene derecho a huelga. Fiorini, dentro de una minoría, entiende que sí tiene este derecho.
La CSJN, por un lado, declaró que la huelga consiste en la abstención colectiva y concertada de
la prestación laboral y, por el otro, siguiendo los parámetros dados por la Organización Internacional
del Trabajo, declaró que el agente público que tiene facultades decisorias no tiene derecho a huelga,
en tanto que quien no las tiene sí.
En contra de la huelga, se dice que contradice la noción de subordinación y de obediencia
jerárquica que rige en la administración, que puede afectar la continuidad de los servicios públicos
esenciales, que subordina el interés general de la comunidad al particular de los agentes públicos.
Además, se afirma que la relación del agente público con la administración no es igual a la del
trabajador con el empleados, puesto que las obligaciones del agente derivan unilateralmente de la
ley, en tanto que las del trabajador provienen del contrato de trabajo que es bilateral.
Diez sostiene que el agente público que apela a la huelga incumple en sus deberes funcionales, al
paralizar o suprimir temporalmente la actividad que se había comprometido a desplegar, por lo que
puede ser cesanteado o exonerado por la administración.
IV - 11
V – Derecho al descanso
Los agentes tienen derecho a licencia, justificaciones y franquicias. Las vacaciones son de orden
público y de carácter general, es decir, son otorgadas a todos los agentes, todos los años y en
determinadas épocas, sin que sea necesaria la solicitud del agente.
En cambio, las licencias no son de orden público ni de carácter general, puesto que son
otorgadas intuito personae, a solicitud de un agente determinado, en cualquier época del año cuando
se dan las circunstancias que establece la norma pertinente, como enfermedad, embarazo, maternidad
o muerte de un familiar, por ejemplo.
Las vacaciones y las licencias comprenden períodos temporales distintos, con lo que los días de
licencia no pueden quedar comprendidos en los días de vacaciones.
El derecho de descanso beneficia al agente, evitando menoscabos a su salud, y también al
Estado, pues el agente restaura sus energías, aumentando el rendimiento en sus funciones.
IX – Derecho a la retribución
La contraprestación que recibe el funcionario debe ser justa y proporcional. El derecho a la
retribución es proporcional a la ubicación escalafonaria del agente.
El sueldo es la remuneración permanente y periódica, con cargo al presupuesto y por doceavas
partes, que devenga el agente público por los servicios prestados en el cargo en el que está investido.
Tiene carácter alimentario, de ahí que sea inembargable en cierto porcentaje.
El Estado debe pagar al agente público el sueldo y las asignaciones complementarias
correspondientes en carácter de contraprestación por los servicios efectivamente prestados. Las
asignaciones complementarias pueden traducirse en viáticos, aguinaldos, subsidios familiares o
asignaciones por título profesional o técnico, riesgo de la actividad, insalubridad o antigüedad.
El Estado no puede reducirlo, aunque algunas reducciones han sido avaladas por la CSJN, que
en el caso “Guida” (2000) declaró la constitucionalidad del decreto de necesidad y urgencia 290/95,
ratificado por la ley 24.624, que dispuso una reducción salarial dentro del sector público,
argumentando que la intangibilidad de la remuneración del agente público no está asegurada por
ninguna disposición constitucional, puesto que la CNA sólo la contempla respecto del presidente, del
vicepresidente, de los ministros del Poder Ejecutivo, de los jueces de la Nación y de los miembros
del Ministerio Público. En consecuencia, el más alto tribunal dispuso que el sueldo del agente
público puede ser disminuido siempre que se funde en razones de interés público, sea de carácter
transitorio y excepcional, y que no sea confiscatoria, arbitraria, desproporcionada o irrazonable.
X – Derecho a la renuncia
La renuncia es un acto unilateral, expreso y escrito en virtud del cual el agente manifiesta su
voluntad de dejar el cargo que ocupa. Produce efectos a partir del momento en que la administración
la acepta, expresa o tácitamente. Constituye aceptación tácita cuando la administración no se
pronuncia dentro de los 30 días de presentada la renuncia, o dentro de los 180 días cuando el
renunciante se encuentra involucrado en una investigación sumarial.
Hasta la aceptación de la administración, el agente puede retirar su renuncia y tiene derecho a
seguir percibiendo el sueldo que le corresponde. Tampoco puede abandonar el cargo, pues podría
configurar el delito de abandono de destino, que reprime con multa de $750 a $12.500 e
inhabilitación especial de 1 mes a 1 año, al funcionario público que, sin habérsele admitido la
renuncia de su destino, lo abandonare con daño del servicio público (art. 252, Código Penal).
IV - 13
XI – Derecho a la jubilación
El agente público adquiere el derecho a la jubilación cuando se cumplen los requisitos
establecidos por las leyes previsionales que, fundamentalmente, se refieren a un determinado número
de años de servicios con aportes y a una determinada edad.
La jubilación puede ser ordinaria, cuando se cumplen los requisitos con regularidad, o
extraordinaria, cuando se otorga a un agente que pasó a situación de retiro antes de adquirir el
derecho a la jubilación ordinaria, como por invalidez o por edad avanzada.
El cónyuge viudo o el concubino y los hijos del agente público fallecido adquieren el derecho a
la pensión cuando se cumplen los requisitos establecidos por las leyes previsionales.
Este derecho beneficia al agente, porque se ve asegurado en sus años de vejez, y al Estado,
porque permite le permite el reemplazo de los funcionarios que dejan de ser eficaces en su función.
I – Deber de fidelidad
Este deber apunta a que el funcionario debe lealtad a la Constitución y a las leyes que integran el
ordenamiento jurídico positivo. Es el deber principal del funcionario público, siendo de carácter
moral, a diferencia de la obediencia que es de carácter jurídico. Reconoce tres especies:
1. Lealtad personal: se debe al jefe de Estado, propia de los regímenes totalitarios.
2. Lealtad gubernamental: es la que se debe al gobierno, como la existente en Estados Unidos.
3. Lealtad nacional: se debe al Estado o Nación, e implica el respeto de la letra y el espíritu de
la ley, y de las instituciones que el país se otorgó libremente. Es la que se da en Argentina.
IV - 14
II – Deber de obediencia
El deber de obediencia se hace efectivo cuando el superior jerárquico imparte al inferior una
orden de carácter general o individual, como es el caso de circulares o instrucciones.
Este deber exige que el superior jerárquico haya impartido la orden como expresión de voluntad
del órgano que la emite, y no como manifestación de un simple particular.
Este deber no pesa sobre todos los funcionarios, no rigiendo sobre:
1. Jueces.
2. Aquellos que despliegan funciones técnicas o científicas, como los profesores universitarios.
3. Funcionarios que están en la cúspide de la pirámide jerárquica, como el presidente.
4. Miembros de los cuerpos colegiados de la administración, como diputados y senadores.
5. Miembros de los cuerpos directivos de entidades autárquicas o de empresas del Estado.
El deber de obediencia se relaciona con el derecho de examen del agente sobre la orden del
superior. Existen dos teorías fundamentales:
1. Obediencia absoluta: es una vieja teoría, propia del Estado de policía y actualmente
abandonada. Sostiene que la ejecución de las órdenes ilegítimas lleva la total irresponsabilidad
del inferior.
2. Obediencia relativa: es la seguida en la actualidad, presentando distintas variantes:
Legalidad formal: el inferior puede y debe considerar la forma de la orden, pero no su
contenido, de manera tal que la orden es legal cuando el superior que la imparte es
competente para dictarla, el inferior que recibe la orden es competente para ejecutarla y
la orden es regular en cuanto a la forma.
Legalidad formal y sustancial: el inferior puede y debe analizar la forma y el contenido
de la orden, de manera tal que la orden es legal cuando, además de los tres requisitos
anteriores, la orden no es manifiestamente ilegal en cuanto al contenido.
Reiteración: ante una orden ilegítima el funcionario, el agente debe resistirse a
cumplirla, y si el superior insiste, el agente debe cumplir sin responsabilidad alguna.
En cambio, las inhabilidades significan que el agente no puede intervenir en asuntos en los
cuales pueda tener un interés personal que comprometa su independencia. Pueden ser absolutas,
cuando prohíben sin excepciones ni posibilidad de dispensa el ejercicio de otro empleo (EE. UU.), o
relativas, cuando permiten el acceso a otro empleo en tanto no ocasione perjuicios a la actividad
administrativa (Latinoamérica).
IV - 16
IV – Deber de dignidad
Es un deber que se manifiesta hacia adentro y hacia afuera. Hacia adentro de la administración,
el agente debe conducirse con colaboración, tacto, respecto y cortesía en sus relaciones con el
público y el resto del personal. Hacia afuera, en su ámbito privado y social, el agente debe observar
una conducta correcta, digna y decorosa, adecuada a la función que desempeña, absteniéndose de
incurrir en actitudes o en hábitos que puedan desprestigiar la función pública, como el escándalo, la
asiduidad en el juego y los ataques violentos a la autoridad constituida.
Se relaciona con el deber de decoro el cual trata el fallo “Spinozza Melo”, sobre un embajador
argentino en Santiago de Chile es despedido y pierde el derecho a jubilación debido a que utilizaba la
embajada para recibir visitas y a su chofer para ir a clubes nocturnos. La CSJN, defensora de la
intimidad, lo defiende diciendo que estos actos no afectaban el cumplimiento de su función y que
formaban parte de su intimidad, ya que la embajada era considerada su casa. En la actualidad este
concepto de decoro cambió, y el cumplimiento de la función pública por parte del agente debe
ajustarse a las reglas de buena conducta.
Estos deberes se encuentran limitados por el “Principio de Reserva”, consagrado en el art. 19 de
la CNA, según el cual “las acciones de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la
moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de
los magistrados”.
V – Deber de discreción
Este deber se manifiesta de dos formas: el deber de secreto y el deber de reserva. En primer
lugar, el deber de secreto apunta a que el agente no puede divulgar o revelar hechos o
informaciones que conozca con motivo o en ocasión del desempeño de sus funciones y que deben
quedar en secreto por su propia naturaleza o por una orden recibida de su superior. Este deber
subsiste con posterioridad al cese de las funciones
El Código Penal, en su art. 157, reprime con prisión e inhabilitación especial al funcionario
público que revele hechos, actuaciones o documentos que son catalogados como secretos. Asimismo,
en el art. 222 pena con presión al que revele un secreto político o un secreto militar concerniente a la
seguridad, a los medios de defensa o a las relaciones exteriores de la Nación, y al que obtenga la
revelación de dicho secreto.
El deber de reserva implica que el agente, al desplegar su actividad pública, debe ser imparcial
y debe mantener su independencia y su serenidad, por lo que, por ejemplo, debe abstenerse de toda
propaganda a favor o en contra de un partido político o de una religión.
IV - 17
VI – Deber de residencia
El deber de residencia implica que la mayoría de los funcionarios deben tener su residencia en el
lugar donde deben cumplir sus tareas. Así, por ejemplo, la Constitución Provincial establece que el
gobernador y el vicegobernador deben residir en la capital, y que los magistrados, funcionarios y
empleados de la administración de justicia deben residir en el lugar donde desempeñan sus
funciones, con excepción de los ministros de la Corte Suprema.
Este deber se vincula a los deberes de asistencia y de puntualidad, pues tiende a obtener el mejor
desempeño de las funciones.
El incumplimiento de los deberes citados da lugar a sanción o remoción. Para ello se creó la
Comisión Nacional de Ética Pública en el ámbito del Congreso de la Nación como órgano
independiente y con autonomía funcional, integrado por 11 miembros, que duran 4 años en sus
cargos, pueden ser reelegidos por un período y que son nombrados uno por el Poder Ejecutivo, otro
por la CSJN, otro por el Procurador General de la Nación y ocho por ambas cámaras con el voto de
los 2/3 de los presentes. Se encarga de investigar las violaciones a la ley, recibir denuncias, remitirlas
al organismo competente para que las juzgue, redactar el Reglamento de Ética Pública del Congreso
de la Nación, y recibir las declaraciones juradas que correspondan, conservándolas por 10 años.
IV - 19
I – Responsabilidad civil
La responsabilidad personal patrimonial del funcionario es directa y contractual si el afectado es
el Estado, en tanto que es indirecta y extracontractual si quien sufre el daño es un tercero.
La responsabilidad civil tiene por objeto sancionar conductas que ocasionan un daño patrimonial
a la administración o a terceros y, fundamentalmente, se encuentra plasmada en las siguientes
normas del Código Civil:
Art. 1109: establece que todo el que ejecuta un hecho que, por su culpa o negligencia,
ocasiona un daño a otro, está obligado a la reparación del perjuicio.
Art. 1112: fija que los hechos y omisiones de los agentes públicos en el ejercicio de sus
funciones, por cumplir irregularmente las obligaciones legales impuestas, están comprendidos en
los artículos del título “de las obligaciones que nacen de los hechos ilícitos que no son delitos”.
Así, cuando un agente público comete un acto ilícito, en principio, la responsabilidad del Estado
es indistinta, y no meramente subsidiaria de la del agente público, es decir, que la responsabilidad el
Estado y la responsabilidad del funcionario generan obligaciones concurrentes. Cuando el agente
público obra dentro de sus funciones de manera regular, solamente se abre una acción contra el
Estado, en tanto que cuando obra fuera de sus funciones, solamente se abre una acción contra el
agente público.
IV - 20
II – Responsabilidad penal
La responsabilidad penal implica que el funcionario público, independientemente de la
responsabilidad administrativa o política, también está sujeto a las sanciones que prevé la legislación
penal en la comisión de delitos en el ejercicio de sus funciones. Así, existen delitos típicos de los
agentes, donde es sujeto activo del delito, como por ejemplo, violación de los deberes de funcionario
público, abuso de autoridad, malversación de fondos, cohecho, prevaricato, usurpación de funciones,
abandono de cargo, exacciones ilegales, o bien delitos comunes agravados por estar involucrado un
funcionario público.
El proceso penal y el administrativo son independientes, por lo cual la absolución en sede penal
no obsta la sanción en sede administrativa.
IV – Responsabilidad administrativa
Se trata del ámbito del Derecho Administrativo Disciplinario, el cual se aplica en el ámbito
interno de la administración, y en la mayoría de los casos está destinado a imponer sanciones por las
faltas que puedan cometer los agentes públicos en el servicio.
En el régimen administrativo disciplinario deben aplicarse todas las reglas del debido proceso,
aunque existe una atenuación del principio de legalidad penal, pues no hay tipos expresos, sino
deberes genéricos y prohibiciones.
Pese a la existencia de “tipos abiertos”, la administración debe actuar con razonabilidad, por lo
cual para sancionar debe instruir un sumario administrativo. Para el caso de silencio, la normativa
generalmente remite a la aplicación del Código Procesal penal, lo cual es criticado dado que no se
trata del ámbito penal sino del administrativo.
1) La falta disciplinaria
Según Diez, la falta disciplinaria es una acción o una omisión del agente, culposa o dolosa, que
viola los deberes funcionales y que perturba el funcionamiento del servicio o afecta su eficacia.
Para este autor, a una falta disciplinaria no puede corresponderle más de una sanción, puesto
que, de lo contario, se violaría el principio procesal non bis in idem.
IV - 21
2) Procedimiento disciplinario
La aplicación de una sanción disciplinaria exige la sustanciación previa del procedimiento
disciplinario tendiente a verificar las pruebas y a comprobar la conducta lesiva del agente público.
La ley 25.164 establece que el procedimiento debe respetar el debido proceso y resguardar la
garantía de defensa. Debe ser iniciado por el superior jerárquico y no puede durar más de 6 meses
contados a partir de la comisión de la falta disciplinaria imputada. Consta de tres fases:
1. Instrucción del sumario: es la fase del procedimiento en la cual se reúnen los elementos de
prueba de las faltas disciplinarias imputadas al agente acusado. Debe ser instruido cuando la
sanción disciplinaria a aplicar es un apercibimiento o una suspensión de más de 5 días, o una
cesantía.
2. Notificación y defensa del imputado: consiste en poner en conocimiento del agente acusado
las faltas disciplinarias que se le imputan para que pueda defenderse efectuando su descargo y
ofreciendo y produciendo las pruebas que estime pertinentes.
3. Apreciación y decisión: consiste en apreciar los hechos y las pruebas y, eventualmente,
aplicar la sanción disciplinaria correspondiente, que debe ser comunicada al agente sancionado.
3) La sanción disciplinaria
Para Dromi es aquella que se aplica a agentes públicos con el fin de asegurar la observancia de
las normas de subordinación jerárquica y, en general, el exacto cumplimiento de todos los deberes
inherentes a la función o empleo.
Las sanciones pueden ser de amonestación, suspensión, cesantía y exoneración, todas
consideradas como actos administrativos, y por tales, recurribles conforme al ordenamiento legal
La sanción disciplinaria puede producir efectos morales, pecuniarios, sobre la carrera del agente
o expulsivos. Así, puede ser de dos tipos:
1. Correctiva: tiene por objeto corregir la conducta del agente, como es el caso del
apercibimiento o de la suspensión sin goce de sueldo.
2. Depurativa o expulsiva: busca eliminar al agente de la administración, como la cesantía o la
exoneración.
IV - 22
Esta sanción es interna y discrecional. Es interna de la administración porque se aplica
solamente a agentes públicos en toda la escala jerárquica. Es discrecional porque, aunque debe estar
fijada por ley, la administración tiene cierta libertad para elegir entre una y otra de las sanciones que
predetermina la norma aplicable a los fines de sancionar las infiltraciones de los agentes públicos.
Las sanciones disciplinarias pueden extinguirse por cuatro causales:
1. Revocación: la administración advierte que el acto administrativo que impuso la sanción fue
ilegítimo o irregular, es decir, que estuvo viciado, como por ejemplo, por incompetencia.
2. Condonación: la administración conmuta una sanción disciplinaria impuesta por un acto
administrativo que fue legítimo y regular, por considerar que el comportamiento posterior del
agente lo hace conveniente. Es discrecional y no tiene efectos jurídicos retroactivos.
3. Prescripción: la sanción disciplinaria no puede ser aplicada por haber pasado un tiempo
determinado desde la comisión de la falta disciplinaria. La ley nacional establece una
prescripción de 6 meses para el apercibimiento y suspensión, 1 año para la cesantía y 2 años para
la exoneración. Para Santa Fe fija un plazo de 5 años para todas las sanciones y para Rosario no
se fija plazo de prescripción alguno.
4. Amnistía: se da cuando el legislador dicta una ley de amnistía general en virtud de la cual se
declaran extinguidas las faltas disciplinarias, archivándose los procedimientos pendientes y
suspendiéndose la ejecución de las sanciones aplicadas.
I – Causales de extinción
El principio fundamental que rige la extinción de la relación de empleo público fija que todo
funcionario puede ser privado de su cargo cuando medien razones de interés público o de interés
general, es decir, cuando se procura un mejor desenvolvimiento y una mejor organización del
servicio, siempre que se invoque una de las causales que el estatuto correspondiente enumera
taxativamente y, por el otro, se sustancie previamente el procedimiento disciplinario correspondiente.
Las causales de extinción pueden ser clasificadas según se produzcan: por un hecho, por un acto
del agente público, o por una acto de la administración, del órgano legislativo o del órgano judicial:
1. Vencimiento del plazo: cuando vence el plazo establecido para el ejercicio del cargo, tal
como sucede con el cargo de rector o decano de una universidad, que es temporario.
2. Edad máxima: cuando el agente alcanza la edad máxima establecida para el cargo.
3. Muerte: cuando el agente muere se extingue, puesto que el cargo público es un derecho
personalísimo que no se transmite a los herederos, quienes sí pueden percibir ciertos beneficios
Hecho como consecuencia de la muerte del agente, como el derecho a pensión. La CSJN ha declarado
inconstitucionales aquellas disposiciones que establecían que muerto un agente público el cargo
sería ocupado por sus herederos, por violar el principio de igualdad que exige idoneidad para
ocupar cargos políticos (art. 16 CNA).
4. Incapacidad psicofísica: cuando el agente, por cuestiones de salud, no puede cumplir la
función, después de haber agotado los beneficios que le corresponden.
IV - 24
5. Renuncia: cuando es aceptada por el Estado, expresa o tácitamente.
6. Jubilación voluntaria: cuando es solicitada por el agente, siendo concedida y notificada.
Acto del
agente 7. Abandono de cargo: el agente incurre en una falta disciplinaria que es pasible de cesantía.
8. Pérdida de una condición: cuando el agente pierde voluntariamente una condición requerida
para el ejercicio del cargo, como es el caso de la ciudadanía.
16. Supresión del cargo: el Congreso de la Nación, según el art. 75 de la CNA, puede crear y
Acto
legislativo suprimir empleos y fijar sus atribuciones, siempre y cuando medien razones de interés público.
17. Retiro de personería: al ente en el cual el agente presta sus servicios.
18. Inhabilitación: puede ser aplicada como pena principal (funcionario que no resiste una
Acto
judicial rebelión), como pena conjunta (funcionario que comete cohecho), o como pena accesoria
(funcionario que cometa delitos contra los poderes públicos y el orden constitucional).
Unidad V: Responsabilidad del Estado
1) Nociones generales
Según la órbita jurídica dentro de la cual se produjo el daño, la responsabilidad puede ser
contractual o extracontractual. Para los civilistas como Llambías, la responsabilidad extracontractual
es la derivada de un hecho ilícito, en tanto que la contractual comprende el incumplimiento de un
contrato y todos los demás supuestos que no sean hechos ilícitos, como el enriquecimiento sin causa.
Por el contrario, la doctrina administrativa entiende que la responsabilidad contractual es la que nace
únicamente de incumplir el contrato, quedando los demás supuestos comprendidos en la órbita de la
responsabilidad extracontractual.
Esta distinción tiene importancia, además de las diferencias entre los efectos, para ubicar a la
responsabilidad por acto lícito, la cual será contractual para los civilistas y extracontractual para los
administrativistas. En esta unidad sólo será tratada la responsabilidad extracontractual, pues la
contractual ya fue tratada junto con los contratos administrativos.
La responsabilidad del Estado puede ser por acción o por omisión, o por acto lícito o ilícito.
Puede ser generada por cualquiera de los tres poderes públicos, aunque con la aclaración de que en la
actividad judicial sólo puede responderse por acto ilícito. Cuantitativamente, la mayoría de la
responsabilidad del Estado proviene de la administración.
Cabe aclarar que no es correcto hablar de “responsabilidad de la administración pública”, pues la
misma es una actividad. Más adecuado resulta hablar de la “responsabilidad del Estado por actos de
la administración”, comprendiendo estos actos en sentido material.
Actos administrativos
Responsabilidad
contractual Hechos administrativos
Actividad ilícita
Poder de policía
I – Fundamentos jurídicos
La responsabilidad del Estado se basa en las siguientes razones:
1. Expropiación: Consolo sostiene que el Estado debe responder por todo daño causado, de la
misma manera que responde por los daños causados por su actividad expropiadora, con lo que
está obligado a resarcir el daño emergente, pero no el lucro cesante.
2. Proporcionalidad de las cargas públicas: es sostenido por Teissier, con fundamento en el
art. 13 de la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, según el cual los ciudadanos
no deben sufrir más los unos que los otros las cargas impuestas por el interés de todos. La CNA,
en el art. 4 establece que las contribuciones exigidas a los habitantes deben ser equitativas y
proporcionales, y en el art. 16 que la igualdad es la base del impuesto y las cargas pública.
3. Sacrificio especial: esta doctrina, elaborada por Mayer, establece que todo perjuicio o daño
generado por la actividad estatal, y que afecte a un individuo de manera desigual y
desproporcionada con respecto a los demás, debía ser compensada por el Estado.
4. Riesgo social: para Duguit, el Estado debe actuar en beneficio de toda la comunidad, y si su
accionar importa un riesgo que afecte a algunos administrados, es natural que los daños
ocasionados sean reparados convenientemente por el Estado, como representante de esa
comunidad, asumiendo el cargo de efectuar la debida distribución de ese riesgo, mediante el
pago de la indemnización correspondiente.
5. Falta de servicio: afirma que cuando haya un defectuoso funcionamiento del servicio, la
responsabilidad recae sobre el Estado, no siendo necesaria la determinación del funcionario que
causó el daño (culpa anónima). En el derecho francés, donde tuvo nacimiento, aun cuando el
funcionario sea ubicado, éste no puede ser demandado por una falta de servicio. Esta postura fue
sostenida por la CSJN en el caso “Ferrocarril Oeste” y es la actualmente predominante,
6. Principios del Estado de Derecho: el Estado responde con fundamento en el complejo de
principios y derechos inherentes a la noción del Estado de Derecho. Es seguido por Marienhoff,
Escola y Fiorini, entre otros. Entre estos principios cabe mencionar el derecho a la vida y la
integridad física, la propiedad privada, el respeto a los derechos adquiridos, las reglas sobre
expropiación, la igualdad ante las cargas públicas, el principio de necesidad indemnizatoria para
la abolición de la esclavitud, el sometimiento del Estado a juicio, etc.
IV – Atribución de la responsabilidad
La responsabilidad del funcionario estatal comenzó a partir de la caída del Imperio Romano.
Luego, se distinguieron los actos que hacen responsables al Estado y los que no: un primer criterio
entendía que el Estado responde por los actos de gestión, pero no por los de autoridad o imperio, lo
cual fue seguido en un momento por la CSJN, al no responsabilizar al Estado por una detención
indebida de la policía; un segundo criterio, propio del derecho francés, diferenciaba entre la falta del
servicio y la falta personal, respondiendo el Estado en ambos casos, pero aplicando al primero el
derecho público y al segundo el derecho privado.
Actualmente, en Argentina y en la mayoría de los países, se propugna la responsabilidad amplia
del Estado, quien responde por sus actividades lícitas e ilícitas, por actos de cualquier de sus tres
poderes, por los daños causados por el riesgo o vicio de las cosas de las que sea propietario o
guardián, por actos de acción y de omisión, y por daños provenientes del obrar judicial.
En cambio, en los países enmarcados en el Common Law, y fundamentalmente en Inglaterra y
EE. UU., se propugna la responsabilidad restringida del Estado. Es así, que la Corte Suprema de
Estados Unidos en 1980 sostuvo que el Estado sólo puede intervenir en un proceso judicial si otorga
un permiso al efecto de contestar la demanda.
Cabe aclarar que la responsabilidad civil es la única en que puede incurrir el Estado como
persona jurídica. En cambio, el funcionario también puede soportar, además de la civil,
responsabilidad política, penal y administrativa.
En algunos países extranjeros, como España, Brasil y Uruguay, existen regulaciones acerca de la
responsabilidad estadual en sus constituciones. En otros como Francia, en cambio, ha sido la
jurisprudencia la que fue diseñando los hitos en esta materia. Finalmente, en los países pertenecientes
al Common Law, la materia fue regulada por leyes especiales.
El derecho argentino es un sistema mixto, compuesto por normas constitucionales y legales, y
contando con el preponderante influjo ejercido por la jurisprudencia, en especial la de la CSJN, que
ha delineado los principios que rigen en la materia, siguiendo muchas veces opiniones de la doctrina.
V-6
I – Régimen constitucional
Si bien la Constitución de 1853 no refería expresamente a este tema, sí lo hacía de modo
implícito en su art. 15, al establece que “En la Nación Argentina no hay esclavos: los pocos que hoy
existen quedan libres desde la jura de esta Constitución; y una ley especial regirá las
indemnizaciones a que dé lugar esta declaración...”. Así, se está reconociendo la responsabilidad del
Estado por los daños causados a quienes tuvieran esclavos hasta la fecha de sanción de la
constitución, aunque esta ley nunca fue dictada, pues nadie se atrevió a reclamar tal indemnización.
También el art. 17, al exigir la previa indemnización para la expropiación por causa de utilidad
pública, está aludiendo a un caso de responsabilidad por acto lícito.
El Pacto de San José de Costa Rica, con jerarquía constitucional, establece en su art. 10 que
“toda persona tiene derecho a ser indemnizada conforme a la ley en caso de haber sido condenada
por sentencia firme por error judicial”, lo cual constituye un reconocimiento expreso de la
responsabilidad del Estado por error judicial en materia penal.
En el orden provincial, también ya hemos visto como las constituciones, entre ellas la
santafesina en su art. 18, regulan esta materia, por lo que nos remitimos a lo allí dicho.
II – Régimen legal
A nivel legislativo, la ley 224 de 1859 fue la primera sobre responsabilidad civil del Estado, que
durante muchos años permaneció en el olvido. Dicha ley dispone que “La Confederación Argentina
desde la instalación de su Gobierno constitucional, no reconoce derecho a indemnización a favor de
nacionales o extranjeros, sino por perjuicios causados por empleados de las autoridades legítimas del
país”. A pesar de no registrarse norma específica que la haya derogado, esta ley fue ignorada.
Luego, el Código Civil dispone en su art. 1112: “Los hechos y las omisiones de los funcionarios
públicos en el ejercicio de sus funciones, por no cumplir sino de una manera irregular las
obligaciones legales que les están impuestas, son comprendidos en las disposiciones de este título”.
Este precepto ha merecido un tratamiento vacilante por parte de la doctrina y de la jurisprudencia,
pues por mucho tiempo fue visto como una disposición reguladora de la responsabilidad del
funcionario hacia terceros, y actualmente se lo interpreta como alusivo directamente a la
responsabilidad del Estado. Fuera de esta norma, no existe legislación alguna sobre el tema.
En el caso “Rabanillo”, el mayordomo de la Facultad de Ciencias Matemáticas de la
Universidad del Litoral asesinó a un compañero de trabajo a quien engaño para que le diera un dinero
que iba a depositar. La CSJN entendió que en tal caso no existió responsabilidad estatal, puesto que
el hecho de ser mayordomo de la institución, si bien facilitó la conducta delictiva, no fue
indispensable para cometer el robo y el homicidio. Considera que el hecho cometido “en ejercicio”
de las funciones compromete al Estado, mientras que el realizado “en ocasión” de las mismas, no.
V-7
La responsabilidad por actos o hechos administrativos se rige por normas de derecho público, y
si se trata de actos administrativos, el reclamo resarcitorio deberá ir acompañado de la pretensión de
nulidad del acto administrativo, ya que el perjuicio causado al particular debe ser antijurídico, y si el
acto no se deja sin efecto rige la presunción de legitimidad. Es conveniente que el planteo de nulidad
y el pedido resarcitorio sean planteados conjuntamente, pues de sólo plantearse la nulidad, podría
ocurrir que transcurra el plazo de prescripción para promover la acción de daños y perjuicios.
En cambio, cuando la responsabilidad del Estado se da por una cuestión de derecho privado,
como un accidente de tránsito con un vehículo del Estado, se juzga aplicable la normativa civil.
Para Dromi, la responsabilidad del Estado es:
1. Directa: con respecto a los hechos de sus órganos o de sus agentes. Es directa porque las
personas que el Estado designa para que se desempeñen en funciones por él encomendadas no
son dependientes suyos, sino que, por el contrario, son agentes suyos, por lo que cuando
desempeñan tales funciones, actúan como órganos del Estado, es decir, actúa directamente el
Estado a través de ellos, tal como lo establece la teoría del órgano.
2. Indirecta: con respecto a los hechos de los entes descentralizados. Es indirecta porque los
mismos tienen personalidad jurídica propia. Rige la regla genérica del art. 1113, y se
fundamenta en la culpa in vigilando, propia de la autoridad que, como superior jerárquico.
V-8
Tienen legitimación activa todos los que hubiesen sufrido un daño por la comisión u omisión de
un acto del funcionario público, es decir, todos los administrados. Se discute, en cambio, si el art.
1112 comprende también a los daños que experimenten los funcionarios entre sí, y los que puedan
ocasionarse al Estado por el hecho de sus funcionarios en los supuestos considerados. Bustamante
Alsina admite la primera y niega la segunda, diciendo que esta norma no regula la relación
contractual que existe entre el Estado y sus funcionarios o empleados.
V-9
A – Responsabilidad restringida
Durante esta etapa, que va desde la sanción del Código Civil hasta el año 1933, prevaleció la
tesis de la reparación restringida, comúnmente llamada de la “irresponsabilidad del Estado” en
materia de actos ilícitos. Se pensaba que aceptar el pago daría una supremacía al Poder Judicial sobre
el Poder Ejecutivo y que, además, como sólo el Congreso tenía competencia para arreglar el pago de
la deuda pública, allí debía acudirse. En el orden procesal, tuvo su manifestación en el requisito de la
venia legislativa, traída de Estados Unidos, enganchada al principio de inmunidad soberana.
Como un resabio de la tesis de la doble personalidad del Estado, se distinguía según que el
Estado actuara como persona de derecho privado (iure gestionis) o de derecho público (iure imperii).
Como persona de derecho público, el Estado era irresponsable, como la CSJN resolvió en
“Almeyda”, donde se entendió que el Estado no respondía por la emisión errónea de certificados.
Cuando actuaba como persona de derecho privado, se lo consideraba responsable contractualmente
por inejecución culpable de las obligaciones contractuales, ya sea contrato civil o administrativo,
pero no así extracontractualmente, porque las personas jurídicas no responden por los hechos ilícitos
de sus funcionarios. El art. 43 del Código Civil, en su anterior redacción, disponía que “No se puede
ejercer contra las personas jurídicas, acciones criminales o civiles por indemnización de daños,
aunque sus miembros en común, o sus administradores individualmente, hubiesen cometido delitos
que redunden en beneficio de ellas”.
El Estado responde en cualquier carácter cuando una ley así lo estableciera expresamente.
B – Responsabilidad indirecta
Comienza en 1933, con el fallo “Tomás Devoto y Cía. c/Gobierno Nacional”, donde la CSJN
reconoció la responsabilidad extracontractual del Estado por el desempeño negligente de sus
empleados a partir de un acto iure gestionis: el incendio ocasionado por empleados de telégrafos.
La sentencia aplicó los arts. 1109 y 1113 del Código Civil, como si se tratara de cualquier otro
comitente que responde por sus empleados. La CSJN elaboró una tesis verdaderamente pretoriana
sobre la base de la configuración de una responsabilidad indirecta aplicando dichos preceptos,
intentando sortear la valla del art. 43, al cual ni siquiera aludió. Bielsa criticó este fallo por recurrir a
los principios del derecho civil para responsabilizar al Estado, pues sostenía que la cuestión sólo
podía ser resuelta mediante el dictado de una ley especial que responsabilizara al Estado
En la misma línea, en el caso “Gunnar Quiding”, la CSJN admitió la indemnización por daños
causados en un accidente de tránsito por un automóvil del Ministerio de Marina. Se dijo que el
Estado no había actuado como poder público, y que tampoco se había cometido un delito que hiciera
aplicable el art. 43.
V - 10
En el año 1938, en el caso “Ferrocarril Oeste c/Provincia de Buenos Aires”, se reconoció la
responsabilidad del Estado por actos iure imperii. Se trataba de un error en los certificados del
Registro de la Propiedad, generando que Ferrocarril Oeste tenga que volver a pagar al antiguo dueño
de las tierras que ahora le pertenecen por su valor. Si bien en este antecedente se invoca el art. 1113
referido a la responsabilidad indirecta, tiene el mérito de apoyarse, fundamentalmente, en el art. 1112
y en su fuente doctrinaria, para establecer la responsabilidad de la provincia por falta de servicio.
Se sentó el principio de que cuando el Estado ha tomado a cargo la función y la monopoliza,
debe prestar el servicio en forma regular, de manera tal que si se causan daños debido a un
defectuoso funcionamiento de ese servicio, debe responder. En casos de este tipo, no actúa como
persona de derecho privado, sino dentro del derecho público, por lo que el art. 43 es inaplicable.
El Estado puede ser obligado a indemnizar si incurre en omisiones antijurídicas. Para que sea
considerado responsable por omisión, es necesario que incumpla un deber concreto y específico cuyo
cumplimiento pueda ser exigido.
I – Jurisprudencia afirmativa
En el caso “Lanati”, resuelto en 1991, la CSJN responsabilizó al Estado por omitir la
señalización acerca del estado deteriorado de la ruta en el tramo donde se produjo un accidente, y
estableció que la obligación de efectuar tal aviso es un deber insoslayable en cabeza de quien tiene a
su cuidado el mantenimiento y la conservación del camino en condiciones de segura y confiable
transitabilidad, que en este caso es la Dirección Nacional de Vialidad.
En el fallo “Pose” se responsabilizó a la provincia de Chubut, en su carácter de guardiana, y a la
municipalidad de Puerto Madryn, en su carácter de dueña, haciendo aplicación de la responsabilidad
por el riesgo o vicio de la cosa (art. 1113), por el daño sufrido por el actor, quien se lanzó desde una
plataforma marítima y, debido a la poca profundidad del mar en ese momento, sufrió un accidente
quedando cuadripléjico. La CSJN dijo que “el uso y goce de los bienes del dominio público por parte
de los particulares importa para el Estado la obligación de colocarlo en condiciones de ser utilizados
sin riesgos”. En otros casos similares, se ha establecido que el Estado responde por el mal estado de
productos medicinales, y por no dar aviso de la contaminación de un río a los bañistas.
II – Jurisprudencia negativa
La CSJN, pese a lo que puede verse en los casos anteriores, en general no ha admitido la
responsabilidad del Estado por omisión, tal como sucedió en los siguientes casos:
1. “Zacarías” (1998): un jugador de San Lorenzo sufrió un daño provocado por pirotecnia
detonada en el vestuario visitante del Instituto Atlético Central Córdoba en el que se encontraba.
El actor damnificado demandó al club, a la Asociación del Fútbol Argentino y a la provincia de
Córdoba. La CSJN obligó a indemnizar únicamente al club, rechazando la demanda entablada
contra la AFA y contra la provincia de Córdoba, por considerar que, pese al daño ocurrido, la
policía cordobesa había actuado correctamente.
2. “Sykes” (1985): se negó la responsabilidad estatal por no haber revocado la autorización para
funcionar de un banco.
3. “Torres” (1989): la Suprema Corte de Mendoza rechazó la responsabilidad estatal por no
haber construido una defensa contra aluviones, por entender que no existía norma ni interés
jurídicamente relevante que generara esta obligación implícita al Estado.
V - 13
El principio general es la irresponsabilidad estatal por leyes legítimas, aunque las mismas
ocasionen daños, de manera tal que el Estado no debe resarcir los daños y perjuicios ocasionados por
la aplicación de leyes que se ajusten a los parámetros dados por la Constitución Nacional.
El Estado, excepcionalmente, debe resarcir los daños ocasionados por actos legislativos cuando:
1. Es aplicable la teoría de la igualdad ante las cargas públicas o la teoría del sacrificio especial.
2. El Estado se enriquece sin causa como consecuencia del daño sufrido por el administrado,
como la prohibición de una actividad que luego el Estado asume monopólicamente.
3. La ley es inconstitucional.
Como podemos ver, dentro de la responsabilidad estatal por actos legislativos, o más
propiamente, normativos, están comprendidos los casos de daños producidos por la aplicación tanto
de normas inconstitucionales como constitucionales.
El acto legislativo debe cotejarse con la ley en sentido material, por lo que se incluye la
Constitución, las leyes y los reglamentos. Podemos ver tres sistemas:
1. Ley que contempla la indemnización: el administrado puede reclamar la indemnización
fijada por la ley o reclamar una indemnización superior afirmando y acreditando que la misma es
inconstitucional por fijar una indemnización insuficiente para resarcir el daño sufrido. Es el caso
de la ley que reconoce derecho a indemnización a los parientes de los “desaparecidos”.
2. Silencio legal: el administrado puede reclamar la indemnización del daño efectivamente
sufrido, acreditando la concurrencia de los presupuestos de la responsabilidad estatal, como
sucedió en el fallo “Astilleros Hernán Cortes”.
3. Ley que niega la indemnización: el administrado puede reclamar la indemnización por el
daño ocasionado, afirmando y acreditando que la misma es inconstitucional, entre otras razones,
por afectar la competencia del Poder Judicial, al decidir un conflicto de derecho entre partes.
Si el juez ejerce irregularmente su función como órgano del Estado, y comete un acto ilícito,
compromete su responsabilidad y, a la vez, la responsabilidad directa del Estado. Así, en caso de
dolo, el juez es pasible de cometer delitos tales como el cohecho, prevaricato, denegación o retardo
de justicia, siendo entonces civil y penalmente responsable.
La responsabilidad del Estado es directa, porque el hecho dañoso fue ejecutado por uno de los
órganos que son parte del cuerpo político del Estado. A la vez, es concurrente o conexa con la
responsabilidad personal del magistrado.
En materia de responsabilidad por actos judiciales, el Estado no es responsable por los daños
derivados de una actuación legítima. Esto es así debido a que, mientras los poderes políticos del
Estado, representados por las ramas ejecutiva y legislativa, tienen la “gerencia discrecional del bien
común”, en el caso del Poder Judicial su función es realizar la justicia, y en ello los jueces no tienen
mucho margen de operatividad, pues la investigación de los hechos y la seguridad de sancionar a los
culpables, les imponen el deber de dictar medidas restrictivas de la libertad y disponibilidad de
bienes durante el curso del proceso, y el ejercicio regular del poder jurisdiccional del Estado debe ser
soportado como una carga para una adecuada administración de justicia.
V - 15
En este tema encontramos dos vallas especiales, que de existir vedan la posibilidad de
responsabilizar al Estado por actos judiciales: el consentimiento de los actos procesales y el principio
de la cosa juzgada.
Además, otro recaudo exigido por la jurisprudencia es que para que haya responsabilidad del
Estado por actos judiciales, la sentencia ilegítima debe ser dejada sin efecto por otro tribunal. En tal
caso hay quienes dicen que no existiría daño porque los recursos se otorgan con efecto suspensivo,
aunque puede haberlo cuando se recurre una medida cautelar, pues tiene efecto devolutivo.
I – Supuestos de responsabilidad
Según Andrada, los títulos jurídicos que fundamentan la responsabilidad del Estado por daños y
perjuicios ocasionados a raíz del obrar judicial son el error judicial y la falta de servicio
En ambos casos, se trata de un verdadero acto ilícito, y para hacer efectiva la responsabilidad del
Estado en tal caso, es necesario tener en cuenta los siguientes requisitos:
1. Cuestión prejudicial: es la previa determinación de que el error judicial no ha sido
consentido por la parte a quien perjudica y que no ha pasado en autoridad de cosa juzgada, pues
en tal caso goza de la presunción de verdad (res iudicata pro veritate habetur).
2. Identificación en el proceso: el error judicial debe haber sido verificado en el mismo
proceso en que se habría cometido, debiéndose agotar para tratar de llegar a esa declaración,
todos los recursos y las instancias que hacen posible la reposición, apelación, nulidad y revisión.
3. Declaración judicial: la acción de daños y perjuicios sólo será posible después de declarado
el error judicial, deduciendo la acción ante el juez competente, que no será el que lo cometió.
V - 16
B – Falta de servicio
La falta de servicio es una figura residual, que comprende otros supuestos de hecho, como:
1. Remate equivocado de un bien por culpa de un martillero público (caso “Capra”).
2. Levantamiento irregular de medidas cautelares, como en el fallo “Etcheverri”, donde se
levantaron incorrectamente un embargo y una prohibición de no innovar.
3. Omisiones procesales, como ocurrió en el caso “De Gandía”, donde se responsabilizó a la
provincia de Buenos Aires por no haber notificado a las autoridades policiales el levantamiento
de una orden de secuestro sobre el vehículo de una persona que fue detenida a raíz de ello.
A) Procedimiento administrativo
El procedimiento y el proceso administrativo son dos etapas diferentes y, a la vez necesarias.
Primero debe transitarse el procedimiento administrativo ante la autoridad administrativa, y una vez
agotada esta vía, recién se podrá llegar al proceso administrativo ante la autoridad judicial.
Por lo tanto, existe procedimiento administrativo no sólo en el Poder Ejecutivo, sino también en
el Legislativo y en el Judicial cuando ejercen la función administrativa. En cambio, el proceso
administrativo solamente se da ante el poder judicial.
La competencia para legislar acerca del procedimiento administrativo corresponde a las
provincias. En la Nación rige la Ley Nacional de Procedimiento Administrativo N° 19.549 y su
decreto reglamentario 1759/72, los cuales enmarcan las pautas esenciales del procedimiento general
para la administración pública nacional centralizada y descentralizada. En Santa Fe se aplica el
decreto-ley 10.204/58 sobre Actuaciones Administrativas, y en el ámbito municipal se aplica la Ley
Orgánica de Municipalidades n° 2.756 y la Ley Orgánica de las Comunas N° 2.439.
El procedimiento administrativo es el conjunto de actos y hechos interdependientes, cuyo fin
es lograr un control de la actividad administrativa en cuanto a su legalidad, oportunidad, mérito y
conveniencia, y que sirve también como garantía a los administrados. Es importante aclarar que, sin
embargo, el control final lo realiza el órgano judicial.
Existen las siguientes diferencias entre el procedimiento administrativo y el proceso judicial.
I – Principio de legalidad
La administración no puede actuar sin que una norma jurídica se lo autorice expresamente, y
debe cumplir con las normas jurídicas respetando los derechos de los administrados. Algunos autores
aluden a éste como “principio de legitimidad”, diciendo que abarca la legalidad y la razonabilidad.
Así, si bien en la vida civil es principio es que “está permitido todo lo que no está prohibido”, en
el régimen administrativo es al revés, siendo que “está prohibido todo lo que no está permitido”.
En la práctica, la denuncia de ilegitimidad implica que, aún perdido el derecho para interponer el
recurso por extemporaneidad, la administración debe darle trámite para averiguar la verdad, salvo
casos excepcionales.
VI - 3
II – Principio de oficialidad
El procedimiento puede ser iniciado de oficio o a instancia de parte, pero la dirección e
impulsión del expediente hasta su fin le corresponde a la administración.
Existe el deber de impulsar por parte de la administración, aun ante el abandono o inactividad
del interesado, salvo excepciones expresamente contempladas.
Sin embargo, opera la caducidad de instancia en los tres órdenes (nacional, provincial y
municipal) cuando se afecte un derecho subjetivo o cuando no esté previsto por la norma algo
diferente. Se acepta la caducidad salvo que esté comprometido el orden público.
VI – Principio de gratuidad
Salvo que una norma exprese lo contrario, el procedimiento es gratuito, no existiendo costas,
tasas, ni impuestos, y el particular no está obligado a hacerse representar profesionalmente por un
abogado, salvo cuestiones de complejidad jurídica.
Este principio, en realidad, debería llamarse de “ausencia de costas”, porque los gastos que
surjan deberán ser afrontados por el administrado con su patrimonio. En sede administrativa significa
que cada parte se hace cargo de sus propios gastos, sin que tenga derecho, en caso de ganar, a
reclamar tales importes del contrario.
VI - 5
A – Reclamo
Es una petición que se efectúa ante la administración para obtener que se dicte un acto
administrativo que reconozca un derecho o para que se extinga un acto administrativo.
A diferencia del recurso, no es necesario que haya un acto administrativo anterior. Procede
contra hechos u omisiones, sin plazo de caducidad para su interposición, aunque sí hay prescripción.
La administración se encuentra obligada a tramitarlo y resolverlo, ya que el peticionante ostenta
un derecho subjetivo o un interés legítimo. En el orden nacional, el plazo para que la administración
resuelva es de 60 días, cumplido el cual el particular podrá pedir pronto despacho, y en caso de
concurrir otros 30 días sin resolución expresa se considerará que existe denegatoria tácita,
pudiéndose entonces plantear en cualquier momento el recurso pertinente.
Existe también un reclamo impropio, que es una petición que se efectúa a la administración a
fin de obtener la revisión de un reglamento.
Existen dos tipos de reclamos:
1. Reglados: es una mera reclamación, como articulaciones o presentaciones que hace el
particular en la administración, que puede tener un contenido jurídico.
2. No reglados: a su vez, puede ser subdividido en tres distintos:
Reclamo administrativo previo: opera frente a un hecho u omisión de la administración
y es necesario previamente a la vía judicial. Se presenta cuando el particular pretende
de la administración una obligación de dar o de no hacer, y no hay un acto
administrativo dictado, como un patrullero que atropella a un peatón. No tiene plazo de
caducidad, y rige la prescripción del derecho privado o público dependiendo del caso.
Reclamo impropio: opera contra los actos administrativos de alcance general, como una
manera de atacarlos. Está a mitad de camino entre el recurso y el reclamo.
Reclamo en queja: es un reclamo ante el superior, cuando el inferior está tramitando un
expediente y lo hace con lentitud o con errores en el procedimiento.
VI - 6
B – Denuncia
Las denuncias las hace aquel que tiene un mero interés simple, sin ostentar un interés personal y
directo, como cualquier ciudadano que tiene interés en la correcta marcha de la cosa pública.
Es una presentación que realiza el titular de un interés firme para notificar a la administración
sobre un ilícito o la irregularidad de un acto. Su tramitación es potestativa para la administración.
El denunciante no es parte en el procedimiento, no puede instarla ni tampoco impugnar la
decisión que se adopte a su respecto. La denuncia no está contemplada expresamente en la LNPA,
pero surge del derecho constitucional de peticionar a las autoridades (art. 14).
C – Recurso
Es el remedio con que cuenta el administrado titular de un derecho subjetivo o interés legítimo
para impugnar un acto administrativo que lo afecta, a fin de obtener su modificación, sustitución o
revocación, ya sea por el mismo órgano que lo dictó o por uno superior.
A – Recurso de queja
Se entiende que la queja es un reclamo y no un recurso, porque los recursos sólo sirven para
impugnar actos administrativos, en tanto que la queja abarca además hechos y omisiones.
La queja tiene como sujeto pasivo al órgano a cargo del cual se encuentra tramitando el
procedimiento donde se haya producido el defecto o el incumplimiento de los plazos. El reclamo de
queja los resuelve el superior jerárquico inmediato al sujeto reclamado.
El plazo para interponerlo no existe, y su intervención no suspende el procedimiento principal.
El plazo para resolver es de 5 días de presentada la queja, siendo irrecurrible.
VI - 8
B – Pronto despacho
Se da en caso de silencio o ambigüedad de la administración frente a una petición. Si no hay
norma especial que establezca el plazo en que la administración debe expedirse, se entenderá que es
de 60 días, transcurridos los cuales, si la administración sigue sin expedirse, se entiende que hay
silencio administrativo.
El silencio, en principio es negativo de la pretensión, pues para que sea interpretado como una
manifestación positiva es necesario que una norma así lo establezca expresamente.
IV – Plazos administrativos
Los plazos administrativos son prorrogables y perentorios. La prórroga se solicita a la autoridad
antes de vencido el plazo y sólo puede ser denegado en casos especiales. También se puede solicitar
vencido el plazo, siempre que beneficie al interesado y no afecte a terceros.
En cuanto a la perentoriedad, entendida como la pérdida del derecho por no ejercerlo dentro del
plazo previsto, la regla general es que no existe en el trámite administrativo, aunque sí perime el
plazo para interponer los recursos administrativos y la acción judicial.
El cómputo del plazo se hace por días hábiles administrativos, salvo el término para interponer
la acción judicial que es por días hábiles judiciales. En el ámbito nacional rigen las horas de gracia,
que son las primeras horas hábiles del día siguiente al vencimiento.
VI - 9
3) Recursos administrativos
Como podemos ver, el recurso no procede contra actos administrativos firmes y aquellos que
causen estado. Tampoco contra actos internos de la administración, como dictámenes, informes,
hechos u omisiones.
Los efectos de la interposición son los siguientes:
1. Se interrumpen los términos que le están transcurriendo al interesado para la interposición de
otros recursos, para la prescripción y para la acción judicial.
2. Produce la iniciación de los plazos que corren a la administración para resolver el recurso.
3. No produce automáticamente la suspensión de la ejecución del acto impugnado, salvo
excepciones expresamente establecidas por ley.
A – Recurso de reconsideración
Es el medio impugnatorio tendiente a que el mismo órgano que dictó el acto lo revoque,
sustituya o modifique por contrario imperio. Se afirma que se trata de un recurso de rectificación.
Este recurso es cuestionado por la doctrina, porque quien dictó el acto no va a cambiar de
parecer por la interposición del recurso.
Se interpone ante el mismo órgano que dictó el acto, salvo que se hubiese ejercido atribuciones
delegadas y la delegación hubiere cesado, caso en el que se presenta ante el delegante. Le
corresponde resolver también al mismo órgano. El plazo para interponerlo es de 10 días hábiles
administrativos, a partir del día siguiente a la notificación.
Este recurso procede contra:
1. Actos definitivos: resuelven el fondo de la cuestión planteada.
2. Actos asimilables a los definitivos: impiden totalmente la tramitación o pretensión del
particular, como el acto que admite una prueba o la rechaza, la resolución de un incidente, etc.
3. Actos interlocutorios o de mero trámite: es el único recurso contra este tipo de actos, como
la prueba, más allá de que puedan ser impugnados al recurrir la decisión definitiva.
3) Revisión
Es un remedio extraordinario, ya que va contra la cosa juzgada administrativa. Su fin es que se
revea un acto firme ante cuatro supuestos:
1. Cuando haya contradicción en la parte dispositiva, se haya o no pedido su aclaratoria.
2. Cuando después de dictado el acto se descubran documentos decisivos cuya existencia se
ignoraba o no se pudieron presentar como prueba por fuerza mayor u obra de un tercero.
3. Cuando el acto fue dictado basándose en documentos cuya declaración de falsedad se
ignoraba o su hubiera declarado después de emanado el acto.
4. Cuando el acto hubiera sido dictado con vicios, es decir, mediando cohecho, prevaricato,
violencia, etc.
VI - 12
El acto se interpone ante el mismo órgano que lo dictó, siendo él mismo quien resuelve. El
plazo para interponerlo en el primer supuesto es dentro de los 10 días de notificado el acto, en tanto
que en los tres restantes dentro de los 30 días contados desde hallarse los documentos, desde que
cesa la fuerza mayor o el obrar el sujeto, o desde comprobarse en legal forma los hechos indicados en
los casos 3 y 4.
B – Recurso jerárquico
Es el medio por el cual un particular puede recurrir al órgano superior jerárquico más elevado,
tanto de la administración central como de la descentralizada, para que revise la decisión del inferior
jerárquico que haya lesionado el derecho subjetivo o el interés legítimo del recurrente, y en su caso
se lo revoque, modifique, suspenda. En otros ordenamientos es denominado “apelación”.
Es un recurso generalmente necesario para poder acudir a la vía judicial, pues ordinariamente
con él se agota la vía administrativa. A partir de la notificación de su resolución comienza a correr el
plazo para interponer la acción contencioso-administrativa contra el órgano jurisdiccional.
El particular puede optar entre plantear el recurso de reconsideración y, ante su denegación
expresa o tácita, interponer el recurso jerárquico en subsidio; o plantear el recurso jerárquico directo.
Procede contra un acto administrativo definitivo o asimilable a él. Es viable contra los actos
originarios dictados por los ministros, pero no contra los actos de esos funcionarios que resuelven un
recurso jerárquico anterior ya que tal decisión causa estado y agota la vía administrativa.
Se presenta ante la misma autoridad y se eleva para que lo resuelva el superior El recurso
jerárquico será resuelto por los ministros el Jefe de Gabinete según la jurisdicción. La resolución de
este recurso será definitiva y agotará la vía administrativa.
El plazo para interponerlo es de 15 días de notificado, siendo elevado dentro de los 5 de oficio,
al Ministerio o Secretaría correspondiente. El plazo de resolución es de 30 días, computados desde
la recepción de las actuaciones si no se produjo prueba, desde la presentación del alegato si se
produjo prueba, o desde el vencimiento del plazo para alegar.
No es necesario pedir pronto despacho para que se produzca la denegatoria por silencio.
C – Recurso de alzada
Su existencia tiene raigambre constitucional en virtud del art. 99 inc. 1 de la Constitución
Nacional Argentina. Este recurso surge del control administrativo o “tutela administrativa”. En la
provincia de Santa Fe no existe, utilizándose en estos casos el recurso de apelación.
Se interpone ante el mismo órgano que dictó el acto, y lo resuelve el Ministerio o Secretario de
la presidencia de la jurisdicción en que actúe el ente descentralizado.
Este recurso procede contra:
1. Actos definitivos.
2. Actos asimilables a los definitivos.
3. Actos emanados de entes descentralizados. Varía según cómo fueron creados:
Creados por ley: sólo procede contra ilegitimidad, salvo que la ley autorice el control
administrativo.
Creado por decreto del Poder Ejecutivo: también procede por razones de oportunidad,
mérito o conveniencia.
D – Queja
Es un remedio con que cuenta el particular para luchar contra la inercia y morosidad que suelen
afectar a la actuación de la administración. No se trata de un recurso, porque no se plantea contra
actos, sino contra hechos u omisiones.
No existe plazo para interponerla, y se encuentra legitimado todo aquel que posea un derecho
subjetivo o interés legítimo. Procede ante un defecto de tramitación o por incumplimiento de plazos
legales o reglamentarios, excepto los de resolución de recursos. Se interpone ante el superior
jerárquico inmediato del que debió cumplir el trámite o dictar el acto, quien también lo resuelve
dentro de 5 días de recibida la queja.
La decisión es irrecurrible y su tramitación no suspende el procedimiento.
3) Cuestiones procesales
Según el art. 30 de la LNPA, el Estado Nacional o sus entidades autárquicas no podrán ser
demandados judicialmente sin reclamo administrativo previo dirigido al Ministerio o Secretaría de la
Presidencia o autoridad superior de la entidad autárquica, salvo cuando se trate de los supuestos de
los arts. 23 y 24, que anteriormente explicamos.
El reclamo versará sobre los mismos hechos y derechos que se invocaran en la eventual
demanda judicial, y será resuelto por las autoridades antedichas. Con ello, se busca evitar juicios
innecesarios.
El art. 31 de la LNPA fija que la administración tiene 90 días para resolver el reclamo desde que
el particular lo presenta. Si no lo hace, el interesado podrá pedir pronto despacho por 45 días hábiles
administrativos más, vencido los cuales se considera silencio administrativo y el particular puede
iniciar la demanda judicial, dentro de 90 días hábiles judiciales. El Poder Ejecutivo, por
requerimiento de organismo interviniente por razones de complejidad o emergencia pública, podrá
ampliar fundadamente los plazos indicados hasta un máximo de 120 y 60 días respectivamente. La
denegatoria expresa del reclamo no podrá ser recurrida en sede administrativa.
Los jueces no darán curso a la demanda de los arts. 23, 24 y 30 sin comprobar de oficio los
recaudos establecidos en esos artículos y los plazos previstos.
El art. 32 establece que el reclamo administrativo no será necesario cuando:
1. Si mediare una norma expresa que así lo establezca.
2. Se tratare de repetir lo pagado al Estado en virtud de una ejecución.
3. Se tratare de repetir un gravamen pagado indebidamente.
4. Se reclamare daños y perjuicios contra el Estado por responsabilidad extracontractual.
VI - 16
A – Recurso de revocatoria
Es aquel que se interpone ante el mismo órgano o autoridad que emitió la resolución, siendo
también quien debe resolver. Es el único recurso posible contra los actos emanados del Gobernador.
Procede contra decretos o resoluciones dictadas en los expedientes o actuaciones
administrativas o contra cualquier resolución dictada por autoridad administrativa competente.
El plazo para interponerlo es de 10 días desde notificada la resolución que lo provoca. La
impugnación debe argumentarse, pudiendo ofrecerse prueba. El recurrente puede solicitar el traslado
de las actuaciones, que será también de 10 días.
El plazo para resolver es de 30 días de presentado el recurso. La resolución deberá ser
notificada al recurrente, salvo que hubiera sido dictada por autoridad inferior y se interponga recurso
de apelación ante el Poder Ejecutivo. Queda firme a los 10 días de notificada.
Si el recurso se interpuso contra un decreto o una resolución del Poder Ejecutivo, la resolución
de éste pone fin a la instancia administrativa.
Si este recurso es denegado expresamente, procede el recurso de apelación, en tanto que si es
denegado tácitamente, es viable el recurso jerárquico.
B – Recurso de apelación
El recurso de apelación se realiza ante la misma autoridad que dictó la resolución, y puede
interponerse subsidiariamente con el recurso de revocatoria.
Recibido el recurso, será elevado al Poder Ejecutivo a través del Ministerio correspondiente,
junto con el expediente y la resolución que lo originó. Una vez en el Ministerio, se correrá traslado
por 10 días al apelante para que exprese agravios y funde el recurso. Vencido el plazo sin presentarse
el apelante, se tiene por desierto el recurso.
Al contestar el traslado, el apelante puede contestar solamente o pedir apertura de prueba, siendo
posible la prueba por el término de 5 días.
Si el Poder Ejecutivo lo cree necesario puede:
1. Pedir informe de las impugnaciones a la autoridad que emitió la resolución.
2. Solicitar informe en otras reparticiones.
3. Indefectiblemente debe solicitar dictamen del Fiscal de Estado. Si éste emite opinión sobre la
cuestión planteada sin solicitar nuevas diligencias, se entiende que el expediente se encuentra en
condiciones de dictar resolución.
C – Recurso jerárquico
El recurso jerárquico ante el Poder Ejecutivo provincial procede cuando exista una denegación
tácita del derecho postulado por parte de la autoridad administrativa que deba resolver o en caso de
una retardación en la resolución. Se entiende que es así cuando transcurrieron 30 días desde que el
expediente se encuentra en condiciones de dictarse resolución definitiva y no se hizo.
La parte deberá solicitar por escrito la resolución, transcurridos 30 días desde la presentación del
escrito sin producirse la misma, quedará habilitada para interponer recurso jerárquico.
El recurso se promoverá ante el Poder Ejecutivo por vía del Ministerio correspondiente en un
escrito, en el cual debe indicarse si se quiere traslado de las actuaciones. El Ministerio formará
expediente y oficiará de inmediato a la autoridad administrativa que hubiera dado lugar al mismo,
remitiéndole la copia del escrito, para que en 48 horas informe y eleve las actuaciones.
Recibidos los antecedentes y verificada la procedencia del recurso, se correrá traslado al
recurrente, si así lo solicitó. Contestado el traslado, si según el ministerio las pruebas no fueren
suficientes, podrá requerir informe a otras reparticiones dentro de 2 días.
Se pide dictamen al Fiscal de Estado, y se resuelve. La resolución del Poder Ejecutivo pone fin a
la instancia administrativa, quedando firme a los 15 días de su notificación.
El recurso jerárquico comprende reparticiones autárquicas y organismos descentralizados.
A – Recurso de reconsideración
Este recurso procede contra las resoluciones del intendente municipal dictadas de oficio o a
petición de parte, y contra los actos administrativos dictados por el concejo municipal en materia
disciplinaria. También procede contra resoluciones que hubieren sido dictadas por una autoridad
municipal con poder de resolver que no sea el intendente municipal o por un ente autárquico del
municipio.
Se interpone ante la autoridad que dictó el acto y el plazo para hacerlo es de 10 días hábiles
administrativos desde la notificación de la resolución.
En cuanto a la resolución, si se trata de una resolución del intendente o del Concejo Municipal,
resuelve el intendente, en tanto que si es una resolución de autoridad municipal inferior o de un ente
autárquico, resuelve el mismo órgano que la dictó. El plazo para resolver es de 10 días hábiles
administrativos, poniendo fin a la instancia administrativa.
La caducidad se produce ipso iure si no se insta durante 6 meses.
VI - 18
B – Recurso de apelación
El recurso de apelación procede contra la resolución de una reconsideración por una autoridad
que no sea el Intendente. En este caso, el interesado puede recurrir directamente ante el intendente
dentro de los 10 días de notificada la reconsideración solicitando que se requiera el expediente y
conceda el recurso de apelación.
El recurso se interpone ante la autoridad que dictó el acto recurrido, y es el Intendente quien
resuelve. Si el órgano apelado no se expidiere sobre la revocatoria o la apelación dentro de los 10
días hábiles administrativos, se entenderá que existe denegación tácita.
Concedido el recurso, el recurrente fundará apelación en el término de 10 días hábiles
administrativos. El intendente debe resolver en otros 10 días, siendo ésta resolución definitiva no
admite otro recurso que el de aclaratoria, dentro de los 3 días hábiles administrativos de su
notificación.
La caducidad también se produce ipso iure si no se insta durante 6 meses.
C – Recurso directo
En caso de denegación tácita del recurso de apelación, es menester interponer un pronto
despacho. A partir de allí, el administrado cuenta con 30 días para interponer el recurso directo, que
deberá decidirlo el Intendente.
Este recurso procede contra actos definitivos, asimilables a definitivos, y actos de mero trámite.
Como todo proceso, puede extinguirse por medios normales y anormales. El medio normal de
extinción consiste en el dictado de un acto definitivo que causa estado. Dentro de los medios
anormales se destacan el archivo y la caducidad de instancia.
En cuanto al silencio el mismo puede ser convertido en denegación tácita por medio de un
pronto despacho. Se puede intentar que la administración se expida expresamente, lo cual se logra
mediante el amparo judicial por mora, o el recurso administrativo de queja.
VI - 19
1) Aspectos principales
I – Competencia
Los principales tribunales en la materia son la Corte Suprema de Justicia de Santa Fe, y las
Cámaras en lo Contencioso-Administrativo. Existen dos cámaras, una en Santa Fe y otra en Rosario,
ambas creadas por la ley 11.329.
La Cámara de Rosario tiene competencia en los recursos contencioso-administrativos que se
deduzcan contra los siguientes actos:
1. Actos de la provincia: cuando el recurrente se domicilie en las circunscripciones N° 2 y 3, y
el litigio verse sobre empleo público, previsión social y sanciones administrativas aplicadas en el
ejercicio de la potestad de policía.
2. Actos de municipios y comunas: aquellos comprendidos en el ámbito de las
Circunscripciones N° 2 y 3.
II – Actos impugnables
Son impugnables los actos de carácter general o individual dictados en función administrativa
por el Gobernador, los intendentes y concejos municipales y las comisiones comunales, originarios
de esas autoridades o de otras inferiores a ellas sometidos a revisión por vía re recurso.
Son supuestos especiales los siguientes:
1. Actos dictados en función administrativa por los Poderes Legislativo y Judicial: no son
impugnables por vía contencioso-administrativa, salvo los actos del Poder Legislativo, cuando
una ley lo prevea.
2. Reglamentos: no son impugnables, excepto que por sí mismos y sin necesidad de aplicación
individual produzcan sus efectos en relación al recurrente.
IV – Requisito impositivo
Es el principio solvet et repete consagrado en el art. 8 de la ley 11.330, que fija lo siguiente:
“Cuando la resolución administrativa que origine el recurso ordenase el pago de contribuciones
fiscales, no puede promoverse aquél sin satisfacérselas previamente, recaudo que no rige respecto a
sumas accesoriamente debidas por recargos, multas o intereses. Si durante la sustanciación del
recurso vencieren plazos de un convenio de pago de la obligación tributaria, el recurrente deberá
acreditar su cumplimiento dentro de los 10 días de los vencimientos respectivos, so pena de tenerlo
por desistido del recurso.
V – Medidas cautelares
El Tribunal puede, si correspondiere, adoptar medidas cautelares como la prohibición de innovar
o medidas innovativas, además de las otras previstas por el ordenamiento procesal. El planteo tramita
por cuerda separada y paraliza el proceso. El Tribunal resolverá la solicitud de la cautelar en el
término de 5 días, previa vista por igual plazo a la recurrida; a diferencia del CPCC, aquí las
cautelares no se disponen inaudita parte.
La ley contempla la peculiaridad que no exige contracautela a los funcionarios, empleados,
jubilados y pensionados en las causas vinculadas con sus derechos como tales. Si se rechaza la
medida, se aplicarán costas.
En caso de levantamiento de la cautelar, el recurrente puede apelar ante la Corte Suprema de
Justicia de la Provincia de Santa Fe.
En caso de condena al Estado, no puede trabarse embargo sobre bienes afectados al uso público
o a un servicio público, ni sobre contribuciones fiscales afectadas por ley a servicios públicos.
II – Admisibilidad
Una vez recibido el recurso, el Presidente del Tribunal, previa consulta al Ministerio Fiscal
(Fiscal de Cámara o Procurador General, según el caso), decidirá sobre la admisibilidad del recurso.
Si lo declara inadmisible, el recurrente puede pedir, revocatoria ante el Tribunal, dentro de los 5
días, oportunidad en que también puede subsanar los defectos u omisiones susceptibles de reparación
dentro de dicho lapso. Si el Tribunal deniega la admisión, cabe el recurso de inconstitucionalidad de
la ley 7.055.
El art. 13 de la ley 11.330 establece que “La Corte Suprema de Justicia o la Cámara, de oficio o
a petición de parte, pueden solicitar de la autoridad administrativa correspondiente la remisión de las
actuaciones y antecedentes a que se refiere el recurso en el plazo improrrogable de 10 días”. Si es
requerido el envío del expediente y éste no fuera remitido en el plazo fijado, el Tribunal procederá de
inmediato y sin más trámite a entender en el recurso tomando como base la exposición del
recurrente, sin perjuicio del derecho de la recurrida de producir como prueba el mismo expediente.
V – Prueba
Una vez contestado el recurso, o vencido el plazo para hacerlo, se abrirá el juicio a la etapa
probatoria por el término de 30 días, providencia que será dejada sin efecto si las partes concordaran
ello. La prueba será ofrecida dentro del plazo de 10 días de abierta la causa a ese efecto.
El Tribunal, para mejor proveer, puede disponer la práctica de cuantas diligencias de prueba
considere necesarias o la ampliación de las ya producidas.
VI - 23
VI – Alegatos
Una vez vencido el término de prueba y agregada la prueba producida, se correrá traslado a las
partes para que aleguen sobre el mérito de la causa, por el término de 10 días.
VII – Sentencia
El art. 23 establece que “Evacuado los alegatos, o vencido el término para hacerlo, se llamarán
los autos para resolver y se pasará el asunto a estudio de cada miembro del Tribunal por el término
de 10 días. Concluido el estudio, se señalará la fecha, con plazo no mayor de 15 días, para el acuerdo
de fallo, en el que previamente se fijarán el orden de la votación y las cuestiones sobre que habrá de
recaer la sentencia y respecto de las cuales cada miembro fundará su voto”.
El fallo se pronunciará sobre:
1. La admisibilidad o no del recurso.
2. La procedencia o no del recurso. Anulará, en su caso, total o parcialmente el acto impugnado
y, reconociendo la situación jurídica individualizada, adoptará las medidas conducentes al pleno
restablecimiento de la misma.
3. Las costas del recurso.
Las partes podrán solicitar la aclaración del fallo según lo previsto en el Código Procesal Civil y
Comercial. La solicitud suspende el plazo para deducir recursos contra la sentencia.
A – Efectos de la sentencia
Una vez notificada la sentencia que condene a la administración, la misma deberá cumplirla
dentro del plazo de 30 días, salvo que aquella señale un término distinto.
El art. 25 establece que “La sentencia sólo surte efectos entre las partes en litigio y también erga
omnes si resuelve sobre un vicio de ilegitimidad que por su naturaleza objetiva puede aprovechar o
perjudicar a terceros interesados”. En el último supuesto se refiere al caso en que se anule un
reglamento, por lo que la ley local admite que el acto administrativo pueda tener alcance general.
Por último, vemos como necesario definir estos conceptos indispensables para comprender el
desarrollo de esta unidad:
1. Derecho subjetivo: son las facultades o potestades jurídicas inherentes al hombre por razón
de naturaleza, contrato u otra causa admisible en derecho. Un poder reconocido por
el ordenamiento jurídico a la persona para que, dentro de su ámbito de libertad actúe de la
manera que estima más conveniente a fin de satisfacer sus necesidades e intereses junto a una
correspondiente protección o tutela en su defensa, aunque siempre delimitado por el interés
general de la sociedad.
2. Interés legítimo: consiste en una legitimación intermedia entre el derecho subjetivo y el
interés simple, siendo su presupuesto la existencia de normas que imponen una conducta
obligatoria a la administración pública, sin que a dicha obligación le corresponda un derecho
subjetivo.
3. Interés difuso: son aquellos derechos subjetivos e intereses legítimos que corresponden a
personas indeterminadas, pertenecientes a diversos grupos sociales, que se encuentran
distribuidos en amplios sectores, de manera que no resulta fácil el establecimiento de los
instrumentos adecuados para la tutela de los propios intereses.
4. Interés simple: descansa en la premisa de que todo ciudadano tiene interés en que la ley sea
cumplida, no existiendo el derecho exclusivo que es típico del interés jurídico, ni el interés
legítimo de un determinado número de personas, sino el interés de toda la comunidad en que no
haya actos administrativos ilegales; de suerte tal, que independientemente de que el acto
beneficie o perjudique de manera directa o indirecta a alguna persona, cualquier ciudadano
tendría legitimación en reclamar su insubsistencia.