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Automodificación de la escritura

La automodificación consciente se manifiesta cuando una persona


altera morfológicamente ex profeso su propia escritura para luego
rehuir a la responsabilidad de un documento o escrito. Este tipo de
autofalsificación suele revelarse tanto en los instrumentos
cuestionados o bien cuando el individuo conforma el cuerpo de
escritura ante el tribunal.
El simulador trata de cambiar los aspectos formales, creyendo que a
posteriori la puede negar y de ese modo salir airoso de cualquier
causa judicial. Pero en realidad desconoce, o si bien lo sabe le resta
importancia, que a través de una pericia caligráfica se puede
determinar la autoría de esa automodificación.
La persona creerá que modificando determinados elementos del
grafismo, como pueden ser la velocidad, inclinación, presionado, la
creación de formatos superficiales en las letras mayúsculas, ejecutar
los números "8" en dos círculos desligados (cuando su habitualidad es
conformarlos con un entrecruzamiento en la zona media de los
óvalos), alterar los ángulos de las consonantes "m", "n", "ñ" o "u",
agregar trazados accesorios en la parte final de la firma, cambiar la
dirección, realizar círculos en las vocales "i" cuando en realidad los
ejecuta como signo puntual, inflar exageradamente los bucles
inferiores y superiores de las letras "l", "ll", "g" "f", "j" o "y", recrear
falsos temblores, escribir con la mano izquierda, etc. Como se podrá
apreciar, son infinitas las modalidades de alteración y no se agotan en
las mencionadas.
Pero definamos qué es el automatismo personal de la escritura, para
comprender el porqué no es nada fácil modificar la escritura natural. El
automatismo es definido como el elemento gráfico que, apartándose
de las normas caligráficas correspondientes, se mantiene constante en
una escritura espontánea.
Por lo tanto, la escritura es un acto reflejo que comienza desde la edad
del aprendizaje y que termina con la muerte física de la persona. El
automatismo permanece invariable, indisoluble y único, a pesar de
todas las diferencias formales voluntarias o involuntarias que se
puedan introducir en el grafismo. Al perdurar para siempre con las
características de inmutabilidad e inalterabilidad, el gesto gráfico es el
pilar técnico y científico en el que se basa la disciplina pericial
caligráfica para determinar cualquier tipo de autorías. Si no existiera
este elemento básico y fundamental en el grafismo, tal vez la pericia
caligráfica no hubiese existido.
La que ejecuta la escritura es una serie de órganos voluntarios, que
constituyen el sistema motor e incluyen los dedos, mano, muñeca,
brazo, antebrazo, hombro.
El que la dirige es el cerebro, donde está el inconsciente y se
compone de los nervios, contracciones musculares automáticas. Este
conjunto del órgano motor que es el que escribe y el órgano rector o
cerebro que le va indicando cómo escribir, crea y fortalece el idiotismo
gráfico, interactuando entre sí de manera unida y cadenciada, que
constantemente evoluciona y desarrolla, pero manteniendo esa
característica de individualidad en cada escribiente.
Como expresé más arriba, la escritura está conformada por los actos
involuntarios que le dicta el inconsciente, el simulador se verá
desenmascarado. ¿Por qué? El cerebro registra en la memoria todos
los acontecimientos pasados que la persona fue aprendiendo desde el
principio de su vida; estos registros acumulados difícilmente logren ser
olvidados. De esta manera los hábitos se automatizan y se van
incorporando constantemente, persistiendo de manera latente en el
subconsciente.
La escritura no es ajena a este devenir cambiante, acompaña e
interviene en estos procesos de transformación, por ello las letras, los
números, la firma, los trazados se van automatizando y quedarán
plasmados en el subconsciente del individuo.
El automodificador, indefectiblemente, tendrá que luchar con los
movimientos de mano que quiere controlar conscientemente y los
automatismos adquiridos a lo largo de toda su vida. En esta contienda
del consciente con el inconsciente, el último en la mayor parte de los
casos acabará por triunfar; resultado: la persona dejará en la escritura
su propio sello y difícilmente pueda ser cambiado, cualquiera sea el
esfuerzo o el artilugio que realice.
La pericia caligráfica se basa en estos gestos gráficos automáticos
para determinar la autoría de un individuo en la escritura o firma de un
documento. Si se analizan los pasos descriptos, el perito calígrafo casi
siempre podrá llegar a una conclusión categórica de la paternidad
escrituraria del modificador.
Los que generalmente autofalsifican su escritura natural son personas
que tienen una instrucción caligráfica y educacional de media a alta.
Son los que utilizan tarjetas de crédito o cheques robados; los propios
titulares de tarjeta de crédito o cheques que luego denuncian su robo o
extravío; en cartas anónimas; manuscrito de amenazas contra las
personas; en pagarés, para luego negar su propia firma; en actores o
demandados en causas laborales, en donde no quieren reconocer
recibos de haberes o pagos de deuda, entre algunos ejemplos. Las
modalidades mencionadas se dan principalmente en causas penales;
los autofalsificadores de este tipo de delito son figuras conocidas en
los estrados judiciales.
Los que no son muy conocedores en la materia atacan a la pericia
judicial que definió la autoría de la firma o escrito, por sólo observar
meras discrepancias formales en los grafismos y así se sienten
avalados para impugnar el dictamen a los fines que sea desechado
por el magistrado. Mas estas estrategias están condenadas al fracaso
por cuanto la seriedad de las técnicas periciales han avanzado lo
suficiente como para combatir este tipo de delitos gráficos y el
calígrafo público que estudió en la universidad conoce esas técnicas
científicas para desenmascarar a estos simuladores, ya sea para
desbaratar a estos profesionales del delito o bien los que no están
habituados a delinquir.
Ocurrieron casos en que no fue posible resolver la autoría de la firma o
escrito en cuestión, ya sea por la escasez de elementos indubitados o
auténticos, o bien el automodificador era un excelente alterador de
formas caligráficas propias.
La tercera ley de la escritura de Solange y Pellat en su libro "Les lois
de escriture" (Leyes de la escritura) es contundente y no admite
dudas: "Una persona no puede voluntariamente y en un determinado
momento alterar su propia escritura natural, sin hacer con ello
ostensible en el trazado la señal evidente del esfuerzo que ha
realizado para conseguir esa modificación".
Existen muchas causas penales en las que la pericia caligráfica ha
resultado exitosa, pero también es cierto que en general, antes de
lograr un dictamen acertado, se debe producir y realizar un
pormenorizado e importante estudio y examen técnico para dilucidar y
determinar la autenticidad de la firma o escrito.

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