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COTOPAXI
PARALELO “B”
14/12/2016
LATACUNGA – ECUADOR
“El fin de la historia y el último hombre”.
DEMOCRACIA Y LIBERALISMO
Antes de señalar las ideas y postulados de Fukuyama es necesario revisar qué se entiende
por Democracia y por Liberalismo.
En el primer caso, existe una democracia directa, porque no hay intermediarios entre la
voluntad popular y los actos del gobierno. Cuando es necesario, el pueblo se reúne y actúa
por sí mismo.
En las democracias representativas, que es el segundo caso, el pueblo elige a sus delegados,
para que gobierne en su nombre y representación. La democracia representativa es la que
prevalece en la actualidad.
Por otra parte, el liberalismo clásico, pude entenderse como la aplicación de tres conceptos
básicos:
Tercero: una doctrina del gobierno limitado y restringido a asegurar las funciones básicas
de la organización de la sociedad, particularmente, la libertad, la seguridad y la justicia.
El artículo escrito por Francis Fukuyama y complementado por el libro, afirmaba que la
caída del comunismo y el triunfo de las democracias liberales marcaban el comienzo de la
etapa final en la que no había más lugar para largas batallas ideológicas. En este sentido, la
historia habría terminado. El “Fin de la historia”, afirma Fukuyama, significaría el fin de las
guerras y de las revoluciones sangrientas, los hombres podrían satisfacer sus necesidades a
través de la actividad económica sin tener que arriesgar sus vidas en ese tipo de batallas.
Fukuyama hace notar que los países que pudieron obtener un alto nivel de desarrollo
industrial como EE.UU., Japón, Europa Occidental, son los que lograron generar
democracias estables; esto sugeriría, a decir del autor, que existe una correlación entre el
desarrollo económico de un país y la capacidad de sostener esos sistemas representativos.
El libro no es una repetición del artículo original, ni trató de continuar la discusión con los
críticos y comentaristas del ensayo. Tampoco es un estudio sobre el final de la guerra fría ni
de ningún otro aspecto importante de la política contemporánea. Sí el libro está influido por
los acontecimientos de la época y por ello, a decir del mismo autor, el tema vuelve a una
cuestión muy vieja: “Si al final del siglo XX tiene sentido que hablemos de nuevo de una
historia direccional, orientada y coherente, que posiblemente conducirá a la mayor parte de
la humanidad hacia la democracia liberal. La respuesta a la que llegó es, obviamente,
positiva y esto por dos razones: Una se relaciona con la economía y la otra con la que se
llamó la lucha por el reconocimiento.”
Fukuyama no sugiere que llegó a su fin la historia como una sucesión de acontecimientos,
sino la “Historia”, entendida ésta como un proceso único, evolutivo y coherente. Esta
manera de entender la historia está estrechamente relacionada con el filósofo alemán
G.Hegel, para quien había un desarrollo coherente de las sociedades humanas desde las
simples sociedades tribales basadas en la esclavitud y la agricultura de subsistencia, a través
de varias teocracias, monarquías y aristocracias feudales, hasta la moderna democracia
liberal y el capitalismo motivado tecnológicamente. Este proceso evolutivo no era casual ni
ininteligible, aun cuando no siguiera una línea recta, e incluso cabe discutir si el hombre era
más feliz o vivía mejor como resultado del progreso histórico.
Hegel creía que la evolución de las sociedades humanas no era infinita, sino que acabaría
cuando la humanidad hubiese alcanzado una forma de sociedad que satisficiera sus anhelos
más profundos y fundamentales. Postulaba un “Fin de la historia” con un Estado liberal.
Lo anterior no significaba que el ciclo natural de nacimiento, vida y muerte llegara a su fin,
ni que ya no hubieran de ocurrir acontecimientos importantes o que dejara de publicarse los
periódicos que informaban sobre ello. Significaba, en definitiva, que no habría nuevos
progresos en el desarrollo de los principios e instituciones subyacentes, porque todos los
problemas realmente cruciales habrían sido resueltos.
En las primeras dos partes, intenta esbozar una historia universal. Después de establecer en
la primera, las razones para plantear de nuevo la posibilidad de una historia universal,
propone en la segunda una respuesta inicial al tratar de emplear la ciencia natural moderna
como regulador para explicar el carácter orientador y coherente de la historia. La ciencia
natural moderna es un punto de partida adecuado porque constituye la única actividad
social importante que, por consenso común, es a la vez acumulativa y orientadora, incluso
si su impacto final en la felicidad humana resulta ambiguo.
En la tercera parte, el libro presenta una segunda interpretación del proceso histórico,
paralela a la primera, al tratar de recobrar al hombre entero y no sólo su aspecto económico.
Para hacer esto, vuelve a Hegel y a la interpretación no materialista de la historia, basada en
la lucha por el reconocimiento.
La cuarta parte del libro ahonda y proyecta hacia el futuro algunas de las distintas maneras
con que el deseo del reconocimiento se manifestará.
Finalmente la quinta parte, trata del “Fin de la historia” y de la criatura que surge del último
hombre, es decir, la democracia liberal y su éxito frente a sus enemigos externos. Pero
reconoce la existencia de contradicciones que la pueden minar como sistema político,
problemas que van desde las drogas, los sin hogar, la delincuencia hasta los daños al medio
ambiente y la frivolidad del consumismo.
También en su obra, el autor que comentamos hace una crítica al realismo político o
política de poder de Estados Unidos, principalmente porque atribuye a dicha teoría la
convicción de sostener que la inseguridad es un rasgo universal y permanente del orden
internacional debido al carácter perpetuo del mismo, sugiriendo que dicho esquema estaría
superado por la preeminencia de un sistema multipolar generado al término de la Guerra
Fría.
UNA VISIÓN CRÍTICA.
Para el autor del libro, al no existir regímenes políticos superiores y al haber fracasado los
modelos que se pretendían alternativos, la democracia capitalista aparece como el régimen
político absoluto e ideal. Éste habría resuelto todas las inquietudes ideológicas planteadas y
el país representativo de aquel, es decir, EE.UU habría satisfecho los máximos ideales de
igualdad y libertad. La caída del socialismo es una demostración de ello.
La descripción que hace Fukuyama del tiempo que viene pareciera ser una sociedad
unipolar, sin conflictos y poco atractiva, es decir muy triste donde la voluntad por arriesgar
la vida por un fin puramente abstracto, la lucha ideológica mundial que pone de manifiesto
elementos como la bravura, el coraje, la imaginación y el idealismo, serían reemplazados
por cálculos económicos, las preocupaciones acerca del medio ambiente y la satisfacción de
demandas refinadas de los consumidores. Andrés Huguet Polo, en su ensayo “La tesis de
Fukuyama sobre el fin de la historia”, afirma que quizás la misma perspectiva de
inmovilismo, de siglos de aburrimientos en el fin de la historia servirá para hacer que la
historia comience de nuevo.
Aunque el liberalismo político continúe expandiéndose, todavía habrá que esperar muchos
años para comprobar si estamos llegando al Fin de la historia y del último hombre como lo
anunciara el autor del libro, el historiador Francis Fukuyama.