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Opening Remarks - General Oscar Izurieta

Strategic Perspectives on Latin America

Santiago, Chile

03-05 August 2009

Opening Remarks - General Óscar Izurieta, Commander in Chief of the Chilean Army

General Óscar Izurieta, Commander in Chief of the Chilean Army Page 1


DISCURSO DEL CJE EN LA APERTURA DEL

SEMINARIO INTERNACIONAL

“AMÉRICA LATINA EN LA PERSPECTIVA ESTRATÉGICA”

Santiago, 4 de agosto de 2009.

En nombre del Ejército chileno doy la más cordial bienvenida a nuestras autoridades e invitados especiales,
nacionales y extranjeros, al primer seminario internacional organizado con la participación del International
Institute for Strategic Studies (IISS), en el marco de la celebración del bicentenario de la independencia
nacional y de nuestro Ejército.

El seminario “América Latina en la Perspectiva Estratégica” es la consolidación de una larga relación


académica con el IISS, que nació en los años noventa cuando, inicialmente, la Academia de Guerra del
Ejército se incorporó como miembro del Instituto de Londres y, posteriormente, se agregó nuestro Centro de
Estudios e Investigaciones Militares, que también participa en la organización de este evento.

En los últimos años hemos asistido a las cumbres que el instituto organiza en distintas regiones del mundo,
lo que no sólo nos ha permitido conocer, de primera mano, la realidad de escenarios internacionales con los
que interactuamos, sino que también relacionarnos con actores de primer nivel en el ámbito político–
estratégico, como ocurre en el Diálogo de Shangri- La, y en la Revisión Global Estratégica, que se realizan
anualmente en Singapur y Ginebra, respectivamente.

Estos eventos han servido de modelo para nuestro seminario, y aspiramos que éste sea, a su vez, un
encuentro precursor de una cumbre para América Latina, a desarrollarse en los próximos años en Santiago,
bajo la iniciativa de una instancia de nivel político–estratégico.

América Latina constituye hoy un escenario particularmente atractivo para analizar y estudiar los fenómenos
internacionales relacionados con la seguridad, la defensa, la explotación de los recursos naturales y su
impacto en las economía y el medio ambiente, como también los mecanismos y regímenes de integración y
cooperación política y económica.

Además, lo anterior se da en un contexto político–estratégico que mezcla variables geopolíticas tradicionales


con situaciones coyunturales, como los efectos en la región de la crisis económica mundial y el surgimiento
de tendencias que buscan interpretaciones nacionales de gobernabilidad democrática, junto con la
integración o cooperación subregionales.

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América Latina, a pesar de los rasgos comunes de idioma, religión e historia, se nos presenta como un
mosaico de países de disímiles características políticas, sociales, económicas e incluso culturales. Es
sorprendente constatar que cuando una gran cantidad de estados del continente se aprontan a celebrar
doscientos años de vida independiente, aún colisionan en la región fuerzas que impiden un proyecto común
de desarrollo que privilegie la integración y la cooperación.

Si miramos retrospectivamente, a mediados de la década del noventa, la región aparecía bajo un auspicioso
escenario. En efecto, producto de las transformaciones mundiales que trajo el término de la Guerra Fría, así
como por los consensos alcanzados en torno a la democracia representativa como sistema de gobierno y a la
economía social de mercado, como pilar del desarrollo, surgieron o se fortalecieron instancias y regímenes
de cooperación, tanto a nivel regional como subregional. Además, la estabilidad y legitimidad de las
instituciones, en general, no estaban desafiadas.

Aunque los conflictos no desaparecieron del todo, incluso a nivel de enfrentamiento armado –como la
llamada Guerra del Cenepa–, el hemisferio se caracterizó por ser una zona reconocida mundialmente como
de paz. Tanto así, que hubo ambiente para solucionar temas limítrofes largamente pendientes, que
dificultaban una mayor integración; como fue el caso concreto de Argentina y Chile.

Dicho panorama, por diversas razones, ha cambiado, transformando un escenario de relativas certezas en
otro de variadas incertidumbres. Sólo a vía de ejemplo quisiera mencionar algunos hechos que podrían
fundamentar esta hipótesis, y que estoy seguro serán profundizados durante las exposiciones y debates del
seminario.

La gran cantidad de organizaciones intergubernamentales que funcionan en la región, en muchas


oportunidades, no cubren las expectativas de los estados, que incluso entran en colisión entre sí, haciendo
más difícil discernir sobre los intereses realmente comunes de la región.

A este ambiente se suman algunos proyectos nacionales que, con toda la legitimidad que puedan tener,
desbordan sus fronteras, generando ambientes y alineamientos políticos intrarregionales, que resultan
incompatibles con una visión más amplia a nivel latinoamericano.

También, han existido diferencias en la forma en que algunos estados han materializado su inserción y
relacionamiento internacional –más allá de Latinoamérica– en un mundo globalizado, dificultando el
entendimiento al interior de la región.

Asociados a estos fenómenos, aparecen otros, como el irredentismo, el proteccionismo, y un marcado


aumento del populismo, que tampoco contribuyen a la estabilidad que se requiere para avanzar en la
cooperación e integración regionales.

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Ha contribuido al tránsito hacia un ambiente de mayor complejidad de las relaciones político–estratégicas en
la región, la pervivencia de algunas antiguas variables geopolíticas y querellas por cuestiones limítrofes. En
efecto, actualmente la Corte Internacional de Justicia de La Haya tiene pendientes de decisión cuatro casos
que incumben a países latinoamericanos.

A su vez, la crisis económica no sólo ha golpeado las expectativas de crecimiento, sino que también ha
retrotraído a algunos estados a mayores niveles de pobreza, con múltiples repercusiones políticas y sociales.

Como indicativo de lo anterior –después de crecer seis años de manera ininterrumpida– el PIB de América
Latina y el Caribe se contraerá un 1,9%, en 2009, de acuerdo con las estimaciones de la CEPAL. Esta caída
supone una reducción del PIB por habitante en alrededor del 3,1%. Se prevé, además, que como
consecuencia de la disminución de la demanda de trabajo, la tasa de desocupación regional aumente del
7,5%, observado en 2008, a alrededor del 9% en 2009.

Es sabido que la migración, doméstica e internacional, es otra consecuencia de las recesiones, por lo que se
producen desajustes entre la demanda y la oferta laboral, exacerbando los conflictos sociales e
internacionales.

Estos fenómenos acrecientan la incertidumbre acerca de la eficiencia del estado para satisfacer las
necesidades de su población. Como consecuencia inmediata ésta comienza a demandar con urgencia una
mayor intervención de aquél.

En el ámbito de la política exterior, en tiempo de crisis económica los espacios para las negociaciones se
reducen, porque las condiciones internas pasan a tener una gravitación preponderante sobre las externas.
Por el contrario, las causales para la generación de tensiones internacionales aumentan, ya sea porque
algunos estados recurren a medidas proteccionistas, o porque utilizan sus recursos naturales para promover
determinadas ventajas, como instrumento de su política exterior.

La región tampoco se ha visto marginada del impacto de las crisis energéticas y de la creciente disminución
de los recursos no renovables. Al respecto, para algunos estados la energía ha pasado a ser un asunto de
seguridad, en tanto que para otros la preservación de los recursos naturales, uno de defensa nacional.
Consecuentemente, muchos proyectos de cooperación e integración en estos ámbitos están cruzados por
consideraciones estratégicas.

En octubre de 2003, al analizar la situación de seguridad hemisférica, la Organización de Estados


Americanos advertía que junto a las amenazas tradicionales, ésta se veía afectada por nuevos riesgos,
desafíos y preocupaciones de naturaleza diversa, como el terrorismo; la delincuencia; el narcotráfico; la
pobreza; los desastres naturales; las epidemias; el tráfico ilícito de armas, y el deterioro del medio ambiente,
entre otros. Al término de la primera década del siglo XXI algunas de estas manifestaciones en la región han
llegado a tener niveles de alcance global, como ocurre con los índices de criminalidad.
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Según fuentes de la OMS, la cantidad de homicidios por armas de fuego en América Latina –entre 73,000 y
90,000 al año– triplica el promedio mundial. Para las personas de entre 15 y 44 años de edad, la violencia es
la primera causa de muerte en la región.

Los índices de criminalidad han hecho que las principales ciudades de América Latina hayan aumentado
notoriamente su peligrosidad. Todo ello ha llevado a que la inseguridad sea hoy la mayor preocupación de
los habitantes de la región, después de la situación económica.

Por otra parte, estamos en presencia de manifestaciones más sutiles y de proyección en el tiempo, como la
escasez de recursos naturales a nivel mundial y sus efectos en Latinoamérica. Otros, como los problemas
medioambientales, los desastres naturales y las pandemias, demandan el empleo de fuerzas militares con
creciente intensidad.

También es preciso considerar que estos y otros problemas se presentan en nuestra región en zonas que,
como se ha dicho, sufren el impacto de la pobreza o de economías insuficientes; o bien, en donde los
desarrollos políticos y democráticos manifiestan debilidades y limitaciones, cuando la acción del estado no
puede cubrir ni asegurar a toda su población y territorio, y donde las instituciones republicanas han perdido
apoyo y legitimidad.

Al proponer en este seminario la perspectiva estratégica para enfrentar los desafíos a la seguridad, la defensa
y la cooperación que plantea este panorama, no se trata de buscar una posición latinoamericana única, sino
que contribuir a arraigar compromisos en las formas de actuar para responder a ellos, como un imperativo de
la vocación de paz de nuestros países.

Por ello es que al diseñar nuestro programa –en forma conjunta con el IISS– pensamos en un enfoque
integrador de los aspectos que puedan dar forma a esta perspectiva estratégica, que junto con hacerse cargo
de los fenómenos que he esbozado anteriormente, ofrezca una visión político–estratégica y panorámica de la
defensa, la seguridad y la cooperación en América Latina.

Los problemas y amenazas a los cuales nos hemos referido, nos sugieren un futuro incierto. Desde una
perspectiva realista, sabemos que siempre estaremos enfrentando diferentes riesgos a la seguridad, pero el
desafío actual es comprender la naturaleza, proyección y realidad objetiva de los problemas –carente de
visiones o interpretaciones ideológicas–, para ser oportunos en las soluciones estratégicas, expresadas en una
forma fundamental de actuar. Ello supone una estrategia basada en acuerdos entre los estados
latinoamericanos.

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Fortalecer las capacidades de defensa es crucial para enfrentar efectivamente amenazas a la seguridad tanto
tradicionales, como otras nuevas.

En este sentido, quisiera hacer una última reflexión respecto de la transformación de las fuerzas armadas en
tanto instrumento al servicio del estado.

No cabe duda que como muchos otros procesos iniciados en los países desarrollados nuestras fuerzas
armadas están afectas a las nuevas realidades internacionales y domésticas.

En lo internacional lo más notable ha sido su incorporación a los compromisos por la estabilidad o


restauración de la paz en diversas misiones auspiciadas por organizaciones intergubernamentales. En lo
nacional, la modernización de las fuerzas armadas ha estado condicionada también por los procesos
políticos, económicos y sociales internos, y por el nivel de desarrollo y crecimiento del país.

Como consecuencia de lo anterior las fuerzas armadas han tenido que atender nuevas capacidades, muchas
de las cuales envuelven modernizaciones y transformaciones profundas, que tienen que ver con el diseño y
tamaño de la fuerza; incorporaciones de tecnologías y sistemas de armas complejos; equipamiento y
renovación de apoyos logísticos y de comunicaciones; empleo conjunto e interoperatividad con fuerzas
multinacionales con altos estándares de exigencia.

Muchos de estos procesos fueron postergados por algún tiempo, atendiendo a diferentes razones, como las
prioridades fijadas por el estado, la disponibilidad de los mercados internacionales y la capacidad de
financiamiento, entre otras.

Paradójicamente, la creciente transparencia con que se manejan estos asuntos –ya sea porque la información
de cuánto y cómo se invierte en defensa es cada vez más pública, o porque, especialmente, se han acordado
mecanismos al efecto– no ha estado exenta de controversias y suspicacias, agregando otro elemento al ya
complejo panorama regional.

Creemos que la mirada con la cual hay que observar estos procesos de modernización y transformación debe
ser transparente y en función del aumento de capacidades para hacer frente –principalmente, pero no
únicamente– a los nuevos desafíos que impone la seguridad regional.

Aunque resulta evidente que esta descripción general de los fenómenos que caracterizan el escenario
regional ha acentuado los rasgos más conflictivos de éste, quisiera decir que ello resulta necesario a los
efectos de entenderlo cabalmente, así como para diseñar cualquier estrategia que busque enfrentar
exitosamente sus riesgos, amenazas y debilidades.

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Es en este contexto en que queremos situar las dos consideraciones básicas que animan al Ejército en la
iniciativa de organizar este seminario: su permanente contribución a la política exterior del Estado y la
perspectiva estratégica como herramienta de análisis.

En su contribución a la política exterior de Chile, no sólo rescatamos sus manifestaciones más visibles,
expresadas en las oficinas y misiones que comparte en diferentes legaciones que nuestra cancillería mantiene
en otros estados u organizaciones intergubernamentales, sino que también su participación en diversas
instancias de cooperación, intercambios y seguridad en todos los continentes y áreas compatibles con el
interés nacional.

En el ámbito regional, se encuentra la participación del Ejército en la Conferencia de Ejércitos Americanos;


en las reuniones de Comandantes de Ejércitos del MERCOSUR y países asociados; en las conferencias
bilaterales de Estado Mayor con casi todos los países de la región; en los proyectos de colaboración
combinada para atender situaciones de catástrofes; en operaciones paz en las que integra fuerzas
multinacionales, como la MINUSTAH, o el empleo en conjunto con Argentina en Chipre; y la Fuerza
conjunta combinada “Cruz del Sur”, también con Argentina, para operaciones de paz, a disposición de la
ONU. Además, se pueden agregar las múltiples asistencias profesionales y especializadas, como las
relacionadas con control de armamento y armas químicas, desminado humanitario, cooperación científica y
política antártica. Del mismo modo, la práctica permanente de medidas de confianza mutua, así como el
amplio intercambio de alumnos, profesionales y experiencias con muchos ejércitos latinoamericanos.

La perspectiva estratégica, como ya lo dijéramos, tiene íntima relación con las situaciones conflictivas, las
que demandan una forma concreta de actuar. En el escenario regional es urgente entenderlas y atenderlas
con una visión de conjunto, no sólo para evitar un escalamiento, sino porque resultan vitales para avanzar en
otros ámbitos de cooperación e integración.

Es precisamente en esta mirada amplia que entendemos la participación multidisciplinaria de nuestros


distinguidos panelistas, que conjugan equilibradamente su experiencia práctica con el estudio de los temas
que queremos someter al debate de todos ustedes.

Finalmente, junto con reiterar mis agradecimientos a las autoridades, expositores, participantes y
auspiciadores de esta iniciativa, creo del todo necesario reafirmar el verdadero valor de enfrentar estos
desafíos con una perspectiva estratégica integral; solo así permitiremos garantizar una condición de
estabilidad y seguridad, que favorezca la cooperación e integración entre los estados de la región, y que
habilite, a su vez, avanzar al logro del bien común general, expresado en términos de paz, desarrollo y
bienestar al que aspiran nuestros pueblos.

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