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El cambio climático sigue siendo una preocupación para la sociedad, incluso en época de
elecciones.
odo ciudadano moderno habla de cambio climático. Un análisis sociológico riguroso constata que
lo ambiental integra el capital simbólico de la época y lo asocia a la política (1): 8 de cada 10
argentinos se reconocen muy o bastante preocupados por el tema; 84% cree que los recursos
naturales son explotados sin considerar el futuro; 7 de cada 10 rechazan la idea de que el
ambiente sea un obstáculo para el desarrollo y –cuidado– 40% presta atención a la propuesta
ambiental de los candidatos. Un repaso a los conflictos sociales posteriores al 2001 revela que
gran parte de ellos (quizás la mayoría) tiene a la cuestión ambiental como eje. Esquel y Famatina
contra la megaminería, Gualeguaychú contra Botnia, los vecinos de La Boca por la contaminación
del Riachuelo, las puebladas contra Monsanto en Córdoba, no son mojones sociales menores en la
Argentina de la década ambientalmente degradada.
Una extrapolación de todo asesor de campaña conduce a que “la cuestión ecológica está en la
agenda social”. Jacques Lacan desafiaba a sus colegas, y por añadidura a los políticos: “Que
renuncie aquel en cuyo horizonte no esté la subjetividad de la época”. La ecología, está dicho, es
marca esencial de esta era.
Diversos datos señalan que no. Uno, institucional: Argentina es el único país del continente sin
Ministerio de Ambiente. Otro, profundo: los indicadores (desde pérdida de bosques nativos hasta
la participación de energías limpias) son los peores de la historia. Y algo más grave: lo que la
sociedad percibe como ambiental no es tramitado como tal por el Estado (desde el saneamiento
hasta el control ambiental sobre la minería, todo ocurre allende las fronteras de la menguada
Secretaría de Ambiente).
Entonces, ¿el tema abruma en la campaña electoral? Tampoco. El último episodio de simultáneas
inundaciones en el centro del país e incendios forestales en el sur desnudó que, más allá de
reclamar obras –entelequia electoralista– o pedir fondos para la emergencia, ni oficialistas ni
opositores interpretaban la época. Lo que ocurría era indicativo de que el cambio climático existe
y que sólo una política permanente y explícita (que no existe) podría enfrentarlo con algún grado
de éxito en la disminución del impacto social.
Lo que suele pasar es que, cuando el asesor lee aquella encuesta, en vez de una política
recomienda un eslogan: “Ciudad verde”, grafica por caso el jefe de gobierno porteño, que no logra
tramitar fuera de todo fracaso el tratamiento de los residuos.
La campaña electoral desafía a Lacan. Según una lógica política antigua, la ecología es para la
sociedad un lujo posterior a la resolución de cuestiones básicas como la inseguridad o la inflación.
Yo no estaría tan seguro.
PSICOLOGIA
Lacan y la izquierda
Nada autoriza en la enseñanza de Lacan a “ser de izquierdas”. Como todo gran pensador, existen
en sus posibilidades teóricas y clínicas, algo que desborda a las categorías políticas en tanto se
dan históricamente. Se puede ser lacaniano de derechas, liberal, de izquierdas, etc. Otro tanto
sucede con Kant, Hegel, Nietzsche o Heidegger, entre otros. Incluso, gracias a Lacan, se puede
ser de izquierda contra las opiniones constituidas de la izquierda, al menos en sus aspectos más
dogmáticos y canónicos.
En mi caso, los textos sobre la izquierda lacaniana, Soledad, Común, En la Frontera, etc., no se
autorizan en Lacan ni reclaman autorización alguna de ninguna otra instancia. Constituyen una
apropiación y lectura de Lacan, que por mi legado simbólico y el juicio que sobre lo político el
mismo vehiculiza, no puede ser entregado a los procedimientos neoliberales de la producción de
subjetividad contemporánea afines al Capital. En este aspecto debemos insistir en que, aun
cuando nuestra experiencia como analistas se reclama del “uno por uno”, también es el propio
Discurso Capitalista el que apunta a lo más particular del goce de cada uno, a la par que logra a
través de distintos procedimientos, nivelar y homogeneizar todas las particularidades. Por ello se
impone diferenciar la singularidad irreductible de cada uno de lo “particular y privado”, y por la
misma razón, la “subjetividad producida” del sujeto del inconsciente. El cual, por razones de
estructura, nunca puede ser producido sino causado por el lenguaje.
Los lacanianos que votan a la derecha neoliberal no se equivocan con respecto a Lacan. En todo
caso entienden que el psicoanálisis sólo puede vivir en el sueño liberal del grado cero de lo
político. O se equivocan o desean “equivocarse” con respecto a su propia nación y la suerte de su
pueblo. Y a la larga, en una lectura más afinada, con la futura existencia del psicoanálisis.
Es ya evidente que el neoliberalismo espera de los seres hablantes otra cosa que la verdad del
inconsciente. La proliferación de managers del alma de distinto cuño apenas constituye la primera
avanzada de la gerencia empresarial que se apresta a reconfigurar lo simbólico desde la lógica de
la mercancía. En otros términos, a realizar en cada una de las vueltas del Discurso Capitalista, una
“desimbolización” que anule la relación del sujeto con la verdad de su deseo. ¿Hasta dónde los
analistas deben colaborar con lo que Lacan en su día denominó “impases crecientes de la
civilización”?
Finalmente, la cuestión sobre si aún es posible una transformación radical de las estructuras del
neoliberalismo en el campo de la Democracia es siempre una indagación sobre todo aquello que
Lacan ha dicho acerca de los seres hablantes.
El siguiente escrito versa de una manera algo inusual y quizás poco ortodoxa, sobre la
contratransferencia. Se encuentra dirigido a todos aquellos analistas quienes, sabiéndolo o no -
poco importa-, practican lo que de ahora en más propongo denominar clínicas del déficit (el
genitivo es decididamente subjetivo).
En efecto, y tratándose siempre de ideas, la puesta en forma de las mismas supone una serie de
consideraciones previas, al menos en cuanto al espíritu con el cual fue elaborado el texto.
Criticar antes que confundir. Ese es el propósito del escrito.
Resulta curioso que quienes se llaman a sí mismos psicoanalistas sean los primeros en defender
con fatuidad la afamada triquiñuela de elaboración empirista, llamada “pobreza simbólica”.
Más aún, que se muestren convencidos con marcado entusiasmo de verificarlo diariamente en
aquello que consideran la matriz constituyente de la praxis: la propia experiencia clínica.
Hay allí una escollera ideológica de prejuicios y falsas evidencias. Revisémosla, recorriéndola
paso a paso.
En primer lugar, ¿cuándo se dice que el paciente no tiene “recursos simbólicos? En una amplia
variedad de oportunidades críticas, entre las cuales se destaca, por ejemplo:
Cuando quien consulta no se pregunta por la causa de su padecimiento. Debemos rectificar
dicha aserción, pues semejante limitación técnica es, cuanto menos, responsabilidad de quien
escucha; ya que ¿cuál sería el inconveniente ético en aportarle la pregunta?
Se habla precisamente de “pobreza simbólica” en
instituciones públicas, cuya atención suele absorber la
demanda de determinada clase social: la gente pobre
Encontramos en los desarrollos de Michel Tort ideas similares. En su libro más reciente Las
subjetividades patriarcales, el autor le concede especial importancia a la relación entre historia
y psicoanálisis. En los primeros capítulos del mismo describe los prejuicios que constituyen lo
que no duda en llamar “peletería psicoanalítica”, despejando quirúrgicamente los desarrollos de
Octave Mannoni en su libro Psicología de la colonización.
Si bien pueden decirse innumerables cosas al respecto, nos gustaría al menos señalar que el
engaño del cual participa Mannoni (y que Tort, por momentos algo indignado, no vacila ni un
instante en desenmascarar) es extensible a gran parte de la comunidad analítica.
Tal como lo afirma el autor: “Los instrumentos que utiliza el psicoanálisis3 son ajenos a la
historia, en tanto habrían surgido exclusivamente del psicoanálisis y del dispositivo de
‘neutralidad’ que supuestamente lo caracteriza” (Tort, 2016, p. 29). Nada más engañoso.
Creo que era Oscar Masotta quien decía: “o psicoanalistas o psicoalienistas”. No puedo
afirmarlo con total seguridad; tampoco importa. Se trata menos de determinar el quién, que
interrogarse acerca de las razones del decir. En este sentido, dicha oposición hoy merece ser
tomada en toda su consideración y su renovado alcance.
Es notablemente llamativo que tantos psicoanalistas contribuyan a establecer los cimientos
supuestamente experienciales de una clínica del déficit, lo cual nos acerca peligrosamente a
otros discursos, tantas veces cuestionados.
El primero, que habría una única socio génesis. El segundo, que habría una únicapsico génesis.
El tercero, correspondiente al ordenamiento temporal de dicha génesis, según etapas
cronológicas pre fabricadas, las cuales, bajo la conducción de una metafísica biologicista harto
superada, termina por concluir un paralelismo identitario entre niños, locos y primitivos (Freud
con Haeckel).
Ahora bien, de ser así, podríamos elevarle la siguiente pregunta al lector. De atender pacientes
faltos de recursos simbólicos, ¿a dónde los enviamos a adquirirlos? Más aún, ¿cuál es la medida
necesaria para que sea suficiente?
Preguntémonos por la fenomenología de la pobreza. Alegar que quien padece “no tiene nada
para decir” es suficiente para concluir la enormidad de la limitación del profesional
interviniente, cuya sentencia no se constituye más que como una argumentación ad hoc de las
más exánimes, consecuencia de marcos conceptuales imbuidos en una lógica de clase
narcisista6 y de derecha; si por ello habremos de entender sencillamente la aceptación acrítica
de un supuesto orden natural de las cosas. Verdadera fagocitación psicoanalítica.
Sería prudente contraponerle a la noción “conciencia de enfermedad” su par anti natural para
constituir una oposición que permita una lectura algo más discreta y equilibrada del problema:
la “conciencia de ideología” por parte del profesional.
Volviendo al tema en cuestión, ¿no sería más prudente invertir el alegato y considerar que el
paciente, más que no tener qué decir, no tiene con quién hablar? Cuestión señalada hace tiempo
por Maud Mannoni, al indicar que en los hospitales “...a la palabra, por un acuerdo tácito, se la
concibe como un privilegio jerárquico y por ende la institución se la niega de entrada al
enfermo” (Mannoni, 1970, p. 122).
Por otro lado, ello podría darnos una buena pista para ubicar una posición fundamental del
psicoanalista en la actualidad: como instancia de Otredad. Función que no habría que
desestimar con tanta ligereza, pues puede condensar un gran valor social.
No obstante lo cual, pareciera que algunos analistas están desmesuradamente preocupados por
cuidar la esterilidad del campo psicoanalítico en la senda asintótica de un siempre supuesto
apoliticismo, manteniéndose extraterritoriales de todo aquello que consideran un desvío errático
de la pureza fenoménica de las formaciones del inconsciente, del sujeto del significante, del
deseo metonímico, del goce mortífero. Sin embargo, no se salvan del retorno ectópico de la
paradoja, para concluir con severidad afirmando aquello que no hay: deseo, sujeto,
transferencia, tela, amor, etcétera.
Castel estaba en lo cierto al afirmar que “el ideólogo más eficaz racionaliza con las categorías
de su propio saber” (Castel, 1981, p.94). Afirmación a la cual cabría agregarle: “...y sin
saberlo”.
Continuemos por esta vía y terminaremos hablando de pacientes con monederos significantes,
de inconscientes estructurados como un lunfardo.
Bibliografía
3. Si bien acordamos con Tort en cuanto a la afirmación, sería preciso realizarle la misma
crítica que nos hemos hipotecado al comienzo del escrito. Resta precisar qué tipo de
psicoanálisis, qué conceptos, definiciones, etc., responden a semejante postura ingenua.
Propongo considerar la enseñanza de Lacan como un esfuerzo notable por ubicar las
coordenadas filosóficas, religiosas y culturales que hicieron posible el surgimiento del
psicoanálisis en Occidente en determinada época.
4. Como si a la orden del día hubiese un acuerdo unánime sobre los criterios uniformes que
constituyen la experiencia analítica. Ni hablar de la formación.
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É. R.: ¡Eso es poco! Para él, mayo del 68 era un engaño que no
expresaba una voluntad general de liberación, sino, al revés, el deseo
inconsciente por parte de los insurgentes de servidumbres más
feroces aún.
Más allá de mayo del 68, la relación de Lacan con la política impone
cierto recordatorio fáctico. Provenía de una familia católica de
derechas: ahí estaba la vieja Francia chauvinista e intolerante, con
todo lo que eso encierra de detestable. Y él se fue construyendo en
contra de esa genealogía. Su tendencia natural lo llevó hacia la
centro-derecha, encarnada en esa época por hombres políticos como
Pierre Mendès France, y presente en semanarios como L'Express .
Esto le valió un odio pertinaz por parte de los ambientes de derecha.
Públicamente, Lacan se ha mantenido toda su vida como una esfinge
impasible. Nunca se comprometió, como sí lo hacía Sartre. Nunca
firmó manifiesto alguno. Se mantuvo apartado voluntariamente de
las más ardientes luchas de su tiempo. No participó en la resistencia.
No está claro, a pesar de su visceral aversión al racismo, que haya
sido militante del anticolonialismo. Aunque acompañó el proceso de
descolonización dando su apoyo, concretamente a Laurence Bataille,
la hija de Sylvie y Georges Bataille, cuando con su primo Diego
Masson entró en una red de apoyo al FLN. Al ser detenida en mayo
de 1960 y luego encarcelada en la prisión de la Rouquette, él le llevó
las hojas dactilografiadas de su Seminario sobre la ética del
psicoanálisis , más precisamente las páginas consagradas a
Antígona.
A. B.: Lo que se puede decir hoy en día es que Mao forma parte de la
gran historia revolucionaria, como Robespierre, Saint-Just, Blanqui,
Trotski, Lenin y tantos otros. Dicho esto hay que explicar por qué la
gran mayoría de los jóvenes intelectuales lacanianos de los años
sesenta han sido maoístas después, en los setenta. ¿Casualidad del
destino? ¡De ninguna manera! Precisamente pasa por el concepto
lacaniano de sujeto, al cual no es necesario, pero sí del todo
coherente, conferirle mediante la filosofía una dimensión política
subversiva. Entre Lacan que dice "no ceder al propio deseo", y Mao
que dice "tenemos razón en rebelarnos", el recorrido, para nosotros,
resultaba claro.
Abstract
The present work tries to offer an approximation to the expression "lacanian left". This
one has turned into a common place for the revitalización of the left political thought in
the beginning of the 21st century. Concretely we try to gather the presence of two
ways for going to the matter, geopolitic and idiomatically distanced. It will allow us to
distinguish between an offer arisen in Universities of United Kingdom (context of
Essex's School), and other one more connected to authors in Latin-America and Spain.
The different implications will be valued to think the social transformation and the
renovation of the political subject theory.
Key words: Psychoanalysis and policy, Lacanian left, Posmarxism, Political subject.
INTRODUCCIÓN
EL PSICOANÁLISIS Y LA IZQUIERDA
Así V.N. Voloshinov, referente del fructífero círculo de M. Bajtin, aporta nuevas formas
de pensar no sólo la relación entre marxismo y psicoanálisis, sino también la dialéctica
entre lo personal y lo social, a pesar de que paradójicamente se trate de un enfoque
bastante crítico con el freudismo en ciernes (Voloshinov, 1999; Montalbán, 2011). La
reciente recuperación del legado de Voloshinov puede ser ilustrativa de la necesidad y
posibilidad apuntada por Rossi-Landi (1978) de una novedosa y anticipatoria
aproximación a las relaciones entre el marxismo y otras disciplinas, tanto desde la
perspectiva del lenguaje como de la ideología. Los puntos de partida de Voloshinov
(1999) en esta tarea se basan en dos preceptos metodológicos básicos: una psicología
marxista debe abordar la especificidad cultural e histórica de la conciencia humana y, a
un tiempo, basarse en métodos objetivos. Con estos presupuestos de partida, la
noción de inconsciente que pretende desarrollar Voloshinov no se fundamentará en
contenidos pretendidamente instintivos. En una lectura novedosa del descubrimiento
freudiano, y en línea con la tesis de Engels de que la conexión entre lenguaje y trabajo
representa una vía privilegiada para la comprensión de la conciencia, se trata de un
inconsciente lingüístico y dialógico, con un claro origen social, que muestra
claramente, como también se esforzó en demostrar el propio Gramsci (1981), el
carácter contradictorio de la conciencia. Esta idea de una ideología dinámica, no
determinada de antemano para reproducir los esquemas de poder, no portadora a
priori de un signo negativo o positivo, será asimismo uno de los rasgos centrales de la
"hegemonía" como concepto central en Gramsci, retomado por Laclau y Mouffe (1987),
que no remite unilateralmente al dominio de la clase privilegiada, sino al espacio de las
relaciones de dominación y subordinación (Abeledo, 2012). A diferencia también de la
aproximación mayoritaria, Gramsci (2006), a pesar incluso de su recepción indirecta y
parcial del legado freudiano, dedicará parte de su interés a los aspectos más
comprometedores de la operación de exportación del psicoanálisis a la cultura
americana fordista, como son la relación entre la moral sexual y el malestar en la
cultura, y sus implicaciones en la formación de una nueva personalidad femenina.
Como enfatiza Boni (2007) tanto en los Cuadernos de la cárcel como, de una manera
más íntima, en las Cartas desde la cárcel, Gramsci se interesa por el psicoanálisis
como factor de desestabilización con respecto a toda una serie de equilibrios
ideológicos de la cultura occidental contemporánea, sustrayéndose a la mera crítica
biologizante del oficialismo soviético estalinista, o al injerto materialista del
psicoanálisis, propio de la cosmovisión freudomarxista.
• No surge del exterior del cuerpo —como la luz, los sonidos, etcétera— sino del
interior del propio organismo.
• No aparece como una fuerza momentánea sino como una fuerza constante.
Pero la tesis sorprendente que Freud (1988) maneja en "El malestar en la cultura" es
que la pulsión alimenta la cultura y sus exigencias de renuncia, encontrando así una
satisfacción más secreta. El malestar en la cultura no procede tanto de las exigencias
de renuncia civilizadora cuanto de la evidencia de que en tales exigencias está
implicada la propia satisfacción pulsional, forzada como alternativa al haber sido
introyectada. Esto nos lleva a pensar en una verdadera erotización de la conciencia
moral. Al volver la pulsión sobre el yo logra satisfacerse alternativamente en este
circuito de renuncia y culpabilidad: "se goza de la renuncia". Para Freud la moral está,
por tanto, contaminada de la propia pulsión (Montalbán, 2009).
Así, a comienzos del siglo XXI se reactiva el interés por valorar las influencias de la
enseñanza lacaniana en el pensamiento político de izquierdas, de manera inédita y
original. Hablar de izquierda de orientación lacaniana es referirse, en principio, al
trabajo de un amplio abanico de autores como Althusser, Jameson, Castoriadis, Laclau,
Mouffe, Žižek, Badiou y, en el ámbito de la crítica de todas las formas de psicología y
psicologización, podríamos incluir, no sin reservas, al propio Ian Parker. Desde
variadas coordenadas, se recurre explícita o implícitamente a la obra de Jacques Lacan
para formular una aproximación alternativa al estado y al futuro de la izquierda
política. Se trata de una apuesta caracterizada por el mantenimiento de una posición
epistemológica y ontológica no-esencialista, la deconstrucción del sujeto emancipatorio
y la crítica de la unicidad homogeneizante del discurso capitalista y de las formas de
sujeción y subjetivación que lo acompañan (Montalbán, 2011).
A partir de este elemento se pretende explicar por qué persisten algunas formaciones
políticas teóricamente insoportables para la ciudadanía, y cómo, en muchos casos, el
compromiso con el cambio político progresista es difícil de contagiar entre la población.
Para Stavrakakis (2007), el desarrollo de una democracia radical, que no olvide la
presencia del antagonismo como condición inherente y promueva la acción política
libre y concertada, rechazando a su vez todo tipo de ordenamiento policial, requerirá
de un pasaje desde el goce fálico, relativo a la cuestión del tener y tan determinante
en la actual hegemonía de la cultura consumista, al goce "no-todo" lacaniano, propio
de la posición femenina. Para Lacan el no-todo no remite a una parcialidad, ni a un
resto o una excepción, sino que representa más bien el desafío de concebir un
universo sin límite ni punto de clausura, sin relación directa con las categorías
habituales del pensamiento de los seres hablantes. Se puede ubicar más allá del plano
de las identificaciones y en oposición al discurso del Amo (Alemán, 2009).
LA IZQUIERDA LACANIANA
También en 2007 y, como decimos, sin una conexión directa con la producción de
Stavrakakis, Jorge Alemán comienza una operación intelectual sobre la izquierda
lacaniana que va a implicar a un grupo de pensadores posmarxistas y psicoanalistas
lacanianos a ambos lados del Atlántico (Alemán, 2007; 2009; Bonazzi, 2012;
Montalbán, 2011). El propio Alemán (2009) señala que la intención de su propuesta es
abordar toda una serie de temáticas compartidas sin buscar una aplicabilidad
instantánea en la referencia a Lacan que obligue a incluir sus contribuciones en la
modalidad propia del discurso filosófico. Esto pretende generar también un debate de
mayor alcance en la relación entre la política y el sujeto.
El desarrollo de la enseñanza lacaniana tiene avances diferentes en el ámbito
anglosajón y en el de las lenguas romances. En el primero está más ligado al mundo
universitario, aprovechando de Lacan distintos conceptos y elaboraciones que
pretenden aplicarse al análisis social, político, cultural, etcétera, en esta era
posglobalizada. Por ejemplo, en muchas universidades estadounidenses, Lacan es
conocido fundamentalmente a través de los estudios de French Theory, de Queer
Theory, y de Cultural Studies, o incluso en los departamentos de cine, donde se
utilizan sus aportaciones a una teoría de la mirada. En Francia, Latinoamérica, Italia y
España se trata de un interés más clínico, articulado a estructuras institucionales como
la Asociación Mundial de Psicoanálisis y el llamado Campo Freudiano, conectado
estrechamente con la propia práctica psicoanalítica y, a partir de ahí, con su conexión
ética, epistémica y política. Se valora su operación de "retorno a Freud", retorno a las
fuentes, como medida de deconstrucción y avance del psicoanálisis tras la deriva que
representa la tradición posfreudiana, sobre todo en su versión de la "egopsychology",
que prefirió privilegiar la segunda tópica frente a la primera o la tercera,
reconfigurando los conceptos freudianos en torno de la idea de adaptación, haciendo
del yo una función psicológica de acomodo a la realidad.
¿Con qué herramientas podemos contar entonces? Entre otras, del movimiento de la
izquierda lacaniana se desprenden las siguientes implicaciones:
• No dar por eterno o terminal (en el sentido del fin de la historia) el principio de
dominación capitalista. Insistir en el carácter contingente de la realidad histórica del
capitalismo. Confrontarse con la tendencia historicista que tiende a transformar un
acontecimiento, por el solo hecho de haber sido posible, en necesario.
En línea con esto, se propone pensar también los obstáculos que hay del lado del
sujeto para asumir un proceso de cambio. El mero hecho de considerar al colectivo
social y, al propio sujeto, como constituidos a partir de una fractura insalvable impide
la aspiración de una identidad plena y clausurada. La pregunta que nos asalta en este
punto es si en este escenario hay lugar para un relato emancipatorio. El proyecto de
hacia una izquierda lacaniana no se conforma con corroborar el agotamiento del sujeto
histórico y de la creencia de que el propio movimiento intrínseco del capitalismo
propiciará su atravesamiento. Así nos podemos plantear la redefinición de la
experiencia política, lo que exige la implicación de la dimensión subjetiva a fin de
establecer una nueva lógica de la relación política-sujeto.
Pero desde esta vertiente de la izquierda lacaniana, las dificultades identitarias del
sujeto histórico se consideran más que un déficit, una posibilidad de transformación,
aunque sea poco previsible su resultado final. La lectura que Lacan hace de ciertos
aspectos del marxismo desestabiliza la suposición de la supuesta propiedad ontológica
del proletariado, es decir, que haya alguna clase que pueda constituirse en para
sí, predestinada de antemano para desconectar el circuito cerrado del capitalismo, que
posea una identidad esencial a priori que no exija una elaboración, una construcción
que hay que producir contingentemente para poder interpretar la estructura en la que
está involucrada. Una transformación parcial, aunque no sea corte o ruptura definitiva
desde la perspectiva de la totalidad, es a veces la desviación oportuna que nos
devuelve al camino de la construcción política. Aquí es donde aparecen como
inspiradoras algunas de las ideas de Laclau cuando revaloriza la parcialidad, no como
mero gradualismo, aproximación sucesiva, de menos a más, hacia la totalidad, sino en
cuanto evidencia del carácter inaccesible de lo Real, tal y como hemos recogido que lo
define Jacques Lacan.
Algunos desarrollos recientes permiten concretar aún más las implicaciones de estos
presupuestos para la acción social transformadora. Se parte de la hipótesis de que el
posmarxismo recala en el pensamiento lacaniano para pensar la emancipación sin
ataduras metafísicas, pero sin renunciar tampoco a definir una ontología radical de la
política que implique revelar la estructura y la constitución del sujeto que la sustenta y
es responsable de la misma. Remitirse a Lacan posibilita la inclusión en un debate
innovador sobre una política emancipatoria en las cuestiones relativas al sujeto y la
singularidad. Para ello Alemán (2012) recurre a una operación de conjunción-
disyunción a través de la fórmula "Soledad:Común". La soledad del sujeto remite en la
producción lacaniana a su surgimiento como vacío sin sustancia y sin la posibilidad de
representación por parte de los significantes instituyentes en una totalidad. Se trata,
por tanto, de una soledad radical pues ninguna intersubjetividad puede sustituir de
manera definitiva ese lugar vacío, resultado de la desustancialización del sujeto, cuyo
agente principal es el lenguaje. No obstante, este sujeto borrado es convocado
repetidamente a imaginar su completud a través de aquellos significantes que lo
representan y lo refieren a determinados ideales, así como mediante distintas
estrategias fantasmáticas que incluyen al objeto en sus diferentes modalidades como
medida veladora del vacío estructural.
También la consideración del impacto del lenguaje (como aquello que siempre nos
antecede) remite al Otro, homologado al orden simbólico correspondiente a la
estructura lingüística, como precedente lógico de la constitución subjetiva. Así "el
sujeto nace sincrónicamente en el lugar del Otro, tachado por el Otro. Sus historias,
sus legados, sus herencias, sus destinos anatómicos, quedarán siempre modulados por
el juego combinatorio del significante. Incluso sus elecciones más íntimas y cruciales"
(Alemán, 2012: 13-14). A lo largo de la enseñanza de Lacan, el concepto de Otro fue
dando paso a distintas elaboraciones, desde la estructura inicial del lenguaje hasta la
invención del neologismo "La lengua", como "aparato" donde se amalgaman
significantes y pulsiones, condición ontológica estructural de lo común a todo ser
hablante, que co-pertenece asimismo a la soledad subjetiva. Soledad y común,
agujereados ambos por el vacío de la brecha ontológica que Lacan nombrará como
"ex-sistencia". Frente a ello, la alianza de capital y técnica, según Alemán, ha logrado
constituir una estructura de emplazamiento sustentada en dispositivos de control que
toman la forma de protocolos de evaluación, objetivación, planificación, producción
biopolítica (de los sujetos), etcétera, cuyo resultado es la infantilización generalizada.
Se trata de una cierta forma de habitar el mundo donde nadie está atravesado por una
idea pues los sujetos están reducidos exclusivamente a opiniones y cuerpos, sin
opciones para producir una experiencia de desciframiento de la verdad singular.
CONCLUSIÓN
Así se concreta la diferencia, y también una paradójica vecindad, entre Lacan y Laclau
en la pregunta sobre cómo es posible la transformación social si no se realiza
dialécticamente, sin confiar en que se posibilitaría a partir del movimiento de sus
propias contradicciones, por mera concurrencia de la acción política. Esto representa
una invitación a pensar la emancipación por fuera de las retóricas tradicionales, lo que
remite también a un replanteamiento de la teoría del sujeto político. Recientemente,
Alemán (2013) remarca el carácter "constructivo" del neoliberalismo centrado en la
producción de un nuevo tipo de subjetividad respecto al concepto heideggeriano de la
estructura de emplazamiento del ser propuesta por la técnica. Se trata del sujeto
emprendedor, homogeneizado con un empresario de sí mismo, que vive
permanentemente en relación con el exceso, la presión, el rendimiento, el goce de la
rentabilidad y la competencia. La cuestión aquí es si la racionalidad contemporánea del
capitalismo puede producir enteramente a este sujeto, si este sujeto es simplemente
una producción histórica a partir de los dispositivos de poder y saber, o si por el
contrario en la propia constitución estructural del sujeto hay elementos que ningún
orden socio-político-histórico, por novedoso que sea en el empleo de dispositivos de
control sobre los cuerpos y las subjetividades, puede integrar total y definitivamente.
FUENTES CONSULTADAS
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literaria gramsciana", en Ex-libris, año 1, núm. 1, otoño, Buenos Aires: Universidad de
Buenos Aires, p. 220-234. [ Links ]
Alemán, J. y Rosario, J.L. (2012), "Poética política: Antifilosofía del sujeto político.
Entrevista a Jorge Alemán", entrevista disponible
en http://lainyeccion.com/index.php?option=com_content&view=article&id=86:poetica
-politica-antifilosofia-del-sujeto-politico-entrevista-a-jorge-aleman&catid=36:divan-de-
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Angelini, A. (2008), "History of the Unconscious in Soviet Russia: From its Origins to
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Boni. L. (2007), "Gramsci et la Psychanalyse (I). Sur les Traces d'une Réception
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Robinson, P. A. (1969), The Freudian Left, Nueva York: Harper & Row. [ Links ]
NOTA
1
El objetivo de este texto no es introducir ni desarrollar directamente las influencias e
implicaciones de la relación Lacan-Laclau. Tomaremos algunos ejes de este encuentro
pero integrados en el corpus de las dos aproximaciones a la izquierda lacaniana que se
presentan.
INFORMACIÓN SOBRE EL AUTOR:
Su perfil también responde a un personaje de la misma tradición literaria: el knave. ¿Qué es el knave?
Se lo traduce como "bribón", "pícaro", pero también como "deshonesto" o "inescrupuloso". Es
le coquin fieffé, el "pícaro redomado", el "sinvergüenza". Sobre todo eso: un sinvergüenza. Es un
realista que le habla a la gente y en nombre de la gente (no del pueblo), del "hombre común", de
"doña Rosa", de ese "vecino" o "vecina" que ya son un arquetipo del inconsciente colectivo de los
argentinos. Y porque se dirige a la gente-como-uno, su discurso se pretende sin ideología. Se ríe de
la inutilidad y falsedad de las ideologías. Es un señor-todo-el-mundo. De modo escueto y directo,
Lacan nos dice que el intelectual de derecha no se avergüenza de presentarse como lo que es: un
canalla. Su cinismo no es el cinismo heroico que se levanta contra el poder. Encarna el cinismo del
poder mismo. ¿No debería esto invitar a una reflexión de los psicoanalistas con respecto a los
semblantes?
La imagen que Lacan describe del intelectual de derecha responde más al ideólogo del libre
mercado que al del fascismo. Hay derechas; en plural. La ignorancia progresista no diferencia entre
Hitler, Videla, o Reagan. El "progre" tampoco entiende todavía que el capitalismo es cualquier cosa
menos conservador. El gobierno del Sr. Videla fue atroz, pero no puede decirse que fuese fascista,
dado que su programa de "genocidio industrial" fue liberal. No conservó nada. Hoy el progreso del
mercado ya no necesita imponerse manu militari, y puede alcanzar el gobierno por vía de elecciones
libres. Ese progreso es perfectamente compatible con la liberación femenina y el matrimonio
igualitario, resistidos por los restos del paternalismo, pero que no afectan para nada a la sociedad
de control. En ella, hombres, mujeres, homosexuales, transexuales, blancos, negros y demás
alcanzamos la igualdad: todos esclavos. Y son más esclavos en tanto viven en "libertad", en una
cárcel sin muros ni límites. Por eso, si el ideólogo fascista no reniega de su ideología, ni vacila en
declararse de "derecha", el liberal se dice "de centro" y proclama "la muerte de las ideologías". Su
rostro no es académico, ni grave, ni feroz. Practica el chiste, la ironía, el sarcasmo, el guiño
cómplice, la risa. Su estilo puede o no ser compatible con la estética populista y la chabacanería. Es
el portavoz de lo que Marx llamó "el estado de prostitución generalizada". No es incapaz de reír
sobre un montón de cadáveres y de desempleados. Secretamente ríe de esos cadáveres y de esos
desempleados, mientras se encoje de hombros y dice: on ne fait pas d' omelette sans casser des oeufs.
¿Izquierda lacaniana?
Por Juan Bautista Ritvo
Desde hace un tiempo vuelve a hablarse de “izquierda lacaniana”. ¿Qué sentido puede tener tal expresión?
Empecemos por lo más elemental: no se puede hablar de política de izquierda sin apelar a un sujeto colectivo. Sin
embargo, el psicoanálisis disuelve inapelablemente el valor de semejante expresión. Un sujeto colectivo debería
definirse por la transparencia recíproca de los sujetos, al menos en lo que atañe a la distribución del poder. Es más,
debería ser posible para que ocurra, que el consentimiento libre y querido estuviera por encima de las
identificaciones inconscientes (lo cual es un truísmo didáctico, porque toda identificación es inconsciente) propias de
cada uno.
Ahora bien, el psicoanálisis rechaza la reciprocidad de perspectivas o, mejor, la reduce al plano de lo imaginario, el
que oculta, en su apariencia de fusión, la formación de la masa, en el sentido freudiano de la expresión: las
relaciones de un sujeto con cualquier otro sujeto que forma parte del colectivo, son por definición opacas, porque
entre sujeto y sujeto se sitúa el objeto-líder que es el objeto por excelencia de la identificación grupal ¿Necesito
agregar que no hay masa sin segregación y que esta es una de las cosas más evidentes y quizá por lo mismo más
oculta a la vista? (Alguien podría objetar: son las masas de derecha las que segregan. Y no: es un rasgo universal;
basta inspeccionar nuestra historia. Lo cual no significa, desde luego, que todas las masas y todas las segregaciones
sean equivalentes.)
I. No hay idealización sin su correlato de segregación. Del mismo modo, no hay “nosotros” que proclame la
horizontalidad de las relaciones, sin que la práctica insistente y universal muestre exactamente lo contrario. Lo que
Pero, ¿en qué podría consistir el llamado aporte del psicoanálisis a una izquierda radical?
Nada hay más alejado del espíritu de Freud y de Lacan: las fantasías radicalizadas de “liberación” sexual de un Reich,
por ejemplo, pertenecen por completo a la ideología pansexualista de este autor, absolutamente opuesta a los límites
II. En nuestros días Alain Badiou elaboró una teoría del acontecimiento que debe mucho a Lacan y que tiene, para
él, un destino eminentemente político. Dejo de lado la discusión sobre su teoría del acontecimiento y me aboco
Quiero citar, al respecto una frase característica de su concepción: “La igualdad política no es lo que deseamos o
proyectamos: es lo que declaramos en el calor del acontecimiento, aquí y ahora, como lo que es, y no como lo que
debe ser. La justicia –al igual que la filosofía– no puede ser un programa de Estado. La justicia es la calificación de
Dos objeciones: ¿cómo podemos hablar de “igualdad política” si la organización de masas en la que se despliega
toda política que efectivamente es, y no que meramente debe ser –como lo declara el propio filósofo–, tiene una
estructura profundamente desigual y jerárquica? Ni Badiou ni nadie ha podido dar un ejemplo concreto y local de una
masa en la que se cumplan las condiciones ideales de igualdad y de vigencia democrática permanente. El
psicoanálisis, la antropología, lo que sabemos de la historia de las religiones, la experiencias que hemos tenido en
nuestro país, reducen a mero polvo y humo a semejante pretensión, la que emplea una terminología digamos
“digna” y “elevada” solo para eludir con la mayor abstracción posible cualquier discusión particular.
De otra parte el idealismo vulgar se cuela en esa expresión negativa “programa de Estado”.
Es que sin plantearse la naturaleza del Estado, ¿es posible elaborar alguna política que no sea un mero ensueño?
Sin duda un acontecimiento, cualquier acontecimiento, es por definición imprevisible. Pero se trata del límite
imprevisible de estructuras diversamente integradas e inconsistentes que son desbordadas por series marginales en
principio, pero que al converger en una determinada situación, dan un súbito vuelco; vuelco que es propiciado e
Ahora bien, si no se empieza por localizar y describir las estructuras de poder prexistentes, si, para avanzar un paso
más en la determinación, no se empieza por localizar el acontecimiento excepcional cuya represión funda la
estructura “normal”, para luego diseñar en hueco las posibilidades que serán desbordadas, sin duda, pero no siempre
y en cualquier caso, y, sobre todo, si no se empieza por mostrar cuál es el límite de imposibilidad, entonces todo
A partir de este momento, podemos situar con mayor precisión los problemas. Algo que haré en próximas entregas.
_____________
1. Cuando se celebró en la U.R.S.S. en 1956 el 20º Congreso del Partido Comunista, en un famoso informe Nikita
Kruschev condenó el stalinista “culto a la personalidad”. Al considerar como “desviación” evitable, un fenómeno
normal en toda formación de masa, aunque no necesariamente bajo su forma monstruosa, la expresión y la teoría
implícita en ella, permitía a los dirigentes rusos no solo desligarse de su complicidad con el stalinismo, sino también y
esencialmente ocultar las raíces del fenómeno. Es preciso reconocer que la izquierda nunca estuvo a la altura del
2. Badiou, Alain. Reflexiones sobre nuestro tiempo. Interrogantes acerca de la ética, la política y las experiencias de
El Lacan político
A lo largo de los últimos diez a quince años, el psicoanálisis, y en especial la teoría
lacaniana, ha pasado a ser uno de los recursos más importantes en el marco de la actual
reorientación de la teoría política y el análisis crítico contemporáneos, circunstancia reconocida
incluso en los foros más tradicionales de las ciencias políticas. Por ejemplo, en una reseña crítica
publicada en British Journal of Politics and Internacional Relations –una de las revistas de la
Asociación de Estudios Políticos del Reino Unido–, que lleva el significativo título de “The Politics
of Lack” [La política de la falta], se lee que “en los últimos tiempos se ha popularizado cada vez
más entre los teóricos el abordaje de la política desde el psicoanálisis lacaniano […]. Sólo
el liberalismo analítico supera en influencia a este enfoque de la teoría política” (Robinson,
2004: 259).1 El fenómeno en sí ya es sorprendente: nadie habría podido predecirlo hace diez años.
Pero su característica más llamativa es el hecho de que los principales teóricos y filósofos políticos
ligados a la izquierda recurran cada vez más a la obra de Jacques Lacan.
¿Por qué es tan asombrosa esta tendencia? Precisamente porque Lacan era un psicoanalista en
ejercicio sin inclinaciones izquierdistas perceptibles de inmediato, y sin siquiera un interés expreso
en la vida política. Ello no significa que fuera apolítico: hay cierto indudable
radicalismo (antiutopista) en el pensamiento de Lacan, aunque sus connotaciones políticas
han permanecido en gran medida implícitas.
1 Por irónico que resulte, esta creciente popularidad no atañe sólo a la teoría política lacaniana, sino también a su
crítica. En otra versión del artículo citado, publicado en Theory & Event, se afirma una vez más que –para gran
decepción del autor del artículo– “entre la plétora de perspectivas teóricas radicales va adquiriendo hegemonía un
nuevo paradigma. Inspirados en la obra de Jacques Lacan, los teóricos recurren cada vez más al concepto
de‘falta constitutiva’ para encontrar una salida de los puntos muertos a que han llegado los enfoques marxistas
clásicos, especulativos y analíticos de la teoría política […]. El desafío que plantea esta influyente perspectiva es
demasiado importante para pasarlo por alto [en apariencia, para decirlo en ‘lacanés’, la teoría de lo real ha
surgido como lo real irreductible en la teoría]. Su estructura paradigmática […] está deviniendo la tendencia
predominante en la teoría (aparentemente) radical” (Robinson, 2005: 1).
Sin embargo, a semejanza de Freud, Lacan se mostraba muy escéptico en relación con la política
revolucionaria. Paul Robinson ha descrito a Freud como “antiutopista radical”, es decir, alguien
cuya teoría y práctica, a pesar de su claro pesimismo histórico, se resiste a adaptarse al orden
político establecido (Robinson, 1969: 3 [12 y 13]). La posición de Lacan no era muy diferente: el
psicoanálisis subvierte las ortodoxias establecidas a la vez que descree de las fantasías utópicas, y
este escepticismo es un sostén crucial de su eje verdaderamente subversivo.
También sabemos que Lacan tuvo algunas experiencias relacionadas con la cultura de protesta
propia de su época. Por ejemplo, en una carta de agosto de 1960, dirigida a Donald Winnicott,
dice de Laurence, la hija de su esposa, que “este año nos ha atormentado mucho (de lo cual
estamos orgullosos), porque fue arrestada a causa de sus relaciones políticas”. Y
agrega: “También tenemos un sobrino que vivió en casa como si fuera nuestro hijo
cuando era estudiante, y ahora lo han sentenciado a dos años de prisión por su
resistencia a la guerra de Argelia” (Lacan, 1990: 77). Durante las jornadas de mayo, Lacan
acató la huelga de los docentes y suspendió su seminario; incluso conoció a Daniel Cohn-Bendit,
uno de los líderes estudiantiles (Roudinesco, 1997: 336 [490 y 491]).3 De un modo u otro, su
nombre se vinculó a los acontecimientos. No es sorprendente entonces que estallara una vez más
el clima de Mayo de 1968 cuando fue suspendido el seminario que Lacan impartía en la École
Normale (1969): los manifestantes ocuparon la dirección y finalmente fueron desalojados por
policías armados.
2 Si se desea consultar un análisis detallado de esta relación entre Lacan y Marx, véase, Žižek (1989).
3 La inclusión de la foto de Cohn-Bendit en la tapa del Seminario 17 de Lacan, L’envers de psychanalyse, no es una
mera coincidencia.
Sin embargo, Lacan no tenía una relación sencilla con la izquierda. En 1969, por ejemplo,
recibió una invitación para hablar en Vincennes, pero era evidente que su pensamiento y el de los
estudiantes operaban en diferentes frecuencias. La conversación terminó así:
La aspiración revolucionaria no tiene sino un problema concebible, siempre: el discurso del amo.
Eso es lo que ha demostrado la experiencia. Como revolucionarios, ustedes aspiran a un Amo.
Y lo tendrán… porque son los ilotas de este régimen. ¿Tampoco saben qué significa eso? Este
régimen los pone en exhibición; dice: “Mírenlos coger…” (Lacan, 1990: 126).Una experiencia
similar marcó la conferencia de la Université Catholique de Louvain, el 13 de octubre de 1973,
cuando Lacan sufrió una interrupción seguida de un ataque por parte de un estudiante que
aprovechó la oportunidad para transmitir su mensaje revolucionario (situacionista). El
episodio, filmado por Françoise Wolff, concluyó con este comentario de Lacan:
Tal como decía él, deberíamos participar… Deberíamos cerrar filas para lograr… bueno, ¿qué,
exactamente? ¿Qué significa la organización sino un nuevo orden? Un nuevo orden es el retorno
de algo que –si recuerdan la premisa de la cual partí– es el orden del discurso del amo […]. Es la
única palabra que no se ha mencionado, pero es precisamente el término implícito en la
organización. De todos modos, las actuales iniciativas de explorar la relevancia que tiene la obra
de Lacan para la teoría política crítica no se arraigan en la biografía de Lacan ni la
presuponen, 4 aunque, al menos a mi parecer, necesitan registrar con seriedad su radicalismo
antiutopista. Suponen una articulación entre el análisis político crítico y la teoría lacaniana que
no está dada de antemano y puede establecerse de diversos modos, como ya veremos. Es así que –
para dar sólo algunos ejemplos– Slavoj Žižek ha propuesto una “combinación explosiva del
psicoanálisis lacaniano y la tradición marxista” con el objeto de “cuestionar los supuestos mismos
del circuito del capital”; 5 Alain Badiou se ha reapropiado de Lacan en su radical “ética del
acontecimiento”, y Laclau y Mouffe han señalado que "la teoría lacaniana,
4 En Roudinesco (1997) y Turkle (1992) hay más información biográfica que permite esbozar la relación de Lacan
con la política.
5 La cita proviene del prefacio de Žižek a la serie Wo es War, de Verso, que se reproduce en todos los volúmenes.
aporta herramientas decisivas para la formulación de una teoría de la hegemonía”, por lo cual
han incluido el psicoanálisis lacaniano en la lista de corrientes teóricas contemporáneas que a su
parecer son “condiciones para entender la ampliación de las luchas sociales característica del
escenario actual de la política democrática y para formular una nueva perspectiva de izquierda
en el marco de una democracia radical y plural” (Laclau y Mouffe, 2001: xi). 6
De más está decir que los diversos autores en cuestión no usan la teoría lacaniana del mismo
modo. En la obra de Žižek, por ejemplo, Lacan constituye una referencia constante y de primer
orden, en tanto que para Laclau y Mouffe es una referencia entre muchas otras, si bien es cierto
que ocupa un lugar cada vez más privilegiado. La izquierda tampoco es entendida de idéntica
manera por estos teóricos. Por ejemplo, Laclau y Mouffe siguen pensando que la revolución
democrática constituye el marco definitivo de la política de izquierda, en tanto que Žižek parece
creer que la democracia es un significante que ha perdido toda relevancia política para la agenda
política progresista, en especial a raíz de su asociación con el capitalismo globalizado y su instru-
mentación en la “guerra contra el terror”.
/
Sin embargo, la mera posibilidad de formular estas diversas posiciones presupone el lento pero
indudable afloramiento de un nuevo horizonte teórico-político: el amplio horizonte que he dado en
denominar “la izquierda lacaniana”. No propongo esta expresión como una categorización
exclusiva o restrictiva, sino como un significante capaz de dirigir nuestra atención al surgimiento
de un nítido campo de intervenciones políticas y teóricas que explora con seriedad la relevancia
del pensamiento lacaniano para la crítica de los órdenes hegemónicos contemporáneos. 7 En el
epicentro de este campo emergente cabría ubicar el respaldo entusiasta de Žižek a
Lacan; 8 junto a él –a una distancia que algunos calificarían de saludable– se sitúa la
perspectiva de inspiración lacaniana que desarrollan Laclau y Mouffe; en la periferia –
negociando un delicado ejercicio de malabarismo entre el exterior y el interior del campo, a
menudo en calidad de sus “otros” o adversarios íntimos– tendríamos que ubicar el compromiso
crítico de pensadores como Castoriadis y Butler.
6.- Declaración de Laclau y Mouffe incluida en la serie Phronesis. Es interesante señalar que la referencia al
psicoanálisis no estaba en la formulación original de esta aserción. Ni siquiera figuraba en los primeros libros que
publicó Žižek en la serie. Su inclusión posterior atestigua la creciente centralidad que ha adquirido la teoría
psicoanalítica en el proyecto de Laclau y Mouffe desde principios de los años noventa.
7 Como es bien sabido, la división política entre izquierda y derecha surgió con la Revolución Francesa, y en sus
inicios se correspondía con la ubicación de los diversos representantes y agrupaciones políticas en la
Asamblea. Ala izquierda del presidente se situaban las fuerzas más radicales, antimonárquicas y partidarias
de la democracia. Desde entonces, esta división horizontal ha funcionado como poderosa metáfora que organiza la
esfera pública en muy diversos contextos. Araíz de su carácter formal-relacional, ha permitido que cada uno de los
dos polos sea ocupado por proyectos muy diferentes: en distintos períodos históricos y contextos espaciales, la
izquierda ha comprendido fuerzas comunistas, socialistas y liberales, así como los nuevos
movimientos sociales. También se ha asociado históricamente a diversas propuestas políticas que apuntan a
derrocar o transformar el statu quo: desde la propiedad pública de los medios de producción y la
intervención/regulación estatal de la economía hasta la expansión de los derechos, etc. Huelga decir que la
referencia bibliográfica clásica sobre la oposición entre derecha e izquierda es Bobbio (1996).
Este programa político precisa una reformulación radical, y cabe señalar que hoy se trabaja mucho en
ese sentido. Sin embargo, el presente libro no aborda el desarrollo concreto de propuestas políticas: Lacan sería
una fuente poco apropiada para tal empresa. Por otra parte, la concepción de políticas alternativas supone algo
más: la legitimidad de la crítica y la plausibilidad (cognitiva y afectiva) de la propia idea de alternativa. Hoy en día
estas cuestiones parecen estar en tela de juicio. Si el significante “izquierda” retiene algún significado, éste deberá
localizarse principalmente aquí: surgido con la revolución democrática, señala una legitimación democrática del
antagonismo y encarna la idea de cuestionamiento del statu quo, así como la posibilidad de cambio. En oposición a
lo que Roberto Mangabeira Unger denomina “la dictadura de la falta de alternativas”(Mangabeira
Unger, 2005), “la izquierda” designa un intento de restablecer y respaldar el deseo de una democracia de
alternativas. Más aún, a fin de evitar la reocupación nostálgica de temas obsoletos de la izquierda, para estar en
condiciones de ofrecer análisis esclarecedores de la extendida tendencia a la desdemocratización y orientar el
pensamiento y la acción en direcciones innovadoras y atractivas, esta orientación democrática radical tendrá que
echar mano de recursos teórico-prácticos no convencionales. Es aquí donde entran en escena la teoría lacaniana y
la práctica del psicoanálisis. Además, es preciso tener en cuenta que, tal como leemos en el Concise Dictionary of
Current English, la expresión inglesa the Left [“la izquierda”] también denota una “sección innovadora” de una
escuela filosófica o tradición teórica.
8. Sin embargo, dados los rápidos e inesperados cambios que se producen en las posiciones de Žižek, y su tendencia
a incursionar continuamente en direcciones más bizarras e insondables, casi es posible predecir que tarde o
temprano llegará el día en que la única gran transgresión de sí mismo que le quede disponible sea trascender o
incluso oponerse a Lacan. En este sentido, el mapeo que se presenta aquí no excluye la posibilidad de futuros
desarrollos en los proyectos teóricos examinados, que obviamente pueden seguir las más diversas direcciones.
He aquí entonces la pregunta crucial: ¿cómo debería tener lugar esta construcción? Está claro que
el objetivo no consiste en acometer una suerte de ejercicio totalizador guiado por la fantasía de
enunciar el nuevo fundamento de la teoría, la praxis y el análisis políticos. Aparte de
pecar de inmodesto y políticamente ingenuo, tal objetivo resultaría contradictorio con la
posibilidad de que este tipo distintivo de teorización lacaniana hiciera aportes útiles a nuestras
exploraciones teórico-políticas. Si se la toma en este sentido, la “izquierda lacaniana” sólo
puede ser el significante de su propia división, una división que no ha de reprimirse ni
desmentirse, sino que, por el contrario, debe ponerse de relieve y negociarse una y otra vez como
locus de inmensa productividad, como el encuentro –en el marco del discurso teórico– con el hiato
constitutivo entre lo simbólico y lo real, entre el saber y la verdad, entre lo social y lo
político.
10 La teoría y el análisis suelen conceptualizarse como opuestos. La teoría supuestamente se ocupa de lo general, lo
abstracto. Articula de forma sistemática los principios básicos de un paradigma científico, las ideas fundacionales
capaces de explicar un conjunto de fenómenos, etc. Por otra parte, se supone que el análisis aborda lo particular, lo
concreto: mediante un examen exhaustivo de un campo conceptual o experiencial delimitado, apunta a captar su
forma elemental, a separar sus elementos constituyentes y cartografiar sus modos de interacción. Sin embargo, ¿no
es obvio que ninguna teoría puede sostenerse si permanece en un nivel puramente especulativo, sin algún rapport
con lo particular? Tanto la etimología griega de theoria –que describe el acto de ver– como el significado del
syntagma “teoría analítica” revelan esta dialéctica constitutiva entre la experiencia, el análisis y la teoría.
Asimismo, ningún análisis puede tener lugar en un nivel puramente empírico, como si fuera posible arribar a la
explicación objetiva de un encuentro inmediato con lo particular en sí. No sorprende entonces que el “análisis del
discurso” en el sentido que le dan Laclau y Mouffe se caracterice por su marcado perfil teórico. Desde esta
perspectiva, las dos partes del presente libro deben verse como textos que comprenden dos gestos profundamente
interrelacionados que, en tanto funcionan en diferentes niveles de generalidad y operan con distintos tipos de
materiales, comparten la misma orientación epistemológica y metodológica. Los principales parámetros
de esta orientación se esbozan brevemente en esta sección del capítulo introductorio.
En alguno de sus textos recientes, Žižek habla de Lacan como si fuera de derecha. No estoy muy
seguro de eso y no interesa demasiado si Lacan era de derecha o de izquierda. Lo importante
es, a fin de responder a la pregunta, con qué exactitud podemos definir la diferencia entre
izquierda y derecha. Si la definimos en relación a un impulso revolucionario, que veo tanto en
Freud como en Lacan, que es un radicalismo antiutópico, esto sería la derecha para alguien
como Žižek.
Para mí sería de izquierda, porque la izquierda no se puede definir sobre la base de su fantasía
revolucionaria. En mi opinión, es muy importante tratar de incorporar la idea del límite dentro
de la función de cualquier orientación o institución y Lacan trata de hacer esto en la institución
psicoanalítica, de democratizar la institución, de abrirla a gente que previamente estuvo
excluida. Para mí esto es claramente de izquierda.