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Alumno: Diego Alejandro Romanczuk

Suspensión de juicio a prueba

Introducción
La idea del presente trabajo es introducir al lector en la temática del instituto de la suspensión
del juicio a prueba, quizás más conocido por la mayoría de la población con el nombre de
“probation”.

Para ello en primer lugar se explicaran sus fuentes históricas, para luego tratar de entender como
el mismo ha sido receptado por nuestro ordenamiento jurídico, haciendo hincapié en sus
fundamentos legislativos.

También se estudiara acerca de los problemas que fueron surgiendo en torno al instituto en sí,
debido a las distintas interpretaciones que los jueces hicieron del texto normativo, explicando
como la jurisprudencia de nuestros tribunales ha abordado y tratado los mismos.

Suspensión del juicio a prueba


La ley 24.316, sancionada el 4 de mayo de 1994, incorporó al Código Penal el instituto de la
suspensión del juicio a prueba, agregando en su Título XII, los arts. 76 bis, 76 ter y 76 quater.

La suspensión del proceso penal a prueba –del modo en que está regulada en el derecho penal
argentino- es un supuesto de paralización temporal del ejercicio de la pretensión punitiva del
Estado, que puede disponerse a pedido de la persona sometida a proceso penal, por el cual se
impone a esta última el deber de cumplir con ciertas condiciones durante un período de tiempo,
de modo tal que si el imputado cumple satisfactoriamente con ellas se extingue la acción penal,
mientras que el trámite procesal continúa su curso en caso de serio e injustificado
incumplimiento de esas condiciones. 1

Podemos encontrar que el presente instituto tiene su origen en el Derecho Anglosajón y nace
entre los siglos XIV y XV. Fue desarrollado, en un principio, para los delitos de menor cuantía, y
luego se adaptó a todos los delitos, salvo a aquellos para los cuales estaba vedado especialmente.

1
Vitale, G., (1996). La Suspensión del Proceso Penal a Prueba (1° Edición). Buenos Aires: Editores
del Puerto.
Los estadounidenses incorporaron la probation en el siglo XIX, como respuesta a un problema
social que percibían referido a las negativas consecuencias que producía en sus ciudadanos la
pena de prisión por la comisión de delitos menores.

Según surge de las sesiones del debate parlamentario de la Cámara de Diputados, se desprende
que la incorporación del instituto a nuestro Código de fondo, es por influencia del Common Law
norteamericano.

En este sentido, cabe destacar el mensaje emitido por el Poder Ejecutivo, con fecha 12 de agosto
de 1992, por el cual -el por ese entonces Presidente de la Nación- sugería la incorporación del
instituto al Código Penal. Allí sostuvo que: “Sin embargo, con frecuencia, los delincuentes
primarios y ocasionales no manifiestan peligro de volver a delinquir, por lo que frente a ellos no
son necesarias, ni la intimidación ni la resocialización, ni la inocuización (...) En este sentido, la
propuesta que elevamos a consideración de vuestra honorabilidad, intenta reforzar la función
judicial de prevención especial respecto de quien participó en un hecho delictivo”.2

En cuanto a la finalidad que tuvo su introducción a nuestro Derecho Penal, podemos decir que
por un lado se buscaba desafectar del sistema penal, por su escasa trascendencia, ciertos
conflictos, buscando para las mismas alternativas sustitutivas de las reacciones penales más
gravosas. Es decir evitando una declaración de culpabilidad (con lo estigmatizante que esto
puede resultar) y buscando la resocialización del imputado, pero sin condena. Y por otro lado no
podemos dejar de lado el hecho de la búsqueda de descomprimir la administración de justicia.

La oscura redacción de la ley


Las interpretaciones que han realizado nuestros Tribunales de Justicia acerca de la procedencia
de la suspensión del juicio a prueba resultaron en un principio algo antagónicas e irreconciliables.
Así la suerte de los imputados se halló a entera merced de que la causa le fuera asignada a Jueces
que tuvieran un sentido amplio o restringido de la interpretación de la ley.

El juez de Cámara Elbert, en uno de sus votos, manifestó “..la práctica nos demuestra que la ley
24.316 es confusa y enfrentada con sus fines. Se pretendió que esta normativa sería una
herramienta versátil para descongestionar nuestros despachos, en especial los del fuero
correccional, de las causas que los abruman. Pero hete aquí que, nuevamente, nos vemos en
opción de actuar el rol de oráculos o adivinos y el de intérpretes de la ley. Otra vez, las opciones
esenciales son incompatibles entre sí, porque por un lado, defender la congruencia del texto
implica no conceder sus beneficios a casi ningún solicitante, y del otro, extraer profundas

2
“Análisis crítico de la exclusión de los funcionarios públicos del instituto de la probation”, Marina Panick Postan -
Revista Jurídica (UCES) - Número 18 - 2014
conclusiones filosóficas de lo incongruente, lleva a otras contradicciones que también esterilizan
las posibilidades de aplicación. Lo dicho antes me tienta a pensar que la ley 24.316 es una realidad
virtual: parece que existe, e incluso que la aplicamos, pero quizá se trate de un mero engaño a los
sentidos, especialmente al más común de ellos’. 3

Sin dudas que los supuestos de admisibilidad comprendidos por el art. 76 bis del Código Penal
fueron uno de los principales obstáculos que, desde un principio, encontró el instituto de la
suspensión del juicio a prueba. En relación a la interpretación del texto normativo se perfilan
nítidamente dos posturas.

Por un lado están quienes le otorgan a la ley un sentido amplio de interpretación, y afirman que
el instituto es pasible de aplicación respecto a dos grupos de delitos. El primero, estaría
enmarcado por el 1° y 2° párrafo del art. 76 bis del Código Penal, con pena no mayor de tres años
de reclusión o prisión. El segundo, se encontraría delimitado por el párrafo 4° del mismo artículo,
siendo aquellos que, a pesar de tener un máximo de pena mayor a dicho monto, permiten, por
sus mínimos, llegar a una condena de carácter condicional, debiendo en este caso contarse
indefectiblemente con la conformidad fiscal.

Por su parte, los sostenedores de la tesis restrictiva, entienden que el artículo en cuestión
encierra un solo supuesto, esto es, para ser aplicado únicamente a delitos con pena máxima de
tres años de prisión o reclusión, siendo también necesario y vinculante el consentimiento fiscal.

Este tema es el que ocasionó mayores controversias en los Tribunales de Justicia, y tal cual como
anticipábamos hace unas líneas, no hubo en principio una línea clara de interpretación.

La sala I de la Cámara de Casación Penal se pronunció así: “…puede sostenerse que de los
argumentos que se apoyan en los antecedentes del debate parlamentario que precedió a la
sanción del art. 76 bis del cód. penal, como así también, de la interpretación a contrario sensu de
su primer párrafo, cabe sostener que no procede la suspensión del juicio a prueba en los casos
en que la escala penal abstracta —escala legal— supera los tres años de reclusión o prisión
prevista para el delito de que se trata”4.

La sala II de la Cámara aludida, sostuvo sobre este punto lo siguiente “....corresponde reproducir
lo dicho por la sala I de esta Cámara in re: ’Celestino, Leonardo M. s/ recurso de casación’, e in
re: ’Aguero, Patricia s/recurso de casación,”. Es decir que se apegó también al criterio restrictivo.

La sala III de la citada Cámara sostiene que “apreciamos que la conclusión adecuada sobre el
sentido jurídico que debe acordársele a la norma en estudio es la que conceptúa que el art. 76
bis del cód. penal plantea un único e indivisible supuesto en virtud del cual, se podrá conceder el

3
“Suspensión del juicio a prueba: a casi cinco años de su creación”, Por Garcia Berro, Santiago y Recalde, Jorge - El
Derecho 180-1093
4
’Celestino, Leonardo M. s/ recurso de casación’, causa n° 923.
beneficio de la suspensión del juicio a prueba al imputado de un delito de acción pública
reprimido con pena de reclusión o prisión, cuyo máximo no exceda de tres años .....’. 5

En un fallo de la sala IV de la Cámara de Casación Penal, la mayoría integrada por las Dras. Ana
María Capolupo de Durañona y Vedia y Amelia Lydia Berraz de Vidal, expuso: “El citado párrafo
4° del art. 76 bis del ordenamiento sustantivo (incorporado por la ley 24.316) no puede sino
interpretarse referido a que la pena estimada pueda eventualmente ser de aplicación suspensiva
(condicional), pero siempre en relación con el tope máximo de tres años de privación de libertad
establecido en los apartados 1° y 2° del mismo; dichas exigencias resultan inescindibles e
imperativas, sin perjuicio de la observancia de otros requisitos que la ley prevé”. 6

Además de este punto de conflicto, la doctrina discutió también si en todos los casos previstos
por la ley era vinculante la posición fiscal; si su empleo resultaba factible cuando el hecho se
encontraba previsto con pena de inhabilitación alterna o conjunta o cuando sólo era conminado
con tal especie de sanción y si el querellante contaba con legitimación autónoma para cuestionar
el decisorio que acordase la suspensión. 7

El consentimiento fiscal: ¿el mismo es vinculante para otorgar el beneficio?


La sala I de la Cámara de Casación Penal dijo que: “Resulta necesaria la expresa conformidad del
Sr. Fiscal, cuya opinión adversa constituye un impedimento para el otorgamiento del beneficio,
habida cuenta del rol que el Ministerio Público tiene en el juicio oral en función requirente. Ello
es así puesto que el carácter vinculante de la posición del fiscal deriva del mandato constitucional
que atribuye al referido ministerio la promoción y el ejercicio de la acción penal y como tal, al
expresar su oposición a la suspensión del proceso no ejerce jurisdicción, sino que manifiesta su
voluntad de continuar ejerciendo la acción. Y toda vez que la suspensión del proceso a prueba
no es otra cosa que la suspensión del ejercicio de la acción penal, el Tribunal —que carece de
poderes autónomos para su promoción y ejercicio—, tampoco tiene poder de decisión sobre la
suspensión de ese ejercicio”. 8

La sala II ha señalado que: “En efecto el avenimiento del fiscal de juicio es indispensable para que
proceda la medida prevista por el art. 76 bis del cód. penal, su oposición es vinculante para el
tribunal, pues la ley no se contenta con la mera «citación» o «traslado» al fiscal, sino que exige
su consentimiento. Asimismo, se le exige al Ministerio Público que emita un dictamen fundado

5
’Wasyluk, Carlos José, s/ recurso de casación’, causa nº 1580.
6
’Muñoz Saavedra, Juan s/ recurso de casación’, causa n° 471.
7
La probation: ¿hasta cuÁndo? , Por Ormaechea, Pablo Raúl - El Derecho Penal 02/2005-21
8
’Asenjo, Claudio Martín s/recurso de casación’; ’Dyke, Héctor s/recurso de casación’ ; ’Arasco,
Juan C. s/recurso de casación’; ’Faigenbaum, Gustavo M. s/recurso de casación’.
sobre la existencia de los presupuestos de procedencia. Es que la ley no ha querido dejar todo
librado a la arbitrariedad de esta parte poniéndole pautas para suspender el ejercicio de la acción.
También aquí es deber de los fiscales emitir dictamen fundado en todo cuanto pidan”. 9

Por su parte La sala IV ha sostenido que: “..la norma en análisis, en consecuencia, debe ser
analizada partiendo de un estricto respeto por su letra. El cuarto párrafo del art. 76 bis del cód.
penal dice ’...y hubiese consentimiento del fiscal...’. Entonces, que de la letra de la ley se
desprende que ésta claramente dispone la necesidad del acuerdo fiscal para que se pueda
conceder el instituto”. 10

¿Es aplicable el instituto para penas de inhabilitación?


La sala I de la Cámara de Casación, estableció: “debe entenderse que (la ley) involucra a todos
aquellos casos en los que está presente esa especie de pena, sin distinguir su carácter de
principal, conjunta o alternativa, pues como se infiere de la intención del legislador, se ha
considerado necesario que ciertos procesos que se vinculan con delitos referidos a supuestos de
impericia, inobservancia de los reglamentos y deberes del cargo, sean tramitados hasta el
veredicto definitivo, por los efectos que esas inhabilitaciones pueden tener en relación a
conductas que por sus consecuencias interese al Estado evitar o corregir, cuando el propósito del
instituto es impedir la prosecución de juicios que revistan escasa entidad penal, evitando así el
desgaste jurisdiccional, mediante el sometimiento del imputado a reglas de conducta
enderezadas a modificar su comportamiento desvalioso, en procura de su resocialización,
conforme con las previsiones del art. 27 bis del código sustantivo” 11

La sala II ha dicho que: “…cabe concluir junto a los antecedentes mencionados y a las constancias
emanadas de la labor parlamentaria, que cuando la ley se refiere a la improcedencia del instituto
en los supuestos de delitos reprimidos con pena de inhabilitación, involucra todos aquellos casos
en los que está presente esa especie de pena, sin distinguir su carácter de principal, conjunta o
alternativa. Al respecto el miembro informante de la Comisión de Legislación Penal de la
Honorable Cámara de Diputados, Antonio María Hernández en ocasión de introducir al proyecto
la cláusula relativa a la exclusión del beneficio en caso de mediar pena de inhabilitación, señaló
con toda claridad que no se permite la aplicación de la suspensión del proceso a prueba en
relación a aquellos delitos que tuviesen pena de inhabilitación, en tanto que existe un especial

9
’Campitelli, Rodrigo s/recurso de casación’.
10
’Muraca, Susana Catalina s/recurso de casación’ ; ’Muñoz Saavedra, Juan S. s/recurso de
casación’ ; ’Fortes, Juan Augusto s/recurso de casación’
11
’Ponce, Ramón E. y otro s/recurso de casación’
interés del Estado en establecer la responsabilidad del imputado, para adoptar prevenciones al
respecto” 12

Por su parte la sala III estableció: “.. que cuando la ley se refiere a la improcedencia del instituto
de la suspensión del juicio a prueba en los suspuestos de delitos reprimidos con pena de
inhabilitación, debe entenderse que sólo involucra a aquellos casos en los que está presente esa
especie de pena en su carácter de principal, siendo procedente en los casos en que ella está
prevista como conjunta y alternativa”. 13

Sobre el particular, la sala IV de la citada cámara sostuvo que: “No cabe sino concluir entonces
que la inhibición que la ley regula, comprende a todos los supuestos de ilícitos reprimidos con
pena de inhabilitación, sin distinguir su carácter de principal, única o conjunta. Y que yerra en
consecuencia la Sra. Juez a quo en su interpretación de la norma en cuanto funda su decisión en
que, en el caso de penas principales, de aplicación conjunta —como en el sub lite—, la pena que
debe tenerse como referente para la suspensión del juicio a prueba es la más grave de prisión
según el orden del art. 5º del código sustantivo”. 14

Necesidad de aunar criterios


Enfrentada a estas últimas disyuntivas, la Cámara Nacional de Casación Penal asimiló el cuadro,
se autoconvocó y dictó el fallo plenario "Kosuta".

En dicho fallo, y por mayoría, se dispuso que la pena sobre la que debía examinarse la
procedencia del instituto era la de reclusión o prisión cuyo máximo en abstracto no excediese los
tres años. Es decir se siguió la línea restrictiva.

Además los jueces sostuvieron que no correspondía su aplicación cuando el delito en cuestión
tuviera prevista pena de inhabilitación, fuese principal, conjunta o alternativa.

En relación a la oposición del Ministerio Público Fiscal, sujeta al control de logicidad y


fundamentación respectivo por parte del órgano jurisdiccional, la misma resultaba vinculante
para la viabilidad de la figura.

Por último y, ya por unanimidad, que el querellante disponía de facultades propias para recurrir
la concesión del beneficio.15

12
’Drab, Ricardo Ariel s/recurso de casación’
13
’Vázquez, Emilio M. s/ recurso de casación’
14
’Muraca, Susana Catalina s/recurso de casación’
15
CNCP, 17-8-99, fallo plenario nº 5, "Kosuta, Teresa E. s/recurso de casación"
Situación “post” Kosuta
La realidad es que el fallo plenario de la Cámara Nacional de Casación Penal no sirvió de mucho
pues lo que generó fue un "alzamiento" de la gran mayoría de los tribunales orales del país que,
pese a la manda que germinaba de la doctrina casatoria, concedían la suspensión del juicio a
prueba según su propia interpretación de la ley.

Con el correr de los años el derrotero de precedentes jurisprudenciales emanados de los


tribunales orales de distintas latitudes del país iban transformado al plenario "Kosuta" en una
obsoleta pieza de museo y que emulaba la marcha de un triste cortejo fúnebre en donde todos
consuelan a los deudos, pero nadie levanta el muerto.16

Ante esta situación, hay que destacar un reciente fallo de la Corte Suprema de Justicia de la
Nación17, a través del cual la Corte accede a la denominada "tesis amplia" en relación al instituto
de la suspensión del juicio a prueba.

La CSJN para así resolver, entendió que la interpretación restrictiva del texto normativo no era
armoniosa con los principios pro homine y de ultima ratio del derecho penal, que imponen
privilegiar la interpretación legal que más derechos acuerde al imputado.

Señala Báez al respecto que con este fallo de la CSJN se ha logrado que “el plenario Kosuta
descienda de ese cortejo fúnebre para ser depositado en su última morada, siendo nuestro más
sincero anhelo que ningún tribunal postule su exhumación y vuelva a asomar en nuestra realidad
judicial la tesis restricitiva que impedía, en muchos casos, finiquitar ese drama que es, en
definitiva, el proceso penal”.18

Comentarios finales
El ingreso del instituto de la suspensión del proceso a prueba a nuestro ordenamiento, ha sido
un acierto legislativo por varios factores.

Gracias a este instituto se logra evitar la estigmatización del individuo, que voluntariamente
admite su resocialización, salvando los efectos dañinos que indudablemente acarrea el

16
Báez, Julio C. “Suspensión del Juicio a Prueba. Incidencia de un Fallo de la Corte en la Jurisprudencia Plenaria
Penal” - LA LEY 13/06/2008
17
“Acosta, Alejandro Esteban s/ infracción art.14, 1° párrafo ley 23.737 Causa N° 28/05”, 23/4/08.
18
Báez, Julio C. “Suspensión del Juicio a Prueba. Incidencia de un Fallo de la Corte en la Jurisprudencia Plenaria
Penal” - LA LEY 13/06/2008
encontrarse sometido a proceso, en especial aquellos que les pudiera devenir de la aplicación
eventual de pena de prisión.

La realidad nos demuestra a diario que los autores de delitos menores, a veces sin un perjuicio
concreto en los damnificados, merecen recibir la posibilidad de evitar las citadas consecuencias
que ocasiona la tramitación del proceso, máxime cuando se advierte en varios casos que la
voluntaria sumisión del encausado a la realización de tareas comunitarias, la reparación del daño
en la medida de lo posible y al sometimiento a otras reglas de conducta, es considerado por los
perjudicados como la mejor respuesta a la acción imputada, lográndose una suerte de
conciliación entre víctima y victimario, destinada al alcance de una pacífica convivencia. 19

Por otro lado, si bien la aparición de este instituto ha logrado descongestionar la administración
judicial al achicar la cantidad de causas, no hay que dejar de lado que para que éste funcione
bien, debe contar con los recursos técnicos y la infraestructura adecuada, lo que se encuentra
aún muy lejos de alcanzar los niveles deseados.

Hoy en día en los Juzgados de Ejecución Penal, el número de causas que le son remitidas por
suspensión del juicio a prueba ha aumentado en forma alarmante, resultando a todas luces
imposible de ser controladas en su totalidad. Esto conspira con los fines del instituto, pudiendo
tornarse para quienes advierten estos extremos, en un medio idóneo para eludir
responsabilidades penales.

En este sentido, señalan Garcia Berro y Recalde que la solución no puede ser otra que, la creación
de más Juzgados de Ejecución Penal con la dotación suficiente de personal y recursos tendientes
a lograr el control impuesto por la ley, o bien que la supervisión sea compartida con los Tribunales
Orales, órganos que mayor número de suspensiones han concedido.

19
Suspensión del juicio a prueba: a casi cinco años de su creación, Por Garcia Berro, Santiago y Recalde, Jorge - El
Derecho 180-1093

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