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Jean Paul Sartre filósofo francés es uno de los exponentes más importantes del
existencialismo que es una teoría que afirma la primacía o la prioridad de la existencia
(Foulquié; 1973:7) .
La realidad del ser humano es movimiento y cambio, con la posibilidad de asumir una
esencia, un poder ser, que no está predeterminado o establecido, sino que el ser humano
tiene que lograrlo en el devenir. Desde el momento cuando se nace, se asume un
compromiso, consigo mismo y con los demás, y ese compromiso se traduce en angustia.
Sartre se refiere como “ ser para sí” al ser que tiene un proyecto originario. El hombre en
su proyecto se hace a sí mismo, crea su propia esencia y asume su responsabilidad ante
su propia existencia. El hombre se encuentra arraigado en el mundo, y no puede
permanecer como un ser abandonado y vacío, sino por el contrario, es necesario que se
encuentre comprometido con un mundo del que es enteramente responsable (Sartre;
1981:677).
El hombre al ser arrojado al mundo, está condenado a ser libre, debido a que es
responsable de todo lo que hace. El hombre se siente extraño en su propio mundo, es
decir alienado o como una especie de extranjero, que se traduce en desesperación, tedio,
pesar, con una angustia existencial, como consecuencia de la angustia de su existencia y
la posibilidad de su muerte.
El hombre empieza por existir, se proyecta hacia el porvenir y existe una elección que es
expresión de su voluntad, y un proyecto de vida que se traduce en angustia, debido a que
no puede escapar al sentimiento de su total y profunda responsabilidad (Sartre; 1985:
18).
Otras fuentes de angustia para Sartre es “el otro”, y plantea la posibilidad del surgimiento
de la angustia cuando nos vinculamos con las demás personas, debido a que existe la
posibilidad de coartar nuestra autonomía y libertad; es decir, las relaciones sociales serían
para Sartre fuentes de conflicto y de preocupación.
La relación con el “otro”, serían conflictivas debido a que representan obstáculos para la
expresión de la libertad del individuo, y el otro representaría una especie de amenaza,
debido a que se aproximan a nosotros como si se tratase de objetos o cosas. Se cosifica
al otro por su aspecto, su físico, su forma de vestir, porque no se tiene la posibilidad de
aproximarse a su interioridad, y las relaciones equilibradas y armónicas, serían la
excepción más que la regla.
Sartre considera que sólo hay realidad en la acción, y el hombre existe en la medida de su
realización en el tiempo, debido a que el hombre no es nada más que su proyecto. Sartre
considera que el hombre es lo que se hace y está en la responsabilidad de
comprometerse en su proyecto de vida.
“Los proyectos pueden ser diversos, por lo menos, ninguno puede permanecer extraño,
porque todos presentan en común una tentativa para franquear esos límites o para
ampliarlos, o para negarlos o para acomodarse a ellos” (Sartre; 1985: 33).
Bibliografía