Você está na página 1de 5

Los verdaderos filósofos se preparan durante toda su vida para la muerte y

no se ven aterrados ante ésta. Pues desean que su alma abandone su cuerpo y
de tal manera ya no tendría el impedimento tal cuerpo para obtener y adquirir la
más pura sabiduría y sólo en los infiernos se obtendría tan sabiduría que los
verdaderos filósofos buscan tanto.

Se dice que el hombre que teme ante la muerte es un hombre que ama al
cuerpo, los honores y la riqueza, tanto como por separados como ambos juntos, y
no a la sabiduría,. esto sería todo lo contrario a lo que aspira un verdadero filósofo,
el cual sí ama la sabiduría y no al cuerpo.

La fortaleza y la temperancia son peculiares de los verdaderos filósofos.


Temperancia, una virtud que pocos conocen su significado, es una virtud en la
cual uno no se hace esclavo de sus deseos, sino que logran sobreponerse ante
ellos y vivir moderadamente; aquellos que se dedican a la filosofía y desprecian su
cuerpo se dedican a practicarla. Si observamos estas dos particularidades en un
hombre que no se dedica a la filosofía, éstas se verían ridículas.

Todos los hombres creen que la muerte es uno de los mayores males; y
aquellos hombres fuertes lo son por el miedo, puesto que cuando se enfrenta a la
muerte con algún valor, la sufre por un mal mayor.

En tanto a los temperamentos, Sócrates dice que nacen a raíz de la


intemperancia (falta de templanza), "los temperamentos no renuncian a una
voluptuosidad más que por temor de verse privado de otras voluptuosidades que
desean y a las cuales se han acostumbrado". Son temperantes por intemperancia.

La sabiduría, continúa Sócrates, "es la única moneda buena de la ley por la


cual hay que cambiar todas las otras". Con ellas todo se tiene y se compra,
fortaleza, templanza, justicia. La virtud es verdadera en tanto se vea unida a la
sabiduría, independientemente de la voluptuosidades, tristezas, temores y todas
las demás pasiones; tanto que todas las demás virtudes, sin la sabiduría y de las
cuales están en constante cambio no son más que sombras de la virtud, una virtud
esclava del vicio, que no tiene nada verdadero ni san. La verdadera virtud es una
purificación de toda clase de pasiones. La templanza, la justicia y la misma
sabiduría son purificaciones y hay buen motivo para creer que quienes
establecieron las purificaciones distaban de ser personas despreciables, eran
grandes genios que desde los primeros tiempos quisieron hacernos comprender
que aquel que llegará a los infiernos sin estar iniciado ni purificado será
precipitado al cieno y el que llegara a expiarse será recibido ante los Dioses.
Aquellos que se expían y son recibidos ante los Dioses son los que filosofan bien.

Cebes le dice a Sócrates, con respecto al alma, que los hombres no creen
en esta inmortalidad del alma, se imaginan que cuando el alma deja el cuerpo,
ésta ya no existe, que se desvanece como un vapor y no existe en ningún lugar.
Si, de lo contrario, subsistiera por sí misma, habría una esperanza grande y bella;
que el alma viva después de la muerte, que actúe y piense es lo que necesita
explicación y también que sea probado. Entonces Sócrates se pregunta si las
almas de todos los muertos están en los infiernos, o si no lo están, retoma una
antigua creencia que trata sobre las almas, que éstas, al dejar este mundo, se
dirigen al Hades y que de ahí vuelven a la vida y al mundo, luego de haber
experimentado la muerte. Se deduce entonces que no todas las almas están en
los infiernos.

Luego se habla sobre que todas las cosas nacen de sus contrarios cuando
lo tienen. Por ejemplo, lo bello es contrario a lo feo, lo justo de lo injusto, entre
otros. Entre dos contrarios existen dos procesos de generación: de éste a aquél y
de aquél a éste. Entre algo mayor y algo menor, a este proceso se le llama
crecimiento y disminución, crecer y disminuir, lo cual se logra a través de la
experiencia.

Se hace alusión al sueño como ejemplo de contrarios. Sócrates dice que


del sueño nace la vigilia y de la vigilia nace el sueño. La generación del sueño es
la somnolencia y la del sueño a la vigilia despertar.

Concuerdan con que el contrario de la muerte es revivir. Los vivos nacen de


los muertos y recíproco.
Retomando el tema del sueño como contrario, se hace alusión a la fábula
de Endimión, quien fue condenado a un sueño eterno, con el fin de demostrar que
si no hubiese más que el sueño y un despertar después de él, producido por él, las
cosas no se diferenciarían en nada. Todo lo que estuviera mezclado sin que esta
mezcla alguna vez se separara todas las cosas estarían juntas, como dice
Anaxágoras. Si todo lo que ha tenido vida muriera y permaneciera en ese estado,
sin revivir, darían paso al que todas las cosas tendrían un fin y nada reviviría. Si de
las cosas muertas no nacen las vivientes t si éstas muriesen a su vez, sería
inevitable que todo se absorbiera y permanecería en tal estado de muerte. Es
seguro que hay una vuelta de la muerte a la vida, que los vivos nacen de los
muertos, que las almas de los muertos existen y que las lamas de los justos son
mejores y las de los malvados peores.

Cebes interrumpe a Sócrates diciendo que nuestra ciencia es reminiscencia


y que es prueba de la inmortalidad de nuestra alma. Sócrates, continúa y dice, con
respecto a la reminiscencia, que es preciso haber sabido antes las cosas que se
recuerda.. La percepción de cualquiera de los sentidos hace que el hombre al
momento de ver una cosa recuerde otra a través del espíritu. Da un ejemplo que al
momento de escuchar una lira se le va una imagen al hombre de aquel a quien le
pertenece. Esto es reminiscencia, cuando vuelven a acordarse de cosas
olvidadas; se da tanto por similitudes como por diferencias.

Se abarca el tema de la igualdad, dice Sócrates, que las cosas iguales


parecen desiguales y estas cosas desiguales son diferentes de la igualdad, pero
es de ahí de donde se da la igualdad. Hay veces en que vemos una cosa que es
igual a otra pero le falta para aquello y no puede serlo, entonces esta cosa es
inferior a la otra. Esto procede de nuestro sentido, de la vista, tacto, entre otros.

Sentimos antes de haber nacido. Es necesario tener conocimiento de todo


lo que es igual, grande, pequeño, entre otras cosas de aquella misma naturaleza
antes de nacer. Si después de haber nacido no olvidamos nunca estos
conocimientos, no solo naceríamos con ellos, sino que los conservaríamos por
toda nuestra vida; porque saber es conservar la ciencia que se ha adquirido y no
perderla, ni olvidar. En caso contrario, si se adquiere los conocimientos antes de
haber nacido y se vuelve a conocer gracias a los sentidos sería aprender,
recuperar la ciencia que tuvimos sería recordar.

El alma existía antes de este tiempo, antes de esta forma humana; y


mientras carecía de cuerpo sabía. La esencia de lo bello, lo bueno y lo justo
existen antes de que nazcamos al igual que el alma. Simmias, sigue dudando
sobre el subsistir del alma luego de la muerte, dice que, como Cebes nombraba
anteriormente, después de que el hombre muere su alma se disipa y cesa de ser.
Cebes continúa con esta idea y añade que todavía falta la mitad de lo que dice
Sócrates sobre la inmortalidad del hombre por comprobar. De esta manera,
Sócrates añade que éstos temen por que cuando el hombre salga del cuerpo
pueda ser arrebatada por el viento, sobre todo si se muere en un día huracanado.

La igualdad, la belleza, la bondad y toda existencia esencial permanecerá


sin cambio alguno. Por otro lado, todo lo que se puede ver, tocar y percibir por
cualquier sentido no permanecen iguales. Las que siempre son las mismas son
aquellos que son inmateriales y pueden ser percibidas por el pensamiento.

Estamos compuestos de un alma y de un cuerpo; este último sería lo visible


y el alma lo invisible, lo inmaterial. La única función del cuerpo es considerar los
objetos por medio de los sentidos, se siente atraída por cosas que siempre
cambian, se extravía, se turba, vacila y tiene vértigos como si se hubiera
embriagado por ponerse en relación con ellas. Cuando se examinan las cosas por
sí misma y sin recurrir al cuerpo, tiende hacia lo que es puro, eterno, inmortal e
inmutable; se une a lo que jamás varía y de cuya naturaleza participa; este estado
del alma es el que se llama sabiduría.

Lo que es divino está capacitado para mandar y lo que es mortal es


apropiado para obedecer y ser esclavo. Nuestra alma se parece a lo que es divino
y nuestro cuerpo a lo que es mortal. De esta manera podemos decir que el alma
es lo divino, lo inmortal, lo inteligible, lo simple o indisoluble, es siempre igual y
parecido a sí mismo, en cambio, el cuerpo es lo humano, lo mortal, lo sensible, lo
compuesto, disoluble, siempre cambiante y jamás semejante a sí mismo.

Si el alma se retira pura, sin conservar nada del cuerpo mediante la


meditación, filosofando bien y aprendiendo a morir, preparándose para la muerte.
Alma que va a un semejante a ella. Si es pura, pasa verdaderamente con los
Dioses por toda la eternidad, de lo contrario, el alma sale dañada. Los fantasmas
son un ejemplo de aquello, sus almas no han salido del cuerpo purificadas del
todo, conserva algo de esta materia visible que a la vez los hace visibles. Las
almas van hacia sus correspondientes, es decir, si el alma es pura irá siempre
hacia el bien y si, por lo contrario, el alma no es pura del todo irá hacia personas o
animales deplorables.

El motivo por el cual los verdaderos filósofos renuncian a todo los deseos
del cuerpo, se dominan y no se entregan a sus pasiones y no temen a la pobreza
ni la ruina de su casa, como el pueblo se afana por las riquezas es buscar la
purificación del alma para llegar así a permanecer por toda la eternidad junto a los
Dioses.

Você também pode gostar