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Hasta ahora hemos visto que podemos ejercer nuestra voluntad en base a
lo que los demás esperan de mí o a lo que yo espero de mí; y es a partir de aquí
donde surge la disyuntiva como en el ejemplo que vimos al principio, se viene a la
mente una pregunta que no podemos evadir si queremos seguir adelante ¿qué es
lo que debo hacer?
Ya hemos seleccionado qué es lo que queremos hacer, pero las ideas o las
opciones no van a realizarse por sí solas, y aquí volvemos a entrar nosotros. No
creo que podamos decir que hemos hecho nuestra voluntad si no hemos puesto
en práctica lo que escogimos. En este momento hace su entrada la decisión, ésta
está dada implícitamente a la hora de evaluar las opciones y escoger una, pero
también implica que la llevemos a cabo, la decisión es la que mueve a una
persona a hacer eso que quiere, y si lo realiza ahora sí podemos decir que esa
persona ha cumplido su voluntad, la ha llevado a la práctica.
Santo Tomás de Aquino se refiere a la voluntad como una facultad del libre
albedrío, que quiere decir esto, que nosotros, idealmente, tenemos la libertad de
escoger lo que es mejor para nosotros y para los demás. Si nos damos cuenta, lo
anterior implica que ya hemos equilibrado nuestras opciones y que hemos tomado
una decisión, y consecuentemente estamos ejercitando nuestra voluntad. Va a
depender de nosotros que los resultados de hacer nuestra voluntad sean los
esperados, si es así, muy bien, pero si no, debemos ver qué es lo que falló, y si es
posible, regresar al paso en el que buscamos el equilibrio de expectativas para
mejorar nuestra decisión.