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Revista Envio
Nicaragua
“Sin verdaderos lectores no podremos imaginar soluciones para nuestro país”
Eduardo Báez, director de la Fundación Libros para Niños, que cumple ahora diez años de trabajar para que
niños, niñas y adolescentes se enamoren de los libros y de la lectura, compartió con Envío objetivos, experiencias
y metodologías de esta interesante iniciativa, en una charla que transcribimos.
Eduardo Báez
Libros para Niños es una organización no gubernamental que promueve la lectura con un objetivo
muy específico: que niñas y niños -también adultos que median la relación con niños y niñas- se
“enamoren” -así lo decimos- de los libros y de la lectura. Una de nuestras señas de identidad es
que en cualquier actividad que organicemos, con cualquier tipo de personas, siempre
aprovechamos para leer algo. (En esta ocasión, Báez nos leyó “El eclipse”, cuento corto del
guatemalteco Augusto Monterroso).
Nos dedicamos a la promoción de la lectura y a la formación de lectores. Pero preferimos decir
que lo que buscamos es despertar el amor por los libros y la lectura. Porque creemos que ese
amor es el punto de partida más efectivo para convertirnos en verdaderos lectores, en lectores
permanentes y autónomos a lo largo de toda nuestra vida.
Promovemos la lectura no porque “qué bonito ver a los niños leyendo cuentos”, porque “qué
divertido lo pasan cuando leen”, porque “qué alegre es que lean cosas buenas”... Todo eso está
bien y es cierto, y una de las recompensas diarias que tiene nuestro trabajo es ver la expresión
de los rostros de niños y niñas cuando uno les está leyendo cuentos o cuando ellos mismos se
meten en ese mundo de posibilidades infinitas que son los libros infantiles.
Pero esto no basta. Trabajamos en este campo porque consideramos fundamental que nuestra
población, especialmente la más pobre, que es la mayoritaria, acceda a la cultura escrita.
Yo trabajé durante años en educación de adultos. Participé primero en 1980 en la Cruzada
Nacional de Alfabetización como coordinador departamental en Managua. Después, trabajé
durante seis años en el programa de educación de adultos del Ministerio de Educación, primero
como director de capacitación a nivel nacional, y en los últimos años como director de la
educación popular básica de adultos. Me convertí en educador sin haberlo imaginado antes.
Me pasó lo que a muchos: en 1979, con la revolución, vimos que había que hacer muchas cosas
y como no teníamos tiempo para aprender cómo hacerlas “nos montamos en el macho para
aprender a jinetearlo en el camino”.
En 1993 me encontré con Libros para Niños, una fundación que nacía. Me pidieron una
consultoría de seis meses y me quedé en la Fundación hasta el día de hoy. Pronto me di cuenta
que seguía trabajando alrededor del mismo problema. Nada más que en los 80, en la educación
de adultos, había trabajado con el resultado final del problema: el adulto analfabeta. Y en la
Fundación trabajaba con el origen del problema, contribuyendo a cerrar, con el amor a la lectura,
una de las llaves que produce el analfabetismo.
Vivimos en un mundo que avanza por la cultura escrita, pero en un país donde todavía prevalece
la cultura oral. La cultura oral predomina todavía en gran parte de nuestra población. Se trata de
una oralidad muy rica y valiosa, pero en estos tiempos, de la posibilidad de acceder o no a la
cultura escrita depende el desarrollo, el de cada nicaragüense y el de toda nuestra sociedad.
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que no aprendieron a leer, que no les enseñaron a leer.
Y si uno habla con profesores universitarios, lo mismo, la misma queja, a la que ya le añaden
algo: “Es que no les gusta leer”. “Les dejamos trabajos para leer y enseguida arrugan la cara”.
Ese mismo disgusto lo comprobamos en la Fundación: en talleres con maestros de cualquier nivel
si uno dice: “Ahora vamos a leer estas veinte páginas”.... ¡se arruinó el taller! Ésa es siempre la
parte desagradable del taller: leer. Son muchos los nicaragüenses que han llegado a ver la
lectura sólo como un mal necesario. Como algo que hay que hacer porque ni modo, pero que
resulta desagradable. Fundamentado en muchos estudios, no hechos en Nicaragua, pero sí en
muchos países de América Latina y aún en los países desarrollados, me atrevo a afirmar que el
sistema educativo y la escuela como institución han fracasado rotundamente en el campo de la
formación de lectores.
El fracaso no ha estado en la enseñanza de la técnica de la lecto-escritura. En la historia de la
escuela como institución educativa, y en la historia misma de la enseñanza de la lectura o lecto-
escritura, vemos que todos los métodos que han existido y que han sido usados en cualquier
sistema escolar, al final del camino funcionan para que cualquier niño o niña aprenda a leer y a
escribir. Todos los métodos funcionan. En las escuelas primarias de Nicaragua se han empleado
cantidad de métodos de aprendizaje de lecto-escritura. Hemos usado métodos totalmente
fonéticos, silábicos, en los años 80 se usó el método fónico-analítico-sintético, ahora se utilizan
métodos más globales de lenguaje total, de lenguaje integral, se emplean mezclas de métodos
globales con métodos fonéticos... Al final, todos funcionan, todos sirven para aprender a leer y a
escribir. El fracaso no está en la parte técnica o mecánica de la lecto-escritura. Donde sí ha
fracasado la escuela es en hacer de los niños y las niñas verdaderos lectores.
Ubicamos una razón muy importante de este fracaso en el hecho de que la escuela ha
confundido totalmente leer con estudiar. En la escuela, el niño y la niña conocen la lectura y la
sienten como estudio. Estoy por conocer una sola aula de clase en toda Nicaragua, en escuelas
públicas y privadas, en la que a niñas y niños se les permita leer de verdad. Únicamente les dan
lecturas para hacer tareas y cuando llega el momento en que les dan obras literarias es para que
las fichen, para que contesten cuestionarios, para que hagan resúmenes. Pero nunca -y me
atrevo a hacer esta afirmación- he visto que a una niña, a un niño, a un joven le den un libro de
literatura en la escuela para que lo lea solamente, sin que después le vuelvan a preguntar nada
más si “te gustó o no te gustó y por qué” Y que conteste si quiere contestar. Dice un pedagogo
francés que desde que el niño entra en la escuela se le comienza a “cobrar” por la lectura.
“Cobrarle” significa que cada vez que lee algo, especialmente un libro de literatura infantil o
juvenil, una obra de la literatura universal, los maestros no pueden resistir la tentación de
comenzar a preguntarle cuáles son los personajes principales, cuál es el género literario... Una
lista de preguntas que de inmediato convierten esa lectura en una tarea escolar más. Y eso no es
leer. Eso es estudiar.
Lógicamente, para estudiar leemos, tenemos que leer, tenemos que usar la herramienta de la
lectura. Pero aprender y conocer es sólo una de las funciones que nos resuelve la lectura, y a
esta única función ha limitado la escuela toda la aventura de leer. Leer es en la escuela sinónimo
de estudiar. Y como el estudio no es voluntario, y nadie le pregunta a un niño si quiere estudiar,
sino que lo manda a la escuela como obligación, porque estamos convencidos de que es lo mejor
para él, la lectura es sentida como otra actividad obligatoria. Y cuando llegan las vacaciones, si le
queremos ver la cara agria a una niña o a un niño digámosle que busque un libro y lea. No le
agradará la idea porque inmediatamente asocia el libro con el estudio, que es lo único que ha
conocido. En estos diez años de caminar tratando de formar lectores entre la niñez, se nos ha
hecho evidente que el problema no es que a los niños no les gusta leer, como a menudo decimos
padres y educadores. El problema es que nunca les hemos dado la oportunidad de leer de
verdad, sino que únicamente los hemos puesto a estudiar. ¡Y es raro el niño y la niña a quienes
les encanta estudiar!
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Obras literarias maravillosas les han sido metidas a la fuerza a los muchachos en la secundaria,
hasta que les han agarrado fobia. Una obra tan genial como el Popol Vuh: es impresionante
hablar con jóvenes de secundaria y darnos cuenta de que queriendo que conozcan nuestras
raíces leyendo este libro, la gran mayoría de jóvenes lo odian y han sentido su lectura como un
castigo. Rubén Darío: lo mismo.
Hace dos años nos encontramos en una escuela de secundaria con un caso que retomamos y
publicamos como experiencia negativa y que titulamos “Receta garantizada para matar el gusto
por Rubén Darío”. Era una tarea escolar para estudiantes de primer año. Les dieron a leer un
cuento precioso de Darío, que iba seguido de un cuestionario de veinte puntos. Algunos
increíbles. El segundo punto les pedía: “Enumere los versos”. Se suponía que en el tercero
vendría otra pregunta encadenada como “¿En qué verso se dice tal o cual cosa?” No, nada más.
Entonces, ¿para qué numerarlos? ¿Sirven estos ejercicios u otros parecidos, sobre sinalefas y
cosas por el estilo para hacer un lector? No sirven para nada.
La penúltima pregunta decía: “¿Te gustó el cuento?” Los muchachos nos dijeron que a la altura
de la pregunta quinta ya no les había gustado el cuento. El sistema escolar quiere preparar a
jóvenes y a niños como si fueran a dedicarse a ser críticos literarios, al oficio de “forenses del
lenguaje”. Como si ser lector fuera identificar qué tipo de oración, de verbo o de adjetivo hay en
esta línea o en la otra. Son cosas como éstas las que explican los fracasos del sistema escolar en
formar lectores.
Este fracaso es muy grave, porque el acceso a la cultura escrita es fundamental para el desarrollo
de niños, niñas y jóvenes. Para el desarrollo de Nicaragua. Con frecuencia hablamos de la
necesidad que tiene nuestro país de ciudadanos críticos, de ciudadanos participativos, de
ciudadanos que puedan participar activamente y tomar decisiones. Y en los últimos años
hablamos cada vez más de ciudadanos propositivos, que no sólo protesten sino que propongan.
Ninguna protesta sin propuesta. Pues bien, para proponer soluciones a nuestros problemas, para
imaginar soluciones a nuestras crisis necesitamos leer. Para poder imaginar hay que poder soñar.
Y para tener capacidad de imaginar y de soñar una Nicaragua diferente, estamos convencidos de
que un combustible vital es la lectura. La lectura nos abre la puerta al conocimiento universal, a la
memoria acumulada de la humanidad. La lectura de obras literarias es uno de los mejores
ejercicios para nuestro cerebro. Cuánta gente en Nicaragua se preocupa hoy por hacer ejercicios
y dietas sanas para mantenerse físicamente en forma. También el cerebro necesita ejercicio para
desarrollar su enorme potencial. Y está probado que especialmente la lectura de obras literarias
es uno de los mejores ejercicios que podemos hacer con nuestro cerebro.
Cada vez que leemos una obra literaria, nuestra mente crea imágenes mentales, se dan en
nuestros circuitos cerebrales conexiones nuevas, fundamentales para desarrollar habilidades
mentales que son vitales. Para poder ser seres humanos, ciudadanos creativos, con capacidad
de imaginarnos que nuestras vidas y que la vida en nuestras comunidades y en nuestro país
puede ser diferente, es fundamental la lectura.
En Libros para Niños buscamos crear espacios en los que niños y niñas tengan un encuentro
agradable, libre, no formal, no académico, con el mundo de los libros y de la lectura. Un espacio
donde puedan encontrarse con los libros sin que les “cobren”. Donde basta que entren, agarren
un libro y se sienten como quieran sentarse a hacer con ese libro lo que quieran, menos
destruirlo: ver las ilustraciones, leerlo en orden, leerlo de atrás para adelante, leerlo en medio,
leer primero el final... Con libertad. Porque también nos han formado como lectores demasiado
formales y nos da miedo hasta tocar los libros, como si fueran algo sagrado. Hemos vivido ya
muchas veces la experiencia de donar libros a las escuelas y llegar años después y el maestro
nos dice muy orgulloso: “¡Están como nuevos!”
Por supuesto, nadie los ha tocado. Y el maestro, impidiendo que los toquen porque los pueden
romper, porque se ensucian. Pero cuando compramos una novela, la leemos y la prestamos al
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amigo, a la amiga, al vecino, y éstos la prestan y circula, a los seis meses, ¿ese libro volverá a
nosotros como nuevo? No, tendrá una gotita de café chorreada, páginas arrugadas, algún
subrayado... Y es que los libros existen para ser usados y en el uso tienen que deteriorarse.
Tuve la suerte de nacer y crecer en un hogar donde mi madre, mis abuelos leían. Crecí en medio
de libros. Y algo que tengo muy grabado en mi mente es el olor que tienen los libros. El olor de
las páginas de un libro. Es tan vital esa sensación que cada vez que agarro un libro nuevo, antes
de comprar un libro, lo huelo. Hay algunos que huelen sabroso, otros huelen mal por causa del
papel y la tinta que usaron. Digo todo esto porque la lectura es una experiencia en la que
intervienen todos nuestros cinco sentidos.
El tacto. No es lo mismo tocar una página de papel satinado que una de papel periódico o una
portada de cartulina sulfitada... Varían las sensaciones. No es lo mismo leer un libro lleno de
ilustraciones coloridas que un libro con pequeñas ilustraciones en blanco y negro. Todos los
sentidos intervienen cuando leemos de verdad. En la Fundación creamos espacios en que niños
y niñas puedan tocar los libros, manipularlos, sentirlos. Queremos que vivan una experiencia
lectora integral, una experiencia que los marque de por vida.
Uno de los aciertos de nuestra Fundación es que frente a un problema tan complejo como es el
de la formación de verdaderos lectores en un país como Nicaragua hemos logrado estructurar
una propuesta muy sencilla y que está al alcance de que la implemente cualquier persona, sin
necesidad de tener ninguna especialidad. Nuestra propuesta a padres y madres de familia, a
maestros de primaria y de secundaria, a educadoras y promotores comunitarios es muy sencilla.
Les proponemos tres cosas. Primero, poner libros de literatura al alcance de niños y niñas. Con
mucha frecuencia, los niños y niñas sólo tienen a su alcance libros de texto escolares para
practicar la lectura, y porque esos libros tienen una función muy específica, no los consideramos
“libros de verdad”. Segundo, leerles libros en voz alta a niños y niñas.
Damos enorme importancia a que los adultos que estén en contacto con el niño y la niña le lean
en voz alta cuentos, historias, relatos. Tercero, dejar a los niños y a las niñas leer solos y como
quieran. Mientras con m ás frecuencia hagamos estas tres cosas, más efectivos serán los
resultados.
Para cumplir con estas sencillas tareas, tenemos que quitarnos esquemas de la cabeza. El que
con mayor frecuencia encontramos en los adultos es ése de que cada vez que vemos a un niño
tenemos que enseñarle algo.
Consideramos a niños y a niñas como recipientes vacíos que debemos llenar, a quienes tenemos
que estarles enseñando algo todo el tiempo porque ellos no tienen capacidad de aprenderlo por
sí mismos. Hay que resistirse a este esquema. La principal barrera que siempre nos encontramos
en madres, padres y maestras es ésta: si leen un cuento después deben hacerle preguntas al
niño. No, no hay que preguntarle “nada” en el sentido de los conocimientos que adquirió, de las
enseñanzas que debe sacar, de la moraleja o mensaje del cuento... Preguntarle su opinión sí. Y
respetarla. Porque ser lector significa desarrollar gustos. A m í me puede gustar mucho García
Márquez y otro puede rechazar a este autor.
La lectura tiene que ver con gustos y por eso educa en la tolerancia. Y nunca la lectura es
tragarse entero el libro. Leer es un diálogo entre autor y lector y entre ambos siempre se
establece una relación dialéctica. A lo que aspiramos es a formar lectores y lectoras críticos, que
saben interpretar
lo que leen.
Incorporamos esta propuesta a tres proyectos fundamentales que hemos venido desarrollando en
estos últimos diez años. Desde hace siete años desarrollamos el proyecto “Dame de leer”, que
busca acercar a niños y niñas en edad preescolar, entre tres y seis años, al mundo de los libros y
de la lectura, al mundo de la palabra oral y escrita. Un segundo proyecto, con el que iniciamos la
Fundación hace diez años, es la Bibliotecaula, un programa de lectura para escuelas primarias.
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El tercer proyecto son los Rincones de Cuentos, salas infantiles de lectura que se desarrollan con
la participación de la comunidad y en las que hay “facilitadoras” de la lectura. Hemos sembrado
varios Rincones en el país, con el sueño de que lo bonitos y acogedores que son y la informalidad
que hay en ellos, la facilidad para entrar, salir, leer y prestar libros para llevarlos a la casa,
puedan servir como modelo desde el cual influir en la visión que hoy se tiene en Nicaragua de las
bibliotecas, y más particularmente de las salas infantiles de las bibliotecas públicas que,
lamentablemente, más que lugares de promoción de lectura parecen “cárceles de libros”.
En una cárcel, cuando visito a mi familiar preso le tengo que pedir al custodio que me lo llame y
me lo sacan media hora. Igual en las bibliotecas: me encuentro con una barrera que me impide
llegar hasta los libros y tengo que pedírselos a una bibliotecaria, que a menudo me mira con mala
cara, en gran medida por el poco estímulo con el que trabaja, por el miserable salario que recibe.
Lo m ás difícil de nuestra propuesta es conseguir los libros. En todas partes del mundo el libro es
un bien caro. Los libros de literatura infantil son muy caros. Uno de los esfuerzos a los que
dedicamos mayores energías es a comprar libros, a conseguir fondos para poder llevar libros de
literatura infantil de calidad a todo el país. En estos diez años hemos distribuido gratuitamente
más de 26 mil libros de literatura infantil por toda Nicaragua. Acabamos de firmar un convenio con
un organismo francés que establece que en los próximos diez años nos donarán al menos 10 mil
libros anuales,libros nuevos comprados en buenas editoriales y que nosotros mismos
seleccionaremos. La meta es tener una bodega en Managua -le estamos llamando Banco de
Libros- donde mantener 20-25 mil libros de literatura infantil para entregarlos a las escuelas y a
los proyectos que trabajan con la niñez. Con un requisito, el que ponemos siempre cuando
donamos libros: que las personas que los van a usar pasen por un proceso de capacitación y se
comprometan a no usar ninguno de estos libros para actividades didácticas y escolares.
Nuestro objetivo es que cada niño y cada niña encuentren su propio camino hacia la lectura. Pero
en el tema de la lectura y de los libros infantiles, como en cualquier otro tema, hay debates. Por
ejemplo, qué debe ser primero: que lean cuentos sobre su realidad inmediata o que lean cuentos
de la literatura universal que les presentan realidades desconocidas y lejanas.
Resulta difícil decir qué debe ser primero. En nuestro trabajo en los preescolares motivamos
inicialmente a las educadoras a que aprovechen y hagan uso de la tradición oral nicaragüense,
que es tan rica. Pero también creemos que es fundamental que niños y niñas, especialmente los
de los sectores más pobres, accedan a la cultura universal. ¿O es que sólo los niños y niñas ricos
o de clase media podrán acceder a los maravillosos cuentos de la literatura universal, mientras
los niños y niñas pobres estarán condenados siempre a leer sobre su limitada realidad, a
reflexionar sobre su pobreza? No, hay que romper el ciclo por algún lado. Tanto derecho tiene el
niño campesino y pobre de Santa María a tener en sus manos un libro de literatura universal que
vale veinte dólares como lo tiene la niña de Las Colinas, con un papá con dinero para comprarlo.
Nosotros creemos en la complementariedad de los libros de temas nacionales con los de temas
universales. Porque “para alcanzar las estrellas hay que tener los pies bien firmes sobre la tierra”.
Otro tema de debate es el que surge ante la competencia de la televisión. Siempre aconsejamos
que no hay que poner a pelear al libro con la televisión, porque si entre niños, niñas y
adolescentes compiten libro y televisión, el libro siempre perderá. Pero cuando a los niños se les
lee desde muy pequeños, cuando pueden acceder a los libros desde pequeños, el libro ocupará
tarde o temprano un lugar en su vida. En nuestro país lamentablemente no se hacen estudios de
este tipo, pero estudios hechos en México, por ejemplo, revelan que niños y niñas que desde muy
pequeños se relacionaron con los libros, a quienes se les leyó, que vieron leer en su casa,
cuando llegan a la adolescencia, cuando tienen doce-trece años, dedican tres horas diarias a ver
televisión y una hora diaria a leer, mientras que aquellos que no tuvieron estos estímulos sólo ven
televisión.
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pobres. Y porque mientras m ás pronto se cultive este amor, mayor será el impacto en sus vidas.
Y aunque estamos convencidos de que el lugar ideal para formar lectores es el hogar, tratamos
de subsidiar las limitaciones que la pobreza impone en la mayoría de los hogares de Nicaragua
llevando la literatura infantil a los Preescolares Comunitarios.
Los Preescolares Comunitarios son como un pequeño taburete de tres patas, una “pata de
gallina” sostenida por la educadora, por el padre y la madre, y por el liderazgo de cada
comunidad -líderes de cualquier proyecto local de desarrollo, líderes religiosos de cualquier
denominación, etc-. Hoy, viendo como se han desarrollado estos Preescolares estamos
convencidos de que cuando el proyecto del Banco Mundial se vaya del país posiblemente en el
año 2004 -y aún cuando el gobierno de Nicaragua no ha cumplido con el compromiso que firmó
con el BM de ir integrando al presupuesto parte de los costos de la educación preescolar-, la
mayoría de los Preescolares Comunitarios continuarán funcionando. Porque el modelo se ha
desarrollado y consolidado sobre esas tres patitas, porque la comunidad realmente participa para
que funcionen, y porque en nuestra población toda, también en la rural, ha crecido la conciencia
de la importancia que tiene la educación preescolar. Desde hace siete años la Fundación Libros
para Niños trabaja con los Preescolares Comunitarios con el apoyo de Save the Children
Noruega. En el año 2003 estamos trabajando con los 345 que existen en la región de Nueva
Segovia. Trabajamos también con otros 50 Preescolares Comunitarios del municipio de Estelí, la
mayoría urbanos y algunos rurales. En los barrios orientales de Managua trabajamos con 28
Preescolares Comunitarios. También con todos los Preescolares Comunitarios de Jinotepe, El
Rosario y Santa Teresa, en Carazo. Hemos trabajado en preescolares de San Marcos y de
Diriamba. Desde que empezamos el trabajo con los Preescolares Comunitarios, calculamos
haber llegado a más de 750 educadoras comunitarias y a unos 12 mil niños y niñas.
En Ocotal funciona la Comisión de Apoyo a los Preescolares Comunitarios de Nueva Segovia.
Considero que es un ejemplo de articulación inter-institucional y de articulación entre Estado y
Sociedad civil. Estas Comisiones funcionan también en otros lugares. La de Ocotal es el mejor
esfuerzo local de este tipo que conozco. En la Comisión participan el Ministerio de Salud, el de
Educación, el de la Familia, el Programa Mundial de Alimentos y ONG que trabajan con la niñez
en edad preescolar. La Fundación Libros para Niños es una de ellas. En siete años hemos visto
pasar varios procesos electorales -que normalmente desarticulan cualquier esfuerzo unitario por
la polarización partidaria que generan- y la Comisión ha continuado ahí. Nunca se habla de temas
políticos que dividen y siempre los intereses de la niñez en edad preescolar nos articulan y
reúnen. Por poner al margen las pasiones políticas esta iniciativa es ejemplar. Lo es también
porque rotamos cada año a quien coordina la Comisión, sin que valga esa excusa tan frecuente
de que reelegir es la garantía de mantener la experiencia acumulada. También es ejemplar la
Comisión por superar esa fragmentación que a veces es tan frecuente en los municipios, donde
diferentes grupos llegan a un mismo sector de la comunidad con distintas propuestas, volviendo
loca a la gente. Aquí la propuesta y las acciones son siempre conjuntas. Trabajamos con las
instituciones del gobierno, contamos siempre con los líderes comunitarios, capacitamos con
talleres a educadoras y a padres y madres de comunidades rurales, que a veces caminan horas
para llegar a un taller, donde hablamos de nutrición, de las etapas del desarrollo infantil, de
vacunas, del juego, donde comentamos las “cartillas para la vida”, donde leemos cuentos en voz
alta y en voz baja, los representamos, se llevan libros a sus casas... A estos talleres llegan
siempre en mayor número las madres, pero también llegan muchos hombres, preocupados por la
educación de sus hijos.
La mayoría de los Preescolares Comunitarios son multigrados y en la misma aula están los niños
de tres a seis años, los de los tres niveles juntos. La educadora no tiene a veces suficientes
herramientas para hacer gran diferenciación con los tres niveles. No importa. La principal función
de los Preescolares Comunitarios es que los niños lleguen, pasen allí tres y cuatro horas jugando,
cantando, socializando... Tener un espacio en donde son felices y los tratan bien es muchísimo
para niños y niñas que viven en hogares extremadamente pobres y en donde el hambre y el
maltrato son realidades diarias. Estos espacios juegan un papel fundamental para el desarrollo de
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nuestra niñez. Y los padres y madres lo están entendiendo.
En algunos Preescolares, el PMA desarrolló un proyecto para repartir leche y algo de comida a
los niños. Hace dos años, cuando el PMA anunció que se acababa este proyecto, muchos nos
echamos a temblar. “Sin la comida ya no van a mandar a los niños”. Pero fuimos gente de muy
poca fe pensando que sólo por la comida llegaban. Casi ningún preescolar se cerró. Aun sin la
comida, los padres y madres siguieron enviando a sus hijos y siguieron participando.
Finalmente, insistir en que no nos gusta hablar del “hábito” de la lectura. Porque nos lavamos los
dientes y nos bañamos como un “hábito” de higiene. Y porque también logramos adquirir el
“hábito” del estudio. Preferimos hablar de “enamorarnos” de los libros, del “placer” de la lectura.
Nos gusta incluso hablar de la “adicción” a la lectura, de volvernos “adictos a los libros”. Casi
siempre nos hacemos adictos a algo buscando en ello un placer, aunque algunas adicciones
terminan haciéndonos daño. No todas. La lectura y los libros no. Mary Jo Amani, fundadora de
Libros para Niños, una estadounidense que vivió en Nicaragua, cuando promovía en su país la
Fundación para conseguir apoyo, utilizaba una frase en inglés para explicar nuestro objetivo.
Decía que queríamos que niños y niñas “get hooked on books”. Eso queremos: “volverlos adictos
a los libros”, “engancharlos en los libros”. Eso queremos: enamorarlos.
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