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Colombia y la división en las relaciones externas

Emilio Garcia Gutiérrez

Bogotá DC, enero 7 de 2018

Colombia había logrado construir una política bipartidista hacia


Estados Unidos que encontraba su equivalente en una política
bipartidista de los demócratas y republicamos frente a Colombia.
Ahora, aunque logramos obtener el plan Paz Colombia
impulsado por Barack Obama, el consenso de la élite colombiana
frente a esta potencia se averió, y viceversa.

La muestra más evidente de ello fue la telenovela del encuentro casual


de los expresidentes Andrés Pastrana y Uribe con Donald Trump en su
resort Mar-a-Lago en abril de este año en el que quedaron en evidencia

La política de Trump frente al país volvió a narcotizarse


(impulsada por el aumento en las hectáreas de coca) y cada vez
hay un mayor interés del gobierno de Estados Unidos en que
Colombia sirva de aliado contra el régimen de Nicolás Maduro
en Venezuela, otro tema sobre el que tampoco hay consenso en
la élite colombiana.

Esta fractura del poder se reflejó también en la política y en el


Congreso.

En la política, lo más notorio fue el paso del expresidente Germán


Vargas Lleras al No. Así entró a competir con Uribe por los votos
del país que votó en contra del Acuerdo de paz en 2016 y por el
apoyo de la élite que teme al castrochavismo, erigiéndose como
el antídoto a sus miedos.

Su salida de la coalición del gobierno Santos, que representa al


sector de la élite que desprecia el castrochavismo, agudizó la
división del Congreso.

Éste, en menos de un año, pasó de ser el ‘Congreso de la Paz’


como lo denominó Santos cuando inauguró el cuarto año de la
legislatura, al Congreso del No, que no presentó o hundió
proyectos clave del Acuerdo de Paz como el de las
circunscripciones de paz. ¿Con qué argumento? Con que las
circunscripciones en realidad eran una estrategia de la Farc para
avanzar soterradamente en su proyecto marxista.

Esta falta de consenso en la élite nacional y entre esta y las regionales


no solo llevó a que el Congreso no pudiera sacar adelante ni una
fracción de los proyectos legislativos programados para ser aprobados
vía fast-track sino, en parte (la otra parte es pura incapacidad de este
gobierno), también a que el Ejecutivo no pudiera hacer cumplir ni una
fracción del Acuerdo de Paz en cosas que eran previsibles.

No pudo garantizar la seguridad en las regiones que dejó las Farc, ni


sacar adelante la reforma rural, ni siquiera terminar de construir las
zonas veredales.

Este desequilibrio, que fue la mayor transformación del poder en 2017,


seguramente se mantendrá hasta las próximas elecciones. Dependiendo
de quién gane, y cómo gane, se impondrá un nuevo balance, o no

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