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NTRODUCCIÓN:

El muy conocido y laureado poeta mexicano Amado Nervo, hablando del gozo de la
satisfacción en la vida, escribió lo siguiente: “Si eres pequeño, alégrate, porque tu
pequeñez sirve de contraste a otros en el universo. Si eres grande, alégrate, porque lo
invisible se manifestó en ti de manera más excelente, porque eres un éxito del Artista
eterno. Si estás sano, alégrate, porque en ti las fuerzas de la naturaleza han llegado a la
ponderación y la armonía.

Si estás enfermo, alégrate, porque luchan en tu organismo fuerzas contrarias que acaso
buscan un resultado de belleza. Si eres rico, alégrate, por toda la fuerza que el Destino ha
puesto en tus manos, para que las derrames. Si eres pobre, alégrate, porque tus alas
serán ligeras, porque la vida te sujetará menos, porque el Padre realizará en ti más
directamente que en el rico el amable prodigio periódico del pan cotidiano. Alégrate si
amas, porque eres más semejante a Dios que a los otros. Alégrate si eres amado, porque
hay en esto una predestinación maravillosa. Alégrate si eres pequeño; alégrate si eres
grande; alégrate si tienes salud; alégrate si la has perdido; alégrate si eres rico; alégrate si
eres pobre; alégrate si te aman; si amas, alégrate; alégrate siempre, siempre, siempre,
siempre, siempre” (502 Ilustraciones, CBP. Pág. 63).

Lo escrito por este poeta no siempre es la verdad en las personas. Por lo general somos
muy inconformes con lo que somos o lo que tenemos. Pocas personas alcanzan un nivel
de satisfacción. Si tuviéramos que sumar la vida entre las quejas y la gratitud, creo que al
final del día mostraríamos un déficit. La satisfacción no parece ser lo que más distingue a
la gente de nuestro tiempo. El afán por obtener más cosas es un claro reflejo de una
sociedad que no encuentra satisfacción en lo que busca.

El profeta no pudo estar más acertado cuando preguntó: “¿Por qué gastáis el dinero en lo
que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no sacia?" Cuántos hay que viven más para
satisfacer su carne, pero jamás satisfacen su alma. La invitación de hoy pretende
ayudarnos a comprender cuál es el verdadero rostro de la satisfacción cristiana.
Descubramos esto en nuestra predicación.

I. EN ESTA INVITACIÓN QUE DIOS HACE HAY UNA OFERTA PARA COMPRAR SIN
DINERO TODO LO QUE SATISFACE

1. Dios ofrece una provisión correcta v. 1.

Las invitaciones de Dios siempre serán las mejores, y todas son gratuitas. Esto confirma
que Dios es el ser más dadivoso que existe. Así que estas ofertas se plantean como
demasiadas buenas para dejarlas a un lado. Observe cuáles son las tres sustancias que
Dios ofrece gratuitamente: agua, vino y leche. El agua es sumamente importante para el
cuerpo. Se nos dice que estamos compuestos entre 60 y 70% de agua. Esto plantea que
necesitamos mucha agua para estar vivos. Nadie podría durar tres días sin tomar agua. El
agua en la Biblia es una imagen del nuevo nacimiento (Jn. 3:5). Jesús se nos presenta
como el agua viva que calma la sed (Jn. 7:37). La mujer samaritana es el mejor ejemplo de
ello (Jn. 4:13-14). La otra sustancia que ofrece es el vino, símbolo de alegría. No es
extraño que el primer milagro que Jesús hizo tuviera que ver con vino. Es un símbolo del
Espíritu Santo, debido al gozo que produce en nosotros (Jn. 14:16-18). Pero también
ofrece leche. La leche es esencial para el crecimiento saludable. La leche es una figura de
la palabra de Dios (1 Pe. 2:2). Cuando bebemos de esa leche la vida espiritual será
altamente fortalecida. Estas tres sustancias representan la esencia del evangelio. Hay una
satisfacción plena cuando venimos a Cristo.

2. Dios ofrece una compra gratuita v. 1b.

En el mundo tú no consigues nada gratis. Tienes que pagar por todo. Hay un sutil engaño
en las llamadas ofertas “gratis” de las mercancías; al final siempre tendrás que pagar algo.
Así que la verdad es otra. Observa todo lo que tienes ahora y verás el costo de cada cosa.
Esto se aplica también en la oferta de los deseos de la carne y del pecado. El tentador le
dijo a Eva que no moriría, pero hasta el día de hoy arrastramos las consecuencias de
aquel engaño. Detrás de casa promesa de felicidad que nos muestra la concupiscencia de
la carne, hay un altísimo precio que al final se paga. Pero al contrario de esto, las cosas
que Dios nos da gratuitamente, todas son para nuestra felicidad. Observa: Dios te creó y
no te cobró nada. Desde que naciste puso todo a tu disposición y no te cobró nada.
Cuando tenías que pagar por cada uno de tus pecados, Dios puso a su Hijo Jesucristo
para que fueras “justificado gratuitamente” mediante su redención (Ro. 3:24). Dios no te ha
cobrado nada de todo lo que te ha dado. Lo único que pide a cambio es que tú aceptes su
regalo de salvación y te decidas andar con él en obediencia. Venga a comprar sin dinero.
Eso solo ocurre con el Señor.

II. EN ESTA INVITACIÓN DIOS REVELA LAS OPORTUNIDADES QUE CONDUCEN AL


DESTINO ETERNO

1. La oportunidad para la salvación v.2.

Este pasaje de Isaías pudiera ser el Juan 3:16 del Nuevo Testamento. Es una fotografía
hermosa de la salvación. Lo que Dios promete gratuitamente es en esencia el gran
mensaje de su gracia. Nadie está excluido de esta oferta. ¿Por qué este llamado de Dios?
El alma en su estado natural está separa de Dios (Isa. 59:2), y en un peligro terrible (Eze .
18:4) . Cada alma que nace está manchada por el pecado (Ro. 3:10-23). Y hay una
sentencia eterna para todos los que nacen físicamente, pero no nacen espiritualmente (Ro.
6:23; Sal. 09:17). Cuando una persona recibe la oferta gratuita de Dios para tomar el “agua
viva”, creyendo con ello en el evangelio de la gracia, esa persona es salvada. El acto que
le sigue a esto es que ya “no hay condenación para los que andan en Cristo Jesús” (Ro.
8:1). Que somos salvados de la ira divina (Ro. 5:8). Que pasamos de muerte a vida (Jn.
5:24), llegando a ser nuevas criaturas (2 Cor. 5:17). El profeta resalta en su texto el hecho
de venir ante Dios y recibir esa salvación por fe. Hace referencia al acto de “comprar sin
dinero”. No hay en el mundo donde esto suceda, por lo tanto esto es una referencia a Dios
y su salvación eterna.

2. La Oportunidad Para Satisfacción v. 2b.

El presente versículo nos muestra una declaración extraordinaria: “…y se deleitará vuestra
alma con grosura”. Es una figura tomada de los sacrificios donde la grosura una vez
quemada, llegaba a ser el deleite divino. Pero note ahora que el deleite no es para el
cuerpo, sino para el alma. Hay una diferencia en deleitar al cuerpo con “grosura” y deleitar
al alma. La palabra " grosura" significa "abundancia”. Cuando Dios salva a un alma, la
llena de “grosura”. ¡Interesante, cierto! Esto nos lleva a la conclusión que Cristo vino para
darnos vida y vida con “grosura” (parafraseando sus palabras). Enfáticamente dijo: “Yo he
venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Jn. 10:10). Jesús vino
para satisfacer el alma. Así que una persona salvada ya no busca la satisfacción en el
mundo. La felicidad que buscada en todas las ofertas engañosas de la carne, el mundo y
el pecado, ahora han quedado satisfechas en él. El alma redimida encuentra todo lo que
necesita en Jesús para disfrutar de verdadera paz y satisfacción. Pablo nos dijo:
“Yvosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad” (Col.
2:10). ¡Qué más podamos desear!

3. La oportunidad para la Seguridad eterna v. 3.

Otra parte de este texto dice: “y haré con vosotros pacto eterno, las misericordias firmes a
David”. La promesa de Dios para su pueblo fue la de establecer un pacto eterno.
Recordemos que algunos de esos pactos fueron condicionales, hasta donde el hombre
podía cumplir su parte. En algunos casos, Dios promete que bendecirá a su pueblo en
base a su obediencia. Así que este pacto sólo tiene un requisito: Cuando una persona
acepta la oferta gratuita de Dios, y bebe el "agua de la vida", Dios hace un pacto eterno
incondicional con ellos. Póngale el nombre que usted quiera como “seguridad eterna”, “una
vez salvo siempre salvo”, “vida eterna”, etc., todo significa lo mismo. El apóstol Juan es un
abanderado en el tema de la seguridad eterna. En el contexto donde Jesús habla de él
como “el pan que descendió del cielo”, nos da la seguridad que tienen los salvados por
cuanto los mismos han sido enviados por el Padre (Jn. 6:37-40). Aquellos que compran
gratuitamente agua, vino y leche, se les asegura que no perecerán jamás. Esta es la gran
promesa de Juan 10:28. Para los que creen en el Señor, él les da la eterna promesa de
ser guardados para siempre

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