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Los que fallan

Actitudes confusas de Dujovne y Servini. La eterna


pelea de Carrió contra Lorenzetti.

15|04|18

Nelson Castro

Un poco de historia. El presupuesto de 2018 elaborado calculaba la inflación en


15,7%. Al mismo tiempo, el Banco Central daba una cifra que variaba del
8% al 12% anual. A esta altura, está claro que las dos proyecciones del
Gobierno han fallado. Hoy, solo los más optimistas hablan del 18. El resto se
va al 20 y a hasta al 23. A principios de marzo, Mauricio Macri recibió un
informe reservado del Indec que le advertía que la inflación de marzo
rondaría el 2,3%. En los últimos días de la semana que pasó, recibió otro
que le indica que la de abril sería aún mayor.

El ajuste de los precios relativos como los que necesita nuestro país deriva
en procesos inflacionarios. Sabido eso, lo que se espera de un gobierno es
un plan sólido para enfrentar la contingencia con medidas que permitan
acotar su efecto nocivo sobre el bolsillo de los ciudadanos. Y esto es lo que
no se percibe.

El ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, habla como si fuera un


comentarista de la realidad, su anterior oficio. La tarea de un ministro es
otra. Debe para ello tener solidez técnica y volumen político. De esto último
carece absolutamente. Y mucho menos después de la investigación
periodística publicada por Noticias –que no fue desmentida– en la que se
denuncia la calidad de evasor del ministro hasta el blanqueo de 2016,
dispuesto por el actual gobierno.

Es difícil que quien tiene la mayoría de sus fondos en el exterior y fue hasta
ayer nomás un evasor pueda ser reconocido como una persona de jerarquía
moral para ocupar un ministerio, y mucho menos para el de Hacienda, que
es el que precisamente se encarga, en última instancia, de velar por la
recaudación fiscal.

Gente de ley. Semanas atrás hablamos de la muerte de Montesquieu, el padre


de la división de poderes. Dos semanas después, Montesquieu ha vuelto a
morir. La intervención de la jueza electoral María Romilda Servini al Partido
Justicialista traspasó de manera dantesca los límites de nuestra democracia.
Con frases como “la historia del peronismo se encuentra plagada de
traiciones” y “el peronismo anhela la unidad nacional y no la lucha”
intervino el PJ, en un fallo de tono político y de notable inconsistencia
judicial.

La jueza Servini es una jueza amiga del poder. De lazos fuertes con José Torello,
apoderado del PRO y de Daniel Angelici, el operador de Macri en Comodoro
Py, se mueve cómoda en las sendas del oficialismo. En 2016, propuesta por
Juan Mahiques –representante del Poder Ejecutivo en el Consejo–, fue
nombrada jueza subrogante electoral de la provincia de Buenos Aires,
sumando así esta competencia a la nacional y a la de la Ciudad de Buenos
Aires. Desde el interior del PJ denuncian que existe un accionar conjunto
entre el Gobierno y la jueza detrás de esta decisión. La designación de Luis
Barrionuevo como interventor desinfla esa aseveración.

De todos modos, una oposición fragmentada sin la posibilidad de elegir un


candidato en una gran interna es la clave que, según el oficialismo,
necesitan para un Macri 2019. “Intervinieron para que estemos de cautelar en
cautelar, mientras el PRO esté en plena campaña; y si logran que Barrionuevo se
quede, buscan que el PJ no se presente a la unidad” –se quejan referentes
opositores. Eso le serviría al Gobierno si ganase en primera vuelta, no es tan
claro qué pasaría de haber segunda vuelta.

Elisa Carrió, uno de los eslabones más importantes de Cambiemos,


arremetió otra vez contra el presidente de la Corte Suprema de
Justicia, Ricardo Lorenzetti. La relación (o no relación) de Lilita con el juez de
la Corte comenzó alrededor de 2004 cuando Lorenzetti era candidato a
presidirla, en un encuentro en el Instituto Hannah Arendt, en donde –
aseguran desde el entorno del alfil de Cambiemos– no hubo una primera
buena impresión. Desde ahí, Lilita denunció varios hechos que
desembocaron en lo que es hoy: el pedido de juicio político del presidente
del Máximo Tribunal.

Furia. El primer caso que enfureció a Lilita fue en 2013, cuando Cristina
Kirchner lanzó la reforma judicial llamada “democratización de la Justicia”
que buscaba modificar al Consejo de la Magistratura: se pretendía aumentar
sus miembros, que fueran electos por elecciones populares y bajar las
mayorías necesarias para remover jueces.

De haber prosperado, el kirchnerismo hubiera quedado con un exagerado


dominio sobre el Consejo.

Jueces y camaristas se reunieron con los tapones de punta y le presentaron


a Lorenzetti una carta en donde enumeraron todas las
inconstitucionalidades del proyecto, que tenía, sin embargo, un punto que
era oportunista, pero constitucional: le devolvía al Consejo la administración
del presupuesto judicial, que pertenecía a la Corte. Lo que denunció Lilita es
que el magistrado negoció con el kirchnerismo no modificar el proyecto a cambio de
mantener la facultad de administrar el presupuesto.

En 2014 Lilita comenzó a investigar corrupción en la obra pública del Poder


Judicial, en donde denunció que Lorenzetti mantendría una estructura
financiera paralela, manejada a través del comité de inversiones, un ente
que se creó bajo la órbita del Consejo y la Corte Suprema encargado de
licitar las obras del Poder Judicial. En su pedido de juicio político sostiene
que el magistrado vive en un departamento de Puerto Madero que “no
incluyó como propio en el apartado ‘bienes inmuebles en el país o en el
extranjero’”. El tercer punto de inflexión en la relación fue el fallo de la CSJN
apenas asumido Mauricio Macri como presidente, que instaba al Gobierno a
devolver 45 mil millones de pesos a las provincias. Esto fue, para Lilita, un
claro mensaje de poder de Lorenzetti para “marcar la cancha”.
Nadie del Gobierno ha salido a respaldar a Carrió, como tampoco fueron muchos
los que la acompañaron cuando, en sus albores, denunció los hechos de
corrupción ocurridos durante el kirchnerato ante la inacción de muchos
jueces y fiscales temerosos, ineptos y/o corruptos.

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