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SANTANDEREANA *
POR
JORGE MORALES GÓMEZ**
Introducción
Aunque las condiciones de la Mesa de Jéridas o los Santos, al sur de
Bucaramanga, han permitido la conservación de textiles de los Guane, otros
grupos de los Andes orientales como los Muisca, Chitarero y la confedera-
ción del Cocuy se distinguieron como productores de algodón y tejedores de
esa fibra. Lo que sucede es que por la circunstancia anotada, los Guane han
pasado a ser conocidos como famosos textileros, quedando un poco olvida-
dos en ese sentido los otros grupos mencionados1.
Sin embargo, eso no obsta para observar un horizonte algodonero y teje-
dor que excede los límites actuales de los Santanderes y que por tanto es de
carácter regional, con proyecciones temporales muy importantes durante la
Colonia y la primera mitad del siglo XIX.
Las provincias de Tundama, Soto, Pamplona y el Socorro fueron destaca-
dos núcleos de producción artesanal, especialmente de tejidos de algodón y
así fueron reconocidas hasta que las medidas antiproteccionistas del medio
siglo XIX iniciaron el decaimiento de la producción. Por eso vale la pena
recordar, por ejemplo, que el militar español Pascual Enrile calificaba al So-
corro, hacia 1819, como el Manchester del Nuevo Reino.
Lo anterior indica que si la tradición textil indígena pudo ser incorporada
al nuevo orden socioeconómico instaurado a partir del siglo XVI, debió te-
ner características que así lo ameritaban, como volumen de producción, cali-
dad, adaptabilidad y distribución. Sólo sociedades organizadas como
cacicazgos que aseguraban la existencia de especialistas y excedentes sufi-
cientes para el intercambio podían mantenerse en la sociedad colonial a tra-
vés de instituciones de dominio como la encomienda y la mita doméstica.
Territorios ocupados
Fisiográficamente, en la montaña santandereana se distinguen los siguientes
conjuntos de occidente a oriente: la cordillera de Yareguíes, los valles
longitudinales de los ríos Fonce y Suárez, las mesetas y terrazas de la ver-
tiente occidental de la cordillera oriental, el Cañón del Chicamocha y los
páramos de oriente que van desde la frontera de Santander con Boyacá hasta
entrar en territorio venezolano2 -3.
Sobre esa diversidad ambiental se asentaron los distintos grupos que en-
contraron los españoles a su llegada en el siglo XVI, y naturalmente sus
antecesores arqueológicos.
Los Guane ocuparon las hoyas de los ríos Fonce y Suárez y la franja
occidental del Chicamocha. Limitaban al oeste con los Yareguíes, moradores
de las hoyas del Opón y el Carare. La serranía de Yareguíes marcaba el
extremo al poniente de su territorio.
Al nororiente, Chicamocha por medio, estaban los Lache. Al este, en po-
sición meridional de éstos, los Guane hacían frontera con los Muisca depen-
dientes del Tundama, divididos por los páramos orientales de la Rusia y
Guantiva, entre otros4.
Hacia el norte de los Guane se extendía el territorio de los Chitarero,
donde posteriormente se fundó la ciudad de Pamplona. Meridionalmente,
2 Estos páramos forman la estructura montañosa llamada cingla por Castellanos y cincha por los
campesinos de hoy. Hacen parte del límite oriental de los Guane, de acuerdo con los cronistas, a
partir de Castellanos (1955. IV: 315). Por eso, la cingla no puede corresponder a la cordillera de
Cobardes que está al extremo occidental del territorio, tal como lo aseguran Falchetti y Plazas
(1972: 48).
3 Cadavid, 1989: 69.
4 Morales, 1984: 24-25.
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los Guane limitaban con áreas muisca, entre los términos de Vélez al oeste y
el Cañón del Chicamocha al este.
Al contrario de lo sostenido tradicionalmente por varios autores5, los Guane
sí se extendieron al norte de la Mesa de Jéridas o Mesa de los Santos y
llegaron a ocupar el Río del Oro y la Meseta de Bucaramanga6. Un docu-
mento del Archivo Histórico Nacional es muy claro al respecto cuando seña-
la que
“...y que el río del Oro es en tierra de Guane es toda de un tem-
ple e no lejos de sus casas...”7
En 1983, Roberto Lleras efectuó excavaciones arqueológicas en Landázuri,
piedemonte occidental de la cordillera de Yareguíes y encontró cerámica y
pautas de enterramiento similares con lo que se conocía de Guane al respec-
to. A partir de ese hallazgo, se abre la posibilidad de que los Guane hayan
incluido en su territorio la serranía de Yareguíes y por tanto su límite occiden-
tal fuera el valle del Magdalena, quedando así, probablemente subordinados
los Yareguíes a aquella etnia8.
Según los testimonios de los cronistas, la provincia de Guane se distin-
guía por su tierra muy productiva y clima agradable:
“Tierra pedregosa, seca y de buen temple, más caliente que fría,
de buenos y saludables aires por ser libre de montañas y
anegadizos...” 9.
Castellanos, quien sirvió de fuente de información a Pedro Simón, mani-
fiesta:
“Y aunque son grandemente pedregosas las partes habitables de
este suelo, es amigable siempre su templanza para conservación
del individuo, pues nunca frío ni calor da pena por ser desocu-
pado de montañas y visitallo saludables vientos a su fertilidad
nada contrarios y ansí contiene virtuosas plantas que producen
en todo tiempo frutos apacibles al gusto y a la vista, y al olfato
no menos agradables... en toda la provincia que contiene de cir-
cuito más de doce leguas”10.
población era más baja. Al llegar los españoles, ésta aumentó y los intervalos
debieron reducirse.
También se hace alusión al mencionado sistema de verticalidad, según el
cual, la cosecha mayor se obtenía en lo templado y cerca de sus asentamientos
estables, y la secundaria, en lo frío.
En la Mesa de los Santos, tal como se mencionó antes, según las investi-
gaciones de Cadavid, se localizaron aterrazamientos rectangulares que for-
man especie de “patios” y por otro lado, se hallaron pendientes excavadas
para obtener material de relleno para hacer terraplenes. En el primer caso es
muy posible que se trate de terrazas de cultivo, dada la conformación de los
surcos o andenes. El segundo muestra la intención de producir superficies
planas y homogéneas42. De acuerdo con las fuentes, no sólo se incluía maíz
en los cultivos de los Guane sino, además, fríjoles, coca, yuca, algodón y
habas43.
Así mismo los Guane se dedicaron a los tejidos. No sabemos con preci-
sión si se trataba de una labor de especialistas aparte de la manufactura estric-
tamente doméstica. Lo que sí se conoce sin duda es que las mantas tejidas
eran objeto de intercambio44 y que las recibían a cambio de coca45. Los pro-
cedimientos textiles implicaban telares verticales, agujas de madera, hila-
do y torcido del algodón, estampado, entretejido y pintura46. A ese respecto,
vale la pena traer la cita de Castellanos:
“...de las telas de algodón, que van tejidas con hilos variados de
colores; con una se rodean la cintura, y otra que de los hombros
va pendiente al izquierdo trabada con un ñudo dado con los
extremos de la manta...”47.
En las vegas del río del Oro, los Guane obtenían este metal, el cual a partir
de 1571 fue recurso muy importante para el sostenimiento de las encomien-
das y la mita minera. En la época colonial incluso hubo migraciones a ese
río, por parte de indígenas de distintos pueblos que así cumplían la obliga-
ción con sus patrones españoles48.
traban compartiendo una zona con otras de un cacique distinto: tal es el caso
de las que en los páramos tenían Cocuy y Panqueba56.
Los Lache sostenían un sistema productivo con especialistas como orfebres,
tejedores de mantas de algodón y talladores de piedra serpentina, de la cual
elaboraban adornos.
El maíz era el cultígeno por excelencia; además se sembraban tubérculos
de altura (papas, cubios, hibias) y en el cañón del Chicamocha y en sus
vertientes, se localizaban plantaciones de coca y algodón57. En el caso del
maíz, debido a la movilidad agrícola, se lograban dos cosechas al año, de
modo similar al relatado para los Guane. Como herramienta agrícola se men-
cionan en las fuentes antiguas al palo cavador endurecido al fuego y al hacha
de piedra para talar58.
Pero los Lache se distinguieron también como tejedores de mantas. Una
manta colorada de algodón producida por ellos podía llegar a ser cambiada
por veinte libras de yopo de los Llanos59.
Entre los mismos pueblos Lache también se intercambiaban las mantas,
de acuerdo con las especialidades locales. Algunos hilaban el algodón pero
no lo tejían y por eso lo entregaban a indios de otros pueblos para que elabo-
raran las mantas. Tal es el caso de los del Pueblo de la Sal que daban la fibra
a los de Cocuy y Chita con tal efecto. Pero también las mantas se cambiaban
por productos agrícolas60. El Pueblo de la Sal era un enclave dedicado a
explotar ese recurso, parte del cual también iba a suplir las necesidades de los
grupos de los Llanos, vía río Casanare.
Finalmente, los documentos también revelan a los Lache como producto-
res de adornos en serpentina, aunque no alcanzaron los volúmenes logrados
por los cacicazgos de la Serranía de Mérida o del norte de Colombia61.
Aunque de los Chitarero se tiene muy poca información, se sabe que el maíz
era muy importante como recurso agrícola y que lo cultivaban en diversos pisos
térmicos. También los Chitarero se destacaron como tejedores de hamacas y
mochilas de algodón que servían además como bienes para intercambio62.
56 Ibid.
57 Ibid. 1996: 121.
58 Ibid: 80.
59 Ibid: 156.
60 Ibid, 1987: 29.
61 Ibid: 118.
62 Ibid. 1996: 76-135.
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63 Ibid: 142.
64 Ibid: 143.
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Sogamoso y Tunja, donde se podía cambiar por oro, sal y pescado. Por su
parte, la procedente de los Llanos y el piedemonte de la cordillera se permu-
taba por textiles, con valor agregado65.
En relación con los centros de intercambio, se hacían presentes personas
de las etnias Guane y Lache en los mercados Muisca, como Sorocotá, lo cual
revela que la asistencia a los mismos estaba restringida a grupos de la familia
lingüística Chibcha, pues los del valle del Magdalena estaban ausentes, a
pesar de su posición cercana a Sorocotá, ubicado entre Muisca, Guane y
Yareguíes, o sea, en un lugar estratégico de fronteras territoriales y étnicas.
Aparentemente ese sitio de mercado quedaba en proximidades de la actual
población de Puente Real o Puente Nacional66.
Precisamente por su ubicación era puesto periférico en la nación Muisca,
a diferencia de otras estaciones de intercambio o mercado que estaban cen-
tralizadas, como Tunja o Duitama, a donde acudían Lache y Guane también.
En los mercados de la periferia circulaban productos provenientes de lar-
gas distancias, como adornos de oro y otros bienes suntuarios, originarios de
la Sierra Nevada de Santa Marta. Tales artículos se integraban en las redes de
redistribución que manejaban los caciques, aparte de las acciones de inter-
cambio propiamente dicho. Estos señores acumulaban lo que obtenían sus
súbditos y lo que llegaba de lejos y en ceremonias asociadas con el calenda-
rio agrícola, especialmente en los meses de verano, redistribuían la produc-
ción. Así no sólo se aseguraba mayor cubrimiento en satisfacción de
necesidades entre la población asociada a un cacique sino que además se
propiciaba la continuidad de ese señor por su capacidad de revertir a los
demás lo acumulado. Tal proceder era muy valorado en los cacicazgos y de
su puesta en práctica dependía bastante la permanencia de los caciques.
De otro lado, si no fuera por la redistribución, los cacicazgos serían socie-
dades mucho más estratificadas y aún menos igualitarias de lo que en reali-
dad fueron.
Finalmente, eran muy frecuentes las visitas de reciprocidad en el interior
de cada grupo étnico, entre las distintas comunidades. Tales visitas también
constituían ocasiones para circular y redistribuir productos, y se extendían al
intercambio interétnico. Estaban asociadas también con ceremonias relacio-
nadas con el calendario agrícola. Se sabe de ellas concretamente entre los
65 Ibid: 121.
66 Ibid: 149.
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Comunidades y cacicazgos
Según Langebaek, los Chitarero y los Guane conformaban grupos orga-
nizados en comunidades locales con caciques autónomos e independientes,
sin que se presentara ninguna clase de confederación, como sí ocurrió entre
los Lache y los Muisca68.
En el caso de los Guane, el principio de organización de esas comunida-
des era el mismo de los Muisca y los Lache: la capitanía matrilineal y el
cargo pasaba de tío a sobrino.
Aunque hay documentos que abiertamente afirman la autonomía de los
pueblos Guane y que son citados por Langebaek69, no deja de llamar la aten-
ción la cita de Castellanos que refiere la centralización de los Guane alrede-
dor de un jefe, Guanentá, asentado en la Mesa de Jerira, hoy, de los Santos.
Dice así el cronista:
“Y ansí Guanentá, rey desta comarca a quien los otros indios
principales por supremo señor reconocían y daban vasallaje y
obediencia en esta mesa tuvo su vivienda por ser más apacibles
estalajes que los inferiores de la cingla aunque todos son unos y
una lengua unas costumbres, ritos y ropaje...”70.
Este testimonio no deja duda de la centralización71. Sin embargo, las refe-
rencias documentales aportadas por Langebaek y el que a la llegada de las
tropas españolas de Martín Galeano, los combates defensivos hubieran sido
emprendidos por comunidades, sin guerreros de otros cacicazgos focales o
dependientes de un cacique mayor, hacen dudar del alcance de la centraliza-
ción. Efectivamente, Chalala, Lubigara, Chanchón, Sancoteo y Butaregua
se enfrentaron independientemente a los españoles.
Lo que sí parece ser confirmado arqueológica y etnohistóricamente a par-
tir de la frecuencia de arte rupestre, de galerías y cuevas funerarias, así como
de estructuras ceremoniales y extensas terrazas de cultivo72, es que ese caci-
67 Ibid:146.
68 Ibid: 67.
69 Ibid.
70 Castellanos, 1955. IV: 316.
71 Morales, 1984.
72 Cadavid, 1984.
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73 Morales, 1984.
74 Rodríguez Plata, 1978: 62; Acevedo Díaz, 1971: 8.
75 Langebaek, 1996: 67.
76 Langebaek,1987,1996.
77 Langebaek, 1996: 64.
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Respecto a la herencia del cargo, las fuentes indican que éste pasaba de
tío a sobrino entre los Guane y los Lache. Para los Chitarero hay referencias
de paso de padre a hijo, de acuerdo con la pauta patrilineal78.
El padre Ardila argumenta sin respaldo documental, que a falta de sobri-
nos, hijos de hermana, los Guane escogían a sus caciques entre los más dota-
dos. En lo que sí aporta datos históricos de archivo es para mostrar que en el
pueblo de Coratá, en 1641, el cacique don Alonso designó para sucederle en
el cargo a su hijo mayor, aunque ilegítimo, mientras el habido en matrimonio
crecía. Ese dato puede significar que prehispánicamente en los Guane, en
defecto del sobrino hijo de hermana, el hijo mayor heredaba el cacicazgo.
Sólo en el orden colonial, vino a tener sentido el concepto de ilegítimo apa-
rentemente para lo concerniente a la sucesión del cargo. También este caso79
puede indicar la crisis de la norma matrilineal en la época colonial, aunque
no necesariamente es contundente al respecto.
El citado autor también ofrece una serie de datos etnográficos sobre las
ceremonias asociadas a los nuevos caciques pero que tampoco descansan en
evidencias documentales, ni de archivos ni de cronistas, específicas para los
Guane, sino que más bien hacen referencia a los Muisca, y por tanto no las
podemos dar aquí como de aquel grupo indígena.
Los caciques de los Lache, en una relación similar a la que se ejercía en el
área Muisca, acumulaban producción que llegaba de sus comunidades sujetas
y a la vez establecían redes de redistribución hacia sus subalternos y hacia otras
poblaciones en calidad de aliados. Las relaciones jerárquicas se sostenían como
amistosas en gran parte por ese mecanismo redistributivo, que implicaba actos
de “generosidad de los caciques”, con un doble propósito: aportar al cubri-
miento de artículos de sus asociados por un lado, y por el otro, consolidar el
prestigio entre ellos para evitar motivos de acusación por mal manejo del cargo
y una ulterior destitución80. Veamos casos concretos al respecto de estas rela-
ciones jerárquicas pero al mismo tiempo complementarias:
“...los indígenas de Chita daban mantas, carne y panes de sal al
Cocuy argumentando que era “Grande” y “valiente”; los de Ura,
Cheva y Ogamora contribuían con mantas, coca y oro; los de
Panqueba, daban mantas, venados y pájaros, mientras el Pueblo
de la Sal que no reconocía directamente al Cocuy, contribuía
con sal al cacique de Chita”81.
A su vez,
“...los del Pueblo de la Sal declararon que del cacicazgo de Chi-
ta, al cual estaban sujetos, los indígenas ‘llevan al Cacique del
Pueblo de la Sal hayo y maíz...’”82.
La jerarquización estratificada como en una estructura de pirámide queda
patente al establecer la existencia de caciques principales, por debajo del
Central, en este caso Chita en relación con Cocuy.
Naturalmente, los caciques y los capitanes estaban exentos de labores
agrícolas pues eran especialistas que debían tomar en serio sus funciones
políticas y económicas, muy relacionadas entre sí y los segundos coadyuvaban
a la estabilidad de los primeros. Entre los Guane también los indios hacían
regalos a los caciques de sus pueblos y había relaciones solidarias entre los
asociados y el señor local, aunque no parece haber existido una estructura
piramidal. Los sujetos al cacique sembraban para éste, maíz y otros produc-
tos, así como ayudaban en la construcción de su vivienda, pero recibían pro-
tección y seguridad dentro de la comunidad83.
82 Ibid.
83 Ardila, 1978: 98.
84 Schottelius, 1946: 221; Correal Urrego, 2004: 60.
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Datos cronológicos
La información cronológica sobre los grupos de montaña santandereana
es bastante precaria y se restringe ante todo al área guane. Allí se han desig-
nado dos complejos cerámicos, el Temprano y el Tardío, que abarcan del
siglo VIII al XVI. Del primero hay una fecha absoluta del sitio Palo Gordo:
920 d. C.; del segundo, la fecha es 1210 d. C.91.
Otros datos son los siguientes92:
1170 ± 60 d.C., proveniente de una tumba en Oiba, obtenido por
Sutherland (1967).
1185 ± 85 d.C., provenientes de un basurero en Los Santos, obtenido
por Sutherland (1967).
1320 ± 70 d.C., proveniente de una tumba en Guapotá, obtenido por
Sutherland (1967).
88 Correal Urrego, 2004: 61-68.
89 Rodríguez Plata, 1978: 12.
90 Castellanos, 1955: IV: 316.
91 Lleras y Vargas. 1990: 70, 129.
92 Cadavid, 1989: 75.
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Consideraciones finales
La reseña precedente de ninguna manera agota los intereses de investiga-
ción. Las lagunas son extensas y profundas, especialmente en el campo ar-
queológico. Si algo se ha avanzado sobre los Guane, nada o muy poco se
puede decir de los otros grupos presentes en el siglo XVI. Se necesitan mu-
chos estudios sistemáticos en los Andes Orientales, de carácter regional en el
futuro para aclarar relaciones históricas e influencias culturales.
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