Escolar Documentos
Profissional Documentos
Cultura Documentos
1. El proyecto kantiano
El proyecto de Immanuel Kant coincide con el de la casi totalidad de los filósofos de la modernidad,
construir la filosofía sobre sólidos cimientos. Tanto el racionalismo , con Descartes a la cabeza –
recordemos que Kant había sido educado en el racionalismo a través de Wolf-, como el empirismo –
Kant conocía la versión de Hume a través de Beattie- habían pretendido cimentar la filosofía. Pero
ambos proyectos han tenido sus aciertos y sus errores.
El racionalismo ha sido consciente de la importancia de los problemas metafísicos para la filosofía (yo,
Dios, mundo) pero, sin embargo, ha hecho un mal análisis de las capacidades cognoscitivas del ser
humano pretendiendo –además muy pretenciosamente- que las capacidades cognoscitivas del ser
humano eran tales que podían obtener conocimientos absolutamente ciertos de dichas realidades
metafísicas estableciendo así un sistema de conocimientos a priori, al margen de la experiencia, y
descuidando además la experiencia lo que le llevó a caer en el dogmatismo.
El empirismo, por su parte, ha insistido acertadamente en que las capacidades cognoscitivas del ser
humano deben atenerse a la experiencia. Pero su error ha sido el de pensar que el conocimiento del
ser humano es conocimiento, si se atiene exclusivamente a la experiencia; con lo que ha eliminado
toda posibilidad de un conocimiento absolutamente cierto, como el de las leyes de la naturaleza, y la
posibilidad de tener acceso, de alguna de otra forma, a las realidades metafísicas (yo, Dios, mundo)
dando lugar, por tanto, a un escepticismo que amenaza con destruir la base misma de las ciencias y de
la misma filosofía.
Kant se propone luchar tanto contra el dogmatismo racionalista como contra el escepticismo
empirista.
Pero su lucha lo que realmente busca es asentar la metafísica –en primer término- y la ciencia sobre
sólidos y firmes cimientos. Para ello tiene que comenzar por el examen racional de la facultad de
conocer o razón teórica como él la denominará para, después de ver cuáles son los fundamentos y el
alcance de nuestro conocimiento poder completar el análisis buscando cuáles son los fundamentos de
la razón en su uso moral (razón práctica) y descubrir que los fundamentos de la moralidad son los
objetos metafísicos cuya necesidad debemos admitir. Así, la metafísica se asentará, como veremos,
sobre el suelo firme de la razón teórica y los objetos metafísicos serán alcanzados no mediante
conocimiento sino mediante fe racional.
En consecuencia, debemos afirmar que el proyecto kantiano tiene dos fases inseparables y que
cualquier presentación de una de las dos exige la de la otra porque si no, el pensamiento kantiano, se
tornaría incomprensible ya que estaríamos estableciendo un reduccionismo del mismo.
A la totalidad del proyecto, el filósofo de Könisberg lo designará como Crítica de la razón pura. Es decir,
examen o investigación de los principios (aprióricos) tanto del uso teórico, como del práctico de la
razón.
Según Kant la filosofía o bien se ha volcado desde el lado del racionalismo en el predominio de la
intuición intelectual descuidando la experiencia sensible con lo que no ha podido explicar
adecuadamente el fenómeno, lo que aparece ante nuestros sentidos, –lo mismo que le pasaba al
sistema geocéntrico- o bien se ha centrado tan exclusivamente en la experiencia que no ha logrado
explicar adecuadamente la absoluta validez de las leyes de la naturaleza –leyes de la física las
llamaríamos hoy- y, lo más grave, se ha olvidado totalmente del noúmeno, los objetos metafísicos de
los que no tenemos experiencia sensible.
Entonces, es necesario una nueva revolución, pero ésta en filosofía. El error de racionalismo y
empirismo ha sido centrarse en el objeto, ya sea inteligible (noúmeno) o sensible (fenómeno),
olvidándose de lo que pone el sujeto en el conocimiento. Es decir, hay que ocuparse de indagar aquello
que pone el sujeto y que hace posible el conocimiento. Si lo hacemos adecuadamente, podremos
comprender cómo conoce el ser humano, explicar el conocimiento sensible, retornarle validez
absoluta a las leyes de la naturaleza y, lo más importante, darle un nuevo estatuto a la metafísica.
En esto consiste el giro copernicano, en centrarse en el sujeto, en lo que éste pone en el conocimiento.
Pero, cuando Kant, habla de sujeto no se refiere ni a ti, ni a mí , a lo que llama sujeto empírico o
psicológico, sino a todos los seres humanos. Es decir, a lo que ponemos todos los seres humanos que
hace el posible el conocimiento y que es igual con independencia de quien seas tú o quien sea yo. A
este sujeto le denomina sujeto trascendental.
Por tanto, la Crítica de la razón pura se encargará fundamentalmente de buscar y explicitar cuáles son
esos principios absolutamente independientes de la experiencia –principios puros- que pone el sujeto
trascendental y que hacen posible el conocimiento o condiciones trascendentales puras del
conocimiento.
Si observamos la estructura de la obra que nos ocupa nos encontramos con un esquema,
perfectamente pensado –y desarrollado-, que a primera vista resulta ininteligible, pero que es
necesario exponer para pasar luego a desarrollar, a fin de que no nos dejemos ninguna pieza fuera del
puzzle. Quizás el pensamiento de Kant, en principio, te resulte complejo pero es necesario que te lo
plantees como un puzzle y que, como buen constructor de puzzles, tengas la paciencia necesaria para
descubrir y colocar cada una de las piezas. Al final, tendrás la satisfacción de ver que todas las piezas
encajan y que el puzzle está bien hecho. Por eso, ahora te exponemos cuáles son las piezas que
constituyen el armazón de la primera parte de la investigación kantiana.
Kant comienza con una afirmación tajante: Todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia
pero no se origina en la experiencia.
1) Conocimientos a posteriori o empíricos: Aquellos que no son posibles más que por la
experiencia.
2) Conocimientos a priori: Aquellos que tienen lugar con independencia absoluta de toda
experiencia. De entre estos, a su vez distinguimos:
a) Mixtos: Aquellos, que aun siendo independientes de la experiencia, se mezclan con
ella. Así, por ejemplo, si afirmamos que “todo cambio tiene su causa”, nos
encontramos con un conocimiento a priori, pero el concepto “cambio” que contiene
esa proposición no podría ser comprendido sin la experiencia.
b) Puros: Aquellos que son absolutamente independientes de la experiencia y no tienen
mezcla alguna con ella.
Kant afirma como un hecho indiscutible que hay conocimientos absolutamente ciertos, estos son los
conocimientos a priori.
Para comprender esta afirmación adecuadamente tenemos que tener en cuenta que los
conocimientos se expresan en juicios, entendiendo por juicio o proposición como la unión de un sujeto
y un predicado.
1) Juicios analíticos: Son juicios en los que el predicado no dice nada nuevo sobre el sujeto.
Es el caso, por ejemplo, de "los triángulos tienen tres ángulos": no hay nada en el
predicado (tres ángulos) que no esté contenido en el sujeto (tri-ángulo). (Se
corresponderían con lo que Hume denomina relaciones de ideas, con la importante
salvedad de que para el filósofo escocés dichos juicios son fundamentalmente los de la
matemática, no así para Kant). Son juicios de explicación, por lo tanto, no aumentan
Por lo tanto, los juicios que expresan estos conocimientos tienen que ser juicios de
ampliación o sintéticos y juicios a priori (universales y necesarios). Por eso Kant los
denominará juicios sintéticos a priori.
Pero, ¿cómo son posibles tales juicios? Sólo son posibles si admitimos, como ya decíamos más arriba,
que aunque todo conocimiento comienza con la experiencia, no se origina en la experiencia.
Es decir, en el conocimiento hay que distinguir entre una materia y una forma del conocimiento:
-Una materia: Algo dado, recibido a través de los sentidos y de naturaleza particular y
contingente (el fluir de la experiencia es cambiante).
-Una forma: Algo puesto, dado por el sujeto trascendental y de naturaleza universal y
necesaria. (Es la forma la que hace posible la existencia de juicios sintéticos a priori y, en
consecuencia, la que aporta los caracteres de universalidad y necesidad que presenta el
conocimiento científico).
Así queda explicada la posibilidad de los juicios sintéticos a priori y de los conocimientos que
obtenemos a través de ellos. Pero Kant irá más allá, ya que materia y forma serán principios
explicativos no ya del conocimiento científico, sino de todo posible conocimiento, como bien veremos
más abajo. El conocimiento es bipolar pero la clave de él está en la forma.
La forma del conocimiento es subjetiva pero sólo en el sentido de que depende del sujeto, aunque no
del sujeto psicológico, sino del trascendental. Todo lo que conocemos lo conocemos a través del
material que nos suministra la sensibilidad pero organizado y filtrado por esas formas de conocimiento
a priori que todos los hombres poseemos y que aplicamos de forma idéntica.
Consecuentemente tenemos que afirmar que nuestro conocimiento de la realidad viene filtrado por
nuestra facultad de conocer. Nosotros no conocemos las cosas tal como son en sí mismas (noúmenos)
sino tal como han sido elaboradas por nuestro conocimiento (fenómenos). Por lo tanto, nosotros sólo
podemos conocer objetos subjetivizados (fenómenos) pero nunca objetos en sí (noúmenos).
El problema pues de la filosofía trascendental –nombre que el propio Kant da a su sistema- es buscar
todos esos principios formales o aprióricos del conocimiento, como él mismo dirá, de modo
arquitectónico, para garantizar completamente la integridad y certeza de todas las partes que
componen el edificio del conocimiento.
Además, las distintas ciencias están muy estrechamente relacionadas con estos tres niveles de la
facultad de conocer: las matemáticas con la sensibilidad, la ciencia natural con el entendimiento y la
metafísica (supuesta ciencia) con la razón.
Hay que observar que en el caso de la matemática y la ciencia natural se pregunta ¿cómo es posible...?
(se da por supuesto que es posible, y simplemente se pregunta cómo), mientras que en el de la
metafísica se pregunta ¿es posible...? Esto es así porque es esta cuestión (la posibilidad de la
metafísica) la que fundamentalmente preocupa a Kant.
a. Estética trascendental
Si nos fijamos en el cuadro que teníamos más arriba nos encontraremos con que tiene que buscar:
1) Las condiciones a priori de la sensibilidad, su forma, lo que el sujeto pone y no la materia, las
sensaciones, lo que el sujeto recibe. (Exposición metafísica).
2) Que dichas condiciones hacen posible la existencia de la ciencia matemática. (Exposición
trascendental).
Para clarificar dicha afirmación tenemos que demostrar α) que espacio y tiempo son a priori, es decir,
que toda la experiencia está sometida a ellos y β) que espacio y tiempo son intuiciones puras.
α) Espacio y tiempo son a priori
b. Lógica trascendental
La lógica trascendental se ocupará de buscar cuáles son los principios a priori del entendimiento
(Analítica trascendental) y de la razón (Dialéctica trascendental).
La Analítica Trascendental busca las formas a priori del entendimiento y los principios sin los cuales
ningún objeto puede ser pensado ni la ciencia natural sería posible.
α) Deducción metafísica
Kant busca el hilo conductor desde el cuál poder llegar a alcanzar cuáles son los conceptos básicos del
pensar en general.
La tipología de los juicios, piensa Kant, la tenemos, nos la ha proporcionado la lógica. Así, podemos
establecer el siguiente cuadro en el que intentaremos expresar la deducción de las conceptos puros del
entendimiento o categorías a partir de los juicios:
Como ya hemos visto, el propio Kant, designa a estos conceptos puros del entendimiento cuya misión
fundamental es la de reducir la multiplicidad de la experiencia a unidad (organizar la experiencia) para
que pueda ser pensada, con el término aristotélico categorías. Su uso no es accidental, el mismo Kant
reconoce que el intento aristotélico es similar al suyo pero lo que le faltaba al estagirita era un “hilo
conductor” por lo que su tabla de las categorías es fruto variable de ocurrencias ocasionales y carece
de sistematicidad.
Kant divide las categorías en dos grandes grupos: matemáticas y dinámicas. Éstas, además,
representan la lógica de las ciencias matemáticas y naturales conocida por el propio Kant: la foronomía
–leyes del movimiento- cartesiana, la dinámica leibniziana y la mecánica newtoniana.
LIMITACIÓN
DINÁMICAS DE LA RELACIÓN INHERENCIA Y MECÁNICA
SUBSISTENCIA NEWTONIANA
(Se refieren a la (Sustancia y accidente)
existencia de objetos) CAUSALIDAD Y
DEPENDENCIA
(Causa y efecto)
COMUNIDAD
(Acción recíproca entre
el agente y el paciente)
DE LA MODALIDAD POSIBILIDAD- FORONOMÍA
IMPOSIBILIDAD CARTESIANA
(Razón: Trata
matemáticamente del
mundo posible)
EXISTENCIA-NO DINÁMICA
EXISTENCIA LEIBNIZIANA
(Razón: Trata de las
fuerzas reales)
NECESIDAD- MECÁNICA
CONTINGENCIA NEWTONIANA
(Razón: Trata el
sistema físico del
mundo ocupándose
de sus leyes
necesarias).
Resume en sí todas las
ciencias anteriores
bajo la categoría
fundamental de
NECESIDAD.
β) Deducción trascendental
Afrontamos ahora uno de los asuntos más importantes pero, a la vez, más difíciles de la reflexión
kantiana. El propio Kant confiesa que resolverlo le costó diez años de profundas meditaciones y
además lo atestigua la variación que existe entre lo escrito en la primera edición de la Crítica y la
segunda.
Este problema, a primera vista, podría parecernos “insulso” si no recordamos los supuestos de los que
parte Kant:
Ahora podemos valorar ya la fuerza del problema: Las categorías no pueden ser producidas por los
objetos, ni producir ellas mismas los objetos.
Si fueran producidas por los objetos, no serían conceptos puros sino empíricos.
La solución, estima Kant, sólo puede estar en que seamos conscientes de que para poder pensar un
objeto necesitamos de una materia (lo aportado por la sensibilidad) y de una forma (lo aportado por el
entendimiento). En este sentido, deberíamos decir que el sujeto no puede crear los objetos en sí o
noúmenos pero sí establece el modo en que los objetos, en tanto cognoscibles, deben darse al sujeto.
Es decir, el sujeto constituye el fenómeno. Dicho de otra forma, las categorías son la condición (formal)
de posibilidad de todo conocimiento fenoménico.
Pero, ¿cómo a través de las categorías que son generales se pueden pensar los objetos que son
particulares?
En ambos casos, lo que da unidad es el entendimiento. Esa es su función. Ahora bien, ¿qué hacen las
categorías aquí? Kant responde ya sin titubeos, las categorías son cada uno de los modos en que el
entendimiento da unidad al material sensible y, que en consecuencia, permite pensarlo como objeto
(fenoménico).
En la Analítica de los conceptos ha quedado claro que la experiencia sólo es posible si el múltiple
material organizado en la sensibilidad por las intuiciones puras de espacio y tiempo es unificado por las
categorías. Ahora nuestro filósofo va a mostrar cómo se realiza dicha unificación.
Kant pretende establecer un puente entre los conceptos puros y las intuiciones sensibles para mostrar
cómo los objetos de la intuición pueden ser encerrados en conceptos.
¿Por qué un puente? Por la heterogeneidad que hay entre conceptos e intuiciones. Para poder
relacionar cosas tan diversas es necesario un tercer término que pueda, por una parte, relacionarse
con las intuiciones y, por la otra, con los conceptos.
Este mediador ha de ser una representación pura –sin nada empírico- por una parte, intelectual y por
otra, sensible. Kant la denominará esquema trascendental.
Pero, ¿cuál es esa representación a priori que al mismo tiempo es sensible e intelectual?
Kant responde diciendo que tal esquema trascendental es el tiempo. Así el tiempo, intuición pura de
toda sensibilidad es además, condición de aplicabilidad de las categorías a la intuición sensible. Quizás
podamos entender esto con algún ejemplo: el esquema de la sustancia es la permanencia en el tiempo,
el esquema de la causalidad la persistencia regular del orden sucesivo de los fenómenos en el tiempo,
etc.
Ahora que Kant parece haber consolidado bien la unidad indisoluble entre sensibilidad y
entendimiento tiene que dar un último paso: establecer, a través de las categorías, cuáles son los
principios del entendimiento. Es decir, cuáles son las reglas del juego de toda experiencia posible y, por
tanto, de todo conocimiento posible. (Establecer, el alcance y los límites de nuestro conocimiento).
La primera de ellas, el principio supremo de toda experiencia es que el material sensible debe ser
organizado por las intuiciones puras de espacio y tiempo y posteriormente unificado por las categorías.
(Teniendo en cuenta la misión de la apercepción trascendental y del esquema trascendental del
tiempo en dicho proceso).
Desde ahí, y tomando como base la tabla de las categorías, Kant establece los principios del
entendimiento que no serían más que las reglas que determinan el uso objetivo de las categorías. (Se
ha llegado a decir que son los principios que determinan la ontología trascendental kantiana).
CATEGORIAS PRINCIPIOS
DE LA PRINCIPIOS MATEMÁTICOS AXIOMAS DE “Todas las
CANTIDAD (Se refieren a la intuición de objetosLA intuiciones son
y determinan la validez de las INTUICIÓN magnitudes
matemáticas) extensivas”
DE LA ANTICIPACIO- “En todos los
CUALIDAD NES DE LA fenómenos, lo
PERCEPCIÓN real, que es
un objeto de la
sensación,
tiene
magnitud
intensiva, o
sea, un grado”
DE LA PRINCIPIOS DINÁMICOS ANALOGÍAS “La Principio de la “En todo
RELACIÓN (Se refieren a la existencia de DE LA experiencia es permanencia cambio de
objetos y determinan la validez de la EXPERIENCIA posible sólo de la los
dinámica (Constancia mediante la sustancia: fenómenos
–física-) de ciertas representació permanece
relaciones de n de un enlace la sustancia,
la necesario de y el
experiencia) las quantum de
percepciones” la misma no
aumenta ni
disminuye
en la
naturaleza”
Principio de la “Todo lo
producción que ocurre
(Primera (comienza a
edición): ser) supone
algo
anterior al
lo cual sigue
según una
regla”
Principio de la “Todas las
sucesión alteraciones
según la ley suceden
de la según la ley
causalidad del enlace
(Segunda entre causa
edición): y efecto”
Principio de la “Todas las
simultaneida sustancias,
d según la ley en cuanto
de la acción pueden ser
recíproca o percibidas
comunidad: en el
espacio
como
simultáneas
, están en
universal
acción
recíproca”
Kant culmina la analítica trascendental haciendo una serie de observaciones acerca del uso
extraempírico de las categorías.
Los conceptos puros del entendimiento, aunque son a priori, tienen la finalidad de ser aplicados a la
experiencia. Sin la experiencia, no tienen sentido (son vacíos) así como la experiencia exige para dejar
de ser caótica, ser ordenada por aquellos.
En consecuencia, el único uso legítimo de las categorías es un uso empírico. No se pueden aplicar para
conocer objetos no sensibles pues tal aplicación sería inútil e improductiva, no nos produciría ningún
conocimiento. Como el propio Kant dice, las categorías y los principios que surgen a partir de ellas, son
el terreno de la verdad.
Así pues, las categorías sólo pueden ayudarnos a conocer los fenómenos (objetos sensibles) pero no los
noúmenos o cosas en sí (objetos no sensibles).
Todo intento de intentar obtener conocimiento especulativo, ciencia o saber acerca del noúmeno es
un intento vano, dialéctico, sofístico, e inaceptable.
Pero la razón quiere saltar por encima de los límites que le impone la propia sensibilidad. Por eso habla
Kant de dialéctica, porque este uso de la razón es ilegítimo, y por tanto, sofístico o dialéctico.
La razón, utilizará el material suministrado por el entendimiento –los juicios- para intentar mediante el
razonamiento –enlace de juicios- saltar la barrera de la experiencia y acceder al conocimiento de los
objetos metafísicos (noúmenos). Este intento está siempre abocado al fracaso, pero Kant reconoce
que es inevitable, está arraigado en la naturaleza misma de la razón humana. (Ilusión trascendental).
Pero si la razón intenta este salto, tendrá que apoyarse en algo más que en la materia que le
suministra el entendimiento (juicios), tendrá que utilizar también algo que la propia razón ponga,
algunos principios formales aprióricos: las ideas trascendentales.
El término idea, como él mismo reconoce, lo toma de Platón y con él quiere designar a un concepto
puro de la razón que excede la posibilidad de la experiencia y determina, según principios, el uso del
entendimiento en el todo de la experiencia completa. Así, al contrario que las categorías, las ideas no
se refieren a ninguna intuición sensible sino al uso del entendimiento en el conjunto total de la
experiencia. Además, no son fingidas, son realmente propuestas por la naturaleza misma de la razón y
superan los límites de toda experiencia en la que nunca puede darse un objeto que les corresponda,
por tanto, su uso no es inmanente (no se puede dar en los estrechos límites de la experiencia) sino
trascendente (intenta saltar los límites de la experiencia).
Kant intenta deducir cuáles son las ideas trascendentales tomando como modelo la deducción de las
categorías del entendimiento.
Así como las categorías se deducen de los juicios, las ideas trascendentales tendrán que deducirse de
los tipos de razonamiento ya que la razón es la facultad de raciocinar.
El ejemplo clásico de razonamiento es el silogismo. Éste consiste en partir de una proposición o juicio
dado y, a través de la mediación de una segunda proposición o juicio, deducir o inferir una tercera
proposición o juicio denominada conclusión.
Kant piensa que esta exigencia de buscar lo incondicionado que está presente en la razón se basa en
dos supuestos que son su condición de posibilidad:
Ahora Kant, debe concretar y para ello echa mano de los tres tipos de silogismo que corresponden a
las tres categorías de la relación: silogismo categórico, hipotético y disyuntivo.
Correspondientemente, hay también tres formas del concepto de lo incondicionado postuladas por
el principio sintético a priori de la razón (“Si se da lo condicionado, se da también la totalidad de la
serie de las condiciones, totalidad que es ella misma incondicionada”):
- El incondicionado que busca el razonamiento categórico es un concepto de la razón (idea) que
represente algo que sea siempre sujeto y nunca predicado.
- El incondicionado perseguido por el silogismo hipotético es una idea que sea la causa de las
causas.
- El buscado por el razonamiento disyuntivo busca una idea que represente la totalidad que
unifica todas las partes, la totalidad de la realidad, la totalidad del ser.
Si, además, tenemos en cuenta que todas nuestras representaciones incluyen tres tipos de relaciones:
- Al sujeto en la experiencia interna.
- Al objeto en la experiencia externa.
- A los objetos del pensamiento en general en la totalidad de la experiencia, tanto interna como
externa.
Entonces, combinando los incondicionados que persiguen nuestros razonamientos con los tres tipos de
relaciones a los que hacen referencia nuestras representaciones llegamos a la conclusión de que
nuestras ideas trascendentales son:
- La idea del yo, como unidad absoluta del sujeto pensante.
- La idea del mundo, como unidad absoluta de la totalidad de los fenómenos.
- La idea de Dios, como unidad absoluta y suprema condición de posibilidad de todos los objetos
del pensamiento en general.
Ahora bien:
- La idea del yo (sujeto pensante) es objeto de la psicología y, en consecuencia, da la idea para
una doctrina trascendental del alma o Psicología racional (Pshycologia rationalis).
- La idea del mundo es objeto de la cosmología y proporciona la idea para una ciencia
trascendental del mundo o Cosmología racional (Cosmologia rationalis).
- La idea de Dios es objeto de la teología y suministra la idea para un conocimiento
trascendental de Dios o Teología trascendental (Theologia trascendentalis).
Si nos fijamos con atención, nos damos cuenta que tenemos retratada la Metafísica especial de Wolff
con sus tres disciplinas: Psicología racional, cosmología racional y teología (racional).
Pero a diferencia de Wolff y de toda la metafísica tradicional Kant no considera que los tres objetos
metafísicos representados por las ideas trascendentales (yo, mundo, Dios) sean objetos accesibles por
medio de nuestros razonamientos. Nuestros razonamientos no llegan a ellos porque al no ser
sensibles, la razón no tiene objetos de conocimiento. Las ideas trascendentales sólo son funciones
reguladoras de la experiencia porque se refieren a algo bajo lo cual se halla contenida toda la
experiencia pero que no puede ser nunca objeto de experiencia.
Por tanto, Kant considera que todos los razonamientos que han pretendido demostrar racionalmente
la existencia del yo, del mundo y de Dios son razonamientos sofísticos y las supuestas disciplinas
metafísicas que se fundan en dichos objetos también lo son.
Pero, como buen filósofo, no le basta con hacer semejante afirmación tiene que bajar a la arena y
demostrarlo. Para ello se embarcará en la crítica de los argumentos que pretenden demostrar la
existencia de cada uno de esos objetos metafísicos y, en consecuencia, criticará la posibilidad de que
las ciencias que se siguen de ellos sean auténticas ciencias.
Así procederá:
α) Paralogismos de la razón pura. (Crítica de la psicología racional).
β) Antinomias de la razón pura. (Crítica de la cosmología racional).
γ) Ideal de la razón pura. (Crítica de la teología natural).
- Pero yo, en cuanto ser pensante, no puedo ser pensado más que como sujeto absoluto de
todos mis juicios.
- Luego, yo, en cuanto ser pensante, soy sustancia.
Kant considera que las dos premisas son materialmente verdaderas pero es un paralogismo por
equivocidad ya que el término que se repite en las dos primeras premisas (término medio) se usa en
dos sentidos diversos:
- En la primera premisa “sujeto absoluto de los juicios” se usa como un objeto del pensamiento
en general; por tanto, como algo que ha de poder ser dado en la intuición sensible.
- En la segunda premisa como sujeto trascendental, el yo puro de la autoconciencia.
Por lo tanto, dicho razonamiento es formalmente erróneo y no demuestra lo que dice demostrar.
La idea del mundo –objeto de la Cosmología- da lugar a una serie de afirmaciones antitéticas o
contradictorias (antinomias). Recogemos dichas antinomias en el siguiente cuadro.
Según dice Kant las dos series de las antinomias matemáticas pueden ser falsas, las de las antinomias
dinámicas verdaderas.
A fin de clarificar dicha afirmación procede a la crítica individualizada de cada una de ellas:
contingentes y no tienen más que una existencia empíricamente condicionada y admitir, por
otro, para toda la serie una condición no empírica: un ser incondicionado y necesario. En este
caso, los fenómenos del mundo nos remiten siempre a otro fenómeno sin que sea posible salir
nunca de la serie ni encontrar, por más lejos que vayamos, el primer eslabón de la cadena;
pero, al mismo tiempo, toda la serie de fenómenos se funda en un ser inteligible que, por lo
mismo, no forma parte de ella sino que, libre de todo condicionamiento empírico, encierra el
principio de posibilidad de todos los fenómenos.
Dios es el ideal de la razón pura en cuanto que contiene todas las perfecciones que podamos
representarnos en los objetos. Además, la razón busca una idea que represente la unidad sistemática
de todas las cosas del mundo psicológico y del mundo cósmico. Así, Dios sería el modelo de las cosas
que, como copias imperfectas, extraerían del él la materia de su posibilidad.
Esta suposición, pese a ser necesaria para la razón, es un ideal ficticio. Con el fin de probarlo Kant
procede a la crítica de las tres pruebas fundamentales que han pretendido demostrar racionalmente la
existencia de Dios.
Crítica: En ningún concepto está Crítica: La prueba tiene dos Crítica: A lo sumo, llega a un
contenida la existencia real. Ésta elementos: ordenador o arquitecto del
no es un predicado real, no es un a) De la experiencia del ser universo, no a su creador. Para
atributo que añada algo a la contingente se concluye llegar a éste, habría que echar
esencia de una cosa. la existencia del ser mano de la prueba cosmológica,
necesario como su la cual, a su vez, se funda en la
causa. Este tránsito es ontológica.
ilegitimo ya que supone
la aplicación de la
categoría causal más allá
de los fenómenos.
b) El ser necesario es el ser
perfectísimo o realísimo.
Es una realización, a la
inversa, del argumento
ontológico.
Tras todas estas críticas a los razonamientos metafísicos que son críticas a la metafísica misma en sus
tres disciplinas fundamentales: psicología, cosmología y teología, nuestro filósofo nos recuerda que el
único uso posible de las ideas trascendentales es un uso regulativo de la experiencia, del que ya
hablamos más arriba, pero siempre dejando claro que no pueden pretender ir más allá de ella porque
más allá de los límites de la experiencia no hay más que espacio vacío.
La segunda parte de la Crítica de la razón pura es la Doctrina trascendental del método. Esta parte es
mucho más breve que la anterior y en ella, como ya indicábamos más arriba, Kant lo que pretende es,
conocidos los materiales de que disponemos, establecer el proyecto del edificio de la razón pura o
como el mismo dice, determinar las condiciones formales del sistema completo de la razón pura.
Lo más importante de esta parte estriba en las indicaciones que Kant nos da sobre la segunda parte de
su proyecto que luego abordaremos: el uso práctico de la razón. Además de hacernos caer en la cuenta
que ambas partes (uso teórico y uso práctico) constituyen el sistema completo de la razón pura.
Lo que más nos interesa de esta parte es la apreciación kantiana de la importancia decisiva de su
método crítico para evitar los dos peligros en los que puede incurrir la filosofía: dogmatismo y
escepticismo.
A Kant le parece que la filosofía ha ido creciendo. En su niñez fue dogmática, en su juventud escéptica
–lo que le acercó a la crítica, aunque podía haberle llevado al abismo- y en su madurez asume el
método crítico que le libra tanto del dogmatismo racionalista como del escepticismo empirista.
El canon de la razón pura es el conjunto de principios a priori que regulan el uso correcto de las
facultades cognoscitivas.
Como ya ha advertido en la Doctrina elemental trascendental, el conocimiento, para ser tal, tiene que
estar siempre mediado por la experiencia. Es verdad que reconoce que la razón, impulsada por esa
tendencia natural que denomina ilusión trascendental, busca una unidad última incondicionada que
sobrepasa la frontera de la experiencia. Pero este incondicionado es inalcanzable desde el uso teórico
y sólo tiene la función positiva de regular la experiencia.
Pero aquí Kant nos adelanta algo de la segunda parte de su proyecto. Los tres objetos metafísicos
representados por las ideas trascendentales (yo, mundo, Dios) pueden ser alcanzados desde el uso
práctico de la razón entendidos como libertad de la voluntad (mundo), inmortalidad del alma (yo) y
Dios.
En consecuencia, esa tendencia natural de la razón parece tener su respuesta en el uso práctico de la
razón. Así, la filosofía pura, tal como la denomina Kant, no tiene otro fin que alcanzar tales objetos y
éstos a su vez tienen otro fin: qué es lo que hay que hacer si la voluntad es libre y si existe Dios y si hay
un mundo futuro.
La segunda pregunta es práctica. Pertenece al plano del obrar moral, no del saber. La respuesta a esta
pregunta la constituirá la Crítica de la razón práctica.
La tercera pregunta, sin embargo, es a la vez teórica y práctica. Debería ser enunciada así: yo hago lo
que debo, ¿qué me es permitido entonces esperar?
El hilo conductor para responder esta tercera pregunta es, por tanto, práctico ya que la esperanza es
en el orden práctico lo que el saber en el orden teórico. Es decir, así como el saber tiende al
conocimiento de las leyes de la naturaleza y de alguna forma muestra que ellas son, la esperanza
tiende a la felicidad y así muestra que ella es. Así pues, la respuesta práctica se torna teórica: algo es
puesto que algo debe hacerse.
Y, si ese algo es, ¿puedo esperarlo? A Kant le parece que si los principios de la razón práctica son a
priori y, por tanto tan indiscutibles como los de la razón teórica, tiene que haber a nivel apriórico una
conexión necesaria entre el deber y la felicidad. Entendiendo que esta última, como veremos más
abajo, nunca debe superponerse al deber ya que el deber es lo primario y la felicidad es la
consecuencia de una vida conforme al deber y, por tanto, desinteresada.
Pero además, esa conexión necesaria entre bien moral y felicidad establece necesariamente otras don
condiciones: la inmortalidad del alma y la existencia de un ser absolutamente bueno y feliz que me
asegure a mí la felicidad futura, si cumplo la ley moral por ella misma.
Pero el conocimiento de estos principios es un tener por verdadero una fe moral, no un saber.
Es una creencia objetivamente insuficiente pero subjetivamente suficiente para fines absolutamente
necesarios. Es por lo tanto, una expresión de modestia en sentido subjetivo pero de firme confianza en
sentido objetivo.
Con ello Kant concluye que aunque el uso práctico de la razón no añade nada al conocimiento, sí añade
una inconmovible certeza moral en la que además debe estar fundada toda fe religiosa. Así, el canon
establece que en el ser humano son imprescindibles tanto el saber como la fe, lo único que debemos
hacer es no confundirlos ni mezclarlos.
Se ocupa de la sistematización de los conocimientos procedentes de la razón pura. Kant la define como
el arte de los sistemas.
Ahora bien el conocimiento racional puede ser o bien un conocimiento por conceptos (filosofía) o bien
un conocimiento por construcción de conceptos (matemática).
Las matemáticas pueden ser aprendidas porque aunque sus fundamentos son a priori, el uso de la
razón se hace in concreto. La filosofía no puede aprenderse más que como historia, lo que sí puede
aprenderse es a filosofar. Así pues el concepto de filosofía empleado por Kant no es un concepto
escolástico sino cósmico. Es decir, la filosofía no es un sistema de conocimiento buscado por sí mismo
como ciencia, sino la ciencia de la relación que tiene todo conocimiento con los fines esenciales de la
razón humana y el filósofo no es un técnico de la razón sino el legislador de la misma.
La legislación de la razón humana tiene dos objetos: la naturaleza y la libertad que comprenden
respectivamente la ley de la naturaleza y la ley moral. Así, la filosofía o metafísica se divide en filosofía
o metafísica de la naturaleza (uso teórico de la razón) y filosofía o metafísica de las costumbres (uso
práctico de la razón).
Por último aborda Kant la historia de la razón pura. Considera ésta como una laguna que deberá
rellenar la posteridad. Él se limita a dar una rápida panorámica del conjunto de “construcciones
admirables de edificios en ruinas” que la razón ha levantado.
Le parece claro que la filosofía ha empezado por donde hay que terminar: el conocimiento de Dios y la
vida futura. Así pues, el interés práctico abrió el camino al teórico y por eso dio lugar a la metafísica
que pretendió ser una disciplina científica arrojando el estado ruinoso, pero admirable, de la metafísica
tradicional.
Al analizar las doctrinas filosóficas del pasado llega a la conclusión de que sólo queda una salida, la
salida crítica que él mismo propone y que considera inacabado.
Kant termina su primera Crítica animando al lector a que camine con él por la senda crítica y a que
aporte su granito de arena para así “dar plena satisfacción a la razón humana en relación con los temas
a los que siempre ha dedicado su afán de saber, pero inútilmente hasta hoy”.
Algunos textos de Filosofía de 2º de Bachillerato explican la diferencia entre la ética de Kant (ética
formal) y todas las demás éticas (éticas materiales) afirmando que una ética formal es una ética sin
contenido, una ética que no manda ni prohíbe nada concreto. En consecuencia, toda ética que
presenta mandatos y prohibiciones concretas pasa a ser considerada como ética material.
Para entender la diferencia entre una ética material y una ética formal tenemos que distinguir en una
norma moral entre su materia y su forma.
En toda norma moral hay algo mandado y hay un modo de mandarlo (como una obligación: algo que
todo el mundo debe hacer):
-Lo que manda, prohíbe o permite una norma moral es su materia, contenido, fin u objeto.
-El modo de mandarlo, prohibirlo o permitirlo es lo que hace que sea una norma moral y no
otra cosa: es su forma.
Para Kant, la forma de las normas morales es su universalidad y necesidad, y por eso las llamamos
leyes morales (al igual que ocurre con las leyes de la naturaleza):
-La universalidad de una ley moral consiste en que debe cumplirla todo aquél que esté en el
caso que la ley señala.
-La necesidad de una ley moral consiste en que no admite posibles excepciones.
Una vez distinguidas materia y forma de una norma o ley moral, podemos distinguir las éticas
materiales de las éticas formales: una ética material es aquélla en que la forma de las leyes morales se
deduce a partir de su materia, y ética formal aquélla en que la materia se deduce de la forma.
La estructura de la Crítica de la razón práctica es casi idéntica –con algunas variaciones que luego
comentaremos- a la de la primera Crítica:
- Introducción.
- Teoría elemental de la razón pura práctica:
o Analítica de la razón pura práctica.
o Dialéctica de la razón pura práctica.
- Metodología de la razón pura práctica.
3.3. Introducción
El título con el que encabeza la introducción De la idea de una crítica de la razón práctica dice mucho
más de lo que a simple vista parece.
Kant tiene claro que no puede haber crítica de la razón pura práctica, pero sí de la razón práctica.
Expliquemos esta curiosa afirmación.
Nuestro filósofo reconoce que el uso práctico de la razón o uso moral tiene como objeto lo decidido o
querido, por lo tanto, está al servicio de la acción para dirigir la voluntad.
Éste es un uso puro; es decir, absolutamente independiente de la experiencia y, más aún, que en dicha
independencia reside la propia necesidad y universalidad de la moralidad. Por lo tanto, no necesitamos
para nada de la experiencia para dirigir la voluntad, la voluntad se dirige desde dentro por sí misma.
Consiguientemente, no nos es preciso una crítica de la razón pura práctica porque ya conocemos que
el uso práctico de la razón se rige por principios aprióricos.
Lo que sí es necesario es una crítica de la razón práctica. Es decir, una crítica de todas aquellas
posiciones morales que sostienen que el fundamento de la moralidad de nuestras acciones se
encuentra en la experiencia.
Dicho de otra forma: ¿la razón pura práctica se basta a sí misma para establecer el fundamento de
determinación de la voluntad o es necesario, como hasta ahora han sostenido todas las teorías éticas,
que el fundamento de determinación de la voluntad resida en la experiencia?
Kant parte de que la moralidad es un hecho por lo que no se apoya en principio teórico alguno.
Este hecho se expresa en la ley moral. La ley moral no puede ser demostrada por la razón teórica, ni
confirmada por la experiencia pero está ahí y se mantiene firme sobre sí misma.
¿Por qué no podemos librarnos del juicio de la conciencia moral? Porque la ley moral es debida. Es
decir, la ley moral exige su propia realización. Así, hablamos de obligación moral o deber. (No
podemos confundir la obligación moral con la obligación de las leyes de naturaleza: en el primer caso
dicha obligación supone la libertad, en el segundo se realiza con total independencia de ésta).
En definitiva, el deber consiste en la necesidad de realizar una acción por respeto a la ley.
cosa sino que es un fin en sí misma. Es, por tanto, necesaria en sí misma. Su
forma típica es: “Haz A”.
Hechas estas distinciones surge una cuestión: ¿cómo han de ser los principios prácticos de la
moralidad?
Todos sabemos que tales principios deben ser reglas de acción que tengan validez absoluta para todo
el mundo y en cualquier circunstancia. Es decir, deben ser principios universales y necesarios.
En consecuencia, no podrán ser máximas sino imperativos. ¿Pero qué tipo de imperativos?
No hipotéticos porque la ley moral se nos presenta de forma absolutamente incondicionada, debe ser
querida y realizada por sí misma ya que es un fin absoluto y no un medio relativo. Por tanto, los
principios prácticos deberán ser imperativos categóricos.
Ya sabemos que los principios prácticos de la moralidad deben ser imperativos categóricos; ahora
tenemos que abordar una cuestión subsiguiente: ¿Las éticas que determinan que el fundamento de
determinación de la norma moral se encuentra en la materia o contenido de la norma moral
proporcionan imperativos categóricos o hipotéticos? Dicho de otro modo: ¿Puede una ética ser ética
material?
3) Todo principio práctico material es un caso del principio universal del amor a sí mismo o
felicidad propia.
Lo que Kant quiere decir es que los principios prácticos al ser empíricos hacen que la voluntad
se determine por el placer o el dolor que encuentran en la materia de la norma moral. En
definitiva, todas las éticas materiales son éticas hedonistas, y, por tanto interesadas. En
definitiva, no pueden ser éticas porque la ética tiene que ser absolutamente desinteresada.
(Uno no se puede hacer bueno de forma interesada, el bien –como el amor- o es
desinteresado o no es bien. Es decir, es un fin en sí mismo, no un medio y toda ética hedonista
utiliza el bien como un medio para conseguir placer –felicidad propia-).
En conclusión: Kant deja claro que toda ética material es empírica y por lo tanto no puede fundar leyes
prácticas (universales y necesarias), es hedonista (busca sólo el placer), niega la libertad del sujeto
moral (reduce la moralidad al mecanismo de las inclinaciones) y además es heterónoma (hace
depender a la voluntad libre de objetos ajenos al sujeto moral y, por tanto le esclaviza). En definitiva
las éticas materiales (todas ellas) niegan totalmente el hecho moral y, no sólo son falsas, sino que
además, no son éticas.
Entonces lo que queda claro es que los principios prácticos materiales son siempre imperativos
hipotéticos, no categóricos.
Por tanto, el carácter de ley que presentan los principios prácticos morales si no puede residir en la
materia de la norma moral tendrá que residir en su forma. La forma de la ley es la que le aporta a ésta
su universalidad y necesidad y no su materia o contenido. Así pues, la ley moral es ley por su forma, no
por su materia, lo cual no quiere decir que la ley no se refiera a una materia –entonces no habría ley ya
que toda ley manda algo- sino que lo que hace que la ley sea ley es la forma de ésta.
En consecuencia, el fundamento de determinación de la voluntad tiene que ser la forma. Lo que hace
posible que una máxima pueda ser pensada como un caso de una ley práctica universal y necesaria –
incondicionada- es la forma. Esta es la ley fundamental de la razón práctica o norma suprema de la
moralidad a la que Kant denominará imperativo categórico.
El imperativo categórico kantiano se puede expresar de tres formas (las dos últimas aparecen en la
Fundamentación de la metafísica de las costumbres):
Si nos fijamos en la primera formulación del imperativo categórico, nos podremos preguntar qué es
eso de que obremos de tal forma que la máxima de nuestra voluntad pueda valer como principio de
una legislación universal.
Con esta formulación Kant nos está diciendo que el imperativo categórico nos tiene que ayudar en
nuestra vida moral concreta a saber si lo que vamos a hacer es lo que debemos hacer o no. ¿Cómo?
Partiendo del caso concreto (lo que pretendemos hacer, la máxima de nuestra voluntad) y
universalizándolo; es decir, intentar convertirlo en ley universal. Puede ocurrir que no haya problema.
Por ejemplo: Me encuentro en una situación en la que creo que no debo mentir. ¿Debo hacerlo?
Universalicemos la máxima: “No se debe mentir”. Me doy cuenta, por tanto, que estoy ante un caso de
un principio práctico incondicionado, ley moral. Por lo tanto, sé que eso es lo que debo hacer.
El problema aparece, sin embargo, cuando la máxima al universalizarla repugna a la razón porque hay
contradicción ya que no puede pensarse como ley práctica.
La contradicción puede ser de dos tipos:
a) Intrínseca a la máxima: Cuando realmente no se puede universalizar la máxima. Kant pone el
ejemplo del suicidio. Es imposible universalizar dicha máxima ya que la vida exige ser
preservada.
b) Intrínseca a la voluntad que piensa la máxima: La máxima puede ser universalizada pero la
realización de lo que pide repugna a la voluntad del sujeto moral. El ejemplo que propone es el
de un hombre que se encoge de hombros ante la desgracia ajena. Esta actitud puede ser
universalizada pero ese principio no puede ser admitido por todos como ley pues entonces,
¿qué pasaría si yo llegara a estar en desgracia?
Si el imperativo categórico es la ley suprema de la moralidad ya que ésta es ajena a cualquier tipo de
condicionamiento empírico, entonces la razón pura ha de ser legisladora universal como indica la
tercera formulación de dicho imperativo. Es decir, la razón moral es autónoma, no heterónoma. El
fundamento de determinación de la ley moral, reside en el propio sujeto y lo constituye. El sujeto
moral descubre en sí la ley moral y sabe que debe cumplirla.
Si la razón práctica es autónoma, eso quiere decir que está totalmente desligada del orden empírico de
la ley de la naturaleza en el que sólo funciona la causalidad bruta. La razón práctica es libre.
Así nos encontramos que en el orden del conocimiento hemos llegado a deducir la libertad desde el
imperativo categórico, pero en el orden de la fundamentación el imperativo categórico sólo es posible
si el sujeto moral es libre. En el orden moral no funciona la causalidad no libre sino la causalidad por
libertad –como le gusta decir a Kant-.
Llegamos así al final de la analítica pero nos vemos obligados, a modo de conclusión, a presentar las
características de la ética formal kantiana, aunque, son evidentes.
La segunda parte de la Teoría elemental de la razón pura práctica estará dedicada al incondicionado
de la razón pura práctica. Dicho incondicionado es el supremo bien.
El hombre debe obrar por respeto a la ley, en eso consiste sin duda la virtud. Pero nosotros sabemos
que la virtud debe traer consigo, como consecuencia necesaria, la felicidad. El hombre bueno debe ser
feliz. Asimismo sabemos que la felicidad no es plena sino acompaña al bien. Por tanto, virtud moral y
felicidad se reclaman mutua y necesariamente. Y a esta unión entre ambas Kant la denomina supremo
bien.
Pero aquí aparece la antinomia. Si deben ir de la mano, ¿por qué no van? Y no sólo eso, ¿por qué a
veces las máximas de realización de ambas son diversas y hasta contradictorias? ¡Cuántas veces hemos
conocido que el que vive feliz, es moralmente malo y que al virtuoso se le llega a causar la mayor
infelicidad quitándole la vida!
Kant piensa que dicha antinomia tiene solución. O bien el enlace entre virtud moral y felicidad es
analítico (virtud y felicidad serían lo mismo), o bien es sintético. La primera solución ha sido expuesta –
según Kant- por los estoicos y los epicúreos pero a él le parece que virtud moral y felicidad son
realidades distintas, por lo que el enlace entre ambas debe ser sintético y, además, a priori.
a) El deseo de felicidad es la causa motriz de las máximas de la virtud. Esto es imposible ya que,
como vimos al criticar las éticas materiales, la felicidad (materia) no puede fundar ninguna ley
práctica incondicionada y, en consecuencia, no puede fundar el bien moral, ni la virtud.
b) La máxima de la virtud es la causa eficiente de la felicidad. Es contrario a la experiencia. La
experiencia, como ya citamos más arriba, nos hace ver que muchas veces la virtud no trae
consigo la felicidad, sino más bien la desgracia. La virtud, por tanto, muchas veces exige los
mayores sacrificios. (Recuerda los casos históricos de Sócrates o de Tomás Moro, entre otros).
Kant piensa que sí. La solución viene de b) ya que esta proposición es falsa sólo de modo condicionado.
Es decir, es falsa en el mundo en que vivimos, mundo sensible. Pero la vida moral no pertenece al
mundo sensible, sino al mundo nouménico o inteligible; por tanto, puede haber una conexión
necesaria entre virtud moral y felicidad en dicho mundo.
Pero esta conexión nouménica necesaria entre virtud moral y felicidad no es inmediata, sino mediata.
Sólo puede darse a través de los postulados de la razón práctica.
Kant no se para a demostrar el primero porque, como ya vimos, es condición de posibilidad –en el
orden de la fundamentación- de la ley moral.
Sin embargo, inmortalidad y Dios no son condiciones de la ley moral sino condiciones de la realización
de ésta en el supremo bien.
La inmortalidad deriva de la propia exigencia de realización del supremo bien en lo que se refiere a la
virtud. Alcanzar la perfección moral o santidad –en lenguaje kantiano- es una tarea infinita ya que
siempre se puede ser mejor. Así pues, la propia exigencia de la perfección moral implica una vida
eterna –que no se acabe- en la que el progreso moral pueda ser continuo tal como exige la propia
estructura de la moralidad.
Pero aquí aparece un problema. El hombre no podrá llegar nunca a ser bueno, en consecuencia
tampoco feliz. Kant resuelve el problema acudiendo a un ser infinito sumamente bueno y feliz –Dios-
para el que el hombre que persigue la virtud renunciando la felicidad es plenamente santo y, por tanto,
él le otorga la felicidad como pura gracia.
Si observamos los tres postulados de la razón práctica podemos ver que hay una correspondencia
entre ellos y las ideas trascendentales a las que accedíamos mediante la ilusión trascendental.
Kant afirma que desde el uso práctico de la razón accedemos al noúmeno. Por tanto, en cierto modo
nuestro conocimiento es ampliado. Pero sólo en cierto modo, ya que, en sentido estricto, no podemos
hablar más que de conocimiento en el uso teórico de la razón. La razón práctica abre nuestro mundo y
nos hace captarlo en su plenitud accediendo a lo que hay más allá de la sensibilidad. Así, desde la
moralidad, queda fundamentada la metafísica y los objetos a los que se refiere pero como objetos
necesarios de la moralidad y su ejercicio, no de la actividad teórica de la razón.
La razón práctica es, por tanto, razón pura práctica. Y ello quiere decir que los principios de la
moralidad son a priori. Por tanto, si la razón pura es una, aunque tenga dos usos, al uso teórico no le
queda más remedio que admitir los resultados de la razón en su uso práctico. Es decir, la razón teórica
aunque no llegue a ellos, tiene que admitir que existen objetos nouménicos y tiene que asentir ante
una rehabilitación o refundación de la metafísica desde el uso práctico de la razón.
En consecuencia, Kant afirma el primado de la razón práctica sobre la razón teórica. La segunda tiene
que estar subordinada a la primera.
Esto no quiere decir, en absoluto, que la razón práctica nos proporcione conocimiento o saber
nouménico. No, la razón práctica sólo nos proporciona fe moral (fe racional práctica pura). Pero esta fe
responde a las propias inquietudes del corazón humano que se expresan en el orden teórico en lo que
denomina ilusión trascendental y en el orden práctico en la búsqueda del supremo bien. Por eso
escribe: “Una vez reconocido que la ley moral pura obliga a cada cual irremisiblemente como
mandato, puede muy bien decir el hombre honrado: yo quiero que exista un Dios; quiero que mi
existencia en este mundo sea también, fuera del enlace natural, una existencia en un mundo racional
puro; quiero finalmente que mi duración sea infinita. Persisto en ello y no me dejo arrebatar esa fe”.
Y esa fe moral entronca con la fe religiosa, siendo su fundamento. La ley moral a través del concepto
de supremo bien como objeto y fin de la razón pura práctica conduce a la religión. Así, la ley divina no
es un fruto arbitrario de la voluntad divina. La ley moral brota de la autonomía de la voluntad y
concuerda con los mandatos divinos porque nosotros no podemos asegurarnos el bien supremo. Sólo
puede asegurárnoslo Dios. Así pues, la ética no es una doctrina de la felicidad sino una doctrina de
cómo debemos llegar a ser dignos de felicidad. La religión, nos aportará la esperanza de llegar a serlo.
La segunda parte de la Crítica de la razón práctica se ocupa del modo en que hay que hacer para que
las leyes morales aniden en el corazón del hombre. Es decir, el método para que esas leyes no sólo
sean objetivas sino subjetivas (guías de la acción moral).
1) Hay que hacer que los asuntos referentes a la moralidad y sus leyes sean ocupación
natural (habitual) del ser humano:
a) Preguntándose si la acción es conforme objetivamente a la ley moral y a cuál lo
es.
b) Preguntándose si la acción simplemente es conforme a la ley o si, además, tiene
valor moral. Es decir, si se ha actuado por inclinación o por respeto a la ley.
2) Fomentar el interés en las acciones y su moralidad a través de ejemplos:
a) De forma negativa: Haciendo ver que la vida moralmente buena nos libra de la pesada
carga de las inclinaciones.
b) De forma positiva: Haciendo ver que la vida virtuosa, conforme al deber y por respeto
al deber, es la única forma de respetarnos a nosotros mismos.
4. Conclusión
Quizás la única forma de acabar sea culminar el edificio resultante del proyecto kantiano con aquellas
palabras con las que comienza la Conclusión de su segunda crítica y parte de las cuales pasaron a
constituir el epitafio de su tumba: “Dos cosas llenan el ánimo de admiración y respeto, siempre nuevos
y crecientes, cuanto con más frecuencia se ocupa de ellas la reflexión: el cielo estrellado sobre mí y la
ley moral en mí”.
Ojalá el elaborado pensamiento del maestro constructor Kant te haga tener en profundidad esa
experiencia, o, al menos, que cuando mires a las estrellas o indagues en tu interior te acuerdes del
viejo y venerable Kant, de nombre Immanuel.