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Universidad Nacional de Lomas de Zamora

Facultad de Ciencias Sociales


Maestría en Comunicación

Trabajo final de Maestría académica

La curvatura política a través de las plataformas


digitales: Desplazamientos políticos y socialidad en
nuevos escenarios públicos

Director:
Fernando Peirone

Maestrando:
Darío Julián Tagnin
DNI: 34258703
15-3485-9156
tagnindario@yahoo.com.ar
ÍNDICE

Resumen-----------------------------------------------------------------------------------------------------------4

Introducción
Introducción------------------------------------------------------------------------------------------------------5

Cambios del marco productivo y cultural-----------------------------------------------------------------9

Breve revisión de afectos políticos en la historia reciente de los movimientos

sociales de Argentina------------------------------------------------------------------------------------------12

Intervenciones culturales de los movimientos sociales----------------------------------------------17

Politicidades juveniles comunitarias y apartidarias---------------------------------------------------20

Convergencia y concentración de la comunicación---------------------------------------------------22

Situación de la arquitectura social digital y sus promesas culturales----------------------------24

Primer capítulo - RCA


Resistiendo con aguante. Irrupción de otra politicidad----------------------------------------------27

Socialidad digital ganando las calles----------------------------------------------------------------------29

“Hay que resistir al neoliberalismo”----------------------------------------------------------------------30

Organización social: lógicas colectivas o conectivas--------------------------------------------------33

Los movimientos sociales ante los cambios en la comunicación----------------------------------38

Tensión Colectiva/Conectiva de RCA----------------------------------------------------------------------42

Techne y politeia-----------------------------------------------------------------------------------------------44

Lo personal es político----------------------------------------------------------------------------------------46

Política de los afectos – Contención compañera------------------------------------------------------47

Palabras finales-------------------------------------------------------------------------------------------------48

Segundo capítulo - #NiUnaMenos


La emergencia de un movimiento-------------------------------------------------------------------------51

¿Qué es el #NiUnaMenos?----------------------------------------------------------------------------------51
La herencia de los Gender studies, el feminismo y los estudios de la mujer---------------53

¿Marxismo o posestructuralismo?---------------------------------------------------------------------55

Cuerpos atravesados por el dolor y la esperanza--------------------------------------------------58

Un contagio tecnológicamente estructurado-------------------------------------------------------59

#NiUnaMenos en Twitter--------------------------------------------------------------------------------62

Una lógica conectiva en falta y en exceso ----------------------------------------------------------64

Politicidad multitudinal o intervención vertical masiva-----------------------------------------66

Tercer capítulo Taringa!


Inteligencia colectiva -------------------------------------------------------------------------------------70

Participación ciudadana en la sociedad de la información--------------------------------------73

La desigualad participativa desde la brecha digital ----------------------------------------------78

Los valores de T! -------------------------------------------------------------------------------------------81

Poder y programación-------------------------------------------------------------------------------------83

Deslambrar la inteligencia colectiva-------------------------------------------------------------------85

Conclusión-----------------------------------------------------------------------------------------------------88

Bibliografía----------------------------------------------------------------------------------------------------93
RESUMEN

Este trabajo pretende ser un aporte a la investigación sobre el vínculo entre las

plataformas digitales, la socialidad configurada en ellas, y las formas de politicidad que se

articulan en estos espacios públicos. Se estudia el marco normativo que regula la

comunicación digital para aportarle a la discusión una perspectiva que contemple los derechos

asociados al acceso a la información y la comunicación.

Me propuse realizar un análisis de los movimientos sociales y las organizaciones

políticas a los efectos de evaluar nuevos modos de organización y acción colectiva que aporten

al desarrollo institucional en el marco de la participación ciudadana y el respeto del desarrollo

democrático. En este sentido intenté relevar la necesidad de un control democrático y

participativo de las plataformas digitales, entendidas como nuevos espacios de formación y

articulación de la opinión pública, hoy reguladas mayormente por intereses privados y por

algoritmos que funcionan como una “caja negra” supuestamente neutrales pero

necesariamente parciales.

Palabras clave: Plataformas digitales, politicidad, redes conectivas, Movimientos Sociales,

Resistiendo Con Aguante, #NiUnaMenos, Taringa!


INTRODUCCIÓN

Introducción

Las experiencias políticas de origen y participación digital crecen exponencialmente en

todo el mundo. Las primeras en transformar instituciones de gobierno fueron las de Túnez por

la libertad de expresión y contra las políticas económicas (2011) e Islandia contra el colapso

financiero (2008-2009) para luego repercutir en el resto de los países árabes (2011) con

diversos resultados e interpretaciones. 2011 fue un año especialmente prolífico para estas

movilizaciones. En España aparece el fenómeno de los indignados y el 15-M de donde surge un

nuevo partido político: Podemos; en Grecia la ocupación de la Plaza Sintagma convocó durante

días a más de 200.000 personas y en Rusia (2011) aparece el movimiento “Por unas elecciones

justas” que reúne a más de 400.000 observadores, independientes u opositores, de los

comicios de ese año a raíz de denuncias de fraude que circulan en medios digitales (Ermoshina,

2014).

En América, el 17 de septiembre también de 2011, surge en Nueva York el movimiento

Occupy Wall Street (OWS), replicado luego en casi todas las ciudades principales de Estados

Unidos y en distintas partes del globo contra el capital concentrado, especialmente el

financiero (“¡somos el 99%!” era una de las consignas aludiendo al 1% más rico del planeta).

La repercusión global sugiere la aparición de identidades convocadas desde una “ciudadanía

transnacional” (Fernández Tapia, 2014) movilizada por afinidad en torno a una problemática

de interés social o cultural. En América del Sur el primer movimiento con Smart mobs

(Reinghold, 2002), comunidades inalámbricas capaces de activar movimientos de cambio


social, fue la llamada Revolución de los pingüinos, en Chile (2006), aunque –es bueno decirlo–

si bien en ese momento el uso de las plataformas digitales fue espontáneo y masivo (porque

aquel movimiento estudiantil que convocó a más de 600.000 personas), todavía no había

adquirido el desarrollo estratégico que ibas a tener años más tarde. Como cuando, en 2011,

también en Chile, cientos de miles de personas comenzaron a manifestarse primero en

espacios públicos digitales por una educación pública de calidad y gratuita en el nivel superior

en una expresión que rebasó los límites del sistema de partidos y también lo cuestionó

(Calderón y Szmukler, 2014). En México el movimiento #YoSoy132 en 2012 articulaba

demandas sobre la profundización democrática, la transparencia y la defensa de la libertad de

expresión. En Brasil a mediados de 2013 hubo masivas protestas en las principales ciudades

encabezadas, entre otras organizaciones, por el Movimiento Pase Libre que se organiza en las

redes sociales digitales. El 20 de junio más de un millón y medio de personas salieron a las

calles a manifestarse contra el sistema tarifario de la logística urbana y la corrupción en

general (Branco, 2013). En Argentina, la demanda más significativa de los últimos años en

plataformas digitales fue la que articuló el #NiUnaMenos (2015) en contra de los femicidios y

la violencia machista, que incluso se expandió con la misma consigna a otros países de la

región.

Los estudios sociales no pueden seguir haciendo caso omiso de la especificidad y la

complejización de estos nuevos espacios públicos, de la relevancia que adquirieron para los

movimientos sociales y para la circularidad de la política. Las preguntas que movilizan la

investigación a partir de estas experiencias son: ¿Cuál es la manera en que en este escenario

se reconfigura la gramática política?, y ¿Qué nuevos aspectos de la movilización social han

surgido a partir del uso de tecnologías digitales? Los partidos y los sindicatos perdieron el

monopolio de la intermediación de las demandas políticas. Según las palabras del experto en

redes y cultura digital Carlos Scolari, los partidos políticos, los sindicatos y las escuelas son

"interfaces que están en crisis", prontas a ser rediseñadas. Entonces nos preguntamos cuáles
son los caminos que siguen ahora las demandas sociales por políticas públicas en tiempos de

autocomunicación de masas (Castells, 2009).

Parte del imaginario social contemporáneo ya incorporó la proyección de las relaciones

sociales, el poder, las instituciones, el cambio social y la autonomía personal como realidades

basadas en redes. Este enfoque puede remontarse desde las ciencias naturales a los primeros

estudios sobre el rol funcional de la discontinuidad de la materia a fines del S XVIII con el

estudio de la constitución en física de los cristales y el avance en la conceptualización de las

partículas en el S XIX y XX, y en química de las propiedades relacionales de las moléculas

(Simondon, 2014: 114). En nuestro campo retomamos aquellas figuras reticulares producto de

la repetición, la diferencia y la invención que Gabriel Tarde trajo a la sociología a fines del S XIX

y que fueron eclipsadas por el enfoque Durkheimiano de la disciplina hasta, por lo menos, la

globalización digital y el uso masivo de internet que condujeron a la sociología hacia nuevas

preguntas y renovaron la vigencia de investigaciones previas. Las tecnologías de la información

y la comunicación materialmente posibilitan nuevos vínculos al programar las condiciones de

nuevos órdenes sociales en espacios digitales y muchas veces nos permiten analizar la

trayectoria relacional de los eventos sociales. Este incremento comunicacional presenta

interrogantes acerca de la relación entre las innovaciones técnicas y la democracia

participativa. Aquí es válido discutir el concepto de espacio público como un campo que el

ciudadano democrático necesita para ejercer la libertad de expresión y que está en una

constante redefinición de los límites (Tejerina, 2005; Yúdice, 2015), especialmente por la

aparición de espacios en donde se privatiza lo público (y se publica lo que antes era privado)

como Facebook.

Manuel Castells propone la utilización del concepto de la “cultura de la autonomía”

para entender la participación de los ciudadanos en las redes sociales. Según Castells, internet

permite “movilizar, organizar, deliberar, coordinar y decidir” (Castells, 2012: 19). Esta
conceptualización se encuadra dentro de los autores que pretenden que toda “mejora” técnica

significa una facilidad para el sistema político democrático porque amplía la capacidad

comunicativa de los ciudadanos. Son los que en la ya clásica dicotomía de Umberto Eco se

llamarían “integrados” (Eco, 1968). Además, desde esta perspectiva se argumenta que

muchísimas personas pueden opinar libremente en Internet. En particular, las redes sociales

facilitarían la existencia de relaciones con un mayor grado de horizontalidad, es decir,

equilibrarían la asimetría particular de ciertas relaciones de poder. En este sentido hay quienes

proponen que es posible y necesario hackear la democracia, es decir, “entender cómo

funciona este sistema para poder proponer mejoras”, como dice Pía Mancini, fundadora del

proyecto democracia en red (Mancini, 2014).

Para explorar la llamada nueva politicidad es preciso revisar la resignificación social,

económica, tecnológica, comunicacional y política que acompaña su emergencia, con el fin de

enmarcarlo en un contexto más amplio, de época, que –a la vez– le da visibilidad por contraste

y condiciones de posibilidad. Esto me permitirá, a su vez, distinguir lo específico de los

fenómenos sociales y políticos que me propongo estudiar; esto es: participación ciudadana

conectiva y organizada en plataformas digitales, en el marco de fenómenos más generales o

similares que dialogan entre sí. Por ello antes de avanzar con los objetivos específicos de esta

investigación desarrollada entre principios de 2016 y mediados de 2017 que me condujo al

encuentro de mucha gente que también explora, por necesidades y convicciones, el arte de

tensar la curvatura política en plataformas digitales, me propongo revisar algunos cambios

significativos en la clasificación y en el universo conceptual que, debido a su preeminencia

teórica, vamos a llamar privilegiados por la pretendida disposición de obligatoriedad que

presentan ante otros trabajos científicos (Callon, 1998), y para la mejor comprensión del

escenario en donde suceden los fenómenos a investigar.


Van mis agradecimientos a Fernando Peirone por la guía atenta y puntual ante cada

momento de oscuridad que presentó el camino, el valor de su aporte conceptual a la

investigación excede en mucho las citas explícitas de su trabajo; a Carolina Spataro por

haberme enseñado los primeros pasos en el origen de mis inquietudes científicas; a Lucía

Tagnin, mi hermana, por la lectura y los comentarios; a todxs lxs compañerxs de Resistiendo

con Aguante (RCA) de la Diplomatura en Liderazgo Social de la UNSaM y de RCA de Lomas de

Zamora por sus testimonios y por haberme facilitado los contactos necesarios; a lxs

compañerxs militantes de género del Movimiento Universitario Evita de la Provincia de Buenos

Aires, a las compañeras del Frente de Mujeres Evita; a los amigos y conocidos de una década

en Taringa!; a todas las personas que generosamente aceptaron mis entrevistas y aportaron a

esta construcción colectiva de conocimientos que llevé adelante como investigador. También a

Sol y Victoria por el amor necesario para seguir la investigación en tiempos robados al

descanso.

Cambios del marco productivo y cultural

Las ciencias sociales en general y los estudios de comunicación en particular, tienen el

desafío de producir interpretaciones que son incorporadas al mundo circundante en un

movimiento que lo transforma y resignifica permanentemente. Esta complejidad y sus

constantes variaciones socio-históricas hacen que las características de sus objetos de estudio

cambien en relación con los avances de la propia ciencia. En esa dinámica, las instituciones se

crean, se actualizan y luego entran en crisis frente a nuevas demandas de actualización; la

cultura se modifica, tanto como se modifica el carácter de sus actores; y una larga lista de etc.

Por lo cual, para pensar el objeto de esta tesis se vuelve necesario revisar conceptos cuya

pertinencia y aplicabilidad se han naturalizado, y que hoy se hace necesario redefinir, resituar

y repensar. El primer paso será, pues, enmarcar la “nueva” politicidad a la luz de las
continuidades y discontinuidades sociales, económicas comunicacionales y políticas que se

sucedieron en los últimos 30 años.

Desde una perspectiva histórica y cultural Alejandro Grimson apunta que en la región

latinoamericana existió un proceso global que logró instituir al neoliberalismo como sentido

común hegemónico y único pensamiento económico-político viable. “Eso no sólo se articuló

con los ajustes estructurales en América Latina, sino con un conjunto de procesos políticos y

culturales que encontraban un capítulo clave en la cuestión de la representación, el papel de

los partidos, los movimientos sociales, los modos de acción” (Grimson, 2004: 9) y lo sitúa entre

los años ochenta y noventa. Esta naturalización significó también el eclipsamiento institucional

del pensamiento crítico en la región en aquellos años. No porque no lo haya habido, sino

porque desde el Estado y los medios de comunicación masivos se promovieron políticas

privatistas, se exacerbó al capitalismo financiero y el rol social de los grandes actores de los

mercados, incluido los relacionados con la comunicación y las artes, en detrimento de la

pluralidad, la producción local y las garantías de derechos.

Podemos pensar que las privatizaciones fueron un ejemplo de pérdida de

representatividad en la sociedad al reducir los espacios de toma de decisión pública, con el

“modelo de gestión” empresario contrapuesto al modelo garantista del Estado inclusivo con

mayor participación social en los procesos políticos. Esta fragmentación institucional y la

creciente desigualdad económica posibilitaron la aparición de identidades cada vez menos

representadas por las instituciones tradicionales. El sociólogo español Manuel Castells sitúa la

raíz de la crisis representativa y experiencial de la política en un cambio en el modo de

desarrollo que “conforman todo el ámbito de la conducta social, incluida por supuesto la

comunicación simbólica. Debido a que el informacionalismo se basa en la tecnología del

conocimiento y la información, en el modo de desarrollo informacional existe una conexión

especialmente estrecha entre cultura y fuerzas productivas, entre espíritu y materia” (Castells,
1998: 44). Y concluye que “De ello se deduce que debemos esperar el surgimiento histórico de

nuevas formas de interacción, control y cambio sociales” (Ibíd.). Esta conceptualización

neomarxista de Castells apunta que los fenómenos arriba mencionados corresponderían a un

cambio estructural más amplio relacionado con el cambio en el modo de desarrollo en la

sociedad de la información.

Siguiendo a Castells las fuentes de productividad y competitividad en la nueva

economía global dependen fundamentalmente de la capacidad de generación de

conocimiento y procesamiento eficaz de la información (Castells, 2000). En este marco a los

países latinoamericanos preparar su estructura socioeconómica para participar en la

producción de estos valores a partir de una matriz fuertemente noroccidental y anglosajona

les significó tanto un desafío a su soberanía como a su cultura.

La soberanía y la cultura institucional latinoamericanas variaron al ritmo de la inserción

en las redes globales de producción, lo que significó en estas latitudes “el doble movimiento

del Estado-Nación hacia la cooperación internacional y hacia la devolución de poder a ámbitos-

sub-nacionales (que) conduce(n) a la construcción de un nuevo sistema institucional hecho de

redes de órganos gubernamentales de distinto nivel y articuladas a estructuras no

gubernamentales (Castells, 2002: 26). En este sentido se encarna en Latinoamérica el

escepticismo crítico con que Toni Negri y Michael Hardt analizan la globalización: “El Imperio

expresa la más grande autoridad del mundo global y se coloca por arriba de los estados

nacionales, ejerce nuevas formas de soberanía y torna inviable la democracia soberana” (Negri

y Hardt, 2002, p. 160). La relativa autonomía de estos países se ve fuertemente cuestionada

por las políticas internacionales tanto de organismos de crédito como por restricciones o

acuerdos con otros Estados y por la aparición de identidades y culturas masivas en redes

globales y transnacionales. Como sostiene hace décadas la teoría de la dependencia esos flujos

relacionados con el arte, las ideas y los consumos culturales circulan mucho más de oeste a
este y de norte a sur que viceversa, por lo cual no deja de tener importancia cómo, dónde y

quiénes son los productores privilegiados de esos bienes y valores.

Estos movimientos del Estado generaron una nueva disposición para la sociabilidad

entre sus habitantes y se estabilizó una nueva figura en su composición: “Un Estado-red que

funciona mediante la interacción de sus distintos componentes en un proceso continuo de

estrategia, conflicto, negociación, compromiso, co-decisión y decisión, que constituye la

práctica político-administrativa concreta de nuestras sociedades” (Castells, Ibid.). Pero si bien

esta modernización significa cierta movilidad opuesta a la criticada burocratización, también

siguiendo a Castells, “se produjo una disociación del Estado–nación entre el Estado y la nación.

El estado se globalizó con el capital financiero y con la economía. La nación como principio de

legitimidad se replegó y se perdió como agente político” (Castells, 2017). Al respecto Castells

advirtió en la citada conferencia magistral organizada por el Estado plurinacional de Bolivia

que “Lo paradójico es que en América Latina se abandonaran las reglas del mercado global sin

utilizar el recurso del Estado Nacional como defensor de los intereses del país. El actor central

vuelve a ser el Estado nacional, porque lo está siendo en EEUU, en Europa. [La disyuntiva es]

reconstruir al estado desde la Nación o dejar ir al Estado cuando en el resto del mundo se

vuelven hostiles a una política social más solidaria” (Ibid.). A su turno, Álvaro García Linera

agrega que “las izquierdas tienen que retomar el estado nacional como centro, es el lugar

donde se genera protección a los trabajadores, herramientas de distribución y generación de

la riqueza. La victoria solo se puede lograr en una interrelación y red global” (García Linera,

2017).

Breve revisión de afectos políticos en la historia reciente de los movimientos sociales de

Argentina

La última dictadura militar argentina, conocida como proceso de reorganización

nacional, implicó, entre otras cosas, el secuestro y desaparición de más de 30.000 personas
por motivos políticos, la tortura normalizada como parte del proceso interrogativo, la

represión y censura sistematizadas. El último terrorismo de Estado fue efectivamente una

reorganización social y cultural que contó con la complicidad y el apoyo de sectores

eclesiásticos, empresarios, judiciales y cívico-políticos como muestran los informes y

publicaciones del CELS (Verbitsky, Verbitsky y Bohoslavsky: 2013; Bohoslavsky 2015). Buscó

cortar la agitada participación social y política inmediatamente anterior e inhibió la posterior.

Como refiere Eduardo Anguita, militante por entonces del PRT-ERP, en el prólogo de la

reedición de La Voluntad en 2013 “en la Argentina hubo un intento de destruir por completo la

determinación de cambiar un sistema social, político y económico profundamente injusto”

(Anguita y Caparrós, 2013: XVII). La prohibición de toda actividad política y la intervención de

los sindicatos generaron un espíritu de “superstición civil” según llama Sebastián Carassai en

Los años 70 de la gente común, donde la sociedad se retira de la política y supone que el

Estado tiene libertad de acción porque sabe lo que hace, y los límites de la sociabilidad una vez

retirada la política vuelven a estar claros. Aunque estos impedimentos legales terminaron

recién en el año ´83 con el llamado a elecciones los afectos colectivos continuaron en lo que

Alejandro Horowicz denomina la “democracia de la derrota”, en el epílogo agregado en 1991 a

Los cuatro peronismos (Horowicz, 2014), refiriendo un sistema político donde el modelo

económico neoliberal no se discute ganara quien ganara. La política partidaria y la

institucionalización del debate político sufren el achicamiento del Estado y el consiguiente

corrimiento en la toma de decisiones públicas que marca el gobierno de Alfonsín (1983-1989) y

que se profundiza con el gobierno menemista (1989-1999).

Según Steven Levitsky “la crisis fiscal, la mayor movilidad del capital y el resurgimiento

de las ideologías de la libertad de mercado modificaron los parámetros de la política nacional y

elevaron el costo de las políticas tradicionales en favor de los sindicatos” (Levitsky, 2004: 3).

Levitsky propone pensar la vincularidad de la política partidaria que acompaña los años 80/90

como “organización desorganizada” (Levitsky, 2005) debido a la adaptación al contexto


político-económico de organizaciones poco institucionalizadas, especialmente se refiere a la

mutación del peronismo desde un partido de fuerte representación sindical a uno clientelista.

Estas cuestiones generaron una gran crisis de representatividad en las organizaciones políticas

que puede contrastarse con la representatividad pública y política, mayormente entre los

jóvenes, que asumieron distintos artistas de la cultura rock durante esos años. Como señala

Juan Ignacio Provéndola en una entrevista con el diario La Voz, el rock en los 90 significó “una

suerte de provocación discursiva que conminó a los círculos postergados a tratar de amplificar

su voz y ganar representación”. También siguiendo a Provéndola: “el rock tuvo una posición

política muy sólida y sólo basta ver cómo los discos (…) contribuyeron a ensanchar y

profundizar la matriz social de una cultura que, hasta ese entonces, era de clase media y que a

partir de allí abrazó e interpeló a los estratos más proletarios”. Algunos autores llamaron

despectivamente Rock chabón (Semán, 2006; Semán y Vila, 1999; Garriga Zucal, J., 2008) a

este proceso de representatividad y participación popular que generó el rock. Recitales

masivos y cultura del aguante (Alabarces, 1996) con una fuerte posición de resistencia frente a

las políticas gubernamentales como investiga el documental audiovisual “Pequeña Babilonia”

(Moyano y Scarpetta, 2013) editado en La Plata. Martín Rodríguez señala que dentro de la gran

narrativa colectiva que significó el rock (Rodríguez, 2014), los años 90 fueron un cruce

específico entre su mercantilización y la vuelta al género de los discursos antisistema.

Para pensar circunstancias contextuales podemos coincidir en algunas líneas generales

con la caracterización del menemismo que hizo la Comisión Económica para América Latina

(CEPAL) junto a Unicef: apertura comercial con anclaje cambiario y precarización del trabajo,

descentralización de los servicios sociales dirigidos a la infancia y pérdida de calidad de los

mismos, política tributaria regresiva, inversión social insuficiente (Cepal y Unicef, 2006)

agregándole las privatizaciones y el índice de desocupación más alto del Siglo XX según datos

del Banco mundial, principalmente por la ley de reforma del Estado, y los indultos al

terrorismo de Estado.
El gobierno de Fernado De la Rúa fue una breve promesa de austeridad y transparencia

contra el endeudamiento y la evasión impositiva del gobierno menemista. “De la Rúa impuso

la imagen que se supo crear, de hombre austero y moderado. Instaló la promesa de cambio

con transparencia en el centro de su discurso político” publicó Clarín el 10 de diciembre de

1999, el día de la asunción presidencial. Luego de una gestión que profundizó las

desigualdades que provoca el neoliberalismo y el continuo empeoramiento de la situación

económico-financiera del país, y específicamente después de la escalada de movilizaciones

sociales y la represión del 20 de diciembre que culminó con 5 muertes en Plaza de Mayo y más

de 20 en todo el país, vino un periodo de una intensa crisis institucional y la caída del valor del

sistema político representacional con el “que se vayan todos”. Alejandro Grimson se pregunta

pensando este momento: “¿Cómo definir una crisis sociocultural? ¿Qué tipo de

discontinuidades debe haber para que podamos con rigurosidad establecer ese diagnóstico?

Sobre esto hay bastante trabajo teórico por realizar y aquí sólo querríamos mencionar ciertos

elementos que parecen claros después de la reunión. Una cuestión clave se refiere a ponderar

el papel de las percepciones sociales” (Grimson, 2004: 13) y sin duda existe un consenso social

sobre la crisis del 2001.

Existió una institucionalización de nuevas mediaciones sociales, “emergieron los

movimientos de desocupados como agentes con capacidad de organización, articulación y

canalización de las demandas de la sociedad civil movilizada” (Gradin, 2014: 49), que nacieron

como movimientos piqueteros en los cortes a las rutas a mediados de la década del noventa

en localidades como Cutral Co y Plaza Huincul (1996-1997) y Salta (1997-1998) (Retamozo,

2011b). Comparando con la situación internacional, podríamos decir que este momento

culmina un proceso nacional de un fenómeno global que Castells menciona como crisis de

legitimidad democrática: “es que la gran mayoría de ciudadanos del mundo no cree que estén

gobernados democráticamente, no reconocen a sus representantes como representantes. Los

ciudadanos están cortados de sus representantes y sus instituciones políticas” (Castells, 2017).
Durante el kirchnerismo (2003-2015) existió un resurgimiento del interés y la

participación política a través mayormente de una apelación a la identidad juvenil desde una

convocatoria explícita del Estado. Como dice Ana Natalucci: “emergió la fantasía que los

'jóvenes' podían constituirse en el sujeto del kirchnerismo. Tal vez su mayor atractivo radicaba

en cierta pureza proveniente de no tener pasado, de no tener vinculaciones ni anclajes con

procesos pretéritos. Y si bien esto puede parecer interesante para todo proyecto que se

pretenda fundacional-como lo es el kirchnerismo- en esto radica también su mayor debilidad:

los jóvenes como entidad política no representan nada per sé, ni pueden hacerlo en tanto se

conforman como colectivo a partir de cierta pureza. Dicho con otras palabras: no tienen

capacidad ni a quién interpelar" (Natalucci, 2013). Por otro lado, el trabajo de las

organizaciones sociales y de DDHH fue en gran parte absorbido por el Estado en lo que

despertó lecturas contrapuestas. Por un lado están quienes señalan el ingreso de las

organizaciones al Estado como reconocimiento de sus demandas y su trabajo (Perelmiter,

2008; Natalucci 2012; Retamozo, 2011a y 2011b; Chavez Solca, 2014) y señalan entre otras

cosas que el proceso tuvo la particularidad de incorporar la lógica institucional contra la

ruptura populista para la representación legítima de las demandas sociales. Por el otro están

quienes apuntan a una crítica más tradicional aduciendo una unilateral “cooptación” de las

organizaciones sociales por parte del gobierno de Néstor Kirchner (Escudé, 2007; De Riz, 2008;

Da Silva 2012; Svampa, 2008).

Melina Vázquez considera la apropiación y articulación de demandas sociales desde el

Estado cuando dice que durante el kirchnerismo surgió una fuerza juvenil militante

comprometida con lo público y la gestión del Estado expresada en las figuras de ser un

funcionario eficaz, acercar el Estado a los barrios, dedicar más horas laborales que las formales

a la gestión, etcétera. “Por otra parte, trabajar en el Estado es una forma de militancia por y

para el Estado. Aspecto que se observa entre activistas que asumen como parte de sus tareas

militantes dar a conocer y difundir las políticas públicas estatales y las principales obras
realizadas durante las gestiones kirchneristas en el área específica en la que sus militantes se

encuentran involucrados” (Vázquez, 2013: pp. 410 y 411).

En este marco Martín Rodríguez se pregunta si el kirchnerismo mató al rock,

parangonando al sociólogo Emilio de Ípola que creía que la alegría peronista había acabado

con el intenso sentido nostálgico del tango (Rodríguez, 2014: 215). Las expresiones de afinidad

(Calamaro y Solari entre muchos otros) y la participación de grandes referentes del rock

nacional en actos oficiales (La Renga, Fito Páez, Charly García, entre otros) fueron eventos

significativos de la narrativa oficial de los años kirchneristas.

Esta historia de nuestra afectividad política sólo se detiene sobre puntos salientes y

generales de los últimos 40 años que puedan servir para interpretar discursos y

comportamientos sociales masivos vinculados a los posibles, y más generales pero no

exhaustivos, posicionamientos políticos actuales. Era preciso mencionarlos porque algunos de

estos núcleos culturales productores de sentidos comunes actúan como puntos de paso

obligados para la conformación de ciertas identidades convocantes en el juego político.

Intervenciones culturales de los movimientos sociales

Los cambios políticos están en permanente relación y tensión con los cambios

culturales, estas categorías representan más una continuidad que un límite claro pero son un

recorte analítico provechoso para pensar el fenómeno de la mayor culturalización de la lucha

por la equidad y las libertades civiles y políticas. Germán Petersen Cortes advierte que “la

explicación de las protestas no puede ser solo material, sino que se ha de considerar la

dimensión simbólica y entender ambas en función de las intenciones de los actores sociales”

(Petersen Cortes, 2015: 64) y cita a Sidney Tarrow al proponer entender que en la base de los

movimientos sociales (MS) “se encuentran las redes sociales y los símbolos culturales a través
de los cuales se estructuran las relaciones sociales. Cuanto más densas sean las primeras y más

familiares los segundos, tanto más probable será que los movimientos se generalicen y

perduren” (Tarrow, 1997, p. 17-8 en Petersen Cortés, 2015: 65). El vicepresidente boliviano

Álvaro García Linera propone, en la citada conferencia magistral con Castells, una agenda para

los movimientos sociales y las organizaciones políticas progresistas con fuertes líneas de

cambios culturales para la cual “la izquierda, el progresismo tiene que abandonar las banderas

del libremercado de la globalización financiera pero tiene que retomar otras banderas

humanas, progresistas. (…) Pero no debe renunciar a la globalización. Cualquier proyecto o es

global o no triunfa. Derechos de ciudadanía universal, la libertad de las personas de circular

libremente por el mundo. Responsabilidad medioambiental (…) Igualmente en ciencia y

tecnología, no hay nada más global que la ciencia y la tecnología. La reivindicación del uso de

la ciencia y el conocimiento como un bien común, bien global. Por último la democracia global

(y) el libre flujo de gente.” (García Linera, 2017). Esta agenda cultural de la política es la

profundización de la discusión política que pasa de ser privativamente del espacio público

hacia los ámbitos modernamente considerados privados, en una cultura conectiva que

rediscute dónde empieza y termina lo privado, lo personal (Van Dijck, 2016).

Los movimientos sociales se ubican en un espacio privilegiado para operar en ambos

sentidos. Los MS en los últimos años han intentado, con mayor o menor éxito, leer,

problematizar y cuestionar el orden de los principios y valores de las comunidades para

construir nuevos programas políticos. La culturalización de la lucha tanto por los DDHH como

la de la situación ambiental tienen el antecedente más significativo en las expresiones del

posestructuralismo de fines de los años 60 surgidas en Europa pero globalizadas al mundo de

influencia occidental. El sociólogo mexicano José Manuel Valenzuela Arce interpreta este

cambio indicando que “la intensidad de la culturalización de los movimientos sociales es uno

de los cambios importantes que debemos comprender para poder interpretar su complejidad,

que incorpora otras lógicas y otras formas de acción colectiva. Estos movimientos recuperan el
derecho a imaginar diferentes horizontes de futuro y distintos proyectos de vida, así como la

capacidad de pensar, soñar y actuar buscando la construcción de nuevos y mejores mundos

(Valenzuela Arce, 2015: 55) representan un empoderamiento colectivo que se sirve de

renovados modelos de resistencia. En el Encuentro Mundial de Movimientos Populares de

2016 el Papa Francisco los llamó “poetas sociales” porque considera que son “promotores de

un proceso en el que confluyen millones de acciones grandes y pequeñas encadenadas

creativamente” (Francisco, 2016).

Siguiendo a Charles Tilly, sociólogo especializado en MS, los MS construyen su acción

colectiva en relación de afinidad o enfrentamiento con el Estado a través de dos ejes

principalmente: la oportunidad/amenaza que significan las políticas de Estado para los MS y la

facilitación/represión por parte de las autoridades de las acciones colectivas. Así, lo que explica

la existencia, alcance o ausencia de movilización es el costo de la “acción colectiva”, que

aumenta por la represión o disminuye por la facilitación. (Tilly, 1978 en Ventura, 2007: 35). La

investigadora mexicana María Fernanda Somuano Ventura agrega las claves propuestas por

Sidney Tarrow como algunas variables específicas del entorno de los movimientos sociales que

potencialmente pueden tener un impacto sobre ellos: “grado de apertura o cierre para

acceder al sistema político formal, grado de estabilidad o inestabilidad de las alianzas políticas

y la disponibilidad y postura estratégica de los aliados” (Tarrow, 89 en Ventura, 2007: 36).

Estas claves nos van a permitir explicar las múltiples trayectorias de los movimientos sociales

principalmente según sus relaciones con el Estado y con el sistema político formal. Es claro que

hay una disputa en torno al sentido de legitimidad de los MS según cómo construya sus

vínculos con el Estado. Esto sucede de manera muy significativa también con la militancia

juvenil, que al decir de Vázquez, a aquella vinculada con la militancia en y desde el Estado “se

la postula como ilegítima al tratarse de un activismo al servicio del Estado. Así es como se

construyen principios de diferenciación con aquella militancia y se busca destacar el valor de

otra que se define como clasista, antiburocrática, combativa y revolucionaria” (Vázquez, 2013:
417). Así existiría una demanda social de que los MS conformen un instituyente, en el sentido

que le da Cornelius Castoriadis a la palabra (Castoriadis, 2007), en permanente conflicto con

los sentidos instituidos especialmente desde el Estado.

Para entender mejor la resonancia entre los movimientos sociales y la cultura juvenil

podemos pensar el peso específico del cambio generacional de valores en la cultura de los MS

desde las tesis clásicas de Ortega y Gasset (1950) y Karl Mannheim o más recientemente el

paso de la vincularidad moderna a la posmoderna como signo generacional con Ronald

Inglehart (2006), porque siempre estaremos hablando de variaciones asociadas a la relevancia

de la intervención juvenil. Con respecto a la culturalización de los MS es muy significativo que

compartan con las nuevas identificaciones juveniles la característica de, muchas veces,

construirse al margen de la representación partidaria tradicional: “Un asunto que destaca en

estos movimientos (y que ya hemos señalado), es su definición antipartidista pero no

antipolítica, lo cual nos conduce a la necesidad de repensar el campo de lo político y las

estrategias de los partidos tradicionales” (Valenzuela Arce, 2015: 56), como también habíamos

visto que referenciaba Castells. Por ello vamos a visitar ahora también la participación política

de subjetividades organizadas en torno a la juventud.

Politicidades juveniles comunitarias y apartidarias

Rossana Reguillo abre la introducción de su libro sobre la emergencia de

culturas juveniles citando al alemán Ulrick Beck: “a la juventud la conmueve aquello que la

política, en gran parte, excluye: ¿Cómo frenar la destrucción global del medio ambiente?

¿Cómo puede ser conjurada, superada la desocupación, la muerte de toda esperanza, que

amenaza, precisamente, a los hijos del bienestar? ¿Cómo vivir y amar con el peligro del sida?

Cuestiones todas que caen por los retículos de las grandes organizaciones políticas... Los

jóvenes practican una denegación de la política altamente política” (Beck, 1999 en Reguillo

2012: 11). La investigadora mexicana tiende un puente con la idea de Valenzuela Arce que
apuntaba al carácter fuertemente político de esta lucha cultural antipartidaria, cuestionando el

sentido común que popularmente la entiende como antipolítica. Según Reguillo, “aparece en

la literatura sobre juventud una revaloración de lo político, que deja de estar situado más allá

del sujeto, constituyendo una esfera autónoma y especializada; y adquiere corporeidad en las

prácticas cotidianas de los actores, en los intersticios que los poderes no pueden vigilar”

(Reguillo, 2000: 43) en lo que significa una continuidad con la premisa del neofeminismo de

que “lo personal es político”. Recordemos que Castells incluye a este fenómeno en aquel más

grande de una crisis de legitimidad democrática. “Es que la gran mayoría de ciudadanos del

mundo no cree que estén gobernados democráticamente, no reconocen a sus representantes

como representantes. Los ciudadanos están cortados de sus representantes y sus instituciones

políticas” (Castells, 2017) y los jóvenes son actores fuertemente involucrados en esta

problemática. Los jóvenes de hoy forman parte de la generación de la tecnosociabilidad,

cultura que cambia la vida de las personas, las comunidades y las formas de hacer política

(Calderón y Szmukler, 2014).

A las políticas de producción de sentido, especialmente sobre el propio

cuerpo, que parten de la juventud en disconformidad con el orden social, Valenzuela Arce las

llama “bioresistencias” (Valenzuela Arce, 2005) conformadas “desde el propio vestuario, el uso

de tatuajes y perforaciones y demás elementos que conforman los códigos del cuerpo

significado” (Ib.: 30), códigos que construyen comunidades de reconocimiento y trabajo

colectivo. Fernando Peirone hace uso del concepto de extimidad que nos permite pensar estas

bioresistencias y les asignas una dimensión contestataria al asociarlas con “la expresión de una

socialidad heterodoxa que enfrenta los discursos dominantes, tensionándolos con una

racionalidad diferente, donde las posibilidades de ser-y-estar-en-el-mundo se abren a una

gama más laxa y menos prejuiciosa” (Peirone, 2017b). El investigador Alejandro Artopoulos

aporta el concepto de cultura juvenil móvil definido como “el sistema específico de valores y

creencias que conforman el comportamiento de un grupo concreto y distintivo” (Artopoulos,


2012: XIX) que encuentra en la comunicación móvil una forma de expresión y reafirmación de

su identidad en un contexto más grande de las “tecnologías del sí mismo” (Campbell, 2006 en

Artopoulos, 2012: XIX). En esta novedosa construcción comunitaria asociada con las pantallas

interactivas (Urresti, 2012) los vínculos son más probables a partir de las demandas culturales

comunes que dan origen a “comunidades muy distintas a las que produjeron los medios de

comunicación de masas de la era electrónica, algo que afecta la configuración de las

generaciones y las distancias comunicativas que se establecen entre ellas” (Urresti, 2012: 19).

Reguillo apunta a que las juventudes demuestran en sus sociabilidades

políticas formas de presencia, coexistencia y manifestación que parecen fundamentarse en un

principio ético-político generoso: “el reconocimiento explícito de no ser portadores de ninguna

verdad absoluta en nombre de la cual ejercer un poder excluyente”. (Reguillo, 2000: 21). Para

pensar también la convergencia de los fenómenos de politicidad juvenil con la culturalización

de los MS, podemos leer las resonancias entre el fenómeno estudiado en el apartado anterior

y esta cita de Reguillo: “La política no es un sistema rígido de normas para los jóvenes, es más

bien una red variable de creencias, un bricolaje de formas y estilos de vida, estrechamente

vinculado a la cultura, entendida ésta como "vehículo o medio por el que la relación entre los

grupos es llevada a cabo" (Lameson, 1993 en Reguillo, 2000: 43). Estamos ante la evidencia de

dos grandes colectivos de producción subjetiva, la de los MS y la de las juventudes, que se

identifican con los procesos y las mediaciones de otra gramática política distinta a la del SXX.

Convergencia y concentración de la comunicación

Para entender las nuevas condiciones de la sociabilidad digital hay que considerar

también que los nuevos dispositivos comunicacionales produjeron algunos cambios

importantes como la “generación de contactos y redes mediante las cuales intercambian de

forma intensa información y experiencias, pero también (permitieron) una condición de

simultaneidad que no podía presentarse hace algunos años, cuando no existía la simultaneidad
o la interacción a distancia en tiempo real” (Valenzuela Arce, 2015: 41). Carlos Scolari fue uno

de los primeros en hablar sobre la convergencia, identificando tanto un proceso de confluencia

retórica o semiótica (al nivel de lenguajes y sistemas de significación) como uno profesional

(multitasking), tecnológico (principalmente convergencia de usos en el teléfono celular) y

empresarial (concentración de propiedad y oferta) (Scolari, 2009) en las comunicaciones. Estas

convergencias caracterizan el soporte donde va a circular la politicidad digital, en un ámbito de

hipermediaciones y alta concentración de sentidos y actores.

Desde la perspectiva de la Economía política de la comunicación y la cultura (EPCC)

Delia Crovi Druetta retoma a Bernard Miege y presenta dos escenarios a estudiar como

producto de las articulaciones entre comunicación y economía: por un lado la industrialización

creciente de la información, la cultura y los intercambios sociales y profesionales; y por el otro

aquel concerniente al papel desempeñado por las tecnologías de la comunicación como

acompañantes de intercambios sociales, socio organizacionales y culturales (Crovi Druetta,

2012: 263). Existe cierta tensión entre los estudios culturales y aquellos sobre la economía

política de la comunicación en una disputa similar a aquella que se da de modo más general en

las ciencias sociales entre marxismo y teoría poscolonial (Mellino, 2008). Entiendo que ambas

perspectivas pueden hacer aportes valiosos y ninguna es por sí misma suficientemente

satisfactoria para explicar la complejidad del fenómeno estudiado. En esa tensión, el intento

de agregar aportes culturales a la perspectiva de la EPCC de Poder, medios y cultura, el libro

compilado por Luis Albornoz, es un valioso primer paso para no despreciar el peso específico

de los intereses político-económicos en trayectorias con muchas otras dimensiones, más allá y

más acá de la propia lógica económica.

El estudio sobre la comunicación social en medios masivos y/o digitales requiere tanto de

atender a los intereses que lo configuran desde su economía política como a los usos y

apropiaciones que hace la ciudadanía de los mismos que es cuando se cruza el interés con
estudios culturales. Martín Becerra propone estudiar la comunicación mediática pasando del

análisis de la concentración de la propiedad y las audiencias a la convergencia (Becerra, 2014).

Para comprender la regulación de las tecnologías convergentes propone detenerse en “la

consideración de aspectos legales, culturales (usos y costumbres), de configuración de los

mercados (que determinan a su vez el acceso a bienes y servicios por parte de los distintos

grupos sociales) y de la morfología de cada sector informacional (con su arquitectura y sus

códigos específicos)” (Becerra, 2014: 13). Es dable pensar que la convergencia legislativa y

programática del sector en los últimos años (Ley Argentina digital, Ley de Servicios de

Comunicación Audiovisual, programa Conectar Igualdad, etc) hablan de una renovación del

marco específico. También según Becerra sería importante estudiar las apropiaciones variadas

que hace la ciudadanía de los dispositivos tecnológicos donde resaltan, como señalaba Scolari,

la confluencia de casi todas las hipermediaciones digitales en el teléfono celular y la posibilidad

única en la historia de la humanidad de “compartir una base cultural cuasi universal”

(Quetglas,2012: 244). Continuando con esta clasificación atendemos al hecho de que la gran

concentración de la propiedad de los medios de comunicación es alarmante en América Latina,

donde “en plena explosión de la revolución digital en los sectores de la información y la

comunicación, los procesos de concentración continúan profundizándose y que los soportes de

acceso a los contenidos por parte de la ciudadanía están crecientemente controlados por muy

pocos operadores” (Becerra, 2014: 67) y donde hay inequidades comunicativas y brechas

digitales ni siquiera exploradas porque faltan hasta investigaciones al respecto. (Crovi Druetta,

2012: 265).

Situación de la arquitectura social digital y sus promesas culturales

Respecto al valor de las politicidades inherentes a la técnica y la arquitectura digital de

las comunicaciones es relevante citar un clásico de Langdon Winner: “muchas invenciones y

sistemas técnicos importantes en nuestra vida cotidiana conllevan la posibilidad de ordenar la


actividad humana de diversas maneras (…) en este sentido las innovaciones tecnológicas se

asemejan a los decretos legislativos o a las fundamentaciones políticas que establecen un

marco para el orden público” (Winner, 1983: pp 4-5). Y para comprender el cambio cualitativo

que significa la construcción de entornos digitales se puede actualizar aquella afirmación de

Jacques Derrida: “la actualidad no está dada, sino activamente producida, cribada, investida,

performativamente interpretada por numerosos dispositivos ficticios o artificiales (…) siempre

al servicio de fuerzas que los sujetos o agentes (…) nunca perciben lo suficiente” (Derrida,

1997: 15) a la luz de los procesos relacionados con la construcción deliberada de entornos en

la arquitectura digital, como en las experiencias de escrituras de juegos para computadoras de

alumnos ingleses que comparte Andrew Burn (Burn, 2012), con el creciente control sobre

estos dispositivos técnicos por parte de sujetos y agentes. El actual estado de situación

respecto a la construcción del entorno digital puede ser leído como la cristalización de la idea

de Gilbert Simondon de que “la máquina que está dotada de una alta tecnicidad es una

máquina abierta, y el conjunto de máquinas abiertas supone al hombre como organizador

permanente, como intérprete viviente de máquinas” (Simondon, 2007: 33). Es decir que somos

contemporáneos de un salto de nivel de la relación humana, y sus mediaciones, con el

entorno. Este entorno se complejiza constantemente y, entre otras cosas, se invierte para

volverlo cada vez más habitable.

El desarrollo comercial global y las grandes inversiones estatales en tecnología digital,

muchas veces acompañadas por convenios con los grandes jugadores del mercado informático

(Google, IBM, Microsoft, más recientemente Facebook, etc.), fueron impulsados o sostenidos

por promesas culturales asociadas con mayor y mejores transparencia, ciudadanía, equidad,

seguridad, democratización, etc. Como señala Lorena Oliva (2017) las brechas económicas y

sociales siguen existiendo o se profundizaron a nivel global, aumentaron las trabas

burocráticas y Mark Fisher agrega que los niveles de ansiedad crecientes se deben a un

proceso de privatización del estrés (Fisher, 2016). No hay evidencia fuerte de que haya más
tolerancia o haya mejorado la convivencia intercultural, aumentaron las trabas burocráticas y

los niveles de ansiedad, no hay garantías para la navegación segura, crecen el ciberterrorismo

y la cibervigilancia, tras la decadencia de los blogs no parecen surgir modalidades de

producción alternativas, el problema de la pos-verdad: la circulación y operatividad de noticias

falsas (una actualización del “miente, miente que algo quedará” adjudicado al ministro de

propaganda nazi Joseph Goebbels), el hecho de que la horizontalidad no garantiza una

ciudadanía informada o el fenómeno de que la aparición de microclimas o burbujas (Calvo,

2015; Pariser, 2011) afectan esa horizontalidad son sólo algunos de los contrastes más

salientes que desmienten esas promesas en un contexto donde los conflictos sociales se

fueron desplazando cada vez más hacia las redes de información y comunicación”(Peirone,

2017a).

Por otro lado, algunos investigadores ven auspiciosamente las posibilidades de la

arquitectura social digital (Negroponte, 1995; Piscitelli y Adaime, 2010; Levy, 2004) y señalan

que para las relaciones sociales este entorno puede facilitar tareas constitutivas del ejercicio

ciudadano, se pueden modificar conductas ciudadanas o volver irrelevantes algunos procesos

burocráticos del entorno analógico, “se alteran las bases materiales de funcionamiento de la

sociedad y se expande el concepto de ciudadanía” (Quetglas, 2012: 240) aunque también

señale las amenazas presentes en el mismo proceso. Según Fabio Quetglas el mayor poder que

el entorno tecnológico genera puede derivar en un uso incontrolado por parte de

organizaciones públicas y privadas e incluso indica también que la configuración histórica de

este entorno puede presentar la pulsión reactiva a los movimientos migratorios basada en la

tentación de la uniformidad, o crear la idea de que la sobreespecialización es la única forma de

construcción de competitividad, o de crear valor, y la exacerbación de la “cultura de la

inmediatez” disruptiva con la idea misma de convivencialidad urbana como proyecto de largo

plazo (Quetglas, 2012: 244).


Primer capítulo: RCA

Resistiendo con aguante. Irrupción de otra politicidad

“Fenómeno K”, encomio de una legítima construcción ciudadana horizontal, sospechas de

financiamiento desconocido, loas a una supuesta renovación política; teorías conspirativas de

las más diversas y confianza absoluta en un empoderamiento ciudadano oscilan sin cesar en

los acercamientos a la comprensión de un fenómeno político digital sin antecedentes en la

historia política nacional. Medio millón de personas comparten una comunidad donde

interactúan de diversas maneras, un espacio público donde cualquiera habla de política en

tiempo real y prácticamente a cada minuto dentro de una plataforma gestionada por una

empresa privada extranjera.

Políticos que desconfían de este fenómeno, otros que intentan conducirlo y otros que

lo rechazan, lo ignoran o se burlan. Periodistas que festejan la diversidad, la pluralidad de

voces; otros que imaginan conspiraciones y denuncian orquestaciones o cuestionan la

legitimidad de sus usuarios acusándolos de bots (programa informático que imita el

comportamiento humano). Resistiendo con Aguante (RCA) es una comunidad, pero también

son múltiples comunidades, RCA es una organización territorial, pero también muchas con sus

conflictos de representatividad. RCA es un multimedios digital (blog, sitio web, grupos de FB,

comunidades en FB, canal de Youtube. Etc) pero también gana la calle. RCA es un fenómeno

rizomático, en constante construcción, algunas de sus expresiones se institucionalizan y otras

rápidamente corren el camino contrario.

Lo cierto es que (RCA) nació como reacción frente al resultado de los comicios

nacionales del 25 de octubre del 2015, correspondientes a las elecciones Generales en

Argentina, que conducirían más tarde al triunfo de Mauricio Macri como presidente en la

segunda vuelta del 22 de Noviembre de 2015.


RCA fue originalmente, y continúa siendo entre otras cosas, un “grupo secreto” en Facebook.

Esto significa que sólo los miembros (usuarios que han sido aceptados) pueden verlo y que

sólo los invitados (por algún miembro) pueden serlo. Pese a estas fuertes restricciones de

accesibilidad, en sólo dos meses pasó de los primeros 40 miembros a 450.000. Al día 23 de

agosto del 2016 este multitudinario “grupo secreto” contaba con 521.242 miembros y con solo

13 administradores. “Era secreto porque al principio compartíamos estrategias para ir a

convencer a los indecisos”, justificó Tita Ayan, su creadora.

Esta vecina de San Martín de Los Andes, oriunda de Ranelagh, sin experiencia previa de

militancia partidaria es una de los 13 administradores que se encargan de gestionar el

contenido de la página, y entre otras funciones controlan el acceso y la permanencia de los

usuarios, en principio bajo el único objetivo de controlar “trolls o infiltrados”, definidos en un

comunicado de prensa de RCA como usuarios de ideología política adversa que ingresan de

manera encubierta para agredir o para violentar los mensajes del grupo. Lo cual despierta una

alerta sobre la negación o invisibilización del disenso: las comunidades de gustos compartidos

y la visibilidad de las publicaciones asociadas al algoritmo del “Me gusta” y de nuestro propio

comportamiento en Facebook (FB) (igual que en otras plataformas como Google, Twitter, etc.)

configuran un escenario sociotécnico que favorece no sólo visibilidad de lo más popular (Van

Dijck, 2016) sino también de lo más cercano a nuestra propia identidad, reafirma valores

existentes. Es decir, se vulnera en algún sentido el rol dinamizador de la democracia que ocupa

la diversidad de opiniones. Si bien el grupo secreto original de RCA se autodescribe en su

página de FB como un espacio donde “Se aceptan todas las opiniones políticas constructivas y

respetuosas. No pretendemos tener uniformidad de opiniones, la diversidad hace a la

democracia y la política es la discusión de la ciudadanía” también se recomienda a los usuarios

que “cuando detecten infiltrados con mensajes no apropiados, por favor reportarlo a los

administradores”.
Socialidad digital ganando las calles

La presidenta Cristina Fernández de Kirchner (CFK) dejó el gobierno el 9 de diciembre

de 2015, tras 8 años de mandato. Ese día hubo entre 500.000 y 700.000 personas en Plaza de

Mayo y alrededores congregadas para despedirla. A las organizaciones sociales y políticas las

sorprendió el caudal de gente “autoconvocada” o no alineadas a organizaciones con más años

de historia, con una identidad más nítida. "Nuestro grupo no tiene nombre ni identidad

política específica, no quisimos ponerle nada, nos une esta acción", dijo a un medio nacional

Inti, una profesora de Caseros de 30 años.

Días antes, el 29/11, se celebró el que para muchos militantes de RCA fue el encuentro

fundante, el primer encuentro nacional físico del movimiento social analizado en el parque

temático recreativo, educativo y cultural Tecnópolis. Miles de personas de distintas partes del

país pasearon una bandera celeste y blanca de unos 40 metros de largo por el parque, se

congregaron a cantar el himno en el espacio principal del parque, y definieron asistir al último

discurso de CFK en Plaza de Mayo el 9/12 y dejar libertad de acción para el 10/12. “Era un

sueño empezar la génesis de todo este movimiento ahí, a mano alzada”, dice Paulina, militante

de RCA. En el registro audiovisual de esa fecha es muy notoria la ausencia de banderas de

otras organizaciones políticas.

El 13 de febrero se realizó un acto llamado “La Plaza de los artistas” con la

participación de funcionarios del gobierno de CFK, como el Ex Ministro de Economía Axel

Kicillof, y artistas como Fito Páez, Pablo Echarri, Victoria Onetto, etc. todos simpatizantes del

gobierno anterior. Fue transmitido en vivo por RCA TV y difundido por las redes. Previamente,

hubo movilizaciones en defensa de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (Plaza de

los dos Congresos 17/12/15), o en defensa de Victor Hugo luego de que Radio Continental no

le renovara el contrato por su posición política (Plaza de Mayo, 12/01/16). Estos tres ejemplos

sirven para hablar de la corporización de un movimiento social digital, donde las identidades
de usuarios de distintas plataformas confluyen en cuerpos en movimiento sobre territorios

muy significativos para la política tradicional, como son las plazas públicas. Incluso RCA, junto

con otras organizaciones, ha ocupado plazas con un valor histórico y simbólico muy

importante. Sin embargo, no hay que desatender el hecho de que estos eventos representaron

la continuidad de una discusión formadora de opinión pública sostenida en un ágora digital,

otra plaza de encuentro ciudadano.

Parte de estos movimientos masivos sin mayor adherencia orgánica partidaria

pueden ser entendidos desde la óptica de “grandes redes formadas por lazos débiles, facilitan

la distribución de información sobre oportunidades de participar e incrementan las chances de

ser convocado a participar en la vida cívica y política” (Shelley Boulianne, 2015: 525).

“Hay que resistir al neoliberalismo”

Las plataformas digitales nos invitan a una redefinición identitaria constante al

exigirnos construirnos como usuarios aportando metadatos para que puedan organizar y

aportar valor al caudal de datos que comercializan. En las condiciones de uso, en la letra chica

que casi nadie lee, de las plataformas digitales está la concesión de nuestros datos, y el de

nuestro comportamiento codificado en las cookies, para su uso comercial o para cedérselos a

terceros. FB exige que sus usuarios provean su nombre y apellidos reales y Twitter alienta o lo

prescribe, para poner algunos ejemplos. Pero en la práctica uno identifica mejor a los usuarios

por los datos (imágenes, frases, etc.) que suben o por las redes sociales que configura su

participación más que por otras señas.

Castells propone pensar los procesos semióticos sociales desde las identidades

productoras. “Por identidad, en lo referente a actores sociales, entiendo el proceso de

construcción del sentido atendiendo a un atributo” (Castells, 2001: 29). Luego, propone tres

tipos de identidades: legitimadora, de resistencia e identidad proyecto (Castells, 2001). Pese a


la clara alusión a RCA del segundo tipo, por cuestiones de espacio me interesa señalar aquí al

tercer tipo, el que señala el carácter semiogenético (Domínguez Rey, 1997) proyectivo. Esta

identidad se presenta cuando “los actores sociales, basándose en los materiales culturales de

que disponen, construyen una nueva identidad que redefine su posición en la sociedad y, al

hacerlo, buscan la transformación de toda la estructura social” (Castells, 2001: 40). RCA es una

construcción de referencia que va transitando sus procesos de identificación de pertenencia de

múltiples maneras. Cada fortalecimiento institucional le significa un costo y una ganancia. Pero

hasta ahora es un espacio donde está en pugna esa nueva identidad. La posmodernidad es

deudora de Heidegger, o por lo menos éste es un excelente filósofo para pensarnos. El ser-ahí,

por caso el hombre en su modalidad particular de apertura, es esencialmente un proyecto,

“ser, proyectando, relativamente a un poder ser por mor del cual existe en cada caso el ser

ahí” (Heidegger, 2009: 264). Y los medios conectivos son la exacerbación de esta posibilidad de

proyección.

Las identidades digitales dentro de las plataformas son particularmente flexibles,

falseables y mudables. En estas plataformas para fundar una organización política o una

comunidad basta seguir unos pasos. Lo mismo para adherir a ella, o para borrarla. Es otro, y de

hecho muy importante, el debate sobre la identidad digital como el registro de nuestra

actividad en la web, al decir del abogado Fernando Tomeo “Somos lo que Google dice que

somos”, pero ahora quiero acercarme al problema de RCA desde los vínculos construidos al

calor de una identidad inscripta en bits.

Huelga decir que hay cientos de RCA en FB, tantas identidades como distritos

electorales prácticamente, e incluso grupos que señalan ser oficiales para distinguirse de otros

con el mismo nombre en el mismo territorio, o en territorios superpuestos. Grupos abiertos y

cerrados, comunidades, páginas, etc. Este fenómeno fue prontamente registrado por Tita Ayan

en diciembre de 2015 cuando en la entrevista que le da a Sandra Russo le cuenta que “Hay
mucha gente que se quiso sumar, y bueno: ‘ya que te querés sumar y querés armar uno de tu

barrio compartamos más o menos un eje, una coherencia’. Y se aceptó. Pero después va a

haber muchos que no y eso no lo puedo controlar” (Ayan, entrevista anexo). Asimismo en la

descripción del grupo original indican que “#ResistiendoConAguante ya tiene su espacio y

convocatoria, por favor no usen el nombre para otras cosas, no estamos generando webs o

nada extra. Colaboremos en la coherencia (…) para que no se duplique su creación, pedimos

que primero lo conversen en este espacio general. Los administradores de cada facebook nos

tenemos que mantener en contacto en este Resistiendo así vamos coordinando juntos los

accionares”.

Un patrón discursivo que sostiene esta heterogeneidad de trayectorias políticas que

conforman RCA es la oposición a las políticas neoliberales identificadas con la década del 90

(desinversión estatal, desprotección del mercado y la industria nacional, renta financiera

favorecida en perjuicio de la productiva, Estado policial, privatización, dolarización de la

economía, endeudamiento externo, etc.) y el gobierno de Carlos Saúl Menem. Así, suelen

publicar y discutir diariamente en Facebook sobre estos temas. “El intendente de Morón

quiere prohibir un acto opositor y amenaza con la policía”, “El Gobierno ya gesta seis acuerdos

con corporaciones para rematar activos de la ANSES”, “Se cae el acuerdo con McDonald’s por

violar el derecho internacional y la constitución”, son algunos de los títulos que se pueden leer

el 23/09/2016 en el muro de /ResistiendoConAguanteNacional. Los diarios citados en su

mayoría son opositores al gobierno actual, muchos son plataformas sólo digitalmente

existentes, o con alguna débil vinculación con otros medios no gráficos (El Destape Web,

Minuto 1, eldisenso.com, etc), con un fuerte rechazo a medios oficialistas, al menos este

primer año, como La Nación o Clarín. Lo mismo pasa con los periodistas, hay publicaciones

diarias enalteciendo a opositores al gobierno nacional como Víctor Hugo Morales o Roberto

Navarro, y defenestraciones continuas a otros como Jorge Lanata o Alfredo Leuco.


Si bien la procedencia de sus integrantes es muy heterogénea (radicalistas,

comunistas, peronistas, militantes sindicales, apartidarios) hay series distinguibles

conformadas por la repetición de algunos rasgos. La primera es que muchos de los activistas

son profesionales o trabajadores con oficios calificados (docentes, empleados públicos,

músicos, etc). Un gran porcentaje también, y vinculantemente, han cursado estudios

superiores. Otra rasgo común es la falta de experiencia en prácticas militantes. Una profunda

exploración de investigaciones sobre social media, denominación usual del objeto en los

estudios anglosajones, y compromiso político (political engagement) concluye que la simple

medición del uso de los medios sociales (digitales) explica más que todas las variables

demográficas combinadas (Xenos et al: 2014).

Organización social: lógicas colectivas o conectivas

El trabajo de Lance Bennett y Alexandra Segerberg es uno de los más afines a mi

investigación en tanto estudia “cómo podría estar cambiando el papel de la comunicación en

las contiendas políticas y cómo esos cambios reflejan distintas lógicas de acción colectiva”

(Bennett y Segerberg, 2014:1). Para ello recomiendan como método el análisis del cruce entre

categorías de lógicas organizacionales, movimientos sociales y estrategias de comunicación.

Los autores registran el paso de una sociedad donde los movimientos sociales

construían su identidad pública principalmente ante los medios y estos influían en el apoyo o

la oposición frente a los movimientos (Bennet y Segerberg, 2014; 2) a una sociedad donde los

movimientos sociales empiezan a operar sobre su propia mediatización con más o menos éxito

y tensiones con los distintos públicos.

Bennett y Segerberg, en The logic of connective action (2012-A) atienden un cambio en

los modos de organizarse de la ciudadanía en su participación pública. Para ello recurren a un


análisis lógico-histórico de distintas experiencias relativamente nuevas que incorporan

convocatorias abiertas y laxas (P.E. manifestaciones anticapitalistas contra el G-20, 2008;

protestas del movimiento Occupy en EEUU, 2011; Indignados en España, 2011; Arab Spring,

Noráfrica y Medio Oriente, 2010-2013) en contraste con manifestaciones más radicales,

tradicionales del SXX.

El tipo de organización social que Bennett llama de acción colectiva se caracteriza por

una fuerte vinculación entre pares y una gran capacidad de coordinar acciones en común.

Trasladando el concepto a nuestro país podemos pensar en las dinámicas propias de las

acciones políticas de los sindicatos y las organizaciones sociales. Estas organizaciones acuden a

las redes sociales principalmente para difundir sus actividades, coordinar la participación y las

metas. Las instituciones controlan las interacciones personales, ponen el énfasis en el trabajo

social interpersonal para construir relaciones que aporten a la acción colectiva. Los contenidos

compartidos se centran en marcos de acción colectiva, “marcos de acción colectiva que se

centran en los procesos de negociar interpretaciones comunes de la identidad colectiva atada

a los temas en disputa a mano (Bennett & Segerberg, 2012-A: 751 Trad. propia), en contraste

con las acciones conectivas cuyos marcos son personales “Estos marcos de acciones

personales son incluso de diferentes razones individuales en respuesta una situación que

necesita ser cambiada” (Bennett & Segerberg, 2012-A: 744 Trad. propia). El concepto y la

transformación del marco es muy importante para entender la disposición a la participación

política de las personas. En las acciones conectivas autoorganizadas, según los autores, los

involucrados rehúsan relacionarse con organizaciones formales existentes. “Estos procesos de

individualización se articulan de modo diferente en distintos países y llevan a identificaciones

políticas más flexibles basadas en estilos de vida” (Ib.). Como ejemplo los autores citan el

reciente caso de España: “Cuando los ‘indignados' nombraron las organizaciones a las que se

afiliaban, estas organizaciones tenían muchas menos sedes físicas (un 38 por ciento frente a un

86 por ciento en la huelga general y un 78 por ciento frente a un 100 por ciento en la
autonomía regional), y la mayoría de estas organizaciones prácticamente virtuales no

aceptaban miembros formales (un 13% frente a un 60% en las protestas de movimientos

organizados de manera convencional)” (Bennett & Segerberg, 2014:6). Incluso desde aquí

tenemos un muy rico cruce con los estudios contemporáneos sobre biopolítica, y de hecho hay

mucho para decir más adelante. Baste mencionar que las plataformas sociales favorecen la

conformación de comunidades transnacionales basadas en gustos o preferencias, con lo cual

estamos frente a dispositivos capaces de “hacer vivir y dejar morir” -como definía Michel

Foucault los atributos de la biopolítica- prácticas, discursos e identidades. Esto se ve muy claro,

por ejemplo, cuando José Van Dijck denuncia que los algoritmos que presentan contenido en

los newsfeeds (o cualesquiera interfaces de contenido actualizable según un rastreo

personalizado) de Facebook, Twitter o Youtube sostienen “la presión tecnológica de las

múltiples plataformas por elegir a la persona o idea más popular o más conectada (que) se ve,

a su vez, reforzada por la presión de los pares en la vida real” (Van Dijck, 2016; 255). La

realidad mediática expone principalmente aquellas ideas y valores más populares que

favorecen la unidad de una norma de vida común. Sin embargo Peirone advierte que “describir

a las redes sociales como un dispositivo de poder de la “sociedad de control”, adolece de una

sobreadaptación teórica que reduce su complejidad a una cuestión de dominación, sin admitir

ni reconocer que participan de una alteridad tecnosocial mucho más vasta, que no sólo ha

modificado la lógica relacional a nivel global; sino que además ha impactado en la estructura

organizacional del orden social” (Peirone, 2017b). Michel Foucault ofrece una imagen sobre el

sentido de este cambio al notar un “retroceso masivo con respecto al sistema normativo

disciplinario” (Foucault, 2007, 303) y señalar que “la tecnología que será menester utilizar no

es la disciplina-normalización, es la acción sobre el ambiente. Modificar la manera de repartir

las cartas del juego, no la mentalidad de los jugadores (…) No una individualización

uniformadora, identificatoria, jerarquizante, sino una ambientalidad abierta a los albures y los

fenómenos transversales” (Ib. 304). En definitiva, sostenemos con Foucault que las personas
no son dominadas en sentido estricto, sino orientadas a determinar de un modo concreto sus

decisiones mediante el condicionamiento de su ambiente sin dejar de considerar la apertura a

la alteridad que ofrecen estos escenarios. Otro evento importante de este cruce lo

representan aquellos estudios que abrevan en el análisis de contenido de estas plataformas, o

aquellos que exploran qué subjetividades circulan exitosamente a través ellas, porque también

estudian los efectos y/o los atributos de “un poder que se ejerce positivamente sobre la vida,

que pretende administrarla, aumentarla, multiplicarla, ejercer sobre ella controles precisos y

regulaciones generales” (Foucault, 2008: 129).

La lógica de las acciones conectivas facilita las expresiones personales, estas acciones

son más proclives al cambio y permeables a la inclusión de emergentes culturales. Por otro

lado cuesta mucho coordinar estas expresiones. En base a este estudio se podría aventurar la

hipótesis de que cuanto más centralizada esté la coordinación de una acción social menos

convocante podría llegar a ser. Esto despierta múltiples cuestiones sobre la autenticidad o

espontaneidad de los eventos sociales, siendo que la realidad social es un constructo siempre

mediado donde la percepción juega un rol fundamental. También se abre un interrogante

sobre la cuestión de las identidades sociales, de la apropiación de ciertos significantes por

parte de individuos u organizaciones y el rechazo que esto genera hacia el interés de otros en

involucrarse.Los autores retoman la pregunta sobre cómo las acciones políticas pueden ser

tanto efectivas como apoyadas (Ib: 760). Casi todas las organizaciones sociales y políticas

intentan adaptarse a estos cambios, algunas con mejores resultados que otras, pero sólo

existen equilibrios parciales y experiencias históricas que sirven de ejemplos esquemáticos que

deben tomarse con los recaudos necesarios. Creo que cada circunstancia lo termina

definiendo.

Por lo general, como señalan Bennett y Segerberg, las acciones conectivas

autoorganizadas generan microrecursos organizacionales en términos de creación de


contenidos, acciones interpersonales y desarrollo de habilidades para el desenvolvimiento

tecnológico. La aparición de estos microrecursos se debe a nuevas subjetividades posibilitadas

por las redes de medios digitales que suelen “hacer difusa la distinción entre producción de

información y consumo, comprometiendo a los miembros de dichos públicos como

participantes a distintos niveles de involucración” (Bennet & Segerber 2014: 6). Donde estos

autores hacen referencia a la clásica figura de prosumidor que presenta Alvin Toffler en La

Tercera Ola, otros estudios (Heil y Piskorski, 2009, citado en Van Dijck 2016:124) demuestran

que el 90% de los tuits en circulación es producido por el 10% de los usuarios, y que sólo el

22% sostiene relaciones recíprocas o que un 68% no son seguidas por ningunas de las personas

a las que siguen (Kwak y otros, 2010: 594, citado en Van Dicjk 2016:125), con lo cual en la

práctica es más bien cuestionable que hoy sea más democrática la participación pública pese a

contar con recursos tecnológicos que antes no existían. Esto es así en parte porque el acceso

igualitario al uso de una tecnología de por sí no basta para cambiar la estructura de las

constelaciones sociales, como veremos al hablar de brecha digital. Pero sí es cierto que en

estos espacios públicos digitales existen posibilidades reales de capacitarse en el uso de

tecnología mediante un intercambio de par a par, participar de nuevos vínculos sociales y

compartir contenidos propios, aunque las plataformas en su búsqueda de capitalizar la

conectividad (Van Dijck, 2016) suelan estructurarse de un modo parecido a las configuraciones

sociales preexistentes en cuanto a la concentración y la inequidad participativa.


Los movimientos sociales ante los cambios en la comunicación

Según Bennett y Segerberg (2014), históricamente los movimientos diseñaron

estrategias de operación mediática consistentes en 4 respuestas básicas: la abstención, el

ataque, la adaptación o la creación de medios alternativos (Ib.; 4). Pero ya en este Siglo XXI se

transformaron las estructuras sociales, la vida social cotidiana, el compromiso político y los

sistemas de comunicación abriendo tantas posibilidades como riesgos a los movimientos

sociales. Las estrategias de operación mediática hoy tienen que incluir una especial

consideración hacia las nuevas configuraciones sociales “arraigadas en las diferentes

interacciones entre la estructura social, las identidades de los participantes y los procesos y

tecnologías de la comunicación” (Ib: 2).


Agitar la palabra (2014) es una compilación de trabajos latinoamericanos que

estudian el vínculo entre la comunicación y la democracia desde el análisis de fenómenos

puntuales de disputas por derechos acaecidos en los últimos años. La Ley de Servicios de

Comunicación Audiovisual de Argentina, el surgimiento de Telesur en Venezuela, la injerencia

de los Estados, experiencias de medios alternativos y sistemas de comunicación de

organizaciones territoriales son los temas tratados en el libro. Rafael Foletto, dentro de la

misma publicación, resume el espíritu del trabajo al señalar que “solamente por intermedio de

las movilizaciones, presiones y acciones de las organizaciones y movimientos sociales, de la

sociedad civil entendida como un todo, y de los actuales gobiernos progresistas de

Latinoamérica las producciones alternativas pueden circular en los espacios públicos”, (Foletto,

2014: 157 Trad. propia) resaltando la perspectiva agonística que tienen los movimientos

sociales (MS) frente a los medios de comunicación y a los gobiernos. Los MS denuncian una

invisibilización. Tienen un posicionamiento explícito a favor de la pluralidad vista como

resultado de un proceso agonístico que debe librar la sociedad civil frente a los intereses

concentrados de los medios. En este sentido Mariela Villazón, que analiza un medio alternativo

de San Luis, afirma retomando a Soledad Segura que “todo actor sociopolítico requiere de la

comunicación para la disputa por la definición de su identidad y para legitimarse como sujeto

político (Villazón, 2014: 81 sobre Segura, 2010) y apuntala la “necesidad de disputar la

apertura del espacio público, tanto urbano como mediático” (Villazón, Ídem).

El trabajo de Villazón tiene un sesgo humanista que se plantea en términos de

“liberación del sujeto” y podría problematizar más la cuestión de la organización territorial

estudiada, “Casita Cultural”. Dicha organización, multimedia a pequeña escala, es vista

idealmente como el ejemplo de comunicación democrática contrapuesta al esquema

centralizado del Estado de los Rodríguez Saá pero sólo se habla de su aspecto organizativo

formal y no se precisa su rol social, su financiamiento o su alcance, ni se justifican sus

limitaciones o sus resistencias por parte de la audiencia. ¿Por qué no tiene mayor incidencia
pública? Son cuestiones necesarias para pensar el recorrido de los MS dentro de sus

estrategias de participación en el espacio público para incidir políticamente.

Washington Uranga señala la centralidad de la discusión política sobre el derecho a la

comunicación al decir que no debe entenderse “apenas como un derecho más, sino como un

derecho habilitante de otros derechos (…) Sin derecho a la información y a la comunicación

todos los restantes derechos terminan velados, cuando no vedados” (Uranga, 2014: 9). Esta

premisa es una continuidad que unifica todos los textos. Es muy interesante al respecto el

trabajo de Gabriela Bard Wigdor titulado “Prácticas subalternas Los derechos a la

comunicación y la cultura de las mujeres de Bajada San José”. Allí Bard Wigdor analiza desde

sus observaciones etnográficas la participación comunitaria de un grupo de mujeres en

situación de vulnerabilidad social. Las distintas intervenciones en los espacios públicos son

vistas desde la construcción comunicacional del tejido social. No cuentan con “medios de

comunicación institucionalizados como diarios, radios comunitarias o redes más organizadas

de comunicación y expresión. Tampoco acceden con facilidad a nuevas tecnologías como el

Facebook o el correo electrónico. Ellas disponen de la organización de las actividades y de la

comunicación de las mismas a partir del “boca en boca”, el corte de calle o la difusión de

volantes al interior de su comunidad” (Bard Wigdor, 2014: 95).

Estos problemas en el acceso a la información pública y a posibles instancias de

comunicación generan desigualdades tanto dentro como fuera del grupo. La participación

ciudadana entendida como una instancia democrática sostenida en los derechos a la

información y a la comunicación se encuentra afectada por las asimetrías y la desigualdad

como, por ejemplo, entre “referentes y participantes”. Las mujeres carecen de los medios

suficientes para representar satisfactoriamente en el espacio público sus problemáticas y “sus

derechos no se encuentran garantizados (salud, alimentación, recreación, igualdad de género,

etc.)” (Bard Wigdor, 2014: 96). Sin embargo la autora resume que “estas estrategias
comunicacionales y culturales en contadas ocasiones alcanzan a interpelar a la sociedad más

allá del propio público comunitario, pero aun así mejoran los lugares sociales de las mujeres y

también el de sus vecinos/as” (Ibídem). Esto es una demostración de la importancia de las

instancias de participación democrática, en particular de las desigualdades correlativas a un

sistema de comunicación con un acceso preferencial y verticalista. Un ejemplo a pequeña

escala de una sociedad cuyo gobierno puede terminar priorizando una denuncia televisiva

sobre un caso particular antes que una problemática territorial que afecte a miles de

ciudadanos sólo por el hecho de que la imagen del gobernante pueda verse más afectada por

no atender una demanda particular que toma carácter de pública porque ha sido informada

ante millones de personas que una demanda que afecte a un gran sector social pero que sea

invisibilizada, como denunciaba Foletto anteriormente, por los medios masivos. Y ya vimos que

para visibilizar lo que fuera en los medios conectivos no alcanza con el uso de las tecnologías

en sentido restringido, es decir de los dispositivos digitales, hacen falta también competencias

sociales. ¿A qué responde entonces?

Soledad Segura presenta una herramienta metodológica que resulta útil para estudiar

el fenómeno de la participación democrática: “Sus logros (los niveles de participación e

incidencia que las organizaciones obtuvieron como resultado de sus prácticas estratégicas) se

pueden medir en varias etapas: en el debate de las reformas, en la definición de las nuevas

normativas, en el proceso de implementación y control de las leyes, y en los beneficios

obtenidos de su aplicación” (Segura, 2014:15). Es decir que cuando analice las experiencias de

fenómenos de participación ciudadana mediatizada en plataformas digitales mediré estas

cuatro “etapas” o variables para calcular la ampliación, o no, del espectro democrático

después de una experiencia de socialización. Otra metodología analítica útil para investigar

el cruce entre participación ciudadana y plataformas digitales es la que se deduce del racconto

hecho por Foletto que cierra Agitar la palabra presentando todo un campo de estudios al decir

que la democratización de las comunicaciones puede entenderse desde “el enlace de la


comunicación con los derechos humanos (incluyendo el derecho a la comunicación, su acceso

y difusión), la vida social y la cultura; el acceso al conocimiento; los proyectos que articulan los

actores de la sociedad civil; la comunicación como la democracia inclusiva y participativa;

marcos regulatorios; derecho de controlar los medios de comunicación; redes públicas de

comunicaciones; el apoyo a los medios comunitarios; la expansión de Internet”. (Foletto, 2014:

157-158 Trad. propia). Estas categorías clasifican distintas entradas al vínculo entre la

comunicación y la política, tanto desde los DDHH como desde la accesibilidad o la inclusión, los

marcos normativos, la economía política de los medios etc. En este sentido conviene citar a

Julie Cohen “En cualquier estudio serio acerca de la función de la ley en una sociedad de

información interconectada el eclecticismo metodológico no es una licencia sino una

necesidad” (Julie Cohen, citada en Van Dijck, 2016:76).

Tensión Colectiva/Conectiva de RCA

RCA tuvo un encuentro nacional en Mendoza los días 8 y 9 de Julio del 2016 donde se

materializó un particular conflicto identitario de la organización. Tita Ayan, creadora del grupo

secreto original, no legitimó el encuentro con su presencia. En un comunicado del grupo

Resistiendo Con Aguante Mendoza territorial firmado por Tita (pero no publicado por ella)

habría enfatizado que “no vamos a avalar con nuestra presencia un espacio que se construye

con exclusión, con mentiras, un espacio donde están inventando cosas de mí, y de otros

compañeros”. En el mismo sentido Javier, un militante de Lomas de RCA indicó que “Hay una

tensión entre lo original y los territoriales. No hay dirigentes pero se busca crear una

institucionalidad” con lo que ya encontramos el cruce entre un perfil de participantes del

movimiento social inclinados a crear la institucionalidad típica de las organizaciones de acción

colectiva, que según Bennet y Segerberg son aquellas con fuerte vinculación entre pares y gran

capacidad de coordinar acciones en común. Javier agrega que en la zona sur se organizan “con
una base asamblearia con toma de decisión del referente” porque “hasta que no haya

institucionalidad hay mucha lucha de egos”. Contra esta institucionalidad es que se pronunció

justamente Tita cuando dijo que “nos alegramos todos de que RCA sea convocante, pero

ningún partido político se llamará jamás Resistiendo con Aguante, ninguna orga será DUEÑA

de RCA, somos los empoderados y no necesitamos “dueños” porque eso nos eliminaría como

poder ciudadano”, en una declaración muy afín al tipo de organización de acción conectiva que

proponen los autores citados, cuyos atributos son los de comunicaciones a gran escala (el

único grupo secreto nacional político con más de medio millón de miembros), lábil

institucionalidad y el riesgo de tener muy poca o ninguna coordinación de acciones

territoriales. Sin embargo no hay que dejar de notar que ambos perfiles reconocen elementos

propios de la acción conectiva tales como el hecho de que los movimientos sociales empiezan

a operar sobre su propia mediatización (“Es una herramienta para romper el cerco mediático.

Compartimos mucha información entre nosotros con canales propios”, Javier) o el valor de la

construcción descentrada como señala otro militante de RCA CABA, Fabián, “A nosotros no nos

conduce nadie, somos un colectivo al que hasta el momento no nos referencia ningún político”

en lo que es consecuencia también del rechazo a las previamente existentes formas de

organización política “lo primero que se nota es que no tenemos los vicios de la política”, aun

cuando algunos tengan militancia previa como él.

Fabián es parte de la construcción territorial de RCA en Caba, que cuenta con un

sistema asambleario sólidamente organizado. Consultado sobre los procedimientos para

tomar decisiones, nos dice: “las tomas de decisiones se hacen primero en las comunas y luego

se lleva el voto a representantes, que son quince en total, uno por comuna, donde la mayoría

simple define. Los representantes se eligen como dos titulares, más dos o tres suplentes por

comuna y todos representan la voz comunal con lo que la decisión de cada uno de estos

grupos de representantes equivale a un voto. También existen comisiones con responsables,

por ej. en prensa, cultura, economía, DDHH, etc”. Fabián reconoce los problemas que acarrea
esta institucionalidad pero prefiere la organización colectiva “es difícil construir y que todos se

sientan representados, hace dos meses tuvimos nuestro congreso (el de mendoza) donde

sacamos los lineamientos políticos en base al consenso de todos”.

Otra manera en que se manifiestan las tensiones es con las acciones militantes propias

de RCA. Mientras la mayoría se contenta con la participación en plataformas digitales, otros

cuestionan a quienes solo participan de esta manera aunque nadie deja de reconocer el valor

del activismo en los distintos espacios públicos digitales. Al respecto es interesante notar la

importante circulación de discursos que legitiman la militancia tradicional de base. Verónica,

también una militante de RCA CABA, se queja de que “algunos militan hace sólo seis meses y

se creen que una tiene que hacer todo lo que dicen”, cuando hablamos de la organización

territorial. Lo mismo pasa con Paulina, otra militante de RCA CABA que agradece “a la

militancia de base histórica. La verdad es que el laburo que hacen las organizaciones políticas,

los sindicatos, todos los días nos puede enseñar mucho a quienes recién arrancamos en esto”.

Fabián también agrega que en redes encuentra de todo, “gente que opina con argumentos

válidos, otros que solo comparten lo publicado. No sé si llamarlo militancia, quizás son

seguidores, llamaría militancia al que además de estar en el face (Facebook) sale al territorio a

trabajar”.

Techne y Politeia

La política y la técnica están relacionadas desde el origen de la cultura occidental. Sin

pormenorizar un recorrido etimológico diremos que la técnica no atañe sólo al reduccionismo

contemporáneo de lo instrumental, la técnica como herramienta, sino también a los saberes

asociados a las prácticas públicas, o a los modos de organizar la sociedad. La política como la

muy sugestiva analogía cibernética que propone Platón, incluso los estudios sobre política,

retórica y oratoria de Aristóteles, pero también los pensadores renacentista de la ciencia

política combinaron productivamente estos conceptos. El positivismo y dispositivos


sociotécnicos afines como la enciclopedia fueron fértiles para la segmentación de los campos

relativos a cada concepto, al punto de que en las especializaciones de la educación superior

cada uno tiene bien separados sus dominios. La política está en facultades de “ciencias

humanas”, y las diversas especializaciones técnicas suelen estar en facultades de “ciencia

dura”.

En un artículo de los 80, “Do artifacts have politics”, Langdom Winner ya señalaba que

un gran número de entusiastas recibe cada novedad tecnológica (el sistema fabril, los autos,

los teléfonos, etc.) como algo democratizador. Winner reconoce que las modificaciones en los

entornos humanos, y Castells insistirá en que particularmente en los sistemas de producción,

generan cambios en el ejercicio del poder y en la experiencia de la ciudadanía. Pero estas

aproximaciones pueden caer en la ingenuidad de creer que las tecnologías hacen políticas, no

los humanos. Winner cree que esto es “Una manera de mistificar los artificios humanos y

evitar las verdaderas fuentes, las humanas fuentes de la libertad y la opresión, la justicia y la

injusticia. Culpar al hardware parece más tonto incluso que culpar a las víctimas cuando se

trata de juzgar las condiciones de la vida pública” (Winner, 1980: 122. Trad. Propia). Del otro

lado, queda la teoría de que todos los cambios son puramente sociales y que lo técnico no

importa, con lo que se intenta explicar a las tecnologías sólo por sus condicionamientos

socioeconómicos y las relaciones de poder que estarían “detrás” de ellas. Ante esta

encrucijada sirve recordar el modelo analítico de Dominique Wolton (2000) para pensar los

nuevos medios de comunicación, al proponer la tríada conformada por un sistema técnico, un

modelo cultural de relaciones individuales y sociales, y un proyecto de sociedad. Esta

complejidad intenta buscar un equilibro dentro del campo estudiado. Winner propone la

teoría de las políticas tecnológicas: “La teoría de las políticas tecnológicas presta mucha

atención al ímpetu de los sistemas sociotécnicos a gran escala, a la respuesta de las sociedades

modernas a ciertos imperativos tecnológicos y a todos los signos habituales de la adaptación

de los fines humanos a los medios técnicos. Al hacer esto, ofrece un nuevo marco de
explicaciones e interpretaciones para algunos de los patrones más problemáticos y confusos

que han tomado forma dentro y en torno al crecimiento de la cultura material moderna. Un

punto a favor de esta concepción es que toma los artefactos técnicos en serio (…) que

atendamos las características de los objetos técnicos y el significado de estas características”

(Winner, 1984: 123).

Desde este punto de vista, hay que atender las políticas tecnológicas que propone

Facebook. Para empezar es un detalle no menor el que Facebook no ofrezca en su interface de

usuario la posibilidad de acceder directamente a conocer sus condiciones y políticas. Hay que

tener la explícita voluntad de hacerlo. Otra característica que alerta sobre la privatización del

espacio público es el hecho de que las condiciones pueden cambiar sin previo aviso, y que la

mayor parte de los usuarios no lee las condiciones cuando acepta tener una cuenta. Esto es

importante mencionarlo porque existe una gran vulnerabilidad desde lo que señala Van Dijck

citando a Stutzman y Kramer-Duffield “Gran parte de los usuarios no se molesta en leer los

términos que acepta al dar click: tiende a apegarse a las configuraciones por default o muestra

poco o ningún interés” (Stutzman y Kramer-Duffield, 2010 citado en Van Dijck, 2016). Es decir,

que las configuraciones por default las usa la mayoría y son las normas y reglas que impone

Facebook para compartir datos.

Lo personal es político

Esta frase del feminismo radical nos permite pensar algunos atributos de la

participación en estos espacios públicos de socialidad conectiva. Henry Lefebvre creía que el

ámbito de la crítica política, entre otros campos de estudios, era la vida cotidiana. La socialidad

conectiva merece ser analizada políticamente desde la institución de un espacio

público/privado desde que en estas plataformas existen relaciones sociales abiertas (de acceso

universal) y desde que todos los usuarios comparten de manera íntima la misma experiencia

de participación pública, de ser públicos de eventos y experiencias de terceros y a la vez de


tener múltiples públicos dispuestos a observar y circular sus publicaciones. El espacio digital

está configurado para la producción de sentidos público-políticos (que afectan la opinión

pública y los intereses ciudadanos) y para circular privilegiadamente aquellos más populares.

En este sentido puedo decir que abordaré la experiencia de RCA en Facebook en consonancia

con los estudios sobre la emergencia de nuevas formas de politicidad.

Política de los afectos – Contención compañera

Muchos autores ya hablan de un “giro afectivo” en las ciencias sociales, los

investigadores Alí Lara y Giazú Enciso Domínguezhablan de que esto indica “modificaciones en

la vida pública y de la experiencia subjetiva” (Lara y Domínguez, 2013) y para el análisis de esta

experiencia en Facebook creo que es una perspectiva particularmente rica para explicar

sentidos y comportamientos públicos/políticos dentro de esta red.

El creador de Snapchat, competidor de Facebook, Evan Spiegel afirma que “Somos estimulados

a expresarnos en maneras que son aceptadas por audiencias lo más grandes posibles.

Perdemos nuestra individualidad en favor de la aceptación popular” (Spiegel, 2014).

Paradójicamente la comunicación política suele recomendar hablar de los temas de mayor

interés público y de un modo socialmente aceptable (políticamente correcto), y los políticos

suelen reconocer su interés en organizar los reclamos populares o de “la gente”, según sean

nacionalistas o liberales. En Facebook los políticos han apuntado hacia políticas de

acumulación de seguidores y de contenidos, en lo que algunos festejaron como una

comunicación directa con los ciudadanos, sin intermediación de los medios tradicionales. Esto

que es evidencia de un flagrante desconocimiento o al menos de un preocupante desinterés

sobre el funcionamiento de la socialidad digital, sin embargo es una creencia común en el

ámbito político. Lo cual nos lleva a la pregunta sobre cómo los movimientos políticos utilizan

las plataformas digitales e incluso cómo esta red afecta los modos de participación política de
los ciudadanos. Es esta experiencia de compartir afectos la que puede darnos una idea del

valor que tiene Facebook para los políticos.

Leonor Arfuch cita en un ensayo publicado en la revista Anfibia un trabajo de Laurent

Berlant, “Optimismo Cruel”, para explicar una estrategia de comunicación gubernamental en

plena recesión contemporánea argentina: “Tampoco el ‘optimismo’ se refiere a la emoción en

sí misma sino a la estructura afectiva de apego que la gente establece, pese a la inadecuación a

sus fantasías, para sobrevivir en un permanente estado de crisis. Pensémoslo en relación a ese

letargo temporal del ‘segundo semestre’ y a la fantasía del ‘vamos a estar mejor’, que sostiene

quizá, para algunos –o para muchos, según la encuestadora en juego- el tremendo cimbronazo

del presente” (Arfuch, 2016). En este sentido Facebook está mutando hacia una plataforma

fuertemente cargada de mensajes afectivos por configurar una interface de usuarios casi

privativamente cargada de imágenes. Por ejemplo, todos los mensajes anunciados sólo

pueden tener hasta 20% de texto según sus políticas de publicidad.

RCA es un riquísimo objeto de estudio para abordarlo desde la perspectiva afectiva de

Spinoza. Es un espacio donde los simpatizantes del gobierno de CFK expresan su malestar,

comparten el dolor, la indignación, el enojo con el actual gobierno; se solidarizan en

expresiones de felicidad, amor y/u orgullo por sus referentes políticos (CFK, las Madres de

Plaza de Mayo, Roberto Navarro, etc). La afectividad es otra manera de entender la

comunicación desde la exterioridad de sus efectos. Produce eventos, acciones y discursos;

explica gran parte de las interacciones en plataformas digitales.

Palabras finales

La participación ciudadana en espacios digitales continúa siendo un fenómeno

relativamente marginal de expresión política pero se encuentra en sostenido ascenso. Así

como en el país, según datos del Interactive Advertising Bureau (IAB) de Argentina, la inversión

publicitaria ya representa el 20,4% del total del mercado, todas las áreas de la ciudadanía
digital (gobierno abierto, e-learning, derechos digitales, etc) crecen exponencialmente. En este

sentido, aún acompañamos un proceso de desarrollo de integración de grandes sectores de la

población al reconocimiento y la motivación para apropiarse de las posibilidades de la

participación política digital.

Hoy la ilusión de una internet libre, neutra, colaborativa y generadora de una

inteligencia colectiva se topa con un oligopolio global de pocas empresas colosales (Google,

Facebook, Amazon, Apple, Twitter y Yahoo! como las más salientes) que controlan el acceso a

los contenidos e incluso hasta lo prohíben (en FB pasó con fotos de amamantamiento, o con la

histórica foto de “la niña de Napalm” por desnudez, por ejemplo) y construyen burbujas

donde, como dice Eli Pariser, cada usuario tiene una entrada configurada por los algoritmos

que sólo las empresas conocen cabalmente y cambian a su gusto o preferencia configurando

tantas realidades como usuarios digitales hay.

La arquitectura de las plataforma en el ciberespacio “es la ley, es el control”, dice

Lawrence Lessig y firma Alejandro Piscitelli en nuestro país. La cuestión es urgente, e incluso

cuenta con pesimistas que creen que ya es tarde. Yo creo que todavía estamos a tiempo de

que esa ley y ese control, que algoritmos mediante disponen los modos de la socialidad (Van

Dijck), sean debatidos por la ciudadanía y regulados por el Estado, legítimo representante del

interés de las mayorías en nuestro sistema político democrático. No sólo es importante que los

movimientos sociales puedan encontrar su identidad y buscar estrategias de organización

social en estos medios, sino que todos discutamos cuáles son las reglas que van a “hacer vivir o

dejar morir” prácticas, discursos e identidades sociales en el espacio digital.

En este contexto, la participación ciudadana se ve condicionada y los movimientos

sociales afectados por organismos transnacionales, poniéndose en cuestión conceptos claves

como la soberanía y la independencia en el ámbito político, o incluso la libertad. Hoy los

políticos parecen los últimos en enterarse de estos cambios y tanto desde el ámbito académico
como desde las organizaciones sociales debemos poner en agenda esta discusión y continuar

produciendo conocimiento, especialmente de manera local, para que las tomas de decisiones

al respecto satisfagan tanto las aspiraciones ciudadanas a una democracia robusta y una

participación cada vez mayor, como a la promoción y garantía de los derechos humanos a la

información y la comunicación.
SEGUNDO CAPÍTULO: #NiUnaMenos

La emergencia de un movimiento

El 3 de junio de 2015 irrumpió en la escena pública argentina un reclamo que aglutinó

a cientos de miles de personas, mayormente mujeres: #NiUnaMenos. En plena campaña

electoral por la presidencia de Argentina la exigencia popular más grande de esos tiempos fue

por derechos y por un cambio cultural. Entre el 31 de Mayo y el 6 de junio de 2015 se

publicaron casi un millón de tuits sobre el tema (Gómez Vidal, 2015), congregándose una

cantidad enorme de personas en un espacio público por su accesibilidad y masividad pero

privado por su propiedad, normas y reglamentaciones. Desde el 31 de mayo de ese año hubo

al menos 70 convocatorias paralelas en distintos puntos del país para las manifestaciones. Las

demandas de este movimiento social mediáticamente invisible hasta entonces ganó la

centralidad de la agenda política. Políticos y políticas de todos los partidos publicaron en sus

redes sociales fotos sosteniendo un cartel con la consigna. Antes de la marcha, el hashtag

#NiUnaMenos había sido replicado 185.000 veces (Grimson y Schonfeld, 2015) y hoy es cita

obligada de la opinión pública nacional para tratar casi cualquier cuestión de género. Este caso

nos servirá para desarrollar las preguntas que nos hicimos al principio: ¿Qué nuevos aspectos

de la movilización social han surgido a partir del uso de tecnologías digitales? ¿Cuál es la

manera en que en este escenario se reconfigura la gramática política?

¿Qué es el #NiUnaMenos?

El movimiento social #NiUnaMenos es un colectivo de expresiones de protesta contra la

violencia machista hacia las mujeres. Podemos considerarlo un movimiento social porque

cumple los requisitos que el sociólogo y politólogo Charles Tilly, especialista en este tipo de

fenómenos, propone para entender esta particular organización social surgida a mediados del

Siglo XVIII (Tilly, 2010): Es un esfuerzo público, organizado y sostenido por trasladar a las
autoridades las reivindicaciones colectivas; lleva adelante acciones políticas tales como

reuniones públicas, declaraciones en medios, vigilias, procesiones solemnes, etc.; cuenta con

manifestaciones públicas y concertadas de Valor, Unidad, Número y Compromiso (Tilly, 2010:

23). Por Unidad se entiende que la consigna #NiUnaMenos y la reivindicación contra la

violencia machista es la principal consigna. Por Valor entendemos que el #NiUnaMenos

prioriza la vida, las libertades y derechos de las mujeres. Por Número no sólo tenemos la

masividad de las manifestaciones sino también la cuantificación de los femicidios anuales y la

frase “cada x horas muere una mujer” de gran circulación y ajustada a las muertes contadas

por los observatorios en la materia de cada año. Y por Compromiso el mejor ejemplo es el del

evento anual del año 2016 donde a pesar de una lluvia incesante cientos de miles de personas

se congregaron en el Obelisco de la Ciudad de Buenos Aires.

Su nombre está inspirado en un poema titulado “Ni una muerta más” que visibiliza los

femicidios en Ciudad Juárez, de la escritora mexicana Susana Chávez, asesinada junto a su

hermano en 2011 por jóvenes integrantes de una pandilla local. La frase completa donde está

incluida la consigna es “Ni una mujer menos, ni una muerta más”, pero se simplificó por

cuestiones prácticas a #NiUnaMenos, y el hashtag deja registro del origen digital,

específicamente de Twitter, de la convocatoria. El colectivo fundador, radicado en la capital,

está formado por 16 personas, en proceso de ampliarse a 40. A su vez, en muchas capitales de

provincias y localidades se formaron grupos, con quienes construyeron la red nacional.

También tienen lazos internacionales con colectivos NUM (Ni Una Menos) de distintos países,

que se organizaron luego del 3 de junio de 2015.

La primera movilización masiva, como decíamos más arriba, se realizó el 3 de junio de

2015 en 80 ciudades de Argentina a raíz del femicidio de Chiara Páez, una joven santafesina de

14 años embarazada de 4 meses en manos de su pareja. Un grupo de mujeres comunicadoras,

políticas y trabajadoras de medios de comunicación, propusieron por redes sociales


(principalmente Twitter) y medios tradicionales una manifestación frente al Congreso Nacional

para exigir el fin de la violencia machista y la participación activa de los tres poderes

republicanos en el diseño y respeto de políticas públicas tendientes a ello. Las distintas

manifestaciones de ese día tuvieron muy pocas banderas partidarias y el discurso central con

las demandas al Estado fue leído por Juan Minujín, Érica Rivas y Maitena; un actor, una actriz y

una historietista.

El 26 de marzo previo, el conjunto de mujeres escritoras, periodistas, activistas y

artistas que luego se nuclearían en el colectivo NUM realizaron una maratón de lectura con el

objetivo de visibilizar la problemática y “reclamar un freno al contador de mujeres muertas”

(Revista Ramona), contra el femicidio y la violencia hacia la mujer en una plaza frente al Museo

de la Lengua, esa fue la segunda lectura pública luego de una para debatir la ley de aborto

legal y gratuito, pero la primera en producir sentidos en torno al concepto de NUM y en

alcanzar masividad. “Cuando hicimos el NUM comenzaron a contactarnos padres y madres de

víctimas de femicidios, medios de prensa, cada vez se sumaba más gente que quería leer y de

distintos ámbitos”, dice Vanina Escales, quien propuso el nombre del evento.

“Una buena parte del movimiento de mujeres y feminista es refractaria al discurso

punitivo y elige subrayar la necesidad de cambios culturales que erradiquen de manera

duradera la violencia hacia las mujeres” agrega Escales consultada acerca de las propuestas del

colectivo. El tono cultural de las reivindicaciones se evidencia en su apelación a un cambio que

modifique el orden de géneros, más allá de la exigencia de políticas a implementar, cuyo

carácter y alcance me ocuparé más adelante de desarrollar.

La herencia de los Gender studies, el feminismo y los estudios de la mujer

Los estudios de género, Gender Studies, conforman un campo interdisciplinario

centrado en el estudio académico de diversos temas relacionados al género como categoría

central. Tales disciplinas estudian al género y la sexualidad en campos tan variados como la
literatura y el lenguaje, historia, ciencias políticas, sociología, antropología, estudios sobre el

cine y los medios de comunicación, el desarrollo humano, el derecho y la medicina como

señala el Center for the study of gender and sexuality de la Universidad de Chicago. Como tal,

es heredera de trabajos anteriores, pero la sociología –principalmente inglesa– y las

investigaciones etnográficas sistematizan este trabajo académico dentro del campo más

abarcativo de los estudios culturales. Los discursos feministas contemporáneos presentan, en

muchos casos, continuidades con esta escuela y son deudores de muchas de sus

conceptualizaciones. El concepto de patriarcado para hablar del mandato masculino, por

ejemplo, fue resignificado contemporáneamente por la estadounidense Kate Millet en Política

sexual (1970) o el de androcentrismo también recuperado por una estadounidense, Perkins

Gilman (1911). Prácticamente estamos en un campo interdisciplinar dominado por mujeres,

donde destacan figuras como Judith Butler, Margaret Mead, Nancy Fraser o Susan Harding.

En Estados Unidos e Inglaterra, los dos países pioneros en la materia, los estudios de la mujer

fueron establecidos paralelamente a los estudios de género en la década de los 70. La

publicación feminist studies lanzó su primer número en 1972, dentro de lo que se conoce

como la segunda ola del feminismo, entre los años 60 y 80, que la enciclopedia británica online

define por las reivindicaciones a la desigualdad no-oficial (de facto), la sexualidad, la familia, el

lugar de trabajo y los derechos en la reproducción, entre otros; luego de haber instalado en la

mayor parte de los países occidentales el acceso al voto y la equidad en algunos derechos

civiles.

La tercera ola, siguiendo la conceptualización de genealogías feministas que aparece

en autoras como Aránzazu Hernández Piñeiro (Piñeiro, 2010), recurre a una vindicación de la

mujer en línea con el auge del posestructuralismo, donde se reconoce que no existe un único

modelo de mujer, sino múltiples, determinados por categorías sociales, étnicas, nacionales,

religiosas o culturales en general. Si bien existe un feminismo de la igualdad que cree en la


construcción histórica y social de las identidades de género, también el feminismo radical de

esta generación naturaliza la diferencia de género en su lucha por ampliar los derechos de las

mujeres. Así, algunas autoras sostienen, por ejemplo, que la posición subyugada de las

mujeres les posibilita un conocimiento más completo y menos “perverso” al tiempo que, el

lugar dominante de los hombres genera un conocimiento parcial: “las mujeres pueden ver lo

que a los hombres se les escapa desde sus posiciones de poder” (Gónzaléz García, 2002: 17 en

Turkenich-Flores, 2013: 89). Este tipo de posturas esencializa las identidades de género,

simplificando las trayectorias singulares atravesadas por múltiples categorías y construyendo

una posición, sino estática, al menos privilegiada para cada identidad con la consecuente

invisibilización y negación discursivas de distintas situaciones individuales posibles en el

análisis sociológico.

¿Marxismo o posestructuralismo?

Las acusaciones feministas de dominación y del sostenimiento masculino de

“posiciones de poder”, y todo lo producido por las resistencias, entran en tensión con la misma

teoría foucaultiana en la que se apoyan muchos de los principios posestructuralistas de las

investigaciones de género de la tercera ola (Kubissa, 2015). De las críticas más interesantes al

feminismo radical son las que compila Gonzalo Garcés al entender, desde una perspectiva de

psicología evolutiva darwinista, que siempre valoramos más la vida de las mujeres que la de los

hombres y que el #NiUnaMenos más que en clave de “revolución desde abajo” puede leerse

como una continuidad histórica de la valoración del rol biológico de algunas mujeres en la

necesidad de reproducción genética de la especie. Lo cierto es que de acuerdo con los datos

proporcionados por la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, en todo el

mundo, 78,7% de las víctimas de asesinatos son hombres y esto no se interpreta como una

cuestión de género. Contra la supuesta inferioridad de la mujer, por ejemplo, se puede

decir que el año pasado hubieron 5715 (alrededor del 60%) becarias del Conicet frente a 3792
becarios hombres. Garcés también cita a Straughan cuando dice que en Estados Unidos, y es

prácticamente extensible a todo el mundo, las mujeres viven en promedio diez años más que

los hombres, egresan de las universidades un 33% más que los hombres, controlan el 70% de

los gastos de consumo a escala mundial y que -según la revista Fortune- son propietarias del

65% de todos los bienes en Estados Unidos. Estos datos complejizan el entendimiento del

orden de géneros y contradicen su crítica desde una simplificada victimización de la mujer

pasiva frente al conceptualizado “hombre” a quien se le agencia todo el poder, en el marco de

la teoría política tradicional. Nos permiten evitar posiciones ramplonas de apelación a una

sensibilidad aturdida donde algunas muertes son más preocupantes que otras, de unos

procesos performativos inequitativos donde algunas injusticias se vuelven más evitables y

urgentes que otras. Pero lo más productivo de evitar esta común analogía de la “lucha de

género” con la “lucha de clases” es que atendiendo arqueológicamente las trayectorias de

producción de los sentidos del orden de género podremos problematizarlo, cuestionarlo y

reconducirlo de manera mucho más efectiva porque atenderemos a sus verdaderas causas y

no a prejuicios ideológicos.

Según Michel Mafessoli los cambios epocales, incluido el género, se deben al

cuestionamiento de lo absoluto monovalente, y en este sentido apunta que semejante

relativismo fragiliza el corpus legislativo cuyo garante era el padre (Mafessoli, 2009). Así como

es más flexible también la condición de las/os trabajadoras/es, este sociólogo observa la

“distinguida androginia del alto estilismo masculino” como un índice del fenómeno. Pero

podemos pensar muchas modificaciones más relativas al orden de género y asociadas con la

disputa a un orden absoluto monovalente como el incipiente reconocimiento social de todas

las identidades sexuales o las modificaciones en un mundo laboral cada vez menos exigente de

fuerza física y cada vez más equitativo.


Pero también muchas configuraciones culturales mutaron originando convergencias en

ese sentido. Entre ellas se destaca que la centralidad del orden social no se sirve como en los

últimos milenios tanto de la productividad de la agresividad, y para algunxs incluso el asunto es

más estructural dado que esa centralidad se habría multiplicado, ha dado lugar a centralidades

infinitas, como el Dios spinoziano, generadoras de sentido social en una miríada de situaciones

igual de importantes o inconmensurables entre sí. Esto significa una ruptura de los roles

tradicionales en el modelo de lo “absoluto monovalente” que puso al hombre en la centralidad

de la historia. Sin dudas este sería un mapa mucho más complejo para comprender los eventos

sociales.

Como signó una ferviente feminista, Gayatri Spivak, la subalternidad nunca puede

hablar. Y si hoy escuchamos voces, es porque hay un nuevo orden, y esto que constituye un

cambio milenario también nos hace preguntarnos por las demandas que en la nueva

configuración aún no están institucionalmente representadas. En cada victoria de la justicia

social sigue habiendo un resto, siempre hay un resto, y es importante que los afectos de

alegría y equidad que nos mueven hoy en un sentido no se agoten en las reivindicaciones

alcanzadas. Es necesario seguir mirando al futuro y a lo que falta para alcanzar la equidad de

géneros porque aún resta mucho trabajo para organizar la frontera del lado de lxs excluidxs.

El feminismo representa una propuesta epistemológica muchas veces consciente de su

parcialidad y de sus contradicciones. Incluso hay quienes sostienen como la escritora feminista

Silvina Giaganti que “el feminismo no le pertenece a una secta, es de todos los que se sientan

interpelados” (Giaganti, 2015). Seguramente sería muy productivo un encuentro al interior de

los estudios de género con un desarrollo teórico más equitativo con las perspectivas

epistemológicas de las distintas identidades posibles en los órdenes de género, que resulte

más contemplativo del alcance de los mismos para su mejor intercomprensión.


Cuerpos atravesados por el dolor y la esperanza

Dentro de las reivindicaciones más significativas del #NiUnaMenos se destacan

declamaciones como “mi cuerpo no se viola, no se toca, no se mata”, “en short o pantalón

respetame igual”, “mi cuerpo no pide tu decisión”, “en este estado feminicista, estar vivas es

una rebeldía” que cohabitan con una propuesta de producción de agenciamientos que

descolonicen el cuerpo y la vida del actual orden de género, discursos que miran al cuerpo

femenino desde su materialidad afectivo/productiva de la vida social (Zarzuri y Ganter, 1998).

En las movilizaciones por #NiUnaMenos existe tanto un repudio a la violencia machista como

reivindicaciones del género femenino a través de identificaciones culturales (militantes y

artistas populares, flores, corazones, fuerte primacía de tonos rosas y violetas) y una fuerte

voluntad de visibilizar el cuerpo de la mujer, como recogen Alejandro Grimson y Lucila

Schonfeld: “Son muchas las que trajeron su propio cuerpo de víctima de la violencia, para

sentirse —tal vez— menos solas” (Grimson y Schonfeld, 2015). En este sentido el “tetazo” en

el Obelisco el 07/02/2017, otra continuidad de esta demanda de soberanía sobre el propio

cuerpo surgida a partir de un episodio en un balneario vacacional, buscaba terminar con la

exclusividad del sentido sexualizado del pecho femenino para legitimar otros tipos de

aparición pública de esta parte del cuerpo. El primer #NiUnaMenos de 2015 modificó

radicalmente la visibilidad de esa lucha y su legitimidad pública.

Esta perspectiva filosófica contemplativa de los afectos, deudora de Spinoza y

Nietzsche pero también de la sociología de Gabriel Tarde o de Ferdinand Tonnies, y su cruce

con la sociedad de la información (Castells) ha generado una síntesis muy interesante en el

pensamiento de Scott Lash. Lash dice que lo trascendental es lo empírico, y si entendemos

restrictivamente esta premisa tenemos que dejar de pensar en lo afectivo como una

sintomatología y confiar más en su carga propiamente operacional. “¡Frente a la violencia y el

dolor, feminismo organizado!”, reza una convocatoria en Facebook a un campamento político


del Frente de Mujeres del Movimiento Evita. Las marchas, las discusiones, los argumentos del

#NiUnaMenos se centran en la figura del femicidio y en la de la violencia ejercida contra la

mujer, contra el cuerpo de la mujer. Esperanza, indignación, bronca, rabia y dolor son de los

sentimientos más convocantes en estas movilizaciones. Del significado como lógica del sentido

se pasa a la operacionalidad, pues los flujos no significan, sino que operan (Lash, 2005). Con

Lash podemos pensar en el cuadro operacional de estos afectos expresados públicamente y

cómo estos agenciamientos modifican su ambiente, son parte de su medio (Latour, 2017).

Al respecto es muy interesante ver la genealogía de las disputas sobre las consignas del

NUM y cómo se construye o deconstruye legitimidad sobre ciertas reivindicaciones. Más acá y

más allá de las organizaciones políticas y sociales que intervienen en la organización de las

movilizaciones, es claro que el criterio de unidad y la convocatoria más fuerte la genera el

arcaico valor social occidental de proteger principalmente la vida de las mujeres (Garcés,

2015). El NUM es unánime en este punto de pedir por la integridad y el cuidado de las

mujeres, #VivasNosQueremos ya es un paso hacia el protagonismo político femenino en estas

reivindicaciones, luego hay cierto consenso, aunque no unitario, sobre algunos conceptos

como “patriarcado” o “violencia machista”. Pero existen disputas sobre las políticas públicas a

implementarse donde, por ejemplo en los encuentros nacionales de mujeresalgunas

informantes nos han testimoniado desavenencias y debates clausurados por las diferencias

entre las participantes.

Un contagio tecnológicamente estructurado

El #NiUnaMenos puede entenderse como un “contagio tecnológicamente

estructurado, donde la movilización emocional es catalizada y estructurada por las prácticas y

las tecnologías, y amplificada por las redes” (Toret y Monterde, 2014), Javier Toret y Arnau

Monteverde presentan para el 15M español una combinación de infraestructura física y digital
de una red de redes conectadas, y que podría ser parangonable con el caso estudiado. Es

preciso desmentir el carácter puramente espontáneo que muchos quieren otorgarle en sus

inicios a las movilizaciones sociales, que opera tanto como prueba de su legitimidad como

negación de sus antecedentes. El #NiUnaMenos es la continuidad de reclamos por la vida de

las mujeres que llevan décadas y que, por ejemplo, han llevado en el 2009 a la tipificación del

delito de femicidio frente a lo que antes se publicaba mediáticamente como “crimen pasional”.

Además es una convergencia de distintos reclamos en torno a la equidad de género que los

feminismos vienen discutiendo al menos desde el primer encuentro de mujeres en la Capital

Federal en el año ´86. Sin embargo, la instantaneidad permitida por la comunicación digital y la

unificación que permiten las plataformas digitales como Twitter a través de los hashtags

permiten que ahora “un fallo aberrante de jueces misóginos puede despertar un estallido en

redes sociales y ese estallido lograr su renuncia o el juicio político” (Grimson y Schonfeld,

2015).

Para una mejor comprensión se necesita una definición más compleja y abarcativa del

fenómeno con la que se pueda graficar la imagen de un cuadro que incluya la mayor cantidad

de trayectorias y sentidos que despierta el NUM. Si bien queda descartada la posibilidad de

estudiar exhaustivamente todas las trayectorias y sentidos en este caso, sí pueden revisarse las

tendencias principales al recorrer estas traducciones del actante #NiUnaMenos en distintos

ámbitos. Partiendo de la necesidad de captar la singularidad de cada evento para entenderlo

nos valemos del concepto griego de Hapax -que sólo aparece una vez- algo que Latour retoma

desde la creencia de que “todo lo que nos ocurre, no ocurre más que una vez, ni más que a

nosotros, aquí”, muy emparentado a los trabajos sobre irreversibilidad temporal en física y

química de Isabelle Stengers y de Illia Prigogine (2004). Por ejemplo y distinguiéndolo de otras

movilizaciones a partir de su propia especificidad, podemos señalar que la “almohadilla”, el

numeral del hashtag #NiUnaMenos responde a la propia plataforma de circulación afectiva e

informativa de esta movilización social, irreductible a un mero instrumento técnico. El hashtag


demanda una utilización específica en situaciones de habla, con una circulación preferencial en

plataformas digitales y un modo de ordenar el texto alrededor de sí, una gramática propia para

la producción de sentido en nuestras comunicaciones: mensajes breves, con pretensión

poética: apelación a la ironía o a otros recursos retóricos.

Si analizamos anteriores episodios de afectos colectivos más o menos unificados en la

interpretación más estable de movimientos sociales históricos, tenemos que explorar distintos

entornos o soportes como, por ejemplo, los “cuadernos de quejas” donde quedó el registro del

gran pánico que precedió a la Revolución Francesa (Lefevbre, 1986). Al feminismo radical

probablemente le encantaría saber sobre este antecedente del principio del fin del feudalismo

en Europa para hablar del NUM y el patriarcado, incluso las demandas por los derechos civiles

del colectivo de mujeres se expresaron en esos cuadernos antes de la RF (Puleo, 1992). Como

sea, aquel soporte no significaba una comunicación inmediata y global, no todxs podían

participar, era estamental y, especialmente, no podían automatizarse las entradas, los únicos

filtros técnicos eran la alfabetización y la concurrencia de los objetos para escritura. En Twitter,

por ejemplo, hay un 15% de usuarios que son programas automatizados (bots) (Varol et al,

2017) que funcionan en muchos casos interviniendo sobre las tendencias de opinión. Estamos

ante un espacio público inédito en este sentido, donde no podemos fiarnos del número de

participantes reales de un fenómeno colectivo, aunque por otro lado nunca tuvimos tantos

datos de los mismos.

Una vez aclarado esto podemos trazar, por medio tanto de testimonios como de grafos a partir

de registros digitales, algunos de los recorridos que han seguido los sentidos del movimiento

social que nos convoca en torno al #NiUnaMenos.


#NiUnaMenos en Twitter

Grafo del #NiUnaMenos del 03/06/2017

El Observatorio de redes (O_de_R en Twitter), una iniciativa impulsada por CIPPEC, el grupo de

investigación Coaliciones Políticas en AmLat: Análisis en Perspectiva Multinivel y el medio

BASTION Digital, hizo un grafo basado en la circulación del hashtag #NiUnaMenos en el día de

la última movilización del 03/06/2017. Según su propia definición (Snitcofsky, 2017) un grafo
es una red, que está formada por nodos y conectores. Los nodos pueden ser cualquier cosa,

personas, usuarios de twitter, genes, etc. y las aristas son las relaciones que estos elementos

tienen entre sí. De las relaciones entre nodos en una red se pueden hacer un montón de

análisis como quiénes son más afines, quiénes se relacionan más, quiénes por el contrario no

se relacionan, si se pueden identificar grupos concretos agrupados en comunidades (barrios

digitales), referentes, etc. Cada círculo es un nodo, un usuario de Twitter. Las líneas son

relaciones y vínculos entre esas cuentas, ya sean menciones específicas a usuarios o RT’s. Los

colores, por su parte, definen grupos de usuarios que se mencionaron mucho entre sí. Acá

aparecen los barrios digitales: las comunidades que se construyen en torno a las menciones y

conexiones. Independientemente de las posturas en torno a los mensajes que cada uno emite,

la relación se forma igual. Para formar estos barrios se usa un algoritmo de clustering, estas

son funciones que permiten identificar comunidades dentro de un grafo, grupos de usuarios

que por una razón u otra se asemejan, conversan entre sí y tienen más relaciones entre ellos

que con el resto. Existen infinidad de formas de hacer esto, todas son imperfectas.

En aquella primera marcha se habían publicado 668.429 tuits con ese hashtag (Gómez

Vidal, 2015) y este año sólo se registraron 29.821 Nodos y 57.256 Relaciones (RT o Mentions)

(Snitcofsky, 2017). Castells trae la siguiente definición para analizar a los movimientos sociales

en red: “la cuestión verdaderamente relevante para valorar el significado de un movimiento

social es la productividad social e histórica de su acción y el efecto en sus participantes como

personas y en la sociedad que intentó transformar” (Castells, 2012: 231), haciendo énfasis en

medir los efectos de un fenómeno tal para apreciar su significado. Es valiosa la idea de analizar

los movimientos sociales desde sus realizaciones sociohistóricas y no sólo desde sus

representaciones, ya que más allá de lo que pueda decir de sí mismo un movimiento social (o

los medios de comunicación) la identidad también es conformada por los hechos sociales. La

imagen de cualquier actor social se construye relacionalmente y en la mente de terceros. Esta

perspectiva recuerda el dilema del alma bella estudiado por Georg Hegel y analizado en su
dimensión ético-política por él mismo, por Friedrich Nietzsche y por Slavoj Zizek. Es decir, la

identidad es más un fenómeno con componentes de exterioridad, relacional, de procesos

fácticos de construcción de sentidos que son histórico-sociales, que de representaciones

propias; aunque una proyección, y más en general cualquier evento autopoiético, puede

afectar esa exterioridad.

Una lógica conectiva en falta y en exceso

No hay diputadas del “Ni Una Menos”, como sí podemos hablar de Podemos en

España con el 15M. No hay una organización partidaria específica por estas políticas como

existen partidos verdes o piratas en Europa, más allá de los frentes; no hay un programa único

de políticas públicas para resolver las diversas demandas sociales que movilizan afectos desde

el #NiUnaMenos. “Ha sido un acto de abuso cuando Macri nombró a Fabiana Túnez en un

cargo burocrático, por supuestamente ser referente de la organización del Ni una menos”, dice

la activista María Galindo que cree que “el Ni una menos no tiene discurso oficial, tiene

palabra directa (…) el Ni una menos no es una lista de demandas que pueda ser apropiada, ni

negociada por nadie” (Galindo, 2017).No sabemos cómo podría continuar el movimiento una

vez cumplidas sus demandas más urgentes, más allá de la capitalización de algunas

funcionarias y del gobierno de Macri en imagen, muy poco relativamente puede quedar

instituido a nivel de los cargos institucionales y mucho pueda quedar instituido al nivel de un

cambio social y cultural. Es un reclamo colectivizado sin referentes principales, ni siquiera

aquellas que convocaron a la primera movilización del 3 de junio pueden institucionalizar a

título personal el reclamo colectivo. No hay “dirigentes” del NUM en el sentido en que hay

dirigentes en las organizaciones sociales, políticas y sindicales tradicionales si bien estas

instituciones están cada vez más proponiendo mujeres como candidatas como consecuencia

de los reclamos de paridad: “Las mujeres que lleguen a esos puestos tienen una
responsabilidad con el movimiento porque sus candidaturas se entienden a partir de la

visibilidad pública que instalamos a fuerza de movilizaciones masivas y de expandir el

feminismo en todos los ámbitos”, reza un comunicado del Colectivo NUM publicado a razón de

las elecciones legislativas nacionales de 2017 en Argentina en su muro de Facebook. “Las

elecciones no alcanzan para dar cuenta de nuestras luchas y, a la vez, en ellas se juegan

diferencias que hacen a la existencia de todas” dicen también en esa publicación.

La institucionalización dentro del Estado de las demandas por los derechos de las

mujeres puede remontarse a la creación del Consejo Nacional de las Mujeres en 1992, anterior

incluso al Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la

Mujer, con rango constitucional, en nuestro país, a partir de la reforma constitucional de 1994;

y de la Convención interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia:

"Convención de Belém do Parà”, ley 24 632, aprobada por el Congreso Nacional, en 1996.

Recién en el 2009 se vuelve a institucionalizar el debate con la implementación de la Ley

26.485 de protección integral a las mujeres.

Las primeras exigencias específicas del colectivo al Estado que fueron leídas el 3 de

junio incluían, en líneas generales: garantías para la protección de las víctimas de violencia,

garantías de acceso a la justicia, Instrumentación en su totalidad y con la asignación de

presupuesto acorde de la LEY N º 26.485 “Ley de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y

Erradicar la Violencia contra las Mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones

interpersonales”, garantías para el cumplimiento del derecho de la niñez, creación de más

Hogares/Refugio en la emergencia, subsidios habitacionales, educación sexual integral con

perspectiva de género, la temática de la violencia machista y dictado de talleres para prevenir

noviazgos violentos en los distintos niveles educativos y capacitaciones obligatorias en la

temática de violencia machista al personal del Estado, a los agentes de seguridad, a los
operadores judiciales y a profesionales relacionados con la temática. Pero si bien hay un

seguimiento mediático intensivo de los casos aún no baja la tasa de femicidios.

En julio de 2016 se lanzó efectivamente el Plan nacional de acción para la prevención,

asistencia y erradicación de la violencia contra las mujeres. Y si bien el plan apropia

conceptualizaciones propias de las movilizaciones feministas, en la práctica la gestión macrista

ha sido muy criticada por el efectivo cierre de consejerías, los despidos en el Programa

Nacional de Salud Sexual, el cierre del Centro Integral para las mujeres víctimas de violencia de

género en La Plata, los recortes presupuestarios y la baja en la representación ministerial de

mujeres del 19% al 14% en el cambio de gobierno del kirchnerismo al macrismo. Escales es

determinante cuando agrega como crítica a la gestión macrista en políticas para la erradicación

de la violencia machista que “no es posible prevenir la violencia con desocupación, no es

posible proteger a personas que pueden ser victimizadas o que lo están siendo cuando no hay

propuesta de políticas integrales que tengan que ver con acceso a la vivienda, al trabajo, al

empleo. No puede haber prevención cuando desde el ministerio de educación se recorta el

programa nacional de educación sexual integral y en Salud se recorta el programa de salud

sexual y reproductiva” (Escales, 2017).

Politicidad multitudinal o intervención vertical masiva

El colectivo fundador de Ni Una Menos está radicado en la capital y está formado por

16 personas, en proceso de ampliarse a 40. A su vez, en muchas capitales de provincias y

localidades se formaron grupos, con quienes construyeron la red nacional. También se

formaron lazos internacionales con colectivos NUM de distintos países, que se organizaron

luego del 3 de junio de 2015. No es plural desde el punto de vista de género pues son mujeres,

tanto heterosexuales como lesbianas, ni desde su ocupación pues todas son profesionales

liberales. Pero el movimiento social que nació a partir de la primera convocatoria de lectura sí
es pluralista visto tanto desde el género como desde cualquiera de las clasificaciones sociales

comúnmente utilizadas en la demografía (edad, nivel socioeconómico, estudios alcanzados,

etc.). Si bien el colectivo fundador contaba con pocas personalidades relativamente influyentes

por su participación en la industria cultural, la convocatoria creció desde el boca en boca y la

legitimidad de pares. Así mismo la organización del colectivo que funcionó como germen está

abierta a estas singularidades. Vanina Escales, la fundadora que entrevisté para esta

investigación dice del mismo que “es un colectivo horizontal, sin jerarquías, donde la clave es

la amistad política y la escucha de todas las voces para construir consensos y a eso le llamamos

ética feminista. Estamos convencidas de que es la vía de otra forma de hacer política, que no

hay división entre forma y contenido, ni entre medios y fines”. Simondon usa una figura muy

bella en su tesis principal “La individuación a la luz de las nociones de forma y de información”

que nos sirve para representarnos el crecimiento social de esta idea ética, siendo que para él la

física ya es ética, (y siendo fiel a su concepto de “transducción” epistemológica) cuando habla

del germen cristalino como información que estructura la energía de su entorno en un

ambiente metaestable, o sea aparentemente estable pero con energía sobrante como para el

crecimiento amplificado. “Un cristal está dotado de un poder de crecimiento indefinido; un

cristal puede haber detenido su crecimiento, pero jamás puede haberlo acabado y siempre

puede continuar creciendo si se lo vuelve a poner en un ambiente metaestable” (Simondon,

2014: 94). Así esta gramática de la que habla Escales, esta otra forma de hacer política se

contagia y estructura ideas, reflexividades y prácticas colectivas. La ética feminista del

colectivo se refleja en las manifestaciones del movimiento NUM: abiertas, plurales y afectivas

(“amistad política”).

En la mayoría de las entrevistas que realicé para esta investigación, las participantes

informan haberse movilizado a partir de una amiga o conocida y no directamente del

colectivo: “mis amigxs me convocaron y me enteré por la enorme difusión en los medios de

comunicación”, me cuenta Aldana de 32 años. Y si bien también gran parte de ellas vio
información en los medios, ya existía cierta disposición afectiva: “me conmovieron mucho

algunos testimonios de Violencia de Género, violaciones, abusos y muerte de victimas” dice

Silvia, 28 años, al contar cómo se sintió convocada. Sobre los vínculos del colectivo NUM con

sindicatos y partidos Escales me informa: “hablamos con todas las centrales sindicales y

después cada una con distintos sindicatos en particular, además de las secciones de los

partidos que estaban ya participando de la asamblea” para organizar las movilizaciones y las

marchas en conjunto.

Por estas claves entiendo que el NUM responde a una gramática multitudinal que

“indica una pluralidad que persiste como tal en la escena pública” (Virno, 2003: 21). Si bien

Virno retoma principalmente este concepto spinoziano desde el punto de vista de la

producción económica posfordista, tiene la particularidad de proponer entender al marxismo

“como un individualismo riguroso; es decir, como una teoría de la individuación” (Virno, 2003:

82). La complejidad individual, la valoración de cada posición relativa es importante para el

NUM porque se trata de un movimiento abierto a la participación y a su apropiación por cada

cuerpo atravesado por la violencia machista, de cualquier sensibilidad afectada por un discurso

o práctica que violente cualquier derecho del género femenino. Es móvil en su

heterogeneidad, orgánica sobre un, y sólo un, tema público y general; y muy flexible en la

institucionalización multitudinaria de sus reclamos. A la red conformada por el universo social

que comparte los sentidos del movimiento cualquier nodo puede incorporarse y cualquiera

producir la siguiente información que se amplificará y estructurará una nueva expresión

pública, siempre que respete el núcleo semántico de la violencia machista y recorra un camino

de entornos metaestables, es decir que encuentre energía libre (afectos) suficientes pueda

amplificarse. El NUM fue, al decir de Fernando Peirone: “una muestra del alcance que tiene la

operatoria reticular en el contexto de la nueva gramática social (…) que en cierto modo

trasciende —y no es poco— a los movimientos “occupy” y de “indignados” que hasta el

momento habían demostrado más poder destituyente que instituyente (Peirone, 2017a).
Para una mejor comprensión de la especificidad de su carácter multitudinal quiero

compararlo con un fenómeno de intervención masiva o “viralización inoculada”. Ambas son

conceptualizaciones propias para mejor definir otra politicidad organizada digitalmente. Hablo

de algunos rasgos de la estrategia de comunicación digital cambiemos.

En Casa Rosada trabaja al menos un equipo de más cuarenta jóvenes con un doble objetivo:

influir en las redes sociales y a la vez evitar la dependencia de los medios de comunicación

tradicionales (Perfil, 26/03/2016). El Gobierno segmenta sus mensajes: por zona, por edad, por

género y por intereses, tanto en Facebook como en Twitter o Google. Pero incluso antes de

esto ya en la campaña de 2015 Cambiemos invirtió 70 millones de pesos según consta en el

informe consolidado de gastos de campaña de la Comisión Nacional Electoral. Unos 20

millones más que su principal competidor, el Frente Para la Victoria. En redes sociales invirtó

unos 22 millones de pesos, repartido entre 2 empresas: Global Mind con tres contratos de

5.499.000$ e ICOLIC SA con otro contrato por la misma cantidad, mientras que la lista que en

ese momento era gobierno sólo invirtió un contrato de 5.499.000$. El problema con la

publicidad digital es que no se puede auditar fielmente porque son espacios públicos con

acceso restringido, donde sólo quien contrata y quien da el espacio saben el alcance orgánico

(vistos e interacciones de una publicación sin contraprestación económica) y el alcance pago.

Los comentadores y los mismos responsables de la campaña nunca hablan de esta triplicada

inversión y prefieren hablar de los beneficios de la campaña digital a las de la vía pública

tradicional. El equipo creó más de 300 piezas creativas audiovisuales y las difundió a través de

TrueView, el formato de promoción de contenido en video de Youtube y Google, para llegar en

los micro-momentos (Think with Google) “donde los indecisos exploran su decisión de voto a

través de Internet, en un país donde los usuarios ya alcanzan el 70% de la población y hay 16.2

millones de usuarios de smartphones” (Think with Google, 2017). Al final de la campaña, por

ejemplo, utilizaron un servicio de Blast los últimos dos días, que significa copar toda la red de

display de anuncios de un 90% de internautas pagando aproximadamente entre 1 y 5 o 6


dólares por cada mil visualizaciones. Si pensamos que al menos los 16 millones de usuarios

visitan dos sitios por día son unos 32.000 USD$ y 150.000USD$ sólo por cada último día de

campaña. Desde la noche del 25 de octubre hasta el 1° de noviembre, Macri alcanzó con sus

posts en Facebook a más de 23 millones de personas (La Nación, 26/011/2015), teniendo

según Julián Gallo, director de contenido y estrategia en redes sociales y web de la Campaña

Macri Presidente, 8 millones de visualizaciones pagas.

Esta campaña fue otro exitoso caso en el campo de la politicidad digital, pero la

intervención digital masiva fue comandada por expertos y su costo está fuera del alcance de

cualquier movimiento u organización interesada en participar del diseño y ejecución de

políticas públicas. Si bien es cierto que hubo voluntarios y adhesiones tanto por el contenido

como por la intervención personalizada en micro-momentos, también lo es que existe un

equipo de trolls trabajando para el gobierno. Se pudo ver, por ejemplo, en el comportamiento

de los usuarios de TW en el conflicto por el Conicet, relevado en la excelente nota publicada

en El Gato y La Caja (González, 2016), donde los que defendían la postura del gobierno

mayormente no tenían seguidores, sólo retwiteaban sus cuentas principales y descansaban de

publicar los fines de semana, algo absolutamente anómalo en un usuario común y

contrastante con el comportamiento de los que defendían al Conicet. Otro argumento es que

150 de esas cuentas fueron creadas en los mismos dos días. Esta construcción de base

arborescente evidencia que gracias al carácter comercial y privado de estas plataformas

digitales se puede inocular una viralización política sin que realmente las demandas surjan de

las “mayorías silenciosas”, como le gusta decir a Durán Barba (Barba, 2017). Sobre la estrategia

comunicacional de Durán Barba para Cambiemos y para el PRO, se podría decir mejor que es

un ejemplo de lo que Fernando Peirone observa para la relación entre la política y la nueva

comunicación donde “se cede la iniciativa política a una comunicación cada vez más

atolondrada y compulsiva, que no tiene ningún reparo en instrumentalizar la vida política y


someterla a montajes escénicos donde domina lo artificioso, lo inverosímil, lo moral (…) y la

política se suplanta por discursos motivadores y frases sensibles” (Peirone, 2017a).

Este recorrido por contraste permite entender mejor cómo construyó valor y red el

Movimiento NUM, abierto y pluralista; a partir de su diferencia con lo que hizo una versión

muy moderna del poder institucional partidario por las mismas plataformas digitales.
TERCER CAPÍTULO TARINGA!

Inteligencia colectiva

Respecto de la arquitectura de las redes sociales se puede hablar mucho sobre el

modo en que facilitan la expresión pública de amplios sectores de la población, haciendo la

salvedad –claro está– de que expresarse no es lo mismo que participar cívicamente, y menos

que hacerlo en igualdad de condiciones. Las plataformas digitales insinúan que ayudan al

debate democrático pero no necesariamente garantizan una mayor participación en este

sentido porque no hay ningún control ni cívico ni estatal para que así suceda. Facebook ha

abierto un servicio llamado “Facebook Town hall” que se ofrece como la posibilidad de utilizar

esta plataforma para seguir a quienes son los representantes de los ciudadanos en las distintas

instituciones, y conectar con ellos a través de sus páginas en Facebook con el fin de hacerles

llegar sus preocupaciones, peticiones, protestas, etc. En España el municipio de Jun, un pueblo

con 3500 habitantes, ganó notoriedad por la calidad en el uso de Twitter para resolver

consultas populares, participar con sus teléfonos en “plenos” y para comunicar todo tipo de

información relevante. En Argentina todavía no hay muchos avances en materia de gobierno

abierto pero sí mucha participación política en redes. Si bien Facebook es la red social más

usada de Argentina, según ComScore Taringa! era en 2013 la segunda red social más visitada

del país y la tercera en América Latina. Esta plataforma es un espacio digital de encuentro para

más de 28 millones de usuarios que, a diferencia de Instagram, Snapchat o las redes

mencionadas anteriormente, se ordenan por jerarquías que limitan el acceso, la funcionalidad

y los permisos de cada uno dentro de la red. En este sentido se asemeja, aunque no alcanza tal

nivel de rigidez y “neutralidad”, al ordenamiento meritocrático de sitios como Wikipedia, “un

aparato de consenso entre democrático y burocrático” (Van Dijck, 2016:236), donde los rangos

se escalonan por el trabajo aportado al mejor funcionamiento de la enciclopedia. Si bien me


interesa sostener el concepto de “aparato de consenso” para T!, creo que es mucho más

controversial que la famosa enciclopedia.

Taringa! es una red social de origen argentino surgida en 2004, de uso masivo en

países de habla hispana. Además de América Latina, tiene presencia en España, la comunidad

latina en Estados Unidos y en el resto del mundo. El sitio surgió en 2004 como una réplica del

portal Teoti.com, con los mismos fundamentos e ideas según su fundador Fernando Sanz. En

noviembre de 2006 T!, como abrevian sus usuarios, fue adquirida al menos en el 90% de su

propiedad por Alberto Nakayama y los hermanos Matías Botbol y Hernán Botbol, quienes

pagaron 5000 dólares por una empresa que según sus propietarios y distintos sitios que

estiman cotizaciones de portales hoy valdría varios millones de dólares. T! explotó en 2011

pasando de 6 millones de publicaciones en marzo a más de 15 Millones en diciembre del

mismo año.

En T! Se encuentran desde experiencias personales y testimonios hasta la invitación

del presidente Mauricio Macri a una juntada en Casa Rosada pasando por las opiniones,

conocimientos y dudas compartidas en la sección de las comunidades. Las preguntas que

guiarán la investigación de este capítulo serán las mismas que estructuran este trabajo pero

atendiendo, más a las particularidades vinculadas a la existencia de la plataforma, que al

surgimiento y movimiento de las identidades políticas en ella: ¿Cuál es la manera en que en

este escenario público se reconfigura la gramática política?, y ¿Qué nuevos aspectos de la

movilización social han surgido a partir del uso de tecnologías digitales?

Participación ciudadana en la sociedad de la información

Manuel Castells fue uno de los primeros en desarrollar un amplio marco teórico sobre

este campo, siendo Comunicación y poder (2009) su más acabada producción sobre el vínculo
estudiado. No obstante en este apartado quiero tomar como referencia su libro Redes de

esperanza e indignación (2012), porque hace explícita referencia a nuevas experiencias de

participación ciudadana en los espacios públicos digitales.

Castells tiene una visión sumamente optimista de las redes sociales como herramienta de

cambio social participativo y abierto, basado en algunos evidentes reduccionismos tales como

suponer que “la gente derrocaba dictaduras sólo con sus manos” al hablar de las revueltas

árabes (Castells, 2012: 19) sin profundizar en las causas político-económicas y, como en el caso

mencionado, en la injerencia de otros países para desestabilizar el orden político local,

particularmente el rol de los EEUU y de Europa. Por ejemplo en la presentación del análisis de

las indignadas en España el abordaje sociológico se limita a la cita de sólo dos estadísticas de

desempleo y el resto del diagnóstico es una opinión, para luego pasar a describir sin más la

sucesión de eventos que constituyen el fenómeno estudiado. Sin embargo, para pensar

Taringa, Castells aporta varias herramientas metodológicas que nos permite estudiar

fenómenos de participación ciudadana en redes: análisis de encuestas de opinión pública

sobre el tema, análisis discursivo, consultas de datos estadísticos y cronologías del

acontecimiento. Dentro del análisis del discurso resulta útil que se detenga en las “expresiones

poéticas – que constituyen- un ecosistema de lenguaje que –expresa- nuevas subjetividades”

(Castells, 2012: 128), por tanto otorga una herramienta para pensar las figuras de

pensamiento, y sus respectivas posibilidades de organización social, expresadas en el lenguaje

de los movimientos y relacionadas con la arquitectura digital de la plataforma, por ejemplo con

los memes, que circularon masivamente en T! mucho antes que en otras plataformas en el

país. El meme es una idea, es la “unidad teórica de información cultural” (Cortés Morató,

2017) y es un neologismo acuñado por Richard Dawkins en El gen egoísta. Este concepto es

clave en la teoría de Dawkings sobre la evolución cultural y tiene un gran parecido con las

ideas de fines del SXIX de Gabriel Tarde aunque no es sabido que sea una herencia reconocida.

Los memes son estructuras técnicamente vivientes, interrelacionadas, fecundas, longevas y


fieles en su replicación. Son cruciales para entender las gramáticas de T! ya que las

publicaciones (posts) pero especialmente los comentarios, son especialmente valorados por

ellos. No se puede entender el valor aportado por los comentarios si no se conoce la referencia

del meme, su significado e incluso su historia. Por ejemplo, en T! a muchos usuarios que por

algún motivo se los ha ridiculizado han llegado a ser memes y se los conoce como “mascotas”,

y circulan en los comentarios ordenando los valores de la comunidad. Los memes en T! no sólo

son una de las formas más eficaces y valoradas de comunicarse sino que también constituyen

uno de los marcos institucionales para ordenar la información que entra al sitio en las

publicaciones. Por ejemplo, en una nota donde se defiende a la Ministra de Defensa Patricia

Bullrich por el asunto de la desaparición de Santiago Maldonado, al momento que la

publicación tiene 266 puntos a raíz de 28 votos (sólo se puede dar 10 puntos por publicación) y

un comentario que ironiza sobre el título de la nota tiene un valor de +29, producto de al

menos 29 valoraciones positivas del mismo (las negativas restan un punto).

Detalle de la publicación “Este es el verdadero problema con Patricia Bullrich” del 28/08 a las 17:10
Comentario de la publicación “Este es el verdadero problema con Patricia Bullrich” del 28/08 a las 17:10

Es interesante pensar la relación de la tríada identidades-sentidos-experiencias

políticas, ya que para Castells “la identidad es la fuente de sentido y experiencia para la gente,

en relación a un atributo cultural” (Castells, 2001:32), y creo que en tanto no haya expresiones

poéticas disruptivas con ciertos sentidos dominantes es muy difícil que haya resistencias

culturales y nuevas propuestas políticas. Pero además el autor español se basa, como ya

hemos visto, en la teoría de la inteligencia afectiva en la comunicación política para interpretar

los desencadenantes del comportamiento social de los movimientos (Castells, 2012: 210),

sobre unos ejes similares a los que trabajan las propuestas de autores como Giorgio Agamben

o Peter Sloterdijk pero con enfoques distintos. En T! las discusiones políticas muchas veces

buscan la desacreditación del otro mediante ofensas. Se busca avergonzar a unos, indignar a

los testigos. Por ejemplo en una publicación llamada “los doce años K resumidos en 43

segundos”, la primera sobre política que encuentro el 18/08/2017 a las 10:27, se ve a una nena

de un barrio humilde fumando, la bajada interpreta que esto es consecuencia de los gobiernos

kirchneristas y estos son los primeros 4 comentarios:


La “ciudadanía” de T! está restringida a quienes no infringen los 5 protocolos que se

desprenden del protocolo original hacia la nueva categorización de secciones: Protocolo para

Comunidades, para los post, para comentarios y respuestas, para “Mi Taringa!” (shouts) y

protocolo para los usuarios ,y son tanto reglas de convivencia como acuerdos para mantener

“la comunidad ordenada de manera (…) con información publicada de manera limpia y

prolija”. Dentro de estos usuarios-ciudadanos existen las siguientes 14 categorías ordenadas

por nivel de karma: Troll (karma -1), Flamer (karma 0), Inexperto (karma 1), Iniciado (karma 2),

Aprendiz (karma 3), Amateur (karma 4), Regular (karma 5), Experto (karma 6), Avanzado

(karma 7), Elite (karma 8), Silver (karma 9), Gold (karma 10), Platinum (karma 11), Diamond

(karma 12) y los Rangos especiales (sin karma): Moderador, Oficial, Músico, Patrocinador,

Desarrollador. El karma es una valoración numérica que sube con las “buenas acciones” y baja

a la inversa. Algunas de las acciones valoradas positivamente son: recibir puntos en el

contenido, recibir recomendaciones, votar negativo comentarios que no cumplen el protocolo

y son eliminados, si otros usuarios agregan el contenido a sus favoritos, Dar puntos al buen

contenido, recibiendo comentarios y respuestas en tus aportes, moderar los contenidos, etc.

Algunas de las negativas: insultar, dar puntos a posts que son eliminados, votar positivo

comentarios que no cumplen con el protocolo y son eliminados, ser bloqueado por otros

usuarios, ser suspendido (de Taringa! o en comunidades), etc. La diferencia principal de los
rangos residen en los puntos que se pueden dejar en las publicaciones, así los más valorados

por la comunidad pueden aportar más valor que el resto y se posibilita la aparición de

mecanismos endogámicos y conservadores en general. Además, los comentarios de las

publicaciones se habilitan según el nivel que elija quien publica. La libertad de expresión es

meritocrática. Este sistema le genera a la comunidad una resistencia cada vez mayor al acceso

de nuevos habitantes porque se encuentran en desventaja con el resto pero le permite

conservar su sistema de valores de manera mucho más sólida que si se abriera a la

participación irrestricta de cualquier interesado/a. Si la tarea política por excelencia es la

construcción de un nosotros (Groppo, 2011), los procesos de consolidación de la comunidad

taringuera son un gran ejemplo de la configuración de la politicidad en plataformas digitales.

La desigualdad participativa desde la brecha digital

Jan Van Dijk es un reconocido analista de la brecha digital que le aporta al campo de

estudios las siguientes categorías para medir las desigualdades sociales para el acceso digital:

“Motivación, acceso físico, habilidades y diferentes usos” (Van Dijk, 2012: 57). El autor sostiene

cinco tesis principales en su obra, dentro de las cuales quiero comentar dos: 1- el acceso

desigual a las tecnologías digitales resulta en una desigualdad en la participación social. Y 2- La

participación desigual en la sociedad refuerza las desigualdades categóricas y la distribución

desigual de recursos” (Id.: 60).

Van Dijk es muy cauteloso al tratar estas categorías y diferencia entre los métodos

investigativos que parten de nociones individualistas y los que lo hacen desde una visión

relacional, eligiendo el último enfoque. Quiere decir que al estudiar la motivación, el acceso,

las habilidades y los distintos usos de la tecnología considera principalmente el vínculo entre

categorías sociales y políticas antes que guiarse por un agregado de resultados individuales. Su

postura tiende a responsabilizar a las relaciones sociales antes que a los individuos y se basa en
una frase del sociólogo nortemaericano Charles Tilly: “Las grandes, significantes desigualdades

de las ventajas entre seres humanos corresponden mayormente a diferencias categoriales

como blanco/negro, hombre/mujer, ciudadano/extranjero o musulmán/judío antes que a

diferencias individuales en atributos, tendencias o performances” (Tilly, 98 citado por Van Dijk,

2012:58).

Cuando hablamos de acceso a la participación ciudadana, entonces, tenemos que

considerar no sólo las capacidades técnicas de los usuarios de las nuevas TICs, sino también los

saberes sociales que condicionan y posibilitan distintos niveles de incidencia dentro del núcleo

social. Con lo cual estaríamos en condiciones de sugerir que la participación democrática en

redes necesita no sólo del acceso físico, por ejemplo con las más de 3 millones de notebooks

del plan Conectar Igualdad del Estado argentino, de la sociedad civil sino de la capacitación

sobre distintos conocimientos del know-how sobre los derechos y las posibilidades de la

participación democrática. Taringa tiene 28 millones de usuarios registrados, número que no

crece significativamente desde 2014 así como tampoco el número de publicaciones, y según

una encuesta con un muestreo de 950 casos hecho en la misma página en 2012 el 58% de los

usuarios tiene entre 15 y 21 años, el 73% de usuarios totales son argentinos y el 67% son

hombres heterosexuales y efectivamente las publicaciones rondan los intereses de varones

jóvenes argentinos. Respecto a la cantidad real de usuarios (sin bots ni cuentas múltiples)

Farantic, un gold user, pregunta en una publicación: “¿Cómo es posible que solamente

aproximadamente el 1.5% de los miembros (25 Millones) visitan los Top históricos de Taringa?

Menos del 0.07% de usuarios da puntos a estos Post, yo esperaría números más altos. La

mayor cantidad de comentarios que tiene un top post es de 6000 (2012), el top más nuevo

tiene 1400 (2014) cuando siempre hay más de 150.000 usuarios online (…)” y concluye

apresuradamente que “somos menos de 800.000 miembros y cerca de 10.000 usuarios

online”. Desde la brecha digital podemos pensar quiénes quedan fuera de las movidas políticas

en Taringa, qué identidades. Por ejemplo sobre el tema del segundo capítulo, en Taringa
circula la figura de “feminazi”, una representación reaccionaria surgida en EEUU para criticar el

fundamentalismo feminista. Lo mismo pasa con los “villeros” otra identidad bastardeada en

muchas publicaciones. La comunidad excluye y se constituye identitariamente en ese proceso.

Van Dijk denuncia para la sociedad conectiva lo que puedo nombrar como un inconveniente

para la participación ciudadana democrática, y es que “En esta sociedad (de la conectividad)

ocupar una posición particular y tener relaciones que apuntalen esta posición se transforma en

decisivo para la situación individual, para sus oportunidades y sus chances en la sociedad” Van

Dijk, 2005 citado en Van Dijk 2012:72). Para el caso puntual la pluralidad se ve afectada pero

también la participación política es inequitativa según los rangos y la posición de los usuarios

en la comunidad. Sin embargo, lo que más afecta estos ideales de pluralidad y equidad

participativa es la exclusión de las personas que se pierden la distribución de valores y los

reconocimientos generados por la comunidad.

El autor holandés grafica los distintos tipos de acceso en una sociedad estratificada

(aunque con cambios no estructurales constantes) con las siguientes categorías para analizar la

sociedad desde 3 tipos de actores: 1- los desconectados y excluidos, 2- la gran mayoría

participante y 3- la elite informativa.


Gráfico de Van Dijk, 2012, donde se ve claramente la separación de la sociedad en tres

actores y el tipo de vínculos que los conectan

Los valores de T!

Siendo una comunidad que fortalece la posición de los participantes que más valor

generan, en T! los Top Post históricos son hitos del valor de la plataforma y un antecedente

muy fuerte para orientar o leer las próximas publicaciones. Es por eso que un repaso de los

mismos nos puede aproximar a la comprensión de los valores más cuidados por la comunidad.

El primero es el del bajo que fabricó el usuario “FedeMcCartney” y que se lo entregó a Paul

McCartney, el cantante y músico de The Beatles. Además de la obvia referencia cultural y los

valores del músico, la publicación es un elogio del “hágalo usted mismo” donde se valora el

trabajo personal y los conocimientos especializados, valores que se promueven en muchas

publicaciones de la comunidad de “inteligencia colectiva” como la 5ta “comencé a trabajar y

me hice echar rápido” donde “PsP2016” cuenta cómo funcionan las máquinas de juego para

atrapar peluches y cómo programó más de 100 para que saquen en todas las jugadas, la 6ta “el

primer arduino conectado a Taringa” y la 8va “cómo construí mi casa container”. El segundo
posteo más visto es la explicitación del sistema de rankeos, lo cual mostraría una gran

aceptación de la comunidad a las reglas instauradas en 2012. El tercero es un comunicado

oficial del sitio, también de 2012, donde Taringa se manifiesta en contra de S.O.P.A, PROTECT-

IP (PIPA), SINDE, LLERAS, DORING y HADOPI, todas leyes que “con la excusa de "proteger la

propiedad intelectual" limitarán la libertad de expresión, bloqueando sitios web,

desconectando a los ciudadanos de Internet, vigilando y monitoreando nuestras

comunicaciones”. Aquí están expresados los valores a defender de la libertad de expresión y

de poder compartir contenidos entre pares, la “inteligencia colectiva”, y justamente es el

momento donde T! empieza a borrar masivamente publicaciones por infringir estas leyes ya

que sufre juicios por compartir contenidos cuyos derechos corresponden a terceros y en

simultáneo se desacelera el número de usuarios registrados y de publicaciones. Según datos

publicados en Wikipedia, entre 2009 y 2012 la comunidad crece de 2 a 20 millones de usuarios,

5 años después al 07/09/2017 son 28.516.290 los usuarios, las publicaciones que en 2012

habían alcanzado más de 15M a la fecha apenas pasan los 19M. Políticamente hablando el

orden de la comunidad se vio ajustado a las leyes de propiedad intelectual y se vio restringido

el ideal político de la ética hacker sustentado en el compartir, en la libertad de la información,

la transparencia y la descentralización (Levy, 1984). Esta restricción político cultural es un

ejemplo de lo que Barbero ve como la “expropiación de las mayorías de los bienes culturales,

las formas y alcances del actual sometimiento que sufren el conocimiento científico y la

experimentación estética a causa del desmantelamiento de las múltiples modalidades de

regulación que impedían la extensión e invasión de la propiedad a los terrenos de los saberes,

las prácticas y los servicios antes considerados públicos y que internet transforma en bienes

comunes.” (Barbero, 2010: 161).


El séptimo posteo es “Soy el presidente y te invito a una juntada”, publicación en la

cual Mauricio Macri saluda desde un video de Youtube e invita a la juntada taringuera que se

llevó a cabo el 30/05 del 2017 en Casa Rosada con 8 usuarios, legitimando a la comunidad al

reconocerla institucionalmente y dando un paso más en su política comunicacional de par a

par. En este sentido supo muy bien cómo ser escuchado en las redes sociales. Por último y

como valores políticos de T! queda mencionar un top post que también habla de valores

compartidos por muchos jóvenes expresados en la comunidad digital, “Y un día un Presidente

habló de lo que hay que hablar”, donde el ex presidente uruguayo José Mujica interviene en

2013 en la ONU con un discurso que habla contra el consumismo, el “dios mercado”, el capital

financiero, a favor de la vida, el gobierno político de la humanidad y el medioambiente.

Poder y programación

Las ciencias políticas estudian las relaciones de poder inmersas en un colectivo

humano o conjunto social. La programación es un ejercicio de poder y sin inmiscuirse en

relaciones de poder tampoco es posible, o no tiene sentido, programar. Castells dice que “la

capacidad de programar los objetivos de la red (así como la de reprogramarla) es

evidentemente decisiva porque, una vez programada, la red actuará con eficiencia y

reconfigurará su estructura y nodos para lograr sus objetivos” (Castells, 2009: 76). Taringa

surgió como un sitio para compartir saberes, pero sobre todo productos culturales. La mayor

parte de sus usuarios ni publicaban ni comentaban, bajaban información ya sea en formato de

mp3, juegos o películas, lo que llevó a un litigio y a cambios significativos en la plataforma que

ya hemos visto. También siguiendo a Castells: “En las redes sociales y organizativas los actores

sociales (…) están en el origen de la creación y programación de las redes” (Castells, 2009: 45)

entonces a toda organización conectiva preexisten intereses previos a considerar para

entender la politicidad circulante en una plataforma digital. Los programas son dispositivos
que estructuran un campo, tienen necesariamente un origen que se relaciona con su diseño

para una finalidad concreta. De la consideración del origen se desprenden dos cosas. En primer

lugar que la categoría de tiempo (ya entendido como despliegue programado, limitaciones

internas del programa o a partir de su relación con la historia) es esencial para entenderlos. En

segundo término que todo programa produce una variación significativa en alguna dimensión

de su entorno operativo y que por esto deja huellas de su producción. Las huellas del poder y

la politicidad serán las que nos interesen a nosotros. T! Es una comunidad donde los usuarios

defienden, muchas veces de manera violenta, su sistema de valores. La participación pública

está restringida en principio a quienes son usuarios de rangos mínimos para comentar.

T! Tiene sus propios moderadores que bannean y censuran la participación de quienes

no se ajustan a los protocolos, e indirectamente la indiferencia hacia otros valores imposibilita

que se inicie la curvatura de lo político más allá de lo asimilable por la estabilidad del

micromundo comunitario. El filósofo italiano Massimo de Carolis, dice que en todo mundo-

ambiente existen “operaciones simbólicas del micromundo privadas de cualquier connotación

material; y operaciones reales de control, seguridad y eliminación de la contingencia que

aseguran estabilidad del micromundo” (De Carolis, 2017: 71), siendo las últimas funciones

quizá las más controversiales en el ejercicio del poder de los programadores.

Franco “Bifo” Berardi trabaja sobre el problema de la sensibilidad y la percepción en la

era digital y piensa con Immanuel Kant y Marshall Mc Luhan que “los ajustes tecnomediáticos

y las mutaciones psicocognitivas son tan interdependientes como el organismo y su

ecosistema” (Berardi, 2017: 47). Este filósofo italiano dice que Japón, y luego Corea del Sur,

son puntos de vista privilegiados para pensar la actual mutación digital de nuestra sociedad

conectiva. Investiga el paso a una socialidad tecnificada gracias a una característica cultural

japonesa de estar en un continuo proceso de autodefinición, apertura y permeabilidad.

Siguiendo a “Bifo”, el psicoanalista Takeo Doi dice que esto responde a una particularidad
distintiva de la psicología japonesa: el concepto de amae, una emoción originaria de la niñez

asociada a la pasividad amorosa, al reconocimiento a la autoridad.

Es sabido que la de Japón es una de las primeras sociedades en incorporar tecnologías

digitales pues son de los mayores productores mundiales de las mismas, y una de las más

conectadas hoy en día. Berardi la ve como un “laboratorio de patologías relacionadas con el

estrés y en particular (…) con la mutación conectiva de la tecnología y del comportamiento

social” (Berardi,2017: 114). Para pensar las identidades en este nuevo marco de entornos

artificiales, De Carolis sugiere que hay “nuevas tecnociencias humanas, programáticamente

orientadas hacia la posibilidad de manipular y reproducir técnicamente los procesos

constitutivos del ser humano, desde el nivel biológico hasta el de la inteligencia y de la

comunicación simbólica” (De Carolis, 2017: 71) y Taringa es un dispositivo sociotécnico que

opera como una prótesis de inteligencia colectiva justamente por ser un entorno de

comunicación, entonces surge la pregunta: ¿Se programan las identidades en Taringa? ¿Los

afectos subjetivos? Como vimos, la cuestión de la programación es netamente política. Así

como la nueva socialidad convoca agenciamientos subjetivos nuevos, y nuevas patologías, es

necesario que la mutación asociada con la politicidad de esta nueva configuración convoque

diferentes agenciamientos identitarios y diferentes problemas a la democracia y al ideal

pluralista de participación política.

Desalambrar la inteligencia colectiva

La conectividad interactiva replantea la excepcionalidad de la producción de

conocimiento y desvanece la singularidad subjetiva del origen del mismo. Para Martín-Barbero

vivimos la expropiación de la mayoría de los bienes culturales según “las formas y alcances del

actual sometimiento que sufren el conocimiento científico y la experimentación estética a

causa del desmantelamiento de las múltiples modalidades de regulación que impedían la


extensión e invasión de la propiedad a los terrenos de los saberes, las prácticas y los servicios

antes considerados públicos y que internet transforma en bienes comunes.” (Martín-Barbero,

2010:162). Ya vimos cómo afectaron las leyes de propiedad intelectual a la participación de los

usuarios en T!, limitando las potencialidades de la nueva gramática para el libre intercambio de

ideas y ajustando al orden comercial la socialidad de los usuarios. Ahora es momento de

justificar por qué deberíamos desalambrar la inteligencia colectiva.

El historiador del conocimiento Peter Burke sostiene que “la innovación es una suerte

de desplazamiento” (Burke, 2017: 42), proyectando lo cual no existiría la total originalidad, o

sería sólo específicamente un evento aleatorio exitoso dentro de una sucesión potencialmente

infinita pero en todo caso demasiado contingente y dependiente como para justificar una

propiedad exclusiva de la innovación. Ya Karl Marx se había referido en Elementos

fundamentales de la crítica a la economía política a la propiedad común del conocimiento al

señalar que el saber social, herencia cultural de derecho común, es la base de la productividad

de la actividad económica. Lo mismo puede decirse para la igualdad política, si vamos a tener

ciudadanos de primera y de segunda según puedan o no acceder al conocimiento en esta

sociedad. Incluso el diario liberal inglés The economist, al discutir con Marx planteaba que

“Antes de que puedan (los inventores) establecer el derecho de propiedad sobre sus inventos,

deben abandonar todo el conocimiento y ayuda que han obtenido del conocimiento e inventos

de otros. Esto es imposible y esa imposibilidad demuestra que sus mentes e inventos son de

hecho, partes de la gran mentalidad total de la sociedad” (The economist, 28 de diciembre de

1850: 1434 citado en Saiz González, 1999: 58). Otra manera de problematizar el alambrado de

la inteligencia colectiva es el acercamiento filosófico de Byung-Chul Han al rico pensamiento

chino que jaquea la concepción occidental de la propiedad intelectual. Según este filósofo

coreano, los chinos tienen una idea mucho más plástica y comunitaria de la creación que se

refleja en la legitimidad social de los productos “Shanzai”, que occidente llamaría truchos o

falsificados, o del concepto de “Fuzhipin” que sería una copia idéntica reconocida con el
mismo valor que el modelo. Para los chinos, no existe una fijación previa y primordial. Por

medio de estos caminos reconocen en la creatividad el linaje sociohistórico de los artefactos

técnicos, se sustentan más en la variedad, la combinación, el cambio y la transformación que

en la autenticidad u originalidad de una creación salida de la nada por un genio intelectual. El

arte es una creación comunicativa, interactiva, argumenta Han (Han, 2016). Visto desde la

teoría del actor red, tenemos que pensar en revertir el proceso de construcción de la caja

negra (Latour 1987, Callon 1986) que está detrás de toda propiedad intelectual, deconstruirla.

Para entender cómo se justifica socialmente esta apropiación injusta de la propiedad

intelectual podemos leer a Michel Callon cuando dice que una vez que una máquina funciona

eficazmente y es adoptada aproblemáticamente ya no es necesario explorar la complejidad

interna de su producción. Así, cuanto más se difunde y mayor éxito alcanza un objeto o

proposición dado, más opaco y oscuro se vuelve. Entonces, el hecho construido se vuelve

incuestionable, el objeto indispensable, y ambos, puntos de paso obligado (PPO) (Callon, 1986

citado en Callén Moreu, 2012: 72). Es necesario compartir los conocimientos para tener menos

PPO que como nodos preferenciales concentren el paso de la curvatura política. Cuanto más

horizontal sea la comunicación más pluralista va a ser la gramática política.

Estamos ante la posibilidad histórica, no solo tecnológica sino también ciudadana, de

renovar radicalmente el entramado político de la interculturalidad tejiendo redes dice Jesús

Martín-Barbero (Martín-Barbero, Ibid). Los movimientos sociales se construyen en torno a

disputas culturales y como vimos esta es una de las características salientes de la gramática

política contemporánea. El conocimiento y la información son recursos políticos para los

ciudadanos que refuerzan su participación cívica y mejoran su posición social y su acceso a los

derechos. Para tener una política democrática y participativa debemos tener una producción

cultural y una búsqueda de conocimientos pluralista, que promueva la participación de todas

las identidades y que respete la diversidad.


Conclusión

En los últimos años cambios muy profundos de las formas de vida colectiva se han acumulado

a un ritmo sostenido. La posibilidad de interactuar globalmente y de conectarse con cualquier

persona instantáneamente posibilita la creación de nuevos agenciamientos y redes como

nunca antes en la historia.

Las plataformas digitales de comunicación abren nuevos espacios públicos donde circulan

opiniones, afectos, identidades, organizaciones y movimientos sociales de todo tipo. Las

discusiones sobre lo político aparecen en clave cultural, están en pugna distintos proyectos

sociales y culturales que se sostienen sobre sus propios códigos éticos y legales, con la

normatividad del espacio público digital como expresión del proyecto en una relación que

trasciende la dicotomía aristotélica contenido-forma: los valores son parte de la arquitectura

digital. Wikipedia es la enciclopedia “libre”, T! es Inteligencia colectiva. En palabras de Barbero:

“La creación en la web posibilita performatividades estéticas que la virtualidad abre no sólo

para el campo del arte sino también para la recreación de la participación social y política que

pasa por la activación de las diversas sensibilidades y socialidades hasta ahora tenidas en

cuenta como incapaces de actuar y de crear, y de interactuar con la contemporaneidad

técnica” (Barbero, 2010: 161). Pero por otro lado estas redes se construyen sobre una

arquitectura diseñada para recabar datos sobre hábitos de consumo e información personal en

general, y se sustentan en el ánimo de lucro priorizando las voces que invierten dinero para ser

escuchadas y soslayando la pluralidad y la democratización de las comunicaciones en espacios

de acceso y participación públicos pero de propiedad y moderación privada.

Está investigación procuró explorar este escenario para pensar en torno a cómo se configura la

gramática política a partir de su cruce con las plataformas digitales de comunicación y nos

permitió ensayar algunas ideas en “el hiato que se abrió entre la teoría política y la nueva

gramática social” (Peirone, 2017a).


Fueron objetivos específicos conocer una experiencia donde la curvatura de lo político se

tensara entre la tradicional organización partidaria y una plataforma digital como en el caso de

RCA y Facebook; conocer cómo aparece, se reproduce, comunica y usa las plataformas

digitales un movimiento social, más propio de la gramática política contemporánea donde se

expresan alteridades que reivindican cambios culturales sin intermediaciones ni liderazgos, se

organizan cuerpos y afectos como en el caso del #NiUnaMenos; y conocer, por último, la lógica

de estos espacios públicos digitales donde se pone en juego lo político y la socialidad se

programa como en el caso de Taringa! La segunda red social más usada de Argentina.

En el caso de Resistiendo con Aguante encontramos una mutación de la lógica organizacional

en el ámbito político posibilitada en parte por las plataformas digitales, la aparición de la lógica

conectiva en reemplazo del tradicional modo sindical y político de organización jerárquica

vinculada por lazos fuertes y poco variables a partir de la generación de “diagramas de poder

paralelos y autopoiéticos que interpelan tanto los modelos instituidos de gobernanza como las

estructuras organizacionales y dirigenciales de toda la constelación institucional” (Peirone,

2017a). También observé cómo la convergencia comunicacional digital sostiene fenómenos

masivos de expresión política y repasé algunas adaptaciones estratégicas que los movimientos

sociales hicieron ante el cambio de escenarios públicos donde discutir lo político. La tradicional

institucionalización vertical de los partidos políticos entra en tensión con los modos de

socializar en redes sociales digitales, Facebook por caso. Los medios digitales parecen

ejemplificar cómo los afectos nos movilizan de manera más intensa que los argumentos

“racionales”, circulan más fácilmente ideas y conceptos en imágenes que explicaciones

textuales de una posición política.

El giro afectivo es más evidente en el capítulo donde exploro el fenómeno #NiUnaMenos y el

dolor, el deseo de justicia y las disputas de sentido sobre los afectos, la corporalidad y la

imagen social de los géneros son protagonistas de variadas manifestaciones de un movimiento


social amplio y heterogéneo que se construye rizomáticamente. El cambio de la gramática

política es evidente cuando la legitimidad del discurso generado por el #NiUnaMenos no es

exclusiva de ninguna militante y el gobierno no puede capitalizar este fenómeno integrando

referentes sin cumplir el programa de políticas públicas que expresa el colectivo y demanda la

opinión pública.

Como nunca antes se puede medir la participación ciudadana y seguir la historia de un

movimiento social por la red que se teje con el rastro de las huellas digitales. También se

pueden mistificar y multiplicar las identidades que maneja cada actante, pero tampoco es muy

difícil descubrirlo siguiendo comportamientos. En la sociedad conectiva la evidencia de las

relaciones explica mejor las conductas que las identidades autopercibidas y/o declaradas,

dicho con Simondon: “el individuo en lugar de ser concebido como una sustancia (…) es

captado como el punto singular de una infinidad abierta de relaciones” (Simondon, 2014: 440).

Un estudio de la universidad de Cambridge incluso muestra que los juicios de personalidad

hechos con algoritmos basados en datos personales de Facebook son más precisos que los

juicios del entorno de la persona, e incluso con suficiente información predicen el

comportamiento de un individuo mejor que él mismo (Youyoua, Kosinskib y Stillwella, 2014).

Esto, entre otras cosas, alertó al Doctor en comunicación Martin Hilbert a decir que la

democracia está en peligro y está siendo destruida por la era digital, estamos ante una

situación donde lo decisivo del dominio político no estaría ya privilegiadamente en el consenso

ciudadano, ni los humanos serían los únicos actantes con la aparición de nuevos seres técnicos.

Al mismo tiempo las redes sociales “generan un “excedente cognitivo” que aún no podemos

conceptualizar acabadamente ni prever sus efectos histórico-culturales” (Peirone, 2017b) en

parte por tratarse de una contingencia de lo tecnosocial que trascendió su propio origen y que

genera un “excedente cognitivo” que aún no podemos conceptualizar acabadamente ni prever

sus efectos histórico-culturales (Ib.).


En parte eso es lo que enseña la moderación algorítmica de Taringa! Y su sistema de rangos,

cómo la regulación del espacio público se automatiza en predicciones de lenguajes y

comportamientos a partir de protocolos o normas sobre la apertura a la alteridad y la

contingencia radical. Además este último capítulo muestra un cambio en la gramática no ya

política sino incluso lingüístico-comunicacional con la irrupción del meme y del interés por los

comentarios y los subtextos de cada publicación como una constante prolongación de la

producción metatextual. Además, Taringa es un espacio comunitario masivo donde, como en

tantas otras redes sociales, la única participación del ciudadano digital en la definición de la

legislación del espacio público pasa por aceptar, o no, los términos del sitio. Es una de las redes

sociales más grandes del país, detrás de Facebook, donde la opinión pública y la movilización

política se originan y circulan, y el acceso es libre pero la regulación y el control del sitio es

totalmente privado. Donde se promueve el intercambio, una plataforma que se manifiesta

abiertamente contra las leyes de propiedad intelectual pero se venden publicidades y se

concentra en pocas manos la propiedad de un sitio cuyo valor es generado por cada usuario

con su tiempo, atención y sus publicaciones.

Uno de los valores que motivó esta investigación fue la búsqueda de opciones frente a la

desmovilización política y la uniformidad cultural que promueven los discursos de un mundo

único y globalizado. El filósofo surcoreano Byung-chul Han dice que actualmente “la ideología

de la comunidad o de lo común realizado en colaboración lleva a la capitalización total de la

comunidad. Ya no es posible la amabilidad desinteresada. En una sociedad de recíproca

valoración también se comercializa la amabilidad. Uno se hace amable para recibir mejores

valoraciones. También en la economía basada en la colaboración predomina la dura lógica del

capitalismo. De forma paradójica, en este bello ´compartir´ nadie da nada voluntariamente”

(Han, 2014). Específicamente la holandesa Van Dijk estudia la comercialización y la ganancia de

poder económico e influencia social que Facebook tiene con su filosofía del “compartir” (Van

Dijck, 2016) que barre con la privacidad y los derechos a preservar la información personal tal
como los conocíamos. Creo que los sentidos para hacer de estos espacios públicos un lugar de

dominación social y mercantilización de parcelas de valor cada vez más personales forma parte

de un fenómeno más grande que incluye el caso de la financierización de los dividuos que

retoma Arjun Appadurai (Appadurai, 2017), el análisis de la educación que hace Angelique Del

Rey o los estudios de la dividuación en general ( Marriot, 1976; Strathern, 1988). Son redes de

generación de valor común, adquisición de derechos y libertades civiles para todos y todas

todavía están en disputa. Lo más probable es que continúen siendo espacios donde se crucen

expresiones de una gramática política emergente plural y rizomática tanto como de una

voluntad arborescente que busque la conservación del orden social preexistente adaptado a

estos nuevos espacios, con nuevos actores pero con la misma lógica de concentración

mediante la institución y el cuidado de la propiedad privada.

La participación colectiva en el diseño y ejecución de políticas públicas es probablemente la

mayor garantía de que los espacios públicos puedan ser regulados de modo tal que favorezcan

una socialidad con espíritu democrático para la libre circulación y expresión de las ideas. Tanto

en la producción de conocimientos como en la tecnología se configura la arquitectura de una

sociedad que tiene cada vez más datos sobre sí misma para su gobierno. Los intercambios que

van tejiendo la curvatura de la política entre los distintos intereses de los actantes necesitan

como mínimo garantías de equidad en la conectividad y relacionabilidad dentro de la red,

información ubicua y regulación pública de los puntos de paso obligado de la misma para

evitar la obsolescencia de la democracia en la sociedad conectiva.


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Conferencia magistral de Manuel Castells y Álvaro García Linera
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Resumen de conferencia TED de Eli Pariser
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Discurso de Francisco en el III Encuentro Mundial de Movimientos Populares
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francesco_20161105_movimenti-popolari.html
Entrevista a Tita Ayán
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