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El amor visto desde una perspectiva biológica puede ser filial o romántico, asociándose con

la supervivencia y la perpetuación de la especie humana a razón de cuestiones


reproductivas.

Desde una perspectiva químico-biológica, el amor es un fenómeno que integra e involucra


a: estructuras cerebrales, órganos productores de hormonas y sus productos, es decir,
mensajeros químicos responsables de la gama de sensaciones y emociones que se
experimentan al estar enamorado. Ejemplos de lo anterior son el placer, el éxtasis, la
euforia, seguridad, ansiedad, obsesión, dependencia y hasta depresión asociados a patrones
de conducta, cognición y emoción.

Si bien las sensaciones del enamoramiento son bien conocidas por mucho seres humanos,
quizá valdría la pena mirar más de cerca el cómo funcionan estas reacciones a nivel
fisiológico.

En primer lugar, cabe aclarar que el amor es una droga. Literalmente. Los centros
neuronales que se activan con el encuentro de la persona amada son exactamente los
mismos que aquellos que se activan por el consumo de alcohol, tabaco y otras sustancias
adictivas (a saber, los centros localizados en el sistema límbico, ligado con las
"recompensas").

Lo que provoca la sensación placentera del enamoramiento es la secreción del


neurotransmisor dopamina. La dopamina activa diferentes partes del cerebro para provocar
reacciones fisiológicas variadas, como lo serían el aumento de la frecuencia cardiaca o el
aumento de la presión arterial. El enamoramiento ocurre cuando la dopamina actúa sobre la
corteza prefrontal, asociada a la cognición.

Pero, ¿por qué empezamos a secretar dopamina? En hombres, el aspecto físico de una
persona es el principal aliciente para comenzar la secreción, siendo éstos principalmente
visuales. En mujeres, sin embargo, el proceso es más complejo, ya que involucra otros
sentidos como el tacto o el olfato (detectando feromonas y otros elementos como el
Complejo Mayor de Histocompatibilidad indicador de la capacidad del sistema inmune de
la persona en cuestión), factores que son tomados en cuenta antes de elegir una pareja.

Otro gran contraste entre ambos géneros radica en la maduración de la corteza prefrontal.
En mujeres, esta zona cerebral termina de interconectarse aproximadamente a los 21 años
de edad, mientras que en hombres el proceso es más lento, culminando hasta los 26 años; es
por esto que los hombres suelen querer asentarse más tardíamente que las mujeres.

Una vez que comenzó el enamoramiento, hay que tomar en cuenta que una de las zonas
más importantes de liberación de dopamina es el área tegmental ventral, localizada cerca de
la base del cerebro. Ésta área, 70% más grande en mujeres, se activa durante el orgasmo en
una relación sexual; el que las mujeres tengan orgasmos más duraderos que los hombres y
que se involucren emocionalmente con sus parejas sexuales es atribuible a esta notoria
diferencia de tamaños.

Sin embargo, hay un lado triste a toda historia de amor. Con el tiempo, los receptores de la
dopamina comienzan a perder su sensibilidad. Así, asegura que en un periodo aproximado
de tres años, éstos dejarán de responder al estímulo inicial que desencadenaba la reacción
placentera del encuentro con esa persona especial.

La única salvación, en estos casos, es otro neurotransmisor conocido como oxitócica, cuya
secreción está relacionada con la sensación de apego. Si una pareja no logra construir una
relación más allá del enamoramiento o del placer sexual en tres años, lo más probable es
que la relación esté condenada a terminar.

Para evitar este trágico final, es importante fomentar actitudes de admiración, cooperación e
inclusive amistad dentro de la misma relación de pareja, ya que éstas están asociadas a una
mayor secreción de oxitócica.

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