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En agosto de ese mismo año, el hermano del duque de

Lovaina, el obispo electo de Lieja, Alberto, habiendo logrado


cuanto se propusiera en la curia de Roma regresó a sus tierras, es
decir, a las de su hermano el duque. Ciertamente apenas pudo
conseguir nada contra Lotario, pues en la corte todos se le
oponían y apoyaban a Lotario, que tenía todas sus esperanzas
puestas no en Dios, sino en el emperador. El Papa estaba
absolutamente en contra de este poder y dignidad del emperador
en las iglesias episcopales y abadías. Apoyaron a Alberto, el
arzobispo Bruno de Colonia y el de Reims, Guillermo, que
excomulgaron a Lotario ya todos los clérigos y laicos que le
habían jurado fidelidad. Y el propio arzobispo Guillermo,
cardenal de Santa Sabina y legado de la Sede Apostólica, fue
escogido para que ordenase sacerdote a Alberto y lo consagrase
obispo. El arzobispo, sin tomar en consideración las
consecuencias, se adscribió el honor de transmitir por la
consagración la capacidad de regir este episcopado que no era de
su diócesis, ordenó sacerdote a Alberto en el mes de septiembre y
lo consagró como obispo de Lieja.
Cuando el emperador se enteró fue a Lieja a apoyar la causa de
su elegido, Lotario, y para obligar a atenerse a su voluntad y
fidelidad a los que se negaban a ello, así como para hallar un
acuerdo a las discordias entre el conde de Hainaut y el duque de
Lovaina. Llegó a Lieja en septiembre y allí mismo vino a su
encuentro el conde de Flandes y de Hainaut, también marqués de
Namur, al que el emperador condujo consigo a Utrecht. Allí se
llegó a un acuerdo de paz entre el conde de Hainaut y el duque de
Lovaina según el cual el duque dejaba al conde de Hainaut las
villas de Thisnes en Hasbania y Liernu, que ya antes se las había
concedido libres a este mismo conde, pero ahora renunciaba
completamente a ellas; el duque de Lovaina se comprometía
también a devolver al conde de Hainaut los setecientos marcos de
plata dados por este conde al duque de Lovaina por mediación del
emperador, y los quinientos marcos concedidos por el conde de
Flandes, Felipe. El conde de Hainaut a cambio le concedía el
homenaje del castillo de Enghien para que lo pudiera volver a
tener; como ya se ha dicho, en el sitio de este castillo se había
acordado que su castellano, Engelberto de Enghien, no prestaría
auxilio en aquella fortaleza ni al duque contra el conde de Hainaut
ni a este conde contra el duque. Se reconocía también en aquel
acuerdo que el duque tenía unos feudos en la tierra de Alost y se
acordó que el hijo del conde de Hainaut los tendría en feudo por
el duque de Lovaina. Así se hizo más tarde, pero el conde de
Hainaut aceptó como fianza de este duque la justicia y los
servicios del homenaje así como la parte de Grammont que este
duque reclamaba en alodio como dote de su esposa. Allí el
emperador logró también que el duque de Lovaina rindiera
homenaje y fidelidad a Lotario, obispo elegido de Lieja, y
abjurase de su hermano Alberto, consagrado ya obispo.
Alberto permanecía en Reims sin atreverse a entrar en el
imperio. Por entonces llegaron a Reims unos hombres venidos de
Alemania que decían estar desterrados, pero que en realidad
maquinaban la muerte de Alberto. El obispo, que era piadoso y
benévolo, se compadeció del fingido dolor de estos hombres y se
rodeó de ellos, sentándolos a su mesa y honrándolos en gran
manera. Los de Alemania pensaron entonces el día y lugar
mejores para matar a Alberto y escogieron el día en que debían
regresar a su patria. En la fecha señalada, recibida licencia de los
hombres de Reims, salieron de la ciudad. El obispo Alberto, para
honrarlos aún más, montó a caballo, tomó consigo a un caballero
y un clérigo y salió con ellos al campo. Aquéllos entonces le
dieron muerte a traición, se llevaron su caballo y regresaron a
Alemania. Alberto, de cuya terrible muerte hay que dolerse, fue
enterrado en el mes de diciembre en la iglesia mayor de Santa
María de Reims. Se dijo luego que su muerte había sido instigada
por el emperador, por el obispo elegido de Lieja, Lotario, y por su
hermano el conde de Hochstaden. Lotario juró en la iglesia mayor
de Colonia sobre los Santos Evangelios que nada sabía de esa
muerte y que estaba exento de toda culpa, pero no le sirvió de
nada.
Cuando Lotario llegó a Huy mandó llamar a su presencia al
conde de Flandes y Hainaut, y éste acudió el segundo día después
de Navidad. Al día siguiente, ante este conde de Flandes, ante
Gerardo conde de Looz y ante muchos otros laicos y clérigos
volvió a jurar lo que ya había jurado en Colonia y en Lieja. Luego
pidió al conde de Hainaut, en tanto que fiel suyo, auxilio contra el
duque de Lovaina. Éste, aunque le había hecho homenaje y jurado
fidelidad, despreciaba ahora ese homenaje y abandonaba la
fidelidad debida, pues se había enemistado con él y le imputaba la
muerte de su hermano.
El conde prometió auxilio a Lotario en tanto que su señor, y
esto lo oyeron todos, clérigos y laicos. De tal forma que le
prometió que si el duque de Lovaina se alzaba contra el obispado
y Lotario convocaba a su ejército contra el duque, él le ayudaría
con sus tropas. Le aconsejó además que permaneciera en sus
castillos y tomara medidas de seguridad mientras viera que el
duque intentaba obrar en contra suya, que enviase al emperador
nuncios discretos y que aguardase su respuesta. Lotario le
prometió hacerlo así.
Al día siguiente, el cuarto tras la Navidad, el conde mantuvo
un coloquio con el duque de Lovaina en Hasbania por voluntad de
este último. Allí el duque le advirtió severamente de que en tanto
que su próximo y consanguíneo debía ayudarle a vengar la muerte
de su hermano. El conde le respondió que estaba dispuesto a
ayudarle, si quedaba a salvo la fidelidad debida a su señor. El
duque decía que él no quería causar daño al obispado de Lieja,
pero que Lotario era su enemigo mortal. Al partir de allí el conde
Balduino V mandó decir a Lotario a través de fieles suyos que
permaneciera en sus castillos hasta que se viera en qué acababa
todo este asunto y hasta que recibiera consejo del emperador; y
que si no quería permanecer en la tierra de Lieja por temor al
duque de Lovaina que fuera entonces a Hainaut donde se hallaría
seguro. Pero Lotario, hombre pusilánime, cambió de parecer, se
alejó de Alemania con unos pocos, casi huyendo, y cabalgando
día y noche llegó ante el emperador. Sin embargo, el emperador
no tenía mucha fuerza en este asunto. El duque de Lovaina, junto
con su avúnculo el duque de Limbourg, le imputaba también a él
la muerte de su hermano Alberto. Les apoyaban además Enrique,
hijo de aquel duque de Sajonia que había sido desheredado por el
emperador, el arzobispo Conrado de Maguncia, hombre
melancólico, Bertoldo de Zähringen y muchos otros príncipes y
nobles. Sin embargo, el emperador los redujo a todos a su
voluntad de tal forma que ninguno de ellos esperó el consejo de
los suyos para hacer las paces con él. El duque de Lovaina,
empujado vanamente por su avúnculo el duque de Limbourg,
quería deponer a Enrique de la dignidad imperial y esperaba ser
elegido él mismo emperador ayudado por sus cómplices. Se lo
hizo saber al Papa y a través de nuncios firmaron confederación
con él. Por aquel entonces el sumo pontífice Celestino había
cobrado inmenso odio al emperador.
Después de Navidad, el duque de Lovaina, junto con su
avúnculo el duque de Limbourg y muchos hombres, entre los que
había condes y consanguíneos suyos, invadió las tierras del conde
de Hochstade, le arrebató todos los castillos excepto el de Ahr que
era fortísimo y devastó toda la tierra en venganza de la muerte de
su hermano. Por esta razón Waleran, hijo del duque de Limbourg,
poseyó por algún tiempo el castillo de Dalhem. De todos modos
devastaron poco toda esta zona, pues nadie puso resistencia; más
tarde el conde de Hochstade recuperó todo al hacer las paces con
los duques de Limbourg y de Lovaina, pagándoles cierta cantidad
de dinero.
El clamor por la muerte de Alberto llegó hasta el papa
Celestino que excomulgó a Lotario, confiscó todos sus bienes, la
prepositura de Bonn y otros muchos, y se los confirió a otras
personas. Lotario, no pudiendo soportar la excomulgación por
más tiempo, acudió un día a la curia de Roma para pedir la
absolución y poder conservar el obispado de Lieja y los demás
bienes. El Papa no quiso absolverle hasta que hubo jurado que se
sometería a su arbitrio. Hecho lo cual el Papa le exigió que
renunciase y abjurase del obispado de Lieja y de todos los bienes
que había tenido. Sólo le fue permitido conservar la prepositura
de Coblence. Le impuso también la prohibición de recibir órdenes
mayores u otras dignidades. Y así, confundido por tan cruel
sentencia, Lotario regresó a su tierra natal. Quedó entonces
vacante la sede de Lieja que tantos anhelaban.
Entre Navidad y Cuaresma de ese mismo año, el rey Felipe de
Francia se levantó en armas contra la tierra del rey de Inglaterra y
ocupó algunos castillos. Uno de ellos, el de Guisors, que era el
que más deseaba poseer, le fue entregado por traición. Mientras el
rey de Inglaterra se hallaba en Jerusalén, su hermano Juan,
llamado Sin Tierra, maquinaba cómo arrebatar a su señor y
hermano ausente su reino y todos sus bienes.
En el año del Señor de 1193, el rey Ricardo de Inglaterra partió
de Jerusalén. Como el viento era contrario atracó en las tierras del
duque de Austria. Éste lo hizo prisionero y lo entregó cautivo al
emperador a condición de que no le hiciera daño alguno y sólo
pidiera un rescate. Al final fue rescatado por una gran suma; pagó
al emperador cien mil marcos de plata de gran peso y al duque
cincuenta mil y hubo de prometer además al emperador su auxilio
en Apulia con galeras provistas de suficientes hombres. Para
firmar y mantener entre ellos las promesas y la amistad el rey dio
como rehenes a los hijos de muchos nobles, hombres suyos. En el
carro que conducía a estos niños al emperador se hallaba el hijo
de Roger de Tosny, consanguíneo del conde de Hainaut, que tenía
cuatro años. Cuando pasaron por el condado de Hainaut, el conde
lo retuvo consigo haciéndolo custodiar con gran honor en el
claustro de Meubeuge; luego le rogó al emperador que lo
guardara fielmente. Una vez arreglados estos asuntos con el
emperador, el rey de Inglaterra, en el camino de regreso a sus
tierras, pagó los feudos anuales al arzobispo de Colonia, a Simón,
obispo elegido de Lieja, al duque de Lovaina y al duque de
Limbourg, y devolvió al duque de Lovaina el feudo de cierta
tierra en Inglaterra que había reclamado el conde de Boulogne
Mateo, padre de su esposa. Este rey prometió además al duque de
Lovaina auxilio contra el conde de Flandes y de Hainaut, marqués
de Namur, ya cuantos tenían feudos por él les pidió a cambio
auxilio contra el rey de Francia, aunque sólo fuera haciendo la
guerra al conde de Flandes y Hainaut para que este conde no
pudiera ofrecer auxilio a Francia. Estos acuerdos, sin embargo,
nunca fueron observados y no es maravilla, pues este rey de
Inglaterra nunca guardó fe ni pacto, ni fue costumbre de aquellos
que se han nombrado como feudatarios observar bien sus pactos.
Mientras el rey de Inglaterra estaba prisionero, el rey de
Francia sitió la ciudad de Rouen. Con él se encontraba Balduino
V, conde de Flandes y Hainaut y marqués de Namur con grandes
tropas de caballeros a sus expensas, pero no lograron nada. Sí
ocuparon, en cambio, muchos castillos, fuertes y grandes, y
devastaron la tierra en muchos lugares. En aquel sitio el conde
Balduino V, por consejo del rey, firmó una alianza matrimonial
con el conde de Nevers, de forma que éste había de recibir por
esposa a una hija del conde de Hainaut, Yolanda; y Felipe, hijo de
este mismo conde, recibiría a una hija del conde de Nevers, que
entonces tenía cinco años, cuando llegase a la edad núbil y
poseería por ella el condado de Tonnerre. Cuando falleciese el
conde de Nevers, Felipe tendría toda la tierra de Nevers que este
conde poseía por su esposa. Ha de saberse que este conde era un
hijo de Pedro de Courtenay, caballero probo, tío paterno del rey
de Francia, al que el rey había dado por esposa a la doncella
heredera de Nevers de la que sólo tuvo una hija. Luego ella
murió, pero le había sido concedido a este conde que mientras
viviera poseería toda la tierra de su esposa. Su matrimonio con la
hija del conde de Hainaut se celebró ese mismo año, en Soissons
en la octava de San Juan. Allí juraron también muchos nobles los
pactos sobre el matrimonio de Felipe y la hija, aún niña, de este
conde. Luego Felipe de Hainaut pasó a Nevers junto con su
hermana y recibió las fidelidades de otros nobles caballeros y
burgueses.
En junio de ese mismo año el duque de Lovaina y el duque de
Limbourg, sin consultarlo e ignorándolo completamente sus
cómplices con los que se había conjurado contra el emperador,
firmaron la paz y concordia con este emperador cesando el rencor
contra él por la muerte de Alberto.
Ese mismo año, Roger de Warcoing, caballero probo, hijo de
Roger, castellano de Courtrai, reclamó ciertas cosas en Flandes
contra el conde de Flandes y Hainaut. Éste le ofreció justicia
sobre ello, pero Roberto la despreció y se propuso causar gran
deshonra y daño al conde ya los suyos. El conde Balduino V se
contuvo por algún tiempo pensando que Roberto, cuando hubiera
tenido mejor consejo, enmendaría la deshonra infringida y
restituiría los daños, pero de este caballero sólo nacieron mayores
males. Por lo que el conde, congregado el ejército, incendió la
fortaleza de Warcoing y devastó todos sus bienes. Pero Roberto,
cabalgando secretamente con unos pocos por Flandes y Brabante,
expoliaba a los hombres del conde y les causaba graves daños a
ellos ya sus cosas.
En octubre de ese mismo año fue elegido obispo de Lieja un
canónigo de aquella iglesia, llamado Simón, hijo del duque de
Limbourg, que era subdiácono y no tenía más que dieciséis años,
menor por tanto en edad como en sabiduría. De la elección
quedaron excluidos los que habían jurado fidelidad a Lotario,
pues se decía que estaban excomulgados. Este Simón fue
presentado en Aquisgrán al emperador de Roma, que había ido
allí insensatamente acompañado de pocos. Aquellos duques, en
cambio, que tenían grandes fuerzas en aquellas tierras, llegaron
ante él con muchos hombres. El rey de Inglaterra debía pagar aún
su rescate y el dinero debía pasar por aquellas tierras; el
emperador temía las tropas de los duques y como deseaba un
tránsito seguro para aquel dinero se inclinó a favor del elegido
Simón y lo invistió con las regalías, en contra de Alberto de
Rethel, prepósito mayor y archidiácono, de Alberto de Cuyk,
archidiácono, de Otón de Fauquemont, archidiácono, de Hugo de
Pierrepont, archidiácono, y de muchos otros canónigos de la
iglesia de Lieja. El obispo electo Simón concedió al emperador en
propiedad, para conseguir su gracia, lo que le correspondía por
derecho episcopal en Maestricht, es decir, la mitad de la villa de
Bechtheim junto a Worms, que el emperador había aceptado en
fianza del anterior obispo Raúl. El castillo de Duras, propiedad
también del obispado, y ciertos protectorados de villas se los
entregó en feudo al duque de Lovaina, y éste se los dio en feudo
al conde de Looz, Gerardo. Éste, de hecho, ya los poseía antes
pues se los había arrebatado al duque de Lovaina. A Wery de
Walcourt le concedió los castillos que ya el obispo Raúl le había
dado injustamente y que debían pasar en propiedad al obispado de
Lieja: Clermont y Rochefort y los protectorados de Dinant.
El conde Balduino V no quería prestar el homenaje debido al
obispo de Lieja a este Simón, pues no esperaba nada bueno de él.
Su padre, Enrique, duque de Limbourg y su primo, el duque
Enrique de Lovaina, odiaban desde siempre al conde de Hainaut
aunque era su consanguíneo. Por ello el conde temía que Simón
fuera consagrado y confiaba en los resultados de la parte buena
del capítulo de Lieja, formada por los clérigos que trabajaban en
la curia de Roma contra el intruso Simón. Estos clérigos: Alberto
de Rethel, Alberto de Cuyk, Otón de Fauquemont, Hugo de
Pierrepont, todos ellos archidiáconos de Lieja contrarios a la
elección de Simón, con el consentimiento y consejo del
emperador y empujados por el conde de Flandes y Hainaut,
acudieron acompañados de algunos canónigos a la curia romana
para tratar con el Papa contra la elección de Simón. Lotario, que
como se ha dicho se había vuelto pobre y vil por la sentencia del
Papa, también se dirigió a Roma esperando obtener alguna
misericordia que le permitiera ascender a algún bien mayor. Pero
oprimido por la enfermedad murió en Roma.
En invierno de ese mismo año, Teodorico de Beveren,
castellano de Dixmude, reclamó derechos sobre la tierra de Alost
contra el conde de Flandes y Hainaut. Este le ofreció justicia. Pero
él desconfió de antemano de su señor ligio, se confederó con
Wery de Walcourt, que proseguía atacando malignamente a los
hombres del conde, y con Guillermo de Stekene, hombre ligio del
conde. Luego los tres se aliaron al duque en contra del conde de
Hainaut prometiéndole que en breve le harían señor de Gante y
Waes y de la tierra de Alost. Cerca de la fiesta de la Purificación
llevaron la guerra contra el conde en Waes.
El duque convocó a su ejército contra el conde en auxilio de
aquellos pérfidos. Devastaron toda la tierra saqueándola e
incendiándola y Teodorico, con sus aliados, ocupó el pequeño
castillo de Rupelmonde. El conde de Holanda, hombre ligio del
conde de Flandes y Hainaut, estaba obligado a ofrecerle auxilio,
sin embargo, faltó a la fe debida a su señor. El conde Balduino V
reunió su ejército contra el duque, pero pudo tener el auxilio de
pocos hombres de Flandes, pues a unos le impedía salir de sus
tierras la guerra llevada a cabo por Teodorico y los suyos, y otros,
empujados por este Teodorico, faltaban a su fe para con el conde.
Éste devastó entonces con los suyos de Hainaut la mayor parte de
la tierra del duque e incendió Nivelle hasta las murallas. De allí
llegó a Enghien y se dispuso a sitiarla; Engelberto, señor del
castillo, se lo entregó, pues no pudo tener el socorro pedido al
duque; entonces el conde de Hainaut destruyó la torre y las
murallas. Esta guerra transcurría durante la Cuaresma. El duque
de Borgoña que tenía por esposa a Matilde, viuda del anterior
conde de Flandes, Felipe, vino en auxilio del conde. El rey de
Francia envió caballeros a sus expensas y muchos hombres a
caballo ya pie de Ostrevant, Baupaume, Saint Omer, y Aria. Los
de Gante, que veían aumentar las fuerzas de su señor el conde,
quisieron acudir en su auxilio. Pero éste, puesto que primero le
habían defraudado, despreció ahora su ayuda. Con todos estos
hombres reunidos, el conde Balduino V se propuso sitiar Nivelle,
donde se hallaba el conde de Looz, consanguíneo del conde de
Flandes y de Hainaut y hombre del duque de Lovaina, junto con
muchos caballeros y hombres belicosos. En el camino hacia
Nivelle, tomó y destruyó la torre de Feluy y le fue entregada la de
Arquennes; más tarde ésta, que no había sido destruida, le fue
devuelta al duque cuando se firmó la paz.
Mientras el conde pernoctaba con su gran ejército en
Arquennes y proyectaba para el día siguiente atacar Nivelle con
tanta fuerza que esperaba tomarla en un solo día, sobrevino una
lluvia tan fuerte que hombres y caballos apenas podían
mantenerse en pie. Es digno de maravilla y se ignora qué espíritu
les impulsó a ello, pero al día siguiente muchos hombres tanto del
rey de Francia como del conde de Hainaut, caballeros y otros
soldados de a caballo y de a pie, habían abandonado el ejército sin
haber recibido licencia. De tal forma que quedó con el conde sólo
una séptima parte de las tropas. Se maravilló el conde y se
maravillaron cuantos permanecieron con él, y se maravillaron
también los que habían partido. El conde se vio forzado a
retroceder. Luego se firmaron treguas con el duque de Lovaina y
los que le ayudaban hasta quince días después de Pascua. Así fue
cómo el conde Balduino V no atacó Nivelle pues le faltó el
auxilio de sus hombres, y esto se atribuyó de inmediato a un
divino milagro otorgado por los méritos y ruegos de la gloriosa
virgen Gertrudis, señora de aquel lugar.
En el año del Señor de 1194, el emperador Enrique llegó a
Saint Trond. Hizo acudir allí al conde de Flandes y Hainaut y al
duque Enrique de Lovaina para intentar que hicieran las paces o
que firmaran una tregua más larga, pero no consiguió nada. Más
tarde, sin embargo, se prolongaron las treguas hasta la Asunción.
En mayo de ese mismo año, la condesa Margarita enfermó
gravemente en Flandes. Habiendo perdido toda esperanza de vida
se hizo transportar en nave a Mons, donde la atmósfera es más
sana, y allí, por voluntad de Dios, se restableció.
Luego, en junio, enfermó gravemente en Mons el conde
Balduino V, pero cuando ya se había perdido toda esperanza de
vida se recuperó.
En julio de aquel año, Enrique, el hijo menor del conde, quiso
ser hecho caballero, a lo que su padre se opuso. Pero aquél, no
cejando en su propósito, acudió al conde Rainaldo de Dammartin
y de Boulogne, que le ordenó caballero con grandes honores.
En aquel tiempo muchos hombres de Gante con grandes
parentelas y torres muy fuertes entraban continuamente en
conflicto y acudían a las armas, por lo que morían muchos y
muchos eran heridos. El conde de Flandes y Hainaut trabajaba
siempre para reformar la paz entre ellos. Una parte obedecía la
voluntad y consejo del conde, pero la otra rehusaba aceptarla. En
el mes de julio Balduino V se quedó en Gante solucionando estas
cosas, y aún en presencia del conde muchos hombres seguían
acudiendo a las armas.
Éste no quería partir de allí temiendo que los que le eran
contrarios maquinasen algún mal contra su persona ayudados por
el duque de Lovaina y por el conde de Holanda y sus cómplices.
Mientras el conde intentaba pacificar estas contiendas, el conde
de Namur, que nunca había observado la fe y los pactos jurados
con el conde de Hainaut, se alzó contra su sobrino, apoyado en las
tropas de ciertos auxiliadores suyos. A cambio de dinero tuvo en
su ejército al duque de Limbourg, Enrique, ya sus hijos, Enrique y
Valeriano, caballeros probos que odiaban al conde de Hainaut a
causa de viejas guerras con el conde de Namur. También estaban
presentes su tercer hijo, Simón, obispo elegido de Lieja, el conde
de Dasbourg y de Meuse Alberto, el conde Federico de Vianden,
el conde Gerardo de Juliers, y muchos caballeros de la tierra del
duque de Lovaina. Todos ellos esperaban el auxilio del duque de
Lovaina cuyas treguas finalizaban en la Asunción. El conde de
Hainaut recibió entonces noticias en Gante de que habían entrado
en las tierras de Namur y proyectaban poner sitio al propio
Namur. Al saberlo ordenó que los nuncios vinieran a su presencia
y que no explicaran estas cosas a nadie más que a él. Y así
mantuvo todo esto en secreto con astucia. El duque de Limbourg
y sus hijos: el obispo elegido Simón, Enrique y Valeriano, el
conde de Namur y Luxemburgo, el conde Alberto de Dasbourg y
Meuse, el conde Federico de Vianden y Gerardo de Juliers
llegaron con su gran ejército hasta Noville cerca de Namur y allí
sitiaron una pequeña fortificación que finalmente tomaron.
Entre tanto, los caballeros del conde de Hainaut y sus soldados
de a caballo junto con algunos de a pie se reunieron en Namur
para custodiar el castillo. Los hombres de Gante, que se oponían a
la voluntad del conde, no pudiendo sostener por más tiempo la ira
condal se sometieron a su misericordia. El conde Balduino V
tomó buenos rehenes y los encarceló allí mismo en su castillo y,
restablecido el orden según su voluntad, partió rápidamente hacia
Namur al encuentro de sus enemigos. Pasó por Hainaut y ordenó
que viniera tras él el ejército en pleno. Y un domingo, víspera de
San Pedro, llegó a Namur. Para vergüenza de aquellos que
presumían entrar en su tierra e infringirle daños y males injustos,
no esperó la llegada del ejército, sino que al día siguiente, el
lunes, día de la fiesta de San Pedro, batalló con pocos caballeros
contra muchos, con pocos soldados de a caballo contra muchos, y
con pocos de a pie contra muchos. Y en esta batalla hizo
prisioneros al duque Enrique de Limbourg ya su hijo Enrique,
aunque se defendían virilmente, y con ellos a ciento ocho
caballeros además de los hombres de a caballo y de a pie; de los
caballeros que intentaron huir por el vivero 63 se ahogaron cerca de
quince mil; Simón de Lieja, Valeriano, su hermano, el conde de
Namur, Enrique, el de Desbourg, Alberto, y Federico, conde de
Vianden, se dieron a la fuga. El conde Balduino V, por la voluntad
de Dios, obtuvo la victoria y, de regreso a Namur, hizo custodiar
como prisioneros allí mismo al duque de Limbourg ya su hijo
Enrique. En aquella batalla obtuvieron gloria y alabanza por su
gran probidad Balduino VI, hijo del conde de Hainaut, Nicolás de
Rumigny y Roberto de Wavrin, senescal de Flandes. Del ejército
enemigo se destacó entre los demás Enrique, hijo del duque de
Limbourg. En aquellos conflictos sólo murió un hombre de los de
Hainaut alcanzado por una ballesta en el sitio de Noville. En la
batalla tomaron parte en contra del conde de Hainaut
cuatrocientos caballeros o más y otros tantos soldados de a
caballo, los hombres de a pie eran unos veinte mil. El conde tenía
de su parte a ciento sesenta caballeros, a doscientos soldados de a
caballo ya diez mil de a pie.

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Viveros de pescado.
Luego el conde prendió fuego a las tierras del conde de
Dasbourg pertenecientes al honor de Meuse, hizo retener y
custodiar por caballeros y soldados en su castillo de Arth al duque
de Limbourg, Enrique, ya su hijo, que estaba herido de un pie.
Después, en el mes de agosto, mantuvo un coloquio con el
duque de Lovaina en la llanura de Hal. Se pusieron de acuerdo y
firmaron la paz. Teodorico de Beveren quedó excluido de la paz
del duque. Roberto de Warcoing ya había abandonado antes a
Teodorico y había hecho la paz con el conde. Y Guillermo de
Steneke, conjurado con ellos, murió a la entrada de un templo en
manos de cierto soldado que lo odiaba. En aquella paz entre el
conde de Flandes y Hainaut y el duque de Lovaina se acordó que
el duque de Limbourg y su hijo quedarían incluidos en ella y que
el duque de Limbourg podría abandonar la prisión con su hijo
poniendo como garantía su fe y rehenes. Y así cuando alguien
obtuviera el obispado vacante de Lieja por derecho y por el favor
del Papa y hubiera sido consagrado obispo, éste se había de
constituir en rehén para lograr la paz y entonces el duque de
Limbourg y su hijo mediante juramento quedarían libres. También
el duque de Lovaina se constituyó en rehén del conde. Y el duque
de Limbourg y su hijo Enrique dejaron como rehenes en prisión a
dos niños suyos, de los que uno era hijo del duque y otro nieto,
hijo de Valeriano.
Teodorico no se atrevió a permanecer en Waes y abandonó su
fortaleza de Beveren. El conde la ocupó y la hizo custodiar. Pero
Teodorico, apoyado por el conde de Holanda en las islas cercanas
a Flandes, atacaba constantemente al conde en Waes. El duque de
Limbourg quedó libre en las condiciones mencionadas. Su hijo
Enrique permaneció en Hasmonquesnoit por la herida del pie,
pero como se decía que el conde no había tenido buen consejo al
liberar tan rápidamente a tantos hombres, lo retuvo largo tiempo
en aquel castillo con justa excusa, pues sus hermanos, Simón,
elegido de Lieja, y Valeriano habían arrebatado sus cosas a unos
mercaderes hombres del conde y no querían devolvérselas.
Por entonces los clérigos de Lieja que estaban en contra de
Simón, obispo elegido de Lieja: Alberto de Rethel, Alberto de
Cuyk, Otón de Fauquemont, Hugo de Pierrepont, todos ellos
archidiáconos de la iglesia de Lieja y consanguíneos del conde de
Hainaut, llevaron a cabo satisfactoriamente todos sus asuntos en
la curia romana y regresaron a sus tierras en septiembre. Les fue
concedido elegir obispo a quien quisieran y donde quisieran. Les
acompañaron como ejecutores el arzobispo de Reims, Guillermo,
cardenal de la iglesia de Roma y legado apostólico; Juan, obispo
de Cambrai, y Juan, arzobispo de Tréveris con sus sufragáneos,
para que amonestaran a Simón hasta que cediera y, si no quisiera
hacerlo, para que lo excomulgaran. Éstos amonestaron a Simón y
como no quiso ceder lo excomulgaron a él ya sus cómplices
puesto que la elección había sido anulada por el Sumo Pontífice,
que la denominó no «elección» sino «intrusión violenta».
En septiembre de ese mismo año el conde de Flandes y de
Hainaut, Balduino V, puso en marcha su ejército de Flandes, en el
que también se hallaban algunos hombres de Hainaut, contra los
hombres rebeldes de las islas. Éstos, instigados por el conde de
Holanda que tenía en feudo ligio del conde la mitad de estas islas,
se negaban a prestar la debida reverencia y sujeción. Pero el
viento le fue contrario, y tras larga espera en la costa dudando en
atravesar, decidió regresar a sus tierras. Entre tanto su esposa
Margarita había enfermado gravemente en su mansión de Male
cercana a Brujas.
Los canónigos de Lieja, actuando con el favor del Sumo
Pontífice, fueron al encuentro del conde Balduino V en Mons,
único al que había sido confiado el cuidado del obispado de Lieja
por parte del Papa. El Sumo Pontífice había reconocido en él
devoción y prudencia en el derecho eclesiástico, y había
comprobado que sus fuerzas eran suficientes para hacer frente a
los violentos ataques que oprimían a la iglesia de Lieja. Pero el
poder de elegir al obispo se reservó exclusivamente a estos
prepósitos y archidiáconos de Lieja que habían acudido a Roma
ya sus canónigos. Aconsejados por el conde fijaron un día apto
para la elección, en Namur en la octava de San Martín. En aquella
elección el conde no pudo estar presente por la muerte de la
condesa su esposa.
Por entonces falleció la condesa Margarita, fue enterrada en
Brujas, en el monasterio de San Donato, donde había creado tres
prebendas conferidas a sacerdotes a perpetuidad. Dejó también
asignados a un hospital en Hainaut, en el territorio de Boussu,
cien sueldos de dineros de la moneda de Flandes anuales para que
los tuviera en perpetuidad el capellán de aquel lugar. Dejó a la
leprosería que se halla cerca de Hasmonquesnoit cien sueldos de
la misma moneda en renta, para que los tuviera su capellán. Al
monasterio de monjas cercano a Hasmonquesnoit, que llaman
Orsinval, le asignó una renta de diez libras de la misma moneda
para el capellán del lugar. Su hijo primogénito, Balduino VI, le
sucedió en el condado de Flandes. El conde Balduino V, que había
poseído primero Hainaut, después Hainaut y Namur y finalmente
Flandes, Hainaut y Namur, y que había gobernado aquellas tierras
viril y prudentemente, al fallecer su esposa la nobilísima
Margarita, de la que tenía Flandes por derecho de herencia, se
quedó con el dominio del condado de Hainaut y el marquesado de
Namur. Destruyó entonces, como convenía, su sello en el que
figuraban Flandes, Hainaut y Namur, y retornó el segundo de los
que había tenido cuya inscripción era: MARQUÉS DE NAMUR Y
CONDE DE HAINAUT y usó éste hasta el final de sus días.
Los canónigos de Lieja, que tenían la potestad de escoger al
obispo, buscando la unidad de la iglesia se reunieron en Namur,
pues en Lieja, en Huyo en otros castillos del obispado no se
sentían seguros, ya que Simón de Limbourg, intruso de Lieja, los
había ocupado con sus fuerzas contra Dios y la justicia y no
quería ceder a las presiones del Sumo Pontífice; los jueces
delegados por el Papa: el arzobispo de Tréveris y los obispos de
Maestricht, Münster, Metz y Cambrai habían promulgado
sentencia de excomunión inmediata contra él y sus defensores.
Por ello estos hombres de Lieja, menores en número pero
mayores en mérito, confiando en la justicia y tranquilizados por el
auxilio del conde Balduino V de Hainaut, se reunieron en la
iglesia de Saint Aubain. Allí, en la octava de San Martín, en el
mes de noviembre, escogieron como obispo a un hombre de su
grupo, maduro, prudente y muy sabio en las cosas temporales y
eclesiásticas: Alberto de Cuyk, diácono y archidiácono de la
iglesia de Lieja. Esta elección provocó grandes burlas entre el
intruso Simón y sus cómplices. Éstos seguían oprimiendo
gravemente a la iglesia, desobedecían los mandatos apostólicos y,
no temiendo la venganza divina, confiaban en las grandes tropas
que tenían en aquel lugar; encarcelaban sacerdotes, monjes y
clérigos de cualquier orden y, una vez hechos prisioneros,
encadenados y debilitados por los ultrajes infringidos, les
obligaban a rescatarse; instituían y destituían en los bienes
eclesiásticos a archidiáconos, abades, prepósitos, decanos,
canónigos y presbíteros.
El conde de Hainaut y marqués de Namur, Balduino V, enterró
en Brujas con grandes honores a su querida esposa Margarita.
Organizó el dominio de Flandes para honor y utilidad de su hijo
Balduino VI, el nuevo conde, y fue al encuentro de Alberto,
obispo elegido en Namur. Lo halló en el monasterio de Saint
Aubain y allí mismo, bajo el testimonio de muchos clérigos,
nobles, ministeriales y hombres de todas las condiciones, prestó el
homenaje ligio y la fidelidad debida al obispo electo de Lieja.
Después del conde, y por consejo y auxilio suyo, muchos otros
nobles y ministeriales prestaron fidelidad.
Ha de saberse cuántos y cuáles trabajos hubo de sostener este
conde después de la elección para honor de Dios y por la iglesia
de Lieja, y cómo cargó únicamente sobre sí mismo todo el peso
de esta misión. Después de prestar homenaje en Saint Aubain se
dirigió a Dinant, castillo fortísimo y poblado por muchos
hombres, obligó a aquéllos a prestar fidelidad a Alberto en tanto
que su señor y entregó la torre o castillo superior al obispo
elegido. Aquel castillo parecía inexpugnable. Su custodia la había
tenido el noble y poderoso Wery de Walcourt, que había prestado
homenaje y fidelidad a Simón. También devolvió a manos de
Alberto el castillo de Halloy. Luego el conde ordenó a los
hombres de Huy que recibieran a su señor que acudía a la villa y
que le prestaran los honores y fidelidad debidos. Simón había
provisto el castillo superior con muchos caballeros y soldados
suficientes para la defensa y también con víveres. Durante las
treguas muchos hombres se dirigían al conde para renunciar
convenientemente a la fe prestada a Simón, pues la habían dado
por la fuerza, obligados por el propio Simón o por el duque de
Limbourg y sus hijos, o por el duque de Lovaina y el conde de
Dasburg y Meuse, y por temor a los ataques de estos que moraban
continuamente en el castillo superior. A todos ellos el conde les
prometía auxilio y defensa contra todos los hombres si recibían al
nuevo elegido. Tras muchas vacilaciones finalmente estos
hombres, viendo el poder del conde de Hainaut y la grandeza de
sus tierras, confiaron en su firmeza y reunidos en un lugar entre el
río Mosa y el castillo de Beaufort, la mayor parte de los poderosos
juraron que, si el obispo electo Alberto venía a Huy, lo recibirían
con grandes honores y le prestarían fidelidad ofreciéndole el
auxilio que pudieran para sitiar el castillo superior. El obispo
Alberto les prometió a cambio auxilio contra todos los hombres.
El conde de Hainaut y marqués de Namur juró también que si el
elegido Alberto era recibido en Huy y se le prestaba fidelidad, él
permanecería en la villa, sitiaría con sus fuerzas el castillo
superior y no partiría de allí hasta haber tomado o hasta que le
hubiesen entregado esta fortaleza, y mientras tanto les protegería
de Simón y de los suyos. De ello se maravillaron cuantos lo
oyeron y aún hoy es digno de maravilla, pues aquel castillo
parecía inexpugnable contra fuerzas y artes humanas.
Y así el elegido de Lieja llegó a Huy acompañado de su fiel, el
conde de Hainaut, y recibió la fidelidad de todos los hombres del
lugar. Pero como el obispo no tenía el auxilio en armas de nadie
más que del conde de Hainaut, éste convocó al ejército de todas
sus tierras de Hainaut y de Namur y puso sitio al castillo después
de la octava de Epifanía. En aquel ejército había quinientos
caballeros, otros tantos soldados de a caballo y cuarenta mil o más
de a pie. Todos ellos fueron hospedados adecuadamente en Huy,
sin incomodidad para la villa y sin que nadie se quejara, pues
nadie saqueó, robó o causó molestias. El proveedor, procurador y
posesor de todo el dominio en el castillo sitiado era Hellin de
Ville, caballero probo, que se hallaba obligado por homenaje al
conde de Hainaut en el dominio de Namur; pero bajo el pretexto
de que era familiar y ministerial de la iglesia de Lieja, aprovechó
la ocasión, pues se le hicieron muchas promesas para que
custodiara el castillo, y se mostró contrario al nuevo elegido, que
actuaba en derecho, y al conde de Hainaut, a pesar de que había
de conocer la sentencia dada contra Simón y sus cómplices y
contra todos los que se aliaran a él por fidelidad u homenaje. El
conde Balduino V atacaba continuamente la fortaleza, pero era
muy difícil el acceso a la misma. A pesar de todo, trajo a aquel
lugar, por calles estrechas con grandes trabajos, una máquina de
guerra que llaman manganel de arco con el que atacó el castillo.
Algunos de los sitiados murieron y otros fueron heridos. Y como
los alrededores no eran aptos para instalar una catapulta, el conde,
con sus propias fuerzas y arte, hizo construir a los suyos un
asentamiento para la máquina con una estructura de piedra y
mortero. E instalada la catapulta, puesto que el auxilio divino se
hallaba presto a favorecer al conde que trabajaba por la justicia, el
duque de Lovaina, viendo que prevalecerían las fuerzas del conde
Balduino V, vino a su encuentro amistosamente en Huy y le rogó
que recibiese ese castillo y lo conservase junto con el de Halloy,
el de Dinant, el de Fosee, el de Thuin, y el de Couvin; y él,
Enrique duque de Lovaina, custodiaría por el conde de Hainaut
Lieja, Maestricht, Tundre, Franchimont y Waremme, de los que
expulsaría inmediatamente a Simón ya los suyos, con la condición
de que el elegido Alberto y el intruso Simón habían de partir
inmediatamente a la corte de Roma para resolver el derecho al
episcopado y a aquel de ellos que ganase la causa por sentencia y
favor de Roma le serían devueltos libremente Lieja y todos los
otros castillos y bienes pertenecientes al obispado.
Simón fue expulsado de todos los bienes episcopales, aunque
había sido investido de las regalías por el emperador y había sido
elegido con el apoyo de tantos príncipes y nobles. Por ello
cuantos lo oían o lo veían se maravillaban de que tantos nobles lo
expulsaran ahora de la cima de tan gran honor, y éste y los suyos
evitaban encontrarse con el conde de Hainaut.
En aquel tiempo, mientras se trataban estos asuntos del
obispado de Lieja, la emperatriz Constanza, que había sido
entregada a traición por los ciudadanos de Salerno al rey
Tancredo, usurpador de Sicilia, fue devuelta por los ciudadanos de
Palermo contra la voluntad de Tancredo. Ese mismo año dio a luz
a un hijo en el mes de diciembre. Muerto Tancredo por entonces,
el emperador Enrique consiguió por derecho de herencia el reino
de Sicilia y el ducado de Apulia.
En Cuaresma de ese año, Alberto, el obispo elegido, y Simón,
el intruso de Lieja, emprendieron el camino hacia la curia romana
para someterse al pleito por el obispado. Alberto tuvo muchísimos
gastos en su viaje a Roma, su estancia allí y su regreso, en la
expulsión de Simón y de los suyos de los castillos episcopales y
en la custodia de los mismos. De forma que debía al conde de
Hainaut dos mil cuatrocientos cincuenta marcos de plata de gran
peso que el conde a su vez recibió de acreedores bajo un fuerte
rédito. Todo el peso del pago de este rédito lo soportó el conde
solo, y ascendía a unos doscientos marcos o más, aparte de los
enormes gastos que el propio conde y sus hombres habían hecho
en la promoción de Alberto y en la expulsión de Simón de los
castillos de Lieja.
Tras la larga estancia en la corte de Roma, soportando grandes
gastos, por fin el Papa privó a Simón de la elección y confirmó la
de Alberto, pero por consideración al noble origen de Simón
descendiente de tan grandes príncipes, para que no partiera airado
de Roma, el Papa actuó con misericordia y lo hizo cardenal. Poco
después enfermó en la misma Roma y murió; la mayoría de su
séquito y del de Alberto también murieron. Alberto emprendió el
regreso, con el favor del emperador, enfermo y con mucha fiebre.
El emperador de Roma, sometido el reino de Sicilia a su voluntad,
regresó también por entonces a Alemania en el año del Señor de
1195.
Ese mismo año, en Pentecostés, Felipe, hijo del conde
Balduino V de Hainaut, fue ordenado caballero con grandes
honores por el rey Felipe de Francia.
También por entonces, Enrique, hijo del fallecido duque
Enrique de Sajonia, al que el emperador de Roma había
desheredado de la mayor parte de sus bienes del ducado de
Sajonia, tomó por esposa a la hija del conde palatino del Rin
Conrado, para mal del emperador Enrique; pero más tarde obtuvo
los bienes y la tierra de este conde palatino por derecho y alcanzó
la gracia del emperador.
Murió en aquel año Balduino, castellano de Mons, caballero
muy sabio. Dejó asignado a la iglesia de Santa Waudrú, por la
salvación de su alma, la villa de Offies que tenía en feudo del
conde de Hainaut, para que en esta iglesia se celebrara siempre
una misa en su aniversario. Y esta villa había de ser concedida por
la iglesia de Mons al Hospital de San Juan de Jerusalén a cambio
de un censo anual de veinte sueldos a pagar en la festividad de
San Martín. Muerto Balduino, su hijo Enrique confirmó esta
limosna a través del conde de Hainaut y por escritura confirmada
con el sello del conde. La iglesia de Mons confirió la villa al
Hospital de Jerusalén bajo censo anual y el conde de Hainaut se
constituyó en garante del pago de este censo a petición de la
propia orden de San Juan. Los hermanos de la orden del Hospital
prometieron al conde y al castellano de Mons celebrar misas
perpetuamente de las que hablaremos más adelante.
En aquel tiempo, el conde de Hainaut y marqués de Namur
firmó paz y fe indisolubles con el duque de Lovaina con el que
durante largo tiempo se había hallado en discordia. Y aconteció en
ese mismo año de 1195 que el duque de Lovaina cobró odio y
rencor contra el duque Enrique de Limbourg, su avúnculo, y
contra el conde de Geldre por sus muchos excesos, por lo que
acudieron a las armas. El conde de Hainaut, Balduino V, y su hijo,
el conde de Flandes Balduino VI, a ruegos del duque de Lovaina,
le ofrecieron auxilio contra sus enemigos y atravesaron
Maestricht con grandes tropas acompañando al duque. A su
llegada los enemigos temieron no poder hacer frente a tan grandes
fuerzas y se sometieron inmediatamente a su misericordia.
Luego el conde Balduino V, junto con su hijo el conde de
Flandes, con el arzobispo de Colonia y con el duque Enrique se
dirigieron al encuentro del emperador de Roma para solicitarle
que otorgase al hijo del conde de Hainaut, Balduino VI, los
feudos que los condes de Flandes acostumbraban a tener de los
emperadores. Hallaron al emperador en Alemania cerca del Rin
en la ciudad de Argentina que en lengua vulgar llaman
Strasbourg. Allí Balduino VI, conde de Flandes, hijo del conde
Balduino V de Hainaut y marqués de Namur, recibió del
emperador los feudos debidos y le prestó homenaje y fidelidad.
En aquella época estival los aires del lugar y las aguas traían
grandes enfermedades; en el mes de agosto se extendieron tanto
que la mayoría de las gentes de aquella zona contrajo
enfermedades. Hombres y mujeres abandonaban las ciudades y
las casas, y se refugiaban en las montañas. El conde de Hainaut, el
arzobispo de Colonia, el duque de Lovaina y muchos caballeros y
soldados de su condado cayeron enfermos. Algunos murieron en
seguida, el conde de Hainaut, más enfermo que otros príncipes,
regresó a sus tierras y, creyendo languidecer, llegó a Mons donde
la atmósfera era más saludable. Pero aquella enfermedad, tras
debilitarlo lentamente, había de llevar a la muerte a este príncipe
poderosísimo y prudentísimo.
Estando el conde de Hainaut y marqués de Namur en su
castillo, llegaron noticias de que Alberto, obispo elegido de Lieja,
emprendía el regreso desde Roma con el pleno favor del Papa y
que Simón, intruso de Lieja, había muerto. Entonces unos
perniciosos de la iglesia de Lieja, los mismos que habían
provocado graves desuniones en la iglesia por la elección de
Alberto de Lovaina y la intrusión de Simón de Limbourg,
intentaron impedir por todos los medios que Alberto, elegido y
confirmado por la Sede Apostólica, alcanzara la dignidad
episcopal, o por lo menos causarle detrimento y calumnias. Y
fingiendo que aquél había muerto en el viaje eligieron como
nuevo obispo de Lieja a un hombre noble, Otón de Fauquemont,
archidiácono de esta iglesia. Éste había dado su consentimiento a
la elección de Alberto de Cuyk y, sin embargo, aceptó acudir a
Worms y que le presentaran como obispo electo al emperador.
Tras éstos llegó Alberto de regreso de Roma. Este Alberto
demostró la confirmación de su elección con cartas apostólicas y
se vio que la unidad de la iglesia descansaba sobre sus partidarios.
Por ello, presentado al emperador, recibió al instante sin ninguna
dificultad la investidura de las regalías del obispado de Lieja.
Otón y sus partidarios hubieron de prestar fidelidad en presencia
del emperador. Alberto, investido con las regalías fue consagrado
por su metropolitano, el arzobispo de Colonia, y luego en la
octava de Epifanía llegó a Lieja.
En aquella época, cuando ya habían regresado el conde
Balduino V y su hijo el conde de Flandes, Balduino VI, de la
corte del emperador, el rey de Francia mandó llamar a su
presencia al conde de Flandes. Éste enfermó en el viaje, pero
acudió a la corte donde llevó a término sus asuntos con el rey y
este rey de Francia, su señor, le advirtió para que acudiera en su
auxilio contra el rey de Inglaterra. Luego regresó en litera hasta
Cambrai, y allí, tras descansar algunos días, por voluntad de Dios,
mejoró. De allí aún vino a Mons, mandado llamar por su padre
enfermo, y permaneciendo un tiempo junto a su padre recobró
plenamente la salud.
Se preparó entonces para acudir en auxilio de su señor el rey
de Francia, que se hallaba en guerra con el rey de Inglaterra y no
podía retrasarse más tiempo. Entonces su padre Balduino V con el
consentimiento del propio Balduino VI, conde de Flandes, asignó
a su segundo hijo, Felipe, la tierra de Namur para que la tuviese
cuando él muriera en feudo ligio de su hermano, el conde de
Flandes y Hainaut. Esta tierra se añadiría al dominio de Hainaut y
el conde de Hainaut la tendría por el emperador. Para ello, el
conde de Hainaut, que languidecía, acordó muy sabiamente con
su hijo Balduino VI que doquiera que se encontrase al morir él
observaría, ratificaría y seguiría con firmeza todo lo que hubiera
dispuesto sobre la distribución de limosnas, el pago de las deudas
y las asignaciones de beneficios a sus hijos pequeños, lo cual se
hizo bajo el testimonio de los abades de Cambron y de Saint
Ghislain y del hermano del conde de Hainaut, Guillermo, y de
Nicolás de Barbençon, fiel y consanguíneo suyo. El conde de
Flandes, por orden de su padre, dio fe de ello y juró sobre los
Santos Evangelios; luego fue confirmado por escrito y
corroborado con su sello. De allí el conde de Flandes partió
prestamente con sus caballeros en auxilio de su señor el rey de
Francia.
El conde Balduino V de Hainaut, príncipe poderosísimo y
amadísimo por lo suyos, hallándose muy enfermo en Mons, quiso
velar por la salud de su alma. Ordenó solucionar justa y
oportunamente sus deudas. Asignó a su hija Sibila, virgen, dos mil
marcos de plata. De lo que le debía Alberto, obispo de Lieja,
asignó la mitad a sus dos hijos, Felipe y Enrique, y la otra mitad a
la iglesia mayor de Lieja para los trabajos de reparación del
monasterio. A aquellos de sus hijos que no habían sido
engendrados en su esposa, sino en otras mujeres nobles les asignó
algunos bienes. Hizo partícipes de sus bienes a sus sirvientes. Sus
bienes muebles, es decir, cosechas, caballos, vestiduras, y cosas
de este tipo, cuyo valor se calculaba en mil doscientos marcos de
plata o más, se los confió a los cuatro testigos, es decir a los
abades de Cambron y Saint Ghislain, a su hermano Guillermo ya
Nicolás de Barbençon, para que dispusieran de ellos
distribuyendo limosnas.
La crianza de osos y el servicio de hombres que los cuidaran
eran un derecho especial del conde de Hainaut. Ello constituía una
dura carga para los hombres pobres, a quienes causaba gran
detrimento, y hacía caer en el tedio a los hombres ricos. El conde,
teniendo misericordia de todos sus hombres, abolió aquel derecho
y costumbre.
Abolió también ciertos usos que él había intentado convertir en
derechos en Mons, en Binche y en Hasmonquesnoit, que recibían
el nombre de utelagia y mesuragia64. Y esta abolición la confirmó
por escrito y con su sello.
Ordenó y dispuso por consejo de sus hombres que los hombres
que decían ser burgueses y que habitaban las villas rurales
gozando de las libertades de los burgueses, por lo que llegaban
siempre muchas quejas de la iglesia y de los caballeros, no fueran
por más tiempo burgueses si no habitaban los burgos.
El conde tenía también en muchos lugares de Hainaut gistas y
porsonias sobre los perros y la caza y había oprimido con ellas,
más allá de lo que otorga el derecho, a las abadías ya sus granjas.
Ordenó entonces y dispuso para que éstas permanecieran libres de
opresión que, cuando alguna iglesia poseyera tierras procedentes
de ventas o donaciones en las que se tuviera derecho a ejercer las
porsonias sobre perros y caza, la iglesia pagaría exclusivamente
por el valor de los perros y la caza y no se le podría exigir nada
más.
Además, actuando bondadosa y caritativamente con Gerardo
de Saint Aubert, que era su fiel y su primo, ya que él seguía
reclamando derechos sobre la tierra de Ostrevant que sus
antepasados habían vendido a un conde de Hainaut, padre de este
Balduino V, le dio en aumento de sus feudos la villa de Rieux que
este conde y su esposa Margarita habían adquirido de él, excepto
los diezmos de esta villa que ambos condes habían conferido a su
capilla de Valenciennes, para la institución de prebendas. Gerardo
cedió entonces piadosamente al conde ya su padre cuanto ambos
habían arrebatado a su padre Egido ya él mismo, les disculpó de
los daños que les hubieran causado, y entregó al conde ya sus
herederos la tierra de Ostrevant.
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Derechos sobre medidas de cereal.
Para aumentar las prebendas de la capilla de Valenciennes, el
conde le asignó anualmente cuarenta y dos modios de cereal de la
medida de Mons, confiriéndole los diezmos de la villa de Tongres
en Brabante. De forma que, si alguna vez faltase una parte de
estos cuarenta y dos modios debidos, se completarían con los
diezmos de Braine-le-Comte. Todo ello lo corroboró por escrito y
con su sello.
A la iglesia de Lobbes le concedió los diezmos de Hyon que
siempre había reclamado sin éxito. Por lo que esta iglesia firmó al
conde un pacto de caridad, comprometiéndose a celebrar
perpetuamente en la iglesia conventual un aniversario con
veneración por su alma.
Asimismo el conde restituyó a la iglesia de Hautmont ciertos
bosques que él había poseído injustamente durante algunos años.
La iglesia le concedió y firmó a cambio pacto de caridad por el
que se comprometía a celebrar perpetuamente un aniversario con
veneración por su alma. Y ello fue confirmado por escrito y con
los sellos del conde y de la iglesia.
Confirmó a la iglesia de Saint Denis en Brokeroie, por escrito
y con su sello, los bienes que le habían otorgado sus antepasados
con plenas libertades así como la tala de árboles en el bosque de
Le Havre.
Y dio a la iglesia de Alne seis boneria de tierra en Teignies y
Offignies que pertenecían a los bienes que el conde había
adquirido de Bernardo de Rocha liberándolas de todo
protectorado y calumnia. Por lo que la iglesia firmó pacto de
caridad prometiendo celebrar tras la muerte del conde
perpetuamente un aniversario con veneración por su alma. Y estas
cosas fueron confirmadas por escritura autógrafa y con el sello del
conde y el de la iglesia.
A la iglesia de Brogne le asignó cien sueldos de dineros en
rentas de Binche, a percibir anualmente en Navidad. De estas
debían emplearse veinte sueldos en la iluminación de la iglesia el
día del aniversario del conde que se celebraría perpetuamente con
veneración, cuarenta en el refectorio de los hermanos. El día del
aniversario de su esposa Margarita veinte sueldos en el refectorio.
Y en memoria de ambos en común y de todos sus parientes se
administraría al refectorio dos días después de la Purificación
veinte sueldos más. Todo lo cual fue confirmado en escritura
autógrafa con el sello del conde y el de la iglesia.
A la iglesia de San Crispín la liberó de taias, exacciones,
angarias y protectorados que pesaban sobre sus tierras de
Servoch. Éstas pertenecían en protectorado al conde y por él las
tenía su hermano Enrique. Por ello la iglesia firmó pacto de
caridad al conde de forma que mientras viviera se celebraría
diariamente en el altar de la Virgen la misa de la gloriosa Virgen
María y tras su muerte en ese mismo altar habría de celebrarse
misa diaria de difuntos. En la celebración de estas misas se oraría
específica y especialmente por este conde Balduino V, en las
colectas, en las secretas y en la poscomunión 65. Todo lo cual fue
confirmado por escritura autógrafa y con el sello del conde y el
del abad.
Unos quince años antes, el conde había dado a la iglesia de
Saint Aubert, en Cambrai, los diezmos de Iwuy, por lo que esta
iglesia le firmó pacto de caridad y mientras viviera había de
celebrar semanalmente tres misas del Espíritu Santo o de la
gloriosa Virgen María, y tras su muerte se celebrarían las tres
misas por su alma, la de sus antepasados y la de sus
descendientes. Y la misa sería aquella que el orden eclesiástico
prescribiese como de difuntos. Todo ello fue confirmado por
escritura autógrafa y con el sello del conde y el de la iglesia.
Unos siete años antes el conde y Enrique, castellano de Binche
habían concedido al Señor en la iglesia de Bonne-Espérance el
dominio directo sobre unas tierras, prados y censos que antes
tenían en terragio66. Esta iglesia confirmó al conde pacto de
misericordia y piedad de forma que mientras viviera se celebraría
misa diaria en honor de Santa María Madre de Dios en el altar de
la Santa Cruz por la salud del conde, y tras su muerte, la de los
fieles difuntos por la salud de su alma, la de sus antepasados y la
de sus descendientes, en cuya celebración se habrán de decir
oraciones propias y especiales por el conde en las colectas, en las
secretas y en la poscomunión. Estas cosas fueron confirmadas por

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6
Partes finales de las secciones de los ritos de introducción, lectura y
eucaristía de la misa.
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6
escritura autógrafa y con el sello del conde, el de la iglesia y el del
abad.
Siete años antes el conde junto con su fiel Guisleno, castellano
de Beaumont, había dado a la iglesia de Meubeuge, a Santa
Aldegunda, bienes que pertenecían a la custodia de la torre de
Beaumont: dos partes de los diezmos de Froidchapelle, cuatro
sueldos de dineros y cuatro capones en la misma villa, diez
medidas de harina, de las que llaman charlet67, en el molino de
ese villa que llaman el molino de Guisleno, la tercera parte de los
diezmos de Rance y dos partes de los diezmos menores de
Grandrieu, Sivry y Montbliart. Por lo que esta iglesia prometió al
conde que mientras viviera se celebraría en el altar de Saint Denis
todos los sábados una misa en honor a la gloriosa Virgen María y
los domingos una en honor del Espíritu Santo por su salud, y que
cuando muriese se celebraría los lunes y los jueves en ese mismo
altar la misma de los fieles difuntos por la salvación de su alma, la
de su esposa, la condesa Margarita, y la de todos sus antepasados
y descendientes. En estas misas se habrán de decir oraciones
específicas por el conde, en las colectas, en las secretas y en la
poscomunión. Estas cosas fueron corroboradas por escritura
autógrafa y con el sello del conde y el de la iglesia.
También por entonces el conde había dado a la iglesia de Santa
Aldegunda en Meubeuge el pleno dominio y protectorado de la
parte que él tenía en el bosque de Tilleul y en el de Falize, ambos
junto a Meubeuge, entregándosela al altar mayor de esta iglesia a
través de la ofrenda de césped y ramas sobre la que su esposa
Margarita y sus hijos Balduino VI, Felipe y Enrique pusieron sus
manos. El conde Balduino V retuvo para sí únicamente la tercera
parte del protectorado del bosque de Coviseaus. Y en la donación
de estos bosques el propio conde, su esposa la condesa Margarita,
y sus hijos juraron y dieron fe sobre los Santos Evangelios de que
conservarían este beneficio de la iglesia de Meubeuge, ratificado
por ellos e inviolable. Por ello la abadesa de esta iglesia y la
comunidad les prometieron y concedieron que tras su muerte se
celebraría perpetuamente un aniversario por sus almas. Y todo

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ello fue confirmado por escritos con el sello del conde y el de la
iglesia.
El conde Balduino V en el testamento otorgado durante su
enfermedad restituyó a esta iglesia de Meubeuge un bosque
cercano a Meubeuge que había retenido injustamente durante
algunos años en perjuicio de esta iglesia, que decía que le había
sido dado en limosna. Y en esta restitución no retuvo derecho
alguno sobre aquel dominio, sino que ordenó que todas las rentas
de ese bosque estuvieran destinadas a vestidos para las monjas. y
fue confirmado por escrito con su sello y el de la iglesia.
Unos nueve años antes Hauwel de Quievrain, hombre
prudentísimo, había asignado a la iglesia de Cambrai, a través del
conde, los diezmos del conde en Quievrain, para que se fundase
un beneficiado con un sacerdote en la iglesia de Quievrain que
celebrase la Santa Misa perpetuamente por la salud del alma del
conde y de Hauwel. Pues éste no podía otorgar dicha fundación
sin el consentimiento y consejo del conde de Hainaut. Todo esto
fue confirmado por escrito con los sellos del conde de Hainaut y
de la iglesia de Cambrai.
Tiempo atrás, el conde Balduino V quiso velar por la salud y
salvación de las almas de su padre Balduino IV y de su madre
Adelaida, cuyos cuerpos se hallan sepultados con grandes honores
en la iglesia de Santa Waudrú en Mons y cuyo aniversario se
exalta y celebra en esa iglesia, no por deber sino por propia
voluntad, con gran veneración por parte de las damas de Santa
Waudrú y sus canónigos, y los de San Germán. Por lo que dicho
conde Balduino V asignó a la iglesia de Santa Waudrú seis libras
de dineros en censos de Ville-sur-Haine perpetuamente a percibir
en la festividad de San Remigio. Estos censos el conde los había
convertido, por el protectorado que ejercía, en bienes y renta para
su propio uso. Seis libras más fueron destinadas a la iluminación
de la iglesia de San Germán. La distribución de las seis libras de
dineros es la siguiente: sesenta sueldos en el aniversario de su
padre enterrado en el altar mayor del coro superior; sesenta en el
de su madre enterrada en la cripta superior de San Juan Bautista.
Y se deben distribuir de este modo: la víspera de cada aniversario
se les dará a cada uno de los canónigos y canónigas de Santa
Waudrú ya cada uno de los canónigos de San Germán cuatro
dineros y seis en la misa; a cada uno de los presbíteros de la villa
de Mons que celebre en el monasterio de Santa Waudrú y en el de
San Germán, San Pedro o San Andrés así como en las capillas de
Bertaimont, en la de la leprosería y en la del conde hasta un
número de dieciséis se les administrará en la víspera del
aniversario dos dineros y seis en la misa; a los que tañen las
campanas seis dineros, dos sueldos para la iluminación, y seis
dineros más en el ofertorio; el rector de los escolares recibirá la
víspera cuatro dineros y en la misa cuatro más. A parte de los
dieciséis sacerdotes ya mencionados, los demás sacerdotes, los
diáconos y los subdiáconos recibirán en la misa de aniversario dos
dineros. Cada uno de los clérigos, haya recibido o no las órdenes
menores, si profesa como tal recibirá un dinero. Y si aún quedase
algo se destinará el consejo del capítulo de Santa Waudrú para
utilidad de esta iglesia. Si alguno de los clérigos de Santa Waudrú,
canónigo o canóniga, o bien algún canónigo de San Germán no se
hallase presente en las vigilias o en la misa no recibirá su parte a
no ser que estuviera ausente por enfermedad o hubiera sido
enviado en legación por asuntos de la iglesia. Esto lo deben jurar
los canónigos de ambas iglesias y lo deben prometer las damas en
virtud de su obediencia. Todo lo cual fue confirmado por escrito
autógrafo y con el sello del conde y el de Santa Waudrú. El hijo
del conde, el entonces caballero nuevo, Balduino V, junto con su
esposa Margarita, juró administrar estos dineros a la iglesia de
Mons perpetuamente.
Poco tiempo antes el conde Balduino V había confirmado a las
iglesias de Mons cierta tierra en poder de Cuesmes que había
pasado a la iglesia por limosna de Aiderico, y la liberó de todo
protectorado y exacción para que poseyera libremente esa tierra.
Y esto lo confirmó por escrito con su sello y el de la iglesia.
Durante su enfermedad restituyó a esta misma iglesia los
diezmos de las ofrendas de Braine-le-Comte en el burgo y en la
villa, que esta iglesia reclamaba y que él había usurpado. Y esta
iglesia no volvió a sufrir detrimento alguno por esta causa. Esto
fue confirmado por escrito con su sello y el de la iglesia.
También durante su enfermedad restituyó libre de cargas a la
iglesia de Mons, en compensación por rentas y censos cobrados,
unas tierras en el distrito de Quevy, en el vivero de Rogeries. En
otro tiempo el conde había ocupado estas tierras y la iglesia de
Mons se había visto obligada a soportar grandes perjuicios por las
rentas y los censos cobrados de los viveros y por las tallas y
exacciones que esta iglesia poseía en Quevy, en Rogeries, en
Alardsart y Horue así como en una boneria de tierra que había
comprado a Lamberto. Y se las entregó entonces para que la
iglesia de Mons gozara tranquilamente de la posesión de aquellas
tierras y de todas las que tenía en Quevy. Todo lo cual se lo
confirmó a esta iglesia por escrito y con su sello.
Restituyó a la iglesia de Meubeuge, a San Pedro y San
Quentin, las tierras de cultivo y los bosques de los distritos de Ihy,
Havay y Goegnies que había poseído a pesar de las continuas
reclamaciones de estas iglesias y causándoles graves daños y
detrimento. Y se las entregó entonces para que hicieran de
aquellas tierras tranquilamente lo que quisieran. Por ello los
canónigos de esta iglesia deben celebrar misa diaria en el altar de
Santiago Apóstol, de los hermanos de la orden de San Juan
Evangelista, situado en la entrada del coro. En vida del conde la
misa había de ser del Espíritu Santo; tras su muerte se celebraría
misa diaria de difuntos por su alma. Y en esa misa se deberán
decir oraciones especiales por la salud de este conde en las
colectas, en las secretas y en la poscomunión. El día del
aniversario de su muerte para que se celebre con veneración los
canónigos deberán distribuir entre sí veinticinco sueldos de su
propio dinero. Todo esto fue confirmado por escrito y con el sello
del conde y de la iglesia.
En la entrada del coro de la iglesia de Condé, Balduino V
fundó un altar en honor al apóstol San Pedro, para el cual asignó
un sacerdote que mientras viviera el conde debería celebrar la
misa del Espíritu Santo los domingos y la de la gloriosa Virgen
María los demás días; ya su muerte había de celebrarse una misa
perpetuamente por su alma, la que el orden eclesiástico prescriba
como de difuntos. Y en esa misa se dirán oraciones especiales por
el conde. Y todos los condes de Hainaut deberán mantener en esta
fundación un sacerdote para que cumpla con estas cosas, dejando
a salvo siempre los derechos de los canónigos a las ofrendas de
los fieles. A este sacerdote le fueron asignadas por el conde
Balduino V quince boneria de tierra arable en Wadelincourt. Este
sacerdote además deberá prestar servicio en esa iglesia en las
horas conventuales, maitines, misas y otras horas. Y habrá de
prestar juramento al ser designado de que respetará el
complemento de las misas y el derecho de los canónigos y llevará
a cabo los oficios de la iglesia en las horas conventuales. El conde
asignó además a la iglesia de Condé sesenta sueldos de dinero
anuales en censos de Braine-le-Comte a percibir en la fiesta de
San Juan Bautista; éstos deben distribuirse entre los canónigos
que estén presentes en su aniversario y le rememoren con
veneración. Todas estas cosas: el complemento de las misas, el
beneficio de la tierra asignada al sacerdote y la conmemoración
del aniversario, fueron confirmadas por escritura autógrafa y con
el sello del conde de Hainaut y el de la iglesia.
En la entrada del coro de la iglesia de Soignies el conde
Balduino V instituyó un altar en honor de San Juan Evangelista
para que allí, mientras él viviera, se celebrase la misa del Espíritu
Santo todos los domingos y la de la gloriosa Virgen María los
restantes días; y, después de muerto, en ese mismo altar, se
celebrase perpetuamente la misa que el orden eclesiástico
prescriba como de los fieles difuntos. Y en estas misas se han de
decir oraciones especiales por el conde en las colectas, en las
secretas y en la poscomunión. Y con este fin todos los condes de
Hainaut mantendrán allí un sacerdote, salvando el derecho de los
canónigos a las ofrendas de los fieles. Este sacerdote ha de prestar
servicio en esta iglesia en maitines, misas y otras horas
conventuales. El conde de Hainaut le asignó un beneficio a
perpetuidad, de modo que percibiera anualmente de los diezmos
del conde en Braine-le-Comte, quince modios de cereal, mitad de
invierno, mitad avena. Y aquel que sea sacerdote de esta
fundación prestará juramento sobre el complemento de las misas
y el servicio continuo en la iglesia, así como de respetar el
derecho de los canónigos. A éstos el conde les asignó, para que se
celebrase con veneración su aniversario, sesenta sueldos de
dineros en censos de Braine-le-Comte a percibir anualmente en la
fiesta de San Juan, y que se han de distribuir entre los canónigos
que se encuentren presentes en aquella celebración. Todo ello, el
complemento de las misas, el beneficio asignado al sacerdote y la
conmemoración del aniversario, fue confirmado por escritura
autógrafa, con el sello del conde de Hainaut y el de la iglesia de
Soignies.
Este conde Balduino V, marqués de Namur, rodeó de mayor
amor y cuidados a la iglesia de Mons y procuró con mayor
diligencia y solicitud su prosperidad y paz. Por ello, le reconoció
y le confirmó aquello que ya le habían concedido sus antepasados
liberándola del peso de las exacciones que ésta debía por la
jurisdicción de la abadía; de forma que, para que esta iglesia de
Mons no sufra nunca gravamen ni molestia alguna, el propio
conde y sus sucesores deben liberarla inmediatamente del pago de
aquello que a veces exigen a las iglesias conventuales el Papa, sus
cardenales y legados, el arzobispo de Reims y sus oficiales y el
obispo de Cambrai y los suyos, y que recibe el nombre de gista o
porsonia; y si fuera necesario deben pagar estos gastos por la
iglesia de forma que no le sean requeridos nunca a ella sino al
conde de Hainaut. Y para que la iglesia de Mons goce
perpetuamente de paz y libertad sobre todo ello, el conde
Balduino V de Hainaut, marqués de Namur, lo confirmó por
escrito y con su sello.
Y este Balduino V, para mayor salvación de su alma, mandó
construir un altar en Mons en honor de Santiago Apóstol,
hermano de San Juan Evangelista, en el monasterio de Santa
Waudrú en la entrada del coro, disponiendo y firmando que
doquiera que aconteciera su muerte su cuerpo había de ser
enterrado ante este mismo altar. Y cada día, en vida del conde
había de celebrarse en ese altar la misa de la gloriosa María
Madre de Dios y, tras su muerte, se celebraría perpetuamente en
ese mismo altar y por la salvación de su alma la misa que el orden
eclesiástico prescriba celebrar por los fieles difuntos. En la
celebración de estas misas se han de decir oraciones especiales
por el conde en las colectas, en las secretas y en la poscomunión.
Para cumplir con estas cosas todos los condes de Hainaut deberán
instituir un sacerdote salvando el derecho de los canónigos de San
Germán en las ofrendas de los fieles. Este mismo sacerdote
prestará servicio con los canónigos de San Germán y sus vicarios
en las mayores solemnidades del año en la iglesia de Santa
Waudrú en vísperas, maitines, procesiones y misas mayores. Y le
serán asignados quince modios anuales de cereal, mitad de
invierno, mitad de avena, percibidos de los diezmos de Estinnes.
Aquel que ocupe el cargo de sacerdote prestará juramento de
conservar el complemento de las misas y el derecho de los
canónigos de San Germán y de celebrar los oficios eclesiásticos
en Santa Waudrú.
Se dispuso además que si algún sacerdote de los ya
nombrados, es decir: de Meubeuge, de Condé, de Soignies, y de
Mons, quisiera alguna vez celebrar dos misas en un día, habrá de
celebrar primero la de los fieles difuntos con una prosa y
veneración. La comunidad de Santa Waudrú firmó y concedió a
cambio a este príncipe, protector y abad suyo, cuyo amor y afecto
prefería a los de ningún otro, un pacto de caridad por el que tras
su muerte cada lunes se celebraría en el mismo altar de Santiago
la misa conventual antes de la prima con el sacerdote designado
en el altar y con el diácono y el subdiácono. El conde asignó al
diácono y al subdiácono veinte sueldos de dineros en censos de
Estinnes a percibir en la fiesta de San Juan ya dividir en partes
iguales entre ellos.
Al guardián de esta iglesia de Mons, Gislebert, criado y
canciller del propio conde, éste le acrecentó el personado de la
custodia para que quien sea el protector de la iglesia ponga cada
día en la misa una vela y en la de los lunes dos.
Para celebrar su aniversario perpetuamente con veneración, el
conde asignó sesenta sueldos de dineros en censos de Estinnes a
percibir en la fiesta de San Andrés y que debían distribuirse entre
los canónigos y canónigas de Santa Waudrú, los canónigos de San
Germán y otros sacerdotes y clérigos. Donación y distribución
semejante, como ya dijimos había sido dispuesta en el aniversario
de sus antecesores.
Y para que no se omita la celebración de estas misas, no se
descuide la conmemoración de los aniversarios y no sean violados
por alguno de sus sucesores los beneficios dispuestos para
cumplir todas estas cosas, este conde de Hainaut y marqués de
Namur confirmó todo ello con su sello y con el de Santa Waudrú
en escritura autógrafa.
Este conde de Hainaut, Balduino V, hijo del conde Balduino
IV y de la condesa Adelaida, tuvo por principales consejeros en
sus actos y compañeros de armas a caballeros probísimos, muchos
de ellos fueron nobles y algunos ministeriales. Unos actuaron
siempre como consejeros, otros siempre como compañeros de
armas, finalmente otros fueron ambas cosas. Entre los consejeros
se encontraron: Eustaquio el Viejo de Roeulx, Nicolás de
Barbençon, Hauwel de Quievrain, Balduino, castellano de Mons,
Rainero de Trith y Gosuino de Thulin. Entre los consejeros y
compañeros de armas figuraron: Guillermo, hermano del conde,
Eustaquio de Roeulx el Joven, Amando de Prouvy, Hugo de
Croix, Otón de Trazegnies, Gautier de Wavrin, Walter de
Fontaine, Juan Cornudo, Nicolás el Monje, y Rainaldo de Strepy.
Y finalmente entre los compañeros de armas que sólo
ocasionalmente actuaron como consejeros figuraron: Juan de
Monchecourt, Polio de Villeirs, Godofredo de Melasne, Egido de
Aunoit, Egido de Fraisne, Balduino de Tosny, Gerardo, hermano
del conde, Balduino Caron, Roberto de Beaurain, Hugo de
Antoing, los hermanos Gerardo y Gautier de Bierbeeck, Guido y
Fulco de Fontaine, hermanos de Gautier, Guillermo el Flaons,
Ricardo de Orcq, Gautier de Steenkerque, Gautier de Blandain,
Gautier de Gouy, Guillermo de Eghezée, Liberto de Lexhy, Hellin
de Tour, Hugo de Aunoit, Sawardo de Marly, Balduino de
Valenciennes, Simón de Meubeuge, Guillermo de Anzin, Gosuino
de Wavrin, y Balduino de Neuville. A todos ellos el conde
Balduino V los honró con dones en caballos, armas, vestidos y
regalos de plata ya muchos los enriqueció con mayores y costosos
beneficios.
El conde Balduino V de Hainaut, marqués de Namur, hijo
primogénito del conde Balduino IV y de la condesa Adelaida,
príncipe prudentísimo y poderosísimo, buen justiciero y amado
por todos sus hombres, mayores y menores, cuando tenía veintiún
años de edad, muerto su padre, alcanzó el dominio de Hainaut y
lo conservó viril y poderosamente durante veinticuatro años y seis
semanas. En ese tiempo poseyó siete años el marquesado de
Namur y tres el condado de Flandes. Reprimió la soberbia de
Jacobo de Avesnes, hombre noble y prudente, caballero poderoso
y probo, que se había rebelado. Obligó a retirarse a las tropas del
rey Luis de Francia, preparadas contra este mismo Jacobo y
contra Rainaldo de Rozoit y el conde de Rethel. Aportó muchos y
grandes auxilios al conde Felipe de Flandes y de Vermandois,
mientras estuvieron confederados, contra Jacobo, contra Raúl de
Coucy y contra su propio yerno el rey Felipe de Francia. Roto el
pacto con el conde de Flandes ayudó mucho al rey de Francia
contra el rey de Inglaterra. Conservó virilmente su propia tierra y
castillos contra el conde de Flandes, contra el arzobispo de
Colonia y contra el duque de Lovaina. Y, tras haber ayudado
mucho a su avúnculo Enrique, conde de Namur y de
Luxemburgo, contra todos sus enemigos, ocupó sus castillos en
detrimento de este mismo conde y del conde de Champaña, a
pesar de las amenazas, el rencor y las calumnias del rey de
Francia, del rey de Inglaterra, del conde Teobaldo de Blois, del
conde Esteban, del duque de Borgoña, del conde de Bar, del
arzobispo de Reims, Guillermo, del conde Felipe de Flandes, del
duque Enrique de Lovaina, del arzobispo de Colonia, Felipe, del
conde Otón de Gheldre, del duque Enrique de Limbourg y del
conde de Rethel Manasés, y sin tener la seguridad del apoyo del
emperador de Roma Federico y de su hijo Enrique, rey de Roma.
Muerto el conde de Flandes, Felipe, ocupó por derecho el
condado de Flandes contra la voluntad del rey de Francia, contra
la reina Matilde, esposa del conde Felipe, y contra el conde
Enrique de Lovaina. Por voluntad del Señor expulsó con su
ejército del castillo episcopal y de sus bienes a Simón de
Limbourg, clérigo, hijo del duque Enrique de Limbourg, primo
del duque de Lovaina, que había sido elegido por la mayor parte
del capítulo de Lieja e investido con las regalías y, para honra del
Señor, instituyó en ese episcopado de Lieja a Alberto de Cuyk.
Entre los grandes príncipes, señores suyos, vecinos, y
consanguíneos en los que puso sus esperanzas o su amor y con los
que firmó pactos, halló constante fidelidad sólo en unos pocos,
pero él no falló jamás ni a mayor ni a menor en la fidelidad
prometida. El emperador de Roma Federico y su hijo Enrique le
fueron siempre propicios y le otorgaron su favor. Y este conde
Balduino V, tras languidecer largo tiempo enfermo en Mons, allí
mismo abandonó el siglo en el año de la Encarnación del Señor de
1195, en el mes de diciembre, a doce calendas de enero, el octavo
día antes de Navidad. Su cuerpo fue enterrado con grandes
honores en Mons, en el monasterio de Santa Waudrú, ante el altar
de Santiago Apóstol, tal como había ordenado en vida. A sus
exequias y sepultura asistió su hijo Balduino VI, conde de
Flandes, que había regresado de la expedición del rey de Francia.
También se hallaron presentes sus hijos, Felipe y Enrique, y su
hija Sibila junto con muchos nobles y hombres de toda condición.
Le fue encomendado a Gislebert, clérigo de este conde, que
escribiera todas estas cosas. Las gestas de algunos emperadores,
de algunos reyes y de algunos condes de Hainaut y de Flandes
que precedieron a este conde las recogió en su mayoría de
documentos eclesiásticos. Este Gislebert obtuvo la jurisdicción de
Santa Waudrú y estuvo junto al conde en casi todos sus actos, en
la prosperidad como en la adversidad; su señor le hizo canciller
suyo y le apoyó en alcanzar honores eclesiásticos como la
prepositura de San Germán y la custodia y prebenda de Santa
Waudrú, las prebendas de Soignies, Condé y Meubeuge, la abadía
de Santa María de Namur, la prepositura, custodia y prebenda de
Saint Aubain y la custodia y prebenda de San Pedro de Namur.
Muerto Balduino V de Hainaut, primer marqués de Namur,
príncipe ilustre y famoso, le sucedió en el condado de Hainaut su
hijo primogénito, el conde de Flandes Balduino. Este conde
Balduino VI, hijo del conde Balduino V y de la condesa
Margarita, obtuvo en herencia paterna el condado de Hainaut y
por derecho materno el condado de Flandes. El segundo hijo,
Felipe, sucedió a su padre en el marquesado de Namur e hizo
homenaje ligio a su hermano Balduino VI, conde de Flandes y de
Hainaut, por todas aquellas tierras, bienes y castillos en tanto que
conde de Hainaut. De modo que el conde Balduino VI y los
nobles de Hainaut, fieles de este conde, tuvieran derecho a juicio
y testimonio en Namur y el conde de Hainaut hiciera homenaje
ligio por aquel marquesado al emperador de Roma.
Este conde de Flandes y de Hainaut, Balduino VI, dio a su
hermano Felipe mil libratas de tierra en feudo ligio, seiscientas en
Flandes y cuatrocientas en Hainaut. Luego en el mes de febrero
fue al encuentro de Alberto, obispo de Lieja, en el castillo de Huy
y le prestó la fidelidad y homenaje ligio debidos. Allí mismo el
obispo, en honor ya petición del conde, le confirió al clérigo
Godofredo, prepósito de Santa María de Brujas y canónigo de la
iglesia de Cambrai, hermano sólo de padre del conde, la abadía y
prepositura de la iglesia de Maslien.
Luego, en el mes de marzo, la condesa María, esposa de este
conde de Flandes y de Hainaut, emprendió junto con la esposa del
duque Enrique de Lovaina, la duquesa Matilde, prima del conde
de Hainaut, una peregrinación a San Egido. Ambas damas
avanzaron prósperamente y regresaron con mayor prosperidad a
sus tierras tras distribuir beneficios y generosas limosnas por
doquier a las iglesias ya los pobres.
Este conde de Flandes y de Hainaut, Balduino VI, confirmó a
la iglesia de Mons cuanto su padre y su abuelo ya habían
confirmado: la permuta de Braine-le-Comte, la exención de los
cobros que en ocasiones son requeridos a las iglesias
conventuales, las libertades de las tierras de Quevy y Cuesmes,
las misas y aniversarios por el alma de su padre, los aniversarios
de su abuela y de su abuelo, las dos medidas de trigo de censo de
los molinos y la limosna del castellano de Mons, Balduino. Todo
ello lo ratificó escrupulosamente por escrito y con su sello.

EXPLICIT LA CRÓNICA DE HAINAUT


BIBLIOGRAFÍA

EDICIONES

W. ARDNT, Gisleberti Chronicon Hanoniense Scriptores Rerum


Germanicarum. Monumenta Germanicae Historicae XXI, 1869.
L. VANDERKINDERE, La Chronique de Gislebert de Mons,
Recueuil des Textes pour servir à l'Histoire de la Belgique.
Bruxelles, 1904.

ESTUDIOS Y TEXTOS

L. GENICOT, Études sur les principautés Lotharinienes,


Louvaina, 1975.
A. HANTKE, Die Chronik des Gislebert von Mons, Leipzig,
1871.
J. FALMGNE, Baldouin V comte de Hainaut 1150-1195,
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B. GUENÉE, Histoire et Culture historique dans l'Occident
médiéval, París, 1980.

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