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Caballero de Arpino - “Diana y Acteón” (h.

1602-1603, óleo sobre cobre, 50 x 69 cm, Museo de


Bellas Artes, Budapest)

Casi todos le conocemos como el Caballero de Arpino (Cavaliere d’Arpino en italiano), pero el
nombre real de este pintor manierista era Giuseppe Cesari. El mote se lo pusieron porque era
oriundo de Arpino y porque su protector, el papa Clemente VIII, le había otorgado el título de
Caballero de Cristo. Se ganaba muy bien la vida haciendo retablos y frescos para las iglesias de
Roma, pero de tanto en tanto se animaba a pintar pequeños cuadros de temática mitológica para
sus clientes profanos, como este que vemos aquí, unas obras muy elegantes y detalladas a pesar
de su reducido tamaño.

La escena que ha escogido Cesari es un episodio mitológico muy jugoso que permitía a los artistas
lucirse en los desnudos y plasmar diferentes gestos de sorpresa. La diosa Diana y sus ninfas
estaban bañándose en una fuente, un hábito higiénico que cumplían a rajatabla para quitarse de
encima el olor a sobaquina de sus agotadoras sesiones de caza. El joven Acteón, que venía
también de caza con sus perros, cometió la imprudencia de entrar en la cueva en la que estaban
aseándose las chicas. Diana se enfadó muchísimo y, en un arrebato muy humano, le salpicó agua a
la cara (es lo que está a punto de hacer en el cuadro). Acto seguido, se debió acordar de que era
divina y castigó a Acteón convirtiéndole en ciervo, para que le devorasen sus propios perros. Así se
las gastaba la diosa de la castidad cuando algún desalmado osaba molestarla.

Como buen pintor manierista, Cesari aprovecha el susto de las ninfas para pintar sus cuerpos
retorcidos en forzadas torsiones. Hace lo mismo con Acteón, que por un lado parece querer
acercarse a Diana para pedirle disculpas, pero por otro hace gesto de marcharse. La camiseta azul
que lleva puesta es tan prieta que le marca los pezones y hasta el ombligo. Pero lo mejor, sin duda,
son los perros, que están empezando a salivar, como el de Pavlov, y miran a su amo con ojos
golosones. De momento, solo le han brotado un par de cuernos, pero debe estar desprendiendo
un olorcillo delicioso. Gracias a la generosidad de la diosa Diana, los chuchos van a pegarse hoy un
buen banquete.

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