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ABRAHAM (El llamado) Lección 7

Génesis capítulos 11 al 14
Adán marcó el comienzo del plan de Dios con el hombre. Pero debido
a que Adán fracasó, hubo un nuevo comienzo con Set. Set y su
generación también fallaron. Luego vino Noé, con el mismo resultado.
Así que Abraham es el cuarto, pero, gracias a Dios, con él el propósito
de Dios puede avanzar. «Habiendo fracasado ya tres experimentos
anteriores que hacía Dios con la raza perdida de Adán, entra aquí (con
Abraham) en el cuarto sobre un pie totalmente distinto de los
anteriores» (H. B. Pratt)1. Con él se inicia un movimiento definitivo
hacia el establecimiento de la familia de Dios sobre la tierra. Con
Abraham parte la elección de un pueblo para Dios, a través del cual
vendría el Cristo 2.
Este capítulo, y el siguiente, estarán centrados en Abraham, el «padre
de todos los creyentes» (Romanos 4:11).3 Su figura resalta entre todas
las demás del Antiguo Testamento, porque es el nombre que con
mayor frecuencia pronuncia el Señor Jesús (Juan 8:56, 58). En tres
ocasiones es llamado en las Escrituras «Amigo de Dios» (2 Crónicas
20:7; Isaías 41:8 y Santiago 2:23).
I. EL LLAMADO
Una respuesta insuficiente
La elección y el llamado de Abraham tiene un carácter único en todo el
Antiguo Testamento. Es la primera reacción de Dios después de la
caída. La salida de Abraham de Ur de los caldeos es uno de los
hechos más gloriosos de los anales de la fe.4 El escritor de Hebreos lo
resume muy bien en estas breves frases: «Por la fe Abraham, siendo
llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como
herencia; y salió sin saber a dónde iba.» (Heb. 11:8). El llamado de
Abraham fue un llamado a salir, a dar la espalda al mundo.
Aunque era grande el llamado, y más grande aun quien lo efectuaba,
Abraham no era una persona excepcional. En una civilización idólatra
como la caldea él también lo era (Josué 24:2).5 Era sólo una piedra
tomada de la cantera del mundo (Isaías 51:1-2). Abraham estaba a
gusto en esa cultura; sin embargo, Dios, en su soberanía le escogió
como primicia y ejemplo de todos los hombres de fe que habrían de
venir, hombres en los cuales él se agrada.
Abraham se diferenció mucho de Abel, Enoc y Noé. Éstos parecen
haber sido hombres de decisión, notablemente distintos de los que les
rodeaban. No fue así con Abraham. Él era un idólatra en una
civilización idólatra.6 Pero la obra de Dios comenzó con tal hombre. Un
hombre así convenía a la gloria de Dios, porque nunca se podría
envanecer en su justicia ni en sus méritos, porque no los tuvo. Fue
Dios, en su soberanía que le escogió, «no por las obras, sino por el
que llama» (Rom. 9:11) 7.
El caminar de Abraham no estuvo exento de titubeos y tropiezos.8 Si
confrontamos Génesis 11:31, 12:1 y Hechos 7:2-4 podemos ver una
verdad muy importante en el comienzo de su carrera: los lazos
familiares impidieron que Abraham respondiera completamente al
llamado de Dios. En vez de tomar él la iniciativa, la tomó Taré y se
enredó en Harán. Así, el que no fue llamado guiaba, y el que fue
llamado le siguió. Así que, aunque fue llamado para trasladarse a
Canaán, Abraham se quedó en Harán –un punto intermedio, «el último
lugar de vida civilizada antes de adentrarse en el desierto arábigo»
(Willmington)– hasta que la muerte rompió el lazo que le unía con su
padre Taré.
Esto nos muestra que las influencias de la naturaleza son siempre
contrarias a la realización de la vocación de un hijo de Dios, y por eso,
hay que cuidarse de ellas. Si no estamos conscientes de la grandeza
del llamado que hemos recibido, ellas nos llevan a contentarnos con
menos de lo que Dios ha señalado para nosotros. (Ver Fil. 3:13-14).
Sin embargo, Dios, que había llamado a Abraham a Canaán, no
descansó mientras éste estuvo en Harán. (Pablo también oraba por los
efesios para que avanzaran hasta el final en el conocimiento de su
esperanza, de su herencia y del poder disponible para ellos; 1:15-22.
En tanto, Oseas nos alienta a «proseguir» en el conocimiento de
nuestro bendito Dios: 6:3).
Siendo Harán una estación no contemplada por Dios en el itinerario de
Abraham, éste no recibió ninguna nueva revelación allí. Dios no nos
dará ninguna nueva luz si no andamos en consecuencia con nuestro
llamamiento.
Una segunda oportunidad
Pero Dios, que llama, es persistente, y cuando Abraham tenía ya
setenta y cinco años, Dios le llamó por segunda vez (Gén. 12:1). Hasta
aquí Abraham no había sido íntegro en su obediencia, pero Dios no le
abandonó (Hech. 7:4), y le trajo a Canaán. Su llegada a Canaán tiene
gran significado, porque era el poder de Dios que entraba a poseer la
tierra. Donde Dios toma posesión, allí Abraham tiene su herencia.
Sin embargo, apenas Abraham entró en Canaán, su fe fue probada. La
tierra no estaba en condiciones de ser disfrutada a discreción, porque
allí habitaba el cananeo (12:6 b). Todo esto pudo hacerle dudar
momentáneamente del llamamiento de Dios. Sin embargo, en seguida
se renueva la promesa y su fe se fortaleció (12:7).
Abraham se estableció entre Bet-el y Hai, donde plantó su tienda y
edificó un altar. Estos dos elementos hacen patentes los dos rasgos
principales del carácter de Abraham, porque fue un adorador de Dios y
un extranjero en el mundo.
Tres altares
En Canaán, Abraham edificó 3 altares. Ellos señalan los 3 puntos más
importantes de la vida en la Tierra Prometida. Cada uno de ellos fue
santificado por un altar. Veamos qué significa cada uno. (En lo
referente a los altares seguimos a W. Nee, en Transformados en su
semejanza, cap. 3).
a) Siquem (12:7): «Siquem» significa «hombro», que es el lugar de
mayor fuerza del hombre. Canaán es el lugar de la victoria de Dios,
donde los enemigos son echados definitivamente. Dios nos ha dado
provisión en Cristo para que podamos estar plenos, satisfechos y
fuertes.
b) Bet-el (12:8; 13:4): «Bet-el» significa «Casa de Dios». Pese a que
podemos estar satisfechos y ser fuertes, aun podemos ser
individualistas e independientes. Es necesario ver la Casa de Dios, es
decir, la iglesia, el cuerpo de Cristo. Cuando la cruz ha operado en
nosotros y somos alumbrados respecto del Cuerpo, entonces venimos
a ser uno, y desaparece la vida individual. Siquem debe llegar a ser
Bet-el.
c) Hebrón (13:18). «Hebrón» significa «una unión» o «comunión». Si
Bet-el representa la vida del Cuerpo de Cristo, Hebrón representa el
principio de vivir esa vida. Bet-el nos conduce a Hebrón. Sin comunión,
los hijos de Dios no pueden avanzar mucho. Es preciso vivir la vida del
cuerpo, es decir, dar y recibir, corregir y aceptar la corrección de los
demás miembros.
Tres pruebas
En la vida de Abraham en Canaán hay tres altares, pero también hay
tres pruebas, relacionadas con la tierra.
a) Egipto. A causa de que «hubo hambre en la tierra» (12:10),
Abraham descendió a Egipto. 9 Allí, aunque se enriqueció, no tuvo
altar, y más encima se enredó en su propio engaño, de tal suerte que
fue reprendido por un incrédulo, y su misma esposa se vio expuesta a
una vergüenza.10 Abraham no valoraba suficientemente a Canaán,
porque no supo permanecer en el lugar donde Dios le quería. Abraham
no había visto que su llamamiento estaba ligado a la tierra, y que debía
permanecer en ella y guardarla. (Ver Isaías 31:1).11
Sin embargo, Dios en su misericordia le restauró a su misma condición
anterior, en el mismo lugar, entre Bet-el y Hai (13:3-4).
b) Lot (Capítulo 13). Abraham había de sufrir una prueba todavía
mayor que las anteriores por causa de su sobrino Lot. Es que, en
cuanto a dejar a su parentela, Abraham nunca había obedecido
completamente. Lot, que no seguía a Abraham guiado por una fe
personal ni por un llamamiento, sino por un simple afecto familiar, tenía
un corazón mundano.
Esto quedó en evidencia el día en que los pastores suyos litigaron con
los de Abraham. Esta disputa no hizo más que sacar a luz la
mundanalidad que había en Lot y la fe que había en Abraham. A la
hora de escoger, Lot escogió la llanura, aparentemente la mejor parte;
sin embargo, esto le trajo dolor al corazón y a la larga puso en peligro
su propia vida. «Al principio, Lot miró hacia Sodoma. Más tarde, habitó
en Sodoma. Estos fueron los pasos por los que este hombre y su
familia fueron a una degeneración cierta y a la destrucción.» (Ch. F.
Pfeiffer). Lot no era un llamado, sino un voluntario; y todos los que
corren sin ser llamados, acaban por caer. Los Lot son figuras muy
comunes en medio del pueblo de Dios. Cuando la marea de la fe sube,
ellos se unen y reciben los beneficios de los verdaderamente
creyentes, pero tarde o temprano su corazón queda al descubierto. Así
sucedió con los extranjeros que salieron de Egipto con los israelitas y
que les instigaron a pecar (Núm. 11:4), así aconteció con Ananías y
Safira (Hechos 5:1-11) y con Simón el mago (Hechos 8:9-24).
Abraham, en cambio, dejó que Lot escogiera, porque confiaba en que
Dios cuidaba de él. «La fe deja siempre a Dios el cuidado de fijar la
herencia, como asimismo le encomienda a él la forma de ser
introducido en la misma. La fe siempre queda satisfecha con la porción
que Dios otorga, y puede decir: «Las cuerdas me cayeron en lugares
deleitosos, y es hermosa la heredad que me ha tocado» (Salmo 16:6).
(C. H. M.) «Quizá Lot tenía mejor tierra, pero Abraham tenía mejor
título. Lot parecía tener el paraíso, pero Abraham tenía la promesa.»
(M. Henry). La recompensa para Abraham fue inmediata, porque Dios
le confirmó la promesa (13:14-15), y le libró de una compañía que era
un estorbo para su caminar. Lot se fue acercando más y más a
Sodoma (13:12), pero Abraham volvió a Mamre, donde edificó de
nuevo altar a Jehová. (13:18).
c) La batalla de los reyes (Capítulo 14). Aquí tenemos a Lot en
problemas. Lot representa aquí a los cristianos que se han mezclado
con el mundo. Ellos, aunque no lo quieran, se ven envueltos en
dificultades porque forman parte de un sistema gobernado por
Satanás, y como éste los conoce, agita las aguas a su alrededor. Es
doloroso para un hijo de Dios mezclarse con los hijos de este siglo.
Pero cuando Lot estuvo en problemas, Abraham intervino para
socorrerlo. Le pudo ayudar porque él estaba separado del mundo y en
comunión con Dios. Aunque Abraham no aprobaba la conducta de su
sobrino, en la hora de necesidad, su amor permanecía intacto. «Aun
cuando la verdadera fe nos hace independientes (del mundo), no nos
hace nunca indiferentes; no se viste tranquilamente de vestidura
abrigada mientras el hermano sufre de frío.» (C. H. M.)
Luego de la victoria, Abraham es bendecido por Melquisedec y es
tentado por el rey de Sodoma. Sin embargo, la bendición de
Melquisedec le prepara bien para vencer la tentación 12. ¿En qué
consistió esta tentación? En aceptar el ofrecimiento del rey, una
recompensa por la victoria.
Abraham no podía aceptar nada procedente de una ciudad corrupta. La
fuente de su prosperidad y riqueza era Dios, y no rebajaría su dignidad
ante un rey perverso que le ofrecía el mundo. Había recibido el pan y el
vino, así que estaba saciado. Quien ha comido de Cristo no tiene
necesidad; está completo y puede desechar el engaño de las riquezas.
Así, la mayor batalla que hubo de enfrentar Abraham no fue ante
Quedor-laomer, sino ante el rey de Sodoma. Aquél era como un rugido
de león; pero éste era como el silbido de una serpiente. El encuentro
con Melquisedec –en figura, Cristo– y su ofrenda le fortalecieron para
tal batalla.
Un hombre bendecido por Dios no necesita lo que le puede ofrecer el
enemigo.
***
1 Algunos comentaristas hablan de tres comienzos: con Adán, Noé y Abraham.
2 Es posible reconocer también otros propósitos para la elección de Israel, como, por
ejemplo, recibir y preservar la Palabra de Dios, y ser luz para el oscuro mundo del
Antiguo Testamento – durante unos diez siglos.
3 El libro de Génesis abarca un período de 2.350 años. Los primeros 11 capítulos que
describen la creación del universo, la caída, el diluvio y la torre de Babel, cubren un
período de 2.000 años. Los restantes 39 capítulos se centran y se ocupan de Abraham
y su simiente, abarcando unos 350 años. En otras palabras, Dios nos da más detalles
acerca de Abraham que acerca del origen del universo. (H. L. Willmington, op. cit).
4 La ciudad de Ur, también llamada Mugheir era una ciudad antediluviana, destruida
por el diluvio y reedificada después. Poco antes de Abraham llegó a ser la ciudad más
espléndida del mundo: centro de manufactura, agricultura, y comercio marítimo, en
una tierra de fertilidad y riqueza fabulosas. Cerca del tiempo de Abraham fue eclipsada
por Babilonia; no obstante, siguió siendo ciudad de importancia hasta mucho después.
(Halley, op. cit).
5 Ur era ciudad babilónica, y Babilonia tenía muchos dioses y diosas. Se adoraban el
fuego, el sol, la luna, las estrellas y diferentes fuerzas de la naturaleza. Nimrod fue
reconocido como la deidad principal. La forma más común de su nombre era Marduk.
«Sin», dios de la luna, era la deidad principal de Ur, la ciudad de Abraham. Su esposa,
Ningal, (o Ishtar) era adorada en cada ciudad como diosa madre. Era la deificación del
sexo; por lo cual, en su honor, se requería el libertinaje. (Halley, op. cit.).
6 En sus tradiciones, los judíos afirman que Taré era un fabricante de ídolos, pero que
su hijo Abraham tenía desde muchacho celo contra la idolatría, rompiendo y burlándose
de los ídolos fabricados por su padre. En la creencia de ellos, fue por sus virtudes que
Abraham se hizo depositario de las promesas y esperanzas del género humano. «Todo
lo cual es característico del amor propio de los judíos y de su apego a la justicia propia,
que motivó el rechazamiento de la de Cristo (Rom. 10:3); y es también contrario al
evangelio, y a las enseñanzas de la Palabra (Romanos 4:1-8). (H. B. Pratt, en Estudios
críticos y aclaratorios sobre la Santa Escritura, Tomo I, El Génesis).
7 Watchman Nee, en su libro Transformados en su semejanza, traza un delicado perfil
de Abraham, Isaac y Jacob, como símbolos de tres realidades espirituales comunes a
todos los cristianos. (Ver en el Anexo, parte de este libro, en lo relativo a Abraham
como elegido de Dios).
8 Alguien ha dicho hermosamente que la fe de Abraham, siendo tan preciosa, fue en el
comienzo como un delgado hilo de plata, apenas perceptible.
9 Al revisar el registro que hace la Escritura del episodio de la vida de Abraham vivido
en Egipto, nos hace bien recordar lo que, al respecto, dice el comentarista Matthew
Henry: «La Escritura es imparcial al referir los pecados de los más celebrados santos,
cosas registradas allí, no para nuestra imitación, sino para nuestra admonición, de que
«el que piensa estar firme mire que no caiga.»(1 Co. 10:12).
10 Al parecer, Génesis 12:19 es un versículo de difícil traducción. La versión Reina
Valera 1960 traduce: «¿Por qué dijiste: Es mi hermana, poniéndome en ocasión de
tomarla para mí por mujer?». En tanto, la Biblia de Jerusalén traduce: «¿Por qué
dijiste: Es mi hermana, de manera que yo la tomé por mujer?». De igual modo traduce
la Versión Moderna de H. B. Pratt.
11 Notemos algunos resultados trágicos de la desobediencia de Abraham:
1. Entristeció a Dios. Nuestros pecados siempre lo hacen. (Sal. 78:40; Ef. 4:30).
2. Debilitó su propia fe, porque más tarde volvió a mentir por causa de su esposa (Gn.
20).
3. Fue un mal testimonio para Lot.
4. Fue el causante de que Faraón sufriera. (Gn. 12:7).
5. Tomó a Agar como criada de Sara su mujer (Gn. 16:3).
6. Proveyó de un mal ejemplo para su hijo Isaac, quien habría de caer también en la
misma falta. (H. L. Willmington, op. cit.).
12 Melquisedec (que significa «mi rey de justicia»), era rey de Salem (que significa
«paz»), y «sacerdote del Dios Altísimo» (Gn. 14:18) . Era un tipo de Cristo en su
sacerdocio y majestad y en sus dones de justicia y paz. Estas cuatro palabras expresan
perfectamente la obra redentora y la gracia de Jesús. (A. B. Simpson, op. cit.).

Cuando estudiamos la vida de Abraham encontramos el primer


ejemplo de un hombre elegido por Dios. Abraham era un idólatra, pero
Dios lo eligió. Jos. 24:2, 3 «Vuestros padres habitaron antiguamente al
otro lado del río, esto es, Taré, padre de Abraham y de Nacor; y servían
a dioses extraños. Y yo tomé a vuestro padre Abraham del otro lado del
río, y lo traje por toda la tierra de Canaán, y aumenté su descendencia, y
le di Isaac».
Sí, Dios tomó a este idólatra, lo prendió y dijo: «Es mío». Según su
voluntad lo eligió. Hoy día todo el pueblo de Dios es así. Ellos han
respondido a su amor, han gustado de su salvación, y ahora encuentran
que son sus escogidos. Dios posee un pueblo cuyo origen proviene
precisamente de su elección.
Por supuesto, Abraham no era aún una nación, ni lo era Isaac. Tampoco
lo fue Jacob, hasta que llegó a ser Israel. Cuando Israel fue llamado a
salir de Egipto, Fue entonces que Dios tenía un pueblo que era de su
posesión. Por tanto, puede decirse que el pueblo de Dios tuvo dos
comienzos: uno en Abraham el hombre, y otro en Israel la nación....
Dios es el verdadero Origen, de donde proviene toda su nueva creación.
Podríamos con justicia citar aquí las palabras del Señor Jesús quien dijo:
«Mi Padre hasta ahora trabaja y yo trabajo». Esta es una lección que
todos debemos aprender, que nada podemos iniciar por nuestra cuenta.
Es únicamente Dios el que comienza todo (Gn. 1:1; 1ª Ped. 1:3-5).
Aunque esto hiere nuestro orgullo, el día que lo comprendamos
verdaderamente será un día de gozo para nosotros. Significa que, en
cuanto concierne a los valores eternales, hemos comprendido que todo
es de Dios.
Abraham era igual a sus vecinos, un idólatra. En tales circunstancias
Dios lo escogió. Abraham no tuvo un principio propio. Dios tomó la
iniciativa y nada es más precioso que la soberanía de Dios. Abraham
nunca pensó en Canaán como su meta. Él salió sin saber a donde iba,
pero respondiendo al llamado de Dios.
¡Dichoso el hombre que no sabe! Este hombre aun levantó su tienda «sin
saber a dónde iba». Cuando realmente comprendemos que Dios es el
Origen de todo lo importante de en la vida, ya no estaremos tan seguros
de nosotros mismos y de lo que haremos. Gozosamente diremos: «Si el
Señor lo permite».
Aun el hijo de Abraham vino de Dios; tenía que ser dado de una manera
especial. Nada de lo que tuvo su origen en Abraham mismo, incluyendo
su otro hijo Ismael, podía servir para el propósito de Dios. Abraham
aprendió que Dios era el Padre, la Fuente, el Origen de todo, que sin Él
no hay nada. A menos que Dios obre, nosotros no podemos hacer nada.
Al aprender esta lección, comenzamos a ser «el pueblo de Dios».

Abraham no era perfecto

1. Debilitó su propia fe, porque más tarde volvió a mentir por causa de su esposa (Gn.
20).
2. Fue un mal testimonio para Lot.
3. Fue el causante de que Faraón sufriera. (Gn. 12:7).
4. Tomó a Agar como criada de Sara su mujer (Gn. 16:3).
5. Proveyó de un mal ejemplo para su hijo Isaac, quien habría de caer también en la
misma falta.

Dios llama y elige


Jn 6:44 Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no
le trajere......
Jn 15.16 No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os
he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que
todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé.

No todos son elegidos aunque esten en nuestro medio.


Jn 13.16-19

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