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SINTETIZADOR
ARON reconoce, de entrada, que no es fácil determinar pues cuales son los límites
que permiten apreciar en la realidad las relaciones internacionales de las relaciones
puramente internacionales, pero tal dificultad es fácilmente superable, a efectos científico-
teórico, porque sí se puede determinar su centro de interés, aquello que singulariza, en
términos generales, los fenómenos internacionales de los puramente nacionales. Ese centro de
interés viene determinado por el hecho de que las relaciones internacionales, o más
exactamente las relaciones interestatales, se configuran como una amalgama de relaciones
cooperativas y conflictivas, como unas relaciones que oscilan entre la negociación
diplomática y el conflicto bélico.
“Si el historiador, en efecto, está más interesado por los acontecimientos que el
sociólogo, lo está en la medida en que relata lo que ha ocurrido, en otras palabras contempla
los acontecimientos o los sistemas concebidos como acontecimientos, en su orden sucesivo y
descubre, inmanente a este orden, una inteligibilidad que se abandona en cualquier método de
reconstrucción. Llegamos así a dos definiciones legítimas.
El historiador o bien narra o bien contempla la singularidad de una cultura, de una sociedad o
de un sistema internacional” (¿Qué es una teoría de las Relaciones Internacionales?, Pág.
853).
“La tarea del estudio empírico de las relaciones internacionales consiste precisamente
en determinar la percepción histórica que dirige las conductas de los actores colectivos, las
decisiones de los jefes de estos actores” (Pág. 847) .
Con ello, ARON logra especificar el núcleo de la perspectiva de análisis que debe
seguir el internacionalista, armonizando las aportaciones de dos ciencias sociales tan
importantes como la historia y la socio logía.
Pero no menos tajante resulta ARON cuando se enfrenta a las tesis más o menos
utópicas de los idealistas, a quienes les recuerda que:
“(...) Los Estados no han salido aún, en sus relaciones mutuas, del estado de
naturaleza. Si lo hubieran conseguido, no habría ya teoría de las relaciones internacionales”
(Pág. 26).
Contemplada de esta forma la realidad internacional, para ARON resulta claro que no
existen límites precisos entre esta realidad y la realidad nacional, entre los fenómenos
internacionales y los fenómenos que se producen en el interior de los Estados. No tiene
sentido, desde esta perspectiva, intentar establecer tales límites en el terreno teórico.
Necesariamente política internacional y política nacional tienden a confundirse en
determinados ámbitos. Ello no significa que no subsista una diferencia sustancial entre ambas
si contemplamos los rasgos esenciales, “el centro de interés”, de una y otra, rasgos que
derivan de la propia realidad en la que se aprecia la existencia de diferencias entre el sistema
nacional, cuya estructura de poder está centralizada y se legitima el uso del mismo por parte
del Estado frente a los miembros de la colectividad, y la del sistema internacional en el que
los propios miembros ostentan el poder y legitiman su uso.
-teoría
-sociología
-historia
-praxeología
Sólo a través de estos cuatro niveles de conceptuación se puede llegar a desarrollar
una explicación del sistema internacional existente en la actualidad, en la medida en que es
fruto de la evolución histórica, y cuyos rasgos más significativos resultan de su división
ideológico-cultural, al tiempo que de su capacidad de autodestrucción total. Ello significa,
más que en cualquier otra etapa precedente, que los Estados en cuanto actores básicos del
sistema se ven conducidos a una inevitable dialéctica entre la necesidad de mantener su
existencia y sus intereses propios frente a los demás y la necesidad de mantener y desarrollar
la cooperación mutua indispensable para que los conflictos sigan siendo limitados y no se
transformen en una guerra total, es decir, la necesidad de mantener la cooperación mínima
indispensable para la supervivencia del sistema mismo.
Este antagonismo, esta tensión entre los actores básicos de la Sociedad Internacional y
la Sociedad misma, constituye una característica constante a lo largo de la historia que sólo
en la actualidad ha alcanzado toda su dimensión universal. Como el propio ARON escribe:
Centrado en los términos a los que nos acabamos de referir el objeto de análisis y el
proceso de conceptualización de las relaciones internacionales, ARON procederá, a lo largo
del resto de la obra a desarrollar extensamente cada una de las cuatro etapas mencionadas
mediante una investigación exhaustiva de los actores, comportamientos y factores que
inciden en el sistema internacional.
Teoría
En primer término ARON tratará de delimitar los conceptos teóricos básicos a partir
de los cua les desarrollará posteriormente su investigación histórica y sociológica del mundo
internacional. Y puesto que la diplomacia y la estrategia constituyen los dos polos de la
acción estatal hacia el exterior, su teoría parte de un tratamiento de ambos conceptos.
Para ARON, la estrategia se define como “la dirección del conjunto de las operaciones
militares” (Pág. 46) en tanto que la diplomacia cabe conceptuada como “la dirección de las
relaciones con las otras unidades políticas” (Pág. 46). Ambos no tienen sentido como
objetivos en sí mismos, pues en realidad son los dos medios o instrumentos a través de los
cuales se realiza la política internacional, son los cauces por los que discurre la acción
exterior de los Estados, y consiguientemente ambos deben quedar subordinados a la
consecución de los fines establecidos por el Estado o, más exactamente, por los que tienen la
capacidad de interpretar esos fines y traducirlos en acciones concretas, los estadistas.
Pero si ambos medios se subordinan a una finalidad política, de ello no cabe deducir
que entre sí se excluyan. Dado que la acción exterior de todo Estado se desarrolla en un
contexto concreto, en una realidad determinada, el estadista no puede excluir la guerra, o la
amenaza de ella, como un instrumento de la diplomacia, al igual que el estratega no puede
desconocer la negociación diplomática como un recurso necesario en la conclusión de una
guerra real, porque si bien en teoría la guerra concluye con la derrota del enemigo, no cabe
duda de que salvo en el caso de guerra total, es decir en aquella en la que el enemigo queda
absolutamente aniquilado en términos materiales y humanos, todo estratega debe ser
consciente en la conducción de la guerra de que existe además del componente material un
componente psicológico y que por consiguiente para poder vencer debe poder llegar a
convencer porque como señala ARON con referencia a CLAUSEWITZ:
“No está derrotado sino aquel que se reconoce como tal” (Pág. 47).
“Lo racional exige, muy al contrario, pensar en la paz, por encima del estruendo de los
combates, y de no olvidar la guerra, a pesar del silencio de las armas. El comercio entere las
naciones es continuo y la diplomacia y la guerra no son más que modalidades
complementarias de ese comercio, dominante una u otra por turnos, sin que nunca
desaparezca una de ellas por completo, en beneficio de la otras, salvo en el caso límite de
enemistad absoluta, o de amistad o federación total” (Pág. 65).
Es por tanto la guerra, así concebida, el concepto fundamental que permite explicar y
determinar la eficacia de las acciones de todo Estado en el contexto internacional ya sea a
través de la diplomacia o de la estrategia. Ahora bien, no todas las guerras son equiparables a
nivel teórico, ya hemos señalado la diferencia entre las guerras absolutas o totales,
excepcionales a lo largo de la historia como señala el propio ARON, y las guerras reales o
limitadas. Pero también existe una diferencia sustancial entre las guerras exteriores, es decir
entre Estados, las guerras subversivas y las guerras civiles o revoluciones. Mientras las
primeras entran de lleno en el campo de las relaciones internacionales y las últimas quedan
excluidas del mismo mientras no rebasen el ámbito estrictamente interno del Estado, las
guerras subversivas, de las que las guerras por la independencia colonial son un ejemplo
paradigmático, constituyen un caso intermedio o mixto ya que si desde un punto de vista
jurídico internacional pueden considerarse como guerras civiles, no hay duda de que para los
pueblos que luchan por su independencia se trata de una contienda exterior ya que luchan
contra una potencia exterior: la metrópoli.
Esta distinción teórica, que recuerda a la establecida por Lenin aunque con evidentes
diferencias, posee enorme importancia ya que en virtud de ella quedan delimitados nuevos
conceptos como el de “sistema internacional”, al que nos referiremos posteriormente. Ahora
bien, por importante que resulte, en el ámbito teórico, el concepto de guerra, ARON mantiene
claramente la idea de que en la realidad internacional la guerra no es más que un instrumento
necesario, aunque no exclusivo, al servicio de la política. Para él, la primacía de la política
respecto de los instrumentos de ejecución, se configura como un principio teórico
fundamental e inamovible.
Ello no significa que en la realidad los gobernantes actúen en concordancia con tal principio
siempre y en todo momento, significa tan sólo que el teórico debe considerar la realidad a la
luz de dicho principio incluso cuando observa que no se ha cumplido ya que únicamente de
esta forma investigará las causas que provocaron la distorsión y evitará la justificación
apriorística de las decisiones ya adoptadas. La razón que explica la validez teórica de este
principio la expresa el propio ARON en los siguientes términos:
Fines y medios
Los objetivos eternos, son aquellos fines u objetivos que se establece todo Estado por
el simple hecho de serlo con independencia de la coyuntura histórica concreta y del contexto
internacional, son los fines que derivan de la autonomía de acción y decisión que toda
comunidad política estatal posee o aspira a alcanzar para poder seguir siendo una entidad
estatal. Ahora bien, dentro de estos objetivos eternos cabe señalar una serie de tres objetivos
abstractos que si bien permanecen como tales objetivos del Estado de forma perenne, su
concreción y determinación para cada país y para cada momento histórico obliga a
reconducirlos a una serie de objetivos mucho más concretos y específicos, así como a
relacionarlos con los objetivos históricos derivados de la coyuntura internacional del mundo.
“Las guerras en búsqueda de la gloria y las guerras por una idea son humanas de una
manera diferente a las guerras por el suelo o el subsuelo.(...). Si el fin es el de vencer para ser
reconocido vencedor o el de vencer para imponer la verdad, basta con que la resolución sea la
misma por ambas partes, para que la violencia llegue a límites extremos. Las guerras más
humanas en su origen son también, a menudo, las más inhumanas, porque son despiadadas”
(Pág. 107).
Ni que decir tiene que todos estos objetivos eternos señalados por ARON, constituyen
una clasificación teórica que cuando se traduce en la realidad los amalgama y vincula de tal
modo que a veces resulta difícil su apreciación.
Junto a los objetivos eternos, este autor señala también los objetivos históricos, cuya
tipificación teórica trasciende en su validez cada coyuntura histórica para permitir la
comprensión de forma limitada y precisa de los objetivos que un estadista puede alcanzar en
cada momento. Es decir, se trata de una clasificación general pero que a diferencia de las
anteriores permite situar la acción y decisión del estadista en el contexto de los fines
inmediatos y particulares que persigue con esa actuación, tales objetivos se reducen para
ARON a los tres siguientes: importancia estratégica o militar; ventajas espacial-demográficas
y beneficios espacial-económicos. Ahora bien, puesto que estos objetivos deben referirse
necesariamente a cada momento histórico para considerar su particular validez y
reponderancia respecto de los objetivos eternos, ello significa que está sometidos de una
forma más inmediata a la dinámica histórica, dinámica que incide en ellos y los transforma.
Esta transformación se produce fundamentalmente por causa de los cambios que
experimentan tres factores: las técnicas de combate y de producción, los modos de
organización de las colectividades y por la costumbre, considerada como “los
procedimientos que juzgan legítimos o los subterfugios o brutalidades de que se abstienen en
sus relaciones recíprocas los Estados”.
Para ARON, el poder en su aceptación más general queda definido como “la
capacidad de hacer, producir o destruir”, no obstante semejante concepto general queda
pormenorizado cuando se refiere a las relaciones sociales ya sean entre individuos o
colectividades, ya que entonces el poder se determina como “la capacidad de influir sobre la
conducta o los sentimientos de otros individuos” (pag. 73), nos hallamos, pues, ante una
consideración del poder como una relación humana y no como un término absoluto.
“la capacidad de una unidad política para imponer su voluntad a las otras unidades”,
en tanto que el concepto de fuerza, aunque no expresamente definido por ARON como los
anteriores, se deduce claramente de su comparación con los otros dos conceptos de poder y
de potencia, y así observamos que ARON considera la fuerza como el conjunto de medios o
recursos necesarios para llevar a cabo una determinada acción por parte de una colectividad,
ya sea en el interior o frente al exterior.
De estos tres conceptos básicos, ARON deriva toda una serie de criterios de análisis y
conceptos operativos que demuestran en gran medida hasta qué punto se puede alcanzar
precisión teórica en las relaciones internacionales cuando el internacionalista se detiene a
pensar antes que a justificar. En efecto, también cabe distinguir a la fuerza militar del poder,
ya que la primera está formada por una serie de recursos militares susceptibles de valoración
objetiva, mientras que el poder, en la medida que es una relación humana no depende
únicamente de los medios materiales o instrumentales, análogamente se puede señalar que no
cabe una identificación teórica entre una política de fuerza y una política de poder. Pero lo
fuerza, como conjunto de recursos militares, económicos e incluso morales, tampoco cabe
confundirla con la potencia que es la utilización de esa fuerza precisamente para lograr unos
objetivos determinados en unas condiciones y en un contexto también específico. De ello se
deduce que necesariamente deben ser distintas la potencia defensiva (capacidad de una
unidad política para no dejarse imponer la voluntad de las otras) o la potencia ofensiva
(capacidad de una unidad política para imponer a otras su voluntad) de un Estado, su potencia
en tiempos de paz o su potencia en épocas de guerra; su potencia interior y su potencia
exterior a una determinada zona geográfica. Así como cabe apreciar la distinción entre lo que
ARON llama la fuerza potencial, considerada como “el conjunto de recursos materiales,
humanos y morales que posee cada unidad colectiva sobre el papel” y la fuerza actual,
entendida como “los recursos movilizados o utilizados en la ejecución de la política exterior
de un Estado en tiempos de paz o de guerra”, la relación entre ambas viene determinada por
el concepto de potencial de movilización de las fuerzas de un país, quien a su vez depende en
cada momento histórico de otros dos factores: las condiciones de capacidad económica o
administrativa y la voluntad o resolución colectiva afirmada por los dirigentes y respaldada
por las masas de un país.
A esta cuestión da una respuesta afirmativa argumentando que puesto que los
estadistas o dirigentes políticos del Estado lo son precisamente porque respecto de la
colectividad que integra ese Estado poseen el poder interno, es decir, gozan del control de los
recursos (materiales y humanos), de la legitimidad para utilizar la fuerza potencial (capacidad
de movilización) y dominar las técnicas económicas y administrativas para transformar la
fuerza potencial en fuerza actual, ello significa que en un determinado momento tales
dirigentes pueden gozar frente a los demás países de una potencia estatal eficaz para respaldar
sus decisiones. Ahora bien, señala, ARON, que la ostentación de poder interno sea una
condición necesaria para que los dirigentes de un Estado gocen de potencia frente al exterior
no significa que los conceptos de poder y de potencia se confundan. Resulta evidente que en
la medida en que un Estado posea una mayor potencia o capacidad de imponer su voluntad en
el exterior, tenderá a alcanzar un mayor poder exterior o capacidad de influir en los demás
Estados, pero ello no depende exclusivamente de la voluntad de ese Estado o de sus
dirigentes sino también de la voluntad de los demás países para dejarse influir por esa
potencia, por consiguiente el poder interno transferido o convertido en potencia exterior no
siempre garantiza la consecución del poder exterior y viceversa. En definitiva, los conceptos
de potencia y poder se influyen mutuamente pero no se determinan, lo que impide el
reduccionismo teórico del primer concepto al segundo. Como lo manifiesta el propio autor:
“El poder en la escena internacional difiere del poder en el escenario interno, porque
no tiene la misma envergadura, ni utiliza los mismos medios, ni se ejerce en el mismo
terreno”.
Con esta construcción teórico-conceptual, ARON no sólo sienta las bases para todo el
análisis posterior de su obra sino que, de paso, destruye en sus propios cimientos las
categorías principales de los realistas políticos norteamericanos. Como demuestra, por la
complejidad de toda su estructura teórica, el reduccionismo simplista operado por la
concepción del “interés nacional definido en términos de poder” es inaceptable porque ¿de
qué interés y de que poder hablamos? Como escribe el propio ARON:
“(...) Pero existe una separación tan grande entre la potencia defensiva y la potencia
ofensiva, entre la potencia en tiempo de guerra y la potencia en tiempo de paz, y entre la
potencia en el interior de una determinada zona geográfica y la potencia fuera de esa zona,
que la medida de una cualquiera, supuesta como absoluta e intrínseca, me parece más nociva
que útil. Nociva para el hombre de Estado, que se creería en posesión de una información
precisa, cuando en realidad no tendría en su poder más que una medida falsamente rigurosa
de una resultante de significación equívoca. Nociva para el hombre de ciencia, que sustituiría
las relaciones entre los Estados, es decir, entre las colectividades humanas, por la
confrontación de masas, despojando así de su sentido auténtico al objeto de nuestro estudio.”
(Pág.74)
Pero ¿qué es para este autor un SISTEMA INTERNACIONAL? ¿En qué se diferencia
de ese grupo social que agrupa tanto a los Estados como a otro tipo de actores y que
denominamos Sociedad Internacional?. ARON define el concepto de SISTEMA
INTERNACIONAL como:
“el conjunto constituido por una serie de unidades políticas que mantienen entre sí
relaciones regulares y que son todas susceptibles de verse implicadas en una guerra general”
(pag. 127).
Debemos precisar que ARON no utiliza el término sistema en el sentido en que lo
utilizarán los teóricos del análisis de sistemas, sino como término equivalente a “conjunto
organizado”.
Pues bien, de acuerdo con esta definición, debemos precisar que todos aquellos países
que son tenidos en cuenta por los dirigentes de cualquier Estado, a la hora de evaluar las
relaciones de fuera de su propio Estado respecto de los que estén afectados por sus
decisiones, son considerados miembros de pleno derecho del sistema.
Advirtamos también, que en esta definición resultan incluidos los dos aspectos de toda
acción exterior de los Estado, el diplomático y el estratégico, ya que la determinación de un
sistema internacional viene precisada no sólo por la existencia de relaciones regulares,
lógicamente pacíficas, sino también por el riesgo o posibilidad de implicarse en una guerra
general entre todas las unidades política que lo integran. En este sentido observemos que la
Europa de los comienzos de la Edad Moderna, gracias a su expansión ultramarina extendió
sus relaciones regulares a nuevas tierras y Estados (los imperios indígenas americanos, el
imperio chino, Japón, etc.)
Pero ello no permite concebir una ampliación del sistema internacional europeo, en la
medida en que las guerras con los nuevos países descubiertos tan sólo afectaban a un número
reducido de países europeos. Tal extensión del sistema internacional europeo, no se producirá
realmente hasta el siglo XIX con la expansión no sólo colonial sino imperialista a los
continentes Africano y Asiático, además de la ya acaecida en el contiene Americano a finales
del siglo XVIII, y cuya plasmación concreta se verificará en el transcurso de la Guerra
Mundial.
Entre ambos tipos de sistemas internacionales, ARON señala una serie de rasgos que
contribuyen a singularizarlos de forma concreta. Así, a su juicio, el sistema homogéneo
entrañaría una mayor estabilidad por dos razones fundamentales: en primer término, si todos
los Estados del sistema poseen regímenes político- ideológicos análogos ello significaría que
éstos son tradicionales por cuanto han alcanzado una legitimidad a través de su permanencia
histórica, en este caso, el comportamiento exterior de tales Estados resulta mucho más
previsible y por consiguiente facilita el desarrollo de las vías negociadoras en la satisfacción
de las demandas e intereses de los diversos Estados que integran el sistema. En segundo
lugar, la propia identidad de ideas y los valores compartidos favorecen la limitación de la
violencia en caso de guerra por cuanto la hostilidad estatal no entraña el odio hacia el
enemigo ni impide los acuerdos y las reconciliaciones, después de las batallas entre dirigentes
de diversos Estados ni tampoco entre los pueblos de tales países y ello por la sencilla razón
de que no existe antagonismo ideológico entre los miembros del sistema homogéneo.
Una vez señaladas las formas y características que definen a los sistemas
internacionales, podemos pasar a exponer cómo se relacionan éstos con la Sociedad
transnacional tal y como quedó definida anteriormente. Ante todo, ARON comprende
claramente que:
Ello significa que las relaciones interestatales, y por consiguiente los sistemas
internacionales se superponen, distorsionándolas y determinándolas, a las relaciones entre
individuos y grupos sociales pertenecientes a diversos país es, es decir a la Sociedad
transnacional. Ambas forman parte de una misma realidad que nuevamente se nos aparece
dual y dialéctica. En ambos casos, sin embargo, las relaciones, ya sean entre Estados o entre
individuos de distintos Estados, ya sean pacíficas o beligerantes, no se han desarrollado de
forma absolutamente anárquica y desorganizada sino que se han visto reguladas por
principios éticos, convicciones morales o costumbres que han dado origen a la formación de
un derecho específico para tales relaciones, el Derecho Internacional. Ahora bien para
ARON, este Derecho Internacional es también doble según que tienda a regular las relaciones
entre Estados o las relaciones que existen en la Sociedad transnacional. De este modo
distingue entre el Derecho Internacional Privado y el Derecho Internacional Público
aplicando no un criterio jurídico sino exclusivamente sociológico, y así, el primero regula las
relaciones que se desarrollan en la sociedad transnacional tal y como se ha definido. En este
sentido, ARON subraya la coherencia que a su juicio supone la incorporación que los juristas
hacen de este Derecho Internacional Privado al derecho interno ya que deben someterse al
poder y a la potencia interior del Estado, en tanto que las normas jurídicas destinadas a
regular las relaciones entre los Estados y consignadas en los tratados concluidos entre los
mismos integran el Derecho Internacional Público.
Pues bien, para ARON, la regulación jurídica de las relaciones internacionales se sitúa
precisamente en el punto de encuentro entre los dos elementos o características que
determinan los diversos sistemas internacionales, es decir, en el punto de encuentro entre la
relación de fuerzas y la coherencia ideológica y organizativa. Tales normas jurídicas
internaciona les quedan condicionadas o influidas, lógicamente, por ambos elementos y se
alteran o modifican tanto en virtud de la relación de fuerzas que existe entre los Estados, por
cuanto los Estados con mayor potencia o poder exterior tratan de introducir normas jurídicas
tendentes a garantizar esa supremacía, como por la homogeneidad o heterogeneidad del
sistema, ya que ésta incidirá tanto en los principios legalizados por las normas internacionales
como en la interpretación que los diversos Estados con concepciones ideológicas y
organizativa contrapuestas, realicen de tales normas. Sin embargo, y a pesar de estas
consideraciones a través de las cuales ARON trata de especificar el papel y el valor que le
corresponde al Derecho Internacional desempeñar en la reglamentación de las relaciones
tanto entre los sistemas internacionales como en las Sociedad transnacional, no cree que la
existencia de tales normas jurídico- internacionales modifique sustancialmente su tesis teórica
inicial, a saber: que el verdadero rasgo definidor de las relaciones internacionales viene
determinado por el hecho de que los Estados ostentan legítimamente la facultad de hacer
justicia en sí mismos y de ejercer la violencia bélica para establece su voluntad en relación
con los demás Estados. Por el contrario, a su juicio, el derecho internacional reafirma su tesis
ya que se trata de un derecho cuya vigencia, interpretación y modificación queda en manos de
los propios Estados cuya actuación debe regular, y ello significa que en último extremo esa
vigencia, interpretación y modificación de las normas jurídicas quedará a merced de las
relaciones de fuerza y la coherencia ideológica y política que existe entre los propios Estado.
Ejemplos claros de los condicionantes que existen respecto al Derecho Internacional lo son
para ARON los siguientes:
Ante todas estas consideraciones, ARON llega a la constatación de que las normas
jurídicas internacionales comportan una contradicción dialéctica idéntica a la que presentan
las relaciones internacionales que existen en la realidad misma, lógicamente al igual que éstas
se individualizan respecto a las relaciones internacionales, también el Derecho internacional,
en opinión de ARON, se distingue respecto al Derecho Interno:
Los Estados han concluido múltiples acuerdos, convenciones o tratados, entre los
cuales unos interesan sobre todo a la sociedad transnacional, mientras que otros conciernen a
la vez a ésta y al sistema internacional. A la primera categoría pertenecen, por ejemplo, las
convenciones postales, los acuerdos relativos a la higiene, a los pesos y medidas. A la
segunda, el derecho marítimo.(...)
La extensión de la ley internacional refleja el crecimiento de los intereses colectivos
de la sociedad trasnacional o del sistema internacional, la necesidad creciente de someter a
las leyes la coexistencia en el mismo planeta, alrededor de los mismos océanos y bajo el
mismo cielo, de colectividades humanas políticamente organizadas sobre una base territorial”
(pag. 142).
Precisamente el análisis del papel y de los rasgos que posee el Derecho Internacional
permite a ARON reconducir las consideraciones hacia los conceptos esenciales que
concluyen su elaboración teórica.
En efecto, si para este autor lo que condiciona la acción exterior y las relaciones entre
los Estados es precisamente el riesgo, la posibilidad de la guerra que constantemente las
amenaza y a la que inevitablemente deben contemplar como el recurso último para garantizar
la consecución de sus objetivos, de ello no cabe deducir que el deseo de los Estados sea el de
mantener sus relaciones en estado de lucha continua y permanente. Por el contrario, ARON
establece claramente que las colectividades políticas buscan ante todo y sobre todo alcanzar
la paz en sus relaciones lo que no significa que por ello deban descartar la guerra. En
consecuencia con esta tesis, ARON concluye su teoría con una investigación de las formas y
condiciones de pacificación de las formas y condiciones de pacificación de las relaciones
interestatales:
“La paz se nos aparece, hasta el momento, como la suspensión, más o menos
duradera, de las modalidades violentas de la rivalidad entre unidades políticas. Se dice que la
paz reina cuando el comercio entre las naciones no trae consigo formas militares de lucha,
pero este comercio pacífico se desenvuelve a la sombra de antiguas batallas y en el temor, o
la espera, de batallas futuras, el principio de la paz, en el sentido en que Montesqueiu toma
este termino en su teoría de los gobiernos, no es diferente por su naturaleza al de las guerras:
las paces se fundan en el poder, es decir, en la relación entre las capacidades de actuar unos
sobre otros que posean las unidades políticas. Como quiera que las relaciones de poder, en
tiempos de paz, sin ser reflejo exacto de la relación de fuerzas actuales o potenciales son su
expresión más o menos deformada, los diversos tipos de paz pueden referirse a los distintos
tipos de relación de fuerzas” (pag.192).
-la paz de equilibro: aquella que se basa en un equilibrio general de fuerzas entre las
unidades políticas del sistema.
- la paz imperial: aquella que descansa en la dominación de todos los Es tados del
sistema por una potencia cuya superioridad absoluta de fuerzas, obliga a aquéllas a someterse
a su voluntad haciéndolas perder con ello su autonomía política real, aunque es probable que
se mantenga en términos político-formales. La paz imperial conduce a la paz civil con la
evolución histórica en la medida en que se vaya perdiendo la conciencia de pertenencia a las
unidades políticas independientes.
-La paz hegemónica: es un tipo intermedio entre las dos anteriores, ya que en este
caso la paz se alcanza gracias a la superioridad absoluta de uno de los Estados del sistema al
que no pueden oponerse las restantes unidades políticas insatisfechas, pero en el que tampoco
la potencia dominante intenta llegar a una absorción de los restantes Estados, no aspira a
convertirse en un imperio.
Junto a esta forma clásica de la paz por el poder, habría que mencionar también, según
ARON, otra forma de pacificación que se corresponde con la que impera en la sociedad
internacional a partir del desarrollo de la tecnología armamentista nuclear y del riesgo de
destrucción absoluta y masiva que su utilización entraña, esta es la paz por la impotencia o
también denominada la paz por el terror. Este tipo de paz es definido por el autor como:
“la que reina (o reinaría ) entre unidades políticas, cada una de las cuales tiene (o
tendría) la capacidad de ocasionarle daños mortales” (pag.201).
Aunque se puede pensar que esta sería una forma extrema de paz por el poder, ARON
considera que posee unos rasgos propios que la diferencian de lo que hemos definido como
paz por el poder. En efecto, el equilibrio de fuerzas aunque es posible apreciarlo en términos
generales, resulta, sin embargo, equívoco y aproximado, y dada la importancia destructiva del
armamento nuclear, a diferencia del armamento convencional, la falta de desequilibrio exacto
y perfectamente apreciable, puede entrañar un desequilibrio real significativo. Por otra parte,
ese equilibrio general del sistema se ve amenazado constantemente por el cambio de bando
de una unidad secundaria del sistema. Finalmente, dada la ausencia de una estimación exacta
de las fuerzas de las unidades hegemónicas del sistema (sobre todo en el terreno militar) que
sólo se podría constatar a través de la confrontación bélica, así como a la exigencia de una
seguridad absoluta de que ninguna de esas unidades bélicas pueda eliminar en un ataque por
sorpresa la capacidad de represalias, entraña una imposibilidad de alcanzar la pacificación
definitiva. En realidad entraña una terrible contradicción interna: la imposibilidad de alcanzar
absolutamente una superioridad militar bélica definitiva obliga constantemente a dar
respuesta a cualquier pequeña alteración de fuerza del antagonista, lo que a su vez contribuye
a incrementar los riesgos objetivos del conflicto y por tanto genera una creciente inseguridad
recíproca que mina las bases de pacificación, de ahí su caracterización de la impotencia como
esencia de este tipo de paz, pues ninguno de los Estados que poseen una hegemonía militar
puede llegar a imponer la paz mediante el ejercicio de su poder.
No obstante, aquí debemos recordar que ARON escribe su obra en 1962, cuando
todavía no se había consolidado la idea entre ambas superpotencias de que resultaba
imposible alcanzar una superioridad militar definitiva por cualquiera de ellas, de ahí que
ARON analice esta forma de pacificación como una situación posible pero no
definitivamente consagrada en la realidad.
Entre la paz por el poder y la paz por la impotencia, ARON establece en le ámbito
teórico una tercera forma de pacificación: la paz por la satisfacción que puede alcanzarse por
dos vías fundamentales, o bien por el establecimiento de un Estado universal o mediante el
imperio de la ley en la regulación de las relaciones interestatales. En ambos casos, sin
embargo, ARON se muestra muy escéptico sobre la posibilidad de que pueda alcanzarse la
pacificación definitiva entre los países por cuanto la consagración de la paz por la
satisfacción exigiría diversas condiciones que, piensa ARON, resultarán extraordinariamente
poco probables que se satisfagan. En primer término esta pacificación debería descansar en la
aceptación de un mismo principio de legitimidad, además deberían excluirse como
finalidades de los Estados todas las aspiraciones o reivindicaciones de carácter territorial,
demográfico, ideológico o de fuerza. La satisfacción sólo podrá ser duradera y segura si es
general, pero a su vez, sólo se podrá generalizar la satisfacción si se basa en una confianza
generalizada y recíproca, ya que bastaría que una sola colectividad política sospechase (aun
sin fundamento) de otra para que inmediatamente se desencadenase nuevamente el círculo
vicioso de la rivalidad y de la violencia. El cumplimiento de estas condiciones y de todas
ellas, pues como señala muy acertadamente el propio ARON: “no se hará nada en tanto quede
algo por hacer”, entrañaría en realidad una revolución de las relaciones internacionales que
solamente se podría alcanzar mediante una revolución de las instituciones existentes,
tendentes ambas a poner fin a la sospecha y permitir la confianza, ahora bien ¿cómo se podrá
alcanzar tal revolución sin una “conversión de las almas” y mientras no se encuentre una vía
realista y eficaz para lograr la sustitución de la “seguridad por la fuerza” que actualmente
impera en las relaciones entre los Estados?.
“El Estado universal y el reinado de la ley no son conceptos equivalentes: uno se nos
aparece en el límite de la política de poder, mientras que el otro al término de la evolución del
derecho internacional. Pero uno y otro implican, en última instancia, la supresión de lo que ha
constituido la esencia de la política internacional: la rivalidad de los Estados, que tienen por
honor y deber hacerse justicia a sí mismos” (pag. 204).
“(...) Ahora bien, en todo sistema bipolar, los directores del juego, incapaces de reinar
conjuntamente, están destinados a la competencia, porque todo progreso de uno de ellos
parece al otro un peligro. Los grandes de hoy día no pueden reinar juntos en razón de la
incompatibilidad de sus instituciones y de sus principios de legitimidad” (pag. 206).
De las consideraciones que acabamos de realizar sobre la paz belicosa o la guerra fría,
se deduce claramente que este tipo de paz constituye una fórmula intermedia en la que
importan tanto los elementos materiales de destrucción como los efectos sicológicos que tales
elementos ocasionan en el contrario, en el amigo o en el neutral. ARON ha sabido expresar
muy significativamente esta idea que permite retornar a los fundamentos mismos de toda su
construcción teórica:
“La guerra fría se sitúa en el punto de convergencia de dos series históricas: una que
lleva a la puesta a punto de las bombas termonucleares y de los ingenios balísticos, así como
a la renovación incesante de armas cada día más destructivas y de vehículos portadores cada
vez más rápidos; la otra que acentúa el elemento sicológico de los conflictos a expensas de la
violencia física. La conjunción de estas dos serie es comprensible: cuanto más sobrepasan la
escala humana los instrumentos de la fuerza, menos utilizables son. La falta de medida de la
técnica lleva la guerra de nuevo a su carácter esencial de confrontación de voluntades, tanto si
la amenaza sustituye a la acción como si la impotencia recíproca de los Grandes impide los
conflictos directos; y, al mismo tiempo, amplía los espacios en los que hace estragos, sin
grandes riesgos para la Humanidad, la violencia clandestina o dispersa” (pag. 217).
Una vez elaborada su construcción teórica, ARON considera que ésta cumple tres
funciones principales al internacionalista en su trabajo de investigación explicativa de la
realidad internacional:
Para ello, ARON realiza una primera constatación que no por evidente resulta menos
fructífera para este gran pensador. En efecto, las relaciones internacionales ya sean pacíficas
o conflictivas, se establecen y vinculan a comunidades políticamente organizadas sobre una
base territorial, de ello deriva este autor dos grandes categorías causales:
Las causas morales o sociales cabe también subdividirlas en tres grandes apartados, si
bien ARON expresamente recuerda que la diferencia entre éstos no es similar a la que
distingue las causas materiales antes apuntadas, sino que se encuentra en función más directa
con la percepción de conjuntos sociales sucesivamente configurados a lo largo del devenir
histórico, tales grupos histórico-sociales son para ARON: 1º la nación; 2º) la civilización; 3º)
la humanidad. Para el primer grupo de causas la consideración fundamental es de carácter
espacial, en tanto que para las causa sociales es la consideración temporal la que predomina,
pero en ambos casos la investigación sociológica posee una misma y única finalidad,
permitirnos comprender el presente.
La principal conclusión a la que llega ARON, tras esta descripción histórica de lo que
él denomina: “el sistema planetario en la edad termonuclear”, es que en ella las relaciones
entre sus unidades políticas, la acción diplomático-estratégica viene determinada por la
presencia de rasgos particulares que no han existido en momentos históricos precedentes y
que introducen un sesgo particular a dicha acción. Tales rasgos son, esencialmente, dos:
“La ambigüedad de la sociedad internacional impide seguir hasta el fin una lógica
parcial, bien sea la del derecho, bien sea la de la fuerza. La única moral que supera a la moral
del combate y a la moral de la ley, es la que yo llamaría moral de la cordura, que se esfuerza
no sólo en considerar cada caso dentro de sus particularidades concretas, sino también en o
desconocer ninguno de los argumentos de principio y de oportunidad, y en no olvidar ni el
equilibrio de fuerzas ni las voluntades de los pueblos. Porque es complejo el juicio de la
cordura no es nunca indiscutible y no satisface plenamente ni a moralistas ni a los vulgares
discípulos de Maquiavelo. (...).
Pero tampoco comulga con las ideas de los que esperan alcanzar el reinado de la paz
universal en plazo temporal relativamente próximo, alegando como argumentos a favor de
esta idea, o mejor esperanza, las tendencias de creciente integración entre los países o la
inutilidad y escasa probabilidad de un holocausto nuclear. ARON se muestra escéptico sobre
la posibilidad de superar este antagonismo dialéctico, al menos dentro de una razonable
previsión futura. En este sentido, y para concluir, merece que citemos un párrafo en el que se
recoge su consideración sobre esta cuestión:
“Sería indigno dejarse hundir por las desgracias de nuestra generación y por los
peligros del futuro próximo hasta el punto de cerrarse a la esperanza, pero no sería menos
abandonarnos a la utopía y desconocer los trastornos de nuestra circunstancia.
Nada puede impedir que tengamos dos deberes, que no siempre son compatibles, uno hacia
nuestro pueblo y otro hacia todos los pueblo. Uno de participar en los conflictos que
constituyen la trama de la Historia y otro de trabajar por la paz.(...).
BIBLIOGRAFÍA
No es, por consiguiente, una casualidad histórica el que los primeros autores que
avanzan la necesidad de abordar el estudio de los fenómenos internacionales desde los
presupuestos sociológicos, sean también europeos. 3 Los nombres de Max Huber, con su
1
- MESA, R.- Teoría y práctica... op. cit.; págs. 52-57
2
- A este respecto, Mesa ha señalado:
“Lo que pretendemos subrayar, con esta indicación, es que si, aparentemente, la aportación o el enfoque
sociológico de las Relaciones Internacionales se entiende habitualmente como llegado del otro lado del
Atlántico, la realidad es que su fundamentación, la construcción y la articulación de una teoría de las
Relaciones Internacionales se ha llevado a cabo y alcanza su mayor desarrollo en Europa; lo que por el
contrario es más cierto es que la aplicación empírica de la metodología sociológica ha sido el campo en donde
con más brillantez y mejores resultados han laborado los especialistas norteamericanos, como tendremos
ocasión de ver.”
MESA, R.- Teoría y práctica... op. cit.; pág. 61.
3
- Existe alguna excepción a esta afirmación, como es el caso de Grayson Kirk, pero en general creemos que
sigue siendo correcta.
Dr. Rafael Calduch Memoria de oposición a cátedra 2
Los autores que adoptan una perspectiva sociológica de las Relaciones Internacionales
comparten, al menos, los siguientes supuestos:
1.- La sociedad que se toma como referente para sus teorías es la sociedad
internacional, entendida como la sociedad que agrupa a un conjunto diverso de
grupos humanos entre los que destacan los Estados pero que, de ningún modo,
queda reducida a éstos .
En efecto, todos los autores de este programa admiten la existencia de alguna forma
de sociedad y, por tanto, de organización social que se desarrolla más allá de las fronteras
de los Estados y de la que forman parte, además de éstos, otras entidades interestatales,
como las organizaciones intergubernamentales, otros grupos transnacionales y,
eventualmente, los propios individuos.
Desde luego, los criterios entre los distintos seguidores de este programa, varían en
cuanto a los límites, configuración y composición de esa sociedad internacional, siendo
ya clásica la disputa sobre su carácter societario o comunitario. 8 En cambio, no existe
KIRK, G.- The Study of International Relations in American Colleges and Universities.- Nueva York, 1947.
4
- HUBER, M.- Die Soziologischen Grundlagen des Völkerrechts.- Edit Grunewald. Berlín, 1928.
5
- SCHWARZENBERGER, G. - Power... op. cit.; pág. 8.
6
- Citado por TRUYOL, A.- La teoría ... op. cit.; pág. 28.
7
- La concepción estatocéntrica de los mencionados autores es evidente. Así, por ejemplo, el concepto de
internacionalidad de Max Huber refiere, en último extremo, al Estado como el criterio delimitador de los
fenómenos sociales que deben ser considerados como internacionales.
Otro tanto cabe afirmar del concepto de sociedad internacional en Schwarzenberger que la considerada
dominada por los actores estatales, cuando señala:
“(...) En comparación con el individuo, o con otros tipos menos potentes de asociación, las organizaciones
territoriales obligatorias, dotadas de aplastante fuerza física, son como gigantes frente a enanos. Esto explica
la posición preeminente de los Estados dentro de la sociedad internacional.”
Y más adelante afirma:
“Si se observa alguna tendencia en la sociedad internacional, no es la del progreso en el sentido liberal y
optimista de la palabra, sino una tendencia muy notable hacia la concentración del poder en manos de un
número cada vez más pequeño de potencias mundiales.”
SCHWARZENBERGER, G.- Power... op. cit.; págs. 216 y 221.
8
- POCH Y GUTIERRES DE CAVIEDES, A.- “Comunidad internacional y sociedad internacional”.-
Revista de Estudios Políticos; vol. VI, nº 12 (1943); págs. 341-400.
Dr. Rafael Calduch Memoria de oposición a cátedra 3
“La elección de uno u otro de estos modelos dogmáticos para definir la realidad de
las relaciones internacionales contemporáneas nos confronta ciertamente a una
operación extremadamente difícil. La verdad es que las ideas de “sociedad” y
“comunidad” expresan en el fondo una antinomia que está presente en el hombre mismo
y que se traduce en una tensión constante entre el antagonismo y la solidaridad con sus
semejantes. Esta misma antonomia se expresa a nivel colectivo por una paralela tensión
en la realidad internacional en la que las rivalidades entre los Estados no excluyen la
manifestación episódica de un verdadero impulso de cooperación y solidaridad. Por otra
parte, si las divergencias entre los distintos sujetos constituyen el obstáculo mayor a la
consecución del ideal comunitario, es claro que este objetivo se mostrará más próximo
en aquellos ámbitos más reducidos donde las afinidades y la homogeneidad política
permiten abordar la creación de una estructura más integrada: tal es el caso de los
diversos intentos de integración regional actualmente existentes entre los que cabe
destacar a las Comunidades Europeas.” 9
Conviene destacar que tras esta suposición común sobre el carácter referencial de la
sociedad internacional, se esconden algunas imágenes filosóficas sobre el hombre y la
realidad social, que nos interesa descubrir. En efecto, se sustenta una concepción del
individuo como un ser predominantemente social, muy alejada del liberalismo
individualista sustentado por otros programas, pero también se presupone la existencia
de alguna forma de orden en el seno de esa sociedad internacional, tesis que se opone
frontalmente a la idea de realidad anárquica que defienden los realistas.
Todo ello, unido a una perspectiva holista y a una constante preocupación por su
dimensión histórica concreta, convierten a la sociedad internacional que defienden estos
autores, en algo notablemente diferente de los modelos de sociedades internacionales
propugnados por los restantes programas de investigación de esta disciplina.
GROS ESPIELL, H.- “En el IV Centenario de Hugo Grocio. El nacimiento del Derecho de Gentes y la idea de
comunidad internacional”.- AA.VV.- Pensamiento jurídico y sociedad internacional. Libro - homenaje a D.
Antonio Truyol Serra..- Edit. Centro de Estudios Constitucionales / Universidad Complutense de Madrid.
Madrid, 1986. vol. I; págs. 541-583.
9
- JUSTE, J.- op. cit.; pág. 44.
Dr. Rafael Calduch Memoria de oposición a cátedra 4
1.- Las Relaciones Internacionales gozan de una especificidad científica que las
distingue de otros campos científicos afines como el Derecho; la Economía; la Historia o
la Ciencia Política.
Aunque ya hemos visto que durante el período de entreguerras y los primeros años
posteriores a la Segunda Guerra Mundial, aparecen algunos autores que propugnan el
planteamiento sociológico de las Relaciones Internacionales, coincidimos con Arenal en
que tales aportaciones son casos aislados que no lograron constituir un programa de
investigación como tal. No obstante, la importancia de dichos autores reside en que
logran configurar el núcleo central y muchas de las proposiciones heurísticas en las que
descansarán las teorías desarrolladas con posterioridad.
Por esta razón, resulta oportuno establecer una división entre los precursores del
programa sociológico y los teóricos que desarrollan este programa. A los primeros les
cabe el mérito de haber establecido los fundamentos del estudio sociológico de las
Relaciones Internacionales, a los segundos, en cambio, les corresponde la autoría de las
principales formulaciones teóricas a través de las cuales este programa científico ha
progresado hasta la actualidad.
Al iniciar el rastreo de las diversas aportaciones que han nutrido la génesis de los
principales supuestos que nuclean el estudio sociológico de las Relaciones
Internacionales, nos aparecen inmediatamente el nombre de Max Huber quien al
establecer su concepció n de la internacionalidad como “el conjunto de fenómenos
sociales que expresan las relaciones inmediatas de los Estados entre sí o influyen directa
o indirectamente en estas relaciones o están influidos por ellas, constituye el problema
de la internacionalidad. Es internacional una relación cuando se refiere a las relaciones
entre grupos sociales que están determinados por poderes estatales distintos, y son
internacionales en el sentido más estricto, jurídico, las relaciones entre los Estados
mismos.” 10
De esta forma, Huber sitúa el estudio de los fenómenos sociales y las relaciones entre
grupos sociales de distintos Estados en el plano de la realidad internacional que debe ser
analizada, precisamente porque condiciona y es condicionada por la existencia y
actuación de aquellos. Es cierto que en la concepción de este autor el Estado y sus
relaciones sigue ocupando el centro de la vida internacional, pero al revisar la concepción
de internacionalidad de Huber, no podemos dejar de sorprendernos de que los
transnacionalistas hayan llegado a una concepción similar medio siglo más tarde.
10
- HUBER, M.- op. cit.; pág. 3.
11
- SCHINDLER, D.- “Contribution à l’étude des facteurs sociologiques et psicologiques du droit
international”.- Recueil des Cours de l’Academie de Droit International de La Haye (en adelante citaremos
como Rec. des Cours); 46 (1933 - IV); págs. 233-325.
12
- RUYSSEN, Th.- “Les caractères sociologiques de la communauté humaine”.- Rec. des Cours; 67 (1939 -
I); págs. 125-231.
13
- SCHWARZENBERGER, G. - Power... op. cit.; págs. 3-20.
14
- MESA, R.- Teoría y práctica... op. cit.; págs. 58-59.
15
- LANDHEER, B.- “Les théories de la sociologie contemporaine et le Droit International”.- Rec. des Cours;
92 (1957 - II); págs. 525-621.
ídem. - On the Sociology of International Law and International Society.- La Haya, 1966.
ídem. - The Role of Knowledge in the World System.- Asse, 1975.
16
- DUPUY, R. J.- Le Droit International.- Edit. Presses Universitaires de France. París, 3ª ed., 1969.
ídem. - La Communauté internationale entre le mythe et l’histoire.- París, 1986.
17
- REUTER, P.; COMBACAU, J.- Institutions et relations internationales.- Edit. Presses Universitaires de
France. París, 1980.
18
- CHAUMONT, Ch.- “Le droit des peuples à témoigner de lui-même”.- Annuaire du Tiers Monde.- Edit.
Bérger - Lévrault. París, 1977.
Dr. Rafael Calduch Memoria de oposición a cátedra 6
“¿Cuál es la prueba con la que puede decidirse si los temas son pertinentes para los
propósitos de los estudios internacionales?. ¿Suministra el término internacional la
clave necesaria?. ¿Es internacional todo lo que afecta a más de una nación?.
(...)
Para poder incluir en el término asuntos internacionales todas aquellas cuestiones
que son pertinentes para los propósitos de los estudios internacionales sólo tiene que
aplicarse una prueba simple. Tenemos que preguntarnos a nosotros mismos si estas
cuestiones, y en qué grado, son pertinentes desde el punto de vista de la sociedad
internacional considerada en su totalidad.
(...)
Suponiendo que la contestación a esta pregunta sea afirmativa, se sugiere la siguiente
definición de los asuntos internacionales: Son asuntos internacionales las relaciones
entre grupos, entre grupos e individuos y entre individuos, que afectan de modo esencial
a la sociedad internacional en cuanto tal.” 19
19
- SCHWARZENBERGER, G. - Power... op. cit.; págs. 3-4.
Dr. Rafael Calduch Memoria de oposición a cátedra 7
relaciones internacionales la unidad y coherencia sin la cual no sería nada más que un
conglomerado mal distribuido de piezas sueltas de conocimiento.
Casi por las mismas fechas, Panoyis Papaligouras, 22 escribía su obra dedicada a
estudiar las diversas etapas históricas de la sociedad internacional atendiendo a los
cambios experimentados por ésta en su composición y el distinto grado de participación
en ella de sus diversos miembros. Ello se debía a que para este autor aunque se puede
establecer una noción abstracta de sociedad internacional, en cambio “sólo existen
efectivamente las sociedades internacionales históricas”, lo que exigía que las
formulaciones teóricas sobre la sociedad internacional se inscribiesen en el marco
20
- SCHWARZENBERGER, G. - Power... op. cit.; pág. 8.
21
- SCHWARZENBERGER, G. - Power... op. cit.; pág. 9.
22
- PAPALIGOURAS, P.- Théorie de la societé internationale.- Zurich, 1941.
Dr. Rafael Calduch Memoria de oposición a cátedra 8
establecido por las realidades internacionales tal y como se había producido a lo largo de
la historia. 23
23
- PAPALIGOURAS, P.- Théorie ... op. cit.; pág. 143.
24
- Resulta interesante observar que cuatro décadas más tarde otro autor, Mitchell, en el marco de una
concepción funcionalista de la sociedad mundial, sostenga una posición parecida a la de Papaligouras. En
efecto, como señala Mitchell:
“(...) In many senses, the relationship is the unit of analysis in the world society approach, and a clear
delineation of the nature and classification of relationships is an important part of refining that approach.
(...)
Such ways of characterising relationships obviously play a part in the world society approach, but in many
ways the extension of the approach into prescriptive analysis (one of its great strengnths) is based on the
concept of relationships that possess the quality of being legitimised. This conception is a central feature. It also
suggests that some networks of relationships are durable and can exist in their own right, while others are
imposed and only kept in existence by the coercive and ultimately self-defeating efforts of those entities with
some usable political power or economic resource.”
MITCHELL, C.R.- “Relationships within World Society”.- LUARD, E. (edit.)- Basic Texts... op. cit.; págs.
566-567.
25
- PAPALIGOURAS, P.- Théorie ... op. cit.; págs. 246-247 y 316.
26
- PAPALIGOURAS, P.- Théorie ... op. cit.; págs. 265; 316 y 375-376.
27
- Entre los historiadores, merece destacarse las aportaciones de Toynbee y de Braudel, pues en ambos
encontramos un claro esfuerzo conceptual y metodológico por enraizar sus estudios históricos de la realidad
internacional en un terreno abonado por la Sociología.
BRAUDEL, F. - La Historia y las Ciencias Sociales.- Edit. Alianza. Madrid, 1ª ed., 1968; 7ª reimp., 1986.
TOYNBEE, A.J.- op. cit.; vol. III; págs. 245-311.
Dr. Rafael Calduch Memoria de oposición a cátedra 9
Con la sociología histórica, tal y como fue formulada por Raymond Aron, 28 se
aporta una perspectiva y un método de investigación y análisis idóneo para el programa
sociológico, abriéndose la etapa de las formulaciones teóricas sobre la base de los
supuestos y axiomas establecidos por los precursores de este programa de investigación.
De este modo se completa el heurístico positivo que reclamaban los especialistas de este
programa de investigación sociológica, con la clara finalidad de poder competir con las
restantes orientaciones teóricas.
Sin embargo, la obra de Aron siendo como es esencial para una cabal comprensión
del programa sociológico, no cabe inscribirla de forma inequívoca en dicho programa,
por cuanto muchos de los supuestos centrales que sustenta corresponden al programa
realista. Es precisamente su propuesta metodológica la que más se corresponde con los
requerimientos de la perspectiva sociológica, por esta razón remitimos al apartado del
Método su tratamiento pormenorizado, centrándonos en la consideración de tres autores
que estimamos representativos del programa que nos ocupa: Jean Baptiste Duroselle y
Marcel Merle.
Entre los teóricos que han realizado una atractiva conjugación entre la Historia y la
teoría social en sus estudios sobre la realidad internacional, figura Jean Baptiste
Duroselle . 29 Tal y como lo ha señalado el propio autor, su objetivo es “exponer mi
28
- No han faltado autores que como Theda Skocpol; Charles Tilly y Michael Mann, han buscado una síntesis
teórica entre la Historia y la Sociología, dando paso a diversas formulaciones de sociología histórica
apreciablemente diferentes de la que realizó Aron. Por esta razón, aunque discrepamos de la inclusión en esta
corriente del programa sociológico de autores como Waltz y Wallerstein, coincidimos con Hobden en que:
“These two elements of change and context return to the two common themes running through the definitions
previously offered: the question of time and of social change. The issue of time comes from the History side of
the equation, whilst the issue of change comes from Sociology.
(...)
At a deeper level, it is possible to argue for a more profound link between History and Sociology, and this is a
link that has a particular significance for International Relations students. The link is the inclusion of the
element of time in the analysis of social relations.”
HOBDEN, S.- International Relations and Historical Sociology. Breaking down boundaries.- Edit. Routledge.
Londres / Nueva York, 1998; págs. 22 y 24.
29
- DUROSELLE, J. B.- De Wilson à Roosevelt. La politique extérieure des États Unis, 1913-1945.- París,
1960 (Traducción al castellano de J. Campos.- Política exterior de los Estados Unidos. De Wilson a Roosevelt
(1913-1945).- Edit. Fondo de Cultura Económica. México, 1965.)
ídem. - Histoire diplomatique de 1919 à nos jours.- Edit. Dalloz. París, 7ª ed., 1978.
ídem. - L’ Europe de 1815 à nos jours. Vie politique et relations internationales.- París, 1964 (traducción al
castellano.- Europa de 1815 hasta nuestros días. Vida política y relaciones internacionales.- Edit. Labor.
Barcelona, 1967.)
ídem. - Le monde dechiré.- París, 1970. 2 vols.
ídem. - “L’étude des Relations Internationales: Objet, Méthode, Perspectives”.- Revue Française de Science
Politique; vol. 2 (1952); págs. 676-701.
ídem. - “Paix et guerre entre les nations. La théorie des relations internationales selon Raymond Aron”.- Revue
Française de Science Politique; vol. 12 (1962); págs. 963-979.
ídem. - “De l’histoire diplomatique à l’histoire des relations internationales”.- Mélanges Pierre Renouvin.
Étude d’histoire des relations internationales.- París, 1966.
ídem. - “La stratégie des conflits internationaux”.- Revue Française de Science Politique; vol. 10 (1960); págs.
287-308.
ídem. - “Le marchandage tacite et la solution des conflits”.- Revue Française de Science Politique; vol. 14
(1964); págs. 739 y ss.
ídem. - “La nature des conflits”.- Revue Française de Science Politique; vol. 14 (1964), págs. 295-308.
ídem. - Le conflit de Trieste.- París, 1966.
Dr. Rafael Calduch Memoria de oposición a cátedra 10
Esta disciplina debe desarrollarse en tres planos o niveles diferentes: los estudios
particulares o monografías; que deben aportar unos conocimientos básicos sobre la
configuración y funcionamiento de la sociedad internacional; los estudios de áreas
orientados a lograr un conocimiento profundo y riguroso de ciertas sociedades
internacionales de alcance regional y, por último, la teoría general de las relaciones
internacionales. 33
ídem. - “L’élaboration de la politique étrangère française”.- Revue Française de Science Politique; vol. 6
(1956); págs. 508-524.
ídem. - Tout Empire périra. Théorie des Relations Internationales.- Edit. Armand Collin. París, 1992.
(Traducción al castellano de Abdiel Macías Alvizu.- Todo imperio perecerá. Teoría sobre las relaciones
internacionales.- Edit. Fondo de Cultura Económica. México, 1998.)
RENOUVIN, P.; DUROSELLE; J. B.- Introduction à l´Histoire des Relations Internationales.- París, 1964.
(Traducción al castellano de M. Camacho.- Introducción a la política internacional.- Edit. Rialp. Madrid, 1968.)
30
- DUROSELLE, J. B.- Todo Imperio... op. cit.; pág. 38.
31
- DUROSELLE, J. B.- “L’ etude... op. cit.; págs. 677-678.
ídem. - Todo imperio... op. cit.; pág. 42.
32
- DUROSELLE, J. B.- “L’ etude... op. cit.; pág. 680.
33
- DUROSELLE, J. B.- “L’ etude... op. cit.; págs. 692 y ss.
34
- DURSOELLE, J. B.- Todo imperio... op. cit.; pág. 42.
Dr. Rafael Calduch Memoria de oposición a cátedra 11
Surge de este modo una nueva generación de teorías impulsada por las aportaciones
de Stanley Hoffmann, 35 Burton, J.W.; 36 Peter Heintz; 37 y particularmente Marcel
Merle.
Comienza este autor por adoptar en su principal obra un título muy expresivo de su
posición teórica: Sociología de las Relaciones Internacionales. En su introducción,
Merle proclama ya la idoneidad del recurso a la sociología para estudiar las relaciones
internacionales.
Esta declarada apuesta por la Sociología que realiza Merle, le obliga con
posterioridad a reconocer el importante, aunque limitado, papel que debe concederse al
Estado. No pueden, por consiguiente, identificarse las relaciones internacionales con el
35
- HOFFMANN, S.- Contemporary... op. cit.; págs. 215 - 237.
36
- BURTON, J.W.- International Relations. A General Theory.- Cambridge, 1965 (Traducción al castellano de
Héctor Cuadra.- Teoría General de las Relaciones Internacionales.- Edit. Universidad Nacional Autónoma de
México. México, 1973.)
37
- HEINTZ, P.- “Introducción: clave sociológica para la descripción de la sociedad mundial y su cambio”.-
Revista Internacional de Ciencias Sociales; vol. XXXIV, nº 1 (1982); págs.11-22.
38
- MERLE, M.- Sociología … op. cit.; pág. 17.
Idem.- Forces et enjeux dans les relations internationales.- Edit. Economica. París, 1985.
Idem.- La vie internationale.- Edit. Armand Colin. París, 3ª ed., 1970 (Traducción al castellano de la 1ª ed.- La
vida internacional.- Edit. Tecnos. Madrid, 1965.)
Idem.- L'anticolonialisme européen. De Las Casas à Karl Marx.- Edit. Armand Colin. París, 1969.(Traducción
al castellano de Roberto Mesa.- El anticolonialismo europeo. De Las Casas a Marx.- Edit. Alianza. Madrid,
1972.)
Idem.- Pacifisme et internationalisme XVII-XXème siècle.- Edit. Armand Colin. París, 1966.
Idem.- "Le dernier message de Raymond Aron: Système interétatique ou societé internationale?".- Revue
Française de Science Politique; vol. 34, nº 6 (1984); págs. 1181 - 1197.
Dr. Rafael Calduch Memoria de oposición a cátedra 12
restringido campo de las interacciones entre los Estados, lo que obliga a recurrir a otra
categoría para determinar el objeto de su estudio. Esta categoría la encuentra en el
denominado criterio de localización, que cualifica las relaciones internacionales no por
lo que son, ni entre quienes se produce, sino en función de dónde y cómo se desarrollan.
Para Merle son relaciones internacionales: "todos los flujos que atraviesan las fronteras
o que incluso tienden a atravesarlas." 39
Este autor se incluye entre los que dentro del programa sociológico emplean, al
menos parcialmente, el heurístico positivo del programa sistémico. En el caso de Merle
recurre al modelo de sistema político de David Easton, tan atractivo por su simplicidad
cuanto criticado por su ambigüedad. De acuerdo con dicho modelo aborda la tarea de
precisar, ya que no lo consigue plenamente con su criterio de localización, el ámbito
internaciona l que debe estudiarse por la disciplina y que no es otro que el sistema
internacional .
Los rasgos distintivos de este sistema internacional, en relación con otros sistemas
sociales o políticos, son para Merle dos : la ausencia de un entorno exterior con el que
los actores internacionales puedan mantener interacciones, y la ausencia de una
autoridad reguladora del funcionamiento del sistema.
39
- MERLE, M.- Sociología … op. cit.; pág. 110.
Dr. Rafael Calduch Memoria de oposición a cátedra 13
Cuando se revisa con la perspectiva del medio siglo transcurrido desde las primeras
aportaciones de los autores de este programa de investigación y se compara con la
evolución seguida por otros programas, sorprende la evidencia de que a pesar del
carácter más completo y profundo de los postulados centrales y de los elementos del
heurístico positivo que presenta el programa sociológico, éste ha quedado relegado en la
doctrina especializada. Ello confirma la posición de Lakatos, en contra de las tesis
popperianas, de que un programa de investigación menos riguroso y verdadero puede
prosperar y/o mantenerse frente a otros más completos por razones ajenas a la propia
verificación de los errores y aciertos de cada uno de ellos.
Tal vez por esta razón, la mayor debilidad del programa sociológico radica en que
con un núcleo central más poderoso, desde el punto de vista científico, aporte todavía
análisis de la realidad internacional muy fragmentarios e incompletos. El resultado es que
las grandes ideas contenidas en muchas de sus aportaciones teóricas hayan quedado
obsoletas o bien arrojen muy pobres resultados empíricamente verificables. En este
sentido, la asociación con otros programas puede facilitar la incorporación de métodos
más empíricos o de técnicas más precisas que las que actualmente se emplean por sus
seguidores.
40
- ARENAL, C. Del- La teoría de las relaciones internacionales en España.- Edit. International Law
Association. Madrid, 1979.
Dr. Rafael Calduch Memoria de oposición a cátedra 14
Por último, tal y como demuestra alguno de los trabajos recientes, 41 el programa
sociológico debe intentar sacar el máximo provecho de los progresos experimentados en
la elaboración de modelos complejos de la realidad mundial y en las técnicas de
simulación y prospectiva, para alcanzar una dimensión más pragmática, tal y como ha
sucedido en la disciplina matriz.
41
- HAMEL, J.- "La reconstrucción empírica en las ciencias sociales: consideraciones críticas" .- Revista
Internacional de Ciencias Sociales; nº 127 (1991); págs. 221-234.