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Problemas de conducta que se pueden encontrar en el aula y forma de

abordarlos

Definición de problemas de conducta: Esta denominación es utilizada en


relación a niños con comportamientos no habituales o maneras de
comportamientos no esperadas por los adultos. Aquí cabe destacar esta
distinción, porque el comportamiento de un sujeto puede ser leído desde
diferentes ópticas. Así un niño podrá comportarse bien o mal dependiendo desde
donde se evalúe. Puede afirmarse que los niños suelen decir mucho más de lo
que aparentemente dicen con sus aptitudes, además las maneras de comportarse
suelen depender de las compañías y de los ámbitos donde se desarrollan.

Trastornos por déficit de atención y comportamiento perturbador

El trastorno por déficit de atención es un diagnóstico muy usado en estos tiempos.


Es importante saber cuáles son sus variantes y de qué forma puede presentarse.

El trastorno por déficit de atención es el diagnóstico de moda en esta época.


Todos hablan de él, desde los psiquiatras hasta los maestros. Pero además de
saber si nuestro hijo presenta un trastorno de este tipo es importante saber cómo
se puede presentar. Esto se refiere a que puede haber solo desatención o puede
además presentarse con hiperactividad y además impulsividad.

En el primer caso, solo van a aparecer síntomas relacionados con la desatención,


desde no prestar atención a los detalles hasta equivocarse en la tarea escolar por
descuido. También les puede costar prestar atención en los juegos y en la
escuela. A veces estos niños parecen no escuchar cuando se les habla
directamente y no siguen instrucciones ni finalizan tareas de distinto tipo. Suelen
no lograr organizar actividades ni tareas.

Pero además de todos los factores arriba descriptos, también puede haber
hiperactividad e impulsividad, lo cual agrava el cuadro considerablemente. La
hiperactividad suele presentarse con dificultades. Estos niños mueven en exceso
manos o pies y les cuesta quedarse quietos cuando están sentados o abandonan
el asiento cuando se espera que permanezcan sentados como por ejemplo en la
escuela o a la hora de cenar. Suelen correr o saltar en exceso y les cuesta estar
tranquilos y disfrutar situaciones de ocio. Puede parecer como que tienen un motor
o que “están en marcha” y hablan en exceso. Por otro lado, muchas veces la
impulsividad se manifiesta en responder antes que finalice la pregunta, les cuesta
esperar su turno, a veces invaden o se inmiscuyen en actividades de otros y
pueden llegar a golpear a sus pares.
Si usted cree que su hijo presenta alguno de estos síntomas es imprescindible que
realice una consulta con un médico. Puede el pediatra del, un psiquiatra infantil o
un psicólogo especialista en niñez.

Trastornos por déficits de atención y comportamiento perturbador

Si a un niño se le pide que resuelva una suma o explique qué es un monosílabo se


moverá inquieto en su silla. Este ajetreo es un 'acto reflejo' que le permite fijar la
atención y recurrir a su memoria. Ahora, gracias a un novedoso trabajo, se sabe
que los menores diagnosticados de Trastorno por Déficit de Atención e
Hiperactividad (TDAH) son mucho más 'movidos' que los chicos que no padecen
este tipo de trastorno cuando tienen que realizar determinadas labores.

El ADHD es un trastorno del comportamiento que suele ser común y que afecta
aproximadamente a un 4-8 por ciento de los niños en edad escolar. Los niños son
tres veces más propensos de padecer este trastorno que las niñas, aunque aún se
desconoce la razón. Los niños con ADHD actúan sin pensar, son hiperactivos y no
pueden concentrarse fácilmente. Puede que entiendan lo que se espera de ellos
pero tiene problemas ejecutando las tareas que se les encomiendan porque no
pueden permanecer sentados, prestar atención o estar atentos a detalles.

Por supuesto, todos los niños, (especialmente los más jóvenes), actúan de este
modo algunas veces, particularmente cuando están ansiosos o excitados. Pero la
diferencia con el ADHD es que los síntomas están presentes durante periodos de
tiempo más largos y éstos ocurren en diferentes situaciones. Los síntomas
bloquean la habilidad de los niños de poder desenvolverse socialmente,
académicamente y en sus casas. La buena noticia es que con el tratamiento
adecuado, los niños con el ADHD pueden aprender con éxito a vivir manejando
sus síntomas.

Trastorno disocial

El Trastorno Disocial se refiere a la presencia recurrente de conductas


distorsionadas, destructivas y de carácter negativo, además de transgresoras de
las normas sociales, en el comportamiento del individuo. Este trastorno supone un
problema clínico importante por sus características intrínsecas - implica un
desajuste social-, sus posibles consecuencias - una parte importante de los
niños/as que lo padecen mostrará algún tipo de desajuste en la edad adulta- y por
su frecuencia - es el más comúnmente diagnosticado.

El rasgo principal del Trastorno disocial es, según el DSM-IV, "un patrón de
conducta persistente en el que se transgreden los derechos básicos de los demás
y las principales normas sociales propias de la edad". El trastorno causa además
un deterioro del funcionamiento a nivel social, académico y/u ocupacional
clínicamente significativo. En los niños/as diagnosticados con este trastorno:
frecuentemente intimidan o acosan a otros, suelen iniciar peleas físicas, han
usado algún arma que puede causar un daño físico a otros, han sido crueles
físicamente con animales o con personas, han afrontado y robado a una víctima,
han causado fuegos con la intención de causar un daño serio, frecuentemente
mienten para conseguir favores o evitar obligaciones, huyen del hogar durante la
noche mientras están viviendo en el hogar familiar.

La simple aparición de estas conductas no es, sin embargo, criterio suficiente para
la emisión del diagnóstico, ha de existir un deterioro significativo en el ajuste del
individuo, y se ha de considerar el entorno en el que se dan estas conductas.
Existen ciertos ámbitos, como el carcelario, las guerras, las pandillas juveniles,
etc., en los que estos patrones inadaptados de conducta social, son la respuesta
"normal" y por tanto resultan admitidos e incluso valorados por el colectivo.

El afán objetivista de las clasificaciones psiquiátricas unido a la variedad de


matices que pueden encontrarse en el Trastorno de Conducta, han ocasionado el
establecimiento de distintas clasificaciones de éste. Así, el DSM-IV distingue,
según criterios de edad, entre:

 Inicio en la Infancia: la aparición de algunos de los criterios propios del Trastorno


de Conducta es anterior a los 10 años.
 Inicio en la Adolescencia: la aparición de los criterios del Trastorno de Conducta
es posterior a los 10 años.

Si bien, la utilidad de esta distinción no está clara, se sabe que existe un peor
pronóstico para los trastornos de inicio temprano. Por su parte, la CIE-10 hace una
clasificación del Trastorno de Conducta según factores contextuales y de
socialización, estableciendo:

 Trastorno Disocial limitado al Contexto Familiar: en él las conductas del niño/a


presentan un adecuado ajuste con las personas y situaciones externas al medio
familiar, y sin embargo desajustado en lo referente a la familia. Las
manifestaciones más comunes son robos en el hogar, actos destructivos y
acciones violentas contra miembros de la familia.
 Trastorno Disocial en niños/as no socializados: las conductas propias del
Trastorno de Conducta se ven acompañadas por una falta de integración efectiva,
fruto de la carencia de habilidades para el establecimiento de relaciones
adecuadas con los compañeros/as, de manera que el niño/a se sentirá
frecuentemente aislado, rechazado, será impopular y no disfrutará de relaciones
afectivas recíprocas y sinceras.
 Trastorno Disocial en niños/as socializados: el individuo presenta un grado de
integración adecuado al menos con algunos compañeros de la misma edad. Esto
no implica que para establecer este diagnóstico, el trastorno deba
obligatoriamente presentarse cuando el individuo forma parte de un grupo, es
independiente.

El matiz en este subtipo, recae sobre la idea de que el niño/a posee las
habilidades necesarias para establecer interacciones valiosas.

Trastorno Negativista social

El Trastorno de negativismo desafiante se define por un patrón persistente de


conducta Negativista, hostil y desafiante a las autoridades, excesivo para el
contexto sociocultural y el nivel de desarrollo del niño/a y que le causa un deterioro
significativo en su funcionamiento social. El DSM-IV sitúa al Trastorno de
Negativismo Desafiante dentro de los Trastornos de Comportamiento Perturbador
y Déficit de Atención.

Sintomatología e incidencia: Para el establecimiento del diagnóstico según este


manual, han de estar presentes al menos en los últimos 6 meses cuatro de las
siguientes conductas características del trastorno: la frecuente pérdida de los
nervios, discusiones repetidas con los adultos, continuas y deliberadas molestias a
otras personas, censuras a otros por sus errores, mentir a otros para evadir sus
obligaciones evadiendo así a sus autoridades, se molestan fácilmente con otros,
suelen enfadarse y estar resentidos y suelen mostrarse con frecuencia rencorosos
y vengativos.

En función de la naturaleza de la población y de los métodos de recogida de


datos, la prevalencia de los trastornos de comportamiento perturbador se sitúa
entre un 2% y un 16%. Es más frecuente entre el sexo masculino hasta la
pubertad, momento en el cual parece igualarse la proporción en ambos sexos. El
trastorno en general, hace referencia a la manifestación de conductas
excesivamente groseras, de rebeldía ante la autoridad y provocativas. Son más
frecuentes con niños/as y adultos que el sujeto conoce bien, por lo que la
aparición de éstas es más frecuente en el hogar y pueden no darse en el ámbito
escolar.

Esta posible variedad intersituacional de la conducta puede dificultar el


diagnóstico, y hay que tener prudencia porque aún dentro de la normalidad, las
conductas insolentes y desafiantes son frecuentes en niños/as y adolescentes. El
trastorno es más habitual en niños/as que han mostrado en la edad preescolar
problemas de temperamento y alta actividad motora. También suele aparecer
asociado al Déficit de Atención con Hiperactividad y a los Trastornos del lenguaje
y de la comunicación. Al mismo tiempo, los niños/as con este trastorno suelen
presentar a lo largo de los años escolares baja autoestima, humor variable, baja
tolerancia a la frustración.

En lo que respecta al curso del trastorno, éste suele aparecer, de forma gradual,
antes de los 8 ó 9 años y preferentemente en el ámbito familiar para luego
extenderse a otros. Un inicio temprano suele ser indicio de futuros trastornos de
conducta. La presencia del trastorno es más común en familias en las que existe
un problema en la relación de pareja, o en las que alguno de los progenitores
posee una historia de Trastorno de Conducta, Trastornos del Humor, de la
Hiperactividad o de la Personalidad Antisocial.

La prevalencia de los Trastornos de conducta parece estar incrementándose en el


curso de los últimos años. El DSM-IV lo sitúa entre un 6% en niños, y entre el 2%
y 9% para las niñas. Por otro lado parecen encontrarse más casos en el ámbito
urbano que en el rural. Aunque la mayoría de las investigaciones nos ofrecen
escasa información sobre las claves causales de los Trastornos de Conducta, al
menos nos permiten suponer que en la etiología del trastorno juegan un papel
fundamental los factores genéticos y ambientales.

 Factores Genéticos. Hoy en día parece demostrar que en los niños/as con estos
trastornos existen factores herederos de tipo neurofisiológicos, psicofisiológicos y
bioquímico, que predispondrían al sujeto a manifestar conductas infantiles
aversivas y dificultades en el aprendizaje.
 Factores Ambientales. Juegan también un papel determinante en la génesis y
desarrollo de los Trastornos de Conducta.

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