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consagra los impedimentos y recusaciones que operan, según el artículo 63 del CPP, frente
a “los fiscales, agentes del Ministerio Público, miembros de los organismos que cumplan
que la garanticen analizaremos una concepción clásica de Estado y la función del derecho
sus miembros, es decir, concebirlo como un árbitro que no sólo establece pautas generales
de conducta, sino que resuelve los conflictos originados bien sea por la trasgresión de las
pautas o por la interpretación de las mismas. Los individuos en el estado de naturaleza solo
están gobernados por la ley natural, lo que implica que su libertad natural llega hasta donde
la fuerza del otro le permita ejercerla o hasta donde su razón le imponga límites. Al no
haber un poder común, las personas interpretan la ley natural de acuerdo a sus propias
conflicto donde él mismo es parte. Ante esta ausencia de poder común y ante la
circunstancia de que cada quien es juez de su propia causa surgen una infinidad de
conflictos que nunca van a tener solución a menos de que una parte imponga su razón por
la fuerza. Luego, para salir de este estado de naturaleza y evitar un eventual estado de
guerra de todos contra todos, es necesario erigir un poder común imparcial al que apelar
cuando surjan controversias. En el caso concreto colombiano, esta función propia del
Estado es desarrollada por los jueces, quienes encarnan la soberanía del Estado al momento
de solucionar controversias entre los ciudadanos. Para esto el Estado los dota de
instrumento del Estado para castigar ciertas conductas que se consideran indeseables. Este
castigo tiene varias funciones, de las cuales podemos resaltar la rehabilitación del
delincuente para reinsertarlo a la vida civil como una persona de bien, la restauración a la
frente a un hecho dañoso, etc. Aunque se discute mucho cuál es el fin de la pena, las
instrumento punitivo es una herramienta necesaria del Estado para ejercer control social. La
dificultad de plantear una analogía entre el Estado y un árbitro surge cuando vemos que en
esta área del derecho, el Estado se erige como juez y parte, puesto que no sólo crea derecho
penal, sino que lo investiga, juzga y ejecuta. Esto podría hacer de la imparcialidad solo un
argumento retórico para legitimar lo que carece de contenido moral. Por esto, con las
penales) y la judicial.
institución crea leyes, otra juzga y otra diferente acusa, surge el problema de la calidad
moral de las personas naturales que cumplen las funciones para cada institución. Es aquí
donde toman relevancia los impedimentos y las recusaciones. Los impedimentos son los
obstáculos que el mismo funcionario plantea cuando siente que no le es posible decidir un
caso con argumentos jurídicos y atendiendo únicamente a la naturaleza del asunto, porque
sentimientos personales podrían hacer que valorase más la condición de una de las partes en
el proceso, dado el grado de vinculación pasional que podría tener hacia él. Por su parte, la
recusación es el obstáculo que plantean las mismas partes cuando hay alguna circunstancia
que pone en peligro el libre raciocinio del funcionario. En ambos casos peligra la condición
de imparcialidad del funcionario, tanto por que él mismo lo considera así como porque una
de las partes se lo reprocha, por lo que no podría conocer del caso concreto.
y no la afinidad con alguna de las partes. Esto es claro y goza de cierto nivel de aceptación
aplicado. Ante esta divergencia entre el deber ser y el ser es necesario crear ciertas
acarree sanciones, para garantizar así o al menos presionar mediante el temor al castigo,
que los funcionarios hagan del criterio moral de la imparcialidad un valor con entidad
ontológica.