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ISSN 2011-6292

Econografo Escuela de Economía


No. 12

EL “CRASH” DEL 2008 Y LA CRISIS DE LA ECONOMÍA

Iván Mauricio Zubieta Ortiz


José de Jesús Herrera Velásquez
P
EL “CRASH” DEL 2008 Y LA CRISIS DE LA ECONOMÍA*

Iván Mauricio Zubieta Ortiz1


José de Jesús Herrera Velásquez2

Resumen

El presente texto pretende establecer si, realmente, el pasado declive financiero representa una “crisis”
en la ciencia económica. Se analiza la importancia de la predicción tanto para la ciencia de la economía
como para su profesión. Finalmente, hace un recorrido sobre la posibilidad y pertinencia de que ser la
corriente neoinstitucional de convertirse en el nuevo paradigma de la economía.

Palabras Clave: Economía neoinstitucional, Nueva Economía, Predicción.

Código JEL: B41 –B50- B51

2008 CRASH: THE ECONOMIC CRISIS

Abstract:

This paper aims to establish whether, indeed, the past financial decline represent a “economic crisis”.
Discusses the importance of prediction for both the science of economics to their profession. Finally
make a tour of the feasibility and appropriateness of current neoinstitutional be becoming the paradigm
of the economy.

Keywords: Neoinstitutionalism, financial meltdown, mainstream economics, Methodology of


Economics.

1
Estudiante de economía de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Colombia,
Sede Bogotá imzubietaor@unal.edu.co
2
Estudiante de economía de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Colombia,
Sede Bogotá jojherrerave@unal.edu.co

*Investigación producto del seminario Economía Desarrollo y Libertad orientado por el profesor Jorge Iván
Bula
La serie Econografos considera para
publicación manuscritos originales de
estudiantes de pregrado de la Facultad de
Ciencias Económicas de la Universidad
Nacional de Colombia, que hayan sido
Rector propuestos, programados, producidos y
Moisés Wassermann Lerner evaluados en una asignatura, en un grupo de
estudio o en otra instancia académica.
Vicerrector Sede Bogotá
Julio Esteban Colmenares Econografos
Escuela de Economía
FACULTAD DE CIENCIAS ISSN 2011-6292
ECONÓMICAS
La serie Documentos FCE puede ser
Decano consultada en el portal virtual:
Jorge Iván Bula Escobar http://www.fce.unal.edu.co/publicaciones/

Vicedecano Académico Coordinador Centro Editorial


Juan Abel Lara Dorado Álvaro Zerda Sarmiento
Profesor Asociado - FCE
ESCUELA DE ECONOMÍA
Equipo Centro Editorial
Director Sergio Perez
Leonardo Duarte Vergara Juan Carlos García Sáenz
Diego Felipe Gutiérrez Bedoya
Coordinador Programa Curricular de
Economía Correo electrónico:
Héctor William Cárdenas publicac_fcebog@unal.edu.co

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citando la fuente. El contenido y la forma del
presente material es responsabilidad
exclusiva de sus autores y no compromete de
Director ninguna manera a la Escuela
Jorge Armando Rodriguez Administración y Contaduría Pública, ni a la
Facultad de Ciencias Económicas, ni a la
Subdirector Universidad Nacional de Colombia
German Nova
La bancarrota de Lehman Brothers en Septiembre de 2008 fue el inicio formal de una de las
crisis financieras más trascendentales para la historia económica mundial. Aunque la Gran Depresión en
1929 representó una mayor caída del empleo y la producción agregada, fue el reciente portento quien
evidenció un mayor colapso crediticio en la historia del capitalismo (Greenspan, 2010). Sin embargo, el
efecto de la crisis tuvo alcance más allá de las esferas productivas y las finanzas públicas nacionales. En
distintos medios escritos, la literatura en economía muestra como se ha instaurado y enardecido el
debate frente la pertinencia de las construcciones teóricas que explican el comportamiento humano en
la reasignación de recursos. Algunos proclaman en este fenómeno, comúnmente llamado el “Crash del
2008”, es la prueba de la errónea e incoherente teorización de la ciencia económica ante la explicación
del mundo productivo. Más allá, diferentes instituciones y sociedades académicas han reaccionado
volátilmente ante un dominio de una teoría ahistórica, abstracta y “estéril” (Cataño, 2004). Otros
postulan además una crisis de credibilidad y reputación de la profesión de la economía por su
responsabilidad frente al meltdown reciente de los países desarrollados (Spaventa, 2009). Por doquier, en
magnitudes diferentes, la vigencia actual del pensamiento económico es deliberada por académicos,
políticos y demás.

Por lo tanto, este escrito filtra algunas de estas opiniones recientes con el fin de contribuir a
este debate. Los objetivos centrales aquí son mostrar como la predicción en la economía determina su
carácter científico y exponer qué es, sobre tal rasgo, dónde se enjuicia dicha teoría por su
responsabilidad con la crisis. Para abarcar éstos, primero responderemos sí ¿Es el “Crash” un episodio
en el cual puso en crisis científica a la economía? Segundo, indagaremos dentro del método de la
economía y su relación entre teoría y realidad y, a la vez, analizaremos el papel ejercido por la
matemática en todo esto. Posteriormente, analizaremos varias posiciones que proclaman en las ideas
neoinstitucionales un actor fundamental en la construcción de una “nueva ciencia económica” capaz de
explicar mejor su objeto científico. Finalmente, concluiremos sobre las respuestas a nuestros
interrogantes.

Crisis Económica y ¿Crisis de la Economía?

Lo perceptible dentro de la reciente literatura “agresora” a la economía dominante es la idea de


la predicción como elemento validador de una teoría. Además de la relación obligada entre teoría y
“realidad” (analizada más adelante), los economistas exigen a su disciplina proveer utensilios para
evaluar los efectos de sus políticas y prever riesgos futuros en sus economías. Para Blaug, por ejemplo,
“las teorías no pueden ser consideradas válidas a menos que ellas sean falsables, es decir, a menos que
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las pruebas puedan ser diseñadas para corroborarlas” (Cleveland, 2004). Aunque la capacidad de
explicación y su metodología juegan un rol importante dentro del debate, es en la cualidad premonitoria
de la economía donde se centra la contienda sobre la pertinencia de su conocimiento, pues
“tradicionalmente se piensa que esta capacidad de predicción es la que distingue a una verdadera ciencia
exacta” (Lomelí & Rumbos, 2003, p. 4). Sin embargo, esta dialéctica transcurre más allá de esto y
pretende abarcar el conflicto hegemónico del pensamiento económico: la intervención económica
estatal –especialmente en los mercados- contra el libre curso de la economía.

Al parecer, el primer entorno donde la calidad predictiva de la economía se pone a juicio es


sobre el mismo fenómeno que la puso en duda: la crisis financiera pasada. Es decir, a prima facie parecen
sentenciarse a las teorías dominantes por su incapacidad premonitoria –y preventiva- sobre esta.
Greenspan (2010), en ejemplo, denuncia la imposibilidad de la profesión para predecir la crisis causada,
no solamente por la confiabilidad generada por el buen rendimiento económico reciente en el mundo y
los signos positivos –pero distorsionados- otorgados por las calificadoras de riesgo, sino también por la
preponderancia de los teoremas de Merton, Scholes, Black y Markowitz dentro de la academia y los
estudios económicos en general. Spaventa (2009) argumenta que, a pesar de no poder predecir con
exactitud su ocurrencia, los economistas hubiesen podido hacer algo para presagiar la crisis y su nefasto
impacto. Por el contrario, Lucarelli (2009) sostiene lo evidentes que eran las consecuencias fatídicas de
las reformas neoliberales implantadas en la institucionalidad y, por esto, la responsabilidad del meltdown
financiero recae sobre los políticos y los defensores de la teoría dominante.

Aunque hay diferencias en las direcciones de las argumentaciones, existe una síntesis que
conduce hacia la incapacidad explicativa y predictiva de la teoría dominante, instaurando la necesidad de
buscar nuevos elementos cognoscitivos más pertinentes. Sin embargo, Blanchard et all. (2010) postulan
que, a pesar de esta deficiencia de la economía en su cualidad explicativa, no deberían hacerse rupturas
drásticas a la formulación teórica en comparación con su realización en el pasado. Dicho esto,
podríamos afirmar la presencia de una crisis en la ciencia económica desatada por los elementos
implícitos del “Crash”. Debido a esto, la escuela neoinstitucionalista aparece como estructura
cognoscitiva “redentora” que permitirá a la ciencia económica incluir los elementos ignorados en su
análisis, los cuales se hicieron bastante evidentes en el transcurso de la crisis. Para su análisis, hemos
dedicado una parte ulterior en el presente texto.

Sin embargo, antes de dar por terminado este punto, es necesario indagar sobre lo que hemos
llamado: el conflicto hegemónico del pensamiento económico. A causa de todo lo anterior, y la
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improcedencia de los teoremas “nobelianos” frente a la autorregulación de todos los mercados, todo
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este debate ha llevado a la consideración sobre los límites de la intervención gubernamental económica.
A pesar de conciliar en la pertinencia de la regulación como componente normalizador de fallas
mercantiles, éste conflicto ideológico se ha concentrado en la profundidad de dicha regulación. Esta
disputa actual, a grosso modo, podríamos comprenderla entre dos coaliciones: la primera, conformada por
algunos policy-makers importantes (como Greenspan, Blanchard, Mauro y Dell’Ariccia, entre otros),
postula una regulación superficial que no debería ir más allá de cambios en las políticas
intervencionistas que se requieran. La segunda, militada por académicos e investigadores defensores de
la rúbrica keynesiana, propone una transformación drástica en la teoría, la institucionalidad y las
políticas intervencionistas que las reconcilien con los elementos analíticos abstraídos que, para ellos,
fueron la causa epistémica de la depresión económica pasada. Aunque la dialéctica anterior está vigente,
no creemos que trascienda o resuelva el antagonismo tradicional que ha habitado en la economía desde
sus orígenes; no por los proclamados intereses en disputa que resultan envueltos en este choque
ideológico, sino porque el debate actual no se distancia de sus experiencias anteriores que no llegaron al
consenso.

Dualidad en la ciencia económica: práctica y teoría

Anteriormente resaltábamos la relación obligada entre teoría y su objeto en la economía. Sin


embargo, Mankiw (2006) observa la existencia de dos tipos de macroeconomistas: aquellos que como
“ingenieros” buscan resolver problemas prácticos (policy-makers), y otros que se enfocan en la teoría y en
la realización de modelos. Esto es verdadero también para la economía en general, donde existen
economistas que intentan comprender el funcionamiento económico y para ello diseñan modelos
matemáticos complejos. Complementariamente, hay otros economistas que desean aplicar dicho
conocimiento e instrumental a la contrastación con la realidad y el ejercicio de su profesión.

¿Cómo es esta relación entre teoría y observación dentro la economía? Para Koopmans, los
economistas teóricos y “empíricos” deberían estar separados: los teóricos plantearían modelos que
luego los “empíricos” pondrán en práctica (Leontief, 1958). Empero durante estos procesos, los dos
grupos no se relacionarían hasta el momento de “traspasar” sus modelos a la práctica y/o contrastación
empírica. En contraparte, Leontief (1958) considera tal dicotomía inadecuada, pues la relación entre
teoría y evidencia es simbiótica e inseparable. En decir, la teoría debe ir ligada a lo observado y
viceversa. Frente a esto, Leontief afirma que Koopmans prevaría cuando considera a los teóricos
ignorantes sobre la “práctica” y a los investigadores desconocedores de la teoría cuando repetidamente
se observa lo contrario (Leontief, 1958). Incluso, el ejercicio teórico y práctico frecuentemente se
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concentra en una misma persona3. Lo anterior es lo que, precisamente, llamamos la relación obligada
entre teoría y realidad. Por ejemplo, Kalmanovitz observa que “la mayor parte de los economistas
elaboran historias coherentes de los fenómenos, guiadas por una teoría parcial, y las contrastan y
acercan a lo que informen los modelos econométricos y las estadísticas pertinentes, o sea, las prueban
contra la realidad representada estadísticamente” (Kalmanovitz, 2003, p. 191). En conclusión, la teoría y
la práctica están íntimamente relacionadas para que la ciencia económica pueda cumplir su objetivo y, a
la vez, ser ciencia. Lo anterior nos llevaría a preguntarnos: ¿Qué es más importante, la teoría o la
práctica? Mankiw (2006) considera que el mundo necesita tanto a los economistas “ingenieros” como
“científicos” pues siempre es necesario resolver problemas de naturaleza práctica y/o teórica.

Sin embargo, dentro de la relación obligada entre teoría y realidad en economía, la matemática
juega un rol primordial como hilo conector en su quehacer científico. Pero es también frente a esto
donde se ha deliberado nuevamente su pertinencia ante el ejercicio cognoscitivo que pretende la
economía4. Al igual que la disputa sobre la regulación económica, el debate frente a la presencia de la
matemática en la teorización económica también se fracciona en dos partes antagónicas: en quienes
defienden su uso y en quienes lo impugnan.

Los primeros se resguardan dentro de varios argumentos. Uno de ellos es la facilidad que este
otorga para hacer inteligible la realidad económica. Otro, es considerar al lenguaje matemático como
complementario a la argumentación “en prosa”, pues este último “puede, si es suficientemente
persuasivo, carecer de algunos eslabones en el razonamiento” (Lomelí & Rumbos, 2003, p. 5). Sin
embargo, la cualidad más justificativa de su participación –y, paradójicamente, la que también la hace
más impertinente- es la capacidad de predicción que concede a la teorización económica. Por medio de
una selección restringida de variables a considerar, los modelos matemáticos permiten a los científicos,
en general, realizar predicciones sobre el comportamiento que les interesa. Las herramientas
estadísticas, como lo notaba Kalmanovitz (2003), también juegan un papel central en tal labor.

Análogamente, quienes rechazan el empleo matemático dentro la economía afirman que las
matemáticas no permiten “ver la realidad”, y dan un carácter deshumano y estéril a la ciencia económica
debido a las abstracciones necesarias para su modelación. Además, también objetan que los modelos

3
Por ejemplo, Joseph E. Stiglitz, premio nobel de la economía del 2001, ejerció labores como investigador y formulador
de políticas para el Banco Mundial. Igualmente, es el caso actual de Oliver Blanchard, Paolo Mauro y Giovanni
Dell’Ariccia dentro del Fondo Monetario Internacional (FMI).
4
El cuestionamiento acerca de la matemática como herramienta válida y veraz dentro de la ciencia económica está
presente incluso desde el mismo momento en donde está empezó a aparecer dentro de la teoría económica. Sin embargo,
6

la presente crisis agudizó su interés y relevancia. Ver Harcourt (2010).


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matemáticos no son precisos para la predicción pues, debido a la omisión de elementos causales
importantes, son propensos a fallas e inconsistencias. Esto toma rigor con el teorema de Gödel que
“consiste en la afirmación de que en cualquier sistema matemático suficientemente rico, existen
proposiciones que no pueden ser probadas, ni rechazadas, dentro de los axiomas del sistema” (Lomelí
& Rumbos, 2003, p. 4). Por tanto, tales economistas proponen sobreponer el pensamiento deductivo
ante el pensamiento inductivo para la consecución de mejores análisis predictivos en la economía.

Con lo anterior, es clara la presencia de la predicción en las discusiones metodológicas en la


economía. Se critica y ataca el medio predictivo y la predicción en sí, pero se acepta sin recelo la
importancia de esta en la economía. Sin embargo, un elemento común entre ambas coaliciones es la
existencia de los abusos al uso matemático. Para Maurice Allais: “… El rigor debe apuntar hacia la
comprensión del alcance de la hipótesis y la interpretación de los resultados. Jamás debe convertirse en
un pretexto para hacer matemáticas por sí mismas” (Citado en Pecha, 2007, p. VII). A partir de esto,
consideramos que la teoría económica, especialmente sus modelos, son herramientas útiles al servicio
de la parte práctica. Pero buscar un mayor rigor en la complejidad matemática es una ilusión absurda e
infundamentada.

Neoinstitucionalismo como base de un “nueva ciencia económica”

Tras la crisis financiera, las querellas ante la economía se dirigían hacia sus supuestos “pocos
realistas” como la racionalidad ilimitada, la autorregulación de los mercados y la información completa y
perfectamente asequible. Por ejemplo, Coase decía que “la teoría económica ha padecido en el pasado
de una incapacidad para enunciar claramente sus supuestos. En la construcción de una teoría, los
economistas han omitido a menudo el examen de los cimientos sobre los que dicha teoría se construye”
(Coase, 1996, p. 29). Sin embargo, la sociedad científica de la economía justifica tales abstracciones
gracias a la sencillez analítica que estas otorgan a su quehacer. Es por esto que se valida que los
modelos económicos “requieren omisiones drásticas y simplificaciones, a menudo, como en nuestro
caso, a cargo de la capacidad de los modelos de capturar fenómenos relevantes” (Spaventa, 2009, p.
137). Frente a esta situación, la escuela neoinstitucional, distante a la escuela neoclásica, aparece como
posible solución a la crisis científica engendrada debido a su inclusión de factores importantes en su
ejercicio cognoscitivo. Principalmente, aquellos factores que aparecen como explicativos del pasado
descenso financiero.
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El neoinstitucionalismo “concurre que la transacción es la unidad básica del análisis y considera


las [instituciones de] gobernancias como los medios por el cual el orden es llevado a cabo en una
relación en la cual el conflicto potencial amenaza con deshacer o trastornar oportunidades de realizar
ganancias mutuas.” (Williamson, 1998, p. 76) Hodgson (2001) añade que el neoinstitucionalismo es
compatible con la biología, pues se conforma de teorías entrelazadas de diferentes ramas específicas que
buscan comprensiones “ad hoc”; a diferencia del paradigma neoclásico que “lleva aparejada la idea de
que la economía debe parecerse más a la física que a cualquier otra ciencia”, en cuanto su método
analítico “al menos en el sentido en que Newton concebía las leyes del orden del universo” (Bejarano,
1999, p. 82)5. Como resultado, el neoinstitucionalismo “se trata de un conjunto de teorías que combina
vertientes de una nueva microeconomía basada en los costos de transacción, una sección de derecho y
economía, otra de la teoría de la información y otra de la elección pública, junto a una interpretación
histórica basada en el trabajo de Douglass North” (Kalmanovitz, 2003, p. 188).

Dado que el neoinstitucionalismo se propone acercarse más hacia la realidad que la ortodoxia,
¿Debería ser este la base de la teoría económica dado que la crisis financiera subleva una paradoja
donde los postulados ortodoxos son insuficientes para explicar la actividad económica? Hodgson
(2001) afirma que la preferencia por el neoclasicismo se debe a que estas teorías son ricas en lenguaje
matemático, lo que les da apariencia “rigurosa”. Pero considerar la aceptación del neoclasicismo como
directriz epistemológica debido a su mayor capacidad de predicción y evaluación puntual –propias de la
intromisión matemática- es equivocado, pues es precisamente esto lo que lo ha puesto en tela de juicio.
Sin ánimo de defenderlo, el neoinstitucionalismo no es menos riguroso por esto, pues este también
posee una amplia literatura con igual régimen matemático.

Entonces, si es el neoinstitucionalismo superior a la corriente neoclásica, ¿Por qué no se ha


posicionado como teoría dominante? De hecho, si en realidad existe tal superioridad, uno pensaría que
debió imponerse sin la necesidad de una crisis. Sin embargo, sin los efectos de la crisis que pusieran “en
jaque” los vaticinios del pensamiento ortodoxo, el neoinstitucionalismo –o cualquier otro enfoque- no
hubiese podido postularse como relevo teórico. No es una “inferioridad teórica” de la ortodoxia lo que
ha llamado a una revaluación científica de la economía, sino su incapacidad premonitoria la que lleva a
esta.

5
En contraste, Lomelí & Rumbos consideran que “es un error comparar la economía con la física” (Lomelí & Rumbos,
2003, p. 4) debido a que ambas disciplinas poseen limitaciones frente a la premonición del comportamiento de su objeto
8

estudiado.
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Concordando con Cataño (2003), el neoinstitucionalismo no es capaz de ser la base de la teoría


económica simplemente porque las instituciones son necesarias pero no suficientes para explicar la
actividad económica. Empero algunos afirman que, más que una base para la economía, el
neoinstitucionalismo debería ser un “complemento” a las teorías existentes, con el objetivo de que la
ciencia económica sea los más completa posible. Pero ¿Puede ser factible tal añadidura cuando hay
rasgos antagónicos entre estas dos vertientes? Probablemente no. Aunque a partir de las teorías
neoclásicas es posible incorporar los elementos primarios del neoinstitucionalismo, las diferencias
denunciadas –inherentes a sus bases en la física y la biología- entre las dos corrientes no permitirían tal
adicción coherente. Sin embargo, la mayoría de los modelos teóricos apostaron a esto.

Conclusiones

El presente texto propone la idea de la predicción como elemento de validación y aceptación


del conocimiento económico en su comunidad científica. Es precisamente allí, en el carácter predictivo,
donde ha entrado a juicio el vigor de la teoría económica para explicar su objeto. Sin embargo, la
coyuntura actual se concentra en si es pertinente la teoría dominante con los fines predictivos que se
propone la disciplina, dejando de lado las consideraciones sobre la validez de la predicción como
función preestablecida en la economía. Para esto, la matemática ofrece aperos a la economía que le
permiten satisfacer sus necesidades de explicación y predicción que se le exigen.

Debido a las interpretaciones tempranas del reciente meltdown financiero, que juegan un papel
preponderante en la futura estructuración científica, surge la convicción que el pensamiento
neoinstitucional es capaz de satisfacer la deuda cognitiva que ha dejado la teoría ortodoxa evidenciada
en la recesión anterior. Sin embargo, debido a las divergencias intrínsecas de cada vertiente,
consideramos poco prominente una posible retroalimentación aditiva entre los dos enfoques, pues esto
llevaría a renunciar ingredientes esenciales para cada uno de ellos. Sin embargo, aunque la necesidad por
buscar una “nueva economía” ya ha sido instaurada dentro de la comunidad implicada, la realización de
esta lleva procesos trascendentales que requieren grandes reconsideraciones y cambios estructurales. Sin
embargo, éste y otros ejercicios, contribuyen “gota a gota” con el propósito de esta búsqueda.
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Referencias bibliográficas

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Revista de Economía Institucional, Vol. 12(No. 22), pp. 61-82.

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[3] Cataño, J. F. (2003). Teoría económica y neoinstitucionalismo. Comentarios a “El


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[9] Leontief, W. (1958). The State of Economic Science. The Review of Economics and Statistics, Vol.
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[10] Lomelí, H. & Rumbos, B. (2003). Métodos Dinámicos en Economía: Otra búsqueda del
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[11] Lucarelli, B. (2009) The Demise of Neoliberalism?. Real-world Economics Review, Issue no. 51, pp.
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[13] Pecha, A. (2008). Optimización estática y dinámica en economía. Universidad Nacional de Colombia.
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[14] Spaventa, L. (2009) Economists and economics: What does the crisis tell us? Real-world,
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[15] Williamson, O. (1998) The Institutions of Gobernance. American Economic Review, Vol. 88 (No.
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