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¿Por qué meditamos?: Las etapas evolutivas del meditador.

Las personas normalmente nos acercamos a la práctica meditativa porque


sufrimos. Son excepción los sujetos que se consideran felices, realizados y
encuentran muy significativa su vida, y por lo tanto deciden dedicar un buen
rato diario a sentarse a meditar. Ciertamente, ofrece cierta normalidad a la
práctica meditativa, y humaniza a los meditadores, el hecho de hacernos
conscientes de que es el sufrimiento (o la insatisfacción) el motor para meditar.

Cuando se han estudiado las metas del sujeto para meditar se ha observado
que una variable fundamental a tener en cuenta es el tiempo que lleva
meditando. Las motivaciones relativas a las personas que comienzan a meditar
no se parecen demasiado a las motivaciones que señalan las personas que
continúan meditando ni a las motivaciones de las personas catalogadas como
meditadores avanzados (sujetos con más de 10.000 horas de práctica
meditativa).

Atendiendo al sentido que le daba cada meditador a la práctica meditativa,


Deane Shapiro (1992) llevó a cabo un estudio preliminar interesante en el cual
analizaba la expectativa relativa a la práctica meditativa en los sujetos de
investigación. El autor observó que en la medida que el meditador avanzaba en
la práctica, la expectativa relativa a la misma también era susceptible de
cambio. Distinguió tres fases dinámicas y con tendencia evolutiva en el camino
del meditador y en relación directa con la expectativa: a) la fase de auto-
regulación, b) la fase de auto-exploración y c) la fase de auto-liberación y
servicio compasivo. Estudios recientes, incluida una investigación que
llevamos a cabo en Baraka Instituto de Psicología en el año 2016, señalan
conclusiones parecidas (Pepping et al., 2016; Vnuk, 2016). Analizaremos
brevemente estas tres fases.

1.- Fase de Auto-regulación.


En la actualidad existen multitud de programas de 8 semanas de
intervenciones basadas en mindfulness (IBM) o compasión. Esta suele ser la
puerta de entrada a la meditación para gran parte de la población. Si bien es un
tipo de meditación excesivamente centrada en la atención enfocada, no hay
duda que estos tipos de programas ofrecen unos resultados clínicos
interesantes tanto a nivel de intervención como de prevención, especialmente
teniendo en cuenta el análisis coste-eficacia.

Estos programas de intervención cubren las necesidades de la mayoría de los


participantes. Normalmente necesidades de los meditadores noveles suelen
estar orientadas al alivio del estrés y a la reducción de cierta sintomatología
relacionada con la salud mental, que se obtiene con la adquisición de
habilidades de atención plena que ayudan a incrementar una regulación
emocional funcional (ira, ansiedad y tristeza). Se da también un pequeño
porcentaje de casos en los que el participante llega en mitad de una crisis
existencial en los que en su vida han sucedido una serie de acontecimientos
(p. ej. rupturas sentimentales, problemas graves de salud…) y busca
reestructurar su vida y su mente, ya que los recursos que posee en la
actualidad no le son suficientes. Es curioso comprobar que, actualmente, muy
pocos sujetos jóvenes comienzan la práctica de mindfulness por razones
estrictamente espirituales/religiosas.

2.- Fase de auto-exploración o autoconocimiento.

¿Qué hago una vez finalizo un programa de 8 semanas? Esta suele ser una
pregunta recurrente en personas que comienzan en la práctica meditativa. Si
bien varían de una investigación a otra, los datos nos señalan que solamente
un tercio de los asistentes a los programas de 8 semanas continúan con la
práctica meditativa regular a los seis meses. La verdad es que el nivel de
satisfacción con los programas de IBM suele ser alto, no obstante, la
consecución de cierta adherencia para sostener la meditación en la
cotidianidad es limitada.

Estos meditadores que continúan con la práctica meditativa regular más allá de
los dos meses que dura un programa IBM refieren ciertas necesidades y
objetivos más allá de los meramente centrados en la auto-regulación. Ya no les
resulta suficiente conseguir cierta calma o reducir los niveles de reactividad,
llega un momento que comprenden que el potencial de la meditación va mucho
más allá de las habilidades mindfulness que habían entrenado en el programa
IBM.

Esto supone la mayoría de las veces que entran en una fase de


autoconocimiento y auto-exploración de la propia mente, en la que observan
con perspicacia y paciencia varios procesos físico-mentales: cómo se genera
la insatisfacción continuamente tanto en ellos como en las personas que les
rodean y cómo su mente reproduce mecánicamente ciertas temáticas de base
neurótica y disfuncional (la mayoría de las personas repetimos unos pocos
temas o problemas vitales a los que vuelve su mente una y otra vez).
En esta etapa de autoconocimiento la observación ecuánime de fenómenos
físico-mentales más profundos y complejos toma el protagonismo. El análisis y
la comprensión de cogniciones ocultas al estado de vigilia, sesgos cognitivos y
creencias nucleares, ofrecen un salto cualitativo al meditador a la hora de
comprender el funcionamiento de su mente. Este trabajo no es exclusivamente
cognitivo, de hecho, parte de las redes de memoria asociadas a creencias
nucleares ofrecen un correlato de base sensorial e interoceptiva.

Junto a ello, se comienza a entablar una comprensión del Yo más compleja y


plural, este es el caldo de cultivo ideal para desarrollar la toma de conciencia
de la multiplicidad del Yo o de las subpersonalidades que habitan nuestra
mente, detectando el desarrollo biográfico de cada parte interna y la relación
con el resto de partes.

3.- Fase de auto-liberación y servicio compasivo.

Sucede que cuando el meditador ya ha explorado de manera ecuánime y no-


reactiva lo suficiente el funcionamiento de su propia mente y toma conciencia
con cierta claridad del origen sufrimiento, en esa etapa, emerge un insight
precioso en el que se da cuenta cómo en el resto de seres humanos la mente
genera el sufrimiento de la misma manera que lo hace en la suya (aferrándose
a lo agradable, evitando lo desagradable e ignorando lo neutro). Este es el
nacimiento de la compasión genuina.

En esta etapa, si no emergen patologías espirituales (p. ej. inflación del ego), el
meditador es probable que vivencie una apertura del corazón y una visión
menos egocentrada de la vida que tomará diferentes formas a nivel conductual
(Dambrun & Ricard, 2011).

Conclusiones.

Si bien no deberíamos tomar las etapas evolutivas del meditador como


compartimentos estancos o rígidos, si parece que el desarrollo de la práctica
meditativa implica unos cambios de valores y una toma de conciencia de
fenómenos mentales adecuada a cada etapa.

La evolución cronológica de cada meditador en las distintas etapas varía según


factores bio-psico-sociales. Así, un meditador que tiene instalada la práctica en
la fase de autoconocimiento puede experimentar una crisis vital (p. ej. divorcio)
que le haga retomar la meditación como herramienta de autoregulación
emocional para gestionar mejor la tristeza y la ira que le inunda.

La comprensión de esta perspectiva posee implicaciones pedagógicas en el


proceso de enseñanza-aprendizaje de la práctica meditativa, pudiendo
adaptarse el instructor a las necesidades de cada meditador para poder
personalizar el proceso.
David Alvear.
@AlvearMfs

Referencias:

DambrunDambrun M., Ricard M. (2011). Self-centeredness and selflessness: a


theory of self-based psychological functioning and its consequences for
happiness. Rev. Gen. Psychol. 15, 138–157

Pepping, C. A., Walters, B., Davis, P. J., & O’Donovan, A. (2016). Why Do
People Practice Mindfulness? An Investigation into Reasons for Practicing
Mindfulness Meditation. Mindfulness, 7(2), 542-547.

Shapiro, D. H. (1992). A preliminary study of long-term meditators: Goals,


effects, religious orientation, cognitions. The Journal of Transpersonal
Psychology, 24(1), 23
Vnuk, V. A. (2016). Motivations for meditating (Thesis). University of Arizona.

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