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Ahora bien, como el lenguaje sirve tanto para decir lo que es como
lo que no es, los discursos pueden ser verdaderos o falsos. Esta
propiedad del discurso la extiende Sócrates a los nombres, que
entiende como la parte más pequeña del discurso: los nombres
pueden ser también verdaderos o falsos 3. A esto último opone
Hermógenes que dado que distintos pueblos aplican diferentes
nombres a las mismas cosas, todos los nombres han de ser
verdaderos y no puede decirse de ningún nombre que sea falso. La
verdad del nombre es relativa al que lo utiliza y no es más verdadero
un término que otro.
Hermógenes: ¡Claro!
b) no todos los hombres son aptos para dar a las cosas los
nombres convenientes.
Más de la mitad del diálogo corresponde a las falacias con las que
dos sofistas acorralan y aturden al joven Clínias, quien lejos de
aprender algo, está cada vez más confuso. La erística no proporciona
saber alguno; peor todavía, desanima a encontrar por medio del
diálogo algún conocimiento, pues no se preocupa sino de refutar los
argumentos a través de las palabras con las que son expresados,
aprovechando las ambigüedades presentes en el lenguaje. El
contrapunto lo ponen las intervenciones de Sócrates para
desenmascarar las argucias empleadas por los sofistas, cuyo método
considera un simple pasatiempo:
Para triunfar sobre los poetas, los sofistas han eliminado toda
referencia a un orden estable de valores morales. La palabra,
puramente racional y desprovista de toda sacralidad, se convierte en
un puro instrumento de dominación política. La nueva educación de
los sofistas otorga a aquellos que puedan pagarla los instrumentos
retóricos y dialécticos necesarios para hacer prevalecer su opinión en
la permanente pugna lingüística de la polis. Es lo verosímil, aquello
que tiene la apariencia de la verdad sin serlo, y no ninguna verdad
inmutable y eterna, lo que surge a través de la lucha de los
argumentos contrarios: la justicia de una decisión, de una acción o de
una sentencia no depende de ninguna referencia objetiva sino de la
capacidad de persuasión y convencimiento del orador.
Aún cuando se indique aquí que tal purificación debe ser realizada
por un sacerdote o sofista, sabemos por otros lugares que no es de
ellos de los que podemos esperar que se produzca el efecto
deseado. Es necesario purificar el alma de las falsas imágenes para
poder iniciar el camino de la búsqueda de la verdad. Es Sócrates el
que ejerce esta función por las calles de Atenas, purificando a sus
interlocutores de las opiniones que han adquirido escuchando a los
poetas y a los sofistas, haciéndoles reconocer su ignorancia y
poniéndoles así en condición de buscar la verdad. Esta es la función
del filósofo en contraposición al poeta y al sofista: no enseñar
ninguna verdad sino poner al hombre en disposición de buscar la
verdad. Como se nos dice en el Menón, no buscará la verdad el que
cree que ya la posee ni el que niega que exista tal verdad, sino aquel
que, sabedor de su ignorancia, confía empero en la existencia de la
verdad. El camino que conduce de la oscuridad a la luz, de la opinión
a la ciencia, tal como queda ejemplificado en el mito de la caverna de
La República, pone de manifiesto que el camino del conocimiento
sólo puede emprenderse después de que el alma se haya purificado
de las falsas creencias.
Crátilo: Lo es.
Crátilo: Sí.
-De acuerdo.
-Así también, se me ocurre, podemos decir que el poeta
colorea cada una de las artes con palabras y frases, aunque
él mismo sólo está versado en el imitar, de modo que a los
que juzgan solo en base a palabras les parezca que se
expresa muy bien, cuando, con el debido metro, ritmo y
armonía, habla acerca del arte de la zapatería o acerca del
arte del militar o respecto de cualquier otro; tan poderoso es el
hechizo que producen estas cosas. [República, X, 600e-
601b]10.
Crátilo: Sí.
Crátilo: Sí.
Sin embargo, desde el punto de vista del uso cotidiano del lenguaje,
basta con un lenguaje puramente convencional, con el único requisito
de que los hombres se pongan de acuerdo en el significado de las
palabras. La comunicación entre los hombres es posible aunque el
lenguaje haya sido establecido por la convención y la costumbre.
Sin embargo, para que esto fuera posible, sería necesario que al
menos los nombres primarios, de los que se derivan todos los demás,
sean indudablemente verdaderos y esto solo sería así si el que
impuso el nombre por primera vez conocía correctamente la cosa (y
conocer correctamente una cosa es conocer su esencia). Pero si se
equivocó en su juicio o tuvo un conocimiento imperfecto, nosotros
conoceríamos también imperfectamente la cosa a partir de su
nombre. Y, al igual que ocurre en geometría, si el primer principio
resulta erróneo, el sistema en su conjunto podría ser coherentemente
deducido, pero sería totalmente erróneo. Por consiguiente, los
nombres primarios no pueden tener su origen en ningún legislador
humano, cuyo conocimiento dista de ser perfecto, sino
necesariamente en un legislador divino:
Conclusión
Notas:
1
Hagamos notar aquí que Demócrito sostenía una posición
intermedia entre estas dos posiciones extremas: consideraba
como natural al lenguaje en su conjunto, pero consideraba como
convencionales los nombres particulares de las cosas. El
establecimiento del sistema de significaciones convencional era,
como la religión, obra de algunas destacadas personalidades de
los tiempos arcaicos (frag. 142), el legislador que vemos aparecer
en el curso de este diálogo [Vid. Wilhelm Nestle: Historia del
espíritu griego; Ed. Ariel, 1981, págs. 103-104]. Platón, que era
contemporáneo de Demócrito, no le menciona ni una sola vez; sin
embargo, no podía dejar de conocer (y discrepar de) sus ideas,
tan distintas de las suyas propias.
2
En la Apología, Sócrates renuncia a hacer este uso sofístico del
lenguaje:
"He sido condenado por falta no ciertamente de palabras, sino de
osadía y desvergüenza, y por no querer deciros lo que os habría
sido más agradable oír: lamentarme, llorar o hacer y decir otras
muchas cosas indignas de mí, como digo, y que vosotros tenéis
costumbre de oír a otros" [Apología, 38d-38e; Platón: Diálogos,
tomo I; Ed. Gredos].
3
En el Hipías Menor aparece esta tesis: el lenguaje cotidiano sirve
tanto para decir la verdad (lo que es) como la mentira (lo que no
es) y no podemos verificarlo dentro de los límites del propio
lenguaje, pues tan bien formado está un enunciado verdadero
como uno falso; por consiguiente, debemos referirnos a algo
exterior al mismo. El lenguaje no es en sí ni bueno ni malo, es su
uso el que puede ser calificado de esta manera. En el Sofista
[260b y ss.] se combate también la tesis de que todos los
discursos son verdaderos, afirmando la existencia de discursos
falsos. Tanto los discursos verdaderos como los falsos son
sintácticamente correctos y se refieren a algo, pero mientras el
discurso verdadero afirma “lo que es” el falso afirma “lo que no
es”. El discurso falso es puesto aquí en relación con la noción de
imagen: “Y cuando existe lo falso, existe el engaño... Y cuando
existe el engaño, todo se llena necesariamente de imágenes, de
figuras y de apariencias” [260c].
4
En el Eutidemo, esta tesis es presentada de forma diferente:
"todos los hombres lo saben todo si saben una sola cosa" [294a]
5
Sócrates emplea aquí como premisa su ecuación entre saber y
virtud: el sabio debe ser necesariamente virtuoso.
6
Platón: Diálogos, Ed. Gredos
7
Aquí, como en el resto de los diálogos socráticos, queda
simplemente apuntada la necesidad de establecer una referencia
al eidos común que se oculta tras las múltiples manifestaciones
del lenguaje cotidiano y los fenómenos sensibles. La teoría de las
ideas no está todavía elaborada pero aparece su necesidad.
Siendo múltiple la manifestación sensible del ser, también lo son
los modos que tenemos de referirnos mediante el lenguaje a las
cosas. Pero tanto las palabras como las cosas son manifestación
de una esencia única que hay que alcanzar tanto para
comprender la armonía del Cosmos como para establecer el
significado del lenguaje.
8
Ésta es una de las comparaciones favoritas de Platón que
aparece en varios lugares.
9
En el Fedro, Platón reserva el nombre de sophós (sabio) a la
divinidad, ya que sólo a ella le es dada la contemplación de las
esencias, mientras que el dialéctico, que trata de alcanzar la
contemplación de las esencias a partir de su condición humana le
corresponde el nombre de filosofo (amigo de la sabiduría):
"El nombre de sabios, mi querido Fedro, me parece que sólo
conviene a Dios; mejor les vendría el de amigos de la sabiduría, y
estaría más en armonía con la debilidad humana" [Fedro, 278d].
10
Platón Diálogos; tomo IV; Ed. Gredos, 1986, traducción de
Conrado Eggers Lan.
11
En varios pasajes del Fedro se señala cómo el conocimiento del
ser humano está necesariamente limitado para conocer la
verdadera realidad y sólo puede atisbarla con algún esfuerzo y
siempre incompletamente. El verdadero conocimiento no es
humano sino divino. Los dioses pueden contemplar la realidad y
sólo lo que de divino hay en el hombre, el alma, puede
contemplarla cuando se separa del cuerpo y está suficientemente
purificada de su contacto con él. Sólo puede hablarse con
propiedad de lo que se conoce, de aquello que sólo se conoce
como sombra o imagen de su realidad no puede hablarse sino
recurriendo, a su vez, a imágenes y comparaciones que den una
idea aproximada Así, en Fedro, 246c: "El nombre de inmortal no
puede razonarse con palabra alguna; pero no habiéndolo visto ni
intuido satisfactoriamente, nos figuramos a la divinidad como un
viviente mortal, que tiene alma, que tiene cuerpo, unidos ambos,
de forma natural, por toda la eternidad". Aquí se señala la
imposibilidad de que el lenguaje humano pueda referirse
apropiadamente a aquello cuya naturaleza está más allá de la
experiencia humana. En este caso, el término 'inmortal' es una
imagen todavía más alejada de la realidad que la de los nombres
de las cosas sensibles, las cuales, al fin y al cabo, participan de
los eidos que imitan; pero nada en el mundo sensible participa de
la inmortalidad.
12
Ya en 425d había sido rechazado el recurso a un legislador
divino como una evasiva. Pero Crátilo, acorralado por la
argumentación de Sócrates, no encuentra otra salida, dada la
imposibilidad manifiesta de que algún legislador humano hubiera
impuesto los nombres primarios con exactitud.
13
La continua referencia a la doctrina de Heráclito que aparece en
el texto y el hecho de que Crátilo comparta la misma
simultáneamente con la tesis naturalista del lenguaje contradice la
noticia que nos da Aristóteles [Metafísica, 1010a7 y ss.], según la
cual Crátilo, llevando la doctrina de Heráclito a sus últimas
consecuencias, afirmaba que no se puede hablar, sino solamente
señalar con el dedo. Sobre la cuestión, que he obviado aquí,
sobre si el Crátilo del diálogo platónico es el mismo al que se
refiere Aristóteles, puede consultarse la introducción de Emilio
Lledó a su traducción a este diálogo. En cualquier caso, considero
que no hay relación alguna entre la doctrina de Heráclito y la tesis
naturalista, así como que el diálogo no se plantea la crítica de la
doctrina de Heráclito. Debe tenerse en cuenta, además, que los
dos interlocutores de Sócrates no son pensadores relevantes
sino, como muchos otros personajes de los diálogos platónicos,
simples discípulos que repiten como papagayos lo que oían a sus
maestros pero que eran incapaces de defender adecuadamente
las tesis que mantenían, por lo que caen fácilmente en
contradicciones.
14
El argumento sirve tanto si el legislador es humano como si se
trata de una divinidad que ha inspirado a los legisladores de
nombres. La discordia entre los nombres revela que estos han
sido otorgados sin atender a la verdadera estructura del cosmos,
que es armónica, y por lo tanto que no podemos conocer la
estructura del mundo a partir de la estructura del lenguaje.
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Hermenéutica
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Hermenéutica
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Hermenéutica
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Introducción
La Neohermenéutica.
2. 1. 1. J. Habermas.
2. 2. Metodología Hermenéutica.
Simbología Hermenéutica
La ambigüedad del camino heideggeriano nos aparece hoy mucho más corta
que hace algunos años, cuando Heidegger era oficiado como profeta. La
ambigüedad fundamental se refiere al tema del Ser. El Heidegger posterior
presenta al hombre "descentrado": atenido al ser fatalmente. El lenguaje del ser
es monológico, habla desde sí.
Gadamer
Para Gadamer, el problema no está en salir del círculo, sino en estar dentro de
un modo adecuado, adquiriendo conciencia de nuestros prejuicios y
poniéndolos "a prueba" en relación con los textos.
Dentro del proyecto de una crítica hermenéutica del valor literario, la noción de
estilo -que surgió asociada a la idea de la caracterización individual y genérica
de la expresividad estética- designará el ethos o carácter compositivo que
atraviesa las estructuras de una obra o de un conjunto más o menos
homogéneo de obras. Tomando consciencia de las numerosas posibilidades y
dificultades que plantea una crítica del valor, la hermenéutica literaria intenta
retomar el sentido originario de la "crítica" como compromiso práctico con el
significado antropológico y cultural de la interpretación, restituyendo de ese
modo la riqueza de intereses propia del conocimiento estético.
7.1.1. Betti.
7.1.2. Pareyson.
7.1.3. Ricoeur.
El permanente interés de Ricoeur por el ser del sujeto (y por sus obras) no
excluye, sino que implica, el permanente interés por el ser en cuyo interior (el
mundo), o en cuya dependencia (lo Sacro), el sujeto se encuentra existiendo
concretamente.
Conclusión
De hermeneuein, interpretar.
Ortiz - Osés propone esta doble tarea como interpretación (comprensión del
texto hermenéutico) y reinterpretación (devolución al lenguaje de las
implicaciones conseguidas en nuestro diálogo con el texto en cuestión.).
E. D. Hirsch.