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¿QUÉ ENSEÑAR?

Luis J. Jalfen

En este tiempo de profundos cambios se ha hecho evidente que la enseñanza tradicional, basada en la
formación enciclopédica, carece de sentido. Lo que era evidente hace cincuenta años hoy no lo es, y no
porque con saber buscar en la memoria de la computadora se hace superfluo memorizar informaciones,
sino porque ha cambiado la sensibilidad de las jóvenes generaciones.

Un debate parecido -aunque de menor importancia- se presentó cuando aparecieron las calculadoras
electrónicas. Cuando los niños empezaron a utilizar las máquinas de calcular comenzó a carecer de
sentido la memorización de las tablas de multiplicar y de dividir. Igual ocurre con la enseñanza que
imparte la escuela positivista, que es el modelo reinante desde hace un siglo y medio. Conocer historia,
geografía, química o física, únicamente será necesario a aquel que se disponga a frecuentar ese área de
interés. Pero eso no hace falta pasarlo por la memoria personal sino que se podrá recurrir a tales
informaciones apelando a los bancos de datos.

Enseñar a aprender
Creo que si hasta ahora se transmitió información (con la serie de presupuestos implícitos que eso lleva)
el desafío actual es enseñar a aprender. Como en el ejemplo de las calculadoras, se trata de que los
alumnos aprendan a utilizarlas. Pero en el vasto proceso de la globalización de los conocimientos, de la
circulación de intereses diversos, el enseñar a aprender resulta mucho más complejo. Se trata de
aprender a navegar en la red (Internet), a compatibilizar diferentes programas. Si partimos de la base de
que “el medio es el mensaje”, hoy se impone ir abandonando los “contenidos” para confiar en que la
forma de abordar constituye el desafío porvenir.

Para eso habrá que confiar en que los intereses de los propios chicos vayan dictando el camino. No tiene
sentido precuparnos por saber “qué van a aprender” porque la formación del hombre que se anuncia
tiene intereses efímeros. La obsolescencia de los conocimientos en los distintos campos va paralela a la
dificultad de descubrir una vocación en los adolescentes pues ellos están absorbiendo el carácter efímero
del mundo. Por eso las profesiones posmodernas no tenderán a la especialización sino al saber operar
con los programas necesarios para cada caso.

Una escuela transitoria


Hasta tanto se vaya definiendo un modelo apropiado al mundo que viene, creo que sería conveniente
pensar en adoptar una enseñanza “bilingüe”. ¿A qué me refiero con “enseñanza bilingüe”? Ante todo,
parto de la idea de que lo que llamamos “Galaxia Gutenberg” supone un idioma que tiene su plasmación
en el modelo libro. Si consideramos que lo que está apareciendo es una profunda revolución
escrituraria puede admitirse que la informática representa un nuevo lenguaje y, con ello, la aparición de
un nuevo mundo.

Transitoriamente me imagino una escuela de doble escolaridad en la que los niños (tanto de primaria
como de secundaria) por la mañana aprendan lo que el viejo paradigma -el positivista- imaginó para
ellos. Aquí se puede impartir conocimientos de las materias tradicionales con ayuda de la computación
como herramienta. Pero por la tarde se trataría de algo bien distinto: aquí la informática no sería un
recurso, un instrumento, sino que sería el momento en el cual el medio se transforma en mensaje. Esto
significa que los niños pueden “navegar” libremente atendiendo sólo a sus intereses y recibirían del
instructor la ayuda para poder hacerlo mejor. Entonces, no se trataría de interferir en sus búsquedas (así
se trate de aprender medicina o de coleccionar estampillas). La red cada vez más multiplica sus
disponibilidades y se hace más abierta. En esta “segunda escolaridad” los niños atenderían a sus
inclinaciones en grupos de trabajo y búsqueda por afinidad. Como es evidente los grupos no necesitan
ser por edades ni tampoco fijos.

Es cierto que el “nuevo idioma” requiere de nosotros, los mayores, una plasticidad y un gusto por la
libertad que hoy no se puede practicar en la escuela tradicional. Como se puso de manifiesto no se trata,
por el momento, de abandonar el modelo enciclopedista sino solo de complementarlo hasta que se vaya
poniendo en claro cómo debe ser la nueva forma de enseñar.

Si la preocupación hasta aquí fue “qué enseñar” (se habló de reducir ciertas materias, como la filosofía,
o de incorporar otras, como la ecología, por ejemplo), en adelante la discusión deberá centrarse en el
“cómo”. Lo que hoy se impone es, como se dijo, enseñar a aprender y habrá que ir imaginando las
formas, pero siguiendo el interés siempre renovado e imprevisible de los propios chicos.

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