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El dinero juega un papel fundamental en las economías basadas en el intercambio a través de los mercados. Si se piensa en la enorme cantidad de intercambios
comerciales que se realizan diariamente, se aprecia de inmediato la utilidad del dinero para que estas transacciones se hagan de manera satisfactoria. Es tal la
importancia del dinero que los economistas lo han calificado como el lubricante de la actividad económica, o como la sangre que circula por el sistema económico, el
flujo vital que permite que éste funcione correctamente.
El dinero, por tanto, es aquello que utilizamos para realizar pagos, cuando compramos, y cobros, cuando vendemos. Pero, ¿y si no existiera el dinero? En ese caso nos
veríamos obligados a intercambiar unos bienes por otros, es decir, a practicar el trueque.
El trueque como forma de intercambio presenta limitaciones, debido a que exige que coincidan las necesidades de las personas que intercambian: yo necesito un ánfora
y tú necesitas una cría de llama. Además obliga a establecer las cantidades a intercambiar, los precios, de una gran cantidad de bienes: por ejemplo, un ánfora vale por
una cría de llama, o por un saco de maíz, o por un vestido, etc.
La existencia del dinero soluciona estos problemas y permite que los intercambios se realicen de una manera más ágil, cómoda y eficaz. De hecho, sin el dinero los
mercados nunca se podrían haber desarrollado como lo han hecho.
Desde los comienzos de la historia los seres humanos han utilizado el dinero para realizar los intercambios. Inicialmente se utilizó como dinero cualquier mercancía
considerada valiosa, portable, divisible y escasa, con la condición de que la sociedad tuviera confianza en que iba a ser aceptada como medio de cambio. Dependiendo de
las culturas, los bienes utilizados fueron diversos: conchas, ganado, arroz, metales o sal. Precisamente la sal, imprescindible para la conservación de los alimentos, se usó
durante el Imperio Romano para pagar a los soldados, surgiendo la palabra "salario".
Entre las mercancías usadas como dinero, pronto destacaron los metales por su idoneidad, especialmente el oro y la plata. Y la incomodidad de pesar el metal en cada
transacción dió origen a la acuñación de monedas, cuyo sello garantizaba la fiabilidad de su peso. El valor de las monedas coincidía con el valor del metal que contenía.
Las primeras monedas de las que se tienen conocimiento datan del mesolítico en China, unos 5.000 años antes de nuestra era.
En este vídeo se cuenta una breve historia de la aparición del dinero como medio de cambio: