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El chupacabras de Pirque www. pepepelayo.com neat © Desa alice: 2003, Agullar Chileaa de Balcones S.A, 1. Anal tia 144, Providencia Sintago ve Chile + Grupo Sentilana de Katcones S.A, ‘orrelaguns 60, 28083 Mada, Espa, + Apuilat Alte, Taurus, Altguara S.A. de CV. ‘Aida Universdad, 767 Col el Vale, Mexico DF CP. 03100. + Suis, Alten, Taurus, alfaguara SA, de Eines ‘Avda: Leandro. Alem 720, C1001 AAP, Buenos Aes, Acgatina, + Santana S.A. ‘Avia San Felipe 731 Jen Mara 11, Lima, Feb + Eaiciones Satilans Sa. CConsitucn 1889, 11860 Montevideo, Uigsy + Santilana a, Cr Rio de Janez, 1218 exquina Foto pane Assasin, Puceguy. + Sanilana de Eaiones 5. ‘Avda. Are 2333, ene Rosendo Gutiéne? 2» Bolisro Salas, La Pa, Bolivia ISBN 956.259.2805 Inscrpeia: 138966 Irsresoen ChilerPrited in Cie Prine eicn: aviembre de 2003 ‘Cuara i’ ecube de 2008 Diseo de a oles Manuel Esaia Poteet icine tered Sith ar seman eran spe ta eS open ers aes sere tape sation an ae El chupacabras de Pirque _ PePe Pelayo / Betan lustaciones de Alex Pelayo ALA z Kaiser y Sissi ca El hombre corria desesperadamente por un oscuro ttinel, De repente, se detuvo y miré hacia atrés. Sélo vio los brillantes ojos de aquel monstruoso animal que se acercaba con rapidez. Intenté continuar con la huida, pero la extrafia atraccién que le provocaba aquella maligna mirada hizo que sus piernas no le respondieran. Un escalofrio le recorrié el cuerpo. Ef animal habia salrado sobre él y estaba a punto de ensartarlo con sus garras y clavarle sus largos y afilados colmillos. Quiso gritar, pero no salié ningiin sonido de su gar- ganta. Sintié unos pequefios, pero agudos, dolores en ef pecho. Estaba aterrado. Habia Ilegado su final. Edmundo Sovino abrié los ojos ys mientras controlaba su agitada respiracién, fue tomando conciencia de su pesadilla. Sin embargo, los entrecortados do- lorcillos en el pecho continuaban. «Algo raro 5 me sured », pens6, Entonces, estiré el brazo y encendis la ldmpara de la mesiea de noche. ‘Ast pude descubrir a Misubicha, su gata siamesa, que subida en la cama y con aspec- to asustado, le afafiaba el pecho con sus ufas. —:Qué le pasd a mi gatita? zTavo una pesadilla como su duefio? —le susurré Edmando, acaticiéndola con ternura, El hombre miré el reloj despertador y observé que eran las cinco y cuarenta y cinco de la mafiana, Puso al animal en el suelo y fue hacia la cocina @ comar un vaso de agua, para olvidarse del mal suefto. Lo hizo en puntillas de pie, para no despertar a su mu- jer y a sus hijos. De pronto, al pasar por el comedor, pis6 una patinera que los aitios no habfan recogido fa noche anterior. Perdié el equilibrio y saltando hacia atrés, en un pie, traté de recuperarlo, Hizo un intento de agarrarse a la mesa grande, pero s6lo pudo asir el mantel tejido que arrascrd con él. Eso hizo que cayera el centro de mesa de bronce con varios duraznos, petas y manzanas plisticas, que rodaron por toda la casa. Y, pa- ra més desgracia, Misubicha, que continuaba asustada al lado de su duefo, fue cubierta por el blanco mantel al caer. Entonces, con histéricos maullidos, la imp da fantasma 9 comenzé a cotter y a tropezar con todos los mucbles de la casa, rompiendo varios adornos. ‘Al mismo tiempo, Edmundo terminé por caer sentado contra el aparador de madera tallada. El mueble se rambaled con fuerza, y se derribaron un frasco de harina de trigo y otro de mermelada de frambuesa, que estaban colocados encima. Los recipientes se abrieron y sus contenidos fueron a parar a Ia cabers calva de Edmundo que, medio aturdido, no podia entender por qué pasaba todo eso. Por supuesto, la bulla del incidence despert6 a toda la familia. Nena, su esposa y sus hijos, Cristébal y Daniel, corrieson alar- mados hasta el comedor y encendieron la luz, Pero, al percatarse de la situacién y ver el aspecto de Edmundo, con su méscara blanca y foja proveniente de su calva, comenzaron a reir a carcajadas. as rsas duraron un buen rato, porque, mientras limpiaban y ordenaban todo, hacian comentarios, recordaban y volvia a producirse Ia hilaridad. Al final, cuando regresaban a sus ca- mas, Edmundo se dio cuenta de algo insélito: —jEsperen! ;Se dieron cuenta que Kaiser y Sissi no han ladrado en ningtin momento? 0 = Qué raro! —confirms Nena—. Por menus alboroto del que armaste, sus ladridos ya hubieran despertado a todos los vecinos en tres kildmerros a la redonda —;Se los habrin robado? —pregun- taron los nifios. —Si, es muy extraiio —concluyé Edmundo—. Voy a averiguar. Se puso un abrigo porque, aunque era verano, las madrugadas solian ser muy fifas. Después buscé la linterna y salié. La gata, al abrirse la puerta, se desli- 26 temblorosa hacia el dormitorio. Ella era la Uinica que sabia lo ocurrido. Los demés, estaban lejos de sospecharlo. Los Sovino vivian en Pirque, una hermosa comuna tural a una hora del centro de Santiago. Es una zona casi triangular, limitada por cerros de mediana altura, a los pies de la cordiliera y el rio Maipo, Antes de que la capital creciera hasta esa zona, era s6lo un conjunto de grandes fundos. Después, sus duenos fueron dividiendo sus tierras en parcelas y las pusieron a la venta. Cuando Edmundo quiso alejarse del ruido y el esmog de la ciudad, recorrié casi todo Pirque bus- cando una parcela bonita y amplia, Encrd por la avenida Vicufia Mackenna, una de las ue arterias mas largas de Santiago, dej6_asrés Puente Alko, y legé al llamado cenero de ?ir- que. Vio el Colegio Colonial, que considers excelente para sus hijos, la iglesia, el correo, el kiosko «Donde Malvina» y las tiendas de los artesanos. Cada vex fue enamorancose mis de lo pintoresco del lugar. Doblé hacia su izquierda, més adelante, gird a la derecha, por Santa Rita, Comenz6, entonces, 2 obser- var las parcelas, A mano derecha, viré per el camino La Esperanza, donule enconus des que estaban i la venta, Se decidié por la més gran- de, de, unos cuarenta mil metros cuadrados, gue tenia muchos atboles como almendros, sauces llorones y nogales. | Bracisamente, entre el nogal més viejo yuna enorme piedra, él y sus hijos les habian construido sus casitas a Kaiser y Sissi, sus pastores alemanes. Edmundo llegé hasta alli, miré dentro de las casitas y, poco a poco, fue recortiendo con Ia luz de la linterna coda la zona. De repente, a un costado de la piedra grande los encontré. Dio un respingo y el corazén se le aprerd. Ambos perros yacian muertos. Con mucha angustia, se acercé y pudo comprobat que Kaiser tenia la parte posterior toda des- garrada, incluso le faltaba una pata, y Sissi 2 presenta’ 4 las mismas heridas, pero en el lomo. ;Quién pudo hacer semejante bar- —balbuced con eristeza—. Pobrecitos! Enseguida pens6 en sus hijos y en ‘cémo se pondrfan. Por eso decidié enterrar a Jos perros répidamente, para evitarles el dolor de verlos ast. Pero se contuvo. :No era mejor dejar la escena del crimen intacta y llamar a los carabineros? «Quiads encuentren mafiana mismo al animal o a la persona que hizo esto y eviten que lo haga de nuevos, se dijo. Dicho y hecho, Regresé cortiendo a Ja casa y llamé a Emergencias, al 133. Lo. que nunca se imaginé fue que quello sélo era el principio. baridad: Darras de la cortina de la ventana de su pieza, en el segundo piso, estaba el nitio, acechando la Ilegada de Dante. Ricky se habia puesto de acuerdo con su abuelo para hacerle una broma a su primo, que ain no sabia de su presencia La abuela estaba acostumbrada a ‘esas jugarretas. Para ella, Ricardo (nunca ha podido decirle Ricky) heredé el sentido del humor y su gusto por las bromas de su esposo. Y como eran sanas y nadie salia daitado, las permicia y pasaban un buen rato. La fama de bromista de Ricky iba més alla del colegio y el barrio. Era un nifio muy despierto y creative. Quizas podfa me- jorar su rendimiento en clase; pero, tampoco era un mal alumno, ni mucho menos. Sus dos pasiones eran los libros (los de aventuras, los fantdsticos y los policiacos) y el baloncesro. Lamentablemente, no tenia una gran estatura. “4 Incluse, — podrfa decir que era bajo para sus once afio., peto su técnica, velocidad con el balén y punteria eran envidiadas por todos. Para él, la NBA era lo méximo y su idolo era Jason Kidd, Por 650, se haba cortado al rape su pelo negro y nunca se quitaba la camiseta blanca de ribetes azules, con el niimero 5 del estrella base armador de los Nets. Sus dos grandes suefios eran convertitse en detective, o algo asi, y llegar a jugar en el equipo nacio- nal de Chile 0 en el de Cuba, Porque, al ser hijo de un chileno y una cubana, su corazén estaba diyidido entre ambos paises. Fuera de sus estudios y el deporte, Ricardo Fuenzalida Sotolongo, més conocido por Ricky, ocupaba el resto de su tiempo en preparar bromas, por lo mucho que le gusta- ban y divercian. Sélo hacia un par de horas que Jo habian dejado alli, El insistié en pasar sus vacaciones en Pirque, incluso rechazando el viaje de descanso a las Torres del Paine, que organizaron sus padres. Le encantaba el lugar y la compafifa de su familia, por parte del padre: la dulce abuela, ef picaro abuelo y el buenazo de su primo. Dante era un joven de veinticinco afios, alto, muy fuerte y con preparacién en 6 defensa personal y artes marciales. Ese afto habia comenzado a trabajar en una empresa de seguridad como guardia de un imporcan- te banco en Santiago; pero, el empleo le duré poco, debido a su inocente y noble personalidad. Un dia, a punto de cerrar el banco, se aparecié una viejica en silla de rue- das, rogando que la dejaran pasar a cobi un cheque. Dante se conmovis y le permit la entrada. Una vez adentro, fa viejita se pars y sacando una pistola, grité: «Esto es tun asalto!s. Era un conocido delincuente. Y como Dante nunca se percaté del abultado bigote de fa vigjita, lo echaron al otro dia. Por suerce, enseguida encontré trabajo como eartero en la Municipalidad de Disque. Y ahora se la pasaba llevandole la correspon- dencia en bicicleta a todos los vecinos de su misma zona. Para Ricky, su primo era la victima ideal de sus bromas y ahora, una vez més, lo iba a demostrar. Dante no hizo més que saludar con tun beso a sus abuelos al entrar, cuando sond el telefono. Ricky, escondido en su dormito- fio, le Hamaba desde el aparato celular que le habian dejado sus padres. — 2A? —contesté Dante. 7 —;Quign esta al aparato? —pregunté Ricky cambiando la voz. ~Yo. Dante Fuenzalida, —En este momento no esrd en casa. —1Quign no esta en casa? —dijo el joven sin entender. —Dante Fuenzalida —respondis Ricky, haciendo un esfuerzo para no soltar la risa Pero Dante Fuenzalida soy yo! —Disculpe, sefior, pero Dance Fuen- talida acaba de salir. Quiere que le lame cuando regrese? —jEscuche, conto! —grité Dante, ya enojade—. jo no he llamado a ningiin Dante Fuenzalida! Yo soy Dante Fuenzalida! iY usted me ha llamado a mi —Mire —continué Ricky, a duras penas—. Si quiere me deja su ntimero de te- lefono y yo le digo que lo llame de vuelta. El estaré aqui en un rato més. Sélo fue al bafo. Me dijo unos minutos, pero usted sabe cério es dl, dice eso, pero después se pone a leer. — Olga! ;Qué sé yo de. —2Cémo me dijo que se llamaba us- ted? —pregund en voz alta Ricky, bajando hasta el living y llegando al lado de su primo. ‘Al darse cuenta del engafio y al ver las 18 careajrd: de Ricky y los abuelos, Dante comenzs a perseguir @ su primo por toda la parcela. Al fin pudo alcanzarlo cerca del quincho y la piscina. Pero en vex de hacerle dafo y vengarse, sélo lo abrazd, haciéndolo rodar por el pasto, Ya recuperado el aliento y pasidas las risas, se pusieron a conversa. Cémo te va en el trabajo, primo? —quiso saber Ricky. —Ahi, mds o menos. Mira, lo mejor es que me mantengo en forma con d ¢jerci- cio de la bicicleta y voy haciendo amistades con los vecinos. ~~-gPero no es muy aburrida? —Bueno, a veces —respondié Dante, moviendo la cabeza—. Otros dias no. Mira, hoy mismo me enteetuve mucho con el cuento de los Sovino. ue pass? —Que aparecieron muertos sus dos pasrores alemanes de forma muy extraiia. Llamaron a los carabineros, éstos Hegaron, revisaron todo y no encontraron nad. —Pero van a seguir investigando, gto? dijo el nifto muy interesado. —Mira, la verdad es que yo hablé después con el catabinero que los visis6 v me 9 dijo que no tenian tiempo para eso, porque era muy poca la dotacién de personal para cubrir los municipios de Puente Alto y Pirque. Ellos estin muy ocupados con casos més importantes de delincuencia mayors, centiendes? —Si, pero no es justo que la cosa se quede ast, zn0 es cierto? —comenté Ricky, parindose y dando. paseitos. —Bueno, a veces las cosas son ast. —Oye, zy si nos ponemos a investi- gar nosotros? —Qué’ —se sorprendié Dante—. Nosotros? Pero si... . —:Qué pasa, grandulén? {Tienes miedo? —i¥o no le vengo miedo a nada! —salt6 el jover—. Pero... eso puede ser muy peligroso. — Por qué? —insistié Ricky. —Es que... Oye, primo, ahi hay algo raro! No es tan sencillo el cuento como parece. Hoy mismo pasé por casa de Melisa, la mujer que dicen que es bruja, porque lo adivina to- do, y me conté que ella estaba segura de que el que maté a los perros era el Chupacabras. Qué :El Chupacabras? —exclamé Ricky, en tono burlén—. :¥ ti crees en eso? 20 = ‘ueno, en la vida hay cosas que uno no i.e. No seas tonto, primo. Esas son supersticiones del campo. Mira, ahora més que nunca debemos hacerlo, Y nadie lo tiene que saber —afirmé el chiquillo—. Ademés, piensa, si ennemos éxito y arrapamos al asesino, ui vas a agarrar fama, todos ce van a admi- rar... Eh? Qué me dices? {Ti crees...? {Claco! Ya esté decidido! Mafiana mismo me voy contigo en la bicicleta para inspeccionarlo todo. —Bueno. —Oye, zai no eres Dante Fuenzalida? Creo que te llaman por teléfono. Y, diciendo eso, Ricky corrié hacia la casa perseguido por su primo, Y llegaron a buena hora, porque unos exquisitos poratos granados, el plato favorito del muchacho, ya estaban servidos. = Barrabas iy Dante sintié un golpe sobre su pecho y pensé que estaba perdido, Quiso zafarse del abrazo que lo atenazaba, pero no pudo. Hizo el intento de pedir auxilio y el grito se le atra- ‘ganté en la garganta. Desde que se acostara fa noche anterior no hizo més que pensar en lo sucedido a los perros de fa familia Sovino y lo que le dijera Melisa sobre el Chupacabras. Y, sin saber por qué ni tener ninguna razén convincente, tuvo la certidumbre de que po- dria ser aracado por la bestia que nadie habia visto y de cuya existencia no habia prucbas. Era eso lo que estaba pasando? Un nuevo in- tento por gritar y esta vez sus cuerdas vacales le respondieron, pero con poca claridad: —;Auxilio, el Chupacabras! — Qué cosa, Dante? {Soy yo, Ricky! Dante abrié los ojos y se encontré a su primo sentado a horcajadas sobre su pe- cho, al mismo tiempo que su risa cristalina 2 hizo el mismo efecto que la alarma del des- pertador. — Jess, Marfa y José! {Qué susto me diste! Quin crefas que era? No... nadie... —se turdé porque rno quiso que Ricky supiera lo que habia ima- ginado, a sabiendas de que, sise lo decfa, iba a ser el blanco de sus bromas todo el dia. Al fin, disimulando su confusién inicial, le pre- Qué haces levantado tan temprano? No quedamos en que hoy tem- prano tbamos a inspeccionar el lugar, donde aparecieron muertos los perros de la familia Sovino? —Si, en eso quedamos. Y qué esperas entonces! —excla mé Ricky y dio un salto afuera de la cama para que stt primo pudiera levantarse. Un rato més tarde rodaban en la bici- cleta por el camino La Esperanza, en direccién a la casa de los Sovino. Dante pedaleaba vigorosamente, en tanto Ricky, sentado en la parrilla trasera, disfrutaba del paisaje rural a esa hora tan temprana. El sol se filtraba encre el follaje de los almendros, los sauces Horones y los plétanos orientales, en cuyas ramas los pajarillos se encargaban de darle la bienveni- 2 da ala mafiana con sus captos. Observando las anchas espaldas de su primo y la porencia de sus piernas al accionar los pedales, a Ricky se le antojé que, ‘de proponérsclo, pudiera haber sido un pivor estrella de la NBA, a Ia altura de Shaquille ‘O'Neal o cualquiera de los grandes que en la historia del baloncesto mundial han ocupado esa posicién, Pero, a Dante sélo le interesaban Jas artes marciales y los deporte de combate Ademds, para jugar al baloncesto no basta con tener un buen fisico. Hace falra también agilidad de pensamicnto y ese era un atributo que al ingenuo de Dante le faltaba. Por eso a Ricky no le extraftaba que el grandulén y buenazo de su primo creyera en cualquier cosa que le concaran, como esa hiscoria que el dia anterior le hiciera esa tal Melisa. Aun ast le pregunto: —:De verdad, crees en eso del Chu- pacabras, primo? —Uno nunca sabe... —Acaso alguien ha visto alguno por agu? —No, nadie ha visto ninguno. Pero ‘es0 tampoco quiere decir que no exista. —Dante, jno te parece que estés muy crecidito para que te dejes..2 4 Pero no pudo terminar la frase, por- que ya estaban en la parcela de los Sovino y el primo se lo avisé: —Es aqut. Se bajaron de la biciclera frente a la casa y Dante la recosté contra una de las columnas de la entrada. Luego tocé el timbre de la puerta y se oy6 una pequefia melodia de campanitas. Dante, durante la espera, se puso a contemplar el paisaje de espaldas a la puerta, lo que aproveché Ricky para tocar el timbre por s@unda vez. . = Nolviste a tocar? —salté Dante, girando hacia su primo, . —Claro que no: =A entonges quién fue? —Ah, no sé —tespondié el nifo cencogiéndose de hombros. Y, sefialando al Cielo, pregunté—. :Eso es un céndor? Dénde? —quiso saber el joven, mirando hacia arriba y poniéndose una mano en la frente para evitar el sol. —Allé, por aquel certo... Y mientras Dante buscaba con la vista, Ricky desliz6 su brazo por detrés de él y volvié a tocar el timbre, {Tocaste otra ver! —iNo fui yo, Dante! —se defendid 25 el nifio, retirando su brazo con rapider—. Ese debe ser el nuevo timbre que salié al mercado. Yo lo he visto en Santiago. Tt tocas una vez y esta media hora sonando... En ese momento abrié la puerta Edmundo Sovino, con cara de pocos amigos. —:Cual es el apuro? —pregunté, algo enojado, —jAys perdone usted, don Edmundo! —Dante comprendié la broma de su primo ¢ intenté dar un paso adelance para discul- parse. Peto lo que hizo fue tropezar, perder el equilibrio e irse de cabeza contra el abdomen de Edmundo, quien también perdié el balan- ce. Ambos cayeron abrazados en el interior de la casa, Ricky lloraba en silencio de risa. —;Qué vergilenza, don Edmundo, no sé qué decirle! —el pobre carcero estaba cada vez. més confundido. —Mientras lo piensas, hazme el favor de quitarte de encima mio —respondié el hombre con resignacién. ‘Cuando al fin ambos consiguieron ponerse de pie, el duefio de casa se sacudié y alisé sus ropas-antes de preguntar: —,Qué te trae por aqui con tanto escindalo? ;Vienes a traerme alguna carta con urgencia? 26 —No, don Edmundo —dijo Danie todavia ruborizado— es que mi primo Ricky y yo quisimos venir a ver el lugar donde apa- recieron muertos Kaiser y Sissi. — Para qué —Bueno, a lo mejor encontramos alguna pista... —Pista? ;Para qué? —~Para wratar de descubrir quién lo hizo. —No hace falta, ya se sabe quién ma- t6 a mis perros. —Ah, si? —intervino Ricky, que hasta ese momento se habla mant obsetvador, disimulando su tisa—. Quién fue? —Batrabis. —Barrabés? —el muchacho arrugé el entrecejo— ;Quién es Barrabis? , como Al dice —continué Estela—. Es su forma de terapia y dice que le hace bien... ur Después de pedirle perdén. a Pedro por la golpiza y de disculpasse con los Sawi- ki por despertarlos, Dante y:Ricky salieron con su bicicleta al camino dé La Esperanza cabizbajos, avergonzados y en silencio. Medio kilémetto fue suficiente que Dante iniciara el didlogo’ ee —Ya no sé qué pensar. Byco es muc! mucho mds dificil de lo que imaginé. —Cémo lo habfas imaginads, primo? —Sin pasar cantos apuros, tastas ver- giienzas... . —Mira, Dante, estas equivocaciones pasan en este tipo de trabajo. Pero, después se olvidan. , —Se olvidan si descubrimos al asesi- no, sino. _ HY lo vamos a descubrit! —afirms Ricky con decisién—. Ahora sélo tenemos que concentrarnos en lo que tenemos. AY qué tenemos? —La pista de las huell s sles las de las zapa- —Pues mira, yo creo que deberos ir pensando en la posibilidad del Chupa- cabras.. iQue! —salté ef nifio—, ;Otra vez con eso, Dante? us —Si, no puedes cerrarte a la posibili- Espérate! jEscuché algo, Ricky! “Qué cosa? —se alarmé el nifio. —jOtra vez el ruido del motor! ;Va~ mos! jAesconderse de nuevo! Volvieron a buscar un espacio bien oscuro entre los matorrales de la cerca, que Jimira las parcelas del camino. Pero, en esta cocasién los acompaiié la suerte. Pudieron reconocer al chofer de aquella extrafia camio~ neta, que a esas horas de la madrugada recorria La Esperanza. —¢Lo viste? —pregunté, para asegu- rarse, Ricky. —jJestis, Marla y José! —contesté perplejo Dante—. {Era Femando Villarroelt dad. Graciela Como cada domingo, la familia Fuenzalida acostumbraba «dormir la mafia- ‘nap, lo cual significaba levantarse un poquitin mis tarde que los demés dias de la semana. Légicamente, este habito favorecié a Ricky y a Dante, luego de la madrugada tan agicada que habian tenide. A eso de las diez de la mafiana, toda |a familia se reunié en torno a la mesa para el desayuno y la abuela noxé que el joven y el muchacho no hacfan mds que bostezar: —iEh! ¢Qué les pasa a ustedes? ;No durmieron bien? Es... es que hacia calor, abuela —traté de justificarse Ricky. —iCémo no vas a sentir calor con esa camiseta de nylon que no te quitas ni para dormir! —exclamé el abuelo, al fijarse que Ricky levaba puesta una ver més la blanquiazul camiseta, con el miimero 5 y la 120 inscripeién de Jason Kidd en su espalda —Si, me la quito, abuelo. Yo tengo tres camisetas iguales. Pero, tienes razén, este tejido es caluroso —asintié el muchacho, sobre todo para no contradecirlo en ese momento. —En mi tiempo, las camisetas de- portivas se hacian de tejidos més frescos, como el algodén —comenté el viejo. Usted también jugé baloncesto, abuelo? —No! Bueno, lo jugué, pero era muy malo, Lo que si, fui un fandtico de todas las competencias. Cuando terminemos de desayunar, te voy a mostrar algunas fotos y recortes de revistas que yo coleccionaba. —;Pero si tii eres igual en rodo a tu abuelo, Ricardito! Las bromas, el juego ese. 1 yal Dejen esa charla para después y ahora coman, que se les va a enfriar el desayuno Ios reré la abuela con su sonrisa de siempre. Cuando terminaron, después de que todos ayudaron a la abuela a recoger la mesa, el abuelo les hizo sefias a Ricky y a Dante para que lo acompafiaran a su habiracién, con el fin de mostrarles las prometidas foros y recortes de prensa de su coleccién Ya en la alcoba, Ricky decidié plan- tearle al viejo la sospecha que Dance y él m tenjan de que Villarroel fuera el asesino de los animales en Pirque. __ —Ustedes tienen pruebas de «so? —se inquietd el abuelo y los miré muy serio. —Pruebas, lo que se dice pruebas concluyentes, no las tenemos... Pero, :qué hacia Villaroel en su camioneta de aqui para alls, durance la madrugada? —2¥ ustedes cémo saben eso? —los miré con suspicacia —Fui yo quien me enteré —intervino Dante oportunamente, Y justificé— usted sabe, abuelo, en mi trabajo de repartir cartas hablo con muchas personas y algunos me cuentan... Usted comprende? —Si, creo comprender —dijo el viejo no muy convencido con la explicacién, Para enseguida agregar revicente—. -Y dénde tc dijeron que vieron a Villarroel en su cami neta de madrugada? Ricky cambié una répida mirada de complicidad con su primo y éste se apresurd a responder: —Dicen que lo vieron pasar dos veces frente a la parcela de los Sawiki. No les digo que Villarroel no pueda ser el culpable de las muertes de los animales —sontié el viejo—, pero que lo hayan visto en ese camino no es ninguna prueba de que lo sea, porque él cransita muy a menudo de madrugada por ali. —;Usted lo sabia, abuelo? —Ricky se soxprendio. —Si, he escuchado comentarios —vol- vid a soneir. — Comentarios? —Dante puso cara render—. {Qué tipo de comentarios? —Miren, muchachos, estas son cosas de personas mayores que no les ineresan a usredes, pero dado el caso de que Villarroel es uno de los sospechosos de estar marando a los animales, se los voy a decir. —;Suéltelo, abuelo! —lo apremié su niieto més joven —Lo que sucede es que Villarroel es novio de Graciela, una viuda que tiene su parcela un poco mis alla de donde viven los Sawikk. LY tiene que visitarla de madruga- deno da? —exclamé Dante. —Es que Mariela no estd de acuerdo con esa nueva relacién de su papa, porque no entiende que con sélo un aio y medio de haber fallecido su madre, él ya tenga novia. Por eso, para no lastimar a su hija y para tratar de evitar comentarios, que en definitiva son inevitables, cl viudo visita a su viuda a esas horas tan inusuales. Compe Yn descubierto! \den ahora? orros que creiamos haberlo Si, lo descubrieron cna lescubricron, pero en algo que no tiene nada que ver con lo que ustedes crefan —volvié 2 sonreir el abu con un brillo de picardia en sus ojos y se incling para abrir un cajén de la cémoda y extraer un archivador, que puso sobre la ca- ma—. Aqui estin las fotos y fos recortes de revistas que les decia ~~Si, los uniformes se ven mas fres- cos —admitié Rick horribles, abuelo, —Bueno, en esos tiempos la NBA ni pensaba en existiz. ;Peio los implementos eran muicho més simples y cémodes que los ahora deers al side Mela ias zapati!las deportivas no eran tan sofistica. das ni can pesacias como las de hoy, con esas suelas tan gordas que les ponen y esos dibujos tan complicados en sus plantas. Las de mi época eran mds sencillas y las suelas nada més tenien un simple disefio cuadricu- lado 0 a rayas . jEso! —exclamd Ri se ilurnin. pero los diseitos son ¥ Su rostro a —ZEs0 que —se extraiié el abuelo por la repentina reaccién. (Eso, abuelo, e:0! Las zapatillas! —jLas zapatillas? @De qué hablas, primo? —tampoco Dante entendia. —Estoy a punto de descubrir al criminal! —Estds seguro? —Luego lo vamos a comprobar. Tienes por ahi el teléfono del doctor Contreras? ZB teléfono del veterinario? —cada vex Dante entendia menos—. Para qué lo vas a llamar? —Porque nos debe una prictica de baloncesto y creo que hoy ¢s un buen dia para hacerla! —Ahora sf te volviste loco —movié Dante la cabeza de un lado a otro—. jAsi que dices estat a punto de saber quign es el asesi- no de animales y en ver de ir a agarrarlo, lo que se te ocurre es jugar al baloncesto! —Yo tampoco entiendo nada —con- fes6 el abuelo. —No se preocupen, ya falta poco para que todo quede bien claro —dijo Ricky, y marcé el ntimero que su primo acababa de darle. bs Aguardé unos segundos con el teléfo- no pegado a la oreja y cuando le respondieron del otro lado, dijo: —;Doctor Contreras? Soy yo, Rick Fuenzalida... Si, estaba pensando tee hoy domingo es un buen dfa para hacer esa pric- tica de baloncesto que tenfamos pendiente... 4Cémo dice? —su expresién fue de estu- por—. jSi, si, ya mi primo y yo salimos para alla! —Qué passé? —lo apremié Dance. Ricky colgé el auricular y se volvié hacia su primo y su abuelo con cara de estar muy consternado: —iDice el doctor Contreras que le mataron a Shogtin, su mastin napolitano! a El asesino +. Annes de salir hacia la parcela del veterinario, Ricky conversé un momento aparte con su abuelo y le dio instrucciones que el viejo recibis con preocupacién. Pero, sabiendo que con Dante estaria muy bien protegido, se apresurd a cumplir el pedido de Ricky. ¥ eso hizo en cuanto sus nietos partie- ron en la bicicleta, conducida por el fornido ex guardia de seguridad. Un rato después, ambos arribaban a la propiedad de Contreras y eran recibidos por éste, mientras se jalaba el mechén de pelo vatias veces seguidas, acompafando el ‘movimiento con un intenso pestafio: —iOh, qué desgracial —gimis, —,Cuindo se dio cuenta de que Shogtin estaba muerto, doctor? —le pregun- 16 Ricky, —Esta mafiana muy temprano —explicé—. Yo todas las noches lo soltaba 128 en el patio, para que cuidara la propiedad. ¥ por las mafianas, muy temprano, pues yo me levanto antes de que salga el sol, lo primero que hacfa era buscarlo y encerrarlo en un cuarto que le tenfa destinado, para que no fuera a agredir a algin visiante. = qué pasé esca mafiana? Cuando salf a busear a mi mastin, lo encontré muerto ahi —sefal6, alternando su conocida mueca, que consistia en abrir bien los ojos, mirar hacia arriba y alargar la boca en forma de «o» hacia abajo, con mat- cados y sentides pucheros— ...frente a la puerta de entrada. —zDice usted que lo mataron? —ahora fue Dante quien pregunto—. Tiene alguna idea de quién lo pudo hacer? Contreras comenzé entonces a girar su cabeza a favor de las manecillas del reloj, mientras se tiraba intermitencemente la oreja hacia abajo, Cuando termind, des- pués de casi medio minuto de tic, pudo contestar: —;Quién iba a ser? jEse desgraciado asesino de animales, que anda suelto por aqui! —;Por qué piensa que haya sido él? —volvié Dante a la carga. 9 —;Porque le chuparon la sangre a mi pobre Shogiin, como lo hicieron con los otros animales que han aparecido muertos! —:Dénde esta el perro? —interrogs Ricky. :Queé hizo con él? ° —Lo enterré en cuanto encontré su cuerpo desangrado. No queria que las aves de rapifia lo fueran a picotear. —Es una verdadera pena, doctor... —le dijo Ricky, quien de inmediato excla- mé—: ;Pero animese, vamos a tirar unos balones al cesto y usted verd cémo se siente mejor! No sé si tenga descos... —dijo el veterinario, con expresién y rono compungido, al tiempo que realizaba sus pucheros, intetca- Jando el ademén de pasarse su mano derecha por toda la cara, —;Vamos, doctor, hégame caso, trai- ga.ese balén y coloquemos el cesto, para que usted vea cémo se anima! —No, si el cesto ya lo habia puesto desde ayer en aquel poste —sefialé con su dedo y los primos vieron que, en efecto, ya Contreras tenfa situado convenientemente el aro en un poste del patio —jEntonces traiga ese balén ya —le dijo Dante. 130 Esti bien —tespondié el veterinario convencido—, vengan y siéptense en el | ving mientras yo me cambio para la préctica, Contreras desaparecié en el interior de Ia casa. Ricky aprovechd para observar con derenimiento las fotografias de balonces- tistas de otras épocas que, junto al poster de ‘Magic Johnson, estaban colgadas en una de las paredes del living del veterinario, Sobre todo, el inteligente muchacho se uniformes y, muy especialmente, en la tillas que usaba, ~Ya estoy listo, a ver si se me pasa tristeza de haber perdido a Shogin —lo sorprendié la vor de Contreras, que ya reapa- recla con la pelota, vistiendo un uniforme de jugador de baloncesto, similar al de los jugadores que aparecian en las for Peso Ricky no se fijé en el uniforme, sino que bajé sus ojos hasta las zapaillas, que el manidtico individuo llevaba en —jTomal —y el hombre le lanzé la pelota, que Ricky capruré con facilidad. Entonces el nino clavé sus ojos en los del veterinario y le dijo con Fiemeza: No disimmule més, doctor Cos | {Fue usted quien mat6 a los animales y seguramente a su propio perro! 132 De qué hablas muchacho? —el hombre abrié desmesuradamente los ojos, miré hacia arriba, y bajé su boca en forma de eo», Acto seguiido se pasé la mano por la cara, se tiré la nariz, la oreja, gird su cabeza y sacé varias veces la lengua hacia artiba, como tratando de tocar con ella su nariz. —iJesiis, Maria y José! {Ti estés seguro de esto, Ricky? —hablé Dante, més que sorprendido, —jUsted ¢s el criminal! —repitié el muchacho con conviccién. — Qué pruebas tienes para acusarme de esa manera, chiquillo atrevido? —lo desafié. —jEsas zapatillas que tiene usted puestas ahora, sefior! jLas marcas de sus sutelas fueron las que aparecieron en varios de los escenarios de los crimenes! —jEsto te va a costar caro, entrome- tido! —dijo Contreras, en tono amenazador, con los dientes apretados, el rostro descom- puesto y una fiera mirada en sus ojos. ‘—jNo se atreva a tocar a mi primo! —le advirtié Dante y dio un paso, para arse delante de Ricky y protegerlo con su cuerpo. ; Pero lo que hizo el veterinatio fue correr hacia el interior de la casa, abrir una puerta y echarse a un lado para darle paso a tuna imponente sombra negra que emergié ensefiando sus pavorosos colmillos y echando espuma por la boca, al tiempo que ordenaba: —~jAtaca, Shogiin! —;Dios mio, el mascin no estaba muerco! —exclamé Ricky aterrado, y se puso muy pilido. —iPonte detris de mi! —le ordend Dante y avanzé con decisién—, ;Acuérdate que yo pas¢ un entrenamiento para guardia de seguridad y entre las cosas que aprendi, esté la forma de manejar a estos perros! —jTen mucho cuidado, primo, que ¢s una fiera! —dijo Ricky, muerto de miedo. Pero Dante ya avanzaba sobre el petro y con su fuerte vozarrdn y tono autori- tario le grité al animal: — Quiero! El mastin napolitano parecié sorpren- dido, se detuvo, vacilé y, ange las mitadas arénitas de Ricky y del propio doctor Con- treras, se eché en el piso con sus dos patas delanteras hacia el frente, mirando a Dante con una expresién sumisa y moviendo su co- la suavemente, —Araca! — Ms Entonces, el perro se incorpo:6 con rapidez, ensefié sus potente colmilios ¢ hizo un movimiento como para tomar impulso y saltar sobre el joven. —jQuieto! —volvié a orcenarle Dante con energ El animal decuvo su impulso y se eché de nuevo, en la misma posicién anterior. —jAtaca! —reiteré Contreras. Shogiin repitié la accién de saltarle encima al joven. Quiero! —repitié Dante. —jAtaca! —lo siguié Contreras. Quiero! —jAtacal ‘Ante cada orden, el pobre Shogtin obedecia en el acto. Asi estuvo, echindose y levantindose como un juguete o un mufieco a pilas, al menos unas ocho veces. De tepente, solté un ladrido lastimoso, abrié enorme- mente sus ojos, miré hacia arriba, alargé su boca en forma de wo», paré y bajé varias ‘veces sus orejas y se pas6 una pata por el ho- cico. Después, gimiendo, corrié con el rabo entre las piernas a esconderse en un rincén. ‘Al ver que con el perro no habia conseguido los resultados que esperaba, el vetetinario le dio un empujén a Dante, que 35 miraba sorprendido la reaccién del animal El envign hizo que tropezara con el espaldar del sofa y Dante cayé de cabeza hacia atts Pero enseguida se incorporé y fue tras el vete- ue corria hacia el exterior de la casa. icky, sin soltar la pelora lo sigui6, aunque le fue imposible alcanzar a su primo, que como una bala perseguia a Contreras. Este legs hasta el patio del fondo y, en un movimiento inesperado, dio la vuelta a un enorme roble y se paré frente a Dante, como desafiindolo. El joven continué su frenética carrera, sin fijarse en el extrafio césped que pisaba. Al hacerlo, una amplia red camuflada surgié del suelo y envolvié a Dante, colgan- dolo de una gruesa rama del arbol. Entonces el veterinario, con una sonrisa malévola, comenzé a buscar entre las yerbas algtin objeto contundente, Encontrs otra rama seca, dura y alargada con la que ame tinario, 76 a la vietima. Ricky, que habia visto angustiado toda la escena a unos doce metros, supo que tenia que actuar urgentemente si queria salvar a su primo. Tomé una decisién, Junté sus pies, midié la distancia e, imitando a su idolo, Jason Kidd cuando lanza un tiro libre, besé [a palma de su mano derecha, llevé sus 136 brazos » encima de su cabeza y lanzé la peloa c°.. todas sus fuerzas, Sabfa que no podia darse el lujo de fallar. Pero no s6lo eso, para vencer al hombre debia hacer algo més Y lo intenté. Esperé que la pelora descendiera cen su recortido y gritd con toda su garganta: — Contreras! * El veterinario, a punto de golpear a Dante, escuché el grito y gité su cabera hacia Ricky, Era el momento preciso. La pelota cayé con todo su peso sobre la fractu- rada nariz del asesino. Fue can violento el impacto y tanto el dolor que sintié el veteri nario, que perdié el conocimiento. Amo este juego! ;Amo esté juego! —vociferé Ricky, saltando de alegria. En ese instance dos autos pacrullas y lun fargén Iegaban a la parcela Qué hacen los carabineros aqui? —se sorprendié Dante desde su cautiverio. Yo le dije a mi abuelo que los lamara para que vinieran a la parcela del doctor Contreras lo antes posible. —;Asi que también previste eso! aleged el joven—. De verdad que somos los mejores! —Si —coneluyé el nifio con una . Somos el mejor equipo. se sontisa a El Chupacabras . Ya de noche, un auto de Carabineros trajo a nuestros héroes hasta la casa de sus abuelos. Mucho tiempo estuvieron en la co- misaria, entre las contesiones del vetetinatio y el rélato que hicieron ellos de su investigacion. El recibimiento fue una cerrada ovacién que le tributaron los vecinos de La Esperanza. All estaban todos, porque al escuchar las sirenas de los pattulleros comen- zaron a llamar por reléfono al abuelo para centerarse. Asf, de improviso, fueron llegando durante la larga espera, decidieron hacer un asado, para celebrar la captura del hombre que los habia hecho suftir con las muertes de sus queridos animales, Enseguida, el orgulloso abuelo y su esposa prepararon el quincho, situado a un costado de la piscine y los demas trajeron carnes, embutidos, ensaladas, empanadas, vino, jugos y hielo. ae E> cuanto los primos llegaron fueron rodeados por todos, ansiosos y Henos de cu- riosidad pot enterarse de lo ocurrido hasta los minimos detalles. Dante, satisfecho por el éxito, comé la palabra y conté la historia hasta la llegada de los carabineros. —...después revisamos toda la casa, la cerramos y nos fuimos para la comisaria. —Es increible! —exclamé Edmundo Sovino—. ;Quién iba a pensar que un hom- bre como Contreras fuera capaz de hacer una cosa asi? iY siendo médico veterinario, nada menos! —lo secundé Nena, su esposa. Yo recuerdo que una vez desparasi- 16 a mis pertos —dijo Daniel, el mayor de los hijos de ellos. —Yo también —afiadié Cristébal, el menor. Es que ustedes no saben nada —aclaré Dante—. En la comisaria se descu- brieron muchas cosas. Miren, Contreras era hijo de un jornalero del surs despucs se volvié loco; mas rarde se escapé del Hospital Psiquidcrico y se hizo pasar por veterinario en Temuco. Cuando estaban a punto de captu- tarlo. huyd y se vino a Santiago. Ast, en 39 - poco tiempo, arrendé esa parcela y se convir- ti6 de nuevo en falso vetetinario. —Dios mio! —salté la vieja Filome- na—. :Y hemos tenido de vecino a un loco peligroso tanto tiempo? : Asis, sefiora —le respondié Dante. Pero lo que no entiendo es por qué ese demente mataba los animales! —pregunté Pedro Carrillo, con su cuello en- yesado por culpa de la llave inmovilizadora de Dante. —}Sil :Cual era el motivo? —lo apo- y6 el'larguirucho Roberco Sawiki, mientras Escela, su pequefia esposa, asentia con su cabeza agarrada de su brazo, —Ese es el punto més importante dijo Ricky, incorporindose al debare—. Sélo se puede deducie que su mévil era cau- sa de su locura. —jPor qué’ —quis6 saber Caszely, muy interesado, —Porque segiin su declaracién, él ha- bia capeurado un cachorrito de Chupacabras —Con la red que me atrapé a mi —interrumpié Dante, graficando con sus manos cémo quedé envuelro en ella —Y comenzé a criatlo en un peque- fio sétano que tiene la casa —continus Mo Ricky- . como ustedes saben, la leyenda del Chupacabras dice que esos bichos sélo se alimentan con sangre de animales. —jAh, por eso mataba a nuestros animalitos! —entendié Laly— "Para Hlevarle la sangie! —:Pero lo que no comprendo es por qué cada ver us6 una forma diferente para matarlos? —se cuestioné Viadimi —Dice | —explicé Rieko primera ve2, con los perros de los Sovino, us6 tun trozo de carne, porque no sabia bien qué les gustaba, Después, cuando vio que era sélo sangre, le hizo un tajo a Ancardn, el pavo real de Caszely. Pero al ver que desperdiciaba mucha sangre, utilizé una jeringuilla para extraetla.. LH cémo dejé dos hoyitas en nues- tras gallinas? —interrumpié Vicente, el hijo de Vladimir y Laly. —Porque, segiin él, se fue perfeccio- nando y fabricé una jeringa con dos agujas para ganar tiempo —le respondié Dante, - pasindole la mano por la cabeza al chiquillo. —Bueno y la pregunta dal millén: donde esti ese Chupacabras? —habl6d por primera vex Fernando Villarroel, mirando de teojo a la viuda Graciela, que siempre se las Mai ingeniaba para estar muy separada de él. —Ese es otro punto, que afirma nuestra teoria de que todo es producto de su mente perturbada —le contesté Dante, mo- dificando el rono de su vor y escogiendo las palabras, para darse un poco de importancia, —Si —intervino Ricky—. Creemos que él imaginé que posefa un Chupacabras, porque no se encontré ninguna huella ni indicio de ese supuesto monstruo Aunque dl dice que huyé cuando no le les mas comida, porque sabia que noso- tros estdbamos estrechando el cerco alrededor de él —concluyé Dante, pavonedndose —;Bueno, se acabs el interrogatoric! iA comer y a divertirnos! —grité el abuelo, convidando a sus vecinos a que pasaran hacia el quincho. Comentando atin sobre el tema, todos se instalaron donde quisieron. La abuela y Filomena comenzaron a poner la mesa; el abuelo, Edmundo y Roberto, con su esposa enganchada por el brazo, se dirigieron a la parrilla a cocer debidamente la carne; Vladimir y Laly sacaron sus guitarras y empezaron a cantar. Sus melodias y preciosas voces animaron la fiesta En medio de todo, Marielita hizo 12 ecasualz .e> un aparte con Ricky, para decirle algo que hacia rato deseaba. El,’ al darse cuenta de la proximidad de la nitia,'se turbé y las cosquillas se instalaron de nuevo en su estémago. —Creo que me equivoqué, Ricky. En qué te equivocaste,” Mariela? —le pregunté el nifio después de aclararse la voz con unos carraspeos en su garganta. = —En decisce ef otro dia que ti no tenia miisculos y que eras malo para el balontesto. . —Y por qué cambiaste de idea? ~ —Porque, con lo que hiciste hoy, demostraste que eres muy valiente, muy inteligente y que juegas muy bien —dijo Mariela con coqueteria—. Y estoy muy orgu- llosa de haberte conocido. —zEn serio? —fue la tinica respuesta que se le ocurrié a Ricky. Entonces la nifia se le acereé y le plants un beso en la maiilla, con desenvoltura Ricky no sélo se sonrojé. Sus piernas tembla- ron y un escalofifo le recortié la columna vertebral, Sin explicarse c6mo, en un arranque imprevisto le dijo: —;Podemos ser algo més que amigos ahora? | i i 1a. —Claro que si —acepté Mariela, sin saber mucho tampoco sobre lo que aquello significaba. Un rato mis tarde, al descansar las vo~ ces de Vladimir y Laly, se volvié a retomar la conversacién alrededor de los primos y la nifia, que no se separé de Ricky en toda la noche. —En mi opinién, fue muy raro todo Jo que pasé —comenté Caszely. —Si —aprobs Villarroc!—. Ahora yo me pregunto: zy si fuera verdad que el tipo criaba un Chupacabras? —Por favor, don Fernando! Chupacabras no existen! —Yo sé que una mente enferma puede inventar cualquier cosa —tercié Pedro Carri- llo—. Pero en algo real se tiene que basar, ¢no? —Es lo que yo digo—agregs Edmun- do—. Ademés, zdénde metié tanta sangre? Dicen que en la casa no se encontré nada —jPor favor, sefiores! \—volvié a saltar Ricky—. Todo tiene su expficacién. Ya se encontrar la verdad, pero no debe haber dudas de que el Chupacabras es, sélo una leyenda, ;No ¢s asi, primo? i No sé, Ricky —dijo Dante, ante el asombro del nitfio por la respuesta de su pri- mo, sabiendo lo loco que estaba Contreras. os “6 — quel aullido que escuchamos en casa de Contreras pudo ser del Chupacabras y no de Shogtin, su mastin, como nos hizo creer. —jPero esto es increible! ;Ahora todos me van a decir que el Chupacabras existe! —se indigné Ricky. Todos enmudecieron, Algunos por miedo, otros razonando {os pro y los contra de la cori {Si, existe! ;Porque yo lo vi! —dijo de pronto una voz, que salia de las sombras de atris del quincho. Melisa, acariciando su’ lagarto en brazos, se aparecié sin que nadie notara su llegada, Muchos se asustaron. ¥ el abuelo, tra- tando de recuperar el tono festivo, exclamé: —Pongan otro asiento en la mesa! Y a comer, que la carne esté en su punto! Pero nadie le hizo caso. Todos queda- ron pendientes de la mistetiosa visita. Yo lo vi —continud la bruja— ‘Cuando escapaba de la casa de ese loco. — para dénde huyé? —quiso saber Vladimir. —No se preocupen —afirmé Meli- sa—. Con lo que le hice nunca més volveré por aqui. Ricky, que cada vez se molestaba més M5 con todo aquello, decidié acabar con esa ignorante ceoria. Agarré a Mariela de la ma- no y corrié hacis Ia casa, mientras el grupo trataba de sacarle més informacién a Melisa. Le dio instrucciones a la nifia, que se quedé abajo. El subié a su pieza, pero antes tomé un viejo megifono del abuelo. Abrié la ventana y, usando el aparato dirigido al quin- cho, hizo la imitzcién de un terrible aullido. Esa fue la sefial para que la nifia cortara la cortiente eléctrica de la parcela. Dejaron pasar un minuto y regresaron hacia el grupo. El susto que pasaron los vecinos en ese interminable lapso fue tremendo. Entre la griterfa de las mujeres y de los nifios, unos se escondieron debajo de la larga mesa y otras decrds de lo que encontraban. Pero lo mis destacado, en medio de la oscuridad y la hisceria, fue el sonido de dos cuerpos cayen- do a la piscina. Cuando volvié la luz, todos fueron saliendo asustados de sus escondites. Sin em- bargo, el miedo se les pasé enseguida, en cuanto vieron a Melisa ya Dante abrazados, temblando de terror y de frio, con el agua de la piscina hasta el cuello. La carcajada de los presentes hizo despertar a todos los animales, que graznaron, maullaron, relincharon, ladra- M6 ron y caci earon a coro. Y eso provocd mds hilarided. Un rato después llegé la calma. —jOtra broma de mi primo! ;Otra broma de mi primo! —repetia Dante, mien- tras le ayudaban a salir del agua y lo cubrian con una frazada, Pero las risas y las bromas duraron poco. En un momento determinado, todos se callaron al mismo tiempo. ¥ en ese instan- ve se pudo escuchar un lejano, pero espeluznante aullido, Todos buscaron con la vista a Ricky para asegurarse de que no fue orra broma del chiquillo, ¥ éte estaba al lado de la parrilla, entre su abuelo y la nifia, a la que sujetaba con fuerza de la mano. —Ese debe ser el mastin de Contre ras —balbuceé Mariela, —Jestis Maria y José! ;O-el mismisime Chupacabras!—dijo Dante, ante el silencio de los vecinos. —Quizés este caso atin no esté cerrado —concluyé Ricky. Una réifaga de viento hizo temblar les hhojas de los arboles. ¥ Ia silueta de wea lechuza,” volando en direccién a los certos, se dibujé en la claridad de la luna. loy PEPE PELAYO Matanzas, Cuba, 1952. Reside en Chile desde hace més de una década. Estudi6 Ingenieria Civil en la Universidad de La Habana, profesién que ejercié por algunos afios, para luego dedicarse a su vocacién de escritor, actor y especialisea en humor. Miembro de la Unién Nacional de Es- ctitores y Artistas de Cuba y de la Aso- ciacién Internacional de Estudios del Humor. Ha publicado varios libros, ademas de articulos, criticas y cuentos en diarios y revistas de Cuba y Chile. En esta misma coleccién publicé Cuentos de Ada (2003) y Ni un pelo de tonto (2005). Es autor de Pepito, el sear de las chistes (2002) y Pepito y sus libruras (2004), ambos en la coléccién Mar de Libros, Santillana. Matanzas, Cuba, 1938. Es escritor, periodista y humorista. Guionista de historietas y programas de radio. Fundé en Cuba la revista humoristica Palante donde trabaja en la actualidad. Ha publicado libros, ademas de cuentos y articulos en diarios y revistas de innumerables paises. Ha obtenido més de cuarenta premios nacionales y extranjeros en. literatura policial y humoristica, dibujo y fotografia. INDICE Barrabis, La fiera. Ancamén. Melisa. Macario, Mariela. Carrillo, Villarcoel.. Vladimir, Laly A aaballo... Ubregorda.. Los Sawiki Graciel, EL asesino. El Chu cabras. Biografla de los autores Vicente. 101 109 115 ng 127 137 148

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