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El psicoanálisis
en el malestar en la cultura

Daniel Gerber

Gerber, Daniel
El psicoanálisis en el malestar en la cultura. - 1º ed. - Buenos Aires:
Lazos, 2005.
250 p.; 24 x 15 cm.

ISBN 987-98877-6-X

l. Psicoanálisis. I. Tículo.
CDD 150.195

© Rolando Karothy
© Edicorial Lazos
Mansilla 2621 1º 4, Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
República Argentina.

Queda hecho el depósico que marca la ley 11723


Impreso en Argentina

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ción, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquími-
co, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o cualquier otro,
sin permiso previo por escrito de la editorial.
Prólogo
U n texto es una huella o un camino y su fuerza varía según
se lo recorra a pie o en avión. La intimidad del diseño del pai-
saje sólo se abre en un recorrido a pie. Sin embargo la mirada
aérea es necesaria; es la mirada del flaneur que, en su recorrido,
se pierde y perdiéndose, algo puede salirle al encuentro.
Este importante libro de Daniel Gerber aborda el malestar
en la cultura de un modo riguroso y creativo ya que las ideas
propuestas al lector remiten a aspectos fundamentales del tema
en cuestión y su manera de sostener la ética del bien-decir se re-
fleja en las diferentes perspectivas elegidas en los textos.
Si el bien-decir de la verdad remite a la estructura en su
carácter de estructura fallida, el deber de reencontrarse en la es-
tructura -señalaba ya el autor en un texto publicado en 199 5-
implica "reconocerse en el lugar de la grieta que es el verdadero
lugar del sujeto, imposible de ser evacuado en la estructura en
nombre de la búsqueda de la «perfección» de esta última. Reen-
contrarse en los efectos de verdad del bien decir que cristalizan
en la producción de un saber, un saber que es la afirmación del
discurso del Otro que falta, el inconciente". 1
Queda claro que el autor señala en este libro que el deseo
del analista no es el deseo de ser analista y tampoco es una nor-
• ma; es un enigma, un enigma más en todo lo que concierne al
deseo. Un deseo advertido de la inexistencia del Sujeto supues-
to Saber no es un deseo que haya sustituido un saber por otro,
sino un deseo que está en otra relación con el saber y tal deseo
sólo puede advenir a partir de una operación interna al saber ya
que no puede tratarse simplemente de un trabajo que volvería
sabido un saber hasta entonces no sabido y, menos aún, de una
revelación.

' Daniel Gerber: "Ficciones de verdad", en El laberinto de las estructuras, Si-


glo Veintiuno ed itores, México, 1995, págs. 11 8- 11 9.

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Por otra parte, si "el deseo del analista no es un deseo puro" Introducción
se introduce de todos modos la expresión "deseo puro" en nues-
tro campo de reflexión. Así lo hace Daniel Gerber cuando nos
proporciona precisiones esenciales para la clínica en torno a esa El universo no constituye un orden total.
afirmación. Falta la adhesión del hombre.
Además, Lacan quiso mostrar que hay algo en Freud que
permanece vincula~o al discurso del amo en la medida que el Antonio Porchia
discurso del amo es la estructura del inconciente. Se trata en
Freud de una falla con respecto al saber y un ejemplo es el tra-
bajo sobre el caso Dora, donde el maestro vienés cree que hay E l hallazgo fundamerital e incuestionable que hizo Fteud
relación sexual y deseo de poder vinculado al padre, aspecto en a partir de su encuentro inaugural con la histeria es el de la di-
el que Lacan ubica el sueño de Freud. visión del sujeto. Allí donde la psicología ha pretendido perci-
En este sentido, el retorno a Freud no es sólo una operación bir siempre un ser que se definiría por su unidad, el psicoanáli-
de lectura novedosa y la formalización de los conceptos freudia- sis sostiene como su tesis básica que se encuentra escindido,
nos sino también una interrogación y un ensayo de analizar el de- atravesado por un conflicto irresoluble.
seo de Freud con el objeto de discriminar el deseo del analista. El así llamado descubrimiento del inconciente es la consta-
El psicoanalista hace semblante de a, de esa nada que care- tación de que el sujeto que aparentemente es amo de sus actos y
ce de representación en el significante, es más bien el resto que, comportamientos no sabe del deseo que lo determina ni tampo-
quedando fuera del significante, puede considerarse más allá del co que goza de un modo u otro allí donde menos lo sospecha.
sexo y su posición no puede definirse como apática. Afirmar En el síntoma neurótico, como en los sueños y actos falli-
que la relación inherente al dispositivo analítico no es una rela- dos, Freud pudo escuchar la verdad del inconciente que habla e
ción perversa requiere su problematización desde el punto de impugna la presunta soberanía de la conciencia. El dispositivo
encuentro de ambas para, claro está, luego diferenciarlas. Si clínico que él diseñó pone al sujeto a hablar para descubrir en
bien, tan to el deseo del analista como d del perverso requieren qué medida no es dueño de sus palabras y está dividido entre la
del sufrimiento del otro, el primero -en contraposición al se- búsqueda del bienestar y el imperativo de la pulsión de muerte
gundo- no extrae de ahí un goce sino que la suspensión del que le impone gozar más allá de toda medida "razonable".
mismo es la condición de posibilidad de su escucha y de sus in- La clínica psicoanalítica es la del sujeto que habla, es decir,
tervenciones. que se constituye en el campo del lenguaje y la cultura. Ésta no
Finalmente, espero que estas palabras preliminares propi- es para el psicoanálisis un tema secundario de interés sino el re-
cien la lectura del libro de Daniel Gerber, a quien agradezco ferente esencial para dar cuenta de la constitución del sujeto, lo
profundamente la posibilidad de conocer sus ideas estimulantes que explica que la reflexión en torno a ella esté presente desde
y creativas.ai'.:n el primer momento en el trabajo de Freud.
Los hallazgos de la clínica y la reflexión teórica del funda-
Rolando H. Karothy dor del psicoanálisis determinarán los virajes conceptuales que
le permitirán aproximarse gradualmente al núcleo de verdad de

,,<;
9
la cultura, de tal modo que las primeras consideraciones que la diversas, la mayoría de ellas ya agotadas. Una nueva lectura
definían como el mayor obstáculo para la satisfacción pulsional marcada por el paso del tiempo me ha llevado a hacer correc-
y la principal responsable de la "infelicidad" de los hombres da- ciones y modificaciones para esta edición. Otros son inéditos,
rán paso a la concepción del malestar como una dimensión que escritura de conferencias y ponencias presentadas en diferentes
le es inherente e indispensable para su existencia. circunstancias. El propósito fundamental de esta recopilación
Malestar en la cultura es el sintagma que sintetiza el diag- es el de reunir una buena parte de las reflexiones que desde mi
nóstico de Freud acerca de ella. Pero no se trata de un malestar posición de psicoanalista, mi actividad docente y mi condición
circunstancial, propio de alguna época o sistema social; tiene un de sujeto de la cultura contemporánea he venido realizando
carácter estructural, es inherente a la cultura misma y está en la desde hace muchos años. Los resultados de ellas son desde lue-
base de todas las grandezas y miserias de los hombres porque no go provisionales y sujetos a cuestionamientos y modificaciones.
es causado solamente por la imposibilidad de satisfacción para Quienes se aventuren por las páginas de este libro podrán con-
el deseo: paradójicamente es a la vez consecuencia de la impo- tribuir enormemente a todo esto.
sibilidad de mantener eternamente la insatisfacción, es decir, de Como el psicoanálisis lo señala claramente, no existe un
no poder dejar de gozar para cumplir así con la exigencia obs- discurso que pueda ser "original". Estos textos llevan las marcas
cena y feroz de lo que Freud llamó el superyó. de aquellas lecturas que han ido forjando mi pensamiento a lo
Los ensayos que integran este libro intentan desarrollar un largo de los años, comenzando por las de Freud y Lacan, a las
conjunto de reflexiones en torno a la situación del sujeto en la que se pueden agregar muchas otras, no limitadas desde luego
cultura, particularmente en la civilización contemporánea orga- al campo del psicoanálisis. Pero no solamente se trata de lectu-
nizada por el discurso de la ciencia. Es así como los temas di- ras en su aspecto más convencional, hay otras. En este sentido,
versos se van articulando: la constitución del orden cultural a debo reconocer mi deuda con quienes, con su escucha desde su
partir del parricidio, la ley como instancia indispensable para el lugar de analista, me permitieron hacer la experiencia esencial
lazo social y sus paradojas, los efectos de la ciencia y la moder- del inconciente. También con quienes anudaron su transferen-
nidad sobre la subjetividad contemporánea, las ilusiones nece- cia conmigo obligándome a un constante cuestionamiento de
sarias para el sostenimiento de la cultura, las relaciones entre el mis certezas de lo que este libro, como todo aquello que pueda
hombre y lo sagrado reguladas por la religión, la culpa y el su- decir o escribir, es un testimonio. Por otra parte, mis alumnos,
peryó como dimensiones esenciales para la incorporación del colegas y amigos -tanto del campo del psicoanálisis como de
sujeto al orden simbólico, el mal y la violencia como imperati- otros ámbitos del saber- han sido y son interlocutores funda-
vos que inevitablemente se imponen como expresión de la im- mentales;,sin su escucha y sus palabras las ideas que intento ela-
posibilidad de evitar el goce, la inclinación del sujeto al some- borar no hubieran podido desarrollarse.
timiento y las posibilidades de "libertad" que el discurso del Finalmente, y de una manera muy especial, mi gratitud a
psicoanálisis puede plantear, la dimensión ética de este último Rolando Karothy, psicoanalista, pensador, editor y amigo. Gra-
que implica esencialmente el reconocimiento del malestar co- cias a su enorme generosidad y confianza este libro puede salir
mo ese imposible en torno al cual puede producirse siempre un a la luz.~
nuevo discurso.
Muchos de estos ensayos fueron ya publicados en revistas

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1

El psicoanálisis en el malestar
en la cultura

No hay nada para lo cual sea menos apto


el hombre, por su organización, que para
el psicoanálisis.

Sigmund Freud: Carta a Ludwig Binswan-


ger, 28 de junio de 1911.

Lº' acon"cimiento' de la actualidad vuelven a imponet


la necesidad de reflexión en torno a El malestar en la cultura,
texto esencial en la medida en que constituye el punto culmi-
nante del cuestionamiento freudiano acerca del fundamento
-la "estructura libidinal"- de la civilización y sus instituciones
y de los ideales e ilusiones que ella promueve.
La tradición psicoanalítica ha hecho una división de la obra
freudiana entre escritos específicos de psicoanálisis y escritos
"sociales". Es una división improcedente pues desconoce la ar-
ticulación indisoluble que existe entre la teoría psicoanalítica de
la cultura y la teoría de la transferencia, esa articulación que Psi-
cología de las masas y análisis del yo señala claramente al estable-
cer que aquello que se presenta en el fenómeno de masas tiene
su paradigma en lo que ocurre en un psicoanálisis. No es un
simple azar que este texto comience con una crítica tajante a la

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oposición clásica entre. sujeto individual y sujeto colectivo: pa- prohibición tiene vigencia. El padre encarna así un goce no li-
ra Freud, el sujeto en la cultura no es ni individual ni colectivo; mitado por la castración, ese goce cuya pérdida irremediable es-
es el sujeto del inconciente que se constituye por la inserción tá en la base de la cultura;]
del cuerpo viviente en el campo del Otro, el universo del len- Esta última será entonces la organización social que se cons-
guaje. Sujeto y cultura son efectos de la estructura del lenguaje tituye a partir del imperativo de recuperación del goce que la fi-
que, al mismo tiempo que establece el orden social, la religión gura del padre mítico evoca. Por esto, el mito del padre, en la
y la moral, genera el equívoco de una presunta oposición entre medida en que se organiza como evocación de un tiempo pri-
individuo y sociedad. mordial -tiempo fuera del tiempo, tiempo de la armonía ple-
La existencia del lenguaje como dimensión específica de lo na- no hace más que señalar el lugar de una falta. La produc-
humano permite comprender la definición freudiana de la cul- ción cultural no responderá a otra cosa que a la nostalgia por el
tura: organización colectiva de expiación del asesinato primor- padre, a la nostalgia por un estado anterior que se procurará re-
dial, el asesinato del padre. La cultura es la tentativa de saldar constituir.
la deuda contraída por ese crimen y, simultáneamente, el eter- Reconstituir el estado anterior es reconstituir la horda pri-
no fracaso de este propósito, fracaso que obliga a cada genera- mitiva, esa formación social donde el goce pleno aparece como
ción a transmitir a la siguiente -como legado cultural por exce- posible. La presencia de este afán de reconstitución es, por otra
lencia- esta deuda insaldable. ~l asesinato del padre es el fun- parte, el elemento común que permite equiparar tres fenóme-
damento de la sociedad que se organiza como memoria vivien- nos diferentes: el enamoramiento, la hipnosis y las formaciones
te de un crimen cuyo recuerdo está reprimido. Este crimen no de masas. Una misma matriz, la horda primitiva, explica a los
es sino la expresión mítica de una violencia constitutiva, la vio- tres como tres modos distintos de regresar a ella.
lencia que el símbolo ejerce sobre lo real y que tiene por efecto Tres modos de regreso a la horda primordial y, por lo tanto,
abrir la dimensión de una falta en el campo de lo representably tres modos de retorno de lo reprimido primordial, del acto ase-
La estructura del lenguaje es una estructura "agujereada" pues sino olvidado, caído bajo el peso de la represión, es decir, del es-
carece de respuesta articulable acerca de su propio fundamento, tablecimiento de la Ley cuya función es borrar las huellas del
es decir, acerca de la cuestión de la paternidad. Esta falta de res- crimen. La instauración del reino de la ley y el orden significa
puesta conduce a Freud a inventar el mito de la horda primor- nada querer saber de ese acto: el soporte de la ley es un saber
dial que presenta un padre ideal en el lugar del fundamento, un prohibido. La forma pura de la Ley -aquello que la define co-
padre cuya imposibilidad es correlativa del hecho de conjugar mo ley- no se distingue del crimen y la transgresión; por esto
contradictoriamente la omnipotencia y el estar muerto. Este el sentimiento inconciente de culpa está en el corazón de la cul-
padre es el padre asesinado cuya memoria deberá ser siempre tura, que nunca habrá hecho lo suficiente para la expiación.
venerada como garantía insustituible de la obediencia a la ley. En su esencia, la Ley es entonces nada querer saber; nada
{J,1 mito del padre muerto -padre fundador del orden que querer saber de que el padre está muerto. Por esto, será preciso
debe quedar excluido de su propia obra- dice en el plano del re- -en primer término- que sea ante todo él mismo quien no lo se-
lato épico que en el origen de la cultura hay un imposible. Es- pa, pues de este modo podrá hacerse como si el padre no estu-
te imposible es el fundamento pues alude a un estado anterior viera muerto, ficción indispensable para la creación y manteni-
a la cultura en el que hay Uno -el padre- para quien ninguna miento de todo lazo social. [ a negación de la muerte del padre

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impone a los hijos -en nombre de la Ley- lo mismo que él im-
<lumbre consentida es resultado de esta necesidad de hacer exis-
ponía con su presencia: la renuncia al goce, exigencia ineludi-
tir el padre, tarea imposible que una cultura se impone y cuyo
ble para la génesis del sentimiento de fraternidad]
seguro incumplimiento es causa del sentimiento de culpa que
Nostalgia del padre y culpa por su muerte se anudan así es-
agobia a sus miembros. La necesidad de castigo que surge de es-
trechamente pues el sentimiento de culpa generado por el cri-
te incumplimiento no hará más que confirmar que hay padre,
men lleva a erigir al padre -cuya ausencia resulta insoport11ble-
padre que la instancia convocada para aplicar el castigo viene a
como el amo a quien se debe venerar, actuando como si él es-
figurar.
tuviera siempre presente. Freud señala en este sentido que las
La institución requiere que haya un objeto que tome el lu-
instituciones sociales sólo pueden llegar a constituirse en la me-
gar del Ideal. Para Freud, esta idealización es imprescindible pa-
dida en que un objeto es colocado en el lugar vacante del padre,
ra el surgimiento del amor, cuya función es operar como ce-
el lugar del Ideal. La cohesión del grupo sólo puede ser obteni-
mento que cohesiona al grupo. Pero todo amor es en primer
da si sus miembros están hermanados en idéntica veneración al
término demanda de amor; en este sentido el grupo se basa en
padre: "Una masa [... ] es una multitud de individuos que han
el espejismo de un padre que ama por igual a todos sus hijos,
puesto un objeto, uno y el mismo, en el .lugar de su ideal del yo,
quienes aman al padre con el único objeto de hacerse amables,
a consecuencia de lo cual se han identificado entre sí en su yo". 1
dignos de su amor, y por esto se someten a sus exigencias. La
El grupo social se basa en una doble complicidad: en el cri-
nostalgia del padre és nostalgia de su amor, de ese amor que él
men y en nada querer saber de ese crimen. En el origen de la
puede distribuir equitativamente entre todos en tanto es un pa-
institución social hay una mentira compartida: el padre no está
dre infalible, a salvo del riesgo de cometer injusticias. Como el
muerto. Para asegurar su eficacia -indisociable de la existencia
amor depende de la creencia, no hay creencia que no sea, en úl-
de un fundamento incuestionable- el orden simbólico exige el
tima instancia, creencia en el padre, -que es la pieza indispensa-
empleo de todos los esfuerzos posibles para anular la pérdida
ble para concebir el orden simbólico como un todo, un lugar
del padre. La creencia, efecto de la desmentida de lo real trau-
sin falta, un lugar donde está el objeto precioso que es el Bien
mático del asesinato del padre, es el resultado específico de este
de todos.
esfuerzo; toda creencia es, en última instancia, creencia en el
El sometimiento por amor al amo -sometimiento generado
padre, erección de un significante paterno que pueda dar con- por la necesidad de concebir la existencia de un Otro completo
sistencia a un sistema de símbolos. que contiene el secreto de la dicha que el sujeto ambiciona y del
La muerte del padre indica el lugar vacío de la estructura de que el padre es el aval- es el elemento esencial de la reflexión po-
lo simbólico y la institución del padre como amo absoluto pa- lítica de Freud. Una reflexión que no va encaminada al análisis
ra desmentir la existencia de ese lugar es el resorte fundamental de los regímenes políticos o de los grandes proyectos sociales si-
de toda servidumbre consentida. No hay servidumbre que no no más bien a la revelación de los mecanismos inconcientes que
se apoye en el esfuerzo renovado por sostener al amo, por hacer posibilitan el ejercicio del poder. Es por esto que los textos don-
existir al padre que no debe saber que está muerto. La serví- de Freud trata acerca de la política no la abordan directamente
sino que hablan de guerra y muerte, del lazo libidinal entre los
' Sigmund Freud: "Psicología de las masas y análisis del yo'', en Obras com- hombres, de la esencia del dominio que se ejerce sobre ellos con
pletas, Amo rrortu editores, Buenos Aires, 1979, vol. XVIII, pág. 11O. su pleno consentimiento. El interés "político" de Freud es tratar

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el origen del dominio social y de las leyes de sumisión. bólico, que se impone sobre el mundo natural imprimiéndole
Los filósofos y teóricos de la política se han ocupado a lo un conjunto de características novedosas y "desnaturalizantes".
largo de la historia en pensar el mejor de los regímenes posibles, En este aspecto, los fundamentos del concepto de pulsión de
esto es, en elaborar un ideal de sociedad. En contraposición, el muerte se encuentran en el pensamiento de Sade, quien plan-
examen de Freud apunta a lo que falta en las producciones de tea la posibilidad de un crimen radical, absoluto, capaz de libe-
esos pensadores: la reflexión acerca de las fuentes de la sociabi- rar la fuerza creadora de la naturaleza. 3 Con esta idea, Sade
lidad misma, sin la cual el examen de la política siempre cojea. propone por primera vez en la historia la distinción entre dos
Por esto, es preciso someter esta última a un análisis riguroso y muertes: una muerte natural, perteneciente al ciclo necesario de
tomar ante todo la guerra como su paradigma pues ella pone de la generación y la corrupción -muerte que constituye un mo-
manifiesto algo generalmente ignorado: la falta de una sociabi- mento indispensable del devenir de la naturaleza en tanto está
lidad "natural" en el ser humano. La hostilidad frente al Otro inscrita dentro de las leyes de esta última- y una muerte abso-
es anterior a todo lazo social posible, de modo que la existencia luta que significa la destrucción total, la aniquilación completa
de un "instinto gregario" es para Freud una suposición insoste- . de ese circuito natural. Según Sade, esta muerte puede liberar a
nible: "El sentimiento social descansa en el cambio de un sen- la naturaleza de sus propias leyes y establecer así el comienzo de
timiento primero hostil en una ligazón de cuño positivo, de una nueva era cuya característica será la creación ex-nihilo de
la índole de una identificación [. .. ], dicho cambio parece con- nuevas formas de vida. Esta distinción sadiana entre dos muer-
sumarse bajo el influjo de una ligazón tierna común con una tes debe ligarse al fantasma que sostiene todos sus textos: la víc-
persona situada fuera de la masa". 2 El lazo social no proviene de tima del suplicio es, en cierto modo, indestructible; es indes-
un instinto natural sino que es efecto de la moderación de una tructible porque, más allá de su cuerpo mortal -sujeto a las le-
agresividad que está instalada en el corazón mismo del deseo yes naturales- tiene otro cuerpo, un cuerpo sutil que el tormen-
humano y que es mucho más que la simple reacción de defen- to hará surgir finalmente.
sa propia del individuo en peligro. Para Freud esta agresividad Se trata de una indudable subversión de los esquemas del
es el instrumento y la causa de un goce al que sólo es posible pensamiento tradicional, como Lacan lo ha puesto de manifies-
aproximarse por la transgresión de los límites del principio del to en el seminario de 1959-1960 -La ética del psicoanálisis'-
placer, principio del equilibrio y la armonía. donde se puede encontrar una clara articulación entre la segun-
da muerte de Sade y la pulsión de muerte de Freud. En términos
de Lacan esta articulacióü vincula lo que puede denominarse
Agresión, pulsión de muerte y segunda muerte muerte real por un lado y muerte simbólica por otra o, en otros
términos, el fin de la vida del individuo - pensado en términos
La agresividad revela así la existencia de una pulsión huma- puramente biológicos- con el necesario "ajuste de cuentas", es
na que, antagónica con toda búsqueda de autoconservación, es .•
pulsión de muerte. Profundamente "insensata", la pulsión de
· Cf O.A.E Sade: "Julieta o el vicio ampliamente recompensado" (Libro
1
muerte es sin embargo indisociable de la lógica del orden sim-
quinto), en Obras Completas, Edasa, México, 1985, tomo Il.
' Jacques Lacan: Le Séminaire, Livre VII: L' éthique de la psychanalyse, Ed. du
l !bíd. , pág. 115. Seuil, Paris, 1986.

20 21
decir, el cumplimiento del destino simbólico. Entre muerte real posibilidad a-histórica que todo proceso de simbolización/his-
y muerte simbólica hay una distancia que es la que separa lo real torización deja abierta, el "grado cero" de la historia o -en tér-
mítico -lógicamente anterior a toda simbolización y del cual la minos lacanianos- el goce; goce que toma, respecto del princi-
muerte en sí misma, en lo que tiene de irrepresentable, es el pa- pio del placer, el sitio de un exceso imposible de simbolizar pa-
radigma- del orden simbólico, que somete a la muerte -del mis- ra ser integrado en un orden armónico:J
mo modo que a la vida- a una cierta legalidad. La existencia de la agresividad humana dependerá por lo
Lacan señala entonces la existencia de una discordancia en- tanto de esta pulsión de muerte que convoca a la destrucción de
tre lo real y su simbolización, un hiato que él denomina "entre todo orden -concebido como responsable de la distancia que
dos muertes", nombre que designa ese lugar de lo irrepresenta- separa al sujeto del goce- e impugna así toda ideología de la
ble, lugar de pura pérdida al que Freud había denominado das bondad natural del hombre. Por esto, en su reflexión sobre la
Ding, la Cosa, el núcleo traumático que habita el corazón mis- agresividad, Freud no sigue a Rousseau sino más bien a Hob-
mo de lo simbólico como una herida abierta por el proceso de bes: "Homo homini lupus, ¿quién, en vista de las experiencias de
simbolización. De esta manera, toda historización -comandada la vida y de la historia, osaría poner en entredicho tal apoteg-
siempre por el orden simbólico- comporta un lugar vacío, un ma?".5 Las experiencias aludidas son muy diversas: la explota-
núcleo a-histórico alrededor del cual se articula la red simbólica; ción económica, el uso violento del cuerpo del otro en el placer
toda historizacióri implica la referencia a un lugar a-histórico, un sexual, la humillación y la opresión y, en última instancia, el
no historizable que es producto retroactivo de la simbolización asesinato, acto fundante de la Ley. De hecho, esta última no es
misma. Este es el aspecto fundamental que distingue la historia sino violencia institucionalizada, "legitimada'', transgresión
humana de la evolución animal: desde el momento en que la irreversible de toda regulación "natural".
realidad humana es realidad simbolizada/historizada es también
realidad que se edifica alrededor del núcleo vacío de la Cosa, del
trauma imborrable que es causa de una imposible armonía. La historia, lo real y la segregación
De la existencia de este lugar "entre dos muertes" se puede
concebir la posibilidad de un aniquilamiento total, absoluto, de El reinado de la ley y el símbolo le da a la palabra la función
la red significante. Como es de esta última que proviene lo im- de anudar los lazos entre los hombres. Pero la capacidad "paci-
posible, aniquilarla supondría también borrar del mundo ese ficadora'' de la palabra es limitada porque ella es causa del equí-
lugar traumático. Este aniquilamiento es la "segunda muerte", voco, del eterno malentendido, de la inevitable aparición de lo
la de5trucción radical de lo que Sade denomina circuito natu- real -irreductible al significante- que genera un antagonismo
ral, pero que en términos más rigurosos -si se toma en cuenta irresoluble entre los hombres, una imposibilidad de armonía
que lo "natural" está desde siempre sometido al significante- es que es de hecho el verdadero motor de la historia. Los "excesos"
el circuito de lo simbolizado/historizado. La muerte absoluta, el que le presenta la Primera Guerra Mundial conducen a Freud a
aniquilamiento del universo, no es concebible de otra manera impugnar toda ilusión de equilibrio en la vida humana y adver-
que como destrucción del universo simbólico.
(Quiere decir entonces que la pulsión de muerte freudiana es 'S igmund Freud: "El malestar en la cultura", en Obras completas, Amorror-
el nombre de lo que Sade designa como "segunda muerte", la ru edito res, Buenos Aires, 1979, vol. XX, pág. 108.

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tir la aparición sin tapujos de la otra cara de la historia, la que cual cualquier intento de totalización ideológica de la sociedad,
expone al desnudo la violencia, el terror, la falta de armonía. de reducir el proceso histórico a un campo de significación uni-
Esta faz de la historia que es concebida habitualmente co- ficado, está consagrado al fracaso.
mo una "anormalidad" dentro de un devenir "normal" consti- Para ocultar esa escisión constitutiva, ese imposible, toda
tuye lo más próximo de la verdad que la habita, verdad que se sociedad se organiza a partir de un fantasma ideológico-social
oculta tras la ilusión que la presenta como el desarrollo del sa- que posibilita construir una visión de la sociedad presentada co-
ber, de la moralización creciente de los estados, del progreso ha- mo si no estuviera dividida de una manera antagónica, como
cia el respeto del derecho de gentes, de la búsqueda incansable un conjunto en el cual la relación entre sus diferentes partes es
de hacer realidad un ideal de paz permanente. La visión freu- orgánica y complementaria. El funcionamiento de la ideología
diana -inconciliable con toda ideología del progreso continuo religiosa es el modelo de este fantasma ideológico pues las
y uniforme hacia estados de mayor perfección y bienestar- de- creencias religiosas - como lo señala Freud- constituyen una
nuncia la fragilidad de esas creencias que hacen aparecer a los "ilusión", no necesariamente un error: son ideas que se derivan
estados como "grandes individuos" que agrupan a los sujetos de un deseo y tienen por función satisfacerlo por medio de una
para tratar de conciliar sus deseos y tender hacia la universaliza- escenificación fantasmática.
ción ideal de sus voluntades, negando de esta manera tanto la La religión -paradigma de las ideologías- hace posible un
historia real como lo real de la historia, su grado cero. Para universo en donde nada falta y de esta manera restituye a los su-
Freud, la historia real es la historia de las migraciones, de la cir- jetos el narcisismo que han debido resignar. Es por esto que las
culación intensa entre los pueblos, de las invasiones y, sobre to- ideologías no constituyen un simple epifenómeno, una "supe-
do, la historia en la que todo establecimiento de un lazo entre restructura"; están en la cima del edificio social y a la vez son su
los hombres -es decir, toda conquista de amor entre ellos- só- cimiento, la base moral de la cultura que reposa sobre el meca-
lo puede consolidarse a condición de que la agresión sea dirigi- nismo de la ilusión, indisociable de la represión o inscripción
da al exterior: "Siempre es posible ligar en el amor a una mul- simbólica.
titud de seres humanos, con tal que otros queden fuera para Esta afirmación -la cultura reposa sobre la ilusión- no ha-
manifestarles la agresión". 6 ce sin embargo del psicoanálisis una nuev.a ideología del "sueño
La existencia de agresión significa que la sociedad está siem- universal", una ideología que haría aparecer a la realidad entera
pre atravesada por una escisión antagónica que no puede ser in- como mera ilusión; a diferencia de una visión de este tipo, el
tegrada en el orden simbólico. Uno de los nombres de esta es- psicoanálisis insiste sobre el resto, la roca, el núcleo duro, la co-
cisión puede ser el de "lucha de clases", pero sólo en la medida sa traumática que escapa al proceso de simbolización y por eso
en que este concepto no designe el "sentido último", la referen- mismo impugna la ilusión ideológica que es la ilusión del todo
cia extrema que da la significación de todo fenómeno social perfectamente integrado. Esta ilusión es claramente manifiesta
-como cuando se afirma que "el significado último de todos los en la visión corporativista de la sociedad que la considera como
fenómenos sociales es conferido por la lucha de clases" - sino el un todo orgánico, un cuerpo social en el cual las diferentes cla-
imposible constitutivo de la realidad social, ese imposible por el ses son asimilables a miembr,os que contribuyen al todo según
su función; la sociedad como cuerpo constituido es el fantasma
"Ibíd., pág. 111 . ideológico fundamental.

24 25
Ahora bien, ¿de qué manera la ideología puede conciliar la timiento de culpa insoportable. Para librarse de él no hay más
inevitable contradicción entre esa visión corporativa y la socie- que un solo camino: señalar un culpable. De este modo, el re-
dad real, siempre dividida por antagonismos? No es muy difí- torno de lo reprimido en el seno de los lazos sociales se mani-
cil: se trata de presentar un elemento exterior, un cuerpo "extra- fiesta como un impulso inagotable de rechazo que requiere de
ño" al que se considera causante del surgimiento de corrupción la existencia de un enemigo interno o externo. El acto del sacri-
en el tejido social "sano". Este cuerpo extraño -el Otro radical- ficio del Otro y la institución del chivo expiatorio responden a
toma el valor de fetiche, de objeto que al mismo tiempo que esa exigencia: ambos suponen la repetición del asesinato origi-
desmiente, encarna la imposibilidad estructural de la sociedad. nario con todo el goce que lo acompaña y, simultáneamente, la
Así, la escisión antagónica -que debe ser excluida del orden expiación de la culpa que ese acto generó. No existe grupo so-
simbólico para cumplir con la exigencia de hacer de este un cial que no se constituya sin exclusión, sin segregación, sin re-
universo completamente armónico- retorna en lo real bajo la petición de ese rechazo del Otro que hace de este último la di-
forma del síntoma social, punto donde se hace evidente que la mensión exterior del mundo familiar de las confirmaciones nar-
sociedad "no marcha'', que el mecanismo social "cojea'', punto cisísticas, el in-mundo indispensable para circunscribir los lími-
que denuncia una negatividad que amenaza el cumplimiento tes del mundo "propio'', mundo que se identificará como lo fa-
de todo proyecto ideológico. miliar por contraposición con lo segregado.
El señalamiento de un "responsable" de la falla positiviza [Íara la conformación del grupo humano, de la masa, es im-
esa negatividad porque coloca un objeto en ese lugar, un obje- prescindible entonces la existencia de un fantasma de totalidad
to que señala la falta y a la vez niega su existencia. El "respon- armónica, de cuerpo organizado. Pero no hay organización sin
sable" del mal -por ejemplo, el "complot judío"- aparece de es- un elemento rector que integra las partes: la sociedad se consti-
te modo en el discurso ideológico como el intruso que preten- tuye como todo a partir de un trazo -el Ideal- que tiene por
de imponer desde el exterior el desorden, la descomposición, la función armonizar el funcionamiento de sus diversos compo-
corrupción. Es señalado como la causa positiva exterior de una nentes. Por el espejismo de totalidad el deseo parece determina-
negatividad que es interior del orden social mismo, la causa ex- do por un ideal común, ocultándose así su verdadera causa que
terior cuya eliminación será necesaria para restaurar el orden, la no es un significante del orden simbólico sino el imposible que
estabilidad, la identidad. La exclusión, la segregación y, en el ex- caracteriza a este último: la falta de armonía plena, la ausencia
tremo, el exterminio del Otro, son así indisociables de la exis- de relación entre las partes, la incompatibilidad de cada uno
tencia del grupo social. con el Otro. Para el mantenimiento de la organización social, el
La segregación comporta además otro aspecto. Se ha afir-: deseo tiene que alienarse a las exigencias del Otro, a la deman-
mado que en el origen de la historia -en el acto mismo de ins- da del amo que se impone como ideal a cumplir. El paradigma
titución de la ley- hay una mentira compartida que es sepulta- de la sociedad -como lo señala Freud- lo constituyen la iglesia
da bajo el peso de una represión cuyo propósito es borrar las y el ejército, instituciones cuya subsistencia está supeditada al
huellas del acto asesino fundante. Si se toma en cuenta que no sometimiento de los sujetos a un conductor; de este modo, la
hay represión sin retorno de lo reprimido, la falta cometida en autoridad política se funda en la ilusión de existencia de un pa-
el origen que es el núcleo esencial de la Ley retorna en el seno dre_que ama por igual a todos sus hijo;]
! Se puede decir por lo tanto que el grupo social exige de ca-
del grupo humano para abrumar a sus integrantes con un sen-

26 27
da uno de sus miembros ceder el deseo. El amo quiere el Bien que al menos no ha cedido del mismo modo- muestra "otra co-
de todos, no el deseo, y porque quiere el Bien se presenta como sa'', algo excesivo, insoportable, algo que conduce a imponerle la
su portador para ofrecerlo a quienes cedan; a ofrecerlo bajo la exigencia de ceder. Como lo manifiesta Freud: "una religión,
modalidad del amor del padre igual para todos. El amor del pa- aunque se llame la religión del amor, no puede dejar de ser dura
dre es el Bien Supremo que los hijos pueden obtener a cambio y sin amor hacia quienes no pertenecen a ella''. 7 Toda sociabilidad
de nada saber del deseo causado por la imposibilidad de exis- contiene, como su más seguro componente, una "hipocresía
. tencia de ese Bien. Así, en el lugar de la pérdida, del objeto per- agresiva'' que no es sino el efecto de ceder el deseo. Ella impone
dido que causa el deseo, el grupo va a colocar y mantener un a los hombres "vivir por encima de sus medios", 8 aceptando exi-
amo cuyo amor será estimado como el tesoro más precioso a gencias del ideal que están por encima de sus posibilidades reales.
obtener. El ideal del yo encarnado por el objeto-conductor es {fara cumplir esas exigencias el sacrificio es indispensable, el
aquello que en la masa viene a ocupar el lugar de un objeto sacrificio como acto repetitivo de exclusión ritual destinado a
esencialmente perdido para desmentir así el carácter irremedia- conservar el amor del padre, y, de este modo, la cohesión social.
ble de la pérdid; :J Sin embargo, esto no es suficiente: en la vida de los seres huma-
El amor del Otro -es decir, del padre- tiene por lo tanto la nos se comprueba que ninguna renuncia al deseo es suficiente pa-
función de tapón que, a la vez que obtura el vacío creado por la ra satisfacer la ley del amo que sostiene el grupo. Por el contrario,
pérdida del objeto de deseo, sostiene el ideal común que permi- a mayor renuncia, más intenso resulta el sentimiento de culpa que
te unir una masa siempre creciente de individuos. El funda- agobia a los sujetos; como si el hecho de aproximarse más al ideal
mento del lazo que liga a los sujetos es el amor del padre, el mis- hiciera más notable la distancia que siempre existe con él y más
mo amor que posibilita el mantenimiento de la represión sobre evidente la imposibilidad de realizarlo. El más virtuoso será así
el saber del crimen cometido. Sin embargo, lo reprimido retor- quien más intensamente experimentará el sentimiento de culp~
na; lo rechazado hacia el exterior del grupo no puede ser defi-
nitivamente eliminado, de modo que el lazo social resulta siem-
pre frágil. Eso, lo rechazado, es lo Otro -Otro del lazo que uni- El goce, la ley y la política
fica, Otro de lo simbólico- y por esto su retorno se efectivizará
encarnado en Otro, en otros hombres: otros que no aman for- Una década antes de la publicación de El malestar en la cul-
zosamente el mismo ideal del yo, que no reconocen el mismo tura Freud había señalado la existencia de una distancia impo-
lazo, la misma ley; otros que en esa diferencia que presentan sible de eliminar entre el placer de satisfacción pretendido y el
ofrecen el testimonio contundente de que el deseo se resiste a lo placer de satisfacción logrado. 9 El placer posibilitado por la or-
universal, de que sólo hay deseo como resultado de la imposi-
bilidad del ideal, de la imposibilidad de regencia absoluta del
ideal. 7
Sigmund Freud: "Psicología de las masas y análisis del yo", en Obras com-
Lo rechazado del grupo retorna como exceso, exceso del de- pletas, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, vol. XVIII, pág. 94.
'Sigmund Freud: "De guerra y de muerte. Temas de actualidad", en Obras
seo cedido que es encarnado por el Otro radical. Desde el mo-
completas, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, vol. XIV, pág. 286.
mento en que se ha cedido el deseo para someterse a ideales co- '' Sigmund Freud: "Más allá del principio de placer", en Obras completas,
munes, la presencia del otro que no ha cedido sobre su deseo -o !\morrortu editores, Buenos Aires, 1979, vol. XVII, pág. 42.

28 29
ganización simbólica se inscribe sobre el fondo de un horizon- li dad sobre el extraño, el extranjero: el Otro exterior al código
te de satisfacción plena inalcanzable; su misma obtención im- de complicidad grupal que no es sino aquel que no ha cedido
plica el surgimiento de la dimensión de un más allá, un plus, su deseo como los otros en provecho de un mismo amo y por
plus-de-goce cuya pérdida inevitable es la causa del carácter in- esto mismo puede ser designado como causa positiva de la ne-
suficiente de la satisfacción. gatividad inherente al orden significante. Sobre él se descargará
[ffl más allá en exceso indica así el lugar de una falta, la falta el odio que busca "purificar" el mundo, es decir, hacer que sea
del objeto que pueda asegurar la satisfacción plena, la falta de es- sin eso, sin eso que es identificado como el estorbo que impide
te objeto excesivo, objeto plus-de-goce cuya imposible posesión el cumplimiento del Ideal de armonía impuesto por el amo. El
hace del goce una experiencia anudada con la pérdida y el dolor rechazo violento de lo diferente, la persecución racial, la dene-
correlativo. La pérdida es indispensable pues conjunta el riesgo gación del derecho del Otro, son otras tantas tentativas de en-
que se correría con una posible "ganancia'': la disqlución del viar a lo in-mundo -fuera del mundo- aquello que es asimilado
mundo simbólico por el acceso al goce in-mundo, al goce que al exceso insoportable; tentativas de destruir esa alteridad radi-
debe permanecer como exterior, que configura los límites. La cal del Otro -su singularidad- que lo hace inasimilable al Uno.
proximidad del objeto in-mundo determina el desencadena- Intento de eliminar la singularidad del Otro, la función del
miento de la señal de angustia, efecto específico de una insufi- odio es contribuir finalmente al desconocimiento de la propia.
ciencia, una incompletud: la incompletud del mundo, es decir, Esto permite comprender el hecho de que no sea la gran di-
la incompletud del significante para representar todo el goce, ferencia sino la pequeña lo que resulte radicalmente insoporta-
causa del peligro de desbordamiento de las barreras significantes ble. C on marcada preferencia, el odio tiende a recaer sobre un
por el excedente de goce que ellas deben mantener a distancia. objeto del mundo más o menos semejante del yo pero diferente
La constante latencia de este peligro impondrá la tentativa de por algún rasgo mínimo. No es la gran diferencia sino la peque-
erradicar del mundo todo objeto del que se presuma pueda con- ña lo que suscita inquietud y angustia: "Pueblos emparentados
tener ese plus-de-goce y esta tentativa recibe el nombre de odi~J se repelen, los alemanes del sur no soportan a los del norte, los
[Ei fin último del odio es la erradicación de la Cosa, la des- ingleses abominan de los escoceses, los españoles desdeñan a los '
trucción de aquello que, haciendo agujero en el orden simbóli- portugueses" .'º Sujetos que pueden parecerse en todo excepto en
co, pone de manifiesto la falla, el carácter incompleto de éstsJ algún pequeño rasgo que los distingue llegan a odiarse de mane-
Ahora bien, en tanto es este orden quien crea los lazos sociales, ra tal que puede afirmarse que, cuando más imperceptible es la
las relaciones interhumanas albergan siempre un componente diferencia, más grande resulta la agresión contra el que la hace
de odio que la palabra no puede encadenar con toda la eficacia presente. El llamado "narcisismo de la pequeña diferencia'' lleva
que se propone, razón por la ~ue en todo momento está en po- la ambición narcisista hasta el extremo de tratar de aniquilar al
sibilidad de desencadenarse.L!:a solidaridad social oculta una O tro: la imagen del individuo normado conforme a ciertos ras-
hostilidad más o menos embozada, pronta a manifestarse -de gos no tolera verse oscurecida por un solo trazo del Otro que no
manera a veces incontenible- hacia aquel o aquella que even- le confirme la integridad de esa imagen.
tualmente puede ser considerado el portador del exceso de go-
ce que se vive como un peligro para el orden soci~ 'º Sigmund Freud: "Psicología de las masas y análisis del yo", en Obras com-
Es por esto que el odio puede descargarse con relativa faci- pletas, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, vol. XVIII, pág, 96,

30 31
Pero este rechazo del Otro en tanto dificulta la ratificación Es posible identificar la palabra política con la palabra reli-
narcisista cumple un objetivo que el sujeto mismo desconoce: giosa: una y otra prometen la liberación, la extinción de la de-
asegurar su sometimiento al amo; sometimiento que siempre sigualdad, la apropiación paradisíaca de las riquezas, la armonía
tranquiliza porque permite experimentar esa alteridad, esa dife- plena. Además, es preciso recordar que la religión no supone,
rencia, como nada esencial, nada real, al punto en que siempre necesariamente, la creencia en Dios; de hecho, una religión
es posible ignorarla o destruirla. Por esto, toda concreción ins- puede montarse sobre la base del ateísmo, caso en el que el lu-
titucional de la ley, encaminada a asegurar la cohesión de aque- gar de Dios puede ser ocupado por alguna doctrina política o
llos que se someten a ella por identificación, no puede dejar de alguna utopía social tomadas como ideales. Esta es la base de los
alentar el ejercicio más bárbaro de la violencia. sistemas totalitarios, sistemas que se estructuran a partir de for-
(ilesulta vano entonces esperar una política enteramente ra- jar un Otro completo -el monarca, la Iglesia, el partido o su se-
cional. Toda política depende de un discurso muy específico, el cretario general- que encarna la verdad toda, el sentido último,
discurso del amo, y las consignas fundamentales de este último la respuesta incuestionable.
pueden resumirse así: "obedezcan y serán salvados" y "destruyan Palabra política y palabra religiosa tienen una estructura se-
lo que no acepta esta salvación que propongo". El discurso del mejante, conferida por la existencia del inconciente que puede
amo crea el lazo social que es, en §U esencia, una relación amo- definirse como un saber: el saber prohibido de la muerte del
rosa basada en la exclusión de esos trazos singulares que señalan padre; saber que debe mantenerse en la ignorancia para perpe-
la existencia del deseo. Exclusión del deseo pues éste resiste tuar la existencia del padre. La creencia en la inmortalidad del
siempre a la adhesión imaginaria hacia el am~ padre, que se sostiene en la represión del saber de su muerte, es
El descubrimiento freudiano no puede traducirse en una pro- el pilar fundamental de todo discurso religioso y político. Si
puesta política. Es más bien un discurso encaminado al cuestiona- Freud puede decir que "en el inconciente cada uno de nosotros
miento del fundamento mismo de la política, es decir, de la fun- está persuadido de su inmortalid.ad" 11 es porque el discurso in-
ción primordial del amo en ella. Para Freud el hombre es un "ani- conciente se constituye a partir de la instauración de un signi-
mal de horda'', razón por la cual será preciso que, fuera del lazo so- ficante amo -el padre inmortal- en el lugar del padre muerto.
cial, exista un punto de dominio que tendrá por función gobernar Esta afirmación freudiana está, por otra parte, en la base de la
el juego complejo del amor, la recompensa y la ley; un punto de tesis de Lacan de que el discurso del inconciente tiene la mis-
dominio que tendrá que ser imaginarizado y rodeado de todas las ma estructura que el discurso del amo: ambos tienen como ver-
virtudes para cumplir eficazmente esa función. Este punto, insti- dad la ignorancia del padre acerca de su propia muerte, la im-
tuido por efecto de la nostalgia del padre, es el objeto-conductor posibilidad del significante de decirlo todo sobre la paternidad
que, en tanto toma el lugar del Ideal, genera una ficción indispen- y el goce.
sable para el funcionamiento de las instituciones: la ficción de que [!!}.discurso inconciente se puede equiparar al discurso del
existe un elemento en el orden simbólico que hace de éste un uni- amo porque este último, en tanto habla, no puede dejar de de-
verso completo. El espejismo del padre que ama por igual a todos cir su castración. Dicho de otra manera: más allá de sus inten-
sus hijos asegura la cohesión del grupo social pues ese amor reúne
a los sujetos, que se asumen como parte de un mismo "cuerpo so- 11
Sigmund Freud: "De guerra y de muerte. Temas de actualidad", en Obras
cial" en virtud de ese amor que comparten. completas, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, vol. XIV, pág. 290.

32 33
ciones, el discurso del amo no puede dejar de ser sintomático y
diano resulta del hecho de que este último contiene una crítica
repetir eternamente el mismo fracaso, que es el del significante
radical de la cultura, una crítica que no impugna unos ideales
para efectivizar el dominio de todo el goce. El amo pretende ha-
en nombre de otros sino que va encaminada a minar las bases
cer efectivo este dominio presentándose como modelo inalcan-
de la función misma del Ideal. En este sentido, la crítica freu-
zable del cumplimiento absoluto del deseo, expresión mítica del
diana de la cultura se distingue de toda otra que puede hacerse
goce sin límites al que la religión ha llamado Dios y del que el
desde el discurso del amo, crítica ésta que no trasciende el pro-
psicoanálisis no se propone abrir juicio sobre su existencia o
pósito de instalar un nuevo significante allí donde el significan-
inexistencia, pues se limita a afirmar que "es inconciente" 12 , es
te amo en vigencia se muestra ineficaz para resguardar la exi-
decir, es el padre muerto que no sabe de su muerte, el signifi-
gencia de nada saber de lo real traumático que es el antagonis-
cante "insensato" que ocupa el lugar de la Cosa traumática, lo
mo fundante del orden simbólico.
reprimido primordial que organiza el discurso inconcienteJ
l]fn síntesis, la crítica freudiana de la cultura no propone
Este no saber del padre abre la posibilidad de que exista
"soluciones" sino que va dirigida a hacer surgir, de la ausencia
uno, al menos uno, para quien el goce no sea imposible. Es la
de armonía, algo diferente: el deseo, inequiparable con una
base de toda creencia que es siempre creencia del padre, en los
perspectiva de totalidad perfectamente integrada porque se de-
dos sentidos del genitivo; creencia del goce del padre que man-
fine más bien como una negatividad; negatividad que no cesa
tiene la esperanza de acceder a él. En contraposición, el males-
de insistir frente a la exigencia de sometimiento que el discurso
tar en la cultura surge de la constatación repetida del incumpli-
del amo formula apoyándola en la promesa de gozoso bienestar
miento de esa promesa de goce correlativa a la creencia del pa-
para quienes cedan. El deseo escapa al afán de dominio y por
dre; es malestar frente al muro del lenguaje que impide acceder
esto mismo funda al sujeto como radicalmente inasimilable a la
al más allá que él mismo insinúa.
demanda del Otrü:l
El análisis freudiano genera sin duda desencanto, pero sólo
a la luz del efecto siempre seductor -encantador- de las prome-
Crítica freudiana y perspectivas de la cultura
sas de dicha propias del discurso del amo. Desencanto también
porque está exento de toda posibilidad de encantamiento que
Esta visión del hombre y la cultura podría ser calificada de
puede provocar cualquier concepción del universo, cualquier
"pesimista". Pero esta caracterización del discurso freudiano
sistema filosófico que presentan respuestas acabadas para todas
-muchas veces empleada- no es más que el producto de una ex-
las preguntas. En este aspecto, Freud es inequívoco: los sistemas
pectativa que es habitual en el lector de los textos que tratan so-
filosóficos, así como los sistemas en general tienen como fun-
bre la sociedad y la historia: hallar -más allá de las críticas- un
ción llenar los huecos del edificio del universo. Toda "cosmovi-
nuevo amo, un nuevo objeto en el lugar del Ideal del yo que en-
sión" propone un sentido último y para esto tiene que erigir un
carne una renovada promesa de armonía, bienestar y perfec-
garante universal, un amo que es quien responde por ese senti-
ción. El "pesimismo" que el lector encuentra en el análisis freu-
do. El psicoanálisis no pretende dar un nuevo sentido a la vida
en la cultura -un nuevo sentido que finalmente deje las cosas
12
Jacques Lacan: Le Séminaire, Livre XI: Les quatre concepts fondamentaux de
en perfecto orden- porque lo que viene a revelar es otra cosa: la
la psychanalyse, Ed. du Seuil, Paris, 1973, pág. 58.
Cosa, más allá de las cosas y su orden; la Cosa que puede con-

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35
cebirse como lo excesivo e insoportable, que a la vez que resis- sólo puede ser posible en la medida en que el deseo inconcien-
te toda llamada al orden, llama a los sujetos a vivir un goce que te como deseo, falta estructural, del Otro -en toda su dimen-
pone en riesgo de extinción a cualquier orden . sión insoportable- sea reconocido en su estatuto de causa del
No es posible entonces promover desde el psicoanálisis al- devenir histórico. Prepararse para la muerte no puede interpre-
gún tipo de "reforma" cultural. La exigencia freudiana es más tarse más que como la efectivización de ese reconocimiento,
bien de naturaleza ética, es exigencia de que la cultura reconoz- pues sería antagónico con el planteamiento freudiano suponer
ca en la Cosa rechazada y puesta en el lugar de lo Otro radical, que allí se expresaría una demanda de resignación, de renuncia
lo más auténtico de ella misma; exigencia de que la cultura to- anticipada de la vida.
me el camino de reconocer en los rasgos atribuidos al "extraño" La muerte para la que se trata de prepararse evoca lo irrepre-
el producto siempre necesario del sistema social propio, y pueda sentable por excelencia, el exceso de lo simbólico que su núcleo
admitir finalmente que en esos "excesos" que nunca deja de des- interno mismo, el fuera-de-sentido que destina a las palabras y
cubrir en el Otro no hay otra cosa que su propia verdad. los actos humanos a una ausencia: ausencia del Otro que res-
Se trata de dar al "exceso" social el lugar determinante que ponda y pueda darles el carácter de palabras y actos plenamen-
posee y que antes de que Freud lo advirtiera fue puesto de ma- te justificados por un orden que garantizaría su sentido.
nifiesto por Marx, al que Lacan considera como el inventor del ITejos de prometer la recuperación de una mítica comple-
síntoma. El gran mérito de Marx fue, en efecto, mostrar que fe- tud, el psicoanálisis exige hacer la experiencia de una pérdida.
nómenos como las crisis, las guerras, los conflictos sociales, que Una pérdida muy singular si se toma en cuenta que en el pro-
para la conciencia ingenua aparecen como simples desviaciones, ceso analítico el sujeto descubre que aquello que finalmente
deformaciones o degeneraciones contingentes del funciona- pierde es algo que en realidad nunca había poseído: el Otro en
miento "normal" de la sociedad que podrían ser abolidas por un tanto universo completo en cuya existencia se cree, el Otro su-
"mejoramiento", una reforma o una revolución, constituyen en puesto receptáculo del "tesoro oculto'', de la respuesta última
realidad los productos más genuinos del sistema social: los pun- para el enigma abierto por el dese;:J
tos donde la verdad del sistema -el carácter antagónico que le Este Otro, garante de la verdad, estaba perdido desde el co-
es inmanente, su imposible armonía- se presenta más nítida- mienzo porque nunca se lo había poseído; pero la captura del
mente. sujeto por el aura fascinante del amo -el "objeto único que ocu-
De este modo, a toda perspectiva conservadora, reformista pa el lugar del Ideal" y hace completo al Otro- había creado la
o revolucionaria -coincidentes en el objetivo último de alcan- ilusión de que existía, ilusión que no puede sino llevar a la re-
zar la sociedad ideal basada en la desmentida de la muerte, de petición eterna de una decepción ante la imposibilidad del en-
la castración, de lo real imposible- Freud opone un apotegma: cuentro.
"Si quieres soportar la vida, prepárate para la muerte". l.l ¿Qué Prepararse para la muerte equivale a descubrir que sólo se
quiere decir esto? Que lo que fundamentalmente está en juego puede perder lo que nunca se ha poseído. Producida esta pérdi-
para el ser hablante no es cambiar la vida sino soportarla y esto da, el Otro completo queda reducido a un deshecho que cae del
orden significante, un resto insignificante aunque no carente de
1.i Sigmund Freud: "De guerra y de muerte. Temas de actualidad'', en Obras
ningún valor: trozo de lo real irreductible a la palabra que es la
completas, Amorrorru ed itores, Buenos Aires, 1979, vol. XIV, pág. 301. causa material del estatuto deseante del sujeto. Hacer la expe-

36 37
riencia de la falta del Otro -de la falta de respuesta última- equi- sitio del Ideal desde donde se espera que responda y provocar
vale a forjar un destino, porque esa falta destina al sujeto a la pro- de este modo que, en ese lugar donde se hallaría el secreto de
ducción de un acto que, a falta de Otro en quien justificarse, es los secretos, sólo se encuentre un espacio vacío. Este espacio es
acto de ruptura y creación; acto del cual, sólo el sujeto podrá res- el del propio deseo que el analizan te podrá finalmente hacer su-
ponder. La pérdida, en este sentido, no puede equipararse a una yo en la medida en que no hay Otro que le demande cederlo.
exigencia de aceptación resignada pues tiene un carácter comple- Apropiarse del deseo, en ese punto donde el Otro no res-
tamente opuesto, el carácter de condición productiva. ponde, es la vía para responder con la castración propia a la del
Esto significa que el psicoanálisis no promueve de ninguna Otro, única alternativa frente a la imposibilidad del completa-
manera la exigencia de "asumir la castración'', exigencia que se miento recíproco y del retorno al estado mítico representado
suele entender -en el contexto de una ética de la resignación por la hord.a primordial. Este retorno es la propuesta funda-
considerada indispensable para alcanzar la sensatez, la modera- mental de todas las ideologías del "progreso", que proyectan ha-
ción, la prudencia- como la necesidad de admitir una pérdida cia el futuro -como resultado de una revolución política o del
radical, de efectivizar una renuncia inevitable. Se trata, induda- avance científico-tecnológico- la recuperación de una "edad de
blemente, de hacer la experiencia de la castración, pero no con oro" caracterizada por la ausencia de la castración y sus efectos.
el objetivo de arribar a la aceptación conformista de someti- En este aspecto, cabe destacar la importante resonancia que en
miento al amo. Si así fuera, el sujeto renunciaría a su omnipo- el momento histórico actual adquiere el discurso de la ciencia
tencia sin dejar de creer en la omnipotencia del Otro, lo que só- que puede caracterizarse como la versión moderna de las anti-
lo podría conducirlo a atenerse a lo prescrito -pre-escrito- en el guas religiones que traían a los hombres la promesa de una di-
discurso del amo. La conclusión ética que se desprende de la cha eterna. Pero mientras la religión inscribe en el lugar del agu-
obra de Freud no es una nueva versión del estoicismo propio de jero de lo real un significante amo que se identifica con la ver-
concepciones como aquéllas; apunta en una dirección diame- dad revelada, la ciencia busca la eliminación de ese agujero por
tralmente opuesta: el estoicismo pretende el logro de un ideal medio de una formalización que pretende constituirse como
de armonía al que sólo se puede acceder haciendo que el deseo una estructura simbólica completa. La perspectiva de la ciencia
-cuya existencia resulta eminentemente perturbadora- sea im- es por esto la anulación de la falla en el mundo, de tal manera
posible; el psicoanálisis, en cambio, impone como exigencia que el avance en esa formalización excluyente sería la pauta in-
fundamental no ceder el deseo.@sto último no promete armo- dispensable del "progreso" alcanzado.
nía alguna, pero es condición indispensable para el surgimien- El discurso de la ciencia se estructura a partir de eliminar la
to de un acto creador, única alternativa posible allí donde el cuestión de la verdad como causa material, de excluir de su
campo significante señala la presencia de un imposibf;Q campo la verdad de la existencia de una pérdida correlativa a la
Esta exigencia de realizar (real-izar) la experiencia de la cas- determinación significante. Por esto, se propone como un dis-
tración del Otro allí donde se espera de éste el saber sobre el "se- curso que puede alcanzar el saber pleno, exento de falta; un sa-
creto" del objeto que puede asegurar el goce conduce a una re- ber cuyo propósito es eliminar lo real, el lugar inquietante de la
velación inesperada: el verdadero "secreto" del Otro es que éste Cosa. Es así como la "segunda muerte" -un fantasma puramen-
no posee ningún secreto. El psicoanalista puede permitir que te literario en tiempos de Sade- deviene, en virtud de los desa-
este "secreto" se descubra porque su función es escabullirse del rrollos de la ciencia moderna, una amenaza efectiva que proyec-

38 39

.•¡
ta su sombra sobre la vida cotidiana. Hay una semejanza entre
la finalidad de la ciencia y la "segunda muerte'', y el paradigma e irreducible de la Cosa. La discordia del hombre consigo mis-
de tal semejanza puede hallarse en la explosión de la bomba ató- mo y con su mundo no es producto de un sistema social deter-
mica, consecuencia de la desagregación radioactiva que el avan- minado, proviene de la existencia de la pulsión que es lo real
ce científico posibilita. profundamente desnaturalizado y extraño a toda posibilidad de
De hecho, la radiación es un producto del discurso científi- equilibrio. La pulsión no asegura un enlace "natural" del sujeto
co cuya existencia es puramente real- los rayos radioactivos son con un objeto del mundo; surge, al contrario, como efecto de
irrepresentables, carecen de imagen, sólo se pueden concebir co- la ligazón traumática del ser viviente con la Cosa, del encadena-
mo efecto de la incidencia de una estructura significante sobre miento de la vida a un desecho del orden vital imposible de eli-
la realidad. Este real constituye una amenaza permanente de minar. Inadaptable y resistente a todo influjo simbólico, la pre-
destrucción del circuito de eso que se llama realidad; de modo sencia de la pulsión en el mundo humano nulifica toda perspec-
que la desagregación radiactiva es, como dice Lacan, la llaga del tiva de armonía para hacer siempre inminente la posibilidad de
mundo. Vivir con la radiación es vivir con el saber de que en al- una catástrofe radical, de la "segunda muerte".
guna parte, una Cosa puede hacer irrupción y venir a despeda- La teoría freudiana define a la cultura como una formación
zar nuestro mundo familiar. de defensa, una formación reactiva ante una dimensión espan-
La exigencia de construir un mundo donde "nada falte", un tosa, radicalmente "in-humana'' e inmanente a la vez a la con-
mundo enteramente dominado por el significante, determina dición del hombre. La denegación de este núcleo in-humano
que el discurso de la ciencia haga surgir ese objeto real imposi- - que Freud llama pulsión de muerte y Lacan relación del suje-
ble cuya aparición contiene en sí misma la amenaza de destruc- to con la Cosa- en nombre de un ideal de plena armonía no
ción absoluta. Pero esta "llaga del mundo" que la ciencia ha puede conducir más que a su efectuación brutal. De esto, la his-
puesto de manifiesto de la manera más evidente no surge con toria de la humanidad presenta innumerables ejemplos en la
ella; es en realidad el punto en el cual el circuito natural viene sistemática búsqueda de aniquilamiento de todo aquel o aque-
a ser interrumpido y trastornado por la existencia del lenguaje. llos a los que se identifica con ese núcleo perturbador. Los in-
Y este punto, en última instancia, no es sino el hombre mismo; tentos de "solución final" perpetrados en este siglo son la mues-
el hombre concebido como ese ser cuya vida, dominada por la tra más reciente y palpable de esa violencia desencadenada don~
pulsión de muerte, ha perdido todo soporte en el circuito vital de se advierte claramente que los crímenes más horrorosos
para convertirse en un derivar incesantemente en torno al lugar -desde el holocausto nazi hasta las purgas stalinianas son come-
vacío de la Cosa. tidos siempre en nombre de grandes ideales: la "naturaleza hu-
El surgimiento del hombre -al que Hegel definía como "la mana armoniosa'' o el "hombre nuevo".
naturaleza enferma de muerte"- ha traído como consecuencia Es por lo que el psicoanálisis -verdadero impugnador de las
la pérdida irremediable del equilibrio natural, de la homeosta- ilusiones culturales y los ideales más "elevados" - no tiene ni
sis del circuito vital. Por esta razón, todas las tentativas huma- puede tener propuestas para la conformación de un mundo
nas destinadas a encontrar un nuevo medio homeostático que exento del conflicto, la violencia y el antagonismo. No hay pro-
posibilite incluir a los individuos en un circuito vital equilibra- puesta psicoanalítica para el "desarrollo" y el "progreso" de las
do, no son otra cosa que intentos de suturar la grieta originaria sociedades pues lo que el psicoanálisis señala es la verdad de una
imposible armonía, ligada a la existencia de un real que el or-
40
41
2
den simbólico segrega como su desecho y que constituye su nú-
cleo mismo. Más la cultura pretende desconocer ese real trau-
mático, en mayor medida éste se transforma en amenaza de de-
vastación y aniquilamiento. De ahí que, extraño al reconoci-
Freud y el parricidio
miento social y a la aceptación pública, el único lugar posible
para el psicoanálisis es la marginalidad, donde se identifica con
el síntoma social -el punto en donde deviene evidente que la
sociedad "no marcha", que el mecanismo social falla- que inte-
rroga a la cultura acerca de sus fundamentos mismos. Nada peor que un padre que profiere la ley
El psicoanálisis no es integrable a la cultura, no es una he- sobre todo.
rramienta que pueda emplearse al servicio del bienestar y la
consecución de los ideales. Es el síntoma por excelencia de la Jacques Lacan: le Séminaire, livre XXII:
cultura; su existencia misma es producto de la imposibilidad R. S.f., clase del 21 de enero de 197 5.
constitutiva del edificio social. Por su parte, la cultura contem-

D,
poránea, dominada por la ideología científico-tecnológica, vive
empeñada en el desarrollo de un conjunto de saberes que ase-
guren la plena armonía. El imperio de esta exigencia de saber cdmene> que hlli prnvocado el honm en todo' lo'
conduce necesariamente a un resultado paradójico: la aparición tiempos, el incesto y el parricidio, constituyen para Freud el so-
sistemática de efectos de verdad que son claramente detectables porte fundamental de la subjetividad y la cultura. Incesto y pa-
en la realidad bajo la forma de la segregación, la violencia y el rricidio: los dos crímenes que están en la base del complejo de
riesgo de aniquilamiento de la vida. Edipo, la matriz simbólica del sujeto. El crimen tiene así un lu-
Misión del psicoanálisis es recoger estos efectos de verdad gar muy singular en la organización del orden simbólico: es lo
-soslayados por el discurso oficial- que toman la forma de ex- que la ley prohibe y, a la vez, aquello que está en el origen de ella.
cesos ineliminablesg estos efectos, que no son sino la respues- El papel fundante del crimen fue señalado por Freud me-
ta de lo real frente al afán de dominio por parte de lo simbóli- diante el mito que él mismo inventó en Tótem y tabú, el mito
co, Freud los denomina malestar. El psicoanálisis los pone de de un parricidio originario que lleva a instituir la interdicción,
manifiesto para presentarlos a la cultura como su verdad, la ver- elemento esencial para el establecimiento de los lazos sociales.
dad de la que ella nada quiere saber. Cuestionada de esta mane- El mito de la horda primordial presenta un padre poseedor de
ra, la cultura tendrá la opción de identificarse con sus propios todas las mujeres, un padre que monopoliza todo el goce, y es
síntomas para percibir en ellos su aspecto más verdadero, o pre- por esto que los hijos se unen para asesinarlo. Pero lo sorpren-
ferirá tal vez mantenerse en el callejón sin salida del desconoci- dente es que después del asesinato, los hijos -a los que ningún
miento.~ obstáculo separaba ya del goce- se prohibirán obtenerlo. La
realización del acto criminal posibilitó la extinción de todo el
odio hacia el padre y, de ese modo, los hijos vieron surgir en

43
42
ellos el amor que sentían hacia el privador. sitivo de la naturaleza de una identificación". 2
De esto se desprende una tesis freudiana fundamental: se El -rechazo del hermano es primordial y la solidaridad es
ama a quien priva del goce, pues "es en la medida en que los hi- siempre secundaria porque está subordinada a la instauración
jos son privados de las mujeres que aman al padre". 1 La razón del ideal que es obra del padre muerto. La privación del objeto
de este amor sólo puede encontrarse si se piensa qué es aquello de goce y el amor del padre constituyen al conjunto de los her-
que hace lazo fraternal, es decir, confraternidad, sociedad: el manos que fundan su identificación recíproca sobre un fondo
hermano sólo puede estar unido al hermano a partir de una co- de hostilidad siempre latente. La identificación fraterna es iden-
mún privación; en otros términos, lo que hermana a los herma- tificación posibilitada por un trazo común: el amor del padre.
nos es haber perdido todos el objeto primordial de goce para El aspecto más subversivo del mito freudiano no es el ase-
quedar igualmente excluidos del mítico goce del padre primor- sinato del padre sino el hecho de que este asesinato no posibi-
dial. Todos hermanos, todos iguales en la privación, ninguno lita el acceso al goce tal como una lectura apresurada lo haría
con alguna prerrogativa especial. suponer. Por el contrario, es un acto que impone, a título de
La renuncia al goce funda la familia y la sociedad, que sólo expiación, la renuncia a las mujeres de la horda y determina
pueden sostenerse por el amor del padre, amor idéntico hacia que la ley tome el lugar de sustituto de la coerción paterna. "El
todos los hijos, amor indispensable para compensar esa renun- padre muerto devino más poderoso de lo que había sido en vi-
cia consentida por ellos. Para obtener este amor del padre es da''3: después del crimen la ley podrá tomar su lugar y ningu-
preciso amarlo y esto implica, ante todo, erigirlo como padre no de los hijos -aún manteniendo viva esta pretensión- podrá
primordial. La necesidad de sostener este padre es la razón prin- instalarse en él. La hostilidad latente entre los hermanos será
cipal de la instauración de la ley que exige el sacrificio del goce inevitable y sólo el remordimiento por el crimen cometido po-
por parte de todos, sacrificio de ese goce que procuraron obte- sibilitará el mantenimiento del pacto fraterno. Solamente la
ner por medio del crimen. Prohibiéndose, los hijos se asegura- culpa puede asegurar la vigencia de la cláusula fundamental de
ron también que ninguno ocupara el lugar del muerto, que to- todo pacto social, la que prohibe a cada uno de los hijos tomar
dos fueran iguales ante la ley. el sitio del padre cuya omnipotencia es heredada exclusiva-
También el derecho -es decir, la comunidad social- es pro- mente por la ley.
ducto de esa renuncia al goce y al poder absoluto, sólo posibles Así la cultura se constituye como organización colectiva
para el padre mítico. Será así de la castración como renuncia, y destinada a la expiación de ese asesinato primitivo, como la ten-
no de algún tipo de pulsión gregaria, que Freud va a fundar el tativa renovada -y siempre fracasada- de saldar la deuda con-
lazo entre los hermanos y los ideales de justicia, igualdad y fra- traída con el padre, que se procura abonar instaurándolo en el
ternidad. Todos los ideales -incluso los más nobles- no son en lugar esencialmente inhumano de objeto mítico de goce.
el fondo sino formaciones reactivas frente a una pulsión agresi-
va primaria, de modo que el sentimiento social es "el cambio de
'Sigmund Freud: "Psicología de las masas y análisis del yo", en Obras com-
un sentimiento primeramente hostil en un lazo de carácter po-
pletas, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, vol. XVIII, pág. l 15 .
.1 Sigmund Freud: "Tótem y tabú", en Obras completas, Amorrortu editores,

' Jacques Lacan: Le Séminaire, Livre XXI!!: Le sinthome, clase del 11 de ju- Buenos Aires, 1978, vol. XIII, pág. 145.
nio de 1976, inédito.

44 45
Dar cuerpo al goce del padre es el pago imposible que la hueco. Ya desde 1897 Freud afirma que los fantasmas están para
cultura se impone, y cada generación dejará a la siguiente el le- cubrir las lagunas de la realidad, de modo que el mito del asesi-
gado de esa deuda impagable. No hay cultura sin falta a expiar, nato del padre es una construcción de esta índole, una construc-
como Freud lo señala claramente al colocar en el origen los dos ción destinada a colmar esa laguna fundamental que es la cues-
crímenes de Edipo, míticamente perpetuados. Ellos son el fun- tión del origen; un montaje hecho a partir de la lengua, una fic-
damento porque conllevan la exigencia del pacto de renuncia ción que -más allá de su propósito de llenar un vacío- cumple la
que es la ley. La sociedad humana, edificada sobre ese cimien- función de señalar su lugar, de marcar el sitio de la pérdida.
to, es la memoria viviente de un crimen primordial del que na- La soldadura del sujeto con el Otro, con el orden simbóli-
da se querrá saber porque la ley toma el sitio de sustituto del co, va acompañada de pérdida. La muerte del padre no designa
crimen cometido y, de esta manera, es correlativa de la repre- otra cosa que su imposibilidad, en tanto carece de un signifi-
sión de su recuerdo. cante que pueda decir todo acerca del goce. En este sentido, el
Es preciso recordar que, para la elaboración de este mito de encuentro con el padre será, forzosamente, un encuentro falli-
la horda primordial, Freud toma el relevo del discurso de sus do. Esto es la causa de la caída del goce fuera de lo simbólico,
analizantes quienes le transmiten la certeza de que el padre caída que deja una cicatriz en ese orden mismo, la marca inexo-
-sostén de la estructura subjetiva- está, desde el origen, castra- rable de la castración. p icha en otros términos: cuando el hijo
do. Verdad que se dice en la ficción que presenta un padre ele- -varón o niña- se dirige al padre con una demanda de respues-
vado por encima de todas las cosas, el mito lleva a la categoría ta significante para eso que surge como enigma de la falta del
de relato épico esta dignificación del padre que niega su castra- O tro primordial -falta que Freud detecta en la alternancia de la
ción. Por esto, el relato del analizante y el mito son equipara- presencia-ausencia de la madre- hay una imposibilidad de este
bles al contenido manifiesto de un sueño: se trata de construc- último para hacer saber de aquello que causa esa falta de la ma-
ciones destinadas a ocupar el lugar de un hueco, la falla del or- dre. Esta imposibilidad de obtener una respuesta última del or-
den simbólico cuyo efecto es una limitación del goce, un me- den significante es el testimonio irrecusable de que el padre es-
nos de goce con relación a todo el goce que el lenguaje prome- tá castrado: es la verdad que el mito dice bajo la forma discur-
te. Menos de goce que condiciona el surgimiento de un plus, siva de la ficción del asesinato del padrt \
un exceso inaccesible al ser parlante. De este modo, el llamado asesinato a'éf padre no es el resul-
Imposibilitada para dominar todo el goce, la soberanía de la tado de algún tipo de agresividad edípica de la que una lectura
ley será siempre limitada pues no podrá contener la aparición psicologista de Freud ha hecho la condición para la emancipa-
del exceso de goce del que la figura mítica del padre originario ción de la tutela paterna; designa el encuentro fallido con el pa-
constituye una representación primordial. La castración del pa- dre en tanto éste ocupa el lugar imposible, lugar del hueco de
dre es así correlativa de la insuficiencia de lo simbólico en el do- la estructura simbólica, de lo reprimido originario,Ú\sesinato es
minio del goce que determina la reiterada producción de un ex- el nombre mítico de la falla básica que se abre con el proceso de
ceso inasimilable, plus-de-goce que denuncia una y otra vez la subjetivación a r artir de una carencia inherente a la dimensión
verdad del padre.
de la paternidad.:..
El orden simbólico, del cual el padre es garante, no es el lu- El padre está en el lugar de la respuesta última, como lo
gar de la respuesta plena; está incompleto, es también lugar del atestigua la pregunta infantil típica: . "papá, ¿cómo se llama

46 47
eso?". Para todo sujeto hay un supuesto básico en el cual se sos- te real imposible que el crimen evoca es la dimensión abierta
tiene la existencia, en el origen, de un autor, una autoridad que po r la falta del Otro, el hueco que caracteriza a la estructura
otorga el nombre primero de las cosas. Sin embargo, por su in- misma del significante. El crimen originario no lo comete el su-
determinación misma, no hay para eso, el referente que la pre- jeto, es la obra del significante, el hecho correlativo de la repre-
gunta evoca, ninguna respuesta articulable por la palabra. Na- sión primordial que genera un irrepresentable al que Freud fi-
da podrá designar lo irremediablemente perdido por la entrada gura míticamente como goce del padre muert~
en juego del lenguaje: eso por lo que el sujeto pregunta es la re- El asesinato del padre es el goce perdido del padre, el goce
ferencia siempre inapresable, la distancia infranqueable entre el que el padre no puede asegurar pero exige para el completa-
mundo real y su simbolización. Lo que se denomina castración miento del orden simbólico. El remordimiento de los hijos es el
del padre no alude por lo tanto sino a la insuficiencia de su deber que éstos se imponen de dar cuerpo a ese goce mítico ,~el
nombre para dar cuenta de todo lo real del goce. padre, el modo en que el sujeto "toma la falta sobre Yo UeJ 4 y
En el mito freudiano hay un goce primario, encarnado en carga sobre sus espaldas la exigencia de reparar una falla que es
el padre que posee todas las mujeres, o a fa mujer toda. Es el pa- propia de la estructura para que se sostenga la ilusión de com-
dre como ser que se asimila al goce. La ley surge del asesinato pletud de ella.
de este padre-el-goce, es consecuencia directa de la pérdida del La creencia en el pecado original es el efecto específico de
goce absoluto que el crimen simboliza. La forma épica del mi- tomar sobre sí mismo la falla de la estructura e imponerse el pa-
to presenta aquello que el ser humano tiene que pagar por su go de una deuda insaldable, la deuda del padre. Es preciso ase-
acceso a la humanidad, acceso que demanda un sacrificio: el go- gurar el goce del padre, de ahí la necesidad de borrar del mun-
ce, la omnipotencia. Por esto, el falo será la representación del do la mancha del pecado original, mancha del padre cuyo nom-
goce siempre marcada por el menos de la castración, significan- bre deberá ser limpiado de ese resto de goce impedido de ingre-
te del goce perdido en el origen por la existencia del lenguaje sar al orden simbólico.
que traza un límite y abre así la dimensión de un más allá, una El lugar del padre primordial es el del goce y lo originaria-
promesa que nunca podrá ser cumplida. mente reprimido se confunde por lo tanto con el padre muer-
La pérdida de goce es el resto irreductible de la operación to. Hacer equivaler el goce con el padre muerto -es decir, afir-
simbólica de advenimiento del sujeto en el campo del lenguaje mar que un muerto goza- es un absurdo lógico. Absurdo que
y la cultura, en el lugar del Otro. [ a operación del lenguaje de- alude directamente al lugar de lo imposible, lo fuera-de-senti-
ja caer un resto de goce porque la hegemonía del orden simbó- do , lo exterior de la estructura simbólica que constituye su co-
lico que el padre tiene por función asegurar no es absoluta. Es- razón mismo, su extimidad Este imposible es bordeado por las
te resto, elemento extraño a la naturaleza misma de lo simbóli- fo rmaciones del inconciente que constituyen el paradigma de
co, constituye a la vez el núcleo de su estructura: es el punto todo absurdo lógico. Por esta ex-sistencia del goce, la estructu-
real, refractario a toda captura significante, el ombligo en torno
del cual la palabra entreteje sus redes. De este modo, el parrici-
• Jacques Lacan: "Subversion du sujet et dialectique du désir dans l'incons-
dio no es otra cosa que la designación del padre como uno de cicnt freudien", en Écrits, Ed. du Seuil, París, 1966, pág. 820 ("Subversión del su-
los nombres privilegiados de lo real imposible, del goce inacce- jeto y dialéctica del deseo en el inconciente freudiano", en Escritos 2, Siglo Vein-
sible para el hablante-ser, el ser que vive de y por la palabra. Es- tiuno editores, México, 1994, pág. 800).

48 49
ra del inconciente -efecto de la captura del viviente en el len- ·I sujeto toma a su cargo restituir y procurará hacerlo hasta la
guaje- está agujereada, le falta un término para designar el go- onsumación del asesinato mismo]
ce. Afirmar que el inconciente ex-siste es correlativo de sostener En Moisés y la religión monoteísta Freud afirma: "Con la des-
que no hay saber acerca del goce, que todo saber bordea un irre- figuración de un texto pasa algo parecido de lo que ocurre con
presentable, lugar de pura pérdida que es producido por el es- un asesinato: la dificultad no reside en perpetrar el hecho sino
tablecimiento del Nombre-del-Padre pues éste es, para Freud, el c; n eliminar sus huellas". 5 El asesinato es esencialmente aconte-
nombre de la falla del saber que se llama verdad. La entrada en cimiento discursivo porque el discurso produce un residuo ine-
juego del padre otorgará a esa falta estructural el significado de 1iminable del cual él mismo nada querrá saber; nada querer sa-
castración y hará aparecer lo que constituye un imposible como ber que recibe un nombre: represión primordial. Sin embargo,
resultado de una prohibición. producir el resto es ya saber del crimen y este saber prohibido
Todo significante viene a ocupar circunstancialmente el lu- del asesinato del padre es constitutivo del discurso: "Los seres
gar del hueco que la misma existencia del lenguaje abre. La pre- humanos han sabido siempre que antaño poseyeron un padre
sencia del significante implica en sí misma un crimen, la pala- primordial y lo mataron". 6
bra asesina la Cosa. La represión lleva al olvido del carácter ase- Este saber inconciente toma su expresión más característica
sino de la palabra y funda la operación del lenguaje como infi- en el sentimiento inconciente de culpa por el cual el sujeto se sien-
nita repetición significante empecinada por, borrar la huella de te culpable sin razón que lo "justifique", incluso por actos que
un real irreductible, real del acto asesino del cual la ley es a la sabe no haber cometido. Según Freud, la razón de esta culpa se
vez memoria e intento de anular su recuerdo. encuentra en el hecho de que aun cuando el yo conciente igno-
"No hay crimen perfecto", se repite incansablemente. Y es- re la existencia de deseos reprimidos e inconcientes, el superyó
to es cierto, ante todo, porque no hay crimen que no deje una - que se sostiene en el sentimiento inconciente de culpa- "ve y sa-
evidencia ineliminable: el cadáver de la víctima, resto mortal, be todo" y considera al sujeto responsable de esos deseos incon-
real a identificar simbólicamente. Todo crimen hace ex-sistir ese fesados: "El superyó sabe mucho más que el yo sobre el ello in-
real del goce por cuya ausencia el sujeto se responsabiliza y se conciente" . 7 El inconciente es algo distinto de un "reservorio"
impone el deber de "dar cuerpo". Justamente el cadáver -el del de pulsiones salvajes e ilícitas, es más bien un saber como Freud
otro o el propio- que el crimen produce es la manera más ob- lo define allí: saber de la ley del padre que no es la ley lógica y
via de ese "dar cuerpo" al goce, es el objeto destinado a colmar racional que se pensaría sino una ley traumática, cruel, arbitra-
la ausencia y posibilitar así una circunstancial recuperación del ria, incomprendida e irracional. Saber inconciente de esta ley,
gofe. Por esto, al borrar la división subjetiva, el crimen "tran- cuyo nombre es superyó, que hace al sujeto culpable antes de
quiliza" al autor, aun cuando no deja de ser -simultáneamente- haber cometido cualquier acto que lo justifique. Se puede, por
una interpelación a la ley, una demanda de castigo, dpanción
simbólica que venga a restablecer la división subjetiva.lfasaje al 5
Sigmund Freud: "Moisés y la religión monoteísta'', en Obras completas,
acto, pasaje fuera de lo simbólico, el crimen exige que la culpa- Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, vol. XXIII, pág. 42.
bilidad sea finalmente reconocida como única vía de reingreso (, Jbíd., pág. 97.
al orden. No la culpabilidad que va ligada al crimen mismo si-
7
Sigmund Freud: "El yo y el ello", en Obras completas, Amorrorru editores,
Buenos Aires, 1978, vol. Xl, pág. 52.
no otra, más radical, que remite al goce perdido del padre que

50 51
esto, "sostener la paradoja de que el hombre normal no es sola- ia se basa en la puesta en suspenso del saber de lo real.
mente mucho más inmoral de lo que cree sino también mucho La vigencia de la ley simbólica es correlativa de la anulación
más moral de lo que sabe". 8 del acto asesino. Esto posibilita el mantenimiento de los lazos
El superyó es saber inconciente del parricidio, saber irrepre- ~ ociales a partir de un como si: es preciso hacer como si el padre
sentable en el orden simbólico de lo real del crimen cometido no estuviera muerto y para esto los hijos se impondrán -en
que, para ser siempre ignorado por el sujeto, tendrá que perma- nombre de la ley- lo que él imponía por su sola presencia. Ha-
necer como saber no sabido por el padre mismo quien tendrá ;er como si el padre no estuviera muerto elevándolo al rango de
que ser eternizado para ello como padre inmortal, padre ideal, Padre Ideal, expresión que traduce de manera inequívoca el in-
padre que no sabe que no sabe. OCa falta que define a la estruc- tento de representar de algún modo lo que del padre resulta im-
tura es causa del imperativo de goce, imperativo de revivir al pa- posible de simbolizar. ¿Qué es el Ideal sino el trazo que en el
dre muerto a cualquier precio para erigirlo como Padre Ideal, al O tro -el orden simbólico- disimula la falta? Cuando este trazo
margen de la castración. El llamado superyó no es sino el nom- marca a un objeto determinado lo convierte en ese objeto fas-
bre de este imperativo que surge del saber inconciente de la fal- cinante cuya encarnación por excelencia es el hipnotizador, ob-
ta e impone la exigencia insaciable de hacerlo todo para elimi- jeto portador de un poder "cautivante" proveniente del hecho
narla, es saber del goce perdido del padre que el parricidio evo- de ser el objeto único que se eleva al rango de obturar la falta
ca y mandato inextinguible de restitución de ese goc~ para tomar el lugar hacia donde el sujeto dirige su llamada, su
Erigir al padre como Padre Ideal es el intento renovado de demanda de un amor que espera recibir en compensación del
hacer del saber de lo real -el del padre muerto- un saber en sus- sacrificio de goce que le es exigido para nutrir el goce del Padre
penso. Un analizante de Freud relata un sueño que constituye Ideal. En el extremo, el amor del padre exige dar la vida propia
el paradigma de este intento; el contenido manifiesto simple- para asegurar su inmortalidad.
mente dice: "el padre estaba muerto y no sabía''. 9 La interpreta- Una doble complicidad -la que posibilitó en primer término
ción freudiana, valiosa sin duda, deja sin embargo pendiente de perpetrar el crimen y la de su ocultamiento bajo la forma de la
respuesta la razón de la angustia del soñante. Esta no se puede devación del padre al rango de Ideal- es el fundamento de la
asimilar a un presunto deseo parricida del sujeto sino al hecho onfraternidad. El grupo social - el conjunto de los hijos- se fun-
de que el padre aparece en la escena del sueño a un paso de des- da en el saber de la culpabilidad excluido de la conciencia, en un
cubrir que él está muerto; para el soñante el padre vive porque saber que no debe saberse. Esta expresión -un saber que no debe
no sabe todavía que está muerto y este no saber -no saber del pa- saberse- es, por otra parte, la definición misma del inconciente:
dre mismo- lo mantiene como padre inmortal. El padre en tan- di scurso del Otro, sí, pero del Otro que no lo sabe todo. El pac-
to Padre Ideal no debe saber que está muerto, esto es el soporte to fundamental y fundante que enlaza a los actores del juego so-
de la posición del sujeto en el campo simbólico cuya consisten- cial tiene como condición indispensable la exigencia de que el
O tro no debe saber, no debe saber todo; condición que sólo po-
d rá cumplirse si, en primer término es el sujeto mismo quien ig-
H fbíd., pág. 53.

'' Sigmund Freud: "Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psí- nora. Por esto, el lazo social se estructura a partir del rechazo del
quico", en Obras completas, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1980, vol. XII, saber y la culpa que, inconcientemente anudados, constituyen el
pág. 217. soporte de toda relación entre el sujeto y el Otro. Se trata de un

52 53
pacto basado en una doble complicidad: complicidad en el cri-
No es posible entonces pensar el psicoanálisis como un nue-
men y complicidad en nada saber de haberlo cometido.
vo intento por instaurar el significante paterno que garantizaría
Este rechazo de saber que provoca la necesidad de erigir el
el funcionamiento de una ley sin fallas sino como experiencia
Ideal, cuya función esencial es disimular lo real traumático del
que permite hacer la prueba del vacío, el agujero del Otro, que
crimen, es el resorte fundamental de toda servidumbre. Esta es,
la impostura del padre oculta.@ esde este punto de vista, el psi-
en última instancia, sometimiento al Padre Ideal: "Sabemos que
coanálisis es ajeno a toda perspectiva "liberadora": el develamien-
en la masa de seres humanos existe una fuerte necesidad de te-
Lo de la impostura del padre no tiene como propósito "liberar"
ner alguna autoridad que uno pueda admirar, ante la cual uno
al sujeto de su sometimiento a la ley paterna sino mostrarle de
se incline, por quien sea gobernado, y, llegado el caso, hasta
qué manera él prefiere ese sometimiento a poner en juego su pro-
maltratado [ ... ]. Esta necesidad proviene de la añoranza del pa-
pio deseo, deseo cuya constitución pasa necesariamente por el
dre" . 1º Sólo el anhelo de que el padre sea inmortal puede apla-
previo acatamiento de la ley. Tampoco se trata de una "libera-
car la culpa por su muerte, de ahí el empeño neurótico por sos-
·ión" entendida como "desculpabilización" por el parricidio; en
tenerlo y la pasión de mantener a toda costa esa figuración mí-
·I origen del deseo hay un real traumático que opera como rever-
tica del goce absoluto que es el Padre Ideal.
so de este último y del cual no hay alivio posible. Sólo el recono-
Dar cuerpo al goce del padre es así el efecto específico del
;i miento de este núcleo real permite el descentramiento del su-
parricidio; es por esto que la experiencia analítica no puede
jeto respecto de su afán de desculpabilizarse negándolo; situación
equiparársele. Podría decirse, por el contrario, que parricidio y
<¡ue, paradójicamente, lo conduce al incremento de la culpa. Es
análisis van en sentido contrario pues si el primero conduce a la
precisamente por esto que todo intento de desculpabilizar al su-
erección del Padre Ideal, el objetivo del segundo es desenmas-
j<.:to coloca al analista en posición de Padre Ideal, con todo el po-
carar la función de ocultamiento que le es inherente y crear de
der de absolución -que es el mismo poder que condena-, surgi-
este modo la posibilidad de prescindir del mito paterno: la
do de confundirse con el saber de lo que está en el origen de la
apuesta del análisis es por la desmitificación del padre.@,sto no
culpa. En otros términos, el analista que pretende "desculpabili-
significa dejar de reconocer el papel fundamental de la inter-
'1,ar" se confunde con el superyó pues la máscara de la benevolen-
vención de la ley del padre para limitar la omnipotencia mater-
l'Ía es la pantalla de un mandato obsceno y feroz de imposible
na e introducir la regla en el lugar del goce materno -goce sin
n1mplimiento porque ordena el goce; un mandato que decreta
medida- como condición para la estructuración del sujeto;
de antemano la culpabilidad del sujeto frente a la imposibilidad
apunta más bien a señalar que el mantenimiento del padre en
misma de cumplir con la exigencia que se le imponSJ
el lugar de la ley engendra una impostura en la medida en que
Rehusar la responsabilidad subjetiva respecto al parricidio,
este último toma el lugar de lo irrepresentable de la falta del
por el rechazo de saber de él, lleva a un callejón sin salida: el
Otro. La im-postura paterna nace de la colocación del padre en
.d:ln de revivir el padre muerto y su goce. El psicoanálisis no
el sitio imposible del padre muerto, es decir, del padre que pre-
.1cusa al sujeto -y por lo mismo tampoco lo absuelve- pero sí le
tende saberlo todo del goce")
l1ace saber lo que el parricidio representa: lo real del goce que es
<" I núcleo mism; de su ser, la deuda de goce que no es suya pe-
'º Sigmund Freud: "Moisés y la religión monoteísta", en Obras completas,
ro que se empecina obstinadamente por pagar a fin de lograr
Amorrortu edirores, Buenos Aires, 1979, vol. XXIII, pág. 105.
que el goce sea posible.
54
55
@ el afán neurótico consiste en hacer de una u otra manera 3
que el padre olvide su muerte y conciliar así su existencia con el
goce, el psicoanálisis se sostiene en la disyunción de estas dos
dimensiones. El padre ya no puede olvidar su muerte; la cura, El Otro, la ley, el deseo
por lo tanto, conduce a una caída, una pérdida. Pérdida que es
condición para la única "liberación" posible: liberarse de la exi-
gencia de sostener al padre, de prestar el ser para enc'arnar con
el síntoma su goce perdido. ~
L. culturn"' un fenómeno e'enciolmente 'imbólico, un•
red de relaciones significantes en donde el organismo humano
se constituye como sujeto. El orden simbólico y exterior al su-
jeto es el Otro respecto de él, el universo en el que este último
debe tomar su lugar. No hay sujeto antes y fuera de este orden;
por el contrario, él es efecto de aquél, efecto de la palabra y el
le nguaje.
Como efecto del orden significante, el sujeto es entonces lo
representado siempre por un significante para otro. Esto deter-
mina una consecuencia fundamental para la cultura: como el
significante sólo puede representar al sujeto sin llegar a decir ja-
más lo que él es, una imposibilidad es inherente a la esencia mis-
ma del orden simbólico. Imposibilidad, en efecto, del ser, que se
define así como punto de pérdida en la trama significante.
La cultura es indisociable de una pérdida. Pérdida del ser
porque el significante sólo puede representar al sujeto, quien só-
lo es sujeto en tanto que representado. El significante, más allá
de su poder de representación, carece de capacidad para desig-
nar al ser.
Por ser el universo significante un conjunto en el que sola-
mente es posible la representación, su característica fundamen-
tal es la de constituir un universo en falta. Falta allí 'un signifi-
cante, aquél que pueda decir lo que el sujeto es, aquél que me
pueda decir lo que soy para el Otro.
El Otro, sitio del significante, es también lugar de la caren-
cia, del goce como inaccesible para quien habla; la pérdida fon-

57
56
dante de la existencia de todo sujeto en el orden cultural puede
definirse como pérdida de goce. El goce no se asimila al placer rodas y de todos contra uno" 5- a la que se responsabilizará de
pues designa eso que el significante es incapaz de articular, es de- tal carencia.
cir, el punto de carencia en la cadena significante: "El goce -se- Pero, contrariamente a las evidencias, no es la cultura la res-
ñala Lacan- está interdicto a quien habla como tal" . 1 ponsable de la falta de goce; ella es más bien producto de esa
El goce se sitúa allí donde la palabra tropieza, falla, falta. Es imposibilidad pues, como el propio Freud señala: "Muchas ve-
el momento en que la palabra se confronta con lo inarticulable. cs uno cree discernir que no es sólo la presión de la cultura, si-
Su proximidad supone el peligro de ruptura de toda referencia no algo que está en la esencia de la función (sexual) misma, lo
simbólica, confina con el horror. De ahí su lazo esencial con la que nos deniega la satisfacción plena y nos esfuerza por otros
pulsión de muerte introducida por Freud. Precisamente porque caminos". 6
el goce constituye una amenaza para la subsistencia del orden La existencia de la cultura determina la institución de la
simbólico, la cultura se funda como la organización humana imposibilidad y esta imposibilidad toma forma discursiva en
que cumple una función fundamental: proteger a los seres hu- ella bajo la forma de la prohibición, es decir, de lo que se de-
manos del goce o, en términos freudianos, neutralizar esa pul- 11omina ley. La ley designa aquello que estructuralmente es una
sión de muerte cuya manifestación m_ás notable es la universal imposibilidad; lo designa como esencialmente prohibido: la
inclinación agresiva de los seres humanos. prohibición del incesto es la base de la cultura, la ley funda-
En El malestar en la cultura Freud afirma que "la inclinación mental y el fundamento de la ley. Por ella viene a inscribirse en
agresiva es una disposición pulsional autónoma, originaria, del el discurso la imposibilidad estructural del goce. Todo lo enun-
ser humano" ,2 lo que determina que "la cultura encuentra en t iado por la ley viene a articularse a partir de algo que perma-

ella su obstáculo más poderoso" .3 Esto es así porque la cultura nece silenciado: el goce como imposible de decir. La ley se fun-
se define como "un proceso al servicio del Eros que quiere unir da en un imposible de decir, de modo que todo aquello que se
a los individuos aislados, luego a las familias, después a las et- di ce es siempre decir a medias, sostenido en eso que permane-
nias, pueblos, naciones, en una gran unidad; la humanidad". 4 < e silenciado. En este aspecto la ley como la ley del lenguaje es

La pulsión de muerte como esa instancia en la que la ausen- imperfecta, ambigua, equívoca. Su formulación no deja de
cia de goce convoca a los sujetos a un goce más allá de todo lo 1·vocar un no dicho, 16 no articulable del goce que es su funda-
posible, va a manifestarse bajo la forma de una hostilidad radi- 111 cnto.
cal del hombre hacia la cultura -"la hostilidad de uno contra Por esta imperfección, esta equivocidad, la eficacia de la ley
•,e halla siempre en entredicho. De ahí la necesidad de que esta
1
Jacques Lacan: "Subversion du sujet et dialectique du désir dans l'incons- l.dta quede siempre oculta: para que la ley cumpla su objetivo
cient freudien" , en Écrits, Ed. du Seuil, Paris, 1966, pág. 819 ("Subversión del su- < k· sostener la imposibilidad del goce es preciso que la sociedad

jeto y dialéctica del deseo en el inconciente freudiano", en Escritos 2, Siglo Vein- l111mana se organice a partir de un cierto espejismo, un cierto
tiuno editores, México, 1994, pág. 800). 111mo si. La falta de la ley -falta del Otro, el gran Otro de la or-
'Sigmund Freud: "El malestar en la cultura", en Obras completas, Amorror- 1•,.111 ización simbólica- no debe quedar en evidencia. Pero los
tu editores, Buenos Aires, 1979, vol. XX, pág. 117.
j !bíd.
1
'lbíd. !bíd., pág. 118.
1
' lbíd., pág. 103.

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sujetos -en tanto hablan- experimentan esa falta del Otro y sa- El célebre cuento infantil de Hans Christian Andersen, El
ben de alguna manera de la inconciencia de éste. traje nuevo del emperador, brinda una clara ilustración de esta
Entonces la única alternativa para asegurar la cohesión so- naturaleza del Otro. Cuando el niño, candorosamente, grita "el
cial es que actúen en base a un como si: el Otro no está comple- rey va desnudo" -cosa que todos saben pero nadie puede afir-
to pero es preciso actuar como si lo estuviera. La raíz de toda mar- y provoca con su grito una verdadera catástrofe, el lector
creencia se encuentra aquí, pues toda creencia es ante todo se plantea siempre una pregunta esencial: ¿por qué el simple
creencia en la completud del Otro. Toda creencia se presenta rnunciado de una evidencia produce un efecto catastrófico? La
por lo tanto como desmentida del saber, del saber inconciente respuesta exige una reflexión en torno al hecho de que todos lo
de la falta del Otro. sabían pero nadie podía decirlo. ¿Todos lo sabían? En realidad
Un paradigma notable de esta discordancia entre saber y si nadie podía decirlo es porque había uno que no lo sabía y de-
creencia puede encontrarse en el universo kafkiano, donde mu- hía seguir ignorándolo. Entonces, ¿quién no sabía cuando todos
chos han creído advertir una exageración del poder de la sabían? Indudablemente el gran Otro.
burocracia. Pero se trata de una exageración que no debe to- Que el enunciado de una evidencia de sentido común pueda
marse como una imagen fantástica de la realidad social, porque desencadenar una catástrofe, la disolución del lazo social, no es
es más bien la puesta en escena del fantasma que rige esa reali- sino -como afirma Lacan- la prueba ontológica de la existencia
dad que puede definirse como burocracia. Puesta en escena en del gran Otro. El mantenimiento del lazo social requiere la exis-
la que aquello que el escritor checo presenta podría sintetizarse tencia -ex-sistencia- de uno que no sepa, que no sepa todo; por
de esta manera: aun cuando se sabe que la burocracia no es om- eso el Otro engañado, el Otro que no sabe, es el sostén incon-
nipotente, nuestro comportamiento efectivo está condicionado ciente del lazo, el tercero indispensable para enlazar otros dos.
por la creencia de que sí lo es. Desde este punto de vista, la obra La institución del Otro como sostén de la organización so-
de Kafka muestra de qué forma la realidad social se organiza ·ial posibilita la regulación del goce, indisociable de su inscrip-
siempre a partir de un cierto fantasma, de la presuposición de ción en el campo simbólico. De esta forma el goce queda vin-
un como si: el consenso social sólo existe porque se hace como si ulado a la ética que, en todos los tiempos, se ha presentado co-
la burocracia fuera omnipotente, como si el presidente represen- mo una reglamentación de la relación de los sujetos con el go-
tara la voluntad popular, como si el partido encarnara el interés ce. Una reglamentación que ha sufrido modificaciones a lo lar-
de la clase obrera. Todo consenso y, por lo tanto, toda organi- go de la historia, pues la ética dominante no ha sido siempre la
zación social dependen de este como, de una creencia básica, misma.
una ficción que no es un mero engaño sino la forma a través de La antigüedad clásica -momento fundamental en este terre-
la cual la verdad no deja decirse. no- definió una posición ética que aún tiene cierta vigencia y
En todos los casos, hacer como si equivale a erigir un Otro c.¡ue se puede caracterizar como a-patía (de pathos, sentimiento
completo. Otro que podrá llamarse burocracia, presidente, cau- y también pasión). Su propósito es lograr la anulación -o al me-
dillo, partido, voluntad popular, pero cuya función será siempre nos la moderación- de las pasiones. Así, desde Aristóteles, la
asegurar el consenso, es decir, sostener todo lazo social entre su- ética tradicional es una ética de la moderación.
jetos. De esta manera, el único estatuto del Otro es el de consti- Esta postura culmina-con los estoicos -Cicerón en particu-
tuir el presupuesto indispensable para toda organización social. lar- y retorna con la Ilustración en el siglo XVIII. Pinel y Es-

60 61
quirol, fundadores de la psiquiatría moderna, son exponen tes d concepto de inconciente no pudo surgir en el contexto de es-
notables de esta posición: el tratamiento moral del enfermo 1a concepción tradicional.
mental que ellos proponen es heredero indudable del ejercicio En efecto, el inconciente freudiano no supone en lo esen-
estoico basado en la premeditación, la meditación previa que t ial el primado de la ley edípica como ley pacifican te que ase-

lleva a actuar con prudencia y mesura. gura la feliz convivencia de los seres humanos. Su aspecto fun-
Para la ética estoica hay que ejercer un dominio sobre las damental tiene que ver más bien con ese carácter aberrante,
pasiones, constituirse en amo de sí mismo; el goce lleva al exce- irracional, paradójico de la ley que es su núcleo mismo; con ese
so y esto puede hacer perder la razón; es preciso entonces ca rácter puesto de manifiesto por primera vez por Kant, quien
conservar la moderación en el terreno de los placeres, única for- li istóricamente abre el camino hacia Freud. Por esto, la com-
ma para evitar ser dominado por las pasiones y caer eventual- prensión de lo que el inconciente freudiano es, requiere inevi-
mente en la locura. 1:i blemente la lectura de Kant, particularmente del Kant de la

Finalmente el único medio para no perder la razón es cum- ( ,'rítica de fa razón práctica. Lectura de Kant que, como lo
plir las leyes: la apatía estoica es indisociable de la exigencia de 111uestra Lacan, debe realizarse a la luz de las revelaciones fun-
cumplir con la ley para obtener así los beneficios que otorga el d:11n entales que realiza Sacie en La filosofía en el tocador.
sometimiento a ella y evitar los castigos que la desobediencia Lo verdaderamente novedoso que produce Kant es la rup-
trae aparejados. Quien pueda ser capaz de obedecer a las leyes 1ura del lazo -decisivo en la antigüedad- entre virtud y dicha:

será amo de sí mismo y de los otros, pues sólo podrá mandar l.1 ley no debe cumplirse por las recompensas que promete o los
1 .1 stigos con que amenaza sino que ella exige su cumplimiento
quien previamente haya aprendido a obedecer.
Como es fácil advertir, esta concepción estoica presenta de i11 dependientemente de todo bienestar a alcanzar. En este sen-
un lado el reino de la ley -asociado a la tranquilidad, la certe- 1id o no se trata de actuar solamente según la ley, conforme a la
za, pero también la banalidad y el fastidio de la vida cotidiana- , ley: esto sería banal y sólo confortaría a la hipocresía del confor-
y del otro lado la transgresión del crimen, lo fuera-de-la-ley. La 111ista; por el contrario, se trata de actuar de determinada ma-
oposición entre ambos dominios que aparecen como entidades 1H.: ra únicamente porque la ley lo dice. Para Kant, el único mó-
irreductibles lleva a concluir que sólo la virtud, el cumplimien- vil que debe tener toda acción no puede ser otro que la ley mis-
to de la leyes, puede llevar a la dicha. Pero esto exige una pre- 1n a en su enunciación, ley que se impone según dos principios:
misa fundamental: la existencia del Otro, el Otro exento de
equívoco que puede calificar con absoluta justicia los compor- 1. Rechazo de todo lo patológico. Todo lo sentimental debe
tamientos -precisamente sin posibilidad de equivocación- y ~n rechazado como móvil de la acción: "La apatía es la condición
distribuir los premios y castigos con estricto apego a la letra de indispensable de la virtud." (Kant, Metaflsica de fas costumbres).
la ley, de la cual sería el intérprete por excelencia.
Para la ética tradicional, si el virtuoso puede alcanzar la di- 2. La ley se impone incondicionalmente. La ley se sostiene
cha, es porque existe el Otro que puede recompensar su com- por sí misma, por la enunciación de su orden y no -como en la
portamiento. La ley tendría así un fundamento enteramente ra- 11 .1dición antigua- por el enunciado de su contenido; se sostie-
I Hº por sí misma sin necesidad de explicaciones o argumentos
cional y el móvil que siguen los sujetos en su obrar cotidiano se-
ría siempre susceptible de ser pre-meditado. Se entiende por q ué q11 c la hagan aceptable.

62 63
El cambio es notable: con Kant desaparece la ética del amo, ley, que sólo tiene eficacia en la medida en que los sujetos son
ética dominante en la tradición antigua, y nace una nueva éti- engañados y experimentan la autoridad de la ley como "autén-
ca que puede definirse como la ética del servidor. Esta es la éti- tica", "eterna'', de manera que no sienten la "verdad de la usur-
ca esencial en la sociedad moderna, integrada por sujetos que pación". Así, es comprensible por qué Kant-en su Metaflsica de
deben escuchar y seguir la voz del amo que habla en la concien- las costumbres- prohíbe todo cuestionamiento que recaiga sobre
cia, la voz del amo a la que Freud denominó superyó. el origen del poder legal.
Se modifica también el estatuto de la apatía: ésta deja de ser En síntesis: en el comienzo de la ley hay un cierto fuera-de-
la condición para la dicha y se convierte en lo incondicional la-ley, un real de violencia que coincide con el acto mismo de la
mismo de la ley en tanto pura, desprendida de objeto u objeti- instauración de la ley. Este reverso de la ley que es su verdad
vo, despojada de todo interés por el sujeto y por su semejante. fundamental es negado por el pensamiento político-filosófico
Se puede decir que a partir de Kant ya no hay ley y transgresión clásico, que se ha construido a partir de nada querer saber so-
que aparezcan como entidades contrapuestas, sino que la mayor bre ese indecible cuya revelación pondría en cuestión cualquier
transgresión, el traumatismo más trastornante, lo más insensa- sistema político.
to, es la ley misma. Este nada querer saber debe analizarse a la luz de la inter-
Con Kant queda claramente impugnada esa concepción in- dicción que Kant establece sobre la pregunta por el objeto de la
genua que coloca de un lado a las transgresiones, las perversio- ley, interdicción que se impone a partir del hecho de que todo
nes, la agresividad, y del otro lado una ley universal que regula- objeto dado, representado, que funciona como presunto móvil
ría, normaría todo, haciendo posible la coexistencia más o me- de nuestra voluntad, es siempre patológico, empírico, ligado a
nos pacífica de los sujetos. Kant viene a mostrar cómo la ley es las condiciones de nuestra experiencia finita y sin ninguna ne-
algo que se impone desde un comienzo a los seres humanos; se cesidad a priori. El Bien Supremo, en cambio, por ser radical-
impone como mandato a seguir, incomprensible y a la vez ne- mente inaccesible pues trasciende a todo objeto, es el único mó-
cesano. vil legítimo, no patológico de nuestra actividad moral. Este mó-
En este sentido la ley se desdobla: más allá de su carácter ra- vil se confunde finalmente con la forma universal de la ley mo-
cional, pacificante, está su otra dimensión que es de orden, de ral porque es ella la única que puede tomar el lugar del Bien Su-
exigencia insaciable que no necesita ni busca justificación algu- premo.
na; dimensión que evoca que el reino de la ley no puede instau- Desde esta óptica, la ley del deseo no es la ley de un deseo
rarse sino por medio de una violencia exterior. Una violencia que quiere este o aquel objeto, no es una ley que designe un ob-
que - una vez impuesto ese reino- constituye el fundamento en jeto posible para el deseo; es ante todo ley de un deseo que no
que se sostiene. El mito del pecado original o el mito freudiano tiene un objeto patológico, de un deseo cuya causa está en ella
del asesinato del padre, son ilustraciones claras de la existencia misma, en la imposi.bilidad que la existencia de la ley viene a es-
de la transgresión o la violencia en el nacimiento de la ley. tablecer.
Pero esta violencia ilegítima, que no es exterior a la ley sino De Kant viene a desprenderse el hecho de que el objeto del
su intimidad radical, no debe ponerse de manifiesto pues esto deseo es un objeto imposible, objeto que no tiene nada de pa-
pondría en peligre toda su estructura. El ocultamiento del fun- tológico, que no se reduce a un objeto de la necesidad o la de-
damento es la condición positiva para el funcionamiento de la manda. Si este objeto debe ser el móvil último de toda volun-

64 65
tad, esto significa que el hombre no puede limitarse a obedecer bajo la forma del ejecutor, el verdugo, el agente que ejerce su ac-
la ley. Debe hacer más que esto: trascender los imperativos de l ividad "sádica" sobre la víctima. La actividad del verdugo sa-
obediencia e identificar su propia volu1Had al principio mismo di ano no tiene nada que ver con el placer; en sentido estricto
de la ley, a la fuente de toda ley. ;lla es ética, pues más allá de cada móvil patológico no preten-
Pero esa fuente, como se ha mencionado, es siempre un ac- de más que el cumplimiento de un deber ineludible. El verdu-
to de violencia legítima, el acto que instaura el reinado de la ley: go trabaja siempre para el goce del Otro, no para el suyo pro-
si Kant prohibe todo cuestionamiento que recaiga sobre el ori- pio; se hace puro instrumento de la voluntad del Otro y por es-
gen del poder legal es precisamente porque esa ilegitimidad no to la escena sádica comporta siempre -al lado del verdugo y su
puede ser puesta de manifiesto. Todo acto de ocultamiento tie- víctima- un tercero: el Otro para quien el sádico ejerce su acti-
ne que colocar otra cosa en el lugar de lo ocultado, y aquello vi dad.
que Kant coloca en este sitio de lo incuestionable del funda- La ética kantiana ha formulado por primera vez el "más allá
mento de la leyes es la razón práctica. del principio del placer" como móvil fundamental que debe re-
Lo esencial de todo este razonamiento kantiano es que, más gir los comportamientos de los sujetos; de manera que el impe-
allá de lo que la ley enuncia, más allá del enunciado de la ley, r:n ivo categórico de Kant es una ley superyoica totalmente in-
existe un acto de enunciación con el cual el deber debe d iferente al bienestar del sujeto, una orden feroz que no admi-
concordar y este acto -en tanto exige el sacrificio por un obje- te excusas para no ser cumplida. Pero Kant escamotea el otro la-
to no patológico- supone el sacrificio del sujeto y también el del do de esa neutralidad de la ley moral que es su maldad y obsce-
otro como objeto de amor. nidad. Malignidad de la ley que no se muestra en Kant y que
En este punto surge una cuestión fundamental: el objeto no remite, más allá de su vertiente neutra, pacificadora, solemne y
patológico en nombre del cual el deber kantiano exige el sacrifi- sublime, al hecho mismo de su existencia como ley, hecho que
cio no es -contrariamente a lo que dice Kant cuando se refiere configura un horror indecible: el goce del Otro, que siendo ex-
al Bien Supremo como absolutamente trascendente y no patoló- terior a la ley constituye a la vez su elemento más íntimo.
gico- un objeto que no pueda localizarse. Por el contrario, co- En la imposibilidad de decir este goce se encuentra la razón
mo Lacan lo ha señalado, este objeto imposible puede ser loca- última de esa interdicción paradójica que recae sobre la pregun-
lizado en una experiencia específica que Freud ha puesto de ma- ta por el origen de la ley, del poder legal. Esa pregunta apunta
nifiesto y que es la del objeto en tanto exceso o plus-de-goce; es al objeto de la ley, es decir, a las condiciones de enunciación a
decir, como resto que escapa a la satisfacción sexual regulada las que se halla sujeta; y si se recuerda que esa enunciación no
por el lenguaje, como pérdida que por ser inherente a toda sa- es más que un acto de violencia legítima, la única forma que
tisfacción causa el deseo en su perennidad. puede tomar la respuesta -si se trata de ponerla en escena- es la
Precisamente porque este objeto no se reduce al estatuto de del sujeto que se constituye como agente-instrumento obsceno
objeto de la necesidad o de la demanda sino que designa más y feroz de la ley.
bien lo irreductible del deseo, no tiene nada de "patológico", Si el pensamiento político clásico escamotea esta pregunta
trasciende lo empírico y lo representable. es porque el Otro tiene que aparecer siempre como un Otro
Es en este sentido que Sade debe tomarse como la verdad completo, no dividido, un Otro que tiene el objeto de goce
de Kant: el objeto eludido por Kant aparece en la obra de Sade al que podrá accederse en la medida en que se responde a su de-

66 67
manda, lo que supone evitar ante todo interrogarse por el ori- se llama "la necesidad inevitable de las leyes del desarrollo his-
gen de la ley. tórico". Para el goce de este Otro él ejerce su acción, es decir,
El sujeto burgués es así el sujeto histérico por excelencia, su- objetiva e instrumentaliza su posición subjetiva. Es esta objeti-
jeto dividido porque si bien ha renunciado por un lado al goce, vación-instrumentalización lo que le confiere la convicción in-
no deja por otro lado de esperar acceder a él como recompensa quebrantable de no ser sino el instrumento de la realización de
última a su sometimiento a la demanda del Otro; no deja de vi- la necesidad histórica.
vir con la esperanza del goce al que el Otro le permitirá acceder El partido stalinista, autodesignado como "sujeto históri-
alguna vez y por esto jamás cesará de "desear en vano", para re- co", es entonces exactamente lo contrario de un sujeto, pues en-
tomar una expresión de Sade. carna el trazo distintivo del sujeto "totalitario'', que es su recha-
Este escamoteo clásico de la pregunta por el origen de las le- zo radical de la subjetividad como subjetividad dividida; ésta,
yes sufre una modificación radical con el advenimiento del to- por efecto de la instrumentalización radical del sujeto, respecto
talitarismo contemporáneo que introduce un corte indudable, del Otro, es arrojada sobre el "sujeto histérico-burgués". Final-
un corte que viene a mostrar aquello que de la ley debe perma- mente, haciéndose instrumento transparente de la voluntad del
necer oculto, un corte que corresponde entonces en el plano fi- O tro, el sujeto "totalitario" -como el sujeto sádico- trata de evi-
losófico al pasaje de Kant a Sade. En el totalitarismo de este si- tar su división constitutiva y esto lo paga con la alienación to-
glo el agente-instrumento ilegal de la ley -el verdugo sardiano- tal de su goce.
ya no está oculto, como ocurre en el despotismo o el absolutis- De este modo, si el advenimiento del sujeto burgués va
mo tradicional, sino que aparece como tal, aparece por ejemplo acompañado del derecho universal al libre goce, que se le ofre-
bajo la forma del partido como agente-instrumento de la vo- ce como promesa a cambio del sometimiento a la ley, lo que el
luntad histórica. surgimiento del sujeto totalitario coloca en primer plano es que
Si se toma un caso paradigmático, el del partido stalinista se esta libertad es la del Otro, un Otro que va a caracterizarse en
puede apreciar que éste se presenta como el ejecutor de altas términos sadianos como "ser supremo en maldad".
obras, en particular el ejecutor de la obra del comunismo, la más Pero, a pesar de sus claras diferencias, estas dos concepcio-
elevada de todas. Es el sentido que tiene la proposición célebre nes -liberal y totalitaria- de la ley y su relación con el goce
de Stalin: "Nosotros somos comunistas, gentes de una factura coinciden finalmente en un punto esencial: existe el Otro en
aparte. Estamos tallados con una estofa diferente" . Precisamen- tanto garante absoluto, Otro completo que contiene el objeto
te esta "estofa diferente" habla de la manera cómo en el "verda- de goce.
dero" comunista viene a producirse la encarnación, la aparición En el caso del sujeto histérico-burgués se trata de un Otro
del objeto. Encarnándolo, el stalinista se enfrenta entonces al que tiene siempre el poder de conceder ese objeto como un
"traidor" histérico pequeño-burgués que no ha querido renun- bien, en la medida en que el sujeto se somete a su ley; en
ciar totalmente a su subjetividad -a la posibilidad de alcanzar el el caso del sujeto totalitario, ese bien aparece como inaccesible
goce para él, sin someterse enteramente al goce del Otro. siempre, el goce es de y para el Otro, no quedando otra alter-
Es importante insistir en el hecho de que el sujeto-agente nativa que convertirse en el instrumento que lo asegure.
del orden totalitario no realiza su actividad para él sino esencial- Se trata, en síntesis, de dos maneras diferentes a través de las
mente para el Otro. Otro que en el caso del ejecutor stalinista cuales impera el espejismo de la existencia de un Otro plena-

68 69
mente consistente, ante el cual el sujeto debe ceder en su
deseo, ya sea para someterse a su demanda o para convertirse en
instrumento para su goce.
El elemento coincidente en estas dos concepciones es enton-
ces la idea del Otro como un lugar pleno, sin falta. Esto deter-
mina, tanto en la concepción clásica de la ley como en la
totalitaria, la imposibilidad del interrogante por la falta del Otro
-es decir, por su deseo- y, por lo tanto, por el deseo del sujeto.
Es en este aspecto que el advenimiento del psicoanálisis trae apa- 11
rejada una verdadera subversión en la noción de la alteridad; a
partir de Freud, el Otro deja de ser un lugar pleno para ser con-
cebido como lugar de la falta. Precisamente por esto existe el de-
seo, pues el deseo del sujeto sólo nace de la pregunta por el de-
seo en el lugar en que el Otro se revela como faltante. Razón científica,
En este sentido, el camino freudiano conduce al sujeto ha-
cia su propio deseo, pues el proceso analítico no tiene otro sos- modernidad, psicoanálisis
tén que la reiterada pregunta del analizante por el deseo del
Otro. En este caso, el Otro es el analista que encarna un Otro
que no demanda y que, por lo tanto, carece de una palabra en
la que el deseo se aliene; pero también es un Otro que no se pre-
senta como instrumento de una voluntad que lo trascienda y,
por lo tanto, exija el sacrificio en nombre del goce del Otro.
De este modo, el psicoanálisis trae aparejada una subversión
fundamental de la alteridad, en la medida en que abre la di-
mensión a un Otro que, en tanto no promete ni promueve nin-
guna forma de goce, confronta al sujeto con su propia y nada
cómoda condición de deseante. Mostrando que el Otro está en
falta, que el sujeto no lo puede completar, el psicoanalista pro-
vocará un interrogante insistente del lado del sujeto: "¿qué me
falta?". La pregunta por el deseo del Otro abre el camino para
el reconocimiento del propio deseo. Tal es la vía del psicoanáli-
sis: fundarse como deseante a partir de la falta del Otro.~

70
4

Modernidad,
civilización tecno-científica y law social

El grupo humano y la sociabilidad

En d cap/rulo II d, El malntar m la cultum' füud enu-


mera las causas del sufrimiento de los seres humanos y señala
que el padecer que proviene de "los vínculos con otros seres hu-
manos es el más doloroso de todos". 2 De este modo, el lazo so-
cial aparece como la razón principal de la ausencia de satisfac-
ción plena y contiene también un elemento que atenta contra
su propia existencia.
Comprender las razones de esa afirmación freudiana exige
en primer lugár responder al interrogante acerca de cómo es po-
.,. sible la sociedad, pregunta que diez años antes de escribir lo que
aµtecede Freud había intentado responder en Psicología de las
masas y análisis del yo.' Aquí, a la vez que la presunta existencia
de un instinto gregario que reuniría a los individuos es descar-
tada porque las relaciones entre semejantes son siempre agresi-
vas e inestables, va a sostenerse que "el sentimiento social des-

' Cf Sigmund Freud: "El malestar en la cultura", en Obras completas, Amo-


rrortu editores, Buenos Aires, 1979, vol. XX.
' !bid., pág. 76 .
.i C/ Sigmund Freud: "Psicología de las masas y análisis del yo", en Obras

completas, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, vol. XVIII, pág. 63.

73
cansa en el cambio de un sentimiento primero hostil en una li- y actos de los miembros del grupo humano; significante amo
gazón de cuño positivo, de la índole de una identificación". 4 Pa- que establece lo que está permitido y lo que está prohibido, sig-
ra Freud, entre los seres humanos no hay ni puede haber nificante que responde a los sujetos por el sentido de sus exis-
armonía plena, rige el "narcisismo de la pequeña diferencia" a tencias.
consecuencia del cual "ningún ser humano soporta una aproxi- Por esto hay en Psicología de las masas ... un conjunto de te-
mación demasiado íntima de los otros".5 De ahí que lo único sis básicas para la reflexión política. La "contribución" de Freud
que puede permitir la constitución del grupo es la existencia de a la teoría política es su teoría de la psicología de las masas, teo-
un conductor que se sitúa fuera de éste para ordenar y pacificar ría que muestra el poder ordenador y apaciguador del signifi-
desde un punto exterior esas relaciones. El conductor es condi- cante amo y de aquel o aquello que lo encarna. Poder ordena-
ción básica para que el grupo y la sociedad se constituyan. Pe- dor y apaciguador en la medida en que el enamoramiento es un
ro Freud aclara que "el conductor puede ser sustituido por una factor indispensable para la conformación del grupo humano:
idea, algo abstracto''. 6 Formulación esencial que permite apre- " [... J vínculos de amor (o, expresado de manera más neutra, la-
ciar que cuando se hace referencia al conductor no es de un su- zos sentimentales) constituyen también la esencia del alma de
jeto de lo que fundamentalmente se trata; lo que oficia de con- las masas. [ ... ] la masa se mantiene cohesionada en virtud de al-
ductor es un elemento del orden simbólico, un significante, co- gún poder. ¿Y a qué poder podría adscribirse ese logro más que
mo diría Lacan. Aquello que organiza y cohesiona al grupo es al Eros, que lo cohesiona todo en el mundo? [ ... ] si el indivi-
una palabra que viene desde el exterior, una palabra que, bajo duo resigna su peculiaridad en la masa y se deja sugerir por los
la forma de la orden, el mandato, la ley, se impone como pala- otros, recibimos la impresión de que lo hace porque siente la
bra apaciguadora. necesidad de estar de acuerdo con ellos, y de no oponérseles;
Eso que Freud llama el conductor, cuya influencia sugesti- quizá, entonces, «por amor de ellos»". 8
va se explica por el hecho de que ocupa el lugar del ideal del yo El grupo se organiza a partir del enamoramiento, que de-
de los miembros del grupo, es así equivalente de lo que Lacan pende a su vez de las llamadas "pulsiones de meta inhibida'':
va a denominar significante amo. Este es el significante que ba- "pulsiones de amor que, sin actuar por eso de manera menos
jo la modalidad del mandato o la sugestión ordena la vida de enérgica, están desviadas de sus metas originarias". 9 El enamo-
los sujetos y los grupos, regula sus lazos recíprocos y reglamen- ramiento extendido a muchos dará por resultado a la masa,
ta sus intercambios. "Una masa primaria -dice Freud- [... ] es efecto del amor de un conjunto de sujetos hacia un mismo ob-
una multitud de individuos que han puesto un objeto, uno y el jeto: el conductor, soporte del significante amo.
mismo, en el lugar de su ideal del yo, a consecuencia de lo cual La iglesia y el ejército son los modelos que elige Freud para
se han identificado entre sí en su yo". 7 El objeto del que se tra- mostrar los lazos que mantienen cohesionados a los grupos es-
ta es el significante amo que, en tanto ideal, comanda las vidas tables. Paradigmas de toda organización social, tanto en la igle-
sia como en el ejército es posible apreciar el papel aglutinador
del significante: "En la Iglesia (con ventaja podemos tomar a la
' lbíd., pág. 115.
' lbíd., pág. 96.
" lbíd., pág. 95. 8
lbíd., pág. 88.
7
!bíd., pág. 109. ') !bid., pág. 98.

74 75
iglesia católica como paradigma), lo mismo que en el ejército, tificación parcial y, así, corresponder al comienzo de una nueva
y por diferentes que ambos sean en lo demás, rige idéntico es- ligazón. [ ... ] la ligazón recíproca entre los individuos de lama-
pejismo (ilusión), a saber: hay un jefe -Cristo en la Iglesia ca- sa tiene la naturaleza de una identificación de esa clase (median-
tólica, el general en el ejército- que ama por igual a todos los te una importante comunidad afectiva), y podemos conjeturar
individuos de la masa. De esta ilusión depende todo [ ... ]" . 10 que esa comunidad reside en el modo de la ligazón con el con-
El significante amo que aglutina es entonces el significante ductor" .11
amor, juego de palabras que es posible realizar porque no hay
amor que no esté condicionado a la existencia del significante,
que a la vez que separa ordena la aproximación de los sujetos. La pulsión, el inconciente y el significante amo
Este significante, ubicado en el lugar del ideal del yo, liga a los
sujetos por medio de la identificación recíproca y genera homo- En Tótem y tabú 12 Freud señala que el grupo social se tun-
geneidad entre ellos: las diferencias singulares tienden a borrar- da en un saber rechazado, el saber del asesinato del padre. Sa-
se en provecho del sentimiento de pertenencia a un grupo, una ber de un crimen mítico -jamás consumado- del cual todos
clase, una etnia, una nación; sentimiento idéntico en todos que son culpables y están obligados a pagar por esa culpa. Este cri-
permite que todos se identifiquen entre sí. men no cometido y que sin embargo pesa con un imborrable
La tesis central de Psicología de las masas. . . es que el signifi- sentimiento de culpa sobre los seres humanos no es más que el
cante amo, bajo la forma del ideal del yo, es condición para el paradigma del precio que el pertenecer a la humanidad impone
agrupamiento entre los hombres, agrupamiento que debe ser a cada uno.
entendido como esencialmente amoroso. De esto depende la Saber del crimen, saber que no se quiere saber: se trata del
existencia y subsistencia de la cultura porque el amor de los saber inconciente, de aquello que el Otro no debe saber para
otros -particularmente de ese Otro privilegiado que es el con- que la ilusión de que nada le falta se sostenga. El saber del cri-
ductor o significante amo- es lo único que asegura la estabili- men es pues saber de la falta en la estructura del campo simbó-
dad de los lazos sociales en la medida en que suaviza o anula las lico. Hay rechazo de este saber de la falta del Otro como tam-
diferencias y apacigua las tensiones. bién de la culpa que esto genera, rechazo constitutivo del in-
El significante-amo tiene un poder apaciguador indispensa- conciente al que Freud denomina represión primordial.
ble para la cultura; opera como un rasgo de identificación, es el El asesinato del padre es la negativa de admitir su falta.
término que todos comparten, la parte común a todos que po- Muerto puede ser sostenido como padre eterno, afán que man-
sibilita que se identifiquen mutuamente. El sentimiento de co- tendrá a los hijos por siempre coligados. El amor que sostiene
munidad - de común unidad- que vincula a los miembros de el lazo grupal es también complicidad: complicidad de los
un grupo puede surgir entonces: "[ ... ] puede nacer a raíz de miembros del grupo para realizar el crimen y para nada querer
cualquier comunidad que llegue a percibirse en una persona saber de haberlo cometido. No existe grupo social que no se
que no es objeto de las pulsiones sexuales. Mientras más signi-
ficativa sea esta comunidad, tanto más exitosa podrá ser la iden- " / bíd.,pág.101.
"Sigmund Freud: "Tótem y tabú", en Obras completas, Amorrortu editores,
'" lbíd., pág. 90. Buenos Aires, 1978, vol. XIII, pág. 3.

76 77
apoye en la servidumbre a un padre muerto -representación por gencia de repetir sin descanso una pérdida que mantenga al de-
excelencia del significante amo- que debe vivir eternamente. seo insatisfecho. La meta de la pulsión no es el encuentro ple-
El parricidio es pues el correlato de la incompletud del or- no con un objeto y esto la define como absolutamente diferen-
den simbólico que determina la falta de saber sobre lo que con- te del instinto: la pulsión carece del saber que el instinto tiene,
viene para el goce de los sujetos. Incompletud del orden simbó- carece de él porque lo rechaza, nada quiere saber de tal saber.
lico por la cual el goce sólo puede definirse como la perspecti- Por esta falta de un saber instintivo que lo guíe, el ser hu-
va de una satisfacción absoluta, la imagen mítica de algo que mano se caracteriza por una radical ausencia de orientación que
llenaría el lugar de esa grieta. El goce es inevitablemente la pér- lo hace completamente dependiente de lo que ocurre en el
dida y el padre muerto ocupa el lugar de ese hueco, lugar del sa- O tro; dependiente en especial de todo aquello que puede pre-
ber supuesto sobre el goce. sentársele -desde el Otro- como una consigna, una orden, una
El inconciente es saber que no se debe saber, saber de la fa- "palabra clave"; dependiente pues del significante amo. Dicho
lla, la grieta, el hueco en el sitio del goce; saber del encuentro en otros términos: el sujeto no sabe lo que quiere; no lo sabe
imposible de la pulsión con su objeto. La pulsión sólo bordea porque para saberlo debería poseer la certeza de lo que el Otro
un objeto destinado a perderse, no sabe ni puede saber acerca quiere de él y esto es imposible por la falta en este último del
del objeto "adecuado". No hay objeto "conveniente" porque el significante que lo haría un universo completo. El deseo del
goce es inconveniencia, perturbación, trastorno; no hay -como Otro, consecuencia de su falta, es un enigma insondable; no es
diría Lacan- relación sexual susceptible de ser objeto de una es- posible entonces saber qué soy para él y, en tanto es él quien me
critura formalizada. En la especie humana no existe la relación asigna identidad, no es posible saber quién soy.
sexual que se encuentra entre los animales a los que, gracias al Falto de identidad, todo sujeto es siempre sujeto a identifi-
conocimiento que les provee el instinto, sólo les basta encontrar carse. Sujeto a identificarse con algún significante del Otro, en
al individuo del otro sexo para que la relación se efectúe. particular con ese significante que el Otro le presenta rodeado
No existe relación sexual en la especie humana y por esto, a del aura que le viene de ocupar la posición del ideal del yo.
falta de ella, hay "condiciones de amor" 13 : como ningún sujeto Identificación con el conductor -según Freud- o con el signifi-
-hombre o mujer- reconoce "instintivamente" a cualquiera dd cante amo en los términos de Lacan, se trata siempre de un
otro sexo, surgen exigencias singulares, exigencias de detalles en efecto de la ausencia de identidad que exige un significante del
el objeto sexual, detalles que puedan orientar un deseo que en Otro con el cual cubrir este vacío.
sí mismo es deseo de nada, deseo de deseo. Esto es lo que le asigna al significante-amo su función bási-
El sujeto del inconciente se constituye entonces sin saber, ca para la constitución del sujeto y el grupo social como pilar
por el rechazo de un saber cuya afirmación lo aniquilaría ya que básico de una sociedad cuya función es, a su vez, presentar sig-
sería afirmación del goce donde debe preservarse la insatisfac- nificantes amos a los sujetos para que éstos los asuman como
ción para que el deseo persista. Por esto la pulsión será la exi- "sus" significantes, situación que puede evitarles hasta cierto
punto que se sientan agobiados por la pregunta acerca de su
11
C/ Sigmund Freud: "Sobre un particular tipo de elección de objeto en el identidad.
hombre", en Obras completas, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, vol. XI, Así, toda sociedad procura cumplir su función ofreciendo a
pág. 155. los sujetos modelos de identificación más o menos atractivos, im-

78 79
poniéndoles modalidades de relación que puedan sustituir con del superyó y una nueva elaboración acerca del goce, la culpa y
mayor o menor dicha a la ausencia de relación sexual, formulán- el castigo. El lazo entre pulsión de muerte y superyó hará sur-
doles y reformulándoles constantemente promesas de satisfacción gir la compulsión de repetición, el masoquismo primordial y la
asociadas con la asimilación de ciertos valores ideológicos, prove- reacción terapéutica negativa. Las diferencias entre Psicología de
yéndoles significados convencionales que puedan colmar con Las masas .. . y El malestar en la cultura sólo pueden entenderse a
sentido la brecha abierta por la falta de saber inherente a la pul- b luz de estos replanteamientos.
sión. Toda sociedad, en síntesis, establece imperativos -trabajar, Lo sustancialmente inédito que presenta El malestar en la
producir, procrear, educarse y educar- que tienen como finalidad cultura es el cuestionamiento al presunto poder aglutinador y
evitar la angustia que se despierta con el surgimiento de las pre- pacificador del significante amo. Sin negarle completamente
guntas más agudas sobre el ser y el deseo. Y es en virtud de los esa capacidad que es -de hecho- la del lenguaje materializado
imperativos que la sociedad formula que los sujetos encuentran en el orden simbólico, la existencia de la pulsión de muerte -el
modelos de identificación que, con eficacia relativa, los ponen a goce en estado "puro" no sometido al significante- con su ac-
salvo de los interrogantes más acuciantes acerca de ellos mismos, ción corrosiva y disgregadora implica un límite irrebasable pa-
de esos interrogantes nunca acallados de los que el psicoanálisis ra aquel poder. Límite para el poder pacificador y armonizador
va a ocuparse: qué soy, quién soy, de dónde vengo, adónde voy. de la palabra que proviene -paradójicamente- de la propia pa-
Se puede afirmar entonces que Psicología de las masas ... de labra por su dimensión equívoca y abierta al malentendido. Es
Freud es la teorización del camino que las sociedades han segui- el significante mismo quien no deja de producir ese excedente
do en la práctica, el camino que las conduce a la producción del monstruoso, irracional, "inhumano" que habita en el corazón
significante amo como el elemento que puede asegurar la cohe- mismo de la existencia humana y al que Freud denomina pul-
sión, la armonía, la paz de los sujetos consigo mismo y entre sión de muerte.
ellos .. Psicología de las masas ... es el texto freudiano en donde el • La existencia de la pulsión de muerte muestra que hay una
significante amo tiene, en el grupo humano, el papel de garan- satisfacción allí donde hay ruptura del equilibrio y la estabili-
te de la cohesión y la paz social. Esta formulación será modifi- dad: en el rebasamiento de los límites impuestos por el princi-
cada diez años después con otro texto capital que vendrá a co- pio de placer, principio de equilibrio u homeostasis. Satisfac-
rregir parcialmente las tesis de 1920: El malestar en la cultura. 14 ción antagónica con la exigencia de bienestar que sólo se obtie-
ne por la transgresión del orden que el significante impone, es
decir, en el dolor. Satisfacción radicalmente otra que para Lacan
El malestar, el goce y el superyó lleva el nombre de goce.
En El malestar en la cultura Freud revela, más que en nin-
Es sabido que entre 1920 y 1930 se producen modificacio- gún otro texto, la presencia de ese goce. Lo hace mostrando el
nes sustanciales en la teoría de Freud: surge el concepto de pul- poder limitado del significante amo para regular la satisfacción
sión de muerte y la así llamada segunda tópica con la aparición dentro de un marco tolerable para la supervivencia del sujeto y
la sociedad. Poder limitado porque más allá del dominio -y los
· Cf Sigmund Freud: "El malestar en la cultura", en Obras completas, Amo-
11 dominios- del principio de placer queda un resto de goce no
rrortu editores, Buenos Aires, 1979, vol. XX, pág. 57. sometido al significante. Y es este resto que escapa a la elabora-

80 81
ción simbólica la causa última del malestar. Superyó es, en este un lugar simbólico desde donde el sujeto será vigilado, evalua-
texto, el nombre que recibirá ese residuo de lo simbólico. N om- do, juzgado. Pero esta dimensión simbólica del superyó no ago-
bre de una paradoja inherente al funcionamiento del orden y las ta la explicación de sus efectos en el sujeto porque lo que Freud
órdenes: la renuncia al goce en nombre de un ideal no hace más advierte es que el acatamiento de las exigencias del Otro intro-
que provocar un goce aún mayor. Paradoja que sólo puede ex- yectado no evita el sentimiento de culpabilidad que habita al
plicarse si se recuerda que el goce es ese resto expulsado del or- sujeto independientemente de su respeto por las normas.
den significante, un resto que la palabra no puede asimilar El sentimiento de culpabilidad es inevitable porque nada se
completamente ni tampoco eliminar y que por esto mismo re- le puede ocultar al superyó, ni siquiera los pensamientos. La
torna para bloquear el funcionamiento de este orden. El su- consecuencia de su instauración es la culpa universal, presente
peryó no es -como una consideración simplista lo pretendería- desde el momento en que existe un Otro introyectado que lo
la causa de la renuncia a las satisfacciones pulsionales, tarea que sabe todo y, de este modo, hace al sujeto siempre culpable. Del
corresponde más bien al ideal del yo, sino el efecto de esa re- lado de lo simbólico el superyó es esa construcción que convier-
nuncia. te al Otro en una totalidad sin carencia, en un Otro que lo ve
Es preciso remontarse a la génesis del superyó tal como la y lo sabe todo, un Otro persecutorio y terrorífico.
describe Freud para comprender la paradoja de su funciona- Pero este sentimiento de culpabilidad frente a un Otro con
miento. Esta descripción señala que en el comienzo de la vida tales características es, para el sujeto, un modo de goce. Nada
no hay superyó sino dependencia externa, dependencia del podría procurar un goce mayor que sostener la creencia de que
amor del Otro. La renuncia a la satisfacción de las pulsiones se el Otro completo existe. El goce es por ello la dimensión fun-
hace en este momento para no perder ese amor de Otro que es- damental en la constitución y funcionamiento del superyó por-
tá en el lugar del ideal. Todo parece lógico hasta aquí, pero en que con cada renuncia a la satisfacción pulsional que se realiza
un segundo momento - siguiendo siempre el desarrollo freudia- en obediencia a sus mandatos él incrementa su fuerza. El goce
no- vendrá a producirse lo insólito: después de consumada la pulsional resignado se hace goce del superyó en tanto es sacrifi-
renuncia al goce "primario" que de hecho instituye al superyó, cio del sujeto en nombre de un mandato supremo. Así, sin sa-
el sujeto no gozará menos ni dejará de gozar pues gozará del he- berlo, el sujeto goza donde menos lo imagina: en el lugar del
cho mismo de renunciar. Después de rechazado, el goce resulta mandato superyoico. El superyó se apropia del goce resignado,
aún mayor. sacrificado, y exige constantemente nuevas cuotas de sacrificio,
Lo que Freud trata de señalar con esta paradoja es que en la ofrendas con las que el sujeto alimenta la gula insaciable de esa
formación del superyó no interviene exclusivamente la dimen- instancia; más se renuncia a la satisfacción pulsional y más se
sión simbólica del lenguaje sino también, y con efectos incalcu- fo rtalece el superyó porque en mayor medida el sujeto se sien-
lables, la dimensión real del goce; no es posible advertir las pa- Le culpable y dispuesto a la expiación y el sacrificio.
radojas inherentes al superyó y la moral, a la culpa y el castigo, La tesis de El malestar en la cultura enuncia, en síntesis, que
si no se toman en cuenta estas dos dimensiones y, sobre todo, <.:I acatamiento de las exigencias emanadas del orden simbólico
el peso abrumador de la segunda de ellas. no asegura un dominio pleno, una regulación eficaz del goce. Si
Del lado del significante el superyó se constituye por iden- en una primera instancia, y para asegurarse del amor del Otro,
tificación: introyección del Otro que determina la existencia de hay una renuncia a gozar, el goce no quedará enteramente sub-

82 83
sumido al poder del significante; resurgirá convertido en goce elaborado simbólicamente que es lo que Freud llama malestar.
de renunciar. De modo que la consecuencia de renunciar a la El texto de 1930 es la demostración del fracaso de lo que en Psi-
satisfacción pulsional "directa'' es que el sujeto gozará más y cología de las masas .. . constituía el resorte fundamental para la
más por el hecho mismo de la renuncia; .goce del sentimiento cohesión de las sociedades: la identificación simbólica que se
de culpa que es reforzado con cada renuncia. El goce no se de- apoya en el conductor y sostiene los lazos amorosos. La otra faz
ja reducir al significante y es así como lo que es eliminado de del conductor en tanto que padre/ideal del yo que ama a todos
un lado como satisfacción pulsional reaparece por otro lado co- por igual posibilitando de este modo el mantenimiento de vín-
mo goce de la culpa. La renuncia fortalece cada vez más al culos afectuosos es la imagen terrorífica, obscena, feroz del
superyó, el sujeto se siente más culpable cuando mayor es la re- superyó que exige el goce.
nuncia que efectiviza, la necesidad de expiación se establece co- La imposible armonía que caracteriza al orden social es pro-
mo un imperativo fundamental en el seno del grupo social. d ucto de la existencia de ese excedente de goce que no se asimi-
la a las leyes simbólicas y se materializa en la violencia que en-
frenta al sujeto consigo mismo y a unos contra otros. Lo que El
Meta cultural, violencia y sacrificio malestar en la cultura formula de novedoso es que el significan-
te amo bajo cualquiera de sus formas también manda al sacrifi-
La cultura tiene una meta: asociar a los sujetos en unidades cio del goce, al sacrificio de los sujetos como la vía que posibi-
cada vez más amplias fortaleciendo los lazos que los ligan. El lite conservar siempre ese resto de goce.
programa de la cultura es el programa de Eros, ese poder "que Se trata de un imperativo ineludible que no se justifica más
lo cohesiona todo en el mundo". 15 Eros agrupa, congrega, reú- que su enunciación misma: ¡Goza! Ya en 1924, en El problema
ne a los sujetos por medio de lazos amorosos; lazos que se esta- económico del masoquismo 16, Freud señala el vínculo entre el
blecen siempre en nombre de un ideal común, un significante superyó y ese mandato que asimila al imperativo categórico
amo. Contrapuesta a Eros, la pulsión de muerte provoca la dis- kantiano. Asimilación pertinente si se recuerda que, en nombre
gregación, la ruptura de los lazos que unifican. La cultura con- de la moralidad universal, Kant ordena la renuncia pulsional sin
siste en el conjunto de medios "eróticos" puestos en acción pa- :1dvertir el goce que conlleva esa renuncia. Pero es en un texto
ra evitar el avance arrollador de la pulsión de destrucción. Sin de Lacan, Kant con Sade 17 , donde se encuentra la demostración
embargo, otra de las paradojas que Freud señala en El malestar lógica de que este imperativo categórico kantiano no es sino la
en la cultura afirma que la oposición entre Eros y pulsión de otra cara del mandamiento sadiano de gozar más allá de toda
muerte no es tan tajante como parece pues lo que siempre se consideración por el bienestar, propio o del otro. La lectura de
encuentra cuando se busca cumplir el programa de Eros es la Kant realizada desde Sade revela la verdadera esencia de la con-
pulsión de muerte.
El poder del significante amo nunca logra encauzar todo el
"' Cf Sigmund Freud: "El problema económico del masoquismo", en Obras
goce por las vías de la palabra y el lenguaje. Queda un resto no m mpletas, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, vol. XlX, pág. 161.
17
Cf Jacques Lacan: "Kant avec Sade", en Écrits, Ed. du Seuil, Paris, 1966,
15 Sigmund Freud: "Psicología de las masas y análisis del yo'', en Obras com- pág. 765 ("Kant con Sade", en Escritos 2, Siglo Veintiuno editores, México,
pletas, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, vol. XVIII, pág. 88. 1994).

84 85
ciencia moral que convoca a amar al prójimo como a uno mis-
del cual uno mismo es portador, de esa alteridad absoluta de ca-
mo: no es el amor lo que la sustenta sino el goce de la pulsión,
da sujeto para consigo mismo que debe ser silenciada, rechaza-
lo que Freud llama la crueldad sádica del superyó. Las exigen-
da, considerada una "patología'' que la ciencia procura "sanar".
cias de la moral no toman su fuerza del amor al prójimo ni tam-
poco del amor propio sino del empuje de las pulsiones: no son
más que una variante, un desplazamiento de ese empuje.
Mundo contemporáneo, subjetividad y psicoanálisis
En el intento de cumplir el programa de Eros, el amor, es la
pulsión de muerte lo que se encuentra: la cultura, que se pre-
La llamada sociedad moderna es un efecto del discurso de
senta como una promesa de felicidad, lleva en sí misma el ger-
la ciencia, de ese discurso que surge en los siglos XVI y XVII
men de su destrucción. Lo que está en el horizonte de la cultu-
asociado a los nombres de Galileo y Descartes. La ciencia mo-
ra es su autodestrucción y las seis décadas transcurridas desde la
derna tiene como condición el rechazo de la existencia del goce
aparición de El malestar en la cultura parecen confirmar día a
como un excedente que ningún discurso puede dominar. De es-
día la tesis de Freud.
ta verdad inobjetable que es la verdad del sujeto -o el sujeto en
La autodestrucción está en el horizonte de la cultura porque
su verdad- la ciencia nada quiere saber: hay una falla en todo
la identificación significante y el amor que se funda en ella, sus
saber en tanto no hay saber posible acerca del goce. El discurso
pilares básicos, no son sino la transmutación, la elaboración
científico re-produce así el rechazo del goce que es propio de la
nunca totalmente exitosa de un goce que no se deja apresar en
es tructura del orden simbólico; rechazo absoluto de la imposi-
los límites de la palabra y el lenguaje. El sacrificio del goce no
bilidad de saber sobre el goce en el cual se sostiene la pretensión
lleva a su eliminación: este goce expulsado, rechazado, retorna
de ejercer un dominio absoluto.
como goce del sacrificio para tomar en el orden social el lugar
La ciencia ha capturado el mundo por medio de la produc-
de los "efectos obscenos del grupo" que son los efectos de la exi-
ción de un saber universal que expulsa la singularidad, la parti-
gencia que impera en las colectividades humanas de producir
cularidad de cada sujeto. Si lo que caracteriza al sujeto desean-
reiteradamente ritos más o menos violentos de expiación de la
te en su singularidad es la división provocada por un someti-
falta de goce. Efectos obscenos que encarnan en el odio al otro;
miento nunca completo al sistema significante, la ciencia elimi-
al Otro identificado en aquel/aquella o aquellos/aquellas que
na de su campo esa verdad que es la del deseo para suturar la
representan lo esencialmente diferente. Odio de la alteridad que
grieta subjetiva que éste abre. Procura así eliminar la alteridad
toma la forma de la misoginia, la xenofobia o el racismo y que
creada por esa división subjetiva.
conduce hasta el holocausto de pueblos y naciones enteros.
Eliminación radical de lo Otro para imponer el dominio de
En nombre del amor que unifica, de los "sagrados intereses"
lo mismo como dimensión universal: tal sería el programa del
de la humanidad, la nación, el grupo o la secta, el orden social
discurso de la ciencia. Por esto el propósito de lograr la unifor-
exige una y otra vez la realización de la ceremonia sacrificial que
midad, para lo cual la ciencia homogeiniza el mundo, disuelve
es, simultáneamente, conjuro y producción del goce. El man-
las familias amplias, las colectividades, tiende a borrar las parti-
damiento moral llevado al extremo impone la aniquilación del
cularidades y las diferencias. En el horizonte se encuentra la de-
Otro, de lo Otro; tanto del Otro externo considerado respon-
saparición de la alteridad, ante todo la del sujeto consigo mis-
sable -quien tiene que responder- del malestar como del Otro
mo. El sujeto debe volverse enteramente calculable, previsible,

86
87
situación que no puede conducir más que a la anulación de la la alteridad representada por el Otro diferente: el extranjero, el
subjetividad que no es sino pregunta por el enigma de esa alte- de nación o cultura distintas.
ridad incalculable que la constituye. A este Otro marcado por la diferencia se le adjudica ser cau-
El proceso de formalización lógica que es la base del discur- sante de todo el mal que se identifica con la alteridad inasimi-
so de la ciencia pretende hacer efectivo el rechazo a la incom- lable del sujeto; él es la encarnación de un goce que, inaccesi-
pletud del orden simbólico elaborando un saber sin falla. La ble, es causa del deseo del que nada se quiere saber pues cues-
consecuencia de esto es, inevitablemente, la segregación: como tiona la presunta unidad del sujeto y el mundo.
la falla no puede ser eliminada será preciso adjudicar a algún El discurso de la ciencia se ha propuesto, como respuesta al
Otro -que será un Otro definido como externo al mundo sim- malestar, una respuesta de saber que pretende el dominio sobre
bólico, es decir, "inmundo"- la responsabilidad de esa falta. Los el deseo que implica -por efecto de una formalización que pue-
campos de concentración y los exterminios masivos que han da hacerlo previsible el riesgo de dejarlo sin causa. Esto se ad-
ocurrido en este siglo son así efectos extremos de este discurso. vierte claramente si se piensa en el lugar que la ciencia otorga a
El ideal del mundo moderno -ideal forjado por el desarrollo de la queja: ésta es tomada como expresión de un malestar que de-
la ciencia- exige que lo simbólico forme un todo, y esta preten- be ser eliminado para instituir la armonía, el equilibrio, la uni-
sión de constituirse como universo sin falta -sin límites- lo dad, sin advertirse que -desde Freud- es posible afirmar que allí
vuelve mortífero. El saber científico apuesta a la eliminación de donde hay queja se obtiene goce y que de lo que se trata es de
lo que puede designarse como el resto del proceso de constitu- reconocer en ese goce la verdad del sujeto y del lazo social.
ción del sujeto en el campo simbólico. Pero esta eliminación no Lejos de asegurar el camino para acceder a la felicidad sobre
podría realizarse completamente sin la del orden cultural todo. la tierra -el célebre camino del progreso- el afán científico de
Esta es la razón por la que la exigencia de universalidad propia curar a la humanidad de su malestar sólo puede provocar ma-
de ese saber h a generado, hoy más que nunca, la posibilidad de yor segregación de la alteridad inaceptable y la consiguiente exi-
destrucción absoluta. gencia del sacrificio del Otro que tiene como finalidad silenciar
Antes de la aparición en el mundo del discurso de la cien- esa alteridad. Es el costo de un discurso que pretende conjurar
cia -con sus efectos de universalización y uniformización- la al- la verdad por medio de la formalización para que así pueda de-
teridad radical del goce, lo Otro pavoroso que es el ser mismo saparecer el síntoma. Ante esta perspectiva es preciso recordar
del sujeto, tenía cierto lugar en la estructura del poder. El amo que para Freud la verdad no se deja apresar en ninguna estruc-
-en el hogar, la escuela o el Estado- era a la vez sostén del or- tura de saber, ni siquiera el de la ciencia 18 y el síntoma es indi-
den simbólico y soporte de lo Otro de lo simbólico. La desapa- sociable de la cultura de modo que la desaparición de uno im-
rición progresiva del dominio del amo tradicional, carismático, plica el mismo destino para la otra.
y su sustitución por una tecnocracia más o menos anónima im- Esta posición crítica del psicoanálisis frente al discurso de la
pone de un modo cada vez más imperioso la necesidad de eri- ciencia no debe confundirse con una propuesta de retorno al os-
gir el amo poderoso que concentre sobre sí esa alteridad vuelta curantismo. No hay que olvidar que el psicoanálisis es un pro-
más amenazante. Esta es la razón fundamental de la reaparición
y fortalecimiento actuales de milenarismos y fanatismos religio- 18
Cf Sigmund Freud: "En torno a una cosmovisión", en Obras completas,
sos y nacionales, así como del rechazo cada vez más violento de Amorro rtu editores, Buenos Aires, 1980, vol. XXII, pág. 146.

88 89
dueto de la modernidad y que su existencia sería impensable sin porque sostiene que la extracción se dio en el comienzo. Algo
la de la ciencia porque sus tesis fundamentales afirman que un li1e extraído de entrada: el goce. Goce excluido del orden sim-
sueño, un acto fallido o una producción de palabras no son fe- bólico que constituye la causa de que este universo carezca de
nómenos puramente azarosos sino que obedecen a una ley. 1111 funcionamiento "ideal". Goce que a pesar de todo -y del
Pero esto no quiere decir que el psicoanálisis sea una ciencia ,tÍán por el todo- estará siempre ahí. Imposible de ser extraído
cuyo propósito consistiría en enunciar leyes generales que go- porque ya lo fue, pero aún presente pese a todo, frente a este
biernan la producción de fenómenos como los señalados; su ra- goce la cultura no tiene otra alternativa que reconocer allí su
zón de ser es, más radicalmente, reconocer la presencia de la ver- rostro más verdadero.
dad en eso que la ciencia desecha en su intento de elaborar leyes El psicoanálisis considera que la humanidad no tiene nada
generales. Así, para el psicoanálisis, es la excepción, lo imprevis- de qué curarse, tiene más bien que reconocer su ser incurable.
to, lo inasible, lo fuera de sentido que causa el deseo y que el sig- Sólo este reconocimiento puede hacer que este ser tome el lu-
nificante no llega a designar, lo que verdaderamente cuenta. ga r de causa válida para desear.a'.n
La insatisfacción, el dolor, el malestar constituyen -desde el
punto de vista psicoanalítico- el síntoma por excelencia de la
cultura porque ocupan el lugar de lo que, en ella, es su causa.
Por esto no es posible -como se pretende desde la posición
científica- hacer desaparecer la queja por medio de la detección
y remoción del motivo más o menos inmediato que la ocasio-
naría. A diferencia de la ciencia, el psicoanálisis sostiene que
frente a la queja no hay respuesta que pueda hacerla desapare-
cer; sólo es posible que ella se reformule bajo la forma del gri-
to, la palabra, la creación. Por esto, la apuesta del psicoanalista
confrontado a la queja no es la misma que la del científico.
Este último se impone "curar", y entiende esto como ex-
traer, eliminar, sustituir lo que "no marcha" o "no responde". El
discurso de la ciencia ha generalizado en el mundo actual el
mandato de extraer y desechar todo aquello y todos aquellos
que son considerados causa del malestar, es decir, de la falca de
dominio sobre el goce. El ideal científico es el dominio pleno
cuya figuración es la identificación del orden simbólico con el
goce, en un mundo donde la falla habría desaparecido. Pero es-
te poder absoluto de lo simbólico sin un límite real es la pesa-
dilla de un "mundo feliz" donde la alteridad del deseo se ha eli-
minado y la subjetividad ha desaparecido completamente.
El psicoanalista, por el contrario, no pretende extraer nada

90 91
5

El psicoanálisis y la razón moderna

E l púrnanáfüi, e;, indudablemente, hmdew de la razón


moderna. Sin embargo, su práctica clínica y su teoría muestran
los límites del ejercicio de la razón. El descubrimiento del in-
onciente viene a señalar ese límite y la imposibilidad de un sis-
tema de pensamiento que pueda constituirse como formaliza-
ción que lo incluya todo.
La práctica del psicoanálisis se desarrolla a partir del sínto-
ma que, para Lacan, es tributario de lo real, es decir, de "lo que
no anda'', aquello determinante de que "el mundo sea in-mun-
do". Pero al ocuparse de esta dimensión de lo in-mundo, lo no
adaptado al mundo del lenguaje y la cultura, el psicoanálisis
mismo constituye un síntoma de la civilización, cuerpo extraño
que, enquistado en ella, le revela su verdad reprimida:
Surgimiento de la modernidad, nacimiento de la ciencia

. moderna e imperio de la razón son fen.ómenos íntimamente


vinculados. El punto de origen puede situarse en Descartes, es-
pecíficamente en su conocido cogito: "pienso, luego yo soy".
Con él se establece el predominio de la razón; que sé basa en
una transferencia de responsabilidades: de Dios al hombre. Por-
que si bien Descartes nunca dejó de reconocer en Dios la garan-
tía última, dio lugar al pensamiento moderno al plantear el co-
nocimiento como producto de la razón argumentativa. La mo-
dernidad se funda en el ideal iluminista que busca extender los
límites de la razón por medio del desarrollo de la ciencia, lo que
posibilitó que las áreas dominadas por la autoridad eclesiástica
comenzaran a volverse laicas. La autoridad religiosa fue progre-

93
sivamente sustituida por una autoridad cuyo fundamento no fine como la evolución hacia estados de cada vez mayor domi-
podía ser la fe sino el razonamiento. De hecho, ya desde el si- nio sobre la naturaleza y armonía entre los hombres que pueden
glo XVIII se impusieron modos de gobierno que, aun en el alcanzarse por medio del saber. Se inicia así la búsqueda de uni-
contexto de la monarquía, establecían una estrecha relación con ficación, uniformización que condena y descalifica lo diverso, lo
el saber: se trató del despotismo ilustrado, donde el soberano O tro, y provoca efectos de exclusión, de segregación, de elimi-
gobierna en nombre del bien del súbdito cuyo conocimiento nación de lo que se presenta como Otro de la razón, Otro que
presume poseer y con el cual lo instruye para que éste alcance obstaculiza el dominio de lo Mismo. El llamado progreso es co-
su bienestar. rrelativo del desarrollo de un mercado único que unifica gustos,
El proyecto de la Ilustración pretenderá hacer a los sujetos preferencias, opiniones, juicios. La razón como garantía de or-
iguales en cuanto a sus derechos y obligaciones. Igualdad ante den y estabilidad en el mundo tiene que lograr la construcción
la ley, un ideal de justicia que se basa en el argumento de que de un universo homogéneo: es preciso lograr la uniformidad,
todos somos igualmente poseedores de esa facultad llamada ra- borrar las particularidades, las diferencias, todo aquello que pu-
zón. Esta igualdad es correlativa del afán de producir, con el diera limitar su poder. El sujeto de este mundo racional tiene
mismo poder de la razón, un saber válido para todos, indepen- que ser enteramente calculable, previsible: no por casualidad las
diente de los poderes del Estado y las iglesias, un saber con pre- llamadas disciplinas "psi" que van a ocuparse de la previsión, el
tensiones de universal y que se proclama accesible para todo control, la modificación de los comportamientos, surgirán con
aquel que lo quiera. Esta posición será reforzada más adelante la modernidad. El sujeto tiene que ser funcional, operar eficaz-
por la ética kantiana que sostiene que desde la razón práctica mente como un engranaje perfectamente ajustado en la maqui-
cada quien tiene que actuar según la ley moral cuyo alcance po- naria social. Aquí está el punto ciego de toda racionalidad que el
see carácter universal. A esta ley cada individuo tiene que sacri- descubrimiento freudiano pondrá de manifiesto: la subjetividad
ficar sus apetencias particulares. no es medible ni cuantificable porque la experiencia humana tie-
La modernidad produce una modificación de lo que Lacan ne como basamento lo imprevisible, lo que escapa a todo con-
llama discurso del amo pues introduce -gracias al sostén de la trol, a todo intento de medición y dominio.
ciencia y la técnica- la producción de bienes de consumo a es- Las ciencias, según una definición de diccionario, son "un
cala universal. Esta producción crea la ilusión de dominio ple- conjunto de conocimientos y estudios poseedores de valor uni-
no por medio de un saber que no es mera especulación sino versal, caracterizados por un objeto y un método determinados
esencialmente práctico y utilitario. Así, mientras que por un la- y fundados en relaciones objetivas verificables". La modernidad
do la ciencia elabora un saber universal que tenderá a ocupar el pretendió aplicar este criterio no solamente para el estudio de la
lugar del amo al que todos deben subordinarse, por el otro la naturaleza sino del sujeto mismo. La expresión "ciencias huma-
técnica produce objetos para consumo masivo e impone un nas" no deja de ser contradictoria en su formulación misma
modo único de satisfacción para todos. pues una característica básica de la ciencia es la exclusión del su-
Por esto se puede decir que el mundo moderno, el mundo jeto. La ciencia excluye al sujeto de su campo precisamente por-
que se inicia en el siglo XVIII, es un efecto del discurso de la que la objetividad es problemática cuando el objeto es el sujeto
ciencia. Es un mundo que se organiza con base en el saber y la mismo o la interrelación entre sujetos.
razón y se sustenta en el dogma del progreso. Este último se de- De hecho Freud aludió a la existencia de tres profesiones

94 95
imposibles: gobernar, educar, psicoanalizar. Se trata de tres ac- Incluso el propio Hawking, que se dice ateo, indica al final
tividades en las que existe siempre, en la medida en que hay una de su libro La historia del tiempo que si encontráramos la res-
relación entre sujetos, un punto ciego que escapa a toda medi- puesta al porqué del universo, la razón humana habría triunfa-
ción y a toda previsión. Ahora bien ¿no es esta imposibilidad la do de manera definitiva pues conoceríamos entonces el pensa-
que está en juego siempre que el sujeto está implicado?, ¿no se miento de Dios. Con esto se observa que, no obstante que el
trata de la imposibilidad de saber de eso que en el saber es siem- discurso de la ciencia se estructura corno una construcción que
pre un agujero? rompe con la idea de cualquier revelación, el científico busca
Se puede decir que la ciencia pretende negarlo, de ahí las ese Otro del Otro garante de la certeza que sus mismos hallaz-
paradojas que no deja de presentar. La más notable de éstas es gos y elaboraciones ponen siempre en cuestión. Por esto retor-
quizá la relación que ella mantiene con Dios. La revolución na siempre el tema de Dios, de tal manera que hay un Otro
científica de la modernidad pretendió instituir el reino de la ra- convocado por el científico que no es sino la negación de esa
zón, pero no solamente no eliminó cierto elemento irracional falta del Otro que el psicoanálisis concibe corno ausencia de ga-
de su campo sino que mantuvo la creencia en un Dios al que rantías.
los científicos no han dejado de recurrir. Es el caso de Newton Precisamente por esto el psicoanálisis se ocupa de eso que
quien, a pesar de guardar silencio sobre la causa de la ley de gra- en la ciencia es el desecho, lo real, "lo que no anda'', aquello
vedad por no tener experiencias o fenómenos que permitan de- que, dice Lacan, hace que "el mundo sea in-mundo". Esto es lo
terminarla, no dejó de pensar que Dios era el agente de la gra- que escapa a la formalización, lo desmedido, lo que excede a to-
vedad. Así, hizo coexistir un conjunto de principios matemáti- da medida. "El sueño de la razón produce monstruos'', decía
cos que explicarían el fenómeno con la idea de la presencia de Goya. Estos monstruos del sueño, el acto fallido, el síntoma, de
una potencia suprafísica, un Creador corno la causa no formal lo que no obedece a la lógica y lo razonable, son el objeto que
de la gravedad. el psicoanálisis rescata para que el sujeto reconozca en ellos su
Podría pensarse que se trataba de un momento primitivo de verdad que es la de la satisfacción gozosa que encuentra en su
la ciencia. Sin embargo ya en el siglo XX, los desarrollos de la fí- sufrimiento y su pesar.
sica cuántica generaron un debate entre Einstein y Born en el que Sin embargo, pese a que su descubrimiento ponía al desnu-
la cuestión de Dios vuelve a raíz de la indeterminación cuántica. do las ilusiones de la cientificidad, Freud no dejó de alentar ex-
Corno ésta no puede darnos más que la probabilidad de un even- pectativas en hacer del psicoanálisis una ciencia, y aunque su
to, pero no su certeza, surgirá la pregunta por la existencia y el lu- empresa constituye un cuestionarniento radical al dominio de
gar de Dios. Para Einstein esa indeterminación niega a la divini- la razón, no dejó de confiar en los poderes de esta última. Así
dad, de allí su frase célebre: "Dios no juega a los dados", a lo que es corno en 1910, en un artículo titulado Las perspectivas futu-
Born responde de una manera que protege la existencia de Dios: ras de la terapia psicoanalítica 1 afirma, con inocultable optimis-
"Si bien Dios construyó el mundo corno un mecanismo perfec- mo que la "autoridad" y la "enorme sugestión que emanan de
to hizo suficientes concesiones a la imperfección de nuestro inte- la terapia psicoanalítica'' obraron hasta ese momento contra el
lecto para que lancemos los dados con una probabilidad no des-
deñable de ganar". De este modo, el punto oscuro de la razón ' Sigmund Freud: "Las perspectivas futuras de la terapia psicoanalítica", en
siempre podrá dar lugar a la presencia de un Dios. Obras completas, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, vol. XI, págs. 138-140.

96 97
psicoanálisis, pero su esperanza es que, como todas las verdades
con ellos se puede eliminar el malestar en la cultura. La impre-
fueron a la larga admitidas -"siempre ha sido así hasta ahora"-
sionante e ilimitada oferta de gadgets mantiene ocupados a los
lo propio sucederá con el psicoanálisis. La difusión del psicoa-
sujetos en la creencia que en alguno de esos fetiches está la feli-
nálisis, agrega, haría conocer al conjunto de la humanidad
cidad negándose así la posibilidad de que algo falte; el llamado
aquello que denomina "el sentido general de los síntomas" y así,
zapping televisivo resulta un ejemplo paradigmático de esto: ob-
lo velado en ellos sería de público conocimiento encontrándo-
jetos que tienen que reemplazarse a una velocidad insólita por
se el neurótico carente del utilaje que le había permitido ocul-
sujetos que en la búsqueda de ese mítico objeto se aislan del la-
tar, hasta el momento, "sus procesos psíquicos". De este modo,
zo social.
concluye, "la condición de enfermo se volverá inviable".
De ahí que la oferta tenga que ser light a fin de no pertur-
En todo esto hay un evidente error de apreciación porque
bar la fácil ingesta del individuo con el riesgo de provocarle, co-
eso que Freud llama "efecto universal de nuestro trabajo" resul-
mo última resistencia, algún tipo de anorexia mental que lo ex-
ta una confusión entre el saber teórico del psicoanálisis y el sa-
cluya del mercado de consumo. Oferta de todo tipo de produc-
ber del inconciente que, por definición, puede ser dominado
tos light o diet con la consecuencia de que hay cada vez más in-
por el saber teórico, de modo que aun cuando todos conocieran
dividuos que presuntamente conocen poco y nada de muchas
lo que el psicoanálisis postula, no dejarían de existir el incon-
cosas y con esto tienen lo suficiente para reciclarse en el discur-
ciente y sus efectos. Por otro lado muestra la pretensión de
so corriente que gira en redondo sobre los mismos temas.
Freud de hacer del psicoanálisis una ciencia con efectos univer-
La oferta surgida del campo del la ciencia y la técnica parece
sales olvidando el hecho de que los sujetos son singulares y por
destinada a permitirle al sujeto sobreponerse a los límites del
esto no podrían hacer nada contra sus síntomas apelando a un
cuerpo y la existencia, a lo que Lacan llama lo real como ese im-
saber universal, con las características de universalidad propias
posible inherente a la existencia del lenguaje. De este modo, pa-
de la ciencia.
ra todo aquello que puede significar la presencia de lo real, la
Esta confusión predomina en la enorme difusión que el psi-
ciencia parece tener la receta exacta para eliminar sus efectos y
coanálisis ha tenido en la cultura y en la absorción que ésta ha
asegurar una felicidad total: para la enfermedad, los imperativos
hecho de él. Se puede decir que este proceso ha contribuido de
surgidos de investigaciones inobjetables que ordenan la vida sa-
manera importante a fortalecer lo que Lacan llama el "muro del
na y natural; para el envejecimiento, el lifting, para la obesidad,
lenguaje", que no es sino la materialización de la creencia en un
la liposucción; para el órgano colapsado, el transplante; para el
Otro consistente que a todo puede brindar un sentido univer-
temor a la muerte, el logro de una longevidad inédita aunque
sal e incuestionable, creencia que impide confrontarnos con lo
fuese por medio del recurso de conectar el cuerpo inerte a un
singular que, más allá del sentido, puede tocar al sinsentido ra-
conjunto de aparatos; para fantasmas como el de Schreber de ser
dical que funda a cada quien en su diferencia específica.
una mujer en el momento del coito, las operaciones de cambio
En realidad, ese equívoco "sentido general", universal, soña-
de sexo; para la menopausia, la esterilidad, el celibato, el matri-
do por Freud para el futuro del psicoanálisis se ha encarnado en
monio homo$exual: los bancos genéticos, los embriones conge-
el desarrollo de la ciencia y sus consecuencias técnicas que lle-
lados, la inseminación artificial, la fecundación in vitro; para lo
van a la propuesta de adorar como fetiches y gozar de los innu-
irremediable de la muerte, los proyectos de clonación cuya reali-
merables gadgets (artilugios) producidos con la ilusión de que
zación quizá ya sea ingobernable; para la angustia ante las posi-

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bles imperfecciones de la descendencia, la ingeniería genética, la de segregación que en el siglo XX han llevado al exterminio ge-
dilucidación del genoma humano y su manipulación intrusiva, nocida radical, al extremo de que la eliminación incluye el ca-
la eugenesia; a la muerte siempre incontrolable, la eutanasia. dáver mismo. Los hornos crematorios del nazismo y las desapa-
La lista podría hacerse más extensiva, pero lo que interesa es riciones en diversos países son el testimonio. Afirmar el ser a
destacar el rasgo común de todas estas proposiciones: la idea bá- partir de la negación, la aniquilación del Otro, con el consi-
sica de que todo malestar puede eliminarse o evitarse y la vida guiente rechazo de la deuda para afirmarse en el narcisismo de
puede transcurrir sin la menor tensión. Se deja de lado lo que un yo que asume el presunto dominio con el precio de la vio-
Freud señalaba en 1930: el malestar es constitutivo de la cultura lencia destructora será la consecuencia de ese mandato tal como
y no es un malestar circunstancial, es condición de existencia pa- es presentado.
ra el ser humano que es un ser eternamente en falta, ser de deseo, Se podría afirmar que, con la caída de las utopías del pro-
una dimensión que no puede ser científicamente regulada. greso en su versión liberal o marxista, con la desaparición de los
No se trata, sin embargo, de oponerse a los avances cientí- grandes proyectos sociales de "liberación" y construcción de
ficos sino de advertir que el afán de dominio que los caracteri- mundos ideales, con la desconfianza creciente hacia todo dis-
za conduce a borrar al sujeto en su especificidad singular. El éxi- curso político, se ha ido consolidando en las sociedades la con-
to de la ciencia en el mundo contemporáneo se debe a la pro- signa narcisista de afirmar el yo obedeciendo al mandato de
mesa de felicidad que está en su base, pero lo que se llama "do- man tener y fortalecer un lazo cada vez más estrecho con "los
lor de existir" que es inherente a lo humano no se contrarresta iguales" inmediatos. Pero este lazo, para perpetuarse, exige una
con sus logros. Estos tienden más bien a producir una comuni- premisa paranoide que lo sostenga: segregarse para defenderse,
dad cada vez más global -organizada en mercados comunes- de atacar a quien se le atribuye la responsabilidad del propio me-
individuos aislados y con cuerpos reciclables, comunidad inun- noscabo, usar la queja, el lamento, la querella constante. Así ,es
dada por un discurso con pretensiones de universalidad y ver- como van a generarse tribus urbanas que se organizan con base
dad incuestionables y con los productos de la técnica en todos en el principio de la "pequeña diferencia" que señala como má-
los confines del planeta. ximo enemigo al vecino. Un ejemplo de esto puede hallarse en
En este contexto de uniformización y globalización se im- cierta versión del feminismo que formula esta verdadera pro-
pone paradójicamente el imperativo superyoico massmediático puesta concentracionaria: "La idea es poder evacuar dos o tres
que ordena "sé tú mismo". Esto sería válido pensado en sí mis- estados de los EE.UU., echar a los hombres de un puntapié e
mo de no ser que este "ser uno mismo" resultaría de acatar la instalar allí sólo mujeres y edificar una suerte de «Muro de Ber-
exigencia de Otro, negando así que el proceso de subjetivación lín» alrededor, para que las mujeres no tengan que estar más en
exige asumir en primer término, para cuestionarlo después, que contacto con los hombres". 2 ¿Se trata de luchar por reivindicar
sólo es posible ser inscribiéndose en el campo del Otro para ha- el "derecho de las minorías" o por sostenerse, en cuanto mino-
cer propio el lenguaje de éste como paso previo ineludible para rías pro-ghetto, en el encierro de la presunta pureza extermi-
toda separación. El discurso dominante que los medios repro- nante del diferente?
ducen al infinito conduce a la negación de la deuda ineludible
del sujeto, lo que permite entender que ya en los años '60 La- 2
C itado por Roberto Harari en: Psicoanálisis in-mundo, Ed. Kargieman,
can se refiriera al creciente ascenso y violencia de los procesos Buenos Aires, 1994, pág. 96.

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res humanos existe una fuerte necesidad de tener alguna auto-
Hablar de pureza y de rechazo de la diferencia y lo diferen-
ridad que uno pueda admirar, ante la cual uno se incline, por
te evoca la religión en la medida en que ésta, con su máxima
quien sea gobernado y, llegado el caso, hasta maltratado [ ... ].
susceptibilidad a la pequeña diferencia, canaliza actualmente de
Esta necesidad proviene de la añoranza del padre". 3
un modo importante la pasión del odio al diferente. Se puede
En este sentido, no hay una oposición radical entre religión
en este sentido hablar ya del fracaso de la expectativa freudiana
y ciencia pues ambas traen de diferente manera la perspectiva
expuesta en El porvenir de una ilusión de sustituir el fanatismo
de ese "más allá" que el ser humano procura alcanzar a partir del
de la religión por las luces de la razón. Habría en esto más bien
hecho de que su condición de criatura del lenguaje lo condena
cierta ilusión de la religión de la razón, religión "progresista'' del
.il límite y la restricción. La religión en una vida ultraterrena, la
intelecto que es sostenida por el creador del psicoanálisis en
ciencia en esta vida. Pero es la incompletud constitutiva quien
contraposición a la religión oscurantista de la fe.
genera la ilusión de un estado ideal de completud que, de dife-
Lo sucedido desde 1927 hasta nuestros días desmiente
rentes maneras la religión y la ciencia prometen. De ahí que no
completamente el pronóstico freudiano, al punto que cabría
resulte sorprendente el auge que ambas, de manera simultánea,
preguntarse si en la actualidad, en vez de asistir a la decadencia
nos muestran, y que, no obstante sus aparentes y abismales di-
y retroceso de la religión, ésta y las inmejorables sectas de índo-
fe rencias, puedan coexistir perfectamente.
le mística que surgen cada día no se hallan en franco avance. El
Ahora bien, no obstante ese auge de la ciencia, estamos en
auge de los fundamentalismos e integrismos muestra el valor
lll1 momento histórico en el que -a diferencia de hace un siglo-
que para las colectividades tiene un discurso con pretensiones
d istintos y coincidentes testimonios nos señalan al progreso co-
totalizadoras que provee de fundamentos inobjetables para que
rno una ilusión, una idea caída en el descrédito total. El con-
el creyente pueda saberse amado como hijo por la divinidad y
cepto mismo de progreso surgió como la perspectiva de un
sus representantes, con un grado de certeza tan violento que lo
avance paulatino e inexorable hacia un estado de plena armonía
lleva incluso a su inmolación en nombre de ese Dios y sus vica-
·l que negaría que siempre, como lo dice Lacan, cuando se ga-
rios. El lado obsceno y feroz de la religión así como de otras
na por un lado se pierde por otro. Pero como generalmente no
ideologías más o menos homólogas lleva a la satanización del
.~e sabe lo que se ha perdido tiende a creerse que sólo se gana.
vecino de credo y/o raza en un intento de hacer de la diferencia
Ya Freud, en El malestar en la cultura señalaba los grandes cos-
una total indiferencia, es decir, la anulación total del diferente.
tos que representaban para la humanidad los progresos de la
El mandato de "ser uno mismo" con absoluta prescindencia del
técnica. Será entonces necesario preguntarse lo que se pierde ca-
Otro está en la base de la proliferación de las sectas, los grupos,
da vez que un progreso científico o técnico nos deslumbra con
las capillas regidas por líderes paranoicos "iluminados" que
su apariencia de logro extraordinario. De este modo podríamos
ofrecen "soluciones" mágicas a un malestar cuyo origen tiene
preguntarnos qué puede haberse perdido o qué puede llegar a
que buscarse más bien en la definición de la condición huma-
perderse con una de las manifestaciones más importantes del
na misma. En realidad, estas "soluciones" no consisten más que
"progreso" que se ha impuesto en los últimos años: la llamada
en el fortalecimiento de una subordinación absoluta a líderes
presuntamente infalibles que toman el lugar del Padre Ideal in-
.i Sigmund Freud: "Moisés y la religión monoteísta", en Obras completas,
cuestionable para confirmar así aquello que señalaba Freud en
/\ morrorru editores, Buenos Aires, 1979, vol. XXIII, pág. 105.
Moisés y la religión monoteísta: "Sabemos que en la masa de se-

103
102
"navegación" por las redes de las "autopistas" informáticas he-
to físico, sentado frente a un monitor, con un teclado y un ra-
cha posible por medio del Internet.
tón, desde la comodidad del hogar -como suele decirse-'- y a sal-
Como con otras conquistas del llamado progreso, la "nave-
vo de la "ingravidez" del espacio estelar. Con el Internet el
gación" promete acceder a un más allá que presenta al imagina-
hombre se convierte en un verdadero nómade inmóvil que pue-
rio social como un viaje de vastos alcances, viaje que parece des-
de viajar miles de kilómetros sin moverse de su silla. ¿Es esto un
bordar fronteras que hasta hace muy poco nos limitaban. Así,
progreso en todos los sentidos? ~y solamente ganancia? ¿Qué
parece hacer realidad aquel "sentimiento oceánico" del que Ro-
será lo que se ha perdido o se está perdiendo si se acepta que
main Rolland le hablaba a Freud mostrándolo como testimonio
ningún logro es posible sin pérdida?
de una comunidad con el todo trascendente y fuente de una in-
Para tratar de responder habría que pensar en primer térmi-
tensa fe religiosa y una vivencia de eternidad.
no en el cuerpo, ese cuerpo erógeno que solamente puede exis-
Ya algo de este propósito se intentó llevar a cabo en aquella
tir en el contacto con otros por medio de miradas, palabras, ca-
otra "navegación" que fue la navegación espacial. Esta lanzó al
ricias, abrazos o besos. ¿Qué queda de este cuerpo condenado
espacio varias expediciones que llevaron un nombre de induda-
al aislamiento ante la pantalla y al que se le impone el manda-
ble raíz religiosa: "misiones". Quienes fueron lanzados al espa-
to superyoico justificado en razones sociohigiénicas del "sexo
cio sideral iban con la misión de encontrar alguna respuesta que
seguro"? 4
permitiera -como a los antiguos misioneros de la fe- establecer
En segundo término habría que preguntarse en torno al de-
algún tipo de comunidad con otros que pudieran responder.
seo: ¿Qué se hará de éste cuando con sólo tocar algunas teclas
Pero en nuestros días da la impresión que este tipo de viajes
podemos ser inundados -vía "autopista'' cada vez más veloz-
tienden a ser sustituidos por la navegación informática que
por un "menú" informático digno de un festín que se asemeja
atraviesa un ciberespacio generador de imprecisables comuni-
a una comilona? ¿El intento de llenarnos hasta el hartazgo, has-
dades virtuales. El más allá se ha situado ahora en el más acá te-
ta colmar cualquier falta, no podría llegar a provocarnos como
rreno, tal vez porque nadie ha respondido desde la luna, Mar-
reacción una verdadera anorexia, que sería el último refugio pa-
te, Venus o cualquier otro planeta de nuestra galaxia, y cuando
ra un deseo que no quiere tanta satisfacción porque esto signi-
no hay respuesta desde un lugar definido, el hablante pierde su
ficaría su desaparición?
interés, su empuje decae, abandona el proyecto. En cambio,
Son solamen te algunos cuestionamientos que nos llevan a
una conectividad digital inmediata, sin el tiempo y el espacio
pensar que si casi todo en el marco de la avanzada modernidad
como barreras, con la certeza de obtener respuesta desde cual-
que vivimos tiende al cierre, el lleno, el colmamiento, la res-
quier otro lugar por parte de un interlocutor desconocido y pu-
puesta del lado del ~ujeto no podrá dejar de ser el síntoma co-
diendo inclusive preservarse el anonimato de los participantes
resulta un hallazgo fascinante.
' En este sentido, la revista Quo en su núm ero 36 de octubre del 2000 in-
En la nueva navegación no se trata ya de entrar en contac- forma en la página 44 que "ya ex isten dispositivos que simu lan la práctica del coi-
to con algún hipotético marciano inhallable sino con otro ha- to a distancia con otra persona a través de Internet". Uno de ellos se llama Fuck
blante y/o con sus producciones, aun cuando éstas se encuen- U-Fuck Me y se le describe así: cada persona acopla sus genitales a una un idad de
tren sujetas a la relatividad, a la falsificación, a la duda sobre su hardware -que debe comprarse- conectada con otra a través de una página de in-
ternet gratuita, de forma que sus mov imientos se transmitan. Informa la página
veracidad. Todo esto se hace posible sin el menor desplazamien-
web a la que hay que dirigirse: www.fukme.com

104
105
mo manifestación de un saber inconciente que será siempre re- coanálisis se coloca a contracorriente de lo que los saberes ofi-
fractario a cualquier intento de aplastamiento. La grieta subje- ciales promueven, pues lejos de inducir la ilusión de alcanzar un
tiva, fuente de todo dolor pero también de toda creatividad, estado de completud convoca a hacer la experiencia de la fragi-
siempre resistirá la pretensión de una sutura. lidad subjetiva, fragilidad derivada del hecho de que el Otro ca-
Todo ocurre como si el mundo contemporáneo organizado rece de respuesta última ante el enigma del deseo y que éste so-
por las tecnociencias pretendiera llevar hasta las últimas conse- lamente puede sostenerse en la medida en que las certezas im-
cuencias aquello que para Freud era el fundamento de la huma- puestas por cualquier orden social revelan su carácter ilusorio.
nidad: ceder sobre el deseo, buscar la plena satisfacción, recha- El deseo vendrá así a romper ilusiones paralizantes en la medi-
zar la falta. Se trata de una ética muy particular que podría de- da en que someten a un mandato superyoico de desconocer to-
finirse como inherente al superyó. Éste impone al sujeto un im- da falta para engendrar otras que reconozcan en la falta su po-
perativo de pureza y expiación: sostener al Otro, que es el siste- sibilidad de existir, en un proceso interminable en el que lo ver-
ma simbólico que nos hace sujetos, como un Otro exento de daderamente valioso es el acto mismo en que el sujeto con su
falta, sin fallas, completo. No cumplir este mandato se castiga propia falta puede crear.
con el sentimiento de culpa, efecto de la imposibilidad de res- Al postulado de la modernidad contemporánea que plantea
ponder a tal exigencia. Para el superyó la pérdida no debe exis- la posibilidad de alcanzar un estado ideal en el que la pérdida
tir y por esto las ilusiones que los avances técnicos generan lo habría desaparecido, el psicoanálisis puede oponerle el valor
hacen aún más presente. Más allá de sus beneficios, la técnica esencial de la pérdida, sin la cual nada nuevo podría ser dicho
engendra ilusiones que retienen a los sujetos para que no reali- o creado.
cen el camino de su deseo. La modernidad, con sus avances Más allá de la eficacia de la ciencia y la técnica, cuando se
científicos y técnicos, se ha propuesto como meta curar a la hu- trata de lo humano subsiste siempre algo desconocido, un pun-
manidad del malestar. Pero éste no puede considerarse mera- to ciego que escapa a toda medición y a toda previsión. Es lo
mente circunstancial, producto de un determinado sistema so- que se puede llamar el efecto sujeto. El psicoanálisis, a diferen-
cial o de la insuficiencia de los conocimientos. Es de orden es- cia de la ambición científica, no elude esta dimensión ni inten-
tructural, producto de la falla inherente al orden simbólico, fa- ta someterla a control; por el contrario, renunciando a toda pre-
lla sin la cual este último no podría existir. Es la falla de la que tensión de poder crea las condiciones para que, en el despliegue
puede surgir toda creatividad, todo decir inédito y novedoso. de la palabra, advenga el saber inconciente que es precisamente
De ahí que la crítica de la modernidad no deba tomarse co- el de lo excesivo que no se deja apresar.
mo el intento de retorno a alguna clase de oscurantismo. El psi- Por esto, el saber del analista difiere completamente del que
coanálisis mismo no hubiera surgido sin las luces proyectadas puede poseer el científico o el técnico. No ese saber lógico que
por el nacimiento y desarrollo de la ciencia moderna, pero lo remite el enunciado a una significación precisa y fija; es un sa-
que él revela es ese fondo oscuro de angustia y dolor que sub- ber que no se sabe, saber del enigma del sujeto dividido entre
yace a toda formación cultural, a toda realización humana. An- lo que cree decir y aquello que efectivamente dice. Es un saber
gustia por el hecho de que el deseo nos confronta con lo impo- que se articula entonces en las grietas del discurso, en los tro-
sible de reconocer, la herida incurable de la subjetividad. piezos que indican una enunciación que rebasa los enunciados,
Sin desconocer su origen en el campo de la ciencia, el psi- en las fallas, lapsus, olvidos, sueños y síntomas.

106 107
Este saber del inconciente impulsa al sujeto a repetir, du- 6
rante su vida, los mismos libretos con máscaras diferentes. La
repetición lleva al sujeto a cuestionarse por sus razones, pudien-
do eventualmente convocarse a otro -el analista- del que se su- La religión, lo sagrado
pone conoce los resortes ocultos del comportamiento. El suje-
to acude a que se le explique el porqué de algunos de sus pen- y la estructura del sujeto
samientos o actos, buscando un sentido para alcanzar el domi-
nio "racional". Sin embargo, Freud pudo advertir que revelar al
paciente la presunta significación de sus síntomas sólo causa un
alivio pasajero. El sujeto busca y repite ese sufrimiento del que
dice querer liberarse; se empeña en conservarlo porque encuen- L a modernidad ha tendido a concebir la religión como
tra allí una satisfacción paradójica. una actitud irracional, sólo explicable como un modo de com-
Por esto el psicoanálisis no está destinado a adquirir un sa- pensar las miserias socioeconómicas o psíquicas de los hombres.
ber que asegure la plena armonía del sujeto con el mundo. Nin- Así para Marx es el "llanto de la criatura oprimida'', y para Freud
gún saber podría eliminar el saber del inconciente que en su in- una ilusión que compensa al hombre de su desamparo psíqui-
sistencia repetitiva manifiesta la inevitable ausencia de armonía co1, ilusión sin la cual el hombre no podría sobrellevar la vida
en esa relación. Pero si este saber de la absoluta armonía que la con todas sus dificultades.
ciencia pretende alcanzar es inexistente, lo que sí puede existir Estas explicaciones, más allá de su valor, no abarcan la totalidad
es el acto de un sujeto que, perdiendo algo, puede ganar re- del fenómeno religioso. Hay que recordar que el mismo Freud lo
2
creándose, refundándose y transformándose por efecto de este ubica, en El malestar en la cultura, en la base misma de la cultura.
mismo acto. Este acto por el que el psicoanálisis apuesta hace Por otra parte, el término cultura proviene de "cultivo" que signifi-
una marca, singulariza, abre la posibilidad de la palabra inédi- ca el ejercicio de un culto: toda cultura tiene como raíz el culto.
ta, inesperada. Así hace nacer siempre al sujeto allí donde la téc- Es Hegel, en su Filosofta de la religión, quien sostiene que
nica contemporánea lo relega al rango de un elemento medible aquello que otorga su especificidad al hecho religioso es el cul-
o cuantificable . ~ to, de modo que no puede haber religión si aquél deja de exis-
tir. El culto religioso, con toda su estructura ceremonial y ritual,
constituye la dimensión ineludible de la religión, la base misma
de todo lo que conforma el hecho religioso, incluidos sus com-
ponentes doctrinales. .
En este aspecto hay en el pensamiento de Lacan una clara

' Cf Sigmund Freud: "El porvenir de una ilusión", en Obras completas,


Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, vol. XXI.
1 Cf "El psicoanálisis en el malestar en la cultura", en este mismo volumen,

pág. 2.

108 109
coincidencia, cuando afirma que "la religión como modo de
subsistencia del sujeto que se interroga se distingue por una di- índice de lo que no puede ser conocido, para Wittgenstein de
mensión que le es propia y que está marcada por un olvido. En lo que no puede decirse. En el campo del psicoanálisis en cam-
toda religión que merece esta calificación hay en efecto una di- bio, particularmente en la lectura que Lacan hace de Freud, es-
mensión esencial para reservar algo de operatorio, que se llama te límite toma otra connotación. Esta puede llamarse, de algu-
un sacramento".·1 Ahora bien, sacramento remite a sagrado, que na manera, "ontológica", pues el límite confina con el ser que
proviene a su vez de sacer. "dedicado a un dios", pero también es lo irrepresentable en el lenguaje. El límite es pues inherente
"maldito". Lo sagrado es así lo que se "dice mal" porque el len- al lenguaje: todo no puede ser dicho, el orden simbólico está
guaje carece del significante para nombrarlo; indecible, es lo que marcado por una falta. Se abre así la dimensión de lo que se en-
no puede ser absorbido por el lenguaje, otro nombre de lo real. cuentra "más allá" del límite, lo real, que no se confunde con la
En toda cultura, en tanto el lenguaje la organiza, existe esa realidad en la medida en que ésta es siempre una construcción
dimensión de lo sagrado, dimensión estrechamente ligada a eso de lo simbólico y lo imaginario que bordea lo real "traumático".
que la definición de Marx anteriormente citada alude. En efec- Esta categoría de real, si bien Lacan la ha puesto de mani-
to, ¿qué es lo que oprime al hombre, más allá de las circunstan- fiesto, ha estado siempre presente, en estado de "latencia"; par-
cias singulares de un determinado sistema social? Sin duda, lo ticularmente en la evocación del aura de misterio que nos cir-
que Freud llamó malestar constitutivo de la cultura, malestar cunda que está en el origen de la idea de lo sagrado, de aquello
derivado de la existencia de un límite, de la imposibilidad del con lo cual el hombre -como habitante del lenguaje y, por lo
orden simbólico de nombrar eso que por otra parte está en su tanto, de la frontera que éste traza- está estructuralmente liga-
núcleo: muerte, dolor de existir, goce. do. De esta ligazón o enlace da cuenta precisamente la expe-
Hacer referencia al límite implica tratar una de las nociones riencia religiosa, la experiencia de re-ligazón con lo sagrado.
filosóficas elaboradas por la modernidad, de Kant a Wittgens- La noción de misterio alude a algo secreto, inexplicable o
tein. Este último en particular habla del límite del mundo co- inexplicado. Su relación con el lenguaje es indudable si se re-
mo enteramente correspondiente con los límites del lenguaje, cuerda que es un término que se origina en el griego myein cu-
límite que tiene además una relación estrecha con el ser. En yo significado es "cerrar los labios, mantener secreto". El miste-
efecto, aquello que desde Parménides y Aristóteles se entiende rio se ubica en esa zona de lo indecible abierta por el lenguaje
por tal -el ser en tanto que ser- es aquello que ese límite -del mismo, pero desde el momento mismo en que el lenguaje lo
lenguaje y el mundo- no permite decir. Es lo que Wittgenstein hace existir surge una suposición: el misterio, de algún modo
descubre en su análisis lógico-lingüístico para llevar de ese mo- que puede ser incluso paradójico, se revela.
do hasta el extremo el trabajo kantiano que señaló los límites de Hay entonces una dimensión que organiza el mundo hu-
lo que puede ser conocido. mano y constituye a la vez un límite: el orden simbólico que es
Ahora bien, en la_ concepción de estos filósofos el límite se el gozne entre dos ámbitos e instituye así el horizonte de un
piensa en términos exclusivamente negativos: para Kant es el "más allá" del límite, más allá representado por lo sagrado con
su aura de misterio. Claro que no basta con la suposición de es-
te más allá, inducida por el lenguaje; se requiere también algún
·' Jacques Lacan: Le Séminaire, Livre XI: Les quatre concepto fondamentaux de
la psychanafyse, Ed. du Seuil, Paris, 1973, pág. 239. tipo de prueba de la ex-sistencia de esa dimensión otra y esta
prueba es lo que se llama revelación.
110
111
Se trata de una prueba paradójica porque ella sólo puede vés del culto, con todos sus elementos de relato, narración,
mostrar la naturaleza escondida y secreta, indecible, de ese más himno, poema, rito sacrificial o celebración festiva.
allá. Prueba paradójica porque, en síntesis, es revelación del Como se trata de una cita, hay un lugar en el que el encuen-
misterio como misterio. Así, lo que en terminos de religión se tro puede producirse: el templo, término que en su etimología
concibe como revelación es, a la vez, develamiento y salvaguar- griega significa recorte, demarcación, delimitación. La raíz más
da del misterio al que ella constitutivamente se refiere. No pue- antigua se halla en el indoeuropeo tem que significa "cortar" (de
de ser de otra manera porque la palabra, por definición, no pue- donde proviene tomo: corte). Además del lugar hay también un
de decirlo todo. tiempo: la hora y el día para que el culto se produzca; el tiem-
La revelación es la forma de manifestación de lo sagrado, po es llamado festivo porque la fiesta tiene un origen eminente-
forma que se denomina símbolo. Cada religión tiene como su mente sagrado -el vocablo mismo se deriva del indoeuropeo
núcleo específico una verdad revelada, es decir, la revelación de dhes-to que quiere decir simplemente sagrado.
un determinado aspecto y dimensión del misterio. El propósi- El sacrificio constituye así la materialización del pacto o
to que la alienta es siempre mostrar un fragmento de la revela- alianza entre los que participan de la cita. Se trata de un pacto
ción del misterio o develar un componente del misterio que sellado a través de un intercambio de dones entre la presencia
constituye lo sagrado. A diferencia de la magia, la religión no sagrada y el testigo. De este modo se estructura la trama que
pretende dominar lo sacro, se postra más bien ante su misterio. puede llamarse simbólica del acontecimiento religioso porque el
El hombre religioso revela en sus ademanes de adoración, de sú- símbolo es la correlación en la cual se atestigua la alianza o pac-
plica, de acción de gracias o de imprecación y oración, o en las to entre la presencia sagrada y el testigo, entre lo sagrado y el
formas expresivas y simbólicas de esas actitudes, la completa y hombre.
radical asunción de su extrema indigencia e impotencia ante La cita con lo sagrado busca el encuentro. Pero cabe tam-
esos poderes superiores. bién la posibilidad de que suceda lo contrario y tenga lugar un
Sin embargo, lo propio de la religión consiste en mantener desencuentro, de tal modo que en la hora festiva advenga un
viva la expectativa de que, a través de esa actitud ante lo sagra- acontecer aciago: la separación, el divorcio entre el hombre y lo
do será posible, por la intercesión misma de las figuras que en- sagrado. Cuando lo que sobreviene es la conjunción puede ha-
carnan el universo transmundano, o de alguna de ellas que asu- blarse, en sentido estricto, de acontecimiento simbólico. Sím-
me el carácter de una teofanía o de una presencia que acude a bolo significa precisamente conjunción -del griego syn- de dos
la demanda del testigo, lograr una victoria sobre esos poderes piezas fragmentadas que pertenecen a una unidad originaria. El
inmundos. ballein -la otra parte del término- alude a que lo que se arroja
En este sentido, siguiendo a Trías\ podemos decir que la re- y encaja con el otro fragmento. Así, lo contrario del sim-bolon
ligión es una cita. Una cita que conlleva la promesa de un en- es el dia-bolon, de donde proviene la palabra diablo. Lo dia-bó-
cuentro: la cita del hombre con lo sagrado. Cita entre una pre- lico -de dia, que quiere decir aparte, al través- indica el desen-
sencia sagrada que sale de su ocultación y el hombre que, en ca- caje y la desavenencia entre esas "partes".
lidad de testigo, da testimonio de ella. ¿De qué manera? A tra- El acto religioso no puede dejar de dar lugar a esas formas
contrarias. Puede llevar al encaje afortunado entre las expecta-
4
Cf Eugenio Trías: Pensar la religión, Ed. Destino, Barcelona, 1996. tivas y deseos del testigo con lo sagrado o producir la desave-

112 113
no hay conversión a esta fe, o si ésta se hace es muy ocasional-
nencia infortunada. A la vez que puede causar un encuentro
mente y teniendo que cumplirse con exigencias muy estrictas.
propiamente simbólico, puede originar un desencuentro desa-
Aquí Dios elige, pero no dice por qué. El libro de Job en parti-
fortunado, dia-bólico. En realidad, un aspecto no va sin el otro
cular, y toda la historia del pueblo judío en general, parecen
porque lo sagrado tiene en sí mismo su opuesto: puede signifi-
ilustrar con claridad un destino para el que podría caber el títu-
car lo más elevado y santo, o bien lo excecrable y dañino. Por
lo sadiano de "infortunios de la virtud". La lección que se des-
esto no hay contradicción en el hecho de que una misma reli-
prende de esta historia es esta: si el Otro elige, no lo hace nece-
gión ex;,alte la vida y convoque a la vez a la muerte.
sariamente para el bien del elegido; incluso puede querer per-
Todas y cada una de las religiones efectúan su propia y es-
derlo si de esto extrae su goce. Por ello la pregunta del sujeto en
pecífica revelación. Cada una de ellas se legitima en la revela-
su relación con el deseo del Otro es, en este caso, angustiosa:
ción propia y específica que le corresponde manifestar. Mani-
¿quiere él perderme, aniquilarme? ¿cómo puedo yo asegurarme
festación que es siempre de naturaleza simbólica -o diabólica-
su benevolencia? ¿cómo puedo apartar su goce eventual sobre
y que se da cauce narrativo a través del relato o del mito. Asi-
otro objeto que no sea yo mismo?
mismo implanta ritualmente esa narración a través del ceremo-
Hay de este modo una diferencia muy clara con lo que ocu-
nial y del sacrificio. Si lo sagrado de la religión es eso 0°tro con
rre en el Islam. Aquí, más que la elección es la sumisión lo que
lo que se trata de establecer el lazo simbólico o que puede adop-
está en juego. Nadie se convierte al Islam, se somete a él y esta
tar la modalidad de la presencia dia-bólica se entiende entonces
sumisión supone la garantía acerca del deseo del Otro: para
por qué el goce que ella pretende dominar no puede dejar de
quien está sometido -Islam significa precisamente sumisión- to-
presentarse, particularmente bajo la forma del imperativo mis-
do es deseo del Otro. Si se prosterna cinco veces por día, la ca-
mo que impone al fiel, el imperativo superyoico de gozar, es de-
ra contra el suelo y el trasero hacia arriba, el sujeto puede estar
cir, de hacer posible la existencia del ser por excelencia.
tranquilo: su sumisión le puede dar la seguridad de que todo lo
Este ser, paradigma de lo sagrado, es Dios. Dios es el nom-
que suceda forma parte del plan divino.
bre que las religiones dan al Otro que puede realizar la imposi-
En cuanto al Dios cristiano, puede decirse que es más com-
ble conjunción de lo simbólico con lo real, intentando a la vez
plejo y a la vez más retorcido que los anteriores. También más
fijarlo y perpetuarlo. Pero la cuestión del deseo y, más allá de és-
exigente: como en el caso del judaísmo y el islamismo, no se sa-
te, del goce de este Otro, es lo siempre escamoteado y recubier-
be lo que quiere, pero a diferencia de estas otras religiones, Él
to por las religiones tras un velo de presunta piedad. Escamo-
ama a sus fieles y no deja de amarlos. Los ama sobre todo cuan-
teado y recubierto por el hecho de que ese goce se confunde con
do ellos no creen, ¿cómo no amarlo entonces?, ¿cómo resistir al
lo más sagrado, es decir, con aquello para lo cual el lenguaje no
deseo de sacrificarle el ser miserable de uno?, o más precisamen-
tiene los medios de decirlo.
Le: ¿cómo no hacerle la ofrenda del cuerpo en la medida en que,
Es en la religión judía -que por esto mismo podría conside-
por una parte, es lo que él no tiene y que, por la otra, es aquello
rarse como la menos "religiosa'' de las religiones- donde esta
por lo que uno es imperfecto? Hay sin embargo una pregunta
pregunta por el deseo del Otro, pregunta que toma aquí un ca-
Fundamental que queda abierta: ¿cómo Él, el ser perfecto, pudo
rácter profundamente angustiante, está menos oculta. En el ju-
tener el deseo de crear y crear un ser tan imperfecto como noso-
daísmo es ante todo Dios quien elige a los sujetos, en función
Lros? ¿Dónde goza Él en esta creación que ti~ne todo el aspecto
de su pertenencia al pueblo que hizo la alianza con Él. Por esto

115
114
de una degradación? Y como para gozar es necesario tener un pera de él. Es el punto en que puede ubicarse la religión en su
cuerpo, ¿no serviríamos nosotros para esto, para ofrecer por me- dimensión más radical: el sujeto tiene que sacrificarse, sacrificar
dio de nuestro cuerpo, en la medida en que Él se encarnaría en incluso su vida, para colmar al Otro. La lógica de toda religión
éste, una posibilidad de goce para Dios? El cristianismo entero contiene esta dimensión básica de un mítico encuentro absolu-
está atravesado por esta ambivalencia que, por un lado, rechaza to con lo sagrado en el que el lazo es sustituido por la confusión
el cuerpo como un despojo execrable y por el otro lo magnifica y, en este sentido, lo sim-bólico dará lugar a lo dia-bólico. De
gloriosamente en el escenario masoquista más teatral. ahí que la posibilidad de establecer y mantener el lazo dependa
Esta breve referencia a las tres religiones monoteístas permi- más bien de la elaboración de la práctica y el ritual que posibi-
te advertir de manera más clara que la religión no es solamente litan la organización del escenario destinado a hacer cesar lo
una serie de prácticas y comportamientos que pueden definirse que del deseo del Otro se impone como una exigencia indeter-
como síntomas en la medida en que encarnan la verdad de un minada y exhorbitante para configurar una cierta determina-
deseo -el deseo del Otro- imposible de decir, es también una ción, una respuesta a lo que el Otro quiere del sujeto.
manera de responder a ese deseo enigmático para hacer un lazo Puede advertirse, en este sentido, una curiosa semejanza de
con él. De éste podrá simultáneamente surgir el lazo con otros, estructura entre la religión y las estructuras clínicas, semejanza
con los co-religionarios, el lazo social que establece a partir de que conduce a interrogarse si estas últimas - neurosis, perversio-
una respuesta de sentido. La pregunta primordial que suscita nes, psicosis- no son de algún modo formas de religión. Cabe
para todo sujeto el deseo del Otro -de cualquier otro y en par- señalar que las estructuras de la clínica son configuraciones espe-
ticular del Otro divino- busca saber si lo que él en última ins- cíficas de la subjetividad que se organizan como modos de res-
tancia quiere no es sino su pérdida, su aniquilación. Esto suce- puesta a lo indecible del deseo del Otro: el neurótico no puede
de porque de entrada, frente al Otro que desea sin que se pue- saber nada acerca de éste, lo que no le deja otra alternativa que
da saber qué desea, el sujeto se experimenta insuficiente o in- asimilarlo a la demanda que se le puede formular para colocarse
competente para satisfacerlo. Entonces, la reacción del sujeto en posición de responder - o no- a ésta; el perverso pretende sa-
podría expresarse así: el Otro quiere algo de mí que yo no pue- ber lo que el Otro desea - no otra cosa que el goce- y se ofrece
do determinar, por esto mi primera certeza es que no soy lo que como objeto para procurárselo; el psicótico tiene la certeza de
él quiere, no soy "eso" que puede colmarlo. Si el sujeto no pue- que el Otro quiere su desaparición, certeza que lo lleva ya sea a
de ir más allá de este punto, vivir carecerá de sentido en la me- desaparecer como sujeto para no ser sino parte del Otro, ya sea
dida en que nada de lo que él diga o haga puede responder al a elaborar el delirio para defenderse de esa posibilidad.
deseo del Otro. Lo lógico aquí es que desaparezca, que salga del De este modo, en todas las estructuras -y más allá de la po-
escenario para dejar el lugar a aquel o aquello que pudiera satis- sición de "creyente" o "ateo" que el sujeto manifiesta- la religión
facer lo que el Otro quiere. está presente: la neurosis es una religión del Otro en tanto el su-
Es por esto que en el nivel más básico de la relación con el jeto no ceja en su afán por crear un Otro cuya demanda pueda
deseo del Otro el sujeto se desvanece en tanto que tal, no pue- satisfacer; la perversión se esfuerza por procurar al Otro el goce
de sino perderse, ofrecerse como objeto al Otro en ese acto que que le falta para hacerlo y sostenerlo consistente; la psicosis se
se llama sacrificio. Sacrificio que es consecuencia del reproche caracteriza por el hecho de que el sujeto tiene la experiencia di-
que el sujeto se hace de no estar a la altura de lo que el Otro es- recta -en el delirio o la alucinación- de la presencia de Dios,

116 117
presencia que le confirma su certeza del Otro sin falta.
La constitución de la subjetividad, en la medida en que és-
ta depende del orden simbólico y se organiza a partir de un la-
zo esencial con lo real irrepresentable -lo sagrado- tiene siem-
pre un carácter "religioso". Pero la relgión, aun cuando posee
indudablemente un lugar en estas estructuras, no es neurótica,
perversa o psicótica; su existencia es resultado de la inconsisten-
cia del orden simbólico que es causa de la necesidad de un lazo
con lo real. Lazo simbólico que contiene, como su reverso indi-
sociable, la posibilidad de convertirse en cualquier momento en
ruptura dia-bólica. Es inevitable porque se trata de un lazo que
111
pretende dar lugar a ese más allá producto de la existencia mis-
ma del lenguaje ..ib

Malestar, política, ética

118
7

¿Es posible entrar en la ley?

No te acepto, no te perdono, te quiero como eres y,


de ser posible, todavía peor de lo que eres ahora.
Por qué. Porque este Bien que yo soy no existiría
sin ese Mal que tú eres, un Bien que tuviese que
existir sin ti sería inconcebible, hasta el punto de
que ni yo puedo imaginarlo, en fin, que si tú aca-
bas, yo acabo, para que yo sea el Bien, es necesa-
rio que tú sigas siendo el Mal, si el Diablo no .vi-
ve como Diablo, Dios no vive como Dios, la
muerte de uno sería la muerte del otro.

José Saramago: El Evangelio según Jesucristo.

...... N o hay 'ujero ,¡n Ley. fata " úemp" antedm y detet·
minante de la existencia de aquél, que será hijo de instituciones
que se organizan conforme a la Ley; deudor por lo tanto de
ellas . A la Ley se le debe lo esencial de la condición de sujeto:
nombre, apellidos, filiación; una posición en la diferencia de los
sexos y un lugar en la sucesión de las generaciones.
La Ley es también el orden regulador de los lazos sociales; es-
tos sólo pueden constituirse en función de ella que así posibilita
la coexistencia más o menos pacífica de los sujetos en la medida
en que funda el derecho, destinado a poner límites al goce pro-
curando hacerlo compatible con la preservación de esos lazos.

121
Por otra parte, la Ley impone ciertos significantes en torno
dadera transgresión es la Ley misma, la Ley en tanto funda una or-
a los cuales las sociedades se organizan: bien común, metas a al-
ganización que es "transgresiva'' respecto de todo orden "natural":
canzar, valores y normas a respetar. Estos significantes son cons-
la cultura. y,J como la reflexión de Lacan lo revela, la más grande
titutivos del ideal del yo que es, como señala Freud, "el ideal co-
transgresión, el traumatismo mayor, más insensato, es la Ley mis-
mún de una familia, de un estado, de una nación". 1 Por inter-
ma: la Ley en la medida en que su sola existencia supone una radi-
medio del ideal del yo los sujetos comparten con otros determi-
cal alteración, un trastorno irremediable de todo orden "natural".
nados significantes y esto permite una identificación entre ellos
¿Qué significa esto? Que no es posible concebir la existencia
por la que se genera el sentimiento de comunidad, base de toda
de la Ley universal de un lado, como ley que regula, normaliza,
organización social.
hace posible la coexistencia pacífica de los sujetos, mientras que
Desde este punto de vista, la Ley es el mediador universal,
del otro lado se ubicarían las transgresiones en general, las per-
el conjunto de "reglas del juego" que gobiernan a una sociedad.
versiones, los crímenes, la violencia, etc. Por el contrario, sólo
En contraposición a ella se presentarían aquellos actos que cons-
existe la Ley, que en sí misma contiene la cosa más "loca", su
tituyen una violación a sus postulados: es lo que se llama co-
"otro lado": lo que puede llamarse la Ley en tanto incompren-
múnmente "transgresiones", contravenciones a la ley que afec-
dida que ya no regula el goce sino que lo ordena.
tan de un modo u otro a la normatividad social y pueden poner
La Ley no es pues un discurso "homogéneo", "puro", "ine-
en riesgo la convivencia de los sujetos.
quívoco". En sí misma se desdobla: por un lado es ley "pacifi-
El vocablo "transgresión" está compuesto por el prefijo trans
can te" que busca la convivencia armónica exigiendo "sensatez",
-que significa "más allá", "al otro lado"- y el término cuya raíz la-
limitando el goce; por otro lado es ley "loca'', insensata, que or-
tina es gradi, caminar. Etimológicamente entonces quiere decir
dena el goce, pero ya no en el sentido de poner orden en él sino
"caminar más allá o al otro lado". En este sentido, el Diccionario de
en el de exigirlo, obligarlo.
la Real Academia de la Lengua Española lo define como "quebran-
Ya en la expresión misma de la Ley hay una paradoja inevi-
tar, violar un precepto, ley o estatuto". 2 Es así como la relación en-
table pues ésta, sólo por el hecho de que nombra lo prohibido,
tre Ley y transgresión se concibe como una oposición entre las re-
no puede dejar de insinuar que allí podría existir un goce siem-
glas, el orden, los mandamientos que establecen lo recto, lo justo,
pre mayor que en todo lo permitido. De este modo, inevitable-
lo adecuado, por un lado, y las violaciones a esas reglas, ese orden,
mente, al nombrar "el mal" no puede dejar de incitar a hacerlo.
esos mandamientos, el "caminar al otro lado" de ellos, por el otro.
Paradoja que San Pablo, en su Epístola a los Romanos, pone de
Sin embargo, una observación más precisa del funcionamien-
manifiesto: "¿Qué decir entonces? ¿Que la ley es pecado? ¡De
to de la Ley muestra que no es esa la manera en que Ley y trans-
ningún modo! Sin embargo, yo no conocí el pecado sino por la
gresión se vinculan. Es cierto, existen las transgresiones a la Ley, las
ley. De suerte que yo hubiera ignorado la concupiscencia si la ley
violaciones, los crímenes de diferente naturaleza; pero la única ver-
no dijera: ¡No te des a la concupiscencia! Mas el pecado, tomando
ocasión por medio del precepto, suscitó en mí toda suerte de
'Sigmund Freud: "Introducción del narcisismo" , en Obras completas, Amo- concupiscencias; pues sin ley el pecado estaba muerto". 3
rrortu edirores, Buenos Aires, 1979, vol. XIV, pág. 98.
' Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, Vigesimosegunda
'Biblia de Jerusalén: Epístolas de San Pablo. Epístola a los Romanos, 7,7, Des-
ed ición, 2001, pág. 1502.
clée de Brouwer, Bilbao.

122
123
. Como se advierte, la presunta oposición entre Ley por un la- El razonamiento del filósofo francés no deja lugar a dudas
do y transgresiones por otro no enfrenta a la Ley con algo que en cuanto a mostrar que la condición positiva para el funciona-
sería "exterior" a ella; es una oposición que rige en el interior mis- miento de la Ley es la exigencia de que esa violencia ilegítima en
mo de la Ley en la medida en que ella es en su naturaleza la la cual ella se sostiene sea disimulada a todo precio. La Ley ope-
transgresión por excelencia: en el lugar del fundamento de la ley ra con una relativa eficacia en la medida en que los sujetos son
social hay un agujero, un real traumático que corresponde al ca- engañados y experimentan su autoridad como auténtica, eterna
rácter ilegal e ilegítimo de la instauración del orden de la Ley, a y sin que ellos mismos sientan la verdad de la usurpación.
una violencia fuera de la ley en la que se sostiene la Ley misma. En este mismo sentido, en su Metaflsica de las costumbres, Kant
La imposibilidad de decir qué es la Ley en su esencia, es de- prohibe todo cuestionamiento que pueda recaer sobre los orígenes
cir, de formular simbólicamente qué corresponde a ese agujero, del poder legal. Lo fundamenta en la afirmación de que cualquier
determina el surgimiento de la célebre tautología que toma ese cuestionamiento en ese sentido haría aparecer la mancha de vio-
lugar: "la ley es la ley". Esta tautología funciona en sentido es- lencia ilegítima que ensucia siempre, como el pecado original, la
trictamente hegeliano: al indicar la identidad de la Ley consigo pretendida pureza del reino de la Ley: "El origen del poder supre-
misma confiesa la imposibilidad de decir lo que ella es, la ine- mo, considerado con un propósito práctico, es inescrutable para el
xistencia de un significante que pueda fundamentar su existen- pueblo que está sometido a él; es decir, el súbdito no debe sutilizar
cia, la aceptación tácita del carácter ilegal e ilegítimo de la ins- activamente sobre este origen [. .. ] . Si ha precedido originariamen-
tauración del "reino" de la Ley. te como un factum un contrato efectivo de sumisión al jefe del Es-
Como este último sólo puede ser efecto de una violencia fue- tado (pactum suiectionis civilis), o si la violencia fue anterior y la ley
ra de la ley, hay un real traumático en el origen que sostiene el im- vino sólo después, o bien ha debido seguir este orden, son estas su-
perio de la Ley. Así lo señalaba ya Pascal en sus Pensamientos: "La tilezas completamente vanas para el pueblo que ya está sometido a
costumbre constituye toda la equidad, sin más razón que la de ser la ley civil, y que, sin embargo, amenazan peligrosamente al Esta-
recibida; es el fundamento místico de su autoridad. Quien la re- do"5, y agrega más adelante: "Tratar de investigar el origen históri-
fiere a su principio la aniquila. Nada tan falso como esas leyes que co de este mecanismo es inútil, es decir, es imposible llegar al mo-
rectifican las faltas; quien obedece a ellas porque son justas, obe- mento en que comenzó la sociedad civil. [... ] iniciar esta investi-
dece a la justicia que imagina, pero no a la esencia de la ley: está gación con el propósito, en todo caso, de cambiar por la fuerza la
toda ella reconcentrada en sí; es la ley y nada más[ ... ]. Por esto es constitución actualmente existente es algo punible". 6
por lo que el más prudente de los legisladores decía que, para bien Los dos filósofos coinciden en este punto: no se puede re-
de los hombres, hay a menudo que deslumbrarles con trampa; y montar al origen de la Ley porque no se debe. Prohibición -no
otro, buen político: «como él ignora la verdad que libera, es bue- se debe- que se sustenta en una imposibilidad, en lo que cons-
no engañarlo». Hay que evitar que sienta la verdad de la usurpa- tituye la inversión exacta de la célebre fórmula kantiana del de-
ción. [... ] es menester hacerla considerar como auténtica, eterna, ber -Du kannst, denn du sollst ("Puedes porque debes")- en tan-
y ocultar el comienzo, si se quiere que no acabe pronto". 4
1 lmmanuel Kant: Metafísica de las costumbres, Ed. Ternos, Madrid, 2002,
' Bias Pascal: Pensamientos, Espasa, Madrid, 2001, sección IV, Nº 294, pág. pág. 149 (las cursivas son del auror).
61 (las cursivas son mías) . 6 !bíd., pág. 177 (las cursivas son del autor) :

124 ,125
y es precisamente esto lo que determina que "cuente" como aque-
to aquí la formulación dice: "no puedes porque no debes". Es-
llo que sostiene el deseo como tal, más allá de toda satisfacción.
ta interdicción que pesa sobre cualquier intento de remontarse
De este modo se puede advertir cómo las formulaciones de
al origen de la Ley tiene así, en Kant, la forma paradójica que
los filósofos citados convergen con los postulados del psicoaná-
el psicoanálisis encuentra en relación con el incesto: se prohibe
lisis acerca de la Ley, particularmente en lo que se refiere a la ine-
lo que al mismo tiempo es planteado como imposible porque,
x:istencia de una oposición tajante entre Ley y transgresión. Des-
aun en el caso de que se consumara, esto no significaría haber
de esta perspectiva el psicoanálisis es irreductible a cualquier for-
alcanzado "el objeto" absoluto de la satisfacción "completa''.
ma de "transgresionismo" o a alguna modalidad de discurso "an-
En el funcionamiento de la Ley la prohibición esconde la im-
Li", como "antipsiquiatría'' o "antiedipo". Lo que él muestra es la
posibilidad: se da a entender que no es posible remontarse al ori-
verdadera "naturaleza" de la transgresión como la otra cara de la
gen de la Ley pero no se aclara que esto se debe a la "ilegitimidad"
Ley misma, y esto permite comprender que, en última instancia,
del mismo. Sin embargo, como este origen es "extralegal", nom-
el discurso "anti" no es sino el reverso del mismo discurso que
brarlo es imposible porque no hay en el Otro el significante que
aparentemente cuestiona. En este sentido se puede decir que el
pueda decir lo que está más allá de él mismo. Se puede así aludir
único verdadero antiedipo, por ejemplo, es el Edipo mismo: el
a esta imposibilidad de llegar por la vía simbólica al origen del po-
reverso de éste es lo que el psicoanálisis llama "superyó" .
der legal con el conocido aforismo de Wittgenstein: ''Aquello de
En tanto la Ley contiene en sí misma su propia transgre-
lo que no se puede hablar hay que callarlo". Pero entonces, si es
sión, pues esta última se encuentra en su origen, ella es simul-
evidente que no se puede de ninguna manera decir algo sobre lo
táneamente su propio reverso. No hay otra auténtica y verdade-
inefable, ¿por qué agregar el postulado redundante de que no se de-
ra transgresión, otra negatividad que la Ley misma. Ahora bien,
be decir nada? Precisamente porque es necesario preservar el lugar
ante este carácter de negatividad que le es inherente, ¿cómo de-
de lo indecible como condición para que la legitimidad de la Ley
finir todos aquellos actos ordinariamente llamados transgresio-
no sea puesta en entredicho y así ella conserve todo su peso.
nes, todas las violaciones del orden legal, los crímenes de la más
La ley tiene entonces la forma de un sistema que el lengua-
diversa índole? Se puede decir que, más allá de que su propósi-
je hace posible, una estructura sincrónica que somete al sujeto
to sea el quebrantamiento del orden legal, vehiculizan .el inten-
desde siempre. La operación de esta estructura supone un vacío
to de acceder de un modo u otro a ese punto inefable del ori-
constitutivo: la imposibilidad de responder sobre el origen de
gen; como "negatividad" de esa negatividad inherente a la Ley
ella misma, imposibilidad cuya causa es ese vacío. Pero es nece-
adquieren entonces una dimensión de positividad -aun bajo su
sario que esa imposibilidad se oculte tras la interdicción que re-
modo indolente, o tal vez precisamente por esto- en tanto pre-
cae sobre la pregunta por el origen a fin de hacer posible la ope-
tensión de colmar ese vacío fundante.
ratividad concreta de la Ley. Es así como la falta en el Otro que
instituye la sociedad es colmada por los diferentes discursos que
alaban las "bondades" de la Ley.
Hay así una "nada" que sostiene el "todo", el universo de la
La verdad de la ley o Kant con Sade
Ley. Paradoja que se puede relacionar con otra: la del objeto cau-
La base de sustento de todo el edificio de la Ley es enton-
sa del deseo, llamado por Lacan objeto a. Éste no es un objeto
ces un "fuera de la ley", rea/ de una violencia "extralegal" que
que pueda contarse entre todos aquellos que se pueden nombrar

127
126
define al acto mismo de instauración de la Ley. Ahora bien, el lo empírico son dominios heterogéneos. Lo puro es puro de to-
funcionamiento "eficaz" de la Ley exige -como lo establece da experiencia, de modo que el deseo, considerado como el mo-
Kant- que ese reverso de ella misma permanezca oculto, desco- vimiento del sujeto hacia objetos empíricos o patológicos se fun-
nocido para los sujetos; desconocimiento que es condición in- da en la búsqueda del bienestar, en sensaciones o sentimientos,
dispensable para que lo que la Ley ordena se cumpla. depende entonces del amor de sí. Por esto no podría ser puro,
La formulación kantiana permite así advertir que la forma J,iene un móvil: la facultad de desear se relaciona con el bienes-
de la Ley -lo que podría llamarse su aspecto simbólico- toma tar del sujeto. De ahí la necesidad ética de distinguir un a prio-
el lugar, llena el vacío de la representación faltante, imposible, ri del deseo: la experiencia sensible solamente puede decir acer-
es decir, de la falta que forma parte de la estructura del Otro. ca del placer, de modo que el bienestar no puede constituir una
Puede definirse entonces como el Vorstellungsreprasentanz freu- regla moral universalmente válida.
diano, el representante en el lugar de lo que no existe en el pla- Esto último es así porque si se parte de la idea de conside-
no simbólico, el lugarteniente de la representación imposible rar que una acción puede ser evaluada por su resultado y este
que es la del Bien Supremo -el objeto de la ley o la "cosa en sí" último contribuye al bienestar propio o el de otro, se concluirá
trascendente- para el que no hay significante en el Otro que lo que los medios puestos en juego podrán ser juzgados buenos.
pueda nombrar. Pero la aplicación de este criterio hasta el extremo llevaría a
En Kant con Sade 7 Lacan aborda esta dimensión de la Ley convalidar que "el fin justifica los medios", lo que sería -siem-
poniendo en relación al filósofo de la moral estricta con el apo- pre para Kant- el principio mismo de la inmoralidad. El fin se
logista de las múltiples perversiones. Allí da cuenta del hecho de vincula siempre, de una u otra manera, con el bienestar; no so-
que si bien Kant no llega a articular la falta en el Otro, /(, su lamente el placer "bruto" sino el sentimiento de simpatía por
mérito es -a partir de la oposición entre el fenómeno, la mani- otro, el amor patológico, amor que reside en la inclinación de la
festación, y el noúmeno, la "cosa en sí"- haber planteado la ine- sensibilidad y depende de una "compasión debilitante" que lle-
xistencia del Bien Supremo como único móvil legímito, no pa- va a actuar para el bienestar del otro por simpatía hacia él, de
tológico, de nuestra actividad moral. Kant tacha entonces la B una manera equivalente a actuar por el propio bienestar. Este ti-
mayúscula del Bien Supremo en la medida en que este Bien só- po de actuación vuelve a la acción patológicamente determina-
lo puede designarse bajo la forma de su inaccesibilidad, de su da, es decir, extraña a la moralidad.
trascendencia absoluta. Por esto la razón práctica no puede depender de ningún ob-
Esto quiere decir que todo objeto dado, determinado, re- jeto empírico, sólo del Bien que es das Gute, el Bien con mayús-
presentado, que funciona como aparente móvil de nuestra vo- culas, trascendente e inaccesible, y no das Wohl, el bien en el
luntad es, para Kant, patológico aunque no en el sentido clínico sentido de bienestar. Das Gute, absolutamente trascendente, es
de este término sino en su acepción etimológica: dependiente el único objeto y móvil legítimo, no patológico, de nuestra ac-
del pathos, la sensibilidad. Para Kant, lo puro -la razón pura- y tividad moral, objeto que "no debe ser determinado antes que
la ley moral sino solamente después de esta ley y por ella''. Es la
7
Jacques Lacan: "Kant avec Sacie'', en Écrits, Ed. du Seuil, Paris, 1966, pág.
Ley la que hace a la acción moralmente buena y no el fin em-
765 ("Kant con Sacie", en Escritos 2, Siglo Veintiuno editores, México, 1994, pág. pírico al que sirve o que le es supuesto que sirve.
744). Podría sintentizarse todo esto así: el objeto patológico es el

128 129
objeto empírico, ligado a las diferentes condiciones de nuestra de los individuos que hacen imposible una coincidencia abso-
experiencia finita, carente de alguna necesidad anterior y exte- luta entre ellos, este imperativo podrá enunciarse entonces de la
rior a esa experiencia, es decir, de alguna necesidad a priori. Por siguiente manera: "Obra sólo de acuerdo con la máxima que
esto, nuestra voluntad no puede ser regida por ninguna exigen- puedas al mismo tiempo querer que se convierta en ley univer-
cia referida al contenido de nuestras acciones; el único móvil le- sal". Esto significa que sólo se obra o actúa moralmente cuan-
gímito para ella es la forma misma, universal, de la ley moral. do deseamos que el principio de nuestro querer se transforme
Ahora bien, es preciso que la voluntad razonable -que actúa por en Ley válida para todos, de tal modo que uno nunca debe con-
deber y sólo por deber- se realice en la acción empírica. Para ser vertirse en excepción: lo decisivo para determinar el valor mo-
moral, la acción debe tener como tipo la Ley de la naturaleza, ral de un acto es saber si la máxima de esa acción es un princi-
no en cuanto a su contenido sino solamente a la forma, forma pio sobre la base del cual decido circunstancialmente obrar o es
completamente racional. una máxima que al mismo tiempo la considero válida para cual-
Para Kant se trata de elaborar un sistema de moralidad pu- quier otra persona en todos los casos.
ra, sin referencia a la experiencia; una ética más allá de la expe- Este mismo imperativo puede enunciarse también de este
riencia. Por esto es preciso formular una ética a priori, que ten- modo: "Obra de tal modo que uses la humanidad tanto en tu
ga valor para toda la humanidad, y esto exige borrar toda rela- persona como en la persona de cualquier otro siempre como un
ción con los objetos porque no es posible apoyarse sobre nada fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio". De-
en el mundo para obtener una regla. De este modo, en el mo- bemos entonces actuar según nuestro deber, no según nuestros
mento en que todos los objetos de la experiencia desaparecen sentimientos: el valor de una acción no debe juzgarse según sus
porque no puede elaborarse a partir de ellos una Ley universal consecuencias sino solamente a partir de considerar si fue hecha
para la acción, en el momento en que solamente hay que escu- obedeciendo a un deber. Así, el imperativo categórico no es si-
char la voz de la conciencia, surge la máxima, una frase, una ar- no el mero marco vacío de todo contenido moral. Kant sostie-
ticulación de significantes, el mandato que establece que hay ne entonces que la ley moral carece de objeto: no puede ser si-
que actuar de tal manera que la regla de la actuación sea toma- no una pura forma universal que se impone por su enunciación
da como la regla para todos. En este sentido, Kant no se ocupa misma.
de determinar el bien y el mal; busca las bases de la moralidad, En consecuencia, la moralidad de la acción sólo depende de
no su contenido. Esto lo conduce a formular un conjunto de · la voluntad que afirma su autonomía legislando por sí misma
postulados a priori que operan com<? categorías y así es como según el principio formal de la universalidad a priori de la Ley.
llega a un principio único: el imperativo categórico, base ante- Por esto sólo es moral la acción hecha por deber, es decir, única-
rior a toda experiencia sensible para toda acción moral, premi- mente en relación con el imperativo categórico. Para ser verda-
sa metafísica destinada a proporcionar un marco formal para el deramente moral, la acción no debe ser activada por ninguna
razonamiento ético, la razón práctica, no algún contenido moral otra cosa que por la ley moral. Para actuar moralmente es nece-
específico. sario que el sujeto rechace todo pathos: "La apatía es una con-
Con base en tales principios que pretenden la formulación dición indispensable de la virtud".
de una regla moral univeral que trascienda la simple búsqueda El planteamiento ético de Kant se funda de este modo en la
del bienestar en tanto éste obedece a características particulares identificación del sujeto con la Ley universal que rechaza todo

130 131
móvil patológico. Exige por lo tanto la apatía porque lo senti- tormento que ejerce su actividad "sádica'' sobre la víctima.
mental no puede esclarecernos sobre la conducta a seguir: no ¿Por qué se puede afirmar que el verdugo sadiano, el tortu-
hay ninguna relación entre el pathos y el deber. Por medio del rador, encarna ese objeto que falta en la ética kantiana? Porque
rechazo de todo sentimiento, el sujeto escapa a toda lógica del su función no tiene un carácter "patológico", no tiene pues nin-
interés sensible y puede identificarse con la Ley que se impone guna relación con la obtención de algún placer, sea el de su víc-
incondicionalmente, sosteniéndose por sí misma. tima o el suyo; su actividad se inscribe más bien en una dimen-
Por otra parte, identificándose con la Ley, el sujeto puede sión "ética'', pues más allá de cualquier móvil "patológico" no
afirmarse como legislador de ella, a la vez que se le somete. La hace más que cumplir con un deber.
apatía subjetiva equivale a lo incondicional de la Lex en tanto En efecto, el verdugo sadiano trabaja siempre para el goce,
que pura, desprendida, generadora de un despojo de todo inte- no el suyo sino el goce del Otro. Para esto se hace puro instru-
rés por sí mismo y por el semejante. La ley moral es ley del de- mento de la voluntad de este Otro. De ahí que la escena sádica
seo, pero no del deseo entendido como movimiento que con- incluya -al lado del verdugo y la víctima- a un tercero: el Otro
duce al sujeto a los objetos patológicos sino de un deseo puro, para quien el sádico ejerce su actividad, Otro cuya forma pura
desprovisto de todo objeto que pueda causarlo. es la voz de una ley, un imperativo categórico, que se dirige al
Se afirma por esto que la ética kantiana es una ética sin ob- sujeto con la exigencia ineludible: "¡haz tu deber!''. El verdugo
jeto, que Kant desecha todo bien, todo objeto patológico. La toma así el lugar de objeto mientras que la víctima no es un ob-
innovación que Lacan va a introducir consistirá en señalar que jeto de manipulación sino el sujeto "histerizado", dividido ante
este objeto imposible tiene de todos modos cierta "existencia'', el objeto fascinante -encarnación de la Ley que ordena lo im-
puede ser delimitado en una experiencia específica que es la de posible- que lo subyuga.
la constitución del sujeto en el orden simbólico. Se trata de lo La ética kantiana, leída desde la obra de Sade, aparece de es-
que él denomina el objeto a, causa del deseo, objeto que no tie- te modo en la historia como la primera formulación de lo que
ne nada de "patológico": no se reduce a un objeto de la necesi- Freud llamará el "más allá del principio de placer". El imperativo
dad o la demanda, se ubica "más allá" de lo que puede procu- categórico, como Freud mismo lo reconoceráª, no es otra cosa
rar placer o bienestar en tanto que indica la parte de él mismo que la Ley en su dimensión superyoica, totalmente indiferente al
que el sujeto debe sacrificar como precio por su ingreso en el or- bienestar del sujeto, al principio de placer. Ley que, desde el pun-
den simbólico. to de vista del principio de placer y su modificación "adaptativa'',
Quiere decir que cuando Kant habla de ética sin objeto, hay el principio de realidad, es absolutamente no-económica, a la vez
en realidad un objeto en juego que allí se sustrae, y es un objeto que no-economizable, insensata. La ley moral, el imperativo ca-
que puede encontrarse en la obra de su contemporáneo Sade. Es tegórico, es un mandato feroz que no admite excusas que puedan
por esto que para Lacan la escritura de Sade debe considerarse justificar su incumplimiento -"puedes porque debes", como se
como la verdad de la filosofía de Kant. Sade es así el instrumen- ha mencionado, es su lógica- y que posee por esto la característi-
to que permite revelar lo sustraído en Kant, la verdad no dicha ca de una neutralidad maligna, de una indiferencia malvada.
de su filosofía: en Sade se puede descubrir que ese objeto que se
ubica más allá de lo patológico, cuya designación es escamotea- 8 Cf Sigmund Freud: "El problema económico del masoquismo", en Obras
da por Kant, no es otro que el ejecutor, el verdugo, el agente del completas, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, vol. XIX.

132 133
Desde una lectura que retoma la dimensión más radical del del goce del Otro, porque la lógica del mandato no establece
concepto freudiano de superyó, Lacan afirma que Kant esca- que el sujeto tenga que ser para el Otro algo así como un bien
motea el otro lado, la verdad, de la ley moral: su malignidad y que se deba preservar para servirse de él. Se está más bien más
su obscenidad, porque detrás del mandato de la ley hay un go- allá de todo criterio de utilidad: no se trata de que el sujeto
ce que apunta a la aniquilación del sujeto, un goce que queda pueda ser "usado" como un objeto de satisfacción sin límites;
disimulado bajo la fachada de aparente neutralidad con que se de lo que se trata es que la Ley lo conduce a hacer la experien-
presenta. cia de una falta en ser radical en la medida en que su formula-
Entonces al imperativo kantiano Lacan hace corresponder el ción lo confronta con un imposible de representar: el goce del
imperativo sadiano que ordena el goce, más allá del placer: a la O tro. Este goce supone para el sujeto una experiencia de des-
república sadiana sólo es posible acceder haciendo el esfuerzo de pojo: es despojado de sus vestiduras que cubren su ser de goce
renunciar a toda lógica de la propiedad y del comercio en mate- por quien toma el lugar de objeto de su fantasma, el verdugo
ria de deseo, a toda exigencia de reciprocidad. 9 Para Sade, el ejer- sadiano.
cicio del derecho al goce no debe ser limitado por el derecho de Por esto la apatía es esencial en el sistema sadiano donde el
disponer del propio cuerpo, ignora pues toda piedad y toda derecho al goce es la afirmación de un deber que excluye otra
compasión. Su condición es, al igual que en Kant, la apatía. motivación que la implicada en la propia enunciación del man-
Basándose en esta interpretación del texto sadiano como ex- dato. Es un sistema que posee todos los caracteres que Kant ad-
presión del "derecho al goce", Lacan formula de esta manera lo judica al imperativo categórico: rechazo de lo patológico, implí-
que denomina "imperativo sadiano", auténtico contrapunto del cito en el imperativo ¡goza!, y la enunciación de la Ley en su for-
imperativo categórico kantiano: "Tengo el derecho a gozar de ma pura.
tu cuerpo, puede decirme quienquiera, y este derecho lo ejerce- Sade es la verdad de la pureza kantiana porque el derecho al
ré, sin que ningún límite me detenga en el capricho de las exac- goce del cuerpo del Otro no se sostiene sino en su enunciación
ciones que me venga en gana saciar en él". '0 Al "tengo el dere- misma, incondicional. En su sistema el goce no tiene otra razón
cho" expresado en primera persona se le agrega inmediatamen- que él mismo y procede de la voluntad del Otro. El sujeto en-
te "puede decirme quienquiera'', con lo que se advierte que se cargado de la ejecución de ese imperativo no es más que el
hace referencia a una enunciación a la que estoy sometido, una agente-instrumento de la Ley cuya realización supone la apatía,
palabra que viene del Otro y que, en el contexto del mandato, la eliminación de toda consideración "sentimental".
indica que el goce viene del exterior. Sade revela así aquello que Kant escamotea: el otro lado de
No hay por lo tanto en Sade ninguna clase de apología de la "neutralidad" de la ley moral, su maldad y obscenidad, su in-
la "libertad absoluta" del sujeto para hacer lo que quiera sino, diferencia por el sujeto, el goce que oculta su aparente pureza.
por el contrario, el señalamiento de una absoluta sumisión al Sade enuncia la verdad del pensamiento moral de Kant: la
Otro, como en el imperativo categórico de Kant. Pero Sade crueldad esencial del Otro a quien es referida la Ley, la ley mo-
muestra lo que está disimulado en Kant: la presencia en la Ley ral que exige el rebasamiento del placer y la comodidad del su-
jeto, Ley que sólo puede hacerse efectiva a través de la violencia
' Cf D.A.F. Sade: La filosofta en el tocador, Akal, Madrid, 1980. ejercida sobre él, para mayor goce del Otro, y, en consecuencia',
"'Jacques Lacan: Op. cit., pág. 768 (Op. cit., pág. 747). del sujeto mismo.

134 135
Kafka o la imposibilidad de entrar en la ley ble. Insoportable en tanto no simbolizable, inerte, angustiosa.
Por esto no puede decirse que en el universo kafkiano Dios es-
La obra de Kafka presenta una extraordinaria puesta en ac- té ausente. Más bien está demasiado presente y esta presencia,
to de la dimensión obscena, feroz, "loca'', de la Ley-encarnada porque es excesiva, no puede tomar más que esa forma terrorí-
en sus textos por la burocracia- que ordena el goce. Las pala- fica, feroz, la forma de fenómenos obscenos, repugnantes.
bras que el abate dirige a Joseph en el capítulo IX de El proceso Al respecto, Milan Kundera comenta que no hay ninguna
son ilustrativas en ese sentido: "Pertenezco, pues, a la justicia razón para ver en las grandes administraciones kafkianas un
[... ]. Siendo así, ¿qué podría querer yo de ti? La justicia no símbolo de Dios, pero inmediatamente agrega: "si no son sím-
12
quiere nada de ti . Te acoge cuando vienes y te deja cuando te bolos divinos, lo cierto es que se parecen a la imagen de Dios".
vas". 11 Bajo la máscara de esta presunta "indiferencia'' de la jus- En coincidencia con esta afirmación se puede decir que esas ad-
ticia no puede dejar de reconocerse un llamado al goce: ¿cómo ministraciones no son, en efecto, símbolos de Dios, son Dios
entender esta afirmación de que "la justicia no quiere nada de mismo, absolutamente presente. El universo de Kafka es un
ti" sino como un mandato de goce, de que el sujeto sea final- mundo en donde Dios -que debe mantenerse a cierta distan-
mente esa nada que se quiere de él? cia- se ha aproximado demasiado. Por esto es un universo de
Una de las interpretaciones más difundidas de Kafka pone el angustia, porque la angustia señala la excesiva cercanía de eso
acento en la existencia de una instancia inaccesible como el Tri- real no simbolizable de la Cosa.
bunal o el Castillo, instancia ausente, transcendente, que vendría De aquí surge una especie de "lección teológica'' de Kafka:
a señalar una falta, la ausencia como tal. Desde esta perspectiva, Dios, por un lado, y el diablo, por otro, o Dios en tanto Bien
Kafka sería el escritor de la ausencia, del vacío, el escritor que pre- Supremo y el Otro Dios -el Dios loco, obsceno, el Ser-supremo-
senta la estructura del poder como una maquinaria burocrática en-maldad-, los dos son exactamente la misma cosa, la Cosa. La
en cuyo centro no hay sino un vacío. La burocracia sería así una diferencia radica en el hecho de que, en el segundo caso, nos
máquina loca que marcha por sí sola, sin objetos-cuerpos. acercamos demasiado a ÉL En palabras de Kundera: "Cuando
Sin embargo, y a contrapelo de esas lecturas, hay que seña- un poder se hace omnipotente, omnipresente, se acerca siempre
lar que esa ausencia, ese lugar vacío es, en realidad, un lugar a la imagen de Dios, se diviniza, y el hombre, frente a este po-
desde siempre ocupado. Quien lo ocupa, precisamente por to- der, tiene una actitud casi religiosa que puede ser descrita por la
mar ese lugar que está destinado a permanecer vacío, toma las terminología teológica''. 13 Kafka nos muestra así que la catástro-
características de una presencia siniestra, repulsiva, obscena. Por fe suprema no es la ausencia de Dios sino la proximidad excesi-
ejemplo, el Tribunal, en El proceso, no está de ningún modo au- va. Porque esta proximidad es proximidad de la Cosa, de lo real
sente; está muy presente bajo la forma de jueces obscenos que traumático imposible de simbolizar cuya irrupción en el mundo
hojean libros pornográficos durante procesos nocturnos. En El constituye una amenaza de aniquilación.
castillo, por su parte, también se hace presente en la persona de Este problema de la proximidad de la Cosa se plantea de
funcionarios subalternos, lascivos y corruptos. manera muy aguda en un breve apólogo de Kafka: Ante la ley
Kafka como escritor trae a la luz una presencia insoporta-
12 Milan Kundera: "Prólogo'', en Franz Kafka: Op. cit., pág. 14.
11
Franz Kafka: El proceso, Ed. Porrúa, México, 1990, pág. 191. 1
' fbíd.

136 137
Escrito como relato independiente en 1914, fue incluido des- de mi prohibición. Pero recuerda que soy poderoso. Y sólo soy
pués en El proceso, donde forma parte del capítulo IX: "En la el último de los guardianes. Entre salón y salón también hay
Catedral". Se trata de un texto que, como allí mismo se afirma, guardianes, cada uno más poderoso que el otro. Ya el tercer
plantea una dificultad insalvable a los intérpretes que pretenden guardián es tan terrible que no puedo mirarlo siquiera.
encontrarle un sentido. Esta dificultad es señalada por el cape- El campesino no había previsto estas dificultades; la Ley de-
llán, que lo caracteriza como un "escrito inmutable", en rela- bería ser siempre accesible para todos, piensa, pero al fijarse en
ción al cual, "las glosas no son a menudo más que la expresión el guardián, con su abrigo de pieles, su nariz grande y aguileña,
de la desesperanza que experimentan los glosadores" . 14 Desespe- su barba larga de tártaro, rala y negra, decide que le conviene
ranza, podría decirse, causada porque lo medular que allí está más esperar. El guardián le da un escabel y le permite sentarse
en juego se escapa a todo intento de aprehensión simbólica. a un costado de la puerta. Allí espera días y años. Intenta infi-
La originalidad del relato consiste en que enfrenta al lector nitas veces entrar y fatiga al guardián con sus súplicas. Con fre-
con lo real traumático de la Ley, resistente a toda interpretación cuencia el guardián conversa brevemente con él, le hace pre-
o prett::nsión de explicación. Por esto es esencial para la refle- guntas sobre su país y sobre muchas otras cosas; pero son pre-
xión en torno al problema de la entrada en la Ley. Esta cuestión guntas indiferentes, como las de los grandes señores y, final -
puede aparecer como lo "natural", de hecho los sujetos somos mente, siempre le repite que todavía no puede dejarlo entrar. El
sujetos por y en la Ley; sin embargo, las características propias hombre, que se ha provisto de muchas cosas para el viaje, sacri-
de esta última determinan que los sujetos enfrenten una dificul- fica todo, por valioso que sea, para sobornar al guardián. Este
tad insalvable para cumplir con sus exigencias. Esta dificultad acepta todo, en efecto, pero le dice:
resulta de lo siguiente: ante la Ley el sujeto no puede dejar de -Lo acepto para que no creas que has omitido ningún es-
preguntarse lo que ella quiere de él, es decir, preguntarse por la fuerzo.
verdad de ella. Y como esta verdad es lo que la Ley no puede Durante esos largos años, el hombre observa casi continua-
decir, el sujeto queda allí sin respuesta' ante la pregunta acerca mente al guardián: se olvida de los otros y le parece que éste es
de aquello que él es para ella. el único obstáculo que lo separa de la Ley. Maldice su mala
Esto es lo que dice el apólogo: ''Ante la Ley hay un guardián. suerte, durante los primeros años audazmente y en voz alta; más
Un campesino se presenta frente a ese guardián y solicita que le tarde, a medida que envejece, sólo murura para sí. Retorna a la
permita entrar en la Ley. Pero el guardián contesta que por aho- infancia, y como en su cuidados y larga contemplación del
ra no puede dejarlo entrar. El hombre reflexiona y pregunta si guardián ha llegado a conocer hasta las pulgas de su cuello de
más tarde lo dejarán entrar. piel, también suplica a las pulgas que lo ayuden y convenzan al
-Tal vez -dice el centinela- pero no ahora. guardián. Finalmente, su vista se debilita, y ya no sabe si real-
La puerta que da a la Ley está abierta, como de costumbre; mente hay menos luz, o si sólo lo engañan sus ojos. Pero en me-
cuando el guardián se hace a un lado, el hombre se indina pa- dio de la oscuridad distingue un resplandor, que surge inextin-
ra espiar. El guardián lo ve, se sonríe y le dice: guible de la puerta de la Ley. Ya le queda poco tiempo de vida.
-Si tu deseo es tan grande haz la prueba de entrar a pesar Antes de morir, todas las experiencias de esos largos años se
confunden en su mente en una sola pregunta, que hasta ahora
" !bíd., pág. 188. no ha formulado. Hace señas al guardián para que se acerque,

138 139
ya que el rigor de la muerte comienza a endurecer su cuerpo. El cias- por las advertencias que recibe del guardián sino porque si
guardián se ve obligado a agacharse mucho para hablar con él, llegara a hacerlo descubriría finalmente el "secreto" aterrorizan-
porque la disparidad de estaturas entre ambos ha aumentado te que la Ley guarda: en su corazón mismo se halla das Ding, la
bastante con el tiempo, para desmedro del campesino. Cosa, el goce aniquilante que debe mantenerse a distancia.
-¿Qué quieres saber ahora? -pregunta el guardián-. Eres Este lugar atrae al sujeto que quiere saber acerca del secreto de
insaciable. la ley, pero también despierta terror. El campesino quiere entrar,
-Todos se esfuerzan por entrar en la Ley -dice el hom- el guardián simplemente lanza una advertencia, y esto basta para
bre-; ¿cómo es posible entonces que durante tantos años nadie que aquél sólo permanezca "en la puerta'' de la Ley. ¿No represen-
más que yo pretendiera entrar? ta la amenaza del guardián la paradójica prohibición kantiana de
El guardián comprende que el hombre está por morir, y pa- investigar sobre el origen de la ley, el imperativo de obedecer a ella
ra que sus desfallecientes sentidos perciban sus palabras, le dice sin cuestionar su fundamento porque éste es en última instancia
junto al oído con voz atronadora: imposible de representar en el orden significante?
-Nadie podía pretenderlo porque esta entrada era sola- Así, el apólogo de Kafka viene a recordarnos que el goce es-
mente para ti. Ahora voy a cerrarla''. 15 tá en el núcleo mismo de la Ley, que ella está infiltrada por él,.
Como se ha mencionado, los comentarios que este apólogo por ese mismo goce que tiene por función prohibir. Por ello el
ha suscitado tanto en el campo literario como jurídico son múl- campesino del relato debe renunciar a penetrar hasta el corazón
tiples. Hay que deci~ ante todo que, lo que allí está expuesto de la Ley, tiene que realizar ese sacrificio del goce en nombre de
abiertamente, es el atolladero que caracteriza a la relación del la "sensatez". Pero el goce al que renuncia reaparece bajo la for-
sujeto con la Ley. El drama del campesino consiste esencial- ma de la espera infinita en que se instala para recibir la autoriza-
mente en esto: entrar en la Ley parece absolutamente"natural". ción como goce de la posposición indefinida del acto. Es preci-
¿Por qué entonces ese impedimento que en el relato encarna en samente en esta dimensión del goce donde el sujeto queda cap-
la presencia del guardián? Evidentemente por algo que esa figu- turado por la Ley, como las palabras finales del guardián lo van
ra terrible y sus palabras evocan: la existencia de una imposibi- a revelar: "Esta puerta estaba destinada sólo a ti". En otros tér-
lidad inherente a la Ley, que es la de acceder hasta su núcleo minos, al presentarle la Ley su punto de falta al sujeto -no hay
mismo, hasta la "última" de sus puertas para allí descubrir su verdad última de la Ley, no es posible decir lo verdadero sobre
verdad. Esto es imposible porque, por su propia existencia, la lo verdadero- lo atrapa allí, lo condena a ocupar el lugar de
Ley abre la dimensión de un más allá de ella, el enigma de su quien sólo puede mirar dentro de la Ley para no hallar nada,
fundamento "ilegal" que necesariamente se sustrae. cuando en realidad es desde siempre quien es mirado por ella
La pregunta que se le plantea al campesino se refiere especí- desde allí donde no puede saber qué es él en esa mirada.
ficamente a lo que hay más allá de esa serie infinita de puertas La Ley contiene entonces el goce, en los dos sentidos del
de la Ley: ¿cuál es la verdad de la Ley? Si el campesino no toma verbo: lo contiene porque lo limita de alguna manera pero tam-
la decisión de entrar no es -como lo hacen pensar las aparien- bién porque lo aloja, es el receptáculo de él. De este modo, en-
tre las "dos caras" de la Ley no hay oposición sino continuidad.
15
Franz Kafka: "Ante la ley" (1914), en Obras completas, Edicomunicación, Por esto cuando el sujeto tiene que "vérselas" ante ella se en-
Barcelona, 1988, tomo IV, pág. 1131. cuentra ante el problema de cómo sustraerse de este goce del

140 141
Otro que lo ha atrapado al hacerse siervo de la Ley. presentan como aparentemente antagónicos, pero que en reali-
Nada más revelador de esto último que el pasaje del capítu- dad se encuentran en perfecta continuidad.
lo III de El proceso en el que se describe el primer interrogato- Así es como la Corte tiene sus locales en medio de la total
rio. Al igual que el campesino del relato, Joseph K. se encuen- promiscuidad de los suburbios, de tal manera que a medida que
tra aquí ante la Ley, en la sala de audiencia donde, del mismo se avanza descendiendo por los "bajos fondos" de la ciudad es
modo que en el apólogo, alguien cuida la puerta. En este caso posible encontrarse de pronto, sin solución de continuidad, "del
no se trata de un temible guardián sino de una lavandera que le otro lado", en medio de la "rnagnificiencia" de la ley. El punto
hace saber -desde el primer momento- que esa puerta sólo es- de pasaje entre los dos dominios es la puerta, cuidada como se
tá destinada a él: "Es menester que cierre la puerta después que ha señalado por una lavandera que es presentada como una mu-
usted pase, nadie más tiene derecho a entrar". 16 jer corriente pero dotada de una sensualidad provocadora. Esto
Como se advierte, estas palabras son una ligera variante de abre un interrogante: ¿por qué precisamente una mujer es la que
las últimas que pronuncia el guardián. Sin embargo, hay ciertas tiene esta función? Interrogante vinculado estrechamente al lu-
diferencias entre los dos relatos, a partir de las cuales se pueden gar que la mujer toma en el pasaje: el de la presencia del goce
establecer una serie de oposiciones que los distinguen: en el que "contamina" la presunta "pulcritud" de la Corte.
apólogo el campesino se encuentra ante la puerta de la Ley, del Algunos críticos han afirmado que Kafka podría haber sido
Palacio de Justicia. Aquí el protagonista está en un conjunto de influido aquí por una concepción misógina, particularmente la
viviendas obreras y se verá luego en medio de una muchedum- de la mujer corno "tipo psicológico" difundida a comienzos del
bre sucia, obscena. siglo XX por Otto Weininger. 17 Éste plantea la existencia de una
En el apólogo el guardián aparece como un funcionario del especie de "sustancia femenina'' que podría definirse como un
aparato de justicia, aquí quien custodia es una mujer cuya acti- goce sucio, en abierta transgresión a la ley. Con su caracteriza-
vidad es lavar ropa de niños. ción de la mujer, Kafka parece aceptar este "tipo psicológico",
En el apólogo el custodio es un hombre, aquí es una mujer. pero a diferencia de Weininger, no lo presenta corno una "trans-
En el apólogo el guardián impide al campesino entrar. Aquí la gresión" de la Ley sino que más bien lo ubica como parte indi-
lavandera empuja a K. adentro, aun contra la voluntad de éste. soluble de ella, corno su núcleo "real". La presencia de la mujer
Ahora bien, no obstante estas diferencias, hay un ·elemento con esas características viene a señalar que la Ley no puede con-
común en los dos textos: la presencia de algo que tiene la fun- cebirse como una universalidad neutra, pura, sino como una es-
ción de borde, de umbral que separa lo que corresponde a la vi- pecie de "collage" heterogéneo, inconsistente, impregnado de
da cotidiana con el lugar sagrado de la Ley. Este borde es infran- goce en tanto incluye en su seno una vitalidad "obscena''.
queable en el apólogo, pero fácilmente atravesable en la novela. Kafka muestra así la continuidad que existe entre esta supues-
Borde que puede considerarse un rasgo fundamental en el uni- ta "sustancia femenina'' y la Ley. Particularmente porque la mujer
verso kafkiano en la medida en que es un mundo que se estruc- de referencia, contrariamente al guardián del apólogo, es portado-
tura a partir de la posibilidad de franquear la frontera que sepa- ra de un saber, un saber que está allí presente desde el comienzo:
ra el dominio vital del dominio jurídico, dos dominios que se ella no torna en cuenta el subterfugio ingenuo de K., el pretexto

"· Franz Kafka: El proceso, Ed. Porrúa, Méxi co, 1990, pág. 74. 17
Cf Otro Weininger: Sexo y carácter, Ed. Península, Barcelona, 1985.

142 143
de que busca al carpintero Lanz y le hace saber que se le espera des- mo un valor puramente negativo de la Ley: tiene una dimen-
de hace tiempo. Este saber implica un lazo entre la lavandera y la sión eminentemente positiva en tanto indica el goce de la ley,
Corte, lazo que se va a acentuar aún más por el incidente que se goce que surge abiertamente cuando en la argumentación de K.
produce poco después, cuando K. argumenta apasionadamente es interrumpida la escena inequívocamente sexual, absoluta-
ante los jueces y en ese momento es interrumpido por una intru- mente "fuera de lugar" en un recinto como ése, que enceguece
sión obscena: "K. fue interrumpido en ese momento por un grito a K. porque se presenta con una sobreiluminación deslumbran-
agudo procedente del fondo de la sala; llevó su mano hacia los te. De hecho, no se trata de un acontecimiento que simplemen-
ojos, a modo de visera, para ver con más facilidad, ya que la débil te se pueda definir como ajeno al contexto, es más bien el mo-
luz del día daba un tono blanquecino a los vapores de la sala y ce- mento de la tyché, es decir, de la irrupción de lo real traumáti-
gaba cuando se quería distinguir algo. El grito salió del lado de la co de la Cosa que es el núcleo mismo de la situación.
lavandera, a la cual K había ya identificado como un grave elemen- El error de apreciación que comete K. es desconocer la es-
to de perturbación. ¿Sería ella la culpable en esta ocasión? Resulta- trecha solidaridad que existe entre esta perturbación y la Corte.
ba difícil darse cuenta. K. vio únicamente que un hombre la ha- Él piensa que todos quieren que se desaloje a la pareja "impú-
bía llevado a un rincón cerca de la puerta y la oprimía contra su dica" de la sala. Pero desde el momento en que trata de resta-
cuerpo. Pero quien daba aquellas grandes voces no era ella, sino el blecer el orden, el público, exaltado por esa perturbación, cie-
hombre; tenía la boca muy abierta y estaba mirando al techo" . 18 rra filas y no lo deja pasar. En ese momento el juego está termi-
Esta interrupción no es un simple accidente, una "anormali- nado. Extraviado, K. pierde el hilo de su argumentación y lle-
dad" en el contexto de una secuencia lógica "normal". Constituye no de furor, impotente, no puede más que dejar la sala.
más bien el paradigma del carácter sin ley de la Corte; carácter sin El equívoco del que K. no puede escapar resulta de su afán por
ley no en el sentido jurídico sino lógico-formal pues sucede como dirigirse al Otro de la Ley como si fuera una entidad homogénea,
si la conexión "normal" de causas y efectos estuviera siempre pues- receptiva a una argumentación consistente. Pero la respuesta de la
ta en entredicho y cada tentativa de establecer por medio del razo- Ley a su actitud metódica es una sonrisa obscena, mezclada con
namiento lógico el modo de funcionamiento de la Corte está con- toda una serie de inconsistencias. K. espera de la Corte actos, en el
sagrado al fracaso. Ejemplo de esto es el momento en que la sala sentido de decisiones legalmente fundadas. La Corte le responde
estalla en carcajadas después de una respuesta de K. completamen- con el acto, es decir, el acto sexual, la copulación pública. Lo que
te "normal": ha dicho que no es pintor de brocha gorda sino apo- aquí está en juego es otra vez el umbral de franqueamiento entre
derado de un banco. Por otra parte, todas las oposiciones percibi- el dominio vital y el jurídico: hay un pasaje automático de uno a
das por K. -sobre las que él funda su estrategia- como la de la có- otro de tal manera que el goce que la Ley tiene por función eva-
lera del juez frente a las risas en la sala, o la que advierte entre la cuar retorna de tal manera que hay plena continuidad entre el
mitad derecha del público -petulante- y la mitad izquierda -seve- Otro de la ley y la Cosa como "sustancia" gozante. Este retorno es
ra- se revelan falsas. Todo hace ver que la Ley es inconsistente. lo que la teoría psicoanalítica denomina superyó, ese mandato in-
Ahora bien, esta inconsistencia no debe ser interpretada co- sensato, irracional, ciego, que ordena el goce.
El universo que Kafka presenta es, en este sentido, super-
" Franz Kafka: El proceso, Ed. Porrúa, México, 1990, pág. 80 (las cursivas yoico. Es un universo en el que el Otro, como Otro de la ley
son mías). simbólica, ya no es un lugar vacío de goce, ha dejado de ser la

144 145
pura letra muerta de la ley paterna que se impone como un ra- hibido pero a la vez dicho "entre" significante y significante: "no
zonamiento puramente lógico, completamente insensible a to- puede decirse sino entre líneas para quienquiera que sea sujeto
da vitalidad gozan te y ha virado a un mundo donde -como con- de la Ley" .21 En consecuencia, la Ley carece de garantías: no pue-
secuencia del carácter inconsistente del orden simbólico- la Ley de evitar esa infiltración en ella del goce que trata de regular.
se ha mudado en superyó, es decir, en la modalidad de un man- Es preciso recordar que el goce no se confunde con el pla-
dato que viene de lo real, el del imperativo ¡goza!, considerado cer, el disfrute o el bienestar. Para Lacan se define ante todo co-
como posible de ser cumplido. mo la respuesta a la pregunta por el ser del sujeto: "¿Qué soy Yo
Este viraje se presenta como una experiencia inquietante: la [Je]? Soy en el lugar desde donde se vocifera que «el universo es
lectura lleva de pronto a descubrir que lo que no podía concebir- un defecto en la pureza del No-Sen»'. 22 El No-Ser, la pureza que
se sino como letra muerta es algo enteramente viviente, respira, el significante pretende instaurar, no puede dejar de contener
palpita. Kafka muestra así la paradoja inherente a la Ley misma: una "impureza". Impureza indispensable porque ese lugar del
contiene un hueco en su núcleo, es decir, está incompleta; pero a ser "se llama el Goce, y es aquello cuya falta haría vano el uni-
la vez nada le falta. Nada le falta porque la negatividad del hueco verso".23
abierto por la ambigüedad del lenguaje se positiviza en goce. El universo no tiene otra razón de ser y continuar siendo
En esta perspectiva, la literatura kafkiana nos confronta con que el goce. Este sostiene el "soy" en la medida en que no pue-
la vitalidad gozosa que infiltra inevitablemente el universo de la de ser enteramente simbolizado por el significante. Así, el goce
ley, vitalidad desbordante, paradójicamente mortífera, que La- posibilita que haya ser y que éste subsista. Podría decirse que es
can describe como "puro instinto de vida, de vida inmortal, de la respuesta a la pregunta ancestral: ¿por qué hay ser y no más
vida irrefrenable, de vida que no tiene ninguna necesidad, ella, bien nada?
de ningún órgano, de vida simplificada e irreductible". 19 El universo, lo que existe, es entonces lo que dice no al No-
Ser. Y el lugar desde donde esto se vocifera -el goce- es lo que
lo hace consistir, pues sería vano sin él. El goce es, ante todo,
La ley entre culpa y goce ese lugar, el lugar del ser, el lugar donde un objeto, la voz, cons-
tituye una impureza que impide que el efecto de vaciamiento
Hay en Kafka una revelación inquietante: la Ley está im- total a ser cumplido por el significante se logre. Pero en tanto
pregnada de goce, este es su "secreto". La formulación de Lacan este lugar del ser es el lugar vacío de la estructura, el goce es el
es, en este sentido, convergente con tal revelación: "el goce está lugar del sujeto, lugar de la enunciación inconciente que reba-
interdicto a quien habla como tal". 20 Interdicto, es decir, está pro- sa todo enunciado, el sitio del deseo del Otro, de la falta en la
estructura simbólica, lo que se escribe S(J(.).
En la medida en que el Otro como organización simbólica
,., Jacques Lacan: Le Séminaire, Livre XI: Les quatre concepts fondamentaux de
la psychanafyse, Ed. du Seuil, París, 1973, pág. 180.
no puede ser sino una pura negatividad, el goce es eso que la
'º Jacques Lacan: "Subversion du sujer et dialectique du désir dans l'incons-
cient freudi en", en Écrits, Ed. du Seuil, París, 1966, pág. 821 ("Subversión del su- 21
Jbíd.
jero y dia léctica del deseo en el inconciente freudiano", en Escritos 2, Siglo Vei n-
" Jbíd., pág. 8 19 (lbíd., pág. 799).
riuno editores, México, 1993, pág. 801) .
2J !bid. (lbíd., pág. 800).

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positiviza, de tal modo que cada vez que un significante se pro- personas piadosas: todos somos pecadores". 26
nuncia y hace de límite al goce, el sujeto se localizará de algún Esta condición de pecador inherente al sujeto permite que
modo como goce en la falta que ese significante abre: "aun si la la Ley pueda apresarlo: es por saberse culpable, irremediable-
ley ordenase: Goza, el sujeto sólo podría contestar con un: Oi- mente pecador, que el sujeto se somete a la Ley y ésta puede
go, donde el goce ya no estaría sino sobreentendido". 24 Desde el cumplir así su función interdictora: prohibidora a la vez que in-
momento en que "oigo" (jouiS], es decir, que soy interpelado citadora del goce. Es también esta condición de culpable pro-
por el significante, no puedo dejar de escuchar el mandato "go- pia del sujeto la que le otorga al superyó todo su poderío: co-
za" (jouis], de ser localizado en el vacío de la cadena significan- mo éste es el saber de la culpa, de esta culpa de goce que carga
te como goce. el sujeto, su acción se asemejará a la del extorsionador insacia-
El goce ocupa así el lugar del vacío en la estructura, de ble que en la medida en que más se le paga más exige, en una
aquello por lo cual el Otro -por esto mismo- no puede respon- escalada imposible de detener. Es la razón por la cual cuanto
der. El Otro carece del significante para designar ese goce que más se somete el sujeto al imperativo superyoico, mayor es la
es sólo la positivización "real" de su falta. Es por esto que ten- presión de éste y más culpable se sabe. Más culpable porque sa-
drá que quedar a cargo del sujeto: "¿Está pues a mi cargo? -Sin be ante todo que es básicamente culpable. Así, el superyó como
duda que sí. Ese goce cuya falta hace inconsistente al Otro, ¿es reverso de goce de la ley simbólica es el soporte del funciona-
pues el mío? La experiencia prueba que ordinariamente me es- miento de esta última.
tá prohibido [ ... ] por la culpa del Otro si existiese; como el Es de este modo como aquello que es un defecto propio de
Otro no existe, no me queda más remedio que tomar la _culpa la estructura será cargado a la cuenta del sujeto: la falta del
sobre Yo (Je)". 25 Otro, lugar del goce como lo indecible de él, es fundante de
El Otro no existe, es decir, no hay Otro del Otro, Otro que una falta en el sujeto. El deseo, falta en el sentido de carencia,
responda por eso que a él le falta. No hay por lo tanto a quien es simultáneamente falta en el sentido de infracción, pecado,
culpar por la falta -en los dos sentidos de este término- de go- culpa. El superyó y el sentimiento inconciente de culpa son el
ce. Toda la culpa por esta falta tendrá que recaer entonces so- efecto de una falta de significante en el Otro, que se inscribe en
bre el sujeto. Esta es la culpa/falta que puede llamarse "pecado el sujeto como deseo, pero también como pecado.
original", ese lugar vacío desde donde se vocifera que el No-Ser Es en tanto la falta del Otro toma su lugar en el sujeto co-
es impuro. El sentimiento inconciente de culpa, goce de la culpa mo falta en el sentido moral, pecado, que la Ley puede operar.
que sostiene al superyó, es el efecto específico de esta estructu- En la condición de pecador, originariamente pecador, del suje-
ra agujereada del Otro, el efecto de la inscripción de la falta del to, la Ley tiene el sitio donde puede anclar. Es por la culpa lla-
Otro -falta en el sentido de carencia- como falta del sujeto en- mada pecado original que la Ley puede operar: "la Ley se fun-
tendida en el sentido moral. Así es como la condición del su- da en esa interdicción (del goce)". 27 La afirmación es contun-
jeto es la de pecador, originariamente -constitutivamente- pe- dente: más que imponer la interdicción, la Ley se funda en ella,
cador: "El psicoanálisis corrobora [... ] lo que suelen decir las
"'Sigmund Freud: "Tótem y tabú", en Obras completas, Amorrortu editores,
" Ibíd., pág. 821 (Ibíd., pág. 801). Buenos Aires, 1978, vol. XIII, pág. 76.
2
s Jbíd., pág. 819 (Ibíd.). 27
Jacques Lacan: Op. cit., pág. 821 (Op. cit., pág. 801).

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en ese goce que se dice entrelíneas debido a la falta del Otro. Por "la ley y el deseo reprimido son una sola y la misma cosa''. 30
esto la clave, el "secreto" de la Ley, es el goce. La Ley en su ambigua función de interdicción solamente
¿Cómo concebir entonces la relación entre Ley y deseo? ¿Es puede operar a causa de la falla de la estructura, es decir, del de-
simplemente por la existencia de la Ley que hay deseo? La res- seo del Otro. Pero esta falla en la estructura, la falta del Otro, es
puesta, a juzgar por lo que dice Lacan, es negativa: " [ ... ] el de- también la causa del mandato superyoico, el mandato de dar
seo se presenta como autónomo con relación a esa mediación cuerpo -dar el cuerpo- para colmar el hueco de esa falta. La
de la Ley, por la razón de que es por el deseo que ella se origina". 28 consecuencia inevitable será que allí donde está el deseo, la som-
Si el deseo es autónomo con relación a la mediación de la Ley, bra del mandato obsceno y feroz del superyó no deja de acechar.
esto significa que no depende directamente de la metáfora pa- Este último -como saber de la culpa del goce- acusa per-
terna que introduce la Ley en el Edipo. Por el contrario, la po- manentemente al sujeto sin que éste pueda saber de qué, en la
sibilidad de instauración de esta metáfora depende, lógicamen- medida en que su "pecado" tiene un carácter "real", imposible
te, de que la falta del Otro,/{, tome su lugar y se inscriba en la de inscribir en el orden simbólico. Así es como, en la obedien-
constitución del sujeto. Esto será posible por "el hecho de que cia o la transgresión, la Ley en su esencia superyoica se cumple
por una simetría singular, (el deseo del Otro) invierte lo incon- siempre. De ahí que, más allá del precepto jurídico que afirma
dicional de la demanda de amor, donde el sujeto permanece en que "la ignorancia de la Ley no justifica su incumplimiento",
la sujeci6n del Otro, para llevarlo a la potencia de la condición pueda decirse que es precisamente esa ignorancia de la Ley -la
absoluta (donde lo absoluto quiere decir también desasimien- del sujeto que ignora su verdad, pero también la de la Ley mis-
to ) ,, .29 ma que, en su dimensión superyoica, actúa ciegamente- la con-
En lo incondicional de la demanda, en tanto demanda de dición para su cumplimiento.
amor, hay sujeción total al Otro, el sujeto no puede poner nin- No es posible entonces confundir la Ley ·con una simple
gún límite a la demanda del Otro, ninguna condición; en esta "regla del juego": su carácter no es "neutral'', no se limita a pres-
situación se puede afirmar que está al servicio del goce del Otro. cribir y prohibir, a regular las satisfacciones y evitar los excesos
Pero el deseo, llamado condición absoluta, abre la posibilidad de en nombre del Bien; su verdad es violencia y transgresión, su
establecer una condición, por esto tiene una potencia: desasir al sentido es inaccesible para el sujeto, su finalidad es también la
sujeto de la demanda del Otro. No debe dejarse de lado, sin em- obtención del goce de manera completamente indiferente a
bargo, que el deseo es deseo del Otro, falta en la estructura: es cualquier clase de bienestar.
entonces porque existe esta falta que la metáfora paterna puede De este modo, lo que el apólogo de Kafka enseña es cierto:
operar. En el plano lógico el deseo inconciente como deseo del es imposible entrar en la Ley. Imposible porque la verdad está
Otro es anterior a la Ley y no consecuencia de ésta, de ahí que más allá de todo mque se puede articular simbólicamente. Pe-
ro a la vez y paradójicamente, es imposible no estar en ella des-
de siempre: como sucede en el apólogo, más se empeña el suje-
"lbíd., pág. 814 (lbíd., pág. 793). La traducción ha sido corregida en la par-
te que pongo en cursivas. En la edición francesa Lacan dice textualmenre: pour /.a
raison que c'est du désir qu'elle [/.a loi} s'origine. Se advierte claramente que lo que afir~ w Jacques Lacan: "Kant avec Sade", en Écrits, Ed. du Seuil, París, 1966, pág.
ma es que es por el deseo, en el sentido de deseo del Otro, que la ley se origina. 782 ("Kant con Sade", en Escritos 2, Siglo Veintiuno editores, México, 1994, pág.
"lbíd. (lbíd., pág. 794). 762).

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to en saber sobre ella y en mayor medida será atrapado allí. Así 8
puede entenderse que no sólo quien cumple con la Ley está so-
metido a ella; también quien la transgrede porque al quebran-
tar las disposiciones que aseguran el lazo social cumple cabal-
mente con el mandato de goce.
Crímenes y pecados:
El sentimiento inconciente de culpa, es decir, ese goce del ¿quién está exento de culpa?
Otro del que el sujeto tiene que hacerse cargo y por el cual es
siempre pecador, es así el punto en el cual la Ley en su dimen-
sión de superyó puede morder y re-morder al sujeto. Para apre-
ciar de qué manera, basta con citar las palabras del gran escri-
tor, que pueden decirlo con extraordinaria maestría y claridad:
"Todo hombre, respondió Dios, en tono de quien da una lec-
ción, sea quien fuere, esté donde esté, haga lo que haga, es un
pecador, el pecado es, por así decir, tan inseparable del hombre
H ay impmtant"' nm>n"' para incluir "ta película en
un ciclo de cine que aborda el tema de la violencia. Las reflexio-
nes que se realizarán a continuación intentarán exponerlas.
como el hombre se ha hecho inseparable del pecado, el hombre Crímenes y pecados es la primera película de Woody Allen en
es una moneda, le das la vuelta y ves el pecado. [... ] la única pa- la que se puede encontrar un verdadero equilibrio en la oscila-
labra que ningún hombre puede rechazar como cosa no suya es ción realista entre elementos cómicos y dramáticos. Anterior-
Arrepiéntete, porque todos los hombres cayeron en pecado, mente, este director había filmado sus célebres comedias, por
aunque sólo fuese una sola vez, tuvieron un mal pensamiento, un lado, y algunas películas llamadas "serias", por otro, como
infringieron una costumbre, cometieron un crimen mayor o Interiores (lnteriors, 1978) y Septiembre (September, 1987). Crí-
menor, despreciaron a quien los necesitaba, faltaron a sus debe- menes y pecados aparece como la primera película donde puede
res, ofendieron a la religión o a sus ministros, .renegaron de encontrarse una perfecta combinación de ambos géneros, don-
Dios, a esos hombres no tendrás que decirles más que Arrepen- de la trama puede pasar de manera magistral de las secuencias
tíos Arrepentíos Arrepentíos". 3 1i!n ligeras - con su típico (¿crítico?) humor- a lo melodramático-
alegórico en un estilo claramente bergmaniano.
Comedia y drama configuran un paralelismo en contrapun-
to, en una película que está hecha de contrapuntos. El princi-
pal se establece entre las dos historias que en apariencia son in-
dependientes. Una es la de Juddah Rosenthal, exitoso oftalmó-
logo y presunto filántropo y benefactor que lleva una doble vida
porque, además de tener una relación con una mujer-Dolores-
al margen de su matrimonio y familia, ha realizado también
unos manejos financieros un tanto turbios. La otra es la de
·" José Saramago: El Evangelio según Jesucristo, Ed. Alfaguara, México, 1998, Cliff, un realizador de documentales, muy bien intencionado
pág. 431 . por los tópicos que intenta abordar pero sin éxito en su activi-

152 153
dad. Estos dos hombres parecen colocarse en las antípodas y sin mente en la boda de la hija del rabino, cuando éste ya está com-
embargo hay una serie de interesantes semejanzas entre ellos. pletamente ciego, para entablar un diálogo que puede conside-
En este contrapunto básico entre los dos personajes se des- rarse de antología.
liza una sutil reflexión en torno a la violencia. De una violencia Este diálogo gira enteramente en torno a la cuestión de la
que, más allá del crimen que se comete en la trama, es inheren- ceguera. Es, sin duda, una alegoría con la que se trata de decir
te a las relaciones interhumanas, violencia propia de un mundo que aquel que cree debe ser ciego para no ver la realidad del
regido por lo que, en clara alusión al cine de Bergman, podría mundo que, una y otra vez, desmentirá sus creencias. La reali-
llamarse "el silencio de Dios". dad organizada por las creencias no puede ser aceptada más que
Woody Allen tiene el mérito de no confrontar de una ma- al precio de una total ceguera. Así, para seguir creyendo, Ben
nera esquemática el bien con el mal, presentando a Cliff como tiene que estar ciego, como de alguna manera lo está también
encarnación del primero y a Juddah como encarnación del se- el padre de Juddah, que no puede creer que hayan asesinado a
gundo. Muestra más bien cómo ambos, al igual que el resto de seis millones de judíos.
los personajes, viven de manera atormentada en su medio -o en Otra reflexión podría derivarse de la ceguera tal como es pre-
medio de su conflicto ético- y buscan de manera infructuosa sentada: el que triunfa se aprovecha de la ceguera de los otros. Es
-esa es una de las conclusiones del film- la salida a ese conflic- el caso de Juddah, en la medida en que la ceguera de los otros les
to a través del amor. impide ver quién es el verdadero asesino de Dolores, o la cegue-
Las dos historias paralelas son, a su manera, violentas. Y es ra del público muy poco exigente y crítico permite que Lester
la violencia el nexo fundamental entre ellas, la violencia propia pueda triunfar con su frívola producción televisiva.
de la imposibilidad de encuentro con una alternativa ética con- Esto quiere decir que la ceguera real del rabino es una me-
vincente por parte de los protagonistas. Es por esto curioso que táfora de otra ceguera que es la de Dios. La ironía profunda de
el elemento que liga a las dos historias sea la figura de Ben, el la película es que Dios, ese Otro que la religión construye co-
rabino, el representante de Dios, de los valores bíblicos y mora- mo un Otro absoluto, una garantía de protección, de amparo,
les, de la ley, de eso que él llama "esa estructura moral que ten- de armonía, ese Dios al que alude Juddah recordando palabras.
dría que asegurar la armonía'', pero que al mismo tiempo reve- de su padre -Dios cuyos ojos lo ven todo para distribuir equi-
la su ineficacia. La ceguera que progresivamente lo aquejará es tativamente los premios y los castigos- en realidad está ciego.
en este sentido paradigmática. Dios está ciego, entonces ese garante universal que edifica-
Allen parece plantearse entonces una pregunta que podría mos, en última instancia no existe. Por esto vivimos en un
ser formulada así: "¿podemos confiar en la ley, en el amor, en mundo que no puede evitar la violencia, ésta forma más bien
los valores éticos que aparentemente nos rigen, o vivimos en un parte esencial de nuestra vida diaria.
mundo en donde no hay garantías, porque finalmente la mis- La ceguera de Dios es evocada también por el profesor Levy,
ma ley, el amor, los v<dores no están exentos de arbitrariedad y admirado por Cliff, cuando recuerda el sacrificio de su único
la violencia es entonces inherente a ellos mismos?". Ben, el ra- hijo que Dios exige a Abraham; exigencia incomprensible, aje-
bino, es simultáneamente paciente de Juddah y cuñado de na a toda "racionalidad". Sin embargo no es la primera vez que
Cliff; constituye así el nexo entre los dos personajes hasta el mo- aparece en las Sagradas Escrituras: ya está presente en el mo-
mento en que -al final de la película- se encuentran ·personal- mento en que en el Antiguo Testamento se relata lo que sería el

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primer homicidio de la historia: el de Abel en manos de Caín. sucede así porque Allen logra imponer su propio estilo que con-
siste en hacer de la tragedia un farsa.
1

Es un homicidio provocado por Dios mismo, que acepta gus- 11\ 11


Este propósito es lo que de alguna manera pone en boca de ¡· ·
tosamente las ofrendas de Abel y rechaza las de Caín. Esta arbi- ,11

trariedad de quien aparece como el Ser Supremo es lo que final- su personaje más despreciado, Lester, cuando le hace decir que 111¡¡

mente provoca el crimen. Pero hay un crimen todavía anterior, "la comedia es tragedia más tiempo". Es una afirmación que to-
el que cometen Adán y Eva cuando desobedecen la palabra de ca a una verdad señalada ya por Freud: los acontecimientos trá- :I'

Dios, lo que es de hecho una manera de darle muerte, de come- gicos, que en su momento constituyeron algo verdaderamente
ter un verdadero deicidio o parricidio. Sin embargo, sin esa vio- terrible, con el paso del tiempo dan lugar al surgimiento de ocu-
lencia y sin ese crimen no habría historia humana, porque nues- rrencias humorísticas -"humor negro" - y caricaturas. Podría re-
tra historia da inicio con esa expulsión del Paraíso. Si hubiera cordarse la historia más o menos reciente de nuestro país donde
Paraíso no habría, de hecho, historia. acontecimientos como la explosión de la planta almacenadora
Es así sobre esta ceguera de Dios que Allen desarrolla su re- de combustible en San Juan Ixhuatepec (San Juanico) en no-
flexión fílmica en la que pueden percibirse en filigrana nombres viembre de 1984, los sismos en septiembre de 1985, el asesina-
estrechamente asociados con el tema, particularmente Dos- to de Luis Donaldo Colosio en marzo de 1994 o el de José Fran-
toievski y Nietzsche. En el caso del primero, la novela Los her- cisco Ruiz Massieu en septiembre del mismo año, el tristemen-
manos Karamazov presenta una profunda disquisición en tórno te célebre "error de diciembre" de 1994, toda esa serie de suce-
a la muerte de Dios, retomada en el cine por Bergman y en el sos que en su momento causaron una profunda conmoción,
psicoanálisis por Freud. Dios está ciego, no ve o, más precisa- conforme fue pasando el tiempo fueron perdiendo su carácter
mente, no lo ve todo. En cierto modo es esencial para nosotros trágico hasta llegar a adquirir uno más ligero e incluso cómico.
que así sea: no habría nada más terrible que un Dios que lo vie- C laro que para esto no basta simplemente el tiempo. Habría
ra y supiera todo. Un Dios así sería, como lo afirma Freud, en- que remitirse al breve texto de Freud fechado en 1927 que se ti-
carnación de ese superyó que nos impone exigencias siempre tula El humor donde hace un análisis muy interesante sobre este
imposibles de cumplir y nos castiga con un permanente senti- fenómeno, aseverando que se trata siempre del triunfo del prin-
miento de culpa. El profesor Levy recuerda esta limitación de la cipio de placer; éste intenta imponerse para obtener una ganan-
divinidad cuando habla de lo imprevisible de los acontecimien- cia placentera con la que es posible sobreponerse a lo desfavora-
tos: precisamente porque no hay garante universal, porque no ble de las circunstancias reales. Un ejemplo que él mismo da es
hay garantías últimas, es decir, un Otro que pudiera darnos ple- el del condenado a muerte al que van a ejecutar un día lunes y
na seguridad, vivimos siempre confrontados a la violencia de lo que mientras es conducido al cadalso exclama: "¡Vaya, empieza
imprevisible. bien la semana!". En este sentido y con relación al humor Allen
Lo que Allen muestra entonces no es tanto un mundo puede caracterizarse como eminentemente freudiano.
abandonado por Dios sino ese tan bergmaniano "silencio de Cliff, el personaje que él mismo encarna, es el hombre de
Dios". Sólo que aquí, a diferencia de lo que pasa con otras pe- aspiraciones aparentemente nobles que no encuentra recom-
lículas, Allen se aleja de Bergman, director del que se mantiene pensa por sus esfuerzos. No es raro encontrar este tipo de suje-
muy cerca en una película como Interiores, en la que intenta ca- tos, más bien es habitual este discurso de quien siente vivir en
si mimetizarse con el director sueco. En Crímenes y pecados no un mundo que le resulta violento, especialmente por lo incom-

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prensible que lo encuentra hacia él. Sin embargo hay una com- pensador judío sobreviviente del holocausto que, pese a todo,
plejidad mucho mayor en el personaje; no se podría pensar que mantiene su postura optimista e incluso el sentido del humor.
es simplemente el hombre bueno y noble al que siempre le va Un pensador que podría remitirnos a filósofos como Emma-
mal, porque también se muestra intolerante y envidioso, sobre nuel Levinas o Vladimir Yankelevitch, pero que recuerda un
todo hacia su cuñado Lester, el productor de televisión, cuyo poco más a un gran psicoanalista, Bruno Bettelheim, quien se
éxito no puede soportar. De ahí su actitud descalificadora, no diera muerte poco después de rodado este filme.
obstante el hecho de que él mismo no ha hecho nada realmen- En este sentido, Allen se muestra capaz de hacer en sus pe-
te extraordinario como para sentirse tan superior a Lester. Éste lículas ciertas premoniciones como fue el caso de Recuerdos
a su vez parece lo opuesto de Cliff, es un hombre superficial y (Stardust Memories, 1980) en la que un admirador suyo lo ma-
exitoso, aun cuando el hecho de que en algunos. momentos ta al final, poco tiempo antes de que sucediera aquel trágico
muestre un marcado gusto por la poesía y un cierto interés por acontecimiento en el que un fanático acaba con la vida de John
la lectura de escritores de la talla de Chejov, hace pensar que su Lennon. Pero el profesor Levy, que puede aparecer como una
presunta frivolidad no es tan fuerte como a primera vista podría fuente de optimismo y de esperanza, se suicida de forma ines-
parecer o como lo quiere hacer ver Cliff en su afán por conquis- perada y esto nos presenta otro aspecto de la violencia: el del ac-
tar a Halley, una de las protagonistas, interpretada por Mia Fa- to inexplicable. Con este suicidio la película parece decir que no
rrow, pretendida también por Lester. queda ninguna esperanza en este mundo.
La trama muestra cómo Cliff va a .traicionarse a sí mismo, Hay otro aspecto importante que mencionar y está referido
dejar de lado ciertos principios personales -en otra dimensión al título de la película y su traducción a nuestra lengua. Crimes
de la violencia que se presenta- y aceptar hacer un trabajo sin and misdemeanours no se traduce exactamente como Crímenes y
ninguna calidad artística para Lester, a pesar del desprecio que pecados porque pecado en inglés se dice sin o guilt. Por misde-
siente por él. Su justificación es obtener el dinero que le permi- meanours puede entenderse algo así como fechorías o infraccio-
ta realizar un documental sobre el profesor Levy, figura muy nes de menor cuantía, pecadillos, podríamos decir. Es impor-
importante para él. Pero el trabajo que va a terminar por hacer tante porque la película juega con el contrapunto que se esta-
es una burla, una agresión a su odiado cuñado. Con esto Cliff blece entre crimes, delitos o eventualmente crímenes, y otro ti-
muestra que, de un modo u otro, no cumple con el compromi- po de infracciones más leves como travesuras, pecadillos, cala-
so que contrajo, con lo que deja ver cierta inconsistencia perso- veradas. Esto es precisamente el contrapunto que se juega entre
nal. Él siempre se cree mejor y esta soberbia que no reconoce en Juddah y Cliff; entre lo que puede ser un homicidio, un asesi-
él mismo indica en qué medida lo que cuestiona en el otro pue- nato, por un lado y las fallas, faltas o infracciones que pueden
de aplicarse a él. estar tanto del lado de Juddah en determinado momento, co-
De todos modos, en el negro panorama que nos muestra la mo de Cliff especialmente.
película algo se presenta como una fuente de esperanza: el doc- Se trata de una cuestión extremadamente importante por-
tor Levy, interpretado por Martín Berman, que no es un actor que lleva a la pregunta esencial que esta película nos plantea:
sino un psicoanalista newyorkino que habla un inglés con un ¿quién está libre de culpa? Desde el psicoanálisis se sabe que la
marcado acento alemán porque se trata de un emigrado euro- culpa es una dimensión estructural que constituye a la subjeti-
peo. Se puede decir que es un personaje que evoca la figura del vidad, independientemente de las acciones realizadas o las omi-

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siones, y que el sujeto no tiene otra opción que reconocer esa "racionalizamos" no quiere decir tanto que intentamos ser ra-
culpabilidad que lo habita. Sin embargo la postura habitual cionales sino que "buscamos justificarnos, legitimarnos". Y es a
-propia del yo como formación imaginaria narcisísticamente esto a lo que se refiere cuando lo dice. No se trata en lo esencial
investida- es justificarse de las faltas que se cometen, particular- de buscar explicaciones racionales sino de racionalizar. Por eso
mente con el empleo del argumento de que no son tan graves agrega: "hemos de negar o sería imposible seguir viviendo".
comparadas con los delitos y crímenes perpetrados por otros. Al final del diálogo Cliff parece quedarse sin argumentos.
Por esto la película tiene el interés básico de destacar lo mu- Tal vez porque lo que Juddah le dice toca cierta verdad que le
cho en común que puede existir entre Juddah -estafador y cri- concierne, que él también niega, racionaliza en su afán por se-
minal- y Cliff, el hombre presuntamente bienintencionado y guir creyendo en la pureza de sus intenciones y de sus actos. Así
libre de culpas: cada uno de ellos vive o sobrevive procurando culmina un contrapunto fundamental -el de los dos personajes
convencerse a sí mismo que sus faltas, o incluso sus delitos, son centrales- en una película de contrapuntos en los que hay siem-
tolerables a la luz de bondades que cada uno cree poseer. Jud- pre un personaje que parece mostrar lo reprimido del otro.
dah considera que es un buen profesionista, un benefactor, un Al respecto puede citarse, por ejemplo, el de Jade -el herma-
filántropo, lo cual lo autoriza -siente él- para hacer algunos no mafioso de Juddah. Es con este último con el que el primero
malos manejos con el dinero, que luego enmienda. Por otro la- se muestra mucho más coherente en su posición respecto del mal
do se involucra en una relación con una amante que le traerá encarnando una faceta que Juddah no puede aceptar en él. Así,
una serie de problemas inesperados que buscará resolver de ma- después del asesinato de la amante de Juddah, cuando éste se
nera drástica, por medio del homicidio. Cliff, por su parte, ha- siente agobiado por la culpa al punto de querer confesar el cri-
ce algunas "calaveradas" que justifica ante sí mismo diciéndose men y por esto va a hablar con su hermano, recibirá una respues-
que ~s un hombre de buenas intenciones que elabora documen- ta muy tajante, algo así como: "¡tú me involucraste en esto y aho-
tales sobre temas que nos preocupan y que sobre todo, quiere ra no te rajas, cabrón!". Jade muestra así mayor coherencia pero
hacer una película sobre el profesor Levy, un verdadero santo. también eso que el "respetable" Juddah no puede asumir. En el
Estos son los motivos por los que el diálogo final entre am- contrapunto entre Cliff y Lester puede haber algo semejante: el
bos personajes es tan ilustrativo. Vemos ahí cómo Cliff escucha primero encarna el ideal de éxito que Cliff no puede confesar
de Juddah lo que podemos llamar una confesión ligeramente acerca de él mismo, de ahí la rabia que su cuñado despierta en él
disfrazada. A tal punto se trata de una confesión que el mismo y su ataque permanente que culmina en el ridículo coflage docu-
Juddah da a sus palabras una fuerte dosis de realismo. Ya se ha mental que hace de él burlándose del compromiso asumido.
dicho que el tema de la realidad es algo sobre lo que se insiste Es debido a esa serie de actitudes de Cliff, motivadas por la
mucho a lo largo de la película: Jack -el hermano gángster- le envidia, y no solamente por razones de dinero, que Halley no
habla de realidad a Juddah; Juddah y Lester insisten en que hay lo elige a él sino a Lester. De alguna manera detecta la inconsis-
que tomar en cuenta la realidad y no soñar tanto. Finalmente tencia de aquél, tan manifiesta en esa carta de amor firmada por
Juddah dice textualmente: "estamos en la realidad, en la reali- Cliff que es un plagio de una de James Joyce. Cliff no se presen-
dad racionalizamos". La traducción dice allí: "damos explica- ta como un personaje verdaderamente decidido en lo que afir-
ciones racionales'', pero lo que Juddah dice en inglés es: "racio- ma que quiere, sobre todo no está resuelto a romper su matri-
nalizamos". Es muy importante hacer esta distinción porque monio aunque afirme que ya "no funciona''. Pese a su frivoli-

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dad, Lester es mucho más claro, más coherente en lo que quie- otros dos temas, como la Suite inglesa número 2 de Bach y el
re y en lo que hace; de todos modos la elección de Halley reve- Cuarteto número 15 de Schubert. Este último, irónicamente,
la también esa dimensión de la violencia ya mencionada que nos es el fondo musical de la escena del asesinato de Dolores. Iróni-
recuerda un poco a la elección de Dios por Abel y no por Caín. camente porque es la música de Schubert la que ambos escu-
Halley, aparentemente sensible, también se muestra calculadora chaban en sus momentos de placer.
y piensa en su conveniencia en el momento de la elección. También la nostalgia se hace presente en el culto por las vie-
Con respecto a este problema de la elección, la violencia es- jas películas y el viejo cine de Greenwich Village, que es como
tá íntimamente ligada en la película al problema ético que el pequeño oasis en medio de la sórdida realidad. Allí va Cliff
aquélla plantea a todos los personajes. "Somos, dice Levy, la su- con su sobrina, encarnando ambos lo que podría ser esa pareja
ma de nuestras elecciones". Es un problema que se le presenta platónica ideal, una especie de premonición de lo que efectiva-
a Cliff, que tiene que utilizar sus cualidades como realizador pa- mente sucederá en la vida de Woody Allen: la pareja conforma-
ra hacer un documental apologético sobre alguien a quien des- da por el hombre maduro y la doncella, realización de ese amor
precia; que también se le presenta a Juddah, colocado desde el imposible, que, por otro lado, es tema recurrente en las pelícu-
comienzo ante la alternativa de confesar o callar su falta, tanto las del cineasta. Habría que recordar en este sentido La rosa púr-
en lo que se refiere a revelar su affaire amoroso como en decla- pura de El Cairo (The Purple Rose ofCairo, 1985). En esos mo-
rar sus deslices financieros y, por último, confesar o callar su cri- mentos es como si el refugio en el viejo cine fuera la única ma-
men . Y, un poco antes, ante la disyuntiva de asumir, aceptar o nera de tener alguna felicidad en un mundo violento. Es una re-
exponer sus faltas o cometer el crimen, matar a la mujer que se flexión más bien cínica que resurge en el comentario, también
convierte en una pesadilla para él. mordaz, que Juddah hace a Cliff al final: "si lo que buscas es un
La elección - tal como se presenta- parece tener que pres- final feliz, ve a ver una película de Hollywood".
cindir de toda dimensión ética en un mundo sin Dios en don- Este es el Juddah, interpretado de manera magistral por
de sólo puede existir la conveniencia inmediata. Este panorama Martín Landau -quienes recuerden la serie televisiva Misión im-
sombrío va asociado con otro sentimiento expuesto por Allen posible lo habrán reconocido- que al final de la película parece
en los dos personajes centrales: la nostalgia. Nostalgia por un vivir sin sentimiento de culpa ya. Pero hay algo que llama la
pasado que tal vez nunca existió pero que ellos creen haber vi- atención en este personaje: el hecho de que no resulta antipáti-
vido. Ese pasado tal vez nunca existió porque, para citar una be- co, en contraste con Dolores, su amante, que sí ~dopta esa ca-
lla canción de Joaquín Sabina, "no hay nostalgia peor que año- racterística. Quizá porque es la figura femenina que nos recuer-
rar lo que nunca jamás sucedió". Es la nostalgia por un pasado da un poco a la heroína del posfeminismo de los ochenta, la
idealizado, evocado sobre todo por medio de la pista sonora que Glenn Close de Atracción fatal, la mujer posesiva, chantajista y
nos lleva a esa visión romántica con canciones clásicas de Cole amenazante. Allen realiza un manejo interesante con estos dos
Porter, lrving Berlín, Noel Coward y otros, que produce tam- personajes, que guarda relación con ciertos recursos empleados
bién otro contrapunto: el pasado-presente. El mundo árido y por Hitchcock, gracias a los cuales el espectador es seducido por
desagradable del presente nos hace añorar el mundo feliz del el asesino y más bien siente rechazo por la víctima. Esto es cla-
pasado. Pero en la misma música también hay contrapuntos: ro en la película; de algún modo Allen nos lleva a compartir el
esas alegres melodías románticas contrastan con la gravedad de deseo de Juddah de acabar con Dolores y, después, a compartir

162 163
todas las angustias que van a invadirlo. En cambio, si la trama instancia, la violencia no es del todo antagónica con el amor
hubiera presentado una relación entre la víctima injusta, Dolo- - como lo plantearía una visión demasiado romántica de éste- si-
res, y el villano terrible, Juddah, tal vez tendríamos una pelícu- no indisociable de él. Por eso se puede decir que, aunque ésta no
la mediocre y convencional sobre un crimen "pasional". Lo in- es una película que muestre cráneos aplastados, sangre a rauda-
teresante es que Allen hace que, como espectadores, nos identi- les, crímenes por doquier, cuchillos, armas de fuego y cosas por
fiquemos con Juddah, casi hasta el grado de querer compartir el estilo, nos presenta la violencia de una manera muy sutil en su
sus delitos. Así es como el espectador llega a sentir la vivencia, relación indisoluble con cada uno de los actos de la vida.
después del crimen, de la angustia terrible y del sentimiento de Amor y muerte como par de opuestos estrechamente liga-
culpa que hay en él. Juddah es para nosotros la encarnación de dos. Curiosamente Love and death (Amor y muerte) es el título
esa pesadilla en la que podría convertirse nuestra vida: final- de otra película de Woody Allen que aquí se conoció como La
mente él no tiene más que un affeire, seduce a una azafata y to- última noche de Boris Grushenko (1975). Amor y muerte siempre
do puede parecer una aventura más o menos intrascendente; unidos, inseparables, en una película que está también cargada
pero las cosas se complican convirtiéndose en una verdadera pe- de homenajes, como sucede con todo el cine de Woody Allen: el
sadilla. Es la pesadilla en que nuestra vida puede transformarse, título mismo es ya un contrapunto retórico marcado por la con-
sobre todo en una época en la que el utilitarismo, la exigencia junción copulativa, y en su formulación remite, ante todo, a
del éxito a toda costa -en los negocios, el matrimonio, el sexo, Crimen y castigo de Dostoievski, así como a Gritos y susurros
etc.- se impone sobre cualquier reflexión ética. (Viskningar och rop, 1972) de Bergman. Un modo de reconocer
La actitud de Dolores lleva a tomar en cuenta otro aspecto una deuda esencial con los dos genios, el escritor y el cineasta.
importante que se aborda: la búsqueda del amor. Es una búsque- Tal vez por esto Woody Allen contrató para hacer la fotogra-
da que en apariencia constituye para los personajes el único ca- fía de esta película a Sven Nykvist, el fotógrafo de prácticamen-
mino para hacer soportable la violencia de la vida. Una búsque- te toda la cinematografía de Bergman desde El manantial de la
da que, corno la define Levy, es la del retorno a la infancia míti- doncella (/ungfrukdllan, 1960), hasta Después del ensayo (1984).
ca pero que siempre se topa con la imposibilidad del encuentro Basta con esto para comprender lo maravilloso de la fotografía
pleno y feliz revelándose así una más de las manifestaciones de de esta película, sobre todo la presencia de ese tono amarillento
la violencia. Esa búsqueda puede llegar a ser verdaderamente pa- que Nykvist ideó para varias películas de Bergman. También hay
tética, desesperada, como el caso de Bárbara, la hermana de aquí una escena típicamente bergmaniana, cuando Juddah re-
Cliff, que trata de obtener el amor perfecto anunciándose en una gresa a Brooklyn a visitar la casa de su infancia y revive allí la reu-
columna de contactos personales, para descubrir después que el nión familiar siendo a la vez partícipe de ella y espectador. A su
supuesto "príncipe azul" encontrado es un perverso capaz de manera, Allen reconstruye aquella secuencia de Fresas salvajes
atarla a la cama y defecar sobre su cuerpo; y es la búsqueda tam- (Smultronstldllet, 1957) cuando el anciano profesor de setenta y
bién desesperada de Dolores, que la lleva a la violencia del chan- seis años, Isak Borg, vuelve al pasado; también Juddah, como el
taje y la amenaza, como intentos extremos para conservar un profesor, dialoga desde el presente con ese pasado. Se puede de-
amor que ya no existe pero cuya conclusión no se puede o no se cir que Juddah vuelve al pasado, vuelve a la infancia buscando
quiere aceptar, llegándose a la paradoja de pretender que se ame una respuesta para ese debate ético que lo atormenta. Y es así co-
por la fuerza. Parece que Allen quiere decirnos que, en última mo vuelve a enfrentarse a esas posiciones éticas y antagónicas

164 165
que ha vivido desde su infancia: la posición moral, religiosa a ul· 9
tranza, digámoslo así, del padre y la otra posición, más cínica,
que representa su tía y que parece ser la que termina por impo·
nerse finalmente. Otra presencia en la película es la de Fellini,
porque el suicidio del profesor Levy se parece mucho a aquel
La desilusión del porvenir
que, en La dolce vita (1959), comete el personaje que interpre· Ciencia, religión, cosmovisión
taba el actor francés Alain Cuny, que era la única persona ínte·
gra en la Roma retratada por el director italiano.
Sin duda, el desenlace de Crímenes y pecados abre interrogan-
tes fundamentales. El suicidio del profesor Levy, la impunidad
de Juddah, el fracaso de Cliff, el éxito de Lester confirman de al-
gún modo esas palabras del profesor Levy, que son prácticarrien· Aparentemente, el hombre se ha proporcionado
te una réplica de lo dicho por Freud en El malestar en la cultura: dioses por necesidad de estar protegido, resguarda-
"la felicidad humana no parece estar incluida en los designios de do; en realidad, por avidez de sufrir. Mientras
la creación". Freud lo dice de este otro modo: "la felicidad hu- creía que había multitud de eLLos se concedió cier-
mana parece no estar prevista en el programa de la cultura''. Pre- ta Libertad de juego, alguna escapatoria; Limitán-
gunta que, finalmente, nos plantea la película: ¿qué posibilida- dose después a uno solo, se infligió un suplemento
des tiene el amor, la justicia, qué tipo de ética podemos fundar de coerciones y torturas. No es más que un animal
en un mundo en el que la violencia fue, es y será un componen- que se odia y se ama hasta el vicio, que podía
te fundamental? Son cuestionamientos que quedan abiertos y ofrecerse el Lujo de un avasaLLamiento tan pesado.
corresponde a cada espectador elaborar su respuesta. ¡Qué crueldad con nosotros mismos Ligarnos al
Gran Espectro y unir nuestra suerte a La suya! EL
Crímenes y pecados dios único torna irrespirable La vida.
Productor: Robert Greenhut
• Guión y dirección: Woody Allen Emile Cioran: EL aciago demiurgo.
Fotografía: Sven Nykvist
Duración: 104 minutos
Interpretada por:
Martín Landau: Juddah Rosenthal D i c e Freud en la 35• de fas Nuroa< conjfrmcim de intro-
Woody Allen: Cliff Stern ducción al psicoandlisis titulada "En torno de una cosmovisión"
Mia Farrow: Halley Redd (1932): "Nuestra mejor esperanza para el futuro es que el inte-
Alan Alda: Lester lecto -el espíritu científico, la razón- establezca con el tiempo
Anjelica Huston: Dolores Paley la dictadura dentro de la vida anímica. La esencia de la razón
Martín Bergman: profesor Levy.it:n garantiza que en tal caso no dejaría de asignar su lugar debido
a las mociones afectivas de los seres humanos y a todo lo co-

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mandado por ellas. Pero el yugo común de ese imperio de la ra- existencia a partir de una hipótesis suprema; dentro de ella, por
zón demostrará ser el más fuerte lazo unificador entre los hom- tanto, ninguna cuestión permanece abierta y todo lo que reca-
bres y abrirá el camino a ulteriores unificaciones. Todo lo que ba nuestro interés halla su lugar preciso" .3 Como el término lo
contraríe ese desarrollo, como de hecho lo hace la prohibición indica, una cosmovisión es una visión totalizadora en la que na-
de pensar decretada por la religión, constituye un peligro para da falta; tal vez por esto, como agrega Freud, "poseer una cos-
el futuro de la humanidad".' Se puede afirmar que aquí está movisión así se cuenta entre los deseos ideales de los hombres.
contenida la esencia de la expectativa freudiana en relación con Creyendo en ella uno puede sentirse más seguro en la vida, sa-
el futuro que de hecho ya había sido expresada en 1927, en El ber lo que debe procurar, cómo debe colocar sus afectos y sus
porvenir de una ilusión, texto en el que plantea la necesidad de intereses de la manera más acorde al fin".4 Es importante recor-
que la ciencia, basada en la razón, sustituya a la religión cuya dar que cosmovisión remite a cosmos que significa lo bien organi-
apoyatura no puede ser otra que la fe: "a la larga nada puede zado y dispuesto; el griego kósmos se traduce como "adornos de
oponerse a la razón y a la experiencia''. 2 mujer; orden; mundo (considerado como un todo ordenado o
La influencia sobre Freud del positivismo del siglo XIX, armonioso)" .5 Por otra parte, su equivalente, el latín mundus, es
concepción que tuvo un lugar importante en su formación, es- "adornos de tocador, atavíos, vestido de mujer" 6 ; de ahí la pala-
tá en la base de este antagonismo ciencia-religión. Sin embargo, bra cosmética, que se refiere al arreglo de la propia apariencia.
la lectura del mismo texto freudiano permite relativizar en algu- De este modo, lo que no pertence al mundo así entendido es lo
na medida tal oposición. La lectura de esta conferencia en par- inmundo, entendido habitualmente como sinónimo de "sucio,
ticular permite detectar algunas contradicciones que pueden re- desaseado, impuro". El psicoanálisis viene a revelar que lo in-
sultar muy fecundas en la medida en que conducen a mostrar mundo aparentemente exterior no es sino el límite interior de
la imposibilidad de sostener a la ciencia como el dominio abso- nuestro mundo, su verdad más íntima, el cuestionamiento de la
lutamente opuesto a la religión y a concluir que no solamente existencia de un todo presuntamente armonioso: la mancha del
puede definirse a la segunda como ilusión sino que también la goce que se revela en el sufrimiento y la ausencia de armonía,
primera no ha dejado de inducir un conjunto de esperanzas ilu- es decir, de cosmos. Lo inmundo es, dicho de otra manera, lo
sorias cuyo inevitable incumplimento ha conducido a una desi- real: la verdad de la insuficiencia del orden simbólico que es
lusión mayúscula. obstáculo insalvable para construir una cosmovisión.
La conferencia de Freud comienza con el señalamiento de Sin embargo, Freud no se muestra crítico en un principio a
la incompatibilidad del psicoanálisis con la idea de una cosmo- la idea de una cosmovisión. Afirma que el psicoanálisis debe
visión, lo que conduce a la crítica de esta misma noción en tan- aceptar la cosmovisión de la ciencia. El problema es determinar
to no puede ser otra cosa que "una construcción intelectual que
soluciona de manera unitaria todos los problemas de nuestra
.1 Sigmund Freud: "Nuevas co nferencias de introducción al psicoanálisis",
en Obras completas, Amorrortu ed itores, Buenos Aires, 1979, vol. X:Xll, p<ig. 146.
'Sigmund Freud: "Nuevas conferencias de introdu cción al psicoanálisis'', en ' !bíd.
Obras completas, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, vol. XXIJ, pág. 158. ' Guido Gómez ele Silva: Breve diccionario etimológico de la lengua espttñola,
2
Sigmund Freud: "El porvenir de una ilusión", en Obras completas, Amo- Fondo de Cultura Económica, México, 1988, pág. 472.
rrortu editores, Buenos Aires, 1979, vol. X:Xl, pág. 53 . (, !bíd.

168 169
si existe algo que pueda llamarse así. En este sentido el texto es como de una manera muy notable va a referirse críticamente a
cauteloso: "(la ciencia) acepta la unicidad de la explicación del la filosofía para destacar que ella no acepta que el universo es
mundo, pero sólo como un programa cuyo cumplimiento se di- una trama agujereada mientras que la ciencia parte de hacer es-
fiere al futuro". 7 Señalamiento breve y conciso en el que se sin- te reconocimiento: "(la filosofía) se comporta como una cien-
tetizan las condiciones de la producción del discurso de la cien- cia; en parte trabaja con iguales métodos, pero se distancia de
cia, sus características y el horizonte en que se inscribe. El crea- ella en tanto se aferra a la ilusión de poder brindar una imagen
dor del psicoanálisis tiene perfectamente claro lo que los histo- del universo coherente y sin lagunas, imagen que, no obstante,
riadores de la ciencia han apuntado: el cuestionamiento de la por fuerza se resquebraja con cada nuevo progreso de nuestro
idea de cosmos, que implica la gravitación en torno a un cen- saber". 9
tro que lo constituye como totalidad armónica, está en el ori- Todo el razonamiento de Freud se orienta entonces a opo-
gen de la ciencia moderna. 8 Ésta introduce la noción del uni- ner al horizonte de un conocimiento total que negaría la falta,
verso infitino, conjunto abierto sin un centro e indefinidamen- el saber que se produce en el campo del psicoanálisis. Éste es el
te extendido, pero también unido por leyes generales que lo ri- de la falta siempre irremediable, el saber de la falta del Otro que
gen; leyes que son independientes de cualquier subjetividad. La se define como una instancia que no existe como respuesta úl-
ciencia se contituye así como un lenguaje que funciona sin in- tima e incuestionable ni como garantía de un orden armónico
tervención de un sujeto y, por esto mismo, con la pretensión de y sin enigmas. A esta inexistencia se refiere unas páginas más
estar exento de ambigüedad y equívoco; como una construc- adelante cuando dice: "No parece cierto que en el mundo exis-
ción significante cuyo horizonte es el saber total como ideal a ta un poder que procure con paternal cuidado el bienestar del
alcanzar, lo que exige como condición la exclusión de la subje- individuo y lleve a feliz término todo cuanto le afecta. Antes
tividad que no puede dejar de ser el obstáculo para ello. bien, los destinos de los hombres no parecen compatibles con
Al respecto, Lacan señalará que la ciencia nada quiere saber la hipótesis de la Providencia ni con la de una justicia universal
de la verdad como causa; en su discurso la causa es formal: se -que en parte contradice a la primera. Terremotos, inundacio-
aspira a una formalización matemática integral. Se excluye por nes, incendios, no distinguen entre el bueno y piadoso y el ma-
lo tanto de su campo la pérdida que inevitablemente acaece co- ligno o incrédulo. Aun donde no entra en cuenta la naturaleza
mo consecuencia de la representación del universo en un siste- inanimada y el destino del individuo depende de sus relaciones
ma simbólico. De todos modos, el cambio de perspectiva q ue con el prójimo, en modo alguno es regla que la virtud sea pre-
ella introduce y que es la crítica a la noción de cosmos es esen- miada y el mal encuentre su castigo, sino que hartas veces el
cial para romper con la concepción de universo como todo violento, taimado, despiadado, rebaña para sí los ambicionados
completo y homogéneo. En esto se apoya Freud para tomar bienes de este mundo y el hombre piadoso se queda sin nada.
partido por lo que llama el enfoque científico, posición desde la Poderes oscuros, insensibles y desamorados presiden el destino
cual considera que el adversario a combatir es la religión. Es así humano; el sistema de recompensas y castigos que la religión
10
atribuye al gobierno del mundo no parece existir".
7
Sigmund Freud: Op. cit.
8
Cf Alexandre Koyré: Estudios de historia del pensamiento científico, Siglo ')!bid., pág. 148.
Veintiuno editores, México, 1978. 'º Sigmund Freud: Op. cit., pág. 154.

170 171
Sistema de recompensas y castigos es el nombre que Freud esa inagotable necesidad del Otro que no se limita a un perío-
le asigna aquí al Otro no dividido por la marca del lenguaje, do cronológico determinado. Desde este punto de vista ningu-
Otro que sería el garante universal; Otro cuya existencia la neu- na elaboración "racional" podría desalojar completamente a lo
rosis sostiene estructuralmente en el plano de la creencia, la per- que es producto de la fe, y no solamente por el hecho de que,
versión lo confunde con el goce que pretende hacer posible y la como lo señala Freud, "la ciencia es muy joven". 1'1 Esta idea ha-
psicosis lo percibe como certeza en el fenómeno elemental. Por ce pensar que, al igual que los organismos, la ciencia podrá
esto, cuando Freud definía en 1907 11 a la religión como neuro- "madurar" y, en el momento en que esto suceda, estar en con-
sis obsesiva universal no incurría en un torpe psicologismo sino diciones de imponerse sobre las creencias.
que aludía a esta dimensión estructural del Otro que falta y a la La interpretación freudiana del fenómeno religioso se inser-
consiguiente necesidad de darle algún tipo de consistencia. ta así en el contexto de una serie de parejas de opuestos entre
Pero esta necesidad estructural de la religión, necesidad de las que se establece un claro paralelismo: infancia-madurez, fe-
la existencia del Otro absoluto, no inconsistente en la medida razón, neurosis-normalidad. De este modo infancia se corres-
en que está dividido por la castración, es interpretada por Freud pondería con fe y neurosis, en oposición a madurez que equi-
como inherente a una fase infantil del desarrollo del ser huma- valdría a razón y normalidad: "mientras que las diversas religio-
no que nunca es superada: "La última contribución a la crítica nes disputan entre sí sobre cuál está en posesión de la verdad
de la cosmovisión religiosa fue efectuada por el psicoanálisis nosotros creemos lícito tener por nulo el contenido de verdad
cuando señaló que el origen de la religión se situaba en el des- de la religión. Ésta es un intento de dominar el mundo senso-
valimiento infantil y todos sus contenidos derivaban de los de- rial en que estamos inmersos por medio del mundo del deseo
seos y necesidades de la infancia persistentes en la madurez. Si que hemos desarrollado en nuestro interior a consecuencia de
bien esto no implicaba refutar la religión, sí constituía un re- ciertos procesos biológicos y psicológicos necesarios. Pero no
dondeo necesario de nuestro saber sobre ella y la contradecía al puede conseguirlo. Sus doctrinas Llevan ef seffo de Las épocas en
menos en un punto, puesto que ella pretende ser de origen di- que nacieron, La infancia de La humanidad todavía ignorante. Sus
vino. Y en verdad no anda descaminada en esto, si es que se consolaciones no merecen confianza. La experiencia nos enseña
acepta nuestra interpretación de Dios". 12 Un hallazgo funda- que el mundo no es un juego de niños [... ]. Si se intenta inser-
mental, el del fenómeno de la creencia como efecto de la cons- tar la religión dentro de la vía evolutiva de la humanidad, no
titución del sujeto en el seno de un orden -el orden simbólico- aparece como una adquisición duradera, sino como un corres-
al que nada puede garantizar, va a ser explicado por Freud des- pondiente de La neurosis que cada hombre culto ha pasado en su ca-
de un modelo evolutivo cuyas raíces se encuentran en la teoría mino de La infancia a La madurez". 11 En coherencia con esto, la
de Darwin. En realidad, el origen de la religión se sitú.a efecti- concepción de la ciencia expuesta por Freud responde en bue-
vamente en ese "desvalimiento infantil" si por éste entendemos na medida al paradigma empirista-positivista en el cual el anta-
gonismo con la religión es frontal: "El pensar científico no es
" Cf Sigm und Frcud: "Acciones obsesivas y prácticas religiosas", en Obras
diverso por su esencia de la actividad normal del pensamiento
completas, Amorrortu editores, Buenos Aires, l 979, vol. IX, pág. 97.
12
Sigmund Freud: "Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis", u lbíd., pág. 160.
en Obras completas, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, vol. XXII, pág. 155. "lbíd., pág. 155 (las cursivas son mías).

172 173
que todos nosotros, creyentes y no creyentes, aplicamos en cuestionamiento: en 1897 16 , cuando le escribía a Fliess "ya no
nuestros menesteres vitales [... ]. Su afán es lograr la concordan- creo en mi neurótica" y ponía así en tela de juicio la existencia
cia con la realidad, o sea, con lo que subsiste fuera e indepen- "real" del acontecimiento traumático causante de la neurosis
dientemente de nosotros, y que, tal como la experiencia nos lo para abrir la dimensión del fantasma como esa ficción que ocu-
ha enseñado, es decisivo para el cumplimiento o la frustración pa el lugar de una verdad que ya no se confunde con una ade-
de nuestros deseos. Llamamos «Verdad» a esta concordancia con cuación, sino como el abismo que inevitablemente se abre por
el mundo exterior objetivo. Ella sigue siendo la meta del trabajo la existencia del lenguaje.
científico aunque dejemos de lado su valor práctico". 15 Hay Esta última hace imposible la concordancia entre la palabra
aquí sin duda un importante equívoco: el afán de la ciencia no y el mundo exterior objetivo. De modo que por verdad se de-
es lograr la concordancia con la realidad. El advenimiento de la signa lo que no puede ser dicho . .. más que a medias, por me-
ciencia moderna cuestiona el modelo del conocimiento que se dio de una ficción que solamente puede cernir los bordes de lo
basa en la adecuación, la correspondencia imaginaria, del pen- indecible. Irrepresentable entonces, la verdad está en el lugar de
samiento con el mundo. Desde su surgimiento la ciencia recha- la causa, de aquello que se pierde por efecto del lenguaje, de la
za la noción de verdad entendida como adecuación; de ahí que causa como lo innombrable, límite interno de toda formaliza-
su paradigma sean las matemáticas en las que el discurso no se ción posible. Es por esto que la ciencia, para construir el saber,
corresponde con ninguna imagen, sea del mundo o de algún nada quiere saber de ella: se apoya en el llamado principio de
Otro, sino que se despliegan en un plano puramente significan- razón suficiente que afirma que de todo existe una causa y as-
te. La ciencia desaloja pues a la verdad de su campo, pero al ha- pira a un saber rigurosamente formalizado, exento de falta. Y es
cerlo no deja de indicar la existencia de un "irrepresentable" en este mismo lugar de la causa en tanto perdida (y pérdida)
que es el obstáculo para llegar a constituirse como un sistema que la religión coloca a la divinidad: "los dioses pertenecen a lo
enteramente formalizado. real", -dirá Lacan. A diferencia de ambas, el psicoanálisis no
Ahora bien, este irrepresentable no puede ser otra cosa que forcluye la verdad -posición de la ciencia- ni tampoco la repri-
el sujeto dividido en tanto imposible de "ser" enteramente en el me como lo hace la religión: pretende más bien darle su lugar;
lenguaje, sujeto del que se ocupará el psicoanálisis que solamen- lugar de la enunciación más allá del enunciado que es el del su-
te pudo surgir en la época del discurso de la ciencia, época en jeto del inconciente que debe advenir como saber, saber del de- ij1
la que este sujeto pudo retornar a partir de haber sido excluido. seo del Otro como la causa de su división. 1

En este sentido los conceptos de sujeto y verdad ya no se defi- La ciencia nada quiere saber de la verdad como verdad del
nirán como adecuación a un objeto o al lenguaje sino, por el deseo. Por esto se constituye a partir de la exclusión -forclusión-
contrario, como el lugar de una inevitable inadecuación. De ahí del sujeto del inconciente que puede definirse como lo que fal-
que la presencia en el texto freudiano de un concepto de verdad ta en el discurso para que éste sea pleno. Aquí está la base de su
entendida como adecuación o exactitud no deje de ser sorpren- insistencia en la pretensión -que la técnica y la política preten-
dente, sobre todo si se recuerda que más de treinta años antes den hacer efectiva- de erradicar el deseo. Algunos de los efectos
de hacer estas afirmaciones él mismo echó las bases para su
"Sigmund Freud: "Fragmentos de la correspondencia con Fliess", en Obras
" !bid., pág. 15 7 (las cursivas son mías). completas, Amorrortu editores, Buenos Aires, vol. !, pág. 301 .

174 175
letales del discurso de la ciencia que el siglo XX y lo que va del falta y esto vendrá a reforzar aún más el mandato de sostenerlo
actual han presenciado ponen en entredicho el optimismo freu- como Otro completo, puro, intachable. La culpa conduce en-
diano expuesto en afirmaciones como esta: "el último siglo ha tonces a una consagración absoluta al Otro instituido en el lu-
traído consigo tal profusión de nuevos descubrimientos, tan gar del amo, Otro que deberá ser sostenido allí hasta el extremo
grande aceleración del progreso científico, que tenemos todos del fanatismo desenfrenado que desemboca en el crimen, la
los motivos para aguardar confiados el futuro de la ciencia". 17 destrucción y el genocidio, fenómenos estos cuya explicación
El análisis freudiano de la cosmovisión religiosa concluye no puede limitarse a la consideración de factores económicos y
señalando que "nada de lo que se diga en menoscabo de la cien- sociales porque son consecuencia de la necesidad de realizar una
cia puede modificar el hecho de que intenta hacer justicia a y otra vez un sacrificio como ofrenda a "dioses oscuros" que son
nuestra dependencia del mundo exterior real, mientras que la la figuración del Otro exento de falta: "Sostengo que ningún
religión es ilusión y debe su fuerza a su solicitación de nuestras sentido de la historia, fundado sobre las premisas hegeliano-
mociones pulsionales de deseo" . 18 En el contexto de la oposi- marxistas, es capaz de rendir cuenta de esta resurgencia (en el
ción ya indicada la religión es definida como ilusión, es decir, holocausto nazi), por la cual se comprueba que la ofrenda a dio-
como un cumplimiento de deseo. El deseo, sin embargo, no se ses oscuros de un objeto de sacrificio es algo a lo que pocos su-
confunde con el anhelo, el querer que puede formular el yo jetos pueden no sucumbir, en una monstruosa captura" . 19
centrado en la conciencia; es, ante todo, falta. No del sujeto si- ¿Qué alternativa puede plantearse ante esta inevitable pro-
no del Otro, falla de la estructura simbólica del lenguaje que es pensión al sacrificio que resulta de la incompletud del Otro? El
causa del enigma que define a la subjetividad. El deseo es deseo cuestionamiento de esta perspectiva como imposible y, de esta
del Otro y su cumplimiento -en el sueño, el acto "fallido" o el manera, el de cualquier posibilidad de existencia de una "cos-
síntoma- es el mantenimiento de esa falta. En este sentido, más movisión" . En este sentido Freud es tajante cuando al final de
que cumplimiento de deseos, la religión -como toda creencia- la conferencia mencionada matiza el optimismo que había ma-
es un modo de negar esa falta del Otro que es el deseo. Su vi- nifestado previamente y dice: "el psicoanálisis es incapaz de
gencia constante más allá de los "avances" de la ciencia, su pre- crear una cosmovisión particular". 20 En realidad, más que inca-
sencia nunca disminuída en el mundo contemporáneo, con paz, el psicoanálisis es la impugnación misma de cualquier in-
manifestaciones que llegan a los fundamentalismos más radica- tento de hacerlo, en la medida en que señala la existencia de un
les, aparentemente inexplicables en la "era de la ciencia", son incurable radical, la castración. Inmediatamente añade Freud:
consecuencia de un afán del ser hablante que nunca alcanza su "No le hace falta; él forma parte de la ciencia y puede adherir a
meta plena: colmar la falta insoportable del Otro. la cosmovisión científica. Pero esta apenas merece ese grandilo-
A este motivo es preciso agregar otro aspecto esencial, alu- cuente nombre, pues no lo contempla todo, es demasiado incom-
dido en la afirmación de Cioran que se cita como epígrafe y li- pleta, no pretende absolutismo ninguno ni formar un sis terna''.
gado indisolublemente al anterior: la culpa. Ante la imposibili-
dad de llenar la falta del Otro el sujeto va a cargar sobre sí esa
"' Jacques Lacan: Le Sérninaire, Livre XI: Les quatre concepts fondarnentaux de
17
fa psychana fyse, Ed. du Seuil, Paris, 1973, pág. 246.
lbíd., pág. 160.
'" Sigmund Freud: "Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis",
'" lbíd., pág. 161.
en Obras completas, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, vol. XXII, pág. 168.

176 177
Es preciso afirmarlo de manera tajante: no hay tal cosmovisión por esta última al goce los sujetos buscarán escapar de su peli-
en la medida en que todo intento por construir un sistema ce- gro letal renunciando a él y atribuyéndolo a un amo absoluto
rrado y completo encuentra su límite en la existencia del sujeto ante quien se someterán: "Sabemos que en la masa de seres hu-
que el psicoanálisis revela. manos existe una fuerte necesidad de tener alguna autoridad
Ahora bien, el psicoanálisis -como se ha dicho- no se opo- . que uno pueda admirar, ante la cual uno se incline, por quien
ne a la ciencia. Su existencia misma sólo pudo ser posible en un sea gobernado, y, llegado el caso, hasta maltratado [. . . ]. Esta
mundo organizado por el discurso de la ciencia que vino a rom- necesidad proviene de la añoranza del padre". 22 Añoranza del
per con toda idea de complementariedad entre sujeto y objeto padre que no es sino la del goce que se le adjudica a éste como
de conocimiento como una relación de completamiento de uno encarnación del Otro exento de falta que el sujeto procurará ha-
con el otro. Fue necesario el surgimiento de la ciencia moderna cer exisistir tomando la posición masoquista del sacrificio en
que produjo el efecto de "desexualización" del conocimiento nombre de los llamados grandes ideales de su cultura.
que siempre se había presentado como equivalente de una téc- ¿Es posible entonces, a la luz de estas consideraciones, espe-
nica sexual destinada a apropiarse de la mujer, tomada como rar - como Freud en 1927- el gobierno de "nuestra pulsionali-
paradigma del objeto. En síntesis, fue necesario que surgiera la dad" por "nuestra inteligencia"? 23 ¿Pretende el psicoanálisis la
ciencia moderna que puso en entredicho la posibilidad de la desaparición de la fe y el imperio de la razón? En cuanto al pri-
"relación sexual" para que pudiera surgir un discurso -el del mer interrogante, la respuesta la proporciona el mismo Freud
psicoanálisis- que trata sobre los modos en que los sujetos ha- en numerosos textos: "nuestra pulsionalidad" define esa dimen-
blantes procuran infructuosamente negar esta falta inevitable sión de lo real imposible de ser absorbido por el orden simbó-
del Otro, la falta del conocimiento. lico en tanto constituye su propio límite interno; no hay, por lo
La ciencia, por lo tanto, no puede dejar de ser el referente tanto, ningún gobierno posible sobre ella; ¿no caracterizó Freud
esencial del psicoanálisis. "La ciencia -dice Freud en 1927- por el gobierno como una de las "profesiones imposibles", precisa-
medio de éxitos numerosos y sustantivos, nos ha probado que mente por esta razón? Acerca de la segunda pregunta cabría es-
no es una ilusión". 21 En efecto, las razones antedichas nos prue- te cuestionamiento: ¿una pretensión de este tipo no significaría
ban que no lo es. Pero aun así no está exenta de generar ilusio- la institución de un nuevo ideal, con los efectos de sometimien-
nes: sólo tres años después de haber afirmado esto, Freud va a to que llevan a las consecuencias ya tratadas?, ¿no es lo propio
relativizarlo. Lo hará en El malestar en la cultura, texto en don- del psicoanálisis el cuestionamiento de todo ideal como lo que
de ciencia y técnica aparecen como medios que tratan de paliar viene a negar la falta?
un malestar inevitable que es causado por la culpa que se asocia Para el psicoanálisis no se trata, en efecto, de la búsqueda de
con el goce de la pulsión de muerte, goce que empuja inevita- alcanzar algún ideal en particular. Su propuesta es más bien la
blemente al sacrificio y la expiación. La razón, que gobierna la de hacer la experiencia de la falta del Otro, del sin-sentido ra-
producción científica, tiene sus límites en la dimensión pulsio-
nal que es, por definición, imposible de dominar. Arrastrados
22 Sigmund Freud: "Moisés y la religión monoteísta'', en Obras completas,
Amorrorru edirores, Buenos Aires, 1979, vol. XXIII, pág. 42.
21
Sigmund Freud: "El porvenir de una ilusión", en Obras campletas, Amo- 2.1 Sigmund Freud: "El porvenir de una ilusión", en Obras completas, Amo-

rrorru editores, Buenos Aires, 1979, vol. XXI, pág. 54. rrorru editores, Buenos Aires, 1979, vol. XXI, pág. 47.

178 179
''11

dical que se halla en la base de la producción de todo sentido 10


con lo que será posible advertir el carácter siempre religioso de
este último en tanto que su función no es otra que llenar el va-
cío del orden simbólico. Cuestionar el sentido que se apoya en
la fe en el Otro como la vía para abrir el espacio del deseo: se La servidumbre voluntaria
trata de hacer presente la dimensión de lo pulsional en el uni-
verso de creencias que sostienen la ilusión del cosmos para po-
ner en entredicho toda pretensión de absoluto y -por efecto de
este incurable de la ausencia de sentido- curarse del afán deses-
perante del sentido. Ya no es aquí cuestión de alcanzar una me- La política es el arte de tragar sapos sin
ta preestablecida sino de formular una apuesta, sin garantías, hacer gestos.
sin Otro: en este campo sólo el sujeto tiene la palabra.¡g<¡¡
Carlos Fuentes: Los años con Laura Díaz.

E n 15 53, a lo' 23 ""º'• Étienne de La Boétie emibe rn en-


sayo Discurso de la servidumbre voluntaria, también llamado Con-
tra uno. 1 Su tesis central sostiene que el poder abusivo no existi-
ría si no se alimentara del consentimiento de los sometidos que,
al plegarse a la estructura de poder creada por y en torno a un ti-
rano, son el basamento de este poder que no tiene más fuerza que
aquella que los que se someten le otorga. Dice La Boétie: "Por el 11111

momento solamente quisiera entender cómo es posible que tan-


tos hombres, tantos burgos, tantas ciudades, tantas naciones, so-
porten a veces a un solo tirano que no tiene más fuerza de la que
ellos le dan, que sólo puede perjudicarlos mientras ellos lo quie-
ran soportar y que no podría hacerles ningún mal si dejaran de
sufrirle todo, como lo sufren por no contradecirle. [... ] Son,
pues, los mismos pueblos los que se dejan maltratar por él, ya que
se salvarían en cuanto dejaran de servirle. El pueblo es el que a sí
mismo avasalla y el que se degüella, el que, pudiendo escoger en-

' Cf Étienne de La Boétie: Discurso de la servidumbre voluntaria, Ed. Aldous,


México, 2001.

180 181
tre ser sometido o ser libre, rechaza la libertad y acepta el yugo; tran entre ellos a uno de esos raros hombres que les dé pruebas de
el que consiente en su mal, o, mejor dicho, lo busca". 2 una gran previsión para salvaguardarlos, de una gran valentía pa-
En la visión de La Boétie los pueblos rinden vasallaje a una ra defenderlos, de una gran prudencia para gobernarlos; si a la lar-
opresión que ellos engendran y alimentan. El poder es caracte- ga se acostumbran a obedecerle y a fiarse de él hasta el grado de
rizado como un fantasma, una categoría metafísica que se cor- admitirle una cierta supremacía, no sé si sería prudente quitarlo
poriza y fortifica desde los cuerpos de quienes lo acatan y lo su- de allí donde hacía bien para situarlo donde pudiera hacer mal,
fren. Es nosotros traducido al Uno y vuelto contra ese nosotros pues parece natural, en efecto, ser bueno para aquel que nos ha
mismos. Los ajenos al poder, los que lo sufren, son al mismo procurado el bien, y no temer de él mal ninguno". 4
tiempo quienes hacen el poder, corporizan ese fantasma. La Boétie es así un iniciador de la reflexión en torno al enig7
Aunque el discurso de La Boétie arraiga en una época de- ma de la servidumbre voluntaria, un antecedente fundamental
terminada con circunstancias específicas, en un det~rminado - tres siglos y medio antes en la historia- de Freud, aunque éste
espacio histórico marcado por la monarquía absoluta, no deja nunca lo haya citado en su obra y no se sabe si lo leyó alguna
de tener validez para todos los tiempos en la medida en que el vez. La reflexión de Freud -particularmente la que se encuentra
poder persiste en la historia y tiene siempre vigencia. De allí la desde Tótem y tabú hasta Moisés y la religión monoteísta- se ins-
importancia de esta reflexión: "Vuestro amo sólo tiene dos ojos, cribe sin embargo en la tradición abierta por La Boétie, que a lo
dos manos, un cuerpo y no más de lo que tiene el menor de los largo de la historia pasa por ·spinoza, Locke y Rousseau; refle-
habitantes del infinito número de nuestras aldeas. Lo que tierie xión organizada en torno a una pregunta central: ¿qué lleva a los
más que vosotros son los medios que le dais para que os anule. hombres a someterse voluntariamente a un amo?
¿De dónde obtiene los ojos que os espían, si no es de vos~tros? La tesis que Freud introduce en Tótem y tabú sostiene que la
¿Cómo tiene tantas manos para golpearos, si no le prestáis las deuda y la culpa se sostienen en una anterioridad lógica con res-
vuestras? Los pies con los que pisotea las poblaciones, ¿no son pecto a cualquier exigencia de la "conciencia moral", de tal modo
los vuestros? ¿Tiene sobre vosotros algún poder que no proven- que hay una culpabilidad fundamental que es condición de posi-
ga de vosotros mismos? ¿Cómo se atrevería a robaros, si no fue- bilidad para las diferentes faltas que se cometen y los diversos en-
ra porque se lo consentís? ¿Qué mal podría haceros si no encu- deudamientos que se contraen a lo largo de la existencia. Lacan
brieseis al ladrón que os despoja, si no fuerais los cómplices del pudo explicar lo que en Freud se presenta como relato mítico al
asesino que os mata y los traidores de vosotros mismos?". 3 mostrar que la estructura del lenguaje impone una falta que no es
Este Uno en contra de quien se escribe el discurso de La Boé- de algo en particular sino falta en ser. Así, el sujeto que surge de
tie puede ser el dictador individual o un grupo gobernante. Pero los significantes que organizan su advenimiento no podrá encon-
también puede ser el mítico "liberador" del pueblo que fácilmen- trar el modo de localizar su ser en símbolo alguno; encuentro im-
te deviene caudillo y luego tirano. En este sentido La Boétie se posible que se llama castración y quiere decir que el acceso a un
anticipa en su reflexión a las tragedias históricas de tantos proce- ser pleno de goce está interdicto-prohibido para aquel que habla.
sos "liberadores": "Si entonces los habitantes de un país encuen- Ahora bien, como se ha señalado en otros capítulos, el suje-
to del inconciente traduce su falta en ser en términos de culpa
2
lbíd., pág. 4.
J lbíd., pág. 14. ' Ibíd., págs. 5-6.

182 183
y deuda. Por esto el hallazgo freudiano fundamental consiste en rar la comunidad. El problema principal está en el hallazgo de una
el hecho de que es precisamente allí donde se formula el deber dimensión fundamental, la de la pulsión de muerte que "opera en
-moral, social, familiar o cualquier otro- donde hay un goce silencio", dimensión donde el sujeto goza más allá de toda búsque-
que el sujeto experimenta sin conciencia de él, goce que no so- da de placer o equilibrio sin que exista la posibilidad de una elabo-
lamente va a exigirle la servidumbre a su mandato pues el suje- ración simbólica de ese goce que lo integre a los lazos sociales.
to mismo va a demandar ese mandato que somete y culpabiliza Una pregunta principal de los textos de Freud posteriores a
como un modo de gozar sin saberlo. 1920 es precisamente adónde va el goce, ese goce que puede de-
Se puede decir también que la explicación freudiana de la ser- tectarse tanto en la relación entre los sexos como en el orden so-
vidumbre voluntaria se despliega en dos "niveles" diferenes: el pri- cial, en el lazo social. Éste exige el sacrificio del goce en nombre
mero tiene que ver con el amor y la identificación, y se desarrolla del amor, ya sea a sí mismo, a la nación, a la humanidad, al pró-
especialmente en Psicología de las masas y análisis del yo, en 1921. jimo. La política no tiene otra base que ésta, es la puesta en ac-
El segundo, más radical, se vincula con el goce y la pulsión de to de tal exigencia de sacrificio. El problema es que el goce es
muerte y puede encontrarse en los textos de la década de 1920, por definición inasimilable, de modo que en este punto habrá
desde Más allá del principio de placer hasta El malestar en la cultu- un fracaso del orden social y la política.
ra, pero tiene un antecedente en 1919 con Pegan a un niño. El desarrollo de Freud es muy claro en este sentido y tiene
Como es sabido, en Psicología de las masas y análisis del yo es un momento crucial en El problema económico del masoquismo,
el poder de Eros, el amor, quien unifica a los sujetos bajo el do- de 1924, donde le interesa esencialmente esclarecer la genealo-
minio de Uno, un jefe-amo que ama por igual a todos. En la me- gía de la moral. Esta será concebida, más que como un conjun-
dida en que ama por igual a todos los miembros de la masa, el je- to de reglas que prohiben y limitan, como una satisfacción libi-
fe les ofrece también un significante que posibilita la identifica- dinal. De hecho es una idea que estaba ya presente en Tótem y
ción de todos entre sí y la consiguiente constitución de una iden- tabú pero que, sistematizada en este texto, abre el espacio para
tidad comunitaria. Se puede afirmar entonces que es el significan- que en la enseñanza de Lacan se exponga claramente que no hay
te amo quien tiene el poder de unificador de la masa, así como de oposición entre moral y goce sino que la moral es siempre para
apaciguar la agresividad latente entre sus integrantes que podría los sujetos un modo privilegiado de gozar.
resquebrajada. El significante amo es así -la lengua castellana per- Lo que Freud señala es la existencia de una forma enigmática
mite este juego- el significante amo(r), la condición del lazo libi- de goce en el sujeto que se atormenta con la culpa y a esto lo lla-
dinal. La respuesta de Freud en este texto a la pregunta por la ser- ma masoquismo moral, una forma de masoquismo que debe ser
vidumbre voluntaria rezaría así: si los hombres se someten a las relacionada con otras dos -erógeno y femenino- para compren-
exigencias de otros, y en particular a un amo, es por amor de ellos, der su lugar y función en la economía del goce. El masoquismo
por conservarlo y para conjurar la amenaza de perderlo. erógeno es descrito por medio de un fantasma del sujeto: "el ma-
Esta tesis se relativiza sin embargo a la luz de las afirmaciones soquista quiere ser tratado como un niño pequeño, desvalido y
que se encuentran en Pegan a un niño y en los textos posteriores a dependiente, pero, en particular, como un niño díscolo". 5 Ahora
Psicología de las masas .... En éstos se advertirá en qué medida hay
un reconocimiento de los límites de la identificación significante 1 Sigmund Freud: "El problema económico del masoquismo'', en Obras com-
-identificación simbólica- y del amor fundado en ella para asegu- pletas, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, vol. XIX, pág. 168.

184 185
bien, las características de este fantasma pueden explicar el llama- dio de un movimiento en cuya descripción Freud cuestiona ta-
do masoquismo femenino en la medida en que la persona se co- jantemente que sea el temor a perder el amor del Otro lo que
loca allí "en una situación característica de la feminidad, vale de- lleva a la subordinación a la ley.
cir, significa ser castrado, ser poseído sexualmente o parir". 6 La fuerza que el superyó puede adquirir no proviene de es-
Lo verdaderamente notable en el texto de Freud es que este te temor, aun cuando en algunos textos aparece como causa
denominado masoquismo femenino no caracteriza la posición fundamental.ª El señalamiento de Freud se orienta a mostrar
de la mujer sino la forma básica del fantasma masculino en ge- que lo característico de la figura del superyó es la erogenización
neral: en la posición extrema de pasividad el sujeto puede con- de la moral en tanto él acumula ese goce al que el sujeto renun-
cebir lo femenino encarnando ciertas formas radicales del dolor cia. De este modo se configura la paradoja propia del goce que
ligadas a ser castrado, poseído sexualmente o estar en situación Lacan va a formular: imposible gozar por un lado; pero impo-
de parir. Con la enseñanza de Lacan podría entenderse tal fan- sible también no gozar siempre de alguna manera porque "aun
tasma como la manera de figurar lo indecible del goce femeni- si la ley ordenase: Goza, el sujeto sólo podría contestar con un
no por parte del sujeto masculino o, más claramente, de expre- Oigo, donde el goce ya no estaría sino sobreentendido". 9
sar en la lógica fálica el goce de la mujer. A los ojos del superyó el sujeto siempre será culpable, haya
Hablar aquí de lógica fálica implica afirmar que tanto hom- o no renunciado al goce. Esta culpabilidad indica una posición
bres como mujeres pueden compartir ese fantasma de la pasivi- constitutiva -el masoquismo moral- que lo coloca a merced del
dad en el acto sexual o el parir como el nombre de eso que el Otro. Otro que tiene las características del "imperativo categó-
significante ya no puede decir y que se asocia a la reducción del rico" kantiano, evocado precisamente por Freud: "El superyó,.
sujeto a un objeto del goce del Otro. Lo que en su texto Freud la conciencia moral eficaz dentro de él, puede volverse duro,
llama lo infantil y lo femenino se podría traducir como esa po- cruel, despiadado hacia el yo a quien tutela. De este modo, el
sición primordial del sujeto en relación con el goce, posición de imperativo categórico de Kant es la herencia directa del com-
objeto "femenino" sometido al goce del Otro que lo coloca en plejo de Edipo" . 1º
la situación de servidumbre. De este modo podría leerse la afir- El imperativo categórico no amenaza con la pérdida del amor
mación de La Boétie cuando dice: "bajo los tiranos, los hom- porque, como se sabe, no tiene nada de "patológico". Exige más
bres fácilmente se vuelven cobard~s y afeminados". 7 bien el sacrificio del sujeto y su singularidad a un Otro universal
Este masoquismo "femenino" se puede articular con el ma- ante cuyo mandato no hay excusa que exima de cumplimiento.
soquismo moral entendido como ese momento constitutivo de
la subjetividad en el cual la renuncia a la satisfacción por exi- ' Cf Sigmund Freud: "Nuevas conferencias de introducción al psicoanáli-
gencia de la ley da lugar a la satisfacción en el tormento en la sis", en Obras completas, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, vol. XXII,
medida en que se asume esa posición "infantil o femenina''. conf. : «La descomposición de la personalidad psíquica», pág. 53.
Aquí el tormento es ejercido por el superyó como la instancia '' Jacques Lacan: "Subversion du sujet et dialectique du désir dans l'incons-
cient freudien", en Í.crits, Ed. du Seuil, Paris, 1966, pág. 821 ("Subversión del su-
específica que se hace cargo de la satisfacción pulsional por me-
jeto y dialéctica del deseo en el inconciente freudiano", en Escritos 2, Siglo Vein-
tiuno editores, México, 1994, pág. 821).
6
!bid., pág. 168. '" Sigmund Freud: "El problema económico del masoquismo", en Obras
7 Étienne de La Boétie: Op. cit., pág. 3 (las cursivas son mías). completas, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, vol. XIX, pág. 173.

186 187
No por casualidad se encontrará la mención freudiana al destino, conciente existe y esta existencia se manifiesta en los sujetos en
presentado como la figura radical de la instancia superyoica. En la forma de un empuje a la servidumbre como la vía para acce-
efecto, ¿qué otra manifestación de un Otro absoluto, inapelable, der al goce? Hay un elemento básico para pensar en la respues-
sobrecogedor, que la de esta instancia inapelable cuyos golpes no ta: el inconciente no se manifiesta solamente de ese modo, es
dejan de sucederse y renovarse hasta el zarpazo final?: "La figura también una resistencia -la del deseo- a esta tentación. El suje-
última de esta serie (de imagos «superyoicas») que empieza con to -que es también sujeto de la política- permanecerá siempre
los progenitores es el oscuro poder del destino, que sólo los me- dividido, división entre deseo y goce que exigirá siempre la re-
nos de nosotros podemos concebir impersonalmente". 11 novación de la apuesta por el primero.
La forma del imperativo categórico como modo en que la Precisamente por esto, y más allá de las reservas que este tér-
imposición del deber de gozar se inscribe en el sujeto permite mino despierta, no es posible rechazar absolutamente ciertos uni-
advertir que la servidumbre "voluntaria" de éste hacia el Otro no versales ligados con el deber que constituyen un patrimonio cul-
se fundamenta en alguna motivación "patológica''. Es preciso re- tural inenajenable y sin los cuales no habría espacio para el deseo
mitirse una vez más a Kant con Sade para entender que cuando ni tampoco psicoanálisis, en la medida en que éste sólo pudo ser
el deber es despojado de toda "patología" se revela en su pureza fundado después del momento histórico en que el sujeto fue for-
más obscena y feroz. Por esto el imperativo categórico kantiano malmente liberado de cualquier obligación legal de servidumbre:
encuentra su verdad en el mandato sadiano del goce absoluto del democracia, derechos humanos, garantías individuales, respeto a
Otro -de un Otro que es figurado como la naturaleza- cuyo la vida. Pero si bien el psicoanálisis surgió de un proceso de '\mi-
cumplimiento coincide con el aniquilamiento del sujeto. versalización" que se inició con el surgimiento del mercado capi-
Ese imperativo es entonces el paradigma de una ley que pre- talista mundial, su existencia ha permitido advertir con claridad
tende basarse en el Uno, el universal, el para-todos. Carácter el modo en que ciertos "programas universales", que aspiran a
universal que llevaría, en el extremo, a la desaparición de la vi- cumplir el "para todos", llevan a la exclusión y segregación de
da misma. En este sentido, la dimensión ética del psicoanálisis aquellos que no cumplen con las condiciones exigidas por el ras-
es la de denuncia de esta dimensión obscena y aniquilante del go que define a la totalidad y desembocan paradójicamente, en
deber que es impuesto "en nombre de todos, y del todo", un de- nombre de la democracia universal, en el totalitarismo.
ber que particularmente en el campo de la política adquirirá un Ahora bien, el rasgo que en un orden totalitario mantiene
carácter central. Desde este punto de vista el psicoanálisis es, li- unida a la comunidad no se reduce -como se ha dicho- a un
teralmente, a-político: su posición es la de confrontar a la polí- punto de unificación simbólica: es, más radicalmente, una pos-
tica -que anhela la construcción de la polis como el todo armó- tura común hacia un imperativo de goce al que todos se some-
nico- con su imposibilidad, inscrita en esa letra a que evoca el ten. De modo que todo tipo de exclusión o segregación son el
goce que no puede ser evacuado de su campo. resultado de atribuirles a otro u otros un goce diferente, excesi-
Claro que esto no significa la anulación lisa y llana de la vo, inaceptable, o de culparles de robar el goce que se le supo-
cuestión del deber y la ley sino plantearse más bien una pregun- ne a la comunidad unificada. La cohesión de ésta depende en-
ta central: ¿cómo pensar la relación con el deber cuando el in- tonces de una servidumbre: servidumbre a una forma de goce y
consiguiente rechazo a cualquier otra, rechazo que puede llegar
11
lbíd., pág. 174. al extremo de la aniquilación de quienes sean señalados como

188 189
la encarnación del goce como un mal. 11
Se entiende entonces por qué los llamados a la tolerancia, los
discursos "políticamente correctos" -siempre bien intenciona-
dos- que promueven la aceptación del Otro, resultan ingenuos El estúpido encanto de la violencia
e ineficaces: la llamada "tolerancia" no depende de otra cosa que
de ese amor al prójimo que impone el sacrificio de goce, pero és-
te tiene como consecuencia inevitable un retorno de ese goce, re-
torno consumado por la vía del superyó que impone el manda-
to de gozar y producir víctimas o tomar el lugar de ellas.
Este es el punto específico que determina el fracaso de toda Respeto mucho la estupidez humana. Es lo único
política. Fracaso en la medida en que ella se sostiene en una que me da una idea de la eternidad.
creencia: la de la posibilidad de una comunidad humana que Voltaire
puede organizarse y operar en nombre del bien común. Ahora
bien, es este mismo propósito el que no puede evitar el retorno Sólo dos cosas son infinitas: el universo y la estu-
del goce en el lazo social que imposibilita la meta propuesta. pidez humana, y en cuanto al primero no estoy
Ante esto sólo cabe preguntarse: ¿podrá la política -inclui- muy seguro.
da aquella que se despliega en la polis de los psicoanalistas- re- Albert Einstein
conocer su propio imposible? ¿Podrá finalmente admitir que en
su afán de servir al bien común no puede evitar el retorno del El modo de ser de la estupidez es el triunfa. Fren-
goce? ¿Podrá reconocer que su verdad no es la creación de lazos te a eso somos impotentes. Sólo cabe interiorizar-
amorosos sino la pulsión de muerte? ¿Podrá aceptar que, más la, elaborarla en nuestro interior en dosis homeo-
allá de la concordia que pretende alcanzar no puede dejar de páticas; en cualquier caso, no demasiado.
sembrar la discordia? Roland Barthes
La novela de Carlos Fuentes, Los años con Laura Díaz, con-
tiene reflexiones como esta que pueden tomarse en cuenta para
pensar en respuestas: "Hay que cambiar la vida, dijo Rimbaud.
Hay que cambiar el mundo, dijo Marx. Los dos están equivo- Desde '"' inicio•, el p•ico,náli'i' h' pu<"to de m'ni-
cados. Hay que diversificar la vida. Hay que pluralizar al mun- fiesto que la violencia se encuentra en el núcleo mismo de lo
do. Hay que abandonar la ilusión romántica de que la humani- humano. Lo está al grado tal que no puede dejar de provocar
dad sólo será feliz si recupera la unidad perdida. Hay que aban- una especial atracción a la que ningún sujeto -al menos en al-
donar la ilusión de la totalidad. La palabra lo dice, hay sólo un gún momento- puede sustraerse. El estúpido encanto de la vio-
paso entre el deseo de totalidad y la realidad totalitaria''. 12.iln lencia confluye así con el violento encanto de la estupidez, di-
mensión también eminentemente humana.
12 Carlos Fuentes: Los años con Laura Díaz, Ed. Alfaguara, México, 1999, Se puede recordar que para Freud, la violencia aparece en
pág. 420. un primer momento asociada con el acontecimiento traumáti-

190 191
co, del cual el síntoma neurótico será el efecto. En la teoría freu- concepto inédito e impactante: la pulsión de muerte. Freud pue-
diana del trauma, la sexualidad irrumpe violentamente por la de dar cuenta entonces de la existencia de lo que el psicoanálisis
acción "perversa" del adulto sobre el niño indefenso. considera lo más verdadero de toda violencia: en su vida el sujeto
Años después, cuando Freud abandona parcialmente esa no busca esencialmente su bien ni el del otro; está regido más bien
teoría, la concepción de una violencia inherente a la sexualidad por el propósito de alcanzar un goce -"retorno a lo inorgánico" le
no desaparecerá de sus elaboraciones: en 1905, con Tres ensayos llama él- más allá de todo bienestar, armonía o equilibrio.
de teoría sexual, surge el concepto de pulsión, elemento antina- Es así como a partir de 1920 la cultura deja de ser para
tural por excelencia en tanto índice de una alteración violenta- Freud la causa de la falta de goce para convertirse en la organi-
mente radical de la relación del ser humano con su mundo. Hay zación simbólica de la vida humana que procura lograr una re-
violencia en la pulsión porque ésta no asegura una armonía na- gulación del mismo intentando de un modo hasta cierto punto
tural del sujeto con el objeto; al confrontarle más bien con la infructuoso hacerlo compatible con el mantenimiento de los la-
ausencia de este último lo consagra a una eterna decepción con zos sociales. Estos son regidos por Eros, el amor, el poder que
relación a lo que puede prometer la satisfacción, a un desen- todo lo une en el mundo y la cultura es el resultado del perma-
cuentro con el objeto buscado que es fuente de constante vio- nente esfuerzo de la llamada pulsión de vida, Eros, que exige el
lencia. sacrificio del goce - letal en su perspectiva última- en nombre
Con sus tesis acerca de la sexualidad, Freud va a reformular del lazo social, pulsión que no deja de encontrar dificultades in-
lo que la teoría del trauma indicaba: en el origen del sujeto co- salvables para cumplir con su cometido.
mo sujeto de deseo está la violencia. Es la violencia del doble cri- Con el nuevo dualismo pulsional que establece en 1920, hay
men de Edipo, el incesto y el parricidio, parte esencial de la ins- una pregunta que desde ese momento reaparece insistentemente en
titución subjetiva que tienen como consecuencia el lazo indiso- la obra de Freud: ¿cuál es el destino del goce de la pulsión de muer-
luble del deseo con la culpa. Con la form ulación del complejo te que Eros no puede dominar? La tarea de integrar el goce en las
de Edipo la violencia propia del acto fundante del sujeto se ero- redes simbólicas que organizan la cultura está condenada al fraca-
tiza bajo la forma de un sentimiento· inconciente de culpa siem- so, lo que motivará el interrogante -que trasluce su enorme incer-
pre presente que se manifiesta como necesidad de castigo y en- tidumbre acerca del porvenir del ser humano- con el que Freud
cuentra su satisfacción -el goce- en la obtención del mismo. concluye su inquietante análisis de aquélla: "He aquí, a mi enten-
Los desarrollos de Tres ensayos de teoría sexual vinculados con der, la cuestión decisiva para el destino de la especie humana: si su
las tesis de Tótem y tabú, el concepto de narcisismo con su di- desarrollo cultural logrará, y en caso afirmativo en qué medida, do-
mensión letal ya anunciada en el mito de Narciso, los comenta- minar la perturbación de la convivencia que proviene de la huma-
rios sobre el carácter inevitable de la repetición y las reflexiones na pulsión de agresión y de autoaniquilamiento [... ]. Y ahora cabe
contenidas en el breve pero fundamental texto Los que delinquen esperar que el otro de los dos «poderes celestiales», el Eros eterno,
por conciencia de cufpa 1 , convergen en 1920 para producir un haga un esfuerzo para afianzarse en la lucha contra su enemigo
igualmente inmortal. ¿Pero quién puede prever el desenlace?". 2
' Cf Sigmund Freud: "Algunos tipos de carácter dilucidados por el trabajo
psicoanalítico", ap. Ill: «Los que delinquen por conciencia de culpa», en Obras ' Sigmund Freud: "El malestar en la cultura", en Obras completas, Amorror-
completas, Amorrorru editores, Buenos Aires, [ 979, vol. XIV, pág. 338 . tu editores, Buenos Aires, 1979, vol. XXI, pág. 140.

192 193
Lo que la reflexión de Freud posterior a 1920 muestra es el la violencia del lenguaje y el orden simbólico que vienen a fun-
fracaso del ideal del yo -punto de la identificación simbólica dar la cultura y la historia como un orden esencialmente anti-
que establece el sentimiento de "comunidad" entre los sujetos- natural
para mantener unidas a las sociedades humanas. El goce de la Le ley no está entonces en oposición frontal al crimen, tie-
11 1
pulsión de muerte retorna desde lo real para atentar contra los ne su lado "oscuro" que es el crimen y la violencia. Pero este la-
lazos que se sostienen en ese significante amo encargado de im- do no es su "Otro"; es ella misma en su dimensión irracional,
poner el orden social. La constatación de este fracaso conduce incomprensible, obscena y feroz, es decir, en su verdad a la que
a Freud a plantear que la violencia es inherente a la existencia Freud llamó superyó. Hay una paradoja en la ley que, al preten-
de la cultura en tanto ésta es la encarnación de la eterna lucha der limitar el goce para fundar los lazos sociales, tiene que nom-
entre Eros y la pulsión de muerte, antagonismo entre el afán del brarlo como lo "prohibido" y, de este modo, promoverlo.
primero por reunir, ligar, hacer lazos, y la acción disolvente, dis- El goce que la ley pretendería erradicar está por lo tanto
gregadora, del segundo. presente en el lazo social. Lo está de tal manera que se puede
Ahora bien, este antagonismo es el motor de la vida de los constatar que no solamente el ideal del yo compartido como
hombres y la historia, de modo que Eros no podría existir sin la punto de identificación simbólica es el elemento que mantiene
pulsión de muerte, y viceversa. En este sentido, la oposición en- hasta cierta medida cohesionada a una comunidad. Hay otra
tre aquello que junta y organiza con aquello que desintegra y se- cosa, más allá de esta dimensión puramente simbólica: una
para es para Freud la causa última del proceso de transforma- identificación común -a la vez más sólida y más silenciosa- con
ción permanente que caracteriza a la cultura. En ella, la violen- una forma específica de goce, es decir, con una forma específi-
cia de este enfrentamiento se manifiesta tanto en las fuerzas des- ca de violencia cuyo paradigma fue de hecho presentado por
tructivas que alberga como en la innovación y creación que per- Freud en su mito del asesinato del padre primordial.
manentemente están presentes. Esta forma de violencia consiste en una exclusión: es preci-
Con Lacan será posible advertir de un modo aún más claro so que haya Otro -idc:;ntificado con el mal- que sea segregado.
que la violencia es inherente a la existencia de aquello que está Esta segregación permite la constitución del núcleo real del gru-
en la base misma de la cultura: el símbolo y la ley, causantes de po social, el núcleo que le da consistencia: "No conozco sino un
un trastorno radical, una perturbación esencial sobre lo "natu- solo origen de la fraternidad -digo humana, siempre el hu-
ral" por estos últimos: "con la ley y el crimen comenzaba el mus-, es la segregación. [... ] Simplemente en la sociedad [. .. ]
hombre". 3 Ley y violencia que, en última instancia no se opo- todo lo que existe está fundado sobre la segregación y, en un
nen sino que constituyen dos caras de un mismo fenómeno. primer tiempo, la fraternidad". 4 La segregación es el efecto de la
La ley, en efecto, no se halla desligada del crimen, es el "cri- fascinación insoportable que ejerce el goce supuesto al Otro, es-
men" por excelencia: la alteración irreversible de toda relación te Otro encarnado míticamente en Freud por el padre primor-
"natural" entre el hombre y su mundo. La ley, en este sentido, dial que debe quedar finalmente segregado del clan de los hijos
es producto de una violencia constitutiva del mundo humano: para fundarlo .

3
Jacques Lacan: "Introducción teórica a las funciones del psicoanálisis en 'Jacques Lacan: Le Séminaire, Livre XVII: L'envers de la psychanalyse, Ed. du
criminología", en Escritos], Siglo Veintiuno editores, México, 1995, pág. 122. Seuil, Paris, 1991, pág. 132.

194 195
El hecho de que este goce quede "fuera" del campo simbó- dio del espejo, que da origen a la noción de una tensión eróti-
lico -donde se confunde entonces con "el mal"- determina que ca-agresiva como lo propio de la relación entre el yo y su ima-
la única alternativa que tiene la comunidad para ejercer cierto gen, tensión correlativa al narcisismo inherente al yo. Así, Lacan
dominio sobre él es hacerlo factor de unión entre sus miem- puede hacer extensiva esta tensión que descubre en el campo de
bros. El goce que aglutina a todos es eso de lo que "no se habla" la psicosis a la relación humana en general, donde aparecerá co-
pero está presente en la complicidad que establecen para efec- mo un rasgo estructural del sujeto humano que siempre está in-
tuar la segregación violenta de aquel, aquella o aquellos a quien volucrado por la identificación narcisista en la dialéctica imagi-
o quienes paradójicamente se les atribuye ese goce del cual no naria con el semejante.
se quiere saber pero se realiza en ese acto de exclusión. En este contexto hay un mal que amenaza al yo: es el otro,
En su primer acercamiento al psicoanálisis, Lacan se inte- el semejante cuyo paradigma es la imagen especular. El otro se
rroga por lo que puede empujar a un sujeto al acto de violencia percibe como el mal en la medida en que es y a la vez no es yo:
criminal. Los pasajes al acto de Aimée -Marguerite Anzieu- sea porque es semejante y por esto puede ser yo, sea porque no
que intenta asesinar a una actriz y de las hermanas Papin que es "idéntico" y hace presente esa "pequeña diferencia'' que exa-
cometen un doble crimen asesinando a su patrona y la hija de cerba la rivalidad narcisista, rivalidad que tenderá a resolverse en
ésta son el tema de una reflexión que conducirá cuarenta años la agresión que es simultáneamente autoagresión. La tensión
después a vincular estrechamente la violencia con el goce. Estos imaginaria que caracteriza a la relación entre el yo y el otro -es-
actos criminales que se inscriben dentro de la lógica de las psi- te último intercambiable con la imagen de aquél- puede acabar
cosis, en especial de la paranoia, permiten a Lacan sentar las ba- en la violencia extrema como resolución del enfrentamiento es-
ses para la elaboración, en primer lugar, de una teoría del yo pecular, violencia extrema que conduce a la destrucción de la
que reformulará posteriormente cuando desarrolle una concep- imagen fascinante que simultáneamente constituye una amena-
ción del sujeto entendido como efecto del lenguaje que va a za. Pero esta agresión dirigida aparentemente al otro tiene un ca-
constituirse en la medida en que asume. una posición singular rácter suicida pues al atacar esa imagen que se confunde con el
respecto del deseo, el goce y la muerte. En su primera elabora- yo este mismo se asesta la agresión.
ción de una explicación teórica sobre la paranoia, Lacan plan- Este modo imaginario de relación es, para Lacan, lo propio de
tea la existencia de ciertas "tensiones sociales", que encarnan en lo que denomina "conocimiento paranoico", caracterizado por el
"el mal de ser dos": el otro como semejante provoca una tensión desconocimiento de sí -correlativo del reconocimiento en una
insoportable que puede llevar al acto asesino. En éste se conju- imagen- que percibe en el otro la causa del desorden del mundo y
gan dos vertientes opuestas: eliminar su presencia que invade y por la acción suicida con la que se pretende eliminar el mal que es-
despoja -"o tú o yo"- y, simultáneamente, confundirse plena- tá en el otro golpeando la propia imagen. El desconocimiento de
mente con él porque su imagen es "yo mismo", el objeto del sí lleva a ubicar en el otro el kakon, es decir, el mal, que no puede
amor narcisista con quien hay que hacerse uno. percibir en sí mismo: "lo que el alienado trata de alcanzar en el ob-
5
Con esta reflexión surgida del análisis de la paranoia Lacan jeto al que golpea no es otra cosa que el kakon de su propio ser".
inicia un largo camino para teorizar el modo específico que ca-
racteriza la relación yo-otro, modo que será llamado después ' Jacques Lacan: "Acerca de la causalidad psíquica", en Escritos 1, Siglo Vein-
imaginario. En este proceso se inscribe la formulación del esta- tiuno editores, México, 1995, pág. 165.

196 197
El yo coloca el mal en el otro de modo que el punto de re- ción de paz, es en un tercer lugar, que no es ni mi palabra ni mi
solución de la tensión es la acción suicida, actuar atacando el interlocutor, donde lo que ésta le propone se sitúa. Este lugar no
mal objeto sobre esa imagen de yo mismo que es el otro: "ese es otra cosa que el lugar de la convención significante".ª
imbécil de su rival se le presenta como su propia imagen en el Pero esto no será tan sencillo porque el símbolo, más allá de
espejo. Las palabras de furia que lanza entonces dejan traslucir esta función "pacifican te", tiene por otro lado un estrecho vín-
patentemente que busca golpearse a sí mismo". 6 '' culo con la muerte, vínculo que Lacan no dejó de señalar des-
La agresividad, que puede desencadenarse en agresión, es de un primer momento al mostrar que, a la vez que funda la vi-
correlativa al yo narcisista que solamente existe en la medida en da, el símbolo introduce la muerte. Hay entonces una violencia
que se ve en el otro, pero por esto mismo este otro le arrebata la que le es inherente: "el símbolo se manifiesta en primer lugar
existencia. Con esta característica del modo imaginario de la re- como asesinato de la cosa" .9 La palabra que nos introduce en la
lación yo-otro, ¿existe alguna posibilidad de coexistencia más o vida nos "mata" de alguna manera al inscribirnos en el orden
menos pacífica de ambos? simbólico y nos condena por otra parte a un destino mortal
En los años '50 Lacan va a responder afirmativamente seña- que, por la existencia de ella, sabemos. El sujeto se hace sujeto
lando que esa coexistencia es posible por la puesta en juego de por efecto del filo mortal del lenguaje, lo que tiene como con-
la función simbólica que se concreta en el pacto como prenda secuencia el dolor de existir -de ek-sistir: estar fuera- en la me-
de paz. Lacan se basa en la etimología misma de símbolo que es dida en que algo está forzosamente excluido por el significante
el symbállein griego (literalmente "arrojar juntos") .7 Símbolo que nombra, bautiza, inscribe al sujeto: el ser, solamente repre-
significa la conjunción (sym) de dos piezas fragmentadas que sentado y, por esto mismo, ausente.
pertenecen a una unidad originaria (una medalla o una mone- La existencia, posibilitada solamente por el lenguaje, tiene
da) que servían para sellar un pacto o una alianza entre dos gru- entonces una doble característica que Lacan señala en 1957:
pos o personas. Cada una de ellas disponía de una mitad y en "inefable y estúpida" . 1º El primer calificativo corresponde al he-
ocasión de un reencuentro, lanzaban (bállein) los fragmentos y cho de que, por sus características, el significante sólo puede re-
advertían su posible conjunción; arrojaban ambos fragmentos y presentar al sujeto; ningún significante puede significarlo, decir
se advertía su posible encaje. lo que el sujeto es. La raíz etimológica de inefable está en el ver-
El símbolo media entre dos partes y posibilita el reconoci- bo latino fari, hablar. Así, inefable es "lo que no se puede expre-
miento. Al destacar su importancia Lacan hace hincapié en este sar con palabras" . 11 La existencia es inefable entonces porque el
papel mediador, papel que caracteriza ante todo a la palabra co- ser, como tal, es innombrable, sólo puede ser representado.
mo el símbolo por excelencia que instituye el acuerdo que pue- Por otra parte, hay un derivado de fari particularmente im-
de evitar el enfrentamiento a muerte. Al símbolo le corresponde
una función pacificante como tercero entre dos partes: "en las 'Jacques Lacan: "La instancia de la letra en el inconciente o la razón después
proposiciones por las cuales abro con él (el otro) una negocia- de Freud", en Escritos 1, Siglo Veintiuno editores, México, 1995, pág. 505 .
'' Jacques Lacan: "Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoaná-
lisis", en Escritos], Siglo Veintiuno editores, México, 1995, pág. 307.
6
lbíd. 'º Jacques Lacan: "De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de
7
Cf Guido Gómez de Silva: Breve diccionario etimológico de la lengua espa- la psicosis", en Escritos 2, Siglo Veintiuno editores, México, 1994, pág. 531.
ñola, Fondo de Cultura Económica, México, 1988, pág. 640.
" Guido Gómez de Silva: Op. cit., pág. 375.

198 199
portante por su relación con la violencia: la voz pública u opi- cide con lo que afirmaba en el siglo XIX AJexander Herzen: "la
nión pública se dice en latín fama, que proviene del indoeuro- historia carece de libreto". Todas las concepciones de la historia
peo bhama: "habla, lo que se dice, discurso". 12 Por negación de que le atribuyen a ésta un sentido han conducido a las más vio-
este término tenemos infamia e infame: "quien carece de, crédi- lentas acciones de segregación -por los métodos de eliminación
to, estimación"'\ aunque, básicamente, infamia quiere decir más diversos- de aquellos que, desde ese esquema, han sido y
"fuera de la palabra". ' 4 son quienes están en "el error", opuestos a la "verdad" domi-
Lo infame pues es la ex-sistencia definida como fuera de la nante, señalados por lo tanto como los "traidores", los "herejes'',
palabra. Ahora bien, este fuera-de-la-palabra de la existencia, es- los "enemigos" del "inexorable curso de la historia" cuyo futuro
ta infamia, ocupa un lugar nuclear en la historia. En 1935 Jor- siempre aparece asegurado pues ella avanza presuntamente ha-
ge Luis Borges publicó un libro que contiene la historia de una cia aquellas metas que el sentido que se le asigna de antemano
serie de personajes de ficción; lo tituló Historia universal de la considera las únicas válidas. Esos "enemigos" tienen que ser en-
infamia, expresión que en realidad es pleonástica: la historia viados al así llamado "basurero de la historia". Curiosamente,
universal es la historia de la infamia. Con esta idea coincidirá esta última expresión sería aceptable en otro contexto, si se to-
Lacan en 1972, al cabo de largos años de reflexión: " [... ] esta mara el genitivo de en su sentido subjetivo, es decir, si se admi-
cosa que yo detesto, por las mejores razones, es decir la Histo- tiera que la historia misma es un "basurero", en la medida en
ria. La Historia está precisamente hecha para darnos la idea de que su único "motor" es ese desecho real excluido de lo simbó-
que tiene un sentido ct1alquiera. AJ contrario, la primera de las lico que todo discurso dominante intenta negar.
cosas que tenemos que hacer es partir de esto, que estamos ahí Lo que el discurso de Lacan impugna es la tradicional ape-
frente a un decir que es el decir de otro, que nos cuenta sus ton- lación a la historia como el gran Otro que está para dar sentido
terías, sus embrollos, sus obstáculos, sus emociones, y que es ahí a todas nuestras acciones en nombre de la realización final del
que se trata de leer ¿qué? - nada más que los efectos de estos de- gran proyecto, Otro desde el cual se pretende enviar al "basure-
cires" . 15 ro" a quienes no son absorbidos por él. Su reflexión coincide en
La Historia -deliberadamente con mayúsculas- concebida este aspecto con la del gran crítico de las ilusiones que llevan a
como el gran argumento escrito desde siempre y p~ra siempre, consecuencias siempre letales, quien también al criticar esa his-
donde no cabe lo inesperado, lo sorpresivo, lo imprevisto, ha si- toria la escribe con mayúsculas: "Que la Historia no tenga nin-
do, a lo largo de los siglos, fuente de justificación de los críme- glin sentido es algo que debería alegrarnos. ¿Nos atormentaría-
nes más atroces cometidos en nombre de ella. Lacan impugna mos acaso por una solución feliz del porvenir, por una fiesta fi-
radicalmente esa manera de concebirla como el despliegue de nal en la que nuestros sudores y desastres corriesen con todos
un sentido que lo explica y justifica todo. En este aspecto coin- los gastos? ¿A favor de idiotas futuros, exultando sobre nuestras
penas y bailoteando sobre nuestras cenizas? La visión de un de-
senlace paradisíaco supera, por su absurdo, las peores divagacio-
12
lbíd., pág. 295.
nes de la esperanza". 16
u Jbíd., pág. 376.
El otro calificativo que define la existencia -estúpida- con-
"!bíd.
"Jacques Lacan: Le Séminaire, Livre XX: Encare, Ed. du Seuil, Paris, 1975,
pág. 45. "'E. M. Cioran: Breviario de podredumbre, Ed. Taurus, Barcelona, pág. 171.

200 201
verge en cierto modo con el anterior si se toma en cuenta que va psicoanalítica a "nada que sea más real que el hombre", y, por
estúpido proviene de stupere, "admirarse, quedar inmóvil, asom- lo tanto, más violento y más estúpido.
brarse, pasmarse". 17 De aquí el derivado estupendo, de stupendus, La estupidez, presencia inevitable y violenta de lo real en lo
"asombroso" . 18 La existencia es estúpida por su carácter inefable: simbólico, es así inherente a la condición humana. Con Roland
la falta de significante que la signifique determina que la prime- Barthes se puede decir entonces: "La estupidez podría ser un
ra reacción ante ella sea la de estupor, asombro, sorpresa. Es in- núcleo duro e indivisible, un elemento primitivo: nada puede
teresante advertir que asombrarse es "asustarse por la aparición hacerse para descomponerla científicamente. ¿Qué es? ¿Un es-
de una sombra'' 19 , palabra esta última cuyo origen es el indoeu- pectáculo, una ficción estética, un fantasma tal vez? ¿Quizá ten-
ropeo ondh-ro, variante de and-ho: ciego, oscuro. Esa sombra, gamos ganas de meternos en el cuadro? Es hermoso, es sofocan-
punto ciego, oscuro, ¿a qué otra cosa puede aludir sino a lo real, te, es extraño: y de la estupidez sólo tendría derecho a decir, en
segregado de lo simbólico? definitiva, lo siguiente: me fascina ... " .23
Inefable y estúpida, la existencia es asombrosa y, por esto mis- Con la introducción del orden simbólico "mediador" y su
mo, inmunda. Esto último significa la negación de mundus, que consecuencia específica, la ex-sistencia de lo real que se confun-
en latín quiere decir "adornos de tocador, atavíos, vestido de mu- de con el ser, la perspectiva de Lacan se modifica: ya no es posi-
jer"2º, y es el equivalente del griego kósmos, con el mismo signifi- ble que el mal sea el de "ser dos"; el mal está más bien en la ex-
cado pero que además alude al "orden, el todo ordenado o armo- sistencia misma, inmunda por depender del orden simbólico,
nioso". 21La dimensión eminentemente violenta de la existencia es existencia que se confunde con un real que siempre retorna. For-
resultado del carácter inmundo que la define, tanto porque lo in- mulación esencial para la elaboración posterior del concepto que
mundo retorna una y otra vez para trastornar el orden establecido va a dar cuenta del objeto que encarna el núcleo del ser del su-
que pretende preservar una presunta armonía como por el hecho jeto, más allá de la representación significante con que éste se
de que este mismo orden, amenazado siempre por el posible retor- identifica, el objeto excluido a la vez que núcleo oscuro de la tra-
no de lo inmundo, ejerce una encarnizada violencia para evitarlo. ma simbólica que define la "identidad" del sujeto, el objeto a.
Consecuencia inevitable de la ex-sistencia de lo real que Este objeto es aquello que viene a localizarse en el lugar de
puede definirse como lo Otro de lo simbólico -fascinante y ho- la respuesta a la pregunta que no puede faltar por el hecho de
rroroso- la violencia nos azora y a la vez nos atrae con su estú- que el sujeto se define como lo que el significante representa, so-
pido encanto al que es imposible sustraerse. De modo que lacé- lamente para otro significante, sin tener la posibilidad de decir
lebre caracterización que hacía Sófocles, "nada que sea más lo que él, como sujeto, es. Esta pregunta simplemente cuestiona-
asombroso que el hombre" 22 , puede equivaler, desde la perspecti- rá "¿qué soy Yo?" .24 Excluido el sujeto por el significante, sólo ca-
be aquí una respuesta: "Soy en el lugar desde donde se vocifera
17
Guido Gómez de Silva: Op. cit., pág. 283.
"!bid. 2.1 Roland Barthes: Roland Barthes por Roland Barthes, Kairós, Barcelona,
" lbíd., pág. 86. 1978, pág. 94.
20
lbíd., pág. 472. 24 Jacques Lacan: "Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el incon-

" Ibíd., pág. 192. ciente freudiano", en Escritos 2, Siglo Veintiuno editores, México, 1994, pág.
" Sófocles: Antígona, Eudeba, Buenos Aires, 1983, pág.77 (las cursivas son mías).
799.

202 203
que «el universo es un defecto en la pureza del No-Ser». [ ... ] ese se en el desecho que posibilita seguir sosteniendo el fantasma.
A partir de los años '60 Lacan denominará a ese objeto, re-
lugar [... ] se llama Goce y es aquello cuya falta haría vano el uni-
verso". 25 El goce es así el ser inaprehensible por el significante, la siduo de lo simbólico que encarna el goce, objeto a. Desde la
respuesta a la pregunta que inquiere por qué es el ser y no más óptica de los tres registros articulados, a es el heredero de lo que
en los años '40 Lacan denominaba el kakon. En aquel entonces
bien la nada, el núcleo éxtimo y, en tanto indecible, la dimensión
traumática fundamental del ser que el sujeto no puede recono- el pasaje al acto violento era interpretado como el intento por
eliminar ese mal, ahora podrá decirse que se trata, por parte del
cer plenamente, integrar en el universo simbólico.
Por este carácter absolutamente extraño al sujeto, el goce sujeto, de la búsqueda de liberarse de un goce que amenza su
determina lo que se llama el fantasma fundamental. Este, más satisfacción fantasmática que es su manera singular de "elabo-
rar" el goce que lo determina, de integrar -siempre de manera
que una escenificación específica donde el sujeto satisface algún
más o menos fallida- el núcleo de su ser. Amenazado, intenta-
anhelo, se define como una entidad eminentemente traumáti-
rá por la vía de la violencia restablecer la diferencia significante
ca en tanto articula de un modo singular la relación del sujeto
con el goce como eso real de lo que no puede sustraerse, su re- allí donde la presencia del goce insoportable del Otro pone en
lación con ese mkleo indecible del ser. El fantasma "funda- riesgo su "estabilidad" y puede enfrentarlo al terror de su desa-
mental" es la forma singular como un sujeto es capturado por parición en el orden simbólico.
Si para todo sujeto es necesaria la constitución del fantas-
una modalidad de goce "inconfesable" por ser eminentemente
real, forma que organiza la serie de las repeticiones que escan- ma que permite una relación más o menos "estable" con el go-
ce que es núcleo de su ser, la realidad se organiza entonces a
den su historia. Por esto el goce es, ante todo, goce del Uno aje-
no al lazo social, "autoerótico"; pero la función del fantasma es partir de una pérdida: la caída del objeto a. El acceso a ella exi-
proponer un objeto "externo" en el lugar de lo real para hacer ge que el goce sea evacuado como condición para que el mun-
posible de este modo algún tipo de relación aunque no la rela- do pueda "ingresar" en el fantasma. El cuerpo tiene que ser "va-
ción sexual. ciado" de su goce, esencialmente autoerótico, para ser captura-
Esta última - la relación en la que el goce de cada Uno po- do en la red del orden simbólico. El fantasma es así la manera
dría complementarse con el goce del Otro- no existe pues el go- de mantener cierta distancia con lo real, distancia necesaria pa-
ce será siempre el del Uno. De tal manera que la estructura del ra evitar ser aniquilado por el goce que retorna desde allí. La
llamado acto sexual "real" con una pareja es intrínsecamente posibilidad de que a, el objeto perdido que encarna el goce, se
haga demasiado presente, amenaza con socavar las ficciones
fantasmática. El cuerpo "real" del otro sólo sirve como soporte
para las proyecciones fantasmáticas de cada uno de los partici- simbólicas que ocupan el lugar de ese objeto para así organizar
pantes, lo que significa que siempre se ejercerá algún tipo de vio- la realidad.
Cuando a ya no funciona como el vacío que da el marco de
lencia sobre el Otro, pues para que éste sea deseado o amado se-
rá preciso que sea introducido en la escena del fantasma. Y en el la realidad porque se hace presente como un goce contenido en
ella, la violencia puede entrar en escena: el pasaje al acto violen-
caso de que esto no fuera posible, podría ser forzado hasta el ex-
tremo para caber allí o rechazado violentamente para convertir- to busca eliminarlo para lograr una restitución, es el intei\ .t o de-
sesperado de expulsarlo del mundo para recuperar la '.'estabili-
dad" que se ha perdido por efecto de la pérdida de la pérdida.
" lbíd., pág. 800.

205
204
Paradójicamente, la violencia no estalla cuando algo se pierde ejercer sobre un sujeto es develar públicamente, sin su consenti-
en la realidad sino cuando "hay" demasiado. Las manifestacio- miento, el núcleo fantasmático de su goce. Esto le provocará un
nes verbales que la desencadenan y la justifican a posteriori alu- sentimiento de vergüenza insoportable que corresponde a su
den precisamente a ese "haber": "hay (o había) demasiado de afdnisis, su desaparición como sujeto, manifestada en el anhelo
«eso»", de eso que se define precisamente como lo inmundo. que lo invade en ese momento: "que me trague la tierra'', expre-
Condición para la descarga de la violencia será que eso sea sus- sión clara de ese sentimiento que es provocado cuando la radical
tancia/izado. Esto explica que habitualmente sea designado por estupidez del plus de gozar es expuesta abiertamente. Tal es pre-
algún sustantivo, sustantivo con el cual lo real que irrumpe pa- cisamente la intención que alienta la puesta en escena realizada
ra trastornar el mundo recibe un nombre, de tal forma que la por el torturador sádico, quien encarna la voluntad de goce, con
violencia se descargará con el propósito último de eliminar el el propósito último de obtener el "sujeto puro del placer", es de-
objeto que responde a él y realizar así la necesaria catarsis que cir, ése que obtendría placer al gozar. Primo Levi describe con
1

permitirá restituir la falta indispensable. precisión esta faceta radical de la violencia: "Quien está desnu-
1¡1¡
Actuar violentamente es entonces asestar un golpe al inso- do, con la piel al aire y tupidamente sembrada de terminaciones
portable plus de gozar, el objeto a que es supuesto al Otro. La nerviosas, sin una coraza que lo proteja ni ropas que lo defien-
violencia es así expresión del odio pues éste apunta al núcleo dan y enmascaren, es vulnerable e irritable. Es ésta una condi-
real, a eso que, en el Otro, es mds que él mismo; más que él mis- ción a la cual, en nuestra complicada sociedad, raramente nos
mo en tanto excedente que hace del Otro un Otro que la pala- encontramos expuestos, y, sin embargo, son pocas las vidas en
bra no puede nombrar enteramente: "el odio es ciertamente lo las que no llegue el momento del desnudamiento. Entonces su-
que más se aproxima al ser, lo que llamo el ex-sistir. Nada con- frimos por la desnudez a la que no estamos adaptados".27
centra más odio que este decir donde se sitúa la ex-sistencia". 26 Ser objeto de esa violencia implica revivir despojado de las
El odio se dirige a este a indecible por definición. Por esto vestiduras fantasmáticas el carácter siempre traumático de la re-
el objeto del odio es, en sentido estricto, indestructible: más se lación con ese núcleo exterior y sustento del orden significante
pretende destruirlo en la realidad y más intensamente surge co- que es el plus de gozar. Por otra parte, cuando este objeto trau-
mo el núcleo real que le da consistencia. Ahora bien, el objeto mático es localizado en el Otro pueden organizarse los fantas-
a plus de gozar que concita el odio es exterior al campo simbó- mas que le dan sentido a la vez que lo repudian y convocan a la
lico, de tal manera que el encarnizamiento hacia él tiene un violencia. Se trata de fantasmas como los de la perversidad del
efecto paradójico: lo hace aparecer con mayor intensidad aún. Otro, de sus "extrañas" prácticas sexuales, de su omnipotencia,
En este sentido el objeto del odio es, en alguna medida indes- de sus "horrorosas costumbres". Así es como una de las mayo-
tructible. Por esto, la violencia buscará más bien exhibir al su- res manifestaciones de la estupidez que nos ha acompañado
jeto en su dimensión radical de objeto real -en su inefable y es- eternamente es la instauración de estos fantasmas que nos ale-
túpida existencia- que aniquilarlo completamente. jan de nuestro núcleo real y cuyo denominador común es la
Por esto, una de las violencias más extremas que se pueden atribución al Otro de ese objeto plus de gozar.
Esto lleva a considerarlo como un "usurpador", el injusto
"Jacques Lacan: Le Séminaire, Livre XX: Encore, Ed. du Seuil, Paris, 1975,
pág. 110.
27
Primo Levi: ''Lalrrui mesriere", en Opere 111, Einaudi, Turín, 1996, pág. 54.

206 207
poseedor de un goce que nos ha arrebatado de manera ilegíti- cir"; la falta del significante del sexo de la mujer es así causa de
ma. Será necesario entonces "hacer justicia", incluso yendo a la un odio que la hace simultáneamente objeto para la adoración
guerra contra él. Así toda guerra, aun cuando enfrenta ejércitos y la violencia "difamadora". El odio a la mujer es el modo de
entre sí, es siempre y ante todo una guerra de fantasmas. Para manifestarse del odio del ser en la medida en que éste como tal
comprenderlo se puede apelar una vez más a la lucidez del filó- está "fuera del significante". De ahí la posibilidad de asimilar il
sofo escéptico: "En lo más íntimo de los individuos, como de hait (él odia) con il est (él es) 30 , porque "un odio, un odio sóli-
las colectividades, habita una energía destructora que les permi- do, eso se dirige al ser".3 1 De este odio al ser a la violencia no
te desplomarse con cierto brío: ¡exaltación ácida, euforia del hay más que un paso: se trata siempre de dominar y, por el es-
aniquilamiento! Entregándose a él, esperan, sin duda, curarse tado de impotencia a que conduce la imposibilidad de lograrlo,
'"',[
de esa enfermedad que es la conciencia. De hecho, todo estado eliminar a ese Otro que encarna el goce insoportable, goce que
conciente nos desazona, nos extenúa, conspira en nuestro des- remite al propio ser, a ese "yo soy" más allá del significante que
gaste; cuanto más dominio adquiere sobre nosotros, más nos no se puede decir.
gustaría reintegrarnos a la noche que precedía nuestras vigilias, Si se parte entonces del hecho de que ex-siste lo real, la vio-
hundirnos en la modorra que precedía a las maquinaciones, al lencia en sus diferentes manifestaciones y modalidades es inevi-
atentado del Yo". 28 table. Así lo estima el psicoanálisis que revela su presencia co-
La violencia es así consecuencia inevitable de la presencia de mo inherente al mundo humano en el cual tiene un lazo indi-
lo in-mundo en el mundo. El psicoanálisis ha revelado que uno soluble con la estupidez: en el sujeto como efecto del lenguaje
de los nombres que ha tomado este in-mundo tiene cierta rela- se conjugan estupidez encantadora de la violencia con la encan-
ción con aquello a lo que el mundus latino remite: la mujer. Si tadora violencia de la estupidez. Pero el psicoanálisis no se limi-
la mujer requiere de atavíos para ser en el mundo, ¿será porque ta a señalar que el fenómeno ex iste y a explicar sus razones; lo
en sí misma ella es lo real, in-mundo por excelencia? Esto per- fundamental es que exige la adopción de una posición que, más
mite entender por qué ella ha sido a lo largo de la historia un allá de la resignación impotente o la condena moral siempre
objeto "elegido" como destinatario fundamental de la violencia. ineficaz, se define como una ética.
El odio a la mujer -no sólo experimentado por los hombres, si- Para pensar esta ética es preciso comenzar por cuestionar la
no también por las mujeres- es consecuencia de la imposibili- reacción habitual que provoca la violencia cada vez que se pre-
dad de decirla toda. Ella es el paradigma del ser que no es, y pre- senta: sentimientos en los que se mezclan la indignación, la im-
cisamente porque no es se la difama. 29 potencia, la vergüenza ante los extremos "a que podemos lle-
Aquí es importante señalar que "difamar" es otro derivado gar". Así, un breve relato hasídico dice: "Cuando venga el Me-
de fari -"hablar"- y significa "hablar mal de alguien". Todo in- sías no ocurrirá nada. Salvo esto: los hombres se avergonzarán
tento de decir "la mujer" llevará irremediablemente a "mal de- de su estupidez". El problema está en que avergonzarse es lo que
los hombres no han dejado de hacer a lo largo de los tiempos,
sin que esto haya modificado en nada las cosas. Avergonzarse
28
E.M. Ciaran: Op. cit., pág. 70.
21
' Cf Jacques Lacan : Le Séminaire, Livre XX: Encore, Ed. du Seuil, París,
1975, pág. 79. On la dit-fomme ("se la dice muj er" , homofónico con "se la difa- .IO !bíd., pág. 91.
ma"). 11
!bíd.

208 209
11

sume a los sujetos en la impotencia, una especie de estupor pa-


ralizado ante la estupidez. siduo mudo imposible de eliminar del campo simbólico. No ol-
vido del origen porque es la raíz de toda elaboración creadora:
¿Es posible una posición diferente? Se puede responder que
"En los valles de la estupidez crece siempre más hierba para los
sí en la media en que se recuerde que el psicoanálisis se inscri-
filósofos que en las desnudas alturas de la inteligencia''. 35 Se tra-
be en una tradición que puede remontarse a la postura socráti-
ta de no olvidar ese origen porque es el olvido de la estupidez
ca, postura que en una de sus facetas más importantes es reve-
que está en el fundamento lo que conduce a llevarla al acto del
lada por uno de los diálogos de Platón, el Teetetes o de la cien-
32 modo más atroz.
cia. Aquí, Sócrates y el joven cuyo nombre da título al diálo-
Es preciso esbozar una ética ante la violencia y ella tendrá
go discuten acerca del nacimiento de la filosofía y Teetetes des-
que inscribirse en la tradición socrática de los pensadores estu-
cribe su estupor frente al mundo: "¡Por todos los dioses, Sócra-
pefactos ante su propio estupor. Sólo esta condición de estar do-
tes! Estoy absolutamente sorprendido con todo esto; y algunas
blemente estupefactos permite retornar sobre el estupor origi-
veces cuando echo una mirada adelante, mi vista se turba ente-
ramente".33 Sócrates le responde: "Mi querido amigo, me pare- nario para hacerlo objeto de reflexión. Se podría entonces pen-
sar en una paráfrasis del célebre apotegma freudiano para afir-
ce que Teodoro no ha formado un juicio falso sobre el carácter
mar: "donde eso -ese estupor- estaba, yo debo advenir". O
de tu espíritu. La turbación es un sentimiento propio del filósofo ,
también se lo podría formular. con las palabras de otro de los
y el primero que ha dicho que Iris era hija de Taumas no expli-
que no renunciaron a pensar desde el estupor: "Lo que quiero
có mal la genealogía". 34 Es necesario señalar aquí que el nombre
enseñar es: cómo pasar de un sinsentido no evidente a uno evi-
de Taumas -madre de Iris, que lo sabe todo y representa la cien-
dente". 36 itii
cia y la filosofía- viene del griego Táumoso, que significa asom-
brarse.
El estupor, esa violencia propia del asombro ante la existen-
cia, es lo que da inicio a la filosofía, pero es también el funda-
mento de la vida misma. Una. violencia que se manifestará, sea
directamente en cualquier modalidad de destrucción, o de otra
manera en el mudo maravillarse por el "ser-en-el-mundo" que
impondrá buscar sin cesar las palabras para tratar de alcanzar lo
indecible. Por esto lo esencial es transformar la extrañeza que
provoca la violencia en reconocimiento de que ella es manifes-
tación de lo humano por excelencia; no. con el propósito de
exaltarla sino como expresión de una postura ética basada en la
exigencia de no olvidar ese origen que es simultáneamente el re-

32
Cf Platón: Did!ogos, Ed. Concepto, México, 1978.
JJ fbíd., pág. 39. 15 Ludwig Wittgenstein: Investigaciones filosóficas, Ed. Crítica, Barcelona,
34
fbíd., pág. 40 (las cursivas son mías) . 1988, pág. 357.
36
fbíd., pág. 464.

210
211
12

Lacan y la libertad

E n la elaboración lacaniana el mjeto del inconciente nom-


bra una paradoja: efecto de una estructura -la del lenguaje- en
tanto no creado desde él mismo, es a la vez aquello que nunca se
integra plenamente en ella, el elemento radicalmente inadaptable.
La falacia del empirismo conductista es suponer un sujeto
que tiene siempre la posibilidad de adaptarse. Desde Freud, el
sujeto se define más bien como ese punto que hace imposible
cualquier funcionamiento armónico. El análisis de las ideas de
Lacan debe partir de esta afirmación esencial de Freud: "La pul-
sión reprimida nunca cesa de aspirar a su satisfacción plena, que
consistiría en la repetición de una vivencia primaria de satisfac-
ción; todas las formaciones sustitutivas y reactivas, y todas las su-
blimaciones, son insuficientes para cancelar su tensión acucian-
te, y la diferencia entre el placer de satisfacción hallado y el pre-

.. tendido engendra el factor pulsionante, que no admite aferrarse a


ninguna de fas situaciones establecidas, sino que, en las palabras del
poeta, «acicatea, indomeñado, siempre hacia adelante»". 1
El sujeto es efecto del lenguaje, no se engendra a sí mismo. Pe-
ro esto no significa que se defina como simple pieza de una maqui-
naria simbólica -la estructura- que puede cumplir eficazmente con
una función precisa dentro de ella. Por el contrario, el sujeto es allí
lo que falla, lo que no responde, lo imprevisible e incalculable. Si
del lado de la ciencia no se ha dejado de pensar en un sujeto total-

' Sigmund Freud: "Más allá del principio de placer", en Obras completas,
Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, vol. XVJll, pág. 42.

213
"

mente calculable que podría reducirse a algún coeficiente, el psi- pero que tiene que hacerse cargo de aquello que lo determina co-
coanálisis revela la imposibilidad de dicha reducción. En este sen- mo algo que también es "suyo", le concierne. Ajeno a toda ideolo-
tido se hace eco de las palabras que Sófocles ponía en uno de los gía de la absolución, el psicoanálisis considera que uno siempre es
coros de Antígona 2500 años antes de Cristo: "Nada que sea más responsable de lo que le acaece, como lo expresa Lacan: "Decir que
asombroso que el hombre"; asombro como reacción inevitable an- el sujeto sobre el que operamos en psicoanálisis no puede ser sino
te el único de los seres que siempre rebasa todo cálculo y previsión. el sujeto de la ciencia puede parecer una paradoja. Es allí sin em-
De ahí que el tema de la libertad no pueda ser ajeno al psi- bargo donde debe tomarse un deslinde a falta del cual todo se mez-
coanálisis, más allá del determinismo al que están sometidos to- cla y empieza una deshonestidad que en otros sitios llaman objeti-
dos los actos, comportamientos y pensamientos. Es sabido que va: pero es falta de audacia y falta de haber detectado el objeto qu.e
Freud sostuvo que no existe ninguna clase de libre albedrío para se raja. De nuestra posición de sujeto somos siempre responsables. Lla-
el sujeto; su afirmación más contundente señala: "no hay en lo men a eso terrbrismo donde quieran. Tengo derecho a sonreír, pues
psíquico nada que sea producto de un libre albedrío, que no obe- no será en un medio donde la doctrina es abiertamente materia de
dezca a un determinismo". 2 Pero esto no exime al sujeto de la res- compromisos, donde temeré ofuscar a nadie formulando que el
ponsabilidad por sus actos, como lo sostiene en un texto que error de buena fe es entre todos el más imperdonable" .4 El señala-
aborda la cuestión de la responsabilidad moral por el contenido miento es importante: la ciencia excluye -forcluye- al sujeto en
de los sueños: "Si el contenido del sueño no es el envío de un es- tanto lo considera mero objeto de un cálculo; de este modo lo des-
píritu extraño, es una parte de mi ser; si, de acuerdo con criterios responsabiliza porque hace de él un puro lugar de determinaciones
sociales, quiero clasificar como buenas o malas las aspiraciones biológicas, sociales, psíquicas, que son las "causas" a considerar. Pa-
que encuentro en mí, debo asumir la responsabilidad por ambas ra Lacan, esto sólo puede facilitar que el sujeto se escude en la po-
clases, y si para defenderme digo que lo desconocido, inconcien- sición paranoica del "alma bella" que denuncia el desorden del
te, reprimido que hay en mí no es mi «yo», no me siq.ío en el te- mundo sin poder advertir su implicación en ese desorden. De ahí
rreno del psicoanálisis, no he aceptado sus conclusiones, y acaso su necesidad de problematizar el determinismo freudiano -efecto
la crítica de mis prójimos, las perturbaciones de mis acciones y las sobre el fundador del psicoanálisis del discurso de la ciencia del si-
confusiones de mis sentimientos me enseñen algo mejor. Puedo glo XIX- y su interés por abordar la cuestión de la libertad.
llegar a averiguar que eso desmentido por mí no sólo «está» en mí, Es preciso analizar el determinismo a la luz de la relación entre ·
sino en ocasiones también «produce efectos» desde mí".3 la estructura y el sujeto, tema central en la reflexión lacaniana des-
Hay pues determinación inconciente pero también responsa- de los años '50 cuando formula su conocido aforismo: "el in-
bilidad. Así, el psicoanálisis nos presenta un sujeto que no puede conciente está estructurado como un lenguaje". El inconciente y
considerarse amo y señor de sí mismo, de sus discursos y sus actos, por lo tanto su sujeto están estructurados desde un orden que es ex-
terior a ellos, pero la estructura del lenguaje contiene también lo in-
2
decible que abre el margen de "libertad" que permite escapar a una
Sigmund Freud: "Psicopatología de la vida cotidiana'', en Obras completas,
determinación absoluta y plantea la posibilidad de una transforma-
Amorrortu editores, Buenos Aires, 1978, vol. VI, pág. 236.
3
Sigmund Freud: ''Algunas notas adicionales a la interpretación de los sue-
ños en su conjunto", en Obras completas, Amorrortu editores, Buenos Aires, 'Jacques Lacan: "La ciencia y la verdad", en Escritos 2, Siglo Veintiuno edi-
1979, vol. XIX, pág. 135 (las cursivas son mías) . tores, México, 1993, pág. 837 (las cursivas son mías) .

214 215
ción del sujeto en la medida en que está no-todo en el lenguaje. determina a ser tal o cual cosa, ni desde fuera ni desde dentro de
Ya antes de 1950 aparece en Lacan la reflexión en torno a la li- nosotros mismos, siempre estamos abiertos a transformarnos o
bertad. Esta se inscribe, desde 1936 -año de la presentación de su cambiar de camino. Siempre se es libre "dentro de un estado de
ponencia sobre el "estadio del espejo"- en un análisis de "lo social" cosas y frente a ese estado de cosas''. La libertad humana es lavo-
que trata sobre los lazos de identificación internos en la organiza-
ción de los grupos humanos en general. La pregunta que allí se for-
cación de negar todo lo que nos rodea en la realidad y de pro-
yectar otra realidad alternativa a partir de nuestros deseos y pa- I'
mula no dejará de reiterarse de manera constante por más de cua- siones libremente asumidos. Podemos fracasar en el intento -de
renta años: ¿Cuál es la esencia del lazo social que hace posible al hecho siempre fracasamos, siempre nos estrellamos de alguna
grupo y al sujeto? Ahora bien, la existencia misma de ese lazo co- manera contra lo real, "el hombre es una pasión inútil"- pero no
mo condición de posibilidad del sujeto plantea la pregunta respec- podemos dejar de intentarlo ni renunciar a tal empeño pretex-
to de la libertad; es así como en el texto de 1945 titulado El tiem- tando la necesidad invencible de las cosas. Lo único que los hu-
po lógfro y el aserto de certidumbre anticipada. Un nuevo sofisma, La- manos no podemos elegir es entre ser o no ser libres: estamos
can va a reflexionar sobre la libertad a partir de un sofisma pro- condenados a la libertad pues ésta nos define en cuanto huma-
puesto por él. Se trata de una reflexión en la que formula una crí- nos. Así, la libertad es el campo de batalla de un combate dialéc-
tica radical a la concepción sartreana de la libertad, tal como se tico donde se oponen dos fuerzas antagónicas, la alienación y la
acababa de expresar en A puerta cerrada pues afirma: "no nos con- intencionalidad existencial. Por esto escapa a la simple certeza de
tamos entre los recientes filósofos para quienes la opresión de cua- un sujeto que podría elegir su plena responsabilidad. Es la vir-
tro muros no es sino un favor más para el cogollo de la libertad hu- tud mayor de la conciencia, a condición de saber que ésta se en-
mana".' La aclaración es breve, pero marca un deslinde que mere- cuentra atravesada por procesos mentales que le escapan y que
ce un comentario que intente aclararla. La situación que Lacan abrigan al sujeto detrás de una pantalla engañosa de mala fe, tér-
describe en el sofisma se parece a la de la pieza teatral ~e Sartre, pe- mino que forja para reemplazar la noción de inconciente freu-
ro mientras que éste pone en escena tres personajes, tres "concien- diano, juzgada por él demasiado biologista y mecanicista. La
cias muertas" encerradas para la eternidad entre cuatro muros por mala fe se integra a la conciencia para producir una patología de
haberse ellos mismos condenado a nunca romper sus cadenas, La- la ambivalencia: la que condena al sujeto a unir en un solo acto
can expone la situación de tres hombres que llegan a liberarse co- una idea y la negación de ésta, una trascendencia y una factici-
lectivamente gracias a la lógica de un razonamiento cierto. dad. En esta perspectiva Sartre niega al psicoanálisis que llama
A puerta cerrada ilustra la teoría de la libertad que Sartre ha- "empírico" (el de Freud) para oponerle un psicoanálisis existen-
bía enunciado en El ser y la nada. Para él, lo primordial en el cial. Acusa al primero de negar la dialéctica y de desconocer la
hombre es el hecho de que existe y que debe inventarse a sí mis- esencia de la libertad en nombre de una afectividad primera del
mo, sin estar predeterminado por ningún tipo de esencia de ca- individuo -"cera virgen antes de la historia"- mientras que él re-
rácter inmutable. El hombre no es nada sino la dis1:w sición per- conocía al segundo la capacidad de abolir el inconciente y afir-
manente de elegir y revocar lo que quiere llegar a ser. Nada nos mar que nada existe antes del surgimiento original de la libertad.
Lacan se opone a la tesis sartreana: el hombre no es libre, afir-
' Jacques Lacan: "El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada. Un ma, ni siquiera de elegir sus cadenas, no hay libertad originaria.
nuevo sofisma", en Escritos 1, Siglo Veintiuno ed itores, México, 1994, pág. 188. Esto le exige, para devenir libre, integrarse a la colectividad de los

216 217
hombres por la acción de una lógica. Dicho de otra manera, so- decir, del lenguaje para el hombre" .7 Es preciso entonces analizar
lamente la pertenencia a lo colectivo, el lazo social -lo que Freud la locura a partir de la relación del sujeto con el lenguaje, que es
llamaba el vínculo libidinal- funda la relación del sujeto con el considerado ya como instrumento de la mentira y la verdad del
otro, y sólo la virtud lógica conduce al hombre a la verdad que sujeto, es decir en un registro que implica lazo social y lógica: "la
impone la aceptación del otro según una dialéctica del reconoci- locura es vivida íntegramente en el registro del sentido". 8
miento. De este modo, Lacan hace depender toda libertad de una Lacan retoma aquí ciertos conceptos de Hegel como los de
temporalidad que es, para cada sujeto, la de llegar a someterse a ley del corazón y delirio de presunción, junto con el de alma belfa,
una decisión lógica en función de un "tiempo para comprender"; para señalar una locura virtual del ser humano en tanto que ha-
en el sofisma mencionado, cada uno de los presos reconoce el co- blante en la medida en que en la locura el sujeto "se cree": la ley
lor del disco que lleva colgado en su espalda mirando a los otros del corazón impone un revestimiento libidinal del yo que impli-
porque le es imposible mirarse a él mismo; pero no mirándolos ca el borramiento del orden del mundo para constituir ese polo
salir del cuarto donde están encerrados sino mirando la vacilación de la libido narcisista que Freud llamó megalomanía. Dice La-
que muestran para salir. ''Aserto de la certidumbre anticipada" es can: "este desconocimiento se revela en la revuelta, mediante la
así el proceso de precipitación que caracteriza a la toma de una de- cual el loco quiere imponer la ley de su corazón a lo que se le
cisión "verdadera" que es condición de la libertad humana. Esto aparece como el desorden del mundo, empresa «insensata» -no
significa que, en oposición al existencialismo, Lacan elige una po- por ser un defecto de la adaptación a la vida [... ] sino más bien
lítica de la libertad humana fundada sobre el principio de una ló- porque el sujeto no reconoce en ese desorden del mundo la ma-
gica de la verdad .que excluye la conciencia subjetiva como dato nifestación misma de su ser actual y lo que experimenta como la
de inicio. La incidencia del pensamiento de Hegel en este mo- ley de su corazón no es más que la imagen invertida, así como
mento seguramente le hubiera hecho suscribir la sentencia del fi- virtual, de ese mismo ser. La desconoce pues doblemente para
lósofo de Jena: "ser libre no es nada, devenir libre lo .es todo". desdoblar en ella la actualidad y la virtualidad. Ahora bien, sólo
Un año después, en 1946, Lacan participa en el primer colo- puede escapar a dicha actualidad mediante esa virtualidad". 9 La
quio de Bonneval organizado por Henry Ey y presenta el texto locura es así un riesgo que amenaza a cualquiera en la medida en
Acerca de fa causalidad psíquica. En él retoma las tesis anteriores que existe una atracción ejercida por una imagen de yo ideal que
pero en el contexto de un cuestionamiento de la concepción de apunta a una captura negadora de toda mediación de orden sim-
Ey quien sostiene la noción de una libertad originaria que llama . bólico. En la medida en que el yo primordial está en discordan-
psicogenética. Lacan cita textualmente a Ey: "las enfermedades cia con el ser y esta discordancia marca la historia toda del suje-
mentales son insultos y trabas a la libertad, dado que no son cau- to, siempre está abierta la posibilidad de producir una resolución
sadas por la actividad libre, es decir, puramente psicogenética''6 , y de ella por una coincidencia ilusoria del ideal con la realidad, cu-
señala que a este planteamiento se le escapa la verdad del psiquis- ya consecuencia será siempre conmover en sus cimientos mis-
mo y la de la locura porque "el fenómeno de la locura no es se- mos al sujeto, desencadenando la agresión suicida narcisista.
parable del problema de la significación para el ser en general, es
7
lbíd., pág. 156.
'' Jacques Lacan: "Acerca de la causalidad psíquica", en Escritos J, Siglo Vein- '!bíd.
tiuno editores, México, 1995, pág. 148. '!bid., pág. 162.

218 219
La locura es pues un riesgo que amenaza a todo sujeto en la La producción del ternario imaginario, simbólico, real, la definición
medida en que es efecto de la atracción que ejercen esas identi- del sujeto como lo que el significante representa para otro signifi-
ficaciones con el ideal narcisista que vendrían a resolver la falla cante y la postulación de una falla en la estructura del lenguaje que
inherente al ser mismo al precio de una absoluta pérdida de to- es llamada significante de una falta en el Otro, permiten a Lacan arri-
da libertad en el afán de liberarse. Por esto Lacan afirma: "Por- bar, en 1964, a una nueva postulación donde el término libertad
que el riesgo de la locura se mide por el atractivo mismo de las reaparece cuando afirma que el deseo es "función de la libertad". 12
identificaciones en las que el hombre compromete a la vez su Se trata de una formulación que muestra los efectos de la fa-
verdad y su ser. Lejos pues, de ser la locura el hecho contingen- lla, la falta en el orden simbólico -el Otro- que en su primera
te de las fragilidades de su organismo, es la permanente virtua- definición aparecía como un universo completo. La estructura
lidad de una grieta abierta en su esencia. Lejos de ser «un insul- que produce al sujeto es una estructura incompleta o, dicho de
to» para la libertad, es su más fiel compañera: sigue como una otra manera, la falta no está solamente del lado del sujeto sino
sombra su movimiento. Y el ser del hombre no sólo no se lo que también está en el Otro. Esto determina la existencia de dos
puede comprender sin la locura, sino que ni aun sería el ser del operaciones contrapuestas en la constitución del sujeto: la alie-
hombre sino llevara en sí la locura como límite de su libertad". 10 nación y la separación. La alienación indica la constitución del
La virtualidad de la locura depende para Lacan de la estructu- sujeto en el campo del Otro corno captura por el significante
ra del narcisismo, dimensión inherente a la existencia del sujeto que, a la vez que le da la posibilidad de vivir como ser hablante,
que puede generar la locura del alma bella y de la ley del corazón induce un efecto letal, mortífero: efecto de desvanecimiento, de
como precio a pagar por el intento de eliminar la grieta que es pro- petrificación en el significante. Pero no solamente hay inciden-
pia de todo ser hablante por ser efecto de la acción del orden sim- cia del Otro sobre el sujeto porque también del lado del sujeto
bólico. Por este camino se pretende alcanzar la libertad plena con hay respuesta, y esta respuesta vendrá a producirse cuando el
el desencadenamiento de la agresión suicida del narcisismo; es el Otro revela inevitablemente su falta. Es el momento en que sur-
recurso extremo de la búsqueda de imponer la ley del corazón en ge la pregunta por esa falta, ese enigma del deseo del Otro para
un mundo que necesariamente lo limita. El efecto paradójico que el cual la primera respuesta, el primer objeto que se propone es
resulta de esa búsqueda radical de libertad es la captura por una la propia falta que se localiza en él: la respuesta que afirma "pue-
imagen mortífera que produce la "negación perdida de sí mismo". des perderme", que equivale a "te hago falta", en los dos sentidos
¿Existe otra posibilidad que no fuera esa estasis letal de la iden- en que esto se puede escuchar. Aquí aparece lo que Lacan llama
tificación ideal, otra posibilidad que permita no ser presa de ese "función de la libertad"; no de la libertad entendida como libre
efecto mortal y lograr lo que Hegel resume de este modo: "el hom- albedrío, posibilidad de hacer "cualquier cosa", sino de "fantas-
bre debe realizar en una serie de crisis la síntesis de su particularidad ma de libertad" 13, libertad fantasmática -es decir, respuesta a lo
y de su libertad, llegando a universalizar esa particularidad misma. que se produce en el Otro- en que encarna el intento de desem-
[... ] SU libertad Se Confunde COn el desarrollo de SU Servidumbre"?II barazarse del efecto mortífero -"afanísico"- del significante y ha-

JO lbíd., pág. 166. "Jacques Lacan: Le Séminaire, Livre XI: Les quatre concepts jimdamentaux de
" W. Hegel: La phenoménologie de !'esprit, Ed. Gall imard, París, 1970, tomo la psychanalyse, Ed. du Seuil, Paris, 1973, pág. 200.
II, pág. 188. u lbíd.

220 221
cerse un lugar, un lugar allí donde en la cadena significante se 13
abre el intervalo, la grieta que denota su incompletud.
Por un lado está entonces la alienación como captura del su-
jeto, subordinación, posibilidad de ser al precio de no ser; por otro
la separación como función de liberación de esa captura. La fun-
Una ética que no es del sacrificio
ción de la libertad se materializa en el hacer-se un lugar en la cade-
na significante; pero esto requiere como condición la previa cap-
tura en ella. La separación no se realiza de una vez y para siempre
porque, en términos estructurales, el sujeto está siempre tomado
en y por la dialéctica de la alienación y la separación. La impor- Nada hay cierto sino la incertidumbre, nada
tancia de indicar la relación entre ambas es que el sujeto no es en- hay más miserable y orgulloso que el hombre.
tonces un simple siervo de una estructura, un puro efecto de ésta
a quien no le quedaría más posibilidad que cumplir puntualmen- Plinio
te con la demanda del Otro. La separación señala ese momento de
libertad que es el de decir no a esa demanda para procurarse otro
lugar. No hay pues libertad absoluta porque no hay sujeto sin su-
jetamiento al significante; hay solamente, como dice Octavio Paz, E n 1964, mi al final del seminario XI, Los cuatro conceptos
"libertad bajo palabra" -o, en términos de Lacan, "libertad fantas- fundamentales del psicoanálisis -un seminario que comienza con la
mática''- como efecto de la aparición de la falla de esta última, lo afirmación de que "el estatuto del psicoanálisis es ético y no ónti-
que abre la posibilidad de la separación. Separación que conjuga co"- Lacan se refiere al sacrificio como una manifestación de lo
el se-parare (separarse) con el se-parere, parirse, engendrarse, darse que llama allí el deseo en estado puro. Deseo puro que se identifi-
un estado civil, siempre a partir de la falta del Otro. ca con la ley moral kantiana, el imperativo categórico, que puede
En el anuncio de esta jornada que conmemora el centena- a su vez equipararse al mandato sadiano que exige el goce.
rio del nacimiento de Lacan se cita una afirmación suya íntima- Se trata de una revisión de lo postulado en el seminario de
mente relacionada con esta dialéctica de la alienación y separa- 1959-1960, La ética del psicoanálisis. Aquí Lacan había propuesto
ción: "Sean ustedes lacanianos si quieren, yo soy freudiano". Es este deseo puro como exigencia ética para el psicoanalista, pero cua-
una frase que evoca otras conocidas como "yo no soy marxista'' tro años después, en el transcurso de los cuales se desarrollará la es-
(Marx) o "ahora les mando que me pierdan y se encontrarán us- critura de Kant con Sade (1962), hace una revisión de aquella tesis
tedes y sólo cuando hayan renegado de mí volveré yo entre us- para afirmar que el deseo puro -es por esta razón que puede iden-
tedes" . 14 Todas podrían converger en esta última -dicha por La- tificarse con el mandato de goce- "lleva al sacrificio de todo lo que
can- que indica las paradojas de la libertad pero también su po- es el objeto de amor en su ternura humana [... ], no solamente.al
sibilidad: "Hagan como yo, no me imiten" .h! rechazo del objeto sino también a su sacrificio y a su asesinato". 1

' Jacques Lacan: Le Séminaire, Livre XI: Les quatre concepts fondamentaux de
" Friedrich Nietzsche: Eccehomo, Ed. Fontamara, México, 1988, pág. 1O. la psychanalyse, Ed. du Seuil, Paris, 1973, pág. 247.

222 223
En esta última sesión del seminario, el 24 de junio de Pero no la Ley misma, como tampoco el que se autoriza en ella". 4
1964, Lacan había afirmado un poco antes que "la ofrenda a No es posible sin embargo para el sujeto, sobre todo para el
dioses oscuros de un objeto de sacrificio es algo a lo que pocos neurótico, aceptar sin más esta caída de la omnipotencia del
sujetos no sucumben en una monstruosa captura". 2 ¿A qué Otro. Será preciso ocultar su falta, negar su inexistencia, para lo
alude con este adjetivo "oscuros" que califica a esos dioses a cual será necesario, ante todo, ocultársela al Otro mismo. ¿De
quienes va destinado el sacrificio? En el texto Subversión del su- qué modo? Por medio de la culpabilidad: el sujeto asume la cul-
jeto y dialéctica del deseo en el inconciente freudiano, de 1960, pa por esa falta del Otro y de esta manera evita el traumatismo
hay un párrafo que puede conducir a la respuesta: "El dicho real que el encuentro con ésta provoca. De este modo, y a dife-
primero decreta, legisla, «aforiza», es oráculo, concede al otro rencia de lo que se suele pensar, no se escapa de la culpabilidad;
real su oscura autoridad'. 1 Este "otro real" de quien ese dicho se huye más bien hacia ella, se busca en ella un refugio frente a
primero emana no puede ser sino el otro materno primordial, la falta, la falta del Otro.
el que ocupa en primera instancia el lugar del gran Otro para En esta postura de asumir la culpabilidad y expiar por ella
el sujeto, y su "oscura autoridad" no puede aludir más que al antes de que pueda quedar expuesta la falta del Otro se encuen-
hecho de que ésta no depende de nada que se posicione más tra la razón básica de lo que en el sujeto hablante es la propen-
allá de él sino solamente de la enunciación de ese dicho que sión al sacrificio, a desempeñar el papel de chivo expiatorio.
profiere. Como lo señala Lacan: "Ese goce cuya falta hace inconsistente
Esto quiere decir que para el niño, a quien este dicho se di- al Otro, ¿es pues el mío? La experiencia me prueba que ordina-
rige, el orden simbólico se confunde primeramente con ese que riamente me está prohibido, y esto no únicamente, como lo
habla, razón por la cual aparece frente a él como un Otro om- creerían los imbéciles, por un mal arreglo de la sociedad, sino,
nipotente. Omnipotencia que será puesta en cuestión por la diría yo, por la culpa del Otro si existiese; como el Otro no exis-
metáfora paterna, la introducción del Nombre-del-Padre que al te, no me queda más remedio que tomar la culpa sobre Yo (Je),
tachar a ese Otro establecerá un límite. Efecto de esta metáfora es decir creer en aquello a lo que la experiencia nos arrastra a to-
será que el Otro primordial pase a ser, más allá de lugar del sig- dos, y a Freud el primero: el pecado original".>
nificante, lugar de la falta. Es el momento lógico en que su au- El sacrificio -del latín sacri, sagrado y facere, hacer, es decir,
toridad puede dejar de ser oscura pues no podrá ya depender ex- hacer lo sagrado- es ofrenda al Otro destinada a tapar su falta, a
clusivamente de su pura enunciación, tendrá que apoyarse en la ocultar el abismo del deseo de este último, su inconsistencia y, en
Ley que, fuera de él, lo legitima a la vez que cuestiona su omni- última instancia, su inexistencia. Busca garantizar que él exista en
potencia: "No hay Otro del Otro. Es como impostor que se pre- la medida en que se sostiene en el supuesto de que puede ser apa-
senta para suplirlo el Legislador (el que pretende erigir la Ley). ciguado de esa manera. Por el acto mismo del sacrificio presupon-
go la existencia de aquel a quien se dirige, e incluso si ese acto fa-
lla es posible -en la lógica misma del sacrificio- interpretar esa fa-
, lbíd.
lla como mi propio fracaso para completar/apaciguar al Otro .
Jacques Lacan: "Subversion du sujet et dialecrique du désir dans !'incons-
.1

ciente freudien", en Écrits, Ed. du Seuil, París, 1966, pág. 808 ("Subversión del
sujeto y dialéctica del deseo en el inconciente freudiano", en l:.Scritos 2, Siglo ' !bíd., pág. 813 (!bíd., pág. 793).
Veintiuno editores, México, 1994, pág. 787) . Las cursivas son mías. ; !bíd., pág. 819 (lbíd., pág. 800).

224 225
¿Propone la clínica psicoanalítica alguna clase de sacrificio? algo o alguien tome este lugar para que haya sugestión. Pero es-
La respuesta es negativa pues se basa más bien en provocar el to no es, en sentido estricto, la transferencia, al menos en su di-
encuentro del sujeto con la inevitable falta del Otro, encarnada mensión específicamente psicoanalítica: "Estas consideraciones
aquí en el deseo del analista que es el motor de la cura. En este nos confirman que es natural analizar la transferencia. Pues la
sentido puede decirse que se ubica en las antípodas de una éti- transferencia en sí misma es ya análisis de la sugestión, en la
ca del sacrificio. Baste recordar lo que señala Lacan en La direc- medida en que coloca al sujeto respecto de su demanda en una
ción de la cura al tratar acerca de la transferencia: "Hay entre posición que no recibe sino de su deseo".
8

transferencia y sugestión, este es el descubrimiento de Freud, La transferencia descoloca entonces al sujeto de su posición
una relación, y es que la transferencia es también una sugestión; respecto de la demanda para colocarlo en una posición que es
pero una sugestión que no se ejerce sino a partir de la deman- determinada por su deseo. Será en el Seminario XI ya citado,
da de amor [... ]".6 Más adelante va a agregar que la sugestión cuando Lacan va a relacionar la transferencia con la maniobra
-resultado de la demanda que se dirige a un Otro sin falta- pro- que el analista tiene que realizar desde el lugar del Otro para po-
mueve la identificación del sujeto con el significante de la de- ner en acto el deseo. Esto abre la posibilidad de no dejar al su-
manda del Otro que aparece en ella como todopoderoso: "Pero jeto capturado en el campo del Otro que se presenta como
no hay que confundir la identificación con el significante todo- completo porque si esta captura se produce será inevitable el sa-
poderoso de la demanda [ ... ] y la identificación con el objeto crificio: el sujeto tendrá que asumir la falta del Otro como pro-
de la demanda de amor" .7 pia para consagrar así su vida a mantener al Otro completo.
La identificación con el significante todopoderoso de la de- Esa maniobra del analista se apoya indudablemente en una
manda, con ese significante que -ubicado en el Otro como un dimensión presente en el sujeto que lo hace reacio a toda suges-
rasgo de éste, [l(A)]- lo hace omnipotente, es lo que deja al su- tión y en la que se basa toda su resistencia a alguna clase de ofre-
jeto atrapado en la sugestión. La alternativa ante esta posibili- cimiento sacrificial, dimensión puesta de manifiesto por Freud
dad es la identificación con el objeto de la demanda de amor, en el momento en que cuestionó la eficacia de la hipnosis e in-
que en este contexto no es el objeto que se demanda sino la cau- ventó el psicoanálisis. Es así como la describe Lacan: "Lo que el
sa de ésta, el objeto perdido, a. neurótico no quiere, y lo que rechaza con encarnizamiento has-
La precisión sobre la transferencia es importante porque es ta el final del análisis, es sacrificar su castración al goce del
común confundir ésta con lo que no es más que sugestión, es Otro, dejándola servir para ello" .9
decir, la producción del efecto de poder propio del significante, Más allá entonces de cierta inclinación al sacrificio, algo en
especialmente ese significante todopoderoso de la demanda que el sujeto resiste a este último y es determinante para que en nin-
es l(A). En realidad este efecto es consecuencia de que la fun- gún caso esté dispuesto a "sacrificar su castración para servir al
ción del gran Otro se hace presente: basta simplemente con que

'!bid., pág. 636 (lbíd., pág. 616).


" Jacques Lacan: "La direction de la cure et les príncipes de son pouvoir", en '1 Jacques Lacan: "Subversion du suj et et dialectique du désir dans l 'incons-

Écrits, Ed. du Seuil, París, 1966, pág. 635 ("La dirección de la cura y los principios cient freudien" , en Écrits, Ed. du Seuil, Paris, 1966, pág. 826 ("Subversión del su-
de su poder", en Escritos 2, Siglo Veintiuno editores, México, 1994, pág. 615). jeto y dialéctica del deseo en el inconciente freudiano'', en Escritos 2, Siglo Vein-
7
!bid. tiuno editores, México, 1994, pág. 806).

226 227
goce del Otro". Lo que Lacan señala aquí es aludido por Freud Esta renuncia a la tentación sacrificial tiene un costo impor-
en 1921 en su comentario acerca de la sugestión: "[ ... ] ya en tante pues exige que el peso de su división y su castración sea
esa época (1889) sentí una sorda hostilidad hacia esa tiranía de cargado por el sujeto mismo, lo que implica para éste una situa-
la sugestión. Si un enfermo no se mostraba obediente le espeta- ción incomparablemente más insoportable que el sacrificio con
ban: «¿Qué hace usted, pues? Vous vous contre-suggestionnez!» el que se mantiene la creencia en el Otro. Se trata por lo tanto
Me dije entonces que eso era una manifiesta injusticia y un ac- de una postura ética de un carácter radical a la que Lacan le lla-
to de violencia. Sin duda alguna, el sujeto tenía derecho a con- ma una "ética del soltero" 11 en la medida en que se basa en la
trasugestionarse cuando se intentaba someterlo con sugestio- "no relación con el Otro". 12 Si se toma en cuenta que "soltero"
nes" .1º proviene del latín "solvere" que significa "suelto" (de desatar,
Este rechazo radical a cualquier empleo de la sugestión co- soltar), se puede advertir la estrecha relación de esa ética con el
loca al psicoanálisis en una perspectiva contraria al de cualquier estatuto del deseo que "se presenta como autónomo con rela-
tipo de ética basada en el sacrificio. Se insiste muchas veces en ción a esa mediación de la Ley, por la razón de que es del deseo
que el sujeto debe asumir la falta; pero es necesario aclarar que que ella se origina, en el hecho de que por una simetría singu-
esa falta que se tiene que "asumir" no es básicamente la de él si- lar, invierte lo incondicional de la demanda de amor donde el
no la del Otro: éste no posee lo que al sujeto le falta, de tal mo- sujeto permanece en la sujeción del Otro, para llevarlo a la po-
do que no existe manera de que éste pueda -con su entrega- tencia de la condición absoluta (donde lo absoluto quiere decir
"hacer lo sagrado", hacerse el objeto que pueda colmar eso que también desasimiento)". 13
al Otro le falta. En este sentido, cualquier exaltación del Otro Una ética que se sostiene en el deseo exige la renuncia al
-como conductor, jefe, maestro y aun psicoanalista- resulta to- Otro del Otro, a la tentación del sacrificio que pretende hacer-
talmente ajena e incluso contrapuesta a la enseñanza freudiana lo existir, a toda posición marcada por incondicionalidad ante
que viene a mostrar que éste no es en última instancia sino una él. En el psicoanálisis no hay lugar para la existencia de los in-
ficción inherente a la existencia del lenguaje. condicionales; su ética es la de no ceder en el mantenimiento de
Lejos pues de cualquier propósito de sostener o fortalecer esa una condición absoluta que puede descentrar al sujeto de la
ficción, en psicoanálisis se trata de acceder a la certeza de que el función de simple instrumento al servicio del Otro: el deseo.
Otro no existe. Es lo que se llama destitución subjetiva, que no es No hay más -ni tampoco menos- que esta exigencia ética,
un acto de sacrificio sino más bien de ruptura, de renuncia de exigencia de soportar lo insoportable renunciando a toda tenta-
todo apoyo del Otro. El acto analítico - la puesta en acto del ción de dar consistencia al Otro porque todo afán por llevar es-
análisis- pretende establecer que el Otro no existe, es decir, no to a cabo conduce inevitablemente al sacrificio.
sabe y no goza. Es la vía por medio de la cual se tratará de resol-
ver esa eterna querella que el sujeto -particularmente el neuró-
11 Jacques Lacan: Télévision, Ed. du Seuil, Paris, 1974, pág. 65.
tico- le dirige para hacerlo existir, así como también la inclina- 12
!bíd.
ción al sacrificio como el modo extremo de darle consistencia. "Jacques Lacan: "Subversion du sujet et dialectique du désir dans l'incons-
cient freudien", en Écrits, Ed. du Seuil, Paris, 1966, pág. 814 ("Subversión del su-
'º Sigmund Freud: "Psicología de las masas y análisis del yo'', en Obras com- jeto y dialéc tica del deseo en el inconciente freudiano", en Escritos 2, Siglo Vein-
pletas, Amorrorru editores, Buenos Aires, 1979, vol. XVIII, pág. 85. tiuno editores, México, 1994, pág. 794). Traducción corregida.

228 229
Una ética que no es del sacrificio no puede proponer la bús- 14
queda de un nuevo ideal en contraposición a los que tienen vi-
gencia. Se basa más bien en la constatación de que todo ideal
tiene el carácter de un bien a alcanzar para mantener al sujeto De Sade a Freud:
en la sumisión hacia el Otro. Por esto sólo puede pretender un
bien: el bien-decir; éste no significa decir bien sino permitir que el mal como un deber kantiano
el deseo no deje de hacerse su lugar pues es el único medio pa-
ra que el decir no sea sacrificado al discurso dominante que exi-
ge la conformidad con los bienes. Jl:n

E n d comirnw dt '" texto Kant mn S&k, Lmm mtma que


la obra de Sade no se adelanta a Freud por el hecho de elaborar un
catálogo de perversiones sino porque el tocador sadiano puede
equipararse a aquellos lugares que dieron nombre a las escuelas de
filosofía antigua: Academia, Liceo, Stoa. ¿Cómo se justifica esta in-
sólita equiparación? En todos estos lugares se piensa una nueva pra-
xis y la teoría inherente a ella y el tocador sadiano es el espacio don-
de se produce una rectificación de la ética que prepara el terreno
para el discurso de la ciencia, discurso que a lo largo de los siglos
XIX y XX irá tomando la función de organizar la sociedad a partir
de plantear la posibilidad de un Otro -la ciencia misma- que re-
gule perfectamente el goce por medio del total sometimiento del
deseo y, por lo tanto, de la exclusión del sujeto deseante.
,,.. ¿Cuál es, en el caso de la elaboración de Freud, el papel de la
rectificación ética sadiana?: "Si Freud pudo enunciar su principio
del placer sin tener siquiera que señalar lo que lo distingue de su
función en la ética tradicional, sin correr ya el riesgo de que fuese
entendido, haciendo eco al prejuicio introvertido de dos milenios,
para recordar la atracción que preordena a la criatura para su bien
con la psicología que se inscribe en diversos mitos de benevolencia,
no podemos por menos de rendir por ello homenaje a la subida in-
sinuante a través del siglo XIX al tema de la «felicidad en el mal»". 1

'Jacques Lacan: "Kant avec Sade'', en Écrits, Ed. du Seuil, Paris, 1966, pág. 765
("Kant con Sade", en Escritos 2, Siglo Veintiuno editores, México, 1994, pág. 744).

230 231
Lo que puede hallarse en Freud es la constatación de que en los su-
jetos opera una ética de raigambre kantiana no sostenida por el la bondad natural del hombre que propugnaron los enciclopedis-
principio de placer. tas. Así, el acento de la literatura cambia: desde el romanticismo
Efectivamente, el principio de placer, en la primera elabora- hasta Baudelaire -que va a escribir justamente Las flores del mal-
ción freudiana, es el regulador del aparato psíquico y se define co- ya no se habla de lo bueno. Y aun cuando Fausto y Mefistófeles
mo una tendencia a la homeostasis, el equilibrio, la estabilidad; en ya pertenecen a este giro, es en el siglo XIX cuando se asiste a una
una palabra, el bienestar del sujeto. Sin embargo, en 1920 apare- "diabolización" de la literatura en la que ya no existe ninguna po-
ce en la obra de Freud el "más allá" del principio de placer que to- sibilidad de armonía entre la criatura humana y el universo: el
mará el nombre de pulsión de muerte. La idea freudiana de lo que mal deja de considerarse un error, ahora es una necesidad.
mueve a los sujetos en sus vidas se transforma radicalmente y ya Hay que recordar que anteriormente, con base en postula-
no es el bienestar la meta que se busca en la existencia. Esto pue- dos que se remontan a Platón, no se concebía una sustanciali-
de leerse en Freud: "Eso mismo que el psicoanálisis revela en los dad del mal. Para el filósofo griego nadie es malo voluntaria-
fenómenos de transferencia de los neuróticos puede reencontrar- mente: el mal no es sino un error sobre el bien, la consecuencia
se también en la vida de personas no neuróticas. En éstas hace la de cometer errores por no saber, concepción que los progresis-
impresión de un destino que las persiguiera, de un sesgo demonía- tas de todos los tiempos han sostenido. Pero al presentarse en el
co en su vivenciar, y desde el comienzo el psicoanálisis juzgó que siglo XIX este crecimiento de la "felicidad en el mal", este últi-
ese destino fatal era auto inducido". 2 mo adquiere sustancia: la vida humana puede tener existencia
¿Qué quiere decir esto? Esencialmente, que puede haber satis- -y no hay contradicción en esto- en el mal. Puede recordarse al
facción en el mal. Como lo afirma Lacan: durante el siglo XIX se respecto a un escritor francés del fin del siglo XVIII, Jules Bar-
fue gestando una subida insinuante de la idea de que hay "felicidad bey D'Aurevilly, que escribe Las diabólicas, un conjunto de seis
en el mal" que prepara las tesis de Freud. En Kant y en Sade se pro- relatos uno de los cuales se titula La felicidad en el crimen, por-
duce un giro con respecto a la ética tradicional, la ética aristotélica. que la frase de Lacan que se comenta hace eco a ese título.
En particular, una ruptura con la ética finalista que propugna el El psicoanálisis es heredero de ese movimiento que pone
dominio de las pasiones como condición para la obtención del bie- énfasis en la inexistencia de armonía en la vida humana, de ese
nestar, ética ésta de un corte finalista porque sostiene que el fin úl- cambio radical con la concepción del siglo XVIII según la cual
timo es la felicidad, de modo que placer y felicidad equivalen al so- el hombre sólo puede ser en el bienestar, en armonía con el bien
berano bien. Para llegar a Freud será necesario un replanteamiento como si existiese esa "atracción que preordena a la criatura" tal
de esta concepción que va a producirse con lo que se puede llamar como lo pensaba Platón. El nuevo estatuto del mal llevará final-
la ruptura kantiana y lo que se elabora en la obra de Sade. mente a Freud a hablar de un malestar en la cultura como cons-
El fin del siglo XVIII marca así un viraje, la formulación de titutivo de ésta.
nuevas ideas que caminan por las profundidades hacia el final del Es posible la felicidad en el mal, por esto puede leerse en
siglo XIX. Este viraje es el apartamiento con relación a la tesis de Lacan: "Que se esté bien en el mal, o, si se prefiere, que el eter-
no femenino no atraiga hacia arriba, podría decirse que este vi-
raje se tomó sobre una observación filológica: concretamente
2
Sigmund Freud: "Más allá del principio de placer", en Obras completas, Amo-
rrortu editores, Buenos Aires, 1979, vol. XVIII, pág. 21 (las cursivas son mías). que lo que se había admitido hasta entonces, que se está bien
en el bien, reposa sobre una homonimia que la lengua alemana
232
233
no admite: Man fühlt sich wohl im Guten. Es la manera en que sensata y feroz que se impone al sujeto sin admitir ningún tipo
Kant nos introduce a su Razón Prdctica".3 de pretextos para no ser cumplida: "el superyó, la conciencia
Se pone así en cuestión lo que las éticas tradicionales sostienen: moral eficaz dentro de él, puede volverse duro, cruel, despiada-
que se esté bien en el bien. La existencia de dos términos en alemán do hacia el yo a quien tutela. De ese modo, el imperativo cate-
que aluden al bien -Wohly Gute- está en la base del replanteamien- górico de Kant es la herencia directa del complejo de Edipo". 4
to porque hay una diferencia entre el bien como Woh/-cuya acep- El superyó tiene la forma de una exigencia de satisfacción
ción es la de sentirse bien, la de bienestar- del bien como Gute, en- absoluta, total, exigencia imposible por lo tanto de cumplir. De
tendido como un valor, como cuando se dice "hacer el bien". ahí que culpabilice sin contemplaciones y sin que el sujeto pue-
El Wohl es la ley del bienestar. Dependería, en términos freu- da saber de qué es culpable. El mandato del superyó no admi-
dianos, del principio de placer. Para Kant la ley moral no puede te ningún tipo de pretextos para eludir su cumplimiento. Por
basarse en él: la auténtica moralidad debe depender de un juicio esto es la perfecta encarnación del imperativo categórico kantia-
que rebase el plano del bienestar propio o del otro, de tal modo no: Du kannst, denn du sollst! (¡Puedes porque debes!). Como se
que el bienestar ( Woh~ no puede ser un signo del Bien ( Gute). La advierte, este mandato puro de toda presencia de lo patológico
ley de la razón práctica debe imponerse a la conciencia en todos los exige lo imposible, de ahí su carácter obsceno y feroz.
casos, independientemente de las fluctuaciones de lo sentido, del Es en este sentido que Lacan va a afirmar que la verdad de la
pathos. Se trata de actuar no solamente según la ley lo impone: la pureza kantiana está en Sade. ¿Donde está el nexo entre ambos?
acción no puede tener otro móvil que la ley en su enunciación. En su seminario de 1959-1960 titulado La ética del psicoandlisis
Así, la ley se impone según dos principios: Lacan va a señalar que, a pesar de su desprendimiento de lo pa-
e El rechazo de todo lo patológico, es decir, de todo lo que se re- tológico, Kant no puede dejar de admitir un correlativo senti-
laciona con los afectos, el amor, el odio, la ternura, la piedad. Lo mental de la ley moral que es congruente con sus características:
sentimental no puede ser el criterio para el comportamiento: "La el dolor. Cita para esto a la Crítica de la razón prdctica: "En con-
apatía es la condición indispensable de la virtud", afirmará Kant. secuencia, podemos ver a priori que la ley moral como principio
•La ley se impone incondicionalmente, por la enunciación de de determinación de la voluntad, por la razón de que va en detri-
su mandato, no por el enunciado de su contenido. No requiere mento de todas nuestras inclinaciones, debe producir un senti-
de explicaciones que la hagan aceptable. miento que puede ser llamado el dolor. Y es éste el primero, y tal
La apatía propia del comportamiento moral no debe enten- vez el único caso, donde nos es permitido determinar por con-
derse como una condición para la felicidad sino como lo incon- ceptos a priori, la relación de un conocimiento que viene así de
dicional mismo de la ley en tanto pura, despojada de todo inte- la razón pura práctica con un sentimiento de placer o de dolor".
rés por uno mismo y por el semejante. Esto llevó a Freud a ad- Será aquí donde puede encontrarse la convergencia con el
vertir la relación entre el imperativo categórico -el nombre que pensamiento de Sade. Particularmente en La ji.losofta en el tocador,
toma este mandato incondicional- y lo que él denominó su- escrito que es más o menos contemporáneo de la Crítica de la ra-
peryó. Este concepto designa a la instancia psíquica caracteriza- zón prdctica, encuentra Lacan los argumentos que validarían su te-
da no sólo como el "censor" interno sino como una exigencia in-
4 Sigmund Freud: "El problema económico del masoquismo", en Obras com-
·' Jacques Lacan: Op. cit. pletas, Amorrorru editores, Buenos Aires, 1979, vol. XIX, pág. 173.

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sis: "La filosofla en el tocador viene ocho años después de la Críti- ta en nombre de la Naturaleza, que quiere gozar y prohibe que
ca de fa razón práctica. Si, después de haber visto que concuerda cualquier cosa pueda poner algún obstáculo a su goce destructor.
con ella, demostramos que la completa, diremos que da la verdad Para Sade nuestro deber, de esencia kantiana, es aniquilarnos
de la Crítica". 5 Lo que Sade viene a mostrar es que el mal radica para dejarle el camino libre a la Naturaleza. Así la ley podrá cum-
justamente en la pureza de la ley misma; denuncia entonces la ver- plirse. Es Dolmancé quien lo expresa claramente: "Siendo la des-
dad del pensamiento moral de Kant: la crueldad esencial del Otro trucción una de las primeras leyes de la naturaleza, nada de lo
a quien es referida la ley, más allá de su apariencia neutral. que destruye podría ser un crimen. ¿Cómo podría ultrajarla una
En efecto, la ley moral, en tanto exige el rebasamiento del acción que sirve tan bien a la naturaleza? Esa destrucción, de la
placer y la comodidad del sujeto, no puede concebirse sin una que el hombre se vanagloria, no es por otra parte sino una qui-
violencia ejercida sobre él, para mayor goce del Otro y, final- mera: el asesinato no es una destrucción, quien lo comete no ha-
mente, del sujeto. Esta ley no es la del principio del placer: en ce más que variar las formas; da a la naturaleza los elementos de
La filosofla en el tocador Sade propone como regla de la sociedad que ésta, con su habil mano, se sirve para recompensar al punto
absolutamente republicana que la abolición de la propiedad del a otros seres; y como las creaciones no pueden ser más que goce
hombre sobre el hombre vaya hasta la de cada uno sobre uno para quien se entrega a ellas, el asesino le prepara, por tanto, uno
mismo y que el derecho al goce sea reconocido sin límites. a la naturaleza; le proporciona materiales que ella emplea inme-
Para comprender este postulado es preciso detenerse en la re- diatamente, y la acción que los tontos locamente censuran no es
flexión sobre el término libertino, que tiene un lugar fundamen- más que un mérito a los ojos de este agente universal" .6
tal en el sistema de Sade. De una manera general, se llama así al La Naturaleza, en Sade, reclama el crimen; tiene necesidad
final del siglo XVIII a quien aparentemente procura no sujetarse de cuerpos muertos para producir nuevos cuerpos. La ley esta-
al discurso dominante, a las creencias de la religión y a las reglas blece entonces: es necesario destruir para poder crear. La justi-
de las costumbres que se derivan de ella. Sade, si bien se califica ficación del crimen no se basa en la obtención del placer que és-
a sí mismo como libertino, no cabe enteramente en esta defini- te podría procurar: el verdugo sadiano sacrifica su subjetividad
ción: es más que un libertino en la medida en que sus escritos re- al Otro sanguinario y exigente, se reduce a no ser sino una voz
velan la cara reprimida del libertinaje. Lo que la obra de Sade ex- que enuncia la orden natural del goce y un instrumento apáti-
pone es la denuncia de la falsa libertad moral que exaltan los li- co que la ejecuta como funcionario celoso.
bertinos pues desconocen su sujeción a una instancia que los go- Todos los comentadores modernos de Sade como Maurice
bierna y propone una moral nueva, de estricta obediencia. Heíne, George Bataille, Pierre Klossowski, Maurice Blanchot,
El aspecto novedoso de Sade consiste en esto: allí donde los Roland Barthes, han señalado el lugar determinante que ocupa
libertinos se contentan con promover la no obediencia a la ley el concepto de apatía en la obra de Sade. Así, Blanchot señala:
moral establecida afirmando que "se puede tener placer, no está "Todos esos grandes libertinos, que no viven sino para el placer,
prohibido", Sade franquea el límite del placer y propaga una ley no son grandes sino porque han aniquilado en ellos toda capa-
moral más severa todavía que aquella que coarta los placeres. Su cidad de placer. Por ello llegan a espantosas anomalías, pues la
orden es: "se debe gozar, es una obligación". Obligación impues- mediocridad de las voluptuosidades les bastaría. Pero se han

' Jacques Lacan: Op. cit. 1' D .A.F. Sade: La filosofia en el tocador, Ed. Akal, Barcelona, pág. 86.

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vuelto insensibles: pretenden gozar de su insensibilidad, de esa ¡Querida amiga! ... (Se debate) ¡No, no quiero que entre! ¡Si se-
insensibilidad negada y se vuelven feroces. La crueldad no es si- guís, gritaré que me están asesinando! ...
no la negación de sí mismo, llevada tan lejos que se transforma EL CABALLERO: Grita cuanto quieras, pequeña tunante, te
en una explosión destructora; la insensibilidad se vuelve estre- digo que tiene que entrar, aunque tengas que reventar mil veces".
mecimiento de todo el ser, dice Sade: «el alma pasa a una espe- Se puede afirmar que lo esencial de Sade está aquí, en este
cie de apatía, que pronto se metamorfosea en placeres mil veces "es necesario" o "tiene que", porque se trata del "es necesario'',
más divinos que aquellos que les procurarían sus debilidades»".7 el "tiene que" del imperativo que no depende de la búsqueda de
En Sade, el verdugo no realiza su actividad para obtener placer placer de ningún sujeto en partircular. Es el imperativo que es
sino porque debe cumplir con un mandato del cual es el brazo eje- preciso cumplir sin consideración por el sufrimiento del otro, ni
cutor. Para esto se mantiene rigurosamente apático. Frente a su apa- tampoco para obtener algún placer de él.
tía es la víctima quien duda y plantea preguntas sobre lo que se Es claro entonces que el primero de los principios kantianos
quiere de ella, y como ignora la ley habrá que educarla: los textos de está presente en Sade: el rechazo por todo lo patológico, la re-
Sade tienen siempre un sesgo inequívocamente pedagógico. En nuncia a los sentimientos y la sumisión al imperativo de gozar.
ellos la víctima se divide entre cuerpo y palabra y sufre todo el pe- Lo mismo puede decirse respecto del segundo, el carácter incon-
so de la angustia. La víctima del sádico no es el masoquista que bus- dicional del mandato, pues es la Naturaleza aquí, el Otro uni-
ca gozar sino más bien aquel que se considera como el sujeto moral versal, quien exige el goce y el sujeto no es sino un mero instru-
y es confrontado por la acción del verdugo con el horror del goce. mento apático que debe ejecutar esa orden.
El escenario sadiano pone así en cuestión la ley moral en su Sade revela así la verdad oculta de Kant: el lado oscuro, cruel
sentido tradicional, es decir, la demarcación entre el bien y el mal del Otro de la ley que ordena el sacrificio de todos los senti-
que ella realiza. La pone en cuestión porque la meta del personaje mientos en nombre de la pureza del imperativo categórico. De
del marqués no es tanto "hacer el mal'', causar sufrimiento al otro, este modo, Kant, leído desde Sade, abre el camino que llevará
sino someterlo a un imperativo absoluto que no toma en cuenta ni hasta Freud. ¿En qué sentido? En la medida en que la gran tesis
el bienestar ni el pudor. Un claro ejemplo se puede encontrar en La del creador del psicoanálisis sostiene que la característica funda-
filosofla en el tocador cuando el caballero penetra a Eugenia con su mental del sujeto en tanto sujeto del inconciente es su división:
miembro monstruoso. En este momento se desarrolla este diálogo: el sujeto está dividido pues más allá de la búsqueda del placer,
"EL CABALLERO, sosteniendo con toda la mano su polla tie- del bienestar, la homeostasis, está determinado por un impera-
sa: ¡Sí, joder! ¡Es necesario que penetre!. . . Hermana mía, Dol- tivo que le ordena el goce sin consideración alguna por su bien
mancé, sostenedle cada uno una pierna . .. ¡Ah, santo dios! ¡Qué en términos convencionales o incluso por su supervivencia.
empresa! ... ¡Sí, sí, aunque tenga que ser atravesada, desgarrada, Este mandato llega incluso hasta el extremo de que cuando el
es preciso, rediós, que pase por ello! sujeto renuncia a la satisfacción pulsional mortífera en nombre de la
EUGENIA: ¡Suavemente, suavemente, no puedo aguan- sensatez o el amor al prójimo, la pulsión se vuelve contra él causán-
tar! ... (Ella grita; las ldgrimas corren por sus mejillas ... ) ¡Socorro! dole una culpa agobiante. Para el sujeto freudiano no es posible, pe-
se a sus sacrificios, renunciar al goce, es decir, al mal: cuando lo ha-
7
Maurice Blanchot: lautremont y Sade, Fondo de Cultura Económica, Mé- ce, el superyó acumula ese goce que él rechaza y, sea bajo la forma
xico, 1990, pág. 58 . del imperativo categórico kantiano o del acusador kafkiano, lo con-

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sidera siempre culpable. Portador de este "sentimiento inconciente 15
de culpa'', el sujeto experimentará la necesidad de expiación para
obtener con ella el goce de ese mal radical que es el castigo.
Este último es la manifestación de eso que se denomina el des- Ética y deseo del analista
tino, concebido por Freud como una de las manifestaciones más
características del superyó. Una y otra vez el destino renovará el
golpe hasta la consumación final de su obra. No hay pues otro mal
que ese goce siempre culpable que horroriza y atrae a la vez, goce
del que nadie podrá sustraerse enteramente, que empuja al sacrifi-
cio de sí mismo o del objeto. Es así como el imperativo categórico Adifrrencia de ¡., P'icoternpi", la cma púcoanalítica "
que Kant imaginó tan puro como el cielo estrellado aparece en define como no orientada por el propósito de que el sujeto sea
Freud como la forma más radical de la satisfacción, la de la pulsión dirigido a la meta de ajustarse a un estandard preestablecido. Es-
de muerte, el goce extremo de ser que se confunde con ya no ser. to determina que lo que en un psicoanálisis importa no sea un
En conclusión: el mal es inevitable desde el momento en que ideal a alcanzar sino la confrontación del sujeto con lo que es su
hay logos, razón, discurso, orden simbólico que genera su más deseo, más allá de toda meta impuesta por la demanda de otros.
allá. Ahora bien, ante esta perspectiva, ¿existe algo que pueda ins- El proceso psicoanalítico pone así en primer plano una cuestión
taurar un límite al avance arrollador del goce de la pulsión de de orden ético.
muerte? La pregunta no tiene una respuesta precisa, más bien La ética, pensada psicoanalíticamente, no se confunde con
convoca al debate. Desde el psicoanálisis se puede señalar lo que todo aquello que se incluye dentro del rubro de la moral, pues
Lacan llamó la ética del bien decir, que no consiste ni en decir ésta siempre se basa en la exigencia de cumplir con algún tipo
bien ni en decir dónde está el bien sino, paradójicamente, en mal- de ideal, es decir, con eso que en última instancia es una deriva-
decir, esto es, intentar decir lo indecible del mal. Esto significa ción del narcisismo y se presenta como condición para la satis-
que, lejos de las posturas morales que pretenden rechazar el mal, facción narcisista del sujeto.
con lo que sólo provocan su retorno aún más violento, una ética En otras palabras, de un modo u otro la moral pretende la
del bien-decir pretende que se le dé su lugar en la palabra como obtención del Bien, con mayúsculas, más allá de las distintas
el camino para hacer de él la causa de la sublimación creadora. formas en que lo presenta. Esto se basa en el postulado de que
No hay formas preestablecidas para llevar esto a cabo. Pero ese Bien existe, lo que hace necesario postular un Otro que pue-
un aporte para pensar en esto puede hallarse en estas palabras de garantizarlo, un Otro exento de falta entonces, que sabe y
del gran filósofo que quedan para la reflexión final: "Si fuésemos que por esto puede nombrar ese Bien.
un buen campo de labor, no dejaríamos perecer nada sin utili- Para esta postura, que encuentra su expresión más conocida
zarlo y veríamos en todo, en los acontecimientos y en los hom- en las religiones, el sujeto debe consagrarse a cumplir con las exi-
bres, estiércol útil, lluvia y sol". 8 ~ gencias de ese Otro como el camino que conduce al Bien cuya ob-
tención este último asegura. El precio a pagar para esto es el sacri-
' Friedrich Nietzsche: "Humano, demasiado humano", en Obras completas, ficio, sacrificio del deseo que debe ceder su lugar al cumplimien-
Ed. Aguilar, Madrid, tomo IlI , 1932, pág. 442. to de la demanda del Otro para sostenerlo así exento de falta.

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Freud llamó a ese sacrificio masoquismo moral 1, concepto mo", fuera de toda relación con la demanda. Es el deseo enten-
que designa una posición fundamental del sujeto ante el Otro dido como la "dimensión trágica de la existencia", es decir, aso-
en la que aquél carga sobre sí toda la culpa por la falta de este ciado al dolor y la muerte; de ahí que el espacio trágico consti-
último y goza de esa manera en la medida en que lo sostiene así tuya su paradigma. Ahora bien, si el objetivo de la cura psicoa-
sin falta; sin falta tanto en el sentido de carencia como en el de nalítica es conducir al sujeto a ese deseo, ¿el deseo del analista
culpa. Este sacrificio implica la renuncia al deseo -en tanto és- podrá definirse entonces como un "deseo puro"?
te se constituye a partir del encuentro con la falta del Otro- y, Es en relación con esto que resulta necesario señalar que, si
más radicalmente, de la vida que puede entregarse en última bien esta posición que vincula al psicoanálisis con lo trágico tie-
instancia como la ofrenda máxima para el goce del Otro. ne un cierto lugar en la posición ética de aquél, no puede afir-
Hay así en toda moral una inevitable dimensión sacrificial: marse sin embargo que exista plena coincidencia entre la posi-
lo que importa ante todo es el cumplimiento de los ideales del ción del héroe trágico y la del analizante que se enfrenta con el
Otro para sostenerlo completo, y para lograrlo nada se tiene deseo del analista.
que saber del deseo. Ante esta postura, Lacan contrapuso su En el seminario ya citado, que fue impartido entre 1959 y
muy citada consigna de "no ceder en cuanto al deseo". Es sabi- 1960, Lacan aborda la Antígona de Sófocles. De esta pieza le va
do que ella ha sido objeto de diferentes lecturas, de ahí la nece- a interesar fundamentalmente el acto de la protagonista -más
sidad de proseguir con la reflexión, y también la problematiza- allá de cualquier visión moral de exaltación o condena- con el
ción, sobre lo que puede estar en juego en esa afirmación. propósito último de dilucidar a partir de él la cuestión del lu-
Es preciso recordar que Lacan vincula ese enunciado con la gar del analista en la experiencia de la cura y el discernimiento
evocación del héroe trágico: Edipo por un lado, Antígona por de lo que es el deseo del analista.
otro. Este personaje se presenta como aquel que llega hasta las ¿Cuál es el sentido de tomar una figura trágico-heroica pa-
t'iltimas consecuencias en su deseo, sin ceder respecto de él ni ra pensar el deseo del analista? Indudablemente Lacan testimo-
aun ante el temor o la traición. El héroe trágico actúa confor- nia de una fuerte atracción por esa figura; pero es necesario se-
me a su deseo hasta las últimas consecuencias, sin someterlo a ñalar que, simultáneamente, no deja de manifestar cierta reser-
ningún tipo de condición. En este sentido, tomarlo como para- va. Le despierta atracción porque le permite poner énfasis en la
digma del sujeto en análisis podría llevar a pensar que la ética dimensión trágica del deseo frente a todas aquellas propuestas,
del psicoanálisis se definiría como la que plantea una posición tan vigentes hoy como en la fecha del seminario, de conformi-
subjetiva incondicionada, esto es, una postura en la que ningu- dad acrítica, de sumisión a normas que prometen la total armo-
na consideración postulada en nombre del bien, el bienestar, la nía. Lacan afirma allí que la revelación del deseo que se realiza
sensatez, tendría lugar. Posición subjetiva incondicionada lla- en el análisis no asegura ninguna "felicidad", se ubica más bien
mada también por Lacan -en su seminario La ética del psicoa- en el horizonte del ser-para-la-muerte, del enfrentamiento con
nálisis- deseo puro. la falta.
El deseo puro es entendido allí como el deseo "en sí mis- En el caso de Antígona se puede percibir que lo medular de
su acto consiste en el hecho de que, sorda a cualquier llamada
' Cf Sigmund Freud: "El problema económico del masoquismo", en Obras de lo que podría denominarse una ética del bienestar, indiferen-
completas, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, vol. XIX, pág. 161. te a los bienes de la vida, a los redamos de la ciudad, se enfren-

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ta sola contra todo y contra todos hasta condenarse a lo que ella Por otra parte hay que recordar que Lacan finaliza el semi-
tiene la certeza que es su destino. De esta manera podría decir- nario ya mencionado con una inédita y sorprendente formula-
se que, en su decisión, ella misma es una metáfora del deseo co- ción sobre la culpa: "de lo único que se puede ser culpable es de
mo insaciable y rebelde a la vez a todo sometimiento. Será así a ceder en cuan to al deseo". 3 Sin duda es una afirmación esencial
partir de su postura que Lacan va a elaborar la ya mencionada para pensar en una ética basada en el deseo, pero la consigna de
fórmula de "no ceder en cuanto al deseo". "no ceder" plantea un problema que tiene que ser debatido: no
Sin embargo no puede sostenerse que este acto de Antígo- se deslinda de un modo claro lo que puede entenderse por de-
na sea la última palabra de Lacan en lo que se refiere a la posi- seo de aquello que puede denominarse, de acuerdo con lo di-
ción ética del psicoanálisis. No solamente hay cierta reserva, cho anteriormente, una posición subjetiva incondicionada.
también una importante advertencia cuando Lacan sugiere, al De este modo, tomar como paradigma ético la posición de
referirse indirectamente al carácter cristiano de Antígona, que Antígona como la de quien "no cede" en cuanto al deseo con-
"habrá que cuidarse del día en que los mártires ganen y se pre- duce a formular una pregunta central: ¿qué diferenciaría la pos-
pare el gran incendio" .2 Todo esto tiene que ser tomado muy se- tura del sujeto al final del análisis de la posición histérica, carac-
riamente en cuenta para el análisis de la fórmula utilizada para terizada por consagrarse a la insatisfacción eterna, es decir, por
referirse a Antígona: "deseo puro". ¿Es ésta la expresión más no responder a la demanda del Otro? ¿Cómo distinguir el lla-
adecuada para fundar el psicoanálisis como una ética, más que mado "deseo puro" de esto que en apariencia es un no ceder en
hablar de "ética del psicoanálisis", que inscribe la experiencia de cuanto al deseo, mantenerlo insastisfecho, pero que en realidad
la cura en un campo distinto al del mundo de los bienes? es la posición de dejar siempre insatisfecha la demanda del Otro
Como se ha afirmado, Antígona encarnaría el deseo puro, a fin de hacer que este siga demandando y así tener la certeza
más allá de la culpa y la deuda, deseo no susceptible de estar de que existe?
presente en demanda alguna. Ningún bien -llámese esposo, hi- No se debe olvidar que el neurótico es el sujeto que se crea
jo o madre- la hará "ceder frente a su deseo", ningún llamado siempre el Otro a su medida, un Otro cuyo deseo no debe apa-
a la "cordura" es válido para ella. Ahora bien, es aquí justamen- recer en la medida en que su emergencia provoca angustia. Y la
te, en relación con esta posición eminentemente trágica, que se mejor estrategia para que ese deseo se mantenga oculto es hacer
advierte el carácter problemático de la expresión "deseo puro". que no deje de demandar. Por esto, la negativa a satisfacer la de-
Con este último se alude a una posición subjetiva incondi- manda del Otro, asumiéndose para esto una posición subjetiva
cionada, es decir, no sometida a ninguna condición patológica incondicionada, no puede confundirse con la postura de no ce-
en el sentido kantiano, que alude a lo relacionado con el pathos, der en cuanto al deseo.
la sensibilidad, los sentimientos: condición patológica se refiere Tal confusión puede surgir con la noción de deseo puro, en-
entonces al sometimiento del sujeto a sus sentimientos. Da la tendido como el sacrificio, ya sea de alguna satisfacción parti-
impresión entonces que la renuncia a esta dimensión sería el ca- cular, de los bienes, del cuerpo, o incluso de la vida; sacrificio
mino para la afirmación de la verdad del deseo. sostenido en la afirmación de que cualquier satisfacción de la
demanda anularía el deseo. En realidad una ética sacrificial es lo
' Jacques Lacan: Le Séminaire, Livre VII: L 'éthique de la psychanalyse, Ed. du
Seuil, Paris, 1986, pág. 311. ,\ !bíd. pág. 370.

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opuesto a una ética basada en el deseo en tanto no encarna si- Cuando se habla entonces de la belleza de Antígona no se
no el afán de hacer todo -incluso ofrendár la vida- para que no alude con este calificativo a lo mismo que suele decirse de esos
haya falta en el Otro. Y guiado por este afán el sujeto se entre- objetos que son definidos de esa manera. No es la belleza como
ga como el objeto que puede colmarlo enteramente. ese velo -efecto de la intersección entre simbólico e imagina-
Pensar entonces que una posición incondicionada, por el rio- que oculta lo real traumático, fuera de la palabra. En este
solo hecho de serlo, es equivalente a no ceder en cuanto al de- caso es más bien una imagen que purifica a Antígona del resto
seo, es confundir este último con lo que podría llamarse una de las imágenes, una belleza que "purifica el orden mismo de la
postura reivindicativa. Esta se aclara a partir de una importan- imagen" que, por esto mismo, no podría encontrar fácilmente
te indicación de Lacan, quien afirma que lo primero que la pre- un espejo donde reflejarse.
sencia de Antígona trae consigo es el brillo, brillo de la belleza, Esa belleza tiene dos características, potencia turbadora y
brillo que define el deseo que se sitúa más allá del temor y la capacidad de enceguecer, que la ubican ya no en la intersección
piedad, fuera de la culpabilidad. de lo simbólico con lo imaginario sino más bien en la frontera
Este brillo permite distinguir la posición de Antígona de lo entre imaginario y real. Es una belleza que puede situarse en-
que puede llamarse el masoquismo cristiano: en el acto de An- tonces más próxima a la Cosa, lo innombrable, que a sus sím-
tígona se realiza lo atroz y se franquea la fatalidad; pero no hay bolos. Tiene, por otra parte, una extraña nitidez que la coloca a
huella en él de esa estructura originaria que es el masoquismo un paso de lo siniestro; por esto transporta a quien puede ser
moral -la búsqueda del castigo que procura una satisfacción capturado por ella de la fascinación a la impotencia. "Eso los
erotizada- sobre el que el cristianismo funda su edificio ético. turba", dice Lacan refiriéndose a su efecto.
No hay masoquismo en la actitud de Antígona: frente a Así, Antígona se sitúa en una posición subjetiva irreducti-
Creonte que quiere imponer a rajatabla las leyes de la ciudad, ble, y su imagen se sustrae al resto de las imágenes. Es la posi-
ella afirma que hay leyes que no están escritas; es decir, que hay ción del deseo puro, que, como se ve, no se distingue de la pul-
algo que, aunque no pueda ser dicho y formulado por el signi- sión de muerte. Podría decirse que es el punto en que la pulsión
ficante, no puede dejar de ser concebido de todos modos como de muerte alcanza una forma de imagen. De este modo Antígo-
ley. Es precisamente el deseo puro, dimensión inconciliable con na es el nombre mismo de lo incondicionado de esta pulsión en
la ley (de la ciudad); deseo puro que es la otra ley-o, más bien, su esencia más pura.
el otro lado de la ley misma- que otorga a su acto una legitimi- Por esto la expresión deseo puro define para Lacan el espacio
dad irreductible. Es así como identificándose con este deseo pu- trágico. Es finalmente el deseo en tanto permite dar cierta ima-
ro Antígona adquiere ese brillo que le da una belleza singular. gen a la pulsión de muerte, el deseo no vehiculizado por ningu-
Belleza que está, en primer lugar, ligada con la consuma- na demanda, el deseo que en este momento del recorrido de la
ción de la fatalidad, con su modo particular de encarnar la pul- enseñanza de Lacan no se distingue todavía de la dimensión le-
sión de muerte: ella es la víctima terriblemente voluntaria que tal del goce como ese más allá de todo placer y bienestar.
al no admitir la segunda muerte con que se condena a su herma- La comprobación de que se trata de esto puede encontrarse
no -borrarlo completamente del orden simbólico al negarle la en el diálogo que Antígona tiene con Ismene, su hermana,
sepultura- provocará el descenso de ella misma a esa "tierra de cuando afirma la jerarquía que gobierna la lógica de su elección,
nadie", fuera del orden significante: el "entre-dos-muertes". justificada por este razonamiento: se puede volver a tener mari-

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Esta dificultad para distinguir deseo de goce que el semina-
do e hijos, pero no un hermano. El hermano es el auténtico in-
rio sobre la ética deja irresuelta es la razón que obligará a Lacan,
sustituible, es el nombre de lo que no se puede sustituir, y esto cuatro años después, a realizar un replanteamiento de la cues-
va a decirlo por medio de una tautología: "un hermano es lo
tión. Será el 24 de junio de 1964, en la última sesión del semi-
que es".
nario titulado Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanáli-
Se trata de un enunciado que se puede correlacionar total-
sis, que Lacan retorna sobre la cuestión del deseo puro, pero aho-
mente con el deseo puro porque a un deseo desligado de toda ra lo hace para oponerle el deseo de fa diferencia absoluta como
demanda y todo objeto "patológico" sólo puede corresponder lo que define al deseo del analista: "El deseo del analista no es
una elección tautológica. "Mi hermano es lo que es" implica un deseo puro. Es un deseo de obtener la diferencia absoluta". 4
que para realizar su elección Antígona se ha ubicado fuera del Antes define al deseo puro como el deseo que en la búsqueda de
campo del lenguaje que se define como el espacio donde nada su objeto -no marcado por la diferencia- llega hasta la consu-
"es lo que es", donde todo está capturado en el despliegue de la mación del sacrificio y el asesinato: "(el deseo puro) lleva al sa-
metáfora y la metonimia. crificio de todo lo que es el objeto de amor en su ternura hu-
Este despliegue es el que determina que el objeto de deseo, mana [ ... ], no solamente al rechazo del objeto sino también a
en tanto causa de éste, es un objeto perdido. De esta manera, la su sacrificio y a su asesinato". 5
elección de objeto en el sujeto se produce en función de una ló- Cabría preguntarse a quién está respondiendo Lacan cuan-
gica que es la de la constitución del objeto causa del deseo que do dice que el deseo del analista no es un deseo puro. Eviden-
opera convocando a la búsqueda orientada por la cadena signi- temente a lo que él mismo afirmaba unos años atrás. lnduda-
ficante; búsqueda que está destinada al encuentro imposible en blemen te hay una toma de distancia con respecto de aquella
la medida en que ningún objeto finalmente hallado - por el ca- formulación que dejaba abierta la posibilidad de definir el de-
mino del significante- es: la característica esencial de todo ob- seo del analista por medio de la figura del héroe trágico, es de-
jeto es la de sustituto de fa Cosa inaccesible. cir, como un deseo "puro".
Ahora bien, Antígona no realiza la elección por su hermano Este replanteamiento obedece en cierta medida al hecho de
llevada por esa lógica. Lo propio de la relación que va a entablar que en este último seminario Lacan precisa el estatuto de la pul-
con su hermano, que la lleva a introducirse en el espacio "entre- sión como uno de los fundamentos del psicoanálisis. De este
dos-muertes" de lo indecible y que determina que en su imagen modo, en la medida en que la pulsión es esencialmente pulsión
brille la pulsión en tanto pulsión de muerte, es el hecho de que de muerte, puede decirse entonces que lo que se debe entender
ella define esa relación como la relación con un objeto que es fo por deseo puro es que, si la pulsión hablara, si lograrse decirse
que es. El hermano insustituible -su elección tautológica- le per- por fuera de las estructuras que el significante impone, lo haría
mite fundamentar lo que Lacan llama su autonomía, esto es, dar- tautológicamente: "mi hermano es lo que es". Esta sería la afir-
se a sí misma una Ley más allá de las leyes que someten a todos, mación paradigmática en la que resuena la pulsión, el deseo pu-
una ley no escrita. Es por esto que esta tautología que define al
objeto de su elección equivale a la anulación de la diferencia que
' Jacques Lacan: Le Séminaire, Livre XI: Les quatre concepts fondamentaux de
el lenguaje establece y funda el deseo; dicho en otros términos, la psychanalyse, Ed. du Seuil, Paris, 1973, pág. 248.
equivale al deseo puro como una modalidad de deseo en la que 1
!bíd., pág. 247.
no es posible distinguir entre deseo y goce.
249
248
ro, y su eventual conexión con la criminalidad de la que el in- gue esperando de éste el sentido de la vida. Será preciso enton-
cesto sería el modelo básico. ces enfrentar este sin-sentido básico de la castración como con-
Se podrá establecer a partir de esto una relación estrecha en- dición para la producción de sentidos que ya no dependerán de
tre ética y deseo del analista: la primera es consecuencia del se- la sanción de Otro.
gundo que va en un sentido opuesto al de sostener una posición Esto debe relacionarse con otro señalamiento muchas veces
subjetiva incondicionada. Mientras esta última implica la anu- citado: "La castración quiere decir que es preciso que el goce sea
lación de toda diferencia, una ética del deseo no apunta sino a rechazado para que pueda ser alcanzado sobre la escala inverti-
la obtención de la diferencia absoluta. da de la ley del deseo". 8 Se trata de aceptar una ley que es la ley
Diferencia absoluta que puede entenderse como la verdad de del deseo; ella da un nuevo sentido a la castración, sentido que
la castración, diferente del sacrificio de lo "patológico" que lleva puede llamarse negación creadora. De este modo, la ley del de-
hasta el crimen, pero también de la represión que somete el de- seo puede fundar una ética que es la del bien-decir: con él se tra-
seo a la ley edípica. En un texto capital, que se ubica cronológi- tará de avanzar hacia lo desconocido del goce del Otro, eso que
camente entre los dos seminarios citados, Lacan observa que: en el sujeto define a lo más ajeno y, a la vez, lo más íntimo de
"cuando la ley está verdaderamente ahí, el deseo no se sostiene, él mismo. Avanzar hacia esta extimidad para hacer de ella causa
pero es por la razón de que la ley y el deseo reprimido son una de un decir inédito.
sola y misma cosa, incluso esto es lo que Freud descubrió". 6 Lo que se busca es precisamente que el sujeto pueda final-
La ley aquí evocada es la llamada ley edípica vivida fantas- mente hablar de sí mismo. Con la salvedad de que este sí mismo
máticamente por el sujeto como prohibición impuesta por un - el sentido es aquí semejante al del famoso aforismo de Lacan:
Otro exento de falta. Por esto, cuando esa ley se impone el de- "el analista sólo se autoriza por sí mismo" - no se confunde con
seo desfallece en la medida en que triunfa la represión como es- el yo que no deja de ser una función imaginaria de desconoci-
trategia para seguir creyendo en la omnipotencia del Otro y ne- miento. Este sí mismo que el discurso debe cercar es el resto,
gar su falta que es lo fundante del deseo. Es la razón por la que, fuera de lo simbólico, verdad del ser innombrable, dimensión
desde Freud, el análisis pretende levantar represiones; lo que no de la pérdida que causa el deseo.
significa una autorización para gozar sin límites sino la posibi- De esta manera, la exigencia ética de hablar "de sí mismo"
lidad de enfrentar esa falta del Otro que la represión lleva a ta- determina el lugar del analista que no puede ser sino el de la
par con el síntoma. causa perdida del deseo que interpela al analizante quien debe-
De este modo, se puede entender por qué inmediatamente rá descubrirse finalmente como causado por ella.
antes de esa afirmación, Lacan escriba: "El deseo, lo que se lla- Es entonces preciso que el analista tome el lugar de la cau-
ma el deseo, basta para hacer que la vida no tenga sentido si sa perdida para que el analizan te pueda llegar a hablar de sí mis-
produce un cobarde". 7 ¿Qué puede ser un cobarde en este con- mo, reconocer finalmente que -como decía Rimbaud- "yo es
texto? Aquel que no se enfrenta con la castración del Otro y si- otro" ...t:n

'' Jacques Lacan: "Kant con Sade", en Escritos 2, Siglo Veintiuno editores,
México, 1994, pág. 762. "Jacques Lacan: "Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconcien-
7
lbíd. te freudiano", en Escritos 2, Siglo Veintiuno editores, México, 1994, pág. 807.

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4. Modernidad, civilización tecno-científica y lazo social .. 73


5. El psicoanálisis y la razón moderna ... . ............ 93
6. La religión, lo sagrado y la estructura del sujeto ...... 109

MALESTARES, POLÍTICA, ÉTICA

7. ¿Es posible entrar en la ley? ..................... 121


8. Crímenes y pecados: ¿quién está exento de culpa? ...... 153
9. La desilusión del porvenir ...................... 167
1O. La servidumbre voluntaria .................... . . 181
11. El estúpido encanto de la violencia . . ............. 191
12. Lacan y la libertad ........................... 213
13. U na ética que no es del sacrificio ... . ............. 223
14. De Sade a Freud: el mal como un deber kantiano ..... 231
15. Ética y deseo del analista ....................... 241

Fuentes ....................................... 253

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