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UNIVERSIDAD TECNOLOGICA DE LOS ANDES ÉTICA Y DEONTOLOGÍA

ANANDF¿ANDES PACUCHAANDAHUAYLAS

INDICE
INTRODUCCION ...................................................................................................................3
ACTO HUMANO ...................................................................................................................4
Definición .................................................................................................................................. 4
Clasificación del acto humano................................................................................................... 4
a) según el impulso de la facultad: ........................................................................................ 5
b) según la clase de facultad: ................................................................................................ 5
c) según la necesidad de la Gracia ........................................................................................ 5
d) según sus condiciones:...................................................................................................... 5
e) según el modo en que se ajusta a la recta razón y las normas de la moral: ..................... 5
f) según esté autorizado por la ley natural o la ley positiva legítima: .................................. 5
g) según el conocimiento del acto por el entendimiento: .................................................... 5
Elementos del acto humano ..................................................................................................... 6
Elemento cognoscitivo .............................................................................................................. 6
Las consideraciones fundamentales en torno a la advertencia son: ........................................ 6
1) La advertencia es indispensable para el acto humano ..................................................... 6
2) La advertencia debe relacionar el acto humano con el orden moral ............................... 6
3) El grado de advertencia está directamente relacionado con la moralidad de un acto .... 6
4) La advertencia consecuente no afecta a la moralidad del acto ........................................ 6
CONCIENCIA MORAL ............................................................................................................7
Hipótesis sobre el funcionamiento de la conciencia moral. ..................................................... 8
Juez de nuestras acciones ......................................................................................................... 9
Conducta moral e inmoral......................................................................................................... 9
Los juicios y la conciencia moral ............................................................................................. 10
Acto de voluntad ..................................................................................................................... 10
LAS VIRTUDES CARDINALES O MORALES ............................................................................ 10
1.- La virtud de la Prudencia.................................................................................................... 11
1.b. Requisitos de esta virtud .................................................................................................. 12
1.c. Defectos y vicios opuestos ............................................................................................... 13
1.d. Virtudes teologales y prudencia....................................................................................... 13
2.- La virtud moral de la justicia .............................................................................................. 14
2.a. Significados del término “justicia” ................................................................................... 14
3.b. Los actos fundamentales de esta virtud .......................................................................... 14
3.c. Pecados contrarios a la fortaleza...................................................................................... 15
3.d. Partes integrantes de la fortaleza .................................................................................... 15

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Los vicios opuestos a la magnanimidad son: .......................................................................... 15
4.- La virtud moral de la templanza ........................................................................................ 15
4.a. El cometido de la templanza ............................................................................................ 16
4.b. Relación con la fortaleza y prudencia .............................................................................. 17
4.c. Templanza natural y sobrenatural.................................................................................... 17
4.d. Vicios opuestos a la virtud de la templanza ..................................................................... 18
4.e. Virtudes anejas ................................................................................................................. 18
LOS VICIOS ........................................................................................................................ 19
1.La pereza .............................................................................................................................. 19
2.La lujuria, .............................................................................................................................. 19
3.La ira, .................................................................................................................................... 19
4.La gula .................................................................................................................................. 20
5.La avaricia ............................................................................................................................. 20
6.La soberbia y 7.el orgullo ..................................................................................................... 20
CONCLUSIONES ................................................................................................................. 21
BIBLIOGRAFÍA.................................................................................................................... 22

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INTRODUCCION

¿Qué es la moralidad?, ¿Cómo saber cuándo un acto humano es moralmente


bueno o malo?, ¿Cuáles son las fuentes de la moralidad?; estas son las
interrogantes a las que se trata de dar respuesta en el presente trabajo, ya que
es un problema el determinar con exactitud de qué depende la
calificación moral de los actos libres del hombre, es decir, cómo nos aseguramos
que nuestros actos son buenos o son malos, pues bien, esta labor corresponde
a la moralidad.

No podemos decir que el agua es buena cuando nos quita la sed y mala cuando
inunda, sino que nos beneficia o nos perjudica; el agua no puede actuar de un
modo diferente al modo en que lo hace en cada caso concreto.

La imposibilidad de elegir modos de actuación diferentes hace imposible calificar


a los objetos desde el punto de vista moral. Sin embargo, sabemos que los seres
humanos somos capaces de actuar de muchas formas ante cada situación y que,
por eso, nuestros actos son calificables moralmente.

Para que un acto humano pueda ser calificado como moralmente bueno o
moralmente malo es necesario tener conocimiento de los elementos que
integran a este: objeto, intención y circunstancias; así para que un acto sea
moralmente bueno es necesario que su objeto, intención y circunstancias lo sean
también; para que un acto sea moralmente malo basta con que alguno de sus
elementos varíe.

Así, los actos humanos son los únicos moralmente calificables pues es el
hombre el único ser capaz de tener el conocimiento de su acto y de las
consecuencias que emanan de el, así como tener la voluntad de hacerlo y ser
libre para elegir el realizarlo o no.

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ACTO HUMANO

Definición

Dado que el hombre emplea sus actos humanos como medio para alcanzar el
último fin (la visión beatífica de Dios), se impone considerarlos por lo menudo.

El acto humano es la acción que procede de la voluntad deliberada del hombre.

El acto humano se estudia en tres vertientes: la del acto natural (o humano en sí


mismo, también llamado psicológico o puramente filosófico), la del
acto moral (en relación con las costumbres humanas, es tanto filosófico como
teológico) y la del acto sobrenatural y meritorio (estrictamente teológico).

Clasificación del acto humano

En primer lugar, conviene tener presente que no todos los actos llevados a cabo
por el hombre son actos humanos propiamente dichos. Así, los actos del hombre
pueden ser de cuatro tipos:

- el animal, que procede de las potencias vegetativas o sensitivas (digestión,


latido cardíaco, reflejos frente al dolor o al desequilibrio, etc.) y compartimos con
los animales no racionales.

- el no deliberado, efectuado sin voluntariedad alguna, bien por estar privado el


sujeto de razón de forma intrínseca (niños sin juicio o deficientes mentales) o en
ese momento (pacientes en brote esquizofrénico, narcotizados, plenamente
distraídos, etc); son de suyo inimputables al sujeto, pero no en todos los casos.

- el violento, que se realiza por coerción de un agente externo contra la propia


voluntad.

- el humano propiamente dicho, que se realiza deliberadamente y empleando


plenamente su razón, y por virtud del cual es plenamente responsable.

El acto humano propiamente dicho ha de reunir varias características propias:

- Que sea racional, con pleno dominio y deliberación.

- Que sea libre, procedente de la libertad humana.

- Que sea voluntario, realizado a sabiendas.

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- Que sea moral, en cuanto se ajusta o no a las reglas de la moralidad.

- Que sea imputable, por cuanto el sujeto asume la responsabilidad del mismo.

Existen diversos parámetros por los que clasificamos a los actos humanos:

a) según el impulso de la facultad: puede ser ilícito, es decir, propio de ella


(por ejemplo, el acto ilícito del entendimiento es entender); o imperado, cuando
la facultad es impelida a actuar por orden de la voluntad (como permanecer
atento sin distraerse). Las facultades internas (como el propio entendimiento)
pueden resistirse al imperio de la voluntad.

b) según la clase de facultad: puede ser interno, cuando se realiza en nuestras


facultades internas (imaginación, entendimiento, etc.) sin manifestación exterior;
o puede ser externo, con manifestación externa (independientemente de que sea
privada o pública). El acto externo añade un matiz moral que puede ser punible,
del que carece el acto interno.

c) según la necesidad de la Gracia: puede ser natural, si el acto no la precisa


(leer, hablar, pensar); o sobrenatural si la requiere (amar, arrepentirse, creer,
confiar).

d) según sus condiciones: puede ser válido, si reúne todas las necesarias
según la ley, o inválido, si carece de alguna.

e) según el modo en que se ajusta a la recta razón y las normas de la moral:


puede ser bueno, si lo hace (por ejemplo, defender al desvalido); indiferente, si
no se relaciona directamente con dichas condiciones (por ejemplo,
pasear); malo, si se aparta (por ejemplo, fornicar).

f) según esté autorizado por la ley natural o la ley positiva legítima: puede
serlícito, cuando está expresamente autorizado; permitido, si no está prohibido;
o ilícito, si explícitamente no está autorizado.

g) según el conocimiento del acto por el entendimiento: puede ser perfecto,


si el sujeto es plenamente dueño de sí mismo al realizarlo; o imperfecto, si el
sujeto obra con consentimiento alterado, aunque no completamente (en cuyo
caso sería un acto no deliberado).

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Elementos del acto humano

Son tres: el cognoscitivo, o conocimiento, el volitivo, o voluntad, y el ejecutivo o


potencia.

Elemento cognoscitivo

Es el primer elemento del acto, sin el cual los demás no tienen lugar. El principal
componente del elemento cognoscitivo es la advertencia. Se define la
advertencia como la percepción por el conocimiento del acto futuro o presente.

La atención puede ser plena si el conocimiento advierte completamente la


acción, o semiplena si lo hace sólo parcialmente (por ejemplo, por somnolencia
o distracción); puede ser perfecta si advierte todos los matices morales de un
acto (por ejemplo, si advierte que el robo de lo sagrado ofende a Dios y no sólo
a la parroquia propietaria) o imperfecta si únicamente advierte que algo es bueno
o malo; puede ser distinta si el conocimiento percibe con claridad la bondad o
maldad del acto, y confusa si no está seguro; y puede ser antecedente o
consecuente según la percepción se produzca antes o después del acto.

Las consideraciones fundamentales en torno a la advertencia son:

1) La advertencia es indispensable para el acto humano. Como ya vimos, si


esta no se produce, el acto no es humano, sino no deliberado.

2) La advertencia debe relacionar el acto humano con el orden moral. La


ignorancia de la relación moral de un acto provoca su inimputabilidad. Por
ejemplo, si pagamos un impuesto sin saber que con ese dinero se financian actos
inmorales, estos no nos son imputables.

3) El grado de advertencia está directamente relacionado con la


moralidad de un acto. Una advertencia insuficiente o parcial puede modificar el
grado de bondad o maldad de un acto. Si acogemos en nuestra casa a una
persona sin saber que sufre persecución injusta, nuestro acto es menos
meritorio.

4) La advertencia consecuente no afecta a la moralidad del acto; la


advertencia antecedente es la única que genera moralidad en el acto. Un ejemplo

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clásico es aquel que mata a un hombre sin saber que era su padre hasta
cometido el crimen. Será culpable de homicidio, pero no de parricidio.

Otros componentes del elemento cognoscitivo- que pertenecen propiamente a la


advertencia- son: la mera aprehensión del acto (fase psicológica del
conocimiento), el juicio de posibilidad y de conveniencia (ya inmerso en el acto
moral), la deliberación el consejo de los medios para ejecutar el acto y el juicio
práctico, que propone a la voluntad el medio más oportuno para la realización
del acto.

Por último, el imperio de la razón, que intima a la voluntad el acto, y el uso pasivo,
que simplemente ejecuta el acto cuando no es necesaria la voluntad, bien por el
mismo entendimiento (leer un cartel que tenemos frente a nosotros, por ejemplo),
o por las potencias ejecutivas (pasear, comer, etc.).

CONCIENCIA MORAL

Los actos morales, como actos que son, están orientados hacia el exterior, la
realidad, el mundo, los demás. Pero, por ser morales, tienen un aspecto interno,
que es el que hace que sean valorables. No podemos olvidar que somos morales
porque sabemos que podemos elegir, porque sentimos que tenemos posibilidad
de seguir caminos diferentes en nuestra vida, porque nos damos cuenta de que
nuestras acciones tienen consecuencias. La conciencia de estas consecuencias
es la base del aspecto interno de la moral, en ella está el origen de la valoración
de nuestros actos, nuestros hábitos o nuestro modo de vida. Pero la conciencia
moral es también conciencia de la libertad, conciencia de que no todas las
posibilidades de elección son igualmente valiosas. Por eso es especialmente
importante plantearnos qué es y cómo funciona. La misma palabra que usamos
para referirnos a ella ya nos da una pista: estar consciente significa darse cuenta
de lo que ocurre alrededor. La conciencia es una forma de conocimiento o de
percepción. La conciencia moral es con lo que nos damos cuenta de lo que vale,
de lo que merece la pena para la vida, de lo que es bueno -o bien, de lo que no
merece la pena, de lo malo, de lo que hay que evitar-.

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Hipótesis sobre el funcionamiento de la conciencia moral.

Al definir la conciencia como un tipo de conocimiento o de percepción estamos


reconociendo que es una realidad compleja. Cuando valoramos una acción
realizada o por realizar, la conciencia moral puede actuar de maneras diferentes:
podemos sentir que lo que hemos hecho o vamos a hacer está bien o mal, sin
saber exactamente por qué; podemos también analizar las consecuencias reales
o posibles de nuestra acción y su conveniencia; podemos recurrir a pensar en
normas previamente aceptadas para enjuiciar la acción... A lo largo de la historia,
distintas corrientes de pensamiento sobre la moral han dado mayor importancia
a alguno de estos modos de actuación de la conciencia moral.

El intelectualismo moral, por ejemplo, considera la conciencia moral como el


conocimiento de lo que es bueno y lo que es malo. Se produce en él una
identificación entre el bien y el conocimiento, por una parte, y el mal y la
ignorancia por otra. En consecuencia, según el mismo, sólo obramos mal porque
creemos, en nuestra ignorancia, que ese mal que hacemos es un bien para
nosotros. La manera de conseguir actuar correctamente será, pues, educar a
nuestra razón en los principios de la moral para que no pueda llevarnos a
valoraciones incorrectas sobre la bondad o maldad de las cosas y las acciones.

El emotivismo, por el contrario, es el planteamiento de la conciencia moral como


sentimiento. Según los emotivitas, por medio de la razón sólo podemos llegar a
comprender lo útil o lo conveniente para determinados fines, pero no si algo es
bueno o malo. La bondad o maldad de actos, palabras, etc. se siente, no se
conoce racionalmente. Los juicios morales, para los emotivistas, no son más que
medios para comunicar esos sentimientos y para intentar convencer a los demás
de su validez.

El intuicionismo tampoco considera que la razón sirva para determinar la maldad


o la bondad de las acciones y las cosas: la conciencia moral, según los
intuicionistas, percibe directamente lo bueno y lo malo. Puesto que el bien no es
una cualidad natural -como el color-, no puede percibirse por medio de los
sentidos físicos. Esto hace que los intuicionistas vean la conciencia moral como
un sentido moral -intuición moral- que percibe directamente la bondad o maldad

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de las cosas y las acciones, sin intervención de los sentidos físicos ni del
razonamiento.

El intuicionismo y el emotivismo niegan que la razón sea el componente


fundamental de la conciencia moral, aunque desde posturas muy diferentes. El
intuicionismo considera que el bien y el mal están en las cosas y las acciones,
son cualidades reales que percibimos. El emotivismo, por el contrario, sostiene
que son sentimientos que provocan esas acciones y cosas en nosotros;
sentimientos que pueden variar de una persona a otra y son objeto de discusión.

Los prescriptivistas, en cambio, consideran que la moral se basa en el carácter


prescriptivo (imperativo) de sus juicios. La conciencia moral, según estos
autores, asiente o rechaza los mandatos que presentan los juicios morales. La
manera de demostrar el asentimiento a lo que dice una norma es cumplirla, la de
demostrar el rechazo, no cumplirla.

Todas estas teorías destacan aspectos parciales de la realidad total que es la


conciencia moral. Ésta se compone tanto de razonamientos y juicios como de
sentimientos, intuiciones o mandatos.

Juez de nuestras acciones

Para juzgar y dirigir las acciones la conciencia se sirve de principios, es decir, de


la moral con la que cada persona rige su vida. Estos principios que forman la
moral son los que trajo de su hogar, y los que fueron adquiriendo e imponiéndose
racional y libremente.

Conducta moral e inmoral

Sabemos que algunas personas tienen una conducta moral y que otras no; por
lo tanto, podemos decir que la misma persona es el sujeto de la conducta moral,
porque la conciencia moral es la que capacita al ser humano para captar y vivir
los valores morales. Su desarrollo y perfección dependen de la personalidad de
cada uno, pero una vez que esto se logra, la conciencia moral es indeleble; es
decir, sabe distinguir entre el bien y el mal.

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Los juicios y la conciencia moral

La conciencia juzga el hecho antes y después del acto moral. Los juicios previos
establecen los principios; por ejemplo, sabemos que hay que hacer el bien y
evitar el mal; es decir se juzga que, si un acto es bueno, debe ser realizado; si
es malo, debe ser evitado. Después del acto, la conciencia acepta el hecho si
fue bueno, pero si fue malo, lo rechaza; juzga también si el acto fue digno de
recompensa o de castigo. Si fue malo sabe que tiene la obligación de reparar los
males causados.

Acto de voluntad

El ser humano elige hacer el bien o el mal; es decir, su voluntad depende de su


conciencia. Por ejemplo, dos personas observan que un bombero entra a un
edificio en llamas para salvar la vida de un niño. Una de ellas valora el riesgo y
la bondad del bombero, cuyo objetivo en este caso es arriesgar su propia vida
por el prójimo. La otra persona juzga que es una locura exponerse al gran peligro
de perder la vida para salvar la de otro. Cada uno juzgó de acuerdo con sus
principios. Eso es conciencia moral.

LAS VIRTUDES CARDINALES O MORALES

Las virtudes morales o cardinales son: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.


Al hablar de estas virtudes lo podemos hacer considerándolas desde un punto
de vista meramente humano y natural. Por ejemplo, cuando decimos que tal
persona es normalmente “muy prudente” o “sabe controlarse a sí mismo”. Y
también podemos hablar de estas virtudes en su dimensión sobrenatural.
Para que actúe la gracia de Dios sobre nosotros, Dios necesita que tengamos
una base de virtudes naturales sobre las cuales depositar sus dones. Dios no
destruye nuestra naturaleza, sino que edifica sus virtudes sobre las nuestras. El
efecto de su gracia sobre nuestras almas estará condicionado a nuestra “base
natural”. Es nuestra responsabilidad quitar todos los obstáculos que podamos
tener para que la gracia actúe en nosotros.

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Poseemos esas virtudes en su forma sobrenatural cuando permanecemos en
estado de gracia. La gracia santificante nos da prontitud y facilidad para practicar
esas virtudes.
Hay cuatro virtudes morales o cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y
templanza. Estas cuatro virtudes comprenden las cuatro direcciones
fundamentales del buen obrar del hombre y perfeccionan las cuatro potencias
humanas:
 La prudencia: determinando la elección de los medios que se deben emplear
para un fin, perfecciona el entendimiento.
 La justicia: que inclina la voluntad del hombre a que dé a cada uno lo que le
es debido.
 La fortaleza: afianzando el apetito irascible contra el temor irracional,
preservándolo también de la temeridad.
 La templanza: que modera el apetito concupiscible y los placeres sensibles,
ordena al hombre a dominar y regular sus propias pasiones.
Hay muchas otras virtudes morales, pero de un modo y otro todas están
contenidas en estas cuatro, por eso se les llama “cardinales”. Esas otras virtudes
son: piedad, obediencia, veracidad, liberalidad, paciencia, humildad, castidad…
Si nosotros somos prudentes, justos, fuertes y vivimos con templanza, las otras
virtudes les seguirán del mismo modo que un niño sigue y acompaña a su madre.

1.- La virtud de la Prudencia

Es una virtud que ayuda a nuestra inteligencia a la hora de hacer juicios sobre
cosas y personas. Es la virtud que ordena todas las acciones al debido fin, y para
ello busca los medios convenientes de modo que la obra salga bien hecha, y por
tanto, agradable al Señor.
Como primera y principal de las virtudes cardinales, la prudencia es la virtud que
dirige nuestro entendimiento para discernir e imperar en cada uno de nuestros
actos lo que es bueno y debe hacerse porque nos conduce a nuestro último fin.
En cada momento “discernir lo que es útil para ir a Dios, de lo que nos puede
alejar de Él ésta es la misión de la prudencia sobrenatural “.
La prudencia es una fuerza o virtud intelectual nueva, que amolda la ley moral a
todos y cada uno de los casos que pueden presentarse. Es en primer lugar un
conocimiento práctico: partiendo del conocimiento de las verdades de la fe y de

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la moral, verdades universales y permanentes, pasa al conocimiento de los
hechos, de las personas y circunstancias concretas que nos rodean, y dictamina
lo que debe hacerse en ese momento. Y a la vez es una decisión imperativa, que
hace llevar a la práctica ese cometido.
El hombre debe reconocer la voluntad de Dios en cada momento. Y para ello no
es suficiente la “buena voluntad”, ni el deseo de ser justo, fuerte y templado.
Estas disposiciones previas requieren una luz que oriente y determine en cada
caso el impulso procedente de las mismas: y esta luz es la prudencia.5 Sin la
prudencia no hay virtud moral. Ella determina en las virtudes la característica
fundamental de todas las virtudes morales: el justo medio, entre los dos
extremos, por defecto y por exceso.
Al mismo tiempo, por su calidad de ordenadora imperante de la conducta, pone
en ejercicio todas las virtudes, comprometiendo a todo el hombre en su camino
hacia la eternidad: no puede darse prudencia perfecta si no se dan al mismo
tiempo las disposiciones estables de fe, caridad, justicia, fortaleza, templanza.
No se debe confundir con la idea de mediocridad, titubeo, indecisión o astucia,
que a veces la palabra prudencia evoca en nuestro lenguaje.

1.b. Requisitos de esta virtud

El primer paso que se ha de dar para alcanzar esta virtud es la necesaria


información, deliberación y examen de los medios conducentes al fin. Después
vendrá el juicio o dictamen sobre lo averiguado. Y en un tercer momento, la
resolución o mandato para actuar de un modo determinado. Los dos primeros
nacen de la dimensión cognoscitiva de la prudencia; el tercero, de la dimensión
imperativa, que es la específica de la virtud.6
 Para adquirir la prudencia se requiere la adquisición de los
conocimientos morales necesarios. Toda decisión prudente presupone una
formación, según las posibilidades de cada uno: un estudio atento de la fe y
moral de Jesucristo, con una adhesión firme al Magisterio de la Iglesia, que
nos la transmite.
 Los conocimientos adquiridos han de ser juzgados correctamente, para
poder tomar una decisión que responda a lo que Dios pide en cada momento
concreto. Se requiere, pues, una razón que relacione los datos obtenidos
con criterio moral, emitiendo los juicios de valor sobre los medios que se

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pueden emplear y el juicio de conciencia debido. Cuando falta esta cualidad,
se llega fácilmente a los escrúpulos, a la timidez o vacilación del juicio, con
lo que tiende a diferirse la acción necesaria.
 En los pasos indicados se ha mirado al pasado, se ha captado el presente;
pero la prudencia debe mirar al futuro, y dar vida a un proyecto. Y para ello
se exigen la previsión, facultad que nos dispone a apreciar una determinada
acción que conduzca a la obtención del bien propuesto y cuya misión es
prever las consecuencias de un hecho y proveer de los medios necesarios
para que se alcance efectivamente el fin propuesto.

1.c. Defectos y vicios opuestos

Del análisis de los distintos pasos que sigue la decisión prudente, es fácil ver los
vicios que pueden darse contra la prudencia, y que genéricamente se engloban
bajo el nombre de imprudencia.
 Todo pecado es en cierto modo una imprudencia.
 Si falta alguno de los requisitos para el conocimiento de la verdad que ha de
medir el acto personal, se habla de la ignorancia culpable, la precipitación y
la temeridad en el juicio.
 Si después de investigar la verdad, falta la ejecución, aparecen la indecisión,
la negligencia, la imprevisión y la inconstancia
 Hay aparentes formas de prudencia, una de ellas es la llamada “prudencia
de la carne”, o la excesiva preocupación por lo temporal: A veces, el hombre
sustituye su verdadero fin (lo que Dios le pide en cada momento) por otro fin
creado por sus intereses y sus pasiones; y pone al servicio de este fin todas
sus energías, de forma análoga a lo indicado para la prudencia verdadera.

1.d. Virtudes teologales y prudencia

Las virtudes teologales dan a la prudencia las luces y motivos más auténticos
para que investigue y dirija la realización del bien concreto. La fe da al cristiano
la Verdad que comprende todas las verdades humanas. La caridad la abraza
para hacerla operante en todas sus acciones. La esperanza anhela a Dios y lo
busca contando con su ayuda.
Con esa luz y esa dirección hacia Dios, y utilizando todas las energías humanas,
la prudencia descubre los medios más oportunos para la realización de la

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voluntad de Dios. Esta virtud alcanza su plenitud con el don de consejo: “la
prudencia que implica rectitud de la razón, alcanza su máxima perfección en
cuanto es regulada y movida por el Espíritu Santo. Y esto es propio del don de
consejo”

2.- La virtud moral de la justicia

Es la determinación constante para dar a cada uno lo que le pertenece. La


justicia es una ayuda a nuestra voluntad; al tiempo que la prudencia ayuda a
nuestro entendimiento.

2.a. Significados del término “justicia”

 El primero, empleado frecuentemente en la Sagrada Escritura, se refiere a


la actitud religiosa y moral del hombre de cara a su Creador. En ese sentido
es justo el que cumple la voluntad de Dios (sus mandamientos). De este
modo es como hay que entender muchas expresiones de la Sagrada
Escritura: “Obrar la justicia” (Mt 6:1; Hech 10:35); “cumplir toda justicia” (Mt
3:15); “buscar el reino de Dios y su justicia” (Mt 6:33).
 Un segundo significado, identifica la justicia con el estado de
gracia santificante propio del cristiano redimido por Cristo: En ese sentido,
conseguir la justicia es conseguir la gracia, perder la justicia es perder la
gracia.
 El tercer sentido, en su acepción más corriente, del que aquí se trata,
considera la justicia en cuanto virtud moral o cardinal, que tiene como fin dar
a cada uno lo que le es debido.

3.b. Los actos fundamentales de esta virtud

Los actos fundamentales de esta virtud son dos: soportar y emprender. Estos
aspectos responden correlativamente al temor y a la audacia. Como nos dice J.
Pieper: “Sólo el que realiza el bien, haciendo frente al daño y a lo espantoso, es
verdaderamente valiente. Pero este hacer frente a lo espantoso presenta dos
modalidades que sirven, por su parte, de base a los dos actos capitales de la
fortaleza: la resistencia y el ataque”.

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3.c. Pecados contrarios a la fortaleza

Son aquellos actos que constituyen, por exceso o defecto, un desorden del temor
y de la audacia: cobardía, timidez, impavidez y temeridad.
La fortaleza no elimina el temor, sino que lo ordena conforme a las exigencias
de la razón. Actitudes viciosas son tanto un temor excesivo ante los peligros y la
muerte, como la ausencia de aquél en circunstancias en que la razón lo
aconseja. La fortaleza no adultera la realidad, sino que la acepta tal como es, por
esta razón el hombre auténticamente fuerte ni ama la muerte ni desprecia la vida.

3.d. Partes integrantes de la fortaleza

Hay ciertas disposiciones internas que perfeccionan esta virtud:


A la actitud emprendedora, pujante y entusiasta de la fortaleza, corresponden las
disposiciones internas de magnanimidad y magnificencia; es decir, la tendencia
victoriosa del alma que nace de la esperanza y se alimenta de la audacia.
A la actitud de permanecer intrépido ante el peligro, corresponden
la paciencia (que conduce a la superación de las dificultades), y
la perseverancia (cuando se requieren largos esfuerzos o constancia en el
trabajo emprendido).

Los vicios opuestos a la magnanimidad son:

 El pecado por defecto es la pusilanimidad: consiste en la incapacidad


voluntaria para concebir o desear cosas grandes.
 Los pecados por exceso son: la presunción (una confianza desmedida en
las propias fuerzas), la ambición y la vanagloria (que busca el honor en la
frivolidad, en la falsa estima de las gentes o en los honores por sí mismos).
Son vicios opuestos a la magnificencia son la parvificencia, la suntuosidad y la
profusión.

4.- La virtud moral de la templanza

Es la virtud por la que refrenamos los deseos desordenados de los placeres


sensibles y usamos con moderación de los bienes temporales. Es especialmente
necesaria a la hora de controlar y moderar los placeres: comida, bebida,
sexualidad.

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Se entiende por templanza la virtud que enriquece habitualmente a la voluntad y
la inclina a refrenar los diferentes apetitos sensitivos hacia los bienes deleitables
contrarios a la razón.
Dos son las tendencias sensitivas principales del llamado apetito “concupiscible”
que arrastran al hombre a los bienes deleitables: el placer de comer y el sexual;
vinculado el primero a la conservación del individuo, y el segundo a la de la
especie. Estas tendencias no son malas en cuanto logran sus bienes deleitables
dentro de la consecución de sus fines respectivos para los que han sido
constituidas por Dios.
El desorden o pecado en este terreno consiste en el uso de los goces de tales
inclinaciones contra los fines naturales o en el uso de los mismos con exceso o
fuera de la medida necesaria para la consecución de los mismos. Para tener
estos apetitos sometidos, la voluntad necesita perfeccionarse con la virtud de la
templanza. Mediante la repetición de sus actos de dominio sobre las demandas
de tales pasiones, la voluntad va creando paulatinamente en sí misma la virtud
de la templanza, la cual la capacita y la inclina a un dominio permanente sobre
aquellas inclinaciones.
La templanza es virtud cardinal o principal, porque bajo su noción genérica se
sitúan un conjunto de virtudes necesarias para el establecimiento del orden moral
de los diferentes apetitos concupiscibles inferiores.

4.a. El cometido de la templanza

El cometido propio de la templanza consiste, más que en resistir a los


requerimientos de las pasiones concupiscibles, en poner orden racional en el uso
de las mismas, de modo que su actuación, lejos de oponerse, contribuya al bien
humano u honesto. No se trata de una destrucción, sino de un control de las
mismas.
La templanza, con sus diversas especies, pone orden humano en los diferentes
apetitos de bienes deleitables sensitivos o materiales, para poder así ordenar
todo el hombre a Dios, como a su último fin.
En cambio, no cabe la templanza en los goces del espíritu, de la verdad o de la
amistad, mientras se mantengan en el plano espiritual, pues tales bienes
contribuyen a ordenar al hombre a su perfección y, en definitiva, a Dios.

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4.b. Relación con la fortaleza y prudencia

La templanza, junto con la fortaleza, informa todo el ámbito del apetito sensitivo
con el orden racional y, con él, el dominio del espíritu, que confiere al hombre la
libertad para ordenarse a su último fin y consiguiente plenitud humana.
 La templanza, moderando las inclinaciones naturales a los bienes
deleitables y haciéndolas servir al hombre honesto.
 La fortaleza, moderando las inclinaciones naturales que rehúyen el dolor y,
en general, todo lo dificultoso, sometiendo las inclinaciones sensitivas al
trabajo y al esfuerzo para lograr el orden y la perfección humana.
 Para que la templanza logre ser verdaderamente virtud, es menester que
este orden racional le sea ajustado en cada acto por la inteligencia; la cual
sólo puede hacerlo habitualmente por la virtud de la prudencia.

4.c. Templanza natural y sobrenatural

La templanza como virtud natural perfecciona la voluntad humana en orden al


dominio de los apetitos concupiscibles y se logra por la repetición de sus actos.
La voluntad se acrecienta y perfecciona con el hábito de la templanza a fuerza
de dominar una y otra vez las inclinaciones inferiores a los bienes deleitables. A
su vez se pierde por la repetición de los actos pecaminosos contrarios a la virtud.
Esta virtud -como todos los hábitos naturales- no supone el estado de gracia
santificante, pero sin la gracia de Dios tampoco sería posible esta virtud, al
menos en un grado perfecto.
En cambio, el hábito sobrenatural de la templanza, infundido por Dios junto con
la gracia santificante, pone orden en la concupiscencia del hombre, herido por el
pecado original, y le lleva a vivir como hijo de Dios, dando valor sobrenatural y
meritorio a los actos de esta virtud. El dominio de la concupiscencia no es ya una
mera ordenación racional -en la templanza infusa la razón está iluminada por la
fe y sus exigencias son más finas y delicadas-, sino una ordenación a su fin
sobrenatural divino. Adquieren así pleno sentido la penitencia, la mortificación,
el celibato y la virginidad.
La virtud sobrenatural de la templanza no se logra por la repetición de actos, sino
que es infundida por Dios en el alma del cristiano junto con la gracia. La
repetición de los actos dispone al alma a una mayor infusión por parte de Dios y

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a superar más fácilmente los obstáculos que se oponen a su ejercicio. Así como
la gracia borra el pecado, pero no las disposiciones naturales que se oponen a
ella, tampoco la virtud sobrenatural de la templanza quita las inclinaciones
contrarias a ella, no se la da para que lo consiga sin lucha. De modo que, para
superar más fácilmente tales dificultades, la virtud sobrenatural infusa de la
templanza debe enriquecerse con la virtud natural adquirida de la misma,
mediante la repetición de los actos. De este modo, ambas virtudes, la natural y
la infusa o sobrenatural, se ayudan mutuamente.

4.d. Vicios opuestos a la virtud de la templanza

A esta virtud se opone por exceso la intemperancia y la búsqueda desordenada


de los placeres sensibles; y por defecto, el menosprecio de los deleites sensibles.
Dios ha unido a los actos necesarios y naturales de la conservación de vida y de
la propagación de la especie un cierto placer que está conectado a la operación,
y que impulsa a la acción que debe realizarse. El sujeto puede buscar, con la
moderación de la templanza, el placer unido a la obra buena, con tal que el fin
de la obra no quede excluido con intención expresa.

4.e. Virtudes anejas

Las virtudes anejas a la templanza forman toda una gama de actitudes que
refuerzan el ideal de dominio espiritual en todos los sectores de la vida humana.
 La virtud de la continencia refrena los ímpetus vehementes de las pasiones.
 Moderando el deseo de ver y conocer, cohibirá el vicio de la curiosidad o
apetito inmoderado de toda clase de conocimiento,
 La virtud de la estudiosidad que exige la aplicación constante y ordenada de
la inteligencia.
 La humildad modera el amor desordenado de la propia excelencia.
 La modestia regula el comportamiento adecuado en las actitudes corporales.
A este mismo ideal se refiere el uso virtuoso de vestidos y adornos, de
acuerdo con lo que sugiere para la cualidad y condición de la persona.
 La mansedumbre modera la pasión de la ira.
 Frente a la crueldad, encontramos la virtud de la clemencia.

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LOS VICIOS

1.La pereza, como primer aspecto negativo a estudiar y analizar, porque la


inconstancia, la falta de compromiso que derivan directamente de este, hacen
que los trabajo se atrasen y truncan la obra de todo iniciado, pero si sabemos
trabajar este vicio a beneficio de nosotros transformándolo en la virtud de la
constancia, del amor al trabajo espiritual y material, los resultados serán
evidentes en el proceso de manejar los otros seis vicios. Nos encontramos
posteriormente a

2.La lujuria, cuánto daño y desequilibrio conlleva este elemento altamente


perjudicial para el iniciado, afectando su entorno y a su familia, llevándolo a
cometer cuantas abominaciones podamos imaginar convirtiéndonos en
verdaderos esclavos, deshonrando el don más sagrado conferido que es el
poder creador a través de la energía sexual, prostituyendo esa llama sagrada del
amor en el altar de las bajas pasiones que quema la vida, y oscurece el alma
llevándonos sin medida al abismo de la degeneración. Pero el iniciado medido a
su trabajo, dominado y encarcelando este vicio encarna el más grande de las
virtudes que es el amor puro, ese que lo establece como hombre libre y de
buenas costumbres, entregado a su familia y a la formación de esta con el arma
más poderosa que es el ejemplo, vivificando el verdadero uso de la moral para
construir, recordando siempre que sin una vida ética y sin practicar la moral,
ningún progreso espiritual es posible.

3.La ira, que tanto nos ciega, que nos perturba y nos convierte en amargados,
que nos retrasa nuestro trabajo y nos aleja de la familia y los hermanos, esa que
es la base del egoísmo que nos ata a una vida llena de maldad, es sin duda unos
de los factores más perturbadores en el proceso del crecimiento espiritual,
desvanece el amor y sin amor es imposible crear obras a la gloria del gran
arquitecto del universo. Al transformar la ira en armonía con nosotros mismo y
nuestros semejantes, rectificando, corrigiendo ayudando y sobre todo
perdonando, podremos seguir cultivando el arte de trasmutar los vicios en
virtudes y en este caso particular la armonía espiritual necesaria para ejecutar la
obra.

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4.La gula, es otro factor destructivo que generalmente vinculamos con la forma
afanosa y desmedía de consumir alimentos, pero este vicio aplica, al cigarrillo,
la bebida, y otras tantas cadenas que llevamos encima por permitir que este vivo
de nosotros, como parasito que destruye poco a poco nuestro cuerpo físico que
fue prestado para cumplir la obra de redimirnos en este plano. Al trabajar con
este vicio y convertirnos en seres comedidos, disfrutaremos de una vida más
plena, sin excesos y sin abusos de ninguna índole, impidiendo que por nuestros
propios actos destruyamos la materia que ocupamos y el daño que muchas
veces sin saber infringimos a nuestros semejantes.

5.La avaricia es otro de los más perversos vicios, que nos encadena y nos
ciega en el terrible mundo del materialismo, que es atraso de todo tipo,
paralizando por completo cualquier adelanto en nuestra obra interior,
llevándonos a cometer los peores crímenes por el amor desmedido de las
riquezas materiales, impidiendo cristalizar ese factor fundamental en el
desarrollo de la obra que es el sacrificio consiente y desinteresado por la
humanidad, contribuyendo con lo que podamos y en justicia tengamos para tal
fin. La dominación de de este vicio nos lleva a un comedido uso de lo material,
para el desarrollo y la mejora de la calidad de vida para nuestras familias y
hermanos, sin descuidar el óvolo, de la beneficencia que tiene que plasmarse
tanto en el plano material como en el espiritual.

6.La soberbia y 7.el orgullo, no es más que el antifaz que sigue puesto en
nuestros ojos e impide ver la luz que se nos entregó en el día de nuestra
iniciación, es muy peligroso, porque nos impide de verdad entregarnos a una
rectificación verdadera y por ende dar inicio al trabajo de dominar estos aspectos
negativos que destruyen y paralizan el trabajo ya iniciado.

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CONCLUSIONES

Es necesario el estudio de la moralidad para comprender la naturaleza de las


relaciones posibles entre las acciones humanas y lo que constituye su fin.
Los actos que realizamos es el modo en que nos movemos respecto del fin de
nuestra vida. Cada acto que realizamos nos acerca o nos aleja de ese fin, estos
están dirigidos por normas, que provienen de antecedentes culturales,
costumbres y valores que abarcan todas sus acciones, normas que no siempre
tienen un contenido de valor moral.
En cuanto a la valoración de los actos según los principios o fuentes de la
moralidad, hay que tener en cuenta que el bien consiste en la posesión de todos
los elementos requeridos para la plenitud de un ser; y el mal, en cambio, en la
ausencia de alguno de ellos.
La determinación de la bondad o malicia de los actos humanos se hace por los
elementos que los integran: El objeto, el fin y las circunstancias. Estos elementos
no intervienen todos de la misma manera, cuando determinan la moralidad de
los actos humanos buenos y la de los actos malos.

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BIBLIOGRAFÍA

 http://www.abc.com.py/edicion-impresa/suplementos/escolar/conciencia-
moral-550831.html
 http://ficus.pntic.mec.es/~cprf0002/nos_hace/concienc.html
 http://www.infocatolica.com/blog/matermagistra.php/1605250708-el-acto-
humano-definicion-y-c
 https://adelantelafe.com/las-virtudes-cardinales-morales/
 https://www.diariomasonico.com/planchas/los-siete-vicios-y-las-siete-
virtudes.

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