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P oem as de
H ad e w ijc h
DE A m BERES
ED ITO R IA L TR O T TA
E d ic ió n
Y T R A D U C C IÓ N
d e M a r ía T a b ú yo
Es conocida la estrecha relación existente entre el
movimiento comunal, el desarrollo de las ciuda
des y la renovación de la espiritualidad que tiene
lugar a finales de la Baja Edad Media. Mucho
menos conocido, sin embargo, es el importante
papel que en este proceso jugaron algunas muje
res. Los poemas que aquí se traducen por primera
vez al castellano, se escribieron hace ya siete siglos
y, sin embargo, su autora y el movimiento de
beguinas en que se encuadra son nombres que
nada dicen. Las beguinas, mujeres de diversas cla
ses sociales, al mismo tiempo contemplativas y
activas, que poseían una elevada cultura religiosa
y literaria integrada en su vida y en su experien
cia espiritual y que, fuera de los claustros, sin
reglas ni votos, mostraban gran familiaridad con
la Biblia, con la liturgia y con los clásicos, se ins
piran para sus composiciones en la poesía del
amor cortés, de la que toman sus expresiones, con
un vocabulario en parte nuevo.
Estos Poemas —45 Poemas estróficos y 16 de
rimas masculinas y femeninas alternas— se ase
mejan a un único y extenso poema con variacio
nes sin fin, a la manera de la poesía de la fin'amor
trovadoresca, en los que canta a su Dama, trans
firiendo con entera libertad el servicio del amor
cortés a la Divinidad.
MI NI MA TROTTA
La edición de esta obra ha contado con la ayuda
del Instituto de la Mujer
M I N I M A TROTTA
diseño de colección
Joaquín Gallego
ISBN: 84-8164-357-2
depósito legal: VA-1068/99
impresión
Simancas Ediciones. S.A.
CONTENIDO
INTRODUCCIÓN....................................................................... 9
N o t a ...................................................................................................... 49
Siglas y abreviaturas utilizadas......................................................... 49
N o t a s ..................................................................................................... 50
I ....................................................................................................... 59
II ....................................................................................................... 63
III ....................................................................................................... 66
IV ....................................................................................................... 68
V ....................................................................................................... 71
VI ....................................................................................................... 74
VII ....................................................................................................... 76
VIII ....................................................................................................... 79
IX ....................................................................................................... 83
7
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OTROS POEMAS
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IN T R O D U C C IÓ N
9
donde la mujer ve por fin reconocido su lugar, donde la vio
lencia se verá desbancada por unas costumbres refinadas,
pensadas y cultivadas para todos los ám bitos, no solo la cor
te. Luego serán los valdenses, movimiento surgido en torno
al comerciante Pedro Valdo que, tras la lectura de la Biblia
en provenzal, se convierte al serm ón de la M ontaña y d is
tribuye su riqueza entre los pobres; hom bres y mujeres pre
dican el evangelio en la lengua del pueblo y llaman al se
guim iento de Jesú s. Jun to a ellos, un sinfín de voces y
movimientos'.
De ese mundo, de ese tiempo, tan solo quedan las huellas,
más o menos escondidas, que es necesario aprender a leer,
aquí y allá, a través de la ocultación.
N o se trata solamente de un texto, de un nombre — aflo
ran ya tantos que no es posible nom brarlos— , pues textos
y nombres se inscriben en un universo mayor, en una historia
que pudo ser de creación y libertad y en cuya desaparición
se forja lo que serán la Europa y el estado modernos, y una
visión del mundo cada vez más cerrada y excluyente. Esta
afirmación, que puede parecer excesiva aunque sean muchos
quienes la comparten2, es expresada así por alguien tan poco
sospechoso de frivolidad como Eugenio Trías: «La terrible
maquinaria de la Inquisición, puesta a prueba en la persecu
ción de la herejía cátara, sirve a los poderes de la Iglesia de
los siglos xiii y xiv para atajar esos brotes de “ espiritualidad” ,
a la vez que contribuye a la creación de una organización
moderna de concentración de poder en la que la Iglesia
rom ana es pionera»3. Gilbert Durand insistirá en el argu
mento, relacionando lo que denomina «catástrofe m etafísi
ca» ocurrida en el siglo xiii, «desgarro fundamental de la
conciencia», que supuso la eliminación de esa espiritualidad
de la inmediatez, de la mística de la unión con la divinidad
sin intermediarios — y que hace por tanto innecesario el m o
nopolio mediador del clero— propia de Hadewijch y otras
beguinas, con «el cesarism o papal, el genocidio de los
albigenses, la constitución de la “Santa” Inquisición, y la li
quidación de los tem plarios»4. Por ello no es descabellado
10
so sp e c h ar que al m en os algu n os de los p roblem as que hoy
te n e m o s p lan tead os gu ard en relació n con la ocultación de
e so s tex to s, con la vo lu n tad de p o d er que siem pre trató — y
tra ta — de acallar las v o ces diferentes.
11
Palabras significativas en las que se reconoce la autoridad
de Hadewijch, aunque podam os advertir en ellas una cierta
alarma ante su enseñanza; por su parte Ruisbroeck (1293-
1381) citará libremente sus textos sin mencionar nunca su
nombre o atribuyéndolos a las beguinas. Así pues, todavía en
el siglo XIV circulaban sus escritos, aunque pronto cayera en el
ol vido. Y Hadewijch seguiría siendo una mujer desconocida a
no ser porque, en 1838, dos investigadores de la poesía m e
dieval, Mone y Snellaerte, prestaron atención a dos manuscri
tos del siglo XIV que se encontraban en la Biblioteca real de
Bruselas, en los que no pudieron descubrir el nombre del au
tor. Unos años m ás tarde, en 1857, se pudo leer, medio ocul
to en los márgenes, B. Hadewigis de Antwerpia, lo que fue
confirmado en 1867 por el hallazgo de un tercer manuscrito6.
12
im p o rtan te rad ica en la exp erien cia, desde la que se m ueve y
e sc rib e , re c re a n d o el le n g u a je y d e ja n d o ad iv in ar o tras
in fluen cias o, m ejor, sien d o reflejo cread or de ese m undo rico
y ex u b eran te que es la E u ro p a de la B aja E d ad M edia.
P red eceso ra de E ck h art y de la m ística renana, em pieza
a h o ra a v alo rarse el alcan ce de su in fluen cia y su novedad con
re sp ecto a las fo rm as estab lecidas en su tiem po. En efecto, y
au n q u e habrá que estu d iar este p u n to con m ayor detenimien-
to* — p ues la m ística no to lera defin icion es red u ctoras— , la
m ística de H adew ijch ro m p e el m arco habitualm ente trazado,
d e sd e fu e ra , q u e q u ie re d e lim ita r lo q u e p u e d a ser tal
exp erien cia. A gran des rasg o s se puede decir que en su obra se
encuentran y d ialogan las d o s gran des ten d en cias de la m ísti
ca: la lla m ad a «m ística n u p cial», «tan an tigu a com o el am or
d iv in o », en p alab ras de D o m Porion, p resente en casi tod o s
lo s c o m en tario s al C an tar de los Cantares y en especial en los
escritos de B ern ard o de C laraval, que aplicará el d iálogo am o
ro so del te x to bíblico a las relacion es del alm a con D ios, in sis
tien d o en la descrip ción de lo s «m ed ios» de la unión. San B er
n ard o p recisa esta un ión , a la m an era de d iálo go eterno, en
un frente a frente en a m o ra d o en el que, sin em b argo, se m an
tiene la sep aració n : «D io s y el h om bre están sep arad o s uno
del otro. C a d a cual con serv a su p ro p ia voluntad y su p rop ia
su bstan cia. T a l unión es p a ra ellos una com u n ió n de volu n ta
des y un acu erd o de a m o r» 9.
Y la «m ística de la esencia», em peñ ad a en la superación de
to d o in term ed iario h asta llegar a sum ergirse en el abism o de
la divinidad, d on d e el tú y el yo carecen de sentido, pues el ser
está com p letam en te h ab itad o y b añ ad o por esa divinidad que
le constituye, llegan d o al p u n to de ser «lo q ue D io s e s » 10. Se
p ro d u ce aq u í un salto au d az, m ás griego que latino y que m ás
tard e el m aestro E ckh art sistem atizará, en el que se distingue
entre D io s y D eid ad , es decir, el D ios cread o r, p or una parte,
y la esencia divina, el fo n d o últim o de la divinidad, p o r otra.
Este salto , esta ren un cia escan d alo sa que trata de ir sie m
pre m ás allá, en un sob rep asam ien to que nunca se detiene y
llega h asta el ab an d o n o de las P erso n as divinas, ex ige un
13
desnudamiento total, condición de ese abismamiento. En
Hadewijch, este movimiento místico de unión incluye amor y
conocimiento — hablará de «razón iluminada por el amor»—
y culmina en el abandono, en el deshacimiento, en la renuncia
a lo que se es, a los medios y modos y personas, y constituye la
trama de su enseñanza. Para ella, lo verdaderamente impor
tante es llegar a ser lo que en realidad somos desde siempre en
Dios, en un movimiento de retorno hacia el origen mediante
el despojamiento radical, más allá de ideas y palabras, hasta el
silencio inicial".
Pero esta mística contemplativa no supone apartamiento
del mundo, y provoca una independencia y una libertad difí
cilmente aceptables. Frente a la oposición entre vida activa y
vida contemplativa, presentada ya por san Agustín en su exal
tación de la figura de María en detrimento de Marta y que tan
importantes consecuencias tendrá en la historia de la espiri
tualidad occidental, para Hadewijch, la orientación exclusiva
hacia Dios implica una extraordinaria disponibilidad y liber
tad con respecto al mundo y a los otros, pues es experiencia de
apertura ilimitada y no de cerrazón. Si es en Dios mismo don
de la creación se mueve, si tiene su origen en él y nada es fuera
de él, no resulta posible aislarla o considerarla en sí misma o
por sí misma12, se elimina la distinción entre sujeto y objeto,
desapareciendo la dualidad en beneficio de la unidad sin que
ello signifique exactamente fusión o desaparición13. Por otra
parte, su llamada constante a «vivir la vida de Jesús en su
humanidad», no deja lugar a dudas sobre el itinerario que traza.
Teología audaz ésta que trata de volver a los orígenes, a
la divinidad en que participamos, antes de Adán y la creación
del mundo, que distingue entre la Divinidad o Deidad — la
esencia divina, el fondo o matriz de Dios— y el Dios creador,
y que es ofrecida a hombres y mujeres del pueblo en su len
gua, fuera de los claustros. Teología de la divinización que
hunde sus raíces en la experiencia, pero también en una au
téntica tradición cristiana que terminará por olvidarse14.
Esta orientación anima toda la obra de Hadewijch, y
adquiere un desarrollo insospechado. El abismamiento en la
14
d iv in id a d a p e n a s p u e d e e x p r e sa r se , p u e s la u n id a d e sc ap a al
le n g u a je c o n c e p tu a l, d e ah í la n e c e sid a d d e re c u rrir a im á g e
n e s y sím b o lo s, q u e p o r su p r o p ia n a tu ra le z a n u n ca ag o tarán
a q u e llo a lo q ue a p u n ta n . Y a q u í v o lv e m o s a e n c o n trarn o s
c o n la « n o v e d a d » d e H a d e w ijc h : su m o d o d e e x p re sió n la
sitú a en la lla m a d a « m ístic a d e la M in n e », q u e c o n ju g a y une el
c a r á c te r e sp e c u la tiv o c o n el e x p e rim e n ta l. M inne, fem en in o
en n e e rla n d é s a n tig u o , su e le tra d u c ir se p o r A m or 15 y recibe
e n H a d e w ijc h m u y d istin ta s sig n ific a c io n e s, en un fascin an te
le n g u a je p r e ñ a d o de s ím b o lo s en r e la c ió n c o n la n atu rale za y
el a m o r d el h o m b re y la m u je r — la fin ’ a m o r d e tro v a d o re s y
trovairitz — y q u e, a tr a v é s de la e x p e rie n c ia , alc an z a lo m ás
h o n d o , el a b ism o d e la d iv in id a d . M a s la b ú sq u e d a d e la M in
ne (D^ama A m o r) e s e x tr e m a d a m e n te d ifíc il en ese nivel, y
H a d e w ijc h re c u rrirá al le n g u a je d el a m o r c o rté s, a la av en tu ra
c a b a lle re sc a , a la e n o rm e riq u e z a d e ese m u n d o q u e p ro n to
h a b ría d e d e sa p a re c e r.
Un m un do in sosp ech ad o
15
de su pensamiento, pretensión vana, es importante conocer el
medio en que vive y piensa Hadewijch, porque en él podemos
encontrar algunas de las claves que se advierten en su obra.
El mundo de la Baja Edad Media es un mundo en conti
nua ebullición, de una fecundidad incomparable; es tiempo
de crisis y de cambio, de caos y libertad, de exuberancia y
belleza. Es la época del apogeo del románico, de la aparición
del gótico, del florecimiento de la poesía erótica y religiosa,
de los romans del rey Arturo, de Tristán e Isolda, de los gran
des ciclos épicos. Es la época de la expansión de las ciudades y
los gremios, del advenimiento de la burguesía; se fundan las
universidades más importantes, se vive el apogeo de las órde
nes monásticas y la predicación itinerante. Es época de dudas
e independencia, de intensa vida espiritual, pero también in
telectual, no separadas todavía. Se invoca la Biblia y a Platón,
a Filón y a la Sibila, a Virgilio y a Horacio, y los monasterios
son un foco de irradiación cultural en el que las mujeres bri
llan con luz propia, con palabra y autoridad18.
Es el tiempo de Eloísa y Abelardo, pero también el de
Leonor de Aquitania, de su hija María de Champaña, de las
«cortes de amor»; el tiempo de los «lenguajes secretos», los
personajes legendarios y las aventuras prodigiosas; es el tiem
po de la leyenda del Graal, de los «fieles de amor» y el «reino
de la Dama», de símbolos alquímicos y numéricos, de trobai-
ritz, trovadores y troveros, que entretejen un mundo nuevo y
crean espacios literarios que ya no son patrimonio del clero.
Si por una lado es clara la influencia de la poesía árabe
española en la poesía trovadoresca15, también se han de tener
en cuenta los elementos celtas, gnósticos y orientales redescu
biertos o reactualizados en el siglo XII, cuando Escocia e Irlan
da proporcionan una cultura antigua y misteriosa que nunca
se consiguió borrar del todo.
Europa asiste entonces a una de las más extraordinarias
confluencias espirituales de su historia, es una Europa abierta,
un cruce de caminos donde confluye y se recrea una cultura
plural, árabe y griega, cristiana, judía y musulmana, en la que
España desempeña un papel fundamental; abierta a las tres
16
c u ltu r a s, tra n sm ite c u a n to re c ib e , sie n d o el c a m in o de S an tia
g o u n a d e la s v ías m a y o r e s d e c o m u n ic a c ió n q u e reú n e y da
s e n tid o a u n a id e a d e E u r o p a a ú n en fo rm a c ió n . Y n o debe
o lv id a rse la in flu e n c ia o r ie n ta l q u e , p ro c e d e n te d e A sia, a tra
v ie sa T r a n sc a u c a sia y r e c o g e a sim ism o la g ra n h ere n c ia de S i
r ia , M e s o p o ta m ia y E g i p t o 20. P e ro es ta m b ié n el tie m p o de las
c r u z a d a s y la In q u isic ió n , el tie m p o e n q u e a q u e lla civ iliza
c ió n n acien te, la p ro v e n z a l, fu e e x te rm in a d a m erce d a la alian
z a d e l p a p a d o y el re y d e F r a n c ia , t o d o un sím b o lo de lo que
h a b r ía d e su c e d e r d e sp u é s.
17
Para comprender el alcance de la Minne-Amor2í en Ha-
dewijch, motivo constante y fundamental de sus escritos, con
viene situarlo en el marco de la poesía trovadoresca a la que
pertenece. En una obra reciente26 se denomina a Hadewijch
«trovadora de Dios», título que en efecto le conviene. Trova
dor, trovadora, es decir, quienes encuentran, inventan, crean
y recrean, cantan; componen poemas y melodías, proponen
un arte de amar — no una teoría del amor— la fin’amor, es
decir, un amor perfecto, depurado, transmutado alquímica-
mente en el crisol, hasta hacerlo puro, vaciado de toda alea
ción y de toda escoria27. Si el trovador cantó la alabanza de su
dama, las trobairitzu cantaron a su amante; entre ellas apare
ce Hadewijch com o testigo privilegiado de esa transposición
del amor cortés al amor divino.
Ahora bien, el amor cortés nace en la paradoja; el poeta,
que canta porque ama, ama a menudo con un amor desdi
chado, insatisfecho, pues la insatisfacción es la esencia del
deseo. La alegría, fuente de su canto, es una alegría mezcla
da, dolorosa. El canto de amor es por definición paradójico;
supone una tensión tan fuerte que acaba en ruptura, y es el
fin de la canción. N o sucede así en Hadewijch, pues si bien
también ella canta porque ama y ama también con un amor
desdichado, su voz es un exceso, un canto a la pasión y a la
belleza, un canto al deseo, y deseo y pasión la introducen y
transforman en el abismo del Amor deseado, donde solo hay
lugar para el silencio: «su silencio más profundo es su canto
más alto», dirá en un poema (Mgd. 13). En la primera visión
precisará lo que esto significa: «Llevar a Amor es desearla,
preferirla, languidecer tras ella, servirla, consumirse sin des
canso en el ejercicio de una voluntad ardiente [...] entregarse
a la consciencia del amor en plena libertad. Pero lo más alto,
es ser Amor». La unidad divina es descrita como abismo que
engulle a las personas, pues Amor es implacable y terrible,
devorador y abrasador, por eso es posible hablar del gozo del
amor, de su «toque poderoso», pero también de su ira. Ahora
bien, para Hadewijch, Minne-Amor es nombre de Dios, mas
también de nuestro amor: «Supe, en la inteligencia del amor,
18
que él es nuestro A m or en él m ism o, y fuera de Él, el am or en
n o so tro s; y que el am o r a veces m ata y o tras veces cura»
(V isión 14).
H adew ijch habla del am or en térm inos que pasada la Edad
M e d ia p arecieron esc an d alo so s; p ara ella, sentir, sentim ien
to , pasión , no hacen referen cia a u n a fo rm a inferior del am or,
n o hay escisión entre lo físico y lo espiritual, com o sucederá
d e sp u é s, y exp resa su ex p erien cia con to tal libertad:
19
en Dios, viendo todo como divino cuando en espíritu me uní
a él» (V. 9).
Nos encontramos aquí muy lejos del pensamiento dualis
ta, de esa «escisión de la conciencia» de la que hablaba Du
rand y que muestra siempre mundos separados. Hadewijch,
como Hildegarda de Bingen, como Guillermo de Saint-Thic-
rry, Escoto Erígena, y toda la gran tradición de la Iglesia orien -
tal que fue hasta la Edad Media la de toda la Iglesia29, contení -
pía el misterio de la Divinidad como energía y esplendor que
irradia y se desborda. Se trata de una visión dinámica: Dios es
abismo, pero también belleza, amor, libertad, vida; refleja en
la creación lo que es, y las energías divinas, increadas, irradian
el misterio divino para transfigurar y divinizar al ser humano
que, por otra parte, nunca ha estado fuera de él. Se trata en
tonces de recuperar y vivir «nuestra grandeza y libertad origi
nal, en la que fuimos creados y amados y a la que somos lla
mados desde toda la eternidad» (C. 6).
Veíamos anteriormente que no existe Minne-Amor sin
deseo, y Hadewijch, fiel a su experiencia, emprende en la oc
tava visión una defensa radical del amor apasionado, de ese
Deseo que más adelante considerará «la virtud que nos hace
libres» (V. 12). Pero ahora esa encendida pasión desborda el
marco del amor cortés, aunque no sea sin embargo extraña a
la mística musulmana, que ya desde el siglo IX crea una poesía
religiosa cuyas metáforas muestran también estrechas coinci
dencias con la poesía occitana30. Suele citarse a Al-Hallaj (ni.
922) como testigo excepcional de esa pasión que le valió el
título de «mártir del amor» y le llevó al patíbulo, condenado
por su escandalosa afirmación «Yo soy la Verdad [Alá]», pero
la lectura de Hadewijch trae a la memoria pasajes de Ibn ‘Ara-
bi (m. 1240) y su mística de la unión, o de Rümi (m. 1273) y
su ebriedad amorosa, sin que, de nuevo, quepa hablar de imi
tación o copia, tan solo de un aire de familia, de una determi
nada visión transcultural. Establecer esa relación facilita la
comprensión al tiempo que dificulta el análisis, pues el hori
zonte se abre hasta extremos insospechados. Y así, tal vez sea
Rüzbehán (m. 1209) quien mejor nos muestre el significado
20
de ese D eseo, pues en un mismo fragm ento reúne temas y
térm inos queridos a Hadew ijch y esparcidos en su obra:
21
como también de otras, se encuentra la inspiración del Can
tar Je los Cantares y su apasionado lenguaje de amor pleno
de erotismo, pero no se deberían descuidar los elementos co
munes a la mística islámica, también cargada de neoplatonis
mo, que nos proporciona claves propias de interpretación en
temas hace tiempo abandonados por la teología. Uno de ellos,
muy presente en las Visiones, es el tema del ángel, am plia
mente desarrollado por ejemplo por Ibn ‘Arabí33 en una
interesante angelología en la que, por cierto, se interpreta la
figura del Angel, de cada ángel, como el rostro que la Divi
nidad muestra a cada creyente (siempre el mismo Dios, pero
múltiples rostros); seguir ese camino puede parecer fantasio
so pero, desde luego, excluye dogmatismos.
Hadewijch se mueve siempre con una libertad desconcer
tante, en un camino ascendente sin ataduras, y maneja las
imágenes y figuras bíblicas desde su experiencia, sin interés
alguno en parecer correcta. Desde otro mundo, desde otra
experiencia, el elemento visual-visionario puede parecer,
como en efecto ha parecido, escaso y poco original; por ello
conviene tener presente el trasfondo de esta época de inter
cambios continuos, de conversación y encuentro entre pue
blos y culturas, del impulso de «amigas» y «amigos» de Dios •
en los lugares más diversos. Como señala Porion, «es la com u
nidad de aspiración la que permitía a esos grupos buscarse y
encontrarse, como las llamas que se juntan en un abrir y ce
rrar de ojos», y esta observación ha de entenderse en un sen
tido amplio, especialmente cuando no existe un único camino
de acceso y las fronteras, en aquel tiempo, permanecen toda
vía abiertas. Es mucho lo que aún desconocemos, dice H ade
wijch34. Porque tampoco habría que olvidar, aunque no haya
espacio para entrar en ello, la influencia celta, tan presente en
el amor cortés, y el tema de la Madre Cósm ica, ambas señala
das por Marie-Madeleine Davy35.
En cualquier caso, la escritura de Hadewijch, portadora
de elementos ya tratados por la tradición cisterciense, con una
base agustiniana ampliamente iluminada y superada por otras
influencias, entre ellas y muy clara la de Escoto Erígena, Pro-
22
cío y P lotino, ad q u iere en o casio n es un tinte neoplatónico
q u e, m ás que lastrar, ah o n d a y facilita la expresión de su
ex p e rien cia. En la «esta c ió n visio n aria», la eternidad se le
m an ifiesta en el tiem p o de m an era furtiva, es cierto, pero se
tra ta del tiem po visio n ario , de cualid ad distinta, y ello basta
p a ra la revelación del g ran secreto: to d o se m ueve en el A m or
d e sd e el origen, p ues A m o r es su origen. Se produce entonces
e sa alq uim ia espiritual en la que A m ad a y A m ado se encuen
tran y alcanzan la u n ión «sin d iferen cia» (V. 7) d esb o rd án d o
se en fecu n d id ad ; y tiene lugar el «n acim ien to de D ios». En lo
m ás p ro fu n d o del ab ism o , d o n d e la tiniebla ilum ina, ve H a-
dew ijch «n acer un niño en los espíritus que am an en secreto,
en lo s espíritus o cu lto s a sus p ro p io s o jo s en aquella p ro
fu n d id a d » (V. 11). E n la visió n 13 re to m a el tem a de la
m atern id ad divina, p ero aquí será un serafín quien la anuncie:
«E ste es el nuevo cielo esco n d id o , cerrad o p ara tod a alm a que
n o h aya sid o m adre de D io s, que no lo haya llevado en su
sen o [...] q ue no lo alim en tara de niño h asta la edad de h o m
bre y no lo aco m p añ ara h asta la tum ba: p ara to d o s los que así
no hicieron, este cielo q u e d a rá eternam en te oculto».
El ser hum ano no so lo se m ueve en D io s y en D ios tiene
su origen , sin o que tiene que darle a luz. Pero el cam ino es
ard u o y no exento de p a ra d o ja s; p ara alcan zar a D io s en su
d iv in id ad , es necesario h acerse sem ejan te a él en su hum ani
d ad , vaciarse de to d o lo acceso rio , en tregarse totalm ente a él
«p a ra llegar a ser lo que él es» (C. 2). S o lo quien esté d isp u e s
to a d ejar to d o lo que n o sea A m or, in cluido su p ro p io ser,
verá n acer den tro .de sí a la d iv in idad; m as H adew ijch co n sta
ta que «to d o s q u erem o s ser D io s con D io s, p ero p o c o s q u ie
ren ser h om bre con su h um an idad y llevar con él su cru z...»
(C. 6). L o único realm ente n ecesario es estar dispon ible al
servicio de Minne- A m or, rendirse a sus leyes, que no son las
del m u n do , que no coinciden tam p o c o con las establecidas en
la vid a ascética o religiosa, y em peñ arse en su bú sq u ed a, sin
in tereses m ezq uin os, en el cam in o vivido p or «el am or libre
que no p oseen los m ercen arios de D ios, los que esperan una
re c o m p e n sa p or sus m érito s». E sa b ú sq u ed a, sem ejante a la
23
búsqueda caballeresca, está caracterizada por el invierno de la
purificación, por el paisaje desértico, de luz fría, que da paso
no obstante, en un vuelco imprevisible, a una inmensa alegría
o a una tristeza insuperable. El contacto con Mí««e-Amor no
produce paz, sino movimiento increíble: se va de acá para
allá, se vive en la desmesura. Es grande y terrible el poder de
Amor, tanto, que llega incluso a matar a Dios, como dirá
Hadewijch en una de sus cartas (20):
24
m iten intuir a la p e rso n a de H ad ew ijch . Su p alab ra , d iáfan a y
tran sp a re n te , tejid a de sím b o lo s, q u e d a m uy lejo s de la o ra to
ria latin a; es un a in v itació n con stan te al aso m b ro , a la belleza,
al so b re p a sam ie n to , en un ir siem p re m ás allá que no puede
con ten tarse con lo m ed io c re, que huye de lo m ezquino. A m or,
libertad y belleza so n in sep a rab les en ella, n o p u ede en ten der
se u n a sin las o tras, y p a ra ella p arecen e star hech as las p ala
bras d e H e id e g g e r, «la m an ifestació n de la verd ad es la belle
za». A sí, en to d o s sus escrito s fluye de m an e ra natu ral, sin
rigid ez, su gran se n tid o estético, e sa p re o c u p ac ió n p o r la b e
lleza, p o r la vid a b ella, q u e ningún reglam en to p u ede lo g rar:
«E n el em p eñ o p o r g u a rd a r un a regla, u n a se en red a en mil
p re o c u p a c io n e s de las q ue m ejo r h u biera sid o m an ten erse li
bre [...] U n esp íritu d e b u e n a v o lu n tad crea m ás belleza de la
q u e n in gu n a regla p u e d a o rd en ar» (C . 4). ¡C re a r belleza! to d o
un p ro g ra m a de vida.
Si so rp ren d en te es el len gu aje de H ad ew ijch , no lo son
m e n o s sus afirm a cio n es arriesg ad as, las im ágen es que utiliza y
en las q ue ap are c e el e le v ad o c o n c ep to en q ue se tien e, alg o
p o r o tr a p arte co m ú n a las b e g u in a s16. H ay en sus cartas una
re fe ren cia c o n sta n te a la d ig n id ad , y so lo d esd e ah í parece
d isp u e sta a m ed ir la h u m ild ad , q u e n o p u ed e ser nu nca re b a
jam ie n to , sin o m e m o ria p erm an en te de la n o b lez a rad ical del
ser h u m an o , lla m a d a a h ab itar en la D iv in id ad , a vivir bella y
n o b le m e n te , a im ag en y se m e ja n za del «n o b le A m o r». El
v o c a b u la rio d e la av en tu ra atrav iesa sus escrito s, y es c o n s
tan te el c o n se jo : « N o te a c o b a rd e s, no te n g a s m ie d o , n o te
reb ajes, re c u e rd a las raz o n e s del ju sto A m o r...». E sa p asió n de
so b re p a sa m ie n to , su au d a c ia in creíble, n o d e jó d e cau sarle
p ro b le m a s, y d e ello d eja c o n sta n c ia en su s e sc rito s. E n lo s
p o e m a s e str ó fic o s r e to m a el viejo te m a p ro v e n z a l de lo s
c alu m n iad o re s, lozengiers , y de lo s «e x tra n je ro s» q u e no v i
ven las leyes de la M inne y hacen lo p o sib le y lo im p o sib le
p a ra d eten er a lo s am an tes; su p re o c u p a c ió n n o es la Iglesia,
sino «to d o aq u ello que detiene al A m o r o lo hiere en su s a m an
te s; m e re fie ro a las p ersec u cio n es y h erid as q u e lo s e x tra n je
ro s in fligen c o n g u sto a ello s y a o tro s» (C . 1 3 ). E x p e rta en
25
Amor, denuncia la utilización bastarda del amor, la tergiver
sación a que se le quiere someter para lograr controlar la li
bertad de quienes siguen su senda:
26
m ejan za de las reverdies de la lírica tro v a d o re sc a , com ienzan
p o r u n a ev o cació n del ren acer de la p rim av era, sugirien d o así
la arm o n ía entre la ale g ría y el g o z o a m o ro so q u e ex p erim en
ta y «la alegre in vitación al am o r q u e co n stitu y en el e sp e ctá
cu lo y las sen sacion es d e la n atu raleza p rim a v e ra l»18. O , por el
co n trario , de la n atu raleza o to ñ al e in vern al, sim bolizan do
a h o ra la fru stración a m o ro sa , la d eso lac ió n a la que la H ade-
w ijch am an te parece c o n d e n a d a p o r lo s c ap ric h o s de dam a
A m o r, y q ue tan d u ram en te co n trasta con la aleg ría y la belle
za del ren acer p rim av eral. A sí, se alternan e lo g io s y quejas,
a rd o r y d e se sp e ra c ió n , e sp e ra y d e sc o n fia n z a , d e slu m b ra
m ien to y lam en to, d e sd ic h a y felicid ad , y sie m p re, el lenguaje
ro m án ic o de la tierra b a ld ía, el yerm o, el v a g ar p erd id a en el
d e sie rto y la soled ad .
M a s b a sta tan so lo un in stan te, y to d o cam b ia. E s la m ira
d a, la p alab ra , la que d esc u b re y recrea la tie rra d ev astad a en
tierra tran sfig u rad a, y la c ria tu ra m ás d e sd ic h ad a llega a ser la
m ás a fo rtu n ad a. E stá ah í el rec u erd o de lo s rom atis del ciclo
del G ra a l, c o m p letam en te o lv id a d o en la h isto ria eclesiástica
o fic ial, co n to d a la sa g a céltica del rey A rtu ro y los cab allero s
de la M e sa R e d o n d a , p e ro tam b ién co n un a nueva síntesis
espiritual que integra elem en to s cristian os, orien tales y herme-
tistas de en o rm e riq u e z a 19. E stá ah í esa ex p e rie n cia radical en
q u e la d esn u d ez d escu b re la belleza y los co n trario s se encu en
tran, tras el largo cam in ar; ésa es la h istoria del tray ecto esp iri
tual de lo s a m ad o re s, la e rran cia m ística, la em b riag u e z m ísti
ca, p ero es tam bién la h isto ria sim b ó lica de lo s re lato s del
G ra a l, en lo s que ex iste u n a p regu n ta — la p regu n ta fatíd i
ca — q u e, un a vez p la n te ad a, tra n sfo rm a a q u ien la escu ch a,
m as tam b ién a quien la hace. C e sa en to n ces aquel e n can ta
m ien to q u e in m o v ilizab a a la n atu raleza en la d eso lac ió n , la
e ste rilid ad , el d e sp o ja m ie n to ; y de nuevo la tierra vibra con el
estallid o de las flo res y el c an to de los p á ja ro s, revive el m o ri
b u n d o y ren ace el b u sc ad o r. E sa p reg u n ta, q u e es al tiem p o
u n a m irad a, es la del am o r, q ue sale fu e ra de sí, q u e ya no
p ie n sa en sí m ás que en relació n con el a m a d o , p u es vive en el
am ad o .
27
Se produce así ese sobrepasamiento, ese salto que lleva
desde el deseo al silencio, al abismo d éla unidad, donde todas
las imágenes desaparecen y Hadewijch se siente absorbida,
engullida, aniquilada en la Divinidad a la que no teme dar el
nombre de Infierno: «El séptimo nombre es Infierno [...] Ver
se devorada, tragada en su esencia abismal, hundirse sin cesar
en el ardor y el frío en la profunda y sublime tiniebla del
Amor» (Mgd. XVI).
Las distintas tradiciones de las que se hace eco Hadewijch,
en ocasiones difíciles de delimitar por cuanto pertenecen a
«corrientes» que pronto se vieron marginadas, sirven para
plasmar e interpretar su experiencia; así sucede con la imagen
del Ave fénix, símbolo alquímico por excelencia y signo de la
culminación de la obra: su muerte y resurrección son la coro
nación de la obra alquímica, y Hadewijch expresará con ella
el grado alcanzado en la búsqueda. Pero en esta búsqueda, la
superación de las distinciones no es nunca renuncia a la ac
ción, sino impulso hacia la Divinidad, hacia el fondo del alma
que es su morada, con la guía de los dos ojos del alma, el
Amor y la razón (C. 18).
Otros poemas
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II o, sig u ie n d o a P o rion , « N u e v o s P o em as». Su fech a parece
ser a lg o m á s tard ía , fin ales del sig lo xm , sin em b arg o , origen,
m ed io y tra d ic ió n so n lo s m ism o s de H ad ew ijch . Por estilo,
v o c a b u la rio y d e sa rro llo tem ático se in scriben plen am en te en
la «m ística de la ese n c ia», de la q u e h ab itu alm en te se tiene a
E c k h art c o m o re p resen ta n te m áx im o , q u e n o in iciad o r; p or
ello es n ec esario su b ra y ar su in flu en cia en la te o lo g ía m ística
p o ste rio r. L am en tab lem en te, n o o b stan te la belleza y p r o
fu n d id ad de e sto s p o e m a s, n ad a sab em o s, ni q u iera el n o m
bre, de la b e g u in a o b egu in as q ue se h a co n v en id o en llam ar
«H ad e w ijc h II», p e ro su o b ra tiene en tid ad p ro p ia y no debe
ser c o n sid e ra d a un m ero ap én d ice, o un añ a d id o cu rio so y sin
con sisten cia.
El estilo gen eral de e sto s p o e m as, m á s ab stracto y m eta-
físico q u e el d e H ad ew ijc h , p o see sin e m b arg o el aire com ú n
de la «escu ela de Minne- A m or». C o m o H ad ew ijch , esta b e g u i
na d e sc o n o c id a '10 ta m p o c o estab lece u n a te o ría, hab la y e sc ri
be de su e x p e rie n cia in terio r; su «te o lo g ía » es vid a hecha
p o e sía q u e , en n o m b re del A m o r, in icia el cam in o del d esp o -
jam ie n to ab so lu to h asta la « N a d a p u ra y d esn u d a» que es la
D iv in id ad . Y así, v a ciad a, h ech a p u ra p asiv id ad y en la m ás
c o m p le ta d esn u d ez, c o n o ce , en un c o n o c e r q u e es n o sab e r,
la p é rd id a de to d a p ro p ie d a d , de to d a im agen , h asta llegar a
la u n ió n esen cial — n o so lo u n ión a m o ro sa — sin m ed io y sin
m o d o , m á s allá de las P erso n as d iv in as, «en el seno d el a b is
m o sin fo n d o de la U n id ad ». Y es q u e M inne -A m or ex ig e y
co n c ed e tal e x c e so d e d eseo q u e q u ita to d o d e se o , «p u e s
A m o r d e sp o ja de to d a fo rm a a lo s que a c o g e en su sim p lic i
d a d »; lo s a m an te s se ven así sin D io s p o r ex c e so de D io s, en
la «sim p lic id a d d e sie rta y salv a je», q ue n o tiene «fin ni c o
m ien zo , ni fo rm a , ni m o d o , ni raz ó n ni se n tid o , ni o p in ió n ,
ni p e n sam ie n to , ni cien cia ni in ten ció n , p u e s n ad a la lim ita
en su in m en sid ad » (M gd. XXVI).
E c k h a rt (esp ecialm en te en el se r m ó n Beati pauperes spiri-
tu) tra ta rá el m ism o tem a, co n los m ism o s térm in o s, p e ro no
tiene se n tid o m an ten er la d ep e n d e n cia d e la b egu in a c o n r e s
p ecto al m aestro d om in ico. L a m ayor p arte de los tem as consi-
29
derados «eckhartianos» eran comunes varias generaciones
antes de su predicación y se encuentran de manera más o
menos habitual en la literatura espiritual de la época, pero
también, y muy especialmente, en las beguinas41: la pobreza
espiritual, el «sin porqué», la desnudez, son términos caracte
rísticos de la mística especulativa del siglo XIII, en la que las
beguinas introducirán la novedad de referir las afirmaciones
neoplatónicas acerca del Ser y la Esencia divina a la Mimte-
Amor. No obstante, puede hablarse con verdad de la perte
nencia a un mismo impulso, a una misma libertad, igualmente
abocados a la condena y el ocultamiento.
No puede afirmarse lo mismo de Ruisbroeck, al que sin
embargo parece inevitable referirse para «salvar» la ortodoxia
de Hadewijch y tratar de establecer su posteridad, cuando lo
cierto es que éste introduce un giro importante con respecto
al pensamiento de las dos Hadewijch, apartándose de él en lo
que parece seguirlo. El llamado «doctor Admirable» —único
autor reconocido que realmente depende de ellas— repite a
las dos beguinas sin establecer entre ambas ninguna diferen
cia, apropiándose de muchos de sus textos, desarrollándolos
de manera más sistemática y sin citar nunca sus nombres; pero
en su obra se muestra implacable, sin ahorrarse calificativos
insultantes, con quienes pretenden «que las Personas desapa
recerán en la Divinidad» y «no comprenden que estamos uni
dos a Dios con medio, tanto en la gracia como en la gloria»42,
mostrándose especialmente duro con las beguinas. Crítica tan
to más cruel cuanto aquel al que se tiene por su maestro, Ec-
khart, y las beguinas eran entonces objeto de condena. En
realidad, y en lo que se refiere al «pensamiento visible», la
herencia de Hadewijch parece perderse43 y su influencia «doc
trinal» en Ruisbroeck es cuando menos discutible, pues éste
hace suyo el pensamiento escolástico de la gracia y las virtu
des, perdiendo de vista la enorme riqueza de la concepción
oriental de las energías divinas, desbordantes y presentes por
doquier; se establece así la separación radical entre el mundo
«natural» y el «sobrenatural», desaparece la frescura evangéli
ca tan propia de Hadewijch, produciéndose la ruptura que
30
lle g a h a sta n u e stro s d ía s y d e la q u e sigu en sin sacarse las c o n
secu en cias.
P o rq u e n o se tr a ta so lo de d o s m u jeres, au n q u e, p or su
p u e sto , d e e lla s se tra te : es tam b ié n u n a fo r m a de estar en el
m u n d o , d e c o n te m p la r el m u n d o y lo s se re s que en él se e n
cu en tran . P o r o tr a p a rte , el o lv id o de la tra d ic ió n «o rie n tal» y
to d o su u n iv e rso sim b ó lic o , la p ro h ic ió n d e to d o p e n sam ie n
to q u e n o se e n c e rra ra en lo s estre c h o s lím ites e stab lecid o s
p o r un p o d e r c a d a v ez m á s fu erte y c e n tra liz a d o , d io e n trad a,
ya sin c o n tr a p e so , a u n a v isió n del m u n d o c e rra d a y fu e rte
m en te m a rc a d a p o r el p e sim ism o ag u stin ia n o , ajen a al m isti
c ism o ; a p a rtir del sig lo X I V se e n tra rá de llen o en u n a religión
de te m o r, o b se sio n a d a c o n el p e c ad o , el in fiern o y los castig o s
de D io s, q u e p o c o te n ía ya q ue ver co n ese u n iv erso de lib e r
ta d y b elleza q u e h a sta e n to n c e s p a re c ía .p o sib le .__
E n c u a n to ~ !T T a s~ «d o s H a d e w ijc h » , su d e stin o n o s es
d e sc o n o c id o , y p ro b a b le m e n te co rrie ro n la m ism a suerte, o
d e sg ra c ia , de g ra n p a rte d e lasjb e g u in as: en 1 3 1 2 ¡el con cilio
de V ien n e estab lec e la c o n d e n a d e fin itiv a, an tic ip ad a ya m ás
de un sig lo an te s m e d ia n te la In q u isició n y la h o gu e ra. El ú n i
co c a m in o q u e q u e d a b a e ra a c e p ta r las re g la s im p u estas, o la
p e rse c u c ió n y la o c u lta c ió n .
D e sd e la a p a ric ió n de su s te x to s, y q u izá p o r su belleza, se
ha q u e rid o a to d a c o sta sa lv a r su o r to d o x ia , y tam b ién tra ta r
de lib rarlas del d e stin o fata l q u e h u bieron d e p ad ecer sus c o m
p a ñ e ra s, p e ro n o h ay lu g a r d o n d e a p o y a r tal afirm a ció n , m ás
aú n si te n e m o s en c u e n ta q u e [E c k h a r tj tan p ró x im o a ellas,
fu e c o n d e n a d o , y ¡M arga rita P o re t^ 4-1, de su m ism a «fa m ilia»,
q u e m a d a en la p la z a p ú b lic a . P o r d e sd ic h a, ni la verd ad ni la
b e lle za fu e ro n n u n c a c rite rio d e in q u isid o re s, m á s bien al
c o n trario .
M isticism o radical
31
un misticismo radical, es decir, vivido en y desde la raíz de la
existencia —no puede haber otro, aunque sí muchos cami
nos—, de inspiración evangélica y enriquecido en su expre
sión por la exuberancia de un mundo todavía abierto a distin
tas tradiciones. Ciertamente, ambas beben de la Biblia y de la
tradición teológica cristiana, pero en ningún lugar de su obra
aparece la referencia (que parecería obligada) a ningún «di
rector espiritual» de su tiempo ni a su enseñanza. Sus escritos
se apoyan siempre en su propia experiencia, incluso en las
atrevidas afirmaciones, mantenidas por ambas, sobre los ele
vados grados de unión con la divinidad que habrían alcanza
do en esta vida. El viaje de introspección es amplitud que las
conduce a una nueva toma de conciencia, a una lucidez audaz
que se manifiesta en la vida cotidiana. Su experiencia de
Minne-Amor las introduce en otra dimensión de la realidad
que no es olvido de lo real, sino un salto a lo Desconocido, al
abismo sin fondo, el «desierto salvaje» que yace en lo interior
y revela su inmensidad; es la desnudez de la esencia divina,
pero también el exilio de los amantes antes de perderse en el
Amor, el éxodo obligado de los verdaderos seguidores de J e
sús. Desde ahí hemos de entender la continua apelación a la
«naturaleza» que aparece en los Poemas, en ese momento en
que todavía no se ha producido el deslizamiento de las cate
gorías de la «esencia» al psicologismo posterior de la interpre
tación mística, en que todavía no existe la oposición gracia-
naturaleza que acompañará en seguida a la espiritualidad
cristiana. La Divinidad todavía no es ajena ni está aún enfren
tada al ser humano, se revela en la desnudez del alma y es
garante de la igualdad y la dignidad: «El alma es una realidad
sin fondo [...] un camino en el que se abre paso la libertad de
Dios desde lo más profundo de sí mismo. Y Dios es el camino
por el que se abre paso el alma...» dice Hadewijch (C. 18),
que expresa así, al mismo tiempo, el valor extraordinario de
la libertad, y la reciprocidad entre el ser humano y la Divi
nidad, origen y destino de lo creado. Esa libertad, tan propia
de las beguinas, y que aparece también en muchas otras muje
res y movimientos de la época, se tradujo en una forma de
32
estar en el m undo, de relacion arse con el m undo y crear belle
za. A dentrarse en él ay u d a a d esh acer tó p ico s y abre nuevos
horizontes.
Se ha dicho que en el can tar tro v ad o resco , lenguaje de
H adew ijch, la m ujer, id ealizad a, n o es en realidad sujeto, sino
o b je io de deseo"-; sin em b argo es cad a vez m enos discutible
que en la Baja h d ad M e d ia las m ujeres vivieron una libertad e
in depen den cia m ayor de las que generalm ente se reconoce.
Sucede, p or ejem plo, q ue es tam bién el tiem po en que perm a
nece el recuerd o de Iso ld a4', m ujer fuerte, iniciadora del v a
rón , «m ujer de sol» testigo de una m ito lo gía arcaica en la que
valores y divinidades se abren a ese universo tan diferente que
p ro v o cara el aso m bro de M a lra u x 46. L a im agen de m ujer que
recoge la vieja leyenda d eTristán e Isolda no nació de la nada,
y dejaba su p eligrosa huella, señ alad a entre o tro s sor M ichel
C azenave:
33
formar su significado, domesticarlos. En palabras de Mino
Bergamo:
34
de p ro v o c a r e x tra ñ e z a q ue se p u ed a n o lv id ar tan tos n o m b res;
p e ro la realid a d se m u e stra to z u d a, y en ella están las m ujeres,
au n q u e n o so las, ciertam en te. P o rq u e, en e fec to , parece e x is
tir u n a m isterio sa «ley de atracció n » q u e rev ela una cierta c o n
c o rd a n c ia de a c titu d e s y sím b o lo s, m a n te n id a a través de lo s
sig lo s, q ue p o d e m o s ra str e a r h asta h o y ; se p u ed en estab lecer
c o n e x io n e s lu m in o sas en te x to s y tra d ic io n e s que p arecen
d istan tes, h ilos q ue se cru zan y en trelazan y crean un tejid o ,
u n a tram a q u e, au n q u e ocu lta, p e r m a n e c e '1, fo rm an d o lo que
h oy resu lta un e x tra ñ o lin aje en el q ue las m u jeres ocu p an su
lu g ar p o r d erech o p ro p io . A esa tra m a p erten ecen H ad ew ijch
de A m b eres y las b egu in as.
35
era su vocación y logró convencer a su marido de que debían
vivir como hermanos y en la pobreza, trabajando con lepro
sos y cuidando enfermos. Permanecieron así durante doce
años, hasta que decide abrazar la pobreza total, se retira a una
celda y trabaja con sus manos para mantenerse. Según cuenta
de Vitry, explicaba en lengua vernácula los dogmas más altos
y el misterio de Dios, así como el Cantar de los Cantares.
Durante su vida adquirió gran fama de sabiduría y santidad, y
gentes de todas las clases sociales, clérigos incluidos, acudían
a verla y a recibir su consejo; entre ellos, Jacques de Vitry, que
se unió a los agustinos y se convirtió en ardiente predicador
ambulante, siguiendo siempre las indicaciones de aquella mu
jer a la que consideraba tan cerca de Dios. Inspiradas por
María, siete mujeres fueron a vivir a Nivelles y consagraron su
vida a la oración y el trabajo caritativo14.
Los escritos que poseemos de las primeras beguinas son
todavía escasos, más los que nos hablan de ellas. Entre las
obras originales la de Hadewijch es, quizás, la más antigua;
después se encontraría Los siete grados del Amor, de Beatriz
de Nazaret (m. 1268), cisterciense ligada al movimiento be-
guinal. Algo anterior a Hadewijch es Matilde de Magdeburgo
(1207/1210-1282/1294), con una obra espléndida, La luz res
plandeciente de la divinidad, en la que prima la experiencia,
pero una experiencia que es a la vez amor y conocimiento;
perseguida y calumniada, decide finalmente entrar en el mo
nasterio cisterciense de Hefta, donde acabará sus días. Men
ción especial merece Margarita Porete y su libro Espejo de las
almas simples y anonadadasS5, cuyo radical misticismo de la
unión hizo que fuera declarada herética por la Inquisición y
quemada en la hoguera el 31 de mayo de 1310; según Roma
na Guarnieri, el Espejo, «escrito por una mujer para mujeres,
revela a su autora como una especie de líder de un grupo
semejante al de Hadewijch, con un séquito clandestino, por
amor al cual escribe el libro desafiando a los que se le opo
nen»56.
A través de esos y otros documentos podemos comprobar
que el movimiento no fue en absoluto homogéneo. Abierto a
36
m u je re s de c u alq u ier c la se so c ial, de to d a s las ed ad e s, solteras,
c a sa d a s y v iu d a s (tam b ién m o n ja s), a q u e lla s q u e n o s son c o
n o c id a s p o se ía n u n a e le v a d a c u ltu ra re lig io sa y literaria, que
sab e n in teg rar en su v id a y en su e x p e rie n c ia esp iritu al. N o
h ab lan d e u n a d o c trin a, sin o d e u n a re lig ió n vivida, y a p artir
de ahí, a lc an z arán un c o n o c im ie n to su p e rio r, n o so lo te ó ric o
sin o c o n stitu tiv o del ser. P o r e llo se rán c o n sid e ra d a s «m a e s
tra s» y p ro v o c a rá n el a so m b r o d e su s c o n te m p o rá n e o s; así
p o r e je m p lo , L a m b e rto d e R a tisb o n a , en su p o e m a L a H ija de
Sión (escrito h ac ia 1 2 5 0 ), m a n ifie sta su a d m ira c ió n p o rq u e
«en B ra v an te y en B a v ie ra , el arte h a n a c id o entre las m u je
re s», m u jeres q u e se en tre g a n a lo s e sta d o s m á s alto s de o r a
ció n h a c ié n d o se de e sta m a n e ra «lib re s de sí m ism as y de to d o
lo c r e a d o » y lle g a n d o a «v er sin m e d ia c ió n (sin m ed io ) lo que
D io s es». T a m b ié n p o r e llo , se rá n c o n sid e ra d a s p e lig ro sa s y
d e c la r a d a s h e ré tic as en m á s d e u n a o c asió n .
E sto n o sig n ific a q u e to d a s las b eg u in as atra v e saran ese
e x tra ñ o u m b ral de la o r t o d o x ia , d e fin id o a m e n u d o m ás p o r
raz o n e s p o lític a s q u e re lig io sa s, y en su m ay o r p arte p e rm a n e
c e rán fie le s a la Iglesia, d e la q u e se sien ten p a rte , y en e stre
ch a re la c ió n c o n c iste rc ie n se s y fra ile s m en d ic an te s, lo q u e
ta m p o c o d e ja ría de c re a rle s p ro b le m a s, p u e s n o sie m p re e sto s
ú ltim o s sería n bien v isto s p o r el clero secu lar. P ero , en d e fin i
tiva, la Ig le sia se sien te a m e n a z a d a . L a d e sc o n fia n z a de la je
ra rq u ía c o n re sp e c to a las fo r m a s d e m a sia d o in d e p e n d ie n te s
de la v id a d e lo s la ic o s, e sp e c ia lm e n te si d e m u je re s se trata, el
m ie d o , S p a v o r a lá lib e rta d ) se tra d u c e n en u n a a c u sa c ió n de
h e re jía g e n e ra liz a d a y en el re c u rso a p ro h ib ic io n e s y a la In
q u isició n . E n re a lid a d , lo s m o v im ie n to s c o n sid e r a d o s c o m o
h e ré tic o s n o e ran fe n ó m e n o s a isla d o s, ni e sp e c u la c io n e s a c a
d é m ic a s, sin o q u e a rra ig a r o n c o n fu e rz a en to d a s la s c a p a s
so c ia le s; n o e ran ta m p o c o c o n tr a la fe, sin o d e sd e la fe, y en
ella a d q u ie re n su fu erza . P e ro e ra la ru p tu ra del o rd e n e sta
b le c id o p o r la Ig le sia, y en la m e d id a en q u e d e p e n d e de la
o p in ió n y de la situ ac ió n de la je ra rq u ía en un m o m e n to d a d o ,
lo s lím ite s en tre h e re jía y o r t o d o x ia n u n c a e stu v ie ro n ni e s ta
rán d el t o d o cla ro s.
37
Por otra parte, la polémica contra las beguinas debe
encuadrarse en el tema mayor de la libertad —y el de la po
breza, al que aparece unido— que se encuentra en el centro
de la revolución religiosa que recorrió la Edad Media. No se
trata ya de reforma, sino de recreación, de vuelta a los oríge
nes, a las formas sencillas de los evangelios y al seguimiento
de un Jesús pobre, frente a la corrupción y la lucha por el
poder que se extiende entre el clero, contra la que se alzarán
numerosos movimientos. Es también la época del amor cor
tés, de la dignidad de la mujer, del acrecentamiento de la con
ciencia individual y del propio valor; se darán aquí referen
cias frecuentes a la Biblia, que se demuestra fecunda leída en
libertad: la imagen del ser humano, varón y mujer, creados
ambos a imagen y semejanza de Dios según el libro del Géne
sis (1,27), no propicia una figura de mujer obediente y pasi
va, encerrada y sumisa; la figura de María Magdalena; amiga
y seguidora de Jesús, la primera en recibir la noticia de la
resurrección (lo que le valdrá la denominación de «apóstola
de los apóstoles»), avalará el rechazo a las mediaciones de la
Iglesia en la relación con Dios; por último, el recuerdo insis
tente del llamamiento de Jesús a dejarlo todo y seguirle lleva
rá a algunas beguinas (como a muchos otros grupos, entre
ellos los beguinos o begardos, rama «masculina» del movi
miento y menos numerosa) a una vida errante y vagabunda,
como mendigas.
Así, tanto más sospechosas cuanto difíciles de encuadrar,
parecen llamadas a despertar todas las iras. En 1273, el obis
po Bruno, escandalizado por su independencia y aquella li
bertad que permitía a las mujeres escapar a la obediencia de
bida a los sacerdotes y a la «indispensable coerción de los lazos
maritales», sugiere al papa que «se haga que se casen o ingre
sen en una orden reconocida»57.
Pero no es ése el único problema. Las beguinas son laicas,
imposibles de controlar, muestran gran familiaridad con la
Biblia, con la liturgia, con los clásicos; tienen acceso a escritos
religiosos, textos bíblicos y de espiritualidad traducidos y es
critos en lengua vernácula, proporcionados en parte por cis-
38
te rc ie n se s, fr a n c isc a n o s y d o m in ic o s. N o es s o lo el c lé rig o el
q u e tien e el m o n o p o lio d el sab er, ta m b ié n lo s la ic o s acced en a
lo s te x to s sa g r a d o s. E n 1 2 4 2 , el c a p ítu lo g e n e ra l de lo s d o m i
n ic o s, te m e r o s o d e e sa s m u je re s tan v e r s a d a s en te o lo g ía ,
p ro h íb e la d ifu sió n d e la s tra d u c c io n e s, y p u e d e d ecirse q u e a
p a rtir d e e n to n c e s la Ig le sia se d e fe n d e rá d e e sa in tru sió n co n
u ñ as y d ie n te s, es d e c ir, co n p ro h ib ic io n e s, a u to s de fe, y la
h o g u e ra : a sí su c e d ió c o n M a r g a r ita y c o n A ley d is, entre o tra s;
E c k h a rt fu e c o n d e n a d o , M a tild e y H a d e w ijc h se su p ie ro n
a m e n a z a d a s... P e ro , a p e sa r d e to d o , las b e g u in a s sig u ie ro n
e stu d ia n d o y c re a n d o su s p r o p io s c írc u lo s d e e d u c a c ió n y r e
fle x ió n .
S o n m u c h o s lo s a u to r e s q u e c o in c id e n en se ñ a la r la e stre c h a
re la c ió n e x iste n te e n tre el m o v im ie n to c o m u n a l y la c o n stitu
c ió n d e c o m u n id a d e s lib re s de m u je re s, e n tre el d e sa rro llo d e
las c iu d a d e s, la e m a n c ip a c ió n de las le n g u a s y la re n o v a c ió n
de la e sp iritu a lid a d . L a s le n g u a s v e rn á c u la s, m a te rn a s, e m a n
c ip a d a s, se a fia n z a n y e n c u e n tra n e x p r e sió n lite ra ria en lo s
e sc rito s d e la s b e g u in a s, q u e la c re a n y c u id a n y re c re an p a r a
e x p r e s a r su s e x p e rie n c ia s, p a r a d e c irse a sí m ism a s, p a ra c a n
tar su e x ig e n c ia a p a s io n a d a del a m o r. In sp ir a d a s tam b ié n p o r
la p o e s ía c o r té s, d e la q u e to m a n su s e x p r e sio n e s, c o n u n v o
c a b u la rio en p a r te n u e v o , q u e d ic en y c a n ta n , en su o b ra a s is
tim o s al flo re c im ie n to , b e llísim o , d e la lite ra tu ra h e c h a p o r
m u je re s en la E d a d M e d ia . E s la su y a u n a c o n trib u c ió n e x c e p
c io n a l q u e a p e n a s p u e d e ser su p e r a d a , y se e n c u e n tra n , ju n to
a tr o v a d o r a s , tr o v a d o r e s y a u to r e s d e la s c a n c io n e s de g e sta ,
en el o rig e n d e la s g r a n d e s lite ra tu ra s e u r o p e a s ; n o en v a n o se
r e c o n o c e a H a d e w ijc h c o m o u n a d e la s m á s im p o r ta n te s
p o e t a s en le n g u a fla m e n c a , y lo s e s c r it o s d e M a tild e d e
M a g d e b u r g o y M a r g a r ita P o re te se c u e n tan e n tre la s o b ra s
m a e stra s d e la s lite ra tu ra s a le m a n a y fra n c e sa .
D e u n a r iq u e z a ta m b ié n a so m b r o sa e s su a p o r ta c ió n en el
á m b ito d e la e sp iritu a lid a d . N o es m o m e n to de e n tra r en lo s
39
numerosos fenómenos de todo tipo, como estigmas, levitacio-
nes, curaciones repentinas, desplazamientos milagrosos — casi
todos respondiendo a un mismo modelo, repetido una y otra
vez— que aún hoy siguen provocando la perplejidad de los
historiadores y una utilización a mi modo de ver indebida por
parte de los teólogos. Pero no es posible pasar por alto su in
fluencia en el sentimiento religioso y su profundización de la
mística.
Quizás la primera cuestión que habría que abordar es qué
se entiende por mística, pues si las generalizaciones son siem
pre abusivas, en este terreno se muestran especialmente
peligrosas. En principio, el término es equívoco, al mismo
tiempo sustantivo y adjetivo, y su comprensión ha cambiado
con el paso del tiempo. En el mundo medieval, al que perte
necen las beguinas, la palabra «mística»58 sirve para calificar
aquella teología que, siguiendo el camino trazado por el Pseu-
do-Dionisio en su Teología mística, describe o comenta el iti
nerario que conduce hacia Dios, el único «místico» en sentido
propio, es decir, escondido, impensable, indecible: más allá
del lenguaje, más allá del pensamiento, por superaciones su
cesivas de la afirmación y la negación, mediante el desnuda
miento de todas las imágenes, se realiza la «unión que está
más allá de toda esencia y de todo conocimiento». N o se trata
pues de afectos, sentires o pensamientos, se conoce, a Dios
dejándole ser J o que él es, dejando que la incognoscibilidad
divina se instale en el fondo del ser, sin medio, sin modo,
produciéndose así la_unificación del alma en Dios y de Dios
en el alma. En el mundo medieval carece de sentido hablar de
místicos o místicas. Será en el siglo xvn cuando aparezca como
sustantivo, pasando a designar un ámbito específico, unos
hechos aislables, un tipo de experiencia, unos individuos con
cretos, todo ello medido y delimitado por una mirada, científi
ca, que desde fuera estudia, separa, decide qué es la mística,
quiénes son los místicos, cuáles son o deben ser sus caracterís
ticas.
N o deja de ser curioso que, a excepción de san Bernardo,
apenas se hable de hombres cuando se aborda la «mística
40
m edieval». H a b rá que esp erar al siglo XIV, con la aparición de
lo que los germ an istas convinieron en llam ar la «m ística rena
na», p ara ver florecer u n a corriente puram ente «m asculina»’:
el m aestro E ckh art, S u so, T au lero , R uisb roeck... Porque su
cede que tam bién en este terreno funcionan los estereotipos,
la división en función del sexo.
A unque Baruzi, en 1 9 2 5 , advirtiera de que «la experien
cia m ística solo nos resultaría h om ogén ea en la m edida en que
fuera superficial, o en la m ed id a asim ism o en que no consi
gu iéram os c a p ta rla »59, se sigue m anteniendo la distinción, ya
clásica, de «m ística nupcial» (o esp on sal) y «m ística especula
tiva» (tam bién llam ad a m ística del ser, m ística de la esencia),
afectiva una, y p o r tan to m ás p ro p ia de m ujeres, intelectual la
otra, p or tan to m ás p ro p ia de los hom bres; p or supuesto, de
vez en cu an d o se adm iten las excep cion es, siendo adem ás san
B ern ardo al que se con sid era el iniciador de la m ística nupcial
en O cciden te. C iertam en te, antes y al tiem p o que él existie
ron hom bres y m ujeres, co m o A ldegun da de M aubeugue o
G ertru dis de N ivelles, o las m on jas del P aráclito, cuya ab ad e
sa fu era E loísa, que co n sid eraron a C risto com o su E sp o so o
escribieron co m en tario s al C an tar de los Cantares (y es p o si
ble que to d av ía nos esp eren sorp resas, es decir, m anuscritos),
pero los serm on es de san B ern ard o en los que aplica el len
guaje erótico del te x to bíblico a las relaciones del alm a con
D ios, m arcaro n de m an era decisiva la espiritualidad cister-
ciense, con la que, al m en os en un principio, las beguinas e s
tuvieron en relación.
Sin em bargo, las beguin as, en su diversidad, no encajan
en una sola de esas corrien tes; p ara hablar de ellas se utilizará
el térm ino Minnemystik, «m ística del A m o r», que establece
un puente entre los d o s asp ecto s, afectivo y especulativo,
fu sio n ad o s con el sim bo lism o del am or cortés, lo que le dará
acentos nuevos. E n cuanto a la llam ad a «m ística especu lati
va», sus orígen es son un tan to co m p lejo s; habría que tener en
cuenta el n eo p lato n ism o de san A gustín, al Pseudo-D ionisio y
M á x im o el C o n feso r y, m uy especialm ente, a E scoto Erígen a
y G u illerm o de Saint-T hierry, que recogerán la teología de la
41
divinización del cristianismo oriental, abandonada entonces
por la teología latina, y no olvidar el platonismo del pensa
miento árabe, entre otros. En realidad, el universo intelectual
de aquellos siglos fue de una riqueza sorprendente, y las be-
guinas supieron hacerlo suyo, sin atarse necesariamente a él,
gracias a su cultura tanto profana como religiosa.
Aunque al hablar de la «mística especulativa» parece obli
gada la referencia al maestro Eckhart, es de justicia recono
cer, sin que ello suponga ningún intento de empañar su m e
moria, que tanto sus tesis como su lenguaje son en gran parte
deudores de la corriente beguinal, en especial de Hadewijch y
probablemente Margarita Porete, a las que debe también al
guna de las expresiones más características de esta corriente y
que más problemáticas resultaron para la Iglesia.
«Sin medio»: es decir, sobrepasamiento de las palabras,
razones, signos, pensamientos, obras y virtudes. Se trata de
llegar más allá de las personas, a la Divinidad, al Uno. Pero, y
es muy claro en Hadewijch, esto no supone quietismo y
desinterés por lo que la rodea, sino vaciamiento de todo lo
accesorio, disponibilidad. El punto de partida es el «ejempla-
rismo», volver a ser lo que realmente se es, a lo que se era
desde toda la eternidad, en Dios. Vuelta a lo que no tiene
nombre, que está más allá y más acá de todo nombre, a la
simplicidad de la Esencia divina, al abismo de la Divinidad,
donde no existen ni nombres ni m odos, para llegar a ese
despojamiento total que es condición de la libertad y llegar a
ser, en palabras de Hadewijch, «Dios con Dios» o, en palabras
de Eckhart, «Dios en Dios».
«Sin porqué», anterior a Eckhart, aunque se le atribuya a
él, pertenece por derecho propio a las beguinas: primero Bea
triz de Nazaret, luego Hadewijch y Margarita. El lenguaje de
Minne-Amor no consiente intereses bastardos, justificaciones
mercenarias disfrazadas de piedad, tiene en sí mismo su razón
de ser. Como escribirá Angelus Silesius casi cuatro siglos des
pués, «la rosa es sin porqué, florece porque florece»60.
Y todo ello expresado en el lenguaje bellísimo del amor
cortés: Dama Amor, espíritu de aventura, la lírica de los trova-
42
d ores, trobairitz y tro v e ro s. Se trata en defin itiva de un nuevo
m o d o de am ar, de c o n o c e r y vivir; de un am o r que nada d e
tiene y nad a satisface, q u e ren u ev a la ex p re sió n literaria, pero
tam bién la vida, e x p re sad o con un a can tid ad de m atices y una
riqu eza de im ágen es d e un a belleza extrem a. Es la vuelta del
am or total a la D iv in id ad , p ero tam bién a la ciu d ad ; es un
canto a la pasión , p ero tam bién a la inteligencia.
Y así, cuan do E ckh art es en viad o, en 1 3 1 3 , en labor p asto
ral p ara asegurar la d irecció n esp iritu al de un a gran población
fem enin a co m p u esta p o r relig io sas, terciarias y beguinas, se
encuentra con que, c o m o dice A lain de L ib era, no son arre b a
tos, esp asm o s o lo cu ra lo que debe a fro n tar, sino id eas, to d o
un m u n do intelectual. D e ese encuentro entre la especial ap er
tu ra del m aestro te ó lo g o y aq u ellas m u jeres, m uch as ya c o n
d en ad as, nace la lla m ad a m ística renana.
Porque el en d u recim ien to de las estru ctu ras eclesiales h a
bía hecho difícil la situ ació n , y y a el IV con cilio de L etrán
(1 2 1 5 ) había p ro h ib id o la p red ic ac ió n de laico s y la creación
de nuevas ó rd en es re ligio sas. El recelo de la jerarq u ía ante los
m ovim ientos de p o b reza y el d eseo de co n trolar rigu rosam en
te to d a s las fo rm as de d ev o ció n laica, esp ecialm en te a las
m ujeres, junto el m ied o a la h erejía se vuelca, entre otros,
con tra las beguinas. E n 1 3 1 2 , en el concilio de Vienne, el p ap a
C lem ente V con d en ab a un a serie de p ro p o sicio n e s atribu idas
a b eguin as y b e g ard o s del rein o de A lem ania:
43
Tampoco Eckhart se librará de la condena, y en ésta tuvo
gran importancia el haber hablado de «tales sutilezas ante las
gentes del pueblo» y en lengua vulgar.
Beguinas y herejes
44
em béguin é n o sig n ifica ú n icam en te en tich é , en c ap rich a d o ,
sin o q u e se a p lic a a u n e sta d o d e e m b ria g u e z , seg ú n el Dictio-
nn aire de l ’ancienne langue frangaise du IX siécle au XV siécle
(P arís, 1 8 8 4 ).
S e a c o m o fu ere en t o r n o al n o m b re , lo c ie rto es q u e d esd e
el p r in c ip io se e n c o n tra ro n c o n p ro b le m a s, y así, p o r eje m p lo ,
ya en el sig lo xm la s b e g u in a s fu e ro n c o n s id e r a d a s h erejes en
las c o m a r c a s del R h in 62. P o r o tra p arte , el c o n c ilio de V ien n e,
de d o n d e su rg en las c o n stitu c io n e s C u m de quibusdam y Ad
n ostru m , p r o m u lg a d a s p o r J u a n X X I I en 1 3 1 7 , y re p e tid a s
d u ra n te m á s de un sig lo , im p o n d rá la a sim ila c ió n en tre b e g u i
n as, b e g a r d o s, y h e rm a n a s y h e rm a n o s d el L ib re E sp íritu : «la
se c ta a b o m in a b le d e c ie rto s h o m b re s m a lv a d o s y de alg u n as
m u je re s in fieles lla m a d o s v u lg arm e n te b e g a r d o s y b e g u in as»,
p o r m á s q u e ja m á s fo r m a r a n u n a secta. S e la s asim ila rá ta m
bién a lo s v a ld e n se s, y a casi t o d o s lo s g r u p o s q u e la Ig le sia
im a g in ó p e rn ic io so s. E n re a lid a d , la re fe re n c ia era m e n o s la
h e te r o d o x ia tra d ic io n a l q u e el p e lig ro p a r a el o rd e n e sta b le c i
d o , y en la m e d id a en q u e la Ig le sia e ra in d iso c ia b le d e ese
o rd e n , c o n te sta r d e te r m in a d o s v a lo re s e r a e n fre n ta rse a ella.
A d e c ir v e rd a d , g ra n p a rte d e las b e g u in a s se m an te n d rá
d e n tro d e la o r t o d o x ia , a lg u n a s se rán in te g r a d a s en las ó r d e
n e s t e r c e r a s y h a s t a en a lg ú n m o m e n to s e r á n a la b a d a s ,
e sta b le c ié n d o se u n a d istin c ió n en tre las b u e n a s y las m a la s
b e g u in a s. P e ro en g e n e ra l su situ a c ió n p a re c e p o c o c la ra y su
e stilo d e v id a in a sim ila b le . V iv ían en c o m u n id a d e s u rb a n a s,
c u id a n d o e n fe rm o s (lo q u e n o d e jó d e re su lta r so sp e c h o so ),
e n se ñ a n d o y tr a b a ja n d o en el o fic io d e te je d o r a s (lo q u e n o
d e jó d e c re a rle s p ro b le m a s, p u e s ése e ra el o fic io p o r e x c e le n
c ia d e g r u p o s c o n sid e r a d o s h e ré tic o s), v isita n d o a lo s e n fe r
m o s, a te n d ie n d o a lo s m o rib u n d o s, a lim e n ta n d o a lo s p o b re s,
y en la e d u c a c ió n d e n iñ as, sin d e p e n d e r d el c le ro . C o m o si
o s c u r o s d e sig n io s v e la ra n la m ira d a d e lo s o b se r v a d o r e s in sti
tu c io n a le s, to d o en e lla s re su lta rá e s c a n d a lo so : la a p a rie n c ia
e x te rn a , el c o m p o r ta m ie n to , lo s g e sto s.
Se les re p r o c h a r á vivir fu e ra d el c o n tr o l d e la Ig le sia, vivir
ju n ta s en su s c a sa s, o m e n d ig a r p o r la s c a lle s, o e le g ir libre-
45
mente a sus «maestras», de las que se dice que administraban
«simulacros de sacramentos». Y otro factor de confusión: el
nombre de M arta, dado a las superioras de algunos beguina-
tos, era también el nombre dado a los dirigentes de grupos
considerados heréticos; por otra parte, la intención de tal
designación estaba clara: aunar la dignidad de M arta y María,
de la acción y la contemplación, en contra del discurso oficial.
Está también su vestimenta: llevan un hábito, y esto supone la
usurpación de otro privilegio, reservado a las órdenes reco
nocidas por la Iglesia; el hábito es un signo, cada orden tiene
el suyo, y de repente estas mujeres deciden su uso. Predican, y
se había prohibido la predicación de los laicos. Por si esto no
bastara, sus funciones, su trabajo, las pone en contacto con el
cuerpo de los otros, vivos y muertos; el obispo de Constanza
las define en pocas palabras: «...esa raza adúltera». M ás vul
nerables por ser mujeres, su m odo de vida resultó demasiado
independiente y libre, era una provocación que resultó into
lerable.
Así, las beguinas aparecen ante nuestros ojos como trans-
gresoras de fronteras, representantes de los excluidos de la
sociedad en cada momento. Consideradas herejes primero,
vagabundas y ociosas después63, siempre definidas por la
ideología dominante, acabarán por desaparecer junto con el
mundo que las vio nacer.
46
acab ó brutalm ente con aq u ella elevada civilización. A esta cru
zad a, la ú n ica v ic to rio sa , d ebe F ran cia su unificación com o
rein o, la civ ilización m erid io n al su destru cción , y E u ro p a la
p resen cia, c a d a vez m ás fu erte y am en az ad o ra, de la In q u isi
ción.
N o se trata de u n a fa lsa leyen d a, sin o de una esp an to sa
re alid ad , y m e rem ito a un h isto riad o r fiel a la Iglesia, Jo se p h
L o rtz 64:
47
tortura. En 1308, cincuenta y cuatro caballeros fueron que
mados como reincidentes. Y si el mismo inquisidor que con
denó al gran maestre templario condenaba a la hoguera, el 31
de mayo de 1310, a la beguina Margarita Porete, no es desca
bellado ver en ello algo más que casualidad; un poder se había
sentido amenazado y su reacción fue terrible: la aniquilación
de todo aquello que consideró amenazante.
Se produce así la destrucción del imaginario medieval, y
un inmenso vacío; es lo que se ha llamado «el fin de un mun
do». Aunque no tiene sentido establecer comparaciones y
apreciaciones cualitativas, resulta evidente que Europa entra,
en el siglo XIV, en una de las etapas más conflictivas de su
historia. Ante las catástrofes que se suman ya no se duda en
considerar que a finales del XHI y principios del XIV se produ
ce «el fin de la civilización medieval». Jacques Le Goff no teme
fijar una fecha, 1280, como fin de la Edad Media. Y Régine
Pernoud, teniendo en cuenta el prejuicio oscurantista que
acompaña a esa denominación, la reservará para los siglos XIV
y XV. Pero no son solo los especialistas, pues las gentes de
aquella época sintieron también que algo se había roto, y uti
lizarán el calificativo de «moderno» para referirse a los nue
vos modos de su espiritualidad. En la segunda mitad del xiv
nace la Devotio moderna.
A finales del XV y en el XVI la visión de la mujer austera,
sometida a su marido y dedicada a la transmisión de los valo
res familiares, es común a muchos autores. Ignorando el espí
ritu cortés, sublimando la imagen de la mujeres en el culto a
María, se conforma en la vida práctica el modelo de «la espo
sa» en el conjunto del ideal de orden, sumisión y trabajo. Las
beguinas encarnan el mal: ociosas, perezosas, hipócritas, peli
grosas, borrachas, de sensualidad excesiva y entregadas a los
placeres de la carne66. Aparecen ya los valores del burgués
laborioso y ordenado, del puritanismo austero, de la dis
creción y el trabajo como factor de estabilidad y de control
social.
A partir del siglo xvi no se hablará ya de las beguinas. Las
sucederán, en el imaginario naciente, las brujas67.
48
NOTA
M gd. M e n g e ld ic h te n
S tr. G e d . S tro fisc h e G e d ic h te n
49
NOTAS
50
14. La «teolog ía» de H adew ijch está fuertem ente m arcada por el «ejem-
plarism o» — que retom ará E ckhart y es elem ento central del misticismo espe
culativo— eje d e su pen sam iento sin duda porque tam bién lo fue de su e x p e
riencia y su vía de introversión. N o s encontram os aqu í con la concepción del
D ios trinitario en su com pren sión oriental: en ésta, y valga la imagen, la p a
labra — el V erbo— , y el so p lo — el E spíritu— salen inseparablem ente de la boca
de D io s; el engen dram iento del ser hum ano, criatura nueva según el Espíritu,
se identifica co n el m ovim iento del engendram iento eterno del Hijo, abriendo
así la puerta a la deificación del ser hum ano ( th e o s is ,) no enfrentado a D ios,
sino procedente de él sin ruptura, co m o tod a la creación, testigo de la Divini
dad en su belleza. Por eso, en vez de rechazo y condena del mundo preferirá
hablarse de transfigu ración del m undo; de esta concepción trinitaria se ap ar
tará pron to la teología latina (iglesia rom ana). Sim plificando un tanto, se podría
decir que nos encontram os ante dos visiones que, más que enfrentadas, pudie
ron ser com plem en tarias: la m irada de la teología oriental apunta hacia una
religión «del ser», m ientras la teología latina apunta hacia una religión «de la
m anera de ser». Para la teo logía oriental, la gracia es natural, forma parte de
la naturaleza h um ana; gracia y naturaleza existen una en otra, la creación es
buena en sí, pues es «a im agen de D ios» y el ser creado participa de la Luz in
creada. Para la teo logía latina, fuertem ente m arcada p o r el pesimismo agusti-
niano y su ob sesión con el «p ecad o original», la gracia es un don sobreañadido,
sobrenatural, no form a parte de la naturaleza, que es naturaleza caída.
15. K oenraad L oggh e, «H adew ijch d ’Anvers ... Stances poétiques», en
V ers la T r a d i t i o n , n ° 7 6 , C hálon s-E n -C h am pagn e, 1 9 9 9 . M antiene: «O n
pou rrait traduire M inne par A m o u r , mais aussi par S o u v e n i r (de m e m in i , cf.
m ém o ire )-, para añadir en nota: «L a M inne se réfere en prem ier lieu á ce que
Platón appelait V a n a m n e s is , le souvenir des Idees).
16. C f. Denis de Rougenront, E l a m o r y O c c id e n t e , trad. de A. Vicens,
K airós, B arcelon a, 1 996.
17. D om Porion, o p . c it.
18. U no de los tó p ico s m ayores al hablar d é la E dad M edia tiene que ver
con las m ujeres. N o se ha qu erid o caer en la cuenta de que, habitualmente, la
im agen que de ellas se ofrece pertenece a una época posterior, ya «m oderna».
Así p o r ejem plo, la clau su ra estricta de las m onjas tratará de im ponerse en
1 2 9 8 , cuando es dictad a por el p ap a Bon ifacio VIII en la decretal P e r ic u lo s o .
Un ejem plo clásico, pero no único: el m onasterio de Fontevraud reúne, a
com ienzos del sig lo xu, a trescientas m onjas y sesenta o setenta m onjes; hacia
1 1 5 0 , el núm ero de m iem bros se cifra en cinco mil, presididos siem pre por
una abad esa, no p o r un abad , según la regla, viuda, no virgen, lo que no
significa anciana, pues se encuentran en las crónicas abadesas de 2 2 años. Por
otra parte, ca d a vez son m ás los nom bres de m ujeres copistas, artesan as,
ilum inistas, m aestras... sacad o s a la luz por la investigación.
19. R. M enéndez Pidal, P o e s í a á r a b e y p o e s í a e u ro p ea -, E. G arcía G ó
mez, L a lír ic a h i s p a n o - á r a b e y la a p a r ic ió n d e l a lír ic a r o m a n c e .
2 0 . C f. M arie-M ad elein e D avy, I n i c i a c ió n a la s im b o lo g ía r o m á n i c a ,
trad. de M ag d alen a P ascual, Altai, M ad rid , 1966.
2 1 . «El sím bolo explica la idea p o r la im agen, no la im agen p o r la idea.
51
Casi nunca es lícito desentrañar el símbolo, no existe su traducción», J. Ba-
ruzi, L ’Intelligence m ystique, París, 1985.
22. Hadewijch, Visions , trad. de Fr. J.-B. M. Porion, París 1987.
23. Hadewijch, Lettres spirituelles, Genéve, 1972, trad. de J.B.M. Po
rion. [Existe traducción castellana de Pedro María Bernardo, Dios, Am or y
Amante. H adew ijch de Amberes, L as C artas, Paulinas, Madrid, 1985],
24. De ese mundo intermedio o imagina], Henry Corbin, el pensador
occidental que más a fondo lo ha analizado, dice, siguiendo la definición de
un místico sufí del siglo xvn: «es el lugar en que se espiritualizan los cuerpos
y se corporifican los espíritus», reconociendo su realidad propia y específica
sin caer en el psicologismo.
25. Dada la riqueza del término y la imposibilidad de precisar en cada
momento la utilización que de él hace Hadewijch, alterno Minne, Amor y
amor así como el masculino y el femenino.
26. Georgette Épiney-Burgard y Emilie Zum Brunn, op. cit.
27. Sobre las teorías del amor y el arte de amar, cf. L ’Art d ’aim er au
Moyen Age, Michel Cazenave, Daniel Poirion, Armand Strubel, Michel Zink,
París 1998 [El arte de a m a re n la E d ad M edia, trad. de A. López y M. Tabu-
yo, Olañeta, Palma de Mallorca, 1999].
28. Cf. el excelente trabajo de Marirí Martinengo, con una interesante
bibliografía, L as Trovadoras, poetisas del am o r cortés, horas y Horas, Ma
drid 1997, trad. de M2 Milagros Rivera Garretas y Ana Mañeru Méndez.
29. Cf. nota 14. La ruptura entre la Iglesia de Oriente y la Iglesia de
Occidente se consumó, tras numerosos conflictos, en el siglo xi, si bien la
teología oriental siguió inspirando la vida monástica, al menos hasta la irrup
ción de la escolástica.
30. Lo hace notar Denis de Rougemont, op. cit., libro II, c. 9. Para una
profundización mayor, cf. los trabajos de Henry Corbin, especialmente, L ’Ar-
chage etnpourpré: quinze traités et récits mystiques de Sohravardi, Paris, 1976;
L a imaginación creadora en el sufism o de Ibn ‘Arabi, trad. de A. López y M.
Tabuyo, Destino, Barcelona, 1993. Sobre Hallaj, cf. Louis Massignon, Cien
cia de la com pasión, Escritos sobre el Islam , el lenguaje místico y la fe abrahá-
m ica, trad. de Jesús Moreno Sanz, Trotta, Madrid, 1999; L a passion d ’Al-
H allaj, Paris, 1921 [está a punto de aparecer la edición abreviada, trad. de A.
López y M. Tabuyo, Paidós, Barcelona, 2000] Y para una visión general de la
mística musulmana, cf. Annemarie Schimmel, M ystical Dim ensions o f Islam ,
New York, 1975 [traducción castellana de A. López y M. Tabuyo, Trotta,
Madrid, 2000]
31. H. Corbin, En Islam iranien III, L ’«histoire» des fidéles d ’am our,
Paris, 1972.
32. J.-B- M. Porion, Visions, cit., nota a la cuarta visión.
33. Cf. especialmente, además de la obra de Ibn ‘Arabi, el sugerente
trabajo de H. Corbin, L a im aginación creadora en el sufism o de Ibn ‘A r a b i ,
op. cit.
34. Apenas existen estudios, al menos que yo conozca, sobre las místi
cas del Islam, por lo que no he podido remitirme a ellas; no obstante, pienso
que podrían establecerse interesantes paralelismos. Por ejemplo, entre los
52
escritos de H ild e g a rd v o n B in g en , las V is io n e s de H ad ew ijch , y algu n os te x
tos d e R a b i’a (m. 8 0 1 ) c o m o el sigu ien te: «... Y vi en su e ñ o s un árbol de un
frescor verd ean te, de u n a talla y b elleza in c o m p arab les; en este árbol crecían
tres tip os d e fru to s qu e n o se p arecían n ad a a los fru to s d e este m u ndo y que
eran d el g ro so r d e un se n o de virgen: un fru to b la n c o , un fru to rojo y un
fru to am arillo, qu e re sp la n d e cían co m o los a stro s so b re el fo n d o verde del
árb ol», en Sm ith M ., R a b i ’a t h e m y s t ic a n d h e r f o l l o w s a i n t s , C am b rid g e,
1928.
3 5 . «E l sig lo xn tra tó d e in c lu í^ el am o r a D io s v el am o r c arn al. Pero el
am o r co rté s, co n su e x a lta c ió n de la m ujer y el d e sp re c io d el m atrim on io, es
co n trario a la m o ral d e la Ig le sia , qu e tratará de c o rta rlo de raíz, co m o co rtó
el tem a de la M a d re C ó sm ic a » , M arie-M ad elein e D avy , o p . c it .. C f. tam b ién ,
J. M ark ale, L a g r a n d e d é e s e , P aris, 1 9 7 7 .
3 6 . Q u e d eb iero n p a g a r u n alto p recio p o r ello y , es un ejem plo entre
m u ch os, m en os de un sig lo d e sp u é s M arg arita P orete p ag aría en la h ogu era
su «atrev im ien to ». C f. i n f r a a p a r ta d o beguinas.
3 7 . H ad ew ijch escrib e en lo s m ism os a ñ o s en qu e G u illau m e d e L o rris
co m ien za el R o m á n d e l a R o s e , y von E sch en bach d e sa r r o lla el ciclo d el G raal,
in iciad o a fin ales d el s. xn p o r C hrétien de T ro y e s, en la co rte de M a ría d e
C h a m p a g n e e in flu id o p o r ella.
3 8 . M . Z in k, L ’A r t d ’a i m e r a u M o j e n A g e , cit.
3 9 . S o b re la h isto ria d el G r a a l y su en o rm e riq u e z a sim bólica, así co m o
so b re las trad icio n e s qu e re co g e , cf. H . C o rb in , «L a lu m iére de G loire e t le
Sain t G r a a l» , en I s l a m i r a n i e n II, P aris, 1 9 7 1 . T a n to en este tem a c o m o en
o tro s, M . E lia d e sig u e a C o rb in en su in terp retació n (au n q u e no siem p re le
cite), lleg a n d o co n él a u n a in teresan te co n clu sió n : «el sim b o lism o del ocul-
tam ien to d el G ra a l e x p re sa la in accesib ilid ad d e una trad ició n secreta a partir
de en un m o m en to h istó rico d e te rm in ad o », cf. M . E lia d e , H i s t o r i a d e l a s
C r e e n c i a s y d e l a s I d e a s R e l i g i o s a s I I I/l, M a d r id 1 9 8 3 .
4 0 . H a b lo en sin g u la r, sin que ello su p o n g a d e sc a rta r la p o sib ilid ad de
u n a a u to ría plu ral.
4 1 . N o es so lo H a d e w ijc h ; M a tild e de M a g d e b u rg o , B eatriz de N az are t,
M a rg a rita P orete, p o r citar so lo a alg u n as, so n te stig o s p riv ileg iad o s de ello.
4 2 . L a s a firm a cio n es d e R u isb ro e ck se en cu en tran prácticam en te en to d a
su o b ra , éstas p erten ece n al L i b r o d e l a m á s a l t a v e r d a d , in clu id o en el e x c e
len te tra b a jo d e T e o d o r o H . M artín , J u a n R u u s b r o e c k , O b r a s , M a d rid , 1 9 8 5 ,
del q u e d ifie ro en el an álisis de este p u n to co n creto .
4 3 . N o hay e sp a cio p a r a en trar en ello, p ero q u e d a p o r estu d iar su p o si
ble in flu e n cia en san Ju a n d e la C ru z, en cu y a o b ra resu en an su s im ágen es, así
c o m o el eco d e la «m ística d e la esen cia». H a sta a h o ra, y d a d o qu e H ad ew ijch
era to d a v ía u n a d e sc o n o c id a , se han realiz ad o im p o rtan te s e stu d io s qu e e sta
blecen la in flu e n cia d e la m ística ren an a, p artie n d o d e E ckh art, en aq u él.
V éase, p o r eje m p lo , el tra b ajo y a clásico de J . O rcib al, S a i n t ] e a n d e l a C r o i x
e t le s m y s t i q u e s r h é n o - f l a m a n d s , D e sclé e d e B ro u w er, P aris, 1 9 6 6 , y las ati
n ad as o b se rv a cio n e s de M . B e rg a m o en L a a n a t o m í a d e l a l m a , trad . de D ian a
S e g a rra C re s p o , T r o tta , M a d r id , 1 9 9 8 , qu e ex tien d e la in flu en cia d e la «m ís
tica d e la esen cia » a T e re sa de Je sú s , au n q u e ya d esd ib u jad a.
53
44. Su obra, E l esp ejo de las alm a s sim p les, ha sido estudiada y traduci
da |tor Blanca Cari y Alicia Padrós, Icaria, Barcelona, 1995.
45. Opto por Isolda, en lugar de Iseo, dada su resonancia «solar», pues
no en vano se hablado de ella, acertadamente, como «mujer de sol», siendo
considerado Tristán un «hombre luna».
46. «Amo las inscripciones que se refieren a los dioses inquietantes: el
dios-Luna Sin..., Dat-Badan, la diosa-SoI, y Ouzza, dios-Venus masculino,
nombrado en inscripciones pero todavía desconocido [...] No puedo dejar de
pensar en la sexualidad del pueblo que concibió a Venus como un hombre,
vio en el Sol el signo femenino de la fecundidad, y en la Luna un padre
clemente y pacificador...» A. Malraux, A n tim ém oires, citado por M. Caze-
nave, op. cit.
47. Y continúa: «Y así, a las estructuras del mundo que se pretende
imponer, Tristán e Isolda oponen, se podría decir que naturalmente, según
su ley de naturaleza, la desmesura de una pasión que sobrepasa los límites,
que hace arder el corazón, el alma y los miembros de cada uno de los aman
tes, y, ordenándose alrededor de la magia irlandesa, se entregan allí en una
ebriedad que afecta a la constitución ontológica del mundo», M. Cazenave,
op. cit.
48. Mino Bergamo, L a an ato m ía del a lm a , cit., p. 146.
49. Simone Wcil, E c h a r raíces, trad. de J. C. González Pont y J. R.
Capella, Trotta, Madrid, 1996.
50. Gilbert Durand, C ien cia del hom bre y trad ición , cit.
51. Afortunadamente, en los últimos años se han multiplicado los traba
jos y publicaciones que nos muestran «otro rostro» de la historia y dan a
conocer el importante papel de las mujeres en todos los ámbitos: pensamien
to, música, arte, etc. ; y esto, de justicia es reconocerlo y puede apreciarse en
la bibliografía final, gracias al empeño de muchas investigadoras que se es
fuerzan además por sacar a las mujeres del ghetto histórico al que se las
margina (pues otra forma de marginación, más sutil, es mostrar a «la» mujer
que destacó en un determinado momento, como «rara avis» de su género),
situándolas en su tiempo, en relación con su tiempo y con los movimientos
de su tiempo, pues no existieron aisladas. Sin embargo, pesa todavía demasia
do en el campo de los especialistas (también, lo que es más escandaloso, en
los que investigan precisamente pensamientos, movimientos y grupos rechaza
dos) el estereotipo de la historia en masculino, olvidando incluso a aquellas
mujeres que fueron reconocidas en su tiempo, o que formaron parte de gru
pos que, por su misma ideología o visión de la realidad, se estructuraron
como igualitarios. La desaparición de las mujeres de la historia que se narra
supone, necesariamente y para todos, un gran empobrecimiento, pues es la
desaparición de la cultura, los valores y las visiones del mundo que existieron
y existen en cada momento histórico.
52. En la península ibérica, se tiene noticia de beguinatos en Cataluña;
y en la corona de Castilla, según se desprende por un documento dado por
Enrique II al arzobispado de Sevilla en 1371, publicado por Manuel Gonzá
lez Jiménez («Beguinos en Castilla. Nota sobre un documento sevillano»,
H isto ria, In stitu cion es y D o cu m e n to s, publicaciones de la Universidad de
54
Sevilla (separata del n° 4). Cit. por E. M itre y Cristina G randa en L a s g r a n d e s
h e r e jía s d e la E u r o p a c r is t ia n a , Istm o, M adrid, 1983.
53. En 1321, una carta del papa Ju an X X II cifra en doscientas mil las
beguinas «fieles de la Alemania occidental».
54. C ontam os también con la vida de O dile de Lieja, beguina (1220).
Thom as de Cantim pré relata la existencia de santa Cristina de Bélgica, a la
que se llama también C h r is t in a M ir a b ilis (m. 1235), y de M argarita d ’Ypre
(m. 1237). Tam bién nos dejó la vida de Ida de Louvain (ca. 1250), beguina
antes de ser cisterciense y la de santa Lutgarda d ’Aywiéres (m. 1246), monja
cisterciense, que también parece estar en estrecha relación con las beguinas.
La vida de Julienne de Cornillon (m. 1258) que form aba parte de una com u
nidad de beguinas dedicadas a atender a los leprosos, parece haber sido escri
ta por una am iga suya, la reclusa Eva de Saint-M artin. Y otras muchas a las
que de nuevo, y gracias a pacientes trabajos de investigación, se está prestan
do atención.
55. M a r g a r it a P o re te , E l e sp e jo d e la s a l m a s s im p le s , cit. Sobre M argari
ta, Hadewijch, Beatriz de N azaret y M atilde de M agdeburgo, cf. Georgette
Épiney-Burgard y Emilie Zum Brunn, M u je r e s t r o v a d o r a s d e D io s, cit.
56. Cit. por Blanca G arla y Alicia Padrós-W olff en M a r g a r ita P o re te , E l
e sp e jo d e la s a l m a s s im p le s , cit.
57. Cit. por Alain de Libera, P e n se r a u M o y e n A g e , Paris, 1991.
58. Acerca del significado y evolución de la palabra, cf. Juan M artín
Velasco, «M ística, uso y abuso de un término im preciso», en E l fe n ó m e n o
m ístic o , e s t u d io c o m p a r a d o , Trotta, M adrid, 1999.
59. Jean Baruzi, S a n J u a n d e la C r u z y e l p r o b le m a d e la e x p e rie n c ia
m ís t ic a , trad. de C. O rtega, pp. 646-649, Valladolid, 1991.
60. Angelo Silesio, E l p e re g r in o q u e r u b ín ic o , trad. de Francesc Gutié
rrez, Olañeta, Palma de M allorca, 1985.
61. Seguidores de Amauri de Bene. Este y sus discípulos, ligados a la
universidad de París, inspirados por Scoto Erígena y el neoplatonismo, for
mularon la encarnación del Verbo de D ios en los creyentes, y por tanto su
divinización; anunciaban llegada la Edad del Espíritu y la derrota final del
Anticristo, representado por el papa y la Iglesia de Roma. Se suele unir su
doctrina al nacimiento del movimiento del Libre Espíritu.
62. Jean-Claude Schmitt, M o r t d 'u n e h é ré sie , l ’E g lis e e t le s c le r c s fa c e
a u x b é g u in e s e t a u x b é g h a rd s d u R h in s u p é r ie u r d u x iv a u x v s ié c le , Paris,
1978.
63. Para la mirada que Iglesia y sociedad dirigen a las beguinas, cf. el
excelente trabajo de J.-C . Schmitt, o p . c it.
64. J. Lortz, H is t o r ia d e la I g le sia en la p e r s p e c t iv a d e la h isto r ia d e l p e n
s a m ie n t o , v. 1, C ristiandad, M adrid, 1 9 82, exam ina el papel del papado y su
pretensión de poder universal, reconoce la masacre indiscriminada que supu
so la cruzada contra los cátaros: «D e ellas fueron víctim as no solo los herejes,
sino a veces toda la población de una ciudad. Por un celo poco inteligente y
cruel, parece ser que un legado pontificio, a la pregunta del jefe de la expedi
ción, pronunció la terrible frase: “ M atadlos a tod os; Dios sabrá encontrar a
los suyos” », p. 4 5 1 , n. 2 5 ; en cuanto a la Inquisición, cf. pp. 454-455.
55
65. Habría que tener siempre en cuenta que no se puede confundir el
pensamiento dominante en una época con todo el pensamiento de esa época;
olvidar las tendencias, dejar de lado a quienes a su vez fueron dejados de lado
o silenciados, ofreciendo una visión lineal y uniformadora de la historia, no
deja de ser una postura peligrosamente totalitaria, sin que importe que se
llamen progresistas o conservadores quienes la mantengan. Dicho esto, hay
que subrayar el auge adquirido a lo largo del siglo XX por los estudios sobre
los movimientos espirituales más o menos subterráneos o marginales, aunque
todavía no hayan recibido el eco que merecen. A título de ejemplo, la presti
giosa colección World Spirituality, que ha dedicado 25 títulos al estudio de
las religiones de todo el mundo, realizados siempre por importantes especia
listas en cada materia, consagra un volumen al estudio de algunas de esas
corrientes: M ódem Esoteric Spirituality (ed. a cargo de A. Faivre, J. Needle-
man y K. Voss, Crossroads, New York, 1995), en el que se analizan temas
tales como la alquimia medieval, el pensamiento de J. Boehme, la cábala y el
hermetismo renacentista, etc., su pervivencia y sus raíces. En esa línea cabe
citar también a Henri de Lubac y su obra sobre L a p osterid ad espiritual de
Jo aq u ín de Flore (Encuentro, Madrid, 1989), los trabajos sobre hermetismo
de Francis A. Yates y, posteriormente, de Joscelyn Godwin, sobre alquimia
de Silvain Matton, sobre teosofía cristiana de Pierre Deghaye, y un largo
etcétera en el que se deben incluir las obras citadas en nota y bibliografía.
66. Sebastian Brant, «N e f des fou s». cit. en Bernard Gorceix, A m is de
Dieu en Allem agne au siécle de M aitre Eckhart , París, 1984.
67. En el cruce, a medio camino en la imaginación popular entre la
bruja y la santa, está por ejemplo Juana de Arco: «lo que la llevó a la hoguera,
además de los odios políticos, fue el carácter inmediato de su misión, recibida
de una autoridad interior [...] la tesis según la cual Juana habría sido terciaria
franciscana se apoya exclusivamente en el hecho de que un documento
contemporáneo (Chronique de M orosini , 1429) la declara expresamente be-
gu in a». Cit., Porion, op. cit.
56
mi normare".
P O EM A S
D E H A D E W IJC H D E A M B E R E S
I
59
¡abandonada de mí misma y de todos!
Qué ofensa a la naturaleza
—Ay, vale, vale millies—
¡Amigos míos, conmoveos
—si dixero, non satis est—
por aquella a la que Amor así hace llorar!
60
M á s les v a ld r ía seg u ir el c a m in o
q u e c o n d u c e h a sta vo s.
P re te n d e n a y u d a r o s a g u ia rm e
sin n e c e sid a d n in g u n a:
v o s sa b é is c a stig a r o a b so lv e r
y so m e te r n o s a la p ru e b a d e la v e rd a d .
— A y , vale, vale millies —
A m ig o s, to m a d el p a r tid o d e D io s,
— si dixero, non satis est—
y a d isp e n se g r a c ia o ju stic ia.
¡A h ! c o n sa b id u r ía S a lo m ó n n o s e x h o r t a
a n o e sc ru ta r lo s se c re to s
m á s a llá d e n u e stra fu e rz a s,
y a n o a v e n tu ra rn o s
en e m p r e sa s q u e su p e re n
n u e str o s d é b ile s re c u rso s,
sin o a d e ja r q u e A m o r
n o s e n c a d e n e o libere.
— A y, vale, vale millies —
V o s o t r o s q u e , h a c ia el se c re to d e l A m o r,
— si dixero, non satis est—
su b ís c a d a d ía u n p e ld a ñ o .
N im io s s o n lo s p e n sa m ie n to s d el h o m b re ,
in fin ito e s el p o d e r d e D io s.
S ó lo e s s a b io el e sp íritu :
s e a p a r a él n u e stra a la b a n z a ,
y q u e él d ic te se n te n c ia
d e v e n g a n z a o p e rd ó n .
N o h ay a c to ta n le ja n o
q u e e sc a p e a su s o jo s.
— A y , vale, vale millies —
A lm a s al A m o r re n d id a s,
— si dixero, non satis est-—
q u e en to d o a g r a d á is a su m ira d a .
61
Que Dios nos dé el sentido nuevo*
de un am or m ás libre y noble.
Que nuestra vida, en él renovada,
reciba toda bendición.
Que el sabor nuevo aporte la vida nueva,
como la da Amor en su puro frescor.
Amor es recom pensa nueva y poderosa
para quienes renuevan su vida en él.
— Ay, vale, vale milites—
L os que de nuevo queréis conocer
—si dixero, non satis est—
en la nueva primavera el nuevo Amor.
(Str. Ged. I)
62
II
M il sign os m uestran
— los pájaros, las flores, los cam pos y lo s días—
que sobre el invierno y sus penas
pron to festejarán la victoria.
L as caricias del verano
prom eten cercanas alegrías,
m ientras yo sufro go lp es tan fuertes.
E staría igual de contenta
si A m or m e diera la dicha,
pues jam ás m e tuvo en su gracia.
Si p udiera fiarm e al A m or
recobraría la paz y el sosiego
¡si al m enos estuviera segura
y supiera que m ide los sufrim ientos
y con tem p la las penas
que tan fielm ente so p o rto p o r E l...!
N o sería dem asiado p ron to, creo:
mi escudo está tan g o lp ead o
que no hay lugar p ara o tra herida.
63
y en lu prueba, por dura que fuere, encontrar
lu fortuna más alta.
Quien así haya vivido
conoció la sabiduría verdadera,
de la que yo carezco.
64
Si el destin o que con su od io me hostiga
p or fin me dejase curar,
p o d ría ser to d a del A m or,
y entonces mi pena d aría su fruto.
En sus agu as p ro fu n d as y tem ibles
leería su veredicto, me entregaría to d a,
y mi am or sin reserva acogería al A m or.
Y mi ham bre, por fin, se ap lacaría.
L en tos en satisfacerle,
perm an ecem o s ajen o s al A m or.
Y ahí está nuestra m iseria. ¡A h! S ab ed lo tod o s,
quien sin cobardía su p iera com placerle
tendría su reino y to d o s sus tesoros.
65
III
66
T an p ro n to g rac io so , tan p ro n to terrible,
p ró x im o ah ora, lejan o d esp ués;
p a ra quien le con o ce y en él confía,
esto m ism o es el g o z o suprem o.
¡C ó m o A m or ab raza y g o lp e a a la vez!
(Str. Ged. V)
67
IV
68
en q ue no b rilla el A m or
p o r q u ien flo rec e el p en sam ien to.
G a n an c ia o p érd id a:
co n u n a y o tra c o n ten tao s p o r igual.
Q u ien en su juventud
se c o n sa g ra al Prim er A m or,
y con to d o su ser se som ete
en tregán d o le el c o raz ó n ;
quien en las p u ras virtudes
le c o n sa g ra su esp íritu,
d isp o n d rá librem en te
de su ex trañ o p o d e r:
ten d rá la plen itud
a la que n ad a p u ed e faltar,
y m edian te dulce violencia
se ad u e ñ a rá del A m or.
¡Ay, d e m í! ex iliad a,
¿d ó n d e en con traré la p ren d a
de A m o r que m e con su ele
y m e ayude a so p o rta r m i p en a?
M e esq u iv a c u an d o le atisbo
y trato de segu ir su s p a so s
sin lo g rar ningún fav o r:
¡m e traic io n a co n d escaro !
F altan a m i c o raz ó n p alab ras
p a ra e x p re sa r su d esd ich a.
L a a g o n ía no es tan d u ra
c o m o el h am bre de am or.
Si A m o r quiere to d o m i am or,
¡q ue se en tregue p o r en tero !
N o según m is d eseo s,
cu y a estrech ez bien c o n o zco ,
a p e sar de que p o r él
m i alm a está con su m id a.
69
IAh! no tengo de qué vivir:
Itú bien lo sabes, Amor!
Nada mío conservé,
dame, pues, de lo que es tuyo.
M as por mucho que me des
solo todo podrá saciar mi hambre.
70
V
Por el A ño N u e v o e sp e ra m o s
u n a n u ev a estació n ,
n ueva flo rac ió n
y m u ch a a le g ría nueva.
Q u e v iva d ic h o so
q u ien su fre p o r A m o r,
¡p u e s n o esc ap ará !
E n su riq u e z a y p o d e r,
sie m p re afab le y d u lce en su acció n ,
A m o r c o m p e n sa co n su d u lzu ra
to d a s las p en as nuevas.
Q u é n u ev o era a m is o jo s
q u ien servía al A m o r n u ev o
co n lealtad re n o v a d a ;
a sí d eb e hacer el n o vicio
c u a n d o el A m o r se le m u estra.
P o co s am ig o s te n d rá q u e le im p o rten
si se en trega al A m o r.
Pues A m o r o frece d o n e s n u ev os,
un esp íritu n u ev o
en su to q u e nuevo.
A m o r es nuevo a c a d a in stan te
y se ren u ev a c a d a día.
A q u ien es se ren u ev an h ace ren acer
a u n bien siem p re n uevo.
¡A y! ¿se p u ed e seg u ir en la vejez,
re n u n c ian d o al am o r
en p en a y sin p ro v e c h o ?
Pues se h a se p a ra d o del c am in o n u ev o
y le e sc a p a la n o v e d ad
d e un am o r nuevo
en el am o r esen cial d e lo s n u ev o s am an tes.
71
¡Ay! ¿dónde está el nuevo Amor
con sus dones renovados?
Mi angustia me hace sufrir de nuevo,
mis sentidos desfallecen en el furor de Amor.
El abismo en que me hundo
es más profundo que el mar,
y sus simas, aún más hondas,
renuevan mi herida.
Nunca sanaré
si no encuentro su fresca novedad.
72
Q u é d u lc e e s la b u e n a n u e v a ,
p o r m á s q u e tr a ig a
d o lo r e s y s u fr im ie n to s n u e v o s.
E s c o n fia n z a n u e v a
pues A m or n o s p agará
c o n a lta y n u e v a d ig n id a d .
A m o r n o s e le v a rá
al m á s a lto c o n s e jo d el A m o r,
d o n d e se e n c u e n tra la n o v e d a d en p le n itu d
y e n a lta fr u ic ió n re n o v a d a .
«E l A m o r n u e v o e s t o d o m ío » ,
¡A h , r a r o es este fa v o r n u e v o !
¡Q u e n u e v o s y r e n a c id o s
d e sc o n fíe n y d e sa fíe n
a t o d o s lo s q u e te m e n e s ta r e n o v a c ió n
y se re n u e v a n c o n n o v e d a d e s e x tr a n je r a s !
73
VI
74
E n to n ces c o n te m p la ría m o s su nobleza,
p u es el alba de a m o r n o se levanta
sin o d o n d e n in gun a p en a se rehuye p o r El,
d o n d e el c o raz ó n fiel no se arre d ra ante ningún torm ento.
(Str. Ged. X )
75
VII
76
¿Quién puede adivinar cóm o
se mira a Quien se ama
cuando el corazón está henchido de amor?
N o quiere perder un instante,
sino siempre padecer con El
y contemplar fielmente
en su noble rostro
lo que ordena a nuestra alma.
Entonces, por fin, la verdad
ilumina las dulces penas.
77
A quienes esta languidez consum e
Amor les prepara el corazón
para que viva con su alimento.
C om o Amor, al Amor acogen
y no temen ya el destino:
«El está en mí y yo estoy en El».
En esta libertad ardiente
¿quién les podría turbar?
¡H asta vosotros le servís dócilm ente,
astros del día y la noche!
78
VIII
E n to d o lugar
aparece la estación nueva,
alegres están los p ajarillos
y el valle y la m on tañ a florecen.
T o d o lo que vive
se libra
del torm ento del invierno cruel.
Y só lo yo,
só lo yo m uero,
si pron to A m or de m í no se apiada.
M i cruel destino
lanzó contra m í ejércitos
ven idos de to d as partes.
M is cam inos, antes libres,
se encuentran ah o ra ocup ad os.
Se m e niega la paz,
¿no concede tregu a alguna
el exceso de d o lo r?
Si el A m ado
m e conduce a su victoria,
le daré gracias p o r siem pre.
79
Por A m or quiero lograr
la victoria sobre la miseria y el exilio,
y sé que debe ser mía.
M as surge tanto infortunio en mi cam ino
que a m enudo
he soñ ad o m orir
desde que el Amor me hirió.
N o me im porta
carecer de todo
si A m or m e acoge en su Reino.
En m is años de juventud,
cuando conocí las armas del A m or,
me regaló un sinfín de prom esas,
bondad, saber, fuerza, riqueza;
y el día
en que estuve dispuesta
a pagar gustosam ente la deuda,
fue com o si él quisiera
unirm e a él sin pedir nada.
¿Q ué queda, Amor, de aquel inm enso ardor?
Así A m or me engañó,
m ostrándom e llena la m esa
de m anjares que seducen
con sus delicias
a la juventud inexperta;
y por ese regalo
sufrí de buena gana dolores y penas.
Y ahora repito
quejas y lam entos
hacia él, ayer tan generoso.
80
D esdicha y alegría,
pena y dulzura,
escondo a los extranjeros los secretos de mi corazón.
En lo m ás alto del espíritu,
bien lo sé,
el am or al am or debe pagar con amor.
Al noble Amor
me he dado por com pleto:
pierda o gane,
todo es suyo en cualquier caso.
¿Q ué me ha sucedido
que ya no estoy en mí?
Sorbió la substancia de mi mente.
M as su naturaleza me asegura
que las penas de am or son un tesoro.
Sé que Am or lo merece:
ganar o perder, qué más da.
Lo que único que deseé
tan pronto Amor tocó mi corazón
fue satisfacerle
en cualquier exigencia;
lo que hice lo atestigua.
Soportando sus golpes
vi en su rigor mi bien.
81
Por cruelmente que me hiera
nunca renunciaré
a lo que el Amor me ha impuesto,
82
IX
C u a n d o se re n u e v a el a ñ o
y el v alle y la m o n ta ñ a
e stán to d a v ía o sc u ro s y so m b río s,
flo re c e n y a lo s a v e lla n o s:
a sí su c e d e al a m o r, q u e a u n en tre p e n a s
n o d e ja d e c re c e r en v erd ad .
¿E n q u é d ic h a e stu v o
a q u e lla q u e A m o r e n c a d e n a
c u a n d o q u ie re g o z a r lib rem en te
y lib re c o rre r en su in m e n sid a d ?
S á b e lo , h ay m á s p e n a s en el am o r
q ue lu ce s en el c ie lo e stre lla d o .
C a lla ré p u e s el n ú m e ro d e m is p e n a s
y n o p e sa ré la c ru e ld a d d e m i c arga.
¡N o la s c o m p e n sa
el v a n o c u id a d o d e c o n ta rla s!
M a s p o r d éb il q u e se a m i p arte de p ru eb a,
m e e stre m e c e ex istir.
L a v id a es h o rr o r p a r a el a lm a
c u a n d o d e sp u é s de d a rlo to d o
se ve a r r o ja d a a la s tin ieb las,
ta n le jo s, q u e p a re c e n o h ab er re to rn o ,
sin n a d a q u e evite la d e se sp e ra n z a .
¿Q u é p e n a es se m e ja n te a la d el a m o r?
83
¡Ay! Almas atrevidas que todo podéis en él
y en su confianza vivís con libertad,
¡compadeceos de este corazón dividido al que el Amor abruma
y persigue en un exilio infinito!
Quien razón tenga, que viva en paz con ella:
para mí solo hay desesperanza.
84
N a d a ab ru m a tan to al c o raz ó n que am a c o m o an d ar errante
b u scan d o al A m o r, sin sab er p o r d ó n d e,
si en las tin ieb las o en la luz,
en la c ó le ra o en la tern u ra. Si A m or
m o strara su v erd ad c o n so la d o ra ,
so se g a ría p o r fin al alm a ex iliad a.
85
X
De auroras puras
esperamos días claros;
la revelación del Amor me engañó,
y no otra, cuyo nombre callaré.
Pero El las conoce.
En cuanto a mí, sé
cuánto lamento me arrancó el Amor.
86
Y si alg o faltara
q ue p ro n to fu ere p ro c u ra d o
p o r el n o ble c u id ad o de la fid elid ad .
¡Ay! p o d e ro so y e x c e lso A m o r,
q ue d e fo rm a m arav illo sa to d o lo c o n q u istas,
¡c o n q u ístam e p ara c o n q u ista rte
co n tu fu erza in co n q u istab le!
¡Q u é de veces c o n o cí
esa e x tra ñ a co n q u ista,
esa v icto ria que en el a m o r m e co lm a b a!
87
Desde que, siéndole fiel, comprendí
que Amor me asistiría en todo momento,
ningún dolor extranjero me alcanzó;
permanecí confiada y en pie,
sabiendo que un día
Amor me daría
el beso de la unidad.
Yo clamo y me lamento:
a Vos el día,
a mí la noche y el furor de Amor.
88
XI
M i a n g u stia es g r a n d e , d e sc o n o c id a d e lo s h o m b re s
q u e c ru e le s q u ie re n p ro h ib irm e
el a c c e so a d o n d e el A m o r e n c a m in a su s fu e rz a s.
E llo s lo ig n o ra n , y y o iq u é p u e d o d e c irle s?
D e b o vivir se g ú n so y :
lo q u e A m o r m e in sp ire ,
e so se rá m i ser y a él d e d ic a ré m i e sfu e rz o .
S e a cu al se a la su e rte
q u e en n o m b re d el A m o r p u e d a e sta rm e d e stin a d a ,
m i c o ra z ó n p e rse v e ra ,
p u e s b ien sé en lo m á s p u r o d e m i a lm a
q u e su frir p o r a m o r e s v en cer.
J a m á s d e ja ré d e d a rm e ,
e n la p e n a , en el r e p o s o , en la v id a y en la m u e rte :
c o n o z c o el p r e c e p to d e la fid e lid a d m á s alta.
L a o rd e n q u e A m o r m e d a,
la n z a m i e sp íritu a la a v e n tu ra :
a lg o sin fo r m a , fig u r a , ni p o r q u é ,
p e r o q u e c la ra m e n te se sie n te ...
E s la su b sta n c ia d e m i a le g ría ,
a q u e llo h a c ia lo q u e tie n d o sin c e sa r,
y p o r lo q u e su fr o ta n to s d ía s d e a m a rg u ra .
N o m e la m e n ta ré d e su frir p o r A m o r:
p u e s e s m i b ien a c e p ta r su v o lu n ta d ,
g rite su o rd e n o la e x p r e se en sile n c io .
T a n so lo su re fle jo n o s es d a d o c o n o c e r.
E s m a ra v illa im p e n sa b le
q u e m e in v ad e el c o r a z ó n
y m e e x tra v ía en un d e sie r to salv a je .
89
Es un desierto cruel, a nada se parece;
en él se instala el amor
cuando languidece el anhelo,
y nosotros lo probamos sin conocerlo jamás.
Se manifiesta huyendo,
le perseguimos, mas no le vemos;
y así el corazón se mantiene vigilante y doliente.
90
D eslealtad fue mi p eo r en em iga
y, fren te a ella,
só lo en la fe de un am o r con stan te
p o d ré en co n trar salvación.
91
XII
L os pajarillos cantan
y los cálices abiertos
anuncian ya la prim avera;
las voces cautivas del invierno,
las corolas, pálidas ayer,
de fiesta están ahora;
volvieron los días herm osos
por cuya ausencia
languidecerieron de anhelo.
Así le sucede al alma presa de Am or.
En la angustia de am or
se saborea la muerte,
de ello soy testigo.
Aquél cuyo corazón es tocado
por la esencia pura del Amor
apenas guard a la calma
y ninguna gracia encuentra.
Si A m or no viniera en mi ayuda
me encontraría entre aquellas
que de sus dones conocen solo el dolor.
92
El m ejor consejo
para el alm a que Am or
m antiene en sus redes
atada y cautiva,
es que se abandone en sus m anos
y acepte sin resistencia
la angustia del am or.
Am or ofrece una pena,
quien la rechaza
deberá suspirar m ucho tiem po en el exilio.
Q ue A m or m e esclavizara
en nada m e sorprende:
él es fuerte, yo soy débil.
Por él no puedo ya
disponer de mi persona
ni m overm e a mi antojo.
H ace de m í lo que quiere,
nada queda de mí.
R ica ayer, ahora soy pobre:
tod o lo he perdido en el am or.
De extranjeros y am igos
a los que en otro tiem po servía,
ahora estoy separada.
M e despojé de honor y sosiego
para vivir en libertad,
recibiendo en el am or
gran riqueza y saber puro.
M al hace quien lo discute,
no p uedo pasar sin ello;
cuándo ya to d o falta
¿de qué vivir sino de Am or?
93
N o es una criatura viva
la que me abandonó,
eso es cosa sabida.
Si por ventura en el amor perdiera,
¿qué sería de mí?
Ahora soy pequeña,
pero entonces sería pura nada.
Estoy perdida si por mí no vela.
Si tal infortunio llega, que me dé
con qué vivir libremente.
(Str. Ged. X X IV )
94
X III
95
El furor de Amor es herencia magnífica,
y a poco que se entienda
no creo que de Amor
se desee otra herencia.
Quienes eran dos tan solo ayer
serán uno en adelante
¡creed mi testimonio!
Hace amargo lo que fue dulce
y cercano al extranjero,
de lo más pequeño hace lo más noble.
Al fuerte debilita
y da salud al enfermo,
merma su brío al más robusto
y cura cualquier herida.
Por ella de repente el ignorante
conoce el largo camino
por el que tantos debemos vagar.
En un instante le muestra
cuanto se puede aprender
en la escuela del noble Amor.
96
píd ale m iserico rd ia,
m as no deje de en tregarse
al servicio del noble A m o r.
C o b re v alo r p en san d o
q ue el p o d e r del A m o r es g ran d e:
«C e rc a de la m uerte está
q u ien no se p u ed e cu rar».
97
X IV
98
Desear, vagar, esperar días y noches
esa prim avera que es el Amor,
nos hace despreciar a la plebe extranjera,
perder mucho, ganar ciento por uno.
N obleza de Amor me quiere tan firme
que por fin de él reciba
naturaleza nueva que supera el sentido:
¡m elodía que desafía a cualquier poem a!
(Str. Ged. X X X I)
99
XV
100
S acied ad : pues el am or viene y nos colm a.
H am b re: p ues se retira y nos d eja entre llantos.
Sus con su elo s m ás bellos son cargas ab ru m ad o ras;
sus asa lto s m ás violen tos, delicias ren ovad as.
101
XVI
102
O tro s alcan zan tu s cim as, yo m e q u ed o en el valle,
p re sa de h o rro r ante el cam in o que m e aguarda.
D e A m o r se p u ed en co n tar m aravillas,
de lo que es, de lo que hace.
C o n u n o s d esp lieg a sus ard id es:
«S o y to d o v u estro, sed m ía igualm en te».
A veces n o s to c a de fo rm a tan brusca
q u e casi el co raz ó n nos rom p e.
Y o tras veces d eja en p u ra libertad.
N o s extrav ía y n o s vuelve de nuevo al cam in o.
A n iq u ilarse en el A m or
es lo m ás alto que sé;
p o r lejo s que esté de m i alcance
no co n o zc o o b ra m ejor.
A fro n ta n d o el A m or con d eseo,
ya sin c o raz ó n ni p en sam ien to,
c u an d o extin gu e al fin n u estra p asió n en la suya
e n co n tram o s la fu erza q ue lo co n q u ista p ara siem pre.
(,Str. Ged. X X X V I II )
103
XVII
104
¡Ay! p o r c u án to s sen d ero s de noche y m iseria
A m or nos d e ja v agar
en tan to s asa lto s a lo s que sucum bim os.
A m or cruel e im p lacab le
que a veces no o b stan te p ro d ig a sin esfu erzo
su gran y m ú ltip le alegría.
E x tra ñ as ap arien c ia s q ue arreb atan
al alm a in ic ia d a a su libre p o d er.
(Str. Ged. X L I)
105
XVIII
106
S u s p ro m e sa s so n se d u c to ra s,
su o rn a to n o s d e sn u d a ,
su v e rd ad n o s d e c e p c io n a
y su se g u rid a d es m en tira .
(.M gd . X III)
107
XIX
108
¡A y! el fu ro r d e am o r m e e x a lta
y de m í se a p o d e r a ese bien , ser en te ra m e n te suya.
¡A y! ¡q u é sa b id u ría en el fu ro r de A m o r,
q u é p riv ile g io en el fu ro r del lib re A m o r!
L a n g u id e z c o , velo y sa b o re o
el B ien q u e m e llen a d e d u lzu ra.
C o n o z c o , sie n to y en cu en tro
re c o m p e n sa a m i d o lo r.
M e estre m e zc o y a Él m e d o y ;
vivo en la h o n d a fe
de q u e m i p e n a , m i n o b le p en a
re c ib irá to d o en su p e n a d iv in a.
¡A y, A m o r a m a d o ! el A m o r q u e yo am o
so is V o s, A m o r m ío ;
v o s q u e d ais g ra c ia p o r g rac ia,
c o n la q u e el A m a d o so stien e a la am ad a.
¡Ay, A m o r! si yo fu e ra am o r
y v o s am a ra is, A m o r, c o n el m ism o am o r.
¡A y, A m o r! d ad m e p o r a m o r
q u e el a m o r c o n o z c a p len am en te al A m o r.
(M gd. X V )
109
XX
110
h acién d ose n uestro alim ento y n uestro pan,
y c o n fu n d ien d o lo s p en sam ien to s del h om bre.
N o s d io a c o n o ce r q ue ésta
es la m ás ín tim a unión de am o r:
com er, sab o re ar, ver interiorm en te.
El nos com e, n o so tro s creem o s com erle,
y sin d u d a lo h acem os.
Pero él p erm an ece in tacto,
tan fu era de n u estro alcance,
tan lejo s de n u estro s d eseo s,
q u e c a d a cual sigue sien d o lo que es
y la d istan cia p erm an ece.
M a s a q u ien este lazo cautive
q u e n o deje de co m er con p asión
p ara c o n o cer y sab o re ar m ás allá de sus d e se o s
la h u m an idad y la d ivin idad.
El lazo de am o r hace co m p ren d er estas p alab ras:
«Y o soy p ara m i A m a d o y Él es p ara m í».
111
Rápida mensajera es esa brasa
que sirve al Amor de maravilla.
Su misión no se interrumpe
y no puede fallar al Amor.
Inflama lo que estaba frío,
vuelve tímido al orgulloso,
descabalga al caballero
y colma de nobleza al vasallo:
pone al pobre en un reino
donde no es inferior a nadie.
Y todo ello: caer, levantarse,
dar o tomar, perder o recibir,
se enciende y se extingue por el furor de Amor
que ese carbón representa. Trabajad ahora
en esta obra y conoced
los extraños prodigios que Dios hace
hasta que Amor en nosotros se convierte en fuego
en el que se abisman igualmente,
quemados, devorados, consumidos,
el deseo del hombre y el rechazo divino.
112
El A m o r actú a tam bién co n el n o m b re de R o c ío :
c u an d o el fu e g o h a q u e m ad o en su v io len cia to d o ,
lle g a el ro c ío , d e rra m a n d o su h u m ed ad
c o m o b risa de m arav illo sa dulzura.
P ro v o c a el beso de las c ria tu ras n o b les
y d a c o n sta n c ia en lo s cam b io s.
El celo de am o r d e v o ra su s d o n e s de tal suerte
que sie m p re d ebe term in ar así.
A m ain an en to n ces las tem p e stad e s
q u e ay er m ism o se d e satab an en el alm a.
L a c alm a rein a al fin
c u an d o la A m a d a recibe de su A m a d o
lo s b e so s que con v ien en al A m or.
C u a n d o se a p o d e ra de ella y d e to d o s su s sen tid os,
g u sta su s b e so s y lo s sab o re a h a sta el fo n d o .
E n c u an to A m o r to c a a la A m ad a,
com e su carn e y b ebe su san gre.
El d u lce A m o r q ue así la d esh ace
co n d u ce su av em en te a los am an tes
al b eso in d iso lu b le,
el m ism o b eso q u e une
a las T re s P erso n as en un so lo Ser.
A sí el n o b le ro c ío ex tin gu e el fu eg o
q u e a so la b a el p aís del A m or.
F u en te viva es el se x to n o m bre
q u e le con v ien e d e sp u é s de ro cío .
D e rra m am ien to y reflu jo
de u n o en el o tro y crecim ien to en D io s
q u e so b re p a sa n el en ten d im ien to y el sen tid o ,
la in teligen cia y la c ap ac id ad
de cu alq u ier cria tu ra h um an a.
P ero en n o so tro s está
la v ía e sc o n d id a q ue el am o r n o s m arca
p a ra en c o n trar p o r m o m e n to s el m ás d u lce d e lo s b eso s.
A hí re c ib im o s la d ulce V id a viviente
q u e la V id a d a a la viviente vid a.
113
Fuente viva se la llama, pues alimenta
y guarda en el hombre el alma viva.
Brota viva de la Vida
y de esta Vida da vida nueva a nuestra vida.
La Fuente viva se vierte en todo tiempo,
en las virtudes de siempre o en el celo nuevo,
como el río expande sus ondas
y las recibe de nuevo,
así el amor engulle lo que da.
Por eso se le llama Fuente y Vida.
114
N o hay c o ra z ó n tan sab io q ue p u e d a
c o m p re n d e r la m ás p e q u e ñ a p arte
del L a z o del A m o r au n q u e d ejase
a u n la d o lo s o tr o s seis n om bres.
E l lazo n o s a se g u ra q u e n ad a
n o s se p a ra r á d el A m o r,
ni v io len cia, ni fu erza, ni m ilagro .
T a l es la fu e rz a del d o n d e sab id u ría.
El c o ra z ó n , p o r sí so lo , n o lo p o d ría a g u an tar,
p e ro p o r ese lazo so p o rta lo s lazo s del A m o r.
L a L u z n o s m u e stra las co stu m b res del A m o r,
n o s re v e la su v o lu n tad en to d a s sus fo rm a s:
p o r q u é d e b e m o s c o n o c e r y am ar
la H u m a n id a d y la D ivin id ad .
El C a rb ó n e n c ie n d e a lo s d o s am an tes,
y el F u e g o les q u e m a en la u n id ad :
así en el fu e g o d e la sala m a n d ra
el fé n ix se c o n su m e y tran sm u ta.
El R o c ío lo a p a g a ,
se e x tien d e p o r él c o m o b á lsam o y b risa unitiva.
L a ale g ría y el fu ro r de A m o r
a rro jan a lo s a m an te s al m ar ab ism al,
m ar sin fo n d o , sie m p re vivo,
q ue co n la v id a d a a lo s T re s en la U n id a d
D io s y H o m b re en un so lo am o r;
a sí es la T rin id a d m ás allá de to d o p en sam ien to .
El sé p tim o n o m b re , ju sto y su blim e,
d ice q u e el a m o r es G eh en n a,
c o m o lo es en efecto p o r n atu raleza.
P u es arru in a el alm a y lo s sen tid o s,
de m a n e ra q u e n o se levan tan m ás;
en ad elan te, lo s A m an tes n o p o d rán
m ás q u e v a g a r en te m p e sta d e s de am o r,
errar co n c u e rp o y alm a , p en sam ien to y c o raz ó n ,
A m an tes p e rd id o s en este In fiern o.
¡Q u e te n g a c u id a d o q u ien q u ie ra a fro n ta rlo !
115
pues ante el Amor, nada vale, sino aceptar
en todo momento golpes o caricias
hasta el fondo del corazón fiel
que quiere ofrecer un amor verdadero.
Así lograrem os la victoria: por lejos
que aún nos parezca, alcanzaremos el Amor.
(Mgd. XVI)
116
O TR O S PO EM AS
I
11 9
Entre lo comprendido y lo que falta no hay medida
ni comparación posible:
(Mgd. XVII)
120
II
121
Permanece ahí sin temor, pues ésa es tu parte:
sé feliz eternamente en tu Principio.
122
E s p re c iso c o m b atir y su frir g ra n d e s p en as
p a ra re c o rre r v u e stro sen d ero .
y la m u ltitu d in n u m erab le de p o rq u é s
q u e m e h acen p re fe riro s a to d o
123
Tened por nada cualquier don que os adorne: el orgullo
[arruina toda virtud.
Si, por el contrario, no os tenéis en gran estima, es que
[el honor divino os bendice.
124
E n las h erid as de C risto se encuentra la n o b lez a y se p ierd e
[to d o saber.
N o ju zgu es a nadie
de qu ien no c o n o zcas, m ed ian te in d icios cla ro s, su íntim a
[verdad,
125
pues m uchas acciones de los hom bres parecen criticables,
m alas en apariencia, pero buenas en lo secreto.
126
Pero quien penetra en el conocim iento del p od eroso Amor
debe sufrir y ocultar su m al:
(Mgd. XVIII)
127
III
Si el conocimiento falta,
buscad en el interior
vuestra simplicidad: allí encontraréis
el claro espejo siempre dispuesto.
128
estar d e n tro y afu era,
sin c o n o cim ien to , c o m o u n a m u erta.
E scu ch ad lo q ue o rd e n a el A m o r:
n o o s p re o c u p é is del afec to de las criatu ras.
El am o r cu b re y o cu lta
a quien in struye,
co m o las a la s del serafín .
Y es noble la p en a
q u e se a c e p ta p o r v o s, d eseo ín tim o.
E n vu estro cu rso n o a h o rráis
ningún e sfu erz o , ni p e rd é is tie m p o algu n o .
tem o r, am o r y d eseo ,
c o n o cim ien to e in teligen cia,
g o z o , esp e ran z a y g u sto , to d o lo p erd í.
H u n d id a en el n o -saber,
m ás allá de to d o sen tim ien to ,
de to d a c o m p re n sió n , d e b o g u a rd a r silen cio
y p erm an ecer d o n d e estoy ,
129
como en un desierto
que ni penetran ni alcanzan
palabras ni pensamientos.
(Mgd. X IX )
130
IV
En la D eid a d ,
n in gu n a fo rm a de p erso n a :
lo s T re s en la U n idad
so n p u ra desn ud ez.
N u e stro S eñ o r y C read o r,
h acién d o se c o n fo rm e a n o so tro s
to m ó n u estra n atu raleza y se h izo c riatu ra
p a ra h o n ra nuestra.
(Mgd. X X )
131
V
Todo me es angosto
¡me siento tan inmensa!
Quise captar eternamente
una Realidad increada.
La comprendí, y me ha liberado
de todo límite;
todo me resulta pequeño,
también tú lo sabes, tú, que vives allí.
El alma es libre
en la intimidad sin diferencia;
por eso quiere Dios
que sea nuestro lote.
132
E s grav e p erju icio
p re star o íd o
a c o n se jo s c o b a rd e s
e ig n o ra r el p rec io del A m or p uro.
M u tu o c o n o cim ie n to de am or
se d escu b re al alm a:
es el E sp íritu de D io s,
cu y a rep en tin a lleg a d a n o s in struye e ilum ina.
(Mgd. X X I)
133
VI
(Mgd. X X II)
1 34
VII
135
¡Oh Deidad santa,
en vos ios pensamientos,
por todas partes en conflicto,
se armonizan en paz!
CMgd. XXIII)
136
VIII
Se en tristece el c o ra z ó n d e aquél
a q u ien n ad a p e re c e d e ro basta,
c u an d o un p en sam ien to le d istrae
de su m o ra d a en la d esn u d ez.
A qu el q ue E s
se c o m p la c e en las alm a s
en q u e en cu en tra esta sem ejan za
y les revela to d o s su s secreto s.
N o es so rp ren d en te
q ue q u ien es sigu en e le v ad o s estu d io s
sin p o se e r la v e rd ad en su in terio r,
y sab en tan so lo lo q u e la c riatu ra
y lo s e sc rito s en señ an ,
p erm an ezcan en la e sp e ra y las d isp u tas:
n o creen a n ad ie
q ue les q u ie ra d esen gañ ar.
137
Triste es el camino
por el que busca la criatura su contento:
tan lleno está de lodo
que quien por él se adentra no puede salir limpio.
Intención elevada
en las obras pequeñas
es fuente de am or.
Unión elevada
que no brilla
es sólida ciudad.
138
E s pura libertad, A m or,
lo que vuestro espíritu da a los com pañ eros;
dais n aturaleza nueva
a quienes beben bajo vuestra enseña.
Si no lo m antenem os oculto
y no sabem os m orir,
nos d ecepcion ará ese saber.
Pues un so p lo de b risa se lleva
el fruto que tem pran o aparece.
139
donde los santos encuentran
su bien y su plenitud
en el primer Principio,
la pura Deidad*
(Mgd. XXIV)
140
IX
Si h ay a lg o q u e d e se o , lo ig n o r o ,
p r is io n e r a p a r a sie m p re
d e l n o -sa b e r ab isal.
L a m e n te d el h o m b re n o p u e d e e n te n d e r
ni su b o c a e x p r e sa r
lo q u e e n c u e n tra en la p r o fu n d id a d .
N o m e m e z c la ré c o n lo s sie r v o s
q u e a g u a r d a n p r e c io o sa la rio .
Si m e p re g u n ta n d ó n d e e sto y
re sp o n d e r é q u e lo ig n o r o .
N o p u e d o d e c irlo , c o m o n o p u e d e
la r u e d a d e m o lin o flo ta r en el río .
E x tr a ñ a h isto r ia en v e rd a d
q u e d e ja d e sc o n c e r ta d a ,
lo o c u lto a lo s o tr o s es c la r o p a r a m í.
P u e s p e r se g u ía al A m o r,
h a b ito en él,
a b so r ta en u n a sim p le m ira d a .
¡A h, D io s m ío ! q u é e x tr a ñ a a v e n tu ra ,
y a n o o ír , n o v er y a
lo q u e se g u im o s, d e lo q u e h u im o s,
lo q u e a m a m o s, lo q u e te m e m o s.
A y e r c r e ía m o s te n e r a lg o ,
y a la n a d a d e s n u d a n o s a r r o ja el A m o r.
(Mgd. X X V )
141
X
142
Se dice p ron to , en un breve p oem a,
p ero el cam ino es largo, bien lo sé,
y g ran d es torm en to s deberá so p o rtar
quien q u iera recorrerlo h asta el final.
(Mgd. X X V I)
143
XI
Lo accidental y lo múltiple
nos quitan simplicidad.
Como dice san Juan en el Evangelio,
esta luz brilla en las tinieblas
y su claridad no es comprendida
por la oscuridad.
144
En gran error debes de estar
si la luz buscas fu era, y en partes,
cuan do está to d a en ti y te hace enteram ente libre.
Si quieres ser m aestra
de esta filo so fía no te afirm es
y déjalo to d o , tam bién a ti m ism a.
(Mgd. X X V II)
145
XII
(Mgd. XXVIII)
146
XIII
(Mgd. X X IX )
147
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