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“Ni las tropas, ni las armas, ni los comandantes, sino la Virgen María del
Rosario es la que nos dio la victoria”
Antecedentes
La Valette, el Gran Maestre, leyó la carta del Papa delante del Consejo de la
Orden, la besó respetuosamente, luego besó la tierra de la isla y exclamó. “La
voz de vuestro vicario, oh Jesús, indica mi deber. Nos quedaremos aquí, y aquí
moriremos”. Hacia fines de 1566 Pío V dirige a las naciones católicas un nuevo
llamado de alerta haciendo una invitación para unirse en una Liga en defensa de
la Cristiandad. Nadie quiere escucharlo, pues están todos ocupados con sus
problemas internos.
En marzo del mismo año y con apenas dos días de diferencia llegaron las
respuestas afirmativas del Rey de España y del Dux de Venecia. Superados los
pequeños obstáculos se forma la Liga que debía ser estable, tener un carácter
defensivo y ofensivo y actuaría no sólo contra el sultán, sino también contra sus
estados tributarios, Argel, Túnez y Trípoli.
La Liga contaría con 200 galeras, 100 transportes, 50 mil infantes españoles,
italianos y alemanes, 4.500 de caballería ligera, y el número de cañones
necesarios. El Papa se haría cargo con 1/6 de los gastos, España con 3/6, y
Venecia con el resto.
Don Juan de Austria recibió el estandarte de las manos del Cardenal Granvela,
en la Iglesia de Santa Clara con la presencia de muchos nobles, entre los cuales
se destacan los Príncipes de Parma y Urbino. “¡Toma dichoso Príncipe, le dice el
Cardenal, la insignia del Verbo Humanado; ten la viva señal de la santa Fé, de la
cual eres defensor en esta empresa. El te dará una victoria gloriosa sobre el
enemigo impío, y por tu mano será abatida la soberbia. Amén!”.
Preocupado con las noticias del avance turco, el Papa Pío V mandó una carta a
Don Juan exhortándolo a zarpar hacia Mesina, actuando inmediatamente Don
Juan el cual fue recibido con muestras de júbilo a su llegada. Tres semanas
llevaba Don Juan deliberando junto a sus oficiales estudiando la forma de
actuar, unos querían apenas la defensa otros atacar, Don Juan dudaba. El
Nuncio Odescalchi que había llegado a Mesina a distribuir pedacitos del Santo
Leño para que cada nave tuviera el suyo, comunicó al Príncipe que el Pontífice le
prometía en nombre de Dios la victoria por encima de todos los cálculos
humanos y mandaba decirle que si la escuadra fuera derrotada “iría el mismo a
la guerra con sus blancos cabellos para vergüenza de los jóvenes indolentes”.
Alentado por Su Santidad, Don Juan toma medidas rápidamente, no escaparon
las mismas que desde el punto de vista moral el Príncipe tomó para preservar el
carácter sacral de la expedición a saber: 1) prohibió la presencia de mujeres a
bordo, 2) dictó la pena de muerte por blasfemias 3) mientras esperaba el regreso
de una patrulla de reconocimiento, todos ayunaron 3 días y ninguno de los
81.000 marinos y soldados dejó de confesarse y comulgar, haciendo lo mismo
los galeotes.
En dirección a la Batalla
La flota católica buscó extenderse lo más que podía, desde el litoral hasta alta
mar. Don Juan comanda el centro, ladeado por Colonna y Veniero; el catalán
Requeséns venía un poco más atrás. La escuadra española de Andrea Doria, con
60 naves, forma el ala derecha en dirección hacia alta mar. Las 35 naves del
Marqués de Santa Cruz aguarda órdenes en retaguardia para su eventual
intervención.
El comandante supremo Don Juan de Austria pasa revista a todas las naves
llevando en la mano un crucifijo y conclamando con ardor para la lucha
inminente. “Este es el día en que la Cristiandad debe mostrar su poder, para
aniquilar esta secta maldita y obtener una victoria sin precedentes… Es por
voluntad de Dios que estáis aquí, para castigar el furor y la maldad de esos
perros bárbaros, todos cuiden de cumplir con su deber. Poned vuestra
esperanza únicamente en el Dios de los ejércitos, que reina y gobierna el
universo”. A otros decía: “Recordad que vais a combatir por la Fé; ningún débil
ganará el Cielo”.
La Batalla
Alí-Pachá da un tiro de cañón para llamar a los cristianos a la lucha. Don Juan
acepta el desafío respondiendo con otro cañonazo. En ese momento el viento
cambia inesperadamente favoreciendo a los cristianos.
El primer cañonazo que parte hacia los infieles hunde una galera y al grito de
“victoria, victoria, viva Cristo” los cruzados se lanzan con toda energía a la
batalla.
Los turcos buscan dar mayor amplitud a su desplazamiento, para envolver uno
de los flancos del adversario. Doria trata de impedir la maniobra, pero se aleja
demasiado de la zona que le había sido asignada, abriendo una peligrosa brecha
entre el ala de su comando y el centro de la escuadra.
El apóstata italiano Uluch Alí entra por el espacio vacío dejado por Doria. Con
sus mejores naves se lanza al combate hacia el centro de los cristianos, y con
algunas galeras pesadas mantiene a Doria apartado. En esta maniobra las tropas
de Doria son casi aniquiladas, y la reserva del Marqués de Santa Cruz no puede
socorrerlo, pues estaba empeñado en auxiliar a los venecianos del ala izquierda
junto al litoral. Alí-Pachá conociendo por los santos estandartes la galera de
Don Juan, embiste por la proa a la Real, y lanzó sobre ella una horda de
Jenízaros escogidos. En ese momento el consejo dado por Doria probó su
eficacia; desembarazada del peso que representaba el espolón, la artillería de la
nave católica, diezmó la tripulación de la Sultana, la nave de Alí Pachá, en
socorro de ésta llegan 7 galeras turcas, las cuales lanzaron más Jenízaros a la
lucha sobre el puente ensangrentado de la capitana de Don Juan.
Por dos veces la horda turca penetró hasta el mástil principal de la Real, pero los
bravos veteranos españoles los obligaron a retroceder. Don Juan contaba con
apenas dos barcos de reserva, su tropa había sufrido muchas bajas y él mismo
fue herido en un pie. La situación se iba volviendo cada vez más peligrosa,
cuando el Marqués de Santa Cruz, después de liberar a los venecianos, vino en
socorro de Don Juan, y éste pudo rechazar a los Jenízaros.
Uno tras otro cayeron, Juan de Córdoba, Fabio Graziani, Juan Ponce de León, el
viejo Veniero lucha espada en mano, al frente de sus soldados. El general
veneciano Barbarigo cae herido por una flecha que le alcanza un ojo, cuando por
dar órdenes a sus hombres apartó el escudo que lo protegía. “Es un riesgo
menor a que no me entiendan los hombres en una hora de estas”, respondió
Barbarigo a alguien que le advirtió del peligro.
El veneciano Girolamo Diedo cuenta que “una gran parte de los esclavos
cristianos que se encontraba en los navíos enemigos se enteraron que los turcos
estaban perdidos. A pesar de los guardias estos infelices multiplicaron sus
esfuerzos buscando liberarse y favorecer la victoria de los nuestros. En poco
tiempo se los encontraba combatiendo por todos lados donde hay lucha, con un
coraje sin igual. Su ardor es aumentado por los gritos que resuenan en todos
lados: ¡La victoria es nuestra!”. En los navíos de la Liga, los galeotes que habían
sido armados con espadas, abandonaban los remos cuando había abordajes y
luchaban valientemente contra los turcos.
Pío XI (1937) dice que "el Rosario ocupa el primer puesto entre las devociones
en honor de la Virgen y que sirve para progresar en la fe, la esperanza y la
caridad".
Desde el año 1100 al 1200 ya el rezo del "Dios te salve María" es muy frecuente
en varios países y muchas personas que no pueden rezar los 150 salmos (o sea,
el Salterio) tratan de reemplazarlos diciendo 150 veces esta oración mariana.
En el año 1569, el Papa Pío V con una carta o Encíclica dirigida a todos los
cristianos del mundo recomienda rezar el Rosario de la manera como se reza
ahora. Con esto quedaba consagrada esta devoción como algo muy propio de los
buenos católicos.
Desde que el Papa Pío V recomienda a todo el mundo el rezo del Santo Rosario,
recordando que con esta oración se han obtenido grandes triunfos en la guerra
contra los infieles, y que esta devoción ha demostrado tener gran eficacia para
detener las herejías y conseguir conversiones, y que toda persona fervorosa lo
debe rezar frecuentemente, la costumbre de rezar el Rosario se vuelve
popularísima en todas las naciones y su popularidad va aumentando año por
año. Diez Pontífices lo siguen recomendando, y muchísimos santos lo difunden
por todas partes.
Desde 1878 hasta 1903 el Papa León Trece, gran sabio, se dedica a propagar más
y más la devoción al Santo Rosario. Este Pontífice llamado "El Papa del Rosario"
dedica 12 Encíclicas y 22 documentos menores a recomendar a los fieles el
devoto rezo del Rosario. Y lo lama: "La más agradable de las oraciones",
"Resumen del culto que se le debe tributar a la Virgen", "Una manera fácil de
hacer recordare a las almas sencillas los Dogmas principales de la fe cristiana",
"Un modo eficaz de curar el demasiado apego a lo terrenal, y "Un remedio para
acostumbrarse a pensar en lo eterno que nos espera".
Pío XI (1937) dice que "el Rosario ocupa el primer puesto entre las devociones
en honor de la Virgen y que sirve para progresar en la fe, la esperanza y la
caridad".
En 1978 el Papa Juan Pablo II sorprendió al mundo, poco después de ser elegido
Pontífice, con esta frase en la Plaza de San Pedro: "Mi oración preferida es el
Rosario" (29 de octubre) y luego en muchísimas ocasiones fue recomendando
esta hermosa práctica de piedad. Suyas son las siguientes exclamaciones: "El
Rosario es una escalera para subir al cielo"(29 de octubre 1979) "El Rosario nos
proporciona dos alas para elevarnos en la vida espiritual: la oración mental y la
oración vocal" (29 de abril 1979). "Es la oración más sencilla a la Virgen, pero la
más llena de contenidos bíblicos"(21 de octubre 1979). Cuando fue en
peregrinación al santuario de Nuestra Señora del Rosario de Pompeya, Juan
Pablo II hizo allá un bellísimo sermón acerca del Rosario. En el dijo: "El Rosario
es nuestra oración predilecta. Cuando la rezamos, está la Sma. Virgen rezando
con nosotros. En el rosario hacemos lo que hacía María, meditamos en nuestro
corazón los misterios de Cristo" (Lc. 2, 19).
Rosario Bíblico Meditado
3 octubre 2 017
Sección: Octubre, m es del Rosario
Misterios: Gozosos (Lun, Jue) Dolorosos (Mar, Vie) Goloriosos (Mie, Sab, Dom)
MISTERIOS GOZOSOS
Primer Misterio
«Al cabo de seis meses, Dios envió al ángel Gabriel donde una joven virgen, que
vivía en una ciudad de Galilea llamada Nazaret, y que era prometida de José, de
la familia de David. Y el nombre de la virgen era María.
«Pero el ángel le dijo: “No temas, María, porque has encontrado el favor de
Dios. Vas a quedar embarazada y darás a luz a un hijo, al que pondrás el nombre
de Jesús. Será grande, y con razón lo llamarán Hijo del Altísimo. Dios le dará el
trono de David, su antepasado. Gobernará por siempre el pueblo de Jacob y su
reinado no terminará jamás”. (…)
Contestó el ángel: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo
te cubrirá con su sombra; por eso tu hijo será santo y con razón lo llamarán Hijo
de Dios. Ahí tienes a tu parienta Isabel: en su vejez ha quedado esperando un
hijo, y la que no podía tener familia, se encuentra ya en el sexto mes del
embarazo; por que para Dios nada es imposible”.
Dijo María: “Yo soy la servidora del Señor; hágase en mí lo que has dicho”.
Después de estas palabras, el ángel se retiró».
María santísima es la más grande de las criaturas, porque fue elegida por Dios
para ser la Madre de Jesús.
La divina maternidad de María es grande porque aceptó con plena libertad esta
enorme responsabilidad.
Ojalá que cada uno de nosotros trate de imitar a María, logrando esta misma
actitud de servicio y completa aceptación de la voluntad de Dios. Que nadie
diga: «Esto es un compromiso muy grande. No puedo aceptarlo». En realidad,
no hay salvación sin compromiso.
«Por esos días, María partió apresuradamente a una ciudad ubicada en los
cerros de Judá. Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
«Al oír su saludo, el niño dio saltos en su vientre. Isabel se llenó del Espíritu
Santo y exclamó en alta voz: “Bendita eres entre todas las mujeres y bendito es
el fruto de tu vientre”.
y mi espíritu se alegra
humilde de su esclava,
En verdad el Todopoderoso
María se quedó cerca de tres meses con Isabel, y después volvió a su casa».
María, una vez que concibió a Jesús por obra del Espíritu Santo, sintió un gran
deseo de llevarlo a otros. De inmediato fue a visitar a su prima Isabel. La sola
presencia de Jesús en el seno de María, purificó y santificó a Juan el Bautista,
antes de que naciera.
En efecto, la Biblia está llena de promesas para el que cree. Si todavía nos
quedamos pobres en el campo espiritual, es porque nos falta fe.
Pidamos a la Virgen María una grande fe en las promesas de Dios y en sus
planes de Amor.
«En esos días, el emperador dictó una ley que ordenaba hacer un censo en todo
el imperio. Ese primer censo se hizo cuando Quirino era gobernador de Siria.
Todos iban a inscribirse a sus respectivas ciudades.
«En la región había pastores que vivían en el campo y que por la noche se
turnaban para cuidar sus rebaños. El ángel del Señor se les apareció, y los rodeó
de claridad la gloria del Señor, y todo esto les produjo un miedo enorme.
«Pero el ángel les dijo: “No teman, porque yo vengo a comunicarles una buena
nueva que será motivo de mucha alegría para todo el pueblo.
«Hoy nació para ustedes en la ciudad de David un Salvador, que es Cristo Señor.
En esto lo reconocerán: hallarán a un niño recién nacido, envuelto en pañales y
acostado en una pesebrera”.
«De pronto aparecieron otros ángeles y todos alababan a Dios, diciendo: “Gloria
a Dios en lo más alto del cielo, y en la tierra, gracia y paz a los hombres”.
«Después que los ángeles volvieron al cielo, los pastores comenzaron a decirse
unos a otros: “Vamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y que el
Señor nos dio a conocer”.
Bendito seas, Virgen Madre, cuyo seno albergó a Aquel que no cabe en el cielo ni
en la tierra y que quiso alimentarse con tu sangre purísima.
Que toda nuestra vida sea un himno a la gloria de Dios y un signo de esperanza
para los hombres de buena voluntad, los pobres y los necesitados.
«Vino, pues, al Templo, inspirado por el Espíritu, cuando sus padres traían al
niñito Jesús para cumplir con él los mandatos de la Ley. Simeón lo tomó en
brazos, y bendijo a Dios con estas palabras:
que tu preparaste
Su padre y su madre estaban maravillados por todo lo que decía Simeón del
niño. Simeón los felicitó y después dijo a María, su madre: “Mira, este niño debe
ser causa tanto de caída como de resurrección para la gente de Israel. Será
puesto como una señal que muchos rechazarán ya ti misma una espada te
atravesará el alma. Pero en eso los hombres mostrarán claramente lo que
sienten en sus corazones».
Jesús, al entrar a este mundo, dijo al Padre celestial: «Tu no quisiste sacrificios,
ni ofrendas, sino que me formaste un cuerpo. Aquí vengo para cumplir tu
voluntad» (Heb 10,5.9).
Ahora Jesús viene a ratificar aquella ofrenda, que hizo en el primer instante de
su concepción virginal. Y todo esto lo hace por medio de María.
«Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén para la fiesta de la Pascua
y, cuando cumplió doce años fue también con ellos para cumplir con este
precepto. Al terminar los días de la fiesta, mientras ellos regresaban, el niño
Jesús se quedó en Jerusalén sin que sus padres lo notaran. Creyendo que se
hallaba en el grupo de los que partían, caminaron todo un día, y después se
pusieron a buscarlo entre todos sus parientes y conocidos. Pero, como no lo
hallaron, prosiguiendo su búsqueda, volvieron a Jerusalén.
Mientras tanto, Jesús crecía y se iba haciendo hombre hecho y derecho, tanto
para Dios como para los hombres».
MISTERIOS DOLOROSOS
«Después se alejó de ellos como a la distancia que uno tira una piedra, y
doblando las rodillas, oraba diciendo: “Padre, si quieres aparta de mi esta
prueba. Sin embargo, que no se haga mi voluntad sino la tuya”.
Después de orar se levantó y fue hacia donde estaban los discípulos y los halló
durmiendo, vencidos por la tristeza. Les dijo: “¿Cómo pueden estar durmiendo?
Levántense y oren para que no los venza la prueba”.
Comentario
En este momento tan doloroso, lo que más lo hizo sufrir fue darse cuanta que
para muchos su sangre sería inútil, puesto que no iban a querer convertirse,
dejando el pecado.
«Padre mío —gimió Jesús—, si es posible aleja de mi este cáliz… ¡Pero que se
cumpla tu voluntad y no la mía!».
Señor Jesús, ten misericordia de nosotros. Todos hemos desfilado delante de ti
durante aquella tremenda agonía. Perdón, Señor, por la sangre preciosa que
derramaste en aquella hora tan triste.
Enséñanos a orar para no volver a caer en el pecado. Danos la fuerza para estar
siempre despiertos en los momentos más importantes de nuestra vida y de la
vida de la Iglesia y la sociedad. Que no nos dejemos vencer por el sueño,
dejando a tus enemigos campo libre para hacer el mal.
Señor Jesús, no permitas que el amor a las cosas materiales nos aleje de Ti,
como sucedió a Judas.
LA FLAGELACIÓN DE JESÚS
«En cada fiesta de Pascua, Pilato ponía en libertad al preso que la gente
quisiera. Uno, llamado Barrabás, había sido encarcelado con otros revoltosos
que en un motín habían asesinado a alguien. La gente, pues, subió y empezó a
pedir la libertad de algún preso, como era la costumbre.
«Pilato preguntó: “Quieren que ponga en libertad al rey de los judíos?” (porque
se daba cuenta que los jefes de los sacerdotes habían entregado a Jesús por
envidia). Pero ellos incitaron a la gente para que pidiera la libertad de Barrabás.
Pilato les dijo: “¿Qué hago con el que ustedes llaman rey de los judíos?”. La
gente gritó de nuevo: “¡Crucifícalo!”
Pilato contestó: “¿Qué mal ha hecho?”. Pero los gritos fueron cada vez más
fuertes: “¡Crucifícalo!”
Pilato quería dejar contenta a la gente. Por eso dejó libre a Barrabás; y, después
de haber hecho azotar a Jesús, lo entregó para que fuera crucificado».
Comentario
Por temor a quedar mal con el pueblo, Pilato mandó flagelar a Jesús, no
obstante que lo reconociera inocente. Lo mismo hacemos nosotros, cuando
cometemos algún pecado por miedo a los que dirá la gente. Preferimos la gloria
que viene de los hombres a la que viene de Dios.
Tú sabes que somos polvo. Danos fuerza para resistir a las tentaciones y valor
para hacer penitencia por los pecados cometidos.
LA CORONACIÓN DE ESPINAS
Comentario
Jesús, el verdadero Rey del cielo y de la tierra, fue coronado como rey de burla.
Aquella escena triste y vergonzosa sigue repitiéndose continuamente.
Gobiernos, autoridades y pueblo en general siguen burlándose de Jesús,
hablando mal de la religión, de los sacerdotes, de la Virgen, de los catequistas…
Muchos siguen prefiriendo más a Barrabás que a Jesús. Para ellos vale más el
dinero, el sexo y el poder que Jesús con su enseñanza y su amor. Confían más en
los hombres que en Cristo. Quisieran ver a Cristo desterrado de la política, la
escuela, el trabajo, el hogar y hasta el mismo corazón del hombre.
Señor Jesús, perdónales porque no saben lo que hacen. Nosotros queremos que
Tú sigas siendo nuestro rey. Estamos dispuestos a dar la vida por tí y por tu
Reino.
Cuarto Misterio Doloroso
«Cuando lo llevaban, tomaron a un tal Simón de Cirene, que volvía del campo, y
le cargaron la cruz de Jesús para que la llevara detrás de él. Lo seguía
muchísima gente, especialmente mujeres que se golpeaban el pecho y se
lamentaban por él.
«Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo: “Hijas de Jerusalén, no lloren por mí.
Lloren más bien por ustedes mismas y por sus hijos, porque va a llegar el día en
que se dirá: Felices las madres sin hijos; felices las mujeres que no dieron a luz
ni amamantaron. Entonces se dirá: ¡Ojalá que los cerros caigan sobre nosotros!
¡Ojalá que las lomas nos ocultaran! Porque si así tratan al árbol verde, ¡qué no
harán con el seco?».
«Si alguien quiere ser mi discípulo —dijo Jesús en cierta ocasión—, que se
niegue a sí mismo, tome su cruz y sígame» (Mc 8,34). Por lo tanto, negarse a sí
mismo, tomar la cruz y seguir a Jesús, es fundamental para cada cristiano.
Que cada uno de nosotros pueda ser un verdadero cirineo, que te ayude a llevar
la grande cruz de la humanidad.
«No lloren por mí —dijo Jesús—; más bien lloren por ustedes y por sus hijos».
Señor Jesús, ayúdanos a tener un verdadero arrepentimiento de nuestros
pecados y a luchar cada día más para tener una vida nueva.
La gente estaba ahí mirando; los jefes, por su parte, se burlaban diciendo: “Ya
que salvó a otros, que se salve a sí mismo, para ver si es el Cristo de Dios, el
Elegido”.
Como al mediodía, se ocultó el sol y todo el país quedó en tinieblas hasta las tres
de la tarde. En ese momento, la cortina del Templo se rasgó por la mitad, y
Jesús gritó muy fuerte: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”; y al decir
estas palabras, expiró.
MISTERIOS GLORIOSOS
Después se apareció bajo otra figura a dos de ellos, cuando iban al campo. Estos
volvieron a contárselo a los demás, pero tampoco les creyeron.
Por último, Jesús se apareció a los Once discípulos cuando estaban comiendo.
Jesús les reprendió por su falta de fe y su porfía en no creer a los que habían
visto resucitado.
Y les dijo: “Vayan por todo el mundo y anuncien a la Buena Nueva a toda la
creación. El que crea y se bautice se salvará. El que se resista a creer se
condenará. Y estas señales acompañarán a los que crean: en mi Nombre
echarán los espíritus malos, hablarán en nuevas lenguas, tomarán con sus
manos las serpientes, y si beben algún veneno no les hará ningún daño. Pondrán
las manos sobre los enfermos y los sanarán”».
— Palabra de Dios.
— Te alabamos, Señor.
Comentario
«Al decir esto, en presencia de ellos, Jesús fue levantado y una nube lo ocultó a
sus miradas.
«Mientras miraban fijamente al cielo hacia donde iba Jesús, de repente tuvieron
a su lado dos hombres vestidos de blanco que les dijeron: “Hombres de Galilea,
¿qué hacen ahí mirando al cielo? Este que ha sido llevado, este mismo Jesús,
vendrá como lo han visto subir al cielo”».
— Palabra de Dios.
— Te alabamos, Señor.
Comentario
«Si han resucitado con Cristo —nos advierte San Pablo—, busquen las cosas de
arriba, donde se encuentra Cristo, sentado a la diestra de Dios. Piensen en las
cosas de arriba, no en las de la tierra. Pues ustedes han muerto y su vida está
ahora escondida con Cristo, en Dios. Cuando se manifieste Cristo, que es
nuestra vida, ustedes también vendrán a la luz con él, y les tocará una parte de
su gloria» (Col 3,1-4).
Que nadie ni nada nos distraigan de este camino precioso, que nos lleva a la
felicidad eterna.
Asombrados y admirados decían: “¿No son galileos todos éstos que están
hablando? Entonces, ¿cómo cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestro
propio idioma? Entre nosotros hay partos, medos y elamitas; habitantes de
Mesopotamia, Judea, Capadocia y del Ponto; hay hombres provenientes de Asia,
Frigia, Panfilia y Egipto y de la parte de Libia que limita con Cirene; hay
forasteros, romanos, judíos y hombres no judíos que aceptaron sus creencias;
cretenses y árabes, y sin embargo, todos los oímos hablar en nuestros idiomas
las maravillas de Dios.” No se lo creían, y se decían unos a otros: “¿Qué significa
esto?” Otros en cambio decían riéndose: “Están borrachos”.
— Palabra de Dios.
— Te alabamos, Señor.
Comentario
Lo mismo pasará con nosotros, cuando quedemos llenos del Espíritu Santo. Nos
volveremos en auténticos “testigos de Cristo”, con una fe viva y comunicativa.
Por lo tanto, no nos olvidemos nunca de pedir al padre celestial el grande don
del Espíritu Santo, que es la base y el fundamento de una vida cristiana
auténtica.
Y ¡bendito sea el Señor Dios, Creador del cielo y de la tierra, que te condujo para
que cortaras la cabeza del jefe de nuestros enemigos!
Que Dios te colme de bienes y que los hombres te glorifiquen , pues no vacilaste
en exponer tu vida al ver la humillación de nuestra raza.
Por tu perfecta sumisión a Dios has alejado la ruina que nos esperaba”.
— Palabra de Dios.
— Te alabamos, Señor.
Comentario
¿Cómo sabemos que María Santísima, después de haber vivido en este mundo,
fue llevada al cielo en el cuerpo y alma?
Era justo que María, que nunca había sido sometida a la esclavitud del pecado,
quedara libre de la corrupción de la muerte.
Gracias sean dadas al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo por todos los dones y
privilegios, que concedió a María, nuestra Madre. Y que algún día, todos juntos,
podemos tener la dicha de alcanzarla en la patria celestial, para bendecirla y
alabarla por toda la eternidad.
Apocalipsis de San Juan y Cantar de los Cantares (Ap 12,1; Cant 6,10).
«Apareció en el cielo una señal grandiosa: una Mujer, vestida del sol, con la luna
bajo sus pies y en su cabeza una corona de doce estrellas».
«¿Quién es ésta que surge como la aurora, bella como la luna, brillante como el
sol, temible como un ejército?».
— Palabra de Dios.
— Te alabamos, Señor.
Comentario
Por ser elegida como Madre de Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, María fue
elevada por encima de todas las criaturas como verdadera reina del cielo y de la
tierra.
Por eso amamos y honramos tanto a la Virgen María. Porque sabemos que es la
criatura más grande que existe, la «escogida» de Dios.
Por eso acudimos tanto a su maternal intercesión. Porque sabemos que Dios
escucha siempre su oración en nuestro favor.