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Reseñas

Juan Pascual Gay,


El beso de la quimera.
Una historia del decadentismo
en México (1893-1898),
San Luis Potosí,
El Colegio de San Luis, 2012

Si hubo o no decadentismo en la piritual, aquí no pasó de ser mera


literatura mexicana finisecular es pose literaria. De admitir el juicio
una cuestión que todavía carece anterior, estaríamos afirmando que
de una respuesta más completa la literatura decadente mexicana, y
en tanto que no se ha establecido todas las de esta naturaleza propias
siquiera una definición precisa y de Hispanoamérica, no pasaron de
bien argumentada de lo que fue ser expresiones anacrónicas y sin
el decadentismo en México. Al- sentido trascendente, que no con-
gunos críticos han coincidido en tribuyeron en nada a la compren-
que se trata de una expresión o sión de la realidad social en que
etapa derivada de un primer mo- emergieron.
dernismo, relacionada tanto con Pero he aquí que El beso de la
el romanticismo como con el sim- quimera. Una historia del deca-
bolismo. Entre los argumentos en dentismo en México (1893-1898),
su contra está aquel que define a de Juan Pascual Gay, viene a dar
los decadentistas como simples cuenta de la singularidad de este
imitadores de los europeos, en es- movimiento literario no sólo esca-
pecial de los franceses; imitadores samente abordado por la crítica e
absurdos, pues lo que en Europa historia de la literatura mexicana,
fue una legítima preocupación es- sino, peor aún, bastante incom-

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prendido. Las tres premisas de las modernismo o la Revista Moder-


que parte el autor nos revela un na, hasta el momento no ha sido
panorama sucinto y esclarecedor lo suficientemente estudiado. A lo
de los cinco años, 1893-1898, en largo de ocho capítulos, Juan Pas-
los que surgió y feneció este movi- cual Gay defiende la idea de que el
miento: primera, el decadentismo decadentismo en México no puede
en México puede considerarse, verse como una escuela literaria,
guardando las distancias, un mo- sería más preciso acercarnos a él
vimiento de vanguardia interesan- como un estado de ánimo compar-
te y atractivo por sus aportaciones tido por esta cofradía —José Juan
precisas y particulares a la litera- Tablada, Amado Nervo, Alberto
tura del país porque se vuelve un Leduc, Bernardo Couto, Jesús E.
modelo en el que otros grupos, Valenzuela, Efrén Rebolledo, Ciro
como el propio Ateneo de la Ju- B. Ceballos, Rubén M. Campos,
ventud, se apoyarían a la hora de Jesús Urueta y Balvino Dávalos—,
operar a lo largo del siglo XX (15); que se concreta en una cierta mo-
segunda, el decadentismo mexi- dalidad literaria, inspirada en su
cano sí se vincula a su contexto correlato europeo francés e italia-
socio-histórico porque se legitimó no, sí, pero con ciertas peculiarida-
en la transgresión de una realidad des que le confirieron autonomía
social que lo hostilizaba; y tercera, y validez en tanto postura cultural
la importancia del ámbito cultural, arraigada a las letras, acompañada
es decir las polémicas, personajes y por artistas plásticos como Julio
revistas que por un lado favore- Ruelas y Jesús F. Contreras.
cieron su desarrollo y, por el otro, El primer capítulo, “La Qui-
propiciaron su descrédito (16). mera y el fin de siglo”, muestra el
El acierto de El beso de la qui- “panorama literario y emocional”
mera reside en tratar el problema del decadentismo en Europa y lue-
del decadentismo en México a go en México, desde la óptica de la
partir de la formación del grupo ciudad moderna simbolizada en la
decadentista como unidad, pues figura de la Quimera. El siguien-
aunque existan artículos dispersos te, “Simbolismo, decadentismo,
dedicados a algunos miembros modernismo”, intenta diferenciar
del movimiento por separado o a estos tres términos, que suelen
analizar temas adyacentes como el confundirse o utilizarse de manera

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arbitraria como sinónimos al no dad” (17) y el elegir este tipo vida


tomar en cuenta que lo “que en se convirtió para los decadentes en
Francia y Europa se llamó «simbo- metonimia de la literatura y el arte.
lismo» en Hispanoamérica comen- Finalmente, los tres últimos capí-
zó a denominarse «modernismo»” tulos profundizan en las dos polé-
(68), al mismo tiempo que precisa micas decadentistas (1893 y 1897)
los periodos Fin de siècle y Belle y destacan la importancia de la Re-
époque en contraste con aquellos. vista Moderna como el órgano y la
El tercer capítulo, “El decadentis- plataforma del grupo decadente.
mo: características y temas” desta- Si seguimos con lo postulado
ca los rasgos más importantes de por Juan Pascual Gay en El beso
este movimiento en general para de la quimera, para llegar a la raíz
luego ceñirse a los que heredaron del decadentismo mexicano, más
los decadentes mexicanos y enmar- que en figuras retóricas y tópicos
ca dos momentos, las polémicas de literarios, debemos pensar en una
1893 y 1897, y dos publicaciones, cierta emotividad, en un estado de
la Revista Azul y la Revista Moder- ánimo compartido por este grupo
na, que habrían de servir como de jóvenes literatos. “No hay pro-
plataformas para este grupo de es- cedimiento ninguno para llegar a
critores. En “La promoción deca- un estado del alma; y el decaden-
dentista de México, 1890-1898”, tismo, más que una forma literaria
hace un recorrido biográfico del es un estado del espíritu”, consig-
movimiento, sus inicios y aporta- nó Alberto Leduc en 1893. Y este
ciones una vez finalizado, así como estado consiste en un verdadero
la conformación de este cenáculo y absoluto desaliento. Desaliento
alrededor de la figura de José Juan ante todo pesimista, pero que no
Tablada. El siguiente apartado, deja de sugerir la capacidad de una
“Decadentismo y bohemia”, re- elevación espiritual. Los personajes
flexiona sobre la producción de- decadentistas son esquizofrénicos,
cadentista a través del binomio malditos, exquisitos e inmorales,
ciudad moderna-vida bohemia, no amorales, no porque se enor-
donde la imagen del bar operaba gullezcan de ello, sino porque su
como un sinónimo de ésta: “la bo- transgresión propone una ética: si
hemia fue la manera de asumir y la moral imperante es reprobable
asimilar la modernidad de la ciu- por sus dobleces, su hipocresía, po-

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demos, como decadentistas, abo- trasposición de las artes, la experi-


lirla, y no estaremos participando mentación temática y métrica, más
del mal. El decadentista transgre- allá del uso ingenioso de neologis-
de. Está desilusionado y pese a ello mos. Quizá si lo restringiéramos a
aún conserva el impulso creador. las formalidades arriba señaladas,
Su creación nace del grotesco, tal sí podríamos hablar de una inci-
como los románticos que, median- piente copia de la factura euro-
te las palabras de Víctor Hugo, pea, pero lo cierto es que nuestro
agregaron a las categorías de la be- decadentismo no se estanca allí.
lleza aquello que hasta entonces se ¿Cómo va a estancarse allí si des-
revelaba despreciable y asqueroso. de el hecho de estar escrito, leído,
Se trata de abrazar la complejidad pensado, sentido, en español ya es
de la vida con el entusiasmo que otra cosa? Emerge a consecuencia
nos confiere la desilusión. Ese en- de una profunda crisis espiritual,
tusiasmo que consiste en gozar el política y social, de una sensibili-
hoy porque el mañana no tendrá dad que aporta a la literatura nue-
lugar. vas preocupaciones, propias de su
“El decadentismo fue el pri- entorno, únicas. Esto acontece no
mer movimiento artístico-literario sólo con miras a épater la mentali-
plenamente moderno de México, dad burguesa, sino principalmente
y la bohemia, esa manera de vivir como una alternativa a las vicisitu-
la ciudad, la expresión de la mo- des de la vida moderna. El escri-
dernidad” (31). Después de leer El tor decadentista no se evade; por
beso de la quimera resulta arbitrario el contrario, sobrepasa la altura de
limitar la definición de decadentis- las circunstancias. Su actitud es la
mo mexicano tan sólo a sus formas del artista como un instrumento a
estilísticas o a sus temas. Es impor- través del cual Dios se expresa. “si
tante también tomar en cuenta la el arte era Dios, el artista se revestía
tónica emotiva con que se postula. de los atuendos sacerdotales para
El decadentismo es una expresión rendir culto a la nueva religión a la
de la realidad finisecular que va que, si era necesario, había que en-
más allá de una cuestión contra tregar la propia vida [...] El poeta
las normas, literarias y sociales, vi- era, pues, el sacerdote y el profeta”
gentes; más allá del culto a lo ar- (88). No se pretende copiar nada
tificial, más allá de la sinestesia, la a los decadentistas franceses, quie-

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nes “proporcionaron a los mexica- Porfiriato, y la Revolución, hijo de


nos un manual estético pero tam- este último.
bién ético: no sólo una manera de Escandalizar a la prensa y la
escribir sino, sobre todo, un modo ciudad porfirianas era el objetivo
de vivir sujeto al ejercicio poético de los decadentistas mexicanos
y a la modernidad” (94). Si bien (José Juan Tablada, Amado Nervo,
las formas y los procesos llegan a Alberto Leduc, Bernardo Couto
ser semejantes, debido claro está a Castillo, Jesús E. Valenzuela, Ciro
nuestro sedimento occidentalizado B. Ceballos, Rubén M. Campos,
compartido, los focos de atención Jesús Urueta y Balvino Dávalos).
son otros. Mientras los europeos Esta actitud —emplearon estrate-
observan el derrumbe paulatino de gias de promoción y exhibición y
una civilización que les había pro- modificaron la manera de estable-
metido la utopía; acá asistimos a la cer relaciones con la sociedad y la
muerte gradual de un sistema reli- crítica— se volvería paradigma a
gioso e ideológico que culminaría lo largo del siglo XX para grupos
en la Revolución. Y es que pese a artístico-literarios de vanguardia.
que no se dio un desarraigo espi- De ahí que los decadentes sean los
ritual del cristianismo en América pioneros de este comportamiento
durante el siglo XIX, sí hubo una —juventud, rebeldía, polémicas y
severa fractura sobre todo en el manifiestos— ante la modernidad
orden filosófico. Acá se vivía, con y con ello inauguren la imagen del
el Porfiriato, el positivismo, una artista moderno. Con los escrito-
paz augusta pero deleznable; era res decadentes se debate por vez
cuestión de tiempo que la fantasía primera si la literatura en México
se derrumbara. Sin duda el grupo debe responder a intereses nacio-
decadentista estaba consciente de nalistas o ecuménicos.
ello, de ese conformismo salvaje Aportación invaluable, pues, El
que tarde o temprano tenía que beso de la quimera, de Juan Pascual
estallar. Ya todo se había banali- Gay, que, además de todo lo an-
zado, se había atentado contra el terior, nos presenta varios caminos
principal sustento ontológico de abiertos a la investigación como el
los mexicanos: prueba de ello fue marcado énfasis sobre las figuras
el periodo de Reforma, padre del de Manuel Gutiérrez Nájera, José
Juan Tablada, Amado Nervo, Jesús

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Urueta y Jesús E. Valenzuela en mán Gedovius, Gerardo Murillo,


tanto orquestadores y amalgamas Alberto Fuster y Julio Ruelas; y los
de los decadentes mexicanos; al músicos José F. Elizondo, Ernesto
igual que la mención de caracterís- Elorduy, Manuel M. Ponce y Er-
ticas y temas predominantes en su nesto Campa.
literatura con pequeñas muestras Para concluir con el espléndido
del trabajo de José Bustillos, Bal- recorrido que nos ofrece El beso de
bino Dávalos y Francisco M. de la quimera, precursor en el análisis
Olaguíbel. de los autores decadentes mexi-
Sin embargo, expone poco so- canos como grupo, resulta enco-
bre Efrén Rebolledo y Julio Ruelas miable el intento de Juan Pascual
(a pesar de brindarnos generosa- Gay por erigir el decadentismo
mente una sección con ilustracio- no como una escuela literaria sino
nes del artista plástico al final del como un movimiento de vanguar-
libro), omite al casi desconocido dia, deslindarlo del simbolismo,
Severo Amador y deja de lado el delimitar tanto su campo en rela-
Ateneo Mexicano Literario y Ar- ción con el modernismo como sus
tístico, sociedad cultural presidida apropiaciones del romanticismo y,
por el propio Jesús F. Contreras y al mismo tiempo, vincularlo con
antepuerta del modernismo —in- los scapagliati italianos. Así como
cluso de la Revista Moderna—, ya por rastrear los orígenes, herencias
que entre sus miembros contaba y afinidades literarias de este cená-
no sólo con Justo Sierra como pre- culo decadente, inserto entre un
sidente honorario, sino también viejo régimen y un naciente orden
con literatos de la talla de Carlos social, cuyo factor de unidad y co-
Díaz Dufoo, Ángel de Campo, hesión sería el espacio urbano.
Juan de Dios Peza, Balbino Dáva-
los, Rubén M. Campos, José Juan Shanik Sánchez
Tablada, Federico Gamboa, Je- Fundación para las
sús Urueta, Luis G. Urbina, Jesús Letras Mexicanas
E. Valenzuela y el propio Amado
Nervo; así como el notario Jesús
Trujillo, el doctor Manuel Flores
y Victoriano Salado Álvarez; los
pintores Leandro Izaguirre, Ger-

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