HABLA, TU SIERVO OYE
“Pues tus palabras son mis delicias”
Febrero 2018
¿Cuántas veces hemos pensado tirar
la toalla en cualquier asuntos que
emprendemos en nuestra vida?
Es más fácil abandonar la batalla o
cesar en la carrera, que seguir
esforzándonos hasta el final. Pueden
ser varias las causas de esta no
conclusión a nuestros proyectos:
Pereza, miedo, conformismo,
desánimo; inclusive, una actitud
derrotista.
Hay padres que no han sido ejemplo
para sus hijos en éste aspecto, pero
otros muchos han vivido con
constancia y perseverancia, con
esfuerzo y sacrificio, han tropezado y
se han levantado. Con su conducta,
han enseñado a despertar cada
mañana con el deseo de alcanzar
metas, comenzar algo y terminarlo.
Alguien dijo una vez que si nos
dedicásemos a una sola cosa, en
cuerpo y alma, seríamos unos genios
en eso que hemos emprendido.
En la esfera cristiana no tiene por qué
ser diferente. Éste principio también
se cumple cuando hablamos de
caminar por la senda de la vida.
Cuando creímos en Cristo como
nuestro Señor y Salvador, tomamos
una decisión, andar por el camino
nuevo y vivo, ejercer la profesión de
nuestra esperanza, luchar en la
buena batalla, del lado de los
vencedores, correr la carrera
espiritual, guardar la fe. Pero, con
tristeza lo digo, también algunos
cristianos se plantean abandonar y
cesar. La limpieza de nuestros
pecados, la salvación y la vida eterna
nos está asegurada. Ninguna de
estas cosas se pierden, aunque
mengüen nuestras fuerzas o cambie
nuestro ánimo, porque nunca antes
dependió de nosotros. Pero ¿qué de
nuestro crecimiento espiritual? ¿qué
de nuestro testimonio? ¿qué del
hombre interior que se renueva de día
en día? El apóstol Pablo oraba así por
lo filipenses: "Doy gracias a mi Dios
siempre que me acuerdo de vosotros,
siempre en todas mis oraciones
rogando con gozo por todos vosotros,
por vuestra comunión en el evangelio,
desde el primer día hasta ahora;
estando persuadido de esto, que el
que comenzó en vosotros la buena
obra, la perfeccionará hasta el día de
Jesucristo" (1:3-6). Es el mismo que
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PROSIGO A LA META
dijo: "olvidando ciertamente lo que
queda atrás, y extendiéndome a lo
que está delante, prosigo a la meta,
al premio del supremo llamamiento
de Dios en Cristo Jesús." (Filipenses
3:13,14). También el autor a los
Hebreos nos exhorta a mantenernos
firmes, sin fluctuar (10:23). Y así, la
Biblia está llena de expresiones
como estas, consejos que vienen de
uno y otro lado.
Gracias doy a Dios por esos
mensajeros, siervos suyos que con
amor y sabiduría nos recuerdan la
esperanza que hay en nosotros.
Todas estas son palabras de
bendición, dichas en una despedida,
en medio de una reprensión, como
recordatorio de las promesas de
nuestro Señor, porque el que ha
pasado de muerte a vida, puede
decir lo bueno que es ser salvo; pero
el que está por terminar su andadura
como siervo de Dios, puede decir
que aun mejor es haber servido a
Cristo. Hombres y mujeres que,
ejerciendo la fe y tomando como
ejemplo la experiencia en la vida de
otros y en sus propias vidas, ahora
aconsejan con ahínco que es mejor
estar un día en los atrios del Señor
que mil fuera de ellos (Salmo 84:10).
¿Qué son las epístolas? ¿Qué
contienen las cartas Paulinas?
¿Qué escriben Pedro, Santiago,
Judas, Juan? ¿No son todas ellas
palabras de ánimo, consejos para
continuar la carrera de la fe? ¿Qué
creyente genuino puede desligar su
vida en la tierra, de la nueva vida en
Cristo? ¿Es posible separar una
cosa de la otra? La respuesta es NO.
La regeneración es del alma, es un
proceso de transformación del
corazón, porque "aunque este
nuestro hombre exterior se va
desgastando, el interior no obstante
se renueva de día en día."
(2Corintios 4:16).
Con toda seguridad decimos que
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somos instrumentos en las manos de
nuestro Dios. Él nos utiliza con tres
propósitos: (1) para hacernos bien, (2)
para que hagamos bien a otros hijos
suyos y (3) para que los que todavía
no han creído, se conviertan a él. Así
sucedió con Moisés, su llamado fue
para beneficiar a muchos, empezando
por él mismo. Él aprendió las artes
castrenses mientras estuvo en el
palacio del Faraón, pero terminó
siendo el hombre más manso sobre la
tierra. Pasó de ser tartamudo a liderar
la salida del pueblo de Israel. Puso
delante del gobernador egipcio la
posibilidad de rendirse delante de
Dios, pero éste endureció su corazón.
Allí está también Pablo, convertido al
Señor camino a Damasco, y
convertido en el tutor, consejero y
padre espiritual de Timoteo desde su
segundo viaje misionero, cuando le
conoció en Listra (Hechos 16). A éste
joven creyente dedica sus últimas
palabras antes de morir, en una
segunda carta, "pero tú sé sobrio en
todo, soporta las aflicciones, haz obra
de evangelista, cumple tu ministerio.
Porque yo ya estoy para ser
sacrificado, y el tiempo de mi partida
está cercano." (4:5,6). Pablo
recomendó a Onésimo ante Filemón,
para que le recibiese nuevamente, no
con la autoridad y libertad que tenía en
Cristo (que la tenía) para mandarle lo
que conviene, sino por amor (Flm.8).
También intercedió por dos hermanas,
que a pesar de sus diferencias, le
habían servido útilmente en el
ministerio, rogando al emisario de la
carta que mediara entre ellas,
"Asimismo te ruego también a ti,
compañero fiel, que ayudes a éstas
que combatieron juntamente conmigo
en el evangelio" (Filipenses 4:3). Y
así, muchas referencias más.
Quince veces se menciona en las
epístolas la palabra "firmes", seis la
palabra "perseverar", tres ser
"constantes". Eso sin entrar en los
detalles del texto, cuyo contenido está
cargado de enseñanzas, vivencias,
ánimo, consejos, exhortación,
recordatorio, reprensión.
Que el Señor levante a más hombres y
mujeres, maduros en la fe, celosos de
la Palabra y con amor a los creyentes
para que den voz a lo que Dios tiene
que decirnos.
 HABLA, TU SIERVO OYE
“Pues tus palabras son mis delicias”
Febrero 2018
Que estén dispuestos a pastorear la
grey, no de título, sino en ejercicio y
entrega, porque como ovejas, mucha
falta nos hace la vara y el cayado, ese
instrumento de amor que usa el
Pastor para corregirnos, "Cualquiera
que se extravía, y no persevera en la
doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el
que persevera en la doctrina de
Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo."
(2 Juan 1:9); y también para
consolarnos, "Así que, hermanos
míos amados, estad firmes y
constantes, creciendo en la obra del
Señor siempre, sabiendo que vuestro
trabajo en el Señor no es en vano."
(1Corintios 15:58).
ANA RUIZ
¿CÓMO ES TU VIDA?
¿Te han hecho alguna vez esta
pregunta? Si has recibido a Cristo en
tu corazón, entonces puedes
contestar que eres bienaventurado/a.
Porque has recibido una nueva vida y
la pasada ya no está más, “De modo
que si alguno está en Cristo, nueva
criatura es; las cosas viejas pasaron;
he aquí todas son hechas nuevas”
(2 Corintios 5:17, ver también 1 Juan
5:11-12).
Puedes echar una mirada atrás para
recordar lo que eras antes de conocer
a Cristo y ver lo que ha hecho ahora
en ti. Comprobamos que antes
andábamos en tinieblas, pero ahora
tenemos la luz, Jesús dijo “Yo soy la
luz del mundo; el que me sigue, no
andará en tinieblas, sino que tendrá la
luz de la vida.” (Juan 8.12). Al
proyectar su luz en nosotros, hace
que resplandezcamos como
luminares en el mundo. Éramos
huérfanos, ahora somos hijos del
Padre celestial, “Mas a todos los que
le recibieron, a los que creen en su
nombre, les dio potestad de ser
hechos hijos de Dios.” (Juan 1:12,
Gálatas 3:26). Ya no estamos lejos,
pues Cristo nos ha acercado, “Pero
ahora en Cristo Jesús, vosotros que
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en otro tiempo estabais lejos, habéis
sido hechos cercanos por la sangre
de Cristo.” (Efesios 2:13). De la
esclavitud del pecado a la libertad
(Juan 8:34-36). “Y libertados del
pecado vinisteis a ser siervos de la
justicia” (Romanos 6:16-18).
Así, los que confiamos en Cristo,
somos dichosos porque disfrutamos
de sus promesas, que son fieles.
Tenemos su paz, su gozo. De él
recibimos las fuerzas que
necesitamos para vivir en éste mundo
lleno de maldad y de injusticias. Tal es
nuestra nueva vida que enfrentamos
las adversidades de forma diferente,
no confiando en nuestras fuerzas, ni
en nuestra capacidad física o
intelectual, sino en aquel que es
Poderoso y que tiene el control de
todo. De ésta manera podemos
continuar sirviéndole de buen ánimo y
agradecidos. Más aún al reconocer
que nada de lo que él nos da,
merecemos, y que no recibimos el
pago que merecen nuestros hechos,
pues si así fuera, ninguno de nosotros
podría mantenerse en pie ante el Dios
Justo y Santo.
El rey David, en uno de sus salmos
expresó: “Bienaventurado aquel cuya
transgresión ha sido perdonada, y
cubierto su pecado”. (32:1). Él
reconoció su pecado ante Dios, era
consciente que no merecía el perdón,
pero también sabía que el que espera
en Dios es rodeado de su
misericordia. Por lo cual se tuvo por
dichoso al recibir el perdón. Solo él
puede perdonar y tener misericordia.
Absueltos en Cristo, ya no pesa sobre
nosotros la condenación eterna
(Romanos 8:1). Y es que, para poder
disfrutar de la nueva vida en el Señor,
debemos acudir a él en
arrepentimiento por nuestro pecado y
solicitar su perdón. Recibimos vida
eterna, no porque seamos buenos o
mejores, sino precisamente porque
hemos reconocido que somos
indignos y miserables, necesitados
del Salvador. El Apóstol Pablo dijo:
“Palabra fiel y digna de ser recibida
por todos que Cristo Jesús vino al
mundo para salvar a los pecadores
de los cuales yo soy el primero”
(1Timoteo 1:12-16). Así que por
gracia somos salvos.
El Señor Jesucristo enseñó que el
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hombre prudente es aquel que edifica
su casa sobre la roca, y por más que
la tempestad golpee con fuerza sobre
aquella casa, no se vendrá abajo,
porque su cimiento es firme. Éste es
el hombre que oye la palabra de Dios
y la hace. Pero el que oye y no
obedece es semejante al hombre
insensato, que edificó su casa sobre
la arena, y cuando vino la tempestad,
aquella casa fue derribada (Mateo
7:24-29). Y Dios “…ahora manda a
todos los hombres en todo lugar, que
se arrepientan; por cuanto ha
establecido un día en el cual juzgará
al mundo con justicia, por aquel varón
(Cristo) a quien designó, dando fe a
todos con haberle levantado de los
muertos”. (Hechos 17:30-31).
Y pregunto: ¿cómo es tu vida? ¿cuál
es el cimiento que has tomado para
edificarla?
DIANA ZAMBRANO
¿Cómo en su sangre pudo haber
tanta ventura para mí,
si yo sus penas agravé
y de su muerte causa fui?
¿Hay maravilla cual su amor,
morir por mí con tal dolor?
¿Hay maravilla cual su amor,
morir por mí con tal dolor?
Nada retiene al descender
sino su amor y deidad.
Todo lo entrega: gloria, prez,
corona, trono, majestad.
Ver redimidos es su afán,
los tristes hijos de Adán.
Ver redimidos es su afán,
los tristes hijos de Adán.
Mi alma, atada en la prisión,
anhela redención y paz.
De pronto vierte sobre mí
la luz radiante de su faz.
Cayeron mis cadenas; vi
mi libertad, y te seguí.
Cayeron mis cadenas; vi
mi libertad, y te seguí.
¡Jesús es mío! Vivo en Él,
no temo ya condenación.
Él es mi todo: paz y luz,
justicia, gozo y redención.
Me guarda el trono eternal,
Por Él corona celestial.
Me guarda el trono eternal,
Por Él corona celestial.
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“Pues tus palabras son mis delicias”
Febrero 2018
"Aconteció que yendo de camino,
entró en una aldea; y una mujer
llamada Marta le recibió en su casa.
Ésta tenía una hermana que se
llamaba María, la cual, sentándose a
los pies de Jesús, oía su palabra.
Pero Marta se preocupaba con
muchos quehaceres, y acercándose,
dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi
hermana me deje servir sola? Dile,
pues, que me ayude. Respondiendo
Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y
turbada estás con muchas cosas.
Pero sólo una cosa es necesaria; y
María ha escogido la buena parte, la
cual no le será quitada."
(Lucas 10:38-42)
Esta es la realidad de muchos
creyentes hoy en día. Estamos tan
enfrascado en nuestra rutina diaria, o
mejor dicho, afanados y turbados por
los quehaceres diarios. No sabemos
administrar el tiempo, nuestras
prioridades no están claras, o
sencillamente damos más
importancia e invertimos mas horas
de las necesarias en asuntos
terrenales, aun sabiendo que son
pasajeras, momentáneas y con fecha
de caducidad. Tenemos más de lo
que realmente necesitamos, no nos
conformamos con tener lo justo,
cuanto más dinero ganamos más
gastamos, y cada vez buscamos o
inventamos nuevas formas de
consumir aquello que realmente ni
nos hace falta. Malgastamos el
tiempo de forma deliberada en
actividades que luego no son de
provecho, ni de bendición. Cuando
digo esto, pienso en las horas que
pasamos delante de una pantalla
bien sea la TV, ordenador, móvil o
tablet. Si no es esto, pasamos más
tiempo en nuestros trabajos que en
casa, y los quehaceres domésticos
que no faltan. Si no es alguna de
éstas, seguro que nos inventamos
algo. Todo por satisfacer los deseos
de la carne, las necesidades
terrenales. Se nos va la vida en estas
cosas, y lo peor de todo es que no nos
damos cuenta de ello, se nos esfuma
el tiempo. Lo triste es que no
podemos recuperarlo.
"Marta, Marta, afanada y turbada
estás con muchas cosas". No quiere
decir que las tareas del hogar no son
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AFANADOS
necesarias, pero sí debemos
aprender a confiar, descansar y
depender totalmente de Dios, él
sabe de qué cosas tenemos
necesidad antes que nosotros
mismos. Él se humanó, sufrió, tuvo
hambre, sueño, necesidades como
cualquiera de nosotros. Él tenía su
familia y como hijo primogénito
cuidó, sustentó y protegió a los
suyos. Aprendió el oficio de su padre
y seguramente trabajaron codo con
codo. Él vivió en su propia carne
todo esto y mucho más. Se hizo
semejante a nosotros y venció en
todo, demostrando que todo lo
podemos cuando estamos en Dios.
Jesús no descansó hasta cumplir
todo lo que el Padre le encomendó,
no dejó nada a medias, y todo lo hizo
en el tiempo previsto por el Padre.
Los creyentes también tenemos un
propósito qué cumplir, una misión,
un plan perfectamente diseñado
para cada uno. Él nos conoce mejor
que nosotros mismos y sabe todo lo
que podemos hacer. Jamás nos
dará nada que no podamos hacer.
Lo que sí nos da son dones, talentos,
gracia; nos capacita, moldea, para
cumplir con ese propósito
maravilloso. La decisión es nuestra.
Como en el relato anterior, María fue
quien decidió estar a sus pies, ella
fue quien quiso y dispuso en su
corazón estar ahí para escuchar sus
enseñanzas. Esa debe ser nuestra
actitud cada día de nuestra corta
vida, debemos aprender a tener muy
claras nuestras prioridades, dar al
Señor el lugar que él merece y
desea, no por obligación o cumplir
como si de una rutina se tratara, y
mucho menos de cualquier manera.
Debemos ser mansos, humildes y
con corazones siempre dispuestos,
dedicando nuestro tiempo a aquel
que nos lo da, recordando siempre
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que, si estamos aquí y tenemos lo que
tenemos, es gracias a él. Nuestra
mirada, nuestra mente, nuestro
corazón, nuestras fuerzas, deben
estar es en las cosas espirituales,
alimentar nuestra alma de la palabra,
conocer al Dios en quien hemos
depositado nuestra fe y esperanza,
estar a sus pies. La consecuencia de
ello es un servicio eficaz en su obra.
Que el Señor nos ayude a saber
escoger dónde y cómo queremos
estar delante de él. Si preferimos
atender primero las necesidades de
esta tierra o las espirituales, que son
las que nunca nos serán quitadas, las
cuales permanecerán para siempre.
Como he dicho antes, el tiempo que
hemos perdido por estar afanados y
turbados en nuestros quehaceres y
preocupaciones, no lo recuperaremos
nunca, pero aún estamos a tiempo de
hacer un alto en el camino y ver en qué
estamos fallando, para tener claras
nuestras prioridades. Sabemos que
no es fácil pero tenemos al Dios
Todopoderoso y al que nada le es
imposible a nuestro lado, dándonos la
oportunidad y las herramientas
necesarias para que seamos esos
siervos fieles y constantes, ocupados
en las cosas que a vida eterna
permanecen.
El apóstol Pablo fue escogido por Dios
para un ministerio donde pasó por
diferentes circunstancias y lo cumplió
de forma maravillosa, por lo cual pudo
pronunciar estas palabras:
"He peleado la buena batalla, he
acabado la carrera, he guardado la fe.
Por lo demás, me está guardada la
corona de justicia, la cual me dará el
Señor, juez justo, en aquel día; y no
sólo a mí, sino también a todos los que
aman su venida." (2 Timoteo 4:7-8)
Todo esto es posible estando a los
pies de nuestro Señor y Salvador.
ALEXA CASTRO
¿Quién es Él que bajará,
y todo ojo le verá?
Es Jesús, ¡oh qué historia!
Es Jesús, el Rey de gloria.
A sus pies es mi lugar,
alabando sin cesar.
 HABLA, TU SIERVO OYE
“Pues tus palabras son mis delicias”
Febrero 2018
“Porque no me avergüenzo del
evangelio, porque es poder de Dios
para salvación a todo aquel que cree;
al judío primeramente, y también al
griego” (Romanos 1:16)
“La vergüenza es un sentimiento de
incomodidad producido por el temor a
hacer el ridículo ante alguien, o a que
alguien lo haga. También se puede
producir por una humillación o insulto
recibidos.”
Para muchos, éste sentimiento está
bien presente, porque la sociedad en
que vivimos demanda cosas de
nosotros (o eso es lo que llegamos a
creer). No queremos ser rechazados,
ni que nos pongan aparte por ir en
contra de algún pensamiento, no
tener la misma opinión o no compartir
los mismos gustos. Lo cierto es que
también hay otros que no se
amedrentan con estos comentarios,
que en algunos casos llegan a ser
insultos, porque están convencidos
de lo que hacen y en lo que creen.
Esto es una tremenda lección para
nosotros.
El apóstol Pablo, siendo el
perseguidor de los del “Camino”,
llegó el momento en su vida en que
quedó completamente cautivado por
Aquel a quien perseguía. El Señor
Jesús le dijo: “¡Saulo, Saulo! ¿Por
qué me persigues?”. Éstas palabras
calaron hondo en su corazón,
rindiéndose sin ninguna resistencia a
la aparición y el llamado. Por eso, la
vida de Pablo había sido
transformada, y con la misma pasión
que comenzó su labor de
persecución contra los que seguían a
Cristo, inició su ministerio hablando a
todos acerca del Salvador.
PROSIGO A LA META
“Estad firmes
y
constantes...
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NO ME AVERGÜENZO
Pablo escribe su carta a los creyentes
en Roma con el deseo de conocerles
personalmente, porque quería estar
con ellos. Su tema, al inicio de la
carta, es sobre el evangelio, las
buenas noticias, para animarles y
sentar las bases de la enseñanza a
través de su propia experiencia. Él
había sido llamado a la obra y estaba
asumiendo esa responsabilidad
delante de Dios como buen
administrador de lo que se le había
confiado (1:1), sirviendo en espíritu
(1:9), ejerciendo con empeño y
dedicación. Estaba deseoso de
anunciarles las bendiciones recibidas
en su labor.
Entonces, llega al versículo que
encabeza este escrito: “No me
avergüenzo”. Todo lo que Pablo
había ganado y alcanzado en su vida
terrenal, lo había dejado por algo más
transcendental y eterno, el evangelio
de Jesucristo. Estaba dispuesto
hasta dar su propia vida para que
otros conocieran del Salvador, al
Señor Jesucristo. Esa era su
predicación cuando llegaba a las
sinagogas en sus viajes misioneros,
su único anhelo era que otros
experimentaran lo mismo que él. Así
sucedió en aquel encuentro
maravilloso con el rey Agripa, en
Hechos 26, donde el rey, después de
escucharle, le dice: “…por poco me
persuades a ser cristiano. Y Pablo
dijo: ¡Quisiera Dios que por poco o
por mucho, no solamente tú, sino
también todos los que hoy me oyen,
fueseis hechos tales cual yo soy,
excepto estas cadenas!” (vv.28,29).
Pablo, en ningún caso, ni delante de
nadie, se avergonzó en quien había
... creciendo en la obra del Señor
siempre
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creído. Su vida era vivir para Cristo,
“Con Cristo estoy juntamente
crucificado, y ya no vivo yo, mas vive
Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la
carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios,
el cual me amó y se entregó a sí
mismo por mi” (Gálatas 2:20).
Tomemos una decisión y pongamos
manos a la obra. No hay razón para
avergonzarnos de nuestra fe, quizá
de nuestra inconstancia, pero nunca
de nuestro Señor. Él no defrauda, no
miente, no cambia. Es la verdad, la
vida. No solo aquí y ahora, sino por la
eternidad; ese tiempo sin fin en que
recibiremos las recompensas por el
trabajo hecho en su obra. Así que
“gozaos y alegraos, porque vuestro
galardón es grande en los cielos;
porque así persiguieron a los profetas
que fueron antes de vosotros”
(Mateo 5:12). JOAB CERVINI
No te dé temor hablar por Cristo,
haz que brille en ti su luz.
Siempre a quien te redimió confiesa;
todo debes a Jesús.
Coro
No te dé temor, no te dé temor,
Nunca, nunca, nunca.
Es tu Salvador amante;
nunca pues te dé temor.
No te dé temor hacer por Cristo
cuanto de tu parte está.
Obra con amor, fe y constancia;
Tus trabajos premiará.
No te dé temor sufrir por Cristo
Los reproches y el dolor.
Sufre con amor sus pruebas todas,
Cual sufrió tu Salvador.
...El trabajo
en el Señor
no es en
vano” ANA RUIZ