El pasado 11 de enero entró en vigor la Ley de Bienestar
Animal de Galicia. Durante su tramitación, fue aplaudida por muchos por prohibir animales salvajes en los circos, pero también criticada por evitar el espinoso asunto de las corridas de toros. Sin embargo, la consecuencia más directa a los tres meses de su estreno no tiene que ver ni con los circos ni con los toros, sino con los perros. Miles de ellos han sido abandonados, muchos más que en años anteriores, como consecuencia de la obligación que se impone a sus dueños de colocarles un chip y a las severas sanciones, de 501 a 5.000 euros, para los que incumplen este deber o no los tienen en correctas condiciones de cuidado e higiene.
Los refugios para animales se están viendo desbordados, y los
ayuntamientos reclaman ayudas a la Xunta para poder cumplir con su obligación de recoger a los animales abandonados. La mayor parte de los municipios gallegos se confiesan sobrepasados por la situación, con las perreras al límite de su capacidad. La situación se agrava si se tiene en cuenta que a las nuevas multas impuestas por la ley de la Xunta se unen los abandonos de perros regalados como mascotas en Navidad de los que sus propietarios ya se han cansado. Muchos son entregados en los refugios para animales, pero otros se abandonan a su suerte en la calle, y son recogidos en condiciones deplorables.