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Restrepo 1
Se pueden identificar las tendencias que establecen una naturalización de la etnicidad. Esas
tendencias suponen la etnicidad como un hecho existente, independiente del sujeto que la
analiza, aunque esa existencia es de carácter ontológico en tendencias como la sociobiología
o la escuela soviética e intersubjetivo en algunas vertientes del primordialismo asociadas a
Clifford Geertz.
Otros autores y planteamientos consideran la etnicidad como “buena para pensar”. Esta
tendencia aborda la etnicidad como un fenómeno intersubjetivo con efectos en las relaciones
y prácticas sociales; es entendida, además, como un hecho objetivo que sucede en el mundo
exterior, independientemente de las categorías analíticas de quien la estudia. En general esta
tendencia se asocia al formalismo y, en algunos casos, al estructuralismo.
Otra tendencia del análisis de la etnicidad la define como superestructura. Una de las
preguntas nodales que atraviesa los estudios marxistas sobre el tema es la relación entre
etnicidad y clase, en particular, y entre etnicidad e infraestructura/superestructura (en los
modelos más convencionales o estructuralistas) o ser social/conciencia social (en las
vertientes más ligadas a marxismos de corte gramsciano), en general.
Otra tendencia argumenta la etnicidad como estrategia. Una primera corriente conceptual es
el instrumentalismo de corte estructural-funcionalista. Instrumentalismo que aborda la
etnicidad como un “recurso” político, social y cultural en el contexto de diferentes grupos de
interés. La otra gran corriente de la etnicidad como estrategia se asocia a las teorías de la
acción racional. Sin embargo, mientras para el instrumentalismo la etnicidad es un hecho
social para la teoría de la acción racional es un hecho individual.
Defino como etnicidad sin garantías el enfoque que desarrolló Stuart Hall desde los estudios
culturales. Hall ofrece un entramado cultural para análisis anti-antiesencialistas y no
reduccionistas de la etnicidad que demanda una historización y una contextualización radical.
Así mismo, Hall demuestra que aunque la etnicidad no puede reducirse a la ideología debe
estudiarse como producción ideológica en relación con los procesos de subjetivación que la
hacen posible y que producen al sujeto étnico.
Una orientación conceptual de los estudios de la etnicidad inspirada en los trabajos de Michel
Foucault puede ser definida como arqueológico-genealógica; esta orientación eventualiza la
etnicidad cuestionando los universales antropológicos que apelan al sujeto soberano y
trascendente. La etnicidad es analizada como una experiencia histórica singular constituida
por la conjugación de saberes, normatividades y subjetividades específicos.
La etnicidad como performance es otra tendencia en los estudios sobre la etnicidad. Esta
tendencia se alimenta de corrientes conceptuales como el posestructuralismo.
Es posible distinguir una tendencia que argumenta la etnicidad como ficción analítica. Estos
estudios van desde posiciones laxas que consideran que las categorías de análisis de los
académicos contribuyen a la creación de las etnicidades que dicen estudiar hasta posiciones
más radicales que sostienen que la etnicidad existe como tal en la cabeza de los académicos
debido a que el mundo social es abismalmente más complejo, heterogéneo y fluido que las
herramientas avanzadas para su estudio.
//En la introducción del trabajo se pretende hacer una breve guía de lo que se verá en este
subcapítulo. Lo que se pretende con esa guía introductoria es dar a conocer las corrientes y
los autores que se contextualizaran a continuación pero su objetivo principal es facilitar la
lectura del texto para el académico que está en busca de las fuentes. Como he mencionado,
esa introducción tampoco es muy extensa ya que entre sus objetivos cuenta además con
destacar mi motivación como investigador y la justificación académica de mi trabajo.
//Primero quiero hacerme unas preguntas que después van a desmenuzarse un poco más y
darán forma al texto ¿Qué se entiende por re-etnización? ¿Qué se entiende por medicina
tradicional? ¿Qué relevancia tienen estos dos conceptos para la realización de este trabajo?
Cómo el subcapítulo es de carácter teórico cabe preguntarse ¿Por qué se usan estos conceptos
y no otros? Si yo tratara de contestar a cada una de estas preguntas con un párrafo, tal vez la
respuesta sería muy escasa argumentativamente y mi subcapítulo no abarcaría más de una
hoja. Una pregunta muy personal pero pertinente a la hora de escribir es ¿Qué tanto voy a
desarrollar cada tema? El largo del capítulo dependerá de esto, sin embargo, a raíz de que se
puede ahondar bastante en lo teórico, es importante responder a unas preguntas específicas
que son la base del planteamiento central del trabajo.
//Siguiendo esta misma línea de organización respecto al espacio textual, debo comenzar a
dividir los temas y una primera división puede ser la que se dio por sentada con las cuatro
primeras preguntas. A las dos primeras preguntas les corresponderán 3 páginas
respectivamente y a las dos últimas, solo dos páginas. Debo tener en cuenta que además de
estas cuatro preguntas el tema central de la tesis tiene que generar una cohesión entre el texto.
Al final de cada pregunta tiene que haber una unión con respecto al tema siguiente y así
mismo, se debe unir el tema de la revisión conceptual que abarca este subcapítulo junto con
el otro subcapítulo que trata de los proyectos institucionales.
//Con respecto al párrafo anterior, las preguntas que me debo hacer tienen que ir del lado de
los autores que he revisado para esta investigación. Re-etnización es un concepto reciente así
que debo saber quién lo acuño y como se ha ido desarrollando y bajo que corrientes. Sin
embargo, para poder realizar adecuadamente una mención de estos temas que me sea útil para
contestarme las preguntas, debo leer y hacer ensayos o resúmenes sobre diferentes artículos.
La pregunta central bajo la que desarrollaré un ensayo que cabe en el marco de este
subcapítulo es ¿Qué entiende la antropología por re-etnización?
Arias y Carrera.
La re-etnización sucede en los miembros de los pueblos indígenas y se expresa a través de las
resignificaciones culturales que se pueden identificar a partir de las prácticas para el
restablecimiento de derechos.
Christian Gros
Ser indígena es primero que todo, identificarse como miembro de una comunidad que por su
origen y su historia puede, a los ojos de la ley colombiana, pretender el reconocimiento o el
respeto de un derecho colectivo ejercido sobre un territorio. Tal derecho está acompañado de
un conjunto de disposiciones jurídicas que pueden ser juzgadas de gran interés para la
población concernida. En particular, el derecho a autogobernarse bajo la forma de cabildo (o
de otra autoridad propia de la comunidad) y, más generalmente, una serie de derechos
particulares ligados al estatuto indígena: atención gratuita en los hospitales, educación
bilingüe y bicultural, acceso gratuito a la universidad, exención del servicio militar y de los
impuestos sobre la tierra, derecho a ser juzgado según sus usos y costumbres dentro del seno
de la comunidad y, desde la Constitución de 1991, derecho a transferencias del presupuesto
nacional, a una protección de su medio ambiente y a dos senadores indígenas elegidos a nivel
nacional por circunscripción electoral especial.
“Analizar la etnicidad es […] rendir cuentas del conjunto de las prácticas de diferenciación
que instauran y mantienen una “frontera” étnica, y no restituir el substrato cultural
corrientemente asociado a un grupo étnico en tanto que contenido de naturaleza eterna y
estable […]. Conviene entonces reconocer que no existe “identidad” fuera del uso que se
hace de él: que no existe substrato cultural invariable que definiría por fuera de la acción
social, la esencia de un miembro de un grupo humano particular.” (Ogien, 1987:138)
“Ser indígena, ser pijao es algo muy bonito. Es estar en convivencia con la naturaleza y con
la comunidad… Para mí es un orgullo” Si ser indígena es un orgullo, entonces ¿quién no
quisiera serlo?
Gros 2
Un Estado interesado en la aplicación de políticas del tipo que hemos señalado necesita de un
actor étnico claramente constituido, reconocido y legitimado con quien negociar su propia
intervención. ¿Cómo encontrarlo? Participando en su construcción a través de la reforma de
su derecho positivo y de su aparato administrativo, de la aplicación de una política de
discriminación positiva en educación, salud o territorios con la ayuda de un sinnúmero de
instituciones especializadas, de programas ad hoc, así como trabajando en la formación de un
cuerpo de funcionarios especializados y poco a poco abiertos a profesionales indígenas.
Parafraseando a Bourdieu (1994), podríamos decir que bajo la apariencia de reconocer la
comunidad indígena y su autonomía, el Estado la produce y la reproduce, instituyéndola y
legitimando así una frontera étnica que se obliga a proteger.
El neoindigenismo es una manera de entreabrir la puerta. Manifiesta que no todo está cerrado.
Lo cierto es que su grado de compromiso y de flexibilidad es desigual y relativo. Pero es real
y permite la creación de un espacio mínimo donde las contradicciones puedan expresarse, ser
parcialmente controladas (si no resueltas) sin llegar necesariamente a una polarización
extrema, a puntos de ruptura favorables y a la aparición de un integrismo étnico.
La creación y la legitimación de una frontera étnica genérica supone, por parte de sus
promotores indígenas, un trabajo específico. Este trabajo consiste en la objetivación de lo que
sería la cultura indígena (como unidad); una cultura reducida a algunos parámetros
seleccionados o construidos por su performatividad, i.e. como instrumentos apropiados en
tanto antiéticos de lo que, al mismo tiempo, se construye como característica de la cultura
dominante, del otro, en contra de quien hay que definirse.
El discurso étnico se construye sobre las diferencias y las oposiciones con relación a otro, y
es en gran parte el resultado de una demanda y de una semántica externas.
La objetivación de la cultura (como cultura de los indígenas o como cultura de una etnia en
particular), su reducción a unos pocos ítems escogidos o construidos por su virtud de crear
identidad, visibilidad y consenso dentro del grupo es, para las organizaciones indígenas, una
necesidad de la lucha misma.
La paradoja de la nueva identidad étnica que se elabora con la etnicidad es que, en ese nuevo
escenario, se permite la afirmación y la construcción de la diferencia, así como se trabaja en
el sentido de la integración de una nueva ciudadanía que pasa cada vez más por la afiliación
identitaria.
Wade
Las reformas legales han ayudado a auspiciar grupos comunitarios, el liderazgo e importantes
redes de comunicación y que crearon cierto capital social en este sentido para las poblaciones
indígenas.
Restrepo 1
En el contexto de la teoría social de las últimas décadas del siglo XX, una parte significativa
de los estudios de la etnicidad se articuló teórica o empíricamente en aras de “exorcizar” lo
que aparecía como el fantasma del “esencialismo”. No obstante, etas respuestas no fueron
homogéneas ni partieron de las mismas premisas teóricas, como erróneamente parecen
sugerir ciertos usos englobantes del término “constructivismo”. Aunque generalmente
imbricadas existen dos granes formas de entender el esencialismo y, en consecuencia, de
definir la especificidad de un enfoque constructivista; una forma superpone esencialismo con
posiciones ontológicas y la otra lo identifica con posiciones reduccionistas. Desde una
perspectiva ontológica la etnicidad sería inmanente a la condición humana como
manifestación de su ser biológico o cultural. Para las conceptualizaciones de la etnicidad las
posiciones reduccionistas argumentan que la diferencia en las prácticas culturales son
expresiones de una especificidad del grupo social que lo antecede y son garantes de la
identidad étnica.
Restrepo 2
Menéndez
La enfermedad, los padecimientos o los daños a la salud son parte de un proceso social dentro
del cual se establece colectivamente la subjetividad; el sujeto, desde su nacimiento –Cada vez
más “medicalizado”-, se constituye e instituye, por lo menos en parte, a partir del proceso
salud/enfermedad/atención.
Tanto los padecimientos como las respuestas hacia los mismos constituyen procesos
estructurales en todo sistema y en todo conjunto social, y que, en consecuencia, dichos
sistemas y conjuntos sociales no sólo generarán representaciones y prácticas, sino que
estructurarán un saber para enfrentar, convivir, solucionar y, si es posible, erradicar los
padecimientos.
Dado que los padecimientos constituyen hechos cotidianos y recurrentes, y que una parte de
los mismos pueden aparecer ante los sujetos y los grupos sociales como amenazas
permanentes o circunstanciales, a nivel real o imaginario, los conjuntos sociales tienen la
necesidad de construir significados sociales colectivos respecto de por lo menos algunos de
dichos padecimientos.
Tanto la medicina denominada científica como las otras formas académicas y/o
academizadas, o populares de atender a los padecimientos, tienen el carácter de
“instituciones”, es decir instituyen una determinada manera de “pensar” en intervenir sobre
las enfermedades y, por supuesto, sobre los enfermos.
Todos los curadores encargados de dar respuestas técnicas a los padecimientos, general
actividades que inevitablemente se sociologizan y culturizan, en consecuencia, la mayoría de
las actividades técnicas llevadas a cabo por curadores constituyen no sólo hechos técnicos,
sino también hechos sociales más allá de que los curadores y las instituciones médicas los
interpreten o no como tales.
El saber de todo curador inevitablemente se aplica sobre sujetos y grupos, y es el saber del
grupo el que articula las representaciones y prácticas recibidas del saber médico, a partir der
las representaciones y prácticas que dichos sujetos y grupos manejan.
Una de las formas de definir lo que es medicina tradicional pasa por referirla a los grupos que
a priori son definidos como “tradicionales”. Esta perspectiva conduce a designar como
tradicionales a una amplia gama de grupos. Así, los grupos tradicionales a partir de los cuales
se define la medicina como tradicional podrían ser los grupos étnicos amerindios, el
campesinado indígena, pero también el criollo, etcétera, pero además, a través de una
concepción comparativa, unos serían más tradicionales que otros.
Los aparatos médicos sanitarios, por lo menos en América Latina, se plantean la utilización
de la medicina tradicional a través de algunos de los tipos de curadores populares
considerados casi exclusivamente en términos de recurso asistencial. A su vez, una parte de
los curadores populares se niega a ser incluida en el sector salud, mientras que otro sector
busca la legitimación profesional e ideológica.