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MARIOLOGÍA

2017_2
Hno. Lic. Alexandre José Rocha de Hollanda Cavalcanti
Texto 01: Mariología

I. La Mariología como ciencia teológica


1. La ciencia mariológica
La mariología es la ciencia que estudia los principios revelados sobre la Madre del
Redentor. Puesto que la ciencia teológica es el estudio de Dios, es necesario que una parte de
esta ciencia se dedique al estudio de la Madre de Dios, bajo los mismos criterios teológicos y
científicos. De este modo la mariología no debe prescindir de los datos revelados y de la
correcta aplicación de los principios de la teología científica. La Mariología es la parte de la
ciencia teológica cuyo objeto es María, Madre del Verbo encarnado y Redentor; es decir,
Madre de Dios y de los hombres, dirigiendo su atención al misterio de María en toda su
integridad multifacetaria, en sí misma y en relación con toda la doctrina cristiana revelada.1
Como ciencia teológica la mariología parte de los principios pertenecientes al Depósito
de la Fe, puesto que los datos filosóficos racionales son auxiliares, pero no suficientes para la
comprensión de los misterios mariológicos por una dinámica estrictamente analógica. El
misterio de María solo es comprendido por su íntima unión con el Misterio de Cristo y éste es
conocible exclusivamente por medio de una dinámica katalógica.
En el estudio de los escritos inmediatamente posteriores al Nuevo Testamento se
encuentran repetidas menciones a la Virgen Madre de Jesús, como por ejemplo en la
profesión de fe ignaciana, que se reporta a la edad sub-apostólica, cuando no estaba
exactamente definida la distinción entre la revelación escrita y la tradición oral en la Iglesia.2
Ignacio no hesita en proponer la persona de la Virgen María como un dato revelado pertinente
a la encarnación del Verbo que se hace hombre en su seno,3 y como garantía de la perfecta
humanidad de Jesucristo, originado de la semilla de David y del Espíritu Santo, indicando su
doble origen, humana y divina.4 La fórmula litúrgica de profesión de fe previa al baptismo
testimoniada desde los inicios de la Iglesia, como se puede encontrar en la Traditio Apostolica
de san Hipólito de Roma, presenta a Cristo como nacido de la Virgen María, por obra del
Espíritu Santo, misma expresión utilizada en la primera Plegaria Eucarística.5 Esta afirmación
es de primordial importancia para la comprensión teológica de María como partícipe de la
misión Redentora de Cristo, iniciada y totalmente incoada en la Encarnación, misterio
inseparable de la persona de María.
Definitivamente la relación con el Dios-Redentor localiza la Mariología en íntima
relación con la Cristología. La misión mariana se deriva de la humanidad y divinidad de su
Hijo, a la cual la persona de María está íntima e indisolublemente ligada por la relación
madre-hijo, caracterizada por su elección y aceptación a la misión de ser madre del Verbo

1
Cf. BASTERO DE ELEIZALDE, Juan Luis. María, Madre del Redentor. 3 ed. Navarra: EUNSA, 2009, p. 23.
2
San Basilio de Cesarea presenta la distinción entre el término grafh/ para indicar la Escritura y el término
a©/grafa para indicar las prescripciones que no están contenidas en la Escritura, pero que involucra igualmente
la fe de los cristianos, siendo también de origen apostólica. (XXVII, 66, PG 32, 188ª. En: GAMBERO, Luigi.
Maria negli antichi concili. En: DAL COVALO, Enrico; SERRA, Aristide. (a cura di) Storia della mariología. 1:
dal modelo bíblico al modelo letterario. Roma: Città Nuova, 2009, p. 452)
3
Ibid., p. 452.
4
Ibid., p. 454.
5
En la formulación actual es la Plegaria Eucarística n. 2.

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encarnado, determinando la realidad histórica, real y biológica de la verdadera y perfecta
humanidad de Cristo.
Por esta razón, en los inicios de la Iglesia los temas mariológicos eran siempre
estudiados bajo la perspectiva de su ligación con el Misterio de Cristo y coralariamente
considerados parte de la Cristología, puesto que la persona y la misión de María solo pueden
ser comprendidas en toda su dimensión teológica a partir de la inteligencia del Misterio de
Cristo. Los Padres de la Iglesia, en sus homilías, fueron perfilando muchos de los temas
pertinentes a la Mariología. Las necesidades apologéticas llevaron a estudios y definiciones
teológicas sobre la Madre de Dios a lo largo de la historia eclesiástica, especialmente en los
primeros concilios ecuménicos, donde el tema cristológico abría las puertas y determinaba la
comprensión de las verdades referidas a María, en consecuencia de la afirmación clave de la
unión hipostática y de la comunicación idiomática, como fundamento bíblico-dogmático de la
doctrina mariana.
Las verdades que habían sido transmitidas por la revelación y explicadas por los Padres,
vinieron después a convertirse en un tratado teológico por obra de los teólogos medievales,
principalmente san Bernardo, san Alberto Magno, santo Tomás, Duns Escoto, etc. Sin embargo,
la figura de María hasta esta perícopa histórica, iba siendo estudiada en diversos lugares de la
teología, sobre todo de la Cristología, sin una sistematización propia, como por ejemplo en la
Suma Teológica de santo Tomás, en que la doctrina mariana está incluida entre la soteriología y
la Cristología (S. Th. III, qq. 27-37), como medio para la profundización en la consideración de
la vida de Jesús.
Para la mejor comprensión del ser y de la misión de María, es conveniente una
consideración unitaria y sistemática de la doctrina que se refiere a ella, sin con todo, aislarse
de la totalidad de la doctrina teológica cristiana. Por eso, a finales del siglo XVI se comienza
a dedicar un tratado especial a la consideración de María y de su papel en la historia de la
salvación.
San Lorenzo de Brindis (†1619) sustenta que de la misma manera que en cualquier otra
ciencia en que se establece un principio del cual se derivan prácticamente todas las
conclusiones de su ciencia, al tratarse de la Virgen María, también se establece el primer
principio de la distinción y dignidad de María, para que ella sea verdaderamente considerada
como Madre de Dios.6
El jesuita español Francisco Suárez (†1617) es el primer autor a elaborar un tratado
sobre María, buscando superar la desproporción entre la misión fundamental de María y la
brevedad teológica de su presencia en las Sumas escolásticas. El autor fundamenta en doble
aserción el origen de su tratado sobre María: la primera, constituida por el Nuevo Testamento
que contiene “virtualmente todo lo que cabe decir de la Virgen” y la segunda, por la dignidad
de Madre de Dios, que constituye “el fundamento a partir del cual debe extraerse la razón de
todo lo que se dice sobre la Virgen”7. Por eso, él es considerado el primer gran mariólogo. Sin
embargo, su tratado de Mariología fu publicada como parte de su libro sobre el Misterio de
Cristo, por eso no puede ser considerado como mariología propiamente dicha.
El primer autor a emplear el término Mariología como título de una obra
específicamente dedicada al misterio de María –naciendo así la Mariología como ciencia
teológica– fue el sacerdote siciliano Plácido Nigido que en el año 1602 publicó la “Summa

6
SAN LORENZO DE BRINDIS. Mariale, Padova, 1928, 479. En: DE FIORES, Stefano. María Madre de Jesús:
Síntesis histórico-salvífica. Salamanca: Secretariado Trinitario, 2002, p. 223.
7
SUÁREZ, Francisco. Mysteria vitae Christi, Venecia, 1605, disp. I, p. 2. En: GALDÓS, Romualdo. Misterios de
la vida de Cristo. Madrid: BAC, 1950.

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Sacrae Mariologiae”8, utilizando el método de la ciencia teológica para el estudio de la
Madre de Dios. Este primer paso fue seguido por muchos otros, trayendo como resultado
excelentes tratados de mariología producidos sobre todo en el siglo XX, con un análisis
sistemático y abundante de las verdades mariológicas contenidas en la Revelación.
La teología liberal protestante ha criticado esta elaboración Mariológica como tratado
específico, no tanto por el recelo del aislamiento de la persona y misión de María de la de
Cristo y de la Iglesia, sino por el inevitable corolario de que María se presenta como el
prototipo de la criatura humana que coopera con su propia salvación y con la salvación de los
demás.9 Sin embargo, sólo mediante la consideración de la persona de María como prototipo
de la humanidad redimida se alcanza la correspondencia humana a la realidad del Logos
encarnado. Por esto la expresión “María, vencedora de todas las herejías” es la raíz de la
comprensión en que se visualiza la vinculación «ex toto corde» del ser humano con el Dios
personal y su Cristo, evidenciando la colaboración humana en el proyecto salvífico de Dios.10
Después de la definición del Dogma de la Inmaculada Concepción por el papa Pío IX,
el año 1854, la mariología conoció un gran desarrollo, encontrando su apogeo en la primera
mitad del siglo XX, sobre todo con la proclamación del Dogma de la Asunción por Pío XII, el
año 1950, y el centenario de las apariciones de Nuestra Señora en Lourdes, en 1958. Pero,
después de la muerte de Pío XII, en octubre de 1958, por ocasión del Congreso Mariano de
Lourdes, surgió una corriente que proponía el estudio de María desconectado de su
vinculación cristológica, marcando una declinación en la Mariología que culminó con el
llamado “decenio sin María”, entre mediados de la década del 60 y finales de la década del 70.
Sin la Mariología sería difícil comprender la dimensión antropológica de la salvación,
es decir, la participación del hombre, unida al único sacrificio de Cristo, para alcanzar la
remisión de los pecados.
Según las posturas basadas en la doctrina luterana, la salvación es un proceso
únicamente divino, en que actúa solamente la gracia de Dios, sin participación humana. Esta
postura está en frontal contradicción con la Biblia, donde encontramos a san Pablo afirmando:
“Completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo” (Col 1, 24). María es el
signo vivo de la participación del hombre en el proceso salvífico de Dios, pues entregó
voluntariamente a su Creador los elementos humanos que Cristo ha utilizado para nuestra
salvación.
2. Principio fundamental de la Mariología
En el siglo XX se busca construir un tratado científico de tipo deductivo para la
Mariología, concentrando su preocupación sobre el principio primario de una teología
mariana orgánica, como la prerrogativa de la que se derivan todos los atributos y propiedades
que María recibió en orden al plan salvífico de Dios.
La cuestión fue levantada a finales del siglo XIX, buscando organizar todas las verdades
mariológicas en torno a un principio fundamental con el que todas apareciesen conectadas.
Para Roschini este primer principio puede ser explicado bajo cuatro características:
a. Principio o proposición, de la que pueden deducirse las conclusiones teológicas
sobre la Virgen María, presidiendo toda la estructura del tratado mariológico, confiriéndole
solidez, orden y unidad.
b. Fundamento sobre el cual se levantan todas las partes de la mariología.

8
Nigido publicó la obra con el nombre de su hermano Nicolás, por eso algunos autores, como por ejemplo
Gabriel Roschini, citan el como autor a Nicolás Nigido.
9
Cf. FIORES, Stefano; MEO, Salvatore. Nuevo Diccionario de Mariología. Madrid: Paulinas, 1988, p. 1274.
10
Cf. RATZINGER, Joseph; VON BALTHASAR, Hans Urs. María, Iglesia naciente. 2ed. Madrid: Encuentro, 2006, p. 19.

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c. Germen o célula germinativa de la que brotan la raíz, el tronco y las ramas con sus
flores y frutos.
d. La idea central de toda la mariología que hace posible su construcción orgánica.11
Para muchos mariólogos este principio fundamental se centra en la maternidad divina,
no limitándose a su dimensión meramente biológica, sino en su dimensión moral y
transcendental. Otra corriente fija la prerrogativa patrística de Nueva Eva asociada al
Redentor como Nuevo Adán, como principio fundamental de la Mariología. Para otros es la
inserción de María en el núcleo de la historia de la salvación, relacionando María entre la
Cristología y la antropología sobrenatural y comprendiendo la figura de María como tipo de
la Iglesia como el único principio mariológico válido. Para Rahner, el hecho de que María es
la rescatada de la forma más perfecta, sería el primer principio. Por fin, una corriente más
reciente propone como paradigma de la Mariología que María es la perfecta discípula y
seguidora de Cristo.12
Sin embargo, históricamente se encuentra una oscilación de los mariólogos respecto a
este primer principio, que se podría considerar como desarrollo-crisis-renacimiento.
La orientación cristológica y cristocéntrica de la Mariología, fundamenta su estudio en
el hecho revelado de la Maternidad Divina, encontrando en ella el primer principio de la
ciencia mariológica, por ser una realidad específica de María, privilegio único, singular e
irrepetible, íntimamente ligado al acontecimiento único, singular e irrepetible de la unión
hipostática consecuente de la encarnación del Verbo.
Por otro lado la mariología contemporánea no alcanza encontrar en la maternidad divina
la incoación de todos los desarrollos de la mariología, sobre todo la participación de María en
la obra de la redención. Según esta postura, ser madre no implicaría compartir la misión del
Hijo, sino sólo la transmisión de la vida.
En función de este argumento, la visión de la maternidad concreta e histórica es
complementada por otros autores con la consideración soteriológica que ve en María no solo
la madre de Dios, sino de “Dios-redentor” 13 , al cual Scheeben añade la fórmula de
“maternidad esponsalicia”, que implica un vínculo de amor entre el Verbo y María en el
instante de la Encarnación. Por fin, un grupo de autores, entre los cuales Roschini, opta por
una visón que denominan maternidad total o universal, que incluye la maternidad física
concreta e histórica y la maternidad espiritual.
La armonización entre la visión patrística de la vocación fundamental de María como
Nueva Eva y la postura que considera la maternidad divina como principio fundamental de
toda la mariología, resulta en la afirmación de que la segunda sería un medio y una
consecuencia para la realización de la misión reparadora de María como Nueva Eva, junto al
Nuevo Adán.
Autores más recientes buscan una visión mariana como la “más perfecta discípula de
Cristo”, tesis que se presenta con insuficientes recursos para ser base de todas las verdades
marianas sustentadas por la dogmática católica.
A partir de la segunda mitad del siglo XX, algunos teólogos abandonaron la perspectiva
cristológica para considerar a María en una visión insertada en el ámbito de la Iglesia, sin
comprometer la unicidad de la mediación de Cristo.
Se destacan las posiciones de H.M. Köster, Karl Rahner y O. Semmelroth. Para estos, el
principio fundamental de la mariología sería la visión tipológica de María (plano simbólico),
como más importante que su misión ontológica de Madre de Dios (plano existencial).

11
ROSCHINI, G.M. Mariologia, I. Roma: Belardetti, 1947, pp. 323-324.
12
Cf. BASTERO DE ELEIZALDE, Juan Luis. María, Madre del Redentor, pp. 30-32.
13
Postura sustentada por Merkelbach.

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Para Köster María sería el vértice de la “humanidad por salvar” y de la “humanidad
salvada”, como miembro de la Iglesia.14 Rahner fundamenta su posición en la cooperación
activa de María con la Encarnación, que se hace posible con su “sí”, y en este sentido
encuentra en la Virgen el acogimiento más concreto y completo de la salvación obrada por
Cristo. En esta visión María sería el “ejemplo más perfecto de la redención, el prototipo de la
iglesia rescatada”15. La postura de Semmelroth16 presenta la visión de María como “tipo de la
iglesia” y misterio fundamental para una construcción sistemática de la mariología.17
Para Cyril Volert18 todos los privilegios de María son consecuencia de la verdad básica
de que ella es la Madre de Dios, colocando la Maternidad divina como la base de la relación
de María con Cristo y por tanto como principio fundamental de la mariología, que informa,
cohesiona y da unidad a toda su concreción científica como una rama de la ciencia, por reunir
al menos las tres condiciones siguientes:
1. Que sea una verdad de fe: Por lo menos a partir del Concilio de Éfeso (431), se
puede afirmar con toda certeza que la Maternidad divina de María es doctrina
revelada, perteneciente al Depósito de la Fe y no apenas una opinión teológica
especulativa.
2. Que sea uno solo, no dos o más: Todos los dones concedidos a la Virgen
Santísima lo son en virtud de su vocación de ser Madre de Dios.
3. Que constituya el último fundamento y la base de las demás verdades
mariológicas: Esto se comprueba del estudio de las demás verdades de la
mariología científica: Todos los privilegios de María le fueron concedidos
porque había de ser la Madre del Verbo Encarnado19.
3. Principios secundarios de la Mariología
El principio fundamental cuenta con otros secundarios que visan articular y construir la
doctrina sobre la Madre del Redentor. La clasificación cuaternaria es la más común:
3.1. Principio de singularidad
La unicidad de la salvación de Cristo es consecuencia de su característica única y
singular de ser Dios y Hombre, en una única y singular Persona divina. Este Misterio de
Cristo se hace efectivo con la Encarnación, haciendo de María, por designio divino, una
criatura singular y única que recibió del Creador gracias que están por encima de la economía
común de la humanidad. María es así totalmente singular en su persona, en su misión y en sus
privilegios.
3.2. Principio de conveniencia
Santo Tomás afirma que “Dios ha concedido a María todos los privilegios y gracias que
son convenientes a su excelsa maternidad divina y a su misión de Medianera” y que por tanto

14
KÖSTER, H.M. Magd des Herrn, Lahn-Verlag, 2 ed. Limburg 1954, p. 115.
15
RAHNER, K. Le príncipe fondamental de la théologie mariale, en «Rcherches de science religieuse», 42 (1954),
pp. 481-522.
16
SEMMELROOTH, O. Marie, archétype de l’Eglise. Paris: Fleurus, 1965, p. 50.
17
Cf. DE FIORES, Stefano. María Madre de Jesús: Síntesis histórico-salvífica, pp. 223-226.
18 VOLLERT, Cyril. Principio fundamental de la maiorlogía. En: CAROL, Juniper B. (editor) Mariología, Madrid:
BAC, 1964, p. 434.
19 Cf. ROYO MARÍN, Antonio. La Virgen María: Teología y espiritualidad marianas. Madrid: BAC, 1996, pp.
40-44.

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Dios ha concedido a María todo lo que era posible y conveniente conceder a ella,20 puesto que
Dios prepara y dispone a su elegido para cumplir el oficio que le destina21. En consecuencia,
todo lo que es inconveniente a su misión singular ha de excluirse de María.
3.3. Principio de eminencia
Por su misión única, la Santísima Virgen posee en grado sumo toda gracia y todo don
concedido a las demás criaturas, por ser conveniente a que la mujer elegida para ser la Madre
de Dios esté adornada de todos los privilegios de naturaleza, gracia y gloria que se conceden a
todos los santos y ángeles. Los dones que no son compatibles con su sexo y condición, como
por ejemplo el carácter sacerdotal, ella recibió de un modo eminente no el carácter, sino lo
que él confiere, esto es, el poder sobre el cuerpo de Cristo que ofreció al Padre a los pies de la
Cruz.
3.4. Principio de semejanza
Dios concedió a la Santísima Virgen, de forma análoga, los privilegios de la Humanidad
de Jesucristo, como por ejemplo la plenitud de gracia, la realeza, etc. Constituyendo a María
como analogado secundario y subordinado, en analogía con el analogado primario que es
Cristo. Esta semejanza no significa identidad, sino aquello que se aplica a la Humanidad de
Cristo, es aplicado a María de acuerdo con su personalidad humana, puesto que la Humanidad
de Cristo está unida hipostáticamente a la Persona divina del Verbo.22
4. Importancia de la doctrina mariana
Merkelbach puntualiza que la doctrina mariana tiene una importancia fundamental en el
cuerpo de la teología, bajo tres aspectos: especulativo, práctico y de necesidad.
a) Especulativo: La mariología es complemento necesario de la doctrina de los misterios
de la Encarnación y de la Redención y por tanto necesario para la comprensión de la
obra creadora y redentora, por ser la Santísima Virgen la primera criatura elevada por
encima de todas las demás.
b) Práctico: Es utilizada para afirmar la verdadera doctrina dogmática frente al
protestantismo que niega la participación de la humanidad en la salvación; a los
cismáticos que rechazan la mariología más plena y desarrollada y a los racionalistas
que sostienen su carácter legendario. La doctrina mariana católica brota de la
Revelación y su recta aplicación y evolución, fundamenta y permite comprender
correctamente la doctrina revelada.
c) De necesidad: El conocimiento de la doctrina mariana es necesario para el culto de la
Madre de Dios y para el recto cumplimiento de nuestros deberes de piedad hacia ella,
como honor, gratitud y sobre todo imitación, haciendo de nosotros verdaderos
discípulos de su Hijo.23

20
III Sent. D. 3, q. 1, a. 1.
21
S. Th. III. Q. 27, a. 4c.
22
Cf. BASTERO DE ELEIZALDE, Juan Luis. María, Madre del Redentor, pp. 33-35.
23
MEKELBACH, Benito Enrique. Mariología. Tratado de la Santísima Virgen María Madre de Dios y Mediadora
entre Dios y los hombres. Bilbao: Desclée de Brouwer, 1954, pp. 30-31.

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