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Las siguientes preguntas nos servirán de guía al examinar estos cinco versos que,
tan al grano, ponen en tela de juicio la fe que ellos profesaban poseer, a saber:
En este punto de la carta, Dios asoma su vara correctiva para darle unos azotes
no meramente a los judaizantes -muchos de los cuales ni conocían el evangelio-
sino, mas bien, a sus ovejas errantes cuyos pies resbalaban del firme fundamento
del evangelio de Jesucristo. Es a los gálatas cristianos a quienes Dios les está
llamando "insensatos". Es a ellos que él procura rescatar del grave error de mezclar
el evangelio del nuevo pacto en Cristo con la ley ya caducada de Moisés, a saber,
los diez mandamientos.
Más adelante en este pasaje, Pablo les exclama: "¿Tan necios sois?" (v.3). Así
que, algo muy serio estaba ocurriendo entre estos creyentes que atentaba contra
su más básica fe en Cristo... tan serio como para decirles que actuaban de
manerainsensata y necia. Actuar así bien podría ser por causa de falta de
conocimiento. Sin embargo, a ellos no les faltaba conocimiento sobre las verdades
y doctrinas envueltas ya que Pablo les había instruído en el evangelio. Por tanto, es
muy evidente que la insensatez y la necedad que Pablo reprende en ellos se debe a
que no andaban conforme a lo enseñado por él. Desobedecían los preceptos divinos
que él les había llevado a través de la comunicación del único y verdadero
evangelio de la sangre de Cristo, el evangelio del nuevo pacto.
Tan pronto Pablo se dirigió a esos gálatas "insensatos", les pregunta: "¿Quién
os fascinó para no obedecer...?" (v.1). Pablo quería saber, "¿Quién los
había hechizado?"... "¿Quién había capturado sus mentes y corazones de tal
manera que se desviaran en su fe y práctica a algo tan contrario, tan opuesto al
evangelio de Cristo?"
Hace ya muchos años que hemos observado cómo los miembros de tantas iglesias
quedan mesmerizadas ante el poder de convencimiento de algunos predicadores. A
veces ha ocurrido que un pastor nuevo ha conducido a los miembros de su nueva
congregación en un cambio radical de las doctrinas que antes creían y practicaban.
Esto podría ser bueno, beneficioso, pero también suele ser muy dañino. "Bueno" en
el sentido de que el nuevo pastor les haya conducido a "pastos" de sana doctrina en
donde antes nunca habían sido alimentados, pero "dañino" cuando les convence de
que la verdad que antes creían no es, realmente, la verdad. ¡No nos asombremos
por un solo segundo de que así pudiera ocurrir! De hecho, ocurre muy a menudo.
Sin embargo, cuán fácil logra un solo individuo persuadir a unos pocos (o muchos)
seguidores de que sólo él es el "portador" del evangelio de la graciiol
oa. Algo similar había ocurrido con los gálatas, sólo que en relación a la ley mosaica
del antiguo pacto. Otro nombre bíblico para los tales es "anticristo", los cuales han
estado entre nosotros desde los tiempos bíblicos según el testimonio de 1ra de
Juan.
Tal tendencia a "cambiar la verdad por el error" -aunque crean que lo nuevo sea
"verdad"- es prueba de nuestra propia fragilidad espiritual. Un día afirmamos
dogmáticamente que creemos lo que la Biblia enseña sobre tal o cual doctrina,
mas, muy pronto llega el día en que perdemos nuestro celo por esa verdad,
especialmente si ésta está bajo ataque, aceptando como verdad lo que el nuevo
predicador o pastor nos esté enseñando. Por eso Pablo le escribió a su hijo
espiritual, Timoteo, que "era buena cosa afirmar el corazón en la verdad".
Resumiendo, pues, este punto, afirmamos que somos muy propensos a ser
"llevados de aquí para allá con todo viento de doctrina", por lo que una de nuestras
constantes oraciones a Dios debería ser: "que nos haga crecer en el conocimiento
de la verdad como es en Cristo". Los hermanos en las iglesias de Galacia
enfrentaban ese mismo problema, a saber: "se les estaba llevando de la
verdad al error"... del evangelio de Cristo según se lo había predicado Pablo a una
perversión de ese evangelio al cual se le estaba agregando elementos de la ley
mosaica como si ésta aún estuviera vigente.
Es importante notar que no tenemos evidencia -al menos, en mis muchos años de
ser instruído por el Espíritu de Dios nunca la he visto- de que al cuerpo del
evangelio enseñado por Pablo se le estuviese quitando, cortando o eliminando
algunas de sus partes y/o doctrinas. La perversión al verdadero evangelio de Cristo
predicado por Pablo consistía -¡tan sencillo como usted lo lee en estas líneas!- en
que se le había agregado algo extraño, algo que no pertenecía allí, no importa que
haya sido parte vital de la antigua y ya caducada ley del pacto antiguo, los diez
mandamientos dados por Dios al pueblo de Israel a través de su siervo Moisés.
Por tanto, aquí vemos cómo un cristiano puede ser tan hechizado por un
mensajero del error que, aunque no le quite nada a lo que ya aprendió de Cristo,
con gran facilidad se atreve agregarle al evangelio creído como si esa añadidura
pudiera de alguna manera mejorar lo que Cristo ya estableció como su perfecta ley
para su iglesia. Debo agregar aquí que lo mismo ocurre cuando el liderato de una
iglesia intenta obligar una Confesión de fe sobre la iglesia para que la misma sea la
regla de fe y práctica de las ovejas allí congregadas.
Habiendo dicho ésto, debo agregar que hoy día se ve esta práctica de utilizar una
Confesión de fe con la intención de traer a los miembros de una iglesia bajo el
dominio de la ley mosaica, aunque sean sólo algunas partes de la misma. Este es
un asunto muy serio y merece nuestro rechazo y repudio tal como Pablo lo hizo con
las novedades judaizantes que eran impuestas sobre las iglesias de Cristo en
Galacia.
La respuesta es, por un lado, muy sencilla. El ya sabía que ellos habían "abierto la
puerta" de sus iglesias y, más que nada, de sus mentes y almas al error doctrinal
llevada hasta ellos por los judaizantes, esa gente que no podía soltar a Moisés, los
diez mandamientos ni las tradiciones comunes que habían recibido de sus padres.
Él sabía que no meramente habían escuchado a los judaizantes sino que ya estaban
implementando en sus iglesias algunas de esas tradiciones que sólo fueron
legítimas cuando el pacto antiguo era el pacto vigente sobre el pueblo de Dios. Más
adelante habremos de considerar varias de esas tradiciones que se mencionan de
manera específica en el capítulo 4.
Habiéndose dirigido a ellos así, "¡Oh gálatas insensatos!", les pregunta, "¿Quién
os fascinó para no obedecer?..", debido a que le extraña sobremanera que
creyentes, que en un momento de su vida como cristianos fueron tan celosos en
amar y obedecer la verdad según es en Cristo, hayan podido dejarse engañar o
hechizar de tal manera como para dar lugar a la práctica de esta nueva modalidad
"pervertida" del genuino evangelio que él les había enseñado cuando estuvo entre
ellos.
No puede más que atribuir tal desliz al hecho de que alguien los ha hechizado...
los han engañado de tal manera que ni siquiera su espíritu o consciencia se dio
cuenta de que le habían "pasado gato por liebre" (refrán muy conocido en Puerto
Rico). Es decir, tal parece que les quiere dar el beneficio de la duda, no acusándolos
de haber abandonado el verdadero evangelio debido a su obvia desobediencia e
incredulidad. Sus palabras les dan a entender que él atribuye tal tropiezo al hecho
de que "alguien los había hechizado". Se les había presentado esta nueva versión
del evangelio con "brillo de oro". Parece que se les olvidó que "no todo lo que brilla
es, realmente, oro refinado".
Volviendo sobre algo que señalé arriba, le recuerdo, estimado lector y estudiante
de la Palabra, que todos nosotros somos muy propensos a tropezar en el mismo
tipo de engaño. ¡Cuántas veces no aceptamos lo escuchado como "verdad" debido
a la personalidad tan magnética del orador! ¡Cuántas veces no somos atraídos por
los variados talentos, sean musicales, gráficos u otros, de quienes se nos presentan
en el púlpito de la congregación o en la tarima en alguna actividad "religiosa" en
otro lugar, pensando que, "si son tan talentosos, ciertamente tienen que contar con
el favor de Dios"... "si los oyentes los aplauden, seguramente Dios también los
aplaudirá"!
Algunos de ustedes saben que soy músico pianista, siervo del Señor. Sin
embargo, he visto cómo tantos evangélicos no me reciben en sus iglesias
argumentando que mi estilo de interpretar los nuevos himnos que Dios me ha dado
así como los ya conocidos y amados por tantos cristianos es uno demasiado
conservador; que no tiene el atractivo del ritmo que tanto gusta a los jóvenes, y
que la letra es excesivamente bíblica, doctrinal. ¿Qué refleja tal tipo de argumento?
Que la filosofía predominante en una gran cantidad de iglesias es una que juzga
como "bueno" aquello que atrae, que brilla, que gusta a los jóvenes, etc. ¡Y eso que
muchos de estos nuevos cánticos tienen sabor musical de distintos países
hispanohablantes!
A muchos se les ha olvidado que Isaías profetizó de Cristo que, "Verlo hemos,
pero sin atractivo..." (Isaías 53). No es que el evangelio verdadero no tenga su
especial atractivo espiritual; sí tiene ese atractivo, pero sólo para los que tememos
a Dios. El pecador no ve el evangelio como algo atractivo, y aquellos que
predicamos fielmente el evangelio nunca debemos olvidar que nuestra meta al
llevar la Palabra no ha de ser la de atraer a los hombres hacia algo bonito y
atractivo sino, mas bien, la de anunciarles que Dios abomina el pecado y al
pecador, llamándoles a que se arrepientan de su pecado cuanto antes y crean en el
Señor Jesucristo.
Sin embargo, hay una realidad innegable, y es que los cristianos vivimos aún en la
carne... carne que tiende a gustar lo llamativo, lo nuevo, lo bonito... en fin, lo que
brilla como el oro. Y eso también afecta lo que a doctrina respecta. A veces lo que
hemos creído por mucho tiempo suele perder su brillo -y aquí asumiremos que
hemos creído en el verdadero evangelio- "por lo que venimos a ser fácil presa de
quien trae algo nuevo, o cuanto menos, unas variantes interesantes a esa doctrina
que ya no nos llena o satisface por haber llegado a ser rutinaria.
Oremos que Dios nos ayude a ser como Pablo, quien dijo que "...sabía en quién
había creído, y que era poderoso para guardar su depósito (de fe) hasta el día de
su venida". Tampoco olvidemos el hecho de que, en las primeras líneas de esta
carta a los gálatas, el mismo apóstol declaró que si "él llegara a cambiar la doctrina
del evangelio que había predicado", que fuese él, también, "maldito". Es decir, dejó
abierta la posibilidad de que su carne y espíritu le traicionara, llevándole a pervertir
el verdadero evangelio que había conocido y predicado por lo que también debería
ser maldito de Dios. Sin embargo, esa poco probable eventualidad no cambió el
hecho de que testificara sin duda alguna de su fe en Cristo y la fidelidad del Señor
para con él y todos los que en él (Cristo) creyeren.
Resumiendo, pues, este punto, vemos cómo Pablo reprende a estos hermanos por
haberse dejado llevar de estos "hechiceros" a otro evangelio. Les afirma que se han
dejado fascinar o hechizar a tal grado que "han dejado de obedecer la verdad". Esto
nos lleva a la siguiente pregunta:
Aunque los versos que siguen elaboran sobre la manera en que la fe de Cristo les
llegó, el corazón del problema está en que algo habían perdido de vista, algo
habían pervertido en lo que al significado de la crucifixión de Cristo respecta.
Muchos yerran al describir esta porción de la pregunta como una mera mención de
la verdad histórica de que Cristo realmente fue crucificado, infiriendo que a ellos se
les había olvidado la realidad histórica de su muerte. Nada podría estar más lejos
de la verdad en este caso.
Así, pasan por alto el corazón del trágico error acaecido en estas iglesias quien así
explica este texto. Aquí hay algo más, algo de suma importancia a la fe de Cristo,
algo que toca en la profunda y gloriosa diferencia entre la ley del antiguo pacto
bajo Moisés y la nueva ley del nuevo pacto en Cristo. Tiene que ver con
el significado de la crucifixión.
¿Qué fue, pues, lo que ocurrió en la crucifixión de Cristo que tanto incide en este
problema doctrinal tan serio en las iglesias de Galacia? ¿De qué manera incide lo
que Cristo obró en su muerte en el problema tan serio que los judaizantes habían
creado en estas iglesias? Aunque la meta nuestra es ofrecer un adecuado
comentario práctico sobre la epístola de Gálatas, requeriría otro comentario o libro
completo para tratar de manera adecuada lo que la Biblia nos enseña acerca de la
muerte de Cristo en la cruz, desde las profecías hasta el cumplimiento y todos los
aspectos prácticos que surgen después en los escritos inspirados de los apóstoles.
No es que ellos hubiesen comenzado a negar que Cristo de veras haya muerto en
la cruz. Tampoco sugiere que habían puesto en tela de juicio el que la muerte de
Cristo ocurrió con el fin de traer "salvación", esperanza eterna al hombre pecador.
Es importante recordar que, de acuerdo al testimonio bíblico, el error traído por los
judaizantes no se caracterizaba por "eliminar" alguna de las obvias obras realizadas
por el Señor Jesucristo, sino más bien por "añadir o agregar" a dicha obra -no
vista por ellos como perfecta y completa- algunos elementos de la ya caducada ley
mosiaca, alegando ellos que tal combinación era la que produciría la verdadera
salvación eterna.
Esto lo vemos en nuestro derredor y nos apena mucho ver a estos modernos
judaizantes -aunque rechacen tal descripciópn como ofensiva- llevar presas a las
ovejas bajo su custodia a la ley mosaica con tal de que sean santificados en su vida
diaria. La Palabra de Gálatas es una advetencia contra los tales. Es una advertencia
para nosotros a fin de que no caigamos en tal trampa de error. Volviendo al
corazón del argumento ante nosotros, queda meridianamente claro que el dar lugar
a la más mínima "añadidura" de la ley de Moisés a la fe de Cristo constituía -y
constituye- de por sí una negación del verdadero significado de su muerte en cruz.
Eliminaba la "exclusividad" de la obra de Cristo para poner en su lugar una obra
híbrida, un "fuego extraño" contrario a lo revelado y obrado por Dios.
Sin embargo, afirmar que se recibe la Palabra como autoritativa y que se obedece
no cambia el hecho de que insistir en mantener viva y vigente la ley mosaica en
cualquiera de sus partes, ya sean mínimas o no, constituye un rechazo al
testimonio específico de la Palabra tocante a estas áreas de doctrina. Negar ésto es
-como decimos aquí en Puerto Rico- "intentar tapar el cielo con la mano". A fin de
cuentas, afirmamos que insistir en retener la circuncisión como parte legítima del
evangelio de Cristo es una afrenta al mismo.
También afirmamos que insistir en retener cualquier parte de la antigua ley
mosaica, ya caducada, tales como la observación de días, meses, sábados, leyes
dietéticas, etc., como parte legítima del evangelio de Cristo es una afrenta al
mismo. Es negar que el nuevo pacto en Cristo es el único fundamente de la fe. Es
negar el testimonio bíblico al respecto. Es caer bajo el efecto del hechizador que
busca cautivar las almas para retenerlas presas bajo el yugo de la ley que mata.
Pablo les preguntó: "¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oir de
la fe?" Sin pausa alguna, les hace tres preguntas más, las primeras dos siendo:
"¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a terminar por
la carne?" De la primera pregunta se desprenden varios hechos innegables:
1. Ellos habían recibido el Espíritu de Dios; no hay duda de ello. Recordemos que
"recibir el Espíritu" de Dios es sinónimo con "ser salvos", haberse "convertido" a
Cristo, haber "nacido de nuevo". Es decir, ellos eran genuinos creyentes, seguidores
de Cristo. La salvación de ellos no estaba bajo tela de juicio o duda alguna. Como
hemos visto desde el principio de esta epístola, se trata de creyentes diseminados
en numerosas iglesias a través de una vasta región territorial conocida como
Galacia. Habían recibido el evangelio... habían creído en Cristo... poseían esperanza
eterna.
Mas, estaban bajo el constante ataque y presión de parte de los judaizantes para
que "agregaran a su profesada fe" en Cristo algunos elementos básicos de la ley
mosaica del antiguo pacto.
No hay que abundar más sobre ese particular. Lo que el apóstol procura hacer con
esta pregunta es poner a los destinatarios de su carta a pensar... a preguntarse:
"¿Cómo fue que llegamos a conocer a Cristo? ¿Cómo fue que el Espíritu de Dios
obró en nosotros para traernos vida? ¿Fue acaso por esfuerzos nuestros por
obedecer la ley de Moisés o fue porque oímos la Palabra del evangelio y la creímos
debido a la fe que Dios nos dio?
En esta pregunta no cabe lugar para duda alguna sobre la fuente de la vida eterna
en Cristo. ¡O se recibe mediante la sujeción plena a la ley mosaica de los diez
mandamientos -es decir, el antiguo pacto- o se recibe mediante la fe en Cristo
obrada por el Espíritu. Afirmar que la vida en Cristo pueda llegar a un pecador
mediante su obediencia a la ley ya descrita sería retar el testimonio claro del Nuevo
Testamento. La ley, o letra, mata, mas el Espíritu es el que vivifica.
Por el otro lado, ¿quién se atrevería negar el glorioso mensaje del evangelio de
Cristo tan elocuentemente entregado a nosotros por el Espíritu a través del Nuevo
Testamento, en el sentido de que la esperanza eterna nos llega sólo mediante la fe
en Cristo: fe que nos es dada como un don de Dios de tal manera que nadie se
gloríe? Hay quienes insisten en enseñar que la ley de Moisés es el instrumento que
nos "trae" a Cristo. Tal afirmación raya en ser una blasfema, ya que es elatribuirle
a la ley lo que es obra exclusiva del Espíritu de Dios.
Quien así habla realmente tiene vendas sobre sus ojos. No hace mucho leía cómo
un pastor cristiano -de cuyo testimonio como creyente no tengo la más mínima
duda- había escrito que "la ley ES nuestro ayo para traernos a Cristo". Sin darse
cuenta, torcía las palabras en el capítulo 3 de esta epístola (que luego estaremos
considerando) que dicen que "la ley FUEnuestro ayo para traernos a Cristo" con el
fin, así, de justificar el uso actual de la ley de Moisés como instrumento
evangelizador conducente a la fe en Cristo.
Olvidar lo que Dios comenzó en nosotros mediante la obra de su Espíritu nos hace
merecedores de la próxima pregunta tan corta: "¿Tan necios sois?" No vayamos a
pensar que Pablo es demasiado dado a las ofensas contra sus hermanos. Los ha
llamado insensatos... y ahora, ¡necios! Es que se trata de asuntos tan serios que no
se le puede "pasar la mano de manera suave".
Son palabras fuertes las requeridas para despertar a un creyente del hoyo de su
propio error. A veces un(a) hermano(a) creyente reacciona ofendido(a) a una
reprensión legítima de otro hermano(a) que no sólo le ama sino que también de
veras ama a Cristo. El genuino cristiano se dará cuenta de su error de "sentirse
ofendido", y buscará el perdón de Dios por ello, ya que entenderá que Dios azota al
que ama y tiene por hijo. Es parte de la disciplina en la fe que nos conduce hacia la
rectitud ante Dios.
¡Sí! Eran necios por haber olvidado. Mas, también eran necios en cuanto dicho
olvido ahora les ha colocado en un derrotero carnal, legalista con el fin de obtener
así lo que sólo se obtiene por la obra del Espíritu de Dios "aparte de la ley".
Consideremos este aspecto en la siguiente pregunta:
VI. ¿Qué está comparando Pablo cuando habla de "comenzar por el Espíritu" y
"terminar por la carne"?
Sin embargo, la pregunta que tenemos de frente en este momento toma por
sentado ese mismo hecho de que la "vida en Cristo" de estos creyentes había
comenzado con la obra del Espíritu de Dios. No había duda de tal hecho. Mas, la
pregunta concluye agregando lo que sigue: "¿... ahora vais a terminar por la
carne?" ¿Cuál es la comparación que el apóstol está estableciendo entre ese
"comienzo por el Espíritu" y el subsiguiente "terminar..." o proseguir "por la
carne?
Aunque ese sí es uno de los usos principales para dicho término en la Biblia, en el
texto ante nuestra consideración en nada se refiere al pecado de la carne en ese
sentido general que a todos nos toca. Aquí habla, según vimos en varios textos en
el capítulo 2, de ese esfuerzo humano por intentar implementar en carne propia los
requerimientos o demandas de la ley mosaica. Esa era la primordial razón por la
cual dicha ley no podía santificar... ¡un pecador esforzándose a obedecer lo
que su alma naturalmente aborrece! ¡Imposible de hacer!
El pueblo hebreo recibió a menudo el aviso de que si "hicieren las obras de la ley,
vivirían". "Hacerlas" significa ponerlas por práctica... hacer de ellas la verdadera
norma de conducta del diario vivir. Sin embargo, el testimonio bíblico es más que
claro en el sentido de que la ley mosaica, dada por Dios en el Sinaí, aunque
buena, no podía ser cumplida por sus súbditos. ¿Sería por algún defecto de la
ley misma, de su contenido? ¡Definitivamente no! El defecto consistía en la
incapacidad humana de poder cumplirla debido al pecado innato en cada ser
humano, incluyendo a los hebreos.
"Terminar por la carne", pues, tiene un muy claro significado que un honesto
escrutinio de esta Palabra nos revelará. Se trata de un presente y futuro esfuerzo
por implementaraquellos aspectos de la ley mosaica que los líderes les imponían
como necesarios para complementar su salvación. Eso de guardar un día o de
observar cualquier otro requerimiento no era cosa pequeña o inocente sin serias
repercusiones dañinas y destructivas. Era echar a un lado la obra del Espíritu
santificador para poner en su lugar la obediencia a la ley como el facilitador para la
santificación.
Si así fuera, no sería difícil mostrar que se han inventado una nueva ley extra-
bíblica, ya que la moisaica había que cumplirla al pie de la letra so pena de muerte;
mas la ley de Cristo, obrada en los corazones de los creyentes, es implementada en
nuestras vidas bajo la dirección y ayuda del Espíritu de Dios. Pero, ¡que enseñen
que hay unos diez mandamientos cuya obediencia está sujeta a la discreción de las
ovejas!... es asombroso. No sé, pero para mí eso surge de otra Biblia que no es la
Palabra de Dios. Me huele a "otro evangelio" que no es evangelio.
En resumidas cuentas, lo que Pablo les pregunta a los creyentes con estas
palabras es tan sencillo como esto: "Si su vida en Cristo comenzó por el oir de la
Palabra mediante la fe obrada en ustedes por el Espíritu de Dios, cómo es que
ahora ustedes pretenden proseguir en su crecimiento espiritual al amparo de una
ley de obras que no les pudo salvar? ¿Acaso les podrá santificar, cuando ni siquiera
la primera obra santificadora, salvadora estaba a su alcance? En realidad, estas
preguntas de Pablo son retóricas.
VII. ¿Por qué Pablo les pregunta, "¿Tantas cosas habéis padecido en vano?, si es
que realmente fue en vano."
¡Tanta profesión, tanta fanfarria con su nueva vida en Cristo para dejarlo todo
"irse a pique" por dejar el camino de la fe para regresar al de la ley! Queda claro
que ellos habían padecido mucho por su fe. Habian sido perseguidos, lo que implica
que amaban lo suficiente a su Señor como para estar dispuestos a pasar por la
injuria de la persecución. La pregunta, pues, "¿...habéis padecido en vano?" revela
que la fe de ellos había sido lo suficientemente clara como para atraer el rechazo y
odio de aquellos que nada querían saber de Cristo y su evangelio.
Preguntarles si todo esto habría sido en vano es, para mí, una forma de obligarlos
a pensar seriamente en lo que estaban haciendo ahora, de traer sobre ellos cierto
sentido de vergüenza y humillación. Indudablemente ese fue el resultado en
muchos de ellos. Esto se infiere de las palabras finales de este texto, "...si es que
realmente fue en vano". Ahí abrió la puerta para que se pueda afirmar, en su
momento, que jamás fue en vano la obra de Dios en ellos y la subsiguiente
persecución. Habían tropezado; habían abierto la puerta de sus almas para ser
subyugados por "la ley que ya no regía sobre ellos". Por eso Pablo alberga la
esperanza de que todo lo ya transcurrido no habría sido en vano.
VIII. ¿Por qué Pablo pregunta si quien ministra entre ellos lo hace "por las obras
de la ley o por el oir con fe"?
Recordemos esas tan incisas palabras de Pablo a los romanos cuando les dijo: "Así
que la fe viene por el oir; y el oir, por medio de la Palabra de Dios" (Romanos
10:13). No es asunto de "oir y hacer" sino de "oir y creer por la fe". Esa es una de
las grandes diferencias fundamentales entre vivir bajo la
leymosaica y vivir en la fe de Cristo.
Tal vez la línea divisora entre éstas no sea tan marcada para algunos. Sé de
pastores que con sinceridad de espíritu entienden que guían a sus ovejas en la
gracia al requerirles a ellos la fiel sumisión a los diez mandamientos. En el proceso
también le requieren a sus ovejas someterse a los rigores sabáticos propios sólo del
tiempo cuando la ley mosaica tenía vigencia. Ellos admitirán que la ley de Moisés
no está sobre nosotros a la misma vez que insistirán en que los diez mandamientos
sí lo están, no comprendiendo el claro testimonio bíblico de que ambas cosas son
una y la misma cosa.
Este estudio jamás pretenderá entrar a todos los argumentos esbozados por los
defensores del híbrido, "ley/gracia" -los dos juntitos y bien mezclados- mas, no
podemos pasar por alto esta triste realidad de que sí existe en nuestro derredor un
gran esfuerzo por promover la sujeción a los 10 mandamientos, tal como existió
entre los gálatas en los días de Pablo. Es el mismo error teológico; es el mismo
enemigo de la gracia verdadera aunque se vista con atuendo de gracia y tome para
sí mucha de la misma terminología. Esta pregunta de Pablo a los creyentes gálatas
tiene tanta validez hoy como en los días de Pablo.
Quien guarda el sábado (ya sea en domingo) porque se le requiere y/o ayune ese
"sábado" porque es la norma o "ley" en la iglesia, anda en el camino de "las obras
de la ley". No importa que el tal lo esté haciendo con sincero corazón y plena
intención de sujetarse obedientemente a su pastor o pastores. Está "haciendo" u
"obrando" con tal de recibir el beneficio prometido. Por el contrario, quien sabe que
no está bajo ley y entiende que no se le requiere sujeción a ley alguna que no sea
la "ley de Cristo", hará todo lo que hace sólo por amor al Señor, sabiendo que ya
goza del favor de Dios debido al sacrificio perfecto de Cristo en la cruz. Agregaré la
observación de que ciertamente el pastor que guía ciegamente a las ovejas en el
camino de las obras de la ley tendrá mayor culpa que la oveja que humildemente le
obedece. Es una gran responsabilidad que pesa sobre los que pastoreamos la grey
del Señor; hemos de hacerlo según la ley de Cristo y ningún otra.
Debo ofrecer una palabra de aviso a cada lector en el sentido de que se cuide de
quienes le ataquen su genuina libertad en la ley de Cristo del nuevo pacto
acusándole de ser un "violador de la ley de Dios" o uno que sigue tal postura
doctrinal con tal de abrir la puerta al libertinaje de la carne. En cuanto a lo primero,
no dude por un solo segundo el testimonio de la Palabra de Cristo en cuanto a la
naturaleza del nuevo pacto. Pídale a Dios que le conceda compasión por quien anda
en tal error y confusión, y procure mostrar al tal el amor de Cristo. Sólo así podrá
mostrarle la gloria de lo que es vivir "libre de la condenación de la ley".
Deje la obra de convencer al tal en las manos del Señor, pues sólo él podrá obrar.
En cuanto a lo segundo, deberá cuidarse usted mismo(a) de caer en el error de que
"libre de la ley mosaica o 10 mandamientos", puedo hacer lo que quiera. Vivir así
sólo mostrará que no conoce y mucho menos vive en la gloriosa libertad de la
gracia. Esa libertad no abre la puerta a la satisfacción de la carne. Por el contrario,
la cierra más fuertemente porque nos cautiva al amor de Cristo. Nos hace desear
agradarle en todo.
Nos ayuda a vivir según el precepto revelado cuando Pablo preguntó a los
Romanos, "¿Qué pues, diremos? ¿Seguiremos en el pecado para que la gracia
crezca? ¡En ninguna manera! Los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos
aún en él! (Romanos 6:1-2). Repite el mismo aviso un poco después diciendo,
"¿Qué pues, pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? ¡En
ninguna manera! ¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para
obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis..." (6:15-16).
Notemos esta muy evidente verdad bíblica en el sentido de que "estar bajo la
gracia de Dios", según contrasta con el "no estar bajo la ley", es la norma para el
creyente en Cristo, no es una opción. No estamos bajo la ley. Así como "en
Cristo" hemos de vivir libre del pecado, también hemos de vivir libre del yugo de la
ley, pues, a fin de cuentas, el esfuerzo por obedecer la ley ya caducada es una obra
de la carne, la cual automáticamente nos constituye obradores de pecado, ni más ni
menos, pues todo lo que es de la carne es pecado.
Cerramos así este capítulo del estudio preguntando a cada lector, ¿Vive Ud. bajo
la rigidez de la ley o vive por la fe de la Palabra de Dios escuchada en su alma?
Solo la segunda es la vida espiritual que Dios tiene para los suyos, por lo que
deberá estar seguro(a) de que usted esté realmente viviendo en Cristo y no bajo la
condenación de la ley o letra que mata. Seguiremos proximamente en nuestro
próximo estudio. Hasta entonces, Dios le bendiga y ayude mucho.