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“A los medios les hace falta país”:

Jesús Martín Barbero


Esta charla con uno de los grandes expertos de Hispanoamérica en temas de
comunicación fue una de las más leídas de 2017. Habla de la televisión, la
influencia de las redes y los medios en Colombia.
Martín Barbero, quien enseñó en varias facultades de comunicación, cree que los
comunicadores se deben formar en ciencias sociales antes que en periodismo. Foto: Carlos
Julio Martínez

Jesús Martín Barbero, nacido en España en 1937, llegó a Colombia en octubre


de 1963. Desde entonces, ha estudiado los fenómenos de la comunicación en
la sociedad iberoamericana. Sus libros, como De los medios a las mediaciones
o Los ejercicios del ver, son lectura obligada en las facultades de periodismo y
comunicación social de toda la región. Nacionalizado en Colombia en 2003, la
mayoría de sus libros y de sus artículos tienen su foco principal sobre el país.

SEMANA: Hace un tiempo usted dijo que el colombiano había aprendido a


serlo gracias al melodrama televisivo de los años ochenta. ¿Qué están
haciendo los dramatizados de hoy?

JESÚS MARTÍN BARBERO: Todo cambió y el modo de hacer telenovelas se


volvió absolutamente repetitivo: la industria encontró la manera de ganar más y
gastar menos. Los que hacían las telenovelas antes eran personas que venían
del teatro, de la poesía, de la lucha política, del cine, en fin, gente que estaba
buscando construir país con sus contradicciones y sus defectos incluidos. El
público quedó encantando con sus melodramas y con su nación. En cambio, el
país de ahora no encanta a nadie y menos el de la televisión.

SEMANA: ¿Y por qué todo cambió?

J.M.B.: La televisión colombiana de los años ochenta y comienzos de los


noventa construía país. Incluso en los noticieros (como el Noticiero de las 7 o
TV Hoy) se entregó información con un mínimo de tiempo para las cosas y no
como lo que vino después: presentación de violencia en avalancha que
aletarga a la gente. Y de tanto asustarnos, acabamos diciendo ‘esto es la
telenovela’.

SEMANA: ¿Cómo construía país un noticiero?

J.M.B.: Recuerdo una masacre en algún municipio de Córdoba y cómo un


periodista hizo una toma del pueblito a la entrada, luego nos narró el origen de
la gente que se encontró en ese rincón del país y nos contó su historia.
Después tomó con mesura a una de las madres de las víctimas y nos relató su
relación con el muerto. Al final, agarró la cámara y nos miró directamente
diciendo: “¿Entendieron?”. Un noticiero de hoy solo metería la cámara encima
de la mamá que llora a su hijo. Eso es inicuo. No le dice nada a nadie.

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colombianos

SEMANA: Hoy hay demasiada nostalgia, se repite que ya nada es como


antes…

J.M.B.: Como el título del libro que estoy preparando: La modernidad: un


tiempo que pasó, (o mejor) una época que se fundió. Desde finales de los
sesenta percibimos el tiempo, el espacio y las relaciones sociales de otra
forma. Por ejemplo, Facebook ha posibilitado otro modo de existencia: ya no es
el mundo de las naciones, es el mundo de los individuos y de los grupos, que
son de muchos tipos y son montones: desde los investigadores que se
intercambian ‘problemas’ hasta los adolescentes que se cuentan los sueños.
Eso está produciendo nuevos modos de habitar la política y la cultura; unos
modos que hoy no sabemos para dónde nos llevan.

SEMANA: ¿Existe una tendencia hacia la banalización?

J.M.B.: No es un mero cambio, no es un progreso y no es solo banalización,


atravesamos una mutación. Antes hablábamos de cómo cambiaban algunas
pocas cosas, pero hoy es casi todo lo que se trastorna: lo social, lo político, lo
cultural. Hoy nos preguntamos qué es el Estado, esa figura que de alguna
manera organizaba y velaba por esa sociedad. Más allá de lo bueno y de lo
malo, de lo banal y de lo grandioso, ¿qué significa el Estado hoy? No solo por
lo que está ocurriendo con Trump. Basta mirar el melodrama en el que vive hoy
la política francesa: la candidatura que lo tiene más claro es la del FN,
con Marine Le Pen.

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SEMANA: Muchos hablan ahora de posverdad…

J.M.B.: La posverdad indica un cierto estado de ánimo del mundo por la


pauperización de la política y los vertiginosos giros que atraviesa el arte.
Posverdad en Colombia es que las Farc pasaran de creer que la revolución se
hacía por las armas y, 52 años después, descubran que pueden ayudar a
transformar este país haciendo política en serio.

SEMANA: ¿Y qué está pasando con los medios?

J.M.B.: Están fallando porque no saben cómo contarnos lo que ocurrió luego
del No en el plebiscito y lo que está pasando hoy. La situación actual es muy
compleja, tiene muchas caras y no es fácil de entender. Casi nadie, incluidos
los partidos políticos, la entienden. Y no solo acá, mucha de la prensa en el
mundo occidental está en crisis porque la información ha dejado de
diferenciarse de la publicidad, y eso va en aumento. El fenómeno Trump y su
gestualidad es el ejemplo perfecto.

SEMANA: ¿Según usted qué deben hacer los periodistas para contar bien
lo que ocurre?

J.M.B.: Estudiar e investigar. Como hace un científico, que jamás deja de


estudiar. Solo así los ciudadanos aprenderían a percibir los cambios de
costumbres en las múltiples dimensiones de la vida social. Como hacían los
viejos noticieros, que no solo mostraban dos caras: verdadero o falso, sino que
le ayudaban a la gente a percibir y valorar los otras caras y los matices. Hoy no
las hay y eso es una de las causas del fundamentalismo y del maniqueísmo
que divide hasta romper este país.

SEMANA: Usted dice que a los medios les falta país. ¿A qué se refiere?

J.M.B.: La palabra ‘país’ tiene que ver con dos cosas, una de ellas es la
memoria. Yo he vivido obsesionado con la falta de memoria en los medios. La
otra dimensión es la geografía. Algunos aprendimos la geografía con la Vuelta
a Colombia porque al paso de los ciclistas nos iban contando montones de
historias de las diversas regiones: de qué vivían, a qué se dedicaban, cómo era
el tipo de labranza. Y el problema hoy es que el país tiene otra geografía ya
que es mucho más ancho y más diverso, no son sus capitales, el verdadero es
un montón de nombres de municipios o veredas claves, tanto en términos
económicos, como en términos sociales, como los sitios donde hubo masacres.
Ahora las noticias llegan de lugares que ni siquiera sabíamos que existían. Esa
geografía es la que menos nos enseñan y nos cuentan los medios, y ese es el
complejo país que necesitamos conocer.

SEMANA: ¿Y cómo contar esa geografía y esa memoria?

J.M.B.: Hay mucha más gente de la que tenemos que acordarnos, incluso
mucho más que de los próceres. Hay mucha gente valiosa en este país que
merecería que su nombre apareciera en los medios. No solo en la televisión,
buena parte de la prensa de hoy debería estar hecha con relatos de vida. Lo
han entendido algunos diarios y unos pocos periodistas como Alfredo Molano
con sus relatos épicos…

SEMANA: ¿Y aquí qué puede hacer la educación?


J.M.B.: Antes se enseñaba a leer y a escribir para hacer la tarea. La
historiadora María Teresa Uribe escribió hace 40 años: “No tuvimos sujeto
moderno porque el sujeto de la escuela no aprendía a pensar con su cabeza, lo
que aprendía era a creer”. Y en esto quiero hacer mucho hincapié porque hoy
la escritura sigue siendo clave en el mundo. No ha muerto, aunque está
sufriendo fuertes trastornos ya que los modos de escribir se están ampliando a
partir de Facebook, y de los jóvenes, que hoy escriben como hablan.

SEMANA: No se ven soluciones inmediatas…

J.M.B.: La clave es formar a la gente para que sepa contar su historia. Yo he


jugado mucho con el verbo contar en castellano. Pues contar es contar
cuentos, narrar, que es la primera dimensión de la cultura en el ser humano.
Pero contar en castellano también es ser tenido en cuenta, si hay un reproche
a un amigo es “oye, no contaste conmigo”. Y tercero, la economía, pues se
trata de “saber contar para ser tenido en cuenta a la hora de hacer las cuentas
(el presupuesto)”.

SEMANA: ¿Para este propósito puede servir internet?

J.M.B.: Las inmensas mayorías están pudiendo hablar por primera vez.
Montones de gente no tenían derecho a la palabra y hoy la tienen. Se está
creando una sociedad de la información social, pues todo requiere un
intercambio: el médico, la escuela, el trabajo. Las redes hoy no son
solo Facebook o Twitter, sino toda la información que vamos dejando a lo largo
de la vida en todas las instituciones por las que necesitamos pasar. Y eso es lo
que hace de internet un enigma que los adolescentes manejan mejor que la
mayoría de los adultos.

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