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CAPÍTULO 7: SOCIEDADES HUMANAS Y SOCIEDADES ANIMALES

EPÍGRAFE 1:
ETOLOGÍA Y SOCIOLOGÍA
Los estudios del pasado pusieron más el acento en el sujeto humano como una
forma singular y única entre las distintas formas de vida del planeta. Siempre se usaron
toda una serie de barreras psicológicas para mostrar nuestro carácter social, así como
omitir la evidencia de la lógica global de lo social. Tras largas disputas para separar las
CC. NN. de las CC.SS. por entenderse distintas en su objeto y su método, hacia los años
70 del pasado siglo XX, algunos osados como Wilson intentaron una teoría sintética del
ser humano, mientras etólogos como Lorenz y Tinbergen estudiaron minuciosamente
la etología como ciencia de la conducta animal, basada en las observaciones de com-
portamientos innatos y las llamadas pautas fijas de acción con los que nacemos y
heredamos genéticamente La Sociobiología se ocupó del estudio de las bases biológi-
cas de todo comportamiento social (Wilson). De esta manera pretendía explicar con-
ductas que se consideraban aprendidas como el altruismo, la solidaridad filial, la agre-
sividad, etc.
Todos estos esfuerzos de investigación sobre el mundo animal, tales como “la hipó-
tesis del cazador” o el “mono desnudo” ha sido un esfuerzo en el que utilizando la
perspectiva metodológica de la etología nos ofreciera un más amplio conocimiento
sobre la realidad social humana.
Asimismo, la Sociobiología pretende no sólo buscar una fundamentación biológica
del fenómeno social, sino toda una relación de la lógica social en todas las especies en
cuanto intenta reencontrar la cadena de relaciones que mantiene unidas las especies a
la lógica global de lo social. Un hilo conductor que va, desde los microorganismos, pa-
sando por las conductas de las colonias de termitas hasta el comportamiento social de
los primates y de manera especial del hombre.

2. EL DEBATE SOBRE EL CONTINUO SOCIAL


Con ello se inaugura el debate sobre el continuo social. En las primeras etapas de
desarrollo de la Sociología parecía que se abrían vías de comunicación con las perspec-
tivas de la Biología desde enfoques socio-políticos, es el llamado darwinismo social. Los
científicos de la naturaleza hicieron concebir esperanzas de encontrar ese continuo
hasta el hombre como una especie animal más, unido a planteamientos más ingenuos
desde los enfoques de Spencer que creyó en aplicar los principios de la lucha por la
vida y la supervivencia de los más fuertes y mejor adaptados a las sociedades huma-
nas. Todo ello acabó por bloquear las posibilidades de colaboración entre las Ciencias
de la Naturaleza y las Ciencias sociales.
Freud interpretó algunas de estas resistencias, como una reacción psicológica de-
fensiva a lo que todas las teorías de la evolución pueden implicar de cierta agresión y
“ofensa biológica” al narcisismo humano, “¿Nosotros venimos del mono?”. Y para ello,
el creador del Psicoanálisis hizo un análisis de todas las explicaciones llamadas a “en-
gordar” nuestro ego. Primero, en la Antigüedad, con la creencia de que la Tierra –
donde habitan los hombres- era el centro del Universo. Asimismo, Dios nos hizo a su
imagen y semejanza. Luego, en la era moderna con el hombre como centro del univer-
so y con ello la idea concentrada en este de su superioridad de raciocinio y gobierno
del mundo. Copérnico hizo bajar de la nube al hombre que desde la Tierra se creía el

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centro, Darwin destacó la continuidad de las especies hasta el hombre, pero sin ningún
derecho a explotar el mundo y destruir el medio ambiente. Por fin, Freud, destacando
lo secundario de la razón. Lo más singular de la especie humana es lo inconsciente e
irracional. Muchas veces con conductas más absurdas que las de los animales.
Es verdad que las conductas racionales y la complejidad de nuestros aprendizajes
nos hacían destacar en el mundo natural, pero muy pocas veces con unos fines para
lograr el bienestar de nuestra especie y el resto de ellas en el mundo. Como dice We-
ber, ¿cómo, si no, explicaríamos las matanzas en conflictos bélicos continuados y la
propia destrucción de nuestro Planeta mediante el desequilibrio acelerado del medio-
ambiente?
Sin embargo, la propia evolución humana nos presenta secuencias de un raciocinio
gradual con comportamientos cada vez más complejos:
En “La hipótesis del cazador”, el desarrollo de la práctica de la caza debió jugar un
papel fundamental en todo el proceso de hominización, no sólo como subsistencia,
sino perfeccionamiento, especialización y evolución de las primeras formas de organi-
zación social.
En cuanto que la práctica de la caza implicaba un desarrollo de la división del traba-
jo, un estímulo para el perfeccionamiento de los útiles de acoso y ataque, una coordi-
nación planificada del grupo, una clara complejidad de los sistemas de comunicación
asociados a todo lo anterior (tareas de ataque, acoso, organización y herramientas) y
división del trabajo (caza, despiece, acarreo, reparto, comercialización…)
La hipótesis del mono asesino: la que desde la práctica de la caza se acabó gestan-
do un componente social fuertemente agresivo y violento. El hombre es hombre, y no
un chimpancé, porque durante millones y millones de años en evolución ha matado
para vivir. El hombre es el ser vivo por antonomasia que practica la guerra organiza-
damente dentro de su especie.
Actualmente se estima que el homo sapiens cuenta con más de 150.000 años de
vida sobre la tierra, llegándose a dar rastros de los homínidos de más de cuatro millo-
nes de años. Por lo que el proceso de hominización es sumamente dilatado en el tiem-
po y del que aún carecemos de mucha información (ver cuadro del tema 2).
Hoy en día, un gran número de estudios nos permiten tener un conocimiento bas-
tante completo sobre los fenómenos societarios, no solamente referidos a los tipos de
agrupaciones más próximos a los nuestros, como los grandes monos, sino respecto a
sociedades de insectos, de aves, de lobos, etc.
El desarrollo de los estudios etológicos (estudio sobre la conducta animal) permiten,
profundizar en los distintos tipos de relaciones sociales, así como en las distintas fun-
ciones que puede cumplir la sociabilidad.
Philip Slater considera que: “Si definimos la existencia en sociedad (en oposición al
estado de naturaleza) como un permanente vivir en un grupo definible que se distingue
de otros grupos similares, en condiciones tales que:
- Sea imposible la supervivencia fuera del grupo.
- La interrupción del proceso de socialización impida que se alcance un compor-
tamiento plenamente adulto.
- El comportamiento adulto diario se encuentre controlado por otros miembros del
grupo. Habremos de admitir en tal caso que la mayoría de primates viven en so-
ciedades y no es un estado de naturaleza”.
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3. LAS SOCIEDADES ANIMALES
Las sociedades superiores de insectos (abejas, hormigas y termitas) constituyen uno de
los tipos de sociedades animales más antiguas conocidas.
El comportamiento social es automático, mecánico, rígido y permanente. Las socieda-
des, en su conjunto, funcionan con una extraordinaria y sorprendente precisión, casi
como un gran organismo viviente.
Melotti destaca que hay 7 formas o grados de vida social:
- El grupo materno: hembra adulta y su prole.
- El grupo biparental: 2 individuos de sexo distinto y por hijos inmaduros de esta.
- El grupo múltiple monomasculino: macho adulto más varias hembras adultas y
sus crías.
- El grupo coactivo: varios machos y hembras adultas con sus crías.
- Grupo plurimasculino ordenado por edad: adultos de diferentes edades y hem-
bras adultas jóvenes y pequeñas.
- Grupo complejo abierto: constituido por la convivencia libre.

 Según Melotti, se forman 4 tipos de sociedades básicas:


- Sociedades primates arborícolas del bosque. Poco organizadas y vida relativa-
mente pacífica, pero a menudo individualista y conflictiva.
- Sociedades de los primates terrícolas de la sabana. Organización social rígida o
gran capacidad de dispersión.
- Sociedades de los primates terrícolas de las zonas áridas. Dispersión diurna en
busca de alimentos y agrupación nocturna.
- Sociedades de grandes antropoides. Más evolucionadas y presentan mayor va-
riabilidad inter-específicas.

Asimismo, destacar que en las observaciones registradas en numerosos estu-


dios sobre las sociedades de monos permiten establecer:
- La existencia de sentimientos de territorialidad.
- La autorregulación demográfica.
- La existencia de una clara diferenciación de lazos sociales y de estructuras de
dependencia que reflejan la misma complejidad de sus sistemas sociales: jerar-
quías sociales, lazos entre madres e hijos o lazos entre machos y hembras.
- El establecimiento de relaciones afectivas entre individuos del mismo sexo, en
forma de nexos de solidaridad, entre jóvenes, entre grupos marginados y ex-
pulsados, entre hermanos, etc.
- Diferenciación de papeles por sexo y edad e, incluso, por función.

¿Cuáles son los principales rasgos diferenciadores entre las sociedades de


primates y las sociedades de insectos?

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1. Presentan externamente unos perfiles generales bastantes diferenciados.
En los primates lo social tiene un carácter menos rígido y mecánico y el margen
de autonomía para las manifestaciones individuales es bastante considerable.
2. En las sociedades de primates, hay un considerable grado de dinamismo
interno e incluso de aparente desorden, que contrasta con el funcionamiento
del termitero o el hormiguero. Las propias características y formas de compor-
tamiento de las sociedades de primates, hacen posible el descubrimiento de
nuevas pautas de conducta socialmente útiles, que pueden pasar a formar par-
te del acervo de sus “proto-culturas” y ser transmitidas, de generación en gene-
ración. El equilibrio de elementos de orden-desorden-libertad hace posible, que
en ciertas sociedades se produzcan innovaciones que impulsan una cierta evo-
lución socio-cultural.

4. LOS ORÍGENES DE LA SOCIEDAD HUMANA

- La mayor parte de los sociólogos han insistido sobre la especificidad de la sociedad


humana y en la existencia de claras y radicales diferencias cualitativas entre las formas
sociales humanas y las que pueden identificarse en el mundo animal.
- La tendencia de los sociólogos y antropólogos ha sido, la de establecer una clara ba-
rrera cualitativa diferenciadora en torno al mismo concepto de cultura. La capacidad
de tener, hacer y transmitir la cultura viene a ser considerada, así, como el verdadero
rasgo diferenciador entre las sociedades humanas y las animales.

La sociabilidad humana se ha definido a partir de las diferencias con el componente


social de los animales. WÖSSNER define el campo de lo social humano a partir de va-
rios puntos que, en su opinión, constituyen los verdaderos elementos diferenciadores,
entre los que destacan:
- La superior capacidad de aprendizaje del hombre.
- El lenguaje como algo propio de la especie humana.
- El carácter no instintivo de los sentimientos humanos.
- La posibilidad de innovación y desviación de las pautas sociales establecidas, gracias a
la libertad.
- El encuadramiento de la realidad humana en la “herencia cultural”, etc.

Thorpe trata de investigar las diferencias que había establecidas entre “la naturaleza
animal” y la “naturaleza humana”, enumerando una serie de puntos:
- Los animales no pueden aprender.
- Los animales no pueden planear por anticipado.
- Los animales no pueden conceptualizar.
- Los animales no pueden utilizar ni fabricar herramientas.
- Los animales no poseen lenguaje.
- Los animales no podían contar.
- Carecían de sentido artístico.
- Carecían de todo sentido ético.

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El mismo Thorpe se encarga en su libro de explicar la inexactitud de todos estos
conceptos, al tiempo que deja serios interrogantes.
Los interrogantes se desplazan al campo de la indagación sobre el tiempo y la ma-
nera en que surgen las culturas humanas. Un triple orden de cuestiones aparecen:
- Las hipótesis sobre la influencia cooperativa de la caza.
- Los orígenes de la producción social de útiles, armas y herramientas.
- El papel específico del lenguaje humano.

Para algunos analistas la continuidad de este proceso socio-cultural es una posibili-


dad que descansa en ciertos paralelismos importantes. Por ejemplo, BARTON
SCHWARTZ y ROBERT EWALD situarán estos paralelismos en los siguientes polos: La
habilidad de los primates para manipular objetos y herramientas proporciona las bases
para la emergencia del uso humano de herramientas.
La capacidad de los primates para comunicarse mediante el empleo de sistemas de
llamada ha sido la precondición para el desarrollo del lenguaje.
La capacidad de los primates para implicarse en acciones concretas proporciona las
bases biológicas para la aparición de la cooperación.

Un buen número de antropólogos coinciden en situar el elemento decisivo de la


aparición del homo sapiens en asociación con la aparición y desarrollo del lenguaje
verbal, como forma específicamente humana de comunicación, sin embrago, los estu-
dios de los etólogos nos están proporcionando nuevos tipos de informaciones sobre la
complejidad y la riqueza de los sistemas de comunicación en el mundo animal. Aunque
todos los analistas coinciden en apuntar que mientras los monos tienen un sistema de
comunicación complejo y sofisticado para expresar su estado emocional, en cambio
apenas tienen capacidad de comunicación en todo lo que se refiere a su entorno físico.
Si la teoría de la evolución de las especies se puede considerar correcta en su dimen-
sión puramente biológica, cualquier intento de establecer rígidas barreras a las posibi-
lidades de un continuum de evoluciones entre el comportamiento social de los anima-
les y del hombre, puede llegar a configurarse en convicciones no científicas, ni funda-
das, en la explicación de la conformación de lo social humano o aceptar por principio la
perspectiva de dejar sin explicar la forma en que ha surgido esta realidad.

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