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La sociedad entendida como integrada, armónica o consensual

La sociedad es considerada como una unidad, esto es, como un orden social unitario basado en
un orden moral. Esta unidad de la sociedad es el resultado de la existencia de un núcleo de
valores compartidos que gozan del consenso general puesto que se encuentran por encima de las
diferencias de intereses de los diversos individuos y grupos. El consenso espontáneo es el
fundamento del orden moral y social.

Este consenso espontáneo es el resultado de otra postulación de este tipo de teoría, a


saber, la existencia de una alta congruencia entre carácter social (o personalidad social básica) y
estructura social. Lo que se afirma es que aquel núcleo de valores compartidos que caracterizan
al orden social (o estructura social) es también el fundamento de las actitudes y motivaciones
básicas, esto es del carácter social. De esta manera cada sociedad presenta una alta coincidencia
entre la conducta de los individuos y las expectativas de los otros cristalizadas en el marco
normativo. Es por esto que los que se encuentran afiliados dentro de esta orientación se
preocupan fundamentalmente por los aspectos normativos y formales de la sociedad. Ponen
generalmente en el centro de su análisis los valores sociales de nivel más general y los examinan
como un marco normativo ideal que opera como determinante de la conducta de los individuos y
grupos.

El proceso social es concebido generalmente como un movimiento circular en torno a una


posición central de equilibrio, y cuando ese proceso es concebido como cambio social se lo
presenta como desplazamiento de una posición de equilibrio a otra. La idea de la integración está
así vinculada con la imagen del equilibrio, de un equilibrio espontáneo que se genera dentro de la
sociedad por el acuerdo básico sobre los valores y que se manifiesta sobre todo en una
combinación armónica de las diversas funciones y actividades sociales. Esta es principalmente la
posición de la Antropología social y de la Sociología Funcionalista.

El papel del Estado es el de actuar como árbitro de los conflictos en nombre de toda la
sociedad. Su posición es por lo tanto equidistante de los diferentes intereses particulares en
conflicto, pues actúa en representación de los intereses generales de la sociedad, es decir, de los
valores compartidos. El poder es un factor secundario en el proceso social y por eso queda
generalmente marginado en los análisis de este tipo. La sociedad funciona espontáneamente
sobre la base de los estímulos que derivan del consenso general y la función del poder es más
bien la de constituir un mecanismo regulador de pequeños ajustes y de defensa externa de la
sociedad.

Los presupuestos ideológicos de este modelo son obviamente conservadores y sus


raíces se apoyan sobre todo en los análisis de la Teoría Económica Clásica y Neoclásica.
Metodológicamente este tipo de teoría ha utilizado como paradigma los análisis de funcionamiento
1
del mercado y de la teoría de los precios hechos por los economistas clásicos. La analogía entre
el funcionamiento de la sociedad y el mecanismo de los precios es metodológicamente muy
estrecha como ha sido reiteradamente señalado. Esta analogía tuvo en algún momento buenos
fundamentos empíricos, particularmente en la primera etapa originaria del capitalismo industrial
(primera mitad del siglo XIX) que se ha denominado como caracterizada por el predominio del
mercado autoregulador.

En Graciarena, Jorge. Poder y Clases Sociales en América Latina, s/d edición.

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