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ORIGEN Y DISCONTINUIDAD

DE LOS CONCEPTOS Y DE LOS


SIMBOLOS

(antes y después de las


sociedades esclavistas)

1
Diagrama e imprime: Ediciones De A Pie
edicionesdeapie@gmail.com

2
El origen de los conceptos y de los símbolos
es la propia vida y su fenomenología; así los
encontramos en los restos arqueológicos
hallados de las antiguas culturas humanas,
culturas de celebración o recreación de la
vida, como han sido llamadas Nikolas
Platon, Joseph Campbell, Jordi Pigem
y otros. Su estudio nos transporta a la
Edad Dorada o de Plata, también llamada
Dichosa por nuestros clásicos del siglo
de Oro español, y nos permite entender
cómo vivían y lo que pensaban nuestr@s
antepasad@s antes de la aparición de las
sociedades esclavistas. Hay una continuidad
asombrosa en las imágenes, en el tiempo y
en el espacio, continuidad que también se
ha comprobado con estudios de lenguas
pre-indoeuropeas (Arnaiz y Alonso, 1998).
Esta continuidad se interrumpe con la
aparición de las sociedades esclavistas y el
3
cambio de orden social. Cambia la noción de
la madre y sus símbolos, aparece la noción
del padre-jefe y de dios (y sus símbolos),
desaparece la comunidad de bienes y
aparece la apropiación individual, aparecen
el saqueo y la devastación y la noción de
la guerra, como medio legítimo y natural
de dominación y apropiación. Aparecen
los héroes y los guerreros protagonistas de
las empresas devastadoras, la fuerza física
como valor supremo y la destreza en el
manejo de la espada, en lugar de la vida y
de la sexualidad espontánea que fraguaba las
relaciones grupales de interacción solidaria.
Esta discontinuidad es de una gran evidencia,
y hoy por hoy, en el umbral de una nueva era
de esclavitud, más devastadora de cuantas la
humanidad haya podido conocer, hay una
profusión de obras de encargo destinadas a
borrar dicha discontinuidad.
4
Borrar la discontinuidad sirve para que los
conceptos y los símbolos que expresaban
la fenomenología de la vida, y que han
sido re-descubiertos después de haber
permanecido ocultos durante siglos,
muchas veces a sangre y fuego, sean ahora
una fuente de legitimación de los símbolos
de la esclavitud y de la guerra.

En este escrito recojo tan sólo unas


cuantas ideas y ejemplos, de lo que sería
el estudio antropológico y arqueológico
más apasionante que se pudiera emprender.
Como decía en el epílogo de
,
tenemos pendiente re-escribir la Historia
desde la perspectiva de los dos grandes
modos de vida de la Humanidad.

5
1.- El arte prepatriarcal es una
exposición sobre sexualidad de una
sociedad de antes del Tabú del Sexo.

El patriarcado ha tenido que luchar desde


sus orígenes contra diferentes aspectos
de la vida humana. Su peor lucha, la que
tuvo mayor resistencia, fue la emprendida
contra la mujer y su sexualidad (todavía se
quemaron mujeres a principios del siglo
XIX en Guipuzcoa, y se siguen quemando
todavía en la India). Para poder quemar
mujeres tuvieron que hacer una incansable
propaganda de calumnias ignominiosas
y de desinformación de la sexualidad
femenina. Hasta el siglo XVI, las que luego
fueron llamadas ‘brujas’, se las llamaba
simplemente serranas, mujeres que se
tiraban al monte, como las amazonas en
otras partes del mundo, para no tener que
6
perder su sexualidad y someterse al varón.
Ahora, cuando tenemos interiorizada
la negación de nuestra sexualidad, una
violencia interiorizada, somática y
psíquicamente como decía Lea Melandri,
nos resulta difícil de entender que las
mujeres prefirieran irse al monte y vivir en
cuevas, que casarse y tener una bonita casa,
un buen marido y un puñado de hij@s.
Pero así han sido las cosas. La monogamia,
la pareja como hoy la entendemos supone
una tremenda violencia contra nuestros
cuerpos porque niega el desarrollo de la
otra sexualidad, la que fue, por cierto,
probada por la sexología científica del siglo
pasado, que llegó a la conclusión de que el
desarrollo normal de la sexualidad de una
mujer supondría unos 30 ó más orgasmos
consecutivos diarios (Masters y Johnson);
un paradigma orgásmico irrealizable dentro
7
de la pareja monógama, del sexo sin deseo y
de la maternidad robotizada. Sin embargo,
todavía en los años 50 del siglo pasado,
el doctor Serrano Vicens, que realizó una
investigación al respecto aprovechando
su condición de médico de cabecera,
encontró a 35 mujeres que desarrollaban
normalmente dicha capacidad orgástica.
Al parecer el secreto era las relaciones
autoeróticas y lésbicas de aquellas mujeres
a lo largo de su vida, desde la infancia y
simultáneas a las relaciones conyugales de
sus matrimonios. Todas aseguraban que
sus otras relaciones no menoscababan las
conyugales, sino que por el contrario, las
hacían mejores, afirmando sentirse muy
enamoradas y felices en su matrimonio.
La organización actual de las relaciones
humanas es una organización contra natura,
contraria a un sistema libidinal humano que
8
arranca con la relación simbiótica madre-
criatura y la expansión de una sexualidad
femenino-materna. Pues la capacidad
orgástica femenina está filogenéticamente
prevista para realizar la maternidad, la
gestación, el parto y la crianza de manera
saludable y placentera. Desde la díada
madre-criatura, se vertebrarían todas las
demás relaciones, no en contra, sino a favor
de las pulsiones sexuales humanas; puesto
que el sistema libidinal tiene la función de
organizar las relaciones humanas.

Resulta también ahora difícil imaginar cómo


se desenvolvería una sociedad humana sin
nuestro Tabú impidiendo continuamente la
expresión de nuestras pulsiones sexuales. Y
sin embargo el registro histórico nos indica
que esto fue así durante muchos miles
de años, cuando la humanidad formaba
9
grupos y sociedades, basándose en la
espontaneidad de la pulsión sexual, en las
relaciones naturales entre los dos sexos, y
en general, en las relaciones naturales de
parentesco.

Decía Wilhelm Reich:

10
(La psicología de masas del
fascismo: He dejado el término original
utilizado por Reich, ‘mutterrecht’, ya que en
la edición de Paidós, de donde he extraído
el texto, se ha traducido por ‘matriarcado’.

La antropóloga Martha Moia, con su


preciosa metáfora de la urdimbre y la trama
de las telas, ha hecho una descripción
precisa de cómo eran los grupos humanos
11
en todas las culturas y civilizaciones previas
al patriarcado, señalando su universalidad;
es decir que en todas partes los grupos
humanos se organizaban de la misma
manera; no en cumplimiento de ley o de
religión alguna, evidentemente, sino porque
todos los grupos humanos se formaban
según el sistema libidinal que en condiciones
normales rige las relaciones humanas.

El arte, los dibujos y pinturas sobre los objetos


de vida cotidiana, que ha desenterrado la
arqueología, reflean esa sexualidad que era
un elemento común y relevante de su vida
cotidiana. Siendo el placer, como diría Ola
Raknes y otros, lo que hacía girar la rueda
de esa cotidianidad, ¡cómo no iba a estar
reflejado en las decoraciones de sus objetos
de uso habituales!

12
En esta aproximación a esta exposición del
arte prepatriarcal hay una dificultad, y es
que lo que ahora entendemos por sexualidad
es otra cosa muy distinta de la sexualidad
natural de aquellas civilizaciones. En
aquellos tiempos se trataba del proceso de
sensaciones internas, del brote del deseo, de
temblores, vibraciones y latidos; del flujo,
del recorrido, de los torbellinos y remolinos
del placer en el cuerpo; con imágenes como
la de las ondas concéntricas que se forman
en el agua cuando tiramos una piedra, la de
las hiedras enroscándose en los árboles, la de
la serpiente deslizando su cuerpo húmedo
por la tierra, la de los peces por el agua, la
de los pulpos ondeando sus tentáculos, o la
del cuerpo palpitante de la rana.

13
Parte de un pulpo de un cántaro de Naxos (1100 a.n.e.)

Cántaro, Laganda, M.Arq. de Cos, 1200 a.n.e.


14
1. Gradesnica (Bulgaria) 5000 a.n.e; 2. . Cultura
Vinca, Nova Zagora (Bulgaria) 5000-4500 a.n.e,
boceto de M. Gimbutas.; 3. Cultura Karanovo,
Bulgaria, 5200-5000 a.n.e., boceto de M. Gimbutas.

Tumba megalítica 3000 a.n.e. Newgrange, Meath


(Irlanda)

15
Cacharro de barro, Calcolítico, Valencia, 5400-
5000 a.n.e.

O como la representación del brote del


deseo con líneas y/o líneas de puntos
paralelas, abriéndose en forma de palma;
o el latido o el temblor del útero con
secuencias de líneas concéntricas y puntos
a su alrededor.

16
Detalle de cántara, Cnossos Jarra de estribo, Agios Niokos
Creta 1400 a.n.e. 1300 a.n.e.

Micenas, M.Arq.Nafplio 1300-1400 a.n.e.


17
O con espirales saliendo del útero, tan
frecuentes en el arte íbero; y todo tipo de
formas ondulantes recorriendo el cuerpo,
así como formas reticuladas que según
Gimbutas expresan la humedad. Los círculos
concéntricos y espirales sobre glúteos,
pechos, muslos o sobre el vientre, expresan
los vórtices iniciales y los remolinos finales
de la expansión del placer en esas zonas.
Realizaban sus dibujos sobre cuerpos,
pintados, grabados o esculpidos; pero
también sobre sus metáforas zoomórficas
como pulpos, ranas, peces, toros, etc., y
sobre las panzas de los cántaros, botijos
y otras vasijas que usaban a diario y que
formaban parte de su entorno inmediato.

18
Cántaro de Naxos (1100 a.n.e.) dibujo de E. Petit

Al ser sociedades que todavía se


desarrollaban apegadas a la naturaleza,
distintas formas animales y vegetales se
asociaban a la sexualidad: además de la
serpiente, la rana, el pez, el pulpo, la hiedra
y la palma ya mencionadas, también la
medusa temblando en el océano se asociaba
al útero temblando en la cavidad pélvica; el
delfín, por su modo de nadar y de impulsar
su salto se asociaba a las danzas del vientre
19
y juegos femeninos en el agua; el batir de
las alas de los pájaros, con el batir del útero
dibujado dentro del pájaro; la anatomía
de la cabeza del toro con la anatomía de
los órganos sexuales femeninos. Por cierto,
que el modo de trepar y de enroscarse de
las hiedras y de las parras también fueron
imágenes utilizadas por Garcilaso de la
Vega para representar el abrazo amoroso
y el modo de trepar y de enroscarse de la
voluptuosidad.

Quizá la colección de 34 cántaros micénicos


con sus pulpos pintados en sus panzas,
del museo de la isla de Naxos (mar Egeo)
sean una clave del paraíso perdido, de la
humanidad antes de la dominación.

Sólo que nuestra noción actual de


sexualidad nos impide ver este arte; la
20
práctica del sexo pautada, convenida por
las normas sociales, en un estado general de
congelación libidinal y de acorazamiento
psicosomático de los cuerpos , no produce
la voluptuosidad de la sexualidad natural
sino una descarga directa de la catexia, de
la energía sexual acumulada. Juan Merelo
Barberá llamó tecnosexología a todo lo que
es practicar sexo sin deseo, y/o con una
inducción artificial de la pulsión sexual ,
cada vez más expandida en nuestro mundo.

Otra dificultad, creo que menor pero desde


luego no desdeñable, para entender este
arte, y que se complementa con lo anterior,
es su divulgación como representaciones de
diosas y de creencias mágicas o religiosas,
en lugar de cuerpos vivos y palpitantes de
mujeres, en las que la voluptuosidad no era
una fiesta ocasional, sino el modo habitual
21
de vivir. Al no tener el conocimiento ni
la experiencia de la sexualidad natural,
las interpretaciones místicas y religiosas
cuelan perfectamente. Desde luego el arte
prepatriarcal nos podría ayudar mucho
a recuperar la sexualidad perdida y la
noción de la misma: es un gran legado
antropológico para la regeneración de la
humanidad.

La espiral

La percepción del placer con recorrido en


espiral está presente por doquier: tenemos
cenefas de espirales en todas partes; en el
arte minoico, y sobre todo en el ibérico son
abundantísimas las formas uterinas pegadas
a una espiral; a veces sin más, y a veces
empleando el cuerpo de un animal como
excusa para expresarlo; a veces de una en
una, a veces de dos en dos, a veces en serie.
22
Yendo más atrás tenemos como vemos en
alguna imagen más arriba, las espirales en
los dos pechos femeninos (característico de
los abundantes pulpos micénicos datados
entre 1000-1500 a.n.e.), en las dos nalgas
(culturas Cucuteni , Vinca, Karanovo y
otras, 4000-6000 a.c.), y en el vientre
(diversas fechas). También encontramos
las dobles espirales enlazadas en tumbas
megalíticas del norte de Europa datadas
en el 3000 a 3500 a.n.e. . En la sillería de
esquina de la ciudad íbera de Ursus (Osuna)
tenemos también cuatro espirales grabadas,
y en algún cántaro de Naxos también hay
cuatro espirales cruzadas.

*No puedo cargar este texto de muchas imágenes,


pero hay algunas más en el librito Pariremos con
placer, así como en la ‘Agenda’, ambas colgados
en la web www.casildarodriganez.org y en sites.
google.com/site/casildarodriganez.

23
Por otra parte, dice la arqueóloga Marija
Gimbutas que las imágenes que más se
representaban se acababan esquematizando
y convirtiéndose en signos, cuya sola
representación transmitía su significación
simbólica. Sucedió por ejemplo con la
mujer tumbada con las piernas abiertas y
los brazos hacia atrás, que esta arqueóloga
interpreta como diosas dando a luz (ya
que no hay ninguna figura masculina junto
a ella para poderla calificar de postura
coital). Pero las mujeres entonces no parían
tumbadas, y en cambio tumbarse con las
piernas abiertas es una postura natural
y normal del estado de relajación y de
confianza, y sumamente cómoda para las
mujeres (y para los hombres, y en realidad,
para cualquier mamífer@, como solemos
ver a menudo en perr@s y gat@s), y
que por tanto estaría necesariamente
24
normalizada en una sociedad sin Tabú
sobre el sexo. Rubens y Cornelio de vos
también pintaron a la Pitón como una
bestia mamífera y cuadrúpeda, asaetada
por Apolo mientras descansaba espatarrada
junto a un río (Museo del Prado). Quizá la
inhibición actual de dicha postura es uno de
los mayores indicadores de la represión y de
la violencia interiorizada que arrastramos.
En definitiva, que es completamente lógico
y comprensible que la mujer se representara
frecuentemente en la postura que era habitual
para ella; por ello acabó convirtiéndose en
una imagen esquematizada y convertida en
signo. Luego se la llamó Astarté (que quiere
decir útero) y se la deificó, pero eso es ya
otra historia posterior.

25
26
}

Mujeres tumbadas esquematizadas,


dibujadas sobre un cántaro de Naxos

Astarté, El Berrueco
(Salamanca)
bronce, arte ibero.tarteso

27
Las dobles espirales (dos nalgas, dos pechos)
se diujan a menudo también solas sin
representación antropomórfica, en cántaros
y vasijas; y también se dibujan a menudo
cuatro, ya que todos los cuerpos tienen dos
nalgas y dos pechos que el movimiento del
placer recorre muchas veces en una misma
trayectoria; o a veces también tres espirales,
las de los pechos y la del vientre, como en
la llamada diosa de la Serpiente de Creta.

Y al igual que la serpiente se hace línea


zigzagueante (y viceversa), o que la mujer
en estado de relajación se esquematiza (y
viceversa); también las cuatro espirales se
esquematizaron, como se puede ver por
ejemplo en la famosa ánfora de Tebas (700
a.n.e.) con una mujer con un pez dibujado
entre las piernas (interpretada como la
diosa del amor, Afrodita), o en la cerámica
polícroma de la ciudad íbera de Numancia
(datadas entre el 400 y 200 a.n.e.).
28
Las cuatro espirales (o las tres) durante
mucho tiempo y en muchas culturas
representaron la percepción corporal del
placer.

En resumen, el significado original de


los símbolos incluso esquematizados y
convertidos en signos, sujetos a una gran
abstracción, se correspondían con la
fenomenología de la vida, una vida humana
que todavía no transcurría contra-natura y
estaba organizada de acuerdo con el sistema
libidinal.

2.- La discontinuidad: jación y


trucaje del símbolo como elemento
de la dominación

La fijación de los símbolos forma parte


de las culturas humanas, y, como decía
al principio, en la matrística se fijaron
29
reflejando el modo de vida en consonancia
con la fenomenología de los procesos
vitales, que por lo mismo han sido
calificadas de culturas de celebración de la
vida. Cuando las primeras hordas de arios
invadieron las civilizaciones matrísticas
(India, Mesopotamia, Centro y Sureste de
Europa) se enfrentaron a la resistencia de
los pueblos y a sus culturas. En la lucha
por dominar a estos pueblos tuvo lugar la
subversión de la noción de las cosas, de sus
conceptos y sus símbolos, que poco a poco
se fueron fijando con la generalización del
patriarcado.

Voy a poner dos ejemplos muy conocidos de


nuestra mitología occidental, para entender
la mecánica de dicha subversión, referentes
a la dominación del hombre sobre la mujer.

Vamos a tratar de imaginar unos pueblos


en los que no se tenía idea de que tal cosa
30
como que un hombre dominara a una
mujer pudiera ser posible. Un estado de
inocencia propio del que o de la que nunca
ha conocida tal suceso, y por lo tanto, que
no tuviera noción del mismo ni pudiera
imaginárselo. Hay que contar un cuento,
que proporcione la imagen y la noción de
tal hecho.

¿Cómo, si no, se convence de que la


superioridad del hombre es algo natural y
se llega a convertir en un hecho establecido,
tal y como por ejemplo se encuentra ya
formulado en Aristóteles, o en la Biblia o
en el Código de Manú? ¿Cómo se llega a
‘naturalizar’ algo antinatural?

Aquí es donde entran los trucajes


de la fenomenología de la vida
(reduccionismo, extrapolación, en definitiva,
31
descontextualización de los fenómenos), en
los que juegan un importantísimo papel los
seres extra-terrenales y celestiales, invisibles
e intangibles, pero todopoderosos, creadores
de los cielos y de las tierras, principio de
todo lo que existe, incluida la propia vida
humana. El Creador extraterrestre entonces
crea a la mujer como un subproducto del
hombre para dar condensada en un píldora,
resumida en una imagen (la imagen de Yavé
creando a Eva de la costilla de Adán, o la de
Atenea naciendo de la cabeza de Zeus, etc.
etc.) la noción de que el hombre es superior
a la mujer: un mito, una imagen, un símbolo,
y un@ se traga la píldora e interioriza la
alteración de la fenomenología natural de
los procesos y de las cosas.

Todos estos mitos no son cualquier cosa, sino


que han estado sustentando y convenciendo
32
de la superioridad del hombre durante
cinco mil años, a los propios hombres y a
una gran mayoría de las mujeres ; durante
siglos y siglos. Incluso todavía persiste, a
pesar de que la embriología ha mostrado
que el proceso es justo lo contrario, que el
embrión inicialmente es siempre femenino,
y que sólo a partir de un momento se
inicia en algunos de ellos la diferenciación
masculina. Podríamos decir que esto es
irrelevante, y sería irrelevante si no fuera
por el poso que todavía queda de esta
impostura; pensemos tan sólo que hasta el
propio Freud y toda la sexología ha estado
impregnada de ella, defendiendo que la
mujer es un varón castrado, que no hay más
líbido que la masculina, y que el clítoris
es el vestigio de un pene que no pudo
desarrollarse. Y ahora resulta que es al revés,
que embriológicamente, ontológicamente,
33
el pene es el desarrollo del clítoris original.
Si quisiéramos esgrimir una superioridad
femenina podríamos poner adjetivos
calumniosos diciendo que el pene es
una deformación del clítoris. Pero ello
supondría frivolizar y trivializar la calumnia
en general, y en particular la perpetrada
por el patriarcado contra el sexo femenino
y toda la Ilíada de sufrimientos, que como
dice Romeo de Maio, ha supuesto.

Lo cierto es que la imagen de Dios creando


al hombre y luego de su costilla haciendo
a Eva, ha tenido un impacto certero y
de gran alcance. Una imagen que truca
la fenomenología de la vida, la armonía
natural de los dos sexos, para transmitir
la superioridad y dominio de uno sobre el
otro. Esa es la importancia de la imagen
simbólica.
34
Otra imagen trucada que ha sido muy
eficaz es la de la semilla. El semen (¡que
etimológicamente viene de semilla!) se
deposita en el vientre de la mujer, al igual
que la semilla se deposita sobre la tierra. El
padre da la vida, la madre tierra la recibe, la
nutre y la cuida… por encargo del padre. El
varón (etimológicamente de vis-viris, dador
de vida) muestra así su superioridad y su
legítima apropiación de las criaturas que
gestan, paren y crían las mujeres.

La imagen del semen masculino es real pero


se descontextualiza, se truca y se convierte
en símbolo falaz, en la píldora de la mentira.
Esta imagen se ha seguido y se sigue
manteniendo (el papá pone la semillita...
se dice a l@s niñ@s) aún a sabiendas de
que es falsa, que el semen sólo contiene
espermatozoides, es decir, una de las dos
35
células que formarán la semilla dentro del
útero de la mujer. Es decir, el hombre no
deposita la semilla sino una parte de lo que
será, que todavía no es, la semilla. La semilla
se forma dentro de la mujer, al penetrar el
espermatozoide en el óvulo femenino.

La estrategia simbólica se repite siempre: la


imagen trucada truca la fenomenología de
la vida, descontextualiza los fenómenos y
se hace símbolo, el pildorazo que transmite
la impostura de generación en generación.
Es el papel 8 de las religiones, de todas
las religiones, transmitir y expandir la
impostura que ha hecho posible la esclavitud
y el ejercicio cotidiano de la dominación de
cada varón sobre cada mujer, de las castas
dominantes sobre los sudras, durante
cientos, y miles de años, día tras día.

36
Y así podríamos seguir con la imagen del
dragón insaciable, del monstruo voraz, de
Satanás con cuernos y tridente, etc., con
los que recurrentemente se ha malignizado
simbólicamente el útero y la sexualidad
femenina para convertirla en lascivia y
en ninfomanía. La imagen nos penetra y
cambia el significado de las cosas (en este
caso el de la función orgánica y social de
la sexualidad femenina): ese el valor del
símbolo.

Estos (hay una gran cantidad de ellos) son


ejemplos de cómo los símbolos dejan de ser
representación de la fenomenología de la
vida, para falsearla y establecer la dominación
y la jerarquía como fenomenología propia
de la naturaleza.

Como decía antes, no se niegan los


fenómenos o los procesos: se reducen, se
37
extrapolan, se descontextualizan, se les
mecaniza sustrayéndoles la pulsión vital,
para ofrecer la interpretación trucada de
la vida. Y ahí es donde juega un papel
importantísimo la fijación de la imagen
simbólica que condensa y transmite el
trucaje.

Con la serpiente lo que se hizo fue


convertirla en demonio, monstruo o dragón
voraz, maligno y depravado. Todos los
dioses, semidioses y héroes de las primitivas
religiones solares (los sonnenmensch) se
erigen en tales y muestran su superioridad
machista, matando a las serpientes y toros
representantes de la sexualidad femenina.
Como explica Robert Graves, los mitos
originales hablan de héroes que para poseer
a las mujeres tienen que desposeerlas
de su sexualidad, es decir matar al toro,
38
a la serpiente, al dragón o al demonio
que representa esa sexualidad. Pero una
vez convertidos el toro o la serpiente en
monstruos, el mito se vuelve más sutil. El
héroe o el santo o el dios, es el que salva
a la doncella que es una víctima, presa del
monstruo que emana de ella. La mujer
en lugar de sentirse violada, devastada,
desposeída de su sexualidad por el hombre
que la retiene a la fuerza, se considera salvada
de los demonios o del minotauro. Esa es
nada menos que la fuerza del símbolo. Para
sentirte querida tienes que sentirte poseída.

La historia del patriarcado en términos


simbólicos y culturales, se podría recorrer,
por ejemplo, siguiendo la historia de la
corrupción de la serpiente en tanto que
símbolo de la función socializadora de la
sexualidad; o la historia de los juegos con los
39
toros típicos de las culturas mediterráneas,
inicialmente lúdicos, como se muestran en
varias imágenes cretenses, que acabaron
convirtiéndose también en la proeza del
héroe que mata al toro.

Esta historia la podemos rastrear también


con las águilas que aparecen en todos
los emblemas y escudos heráldicos de
los imperios y linajes patriarcales más
importantes.

¿Por qué el águila, la pobre águila, tan


bonita?

La explicación es que existe una especie de


águila llamada culebrera, que caza culebras
y se alimenta de ellas. Es una sola entre
muchas otras variedades de águilas que no
cazan culebras; pero se utiliza la existencia
del águila culebrera para extrapolar
40
la condición de ‘culebrera’ a todas las
águilas y así se convierte genéricamente en
depredadora de la serpiente, y por tanto
susceptible de erigirse en símbolo de la
devastación de la sexualidad de la mujer, y
en general de la superioridad y triunfo del
patriarcado sobre la matrística. Además
el águila vuela por los cielos, está arriba,
tiene una visión potente para localizar a
la serpiente que está abajo, en la tierra y
lanzarse en picado a por ella, con lo que la
imagen cuadra que ni inventada a propósito.
En la Iliada, Calcante vaticina la caída de la
Troya matrística cuando ve una águila con
una culebra apresada en sus garras.

Más importante es aún la extrapolación del


fenómeno de la depredación de las especies
para legitimar la depredación del humano
más fuerte sobre el más débil e inferior,
41
es decir, justificar la guerra como medio
natural de conquista y saqueo entre los
humanos.

Hay unas especies que cazan y se alimentan


de otras, como los felinos, por ejemplo.
Pero este fenómeno no es universal ni
consustancial a todas las formas de vida.
La extrapolación y descontextualización
de este fenómeno en este caso tiene que
encubrir otro fenómeno que sí es universal,
consustancial e imprescindible a todas
las formas de vida: la simbiogénesis y
la permanente interacción cooperativa
entre las especies. Ninguna forma de vida
ni micro ni macroscópica puede darse
sin permanente interacción cooperativa
con otras formas de vida: es el fenómeno
universal de la vida, la continua interacción
cooperativa, mientras que la depredación
42
pertenece a otro orden de fenómenos de
la vida; pero viene al pelo para justificar la
guerra y el aplastamiento del fuerte sobre el
débil. Como dijo Darwin cuando explicó el
origen de las especies por la supremacía del
más fuerte (en lugar de por la cooperación
permanente entre las especies, que es el
fenómeno realmente universal que hace
posible el origen y el mantenimiento de
cada especie).

La historia de la dominación patriarcal es


efectivamente la historia de la dominación
del más fuerte y poderoso, que se dedica
a debilitar y a castrar a aquell@s quienes
quiere dominar, aprovechando la ingenuidad
y la confianza del estado original de la vida;
como explicaba Colón con respecto a la
población araucana del Caribe, que eran tan
inocentes que 50 ó 60 españoles podrían
con todos ellos.
43
La discontinuidad también la encontramos
en la lingüística. Un par de ejemplos: en las
estelas neolíticas vascas, ‘jaune’ es señora,
y en el vascuence actual, es señor; la voz
‘amo’, que significa dueño o propietario, en
el diccionario Anaya de la lengua castellana,
da como etimología el vascuence; pero
en vasco y en todas las lenguas plre-
indoeurpeas ‘ama’ es madre, y la ‘ama’ de
una casa no era la dueña de una casa, sino la
madre de la casa; con el cambio de orden, se
masculiniza, y el ‘amo’ es el dueño de la casa
y de las personas que en ella habiten.

3.- Las religiones solares y sus símbolos.-

Si la serpiente se convierte en demonio o en


dragón y el toro en minotauro, las cuatro
o las tres espirales enlazadas del placer
se convirtieron en el sol en rotación, es
44
decir, en la esvástica, cuando se convirtió
el sol en el símbolo de la dominación. La
arqueológa M. Gimbutas ha relacionado la
esquematización de las espirales enlazadas
de la civilización de la Vieja Europa con el
signo de la esvástica.

En las retrospectivas prepatriarcales, sobre


todo tras la revolución arqueológica del
siglo pasado, siempre se intentan salvar los
símbolos de la dominación tratando de
establecer su continuidad con la simbología
de la matrística. Por ejemplo, es lo que están
tratando de hacer con la imagen de la virgen
María al presentarla (Riane Eisler, la misma
Gimbutas, etc.), como una continuidad de
la imagen de la mujer de la Vieja Europa
y de la mujer del paleolítico, debidamente
convertidas en diosas; cuando en realidad
el significado símbolico de una y otras es
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opuesto, es la discontinuidad absoluta,
puesto que la primera es el paradigma de la
esclavitud de la mujer (he aquí la esclava del
Señor) y de la aceptación de la inhibición
sexual (ella misma aplasta a la serpiente),
y las segundas son imágenes de mujeres
voluptuosas que expresan de mil maneras su
sexualidad. Otra forma curiosa de salvar la
discontinuidad es la de proponer conceptos
que alimenten la confusión, como la moda
de llamar ‘patrística’ al patriarcado. Puesto
que el concepto de matrística está cuajando
frente al concepto de ‘matriarcado’, pues
ahora vamos a convertir al patriarcado en
patrística y borramos de un plumazo la
discontinuidad, es decir, el cambio social
que supone la aparición del ‘archos’, la
dominación. Primero trataron de endosarle
el ‘archos’ a la matrística (incluso falseando
traducciones, como la del ‘maternal’ de
46
Bachofen que se ha venido traduciendo
por ’matriarcal’); y como ahora ven que no
se puede, entonces se lo quieren quitar al
patriarcado (como hace por ejemplo, James
de Meo). Tan importante sigue siendo el
empeño en este aspecto, que una ponencia
mía titulada ‘las sociedades maternales’ fue
presentada como ‘el matriarcado’.

En Oriente la esvástica ha estado presente


en todas partes hasta el siglo pasado. En el
Japón el sol es el símbolo del imperio, el
Imperio del Sol; en la China precomunista,
la Cruz Roja era la Esvástica Roja, y los
budistas la llevaban y la llevan sobre sus
pechos o tatuada en la cabeza rapada. No
dicen que es el símbolo de la dominación,
claro, dicen que es un símbolo de buen
augurio, al igual que no dicen que la
virgen María representa la represión de la
47
sexualidad de la mujer, sino el paradigma
de la plenitud de la mujer. En Occidente
Roma hizo suya la esvástica durante un
tiempo (Aureliano hizo al sol dios de
Roma, y después de Constantino, Juliano
trató de recuperarlo); y los estandartes de
las legiones y falanges romanas llevaron la
esvástica junto con el águila en diferentes
periodos.

Si las espirales de la matrística están


asociadas a la serpiente y a otros animales,
como a los peces de nuestro arte íbero o
a los pulpos del arte micénico, la esvástica
patriarcal ha estado siempre asociada al
águila, tanto en Roma como en la Alemania
nazi, que no las eligieron por casualidad,
sino porque representan la guerra y el
exterminio como medios de dominación y
de esclavitud.
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En la penísula ibérica tenemos las dos cosas.
En la cerámica íbera, entre el siglo VI y el II
a.n.e., encontramos las espirales enlazadas,
de dos en dos, de cuatro en cuatro, en serie
y también esquematizadas, como las de
Numancia y de otros lugares con restos
pre-romanos. No había entonces adoración
a cultos solares ni un estatus masculino
superior al femenino. El pueblo íbero era
más bien lo que Bachofen ha llamado
ginecocrático y demétrico, característico de
la última fase de la matrística, y la mujer no
tenía todavía un estatus de subordinación.

En el 216 a.n.e. , en el contexto de la II


Guerra Púnica contra Cartago (que también
conservaba todavía rasgos de la matrística),
los romanos desembarcan en Tarragona y
emprenden una lucha por la dominación de
los pueblos íberos. Hubo exterminios como
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el famoso de Numancia, ciudades íberas
que quedaron despobladas, y también,
como sucedió en otras partes, mucho
mestizaje. Entonces aparecen esvásticas en
los mosaicos de las ciudades romanas. Pero
entre las espirales iberas y las esvásticas
romanas no hay una continuidad, sino una
guerra de conquista y un cambio social de
por medio, cuando no el extermino de sus
habitantes como en el caso de Numancia.

1. Suelo de villa romana, M.Arq. Tarragona

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2. Espirales enlazada, vasija íbera, M. Prehistoria
Valencia

3.-

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4.

5.

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6.

7.
1,2,3,5,6 y 7: Diversas piezas de cerámica íbera,
con espirales enlazadas. Museo de la Prehistoria de
Valencia. 4-. Botones y hebillas entre las cuales hay
2 ‘astartés’ como la del Berrueco esquematizadas,
formas roscas o espirales simples enlazadas y una
cuádruple esquematizada.
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1, 2 y 3: cerámica pintada en diversos cacharros,
ciudades íberas de la zona de Teruel

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