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“Ojo por ojo, diente por diente”

Francisco Javier Carrillo Lima

Esquilo es considerado como el primer gran representante de la tragedia griega. El sufrimiento


humano es, quizás, el tema principal en el teatro de Esquilo; series de acontecimientos
ocasionados por el deseo de venganza, aplicando perfectamente el dicho popular: “Ojo por ojo,
diente por diente”. Esquilo, en su Trilogía de Orestes, también conocida por los nombres de la
Orestíada, Orestea u Orestía, demuestra lo anterior mencionado. Agamenón, primera obra dramática
que conforma la trilogía, está situada ulteriormente a la conquista de Ilión, hechos narrados en
el poema épico, la Ilíada de Homero. El rey Agamenón, descendiente de Atreo, rey de Micenas,
regresa a su hogar, Argos, después de 10 años de guerra. Su esposa, Clitemnestra, anhela el
retorno de su amado rey. Será en esta obra, el mayor ejemplo de una venganza anhelada, de la
justificación de varios hechos cruentos. La venganza de Clitemnestra hacia su esposo por el
sacrificio de su hija, Ifigenia, o por una venganza arrastrada de generación a generación, a manos
de Egisto, serán los catalizadores para motivar el desenlace funesto en Agamenón.
Lo magnífico de Agamenón, es la ambivalencia de lo correcto e incorrecto, de la fortuna o
infortunio, presente en la obra. Esquilo narra, en exiguas palabras, la dicha de unos tras las
desgracias de otros, y viceversa. También, el dramaturgo griego, nos entrega un tipo de
enseñanza moral mediante esa ambivalencia; el destino no lo olvidará y reclamará un pago por
tal fortuna dada de la misma manera en cómo se consiguió. En este caso, Agamenón no puede
escapar de su destino; a pesar de haber ejecutado tales hazañas para el deseo de lo mejor para su
pueblo o para su familia, éste le es imposible conocer su aciago final. “Ojo por ojo”. ¿Qué es lo
correcto y qué lo incorrecto? ¿De qué perspectiva se debe observar? Es Clitemnestra, la
percatada ante estas interrogantes. Ella reclama sangre, le es imposible pasar de largo el sacrificio
de su hija por la avaricia de los hombres. Esquilo, magistralmente le entrega una personalidad
tan profunda a Clitemnestra. Es la esposa de Esquilo, amante de Egisto, que justifica, de una
manera excelsa, la motivación de su asesinato. Clitemnestra, aboga la imagen de Helena, no es
por ella la causante de tal guerra contra los troyanos, no es por la amante de París, el origen de
numerosos, incontables, finales de hombres, de guerreros. Si no, es por el mero capricho de los
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hombres por desear más, por agonizar en avaricia, en poseer más poder de lo que son capaces
de soportar. Como madre, no existe consuelo alguno para la muerte de su hija y, como esposa,
no tolera los engaños de su amado; Casandra, vidente y amante troyana de Agamenón, presagio
el fin del rey, mas como lo demuestra fría y sutilmente la tragedia griega, no existe manera para
escapar del destino. “Diente por diente”.
Es así como la Trilogía de Orestes es sublime. Esquilo es digno de titularlo como mayor
representante de la tragedia griega. La muerte está justificada, sin embargo, el perdón, la
esperanza, también se encuentran en estas obras, pero tal como lo demuestra en las dos faltantes
obras de la trilogía: Las Coéforas y Las Euménides, es sumamente difícil de hallarlas. Empero, así
es el destino en la obra griega.

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