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La Fe no es un sentimiento

Entendiendo como confiar en Dios…

Por Ney Bailey

Me serví un vaso de limonada fría, le saqué punta


a un lápiz, y saqué mi Biblia, deseoso de
comenzar mi tarea. Temprano en el día, el
profesor de mi curso de escuela de verano, nos
había dicho: “Traigan a la clase un reporte de
todo lo que el libro de Romanos dice acerca de
la fe.” Parecía como que era una tarea fácil, algo
que no tomaría mucho tiempo.

Pero me llevé una sorpresa. Pronto descubrí que la palabra fe aparece muchas
veces en el libro de Romanos y que mi estudio tomaría más tiempo del que había
pensado.

Definiendo la palabra fe

Mientras leía lo que Romanos tenía que decir acerca de la fe, me encontré
preguntándome: La fe es probablemente la cosa más importante en mi vida,
pero ¿cómo la defino? ¿Qué es?

Mi mente retrocedió ocho años cuando por primera vez me uní a una comunidad
Cristiana. En ese entonces no entendía lo que era caminar en fe. He avanzado en
mi entendimiento, pensé. Pero aun con todo lo que había aprendido acerca de la
fe, me di cuenta que todavía no podía definirla.

Sé que la Biblia hace cientos de referencias sobre la fe como por ejemplo: “El justo
por la fe vivirá” (Romanos 1:17), y “Esta es la victoria que ha vencido al mundo –
nuestra fe” (1 Juan 5:4). Pero me sorprendió que no pudiera llegar a una simple y
personalizada definición de la palabra; nunca había completado el enunciado:
“Para mí la fe es ____________________________.”

Entonces oré, Señor, ¿cómo definirías Tú la fe?


Una historia vino a mi mente, en la que Jesús le dijo a alguien: “Ni aun en Israel he
hallado tanta fe.” ¿Qué era eso que Jesús llamaba “tanta fe”?

Rápido busque el pasaje en Lucas 7 acerca del centurión que quería creer que
Jesús podía sanar a su leal sirviente que estaba cerca de la muerte. El centurión
le dijo a Jesús: “Solo di la palabra, y mi sirviente será sanado” (Lucas 7:7)
Entonces el centurión uso un ejemplo personal para ilustrar que entendía lo que
significaba dar la orden y ser obedecido.

En respuesta al centurión, Jesús se volteó a la multitud que Lo seguía y dijo: “Les


digo que ni aún en Israel he hallado una fe tan grande” (Lucas 7:9). Jesús parecía
estar diciendo que “una fe tan grande” era simplemente tomar Su palabra.

¿Podría esta definición ser confirmada en algún otro lugar en la Escritura? Ya que
Hebreos 11 es a menudo citado como el “salón de la fama de la fe,” me dirigí ahí.

Creer Su Palabra

Después de leer y releer el pasaje, con todas sus referencias de la frase “por fe,”
empecé a ver que toda la gente mencionada ahí, tenía algo en común: Sin
importar de quien hablaba el autor de Hebreos, cada persona allí mencionada,
simplemente había creído Su palabra y obedecido Su mandato. Y son recordados
por su fe.

Por ejemplo, Dios le dijo a Noé que construyera un arca porque El iba a traer una
inundación masiva. Noé creyó la palabra que Dios dijo y construyó el arca. Dios le
dijo a Abraham que se fuera a un lugar que recibiría como herencia. Abraham
creyó la palabra que Dios dijo, dejó a su tierra, y se fue.

Dios le indicó a Sara, la cual ya había pasado la edad para tener hijos, que
concebiría un hijo. La Escritura dice: “Ella consideró que El que le había hecho la
promesa era fiel.” Creyó lo que Dios le dijo.

Sin tomar en cuenta las circunstancias, a pesar de los argumentos lógicos y de la


razón, y sin importar cómo se sintieron, cada persona mencionada en Hebreos 11
le creyó a Dios y a Su palabra y escogió ser obediente.

Empecé a preguntarme: Si Lucas 7 y Hebreos 11 ilustraban una fe tan grande,


¿habría algún pasaje que ilustrara una falta de fe?
Entonces recordé un incidente en Marcos 4 en el que Jesús acababa de terminar
un día completo de predicación y enseñanza en las playas de Galilea. Les dijo a
sus discípulos que se fueran al otro lado del mar. Inicialmente, creyeron la palabra
de Jesús, se subieron al bote con Él, y se dirigieron al otro lado. Pero cuando se
levantó una tormenta, se atemorizaron y perdieron la confianza de que realmente
llegarían a la otra orilla. Cuando Jesús les preguntó: ¿“Cómo es que no tienen fe?”
(Marcos 4:40) El pudo haber dicho: ¿“Porqué no creen a Mi palabra?”

Siempre me ha encantado el primer versículo de Marcos 5: “Y llegaron al otro lado


del mar.” La palabra de Jesús probó ser cierta.

A través de mi estudio de esos tres pasajes, he llegado a una definición simple y


viable: La Fe es creer lo que Dios dice. No estaba seguro si terminaría mi reporte
sobre todo el libro de Romanos en cuanto a la fe, pero sabía que había aprendido
algo que fue muy significativo en mi caminar con Dios.

¿Qué dice Dios acerca de Su Palabra?

Todavía tenía una pregunta más. Si la fe se trata de creer


en la palabra que Dios dice, ¿qué dice Dios acerca de Su
palabra? Encontré la respuesta en la Escritura misma:

“El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras jamás


pasarán.” (Mateo 24:35)

“La palabra del Señor permanece para siempre.” (1 Pedro 1:25)

“La hierba se seca y la flor se marchita, pero la palabra de nuestro Dios


permanece para siempre.” (Isaías 40:8)

Estos versículos me decían que todo en la vida puede cambiar, pero la Palabra de
Dios se mantiene constante. Su verdad nunca cambia. Estaba empezando a
vislumbrar cómo la fe en las promesas de Dios me podía afectar el resto de mi
vida.

Por ejemplo, Yo soy muy emocional, a veces estoy tan feliz que pienso que nunca
voy a estar triste otra vez. Otras veces estoy tan triste que pienso que nunca voy a
estar feliz otra vez. . . y a veces no siento nada.

Pero así como son de fluctuantes y fuertes mis sentimientos, la Palabra de Dios es
 Mas verdadera que cualquier cosa que sienta
 Mas verdadera que cualquier cosa que experimente
 Mas verdadera que cualquier circunstancia que enfrente
 Mas verdadera que cualquier cosa en el mundo

¿Porqué? Porque el cielo y la tierra pasarán, pero la Palabra de Dios no pasará.


Esto significa que sin importar lo que yo sienta o experimente, puedo escoger
depender en la Palabra de Dios como lo único que no cambia en mi vida.

Veo esa noche de verano y esa tarea como un momento crucial en mi vida.
Innumerables ocasiones desde entonces, cuando las circunstancias y
sentimientos parecen más reales que mi vida misma, he escogido creer que lo que
dice la Palabra de Dios es más cierto que cualquier otra cosa. He escogido
caminar por fe.

A veces esa opción ha sido difícil.

¿Qué acerca de los sentimientos?


Hubo veces después de esa noche de verano en que no sentí
el amor de Dios. Pude haber escogido vivir con ese sentimiento,
dejarlo que me llevara a un estado de auto-compasión, o pude
decir: “Señor, no me siento amado. Esa es la verdad. Ahí es
donde me encuentro ahora, pero Señor, Tu Palabra dice que
Me amas, de hecho, Tú has dicho que me has amado con amor
eterno, Tú nunca dejas de amarme (Jeremías 31:3). Tu amor
por mi es una cosa que permanece cuando todo lo demás se
cae (1 Corintios 13). Tu Palabra dice que no hay parcialidad en
Ti. Eso significa que Tú no amas a nadie en este mundo más que a mí. Así que,
Señor, Te agradezco que soy amado por Ti (Hechos 10:34). Tu Palabra es más
verdadera de como yo me siento.”

Empecé a darme cuenta que esta clase de respuesta a mis sentimientos me dio
libertad para 2 cosas: 1) ser honesto con Dios acerca de mis sentimientos y 2)
escoger creer la Palabra de Dios cuando mis sentimientos se contraponían con
Sus promesas.

En otras ocasiones me había sentido sólo o deprimido. Mi corazón literalmente me


dolía de angustia por las circunstancias que rodeaban mi vida, y en esos
momentos era más tentado a dudar de la verdad de la Palabra de Dios. Pero en
lugar de eso, escogí voluntariamente creer Su Palabra. Miles de veces mis
oraciones han empezado: “Señor, me siento. . . pero Señor, Tu Palabra dice. . .”

Y he visto como Él alinea mis emociones con Su Palabra, en Su propio tiempo y a


Su manera.

Fuimos creados como seres emocionales


Cuando he sido tentado a condenarme a mí mismo por cómo me siento, me ha
ayudado recordar que Dios nos creó a Su imagen y que esa parte de Su imagen
es que somos seres emocionales. Tener sentimientos no está mal. Aún Jesucristo
tuvo sentimientos. Él no “intentó sentir.” El no escondió Sus emociones; en lugar
de eso, Él las llevó a Su relación con Su Padre. El era honesto, real, auténtico. En
el Jardín de Getsemaní, la noche antes de Su crucifixión, la Escritura dice que
Jesús se sentía “triste”, “angustiado,” “abatido”, “en agonía” (Mateo 26:37,38;
Marcos 14:33; Lucas 22:44). Jesús expresó como Se sentía y confió en el Padre
en medio de Sus sentimientos.

Nosotros también, tenemos completa libertad para ser sinceros con el Señor
acerca de nuestros sentimientos, para decirle honestamente como estamos y lo
que pasa en nuestras vidas.

¿Cómo respondemos?

La Biblia promete que, para aquellos de nosotros que


verdaderamente amamos a Dios, todo lo que pasa en
nuestras vidas tendrá el efecto de moldearnos a la imagen de
Cristo (Romanos 8:28, 29) Algunos de nosotros puede ser
que hayamos orado alguna vez algo como esto: “Señor, oro
que me hagas más como Tú. Que me conformes a la imagen
de Cristo.” A menudo, lo que realmente queremos es que
Dios nos dé un anestésico para no estar conscientes cuando
El nos hace una cirugía en nuestros corazones para conformarnos el carácter
perfecto de Cristo. ¡No queremos despertar hasta que la transformación este
completa! Queremos los resultados pero no el doloroso proceso.

Pero Dios no trabaja de esa manera. El Señor está preocupado por lo que
atravesamos, pero creo que está mas preocupado por la manera en que
respondemos a eso que estamos pasando. Esa respuesta es un asunto de
nuestra voluntad. El permite las pruebas, las tentaciones, y las presiones de la
vida para que tengamos la oportunidad de responder o creyéndole a nuestros
sentimientos y las experiencias de la vida o creerle a Él y a Su Palabra.

He aprendido a acostumbrarme a creerle a Dios en Su Palabra – ¡y ahora es un


habito! Tu y yo podemos, o crecer acostumbrados a escuchar nuestros
sentimientos, pensamientos, y circunstancias, dejándolos que nos controlen, o
podemos habituarnos a creerle a Su Palabra a pesar de nuestros sentimientos y
las experiencias de la vida. Necesitamos escoger con nuestra voluntad creer que
Su Palabra es más cierta que nuestros sentimientos.

He hecho un compromiso de toda la vida de depositar mi vida en la Palabra de


Dios, y Dios ha honrado ese compromiso. Y sin embargo ha habido momentos en
que pude fácilmente haberme retractado de mi compromiso porque no podía creer
que algo fuera más cierto que lo que estaba pasando – veces cuando mis
sentimientos se han intensificado 180 grados en dirección opuesta de la Palabra
de Dios pero una y otra vez he encontrado a Dios siendo fiel a Su Palabra

Incorporando a Dios en lo negativo


¿Tiene usted algo negativo que le pasó en las últimas 24 horas o en la semana
pasada? Si no lo tiene pues, ¡lo tendrá! El Señor Mismo dijo, “En este mundo
tendrá problemas.” Pero El también dijo, “¡Anímese! Porque yo he vencido al
mundo.”1 También el apóstol Juan dijo, “Esta es la victoria que vence al mundo:
nuestra fe.”2 Cuando circunstancias negativas entran en nuestras vidas, es
importante saber que podemos confiar en Dios que es fiel en medio de nuestros
retos.

El Señor dijo, “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras


jamás pasarán.”3 Eso significa que su palabra es más cierta
que todo lo que sentimos y más verdadera que cualquier
circunstancia que tengamos en nuestras vidas. ¿Qué es la
fe? Creer en la palabra de Dios.

Especialmente necesitamos saber que la palabra de Dios es más cierta que


nuestro sentimiento cuando nos golpe lo negativo. ¿Cuánta fe dice el Señor que
se necesita para hacer frente a situaciones? ¿Cuál es la cantidad más pequeña de
la fe? Jesús dijo, “Porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de
mostaza…”4 Un grano de mostaza es una semilla redonda y pequeña. Pienso que
es por Su gracia que El dice que necesitamos solamente un grano de mostaza. Yo
agradezco que El no diga que necesitamos la fe del tamaño de una naranja o una
manzana.

Si sólo “sentimos” algo y no hacemos nada más, damos vueltas en espiral


descendente. Pero si tomamos ese grano de mostaza de la fe y elegimos
voluntariamente creer en Dios por Su Palabra un poco, a pesar de que nuestros
sentimientos estén gritando a 180 grados en la otra dirección, entonces Dios tiene
algo con que trabajar. Nos pide que confiemos en El, “a vivir por fe, no por
vista.”5La Biblia dice en Romanos 1:17 que vamos “de fe en fe.” Tomamos a Dios
en Su palabra, luego un poco más y un poco más.

Muchas veces la gente me ha dicho, “Un buen cristiano no debe sentirse así.” O
he escuchado a otra gente decir, “Si yo fuera usted, no me sentiría de esa
manera.” El hecho es que usted se siente de esa manera, así que ¿qué va a hacer
al respecto?

¿Alguna vez ha visto usted este diagrama del tren? El motor representa la Palabra
de Dios, la Biblia, lo que es la verdad: “El hecho.” El vagón del carbón representa
nuestra fe en la Palabra de Dios. Y por último, el furgón de cola representa
nuestros sentimientos. Es el motor lo que arrastra el tren, no el furgón de cola.
Está bien tener sentimientos. Usted fue creado a la imagen de Dios como un ser
emocional y usted sí que tiene sentimientos. Pero los sentimientos no son dignos
de confianza. Necesitamos poner la fe en Dios y en Su Palabra.

Creo que nuestro mejor ejemplo, como siempre, es el Señor Jesucristo Mismo. Si
usted lo mira a El en el huerto de Getsemaní, la misma noche antes de ir a la cruz,
Jesús no estaba diciendo, “El hijo de Dios no debe sentirse de esta manera.” El no
estaba diciendo, “Si yo estuviera confiando en Dios no me sentiría de esta
manera.” Si usted se fija en estos pasajes, podrá ver que El sentía todo lo que
había de sentir. El versículo dice, “El comenzó a entristecerse y a angustiarse en
gran manera…´´Mi alma está muy triste hasta la muerte.´”6 Fíjese en las palabras
en las Escrituras que le describen durante esos momentos. El estaba
profundamente inquieto, angustiado, agónico – todos sentimientos. Pero El estaba
confiando en el Padre en medio de sus sentimientos, diciéndole al Padre, “…no
como Yo quiero, sino como Tú.”7

No es necesario ocultar los sentimientos ni hacer de tripas corazón. Usted puede


tener sentimientos profundos y puede confiar en Dios en medio de esos
sentimientos. Si usted entiende esto, usted será libre.

Con esto como telón de fondo, ¿cómo podemos incorporar a Dios en lo negativo?
Veamos tres formas.

1. Incorporamos a Dios en lo negativo al Alabarle y Darle


Gracias
La primera forma en que incorporamos a Dios en lo negativo es alabándole y
dándole gracias. Efesios 5:18-20 dice, “No os embriaguéis con vino, en lo cual hay
disolución, antes bien sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos,
con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros
corazones, dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de
nuestro Señor Jesucristo.”

Y I Tesalonicenses 5:18 - “Dad gracias en todo, porque ésta es


la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús.” Creo
que las palabras más difíciles de este versículo son “en todo.”
La ocasión cuando es más difícil para mí dar gracias es cuando
estoy en una situación negativa y no tengo ganas de dar
gracias.

Yo oí una historia hace muchos años que me ayudó a entender


esto y a hacerlo muy práctico. Una mujer y su esposo habían
escuchado a un conferenciante hablar sobre el hecho de que ellos necesitaban
alabar a Dios y darle gracias por todo en sus vidas, especialmente por lo más
difícil. Regresando a su casa, ellos se dijeron, “¿Cuál es lo más difícil en nuestras
vidas? Es nuestro hijo.”

Ellos tenían un hijo de 17 años que siempre les creaba problemas. El había
creado problemas para su madre, para su padre, y para sus hermanos y
hermanas. Ellos habían hecho todo lo que sabían hacer por él y simplemente no
funcionó. Así que en el camino hasta su casa, por primera vez, ellos Le dieron
gracias a Dios por su hijo y Le alabaron a Dios por su hijo.
Su hijo había estado sólo esa noche en casa y mientras ellos se dirigían hacia la
entrada de su casa, cada luz estaba encendida. Ellos oraron, “Padre, Te damos
gracias y Te alabamos por nuestro hijo. Incluso Te alabamos y Te damos gracias
porque las luces estén encendidas.”

Después entraron en la cocina y allí estaba el mayor desastre que jamás usted
haya visto. En el mostrador había bandejas de hielo y latas de refresco, pan y
mayonesa, mostaza, carne fría, galletas y papas fritas. Ellos se detuvieron y
dijeron, “Señor, Te alabamos y Te damos gracias por nuestro hijo. Incluso Te
alabamos y Te damos gracias por este lío.”

Luego entraron en el cuarto de estar. Estaba encendido el televisor y había


papeles desparramados por todo, latas de refresco y galletas y bocadillos. Ellos
pararon y dijeron, “Señor, Te alabamos y Te damos gracias por nuestro hijo; Te
alabamos y Te damos gracias por este lío.”

Ellos continuaron alabando a Dios y dándole gracias a Dios por su hijo, todo ese
día, al día siguiente y al día después. El próximo día, domingo por la tarde, hubo
un golpe en la puerta del cuarto de dormir. Y el hijo les dijo, “Mamá y Papá,
¿puedo entrar para hablar con ustedes?” El continuó, “Mamá, Papá, yo he estado
pensando mucho, especialmente en los últimos días. Ustedes saben por todo el
tiempo que puedo recordar, me he sentido desgraciado, infeliz, y frustrado.
Ustedes saben que no puedo desahogarme con mis amigos, porque yo necesito a
mis amigos. Tengo que ser amable con mis amigos. Tampoco puedo
desahogarme con mis maestros porque quiero sacar por lo menos notas
satisfactorias. Es que me doy cuenta, Mamá y Papá, que he estado desahogarme
con la familia. Simplemente quiero decirles que no voy a hacerlo más.

Cuando alabamos al Señor por lo que no nos gusta, Lo incorporamos en lo


negativo y soltamos Su poder para que pueda funcionar. La alternativa es
mantener tapado todo y no permitir que El entrar en nuestra situación negativa. Yo
creo que nos amargamos a medida que no damos gracias. No quiero llegar a ser
un amargado en la vida; entonces yo sé que necesito alabar a Dios y darle gracias
ahora.

Incorporamos a Dios en lo negativo dándole gracias y alabándole.

2. Incorporamos a Dios en lo Negativo Por la Bendición y no


Por la Maldición
La segunda manera en que incorporamos a Dios en lo
negativo es por la bendición y no por la maldición. Ojalá
que hubiera aprendido esto hace muchos años. Me
podría haber ahorrado un montón de problemas.

Santiago 3:8-10 dice, “Pero ningún hombre puede domar


la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado,
llena de veneno mortal. Con ella bendecimos al Dios y
Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de
Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto
no debe ser así.”

La palabra “maldición” no se refiere a palabrotas. Significa hablar mal de, o no


hablar bien de, alguien. Y la palabra “bendecir” significa lo opuesto, hablar bien de
alguien. Escuché una historia verdadera que me ayudó a entender lo que significa
maldición y bendición.

En Portland, Oregón, un pastor y su esposa tenían un montón de problemas con


un hijo. En el momento peor, él se marchó y ellos no recibieron ninguna palabra de
él por tres o cuatro años. Este pastor fue a hablar con un consejero cristiano a
quien conocía muy bien y después de derramar su corazón, el consejero le miró y
le dijo, “¿Por cuánto tiempo has estado maldiciendo a tu hijo?”

Estremecido por estas palabras fuertes, el pastor dijo, “¿Que quieres decir por
cuánto tiempo he estado maldiciendo a mi hijo?” El consejero le respondió, “Pues,
la palabra maldecir significa hablar mal de, o no hablar bien, de alguien. Y todo lo
que acabaste de decirme es una forma de no hablas bien de tu hijo. ¿Por cuánto
tiempo has hecho eso?” El pastor bajó la cabeza y dijo, “Pues, me figuro que lo he
maldecido por toda su vida. Nunca jamás tuve nada bueno que decir sobre él.” Y
el consejero dijo, “¿No ha resultado bien, verdad?” El pastor le dijo que no.

El consejero dijo, “Quiero desafiar a ti y a tu esposa que por los próximos dos
meses, cuando su hijo venga a la mente, quiero que ustedes lo bendigan. Quiero
que ustedes pidan las bendiciones de Dios para él. Cuando hablen de su hijo en la
casa, quiero que ustedes traten de recordar algo bueno acerca de él. Quiero que
hablen bien de él.”

El pastor dijo, “Creo que tengo todo de ganar y nada de perder así que voy a
hacerlo.” El regresó a su casa y le explicó todo a su esposa, quien estaba de
acuerdo, y empezaron. Cuando ellos oraban por su hijo, pedían las bendiciones de
Dios para él. Cuando hablaban de su hijo, ellos trataban de recordar unas cosas
buenas acerca de él. Ellos continuaran haciendo eso día tras día.

Aproximadamente al décimo día, el pastor estaba en su despacho y sonó el


teléfono. Usted lo adivinó. En la otra línea estaba el hijo. Y el hijo dijo, “Papá, no
estoy seguro de por qué te estoy llamando pero he tenido a ustedes, a ti, a Mamá
y a la familia, en mi corazón y en mi mente por la última semana y pensaba en
llamar para saber cómo está todo.” Y el padre dijo, “Mi hijo, estoy tan feliz de
oírte.” El tuvo que contenerse por la emoción que tenía. Ellos charlaron por unos
minutos y el padre le dijo al hijo, “No sé si puedes tener ganas de hacerlo o no,
pero ¿qué tal si almorzamos juntos el Sábado?” El hijo dijo, “Sí, Papá, te
encontraré.”

Llegó el día. Ellos almorzaron. El hijo vino vestido de ropa vieja y haraposa. Traía
el cabello largo y un poco revuelto. Mientras que antes el padre le hubiera sido
criticado y juzgado, esta vez entró con una actitud de aceptación de su hijo, la
bendición de él en su corazón. Le hacía preguntas a su hijo y escuchaba sus
respuestas. El padre le dio afirmación al hijo cuando era apropiado hacerlo. A la
terminación de ese almuerzo, el hijo miró al otro lado de la mesa y dijo, “Papá, no
sé qué está pasando aquí pero he disfrutado un poco de estar contigo.” Entonces
el padre dijo, “Pues, yo he disfrutado de estar contigo también, mi hijo.” El hijo dijo,
“Pues Papá, ¿piensas que yo podría ir a la casa y pasar aunque sólo sea esta
noche en mi vieja cama y ver a Mamá y a la familia? Sólo por esta noche.” El
padre dijo, “Cierto hijo, nos encantaría tenerte.”

Durante el resto de ese día, el padre llevaba el corazón herido por darse cuenta de
la diferencia que había hecho el dejar de maldecir a su hijo y empezar a
bendecirlo. Esa noche cuando el hijo estaba en su cama en su cuarto de dormir, el
padre entró lentamente y se sentó. El dijo, “Mi hijo, ¿me perdonas por todas las
maneras en que te he tratado a través de los años?” Y el hijo dijo, “Sí Papá, te
perdono.” Y él puso sus brazos alrededor del cuello de su padre. Ese fue el
comienzo de la restauración de esa relación. Pero ¿cuál fue el verdadero
comienzo? El verdadero comienzo fue cuando el padre y la madre empezaron a
bendecir a su hijo en sus corazones.

No lo entiendo, pero en una manera única Dios lo honra cuando bendecimos a


otros y cuando no los maldecimos. Cosechamos lo que sembramos. Si
sembramos maldición, vamos a cosechar maldición. Si sembramos bendición,
cosechamos bendición. Y yo prefiero cosechar bendición, ¿usted también?

Incorporamos a Dios en lo negativo por la bendición y no por la maldición.

3. Incorporamos a Dios en lo Negativo al Perdonar


La última manera en que incorporamos a Dios en lo
negativo es al perdonar. Mire a Colosenses 3:12, 13: “
Por lo tanto, como escogidos de Dios, santos y amados,
revístanse de afecto entrañable y de bondad, humildad,
amabilidad y paciencia, de modo que se toleren unos a
otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro. Así
como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes.”

Me gusta eso porque el Señor reconoce que tenemos


quejas unos contra otros. Pero El dice que cualquiera que tenga queja,
exactamente como el Señor a usted le perdonó, así usted debe hacerlo también.
Todos nosotros hemos sido heridos. Yo creo que las heridas más profundas
vienen de dentro de nuestras propias familias o provienen de las personas que
están más cerca de nosotros.

Una de las heridas más profundas que he tenido vino por mi padre. Mi padre
creció sin ser amado de padres atentos y nunca aprendió a expresar el amor y el
calor a los demás. Llegué a la conclusión de que mi padre probablemente no me
amara. Para complicar las cosas, mi padre tenía un problema con el alcohol.
Creciendo en ese hogar, estaba más amarga y resentida al pasar los días. No me
gustaba la manera en que mi padre comunicaba con mi madre. No me gustaba la
manera en que él hablaba conmigo. Unas veces él se puso violento, pero la
mayoría del tiempo nos ignorábamos mutuamente. Recuerdo hablar con mi madre
y ella estaba diciendo, “No puedo hablar con tu padre.” Pues si ella no podía
comunicar con él, entonces seguro que yo no podía hablar con él tampoco. ¿Ha
tenido usted alguna vez estas situaciones? Era difícil. Si usted me hubiera
conocido en la escuela secundaria o en la universidad, yo no habría tenido ni una
buena cosa de contar sobre mi padre. Es seguro decir que yo lo odiaba.

Un par de años después de salir de la universidad, oí hablar a alguien que citaba a


1 Juan 4:8 “Dios es amor.” Después el orador usó 1 Corintios 13 para describir el
amor de Dios por nosotros. Cuando dice, “El amor es paciente, el amor es
bondadoso…” el orador sugirió que se leyera como “Dios es paciente, Dios es
bondadoso, etc.” Lo que él dijo era que el amor de Dios por mí era paciente. El
amor de Dios por mí era bondadoso. El amor de Dios por mí todo lo sufre, todo lo
espera, todo lo soporta. Nunca he pensado en el amor de Dios por mí, que es
como lo del 1 Corintios 13.

Cuando salí de esa reunión, empecé a pensar en mi padre. Pensé en todos esos
años en que había estado esperando a que mi padre se comporte bien y dejar de
emborracharse y luego me iba a amarle. Pero era como Dios me dijo, “Ney, tú
tienes más luz, y debes tener más gracia. Mi amor por tu padre es paciente. Mi
amor por tu padre es bondadoso. Mi amor por tu padre todo lo sufre, todo lo
espera, todo lo soporta. Ney, quiero que tú primera te acerques a él.”

Empecé a llorar cuando me di cuenta que no tenía el amor de Dios por mi propio
padre. Me parecía que el Señor ha hecho algo nuevo en mi vida pero sabía que no
será hecho hasta que estaría en casa con él.

Unos meses después, volví a casa con amor y aceptación. Cuando entré en la
casa con esta nueva actitud hacia él de aceptación, con amor y perdón, mi padre
percibió el cambio en mi espíritu. Y como yo le trataba con respeto y bondad, él
me trataba igual. Mi padre no sabía muy bien como amar, pero él sí sabía cómo
responder un poco al amor. Al ver esto, yo pensé en que si yo hubiera sabido tan
diferencia que habría hecho, yo lo hubiera tratado con bondad mucho antes. En
esta visita, mi padre fue a una tienda de ropa de unos de sus clientes y trajo a
casa tres vestidos para mí de la aprobación. El nunca lo había hecho antes.

Cuando me marché esa vez, comencé a pensar en el versículo donde el Señor


dice a honrar a tu padre y a tu madre, para que te vaya bien y seas de larga vida
sobre la tierra. Le dije al Señor, “Tú eres El que creaste este plan de tratar a los
padres con honor, ahora me mostrarás cómo hacerlo.” Y el Señor comenzó a
darme forma que yo pudiera demostrar el amor a ellos.

Por primera vez en mi vida, Le di gracias al Señor por mi padre y por mi madre. El
tiempo pasaba y aunque parezca un poco melodramático, esta cosa realmente
sucedió que un día me estaba sentado y nada más. Empecé a pensar en mi papá.
Me preguntó si él moriría y yo iba a su funeral, mirando su ataúd, que ¿tendré yo
cualquier arrepentimiento? Pensé en que sí, me arrepentiré que nunca yo no le
había pedido perdón por las actitudes feas de mi juventud.
Yo determiné a ir a casa y pedir perdón de mi padre. El se describía a sí mismo
como un abogado terco como un toro. Así que pensar en hablar con él era muy
espantoso para mí. Cuando me imaginaba ese escenario, podía verme prostrada
en el suelo llorando profundamente e incapaz de pronunciar ninguna palabra.

La próxima vez cuando visité a mis padres, esperé hasta el medio de un juego de
fútbol americano en el televisor, y le dije, “Papá, sabes que he estado pensando
en mi juventud, la falta de gratitud y de amor, que no era bondadosa.” Después le
dije, “¿Quieres perdonarme?” Hubo una pausa y él me miraba con parpadeo y me
dijo, “No.” El dijo, “No recuerdo nada de esas cosas.” Entonces él mencionó una
cosa. Yo sabía que era importante tener una reacción de él así que le dije,
“¿Puedes perdonarme por las cosas que recuerdas?” Y él me dije, “Sí.”
Inmediatamente me hizo la pregunta, “¿Adónde vas en tu próximo viaje?” Nunca
en el pasado me ha hecho esa pregunta. En el camino a la puerta me hizo otra
pregunta, “¿Cuándo vas a regresar a casa?” Le respondí, “El 21 o el 22 de
diciembre.” Y él me dijo, “Te veo el 21.”

Un día mi madre me llamó y dijo, “Cariña, tu padre encontró algo en un catálogo


que le recordaba a tí. Lo compró, lo había envuelto y lo envió por UPS por sí
mismo. El te envía una sorpresa.” No podía esperar ese paquete. Nunca él lo ha
hecho cosa así. Cuando últimamente llegó, adentro fue una cafetera Melita de dos
tazas en una caja de viaje, porque mi padre sabía que me gusta el café y estaba
viajando mucho. Cuando la tenía en las manos, yo estaba pensando, “O, Señor,
este regalo representa mucho más que una cafetera Melita de dos tazas. Esto
representa una relación que Tú has restaurada.”

Recordé que en ese tiempo cuando no tenía sentimientos de hacerlo, yo escogí a


poner mi fe como un grano de mostaza en la voluntad de Dios y le perdoné a mi
padre. Yo creo que cuando estamos heridos, necesitamos preguntarnos, ¿es mi
Dios más grande que mi herido o es mi herido más grande que mi Dios? Nosotros
podemos escoger.

Hay tantas cosas que son absolutamente inexcusables. Pero no hay nada que es
imperdonable. Alguien ha dicho, “Perdonar es librar al prisionero solamente a
descubrir que el prisionero era usted.” Mi padre nunca me pedía perdón. Pero Dios
me pedía eso y lo hizo toda la diferencia.

Tal vez usted esté pensando, “¿Pues, Ney, que hago si la persona que necesito
perdonar ya ha muerto?” Las buenas nuevas son que Dios no está limitado por
tiempo. El es el mismo ayer, hoy y siempre. Yo creo que usted puede decirle al
Señor lo que hubiera dicho y El lo honrará.

Al final, ¿hay un negativo en su vida? Le animo a darle gracias a Dios y alabarle.

¿Está usted echando maldiciones a alguien? En cambio, que Dios dé a usted la


gracia a comenzar a bendecirles.

¿Hay algo de herida muy profunda? O sea que Dios dé a usted la gracia a
perdonar y por hacerlo usted incorporará a Dios en lo negativo y soltará Su poder
a trabajar.

Porqué no tenemos que escuchar a Satanás


Estaba empezando enero. Apenas había yo regresado a casa después de hablar
en varias conferencias. Ese día me desperté deprimida y desanimada. Estaba
pensando cosas como: “Mi vida está acabada, ya viví los mejores años de mi vida,
mi ministerio se acabó. No siento que Dios me ame” ¿Por qué estaba yo teniendo
esos pensamientos? ¿De dónde venían? ¿Cómo podía yo hacer para que se
fueran? Al final del día ya estaba bien. Mi espíritu se había levantado y tenía
esperanza. ¿Pero qué fue lo que supe y qué hice para lograr ese cambio? De eso
es de lo que quiero hablarles, para que ustedes tengan también la victoria sin
importar el miedo o la falta de ánimo o cualquier otra batalla espiritual que venga
sobre ustedes.

En mis años de ministerio he aprendido que tenemos un


enemigo de nuestra alma. No lo ves pero ahí está. 1
Pedro 5:8 dice: “Sean prudentes y manténganse
despiertos porque su enemigo el diablo, como un león
rugiente, anda buscando a quién devorar. Resístanle,
firmes en la fe.” Así que, lo resistimos estando firmes y
confiando en Dios como dice su palabra.

¿Quién es Satanás?

¿Quién exactamente es Satanás? Es el que en las escrituras es llamado el


“malvado”. No es el opositor de Dios, como si pudiera compararse con Dios,
porque Dios no tiene contraparte. Dios no tiene igual. Satanás es simplemente un
ángel bajo el juicio de Dios. Satanás intenta ejercer poder sobre los cristianos,
pero se nos ha dicho: “Mayor es el que está en ti, que el que está en el mundo.” (1
Juan 4:4)

Aún así, Satanás intenta desanimar a los cristianos. Nos tienta a pecar y trata de
que no creamos en Dios. Es nuestro oponente. No lo vemos pero está ahí. Jesús
mismo oró para que el Padre nos cuidara del malvado. (Juan 17:15).

A Satanás en las Escrituras se le llama el acusador, el calumniador, el padre de


mentiras, el asesino, el engañador, el adversario. Pablo dijo en Efesios: “Porque
no tenemos lucha contra carne y sangre, si no contra principados, contra
potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes
espirituales de maldad en las regiones celestes.” (Efesios 6:12) Luchamos contra
algo. En 2 de Corintios 2:11 Pablo dijo que él no ignoraba sus maquinaciones.
Tampoco nosotros podemos ignorarlas.

Tampoco debemos tener miedo. Yo nunca les animaría a enfocarse en la


oscuridad, aunque ciertamente existe. En lugar de eso, quiero que ustedes
conozcan la victoria que tenemos en Cristo… la verdad y la seguridad que ahora
es nuestra.

¿Exactamente cómo trabaja Satanás? ¿Qué hace? Primero que nada su trabajo
es engañarnos tratando de que algo parezca verdad pero es mentira; es una
decepción. El doctor Neil Anderson de los Ministerios de Libertad en Cristo hizo
una observación muy útil:

La Biblia describe a Satanás en tres formas:

 El tentador (Mateo 4:3)


 El acusador de los hermanos (Apocalipsis 12:10)
 El padre de mentiras (Juan 8:44)

El doctor Anderson dijo: “Si yo fuera a tentarte, tú lo sabrías. Si yo fuera a


acusarte, lo sabrías. Pero si fuera a engañarte, no lo sabrías. El poder de Satanás
está en la mentira. Si quitas la mentira, le quitas el poder.”

Confrontando a Satanás
¿Cómo confrontamos las mentiras de Satanás?
Veamos lo que Dios dice. Por ejemplo, cuando te
sientas como un cristiano podrido por no haber
pasado tiempo en oración o leyendo su Palabra,
puedes sentir que has hecho a Dios a un lado y
pensar: “Dios debe estar decepcionado de mí, ha de
estar a punto de abandonarme.” Pero ¿Qué dice la
Palabra de Dios? “Estoy seguro que Dios, que
comenzó a hacer su buena obra en ustedes, la irá llevando a buen fin hasta el día
en que Jesucristo regrese.” (Filipenses 1:6) y “Así pues, ahora ya no hay ninguna
condenación para los que están unidos a Cristo Jesús.” (Romanos 8:1).

O puedes estar pensando: “Dios realmente no me ama. Si me amara yo no estaría


teniendo estos problemas.” Puede parecer la verdad pero ¿Qué es lo que dice la
Palabra de Dios? Jesús dice: “Así como el Padre me ha amado, así los he amado
a ustedes…” (Juan 15:9) “El amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos
amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros…” (1Juan 4:10) “Miren cuánto
nos ama el Padre, que se nos puede llamar hijos de Dios, y lo somos. (1 Juan
3:1).

O digamos que estás desanimado por algún pecado y Satanás te está acusando,
diciéndote que Dios nunca te perdonará. Eso es una mentira ¿Cómo lo sabemos?
¿Qué dice la Palabra de Dios? “Pero si confesamos nuestros pecados, podemos
confiar en que Dios, que es justo, nos perdonará nuestros pecados y nos limpiará
de toda maldad.” (1 Juan 1:9).

Aquí hay otro ejemplo. Digamos que te sientes atraído hacia alguien y esa
persona te dice: “El hecho de que tengamos relaciones sexuales no será un
problema con Dios, porque nos amamos mucho.” ¿Pero qué dice la Palabra de
Dios? “Que todos respeten el matrimonio y mantengan la pureza de sus relaciones
matrimoniales…” (Hebreos 13:4) “Lo que Dios quiere es que ustedes lleven una
vida santa, que nadie cometa inmoralidades sexuales y que cada uno sepa
dominar su propio cuerpo en forma santa y respetuosa, no con pasión y malos
deseos como las gentes que no conocen a Dios.” (1 Tesalonicenses 4:3-5).

No dejemos que nuestros sentimientos o pensamientos o las mentiras de Satanás


dicten lo que es verdad. La Palabra de Dios es más verdadera que cualquier cosa
que sintamos, pensemos o veamos. Satanás trata de nublar nuestro pensamiento,
trata de hacernos pensar que Dios está privándonos de algo. Pero Dios nos creó y
nos ama lo suficiente para morir por nosotros. En la batalla contra las mentiras de
Satanás, tienes que conocer la verdad.

Tienes que conocer Su Palabra antes de que pueda hacerte libre. Se nos dice que
resistamos al Diablo “firmes en la fe…” (1 Pedro 5:9). La fe no es un sentimiento.
Es una opción que tenemos que tomar para confiar en Dios como dice Su Palabra.
Para ganar libertad en la batalla espiritual, tomamos esos pensamientos,
sentimientos y tentaciones y preguntamos: “¿Qué dice la Palabra de Dios acerca
de esto?” En Juan 17 cuando Jesús oró al Padre: “Protégelos del maligno” ¿Sabes
lo que dijo inmediatamente después de eso? El dijo: “Conságralos a ti mismo por
medio de la verdad; tu palabra es la verdad.” (Juan 17:17) Y Jesús también dijo:
“…conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.” (Juan 8:32).

He descubierto que es importante saber quienes somos en Cristo. En Efesios


Pablo escribe: “Pido que Dios les ilumine la mente, para que sepan cuál es la
esperanza a la que han sido llamados, cuán gloriosa y rica es la herencia que Dios
da al pueblo santo, y cuán grande y sin límites es su poder, el cual actúa en
nosotros los creyentes”. (Efesios 1:18-19) Dios vive en nosotros y nos llena de
poder.

Así que cuando nos encontremos teniendo


pensamientos negativos sobre nosotros o sobre Dios o
sobre otros, ¿Qué hacemos con ellos? Efesios 6:16
dice: “…tomad el escudo de la fe, con que podáis
apagar todos los dardos de fuego del maligno.” Dice
que somos capaces de extinguir TODOS los dardos de
fuego del maligno. Estos son los pensamientos que
parecen venir de la nada - como dardos de fuego. ¿Qué
hacemos con ellos? Fíjense que dice: “Tomad el
escudo de la fe.” Eso es algo que tenemos que hacer. No podemos estar sin hacer
nada en la batalla espiritual. Santiago 4:7 dice: “…resistan al diablo y huirá de
ustedes.” Tenemos que creerle a Dios activamente. Si un dardo de fuego te ataca,
estará apuntando hacia tu mente.

¿Alguna vez has pensado que TIENES que ceder ante la tentación, como si
Satanás te convenciera de que es demasiado fuerte como para resistir? Aquí hay
un gran versículo para memorizar, para que puedas traerlo a tu mente en esos
momentos: “Ustedes no han pasado por ninguna prueba que no sea
humanamente soportable. Y pueden ustedes confiar en Dios, que no los dejará
sufrir pruebas más duras de lo que pueden soportar. Por el contrario, cuando
llegue la prueba, Dios les dará también la manera de salir de ella, para que
puedan soportarla.” (1 Corintios 10:13).

Llevando los pensamientos cautivos


Satanás no puede leernos la mente, pero sí puede poner pensamientos en ella. 2
Corintios 10:5 dice: “…y llevamos cautivo todo pensamiento para que se someta a
Cristo.” Bien, ¿Qué tipo de pensamientos tenemos que llevar cautivos a Cristo?
Pensamientos que vengan a nuestra mente que son contrarios a lo que Dios dice
de ti, de Él o de otros.

Los pensamientos se convierten en acciones, las acciones se convierten en


hábitos. Y todo comienza con un pensamiento. Dios quiere que confiemos en su
Palabra más de lo que confiamos en nuestros sentimientos, más de lo que
confiamos en las apariencias. La Palabra de Dios es más verdadera que cualquier
cosa que pensemos o que sintamos y más verdadera que las apariencias. La
Biblia dice que “La hierba se seca y la flor se marchita, pero la Palabra de nuestro
Dios permanece firme para siempre.” (Isaías 40:8) David en los salmos dijo: “Tu
palabra es… una luz en mi camino.” (Salmos 119:105)

Jesús dijo esta parábola para explicar la importancia de escuchar y actuar


conforme a lo que él dice: “Por lo tanto, el que me oye y hace lo que yo digo, es
como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. Vino la lluvia,
crecieron los ríos y soplaron los vientos contra la casa; pero no cayó, porque tenía
su base sobre la roca.” (Mateo 7:24,25). Jesús también dijo: “Si obedecen mis
mandamientos, permanecerán en mi amor, así como yo obedezco los
mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les hablo así para que se
alegren conmigo y su alegría sea completa.” (Juan 15:10-11).

Podemos enfrentar cualquier situación, cualquier pensamiento o sentimiento y


apoyarnos en nuestra roca (Salmos 18:46), el que nos ama y nos guía hacia toda
verdad. (Juan 16:13). Satanás puede tratar de tentarte, desanimarte, vencerte,
pero es un mentiroso y tenemos que vencer sus mentiras con la verdad de la
Palabra de Dios. Cuando tomamos activamente nuestro escudo de la fe en la
Palabra de Dios, salimos victoriosos en Cristo.
“Bendito sea Jehová, mi roca, quien adiestra mis manos para la batalla, y mis
dedos para la guerra; misericordia mía y mi castillo, fortaleza mía y mi libertador,
escudo mío, en quien he confiado…” (Salmos 144:1-2).
“Bendeciré a Jehová en todo tiempo; su alabanza estará de continuo en mi boca.
Engrandeced a Jehová conmigo, y exaltemos a una su nombre. Busqué a Jehová,
y él me oyó, y me libró de todos mis temores, gustad, y ved que es bueno Jehová;
dichoso el hombre que confía en él. Muchas son las aflicciones del justo, pero de
todas ellas le librará Jehová.” (Salmos 34:1, 3, 4, 8,19).
“Bueno es alabarte, Oh Jehová, y cantar salmos a tu nombre, oh Altísimo;
anunciar por la mañana tu misericordia, y tu fidelidad cada noche.” (Salmos
92:1,2).

Hechos, Fe, Sentimientos

¿Te has preguntado alguna vez por qué tu fe parece a veces ser tan fuerte, y otras
veces tan débil? ¿Te has preguntado cómo podrías aumentar tu fe? ¿Te has
preguntado alguna vez por qué tus sentimientos son tan cambiantes? ¿Te has
preguntado qué podrías hacer para controlar tus sentimientos? El orden de Dios
es: hechos, fe y sentimientos. Los hechos (que son todas las obras y palabras de
Dios en la Biblia) son el fundamento, luego la fe descansa en los hechos y los
sentimientos vienen al final. Para la mayoría de las personas los sentimientos son
el factor que rige sus vidas. Si ellos sienten algo, piensan que es algo genuino. Si
no sienten nada, piensan que no lo es. Pero esto no concuerda con el orden de
Dios. Un hecho es algo que es verdad; el hecho de que tú lo creas no lo hace
verdad. Es verdad aunque nadie en el mundo lo crea. Es necesario entender bien
esto: los hechos siempre son verdad. Sabemos que Jesucristo murió por nuestros
pecados y resucitó para ser nuestro Salvador. Sabemos que esto es cierto porque
lo dice la Palabra de Dios. Una persona puede creerlo o no, pero aún es
verdad. Los hechos de Dios son siempre la verdad.

Otros intentan poner primero la fe. Piensan que si tienen fe suficiente, pueden hacer
que cualquier cosa se realice. Pero tampoco éste es el orden de Dios. Dios quiere
que tengamos fe, pero nuestra fe debe descansar en su Palabra; de otra manera no
*tiene sentido alguno. La fe es aceptar lo que Dios dice por medio de su Palabra, y
actuar sobre esta base. Pese a lo importante que es la fe, ésta no puede sostenerse
sola; tiene que afirmarse siempre en la Palabra de Dios. La fe se ocupa de cosas
que son reales, pero invisibles. No podemos ver a Dios, pero por la fe sabemos que
Dios es real. No podemos ver las cosas del mundo espiritual, pero sabemos que
son reales por la fe en la Palabra de Dios. Nuestra fe no hace que los hechos de
Dios sean verdaderos. Ya lo son independientemente de que lo creamos o no.
Entonces, ¿qué hacemos con nuestra fe? Nuestra fe en las verdades reveladas en
la Palabra de Dios es lo que las hace reales en nuestra experiencia. Esa fe crece
mediante una constante y cuidadosa atención a las declaraciones de Dios en su
Palabra.

Ahora, ¿qué son los sentimientos? Los sentimientos son emociones, tales como la
alegría, la felicidad y el dolor. Los sentimientos se diferencian de los hechos en que
éstos nunca cambian mientras que los sentimientos siempre están cambiando. Por
eso es que nuestra fe no debe descansar en nuestros sentimientos. Los hechos son
siempre verdad, a pesar de nuestros sentimientos. No somos salvos por nuestros
sentimientos, y tampoco vivimos, la vida cristiana por nuestros sentimientos. La
vivimos por fe en la Palabra de Dios. La fe en las realidades de Dios es el camino
hacia una vida feliz y llena de bendiciones. Primero creemos y luego sentimos el
testimonio del Espíritu Santo en nuestros corazones.“El que cree en el Hijo de Dios,
tiene el testimonio en sí mismo”. (1 Jn. 5:10)

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