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La menstruación será feminista o no será

Siglos de lucha feminista para que me venga un publicista misógino o una publicista
desconcienciada a decirme que mi vulva huele mal. Empezamos.

Esa creencia absurda -el olor de la regla- es un mito popular. Una sensación quizás de quien está
desnaturalizada con su propia menstruación, desconectada de su cuerpo, una percepción de quien
no comprende los procesos fisiológicos de las bio-mujeres. Esa creencia forma parte de los últimos
coletazos de un tabú antropológico judeocristiano y ancestral trasvasada a las sociedades
modernas de occidente. Para Delaney, Lupton y Toth, (1988), la palabra “tabú”, posiblemente se
deriva de la palabra “tupua” de origen polinesio: menstruación.

En la antigüedad era la impureza, el apartheid. Apartad de la tribu a las mujeres que menstruan,
decían los patriarcas judíos. La Torá prohíbe las relaciones maritales durante los “siete días
limpios” e incluso dormir con la esposa que es una Niddáh. Las madres menstruantes eran
apartadas de sus criaturas lactantes para no transmitirles su impiedad mediante su leche
contaminada. El Levítico también prohíbe el sexo durante el sangrado. La/el que así lo hiciera se
enfrentaba a la pena de ostracismo y exilio. No se podía tocar la sangre menstrual, ni siquiera si
era de una. En la Antigüedad cristiana, la mujer sangrante no podía comulgar, y estaba impía. Que
no entren a las Iglesias, decía el Concilio de Nicea en el 325 d.C. En el 381, el I Concilio de
Constantinopla a las mujeres bautizarse durante la menstruación. El Canon II del Concilio de Trullo
de 692 prohíbe a la mujer acercarse al altar -no vaya sé que se lo coma. Manda ovarios-.

Luego fue la filosofía. Los cuerpos femeninos, para Aristóteles, estan marcados por lo débil, lo
pequeño, lo imperfecto. Los calores o humores del cuerpo son aquello que producen, en el
estómago la segregación de semen, y el semen es en sí una de las bases de la diferenciación sexual
entre hombres y mujeres para el pensamiento aristotélico. Por una falta de calor vital que entraña
una debilidad del metabolismo, de la cocción, como dice Aristóteles, la comida que se ingiere se
convierte en sangre en el cuerpo de las mujeres, por tener un interior más esponjoso y endeble.
Los hipocráticos estan de acuerdo con esto. Además, retener la menstruación puede ser fatal. Nos
dice El “Tratado sobre la Menstruación de las Vírgenes”: “las mujeres se vuelven locas a
consecuencia de la inflamación aguda; a consecuencia de la putrefacción, sienten deseos de
matar; a consecuencia de la tiniebla que se les forma, sienten terrores y miedos; a consecuencia
de la presión ejercida sobre el corazón, desean estrangular y a consecuencia del deterioro de la
sangre, su espíritu, agitado y angustiado, se pervierte. Además la enferma dice cosas terribles. (Las
visiones) la mandan saltar y arrojarse a los pozos o estrangularse como si fuera mejor y tuviese
algún tipo de utilidad…”. Aristóteles fue rescatado y leído por Santo Tomás de Aquino y por los
filósofos y pensadores árabes, que lo tradujeron. Las ideas patriarcales sobre la menstruación son
herederas de éstas, que no nos extrañe, pues, que en el islam tengan utilidad similares tabúes,
que por otro lado tendrían la misma raíz semítica que las tradiciones judeocristianas.

En los siglos modernos, en Europa, se decía a las mujeres sangrantes:

Que si te acercas a la leche, se pone agria

Que si te acercas a la orilla, se arruina la pesca

Que si te acercas al ganado, se enferma


Que si te acercas al cereal, se seca

Que si te acercas al vino, se hace vinagre

Que no te puedes lavar la cabeza entera, porque te enfermas

Apartando a las mujeres de toda la cotidianidad, y también de los objetos rituales, desde la
antigüedad. La aparta del fuego del hogar, la aparta de la tierra, fuente de vida y riqueza única, la
aparta de la guerra, la aparta incluso de la crianza. Así, lo masculino se apropia del mundo y nos
convierte en LAS OTRAS.

Ahora, y vigentes en muchos lugares todavía como normas consuetudinarias, existen creencias
populares misóginas, arraigadas cual arraigado es el heteropatriarcado, que nos dicen:

Se te corta la mayonesa

Se te mueren las plantas

Se te arruina nata montada

Se te estropea la carne

Freud dijo que el hombre castrado tenía miedo a la sangre, y eso provocaba el rechazo. Yo creo
que él también nos tenía miedo. Más tarde, Simone de Beauvoir, en El Segundo Sexo, tejió una
enrevesada lista, vigente en sus días. Estos son algunos de los tabúes menstruales que detalla la
filósofa:

– paraliza las actividades sociales

– marchita las flores

– hace caer las frutas

– sus emanaciones ahuyentan monstruos y espíritus

– arruina las cosechas y devasta los jardines

– corrompe la carne

– echa a perder el jamón

– ennegrece el azúcar

– impide la fermentación de la sidra

– posee poderes maléficos

– provoca la ruptura de los objetos frágiles

– hace saltar las cuerdas de arpas y violines

– debilita al varón

– si mantiene relaciones en esa fecha vuelve impotente al varón


– es un equivalente del orgasmo

– da satisfacción sexual

– cuando una mujer deja de tenerla, queda inhabilitada para el placer sexual y debe clausurar su
vida erótica

Comentan algunos autores: Federico García Lorca -para mi, el gran simbolista de la literatura
española de las vanguardias- escribe en sus Bodas de Sangre que la novia vuelve del bosque
“teñida en sangre la falda” y no sólo porque los hombres se mataron, más bien porque ella y
Leonardo habían “mezclado sus sangres” (137, 120). Siempre he pensado que la novia estaba
menstruando. Mal presagio, contacto con la mujer sangrante, presagio de muerte.

Con la contemporaneidad, el capitalismo y los mass media, viene la invisibilidad la oferta y la


demanda, surgen los remedios artificiales listos para llevar en el ajetreado mundo del capital,
surge la supuesta comodidad, los plásticos, los materiales no biodegradables que desterrarían los
días de los tenebrosos paños pegados a la vulva. En vez de paños, gasas, ahora tendremos fibras
sintéticas alergénicas pegadas con stick a las bragas y que nos aplastan los labios y nos cuecen las
partes. Estos productos mágicos, propios de la Mujer Moderna se venden para: “esos días”. Qué le
gustan los eufemismos al patriarcado.

Otras denominaciones ha recibido el ciclo menstrual, para no ser mencionado: “el tío de la capa
roja”, “La tía María”, “la regla”, “el período”.

Con la ignorancia de la comunidad masculina y científica, viene la patologización se nos llamaba


“indispuestas”, “malas”, “enfermas”, y nunca menstruantes.

Kate Millet, en Política Sexual, nos dice:

La jerga contemporánea denomina la menstruación como The Curse (“la maldición”). Existen
considerables evidencias de que las molestias que las mujeres sufren durante su período a menudo
es probable que sean psicosomáticas más que fisiológicas, culturales más que biológicas, en su
origen. (…) Contextos y creencias patriarcales parecen tener el efecto de emponzoñar las propias
sensaciones físicas de las mujeres sobre sí mismas, hasta que a menudo esto se convierte
verdaderamente en la carga que se dice que es…”

Por el desdén de los antepasados, por la lucha feminista,

Mujeres del mundo, inauguramos el #MenstruActivismo

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